Períodicos Democracia Obrera
El Organizador Obrero Internacional

VISITE TAMBIÉN
LA PÁGINA DE LA FLTI

WWW.FLTI-CI.ORG

volantes
Suplementos DO
English
Portugués

Enero 2018

Editorial

           
14, 18 y 19 DE DICIEMBRE: LA CLASE OBRERA COMENZÓ A PELEAR COMO EN 2001…


UNA “INTIFADA” QUE HIZO TEMBLAR
A LA ARGENTINA DE LOS DE ARRIBA

¡Libertad a Cesar Arakaki, Dimas Ponce, Facundo Jones Huala, Diego Parodi, Pablo Giusto, Milagro Sala y todos los luchadores obreros y populares!
¡Basta de persecución a Sebastián Romero y Germán Tonero!
¡Absolución de los petroleros de Las Heras!
Ver recuadro

Una posición marxista ante la casta de jueces vitalicia del estado burgués
Ver recuadro

Por un pliego único de demandas mínimas
para los trabajadores y el pueblo pobre

Ver recuadro

Congreso obrero continental para unificar la lucha contra la ofensiva de Trump y Wall street
Ver recuadro

¡Hay que poner en pie el partido de Mateo Fossa y León Trotsky en Argentina, bajo las banderas de la IV Internacional!
Ver recuadro

     El 18 y el 19 de diciembre, Buenos Aires fue escenario de una formidable lucha política de masas contra la reforma previsional del FMI y el gobierno de los CEO’s. La clase obrera chocó de frente contra el parlamento, las fuerzas represivas del Estado y el conjunto de las instituciones de la Constitución archirreaccionaria y bonapartista de 1853-1994, enfrentando el plan de saqueo imperialista de la nación impuesto por el G-20.

El lunes 18, la clase obrera protagonizó una huelga general revolucionaria con piquetes y barricadas, con un paro nacional impuesto desde abajo al triunvirato de la CGT, que acordó la reforma laboral del gobierno y el imperialismo. Decenas de miles de trabajadores y jóvenes rodearon el Parlamento y desataron su bronca en una verdadera “Intifada”. Por la noche, las clases medias empobrecidas, indignadas por la represión y las medidas del gobierno, salieron a hacer cacerolazos en Buenos Aires y las principales ciudades del país hasta altas horas de la madrugada del martes 19.
Esta irrupción de los explotados le trajo a la memoria el 2001 a las clases dominantes de la Argentina. Los CEO’s, los grandes bancos, la oligarquía de la Sociedad Rural, no se esperaban semejante respuesta.
Los trabajadores rompieron toda política de conciliación y sometimiento a la burguesía de la burocracia sindical. Con sus acciones, partieron a las clases medias, cuyas capas bajas, alentadas por el combate de la clase obrera, salieron espontáneamente a las calles. “Unidad de los trabajadores” y “Andate Macri, la p… que te p…” se combinaba con el “Que se vayan todos”, el grito de independencia de clases de la revolución de 2001, que durante años mantuvieron enterrado las direcciones reformistas del movimiento obrero y el 18 volvió a escucharse en las calles.

Esto muestra que se está abriendo una situación prerrevolucionaria en Argentina. La clase obrera hizo temblar a los burgueses nuevamente. Pero este combate no es un rayo en cielo sereno. Es parte de enormes respuestas revolucionarias de masas a nivel mundial contra los durísimos golpes que el imperialismo, bajo el mando de Trump, está descargando sobre los explotados.
La clase obrera argentina no sólo se suma a la lucha de sus hermanos de clase de Venezuela, Brasil, Perú y Honduras contra los planes de Wall Street sobre América Latina, sino también a la intifada palestina, la sublevación de los explotados de Irán contra los ayatollahs multimillonarios y de las masas tunecinas que retoman el camino revolucionario enfrentando al poder burgués.
Aunque el FIT y el resto de la izquierda argentina quieran ocultar este carácter de las jornadas revolucionarias del 18 y 19, la verdad es que éstas fueron enormes acciones que los trabajadores y explotados deben profundizar, sin cesar por un segundo en su combate, para preparar un verdadero “infierno” para derrotar al gobierno de Macri y su plan de reformas; un “infierno” como el que hizo la clase obrera y la juventud trabajadora de Alemania y toda Europa contra el G-20 en Hamburgo el año pasado.

 

el gobierno, cebado por una serie de triunfos reaccionarios, se topa con una enorme respuesta de masas

La burguesía argentina había llegado envalentonada al mes de diciembre. La ofensiva de Trump y el imperialismo yanqui sobre América Latina y el mundo empujó a los regímenes y gobiernos cipayos a lanzar durísimos ataques a los explotados, como los planes de “reformas laborales” dictados por el G-20 que se están aplicando en Francia, Brasil, Perú y Argentina.
Desde comienzos de 2017, Macri venía imponiendo esta flexibilización laboral no sólo liquidando el convenio en petroleros, en la industria lechera, en metalmecánicos, etc. -en acuerdo con la burocracia sindical de Pereyra y Ávila y los kirchneristas de ATILRA y SMATA-, sino en el conjunto de la clase obrera: el 80% de los trabajadores en negro ganan menos de $10.000, mientras el promedio de los trabajadores en blanco ganan sólo $17.000 (según datos del INDEC).
A su vez, la rebelión antiburocrática abierta el 7 de marzo -cuando la base obrera de los sindicatos controlados por la burocracia peronista echó a pedradas de su propio acto al triunvirato de la CGT y le tomó el palco-, había sufrido durísimos reveses con las derrotas obreras en AGR, la UTA-Córdoba, Pepsico, docentes, etc., que gracias a la traición de la burocracia sindical, sacaban de escena a la vanguardia y sometían a la clase obrera a la farsa electoral de agosto y octubre. El FIT, con su política electoralista y su cretinismo parlamentario, había jugado un rol fundamental en esto.
Mientras las luchas de la clase obrera eran derrotadas una a una, el gobierno de Macri avanzaba en la bonapartización del régimen perfeccionando el aparato represivo para las batallas que se avecinaban. Las bandas armadas del Estado asesinaban a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel a pedido de la Sociedad Rural, Benetton y las petroleras en la Patagonia. El Comando Sur del Pentágono copaba las bases de la Armada argentina con el pretexto de la desaparición del submarino.

En estas condiciones, luego de obtener un enorme triunfo reaccionario en las elecciones legislativas y apoyado en un pacto con los gobernadores del PJ y los K y con la burocracia sindical del triunvirato, el gobierno lanzó un brutal plan de reformas (laboral, impositiva y previsional) dictado por el G-20 y el FMI. Su objetivo es llevar a la clase obrera a las condiciones de explotación del siglo XIX, saquear las cajas previsionales y profundizar el latrocinio de la nación. Para evitar que estalle el crac económico, el gobierno ha endeudado enormemente en dólares a la Argentina para mantener un ciclo ficticio de consumo para las clases medias ricas. Y esto se lo tiene que hacer pagar a las masas. Deben derrotar al movimiento obrero y despojar de sus ingresos a amplios sectores de las clases medias, su propia base social, con devaluación, tarifazos y una carestía de la vida infernal que no da sosiego.
En diciembre Macri se sentía victorioso y atacó duramente. Creía que tenía ganada la batalla de antemano. Pero el 18 y 19, los explotadores se toparon de frente con una enorme respuesta de la clase obrera y las capas bajas de las clases medias que no esperaban: dos enormes jornadas de lucha política con métodos revolucionarios que golpearon al gobierno y cambiaron radicalmente la situación.

 

La clase obrera le da un enorme golpe al gobierno con una huelga general política, piquetes y combates revolucionarios

Las jornadas del 18 y 19 de diciembre contra la reforma previsional fueron verdaderas acciones de masas independientes que rompieron todos los diques de contención y que no fueron preparadas ni llamadas por ningún sindicato ni partido.

El anticipo del 18 fueron los enfrentamientos del jueves 14. Ese jueves se concentraron cerca de 200 mil explotados frente al Congreso de la Nación, con paros por gremio y piquetes. Ante la represión del gobierno, los obreros se enfrentaron a la Gendarmería y lograron imponer la suspensión de la sesión del Congreso, que se pospuso para el lunes 18. La brutal represión con gases y balas de goma a obreros y jubilados, los más de 40 detenidos, la provocadora escena del intento de quórum con un “diputrucho” fueron vistas por todo el país y despertaron la indignación de los explotados.

Por eso el lunes 18 el estado de ánimo era distinto. Había odio, bronca, ansias de desquite. Se retomaba la rebelión del 7 de marzo y se la llevaba a un nivel superior. La base obrera de los metalúrgicos, estatales, Astillero Río Santiago, telefónicos, etc. le impuso un paro general al triunvirato de la CGT, que se vio obligado a anunciarlo a las 10 am para no caer, mostrando que la burocracia sindical había perdido el control del movimiento obrero. Los obreros del transporte garantizaron llevar a los trabajadores a la Plaza, que comenzaron a llegar desde la mañana a pesar de que el triunvirato de la CGT había anunciado que no iba a movilizar. Hacia el mediodía había frente al Congreso 300 mil trabajadores, obreros jubilados, estudiantes, explotados, etc.
Mientras el triunvirato de la CGT se borraba, los burócratas “opositores” Moyano y Palazzo, que no sabían cómo desactivar la bomba, le suplicaban a los diputados patronales votar en contra de la reforma. En el parlamento, los diputados del kirchnerismo, que tenían todo acordado con el gobierno, dieron quórum para que se vote el saqueo de la caja previsional. El FIT, por su parte, convalidaba esta sesión con la presencia de sus diputados.
Pero ese día los obreros, en contra de la política de todas sus direcciones, ya no querían presionar a ningún político. Sabían que para derrotar la reforma previsional había que derrotar al gobierno, chocar con la “democracia” de la oligarquía y Wall Street y entrar en lucha política abierta. Por eso después del mediodía estalló el odio contenido y comenzaron los choques de los obreros del Astillero Río Santiago, los metalúrgicos de la UOM-Quilmes, los movimientos de desocupados, la base de los partidos de izquierda, etc. con la policía, que tras 4 horas de combates tuvo que replegarse momentáneamente bajo una lluvia de piedras.
La burguesía se dividía alrededor de cómo contener a las masas. Asustados, los diputados kirchneristas le advertían al oficialismo “¡acuérdense del 19 y 20 de diciembre de 2001!”. Para ese lunes 18, el gobierno incluso había definido una política más defensiva que la del jueves 14, escondiendo a la gendarmería odiada y poniendo un número menor de policías. Sabía que, en las condiciones del lunes, un choque duro como el del jueves podía terminar con muertos y abrir una verdadera guerra civil, con los trabajadores incluso pudiendo desarmar a la Gendarmería.

Pero mientras la burguesía se había preparado milimétricamente, a la base obrera ningún sindicato ni partido la había preparado para la lucha política del lunes. Nadie había llamado a organizar una lucha política en las calles, ni poner en pie los organismos necesarios para ese combate. Nadie había llamado a tirar al triunvirato de la CGT. Nadie había organizado comités de autodefensa unificados. La burocracia “opositora” buscaba controlar a la base obrera y llevarla a los pies de la burguesía y el parlamento. El programa del FIT, opuesto en 180º a la acción del 18, venía siendo el de meter más diputados de izquierda, proyectos de ley, “no compre papas Lays”, festivales.
Los obreros y la juventud combativa superaron a sus direcciones y embistieron. Inclusive en las peores condiciones, ya en el combate, con 60 detenidos y decenas de heridos, improvisaron su autodefensa mandando 88 policías al hospital.
Finalmente, la policía logró retomar la plaza con una brutal represión. Al anochecer, cuando la jornada parecía haber terminado, amplios sectores de las clase medias, impactados por el combate de los obreros frente al Congreso (a quienes incluso asistieron dándoles agua y refugio en sus edificios ante la brutal represión), salieron a las calles a hacer cacerolazos como en 2001. Por la noche, más de 20 mil personas se concentraban frente al Congreso pasada la medianoche. 10 mil personas protestaban frente a la residencia presidencial. En algunas barriadas se producían saqueos, atacando la propiedad de supermercados y camiones distribuidores. Esta escena se repetía en Rosario, Córdoba y los grandes centros urbanos del país. Se planteaba volver a soldar la alianza obrera y popular en las calles como en el 2001. El paro general, aún con los límites que le impusieron las direcciones, ya había devenido en una huelga general política, revolucionaria, una acción independiente de masas que arrastró a grandes capas de los explotados a un combate contra el gobierno, rompiendo los marcos de profesiones y gremios y unificó a los distintos sectores de la clase obrera. Fue el primer golpe político decisivo que se dio a un gobierno y al régimen desde el 2001.

Esta acción de masas cambió la relación de fuerzas entre las clases en Argentina. Lo que realmente quedó planteado es quién manda en el país: si el imperialismo y sus cipayos de la burguesía nativa, o el proletariado. Como decía Trotsky en la Francia de los ’30: “Cualesquiera que sean las consignas y el motivo por los cuales haya surgido la huelga general, si ésta abarca realmente a las masas y si esas masas están decididas a luchar, la huelga general plantea inevitablemente ante todas las clases de la nación la pregunta: ¿quién va a ser el dueño de la casa?” (“¿A dónde va Francia?”). Esto es lo que pasó el 18 y 19 de diciembre.

 

El 18 y 19 no pudimos derrotar a Macri porque lo sostuvo un pacto con el PJ, el kirchnerismo, el FR y la burocracia sindical

A diferencia de diciembre de 2001, cuando el régimen burgués estaba corroído, en diciembre de 2017 la clase obrera se enfrentó a un régimen y un gobierno más fuertes que el de la Alianza. La burguesía aprendió de 2001: reconstituyó su régimen de partidos y blindó su “democracia” con 600 mil hombres armados de las distintas policías, Gendarmería, Prefectura, PSA, PFA, etc. comandados por el gobierno y la casta de jueces, que tienen atrás al Pentágono, la CIA y la MOSSAD. La “prisión domiciliaria” a Etchecolatz y el ascenso del gendarme Echazú (asesino de Maldonado) fueron un premio para estos asesinos y una provocación para el pueblo.
En segundo lugar, Macri conquistó, a diferencia de De la Rúa, una base social gorila en las clases medias ricas que piden imponer la esclavitud obrera a sangre y fuego para que no se corte el jolgorio del consumo y la “bicicleta” financiera.

Pero el gobierno tiene otro sostén: un pacto bonapartista con los gobernadores del PJ y el kirchnerismo, que incluye también a la burocracia de la CGT y los sindicatos estatizados. Se trata de un pacto de cogobierno extraparlamentario que ha sellado el Poder Ejecutivo nacional durante y luego de las elecciones legislativas con los Ejecutivos provinciales a espaldas del pueblo, que es tan bonapartista que ni siquiera está contemplado en la Constitución archirreaccionaria argentina. Esto demuestra que la reforma previsional no dependía de la votación en el Parlamento, ya que estaba totalmente acordada de antemano. Tanto es así, que incluso Macri amenazó con promulgarla por decreto si es que el Congreso no podía sancionarla.
Este pacto se expresó en el Parlamento el 18. El gobierno no sólo tenía mayoría segura en Diputados para aprobar la ley previsional, garantizada por el PJ, sino que también contaba con el FR y por sobre todo con el kirchnerismo, que se encargó de darle quórum para que puedan sesionar. Fue un verdadero circo parlamentario para engañar a las masas con los parlamentarios K posando de “opositores”, cuando ya habían votado a favor de la reforma previsional en el Senado.
Sus gobernadores (Santa Cruz y Tierra del Fuego) le firmaron el Pacto Fiscal al gobierno y aplican los mismos planes del FMI a balazos como hace Macri (y ayer hacía Cristina). Los K le vienen garantizando gobernabilidad a Macri desde el primer día que asumió, votando inclusive todas sus leyes antiobreras en el parlamento. La Reforma Previsional no fue la excepción.
Pero el gran rol del kirchnerismo no fue sólo este, sino que desde la burocracia sindical “opositora” de Palazzo y las dos CTA, buscaron someter a los explotados a los pies de los parlamentarios y de esta “democracia” blindada de la Constitución de 1853, aunque no lo consiguieran en la jornada del 18/12, cuando las masas rompieron con esta política.

 

La subordinación del FIT al Parlamento en medio de los combates en la Plaza

En ningún momento el FIT ni el resto de las corrientes de la izquierda argentina prepararon a la vanguardia para una lucha política ese día, que fue el combate de independencia de clases más formidable desde 2001.
No llamaron a poner en pie ningún organismo de democracia directa ni una autodefensa común de los sindicatos, movimientos piqueteros ni partidos de izquierda. Tampoco plantearon la lucha física en las calles contra el triunvirato de la CGT, ni organizaron una marcha a los sindicatos para echar a la burocracia odiada -a la cual siguen sosteniendo.
Su política de “meter diputados de izquierda” y “huelgas simpáticas” había desorganizado a la vanguardia en todo el período anterior. Y durante las jornadas del 14 y el 18, impulsaron una política de abierta colaboración de clases, subordinándose al pacto burgués que impuso la reforma previsional.

La dirección del FIT llamó a presionar a los diputados “opositores” para que voten en contra de la ley. Sembró confianza en los partidos patronales cuando sabía perfectamente que el kirchnerismo tenía todo acordado con Macri, que el gobierno ya tenía mayoría parlamentaria, que la ley se iba a votar y que la sesión era un circo convalidado por todos los partidos patronales. Pero en lugar de denunciar este pacto, el FIT se lo ocultó a los obreros planteándoles junto al kirchnerismo, que la lucha era por lograr que los diputados del PJ, del Frente Renovador, etc., voten en contra de la reforma. Es decir, dijeron que la reforma se derrotaba en esa cueva de bandidos del Parlamento, en los marcos de las instituciones de la Constitución de 1853-1994.
Esta política se vio claramente en la “Carta abierta” de Del Caño y Seligra a los diputados patronales: “instamos a los diputados y diputadas que no estén dispuestos a contribuir con el mayor empobrecimiento de nuestros jubilados, no sigan las ‘disciplinas de bloque’ y se sumen al rechazo a esta nefasta Ley. Nada ni nadie los puede obligar a realizar esta ‘ingrata tarea’” (“Carta abierta al resto de los diputados”, La Izquierda Diario, 4 de diciembre).

El lunes 18, los diputados del FIT se presentaron en la sesión y la legitimaron, mientras las masas combatían en las calles contra la policía. Ese día el deber de Del Caño, Del Pla, Seligra, etc. era -como afirmaba la III Internacional revolucionaria que debían actuar los parlamentarios obreros-, estar al frente del combate de los trabajadores, y si había detenidos, caer detenido con ellos.
Esto sería como si un delegado obrero de una fábrica estuviese en una mesa de negociación con la patronal, se enterara que la policía está reprimiendo a sus compañeros en el playón y continuara sentado negociando como si no pasara nada. Un delegado que realmente represente a los trabajadores rompería la mesa con la patronal y saldría a luchar y resistir junto a sus compañeros.
Pero esta no fue la actitud de los “diputados obreros”. Del Caño y Del Pla se quedaron en la sesión parlamentaria para exigir una “consulta popular” (contemplada por la Constitución) contra la reforma previsional. A un ataque directo del G-20 y el FMI, el FIT le opuso una urna para llevar a las masas a decidir si los jubilados perdían $540 con la ley de Macri o se siguen muriendo de hambre con los $7.500 de la Kirchner, ¡cómo si los trabajadores no se hubieran más que pronunciado en su magnífica lucha política en las calles!
No sólo estuvieron kilómetros por detrás de los combates de las masas, sino que con el plebiscito que pregonaron liquidaron la lucha por el 82% móvil, que es el programa que hay que imponer para conquistar una jubilación digna para los trabajadores.

Luego de las jornadas de diciembre -que está más que demostrado que fueron a pesar y en contra de la política del FIT y demás grupos de izquierda-, las corrientes reformistas se han dedicado a hablar de las mismas y a actuar como si nada hubiera pasado. El PTS, ya desbocado, ha escrito que hubo “un enfrentamiento a piedrazos con la Policía” que no pudo “derrotar este paquetazo”. Los dirigentes del FIT ocultan el verdadero carácter que tuvieron estas jornadas revolucionarias, para que las masas no saquen la conclusión de que le propinaron un duro golpe al gobierno y que sobran condiciones para organizar un combate superior para derrotar a Macri y sus reformas.
Es por esto que, luego del 18, los diputados del FIT utilizaron su tribuna parlamentaria no para reivindicar el combate de las masas y llamar a profundizarlo, desarrollarlo y extenderlo, sino para reprender a los trabajadores del Banco Provincia por haber escrachado a Lousteau (ex-embajador en EE.UU. y antiguo presidente de dicho banco) y excusarse cobardemente ante la burguesía, como hizo Del Caño al afirmar “no compartimos lo que le sucedió al Diputado Lousteau”.
Mientras tanto, estas corrientes –como el PO- inventan la fábula de que los jueces de la burguesía pueden ser “imparciales” a la hora de juzgar a los militantes y activistas de la clase obrera, que están siendo brutalmente perseguidos y encarcelados por el estado burgués.

El FIT quiere hacer más “generosa” la “democracia” de los explotadores con reformas al régimen de la Constitución de 1853-1994, al estilo Syriza de Grecia, Podemos del Estado Español y demás embusteros de la Nueva Izquierda. Por ello hablan, como hace el PTS, de que el 18/12 lo que se enfrentó fue la “república versus la democracia”, queriendo ocultar que estamos ante una verdadera guerra de clase contra clase, de los oprimidos contra los opresores.

Hoy está más que claro que las masas en su espontaneidad tuvieron un millón de veces más perspicacia e instinto de clase que toda la dirección del FIT. La clase obrera y los explotados, en cuestión de horas, demostraron el curso a seguir para derrotar el ataque de Macri y el FMI en contra de todas las recetas impotentes de los estados mayores reformistas de la izquierda argentina que se encuentran en Londres con el SWP inglés o colgados a los faldones de los Borbones españoles como el Podemos.
Contra los pregoneros de la lucha por una “democracia real”, los trotskistas afirmamos que en el capitalismo la única democracia posible para los obreros es la de sus propios organismos de autodeterminación, la de su autodefensa contra las itakas de la policía asesina, la defensa de las “libertades democráticas” con sus propios métodos de lucha revolucionaria. Por eso, el camino para conquistar esa “democracia generosa” es el que debemos abrir ahora, que es el que estaba planteado el 20 de diciembre de 2001: poner en pie el poder de los explotados para demoler al régimen y a sus instituciones y tomar el poder.

 

La guerra de clases se agudiza:
El gobierno, golpeado, redobla su ataque
Los trabajadores responden a la ofensiva de los capitalistas
Las direcciones de la clase obrera le echan agua al fuego del 18 de diciembre

Se ha abierto una fase de lucha política de masas contra el gobierno de Macri que pone en alerta a toda la burguesía, incluido el kirchnerismo. El gobierno quedó golpeado. Amplias capas de la clase obrera y una franja de las clases medias ya rompieron con el gobierno.
La clase obrera se puso en posición de contraofensiva. Macri tiene que hacerla retroceder y arrodillarla si no quiere terminar como De la Rúa. La situación se polariza en grado extremo y la guerra de clases no da sosiego. Es una Argentina que nada tiene que ver con el mundo de “paz y democracia” que pinta el FIT.

Tras el combate del 18 y el 19, la clase obrera quedó en un estado de rebelión contra el gobierno y desacato a la burocracia. Aquí y allá responde a los despidos con tomas de fábricas como los metalúrgicos de Stockl, Rapi Estant y Envases del Plata; por miles, los estatales ocupan municipios y dependencias públicas; con piquetes y cortes de ruta como los petroleros de Santa Cruz; con puebladas como en Azul.
Los trabajadores saben que ya no están solos. Las clases medias bajas se solidarizan con esas luchas y buscan una dirección contra el ataque del gobierno y el FMI, cuestión que plantea soldar la alianza obrera y popular.

En este escenario, el gobierno profundiza su ataque. Una brutal devaluación impulsa hacia delante la inflación. Se anunciaron nuevos tarifazos. Cunden los despidos en el Estado, decenas de fábricas y en petroleros.
El Pacto Fiscal con los gobernadores y el presupuesto 2018 significaron una brutal ofensiva sobre los estatales, con despidos y flexibilización para garantizar el pago de la deuda externa.
La represión se ha redoblado con el encarcelamiento de Arakaki y Ponce y el pedido de captura de Romero, mientras permanecen presos Facundo Jones Huala, los anarquistas Diego y Pablo y los compañeros detenidos el 14 de diciembre. En Jujuy desataron una brutal represión con detenciones a los obreros del ingenio La Esperanza. El jueves 29/12 los trabajadores estatales, docentes y jubilados de Río Gallegos fueron brutalmente reprimidos por el gobierno de Alicia Kirchner. En Tierra del Fuego, la kirchnerista Bertone congeló los salarios públicos.

El 27 en la aceitera de COFCO (ex-Nidera), un incendio provocado por la desidia y la sed de ganancias de la patronal se cobró la vida de dos obreros y más de 20 heridos. La respuesta de los trabajadores fue un paro nacional aceitero de luto, como no se veía desde hacía años.
Los estatales hicieron un paro nacional contra los despidos y se multiplican la ocupación de municipios y dependencias en Quilmes, La Plata, etc. En Azul hubo una pueblada en solidaridad con los despedidos de Fabricaciones Militares y se están haciendo piquetes en la ruta 3. En Mar del Plata se movilizaron 10 mil personas contra la “prisión domiciliaria” de Etchecolatz en esa ciudad. Los petroleros de Santa Cruz pararon contra los despidos. En el GBA, los metalúrgicos de Stockl, Rapi Estant y otras fábricas, enfrentan los despidos tomando las plantas. Cresta Roja estuvo en huelga.
 
Pero mientras la guerra de clases se pone al rojo vivo, las direcciones de la clase obrera intentan desorganizar todo lo que la base conquista. El triunvirato de la CGT sostiene a Macri y acordó la reforma laboral con Triaca.
Mientras tanto, la burocracia piquetera mantiene a los obreros desocupados y sub-empleados de las cooperativas, sometidos a las migajas de miseria del Ministerio de Acción Social y el estado.
El FIT, que dirige a un sector minoritario pero combativo de la clase obrera, se ha negado a llamar a poner en pie ninguna Coordinadora o a conquistar un Congreso obrero nacional para enfrentar la flexibilización brutal que ya se le impuso a la clase obrera, cuando la única forma de derrotarla es preparar una lucha superior para esta vez pegarle a Macri el golpe decisivo que se merece.

 

¡Ellos se merecen un infierno!
¡Hay que preparar un nuevo 2001 triunfante!

¡Hay que unir a los que están peleando! ¡Comando Nacional de Lucha!
¡Piquetes, asambleas y huelga general hasta que se vayan todos y no quede ni uno solo!

¡Fuera Macri y el régimen del PJ, los K, los políticos patronales y los jueces, agentes del imperialismo!
¡Abajo el triunvirato de la CGT!

Para derrotar las reformas del FMI y el ataque de Macri y la patronal, la clase obrera debe derrotar al gobierno y su pacto con el PJ, el kirchnerismo y la burocracia sindical. La lucha ya está en las calles. Pero no será pacífica. Los capitalistas se han blindado con 600 mil hombres armados. Será necesario dar un combate superior al del 2001, poniendo en pie los organismos donde la clase obrera y los explotados en lucha suelden su unidad y decidan su futuro. Se trata de preparar las acciones capaces de derrotar al gobierno y al régimen y los organismos capaces de abrir la lucha por el poder. Los programas de la izquierda argentina están lejos de dar respuesta a estas tareas de la clase obrera.

El camino es el de la clase obrera y los explotados de Irán y Túnez, que ganaron las calles contra el gobierno y el régimen protagonizando enormes acciones revolucionarias. Para echar abajo las reformas del imperialismo en Argentina, Macri tiene que terminar como De la Rúa. Como gritan los trabajadores: ¡Andate Macri!
Hay que subir un nuevo peldaño en nuestro combate: hay que preparar una acción revolucionaria centralizada para derrotar al gobierno y al poder burgués. Es decir, hay que organizar LA huelga general revolucionaria, un combate superior al del 18/12, organizado y centralizado, hasta que se vaya Macri y derrotemos al régimen de la Constitución de 1853/1994, de los partidos patronales y la casta de jueces videlista-peronista-radical, todos agentes del FMI y el imperialismo.
¡Hay que preparar un nuevo 2001 victorioso para que se vayan todos y que no quede ni uno solo!
¡Paso a las puebladas, los piquetes y las tomas de fábrica! ¡Que no se detengan!

Para esto la primera tarea es derrotar a la burocracia sindical. ¡Abajo el triunvirato y el empresario Caló!
Los sindicatos son de los trabajadores, no del gobierno ni el FMI. ¡Asambleas de base en cada fábrica y establecimiento para desconocer a estos traidores! ¡Hay que tomarles la CGT y echar a los burócratas por la ventana!

Para avanzar por este camino, hay que poner en pies los organismos de la clase obrera y los explotados aptos para profundizar la lucha política que se ha abierto. Tal como afirmaba Trotsky en Francia en 1936: “La organización no puede coincidir más con los sindicatos, pues los sindicatos no abarcan más que una parte significativa de la clase y están sometidos a una burocracia archirreaccionaria. La nueva organización debe responder a la naturaleza del propio movimiento, reflejar a las masas en lucha, expresar su voluntad más firme. Se trata de un gobierno directo de la clase revolucionaria. No hay necesidad de inventar aquí nuevas formas: hay precedentes históricos. Los talleres y las fábricas eligen sus diputados, que se reúnen para elaborar en común los planes de la lucha y para dirigirla. Ni siquiera hace falta inventar el nombre de organización semejante: son los soviets de diputados obreros.
Es decir, hay que poner en pie los organismos de autodeterminación, democracia directa y coordinación de todos los trabajadores y explotados que combatieron el 18 y 19/12, por encima de las divisiones que imponen los sindicatos. ¡Hay que poner en pie los Comités de fábrica y empresa para unir a los efectivos, contratados, tercerizados, en negro, inmigrantes, despedidos y desocupados! ¡Hay que volver a poner en pie las coordinadoras zonales! ¡Por Comités de los trabajadores jubilados!
¡Que vuelva el movimiento piquetero revolucionario de 2001! ¡Abajo la burocracia sindical!
¡Que vuelvan las Asambleas Populares!

La izquierda argentina, nuevamente a 180º de las tareas de la clase obrera, no plantea ningún curso de acción inmediato. Pareciera que para ellos hay que esperar a que se retomen las sesiones parlamentarias y se debata la reforma laboral. ¡No! ¡El combate es ahora! ¡Hay que unir a los que están luchando! ¡Hay que poner en pie un verdadero Comando Nacional de Lucha de todas las organizaciones obreras y sectores que vienen enfrentando el ataque del gobierno como los obreros de Stockl, Rapi Estant, Envases del Plata, Cresta Roja, la UOM de Quilmes, Astillero Río Santiago, Aceiteros, petroleros de Santa Cruz, los gráficos de Morvillo, los trabajadores de Ingenio La Esperanza, los estatales de todo el país, los despedidos de Fabricaciones Militares y todo el pueblo sublevado de Azul! ¡Ellos tienen toda la autoridad para llamar a ponerlo en pie ya mismo para derrotar la flexibilización laboral, frenar los despidos y conquistar nuestras justas demandas de salario, trabajo y jubilaciones dignos, contra el imperialismo y la patronal esclavista.
¡Las organizaciones obreras arrancadas a la burocracia como el SUTNA, la UF Haedo, la Línea 60, los SUTEBA opositores junto a las federaciones y centros de estudiantes combativos deben ponerse al servicio de esta pelea!
Los Moyano, los Palazzo y los dirigentes de las dos CTA se dicen opositores pero siguen sin llamar a los sectores que dirigen a ganar las calles para derrotar el ataque y la flexibilización laboral del gobierno y la patronal. Si realmente están en contra de las reformas antiobreras, entonces rompan con el PJ, el massismo y los K y convoquen a este Comando Nacional de Lucha para organizar la Huelga General.
El FIT no puede seguir sometiendo a la vanguardia obrera al Parlamento de los capitalistas. Rompan con esa escribanía de Wall Street que es el Congreso y pongan sus fuerzas a disposición de esta perspectiva.

Este es el camino para conquistar un Congreso Obrero Nacional, es decir, la III Asamblea Nacional Piquetera con delegados de base de los trabajadores ocupados y desocupados. ¡Hagamos ya realidad el grito de “unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode”!

Para enfrentar la represión del estado hay que formar un Comité de autodefensa unificado de las organizaciones obreras. ¡Basta de compañeros heridos y asesinados! ¡Disolución de la policía, la gendarmería y todo el aparato represivo! ¡Disolución de la casta de jueces videlis-peronista-radical!
¡Libertad a todos los presos por luchar! ¡Tribunales obreros y populares para juzgar y castigar a todos los asesinos de Santiago, Rafael y todos los compañeros!

¡Hay que volver a forjar a la alianza obrera y popular! Como gritábamos en 2001: “¡Piquete y cacerola, la lucha es una sola!”. Para ello la clase obrera debe acaudillar a las clases medias empobrecidas que están siendo atacadas por el gobierno de los CEOs, con un programa antiimperialista que ataque la propiedad de los capitalistas.

El futuro de la clase obrera y las masas explotadas no puede quedar en manos de los capitalistas y sus políticos. ¡Basta de esta democracia para ricos! Los trabajadores deben preparar la lucha por hacerse del poder y establecer un gobierno obrero y popular, basado en los organismos de democracia directa armados de los explotados, sobre la ruina de este régimen oligárquico de la Constitución de 1853-1994. ¡Paso a la revolución de la clase obrera y los explotados!

¡Fuera ingleses de Malvinas! ¡Fuera yanquis de América Latina!

¡ARGENTINA SERÁ SOCIALISTA
O SERÁ COLONIA DE WALL STREET!

 

Comité Redactor
del Democracia Obrera Nº 91

contactenos