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La utopía reaccionaría del “socialismo en una sola isla” lleva al abismo a la revolución cubana


Si en la ex URSS la política del stalinismo que planteaba que se podía llegar al “socialismo en un solo país” desarrollando las fuerzas productivas hasta superar y derrotar las del capitalismo, significaba una utopía reaccionaria que llevó a los antiguos estados obreros a una catástrofe; hoy la aplicación durante 50 años de esta misma política por el Castrismo, esta vez con el “socialismo en una sola isla”, ha dejado las conquistas de la revolución cubana al borde del abismo.
El capitalismo es un modo de producción mundial al igual que su economía y sus fuerzas productivas. La conquista del poder político por parte del proletariado y la imposición de un estado obrero no dejan a éste fuera de la economía mundial capitalista, sino que el estado obrero forma parte de ella. Por eso la revolución socialista es mundial y si el estado obrero no se transforma en una palanca de la revolución internacional, principalmente en los países imperialistas donde se encuentra lo más avanzado de las fuerzas productivas que son la base para llegar al socialismo, un estado obrero aislado perecerá inevitablemente bajo la bota capitalista.
La teoría del “socialismo en un solo país” es ajena completamente al marxismo revolucionario, es más bien su negación. El stalinismo desarrolló esta teoría a partir de 1924 luego de la derrota del proletariado alemán y europeo, como justificativo para la existencia una casta burocrática enquistada en el estado obrero que administrando la URSS se llenaba de privilegios. Al decir de Trotsky, la burocracia soviética a su manera defendía el estado obrero, pero con la política del “socialismo en un solo país” no hacia más que hundirlo. Esta sería la base de la política exterior del stalinismo para llevar a la derrota la revolución mundial en función de “la marcha al socialismo en la URSS”.  Como planteaba Trotsky, el stalinismo estrangulando la revolución mundial no preparaba las condiciones para el socialismo, sino para la restauración capitalista.
Trotsky definió a la URSS –el primer estado obrero de la historia- como un “régimen de transición”. Es decir que lo que se impone cuando la clase obrera toma el poder en un país, no es el “socialismo”, sino la dictadura del proletariado. Este régimen transitorio entre el capitalismo y el socialismo combina elementos de socialismo –la expropiación de la burguesía y la propiedad nacionalizada; el monopolio del comercio exterior; la economía planificada- con elementos capitalistas en la esfera de la retribución del trabajo mediante la norma burguesa del salario, donde rige la Ley del valor, cuestión que, debido al atraso de las fuerzas productivas, al bajo rendimiento del trabajo, como en todo país semicolonial, es lo que lleva a la subsecuente escasez reinante, que sólo puede resolverse con el triunfo de la revolución mundial y, particularmente, tomando el poder en los países más avanzados.
Así definía con precisión Trotsky esta cuestión “Mientras más tiempo permanezca la URSS en la vecindad del capitalismo, más profunda será la degeneración de sus tejidos sociales. Un aislamiento indefinido deberá traer, no el establecimiento de un comunismo nacional, sino la restauración del capitalismo”. Para impedir esta perspectiva se fundó la IV Internacional, para dirigir la revolución socialista en los países capitalistas y la revolución política para derrocar a la burocracia e imponer una dictadura revolucionaria del proletariado en los estados obreros, que volviera a poner a la URSS como palanca de la revolución mundial.
Lo que se impuso en Cuba con el triunfo de la revolución en 1959 no fue el socialismo, sino la dictadura del proletariado, pero además dirigida, desde el inicio, por una dirección pequeñoburguesa como el Castrismo, que no quería llegar hasta allí, que se vio obligada a hacerlo por la presión revolucionaria de las masas y que devino rápidamente en burocracia stalinista apéndice de Moscú.
Y ya, a partir de los acontecimientos del ‘89, con la restauración capitalista en los ex estados obreros, lo que se impuso fue un régimen restaurador encabezado por Fidel Castro que, si bien no pudo imponer la restauración definitiva del capitalismo debido a la resistencia de las masas latinoamericanas, comenzó a interrumpir, de manera consciente, la transición al socialismo; fortaleciendo los elementos capitalistas como las “empresas mixtas”, la imposición de las dos economías y, por tal, una profunda diferenciación social y salarial al interior de Cuba. Por ello los Castro ataron su suerte al estrangulamiento de la revolución mundial, no para “hacer el socialismo en una sola isla”, sino para transformarse en una nueva burguesía, como ayer lo hizo el stalinismo en la ex URSS.
El programa de Transición de la IV Internacional afirmaba para la URSS: “… el régimen de la URSS encarna contradicciones terribles. Pero sigue siendo un Estado Obrero Degenerado. Este es el diagnostico social. El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o bien la burocracia, convirtiéndose cada vez mas en el órgano de la burguesía mundial en el Estado obrero, derrocará las nuevas formas de propiedad y volverá a hundir al país en el capitalismo, o bien la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá el camino al socialismo.”
Es por crisis de dirección revolucionaria, es decir, por sobre abundancia de direcciones reformistas, que el proletariado cubano y mundial no ha podido sacarse de encima la lacra castrista. Por ello hoy, con la farsa de la “revolución bolivariana”, la burguesía ha podido controlar, por el momento, la revolución latinoamericana y los intentos de levantamiento de la clase obrera norteamericana. Como demostraremos en el presente artículo, el castrismo se apresta a restaurar definitivamente el capitalismo en Cuba. Es tarea de toda la clase obrera mundial defender las conquistas de la revolución cubana contra la restauración capitalista que intentan terminar de imponer el imperialismo y el régimen de los hermanos Castro.

 

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