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Estados Unidos - 10 de noviembre de 2020

SE RETIRA TRUMP.…

  • Con engaños y cantos de sirenas
  • Con el apoyo de renegados e impostores del socialismo

El régimen de los piratas de Wall Street cambia de mando

AHORA VIENE BIDEN
a sacar a las masas sublevadas de las calles y
redoblar el saqueo a los pueblos oprimidos

 

La victoria electoral de los Demócratas y el desvío de la lucha revolucionaria de junio y julio: un gran triunfo del régimen de los “republicratas” y Wall Street

Las corrientes de izquierda socialimperialistas, stalinistas y renegados de la IV Internacional celebran hoy el resultado electoral, diciendo “Trump fue derrotado”. Esto es una falacia. Si con Biden se derrotó a uno de los presidentes más reaccionarios de EEUU y odiado por amplios sectores de los explotados, entonces el triunfo de Biden fue un hecho progresivo para las masas norteamericanas.
Pero esto fue una gran trampa. El apoyo de millones de explotados a Biden fue la expropiación por parte del régimen de los piratas de Wall Street de la lucha revolucionaria de la clase obrera, la juventud rebelde y el pueblo negro mil veces oprimido. La clase obrera y los trabajadores han cambiado de verdugo. Como decimos en el título de esta nota, “ahora viene Biden a sacar a las masas sublevadas de las calles y a redoblar el saqueo a los pueblos oprimidos”.

Millones de explotados fueron a votar por Biden, pero un amplio sector de la clase obrera votó por Trump. Esto es una enorme crisis. El combate contra la desocupación, por un salario mínimo de US$15 la hora, por el derecho a la vivienda expropiada por la oligarquía financiera, por la salud gratuita, son demandas que, en las calles, comenzaban a unir a la amplia mayoría de la clase obrera.
En las elecciones de este régimen infame yanqui, un sector de la clase se negó a votar por Biden y los demócratas. Son los sectores a los que, en 8 años del gobierno de Obama, les tiraron toda la crisis y les arrancaron todas sus conquistas, como las jubilaciones, el trabajo digno y millones de puestos de trabajo que se perdieron.
Esto es lo que viene sucediendo en EEUU… cuanto más se somete a la clase obrera al partido antiobrero de los Demócratas, más gana la pandilla imperialista de Trump a amplios sectores de las masas. La izquierda reformista, disuelta en la pandilla burguesa de “izquierda” de Sanders del Partido Demócrata, esperaba una “marea azul” y lo que cosechó en el proceso electoral fue una profundización de la división de las filas obreras, haciendo retroceder la unidad que ya se venía conquistando en las calles.

La burocracia sindical, el PC, DSA y los renegados del trotskismo sometieron a las masas a la trampa electoral y a los Demócratas, contribuyendo a aislar nuevamente al movimiento negro y dividirlo de la clase obrera blanca, que odia a las pandillas de los Demócratas imperialistas. En amplios sectores de esta clase obrera blanca penetró profundamente la consigna de “EEUU primero para reabrir las fábricas”, una demagogia siniestra de una de las pandillas de Wall Street que quiere venderles un nuevo “sueño americano” a los trabajadores blancos de EEUU, una vuelta a las condiciones de vida de la salida de la segunda guerra mundial. Una infamia y una mentira. La verdadera política de Trump y sus secuaces no es otra que utilizar la crisis y los millones de despidos y desocupados en EEUU, para que estos entren a trabajar, en su país, en maquilas, con las mismas o peores condiciones que en China, Bangladesh, la India, Vietnam o el mismo patio trasero de los yanquis en América Latina.

Hay que decir la verdad. En estas elecciones ganaron Wall Street, los magnates y sus partidos, los asesinos de George Floyd que, con la complicidad de las direcciones reformistas de las masas, lograron desviar hacia la trampa electoral la enorme lucha revolucionaria del movimiento negro y los trabajadores que había hecho temblar al régimen, sus mecanismos de engaño y todas las direcciones que lo sostenían.
Hasta ayer mismo las masas comenzaban a tomar en sus manos la solución de su crisis, y le disputaban las calles a los supremacistas blancos y demás bandas contrarrevolucionarias de Trump. “Las calles son nuestras”, gritaban los explotados sublevados. Pero en las elecciones, un amplio sector de los trabajadores votó por Biden, que quiere recuperar, con “cantos de sirena” y de “paz”, las calles para el orden, el control policíaco y del estado.

En mayo y junio, millones de explotados, hartos de la opresión racial, la desocupación, la miseria, las miles de muertes  producto de la crisis social agudizada por la pandemia, protagonizaron enormes jornadas revolucionarias contra el gobierno y el régimen, incendiando comisarías y chocando con las bandas armadas del capital. Ponían en pie “zonas autónomas” como en Seattle y la “Casa Negra” en Washington. Aquí y allá surgían comités y asambleas populares.
El local central de la burocracia traidora de la AFL-CIO era atacado por los trabajadores, mientras la burocracia sindical de esa central llamó a apoyar abiertamente a Biden. Trump se escondía en un bunker para escapar del odio de miles que rodeaban la Casa Blanca. El gobernador Demócrata de Minneapolis, jefe de la policía asesina de George Floyd, era expulsado de las movilizaciones. El régimen de dominio de los republicratas temblaba.
En el desarrollo de ese proceso, estaba y aún está planteada como cuestión inmediata poner en pie los organismos de doble poder, de democracia directa de las masas en lucha. Justamente, para cerrar ese camino, es que vinieron las frases dulzonas de Biden y sus secuaces de izquierda con la excusa de “derrotar a Trump”.
Hoy respiran aliviados. Se va Trump, pero el régimen no fue derrotado y el ascenso, por ahora, ha sido desviado. Las elites de Wall Street salvaron a Trump de caer con la lucha revolucionaria de las masas y lo pasaron a retiro. Los de arriba impusieron la “paz sin justicia”. Ahora llega Biden, un viejo personero de Wall Street, enemigo y hambreador de los trabajadores con Obama.

El PC y La Habana organizan al DSA y los renegados del trotskismo bajo el programa de “frente anti-Trump”

La trampa mortal de las elecciones necesitó el sostén de la llamada “nueva izquierda”. Bajo las órdenes del PC de EEUU, el partido de Sanders llamado DSA (Socialistas Democráticos de América) y los renegados del trotskismo -que venían de presentar al sionista millonario Sanders como “socialista”- impulsaron el “frente anti-Trump” con los Demócratas, despertando ilusiones en ese partido carnicero, al que vistieron de “democrático” y “progresivo” contra el reaccionario y fascista Trump.

Esta izquierda socialimperialista llegó inclusive a agitar el fantasma de un golpe de Trump para someter aún más a los explotados a Biden. Inclusive llamó a defender los votos Demócratas contra un supuesto “fraude” del gobierno. Esta gente pinta de rojo a las pandillas burguesas “de izquierda” como la de Sanders, que tanto hoy como en las elecciones de 2016 con la Clinton, se viste de “socialista”, pero para someter a la izquierda de la clase obrera al Partido Demócrata de los carniceros imperialistas yanquis y de los más grandes banqueros y capitalistas de Wall Street. Esa izquierda no es solo su fiscal y le cuida los votos, sino que también ¡le cuidan los bolsillos a la oligarquía financiera y el establishment de Wall Street del odio y la lucha revolucionaria de las masas!

Los ex-trotskistas, muchos de ellos disueltos en la fracción de Sanders y de esa impostora de la Ocasio Cortez, se pasaron a la vieja política stalinista de los llamados “campos burgueses progresivos”. Es decir, nada distinto de la vieja política de los mencheviques y la socialdemocracia imperialista. Para ellos, primero habría que hacer un frente con los “burgueses progresistas” para derrotar al ala más reaccionaria y bonapartista de la burguesía. Y luego, más adelante, hablarán de “socialismo” y de “revolución”.
Pero para que ganasen los Demócratas, la clase obrera debía renunciar a todas sus demandas y todo su programa, que es terminar con la desocupación, recuperar la vivienda y conquistar la salud y educación gratuitas y de calidad para todos. Esta izquierda “democrática” oculta que, en nombre de la democracia y de su unidad con la burguesía, los trabajadores deben renunciar a todas sus reivindicaciones.
Así, en los países semicoloniales, pregonan “frentes antiimperialistas” para echar al imperialismo y luego avanzar al socialismo, como planteaba el viejo stalinismo. Con la farsa de la revolución bolivariana llevaron a la clase obrera a apoyar a las burguesías nativas, sometiéndola a sus enemigos, los capitalistas nativos, que tienen enormes negocios con el imperialismo y del cual dependen. Esto resultó ser una estafa de la lucha antiimperialista de las masas, como no podía ser de otra manera.
Una pseudoteoría y una política que ha estrangulado miles de revoluciones del proletariado. Liquidan de un plumazo el apotegma del marxismo de que el combate es de clase contra clase, que la burguesía “democrática” imperialista es parte y proviene del mismo establishment, es decir, de la misma cloaca que Trump y sus bandidos.
Es una política de campos burgueses de lacayos del imperialismo, puesto que hasta el presidente más “liberal” y “democrático” de EEUU solo puede defender -y para ello es presidente- los intereses y los negocios de sus transnacionales y banqueros que saquean el mundo y mantienen a raya, con sus cañoneras, a los explotados de los pueblos coloniales que se sublevan.
El presidente “más democrático” de EEUU es el comandante en jefe de fuerzas contrarrevolucionarias que, con métodos fascistas, controlan el planeta a los tiros, con ocupaciones militares, con las flotas de mar, bases militares y miles de acuerdos políticos y económicos con los que someten a los pueblos que explotan y saquean. De eso se trata la “democracia cesarista” de Washington y de todas las potencias imperialistas.

La así llamada “Nueva Izquierda” recoge lo peor de la política del reformismo y de las viejas direcciones traidoras que estrangularon uno a uno los combates del proletariado internacional y que, como el stalinismo, terminó entregándole todos los estados obreros al así llamado “imperialismo democrático”, tal como sucedió en el ‘89, luego de sostenerlo durante toda la segunda posguerra, estrangulando cuanta revolución avanzaba hacia el socialismo en el mundo.

En medio del crac mundial y de una crisis de dominio, el imperialismo norteamericano pone una cara “bonachona” para preparar nuevas ofensivas en la disputa del planeta con los imperialismos rivales

El imperialismo yanqui está golpeado por un brutal crac mundial que tiene su epicentro en Estados Unidos y que debe arrojarle a su propia clase obrera, a los pueblos oprimidos y al resto de las potencias imperialistas. Para salir de esta crisis, necesita, sobre todo, someter y saquear a Rusia y China.
El mercado mundial se ha achicado y los negocios no alcanzan para todos. Se avecinan nuevas y más despiadadas disputas interimperialistas, como vemos hoy en el Cáucaso. Hacia adelante, Estados Unidos tiene el salto en la guerra comercial interimperialista, que se profundiza y amenaza con abrir el camino a la guerra, si la clase obrera no lo impide con su lucha. Hacia atrás, el abismo y la decadencia. 
Por eso Biden no viene a hacer pactos “amistosos” y “democráticos”, como pregona la izquierda pacifista. El nuevo estado mayor de los CEO’s imperialistas se viste con la cara “bonachona” de Biden para engañar a las masas y avanzar en ofensivas superiores por Rusia y China. Por eso Biden habla de devolverle el honor a las FF.AA. 
La crisis de dominio del imperialismo norteamericano preanuncia un salto en los choques con el resto de las potencias imperialistas. Estamos ante un hito histórico. La crisis de dominio político, económico y militar de EEUU se ha puesto de manifiesto con total agudeza, y la sublevación de las masas norteamericanas la profundizó aún más.

El gobierno de Biden viene a completar una tarea de vida o muerte: sacar a las masas de las calles, por las buenas, llenándolas de falsas ilusiones, o por las malas. Trump lo intentaba directamente con el garrote. Biden lo hará primero engañando y desmovilizando, para luego hacer más efectivo el garrote.
El imperialismo yanqui necesita tener las manos libres para ir a ofensivas superiores en el mercado mundial, en las disputas interimperialistas y en su ataque a los pueblos oprimidos.
Biden no viene con una bandera de paz ni con un libro de derechos humanos bajo el brazo. Viene con el mismo garrote de las fuerzas contrarrevolucionarias del Pentágono y la CIA para mantener su control del planeta, comenzando por su propia clase obrera sublevada. El Partido Demócrata ha cooptado a sectores importantes del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) y a la burocracia traidora de la AFL-CIO. Con sus ONGs intentan sacar a la juventud rebelde de las calles. Intentarán lograrlo con estos cantos de sirena, pero a no dudarlo que si esto falla, la rodilla de los policías blancos Demócratas de Minneapolis terminará asfixiando, ahorcando y pisando la cabeza de millones de trabajadores norteamericanos.

A nivel internacional, el nuevo gobierno Demócrata del imperialismo yanqui, con tal o cual potencia imperialista o sus agentes nativos, intentará acuerdos circunstanciales, pero que le permitan a EEUU seguir tirando su crisis y su catástrofe económica a todo el mundo. Ajustará y limará algunos exabruptos de Trump, que inclusive se negaba a repartir con el resto de las pandillas imperialistas yanquis muchos de los negocios que este realizaba desde la presidencia.
EEUU tiene la friolera de 26 billones de dólares de déficit de su estado, el más grande desde la segunda guerra mundial. Esto lo transforma a este en el mayor deudor del planeta. De allí también su fortaleza.
El nuevo mando de los piratas yanquis está muy lejos de retroceder en la guerra comercial contra aquellos que no acepten su “política de diálogo”. EEUU no dejará de impulsar los pactos contrarrevolucionarios con los cuales utiliza a todos sus agentes –como en Medio Oriente a Turquía, el sionismo, Rusia- para defender sus negocios e intereses.
Biden no cambiará nada, en esencia, de la ofensiva imperialista yanqui en el plantea. Pero sí ya le adelantó a Alemania y Europa de Maastricht que tienen que triplicar o cuadruplicar los fondos para mantener a la OTAN. Cuando se trata de negocios, las pandillas de Wall Street muestran los dientes. Todos son y serán Trump: “¡EEUU primero!”.

¡Hay que romper con los partidos de Wall Street y retomar el camino de los combates de junio y julio!
¡Sin justicia no hay ni habrá paz!

Para unir las filas obreras hay que romper con los partidos de Wall Street. Es imprescindible romper toda subordinación al Partido Demócrata y con todos los que intentan llevar a los obreros a sus pies. ¡Nada con Biden y los Demócratas! Sus gobernadores y alcaldes son jefes de la policía asesina, tan verdugos del pueblo negro y los trabajadores como los del Partido Republicano; se preparan para nuevas ofensivas por el mercado mundial como ya lo hicieron en Medio Oriente. ¡La dirección del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), que despertó ilusiones en Biden y los Demócratas debe retirarle su apoyo!
El trabajo, la vivienda, el salario y la salud sólo se podrán conseguir si retomamos el camino de los combates de junio y julio, en Pennsylvania, Portland y en todas las ciudades de América del Norte contra la policía asesina y el establishment de los republicratas.

¡Hay que volver a poner en pie los comités de fábrica, del movimiento negro y las asambleas populares, los comités de soldados! ¡Fuera la burocracia sindical sirviente de la burguesía imperialista!
La clase obrera debe reagrupar sus fuerzas y poner en pie comités de autodefensa y milicias obreras, para combatir a las bandas fascistas que la burguesía intenta poner en pie. ¡Hay que desarmar a la policía que asesina a la juventud obrera! ¡Disolución de la policía asesina y todas las instituciones represivas del Estado! ¡Milicia negra y de la clase obrera!
Para derrotar a Wall Street en las calles de Estados Unidos hay que volver a gritar: ¡El enemigo está en casa!
Así podrá unir su lucha con la de sus más grandes aliados que son los trabajadores latinoamericanos y de todo el mundo colonial y semicolonial que enfrentan al imperialismo yanqui. ¡Fuera las tropas yanquis de Siria, Irak y Afganistán! ¡Fuera las bases yanquis de Honduras, Colombia, Perú, Chile y toda América Latina!
¡Hay que parar la maquinaria de guerra imperialista yanqui! ¡Todas las tropas a casa! ¡Disolución de las bases militares de la OTAN y la CIA!
Esta es una tarea central del proletariado norteamericano, como lo hizo en Vietnam o cuando impuso la retirada de las tropas yanquis de Irak. Esto lo une a la lucha de todos los pueblos oprimidos para terminar con el saqueo y la expoliación de sus países.
“¡El enemigo está en casa!” debe ser la política inmediata de la clase obrera norteamericana.
La expropiación de los monopolios de la industria militar, como Boeing y Westinghouse, es la tarea del momento. Allí están los miles de millones de dólares que el imperialismo se gasta en armamento, cuando con esos fondos se podría conquistar educación, salud y salario digno y trabajo para todos los trabajadores y explotados de EEUU. No habrá sueño americano posible para los trabajadores de EEUU sin expropiar a todos los expropiadores del pueblo, a la oligarquía financiera y a todos los capitalistas.
Ese es el camino para conquistar la reducción de la jornada laboral, con escala móvil de salarios y de horas de trabajo, poniendo todas las manos a producir, con un salario mínimo, vital y móvil de US$15 la hora y recuperar la vivienda que los banqueros le robaron al pueblo.
No es con el gobierno del establishment de Biden que se frenarán las muertes por la pandemia, que ataca al corazón de la clase obrera esclavizada en las fábricas, y que solo prepara enormes ganancias y fortunas para los grandes laboratorios que lucran con la salud del pueblo. La nacionalización y expropiación sin pago de todos los laboratorios y la medicina privada, el control de las organizaciones obreras de un plan de salud para todos, es el único camino para enfrentar la pandemia del COVID-19 y defender la salud integral de todos los trabajadores.

Ni “laborista” ni “tercer partido”
La clase obrera necesita poner en pie un partido leninista insurreccionalista para la victoria de la revolución socialista

La clase obrera de EEUU necesita un partido revolucionario internacionalista. La izquierda reformista ya se prepara por si nuevamente se profundiza el desencanto con el Partido Demócrata, y por si las masas, desde las calles, rompen abiertamente con él. Ellos llaman a poner en pie una nueva trampa contra los trabajadores. Hablan de un “tercer partido”. Presionan sobre Sanders y la Ocasio Cortez, esa pandilla de burgueses multimillonarios “de izquierda”, para que se preparen a hacerlo, junto a ecologistas, “verdes” y demás pandillas de las grandes transnacionales de las “energías limpias”.
Otros más audaces y “radicalizados” llaman a hacer un Partido Laborista… como el inglés, de administradores obreros de los negocios de los burgueses. Se proponen, en última instancia, poner en pie nuevas instituciones en el régimen de los banqueros imperialistas y su establishment.

La clase obrera necesita un partido revolucionario leninista de combate, que prepare y luche a brazo partido por poner en pie los consejos de obreros, del pueblo pobre negro, de soldados rasos y de la juventud rebelde. Lo que la clase obrera necesita en EEUU, como a nivel mundial, es un partido para llevar al triunfo la revolución socialista.
En los años ’30, la IV Internacional, con Trotsky y Cannon, pusieron en pie un enorme partido revolucionario de vanguardia en EEUU, el SWP. Este fue el baluarte internacionalista de la IV Internacional. Durante décadas, nuevas direcciones de ese partido durante toda la época de Yalta lo entregaron al castrismo y al PC. Esa ha sido una de las grandes traiciones a la vanguardia del proletariado de EEUU. Hoy se le suman, en su capitulación al stalinismo, todos los renegados del trotskismo de los 5 continentes, que se han convertido en un verdadero apéndice de la fracción de izquierda del Partido Demócrata de los carniceros imperialistas yanquis.
¡Hay que recuperar las banderas de la IV Internacional para volver a poner en pie el partido de Trotsky y Cannon, el de la insurrección y los soviets, el de la revolución norteamericana y mundial!
¡Sólo habrá trabajo, salario, vivienda y salud para el pueblo si expropiamos al 1% de parásitos imperialistas con la revolución socialista!
¡Por los Estados Unidos Socialistas de Norteamérica!

 

Comité Redactor de Democracia Obrera

 

La política de los renegados de la IV Internacional liquida toda estrategia de independencia de clases
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Biden y el "socialista" Sanders

 

 

 

 

 

 


19 de junio: movilización en Oakland

 

 


Biden junto al carnicero Putin

 

 

 

 


Zona libre de Seattle

 

 


Washington

 

 


Portaaviones yanquis
en el Mar del Sur de China

 

 


Casa Negra en Washington DC

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Texas

 

 


 

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