Estados Unidos - 10 de noviembre de 2020 La política de los renegados de la IV Internacional liquida toda estrategia de independencia de clases Con la siniestra política de colaboración de clases, bajo el mando del PC cubano y norteamericano, todas las fuerzas autotituladas “socialistas”, ex trotskistas, han colaborado en atarle las manos a la clase obrera para impedirle avanzar a la revolución proletaria en los enormes combates de clase y los focos revolucionarios que surgieron en el planeta en las últimas décadas. Apoyaron a Syriza en Grecia “contra la Troika”, y luego Syriza aplicó planes de hambre y ataque a las conquistas obreras mayores que los que exigía la rosca imperialistas de Maastricht. Ni hablar del Podemos en España, que salvó a la monarquía del odio de las masas, pese a agotar todas sus fuerzas en eso. Pero lo que no agotó fueron sus ansias de poder y de fondos, y esto es lo que conquistaron sus dirigentes. Pregonaban la “primavera de los pueblos” y las “democracias generosas y plenas” en Medio Oriente. Apoyaron cuanto fraude y trampa pseudodemocrática impuso el imperialismo, como un rodeo para volver a establecer gobiernos abiertamente contrarrevolucionarios, bonapartistas, fascistas y genocidas. En Chile llamaron a apoyar el “apruebo” a una nueva constitución, en un plebiscito que solo sirvió para que Piñera pèrmanezca dos años más en el gobierno y se ponga en pie una Constituyente amañada, nuevamente bajo las órdenes de los generales pinochetistas. Ni hablar de Bolivia, donde los obreros y campesinos, en una ofensiva revolucionaria en agosto, tenían acorralado al gobierno de la Añez. Justamente esto es lo que hace que el gobierno golpista traiga de nuevo al MAS para que salve sus intereses y los de toda la oligarquía. La izquierda boliviana, junto a la burocracia de la COB, se esmeró para que esto sucediera, y hoy respiran, por un tiempo, aliviados de que la dinamita del minero sublevado no estalle en el centro de La Paz. Esta es una política internacional contrarrevolucionaria. Con esa política de colaboración de clases someten a los trabajadores a los cantos de sirena de los burgueses “democráticos”, que ellos llaman “progresivos” y que adormecen a la clase obrera para preparar el garrote del bonapartismo y el fascismo. A eso viene Biden, el nuevo jefe de la CIA, el Pentágono y la OTAN. Bajo el paraguas de la “democracia” de Wall Street, las milicias fascistas, que hoy ya son más de 700, seguirán organizándose y fortaleciéndose si la clase obrera no lo impide.