Organizador Obrero Internacional
Suplemento Especial Libia

21 de Marzo de 2011

LIBIA

 

La lucha de clases en Libia ha concentrado, en un solo acto, el combate contra la contraofensiva imperialista y la derrota de sus tropas, el aplastamiento del ejército de mercenarios de Khadafy y la lucha contra la burguesía de Bengasi del gobierno provisional pro imperialista que intenta imponer la rendición y el desarme de las masas explotadas ante la ONU.
Este combate triunfará con la clase obrera y las masas explotadas armadas, expropiando al imperialismo y la burguesía, apoyadas en un levantamiento revolucionario generalizado en el norte de África, Medio Oriente y si la clase obrera europea y norteamericana paralizan la máquina de guerra contrarrevolucionaria del imperialismo, que está atacando toda la nación libia.

¡Hay que derrotar el ataque militar de la ONU y las potencias imperialistas!

¡Hay que aplastar al ejército mercenario contrarrevolucionario de Khadafy y expropiar a la burguesía y al imperialismo en Bengasi y en las ciudades controladas o donde llegue la insurgencia de las masas explotadas!

¡Por brigadas obreras internacionales de Túnez, Egipto y todo Medio Oriente para entrar ya al combate en Bengasi y en toda Libia contra el asesino Khadafy y las tropas imperialistas!

¡De pie junto a la clase obrera y los explotados de Bahrein! ¡Por la derrota militar de las tropas yanquis y sus lacayos de la burguesía y monarquía saudí!

Para aplastar la contraofensiva imperialista y a la contrarrevolución khadafista:

¡Una sola revolución en el Norte de África y Medio Oriente!

¡La clase obrera y los explotados sublevados de Yemen, que dividen al ejército, son las fuerzas aliadas de la insurgencia cercada en Bengasi! ¡Abajo el gobierno asesino de Yemen!

¡Destrucción del estado sionista contrarrevolucionario de Israel, que es otro dispositivo imperialista y de la ONU que mantiene a las heroicas masas palestinas en campos de concentración! ¡Hay que demoler el muro de Rafah, para liberar a las masas palestinas y unificar en a Egipto, Medio Oriente y todo el Norte de África!

¡La llave del triunfo de las revoluciones que han comenzado la tiene la sublevación de la clase obrera en Europa y EEUU boicoteando la maquinaria de guerra imperialista!

- Una cadena de insurrecciones revolucionarias de la clase obrera por el pan y contra la tiranía pro imperialista de Khadafy sacudió Libia. Las masas explotadas llegaron a controlar la mayoría de las ciudades del este, y mientras las milicias obreras y la insurgencia avanzaban sobre Trípoli, derrotaron a la policía y dividieron al ejército, conquistando el armamento. Ante esto, las potencias imperialistas, junto a las burguesías árabes, en las trastiendas, rearmaron y llenaron de mercenarios pagos al ejército de Khadafy. Le dieron 20 días de un valiosísimo tiempo para que éste aplaste a sangre y fuego la insurrección en Trípoli, que amenazaba con triunfar y descalabrar todo el aparato del estado de Khadafy y su gobierno sirviente del imperialismo, y ponía a la clase obrera a las puertas de la toma del poder.
Así armaron hasta los dientes al semidestruido ejército kadafista, corroído por miles de deserciones, para impedir el triunfo de la cadena de insurrecciones de la clase obrera y las masas explotadas que había comenzado y que amenazaba con llegar a liberar la capital de Libia, junto a la clase obrera que aún estaba insurreccionada en Trípoli.
En esas condiciones, el poder de los explotadores y el gobierno pro-imperialista de Khadafy, tenía poca vida. Su derrocamiento revolucionario abría el camino al triunfo de la revolución de la clase obrera y las masas explotadas, armadas y autoorganizadas.

- Hoy, con las heroicas masas revolucionarias cercadas en Bengasi, las potencias imperialistas, bajo el manto de la ONU, atacan Libia, mientras comandan la represión asesina en Yemen y movilizan tropas a Bahrein.
Ahora quieren ser ellos, los piratas imperialistas, quienes estrangulen la revolución proletaria, desarmen a la insurgencia y controlen directamente el petróleo de Libia, ya sin intermediarios ni comisionistas como su sirviente Khadafy, luego de que éste fuera usado para el trabajo sucio de aplastar a las masas en una contraofensiva sangrienta.
Así actuó el imperialismo en los Balcanes en los ’90. En ese momento, cuando estallaba la ex Yugoslavia, el imperialismo utilizó al asesino y chacal Milosevic para masacrar e imponer en nombre de la “Gran Serbia” un genocidio al pueblo bosnio. Cuando este trabajo sucio estuvo cumplido, los aviones de la OTAN bombardearon a la que se creía iba a ser, en manos de Milosevic, la “Gran Serbia”, a la que también redujeron a escombros, controlando entre todos los piratas imperialistas de la OTAN las pequeñas repúblicas en las que estalló la ex Yugoslavia.


Hoy en Libia el imperialismo usa a todos sus agentes, inclusive a los mercenarios de Khadafy, para que lleguen a las puertas mismas de Bengasi para imponer un terror contrarrevolucionario contra las masas para que éstas, aisladas y cercadas, sean sometidas definitivamente a los gobiernos provisorios en la retaguardia de la insurgencia, tan entreguistas de las riquezas nacionales y tan enemigos de darle el pan a los explotados, como el mismo Khadafy.
Es que sólo estrangulando la revolución proletaria, sometiéndola a sus verdugos “democráticos” en Bengasi, o masacrándola, como hicieron con el carnicero Khadafy en Trípoli, podrá el imperialismo transformar a Libia en un nuevo protectorado imperialista.

- Así actúa la doctrina militar de los generales “democráticos del Pentágono” y del comando africano (AFRICOM) del mismo, desde donde se centraliza el ataque de las tropas contrarrevolucionarias de la ONU contra Libia y todo el Norte de África. Al igual que los generales Nazis de la segunda guerra mundial, estos generales “democráticos” de la ONU y de las potencias imperialistas dicen que “llevan la civilización a la barbarie”, y en ella, al igual que en el viejo oeste norteamericano, “hay que enfrentar a una tribu contra otra, dividir a las masas, y luego derrotarlas a todas”.
Para ellos, jamás hay que concentrar todas las fuerzas de las “tribus de la barbarie” (como serían las masas explotadas de todo el norte de África y Medio Oriente), como dice en sus manuales el Pentágono. Afirman que esto derrotaría al “ejército civilizador” en una guerra que no tiene fronteras, ni avanzada ni retaguardia, porque su territorio es el mundo, y ellos son tropas que lo controlan con centenares de bases militares y comandos en el planeta, para defender los intereses de las transnacionales y los parásitos del capital financiero.
Así actúan las tropas contrarrevolucionarias imperialistas, que pusieron a las fuerzas mercenarias de Khadafy a masacrar la revolución obrera, a cercar Bengasi, para que sus tribus, los “jefes democráticos” de los gobiernos provisorios, desarmen a las masas, y le permitan a los “civilizadores” rapiñar y robar directamente todo el petróleo, gas y riquezas de Libia y los pueblos oprimidos, sin repartir sus ganancias con ningún “cacique” de ninguna “tribu”.
Así actúa la barbarie capitalista y este sistema putrefacto, que sólo genera barbarie, guerra y destrucción.

 

- El objetivo de esta invasión imperialista, en nombre de la “democracia” y en “defensa del pueblo libio”, es que las masas explotadas, cercadas por las fuerzas contrarrevolucionarias de Khadafy, vean como sus salvadores a los que son sus verdugos: las potencias imperialistas y los banqueros saqueadores de todas las riquezas de los pueblos oprimidos del mundo, que sostuvieron, financiaron y armaron al propio Khadafy, y demás secuaces en la región.
- Las potencias imperialistas deben intervenir militar y directamente ya con sus tropas en Libia, en el Norte de África y Medio Oriente, puesto que sus gobiernos agentes y cipayos están siendo derrotados y derrocados por una ofensiva revolucionaria de las masas. Los ejércitos títeres de las potencias imperialistas –como los de Libia, Egipto o Túnez- han quedado en grave crisis. Las policías han sido derrotadas en las calles por las masas insurrectas.

En Libia es donde se llegó más lejos. Allí, con una cadena de insurrecciones ciudad por ciudad se rompió el ejército, los soldados rasos se pasaron al campo de las masas explotadas, que se armaron de forma generalizada en cada insurrección que triunfaba.
Mientras, en Egipto, el ejército quedó de forma cínica como “neutral”. Los oficiales contrarrevolucionarios de Mubarak no pudieron largar un ataque contrarrevolucionario como el de Khadafy. Ellos percibieron, cuando dieron las primeras órdenes a sus soldados de reprimir, que éstos comenzaban a darse vuelta y pasarse al campo de las masas sublevadas Así, con engaños de “consejos de sabios”, “plebiscitos”, etc., el estado burgués egipcio intenta desorganizar a los explotados para luego atacar, como lo hizo Khadafy ayer en Libia.
Mientras tanto, las masas amenazan con transformar a Bahrein y Yemen en un nuevo Túnez o Libia.
La caída de las dictaduras y autocracias, a manos de los explotados, han dejado en grave crisis a los regímenes de dominio y amenazan con derrocarlos, como en Yemen, Bahrein, Siria, y hasta Irán y Marruecos, donde la monarquía, acorralada por las masas, viaja por todas las capitales europeas pidiendo consejos sobre cómo mantener su cabeza que corre serio riesgo ante la lucha de las masas.
En Túnez, la clase obrera ya ha derrotado a dos gobiernos “provisorios”. El combate contra los explotadores está acorralando a la burocracia sindical traidora de la UGTT, que ha sostenido a todos los gobiernos “provisorios” de la burguesía que intentaron expropiar la heroica revolución tunecina.
Mientras los aviones imperialistas atacaban en Libia, la Hillary Clinton comprendió en carne propia qué tan “democráticos” son los trabajadores tunecinos, que salieron a combatir a las calles al grito de: “¡Túnez no está en venta!”, “¡Fuera Hillary Clinton!” y “¡EE.UU. es igual al estado sionista contrarrevolucionario de Israel!”
Por más que la izquierda reformista mundial haga lo imposible por encubrir el carácter de clase y antiimperialista de las revoluciones obreras que han comenzado, el imperialismo y la burguesía comprenden muy bien que su dominio y propiedad están amenazados.

- La intervención directa imperialista es entonces para actuar como garante, en última instancia, con su banda de hombres armados, de las propiedades del imperialismo en toda la región frente a los procesos revolucionarios que han comenzado.

El imperialismo utiliza a todos sus agentes, ya sean contrarrevolucionarios o “democráticos”, para estrangular la revolución en Libia y preparar nuevos ataques en todo el Norte de África y Medio Oriente

En Libia, las potencias imperialistas utilizaron a Khadafy para aplastar la insurrección y cercar a las masas en Bengasi. La cueva de bandidos de la ONU miró para otro lado, mientras Khadafy masacraba a la insurgencia.
Hoy con las tropas mercenarias contrarrevolucionarias de Khadafy cercando Bengasi, las potencias imperialistas intentan vestirse de “democráticas”. Se auto titulan “defensoras de la población civil”, mientras vienen, en Medio Oriente, de masacrar a decenas de miles de explotados, directamente como en Irak o con sus socios del estado fascista contrarrevolucionario de Israel en Gaza.
Después de que su agente Khadafy impusiera el terror contrarrevolucionario con sus hordas fascistas, inclusive en los barrios de Bengasi, las tropas imperialistas intentan e intentarán aparecer como sus “liberadores democráticos”. En realidad, lo que buscan es que las masas, acorraladas, se rindan, cesen su combate por el pan, entreguen las armas y se sometan al gobierno”“provisional” de Bengasi, tan agente del imperialismo como Khadafy. Así actúa el imperialismo para quedarse con el petróleo de Libia, estrangulando la revolución proletaria. Y lo hace habiéndose ya repartido el botín en la ONU, entre los imperialistas de Francia –que marchan a quedarse con el petróleo de Bengasi- y EE.UU. e Inglaterra, que buscan quedarse con el petróleo de Ras Lanuf y Trípoli, dejando alguna migaja del saqueo a sus socios menores de Italia y España.
Con su ofensiva contrarrevolucionaria, las potencias imperialistas hoy, con las tropas mercenarias de Khadafy y sus agentes “democráticos”, verdaderos “caballos de Troya” en Bengasi, quieren transformar a Libia en una cabecera de playa más de la contrarrevolución en todo Medio Oriente.

¡Hay que derrotar militarmente la contraofensiva imperialista!, De triunfar el imperialismo impondrá un régimen y un gobierno de terror, de entrega de la nación oprimida, mil veces superior al del gobierno asesino de Khadafy, que hoy sigue siendo su más fiel sirviente para mantener a raya a las masas revolucionarias e impedir que éstas lleguen a Trípoli. Quieren que los explotados insurrectos se rindan y entreguen sus armas al gobierno “democrático”, no votado por nadie de Bengasi.
Khadafy ya ha afirmado que se someterá a las resoluciones de la ONU. Con los aviones y buques del imperialismo atacando Libia, sólo promete dejar su guardia contrarrevolucionaria en Ras Lanuf y proponer una marcha pacífica a “abrazarse con sus hermanos de Bengasi”. Es que quiere seguir siendo parte de los negocios, y esta vez, si triunfa el imperialismo, ya no será necesario.
El imperialismo y la ONU buscan hacer en Libia lo que hicieron en Irak y Afganistán: donde prometían “democracia y libertad”, y cometieron un genocidio y, con un gobierno títere de los yanquis, se adueñaron del petróleo y todas sus riquezas.

Pero esta vez en Libia, con su “Saddam-Khadafy”, llegaron juntos a las puertas mismas de Bengasi a masacrar y cercar la revolución obrera que en Libia ya había comenzado y que era la única que si no se somete a la burguesía “democrática” puede defender, contra el imperialismo, a la nación oprimida. Es que la clase obrera es la única clase nacional. Ésta se encuentra en la milicia de los insurgentes, o aplastada y masacrada en las ciudades donde se impuso la contrarrevolución de Khadafy, esperando nuevos avances de la insurgencia.
Las tropas imperialistas hoy bombardean a su sirviente para que el gobierno “provisorio” desarme la milicia. El imperialismo percibió, porque aprendió en carne propia, cómo resisten los explotados cuando luchan por el pan, por la vida y sus familias. Ellos saben que el combate en Bengasi no hubiera sido territorio, sino casa a casa, por el control de la ciudad. Nada garantizaba el triunfo de los mercenarios de Khadafy, ya sea por el heroísmo de las masas y su resistencia, o bien porque se contagiaba todo el Norte de África de una nueva llama revolucionaria.
El imperialismo lo sabe, puesto que probó esa medicina en Fallujah, Irak, donde apenas 3.000 combatientes resistieron heroicamente durante 6 meses a las tropas imperialistas del ejército yanqui armadas hasta los dientes, mucho más que las de Khadafy.

Por su parte, el gobierno burgués provisional pro imperialista de Bengasi no termina de controlar la insurgencia de masas. Es que ninguno de esos funcionarios y militares “arrepentidos” del viejo régimen de Khadafy llamó a ninguna insurrección ni levantamiento revolucionario. Por el contrario intenta montarse sobre la insurrección para controlarla, desarmarla y someterla a la ONU. Pero la clase obrera y las masas en Bengasi están armadas y se niegan a rendirse. En Libia entonces hay un doble poder basado en el armamento que sectores de las masas conquistaron con su insurrección y que la burguesía no puede permitir que se fortalezca y desarrolle. Para destruir ese doble poder es que las tropas de Khadafy cercan Bengasi con terror contrarrevolucionario para que las masas se subordinen al “frente democrático” de la burguesía de Bengasi agente de la ONU y las tropas imperialistas, mientras Khadafy le garantizó al imperialismo que ese doble poder, es decir, la clase obrera y las masas explotadas armadas, no lleguen a Trípoli.

La política para aplastar la heroica revolución de las masas de Libia ha establecido una carrera de velocidad al interior de las fuerzas contrarrevolucionarias. En primer lugar atacaron la revolución los generales del ejército mercenario de Khadafy, rearmado por el imperialismo y la burguesía. Ellos necesitaban ser los que aplastaran la revolución. Pero las masas opusieron una feroz resistencia, y amenazaban con dar su vida en Bengasi, en momentos en que arde en llamas revolucionarias todo el Norte de África y Medio Oriente. Los mercenarios de Khadafy, aplastando la revolución, querían demostrar que podían seguir siendo los socios menores del imperialismo en el reparto de la renta petrolera de la nación expoliada.


Por otro lado los generales de las potencias imperialistas comprendieron bien esta situación. Ya su agente contrarrevolucionario, aunque masacrara en Bengasi, no iba a tener legitimidad ni para dominar Libia, ni siquiera para aplastar la revolución, que se basa no en las fuerzas revolucionarias nacionales libias sino en las fuerzas revolucionarias de toda la clase obrera del Norte de África y Medio Oriente.
Así, el alto mando de la ONU y el comando norteamericano en África (AFRICOM) le pusieron un límite a su agente Khadafy en las puertas de Bengasi. Lo utilizaron para aterrorizar a las masas con sus hordas contrarrevolucionarias. El mismo imperialismo que armó hasta los dientes a Kadhafy para que llegue a Bengasi, hoy, atacando militarmente a su socio menor, le quiere demostrar a las masas de Libia que tienen que desarmarse, porque “las armas para derrotar a Khadafy las tiene la ONU y los generales del AFRICOM”. A no dudarlo que, si las masas no entregan sus armas, ni soñando van a llegar a Trípoli, puesto que serán aplastadas o por las tropas Kadafistas o las bombas y los Tomahawks de los carniceros contrarrevolucionarios de la ONU.

Una pérfida maniobra que intenta acorralar la revolución con el terror fascista contrarrevolucionario y los cantos de sirena de los gobiernos “provisorios”, que claman, como sirvientes, “por la democracia” en la ONU. El objetivo no es otro que desarmar a las masas para después, entre todos, aplastarlas y repartirse el botín de la Libia doblemente esclavizada.

Buscan imponer así un gobierno y un régimen de protectorado, como en Irak, bajo el mando de los generales norteamericanos, franceses y demás potencias imperialistas, y así crear en Libia un nuevo dispositivo contrarrevolucionario como el que se les cayó producto de una brillante victoria de las masas revolucionaria en Egipto, donde rodó la cabeza de Mubarak por las calles de El Cario.

La respuesta imperialista a los golpes de la revolución en el Magreb y en Medio Oriente:
Cantos de sirena de las burguesías “democráticas” y golpes contrarrevolucionarios como el de Khadafy, acciones fascistas contrarrevolucionarias como los pogroms en Egipto, y ataques militares directos del imperialismo y sus socios contra las masas de Libia y Bahrein insurrectas

La cadena de revoluciones obreras por el pan, contra los gobiernos y regímenes bonapartistas y autocráticos, todos sirvientes del imperialismo, rompieron los dispositivos de control de las rutas del petróleo de las potencias imperialistas.

La contraofensiva imperialista intenta reconstituir su dominio contra las revoluciones obreras y de las masas explotadas que han comenzado en el norte de África y Medio Oriente. Intenta hacerlo con tropas de Arabia Saudita marchando a masacrar en Bahrein; sosteniendo al gobierno contrarrevolucionario asesino de Yemen (que ya ha comenzado a resquebrajarse), así como a los de Siria, Marruecos, Jordania, y con las bayonetas del ejército sionista contrarrevolucionario del estado fascista de Israel y del protectorado yanqui en Irak.
Para asegurarse el petróleo libio, el imperialismo debe intervenir directamente, porque su socio Khadafy y su régimen entró en bancarrota por los golpes de la revolución, y ya no tiene legitimidad para garantizárselo para el próximo período. Y mucho menos tienen legitimidad las pandillas imperialistas para seguir sosteniendo a asesinos como Khadafy sin ser acorraladas por la clase obrera de los países imperialistas, ante las que ya se cayó el velo de que sus gobiernos son quienes sostenían y tenían jugosos negocios con los Ben Alí, los Khadafy, los Mubarak, y un largo etcétera.

Mientras tanto, para apagar el fuego de las insurrecciones de los explotados, con frases dulzonas y un cínico engaño, envían a los focos más avanzados de la revolución (como Túnez, Libia o Egipto) a oficiales contrarrevolucionarios (travestidos como generales y oficiales “de la democracia”), a viejos ministros de gabinetes de dictadores (transformados ahora en redactores de nuevas constituciones), a políticos burgueses devenidos en “demócratas” a último momento, para imponerle una política de colaboración de clases a la clase obrera y las masas explotadas, para expropiar las revoluciones que han comenzado. Es una pérfida política de la burguesía y el imperialismo para desorganizar desde adentro las filas de los explotados, desarmarlos, destruir los organismos de autoorganización y lucha que las masas pusieron en pie; y crear así nuevas condiciones, expropiando las revoluciones, para preparar nuevos golpes contrarrevolucionarios que le permitan al imperialismo asentar nuevamente sus regímenes de dominio y control de la región.
Así actuaron en Libia y lo están haciendo en Túnez y Egipto, donde los procesos revolucionarios desmantelaron los regímenes de dominio pro-imperialista y derrotaron a sus gobiernos asesinos en las calles.
Esta pérfida política de colaboración de clases es sostenida por todas las direcciones obreras reformistas ancladas en los intereses de la aristocracia y la burocracia obrera mundial.

Todas las direcciones reformistas llamaron a apoyar las revoluciones como “democráticas”, con el lamento de que según ellas, la clase obrera “no habría intervenido”. Así llamaron a hacer, como una verdadera impostura, “poderosos sindicatos”, con los cuales había que presionar a los gobiernos burgueses “democráticos”, para que le den el pan a los explotados. Intentan hacer retroceder la rueda de la historia hacia atrás, y prometerle a la clase obrera un paraíso de “democracia y libertad”, cuando ésta se sublevó en Medio Oriente y el Norte de África, comprendiendo perfectamente que para conquistar el pan había que derrotar a los gobiernos del imperialismo, armarse, derrotar a la policía, disgregar a los ejércitos cipayos del imperialismo, y crear las condiciones para preparar el triunfo de una revolución obrera y socialista. Es que los capitalistas sólo ceden algo si ven que pierden todo, y la clase obrera solamente peleando por todo conquistará el pan.
La izquierda del Foro Social Mundial quiere imponerle, a la heroica y martirizada clase obrera del norte de África y Medio Oriente, el mismo programa con el que traicionó al proletariado europeo,

Es que ellos sacaron a la clase obrera de escena en Europa y EEUU, y la llevaron a retroceder, frente al ataque de los capitalistas, con demandas como “rectifiquen los ajustes”, “negociemos en una mesa de diálogo cómo parar el ataque a todas las conquistas obreras”, “por una Europa Social al servicio de los trabajadores”, como clamaban… ¿con Sarkozy? ¿Con Cameron? ¿Con la monarquía asesina de los Borbones? ¿Con Berlusconi? ¿Con Papandreau? ¿Sin revoluciones que los derroquen? Esta gente engañó a la clase obrera prometiéndole la victoria, pero solamente la llevó a un callejón sin salida.
Desincronizaron la lucha de Grecia, Portugal, España, Inglaterra y Francia, y permitieron que, por ahora, pasen los peores ataques contra la clase obrera europea. Es más, cuando arde el Norte de África y Medio Oriente y están las mejores condiciones para que la clase obrera ataque en Europa, le tienen sus manos atadas para que no pase a la ofensiva junto a sus hermanos de clase que combaten en África y el Mediterráneo.
El reformismo intenta a toda costa que la clase obrera se desarme y se destruyan los organismos que las masas pusieron en pie para tomar la resolución de la crisis en sus manos. Es decir, mientras los explotados están comprendiendo, por sus padecimientos inauditos, que para tener el pan hay que desorganizar y destruir el ejército y el estado de los opresores, mientras el armamento se ha generalizado como en Libia… estos mariscales de derrotas quieren someter al proletariado a los parlamentos burgueses, a los “consejos de sabios”, a los gobiernos “defensores de la revolución” como en Túnez, a los referéndum como en Egipto y las asambleas constituyentes antidemocráticas. Su política es que la clase obrera se desarme y vaya a votar, para que los estados burgueses vuelvan a centralizar sus ejércitos y bandas de hombres armados que los procesos revolucionarios comenzaron a desmantelar.

Como vemos entonces, la contraofensiva imperialista utiliza los cantos de sirena de la política de colaboración de clases, que imponen las direcciones traidoras al proletariado, en aras de la “democracia y la libertad” para apagar el fuego de la revolución. Mientras tanto arma hasta los dientes a ejércitos contrarrevolucionarios ya casi destruidos como el de Khadafy o ejecuta intervenciones directas de los generales imperialistas para aplastar los procesos revolucionarios.
Es que mientras los generales y burgueses “democráticos” son enviados por el imperialismo a coquetear con las masas y el pueblo, éstos preparan las castas de oficiales contrarrevolucionarias del imperialismo y sus sirvientes nativos para aplastar luego, a sangre y fuego, la revolución.

Así actuaron y actúan en Egipto, queriendo desarmar a las masas y sacarlas de su lucha por el pan, a cambio de llevarlas a votar en plebiscitos antidemocráticos, para que los millones que combatieron a los explotadores en esa magnífica revolución que derrocó a Mubarak cambien el pan, su lucha y su combate por “un voto”, mientras la casta de oficiales del ejército asesino se mantiene intacta para masacrar a las masas si éstas no se rinden en su lucha por el pan.

En Túnez, intentan imponer un gobierno transitorio de personajes “democráticos” salidos de las entrañas del gobierno del asesino Ben Alí y su régimen, que intentan expropiar la revolución de los comités de obreros, desocupados y las masas autoorganizadas, cooptando a la UGTT, con la que imponen una política de colaboración de clases y de expropiación de la revolución, resistida a cada paso por la clase obrera tunecina.

En Libia, sin disparar un sólo tiro, sin desarmar una sola comisaría y sin poner un sólo muerto, “jefes de Tribus” y oficiales kadafistas, son hoy un “caballo de Troya” en la Bengasi insurrecta, como agentes del imperialismo francés y de la ONU para intentar imponer la rendición y la sumisión de las masas a los bandoleros imperialistas.

Los socialistas revolucionarios llamamos a no darle ni el más mínimo apoyo a esos “jefes de Tribus”, que no son más que la burguesía reaccionaria travestida de “democrática”, ni a los oficiales del ejército asesino de Khadafy, “pasados a último momento” al campo de la insurrección. Ellos serán los que, en nombre de la ONU, intentarán a toda costa desarmar las milicias y garantizar la propiedad del imperialismo de las riquezas y el petróleo de Libia. Pondrán todas sus fuerzas para reconstruir, sobre el triunfo de la ONU y los bombardeos imperialistas, un ejército tan represor y pro-imperialista como el de Khadafy para volver a reconstruir el estado burgués maltrecho y someter a las masas que mueren por conquistar el pan y la dignidad.

Por eso, luchar por la derrota de Khadafy, no darle el más mínimo apoyo al gobierno provisorio de “demócratas” pro-imperialistas que cuidan la propiedad de los explotadores allí donde la insurgencia ha tomado las ciudades, como en Bengasi, es el mismo y único combate por expulsar y derrotar a las tropas imperialistas, extendiendo y generalizando nuevamente la cadena de insurrecciones no solamente a todas las ciudades de Libia, sino también a todas las capitales y concentraciones obreras de todo el Magreb y Medio Oriente.
En esa contraofensiva que necesariamente deberán tomar los explotados en Libia, deberán saber que las mismas bombas que hoy caen para contener el avance de Khadafy, caerán sobre las milicias revolucionarias, si la clase obrera de la región, de Europa y a nivel mundial no lo impide.

Llamamos a la clase obrera en todo el norte de África y Medio Oriente a no entregar las armas, a poner en pie, desarrollar, coordinar y centralizar todos los organismos de lucha y de combate que pusieron en pie, para que los explotados tomen en sus propias manos las guerras de liberación contra el imperialismo, aplastando a sus sirvientes contrarrevolucionarios nativos y tomando en sus propias manos la resolución de la crisis, conquistando el pan con el triunfo de la revolución socialista.
Sólo gobiernos provisionales revolucionarios de la clase obrera, apoyados en todas las masas explotadas del campo y la ciudad, en los comités de soldados y las milicias obreras, expropiando al imperialismo, podrán conquistar el pan, la democracia y la libertad, es decir, la independencia nacional contra el saqueo y la expoliación de los pueblos oprimidos.

¡Para derrotar la invasión imperialista, hay que aplastar a las tropas de Khadafy, romper con el gobierno pro imperialista burgués “opositor” de Bengasi, y recrear las condiciones para cubrir con insurrecciones triunfantes a Trípoli y toda Libia!

Ante el ataque del imperialismo, indudablemente se impone un frente militar de todos los que quieren derrotar al imperialismo. Pero ¿cómo podrá la clase obrera en armas hacer un frente militar contra el imperialismo con las tropas mercenarias de Khadafy, cuando éstas están en una carrera de velocidad por ver quién masacra primero a la insurrección? Justamente, la política de los bolivarianos y todos sus sirvientes es “todos con Khadafy” para desarmar Bengasi y la revolución, para que Khadafy pacte con el imperialismo y siga siendo socio en sus negocios y el saqueo de la nación.
Khadafy mantiene una persistente ofensiva contrarrevolucionaria, porque si él masacra primero podrá volver a postularse como socio menor y seguir quedándose con una tajada de la renta petrolera. Ahí está su fortuna de 35.000 millones de dólares que fue confiscada por el imperialismo norteamericano, italiano y español.
El imperialismo ya usó el trabajo sucio del masacrador Khadafy. Ahora intenta someter a la milicia obrera para que sea desarmada por los “generales democráticos” y, ya sin socios menores, saquear directamente Libia, como lo hacen la Halliburton y las petroleras yanquis en Irak.
Como ya dijimos, la guerra es una carrera de velocidad entre los generales contrarrevolucionarios de Khadafy y los generales, no menos contrarrevolucionarios, de las potencias imperialistas, por ver quién se queda con el reparto del petróleo sobre un mar de sangre de los explotados.

Por eso, para derrotar la invasión imperialista, ¡hay que aplastar a las tropas de Khadafy, romper con el gobierno pro imperialista burgués “opositor” de Bengasi, y recrear las condiciones para cubrir con insurrecciones triunfantes a Trípoli y toda Libia!
La alternativa para la clase obrera de Libia, del Norte de África y a nivel mundial no puede ser que, para derrotar al imperialismo, deba dejarse asesinar por las tropas de Khadafy, que a diario entran con hordas contrarrevolucionarias a masacrar a los barrios obreros de Bengasi, como ayer lo hicieron en Trípoli y las ciudades que retomaron con su ejército de mercenarios. Para derrotar al imperialismo, el camino no puede ser someterse a la ONU y a las tropas imperialistas, como exige el gobierno pro imperialista de Bengasi.

Para triunfar en su combate contra el ataque imperialista a Libia, la clase obrera –que es la única clase nacional- debe romper con la burguesía y sus gobiernos pseudo-democráticos pro-imperialistas en la retaguardia, comenzando por expropiar sin pago todas las propiedades del imperialismo y la burguesía para tener pan e impedir que triunfe la ofensiva imperialista. El misil más fuerte que tiene el proletariado es el de la expropiación a la burguesía y al imperialismo, poniendo a funcionar todas las empresas de gas, petróleo y los bancos bajo control de los trabajadores y el pueblo pobre.
¡Hay que aplastar a las bandas contrarrevolucionarias de los mercenarios de Khadafy y, apoyados en la lucha de la clase obrera de Egipto, Túnez, todo el Magreb y Medio Oriente, avanzar hacia Trípoli! Expropiando sin pago a la burguesía y el imperialismo, la insurgencia de Bengasi despertará el odio contra los explotadores, el imperialismo y Khadafy en toda Libia. Este programa y este combate permitirá una nueva contraofensiva de la clase obrera y las masas explotadas hacia Trípoli, que disolverá lo poco de soldados rasos que quedan en el ejército de Khadafy, y volverá a despertar el entusiasmo y las ansias de entrar al combate de los trabajadores de Trípoli y las ciudades hoy ocupadas por Khadafy y bombardeadas por el imperialismo. Ese es el camino para llegar a Trípoli. Hay que impedir que ni una gota más de petróleo, ni un centímetro aéreo o terrestre de Libia, sean ocupados por el imperialismo.

Para derrotar la agresión imperialista a Libia, para aplastar a las tropas mercenarias contrarrevolucionarias de Khadafy:
¡Hay que avanzar con el programa y el combate de la revolución obrera y socialista en Libia y todo Medio Oriente!

Para ganar la guerra; para derrotar a las tropas contrarrevolucionarias de Khadafy que masacran a la clase obrera y las masas en cada ciudad que recuperó; para derrotar al imperialismo; para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional: ¡Ya mismo hay que expropiar sin pago a todas las empresas petroleras y a los bancos imperialistas en Benghazi y en todas las ciudades que controla la insurgencia!
¡Hay que expropiar, sin pago, todas las empresas alimenticias y toda su cadena de comercialización para alimentar a los combatientes de la clase obrera y los explotados!
¡Hay que imponer comités obreros y de consumidores para controlar los precios de los productos e imponer una administración obrera de todas las empresas imperialistas!


¡Las armas de la milicia obrera no se entregan! ¡Armamento generalizado de todos los explotados! ¡En el frente de batalla votan los que combaten! ¡Por comités de obreros, de soldados, y demás sectores empobrecidos y arruinados por el régimen atroz y explotador de Khadafy, que impongan su gobierno provisional en las ciudades ocupadas por la insurgencia!
Las masas armadas en Bengasi y en el frente de batalla deben desconocer al gobierno “provisorio”, sirviente del imperialismo francés y norteamericano, que habla en su nombre entregando Libia y los intereses de los explotados en esa cueva de bandidos de la ONU.
¡Por un gobierno provisional obrero, de las milicias obreras, los soldados rasos y las capas medias empobrecidas de Bengasi y de toda ciudad o comuna que recuperen las masas revolucionarias!

Solamente luchando por sus propios intereses, por el pan y la dignidad de sus familias, las masas podrán vencer en su lucha por el triunfo de la revolución que ha comenzado, y estarán dispuestas a dar su vida en el combate establecido.
La vida de los explotados no puede estar al servicio de alimentar las ganancias de las petroleras de Libia, ni mucho menos para defender los intereses de los capitalistas en la retaguardia.

Rápidamente, con este programa y esta política, la clase obrera demostrará que es ella quién debe acaudillar la lucha por la independencia nacional y la derrota del ataque imperialista a Libia.
En un país mínimamente poblado, con una gran producción petrolera, son traídos a trabajar como esclavos más de un millón de obreros de Egipto y de Túnez. Ellos se encuentran en las fronteras en verdaderos campos de concentración como refugiados. El grito de: “¡Las petroleras son de la clase obrera de Libia, de Egipto, de Túnez, de Medio Oriente y no de los piratas imperialistas!”, generaría ya las condiciones para crear un ejército de un millón de combatientes de Egipto y Túnez para liberar Bengasi.
La clase obrera debe conquistar su internacionalismo militante, porque allí está su salvación y la liberación de sus penurias.

Las direcciones reformistas y los traidores del Foro Social Mundial sólo buscan someter al proletariado a la burguesía y a la “democracia”. Le quieren decir a la clase obrera que está haciendo revoluciones burguesas, como la francesa de 1789. ¿Revoluciones democráticas?, ¡las pelotas!
La burguesía no puede permitir jamás ni siquiera el programa que ella tuvo en el Paris revolucionario de 1789, que fue “cada hombre un fusil”. Ya en el siglo XIX y XX comprendió, con gran astucia de clase, que la clase obrera armada no se deja explotar. Aprendió muy bien esta lección desde la revolución obrera de 1848 en Francia hasta nuestros días.
El reformismo quiere que la clase obrera marche con la burguesía y sus verdugos, para “enfrentar al imperialismo” o para conquistar la “democracia” contra la “dictadura”.

Pero, al someter al proletariado a la burguesía, debilita sus fuerzas, puesto que éstas se chocan. Son irreconciliables. La clase obrera y sus aliados, las capas oprimidas del campo y la ciudad, tienen un millón de veces más fuerza, con un programa que ataque a la burguesía y al imperialismo, que sometiéndose a ellos.

El combate por la expropiación, en manos de los insurgentes de Libia y Medio Oriente, es el misil más poderoso que pueden tirar la clase obrera y las masas explotadas de Bengasi. Éste sería un shock eléctrico para volver a incendiar a Túnez, Egipto, todo el Norte de África y Medio Oriente, en el camino de la revolución y la expropiación del imperialismo.
Una medida así también marcaría con claridad el objetivo por el cual combaten las heroicas masas de Yemen y Bahrein, que están dejando su vida demoliendo la ciudadela del poder de los explotadores y sus gobiernos asesinos.

Sería una moción de orden a la clase obrera europea y mundial de cómo conquistar el pan, parar el ataque del imperialismo contra las conquistas obreras, y marcarían el camino para terminar con los parásitos de Wall Street, de Londres, del Bundesbank o París, que se enriquecen a costa del saqueo de los pueblos oprimidos y la superexplotación de la clase obrera.

El combate por una dirección proletaria de la guerra contra el imperialismo y sus secuaces como Khadafy o los “consejos de la revolución” -expropiadores de la energía y de los organismos revolucionarios las masas- sería el combate fundamental para que la clase obrera europea y norteamericana vea que sus “imperialismos democráticos” son los más grandes terroristas y agentes contrarrevolucionarios en todo el planeta.

A la contraofensiva generalizada del imperialismo y sus regímenes títeres y fantoches del Norte de África y Medio Oriente, hay que oponerle una sola lucha y una sola revolución en toda la región.

¡Desde Túnez, Egipto y todo Medio Oriente las organizaciones de las masas en lucha deben poner en pie brigadas internacionalistas para combatir al imperialismo y a los mercenarios de Khadafy en Libia!

-La clase obrera de Egipto, que combate por el pan y que derrotó a Mubarak, tiene en sus manos la tarea de derribar el muro de Rafah para desatarle las manos a las masas explotadas de Palestina para que entren al combate.
Debe bajar al oficial que dejó en los tanques cuando fue interrumpida su heroica revolución, para subir en ellos a los soldados y los obreros y entrar a combatir junto a las heroicas masas de Bengasi.

-En Túnez, la clase obrera, vanguardia de todo Medio Oriente y del Norte de África, derrotó ya, con sucesivos combates, a dos gobiernos provisorios, como el que quiere hoy desarmar a la insurgencia en Bengasi y someterla a las tropas imperialistas de la ONU.
Marchó por decenas de miles el 18 de marzo contra la asesina de Hillary Clinton, que fue a posar de demócrata cuando el imperialismo siempre sostuvo al asesino Ben Alí.

En los combates de Libia se juega en gran medida el destino de la revolución tunecina que encendió la mecha de los levantamientos por el pan en toda la región.
Imponer la ruptura en Túnez de la UGTT con los gobiernos provisorios, significa marchar a un gobierno obrero y de las masas explotadas, basado en la UGTT sin direcciones colaboracionistas, los comités de fábrica, los comités de desocupados y los comités de soldados.
La lucha por la revolución obrera en Túnez es llegar con su combate a las puertas de Trípoli, lo que significaría completar la tarea de romper el ejército y ganarse a los soldados rasos para la revolución.

La fuerza de las masas, para triunfar, está en la expropiación de la burguesía y el imperialismo, en las insurrecciones que con sus milicias dividen a los ejércitos y paralizan la maquinaria de guerra contrarrevolucionaria,

¡Hay que demoler el muro de Rafah para que entren al torrente revolucionario la clase obrera y los explotados palestinos

La clase obrera del Norte de África y Medio oriente no pueden darles ningún apoyo ni a los gobiernos “democráticos” que buscan expropiar la revolución, ni a los gobiernos de las burguesías “islámicas”, verdaderos regímenes contrarrevolucionarios masacradores de obreros y entregadores del combate antiimperialista de las masas de la región. Khadafy es un ejemplo.
Los explotados de Egipto no pueden confiar en los generales del ejército que ahora posan de “nasseristas”. Ellos son vulgares agentes del imperialismo y enemigos de la clase obrera, como demostró ser el mismo Nasser. Nada puede esperar la clase obrera de los ayatollahs iraníes y la burguesía “del bazar” y el comercio de Medio Oriente, revestida como chiíta o sunnita. Ellos, como Khadafy o Mubarak, aplastan y reprimen a la clase obrera iraní. Junto a la burguesía sunita de Siria desarmaron a la resistencia iraquí y sostienen al gobierno del protectorado yanqui en Irak. Con Hezbollah en el Líbano, pusieron un primer ministro millonario en el gobierno pro-imperialista de Siniora.
Mientras tanto, Hamas negociaba con los Hermanos Musulmanes de Egipto (que sostenían a Mubarak, quien a su vez sostenía al estado sionista–fascista de Israel) su rendición y la rendición de las masas palestinas en una comisión con Francia e Italia, donde se negociaba el levantamiento del embargo a la Gaza martirizada. La revolución en Egipto impidió este nuevo tiro por la espalda a las masas palestinas.
Ni Las burguesías “democráticas”, ni los Hermanos Musulmanes, ni Hezbollah ni toda la izquierda reformista que sostiene a los carceleros de la nación palestina en los campos de concentración de Cisjordania, han movido un dedo para que, demoliendo el muro de Rafah junto a los combatientes de la plaza de El Cairo y la clase obrera de Egipto, las masas palestinas puedan desatarse las manos e ingresar al torrente revolucionario.
Esta cuestión es decisiva para los procesos revolucionarios que han comenzado en Medio Oriente y el Norte de África.
En Jordania la mayoría palestina ha entrado en combate y también lo hace en Siria. En sus manos está la tarea de paralizar la maquinaria de guerra del ejército fascista contrarrevolucionario de Israel con el método de la revolución proletaria. Esto significaría derrotar el otro dispositivo contrarrevolucionario del imperialismo en Medio Oriente, por no decir el fundamental, que tiene el imperialismo para aplastar la revolución: el estado de Israel.

 

La clase obrera de Europa y EE.UU. tiene la llave del triunfo de las heroicas masas revolucionarias del Magreb y Medio Oriente: ¡debe ponerse de pie con la huelga general revolucionaria y el boicot a la maquinaria de guerra para derrotar la contraofensiva imperialista!

Como mocionaron los trabajadores en Grecia en su última huelga general y en Wisconsin (EE.UU.):
¡Para que la clase obrera triunfe en los países imperialistas hay que pelear como en Egipto, Túnez y Libia!

¡Por la derrota militar de las tropas imperialistas en Libia, Irak y Afganistán!
¡Por la destrucción del estado sionista fascista de Israel!
El grito de guerra de la clase obrera europea y norteamericana debe ser: ¡El enemigo está en casa!

Khadafy y los gobiernos contrarrevolucionarios de la región son la garantía, para controlar a los millones de hambrientos de África y de Medio Oriente que ansían llegar a trabajar a Europa. Allí, millones de obreros argelinos, sirios, egipcios, libios y tunecinos hacen los peores trabajos y son parte esencial de la clase obrera europea, sus batallones más importantes. Ellos son los encargados de llevar la revolución a los propios países imperialistas, como ayer lo hicieran los trabajadores inmigrantes mexicanos, siendo la vanguardia de la lucha de la clase obrera norteamericana, contra el asesino y genocida Bush en EE.UU. ¡Que se vuelva a poner de pie la “Marcha del millón de obreros” contra la guerra con su vanguardia, los portuarios de Oakland!

El combate revolucionario de masas de Libia, Egipto, Túnez, el Norte de África y todo Medio Oriente sólo triunfará íntegra y efectivamente en las calles de Paris, Londres, Nueva York, Berlín, Roma y Madrid.

¡Por el triunfo de la revolución obrera y socialista!
¡Por una Federación de Estados Socialistas del norte de África y Medio Oriente, como un eslabón fundamental de la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa!
¡Las arenas del desierto del norte de África y Medio Oriente deben ser la tumba de las potencias imperialistas!

 

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