volver al índice del Organizador Obrero Internacional Nº 12 Parte II
Para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional
Las heroicas masas tunecinas derrotando a la policía en las calles, saqueando las comisarías y conquistando el armamento, poniendo en pie barricadas, confraternizando con los soldados rasos, con huelgas generales regionales, ocupaciones de fábrica, paralizando el país y rodeando la ciudadela del poder, es decir con una verdadera insurrección impusieron el 14 de enero el derrocamiento revolucionario de Ben Alí y su dictadura de 23 años, dejando descalabrado al régimen y totalmente debilitado al estado burgués. Pero la clase obrera y los explotados de Túnez demostraron ser un millón de veces más perspicaces que los “estados mayores” y los “estrategas” de las corrientes reformistas, que aún hoy siguen hablando de supuestas “revoluciones democráticas”. Así, conquistando la verdadera independencia de clase y desarrollando sus organismos de doble poder como los llamados “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”; las masas, es decir la amplia mayoría del pueblo, los trabajadores, los desocupados, los estudiantes, las clases medias arruinadas del campo y la ciudad, ganaban confianza en sus propias fuerzas, derrotaban a la burocracia colaboracionista y se ponían como objetivo no dejar piedra sobre piedra del régimen infame. Al calor de sus combates, el fuego de la revolución se propagaba al norte de África y Medio Oriente, aterrorizando a la burguesía imperialista y a todas las fracciones de la patronal cipaya. Con acciones revolucionarias suplementarias, las masas barren al primer ministro Gannouchi y dejan en crisis al gobierno de “transición” El aún más débil gobierno de “transición” de Mebazaa y Ghannouchi intentó con algunas “reformas” cosméticas fortalecer las instituciones del régimen derrocado, como el archirreaccionario parlamento, la casta de oficiales del ejército y la policía asesina. Esto enfurecía a las masas que veían que se había ido “Alí Baba” –Ben Alí- pero que aún continuaban en los puestos claves del gobierno “los 40 ladrones” –los miembros del RCD-. Las masas tunecinas sacaban la conclusión de que este gobierno de “transición”, lejos de traer “democracia”, venia a expropiar la heroica revolución por pan, trabajo y libertad de las masas insurrectas, para salvar la propiedad privada y los negocios del imperialismo y la burguesía nativa. Es más, los "democráticos" de hoy, que sostuvieron la autocracia de Ben Alí ayer, llamaban, junto a los piratas imperialistas como Sarkozy, Obama y Zapatero, a que los empresarios aterricen en Túnez para volver a repartirse los fabulosos negocios que administraba la pandilla de Ben Alí. Pero las masas hambrientas no aceptaban este plan, ya que ellas, que entregaron su sangre con cientos de muertos y miles de heridos, no reciben ni pan, ni trabajo, ni libertad. El grito de la revolución ahora era: “nos robaron las riquezas, no dejemos que nos roben nuestra revolución”. Durante la segunda quincena de enero y todo febrero los combates no dejaron de sucederse. La clase obrera imponía su peso con sus métodos de lucha. Manifestaciones, huelgas, tomas de fábricas, movilizaciones, piquetes, ocupaciones del parlamento y marchas a la Embajada francesa al grito de “¡Fuera el imperialismo, fuera el embajador Boillon!, obligaban al gobierno de “transición” a tener que conceder algunas demandas ultra parciales. En varias regiones los organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha, los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, los comités de fábrica, los comités de desocupados y los comités de vigilancia obreros armados, ya habían tomado el control de la situación, estableciendo un doble poder territorial, que disolvió las fuerzas de represión, se hizo cargo del funcionamiento de los hospitales, las escuelas y hasta de las municipalidades, de donde las masas echaron a todos los representantes del RCD. La fortaleza de la revolución que había comenzado en Egipto y Libia, renovaba y potenciaba la combatividad de los explotados en Túnez, quienes volvían a irrumpir de forma generalizada contra el gobierno de “transición” que en los primeros días de febrero anunció la asunción de 24 nuevos gobernadores, de los cuales 19 eran del RCD. El 20 de febrero las masas se movilizaron en todo el país contra el gobierno de “transición”, desconociendo el dictado de “estado de emergencia”. En la plaza central 200.000 manifestantes rodearon el palacio de gobierno. Una columna de obreros y de la juventud revolucionaria combatió por horas contra la policía, sostenida por el ejército. Las masas saquearon negocios y supermercados. Tres comisarías en el centro de la ciudad fueron incendiadas. Cinco muertos y decenas de heridos fue el resultado de la batalla. El gobierno de Essebsi y su llamado a una “Asamblea Constituyente”, sostenido por toda la burguesía, la burocracia sindical y las direcciones reformistas, intenta frenar la ofensiva revolucionaria de las masas La revolución en Túnez ha entrando en una carrera a contrarreloj. Las masas han llegado muy lejos imponiendo un doble poder local y regional basado en los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, organismos de autodeterminación y democracia directa de los explotados en lucha, que aún tiene la tarea inconclusa de ganarse a los soldados rasos para la revolución. Pero esta situación debe definirse. En 1917 Lenin alertaba de esta cuestión en plena Revolución Rusa en “Las tesis de abril”: “Este doble poder se manifiesta en la existencia de dos gobiernos: uno es el gobierno principal, el verdadero, el real gobierno de la burguesía, «el gobierno provisional» de Lvov y Cía., que tiene en sus manos todos los resortes del poder; el otro es un gobierno suplementario y paralelo, un gobierno de «control» encarnado por el Soviet de diputados obreros y de soldados de Petrogrado, que no tiene en sus manos ningún resorte del poder, pero que descansa directamente en el apoyo de la mayoría indiscutible y absoluta del pueblo, en los obreros y soldados armados (…) No cabe duda de que tal «entrelazamiento» no puede durar mucho. En un mismo estado no pueden existir dos poderes. Uno de ellos está destinado a desaparecer, y toda la burguesía rusa está ya, en todas partes, haciendo todos los esfuerzos posibles por eliminar y debilitar a los soviets, por reducirlos a la nada y por establecer el poder exclusivo de la burguesía”. Esto que en la revolución rusa de 1917 intentó hacer la burguesía, es lo que ahora se apresta a realizar el gobierno de “transición” bajo el mando de Essebsi, quien ha llamado para el mes de julio a una “Asamblea Constituyente”. En total sintonía con el gobierno, veintiocho partidos políticos burgueses “opositores”, incluidos los islámicos del Ennahda –que fuera legalizado luego de 30 años de proscripción-, han llamando en una declaración realizada en común con la burocracia de la UGTT y el “frente 14 de enero” de la izquierda tunecina (apoyado por el NPA francés y las corrientes reformistas a nivel internacional), a que se ponga en pie un “Consejo para la protección de la revolución” para convocar a una “Asamblea Constituyente”. Los trotskistas alertamos a las masas tunecinas que nada bueno vendrá de la “Asamblea Constituyente” llamada por toda la burguesía, la UGTT y la izquierda reformista. Esta es la experiencia de la revolución boliviana donde la “Constituyente” no sólo no le dio ninguna de sus demandas a las masas sino que fue el ámbito donde se dio el pacto entre el gobierno de Evo Morales con la oligarquía de la Media Luna fascista y las transnacionales, que garantizó la continuidad de las superganancias de los monopolios imperialistas, saqueadores de la nación boliviana, y le permitió al conjunto de la patronal asentar un régimen de transición expropiador de la revolución. La clase obrera y las masas explotadas no deben detener su ofensiva. Es necesario demoler y destruir al Estado burgués e imponer la República obrera y socialista que será un millón de veces más democrática que la más democrática de las republicas burguesas. ¡Abajo el gobierno de “transición” que comandan Mebazza y su secuaz Essebsi! ¡Abajo el “Consejo para la protección de la revolución”! ¡Hay que imponer la ruptura de las organizaciones obreras con la burguesía y el imperialismo! ¡Hay que tomarse las comisarías y desarmar a la policía asesina, para fortalecer las milicias obreras y populares! ¡Hay que aplastar a la casta de oficiales asesina! ¡Hay que poner en pie los comités de soldados rasos! ¡Hay que desarrollar, extender y centralizar los organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha! ¡Hay que conquistar un Consejo nacional con delegados de base de los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, los comités de fábrica, los comités de desocupados, los comités de vigilancia obreros armados y la UGTT, es decir un gran Congreso nacional de los trabajadores, los soldados rasos y las masas en lucha, que tendrá un millón de veces más legitimidad y autoridad que este gobierno sostenido por el imperialismo y las direcciones colaboracionistas de las masas! Para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional… Para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional, el proletariado acaudillando a la mayoría explotada de la nación oprimida debe luchar por imponer un programa obrero de emergencia que de salida a la crisis y libere a esta semicolonia de las cadenas que la atan al imperialismo: ¡Hay que expropiar, sin pago y bajo control obrero, todas las fábricas, bienes, propiedades y bancos del imperialismo y la burguesía cipaya! ¡Por una sola y única revolución en el norte de África y Medio oriente! ¡Por brigadas internacionales para combatir en Libia junto a las milicias contra las bandas de hombres armados de Khadafy! El combate revolucionario de las masas de Túnez es un eslabón de una única revolución en el Norte de África y todo Medio Oriente contra los monopolios imperialistas que saquean toda la región y súper explotan y condenan al hambre y la esclavitud al conjunto de la clase obrera y las masas explotadas del mundo. La revolución tunecina fue una enorme chispa que se extendió a toda la región con enormes combates de lucha política de masas por el pan y el trabajo, contra los gobiernos y regímenes burgueses, sirvientes del imperialismo. Así se pudo vivir en el Egipto revolucionario donde las masas irrumpieron al grito internacionalista de “¡Viva Túnez! ¡Fuera Mubarak!” y derrocaron la autocracia. Pero es en la batalla de Libia donde se juega el destino inmediato de la revolución tunecina y de toda la región. Allí las masas con una heroica insurrección y sus milicias que enfrentan en guerra civil al gobierno del asesino Khadafy, sostenido por el imperialismo, se han ganado a la base del ejército en regiones enteras y mantienen el control en parte del país. Mientras las fuerzas de choque de mercenarios y las tropas leales a Khadafy perpetúan su masacre contra los explotados, los “jefes de las tribus” y los oficiales que no derramaron una sola gota de sangre y se han pasado a último momento al bando de la revolución, intentan transformar el combate en una guerra de campos burgueses para impedir que las masas expropien a los expropiadores y tomen el poder. Al mismo tiempo EE.UU. y las potencias europeas permiten que Khadafy aplaste a la Libia insurrecta y en caso de que masas tomen bajo su poder la capital Trípoli, se aprestan a preparar una intervención militar bajo el paraguas de la OTAN y la ONU para estrangular la revolución. El proletariado tunecino tiene una enorme tarea por delante para con sus hermanos de clase libios. El régimen de Khadafy mantiene bajo su control las ciudades de Ras el Ajdir, Wazin y Nalut, todas ellas en las fronteras con Túnez. El ejército tunecino se encuentra apostado allí, por orden del gobierno de “transición”, para impedir que el proletariado y las masas irrumpan en un combate revolucionario e internacionalista común a uno y otro lado de la frontera. La burocracia de la UGTT y las direcciones reformistas que se harán presentes en Túnez el 19 y 20 de marzo, subordinándose a la burguesía a través del “Consejo para la protección de la revolución” y su llamado a la “Asamblea Constituyente”, se niegan a que la poderosa clase obrera tunecina intervenga en la lucha por derrotar a las tropas de Khadafy. A no dudarlo que si las masas en Libia son derrotadas, la burguesía en Túnez, y también en Egipto, se verá fortalecida para pasar a una ofensiva contrarrevolucionaria contra los explotados. La burguesía imperialista teme que los combates revolucionarios de Túnez, Egipto, Libia y Medio Oriente lleguen al corazón del proletariado y los explotados del África subsahariana profunda. Tienen terror que vuelva la revolución en Zimbabwe contra el asesino Mugabe; que triunfen las masas de Mozambique contra el gobierno estalinista del FRELIMO y que se termine de romper el cerco montado sobre el Madagascar revolucionario. ¡Por una sola y única revolución en toda África y Medio Oriente por el pan y el trabajo, contra el imperialismo, los gobiernos, regímenes y estados capitalistas! ¡Por una Federación de Repúblicas Socialistas del Norte de África y Medio oriente! ¡Por una Federación de Repúblicas Socialistas del Sur de África! La lucha revolucionaria del norte de África y Medio Oriente debe incendiar a la Europa imperialista. ¡Por una Huelga General revolucionaria de la clase obrera de todo Europa! La revolución en Túnez y los levantamientos de masas de todo el Norte de África no sólo ponen en cuestión los intereses del imperialismo y sus socios menores de la burguesía nativa en el continente. El gran peligro para el capital financiero internacional es que ha comenzado una enorme revolución obrera y socialista en el “patio trasero” de Europa que amenaza con colarse al interior de las potencias imperialistas europeas. Y esto es lo que comenzó a suceder. Masas hambrientas de todo Túnez y el norte de África cruzan en balsas el Mediterráneo y arriban a las costas de Italia para conseguir comer. En Grecia las masas días atrás han conmovido al proletariado mundial con su undécima Huelga general y sus combates de barricadas contra la policía del gobierno antiobrero de Papandreau. En sus marchas, las columnas obreras llevaban pancartas que decían “¡Pueblo de Libia no están solos!” “¡No se rindan, estamos con ustedes!”.Este anuncio de combate internacionalista, es un claro homenaje a los obreros inmigrantes que son el corazón del proletariado europeo. El combate que hoy encabezan los obreros revolucionarios de Túnez, Libia y Egipto por el pan, el trabajo y la independencia nacional le plantea a las masas de Europa las mejores condiciones para derrotar el ataque de los gobiernos y regímenes imperialistas como el de Papandreu, Zapatero, Sarkozy. La burguesía está aterrorizada. La clase obrera no puede desaprovechar esta oportunidad; los obreros de Grecia lo saben y ya han salido a la lucha con su undécima Huelga general. ¡Hay que sincronizar en un solo combate a la clase obrera de las semicolonias del norte de África y Medio Oriente y a la de las metrópolis europeas! ¡Una sola clase, una sola lucha! ¡Viva el combate de las masas griegas contra el gobierno antiobrero de Papandreau! ¡Que vuelvan las huelgas generales en España, para derrotar a Zapatero y a la corona española! ¡Que vuelvan las huelgas con toma de patrones y gerentes como rehenes en Francia! ¡Que se vuelva a incendiar la sede de los tories en Inglaterra y esta vez el Bukingham Palace y la sede del partido laborista! Los obreros europeos, que tienen la llave para el triunfo de los explotados de las semicolonias, deben ponerse en pie de lucha ya mismo y romper con la política de los burócratas sindicales y las direcciones reformistas que llamaron a los gobiernos imperialistas a “rectificar” y a “menguar” el duro ataque que largaron contra la clase obrera. El proletariado debe conquistar de inmediato un Congreso Obrero continental para coordinar un mismo combate con las masas tunecinas, libias y egipcias llamando a la Huelga General Revolucionaria en toda Europa, bajo las banderas de “¡el enemigo está en casa!”. ¡Abajo Maastricht! ¡Abajo la V República francesa! ¡Abajo el gobierno asesino de Sarkozy! ¡Abajo la Corona española e inglesa! ¡Abajo Merkel, Papandreu, Berlusconi y todos los gobiernos imperialistas! La clase obrera norteamericana debe imponer su impronta. En el estado de Wisconsin los trabajadores estatales ya se han puesto de pie contra Obama y el régimen de los “republicratas”, este combate debe generalizarse a todo Estados Unidos. La magnifica combatividad revolucionaria de las masas tunecinas y de toda la región del norte de África, necesita de una dirección revolucionaria para triunfar… La clase obrera y las masas explotadas tunecinas han hecho acciones heroicas y han desplegado toda su energía revolucionaria demostrando que están dispuestas a ir hasta el final. Sin embargo, aún no han podido hacerse del poder. El problema de las masas tunecinas –y el de todos los obreros revolucionarios del norte de África, Medio Oriente y el mundo- es que ninguno de los estados mayores que a nivel mundial hablan en nombre de la clase obrera, las han llamando a tomar el poder con una insurrección triunfante. Ninguna de esas direcciones, que se reclaman “revolucionarias” y que incluso han viajado a Túnez, proclamó una estrategia para que triunfe su combate. Nuevamente la lucha por la revolución obrera y socialista que ha comenzado desnuda a estas corrientes reformistas y delimita ante los ojos del proletariado mundial quién es revolucionario y quién no; quién está por que las masas tomen el Poder e instauren una República obrera y socialista sobre los escombros del poder burgués, y quién es un sirviente de la burguesía y un vulgar enfermero de este sistema putrefacto con la pseudo teoría de la “revolución democrática”. León Trotsky, en su obra “Lecciones de Octubre”, en referencia a la toma del Poder afirmaba que “sobre este extremo se basa el criterio que permite determinar el carácter de un partido revolucionario y de un partido no revolucionario”. Los renegados del trotskismo, los estalinistas y los maoístas, agrupados como ala izquierda de la V Internacional, son raras corrientes que se dicen “revolucionarias” que cuando la clase obrera ha quedado a las puertas del Poder, insisten en que no lo tomen porque “no hay un partido revolucionario”. ¡¿Y cómo va a haber un partido revolucionario hoy en Túnez si estas mismas direcciones que hablan en nombre de la clase obrera, del “socialismo”, “en contra del capitalismo”, todos los días se dedican a someter al proletariado a la burguesía “democrática” y sus regímenes?! Como parte de esta misma política, el NPA francés y su partido en Túnez llamado “Liga de la Izquierda Obrera”, integrante del frente “14 de enero”, convocan junto a la burguesía y la burocracia sindical al “Consejo para la Protección de la Revolución” y una “Asamblea Constituyente”. Para impulsar esta pérfida política su dirigente Olivier Bensancenot incluso viajó a Túnez. En la misma frecuencia, Alan Woods y su IMT actúan como consejeros de la patronal llamando a “combinar” los soviets con la “Asamblea Constituyente”, es decir, una típica política hilferdingista de subordinar los organismos de doble poder de las masas al estado burgués. Estos grupos de los renegados del trotskismo utilizan en medio de la abierta situación revolucionaria que hay en Túnez el llamado a una “Asamblea Constituyente” como una consigna estratégica, es decir, como un dogal al cuello de las masas revolucionarias ya que toda consigna democrático-burguesa mantiene su vigor revolucionario tan sólo de forma episódica, y subordinada a la lucha por los soviets y el armamento del proletariado. La “Asamblea Constituyente” que pregonan los reformistas no es más que una alternativa de poder burgués. Queda a las claras que todas estas corrientes son enemigas abiertas del triunfo de la revolución socialista que ha comenzado. Para que la revolución en Túnez, Egipto y Libia triunfen; para que se subleve la clase obrera europea contra sus gobiernos y regímenes imperialistas; para que Medio Oriente sea la tumba de las tropas de ocupación imperialistas y del estado sionista-fascista de Israel; la clase obrera necesita centralizar su contraofensiva a nivel mundial. Para ello hay que derrotar la política de los renegados del trotskismo, de los partidos anticapitalistas, socialimperialistas y reformistas; y conquistar una dirección revolucionaria internacionalista.
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