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Siria - 6 de abril de 2021

A 10 años del inicio de la revolución, con las masas retomando las calles, en un país partido y bañado en sangre

La izquierda anticapitalista, sostenedora de los planes de transición del imperialismo

 

El 15 de marzo se cumplieron 10 años del inicio de la revolución siria y el pueblo volvió a ganar las calles de toda Siria, millones se manifestaron al grito de ¡fuera Bashar! y ¡queremos que caiga el régimen! La  aguerrida resistencia no sólo se mantiene firme, sino que puja por reabrir la revolución. Nuevamente las masas se levantan por el pan porque 10 años después de su heroico combate se profundizaron sus padecimientos y los refugiados, que se cuentan por millones, quieren volver a sus viviendas. Tanto en las zonas liberadas como las que controla el tirano Al Assad, las condiciones de vida de las masas se vuelven cada vez más insoportables.
Estos nuevos levantamientos cuestionan el plan del imperialismo y la ONU orquestados desde las conferencias de Ginebra, Astana y Sochi. El imperialismo, con Biden a la cabeza, busca imponer una transición de salida de Al Assad, que no es otra cosa que sacarlo a él y su pandilla del poder reemplazándola por otra, manteniendo al conjunto del régimen que domina hoy en el país: con la misma casta de oficiales fascistas del ejército que masacró a las masas, con Siria partida, invadida y ocupada, destruida y saqueada por distintas potencias. Quieren garantizar una salida ordenada de Al Assad, donde sólo le estarían cambiando el collar al perro, solo cambiarían una figura para asentar y legitimar el régimen actual del país.

Y este plan se lleva a cabo con la burguesía sunita cumpliendo el rol de entregar, desarmar y liquidar a la resistencia, mientras Al Assad y sus aliados continúan los bombardeos y la masacre. Los generales del ESL hoy están bajo el mando de Turquía o volvieron a vestir el uniforme que se habían sacado para controlar a las masas: el del ejército de Al Assad. Y el HTS hoy persigue, encarcela y mata, desde el interior mismo de Idlib, a lo mejor de la resistencia que se niega a someterse.

Este plan, como lo fue con cada avance de la contrarrevolución, no podría imponerse si no fuera por el cerco y aislamiento que le montaron a la revolución las direcciones de la clase obrera mundial. Unas haciendo pasar a las masas como terroristas o apoyando abiertamente al dictador Assad y otras apoyando al imperialismo “democrático” y la oposición burguesa siria, como hicieron la LIT y el NPA.
En estos años de revolución, la clase obrera siria tuvo planteado conquistar el poder, tirando abajo este régimen infame. Y si no logró  triunfar fue justamente porque estas corrientes, que dirigen centrales sindicales -como Solidaires de Francia o Conlutas de Brasil y la Red Sindical Internacional que reúne a estas centrales sindicales y otras 80-  jamás llamaron ni a un minuto de paro en apoyo a la revolución siria, ni impulsaron  ninguna campaña de solidaridad material efectiva desde las organizaciones obreras que dirigen y/o influencian como juntar un jornal por obrero, enviar brigadas, medicamentos, alimentos…. Nada de esto hicieron. Incluso Anticapitalistas estuvo en el gobierno de España con el PSOE y Podemos y ni siquiera rompieron relaciones diplomáticas. Durante 10 años se la pasaron hablando y paseando por Europa a los generales del ESL pero a los combatientes sirios no les enviaron jamás municiones, ni ayuda alguna.

Es que se pasaron años pidiéndole al imperialismo yanqui y francés -esos carniceros invasores de Irak y Mali, que tienen el planeta repleto de bases militares- que armen a la resistencia.
Luego fueron, del brazo de Hollande, parte del frente antiterrorista planteando que en Siria el mayor enemigo es el ISIS. De esta manera rompieron la unidad que empezaba a darse entre la clase obrera europea y los refugiados que llegaban a Europa y legitimaron el accionar genocida de Al Assad y los bombardeos de Putin.
Y después vistieron de progresivo al PKK de Rojava y Kobane que, en un pacto con Bashar y comandado por los generales yanquis, llevó a los kurdos a actuar de fuerza de choque contra la resistencia siria, como fue durante el crucial sitio a Alepo. Es ese mismo PKK   el que hoy abastece de petróleo al sionismo.
Así fueron cercando y aislando la revolución, separándola de la clase obrera mundial y sometiéndola a la burguesía sunita siria.

Hoy, la LIT, corriente internacional del PST-U, plantea en su homenaje por los 10 años del inicio de la revolución siria que “Si tuviésemos una coordinación nacional compuesta por los Tansiquiat (comités de coordinación locales, NdT) y el Ejército Libre de Siria, habría legitimidad para impedir las luchas sectarias y los discursos sectarios. Y parar con eso posibilitaría traer a los trabajadores alawitas y cristianos y también aumentar la solidaridad internacional a favor de la revolución”. Afirman que esta alianza podría también acaudillar al pueblo kurdo y palestino en su lucha por libertad. (“En acto virtual, militantes y refugiados conmemoran los diez años de la Revolución Siria", 22 de marzo).
Por su parte el NPA de Francia publica una nota de Joseph Daher del 10 de marzo titulada “Siria: 10 años después del levantamiento popular” donde plantea que el pueblo “no logra volver a desafiar al régimen a nivel nacional” por “falta de una oposición política siria estructurada, independiente, democrática, progresista e inclusiva". Y que durante estos años, “la falta de centralización y de un líder político enraizado para tratar de coordinar y federar a los diversos grupos armados del ESL alrededor de un programa político común constituyó rápidamente un problema y dejó la puerta abierta a las manipulaciones de países extranjeros. El ESL se fue debilitando y marginalizando a través de los años”.
Estas corrientes siempre buscaron una salida a la situación siria de la mano del ESL y del imperialismo al que vistieron de democráticos. Pero la unidad entre el ESL y los Comités de Coordinación ya existió: el resultado fue los Comités desarmados y desorganizados y el ESL pactando con Al Assad la entrega desde adentro de cada una las zonas liberadas. El pacto con Bashar significó la rendición de la revolución, grandes negocios para los generales del ESL, la vuelta a la conscripción con la que el ejército del perro envió a la juventud de las ciudades rebeldes a matar a sus hermanos en el norte… Tal como lo denuncian los propios combatientes. Los generales y los líderes del ESL no tuvieron ninguna “debilidad” para, durante años, acaparar y esconder las armas y los alimentos para manipular a los combatientes y así someterlos al chantaje del pacto con el régimen y la rendición.
¿Con la burguesía sunita se puede llevar al triunfo la revolución uniendo a los kurdos, los palestinos y todas las etnias y capas de los oprimidos? ¿En serio? ¡Si fueron la misma burguesía sunita, kurda y palestina las que rompieron esta alianza que se dio al inicio de la revolución, para negociar con Bashar y con el imperialismo en pos de sus propios intereses!
La única forma de conquistar pan, trabajo, libertad, una vida digna e incluso el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo no es con un “ESL unido” o una “oposición estructurada y fuerte” sino con un gobierno obrero y campesino. Pues solo la clase obrera acaudillando a los campesinos pobres y los oprimidos puede barrer de forma definitiva el régimen de Al Assad tomando el poder, apoyada en los organismos de autodeterminación y armamento de las masas como los Comités de Coordinación. Sólo así se puede, incluso, luchar por las más mínimas libertades democráticas como la puesta en pie de una Asamblea Constituyente libre y soberana.
Para eso hay que aplastar a las tropas fascistas, mercenarias y contrarrevolucionarias y expulsar a todas las tropas invasoras de Siria. En esta perspectiva las masas sirias podrán  recuperar el petróleo que se roban las petroleras imperialistas; incautar las riquezas y propiedades de las elites gobernantes del país que se enriquecieron con la guerra y el martirio del pueblo; y expropiar a los bancos para poder darle pan y devolverle las viviendas y las tierras al pueblo.
Y esto es posible de la mano de las organizaciones obreras del mundo, en particular, de las potencias imperialistas. Pero la LIT y los Anticapitalistas se negaron a hacer realidad esta pelea. Durante 10 años su política de apoyo a la burguesía sunita y al imperialismo democrático estuvo a 180º de las necesidades de las masacradas masas sirias. Así pudo imponerse la contrarrevolución con un millón de muertos y decenas de millones de refugiados; así se permitió la partición de Siria y el ingreso de tropas invasoras. Ellos son responsables del cerco y aislamiento de la revolución y son cómplices de semejante genocidio.

Definitivamente, después de 10 años, todo queda claro: estas corrientes son responsables directas del avance del plan imperialista. Demostraron ser enemigas de que la clase obrera, basada en una estrategia soviética, dé una salida a esta revolución.

Por el contrario, apoyan el plan de Biden y el imperialismo de “Siria sin Al Assad”. Lo mismo hicieron en Túnez y en Egipto, donde el cambio de gobierno significó un desvío de la revolución: las masas no consiguieron ninguna de las demandas por las que lucharon y los nuevos gobiernos sólo trajeron más hambre y muerte. Ahora tienen que explicar.
¡Son la izquierda de Biden y las conferencias de Ginebra, Astana y Sochi! Disfrazadas de amigas de la revolución, son los mayores sostenedores del plan imperialista que viene a estrangular definitivamente la revolución.

Luisa Campos y Ana Negri

 

 


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