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Junio de 2004

A continuación, reproducimos un capítulo de la polémica de nuestra corriente a la entonces Tendencia Cuartainternacionalista (TCI), integrada por el POR Masas de Argentina, y la Fracción Trotskista de Brasil. Publicado en el Boletín de Informaciones Obreras Internacionales (BIOI) N°2 en junio de 2004.
A propósito de la política militar del proletariado y la insurrección.

 

CAPITULO VI: SOBRE LA POLÍTICA MILITAR DEL PROLETARIADO Y LA INSURRECCIÓN

Creemos camaradas que vuestro do­cumento confirma que es aquí, alre­dedor de la política militar del proletariado -es decir, el programa para di­vidir y destruir a las fuerzas armadas, y en particular, a la policía- es donde se concentra el nudo de las diferencias. A nuestro entender, no se trata de diferen­cias menores, puesto que, tal como lo planteamos ya en nuestra carta del 24/12, hacen, nada más ni nada menos, que a cómo preparar la insurrección co­mo arte, para quebrar y destruir el apara­to del estado burgués, en particular sus fuerzas armadas.

Ustedes, afirman en vuestro docu­mento que la lucha es "por destruir a las fuerzas armadas y policiales" y que comparten "las lecciones de toda revo­lución que muestran que en las mismas un sector se vuelca del lado de los insurrectos, otro sector se anula y se mantiene al margen y existe un amplio sector que combate a muerte a la revolución, su dirección y sus militantes". Hasta aquí, tenemos acuerdo.
Luego, dicen que “Este hecho objetivo, sin embargo, debe implicar por parte de los revolucionarios un trabajo subjetivo, preparatorio y que no puede estar limitado al período de la insurrección” (negritas nuestras). Nuevamente, esto es correcto, y coincidimos.

Pero a partir de allí, a nuestro enten­der, comienza el desbarranque y la con­fusión, porque vuestro documento con­tinúa diciendo “¿Por qué alguien po­dría aceptar hacer un llamamiento a policías, soldados y suboficiales en una situación insurreccional pero no acepta que en una marcha o una huelga (además de las necesarias medidas de auto- defensa) se llame a desobedecer a los superiores y no reprimir la manifesta­ción? En Argentina en algunas mar­chas, hemos visto y hemos sido parte de aquellos que armados con gomeras y bombas molotov cantábamos “Policía, que amargado se te ve, no te pagan una mierda y encima nos reprimís”. Nosotros creemos que, más allá de alguna precisión, esta política es esencialmente correcta. Seguramente en una situación que aún no es revolucionaria tendrá pocos resultados inmediatos pero forma parte de las tareas preparatorias”. Ca­maradas, que nosotros sepamos, esa consigna tan coreada, es un ataque de los manifestantes contra la policía, ex­presando su odio y su deseo de destruir­la, y en absoluto una consigna que ex­prese un llamamiento a que ésta se sindicalice, como ustedes plantean.

Dicen luego en vuestro documento: "Lenin jerarquizó esta tarea de trabajo en las fuerzas represivas al incorporar­la entre las 21 condiciones para pertenecer a la III Internacional. La fundación de la IV Internacional reivindica también los 21 puntos entre los cuales se plantea el trabajo abierto y clandes­tino sobre las organizaciones militares".
Más adelante, ustedes insisten, ca­maradas, en la necesidad de luchar por la sindicalización de la policía, ponien­do como ejemplos el "publicitado" caso del “policía pique tero”. Es te suboficial de ideología nacionalista burguesa planteaba entre sus principales puntos (recolectando varios cientos de firmas entre los policías) la puesta en pie de un sindicato, reclamando mejoras salaria­les y de condiciones de trabajo y mani­festando su negativa de reprimir al pueblo. En el mismo sentido, existe en San­ta Fe APROPOL, cuya columna es tuvo presente en la última gran movilización de empleados estatales por los 200$ de aumento".
Ponen también como un caso central el de Brasil, "donde las huelgas policia­les han tenido un alcance nacional, obligando a profundizar la lucha de clases al interior de las instituciones", y plantean que allí es imperioso "hacer un trabajo de agitación y propaganda diri­gido a los policías militares (soldados, cabos y sargentos), en el sentido de transformar sus asociaciones en sindi­catos, como ya lo hicieran los policías civiles y federa les” (negritas nuestras).

Y rematan planteando que “la destrucción del Ejército y la construc­ción de milicias obreras y campesinas pasa también por poner en pie células en las fuerzas armadas (ejército, marina, fuerza aérea) y de seguridad (policías -militares y civiles- y guar­dias municipales)”.
Precisemos entonces con claridad, cuáles son las diferencias existentes so­bre esta cuestión:

* Para ustedes, los policías son traba­jadores del estado. Para nosotros, son parte de una superestructura cotidiana de control, y no sólo de represión de los trabajadores y el pueblo en sus luchas, sino todos los días, a la que es necesario disolver y desmantelar, como así tam­bién a todos los servicios de inteligencia como la SIDE en Argentina, la CIA, el FBI, el MI-5, sobre lo que ustedes guar­dan silencio.

* Para ustedes, la clave del trabajo preparatorio de la insurrección, es la lu­cha por sindicalizar a la policía. Para no­sotros, la clave del trabajo preparatorio es disolver y desarmar a la policía, que sean las milicias obreras y los comités de autodefensa los que garanticen la se­guridad, y poner en pie en cada lucha, en cada huelga, los piquetes de autode­fensa, embriones de la milicia obrera.

* Vuestra posición es que la clave de la preparación de la insurrección como arte, es el trabajo conspirativo del parti­do revolucionario en las instituciones armadas del estado burgués. Para noso­tros, la clave de la preparación de la in­surrección como arte pasa, en primer lu­gar, porque no se pare el embate revolu­cionario de las masas, por poner en pie los soviets y las milicias obreras, y di­solver y desamar a la policía, única po­sibilidad de ganarse a la base del ejérci­to. Y para ello, el partido revolucionario deberá haber derrotado a las direcciones traidoras que son las que intentan con­trolar y estrangular el embate de las ma­sas para que no avancen en estas tareas y hacia la insurrección. Sin estas condi­ciones previas, la clase obrera y los ex­plotados -dirigidos por el partido revo­lucionario que tiene la obligación de realizar un trabajo preparatorio sobre la base del ejército- no podrá ganarse a los soldados para que destituyan a sus ofi­ciales, pongan en pie sus comités de sol­dados y manden sus delegados a los so­viets para preparar la toma del poder.

 

¿"Sindicalización de la policía",
o disolución de todas las policías?

Bien, camaradas, trataremos de aquí en delante de desarrollar y clarifi­car, blanco sobre negro, cuáles son las dos posiciones que están en debate en relación a cómo luchar por el arma­mento del proletariado en los períodos preparatorios.
Es evidente, camaradas, que lo más profundo de nuestras diferencias se centra en relación a la política frente a la policía.
Es claro que levantamos dos posicio­nes antagónicas: para ustedes, la lucha es por sindicalizar a la policía y apoyar sus huelgas, "huelgas" que siempre, aunque sean por aumento de salarios, son por más armas y por mejores condi­ciones para mejor reprimir a la clase obrera y a los explotados, no solamente en sus huelgas y luchas, sino todos los días. Para nosotros, por el contrario, la lucha es por la disolución y desar­me de todas las policías, y que sean las organizaciones obreras y milicias obreras las que garanticen la seguri­dad de los trabajadores y los explota­dos, todos los días, y por supuesto, también en sus luchas.
Para nosotros, vuestra posición frente a la policía, es una revisión de la posición del marxismo revolucionario. Ni el Pro­grama de Transición, ni ningún texto del marxismo revolucionario del siglo XIX y del siglo XX -ni de Marx, ni de Engels, ni de Lenin, ni de Trotsky- plantea que los revolucionarios, en los momentos preparatorios, debemos luchar por la "sindicalización" de la policía.

En esta cuestión, camaradas, ustedes están por detrás del programa inclusive de la revolución burguesa, cuya consigna era "Un ciudadano, un arma", y que fue­ra también la consigna de Lenin en la he­roica revolución rusa de 1905 -"cada hombre un fusil"- como veremos más adelante. ¿Se imaginan a Robespierre o a Cromwell levantando la lucha por dere­chos civiles y ciudadanos para los villa­nos de los ejércitos de los príncipes?!!! ¡Por favor, camaradas! Es claro que vuestra consigna de "sindicalización de la policía" ni siquiera puede ser un pro­grama democrático burgués para la poli­cía que, en determinadas circunstancias, pueda jugar algún rol revolucionario.

Esto es así por la sencilla razón de que, en los períodos preparatorios, la existencia misma de la policía del estado burgués es irreconciliable en el espacio y en el tiempo, con el piquete de huel­ga, embrión de la milicia obrera: la po­licía está para apoyar a los carneros y romperles la cabeza a los huelguistas. El piquete de huelga está para romper­les la cabeza a los carneros y derrotar físicamente a la policía. La única "sin­dicalización" -o "sovietización", cues­tión de la que ustedes no hablan- posible de la policía, es que entregue su arma, su uniforme, su placa, al sindicato o al soviet, y que se subordine a él, es decir, que deje de ser policía. Es decir, la diso­lución y desarme de todas las policías, y que sean los sindicatos y las organizacio­nes obreras, con sus milicias obreras ar­madas, las que tomen en sus manos la ta­rea de garantizar la seguridad y la vida de los obreros y los explotados.

Ustedes basan su política frente a la policía, en la afirmación de que como tanto las fuerzas armadas como la poli­cía son fuerzas represivas del estado burgués, y sería el "proletariado el que nutre las bases de toda fuerza represi­va", hay que tener la misma política frente a ambas instituciones.
Creemos que cometen un grave error, camaradas, al igualar a la policía con el ejército. En este caso se trata de no negar las leyes de la lógica formal, como es la de definir por género próxi­mo y diferencia específica. Aunque la policía y el ejército tienen en común -gé­nero próximo- que son instituciones re­presivas del estado burgués, se diferen­cian en sus funciones específicas.

La policía tiene como función repri­mir a la clase obrera todos los días; sus miembros tienen el oficio cotidiano, per­manente e institucional de reprimir a los trabajadores y al pueblo. El ejército tiene como función “cuidar las fronteras”, “defender la nación” ante ataques exter­nos y solo en casos excepcionales, en momentos de crisis y de revolución, cuando la policía y las fuerzas de seguri­dad son rebasadas, dar golpes bonapartistas, korniloviadas, y en esos momen­tos, reprimir directamente a los trabaja­dores y el pueblo. Es esta función espe­cífica diferente la que hace que el ejérci­to reclute -con el servicio militar obliga­torio, o con levas en algunos países- jóvenes hijos de obreros y de campesinos pobres. Y cuando hay guerra, recluta también reservistas -es decir, a millones de trabajadores- lo que explica en gran parte, dicho sea al pasar, el por qué la guerra suele ser partera de revoluciones.
Pero inclusive allí donde hay regíme­nes y gobiernos bonapartistas, o dictadu­ras militares en los que son las fuerzas armadas las encargadas de reprimir y mantener la seguridad todos los días, apenas empiezan ascensos revoluciona­rios de masas contra los mismos, éstos ponen a la orden del día la lucha por ga­narse a la base del ejército, a los solda­dos, es decir, por la división del mismo y la destrucción de su casta de oficiales. Es por esa razón que, ante situaciones como esas, la burguesía inmediatamente comienza a poner en pie mediaciones, desvíos electorales, etc., porque es bien consciente de que una caída de esas dic­taduras a manos de las masas terminaría quebrando y destruyendo a las fuerzas armadas, pilar del estado burgués.

Esta diferencia específica es la que determina también las diferencias en la conciencia de la base de ambas institu­ciones. La base del ejército es reclutada por un corto periodo de tiempo por servi­cio militar o por levas obligatorias entre los hijos de la clase obrera y campesinos, es decir, que no tienen como oficio per­manente, cotidiano e “institucional”, el de reprimir al pueblo. Por ello, esos jóve­nes hijos de obreros y de campesinos, en la base del ejército, reflejan a la clase de la que provienen y con la que no rompen porque están en la institución por obliga­ción y por un período de tiempo determi­nado. Por ello para Trotsky no pierden su carácter de clase, son “obreros bajo ar­mas”. Y por lo mismo la política para ellos es luchar porque recuperen sus de­rechos políticos conculcados por la casta burguesa de la institución.

Por el contrario, la base de la policía, que tiene como oficio cotidiano, perma­nente, reprimir a los trabajadores y al pueblo, desde el momento mismo en que es reclutada -cuestión que hace volunta­riamente-, es consciente de que ese es su rol específico, de que esa será su tarea todos los días. Por ello, como veremos más adelante, tal como decía Trotsky, un obrero que se hace policía deja inmedia­tamente de ser obrero y se transforma en un policía burgués, es decir, rompe total y absolutamente con su clase y se pasa a la clase enemiga.
Trotsky, apenas comenzada la situa­ción pre-revolucionaria en Francia en 1934 (es decir, en un momento preparatorio, donde aún no estaba planteada la organización de la insurrección y la toma del poder por el proletariado), mar­caba claramente en el programa de la Li­ga Comunista, esta diferenciación entre el ejército y la policía, y por lo mismo, en la política del proletariado frente a ambas instituciones.

Así planteaba Trotsky: “10. Disolución de la policía, derechos políticos para los soldados. “El gobierno arrebata centenares de millones de francos a los pobres, a los explotados, a gente de todas las condi­ciones para desarrollar y armar a su policía, sus guardias móviles y su ejército; en otras palabras, no sólo para desarrollar la guerra civil, sino también para preparar la guerra imperialista. Los jó­venes obreros movilizados por centenares de miles en las fuerzas armadas de tierra y mar están desprovisto de todos sus derechos.
Exigimos la destitución de los oficia­les y suboficiales reaccionarios y fascis­tas, instrumentos del golpe de estado. Por otra parte, los obreros bajo las ar­mas deberán conservar todos sus dere­chos políticos y estarán representados por comités de soldados, elegidos en asambleas especiales. De esta manera se conservarán en contacto con la gran masa de los trabajadores, y unirán sus fuerzas con las del pueblo, organizado y armado contra la reacción y el fascismo.
Todas las policías, ejecutoras de la voluntad del capitalismo, del estado burgués y de sus pandillas de políticos corruptos deben ser disueltas. Ejecu­ción de las tareas policiales por las mi­licias obreras. Abolición de los tribuna­les de clase, elección de todos los jue­ces, extensión del juicio por jurado a todos los crímenes y delitos menores: el pueblo se hará justicia a sí mismo (Un programa de acción para Francia, junio de 1934, negritas nuestras).
Es clarísima la posición de Trotsky: comités y derechos políticos para los soldados, es decir, "los obreros bajo armas". Y, contrariamente, disolución de todas las policías, que son "ejecutoras de la voluntad del capitalismo, del estado burgués y de sus pandillas de políticos corruptos".
Por ello, la tarea clave en los períodos preparatorios, es la lucha por poner en pie las milicias obreras, disolviendo a la poli­cía, que tomen en sus manos la seguridad, es decir, que ejecuten las tareas policiales -como dice Trotsky- todos los días.

Porque la policía no sólo reprime a la clase obrera y los explotados en sus lu­chas y huelgas, sino que ese es su oficio todos los días, persiguiendo, acosando, apaleando y encarcelando a los hijos de los obreros cuando van a tomar una cer­veza o a bailar, etc. La policía, ejecutora de las órdenes de los jueces, es la que llena las cárceles con un 90% de hijos de la clase obrera y de los explotados. Re­lean camaradas los que plantea Trotsky: "ejecución de las tareas policiales por las milicias obreras" y ligado íntima­mente a ello, la de "ABOLICIÓN DE LOS TRIBUNALES DE CLASE, ELECCIÓN DE TODOS LOS JUE­CES, EXTENSIÓN DEL JUICIO POR JURADO A TODOS LOS CRÍ­MENES Y DELITOS MENORES: EL PUEBLO SE HARÁ JUSTICIA A SÍ MISMO".
No entendemos, camaradas: ¿cómo actúa un policía "sindicalizado" ante la orden de un juez de que tiene que dete­ner a un trabajador, o a su hijo? Induda­blemente, "sindicalizado" o no, cumple esa orden, porque ese es su oficio, su tra­bajo, y si no lo hace, lo echan, es decir, deja de ser policía.
¿Cómo se liga vuestra consigna de sindicalización de la policía con su rela­ción con la casta de jueces, de los que todos los días en su trabajo cumplen ór­denes? ¿O acaso plantean ustedes "sin­dicalización" también de la casta de jueces?!!

Partiendo de esto, nuestra tesis -y, a nuestro entender, la del marxismo re­volucionario- es que no se puede que­brar al ejército, ganar a su base y des­truir a la casta de oficiales, si la clase obrera primero no salda cuentas con los guardianes y perros de presa del capital que la reprime todos los días. Esto sólo se logra poniendo en pie las milicias obreras, enfrentando físicamen­te a la policía, quemándole las comisa­rías, derrotándola en las calles y desar­mándola, es decir, disolviéndola. El gri­to de las masas hacia la policía de "que amargado se te ve, no te pagan una mier­da y encima nos reprimís", como ya he­mos dicho, expresa el deseo de avanzar en destruir a la policía, y no un llamado a que se sindicalice, ni a haga huelgas (que siempre son para pedir mejores ar­mas, mejores pertrechos y mejores sala­rios para reventar al pueblo)!

 

La lucha de los trabajadores estatales enfrenta al estado burgués.
Las huelgas policiales por más salario fortalecen al estado burgués

Creemos, compañeros, que en éste punto revisan el materialismo histórico, deslizándose al idealismo. Por lo antedi­cho, no se puede, en nombre del marxis­mo, decir que los policías son “trabaja­dores estatales” y que por ello es correc­to luchar por su sindicalización. No son "trabajadores" sino que son las bandas de hombres armados por el capital para defender su propiedad, sus ganancias, su dominio, para reprimir a la clase obrera, para evitar que ésta luche contra el capi­talismo, su gobierno, agentes y estado. Su función social es sostener todos los días, cotidianamente, el “garrote” para la explotación de la clase obrera. Por ello no pueden ser considerados parte de la clase sino enemigos objetivos y subjeti­vos de la clase. No pueden, camaradas, en nombre del marxismo confundir con­ceptos elementales como son, para el marxismo, los de estructura y superes­tructura. La policía está en la superes­tructura: es una institución burguesa, co­mo la casta de oficiales del ejército, co­mo la casta de jueces. Por ello, y como anticipamos más arriba, para Trotsky, el obrero que se hace policía pierde su ca­rácter de clase ni bien es parte de esta institución burguesa: “El hecho de que los agentes de poli­cía hayan sido reclutados en gran parte entre los obreros socialdemócratas no significa nada. También en éste caso la existencia determina la conciencia. El obrero que se transforma en policía al servicio del Estado capitalista es un po­licía burgués y no un obrero. Durante es tos últimos años, es tos po licías han lu - chado mucho más contra los obreros re - volucionarios que contra los estudiantes na cio nal-so cia lis tas. Es ta es cue la no pa - sa sin dejar ras tros. Pero lo más impor­tante es que cada policía sabe que aun­que los gobiernos cambien, la policía permanece” (L. Trotsky. La socialdemo- cracia. Negritas nuestras).

La tarea para la que la burguesía les paga a sus perros de presa de la policía, es para todos los días apalear obreros. Es decir, su producción se mide por las ca­bezas de obreros rotas que produce en las luchas y también fuera de ellas, todos los días. ¡Muy distinto a los obreros en­fermos atendidos por los empleados de la Salud, los alumnos que tienen los maestros o los expedientes que ordenan los trabajadores judiciales!

Por ello, no se puede decir a la ligera, sin romper con el marxismo, que hay que luchar por sindicalizar a los policías o apoyar sus huelgas. Porque mientras que los sindicatos de servicios o produc­ción son organizaciones de la clase obre­ra que enfrentan objetivamente al capita­lismo luchando por mejoras salariales, los sindicatos de policía que piden mejo­ras salariales o de condiciones de traba­jo, son organizaciones corporativas de una casta burguesa, cuya función coti­diana, repetimos, es reprimir a los traba­jadores y al pueblo. No es una casuali­dad que en momentos en que la clase obrera comienza un ascenso lo primero que generalmente hacen los gobiernos es aumentar el sueldo a la policía. Y tampo­co es casualidad que la policía se amoti­ne cuando hay ascenso obrero de manera de conseguir mejores condiciones labo­rales, es decir, más armas, más pertre­chos y mejores sueldos para mejor y más eficazmente reprimir al pueblo. Y esto es la esencia de la cuestión, por más que se lo pretenda esconder por la forma simi­lar que puede llegar a tener un motín po­licial con una huelga fabril, o un “sindi­cato” policial con un sindicato obrero. Porque el oficio del policía es y será re­primir. Camaradas, la política revolucio­naria no se puede hacer sin ir a la esencia de las cuestiones.

Inclusive, muchas veces, los perros guardianes del capital, en demanda de mejores salarios y mejores condiciones para reprimir al pueblo, llegan a enfren­tarse a los tiros entre ellos, como lo vi­mos en febrero de 2003 en Bolivia entre la policía que no quería que le recorten el salario, y el ejército. Pero una vez que el estado les aumentó el sueldo a los poli­cías, los vimos después, en octubre de 2003, codo a codo con la casta de oficia­les del ejército masacrando a los obreros y campesinos revolucionarios. Inclusive oficiales del ejército, junto a la policía, son los que asesinaron a más de 15 sol­dados conscriptos -hijos de obreros y campesinos- que se negaban a reprimir a sus hermanos de clase.
Por ello, ante esos enfrentamientos a tiros entre los perros de presa del capital, la política de los revolucionarios no pue­de ser otra de dejar que se maten y se masacren entre ellos, y de llamar a poner en pie las milicias obreras para disolver y desarmar a la policía, y para que esas milicias las que garanticen la seguridad de las amplias masas explotadas.

Cuando ustedes, en vuestro documen­to de crítica, plantean la política de lla­mar a la policía a organizarse en sindica­tos, a insubordinarse, a no reprimir, etc., dicen que ese llamamiento iría dirigido a la base y los suboficiales de la policía (soldados, cabos y sargentos es el ejem­plo que ustedes ponen en relación a la po­licía militar de Brasil) y reafirman que “... el pliego nacional de reivindicacio­nes que propagandiza nuestra sección argentina se dirige a la tropa y suboficia­lidad, sin mencionar a los oficia les”. Sin embargo, en un volante de abril de 2004 del POR Masas de Argentina, trabajado en ocasión de las marchas reaccionarias por “más seguridad” convocadas por Blumberg, se dice con total claridad: “Los agen­tes, suboficiales y cua­dros de las instituciones armadas que repudian esta mafia deben organizar­se junto al pueblo, insu­bordinándose de sus man­dos, ejerciendo sus derechos sindicales y políti­cos” (negritas nuestras). Camaradas, los cuadros de las “instituciones ar­madas” -distintos a los “agentes” y los “subofi­ciales”- son los oficiales. Es decir que, al menos en el caso del POR Masas de Argentina, a nuestro en­tender, su política de sindicalización de la policía - que ya de por sí es una completa revisión del marxismo revolucionario- está dirigida no sólo a la “base” de la policía, sino también a los oficiales. Claramente, camaradas, no han terminado ustedes en esta cuestión de romper con el lorismo, como veremos más ade­lante.

 

Una revisión completa de la política del trotskismo
para enfrentar al fascismo

Camaradas, lamentablemente, vues­tra política de "sindicalización de la poli­cía", "apoyo a sus huelgas", de llamados a "no reprimir al pueblo", no es nada nue­vo: es, ni más ni menos, que un remedo de la política de la socialdemocracia en Alemania en los ‘30, que terminara con el triunfo del fascismo y con un baño de sangre contra el proletariado alemán.

Así, decía Trotsky: “El hecho de que los agentes de policía hayan sido reclutados en gran parte entre los obreros socialdemócratas no significa nada (...) Ante el choque que se avecina entre el proletariado y la pequeñoburguesía fascista, que juntos constituyen la mayoría aplastante de la nación alemana, los marxistas de Vorwaerts piden auxilio al sereno. "¡Estado, intervenga! Esto sig­nifica: "Bruning, no nos obligues a defendernos por medio de las organizaciones obreras, porque esto pondría en pie a todo el proletariado, y entonces el movimiento pasaría por encima de los crá­neos calvos de la dirección del partido: empezando como antifascista, el movi­miento terminaría como comunista” (La lucha contra el fascismo en Alemania).
Es decir, como bien plantea Trotsky, era la posición de la socialdemocracia la de llamar a que fuera la policía - muchos de cuyos agentes habían sido reclutados de entre los obreros socialdemócratas- la que interviniera contra los fascistas y los enfrentara, para impedir que surgieran las milicias obreras.

Compañeros, vuestra posición frente a la policía, los lleva por el mismo cami­no que la socialdemocracia en los '30. Porque liquida la política que levantaban los bolcheviques-leninistas -contra la política de la socialdemocracia, y tam­bién la del stalinismo del "tercer perío­do" de caracterizar a la socialdemocracia
Rusia, 1905: se iniciaba la revolución como "socialfascismo"- que era la tácti­ca del frente único obrero para enfrentar al fascismo, es decir, la conformación de milicias obreras comunes de los partidos y sindicatos socialdemócratas y comu­nistas, para defender a todas las organi­zaciones obreras y aplastar a las bandas fascistas.

Vuestra posición, por el contrario, los habría llevado a plantear que la clave era “sindicalizar a la policía” para que ésta, que enfrentara a los fascistas, ¡cuándo la policía precisamente era la que hacía la vista bien gorda y dejaba correr los ata­ques fascistas contra las organizaciones obreras! Es decir, nada más ni nada me­nos que una variante de la posición de la socialdemocracia.
Porque las bandas fascistas no se las enfrenta llamando a la policía a que se sindicalice, a que no reprima al pueblo sino a los fascistas: se las enfrenta con la política de frente único obrero y con la puesta en pie de milicias obreras para aplastar a los fascistas. Y no tengan la más mínima duda, camaradas, que en cuanto la clase obrera ponga en pie el frente único obrero y constituya sus co­mités de autodefensa y sus milicias y empiece a liquidar a los fascistas, la po­licía se mostrará abiertamente de lado de éstos últimos, defendiéndolos y atacando a los obreros armados!

Por eso, la lucha de los bolcheviques- leninistas en los '30 por el frente único obrero y por las milicias obreras contra el fascismo, era también un combate por disolver y desarmar a la policía, como habían hecho ya los obreros alemanes en 1918, en su gloriosa revolución de los consejos obreros, donde se armaron asal­tando las comisarías y desarmando a la policía.

A nuestro entender, camaradas, la posición que ustedes levantan es no ha­ber comprendido ni haber sacado leccio­nes de la historia de las revoluciones y de la lucha de clases. Es no haber com­prendido que la contrarrevolución que aplastó a la revolución alemana de 1918, fue organizada por la soldadesca del socialdemócrata Noske que fue el que reconstituyó a la policía que había sido desarmada y destruida por los obreros. Con el discurso de que la segu­ridad no podía quedar en manos de los consejos obreros y de que esa policía re­constituida no iba a reprimir al pueblo, la volvió a poner en pie como fuerza de choque, asesinó a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, y terminó aplastando la revolución.


La utopía del "compañero policía", de la
policía "sindicalizada" y "democrática"

La diferencia entre la política que lle­van adelante ustedes, camaradas, y la de Trotsky es clara: ustedes dicen que la consigna de "disolución de la policía"1 es un "planteo abstracto", y de lo que se trata es de llamar al "compañero policía" a que no reprima; a pelear por su sindicalización, a apoyarlo cuando hacen huelga por más salarios y más armas pa­ra matar al pueblo, eso sí, siempre pi­diéndole que no usen esas armas para re­primir al pueblo. ¡Esto sí que es una ver­dadera utopía!

El ejemplo de ello es, precisamente, la policía de Santa Fe, organizada en su "sindicato" que pide mejores salarios y condiciones de trabajo -lo repetimos una vez más: más armas y más plata para re­primir al pueblo. Y cuando los trabaja­dores y el pueblo de Santa Fe se levan­tan, exigiendo soluciones y respuestas a los miles de trabajadores y explotados que perdieron todo con las inundacio­nes... ¡ahí va la policía "sindicalizada" y "democrática", de Santa Fe a cumplir su función, rompiéndoles la cabeza! ¿Nos pueden decir, camaradas, qué comisaría del sindicato policial del CTA se negó entonces a reprimir al pueblo; qué desta­camentos policiales sindicalizados se in­terpusieron entre los perros de presa y los inundados para que éstos últimos no fueran apaleados? ¿Nos pueden decir que resolución tomó al respecto el sindi­cato de policías de Santa Fe y la CTA al que están afiliados?

Pero es más, camaradas: si la política proletaria no es disolver -es decir, desar­mar- a la policía, sino que ésta se sindicalice, apoyar sus reclamos salariales y de condiciones de trabajo para que con­tinúe cumpliendo su rol de garantizar el orden, no tendría ningún sentido luchar por poner en pie las milicias obreras. Porque Trotsky, lo que plantea con clari­dad, es que sean las milicias obreras las que garanticen la seguridad y el orden, y no la policía "ejecutora de la voluntad del capitalismo, del estado burgués y de sus pandillas de políticos corruptos". Es decir, se trata -aún en los momentos pre­paratorios- de luchar por desarmar y di­solver a todas las policías, y de que sean los sindicatos, las organizaciones obre­ras y sus milicias armadas, las que ejecu­ten las tareas policiales, las que garanti­cen la seguridad en los barrios obreros. También, aún en los momentos prepara­torios, se trata de luchar por poner en pie, en cada combate cotidiano de la cla­se obrera, los piquetes de huelga, los embriones de la milicia obrera, absoluta­mente irreconciliables e incompatibles con la existencia de la policía.

Para ustedes, por el contrario, las ta­reas de mantener la seguridad y el orden debe seguir haciéndolas la policía, pero eso sí... sindicalizada, y no las milicias obreras. ¡Esa, precisamente compañe­ros, es la política de D'Elía y de su poli­cía "piquetero", la del CTA: policías "sindicalizados"... de Kirchner, de la burguesía, del estado burgués, con muy buenos salarios y muchas armas, bien pertrechados y preparados para reprimir, encarcelar, asesinar a los trabajadores y a los explotados!
De la misma manera, Trotsky plantea la abolición de los tribunales de clase -es decir, la destrucción de la casta de jue­ces, una casta completamente burguesa, al igual que la casta de oficiales y la po­licía- y que el pueblo "se haga justicia a sí mismo". Con vuestra lógica, camara­das, habría que plantear...¡sindicalización de los jueces??!!!

¿Y cuál es vuestra política entonces frente a la SIDE y los servicios de inteli­gencia, que son parte de las policías del Estado burgués, entre los que también hay "agentes, suboficiales y cuadros", que no tienen uniforme pero también co­bran un salario del Estado, que están pa­ra espiar e infiltrar a las organizaciones obreras y a los partidos revolucionarios? Deberían ser consecuentes, camaradas, y plantear también la lucha por la sindicalización de los espías de la SIDE y de­más servicios de inteligencia, que según ustedes, también serían “trabajadores es­tatales”!!!!! ¿Es que la clase obrera nor­teamericana entonces debe luchar por la sindicalización de los agentes del FBI y de la CIA, que también son empleados del Estado?

Seguramente, camaradas, nos van a decir que no, que los servicios de inteli­gencia tienen una función específica dis­tinta y que ustedes no luchan por su sindicalización. Pero eso es justamente lo que nosotros decimos: que hay un políti­ca distinta frente a policía -a todas las po­licías- porque tienen una diferencia espe­cífica en relación a las fuerzas armadas.
Tampoco se sostiene el argumento de que la policía que, como en el caso de la de Santa Fe, levanta la "lucha contra la corrupción", es progresiva, porque esta es una posición de una facción burguesa como la de la Carrió y a lo más que pue­de llevar es a lavarle la cara la institu­ción para que sea más creíble...y por lo tanto, para que reprima mejor y con más "legitimidad". Es más, la "denuncia con­tra la corrupción policial", es parte de la política de la burguesía para disciplinar a sus perros de presa que, a veces le muerden la mano para quedarse con al­guna tajada mayor de los jugosos nego­cios que todos hacen con el narcotráfico, el contrabando, los secuestros, etc.

Camaradas, nosotros, siguiendo las enseñanzas de Trotsky, jamás considera­remos a los policías (ni a los de unifor­me, ni a los de civil en todas sus varian­tes) como “trabajadores estatales” -aun­que la burguesía les pague un salario a sus perros de presa. Nosotros afirmamos que todo policía que diga "apoyar a los obreros", y que vaya a una organización obrera, tiene que dejar en dicha organiza­ción su arma, su uniforme, todos sus per­trechos, y declarar públicamente que hay que destruir y disolver a la policía, y ar­mar a los obreros y a los explotados. De lo contrario, no se podrá más que consi­derarlo, un buchón, es decir, un policía infiltrado en una organización obrera.
Por lo tanto, no consideramos a los “sindicatos” de policías allí donde los hay, como “organizaciones obreras”, si­no como organizaciones corporativas de una casta burguesa “ejecutora de la vo­luntad del capitalismo, del estado bur­gués y de sus pandillas de políticos co­rruptos”. Estamos, por lo tanto, en con­tra de que semejantes organizaciones de asesinos a sueldo del estado burgués for­men parte, por ejemplo, de las centrales sindicales, estamos en contra de que marchen con los trabajadores en sus mo­vilizaciones, estamos absolutamente en contra de “apoyar sus reclamos” cuando, por momentos, estos perros de presa de la patronal y del estado, intentan morder la mano del amo para conseguir que éste les de una tajada más grande de comida.

Y hablando del "verde árbol de la vi­da", ustedes, en la vida misma, destru­yen lo realizado por la clase obrera en sus levantamientos y semiinsurrecciones espontáneas, como fuera el Cordobazo, una de las gestas históricas del proletariado argentino. El Cordobazo se impuso cuando derrotó a la policía, CUANDO A FIERRAZOS, BULONAZOS Y A TIROS, COLOCÓ A LA PO­LICÍA EN FRANCA HUIDA Y EN DESBANDADA. Cuestión que obligó a la burguesía a mandar al ejército, a cu­yas bases, es decir, soldados rasos, sí iban las mujeres de los obreros a rodear­los, a confraternizar con ellos, a decirles que no repriman a sus maridos e hijos.
Lamentablemente, por crisis de di­rección revolucionaria, esa semiinsurrección no se transformó en insurrección, lo que habría llevado a la clase obrera a tomarse todas las comisarías de la policía en desbandada, a armarse y poner en pie sus milicias obreras, y pe­lear por ganarse a la base del ejército. Esto no sucedió, no se desarrolló hasta el final. Pero el Cordobazo marcó las ten­dencias de toda revolución en el siglo XIX y XX.

 

Sobre el trabajo preparatorio que
debemos realizar los revolucionarios

Ustedes centran vuestra crítica alre­dedor de cuál debe ser el trabajo prepa­ratorio que deben realizar los revolucio­narios en situaciones en las que no está planteada aún la preparación directa de la insurrección.
Para ustedes, dicho trabajo prepara­torio se concentra esencialmente en el trabajo de poner en pie células en las Fuerzas Armadas (con lo que, como ve­remos más adelante, tenemos acuerdo), y en sindicalizar a la policía y apoyar sus huelgas, llamándola a no reprimir a los trabajadores y el pueblo, con lo que, co­mo ya hemos desarrollado, no tenemos ningún acuerdo.

Para nosotros, por el contrario, el tra­bajo preparatorio que debemos hacer los revolucionarios, es el que está concen­trado en el Programa de Transición, cuando dice: “La exacerbación de la lucha del proletariado significa la exacer­bación de los métodos de resistencia por parte del capital. Las nuevas olas de huelgas con ocupación de fábricas pueden provocar y provocarán infaliblemente enérgicas medidas de reacción por parte de la burguesía. El trabajo prepara torio se conduce desde ahora en los estados mayores de los trusts. ¡Desgraciadas las organizaciones revolucionarias, desgraciado el proletariado si se deja tomar nuevamente de improviso!”

El trabajo preparatorio que deben realizar los revolucionarios se concentra entonces en la lucha por poner en pie pi­quetes de huelga, que son el embrión de la milicia obrera que es la que puede di­solver y desarmar a la policía, y que in­cluye también un trabajo de propaganda y agitación sobre la base del ejército.

Son las direcciones traidoras de todo pelaje las que permiten que el proletaria­do sea “tomado de improviso” por la burguesía, puesto que “inculcan sistemáticamente a los obreros la idea de que la sacrosanta democracia está más segura allí donde la burguesía se halla armada hasta los dientes y los obreros desarmados”, porque, de lo contrario, no podrían mantener ni 24 horas su alianza con la burguesía.
Por ello, a nuestro entender, camara­das, el trabajo preparatorio en estas con­diciones, pasa en primer lugar por una de­nuncia y una lucha implacable por derro­tar a esas direcciones, que son el principal obstáculo entre los obreros y las armas.

Este combate, en los momentos pre­paratorios, es una lucha contra el paci­fismo del que imbuyen las direcciones traidoras al proletariado. Trotsky en "Adónde va Francia", en 1934, en una situación pre-revolucionaria, decía que proletariado fabrica las armas, las trans­porta, las usa en el campo de batalla, y que lo único que separa a los obreros de las armas es precisamente el accionar de las direcciones traidoras que permanen­temente llevan a los obreros a políticas pacifistas.

Y como parte de ese combate, son ne­cesarias una agitación y propaganda sis­temática, ante cada huelga, cada lucha parcial, porque los obreros y los explota­dos pongan en pie sus destacamentos de autodefensa para enfrentar la represión del estado burgués, de su policía, de su ejército, de sus bandas paramilitares, etc. “Los pique tes de huelgas son las células fundamentales del ejército del proleta­riado. Por allí es necesario empezar. Es preciso inscribir esta consigna en el programa del ala revolucionaria de los sin­dica tos. En todas partes donde sea posi­ble, empezando por las organizaciones juveniles, es preciso constituir práctica­mente milicias de autodefensa, adies­trándolas en el manejo de las armas.

La nueva ola del movimiento de masas no sólo debe servir para aumentar el número de esas milicias, sino también para unificarlas por barrios, ciudades y regiones Es preciso dar una expresión or­ganizada al legítimo odio de los obreros en contra de los elementos rompehuel­gas, las bandas de pistoleros y de fascistas. Es preciso lanzar la consigna de la milicia obrera como única garantía seria de la inviolabilidad de las organizacio­nes, las reuniones y la prensa obrera.
Sólo gracias a un trabajo sistemáti­co, constante, incansable, valiente en la agitación y en la propaganda, siem­pre en relación con la experiencia de la masa misma, pueden extirparse de su conciencia las tradiciones de docilidad y pasividad: educar destacamentos de heroicos combatientes, capaces de dar el ejemplo a todos los trabajadores, in­fligir una serie de derrotas tácticas a las bandas de la contrarrevolución, aumentar la confianza en sí mismos de los explotados, desacreditar el fascismo a los ojos de la pequeña burguesía y despejar el camino para la conquista del poder para el proletariado” (Programa de Transición).

Pero de todo esto, camaradas, en vuestro documento, ustedes no dicen una palabra. Para ustedes, la clave del trabajo preparatorio es la "sindicalización" de la policía, y con ello, el camino al armamento del proletariado estaría ca­si asegurado. Una verdadera utopía.
Todo esto no significa, camaradas, que, para partidos revolucionarios con influencia de masas o grandes partidos de vanguardia, como eran los Partidos Comunistas de la III Internacional de Lenin y Trotsky -no para pequeñísimos grupos o núcleos como los nuestros- no esté planteada la necesidad de “llevar adelante una propaganda y una agitación sistemática y perseverante entre las tropas” (“Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Co­munista”), y, bajo determinadas cir­cunstancias, poner en pie células revo­lucionarias en la base del ejército. Pero de lo que se trata, camaradas, es de rom­per con toda revisión estratégica, pro­gramática de las tareas de los revolucio­narios para preparar “la insurrección co­mo arte”. Porque es claro que la III In­ternacional habla de un trabajo sobre las tropas, los soldados del ejército -jóve­nes obreros bajo armas-, y no sobre los oficiales ni, menos que menos, sobre la policía, como hemos planteado más arriba.

 

El camino al fusil del soldado pasa por el tiro disparado al oficial
con el arma arrebatada al policía. La lucha por ganarse
a la base del ejército

Si esta es, a nuestro entender, la políti­ca en los momentos preparatorios -es de­cir, desarme y disolución de la policía, y poner en pie las milicias obreras- también lo es al inicio de una revolución, para po­der poner en pie los soviets armados. Por­que cuando se inicia una revolución, o bien la clase obrera desarma y disuelve a la policía y pone en pie, con las armas confiscadas a la misma, las milicias obre­ras, o tendrá cerrado el camino para divi­dir al ejército y ganarse a los soldados.

Vuestra política ante la policía es una política sindicalista, impotente para de­sarrollar toda lucha política de masas y una estrategia soviética. Puesto que los soviets, los organismos de lucha política de las masas, no son solo para el momen­to de la insurrección, sino para todas las fases preparatorias en las que la lucha económica se vuelve impotente y las ma­sas irrumpen en lucha política, comen­zando desde el piquete de huelga, el co­mité de fábrica, y la organización de la clase y sus distintos sectores no por ofi­cio, no para defender el salario, sino para unir a las distintas capas para la lucha po­lítica contra tal o cual régimen y gobier­no.

Ustedes, a ello, le oponen la sindicalización de la policía. Esto destruye toda posibilidad de soviets maduros. Puesto que los revolucionarios luchamos no so­lo por coordinarlos y centralizarlos, sino por armarlos, y porque tomen en sus manos la resolución de todos los pro­blemas de la clase obrera y los explo­tados: la seguridad, la justicia, todas las tareas ejecutivas, para que desarrollen un grado tal de independencia de las or­ganización obreras en relación a estado, que permita preparar una insurrección triunfante de las clases explotadas.
Pero ahí no termina la cuestión, por­que ustedes, camaradas, con su posición, rompen con la tesis marxista sobre la in­surrección de que, para ganarse a la base del ejército, hay que tirarle un tiro al po­licía, para que el soldado comprenda que la clase obrera está dispuesta a ir hasta el final en su combate.

Así lo mostró la experiencia de la Revolución de febrero de 1917 en Rusia. Trotsky plantea, en "Historia de la revo­lución rusa", que las milicias obreras se armaron con unas 70.000 armas saquea­das de los depósitos y cuarteles durante las jornadas de febrero y como producto del desarme de la policía. Y luego conti­núa Trotsky diciendo:
“La. hora crítica del contacto entre la masa que ataca y los soldados que le salen al paso tiene su minuto crítico: es cuando la masa gris no se ha dispersado aún, se mantiene firme y el oficial, ju- gándose la última carta, da la orden de fuego. Los gritos de la multitud, las ex­clamaciones de horror y las amenazas ahogan la voz de mando, pero solo a medias. Los fusiles se mueven. La multi­tud avanza. El oficial encañona con su revólver al soldado más sospechoso. Ha sonado el segundo decisivo del minuto decisivo. (...) En el instante crítico, cuando el oficial se dispone a apretar el gatillo, surge el disparo hecho desde la multitud (...), y esto basta para decidir no so lo la suerte de aquel momento, sino tal vez el de toda la jornada y aún el de toda la insurrección.(...) Antes de que se llegara a los choques con las tropas tu - vieron lugar innumerables encuentros con los gendarmes. La lucha en las ca­lles se inició con el desarme de los odia­dos “faraones” (gendarmes) cuyos re­vólveres pasaban a las manos de los re­volucionarios. En sí mismo, el revólver es un arma débil, casi de juguete, contra los fu si les, las ametralla do ras y los cañones del enemigo. Pero ¿estaban estos realmente en sus manos? Para comprobarlo, los obreros exigían armas. Es ésta una cuestión que se resuelve en el te­rreno psicológico. Pero tampoco en las insurrecciones los procesos psicológi­cos son fácilmente separables de los materiales. El camino que conduce al fusil del soldado pasa por el revólver arreba­tado al faraón”. (L.T., Historia de la re­volución rusa, tomo I, Capítulo VII, “Cinco días”, negritas nuestras).
Efectivamente, en toda situación re­volucionaria, o al inicio de una revolu­ción, la lucha es por quién se gana a la base del ejército - es decir, a los obreros y campesinos bajo armas-: si la burgue­sía y la casta de oficiales para que masa­cren al pueblo; o bien, los soviets y la mi­licia obrera para poner en pie los comités de soldados y preparar la insurrección.

En este punto, estamos ante una cues­tión decisiva de la lucha por la insurrec­ción: la lucha por que la clase obrera se gane a la base del ejército es lo que hace a la esencia de la política militar del pro­letariado. Todo revolucionario sabe que el soldado -es decir, el obrero o el campe­sino bajo armas- no puede darse vuelta a favor de la revolución, si no ve con clari­dad, al otro lado de la barricada, a la cla­se obrera dispuesta a ir hasta el final en su combate. Es decir, si no ve con clari­dad que, si él se da vuelta y se pasa a la barricada del proletariado y los explota­dos, éstos lo van a defender contra el ofi­cial que intentará pegarle un tiro para que no se rompa la disciplina del ejército.
El soldado sólo se dará vuelta cuan­do vea a los obreros dispuestos a ir hasta el final; si sabe que éstos, antes, derrota­ron y desarmaron a la policía, y que tie­nen en sus manos el revólver "arrebata­do al faraón", es decir, al policía, para pegarle un tiro a su propio oficial. Uni­camente así el soldado podrá estar segu­ro, dar vuelta el fusil contra sus oficiales, y pasarse a la barricada de la revolución.
Todo lo que no sea definir con clari­dad esta cuestión, es una política militar para la insurrección completamente idealista. ¿O ustedes creen, compañeros, que las células de revolucionarios al in­terior del ejército pueden hacer algo, pueden hacer que se insurreccione un batallón, si del otro lado no están los soviets y sus milicias obreras, desarmando a la policía y disparando sobre el oficial? ¿Quizás algún soldado, militante de un partido revolucionario, por más años de trabajo conspirativo en las fuerzas arma­das que tenga, podrá darse vuelta sin que el oficial le pegue un tiro, si no están los obreros organizados en soviets, con sus milicias, demostrando que con el revól­ver conseguido desarmando a la policía, están dispuestos a ir a pegarle un tiro al oficial que le apunta con su arma?

El manual de la insurrección ya fue escrito por la III y la IV Internacionales, las internacionales de la dictadura del proletariado. Lora, con su "teoría inno­vadora" de los oficiales "rojos", y hoy ustedes con vuestra política de sindicalización de la policía, no sólo no aportan nada nuevo a ese manual, sino que no dejan piedra sobre piedra del mismo.

Es hora de cambiar, de que la TCI vuelva a la verdadera política militar del proletariado, que ya planteara Lenin en la revolución rusa de 1905, cuando de­cía: “ ... si la revolución no adquiere un carácter de masas y no influye en las tropas, no puede hablarse de una lucha se­ria. De suyo se comprende la necesidad de un trabajo entre las tropas. Pero no debemos figurarnos que se pasarán a nuestro lado de golpe, como resultado de la labor de persuasión o de sus propias convicciones. (...) ... la vacilación de las tropas, fenómeno inevitable en todo movimiento auténticamente popular, conduce, al agudizarse la lucha revoluciona­ria, a una verdadera lucha por las tro­pas. (...) Nos hemos dedicado y nos dedi­caremos con mayor tenacidad a la tarea de conquistar ideo lógicamente a las tropas; pero no pasaríamos de ser unos lamentables pedantes, si olvidáramos que en un período de insurrección se necesi­ta también librar una lucha física por atraer a las tropas. (...) No debemos pre­dicar la pasividad ni la simple espera del momento en que las tropas “se pa­sen” de nuestro lado. ¡No! Debemos proclamar a los cuatro vientos la nece­sidad de una ofensiva audaz y de un ataque armado, la necesidad de exter­minar en tales momentos a quienes es­tán al mando del enemigo (es decir, a la oficialidad, N. de R) y de librar la lucha más enérgica por las tropas vacilantes” (“Las enseñanzas de la insurrección de Moscú”, negritas nuestras).

Las mismas enseñanzas nos dejó Trotsky, sacando las lecciones de la Re­volución Rusa de 1905, cuando decía: “El soviet trató librar la lucha a escala nacional, pero nunca fue más que una institución petersburguesa (...) no cabe duda que en el próximo estallido revolucionario, tales consejos obreros se for­marán en todo el país (...) El nuevo so­viet no tendrá que volver a conocer la experiencia de aquellos cincuenta días. Pe ro de ello podrá deducir todo su programa de acción (...) cooperación revolucionaria con el ejército, el campesina­do y los sectores plebeyos de las clases medias; abolición del absolutismo; destruccieon del aparato militar del absolutismo; disolución y reorganización par­ciales del ejército; abolición de la poli­cía y del aparato burocrático; jornada de trabajo de 8 horas; entrega de armas al pueblo, sobre todo a los obreros...”.
Efectivamente, en toda revolución la lucha es por la base del ejército. La ex­periencia de la tragedia de la revolución de los Cordones Industriales en Chile, en 1973, lo demuestra. En esa heroica revolución, estaban de un lado los obre­ros, en los Cordones industriales arma­dos, con embriones de milicias obreras. Los marineros de Valparaíso y Talcahuano se insurreccionaron denunciando que la ITT preparaba el golpe de estado, y fueron los primeros torturados y asesina­dos antes del golpe pinochetista.
Mientras tanto, Allende y el PC nom­braban a Pinochet como comandante en jefe del ejército, de quien decían que era un general "patriota". Era el general "ro­jo" que habían encontrado, y que se sa­caba fotos abrazado con Fidel Castro du­rante la segunda visita de éste a Chile. Y al mismo tiempo, las burguesas de los barrios altos, organizaban fiestas con fi­nos vinos a la que llevaban a los solda­dos conscriptos -los hijos de los obreros y campesinos-, para ganárselos para la burguesía.
La tragedia de la revolución chilena fue la ausencia de un partido revolucio­nario, de una dirección revolucionaria de los Cordones industriales que, en­frentando a la política traidora del stalinismo y su "vía pacífica al socialismo", llamara a los trabajadores y los explota­dos a desarmar a la policía, y con las ar­mas a ella arrebatadas a marchar a los cuarteles a buscar a los soldados, es de­cir, a sus hijos, a sus hermanos, a sus no­vios y maridos, a los obreros y campesi­nos bajo armas. ¡Qué caro pagó esto la clase obrera chilena, y de toda América Latina! Es que con la política militar del proletariado no se puede jugar a las es­condidas, camaradas.

 

¿Compañero policía", o "venga de rehén"?
El veredicto inapelable de la experiencia
de la lucha de clases y de las revoluciones

La historia de la lucha de clases y de las revoluciones, entonces, ya demostró cuál es la política del proletariado frente a todas las policías, y que la consigna de "disolución de la policía" no es para na­da "abstracta": se trata de desarmar a la policía -esto significa "disolverla"- y ar­mar con sus armas a las milicias obreras, para poder ganarse a la base del ejército.
Esta es la experiencia, sin ir más le­jos, de los piqueteros de General Mosco- ni: en noviembre de 2000, cuando corta­ban la ruta con sus piquetes, el comisario y un oficial se acercaron a dar el ultimá­tum de que desalojaran la ruta, es decir, a cumplir la orden del juez (insistimos: la policía "sindicalizada" por la que uste­des luchan, o cumple las órdenes de los jueces, o dejan de ser policías porque in­mediatamente son echados de la fuerza). Muy sagazmente, los piqueteros de Mosconi comprendieron que no debían decirle a esos policías: "Compañero po­licía, no nos reprimas". Por el contrario, les dijeron: "Ustedes son rehenes", los maniataron y los subieron sobre un ca­mión tanque cargado de gasolina!!! Lue­go, cuando fue la gendarmería la que re­primió -asesinado a Aníbal Verón en la ruta- los piqueteros respondieron toman­do la comisaría, tomando de rehenes a los policías que allí estaban, desarmán­dolos, incendiando el lugar, tomando un depósito judicial de armas e incautando las mismas, es decir, disolviendo a la po­licía, que huyó de Mosconi. ¿Conside­ran ustedes, camaradas, que esta disolu­ción y desarme de la policía en Mosconi, como producto de una semi-insurrección local, fue "un espontaneísmo paci­fista reformista e impotente, o (...) una política de tipofoquista oputchista"?

Y, camaradas, la historia de las revo­luciones y la lucha de clases demuestra la corrección de esto. Por ejemplo, en la revolución Alemana de 1919 la policía fue disuelta porque los obreros asaltaron todas la comisarías y las vaciaron. Los embriones de milicia obrera surgieron de estas acciones de la clase obrera y no de algún "sindicato de policías".
No queremos abundar en ejemplos históricos, camaradas, pero es claro que esa es la experiencia histórica de la revo­lución alemana de los consejos obreros de 1918-19; y también la de la propia re­volución boliviana de 1952 donde, con­tra la falsificación de que "la policía se pasó del lado del pueblo", lo que sucedió es que los mineros, armados con su di­namita, tomaron y asaltaron no sólo los arsenales militares sino también las co­misarías. Así, con los soldados pasándo­se de su lado, y con las armas arrebata­das a los arsenales militares y a las comi­sarías, se armaron las milicias obreras y campesinas.

Y, camaradas, el trabajo preparatorio para la disolución de la policía, no con­siste en absoluto en apoyar sus huelgas y pedir su sindicalización, ni en pedir al "compañero policía" que no reprima, si­no en luchar por derrotar a las direccio­nes traidoras, que son las que impiden que la clase obrera y los explotados de­sarmen a la policía y pongan en pie sus comités y piquetes de autodefensa, em­briones de la milicia obrera: ¡porque cuando no había burocracia piquetera que controlaba, en Cutral-Có, en Mosconi, los obreros en su lucha revolucio­naria tomaban a los policías de rehenes, los desarmaban, quemaban las comisa­rías, y organizaban sus piquetes para la defensa, e inclusive, para las tareas de vigilancia en los barrios obreros!

Camaradas, según vuestra posición, a ustedes les toca dar algún ejemplo de la lucha de clases, alguna revolución en donde un sindicato de policías se haya pasado del lado del lado de las masas re­volucionarias!

Otro ejemplo claro, también en una situación preparatoria, fue lo que suce­dió en Tepatepec, México, en febrero de 2000, mientras se desarrollaba en ese país la lucha por la libertad de los mil es­tudiantes de la UNAM que el régimen mexicano y su policía federal preventiva habían encarcelado, luego de irrumpir en la universidad para derrotar la huelga estudiantil que llevaba ya diez meses. En la Normal Rural distante a unos cin­co kilómetros del pequeño pueblo de Tepatepec, en el estado de Hidalgo, irrum­pió la policía y apaleó brutalmente y me­tió presos a 300 estudiantes que estaban en lucha y la habían tomado, y ocupó las instalaciones de la escuela.
Pocas horas más tarde, cinco mil tra­bajadores y campesinos marcharon des­de Tepatepec hasta la Normal ocupada por la policía, la rodearon, la atacaron, le prendieron fuego, obligando a la policía a huir, y tomaron a 68 de ellos como re­henes. Los desarmaron, los desnudaron, los ataron unos a otros por las muñecas y los tobillos, los obligaron a caminar des­calzos los cinco kilómetros hasta el pue­blo, los obligaron a arrodillarse en la plaza del pueblo, y le dijeron al goberna­dor de Hidalgo: "o libera a nuestros hijos presos, o los matamos uno por uno".
¿Qué habrían planteado ustedes, ca­maradas? ¿Qué la acción de los obreros y campesinos de Tepatepec era "un es­pontaneísmo pacifista reformista e im­potente, o (...) una política de tipo fo­quista o putchista", y que había que lla­mar a esos policías a "sindicalizarse"?!!!

Si estos ejemplos muestran qué sig­nifica "disolución de todas las policías", creemos que la experiencia de Bolivia, de febrero a octubre de 2003, muestra a dónde puede llevar la política de tratar a la policía como "empleados públicos" y apoyar sus huelgas. Así, en febrero de 2003, la semiinsurrección espontánea de los obreros y campesinos, abrió fisuras en la casta de oficiales, cuestión que se vio en el enfrentamiento a tiros limpios entre el ejército y la policía (a ésta últi­ma la afectaba el impuesto del 12% a los salarios que había decretado Goni). En esta oportunidad, camaradas, las direc­ciones reformistas y también el POR Lorista, plantearon el apoyo a las reivin­dicaciones de la policía.

Nuestra política, camaradas, fue exactamente la contraria: la de llamar a desarmar a la policía, a poner en pie mi­licias obreras y campesinas, y a la de lla­mar a los soldados a destituir a sus ofi­ciales y a constituir comités de soldados que se pasaran del lado del pueblo. ¡Y eso era lo que mostraba el "verde árbol de la vida", camaradas, con los heroicos obreros y campesinos irrumpiendo con un certero grito de guerra, el de "Fusil, metralla, Bolivia no se calla!".

Finalmente, la burguesía, viendo el peligro de que las masas terminaran por dividir y destruir al ejército, dislocar al régimen y al estado burgués y abrir la re­volución, retrocedió del impuestazo, ne­goció con la policía y sacó los tanques de las calles. La tregua dada por las di­recciones traidoras le permitió cerrar las fisuras que se habían abierto en la casta de oficiales, y así, en septiembre-octubre de 2003, vimos al ejército y a "los com­pañeros policías" a los que las direccio­nes reformistas y el POR Lorista habían llamado a apoyar en febrero, codo a co­do masacrando a los obreros y campesi­nos en Ventilla, en El Alto, etc.

Contra esa política, camaradas, en septiembre-octubre, los obreros y cam­pesinos mostraron total perspicacia: no se dedicaron a llamar a los "compañeros policías" a que no repriman, sino que los enfrentaron en sus barricadas, y en El Alto, asaltaron varios de sus puestos, de­sarmaron a los efectivos, incendiaron las instalaciones; rodearon con piquetes las casas particulares de los policías en los barrios, obligándolos a abandonarlas ba­jo amenaza de ser linchados y quemadas sus viviendas. En Warisata y Sorata, to­maron las comisarías, desarmaron y ex­pulsaron a la policía de esos pueblos, y pusieron en pie sus propias milicias obreras y campesinas para garantizar la seguridad, lo que ha resultado que no ha habido prácticamente robos y delincuen­cia en esos pueblos en los últimos me­ses. Y si pudieron hacer esto, fue preci­samente porque rompieron la tregua y pasaron por encima de sus direcciones reformistas, que los llaman a apoyar a los "compañeros policías"!!!

De la misma manera, una vez que las direcciones reformistas como la de Quispe retomaron el control, fueron ellas las que garantizaron que, hace al­gunos meses atrás, volviera un destaca­mento de siete policías a Warisata y So­rata, cuestión por supuesto festejada por bombos y platillos por toda la burguesía.
En los 80’ ya hubo una corriente que planteó y llevó a cabo en gran escala la política de "sindicalización de la poli­cía" que ustedes sostienen hoy. El MAS de los 80’ se lanzó “audazmente” a ga­nar policías para ese partido y organizar células y sindicatos. Esta tragicomedia terminó con policías que salían de las reuniones de equipo en los locales del MAS, para irse a reprimir a los obreros, es decir, a cumplir con su oficio. ¡Claro que está visto que el MAS jamás pensó en la insurrección! No creemos que sea el caso de ustedes por lo que los llama­mos, fraternalmente, a la reflexión.

Finalmente, camaradas, ustedes oral­mente nos han planteado que no se pue­de negar que la lucha de clases se refleja en la policía. Es verdad, pero no solo la lucha de clases en general, sino también la guerra civil y la insurrección. Y la teo­ría y la vida demuestran que la forma en que se manifiesta la guerra civil y la in­surrección es disolviendo la policía, es decir, desarmándola, asaltando comisa­rías, formando con las armas así “expro­piadas” los embriones de milicia obrera.
¡No se puede borrar más de cien años de lucha revolucionaria del proletariado!

 

Sobre el balance de la posición de Lora, y sobre las posibles "particularidades nacionales":
Política marxista para destruir la casta de oficiales;


o política menchevique stalinista de buscar “militares patriotas” como refracción de la política stalinista de buscar "burgueses progresivos".

La esencia de la política militar del proletariado se concentra en la necesi­dad de destruir a la casta de oficiales de las fuerzas armadas y a todas sus poli­cías, como pilar fundamental del Estado burgués, y en conquistar el armamento del proletariado. Decía Trotsky, en His­toria de la Revolución Rusa: " Aunque la aplastante mayoría de la guarnición se colocase al lado de los obreros, la mino - ría estaba contra los obreros, contra la insurrección, contra los bolcheviques. Esa pequeña minoría se componía de los elementos más cualificados del ejér­cito: el cuerpo de oficiales, los junkers, los batallones de choque y quizá tam­bién los cosacos. No se puede conquistar políticamente a estos elementos: ha­bía que vencerlos".

Toda posición que no plantee esto -es decir, que a la casta de oficiales no se la puede conquistar políticamente, sino que hay que vencerla, destruirla- termi­na llevando a la posición lorista de que es necesario organizar una "tendencia revolucionaria " en el ejército, con ofi­ciales incluidos.

Es por ello, camaradas, que nos ha llamado la atención, la siguiente afirma­ción que ustedes realizan en vuestro do­cumento, precisamente respecto de Lora: "Sin embargo, en honor a la verdad, queremos puntualizar que la acusación que se hace habitualmente contra Guillermo Lora respecto a los episodios de la revolución boliviana de los 70, carece de fun­damento serio. El POR cometió muchos errores, pero es falso que su política estuviera dirigida a ganarlo a Torres o a la oficialidad. Lo que Lora refleja en sus obras es un dato objetivo de la realidad: guarniciones del ejército y de la policía, con sus oficia les incluidos, pedían su in­greso a la Asamblea Popular".

Nos llama la atención, puesto que el propio Lora, por escrito y en forma pú­blica, refuta sin ambages esta visión tan indulgente de los camaradas de la TCI de que habría cometido "errores", y de que jamás se planteó "ganar a la oficiali­dad". Tan es así, que en un folleto escri­to por Lora en 1981, titulado "La crisis de las fuerzas armadas. Respuesta del partido revolucionario"2, Lora dice con todas las palabras:
“La insurrección de los explotados para poder triunfar tiene que recorrer el camino de la frac tura del ejército regular, por muy poderoso que éste sea. Esta lección que emerge de toda la experien­cia histórica nos permite comprender la gran importancia que tiene la formación de una tendencia revolucionaria (al decir revolucionaria queremos decir que se estructurará alrededor de la estrategia del proletariado) en el seno de las fuerzas armadas. Si hasta ayer se ha­blaba en este plano de la tropa, hoy se puede hablar de la oficialidad, en esto consiste una de las particularidades de la realidad boliviana. (...) En las actuales condiciones, la objeción al trabajo en medio de los oficiales, importaría partir del absurdo de que éstos son or­gánica y definitivamente reaccionarios. (...) Si la perspectiva es ganar a parte del ejército en el proceso insurreccional, apoyándose en la tropa, la constitución de una tendencia revolucionaria entre la oficialidad, los clases, los suboficia­les y los soldados, puede significar que en el trabajo cotidiano se preparen las mejores condiciones, y sobre todo segu­ras, para lograr ese objetivo” (Capítulo V: Hacia la formación de la tendencia revolucionaria en el Ejército, páginas 26-27, negritas nuestras).

Camaradas, sólo citamos muy sinté­ticamente un capítulo completo de este texto de Lora dedicado a explicar por qué es clave ganar a los oficiales, y por qué es posible hacerlo dado las "particu­laridades nacionales" de Bolivia. Desde el ya, ponemos a vuestra disposición una copia del folleto completo, si así lo creen necesario. Es más, les podemos enviar también la revista "Revolución Proleta­ria N° 9", del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacio­nal (es decir, de la corriente internacio­nal del lorismo), de Mayo de 1996, edi­tada en Argentina, que incluye en su in­terior gran parte de un ejemplar de "Vi­vo Rojo" (el N° 108, de abril de 1996), en el que consta claramente asentado: “En estas páginas hemos reproducido tapa y contra tapa y unos cuantos artículos del N° 108 de "Vivo Rojo" que muestra nítidamente la influencia de las ideas trotskistas en una corriente de oficiales de las FF.AA (negritas nuestras). Es claro entonces que la política de Lora, tanto en 1971, como en 1981, como en 1996, era la de ganarse a una corriente de oficiales de las asesinas fuerzas arma­das bolivianas, y para nada limitarse a constatar "datos objetivos de la reali­dad".

Pero además, camaradas, ustedes van más lejos en vuestro documento, y afirman: “... el pliego nacional de reivindicaciones que propagandiza nuestra sec­ción argentina se dirige a la tropa y suboficialidad, sin mencionar a los oficiales. Sin embargo, en relación a es te debate y a cualquier otro nos parece im­portante comprender que “gris es la teo­ría y verde es el árbol de la vida”. El Estado Mayor de la Clase Obrera debe di­rigirse hacia sus objetivos estratégicos de revolución y dictadura proletarias armado de una gran capacidad táctica y de maniobra. El caso de Bolivia (como también seguramente el de Ecuador) puede plantear particularidades nacio­nales de las fuerzas armadas, que por el propio atraso, por la inexistencia de una doctrina de seguridad propia dado el sometimiento al Imperialismo, o por los antecedentes históricos concretos, se in­subordinen también oficia les”.
Camaradas en este concepto de uste­des hay una verdadera revisión del mar­xismo, del materialismo histórico. La casta de oficiales es expresión de la bur­guesía ya que los oficiales son una casta burguesa en las fuerzas armadas. Por ello, sembrar ilusiones en que oficiales burgueses pueden pasarse a la insurrec­ción es deslizarse hacia la política stali- nista de buscar militares "patriotas" o burgueses "progresistas" que ya fue apli­cada en el “verde árbol de la vida”, en Ecuador y Bolivia, y también en decenas de revoluciones estranguladas durante el siglo XX.
Como lo demuestra inclusive la his­toria reciente, la oficialidad puede divi­dirse verticalmente como parte y expre­sión de las propias divisiones en la bur­guesía generadas por la crisis económica y los ascensos de masas.

Decir que, en algunos casos, parte de esa oficialidad puede ser ganada pa­ra la revolución, es lo mismo que afir­mar que se puede ganar a dirigentes de los partidos burgueses (que también suelen dividirse como expresión de las brechas y divisiones en la burguesía), esto es, hacerles creer a los obreros que puede haber burgueses “amigos” de la revolución!!

Afirmar esto es peligrosísimo para la clase obrera, y le presta un servicio al stalinismo toda corriente trotskista que contribuya a crear ilusiones en que la casta burguesa de los oficiales del ejérci­to pueden cumplir un rol revolucionario cuando se divide. Ya que por su carácter de clase su rol no puede ser otro que contrarrevolucionario. El hecho que, bajo determinadas circunstancias, para cumplir mejor este rol o por las propias disputas de la burguesía, la casta de ofi­ciales pueda dividirse y un ala posar de "democrática" y "antiimperialista", no le cambian su carácter de clase ni su rol a los oficiales. Sostener lo contrario es re­visar el marxismo revolucionario, es de­cir el trotskismo, ya que éste se confor­mó luchando, entre otras cuestiones, contra la teoría menchevique-stalinista de la “revolución por etapas” y contra su consecuencia, la política frentepopulista como estrategia de poder. Teoría que, aplicada a los países coloniales o semi-coloniales, sostiene que en la primera etapa de la revolución proletaria el pro­letariado debía aliarse a los sectores bur­gueses progresivos o “democráticos” y a los militares "patriotas" para liberar al país del dominio imperialista. Una vez que esta etapa se completara estaría planteada la toma del poder. Como toda teoría mechevique-stalinista, reniega de la toma de poder por la clase obrera con sus organismos de autodeterminación y milicia obrera.

Esta teoría ya fue aplicada por el maoísmo en Ecuador y condujo al desvío de la revolución en 2000, cuando la CONAIE y los stalinistas del frente patriótico le entregaron el poder al "coronel patrio­ta" Gutiérrez, que se lo terminó devol­viendo a Noboa que impuso la dolarización y sacó el ejército a la calle. Esta po­lítica de sostén al coronel "patriota" sig­nificó también, más tarde, la conforma­ción del frente popular que ganó las elec­ciones en 2002, llevando a Gutiérrez a la presidencia quien, una vez que la asu­mió, aplicó, como no podía ser de otra manera, todos los planes del FMI.

Pero no solo en Ecuador hemos visto dividirse la casta de oficiales como ex­presión de la división de la burguesía. El surgimiento y desarrollo de fenómenos nacionalistas burgueses en las semicolonias significa, en general, la división de la casta de oficiales, con un sector ali­neado con la fracción burguesa "nacio­nalista" que regatea con el imperialismo, y otro con la fracción burguesa que tiene directamente al imperialismo atrás, co­mo lo vemos hoy en Venezuela, o como fue el caso del peronismo en Argentina en las décadas del '40 y '50.

Pero lo que nos parece más grave, ca­maradas, es que vuestra posición sobre las supuestas posibles "particularidades nacionales" que se darían en el "verde ár­bol de la vida", liquida, lamentablemen­te, la experiencia de una de las más gran­des revoluciones del siglo XX, como fuera la revolución española. Porque allí, en la guerra civil española, ¡sí que se dividió la burguesía, y con ella, la cas­ta de oficiales! En el Ejército Republi­cano había oficiales "democráticos", "republicanos", que no eran sino la expresión de la burguesía, y de la polí­tica de colaboración de clases del fren­te popular en el ejército, de su política de que primero había que ganar la guerra contra Franco, y conquistar la República, y sólo después estaría plan­teado pelear por la revolución socialis­ta. La existencia de esa casta de oficiales burguesa en el ejército republicano, sig­nificó que los obreros no podían expro­piar a los terratenientes y a la burguesía en los territorios que conquistaban en su lucha contra el ejército franquista, puesto que justamente el rol de esa oficialidad era defender, en primer lugar, la propie­dad privada y los intereses de su clase.
Así, los obreros y campesinos espa­ñoles terminaron masacrados en la gue­rra civil, y su gran revolución aplastada. ¡Esa es la experiencia que muestra no el "verde árbol de la vida", sino el negro árbol de la muerte y la derrota del prole­tariado, camaradas!

La misma experiencia vimos en la revolución portuguesa de 1974, donde al tiempo que se conformaban los comités de obreros, inquilinos, y de soldados que
metían presos a sus oficiales, se dividía la casta de oficiales y surgía el MFA el que, junto con el PC, constituyó un go­bierno de frente popular. Fue ese gobier­no de frente popular del PC y de los ofi­ciales del MFA, los que, a punta de pis­tola, liquidaron y desarmaron a los co­mités de obreros, inquilinos y soldados, y estrangularon así la revolución.

 

Una posición sobre el surgimiento del Ejército Rojo que falta a la verdad histórica, y que termina confluyendo con la posición escandalosa de Lora

Pero lo que nos parece aún más gra­ve es que, inmediatamente después de referirse a las posibles "particularidades nacionales" y que no se puede descartar que "se insubordinen también los oficia­les" en tal o cual país, ustedes afirman:
"Recordemos que una de las más grandes creaciones de la clase obrera en su lucha contra la explotación capi­talista (el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos), contó en sus filas con mi­les de oficia les zaris tas, entre ellos, por nombrar al más destacado, el Coman­dante de Compañía Tujachevsky, no só­lo de extraordinarias aptitudes en cuan­to a técnica y estrategia militar, sino convertido en militante del internacio­nalismo proletario en los primeros años de la revo lución de oc tubre".
Compañeros, creemos que, lamenta­blemente, ustedes no han logrado com­pletar vuestra ruptura con el lorismo. Porque en el texto antes citado, Lora ter­mina precisamente su capítulo sobre "La tendencia revolucionaria en las fuerzas armadas", con la siguiente afirmación:
"La lucha revolucionaria se asienta básicamente en la organización de las milicias de obreros y campesinos y que son eficaces en la guerra irregu lar o pe - queña. No se puede renunciar a es te tra - bajo o sustituirlo con la formación de una ten den cia re vo lu cio na ria mi li tar. Las milicias son ya embriones del fu turo ejército que tendrá que poner en pie la dictadura del proletariado para defen­derse de sus enemigos del exterior. Esta institución será permanente, basada en la conscripción y organizada conforme a la ciencia militar que pasará a servir a la po lítica revo lucionaria. Si se estruc­tura una tendencia revolucionaria den­tro de las actuales fuerzas armadas, condenadas a ser destruidas como par­te del aplastamiento del Estado bur­gués, no podrá menos que constituirse en la columna vertebral de los cuadros de mando del ejército obrero-campesi­no ". (negritas nuestras)
Camaradas, vuestra afirmación -y ni qué decir, la de Lora- es faltar a la ver­dad histórica, es "olvidar" que la Re­volución Rusa destruyó a la casta de oficiales como tal, a todas las policías, e impuso el armamento del proletaria­do, organizado en milicias obreras y campesinas. Niegan un hecho grande como una casa: que la que organizó la insurrección y la toma del poder, fue la Guardia Roja del Soviet apoyada en los comités de soldados. Niegan que esa insurrección destruyó la casta de oficiales del ejército que ERA LA ORGANIZADORA DE LA GUE­RRA IMPERIALISTA. Casta de ofi­ciales que comandaba la carnicería hu­mana de la primera guerra mundial don­de se enfrentaban entre ellos obreros alemanes, franceses, rusos, etc. La insu­rrección de Octubre no dejó ni rastros de esa casta de oficiales, de la misma manera que lo hiciera después la revolu­ción de los consejos obreros en Alema­nia, donde el fogonero -sí, el que tiraba el carbón para que funcionen los bar­cos- terminó como comandante en jefe de la flota de mar alemana que regresa­ba, insurrecta, a casa.
La casta de oficiales estaba, de con­junto, con Kornilov en Rusia. ¿Nos pue­den decir, ustedes y Lora, qué oficial en­cabezó la derrota de Kornilov primero, y luego la insurrección de Octubre?
Porque lo que ustedes y Lora dicen es que para la revolución y para la insu­rrección se puede contar con un sector de la casta de oficiales. Y eso es una fal­sificación de la revolución rusa.

Cualquier lector avezado del marxis­mo, de los escritos militares de Trotsky, que haya seguido la apasionante discu­sión sobre el problema del ejército rojo, que dividió a la dirección del partido bolchevique y a la misma III Internacio­nal, podrá constatar lo siguiente:

  1. Que la revolución alemana de 1918-19, y la húngara del mismo año, habían sido derrotadas.
  2. Que Rusia quedaba aislada y ro­deada por 14 ejércitos imperialistas.
  3. Que al interior del partido bolche­vique surgió una fracción encabezada por Bujarin y Kollontai que, junto a los anarquistas y los SR de izquierda, esta­ban en contra de la constitución de un ejército profesional, y opinaban que a los 14 ejércitos imperialistas se los en­frentaba con las milicias obreras y las guardias rojas de los Soviets. Denuncia­ban que conformar un ejército profesio­nal era poner en pie una institución bur­guesa en el estado obrero.
  4. Que la mayoría de la dirección, encabezada por Lenin y Trotsky, efecti­vamente plantearon que la forma de un ejército profesional, era burguesa, con generales, coroneles, sargentos, cabos, soldados, etc. Pero que, de lo que se tra­taba, no era de la insurrección o la revo­lución, sino de la guerra, que tiene una técnica específica a la que se debía recu­rrir mientras siguiera retrasada la revolu­ción alemana y mientras Rusia continua­ra cercada por las tropas blancas.
  5. Que ese ejército era Rojo y adqui­ría un carácter de clase, obrero, no por sus escalafones militares (que eran bur­gueses) sino porque estaba conducido por los comisarios rojos votados por los soviets, porque sólo se aceptaba el in­greso al mismo de obreros y campesi­nos, y porque era el brazo armado de un estado obrero revolucionario.
  6. Que, puesto que se trataba de po­ner en pie un ejército profesional, tuvo que recurrirse, como elementos aislados e individuales, a ex oficiales de la casta del ejército zarista destruido por la revo­ lución, que estaban dispuestos, por su conciencia "nacionalista", a "defender la soberanía rusa". Eso sí, esos ex oficiales tenían una pistola en la sien del comisa­rio rojo del Soviet, y comités de solda­dos que los podían destituir y fusilar en cualquier momento, si las circunstancias lo requerían.

Por el contrario, desde vuestra posi­ción sobre este punto, se podría inferir que el Ejército Rojo derrotó a 14 ejérci­tos imperialistas gracias a las aptitudes para la estrategia y la técnica militar de los ex -oficiales zaristas, es decir, bur­gueses. En cambio, la clave de la estra­tegia de los bolcheviques y de la III In­ternacional para derrotar a los ejércitos imperialistas, pasaba en primer lugar por la lucha por el triunfo de la revolu­ción proletaria en Alemania, es decir, por la destrucción de la casta de oficia­les burguesa del ejército de los Junkers.

Ya hemos visto cómo, para la revolu­ción y la insurrección, el programa y la política fue la destrucción de la casta de oficiales. Y si hubiera triunfado la revo­lución alemana de 1918-19, no habría hecho falta recurrir a esta excepcionali- dad histórica de tener que reclutar indi­vidualmente, y bajo las condiciones que ya mencionamos, a ex oficiales del des­truido ejército zarista.

 

Una incomprensión completa sobre la diferencia
específica sobre revolución e insurrección, y guerra

Sobre esta cuestión, creemos necesa­rio volver a las enseñanzas de nuestros maestros sobre la insurrección y la gue­rra civil. Es que, para el marxismo, hay una diferencia fundamental entre la insurrección y la guerra. Mientras que la primera es un momento histó­ricamente condicionado de la revolu­ción y, para el trotskismo, merece ser tratada como un “arte”, es decir nece­sita, para triunfar una dirección revo­lucionaria que conozca el arte de triunfar, la guerra es una técnica, un “saber hacer”, un oficio práctico. Se­gún Trotsky, el oficio de la guerra es “un conjunto de procedimientos prácti­cos, de métodos de adaptación y de ha­bilidad que responden a una tarea pre­cisa: destruir al enemigo” (L. Trotsky. “Doctrina militar y marxismo”, 1 de abril 1922).

Es desde esta concepción que se pue­de entender por qué los bolcheviques crearon -frente al retroceso de la derrota de la revolución en Europa y para en­frentar la invasión al estado obrero de 14 ejércitos imperialistas, un ejército profe­sional. Esta decisión fue tomada, dicho sea de paso, no sin grandes controver­sias en el partido bolchevique. Y para ello, ante la guerra, recurrieron co­rrectamente a todos los medios prác­ticos a su alcance que les permitieran responder “a una tarea precisa: des­truir al enemigo ". Por ello pusieron a ex-oficiales zaristas, que por su concien­cia nacionalista estaban dispuestos a co­laborar en defender a Rusia, como ayu­dantes técnicos del ejército. Pero estos ex oficiales zaristas estaban controlados y disciplinados por los soldados rojos y células de obreros comunistas.

Así lo planteaba Trotsky con clari­dad ya en el primer congreso de la III In­ternacional: "La cuestión de los jefes militares (en la conformación del Ejército Rojo, NdeR), nos planteó grandes difi­cultades. Eviden temen te, la primera preocupación era la de educar oficia les rojos, reclutados en las filas de la clase obrera y de los hijos de los campesinos pobres. Desde el comienzo procedimos a ese trabajo, e incluso aquí, ante la puerta de esta sala, ustedes pueden ver varios "sargentos" rojos que, en poco tiempo, entrarán como oficia les rojos en el ejército soviético. Tenemos un gran número de ellos (...) Su número, dije, es bastante grande, pero no podemos espe- rar que los jóvenes sargentos rojos se hayan transformado en genera les rojos, porque el enemigo no querrá dejarnos tanto tiempo de tranquilidad.
Para aprovechar con éxito esta re - serva y tomar de ella gran cantidad de hombres capaces, debimos dirigirnos también a los antiguos jefes militares. Evidentemente, no buscamos nuestros oficia les en la capa brillante de gente de los cuarteles militares, sino que, entre los elementos más simples, reclutamos fuerzas capaces, que nos ayudan ahora a combatir a sus antiguos colegas. Por una parte, buenos y lea les elementos que componían el antiguo cuerpo de ofi­cia les, a los que les adjuntamos buenos comunistas como comisarios, y por otra parte, los mejores elementos de en­tre los soldados, los obreros y los cam­pesinos, para los pues tos de mando inferiores. (...) Desde que la República soviética existe en Rusia, siempre fue forzada a hacer la guerra y la ha ce hoy todavía (...) Al sur y al norte, al este y al oeste, en todas partes, se nos combate con las armas en la mano, y estamos obligados a defendernos (...)Para defen­dernos, debemos enseñar a los obreros el uso de las armas que ellos forjan. Co­menzamos por desarmar a la burguesía y armar a los obreros...." (Discurso del camarada Trotsky, 1° Congreso de la In­ternacional Comunista, 1919).

Es decir, el partido bolchevique, le­jos de depositar o llamar a depositar al­guna confianza en la derrotada y destrui­da casta de oficiales del ejército zarista, implementó los medios para establecer contra ellos el “terror rojo”, con "buenos comunistas como comisarios"! ¡Todo lo contrario -antes, durante y después de la insurrección triunfante-, a la política stalinista de buscar, lupa en mano, a los ofi­ciales "patriotas"! Política a la que se adaptó el lorismo creando su "teoría de la excepcionalidad nacional boliviana" que no fue sino el resultado del pablismo que inficionó a la IV Internacional con seudo-teorías producto de su adap­tación al stalinismo.

Y, lamentablemente, creemos cama­radas que ustedes con la concepción que defienden no han terminado de romper con esta corriente. Vuestra posición, que lleva a depositar ilusiones en un sector de la casta de oficiales antes y durante la insurrección es funesta, ya que impide luchar por dividir el ejército en forma horizontal, es decir, quebrar la cadena de mandos para destruir la disciplina de la burguesía que se ejerce a través de la oficialidad; ya que impide luchar por que los soldados tengan derecho a desti­tuir y aún fusilar a los oficiales; ya que impide y reemplaza la tarea estratégica de los comités de soldados que no es otra que la destrucción de la institución burguesa del ejército.

 

Hay que volver al manual de la insurrección
y de la guerra civil del marxismo revolucionario.

La TCI no puede inventar nada nuevo al respecto

Ustedes afirman en vuestro docu­mento que "Las fuerzas represivas del Estado Burgués han demostrado ser los últimos baluartes del poder burgués. Todo avance decidido de la clase obrera y los explotados por la imposición y la conquista de su propio poder se enfren­ta inevitablemente a estas instituciones guardianas de la propiedad privada. Las fuerzas que pretendan reconstruir la IV Internacional (...) no pueden sino proclamar abiertamente su intención y su lucha por destruir a las fuerzas ar­madas y policiales". Como habrán visto a lo largo de esta carta, pese a que noso­tros podemos coincidir con esta afirma­ción general, tenemos profundas dife­rencias en relación a cuáles son las ta­reas y el programa, y cómo se articulan, tanto en los momentos preparatorios co­mo en las situaciones agudas, en función del objetivo de preparar y organizar la insurrección como arte.

Los conceptos marxistas de guerra civil e insurrección, conceptos precisos y claves, fueron guardados bajo siete llaves por las corrientes nacional-trotskistas y revisionistas de los últimos 35 años, y discutir sobre la insurrección pa­rece estar prohibido por los liquidadores del trotskismo. Celebramos entonces el poder abrir una discusión con ustedes sobre estos temas estratégicos. Y, a no dudarlo esta discusión nos enriquecerá mutuamente.

¿Cuáles son, a nuestro entender, la condiciones indispensables para prepa­rar la insurrección como arte? Para no­sotros, la primera condición preparatoria de la insurrección, es que no se pare el embate revolucionario de las masas, sin lo cual el partido revolucionario no pue­de organizar la insurrección como arte para tomar el poder. Solo apoyado en esa enorme fuerza revolucionaria de las masas y en sus organismos de doble po­der armados, el partido revolucionario puede preparar la insurrección, levan­tando una política militar proletaria para dividir al ejército y destruir a la casta de oficiales, desarmar a todas las policías, y conquistar el armamento del proletaria­do, es decir, poner en pie las milicias obreras armadas.
Planteaba Trotsky: "La revolución proletaria es una revolución de masas formidable desorganizadas en su con- jun to. La ciega presión de las masas desempeña en el movimiento un papel considerable. La victoria sólo se puede obtener por medio de un partido comunista que tenga como objetivo preciso la toma del poder y que, con cuidado mi­nucioso, medite, forje, reúna los medios para alcanzar el objetivo que persigue y que, al apoyarse en la insurrección de las masas, realice sus designios". (Los problemas de la insurrección y la guerra civil, negritas nuestras).

Para el marxismo, tal cual lo plan­teaba una de los más grandes estrategas militares del proletariado, el camarada Trotsky, "la fase suprema de la revolución es la insurrección, la que decide el poder. La insurrección va siempre pre- cedida de un período de organización y preparación, con base en una campaña política de terminada. Por regla general el momento de la insurrección es breve, pero es un momento decisivo en el cur­so de la revolución (...) El reglamento de la guerra civil deberá componerse por lo menos de tres capítulos, la preparación de la insurrección, la insu­rrección, y finalmente la consolidación de la victoria” (ídem).
Y esto es así, camaradas, porque la insurrección es un momento preciso, di­ferenciado, históricamente condiciona­do, de la revolución. Es la fase suprema, la que decide el poder.

Para ello es necesario que la lucha de clases adquiera una particular virulen­cia, entre en una fase de “guerra civil”. Esto significa, para Trotsky, el momento en que la lucha de clases rompe “los marcos de la legalidad, llegue a situarse en el plano de un enfrentamiento públi­co y, en cierta medida físico, de las fuer­zas en oposición” (L. Trotsky. Los pro­blemas de la insurrección y la guerra ci­vil. 1924). Por ello, la fase de guerra ci­vil, para Trotsky, abarca “las insurrec­ciones espontáneas de terminadas por causas locales, las intervenciones san­guinarias de las hordas contrarrevoluclonarías, la huelga general revolucio­naria, la insurrección para la toma del poder, y el período de liquidación de las tentativas de levantamiento contrarre­volucionario” (L. Trotsky, ídem). Es de­cir, para Trotsky, la fase de la guerra ci­vil se extiende desde el comienzo de una situación revolucionaria - e inclu­sive, prerrevolucionaria- hasta luego de la toma del poder para defender la conquista del Estado Obrera y para extender la revolución mundial.
Por eso añade, en su trabajo “Doctri­na militar y marxismo”, que “todo esto entra en el marco de la noción de guerra civil, todo esto es más amplio que la in­surrección, así como infinitamente más estrecho que la noción de lucha de clases, que se da a través de toda la histo­ria de la humanidad”.

Tenemos adelante nuestro este traba­jo, "Doctrina militar y marxismo", del más grande estratega militar del proleta­riado que concentraba la experiencia de las revoluciones más avanzadas que dio la clase obrera en su historia, y no en­contramos en él la chapucería de Lora sobre la casta de oficiales, ni tampoco la confusión que ustedes tienen al respecto a causa de vuestra insuficiente delimita­ción con el lorismo.

Por ejemplo, Trotsky afirma en ese texto, que el trabajo del partido, única­mente en el momento de la insurrección es decisivo para disgregar al ejército desde adentro. Sólo en el período previo inmediato en el que la preparación de la insurrección está planteada como tarea, el trabajo conspirativo al interior del ejército se transforma en el 90% de su labor militar: "En el período de preparación revolucionaria (...) forzosamente tropezaremos con las fuerzas (policía, ejército) de la clase dominante. Nueve décimas del trabajo militar del partido, consiste en disgregar al ejército enemi­go, en dislocarlo desde adentro, y una décima parte en reunir y preparar a las fuerzas revolucionarias". Luego plan­tea, refiriéndose al momento de la insu­rrección que, definir el momento exacto de su realización, inclusive la fecha, es clave para el triunfo de la insurrección como arte.

Es únicamente después de pasado este momento decisivo de la revolu­ción que es la insurrección, y una vez que ésta triunfó que para defen­der y asegurar esa victoria, y si las condiciones así lo requieren, puede ser necesario poner en pie un ejérci­to profesional.

Todos estos conceptos que muy sin­téticamente hemos planteado, son los que le permiten al partido revoluciona­rio insurreccionalista poder ubicarse en las cambiantes situaciones de la lucha de clases y ajustar su programa de acción en cada momento. Estos conceptos fue­ron elaborados por el marxismo revolu­cionario extrayendo lecciones de las re­voluciones y en polémica contra las co­rrientes revisionistas y reformistas.

Precisamente, camaradas, esa fue la discusión y la lucha de Marx y Engels contra Blanqui en la Comuna de París. La diferencia no radicaba en la necesi­dad de la insurrección como arte, es de­cir, la preparación consciente, como plan, de la misma. La diferencia radica­ba en que Blanqui planteaba que, para hacerse del poder, era suficiente con "un grupo de hombres decididos" y con la lucha de barricadas. Marx y Engels, contra Blanqui, sostenían que la minoría activa del proletariado, por mejor orga­nizada que estuviera, no podía hacerse del poder si no estaba apoyada en el au­ge revolucionario de la clase más avan­zada, es decir, de la clase obrera.

En la revolución rusa de 1905, los ejes del programa de Lenin y de los bol­cheviques para preparar la insurrección - es decir, para que la revolución que ha­bía comenzado triunfara- pasaban por el derrocamiento del zarismo, la destruc­ción del ejército zarista y su reemplazo por el armamento del pueblo, bajo la consigna de la Revolución Francesa, “Un hombre, un fusil”, y la imposición de la república mediante una Asamblea Constituyente y de un gobierno provi­sional revolucionario. Para ello, las ta­reas de la vanguardia proletaria revolu­cionaria eran poner en pie los "destaca­mentos del ejército revolucionario" -es decir, las milicias obreras-, y la lucha por la tropas, aplastando a la casta de oficiales.
La experiencia de la revolución rusa de febrero de 1917 -a la que nos referi­mos antes, también en esta carta-, y luego de la insurrección triunfante de Octubre, fueron claves también en la elaboración del manual de la insurrección y de la gue­rra civil del marxismo revolucionario.

No podemos -ni es nuestra intención aquí- extendernos sobre la experiencia de las distintas revoluciones del siglo XX. Lo que sí queremos afirmar es que toda la experiencia de las revoluciones muestra que la política militar del prole­tariado en el camino de la preparación de la insurrección, tiene como ejes esen­ciales que no se detenga el embate revo­lucionario de las masas, que éstas pon­gan en pie sus soviets y sus milicias obreras armadas, disolviendo y desar­mando a la policía, y que lleven adelan­te una lucha física por las tropas -es de­cir, por ganarse a la base del ejército-, llamando a los soldados a insubordinar­se, y a destruir a sus mandos, es decir, a la casta de oficiales.

Todo el desarrollo de las revolucio­nes del siglo XX y de lo que va del siglo XXI -entre las que el octubre triunfante de la revolución rusa fue la excepción, y no la norma, por la traición de la social- democracia y el stalinismo a las revolu­ciones del siglo XX-, más allá del desti­no ulterior que sufrieron esas revolucio­nes, mostraron el certero instinto de las masas de transformar la lucha política en lucha física, atacando las comisarías, desarmando y disolviendo a la policía, poniendo en pie sus milicias obreras, y desde allí a golpear por dividir al ejérci­to, etc., como lo viéramos en las revolu­ciones alemanas de 1919-21 y 1923-24; en la revolución española en los '30, en la revolución boliviana de 1952, en la revolución portuguesa de 1974, etc., por poner tan solo algunos ejemplos.

Camaradas, todos estos conceptos de insurrección, insurrección como arte, guerra civil, la lucha por la destrucción de la casta de oficiales y puesta en pie de comités de soldados armados, el comba­te por la disolución y desarme de la po­licía y organización de las milicias obre­ras; la lucha física por atraerse a la base del ejército, la necesaria destrucción del mando del enemigo, etc., que muy sinté­ticamente hemos tratado de expresar aquí, son cuestiones que se encuentran en las obras y textos de Marx, de Engels, de Lenin, de Trotsky, es decir, del mar­xismo revolucionario de los siglos XIX y XX. Y no sólo eso, sino que han pasa­do por la prueba misma de la lucha revo­lucionaria de la clase obrera mundial du­rante más de un siglo y medio, y han de­mostrado su total corrección y vigencia.

Ahora bien, en ninguno de estos tex­tos hemos podido encontrar ni la más mínima alusión a que la lucha debe ser por la “sindicalización de la policía”, ni menos que menos llamamientos a los “cuadros” (oficiales) de la policía a “pa­sarse del lado del pueblo”, tal como ha planteado el POR de Argentina frente a las marchas reaccionarias llamadas por Blumberg. Tampoco hemos encontrado ninguna alusión a supuestas “particulari­dades nacionales” de tal o cual país que hagan posible que pueda ganarse a la re­volución a una parte de la casta de oficia­les de las Fuerzas Armadas, como sostu­vo y sigue sosteniendo hoy el lorismo.

Camaradas, ustedes tienen todo el derecho a sostener esas posiciones. Tie­nen todo el derecho inclusive a revisar las posiciones de nuestros maestros si consideran que estaban equivocadas.
Lo que no es correcto es que presen ten esas posiciones como continuidad del programa del leninismo y el trotskismo. Creemos que ustedes debe­rían decir con claridad que están revisando las posicio­nes clásicas del marxismo revolucionario; deberían de­cir abiertamente qué es lo que están revisando y por qué, dónde creen ustedes que está la equivocación de nuestros maestros, o bien cuáles son los nuevos fenó­menos o las nuevas condiciones que ellos no alcanza­ron a vivir que ameritan un cambio tan fundamental del programa revolucionario frente a la policía y las fuerzas armadas, de la política militar del proletariado. Cree­mos, camaradas, que esa es vuestra obligación. •

 

Secretariado Internacional
de la Fracción Trotskista Internacionalista (Cuarta Internacional)

 

 


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La policía reprimiendo y masacrando a los obreros y campesinos, en Bolivia, octubre de 2003

 


Rusia, 1905: se iniciaba la revolución


Obreros y estudiantes se enfrentan a la policía durante el Cordobazo en 1969, Argentina


Combatientes de la resistencia iraquí


Piqueteros en Mosconi, Argentina, enfrentando la represión de las tropas de Gendarmería


Trotsky arengando a los soldados
del Ejército Rojo


Milicias obreras en Warisata, Bolivia


Obreros y campesinos bolivianos enfrentan la represión de la policía y el ejército en las calles de La Paz en Octubre de 2003

 

 

 

 

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