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Ucrania Abril de 2022

 

La cuestión nacional ucraniana y la posición de los bolcheviques-leninistas

por Nadia Briante

A continuación, presentaremos sintéticamente los conceptos más importantes del trabajo que estamos preparando y publicaremos próximamente sobre la cuestión ucraniana y rusa, que seguimos atentamente, no solo desde 2014 sino desde 1988-1989 cuando a nuestra corriente la expulsaron del MAS de Argentina por querer ir a pelear a Armenia.

En primer lugar, plantearemos el problema nacional en Ucrania porque no podemos comenzar a discutir la situación de Ucrania hoy, ni en el 2014, si no empezamos por clarificar esta cuestión clave, que los analistas burgueses y buena parte de la izquierda mundial quieren ocultar, negando que existe un verdadero protectorado, porque Ucrania es una nación oprimida, saqueada y expoliada por el imperialismo. Y queremos dejar planteada nuestra posición que es continuidad y es la posición de Lenin y los bolcheviques ante el problema nacional de las naciones oprimidas.

La cuestión nacional en Ucrania no es una novedad, es un problema histórico, porque Ucrania es una nación que no pudo ser, una nación que llegó tarde a la constitución de los Estados nacionales que desarrolló el capitalismo en Europa en el siglo XX, que fue sometida por el imperio Otomano, por el imperio Austro-Húngaro y luego por la Rusia de los zares, como parte de esa cárcel de naciones que era Rusia. Y esa cuestión nacional ucraniana solamente pudo ser resuelta en el período que la Ucrania Soviética y Socialista voluntariamente se federó en la URSS.

Contra esa política de Lenin y los bolcheviques, que proclamó el derecho a la autodeterminación de Ucrania e incluso a su independencia, Putin ha despotricado públicamente en sus discursos desde el 2014 y hoy en día, afirmando que "esa política es una bomba de tiempo contra los cimientos de la gran Rusia y que la existencia de Ucrania es culpa de Lenin”.

 

La Revolución de Octubre de 1917 en Rusia y la cuestión nacional

Los bolcheviques que tomaron el poder en Rusia en 1917 veían y comprendían perfectamente la tesis marxista de que “ningún pueblo que ayuda a oprimir a otro podrá liberarse a sí mismo”. Era inadmisible, y por qué no decir imposible, la lucha por conquistar la unidad de la clase obrera de la Gran Rusia con el proletariado de las naciones que eran oprimidas por el zarismo que había sido derrocado, es decir, por unir internacionalmente a la clase obrera, sin abordar la cuestión de liquidar toda política de opresión nacional. Esta política de “unidad internacional del proletariado teniendo en cuenta la cuestión nacional” es la que exaspera al gobierno bonapartista de Rusia y su régimen infame hoy. Es que la posición de Putin es la misma que tenían los zares: que esas naciones eran parte del territorio ruso… de la Gran Rusia que las oprimía.

Lenin en su “Carta a los obreros y campesinos de Ucrania a propósito de las victorias sobre Denikin” (1919) planteaba:
“En la Gran Rusia ha quedado totalmente abolida la propiedad terrateniente. Lo mismo hay que hacer en Ucrania; y el poder soviético de los obreros y campesinos ucranianos debe liquidar totalmente la propiedad terrateniente, liberar por completo a los obreros y campesinos ucranianos de la opresión de los propios terratenientes.
Pero además de esta tarea y de otras que se les plantearon y aún se les plantean, tanto a las masas trabajadoras de la Gran Rusia, como a las de Ucrania, el poder soviético en Ucrania tiene sus propias tareas específicas. Una de estas tareas específicas merece, en la actualidad, la mayor atención. Es el problema nacional o, en otras palabras, el problema de si Ucrania será una República Socialista Soviética Ucraniana separada e independiente, ligada por una alianza (federación) a la República Socialista Federativa Soviética Rusa, o si Ucrania se fusionará con Rusia formando una República Soviética única. Todos los bolcheviques, todos los obreros y campesinos políticamente conscientes deben analizar atentamente este problema”.

Lenin, al igual que todo el Partido Bolchevique en el poder, combatían, como ya dijimos, por la unidad internacional del proletariado contra los gobiernos y regímenes burgueses de la vieja Rusia y de toda Europa.
A la unión internacional y la fraternidad de todos los obreros las consideraban decisivas, pero alertaban a los trabajadores que “el capitalismo ha dividido a las naciones en un pequeño número de grandes potencias opresoras (imperialistas), naciones libres y soberanas, y una inmensa mayoría de naciones oprimidas, dependientes y semidependientes, no soberanas. La archicriminal y archirreaccionaria guerra de 1914-1918 acentuó esta división, enconando con ello los odios y rencores. Durante siglos se fue acumulando la indignación y la desconfianza de las naciones no soberanas y dependientes hacia las naciones dominantes y opresoras, tal como Ucrania hacia naciones como la Gran Rusia”. Por ello luego Lenin afirmaba: “Queremos una unión voluntaria de naciones -una unión que excluya toda coerción de una nación sobre otra-, una unión que se base en la más plena confianza, en un claro reconocimiento de unidad fraternal, en un consentimiento absolutamente voluntario”.

Los trotskistas afirmamos hoy que solamente esa Ucrania Socialista y Soviética pudo tomar en sus manos su destino, pero el stalinismo expropiador de la Revolución de Octubre de 1917 volvió a transformar a la URSS en una cárcel de naciones y Ucrania nuevamente quedó atrapada allí.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler se preparaba para invadir la URSS, la IV Internacional insistía en esta cuestión y le dedicó una especial atención a Ucrania, puesto que entendía perfectamente que la opresión bajo las botas de Stalin de la nación ucraniana, lo único que lograba era impulsar a los trabajadores ucranianos a huir del poder soviético. Esta opresión nacional, en última instancia, garantizaba que vuelvan las potencias imperialistas en sus distintas variantes a intentar retomar Ucrania. De allí la batalla del trotskismo por una Ucrania obrera, soviética e independiente. La URSS debía demostrar que lejos de oprimir a Ucrania, le daba la independencia absoluta a los obreros y campesinos ucranianos. Esta era la mejor forma de que ellos continúen en el poder y se mantenga la unidad de la clase obrera ucraniana con el proletariado ruso. Al decir de Trotsky, solo una Ucrania soviética e independiente podría ser un baluarte en la lucha contra Hitler y cubrirle el flanco europeo a la URSS.

La consigna que hoy debe articular todo programa revolucionario para la nación ucraniana, que es la de una Ucrania obrera, soviética e independiente, es la única que permite llevar hasta el final la lucha contra el saqueo imperialista y la brutal súper-explotación de la clase obrera ucraniana. Y a la vez, es la única que plantea una unidad honesta del proletariado de la Ucrania oprimida con la clase obrera rusa, también pisada por las botas de Putin.
Porque, ¿cómo será posible la unidad internacional de los obreros rusos con el proletariado ucraniano y del resto de las naciones pisoteadas y oprimidas, no solamente por la “gran” Rusia, sino también por el Maastricht imperialista y la OTAN, sin pelear por el derecho total a la independencia ucraniana y a su soberanía nacional?

¿Cómo garantizar la unidad de la clase obrera de las naciones de la ex URSS sin impulsar un combate decisivo del proletariado europeo y toda Asia en solidaridad con sus hermanos de Kazajistán, cuya huelga general fue aplastada por las botas contrarrevolucionarias de Putin? ¿Cómo conquistar la unidad de la clase obrera en su lucha contra el imperialismo, cuando esta huelga general contra las grandes petroleras y las grandes acerías como la ArcelorMittal francesa no recibió el más mínimo apoyo de los sindicatos de Europa, dirigidos por la lacra stalinista y la socialdemocracia?
Es la sobreabundancia de direcciones traidoras la que impide la unidad de la clase obrera. Este es el “mundo multipolar” que pregona esta vez la vieja lacra stalinista preservada por el imperialismo luego del ’89: la existencia de múltiples polos contrarrevolucionarios para aplastar al proletariado mundial, como la forma más efectiva de mantener al sistema capitalista en putrefacción en el planeta.

La lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en los territorios de la ex URSS y la pelea por la revolución socialista en la Europa de Maastricht, no podrán ni siquiera dar un paso hacia adelante sin que el proletariado de las naciones opresoras levante como una de sus demandas clave, la lucha contra toda opresión por parte de sus respectivas burguesías sobre las naciones oprimidas. Solo así se conquistará la unidad de la clase obrera de toda Europa.

El stalinismo que ensució y llevó al fango de la historia las limpias banderas del socialismo, destruyó no solo la lucha contra la opresión nacional, sino que también y fundamentalmente, llevó a un callejón sin salida el combate por la unidad internacional de la clase obrera. De eso se trata el agudizamiento de la crisis de dirección de la clase obrera europea y mundial.

 

Con la restauración capitalista en los ‘90, la Ucrania sometida por la bota stalinista, termina colonizada  por Maastricht, el FMI y la OTAN, con la bayoneta de la “gran” Rusia apuntando a su cabeza

En los '90, después de la restauración capitalista, Ucrania conquistó su “independencia”, pero eso no fue más que una ilusión. Esa Ucrania nació en los '90 como "nación independiente" heredando el 17% de la enorme deuda externa que tenía Rusia con el Citibank y con la banca imperialista. Heredó la base militar rusa en Crimea para garantizar la circulación del gas ruso por el territorio ucraniano hasta Alemania. Surgió ya sometida a los negocios de la burguesía “gran” rusa asociada a las grandes empresas petroleras imperialistas como la Total francesa, la BASF alemana y la British Petroleum. Y como si esto fuera poco, heredó, también de la lacra stalinista, la catástrofe nuclear de Chernóbil, que dejó contaminada con radiación, hasta el día de hoy, las tierras negras más ricas de Ucrania.

Así, estrangulada por los bancos y las trasnacionales europeas y sometida al FMI, Ucrania perdió toda independencia nacional. Es más, no tiene ni siquiera una lengua común y tampoco logró recrear un mercado nacional común. Por eso su inserción en la división mundial del trabajo mira hacia occidente, a la Europa imperialista de Maastricht, a la que está ligada por miles de lazos económicos y financieros, por las comisiones que cobra por el pasaje del gas ruso; y hacia Rusia, donde sus acerías y minas, en el este del país, están ligadas a la industria militar y productiva rusa. Y EE.UU. juega el rol de ser el gran usurero y acreedor, que en 2014 pisó Ucrania y no solamente se quedó con el gas (ya que el hijo de Biden es el presidente de las empresas que en Ucrania manejan el tránsito del gas ruso a través de los gasoductos) sino que inclusive cuando Kerry pisó Ucrania en el 2014 se llevó las reservas en oro de la Reserva Federal ucraniana.

Este problema histórico que planteamos en Ucrania es clave, porque el sentimiento nacional de las masas es progresivo, porque es una nación oprimida, aplastada, ocupada y partida, que hoy se defiende con piquetes autoorganizados, con palos, con martillos y molotov de la invasión rusa. Es una nación en la que las masas quieren ser independientes y al no poder subsistir, después de la caída de la URSS, centenares de miles de obreros ucranianos se ven obligados a huir a occidente para trabajar como mano de obra esclava en la Europa imperialista, y con enormes sacrificios ahorran unos pocos euros que envían como remesas a sus familias en Ucrania.

Este sentimiento nacional que ni la burguesía, ni el imperialismo, ni el stalinismo, ni siquiera la guerra pudo doblegar, al decir de Trotsky, expresa de forma laberíntica la lucha contra sus condiciones miserables de existencia. Históricamente la burguesía y el imperialismo intentaron e intentan utilizarlo a su favor. Así lo vimos en el 2014, cuando la burguesía de Kiev canalizó las justas aspiraciones de las masas, que odiaban al presidente Yanukovich, y cercaron la Plaza Maidán, y a las que esta burguesía les prometió que la solución a sus penurias vendría de la mano de un acuerdo con la UE. Como también lo hicieran el stalinismo y la burguesía prorrusa en el este de Ucrania, que usurparon y manipularon el sentimiento nacional y antimperialista, más que legítimo, de las masas del Donbass, que expresaba el deseo de las masas de escaparse de los planes del FMI, de reestructurar las minas y las acerías, arrebatándoles sus trabajos y sus vidas.

Hoy se confirma la posición del trotskismo de que la cuestión nacional solamente puede ser resuelta íntegra y efectivamente por la clase obrera y sus aliados, los campesinos pobres, en el poder, es decir, por la dictadura del proletariado. La burguesía ucraniana está ligada con mil y un negocios al imperialismo. Como se plantea para todo país colonial y semicolonial, el programa marxista afirma que solo la clase obrera y los campesinos pobres tomando el poder podrán llevar hasta el final las tareas democráticas de liberación nacional y de reforma agraria y lo harán combinando estas tareas con tareas socialistas. Esta revolución triunfante será un eslabón y un paso decisivo de la revolución socialista internacional y, en este caso, europea en particular.

Por eso en 2014, y hoy, afirmamos que la cuestión nacional y el sentimiento que anida bajo la opresión de décadas y siglos del pueblo ucraniano por los zares, el stalinismo y ahora el imperialismo, solo puede ser resuelta, como lo demostró la Revolución de Octubre de 1917, por una UCRANIA SOVIÉTICA E INDEPENDIENTE, federada por su propia voluntad a los ESTADOS UNIDOS SOCIALISTAS DE EUROPA. Para ello habrá que conquistar una nueva revolución socialista victoriosa en Ucrania y en todos los países de la ex URSS. Por eso nuestro programa, como el de Lenin, Trotsky y los bolcheviques, es ¡POR UNA UCRANIA SOVIÉTICA Y SOCIALISTA, UNIDA, LIBRE E INDEPENDIENTE!
La clase obrera de Maastricht tiene un rol decisivo que jugar en esta cuestión. La canalla stalinista que dirige las centrales sindicales de Grecia, el Estado Español, Francia, Portugal o Italia y la socialdemocracia pro-imperialista alemana, son los responsables y socios de sus respectivos gobiernos imperialistas de la opresión, el saqueo y la esclavitud de la clase obrera del Glacis y de todo el Este europeo. La burguesía de Maastricht ha transformado a estas naciones en verdaderas maquiladoras de obreros, en su verdadero “patio trasero” que comparten con los yanquis.

Años atrás, en 2009, los obreros de la Renault en Rumania se levantaban al grito de “¡queremos ganar el mismo salario que los trabajadores de la Renault de Francia!”. La burocracia de la CGT francesa impidió la unidad y que los obreros de Francia tomen en sus manos la demanda de sus hermanos de Rumania. Por esta política, le fue muy mal a los obreros rumanos y también a los obreros franceses, a quienes les quitaron la semana laboral de 35 horas, le impusieron la flexibilización laboral, etc.
También les fue muy mal a los obreros portugueses a quienes les aplicaron, al igual que a los trabajadores griegos, los planes fondomonetaristas y del Maastricht imperialista de reducción salarial y ataque a todas sus conquistas.

Es esta traición de las direcciones del proletariado la que le impone una alternativa mortal a los trabajadores de las ex repúblicas soviéticas y a los obreros del Glacis: o quedan sometidos a la bota contrarrevolucionaria de Moscú, o a la bota no menos contrarrevolucionaria de la burguesía imperialista de Maastricht y el FMI.

La ruptura de la clase obrera de los países imperialistas de Europa y EEUU con sus gobiernos y regímenes contrarrevolucionarios y saqueadores de los pueblos oprimidos, es la cuestión clave y decisiva para que se libere el proletariado del Este europeo y de las ex repúblicas soviéticas de toda opresión y esclavitud.

En plena guerra de invasión contra Ucrania, la mayoría de los sindicatos y organizaciones obreras, influenciadas por el stalinismo, están a los pies de Putin, mientras masacra a los obreros ucranianos. Otros, como la socialdemocracia de Alemania y la riquísima aristocracia obrera de los sindicatos de ese país, viven con enormes privilegios de las monedas que se caen de los jugosos negocios de la burguesía imperialista alemana con Moscú.
La “lucha contra la OTAN” de las burocracias sindicales de Europa y sus partidos socialimperialistas es solo palabrerío, puesto que ninguna de estas organizaciones obreras ha tomado una sola medida contra la OTAN, puesto que esto significaría declararle la guerra civil y de clase a sus propios gobiernos imperialistas, a los que sostienen y defienden contra los trabajadores.

Los más audaces, como sectores de los renegados del trotskismo, llaman a “desarmar a la OTAN”. ¿Cómo hacerlo sin llamar a armar al proletariado y sin mínimamente convocar a un plan de lucha continental que abra el camino a una Huelga General Revolucionaria en apoyo a la nación ucraniana y su clase obrera? Esta gente predica la “paz” cuando el imperialismo se disputa sus zonas de influencia y ataca al proletariado con guerras y a dentelladas.

Pretender como dicen otros, que la OTAN arme a Ucrania, constituye una ofensa al programa marxista. Hace creer que presionando al imperialismo, este puede jugar un rol de “fuerza de liberación nacional”... El imperialismo solo está esperando que Putin termine de escarmentar y destrozar Ucrania, para ser ellos los que luego se queden con la victoria, profundizando en un nuevo Pacto de Minsk su saqueo de una nación que quedará mil veces más oprimida.
La política de este sector de los renegados del trotskismo significa transformarse en un apéndice de izquierda del gobierno burgués de Zelensky, que de rodillas no sabe cómo entregar la guerra nacional ucraniana a Moscú y a los yanquis, como lo vemos en las reuniones “por la paz” que han comenzado.

En Ucrania no pelea la OTAN; pelean los obreros y el pueblo ucraniano aplastado por Moscú, más allá de la dirección política burguesa y archirreaccionaria de la guerra nacional. Es que sin el apoyo de la clase obrera rusa y de toda Europa, el proletariado ucraniano no podrá tomar la dirección de la guerra.

Como ya dijimos, el imperialismo yanqui y europeo se preparan para, luego del aplastamiento de la nación ucraniana, profundizar su expoliación de una Ucrania mil veces sojuzgada, partida, dividida y saqueada.

Asimismo, una victoria rusa en Ucrania, que la dejará partida y mil veces aplastada, será un gran escarmiento para la clase obrera de todas las naciones oprimidas de la ex URSS y hoy colonias del imperialismo en el Este europeo. La fuerza del proletariado de Maastricht se verá seriamente afectada.
¿Cómo volverán a levantarse los obreros de Rumania, de Georgia, de Kazajistán o de Bielorrusia, a sabiendas de las masacres que comete el carnicero Putin? Sin una sublevación de los obreros rusos y europeos que vayan en su ayuda, esto será imposible. Esto es lo que silencian de forma miserable las direcciones traidoras neo-stalinistas, de renegados del trotskismo y social-imperialistas de Europa y a nivel internacional.

La cuestión ucraniana es una cuestión clave para la clase obrera europea y pone a la orden del día la lucha por refundar la IV Internacional con el legado histórico y programático del Partido Bolchevique y no de la bestia stalinista.

 


1919, el Ejército Rojo marchando por las calles de Kiev

 


Enero de 2022: huelga de obreros petroleros de Zhanaozen, Kazajistán

 


Tropas rusas en Crimea

 


Edificio reducidos a escombros en Ucrania

 

 

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