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Editorial del Organizador Obrero Internacional N°31

12 de noviembre de 2019

En Irak, Líbano, Egipto y Argelia, se combate como en Chile, Ecuador, Haití y Honduras. Allí se lucha contra los regímenes de los capitalistas y el imperialismo en durísimos levantamientos revolucionarios y acciones independientes políticas de masas

Hoy en Bolivia, como ayer en Egipto, las Fuerzas Armadas bajo el mando del imperialismo dan zarpazos contrarrevolucionarios

Medio Oriente y América Latina, revoluciones gemelas

 

En el medio del marasmo de la crisis económica mundial y de las disputas entre las potencias imperialistas, estas han largado una feroz ofensiva contra la clase obrera y de saqueo de los pueblos oprimidos. El gran capital ha centralizado su ataque contra los explotados en todo el mundo. Impuestazos, flexibilización laboral, carestía de la vida, devaluaciones, recorren la mayoría del planeta.

Las masas presentan batalla a esta ofensiva imperialista. Las sublevaciones y procesos revolucionarios en Ecuador, Chile, Honduras y Haití en América Latina o en Líbano, Irak, Egipto y Argelia en Medio Oriente son batallas de una misma guerra de clases.
El imperialismo no da sosiego en su ofensiva. Ha largado ya un golpe abierto en Bolivia con las bandas semi-fascistas de la Media Luna y el putsch policial, custodiados por las Fuerzas Armadas banzeristas. Morales huyó a México. Pero las masas también allí presentan pelea.
Se desarrollan así enormes acciones independientes de masas. Revueltas, huelgas revolucionarias, semi-insurrecciones, combates de barricadas… así se manifiestan estos procesos revolucionarios en sus inicios, los cuales superan a todas las direcciones traidoras y controles burgueses sobre los explotados y atacan abiertamente, en lucha política revolucionaria, a los gobiernos y regímenes de los explotadores.
Las masas ya han comprendido que no pueden salir de sus padecimientos inauditos, ni tan siquiera recuperar su nivel de vida anterior, sin derribar a los distintos regímenes y gobiernos fantoches del imperialismo. Ellas distinguen a su enemigo y elijen el camino correcto hacia la victoria para conquistar una vida digna y terminar con las condiciones de miseria que impone el imperialismo con su guerra comercial y saqueo.
El crac económico que el imperialismo arroja sobre las masas es el motor de las luchas actuales.
La lucha económica, que empuja a las masas al combate, ya no tiene solución en el marco de la convivencia pacífica entre las clases. La lucha política subsume a la lucha económica. Los combates por el salario, contra la carestía de la vida, contra la desocupación, contra los tarifazos, solo pueden llegar al triunfo derrotando a los gobiernos que sostienen e impulsan estos feroces ataques de los capitalistas.
Se ponen en pie nuevos focos revolucionarios bajo las mismas premisas de la política y la economía mundial. En América Latina y Medio Oriente entonces estamos ante revoluciones gemelas.

En distintos focos del planeta se libran batallas de los explotados, pero por ahora no tienden a generalizarse ni extenderse. Ello sucede con las grandes revueltas de Mozambique, el combate revolucionario de Hong Kong, el levantamiento independentista y republicano de Catalunya y un largo etcétera. Pero es en América Latina y Medio Oriente donde las condiciones de la ofensiva imperialista y de respuesta de las masas permiten que estos destellos revolucionarios se generalicen país a país.

Medio Oriente nuevamente en llamas

En Medio Oriente, la caída del precio del petróleo, la devaluación de las monedas y el saqueo de las petroleras imperialistas, que no ceden ni un centavo, ha llevado a las masas a la miseria más abyecta. Los aumentos de 200%-300% de los precios de los alimentos son moneda corriente. Los estados están en quiebra y también han debido endeudarse enormemente, como ha sucedido con Líbano, cuya deuda externa llega al 150% del PBI. Allí también hay quites de subsidios, tarifazos, impuestazos, mientras ni un centavo es destinado a la inversión en una infraestructura decadente, cuestión que deja a la población sin electricidad en la región productora de petróleo por excelencia.
El imperialismo y sus agentes impulsan estos ataques en una región donde los combates de 2011-2012 se mantienen en una dura resistencia, como en Siria, Yemen, Túnez o Gaza. No se terminaba de extinguir el fuego revolucionario que incendió Medio Oriente desde 2011 y el ataque del imperialismo volvía a incendiar la pradera con nuevos estallidos revolucionarios.

En Irak ha comenzado un proceso de revolución abierta. Allí fue donde en 2008 comenzara esa enorme cadena de revoluciones que sacudió la región, ya que la resistencia iraquí, junto con la lucha antiguerra de la clase obrera norteamericana, impusieron el retiro de las tropas yanquis invasoras. Irak se ha convertido hoy en lo más avanzado de la revolución de Medio Oriente, con masas que desde hace un mes ganan las calles en movilizaciones cada vez más masivas, dejando 300 muertos y miles de heridos, chocando con todas las guardias de seguridad armadas de las petroleras imperialistas, sea la policía, el ejército, mercenarios o milicias paramilitares enviadas por los ayatollahs iraníes y sus socios iraquíes. Es un levantamiento generalizado en todo el país, de norte a sur, de este a oeste, con centro en Bagdad, peleando por la caída del gobierno y del régimen del protectorado yanqui.
Aquí se acaba la infamia de la izquierda reformista que afirmaba que en Siria y Medio Oriente estábamos ante “luchas interétnicas” entre “pueblos bárbaros”, ante “jihadistas” y “terroristas”… Con esos engaños, esta izquierda calumnió la revolución siria para sostener a Al Assad. Hoy se caen esos engaños, cuando vemos los levantamientos de Irak, Líbano y Egipto. Es que los que combaten allí son los obreros petroleros, de la construcción, los estudiantes revolucionarios. Se sublevan los desocupados, los “olvidados de siempre”, sean chiitas, sunnitas, kurdos, cristianos contra las burguesías lacayas del imperialismo.
En Medio Oriente asistimos al inicio de nuevas revoluciones. En Líbano, los explotados ya llevan dos semanas de un gran levantamiento que derrocó al Primer Ministro Hariri, de la burguesía sunnita, y cuatro de sus ministros aliados, correspondientes a la Falange Libanesa. Pero aún queda en pie el gobierno… no solo el presidente de la burguesía cristiana Michel Aoun, sino también sus aliados de Hezbollah, el verdadero poder que hay en Líbano y que maneja los mayores negocios, y todo el gabinete.
En Egipto los explotados se levantaron contra la dictadura militar, como antes lo habían hecho en Argelia y Sudán. Estos dos últimos procesos por ahora han sido contenidos con engaños de transición, no sin antes cobrarse las cabezas de los gobiernos dictadores que venían perpetuándose en el poder desde hace años en estos últimos dos países, como Bouteflika y Omar al Bashir respectivamente.
La clase obrera y el pueblo de Irán, que viene de protagonizar enormes sublevaciones a principios de este año y del anterior, siguen resistiendo en duras luchas fábrica por fábrica, establecimiento por establecimiento, enfrentando represión, cárcel y tortura por parte de ese régimen teocrático sanguinario asesino de las masas sirias.
La resistencia siria no se ha rendido y choca contra Al Assad en la avanzada y marcha contra los hombres de negocios de HTS (ex Al Nusra) en Idlib.
En esta nueva oleada de combate de masas, aún pesan los duros golpes de las derrotas en Siria y Yemen, donde el imperialismo concentró sus fuerzas para frenar la cadena de revoluciones iniciada en 2008-2011 en Magreb y Medio Oriente. Llenó de sangre y martirio a esos países sublevados. Y hoy los muestra como ejemplos a las masas insurrectas de lo que les puede pasar si “osan” llegar tan lejos como ellos. Pero la revolución siria vive en los nuevos focos revolucionarios de masas. Los padecimientos inauditos las empujan a estas a combatir para no morir de hambre.

En Latinoamérica se combate contra la ofensiva imperialista: un fenomenal choque de clases, crisis políticas e irrupciones revolucionarias de los explotados

Del otro lado del planeta, en Latinoamérica, se desarrolla el mismo proceso. Como ya dijimos, el imperialismo profundiza su expoliación de esas naciones y los ataques a las masas de forma sideral. Su plan es el mismo que el de Medio Oriente: imponer una feroz flexibilización laboral y un redoblado saqueo imperialista. Todos los países de América Latina tienen súper deudas externas fraudulentas, expresión del saqueo imperialista de los últimos años. Las respuestas a los impuestazos, el achicamiento de los gastos del estado, de los presupuestos de salud y educación, han ubicado a las masas primero en posición de resistencia y luego de contraofensiva. En México, el levantamiento revolucionario de los obreros de las maquilas encarna la lucha contra la flexibilización laboral de toda la clase obrera del continente, a la cual, ya sea por decretos, por leyes o en los hechos, se le busca arrancar todas las conquistas.
En Panamá, en Honduras, en Nicaragua, en Colombia o, como lo vemos en Chile, el movimiento estudiantil gana las calles en durísimos combates antiimperialistas contra la destrucción de los presupuestos de educación. La ruina de las cajas de jubilaciones, expropiadas por el FMI para cobrarse sus deudas, ha provocado grandes acciones de masas, tanto en Chile como ayer en Nicaragua y en Argentina. En este último país, en diciembre de 2017, cuando el parlamento discutía la “reforma previsional”, se desarrollaron enormes acciones revolucionarias independientes que rodearon al Congreso, tirando toneladas de piedras sobre esa cueva de bandidos, mientras se desarrollaba un paro general activo de 36 horas y comenzaban a sonar los cacerolazos como en el 2001. Ese fue un duro golpe contra el gobierno de Macri, que luego la burguesía, con su trampa electoral, canalizó nuevamente con el peronismo.
En Colombia ya se anuncia un paro general para el 21 de noviembre. La masacre de dirigentes obreros e indigenistas, el ataque a todas las conquistas obreras, son el motor de esa jornada de las masas que buscan un curso para responder al ataque del odiado gobierno de Duque. El pacto contrarrevolucionario de los Castro y de las FARC ha dejado al campesinado desguarnecido para que los terratenientes y los paramilitares retomen la tierra.
Haití sigue sublevado. En una decadencia infinita, las masas no aceptan morirse de hambre.
En Perú y en Honduras se desarrolla una enorme lucha ofensiva de masas. Las burguesías “opositoras” a los gobiernos gestores de los negocios del imperialismo, intentan montarse sobre estas luchas para contenerlas en vías parlamentarias. La burguesía se divide. Las masas no dejan de embestir. Situaciones prerrevolucionarias quedan abiertas.
Pero la ofensiva imperialista no da sosiego. En Brasil, Bolsonaro arremete contra todas las conquistas obreras, como lo hace Piñera o Lenin Moreno. Un choque de clases fue, es y será inevitable. Las dos clases fundamentales que se enfrentan en los países semicoloniales son el imperialismo y la clase obrera junto a sus aliados, los campesinos pobres. La burguesía entendió esta situación y lo dejó a Lula en libertad, para adormecer a las masas planteándoles que esperen hasta el 2022 para ganarle las elecciones a Bolsonaro. Es el apoyo “de izquierda” a la ofensiva imperialista. Y si las masas se desbordan, allí estará Lula para canalizarlas.

Fue en Ecuador y Chile donde los trabajadores y el pueblo y sus procesos revolucionarios dieron un salto en enormes acciones revolucionarias de masas, procesos insurreccionales o semi-insurreccionales, que han dejado totalmente dislocados los dispositivos de dominio de la burguesía sobre sus esclavos. Se desarrollaron enormes crisis revolucionarias en las alturas, como en Ecuador, donde surgieron verdaderos organismos de doble poder, como el FUT y la CONAIE, cuyas direcciones salvaron a la burguesía de su derrumbe cuando Lenin Moreno huía de Quito a Guayaquil ante la semi-insurrección de masas. Estas direcciones lo trajeron de nuevo a Quito y lo repusieron en el poder, luego de que la base del ejército se negara a reprimir a las masas insurreccionadas. Es la dirección colaboracionista de la CONAIE y el FUT la que sostiene al gobierno de Lenin Moreno hoy. La insurrección de masas puso en pie organismos de doble poder, que su dirección se lo devolvió a la burguesía.
Un inmenso manto de silencio cubre hoy Ecuador y esta verdad. Bastaría que la CONAIE y el FUT rompan con Moreno y declaren nacionalizada la tierra, los bancos y el petróleo para ganarse a la base del ejército y hacerse del poder. Hasta ahí, tan lejos llegó la lucha revolucionaria de las masas…
Al otro día de restituirse Moreno, la burguesía intentó no dejar rastros del combate revolucionario de masas. Pagó a centenares y centenares de voluntarios para limpiar las calles de Quito y que quede todo cubierto de un gran manto de olvido. Pero no se puede tapar el sol con un dedo. En Ecuador ha quedado un régimen de doble poder. No podrá durar mucho tiempo. El estado realinea sus Fuerzas Armadas y prepara nuevos zarpazos. Estos procesos revolucionarios no se definen en un acto.

En Chile no cesa el combate de barricadas en las calles. Las masas se niegan a retirarse de allí. La burguesía conspira. Con el “dulce” de una reforma a la Constitución y sacando a los militares de escena para preservarlos, preparan, en las alcaldías, un plebiscito tramposo sobre la “reforma constitucional” para diciembre. Lo mismo anuncia Piñera, que prepara un acuerdo con la “Mesa de Unidad Social”, controlada por el PC y el Frente Amplio, los cuales buscarán canalizar pacíficamente y desgastar este ascenso revolucionario de masas. Lo intentan hacer a cada paso, pero las masas ya hicieron la experiencia con la Concertación y sus trampas. Las barricadas no se abandonan.

Como vemos, en América Latina se agota el jugo de los limones exprimidos de las burguesías bolivarianas, como Ortega y Maduro. En Bolivia, para parar esta oleada revolucionaria en América Latina, el imperialismo concentró sus fuerzas en uno de los países más estables de la región, allí donde la aristocracia y la burocracia obrera sostuvieron al gobierno de Morales, que no les repartió ninguna riqueza a los obreros y campesinos, sino todo lo contrario… La burguesía y el imperialismo encontró la excusa y el momento de mayor debilidad de la relación de Morales con las masas, a las que atacó sistemáticamente, para largar un desconocimiento de las elecciones y luego abiertamente un golpe militar, basado en un putsch policial y de las bandas fascistas de la Media Luna. Ahora, buscan imponer un gobierno surgido del parlamento fantoche, inclusive votado por los diputados del MAS, que cierre la crisis política abierta. Cuanto más y más se sometió la clase obrera a Morales, más y más se fortaleció la derecha para su zarpazo.

En la fase actual de la lucha en América Latina, antes de que esta se profundice, Bolivia es el lugar donde el imperialismo concentra todas las fuerzas de la contrarrevolución para escarmentar a las masas y cortar la ofensiva revolucionaria en un punto. Ello es lo que hizo con Siria en Medio Oriente en 2011. Esta experiencia terminó en un baño de sangre. A no dudarlo que esto aplicará también en América Latina para cuidar sus intereses.

Crisis políticas, choques de clases, ofensivas de masas, el FMI, la ONU y la OEA actuando como ministerios de colonias de los yanquis, marcan que América Latina está ingresando en una situación prerrevolucionaria de conjunto.
El sistema capitalista tiene un hándicap a favor, que es la entrega de la revolución cubana a los yanquis y de la resistencia colombiana, en un pacto infame que firmó Castro con Obama, cuestión que le permitió a la burguesía bolivariana estrangular la lucha antiimperialista de las masas latinoamericanas y por esa vía la burocracia castrista devino en nueva clase poseedora.
La entrega de Cuba le plantea a las masas que estas cadenas de revoluciones no pueden vencer como revolución socialista, puesto que, como ya dijeran los Castro “el socialismo no va más ni siquiera en Cuba”. Es el gran favor contrarrevolucionario que le deja la lacra stalinista al imperialismo para dominar su patio trasero.
Asimismo, la estafa de la revolución bolivariana deja en Venezuela a millones de hambrientos y en Bolivia a la mayoría de la clase obrera atacada brutalmente por el gobierno de Morales, con la COB y el movimiento campesino divididos. La clase obrera debe sortear todas estas traiciones para abrirse camino al combate contra el imperialismo y la burguesía.
Las direcciones traidoras son el peor lastre que tienen las masas en la situación prerrevolucionaria abierta en el subcontinente. La crisis de dirección, como se observa en los combates de Medio Oriente, es el factor más reaccionario y de crisis de las actuales ofensivas revolucionarias.

El imperialismo aprendió de lo sucedido en Medio Oriente en 2011-2012 y ahora utiliza su manual de guerra contrarrevolucionario contra las masas de América Latina y el mundo en estado de sublevación

Los estrategas de las clases dominantes saben que no pueden ceder la caída de los gobiernos ante acciones insurreccionales de masas. Saben que hay que defenderlos, puesto que si no, estas chocan no solo contra los gobiernos sino también contra todas las instituciones de dominio del Estado, como sus fuerzas armadas, justicia, etc. El armamento se pone a la orden del día. De las revueltas, de las huelgas revolucionarias, de los choques con la soldadesca, el combate se eleva a guerra civil. Se pone a la orden del día la destrucción de los ejércitos de la burguesía. Se contagia de país a país, donde se enfrentan a los mismos enemigos. Ello pasó en Libia, Yemen, Siria, o en Egipto, donde tuvo que volver una feroz dictadura militar para que la burguesía retome el control de su estado.
De allí la tozudez con la que resiste Piñera en Chile, la firmeza con la que se apalanca Bolsonaro en Brasil y el gran favor que le hicieron el PJ y los Kirchner a Macri y los yanquis al impedir que sean las masas argentinas, que se sublevaron en 2017, las que derroquen al gobierno.
Cualquiera que vea los levantamientos revolucionarios de Medio Oriente hoy, verá como el imperialismo sostiene a rajatabla a los gobiernos. Si estos cayeran, habría un choque directo con las fuerzas armadas. Por ello imponen gobiernos de transición, reformas parciales democráticas… El imperialismo sabe lo que le costó sus victorias en Yemen en Siria o en la misma Libia, donde aún no han logrado reconstituir definitivamente su dominio. El imperialismo y sus estados mayores tienen muy presentes los mecanismos de engaño que resultaron ser las constituyentes, los plebiscitos, cuando no pudieron sostener a sus gobiernos y cayeron como en Túnez o Egipto. Allí, la democracia no resultó ser más que un rodeo para que vuelvan los sables de los generales.

Ver hoy a la Nueva Izquierda de stalinistas y renegados del trotskismo levantar en todo tiempo y lugar la consigna de “asamblea constituyente” en América Latina, es una verdadera falacia. Es la salida por izquierda que proponen los reformistas para desviar la lucha de las masas ante crisis revolucionarias, cuando lo que está planteado es la toma del poder. Es educar a las masas en que el poder se puede tomar por vía pacífica, ampliando la democracia: “Asamblea Constituyente, poder de los trabajadores”… es decir, la política nefasta del stalinismo en Chile en los ’70 de “vía pacífica al socialismo”. Es una izquierda democratizante, que en Bolivia ha llegado al paroxismo de plantear que para derrotar al golpe hay que hacer una Asamblea Constituyente, cuando esto se resuelve con las armas en la mano. Hace rato ya entonces que los renegados del trotskismo se han convertido en un sostén fundamental, junto al stalinismo, de la Nueva Izquierda, con las que Sanders, Podemos, Syriza estrangulan los procesos revolucionarios.

En América Latina y Medio Oriente la leña está seca. Los procesos revolucionarios se generalizan

En Medio Oriente y América Latina, donde la ofensiva imperialista no cesa, donde se combate por el pan, por la tierra y contra el imperialismo; donde se generalizan rápidamente los procesos revolucionarios, se encuentra la avanzada de la clase obrera mundial contra el imperialismo y su dominio. La necesidad de coordinar estos combates con la clase obrera de los países centrales es imperiosa. Es el único camino realmente decisivo para la victoria.
Derrotar el golpe banzerista en La Paz es combatir y cercar Wall Street, desde donde se organiza –junto a la OEA y la CIA- ese zarpazo contrarrevolucionario. Ya se levantan allí los obreros, como en la huelga de GM y de los docentes, o los inmigrantes que luchan por sus reclamos.
El combate contra los militares pinochetistas es parte de la lucha de la clase obrera norteamericana contra la guerra imperialista. En Washington y en el Comando Sur están los jefes del ejército pinochetista, del ejército ecuatoriano, de los oficiales banzeristas de Bolivia y de todas las fuerzas militares contrarrevolucionarias, que volverán a llenar de sangre al subcontinente latinoamericano, si no triunfa la revolución proletaria, como ya lo hicieron en los ’70. Como vemos en estos grandes choques de clases, Yemen, Siria, Egipto golpearán las puertas de América Latina.

Medio Oriente, nuevamente en llamas, necesita de la clase obrera europea. Las fuerzas están. El rol de las direcciones contrarrevolucionarias es desincronizar el combate del proletariado de todo Medio Oriente y América Latina con el de la clase obrera de los países centrales.
En 2013 y 2014, el Foro Social Mundial se reunió en Túnez. No fue casual. Allí fueron las burguesías bolivarianas y sus continuadores de hoy: la Nueva Izquierda de Podemos y Syriza y sus séquitos, al grito de “el enemigo es el ISIS”, “Al Assad es el aliado al que hay que apoyar”. Se aliaron en un “frente antiterrorista” con Sarkozy, Merkel y Obama. Ello también lo sabrán hacer en América Latina. Cuando lancen sus primeros golpes contrarrevolucionarios, hablarán de sus enemigos “los terroristas” y los “vándalos”, como ya lo empiezan a hacer en la Alameda y Plaza Italia en Santiago de Chile los “pacos de rojo”, los traidores de la burocracia sindical de la CUT. Sería una tragedia para las masas latinoamericanas que se trate de terroristas y vándalos a los mejores combatientes de las revoluciones que hoy están en curso. Eso fue lo que hicieron desde el FSM y la Nueva Izquierda con los mejores combatientes y luchadores obreros y la juventud de Medio Oriente. Trataron de terroristas y jihadistas a los que hicieron “pasar a mejor vida” al dictador Qadafy, gerente de los negocios de la ENI italiana en Libia. Lo mismo hicieron con las masas que combatían a 30 cuadras de la casa de gobierno en Damasco, Siria y con las masas yemeníes. Montaron trampas con el mismo verso que utilizan hoy en América Latina, llamando a luchar por la “democracia” como en Egipto, donde terminaron apoyando al movimiento de los demócratas liberales “6 de abril”, que a su vez llamó a la dictadura de Al Sisi para masacrar al pueblo.
Esa tragedia no puede suceder nuevamente, ni en América Latina ni en la nueva oleada revolucionaria de Medio Oriente. La estafa de la “revolución bolivariana” se derrumba sobre los hombros de las masas en América Latina. La infamia de guerras “interétnicas” se rompe en las rocas de la vida y de los hechos cuando en Irak son obreros chiitas, sunitas y kurdos los que enfrentan al imperialismo y sus agentes. La ofensiva imperialista no da tregua y las masas no se rinden. Por delante, nuevas guerras, insurrecciones, saltos del crac, fascismo y contrarrevolución.
La crisis de dirección está al rojo vivo. Las masas necesitan sacarse de encima todas sus direcciones que deshacen lo que estas construyen en su lucha.
Como dice el Programa de Transición de la IV Internacional: “Los prerrequisitos objetivos para la revolución proletaria no solo han ‘madurado’, comienzan a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista y además en el próximo período histórico, una catástrofe amenaza a toda la civilización humana. Todo depende ahora del proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.”

En el mundo semicolonial las dos clases fundamentales que se enfrentan son el imperialismo y la clase obrera. La burguesía nativa solo intenta usar al movimiento obrero -controlándolo férreamente- para regatear su tajada de los negocios a su socio mayor imperialista. Pero ella sabe que si el proletariado entra en maniobras de revolución, no solo atacará la propiedad del imperialismo sino también la suya. Por ello, como plantea la teoría-programa de la Revolución Permanente, solamente la clase obrera con sus aliados de los sectores empobrecidos del campo y la ciudad pueden resolver íntegra y efectivamente las tareas democráticas en el mundo semicolonial por medio de la dictadura del proletariado, empuñando este el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.
Los liquidadores del trotskismo rompieron con esta tesis fundamental de la Revolución Permanente. Para ellos se pueden resolver las tareas democráticas de las naciones oprimidas con una Asamblea Constituyente, sin la victoria de la revolución socialista. En el Magreb y Medio Oriente, al igual que en América Latina, se enfrentan dos programas, el de la teoría-programa de la Revolución Permanente de los trotskistas versus el de los continuadores de las pseudoestrategias del stalinismo.

El campo de batalla de la clase obrera mundial está lleno de heroicas luchas revolucionarias, pero también de enormes traiciones del reformismo, como vemos en América Latina, en Medio Oriente y en todos los combates decisivos de la clase obrera mundial.
La ofensiva imperialista ha logrado imponerse allí donde las direcciones traidoras stalinistas, los ex trotskistas y los partidos social-imperialistas, les han salvado sus negocios, sus ganancias y sus estados. Pero la clase obrera no ha dicho su última palabra y presenta batalla contra el imperialismo allá donde se libera del chaleco de fuerza de los traidores.
Estas fuerzas de los explotados que como en Chile, Ecuador o en Irak y el Líbano, entre otros, golpean la ciudadela del poder, dejan en crisis al reformismo y a las direcciones traidoras que no pueden más que balbucear.

El trotskismo fue y es una fuerza viva de la lucha de la clase obrera porque vive en el movimiento obrero revolucionario real. Sus fuerzas están en las indomables masas revolucionarias chilenas, ecuatorianas, iraquíes, sirias, libanesas, etc.
Nuestras fuerzas están allí, en los miles de jóvenes y trabajadores de los sectores más explotados que hoy salen al combate. Allí están surgiendo las fuerzas para poner en pie nuevamente el partido de la revolución socialista internacional, que fuera entregado por los ex trotskistas al imperialismo y al stalinismo.
Desde la Fracción Leninista Trotskista Internacional llamamos a todas las fuerzas que se reclaman del trotskismo internacional, que se declaran independientes de las fuerzas contrarrevolucionarias del stalinismo a nivel mundial y que luchan por una estrategia trotskista independiente para darle continuidad al combate de los bolcheviques-leninistas y la IV Internacional, a reagrupar nuestras fuerzas alrededor del programa de la IV Internacional.

Milton Sánchez. Carlos Munzer, Paula Medrano, Abu Muad y James Sakala
por el Comité Ejecutivo de la FLTI

 

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