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EE.UU. -11 de Noviembre de 2008

Reproducimos un artículo publicado en el periódico "Democracia Obrera" N° 32 del 11 de Noviembre de 2008

La “democracia” cesarista del régimen esclavista
imperialista norteamericano

Los medios de comunicación y los apologetas del capitalismo no cesan de elogiar a la “gran democracia norteamericana”, de destacar cuán maravillosamente “democrático” es este país donde un negro puede ser electo presidente cuando la mayoría de la población es blanca, y así interminablemente.
Es una total y completa mentira: no hay nada más antidemocrático que el régimen imperialista norteamericano, que poco tiene que envidiarle a la “democracia” cesarista del viejo imperio romano, es decir, la democracia para un puñado de esclavistas viviendo como parásitos sobre el cuerpo de cientos de miles de esclavos. Veamos.
En primer lugar, en los Estados Unidos el voto no es obligatorio. Hay que inscribirse para votar. Pero para ello... ¡hay que pagar! Así que todo aquel que no tenga los dólares suficientes para inscribirse, no vota. Además, por supuesto, no votan tampoco millones de trabajadores y explotados inmigrantes que hace años y años que viven en Estados Unidos pero que, como no son “ciudadanos norteamericanos”, tampoco pueden votar. Ni hablar de los 12 millones de inmigrantes ilegales.
Las elecciones son siempre el primer martes de noviembre. Martes, es decir, día laborable, con lo cual decenas de miles de trabajadores no pueden ir a votar –si quisieran hacerlo- porque tienen que trabajar, a riesgo que el patrón los despida o les descuente el día.

Encima, las elecciones a presidente y vice son indirectas. Esto es, no son elegidos por voto directo sino que se eligen electores por estado, los que luego, entre las cuatro paredes del parlamento y comprando y vendiendo votos al mejor postor, deciden quién es el presidente. Así, para dar un ejemplo, en las elecciones de 2000, a pesar de que fue el más votado en todo el país fue Gore –Demócrata y vice de Clinton-, el presidente terminó siendo Bush después de realizar un escandaloso fraude en Florida.
Los representantes a la cámara de diputados son elegidos por voto directo, en proporción a la cantidad de población de un distrito. No así los senadores, que son siempre 2 por estado, así se trate de California –el más poblado- o de Alaska que tiene apenas unos millones de habitantes.

Tan sólo llegar a presentar un candidato a presidente con presencia nacional es casi una utopía para cualquier partido –no sólo obrero, inclusive burgués o pequeño-burgués- que no sea el Demócrata o el Republicano, por las miles de restricciones legales y, sobre todo, por la enorme cantidad de dinero que se necesita.
Tan “democrático” es el régimen yanqui que en él... es legar hacer “lobby”. Es decir que los distintos monopolios y empresas tienen el “derecho” de pagarles a los diputados y senadores y a las distintas comisiones parlamentarias para que aprueben tal ley que les es favorable, o bloqueen otras que les es desfavorable. Demás está decir que ¡siempre gana el monopolio que más plata pone!

Pero aún todo esto son cuestiones menores. El corazón, la verdadera esencia de la “democracia” cesarista del régimen imperialista yanqui, está en lo que se da en llamar el “establishment”. Es decir, en el aparato burocrático del estado cuyos funcionarios no son electos, sino que son funcionarios de carrera. En ese aparato burocrático cada monopolio pone, desde jóvenes, a sus empleados que devienen así en funcionarios del aparato burocrático, y que son prácticamente inamovibles: aunque pasen y se sucedan gobiernos Demócratas o Republicanos, ellos siempre quedan. Es entonces desde allí donde los monopolios imperialistas yanquis se garantizan el control del estado norteamericano y que sus intereses siempre estén resguardados, haya un gobierno Demócrata o Republicano, haya mayoría de uno u otro partido en el congreso, haya crisis política como la del gobierno de Bush, o haya una oleada pacifista como la que ha traído a Obama en su cresta. 
Esta es la “gran democracia” americana: la “democracia” cesarista de un régimen esclavista imperialista, asentado hoy, a diferencia del viejo imperio romano, no sobre unos cientos de miles de esclavos, sino sobre miles de millones de esclavos coloniales y semicoloniales.

 

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