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Pierre Broué

 

“Los trotskistas en la URSS (1929-1938)”

Publicamos extractos del trabajo “Los Trotskistas en la URSS (1929-1938)” de Pierre Broué
Publicado originalmente en francés en Cahiers León Trotsky nº 6 en 1980.

 

 

(...)
La situación de la oposición en 1930


Fue una Oposición de Izquierda casi renovada la que emergió en 1930 de su crisis de 1929, en condiciones de represión infinitamente agravadas. La mayoría de los “antiguos bolcheviques”, incluidos aquellos de la Oposición de 1923, entre los cuales algunos de sus más prestigiosos defensores la habían abandonado, convirtiéndose, como Radek y Piatakov, en sus enemigos decididos, o, como Ivan N Smirnov o Mratchkovsky, en hombres desgastados que no se sentían con la fuerza suficiente para continuar una lucha por la cual mostraban, sin embargo, simpatía.
Sería no obstante un error creer que todos los viejos desaparecieron. Quedaban en la Oposición al menos tres figuras históricas de primer orden: Rakovsky, Sosnovsky y Muralov.
Rakovsky tenía entonces 57 años. Nacido en Rumania, había recorrido Europa, conocido a todos los dirigentes de la II Internacional, combatido durante la guerra en el núcleo internacionalista. Después de 1917, cuando se unió a los bolcheviques, fue presidente del consejo de los comisarios del pueblo de Ucrania durante la guerra civil, luego ”exiliado” como embajador, después de haber sido, desde 1923, uno de los líderes de la Oposición de Izquierda. Dejó en Ucrania numerosos fieles y el recuerdo de su lucha contra la rusificación. Fue el portavoz de la Oposición en el XV congreso – para los oposicionistas era el portavoz de Trotsky, al que lo ligaba una vieja amistad. Tras la declaración de agosto de 1929 fue transferido a Barnaul, donde soportó un frío mortal para su organismo de cardíaco. Se pensaba que nada podía hacerlo retroceder y que Stalin buscaba hacer que muriera sin tener que matarlo.
LS Sosnovsky tenía cuarenta y cuatro años. En un viejo bolchevique de 1903 que también había conocido la prisión, la deportación y la emigración. Era un gran periodista, muy popular, campeón, desde la época de Lenin, de la lucha contra la burocracia y los kulaks en Pravda y en Bednota, especializado en la denuncia de las practicas de los burócratas del partido. Fue miembro del núcleo de la Oposición desde 1923 y se distinguió en 1928 y 1929 por la violencia de sus ataques contra los capituladores. Stalin quería callarlo, silenciar su pluma irreductible. Y lo logró: ninguna noticia de Sosnovsky se filtró desde el momento en que huyó vivo de la celda de Tomsk, destinada a servirle de féretro.
NI Muralov era también, a los cincuenta y tres años, un héroe de leyenda. Este hijo de campesinos, agrónomo, era también un bolchevique de 1903. Este gigante fue uno de los dirigentes de la insurrección de 1905 donde fue perseguido por el asesinato de un “centuria negro” pogromista. En 1917, fue él quien comandó en Moscú a los Guardias Rojos que tomaron por asalto el Kremlin. Miembro del estado mayor de Trotsky durante la guerra civil, fue comandante militar de la región de Moscú, luego inspector general del Ejército Rojo. El también fue miembro del núcleo de la Oposición de Izquierda desde 1923, uno de los más cercanos a Trotsky.
Estos tres viejos bolcheviques eran muy conocidos. Pero había también en 1930, en las filas de la Oposición otros militantes de su generación que simplemente eran menos conocidos en el extranjero. Estaba primero el núcleo de los comunistas georgianos comprometidos desde 1922 en la lucha contra Stalin. Koté M Tsintsadzé tenía cuarenta y tres años. No tenía más de veinte años cuando tuvo que vivir durante meses en Tiflis en el sótano donde los bolcheviques habían instalado su imprenta clandestina. Conoció prisiones y presidios. Dirigió la Checa, luego convertida en GPU, en la Georgia reconquistada. Estaba tuberculoso y su salud no dejaba de agravarse. Helena Tsulukidzé, “Lola”, estaba, también ella, tuberculosa. Lado Dumbadzé, otro bolchevique georgiano de la época heroica, antiguo presidente del soviet de Tiflis, gravemente herido durante la guerra civil, encarcelado en aislamiento total durante casi dos años, estaba en vías de perder el uso de sus dos brazos. Entre los viejos comunistas georgianos – tras la capitulación de Okudjava y Mdivani – quedaban en prisión Vasso Donadzé, antiguo miembro del CC, Zivzitadzé, antiguo adjunto de Tsintasadzé, los dos hermanos de este último y decenas de otros que no son para nosotros más que nombres. Lado Enukidzé, era en 1927 alumno de la academia militar, uno de los mejores cuadros del Ejército Rojo: este alto oficial, que voluntariamente custodió a Trotsky en su departamentos recibió durante la deportación paquetes de su tío Avelii, secretario del ejecutivo de los Soviets. Otto Khristianovitch Aussem, hijo de un profesor, miembro del partido en 1899, responsable durante mucho tiempo de la organización militar clandestina, cónsul en París en 1924, y su hermano Vladimir, antiguo soldado en Ucrania, eran viejos amigos de Rakovsky. Se habla muy poco de ellos.
Por el contrario, dos nombres aparecen enseguida bajo la pluma de Trotsky a principios de los años treinta, los de Grunstein y Kasparova que conocemos menos pero que parecen tener una aureola de ”viejos bolcheviques”. Karl E Grunstein pertenecía a la vieja generación; fue militante del partido socialdemócrata letón, donde era un firme aliado de los bolcheviques, luego bolchevique, pasando años en prisión y en deportación. Durante la guerra civil, dirigió una división y gozó de la estima de Trotsky al que estuvo personalmente ligado desde la época de la batalla de Kazán donde estuvo a su lado. Después de la guerra, dirigió la escuela de aviación militar y aseguró el secretariado de la sociedad de los antiguos presidiarios. Cubierto de condecoraciones, fue con Muralov unos de los pocos militantes políticos que se convirtió en un militar reconocido por sus pares “profesionales”. Estuvo con la Oposición de Izquierda desde 1923, refrendó en 1929 la declaración de Rakovsky. Fue deportado a Cherdyn con su mujer Revecca y un niño. Veronika S Kasparova, tiene igualmente un largo pasado como militante. Bolchevique desde 1904, después figura en la sección “mujeres” de la Internacional. Fue deportada con su hijo, igualmente miembro de la Oposición desde 1923. Fue cofirmante de la declaración de abril de 1930, después de haber apoyado la de agosto de 1929.
Boris M. Eltsin no tenía más que cincuenta y cinco años, pero era considerado por todos como un “viejo”. Bolchevique en 1903, fue uno de los dirigentes del partido y de los soviets en el Ural en 1917, miembro del ejecutivo de los soviets en octubre. En 1923 fue uno de los firmantes de la famosa “declaración de los cuarenta y seis”, punto de partida de la Oposición, y, luego, uno de los dirigentes de la Oposición de Izquierda, uno de los redactores de la plataforma de 1927. En 1928 y durante la primera mitad de 1929 dirigió en Moscú el “centro” clandestino. Detenido, fue enviado a Suzdal, a una prisión insalubre – antiguo monasterio- en un aislamiento total, sufriendo una grave enfermedad, tuberculosis ósea o meningitis cerebro-espinal. Cuando Stalin le propuso “negociaciones”, respondió que estaba dispuesto con la condición de que Trotsky volviera del exilio y de que los bolcheviques-leninistas fueran autorizados a realizar una conferencia.
Vassili V. Kossior era un ”viejo” más joven, treinta y nueve años, obrero metalúrgico, bolchevique de 1907, antiguo instructor de metales, delegado a los IX, X y XI Congresos del partido, primero miembro de la tendencia ”decista” luego unido nuevamente a la Oposición de Izquierda con un grupo de militantes. Su hermano Stanislav era en esa época uno de los hombres de confianza de Stalin.
Algunos hombres pertenecían a la generación intermedia. Fiodor N Dingelstedt entró en el partido en 1910. En febrero de 1917, fue miembro del comité bolchevique de Petrogrado y fue delegado por el mismo para organizar el partido entre los marineros de la base de Cronstadt. Fue uno de los primeros diplomados del Instituto de los profesores rojos, miembro de la Oposición de Izquierda desde su constitución en 1923. Convertido en director del Instituto Forestal de Leningrado, obtuvo una licencia que le permitió viajar a Londres y escribir allí un libro sobre “La cuestión agraria en las Indias” publicado en Moscú en 1927. Fue deportado sucesivamente a Kansk, luego a Rubtsovsk. Era uno de los dirigentes más conocidos en el exilio por su firmeza. Victor Serge escribió que “su rostro, en su fealdad inspirada y golpeada, expresaba una invencible obstinación”. No conocemos nada de la carrera militante de Andreii Konstantinov, militante bolchevique desde 1916, salvo su admirable retrato trazado, años tras su muerte, por su compañera de deportación, María M. Joffé.
El grueso de la Oposición y de sus cuadros de 1930 estaba formado por hombres y mujeres todavía jóvenes, la generación de 1917. En su mayoría estas personas eran obreros, secundarios, estudiantes, cuando adhirieron al partido en ese año 17 y combatieron en los años de guerra civil como soldados o como comisarios políticos. Estos jóvenes – la flor y nata del partido bolchevique – se reencontraron después de 1920 en las facultades obreras, las rabfaki, y fueron los cuadros de esta juventud estudiante-obrera que nutrieron el grueso de la Oposición de 1923. Algunos de ellos estuvieron entre los más brillantes y mejores alumnos de este Instituto de profesores rojos cuyo objetivo era reunir a la élite de los jóvenes cuadros bolcheviques a fin de formarlos en todos los dominios de la investigación política y social. Eran, en el fondo, muy representativos de esta capa social original nacida de la revolución de Octubre, una “intelectualidad obrera” muy conocedora de la técnica y de la construcción económica al mismo tiempo que apasionadamente al servicio de la revolución mundial.
Muchos de estos jóvenes fueron arrestados y deportados al mismo tiempo que el grueso de los “viejos”: fueron aquellos que estuvieron ligados a Trotsky, a su secretariado, o que fueran dirigentes de la Oposición de Izquierda. Es el caso de los ”secretarios”, Igor M Poznansky, colaborador de Trotsky desde 1917, organizador de la caballería roja, de N Palatnikev, un ”profesor rojo”, de Nikolai M. Sermuks y de Nikolai Netchaiev, ambos del estado mayor del famoso tren blindado. Víctor E. Eltsin, que era el hijo de Boris Mikhailovitch, se unió al partido en 1917, presidió en 1918 el soviet de Viatsk, luego fue Comisario político de una división del Ejército Rojo durante la guerra civil. Diplomado del Instituto de los profesores rojos en 1926, como economista, colaboró en la edición de las “Obras” de Trotsky. Lo mismo para Grigori Stopalov, reclutado en el colegio en 1917, organizador clandestino de los bolcheviques de Ucrania –territorio bajo la bota de Denikin; diplomado por el Instituto de los Profesores Rojos en 1922 y casado con una educadora de la escuela del partido, Lembergskaia.
La biografía de Sokrat Guevorkian es casi idéntica: hijo de un obrero del petróleo de Bakú, organizador de sindicatos durante la guerra, excluido, por su actividad, de la escuela secundaria, se adhirió al partido en 1917, participó en la guerra civil, luego estudió en Moscú en rabfak, enseñó más tarde teoría de economía política. ”Viejo” oposicionista, parece que fue arrestado en 1928 y que habría seguido a Smirnov durante algunas semanas en el verano de 1929. Vassili F Pankratov era un antiguo marinero de Cronstadt, miembro de la delegación que llegó, en el momento del putsch de Kornilov, para encontrarse a Trotsky en su prisión y a Kerensky en su palacio. Durante la guerra civil, sirvió en la Checa y luego devino jefe adjunto de la GPU en Transcaucasia. Fue arrestado poco después en enero de 1930. Kh. M. Pevzner era también un hombre de Octubre, veterano de la guerra civil, en la que fue oficial y donde perdió el uso de un brazo. Trabajaba en el Comisariado de las finanzas y estuvo implicado en 1927 en el caso de la imprenta. Según un manuscrito “samizdat”, recientemente publicado en el extranjero, habría sido el yerno del jefe de la GPU, Iagoda. De hecho, parece ser que estuvo casado con su nieta. Su joven mujer estaba tuberculosa. Grigori Ia. Iakovin era, él también, diplomado del Instituto de los profesores rojos. Era historiador, especialista de la historia contemporánea de Alemania donde había vivido y sobre la cual había publicado un buen libro. Víctor Serge lo describió: “Treinta años, deportista, inteligente, siempre despierto, lindo muchacho, voluntario ardiente”. Evoca su período de “ilegalidad, ingeniosa, audaz y arriesgada” en Moscú. Su rol, en el “centro”, fue importante. Eleazar Solntsev, a los treinta años, era considerado como uno de los hombres mejor dotados de su generación. Economista, funcionario del comercio exterior en Alemania luego en los Estados Unidos, fue llamado en 1928 y detenido desde su regreso. Citemos también a los dos yernos de Trotsky. Man Nevelson, el marido de Nina, era estudiante de secundaria en 1917 cuando organizó las Juventudes Comunistas y luego los Guardias Rojos. Comisario político del Ejército Rojo, era en 1920 jefe del departamento político del 5to. ejército, y se reconvirtió en economista. Su primo Platón I. Volkov, marido de Zinaida, era maestro: fue detenido poco después.
El azar de los mensajes y de los recuerdos no nos ha dejado más que largas listas y a veces indicaciones de orden personal. Las tres hermanas Chumskaia eran militantes de 1917, como Mussia Magid, quien organizó a los soldados detrás de las líneas de Denikin, como el antiguo dirigente de las Juventudes Comunistas de Ucrania Iakov Byk, como los soldados siberianos Aaron, Samuel y Pavel Papermeister. Leonid Guirchek, antiguo representante comercial en Persia, Vassili M Tchernykh, antiguo comisario del Ejército Rojo, antiguo jefe de la Checa del Ural, Mikhail A Polevoi no son para nosotros más que nombres que quedaron en la memoria de Serge y conservados en los papeles del exilio. Hemos encontrado una mención de estudiantes-obreros más jóvenes todavía, de Karlo Patskachvili, hijo de campesinos pobres de Georgia, estudiante en Moscú, de Karl Melnais, dirigente de las Juventudes Comunistas en 1926 y estudiante de matemáticas, de Sacha Milechin, de Moscú también, de Faina Upstein, de Odessa, reclutada en 1927, detenida en 1932. Algunos de los corresponsales de Trotsky y Sedov, hasta de Rakovsky, son sin lugar a dudas cuadros políticos de los cuales no sabemos casi nada, comenzando por L. Trigubov, un antiguo de Kiev, pero también los jóvenes A. Abramsky y NI Mekler, de Kharkov, GM Bagratov, Boris N. Viaznikovtsev, Mikhail Lebel, Tigran Askendarian, G. Khotimsky, Pavel I. Golubtchik, I. Ia. Kievlenko, V. Sidorov. Sería necesario por otra parte consagrar un estudio especial a los extranjeros, que entre los prisioneros eran a veces grupos enteros de responsables, de refugiados, hasta estudiantes, chinos, yugoslavos, búlgaros, austriacos, italianos.
Ciliga dio elementos estadísticos sobre la población de la “cárcel de aislamiento” de Verkh­neuralsk: sólo un 15% de obreros, como gusta subrayar, una mayoría de jóvenes intelec­tuales judíos, originarios sobre todo de Ucrania y de Bielorusia (47%), muchos georgianos y armenios (27%), entre los cuales había una fuerte proporción de campesinos, 39% de rusos donde predominaban, dice, militares y chekistas. El número total de los detenidos en la cárcel de aislamiento nos parece no obstante escaso para elaborar una estadística y generalizar las conclusiones. Los archivos de Trotsky aportan algunos elementos suplementarios: de los 378 deportados registrados en 1928 con nombre y lugar de origen, 66% fueron arrestados en Moscú y el 10% en Kharkov. Una evaluación da más del 20% de judíos, de 7 a 8% de armenios y otro tanto de georgianos. Hemos podido igualmente notar que no se puede reducir la intelectualidad obrera a la categoría curiosamente definida por Ciliga como la de los “intelectuales judíos”. Los datos dados por los corresponsales de Trotsky mencionan un número elevado de obreros arrestados por actividades oposicio­nistas. Los datos proporcionados en 1936 por Serge conducen por otra parte a cuestionar seriamente las afirmaciones de Ciliga sobre la proporción de los obreros entre los oposicionistas en prisión. Mikhail Bodrov, el antiguo correo de la Oposición en Alma Ata, era un obrero metalúrgico de Moscú. En Orenburg se encontraban al mismo tiempo que Serge, Alexis A. Santalov, antiguo tornero de Leningrado, combatiente de 1905 y 1917, el armador de Leningrado Trukhanov, el sastre de Minsk Boris I. Lakhovitsky, el curtidor (de cueros, N de T) ucraniano Iakov Byk y muchos otros. Sabemos por María M. Joffé que el “estudiante” Patskachvili había llegado descalzo a Tifus para intentar la aventura que lo llevaría en algunos años a la universidad sin haber frecuentado antes la escuela secundaria.
Tal es, someramente, la imagen de los miembros de esta Oposición de Izquierda, de los cuales el grueso, a partir de 1930, se concentraba esencialmente en las “cárceles de aislamiento”: estos hombres y mujeres estaban condenados a sobrevivir en las peores condiciones materiales y morales hasta el momento final, con la bala en la nuca o bajo la ráfaga de ametralladora.

La vida política de la oposición


La Oposición unificada, bloque de tendencias y de fracciones, había conocido desde su nacimiento y antes de ser puesta fuera de la ley, vivos debates internos. El más importante había opuesto el núcleo de 1923 al grupo llamado del ”centralismo democrático”, los ”decistas” impulsados por Vladimir M. Smirnov y Timotei V. Sapronov que habían logrado influenciar a algunos bolcheviques como Radek o Nin en torno al análisis sobre la naturaleza social del Estado y del partido y la necesidad de luchar por un ”segundo partido”. El eco de esta vieja discusión se manifestaba todavía en los nuevos problemas debatidos por la Oposición de Izquierda en 1930.
Sobre este asunto, disponemos después de varias décadas, de un importante testimonio, el de Ante Ciliga. La apertura de los “papeles del exilio” permiten corregirlo en lo que tenía de parcial y al mismo tiempo completarlo ventajosamente gracias a dos informes de los bolcheviques-leninistas Iakovin y Ardachelia.
Estos dos textos esenciales – y algunos otros de menor importancia – permiten hacerse una idea precisa de la vida política en una de las prisiones reservadas a los “bolcheviques-leninistas”, la “cárcel de aislamiento” de Verkhneuralsk donde estuvieron encerrados, a partir de 1930, entre 200 y 250 detenidos, de los cuales 120 se reclamaban de la Oposición de Izquierda.
El cuadro es indiscutible, a pesar de las condiciones materiales más que mediocres, ya que los locales estaban superpobladas, la “cárcel de aislamiento” era una verdadera “universidad de ciencias sociales y políticas” “la única universidad independiente de la URSS” precisa Ciliga. Los detenidos podían comunicarse entre ellos, publicar diarios manuscritos donde los artículos, firmados, no eran sometidos a ninguna censura, donde debatían sus divergen­cias, abordaban las cuestiones teóricas y de actualidad, ”de la manera más franca, poniendo todos los puntos sobre las íes”. Los diversos agrupamientos políticos de esta prisión eran “verdaderas organizaciones, con sus comités, sus diarios manuscritos, sus jefes reconocidos”. Funcionaban mediante reuniones regulares en el transcurso de paseos, y hasta en aulas, con escritorio, orden del día, procesos verbales. Había una administración de los ”correos” que entablaban, a cuenta de todos, relaciones internas y externas no solamente con la URSS, sino también con el extranjero, especialmente a través de las transferencias hechas a otras prisiones. La biblioteca estaba relativamente nutrida, los diarios que se publicaban en la URSS estaban disponibles si uno se abonaba, así como las publicaciones de los Partidos Comunistas extranjeros. Los lazos políticos se mantenían de forma permanente. Ciliga da cuenta de la llegada a manos de los prisioneros de Verkhneuralsk de ejemplares del Biulleten Oppositsii y de folletos de Trotsky hasta 1934, porque los detenidos, decía, tuvieron al menos la posibilidad de discutir la entrada de los trotskistas franceses en la SFIO durante aquel año.
El gran debate entre los trotskistas de Verkhneuralsk comenzó a fines de 1929 y se desarrolló durante todo el año 1930, cuando la llegada de cincuenta detenidos nuevos llevó a más del doble la cantidad de efectivos bolcheviques-leninistas, y amontonó a los hombres de tal modo que hizo imposible impedirles la comunicación. La discusión comenzó bajo el signo de “el año negro” y de las grandes oleadas de capitulaciones. Después de las últimas capitulaciones, de un grupo de estudiantes moscovitas a principios de 1930, los golpes que siguieron a aquella oleada pasaron a partir de entonces a primer plano.
Un pequeño grupo de militantes animados por los ”viejos” – el georgiano G. Kvachadzé, el armenio Amo Saakian, el veterano del Ejército Rojo Vl. I. Rechetnitchenko- intentaba extirpar de las filas de la Oposición las raíces que habían conducido a tantos de sus partidarios a capitular. Denunciaban ante todo lo que llamaban las tendencias “conciliadoras”, y, finalmente, el estado de ánimo que había conducido a redactar la declaración de agosto de 1929. Durante los primeros días de enero estos hombres publicaron un primer número del diario Bolchevique Militante, donde una declaración de Amo Saakian se desvinculaba de Rakovsky y su declaración. El diario desarrollaba sistemáticamente la propuesta, tomada de Trotsky, según la cual la Oposición de Izquierda debía de allí en adelante no dirigirse al comité central y al partido, sino a la clase obrera misma. Rápidamente la dirección pasó a un equipo de jóvenes militantes: O Puchas, M Kamenestsky, Ia. G. Belinsky, N. Perevertsev, Emelianov; todos parecían acercarse considerablemente a las posiciones de los “decistas” a los que el último de la lista, por otra parte, se unió. La idea central de los “bolcheviques militantes” era por una parte que, en ese momento, no se podía reformar el partido y que ningún “giro a la izquierda” era por otro lado posible por parte de la burocracia. Trotsky era presentado como ocupando una posición de principios firme, mientras que Rakovsky maniobraba e intentaba la conciliación con el aparato. El Bolchevique Militante vió la prueba de esto cuando, en mayo, comenzó a hablarse de una nueva declaración de Rakovsky en el Congreso.
A la “mayoría” le costó definirse ante los ataques procedentes de la “izquierda”. Su primera reacción fue abrir por su cuenta el mismo debate en las páginas de una revista modestamente titulada Resúmenes sobre el período actual; aparecieron tres gruesos números entre enero y octubre con artículos firmados que trataban sobre las cuestiones económicas, políticas y tácticas. Su objetivo, escribía Ardachelia, era “esclarecer los problemas de la época”. El restablecimiento del contacto con el exterior facilitó la tarea: el “conjunto bolchevique leninista” logró enviar cinco cartas a la dirección clandestina de la fracción en la URSS y recibió cinco respuestas así como una decena de cartas y documentos escritos por los “dos viejos”, Trotsky y Rakovsky.
En junio de 1930, la discusión había madurado lo suficiente como para que fuera posible intentar hacer un balance. Los dirigentes de la mayoría – a la que Ciliga denominaba “la derecha” decidieron elaborar tesis. Estas serían las “Tres Tesis”, redactadas por tres de los jóvenes dirigentes de la Oposición, Iakovin, Solntsev y Stopalov. Su análisis de la situación en la URSS era el mismo que el de Trotsky. Reconocían la existencia de la “crisis del bloque centro-derecha”, del conflicto que estaba al limite entre estalinistas y derechistas, pero subrayaban que se trataba sólo de “una lucha administrativa del aparato para enfrentarse a las consecuencias de su propia política económica”, “destinada al fracaso” y que “impulsaba a todos los campesinos al lado de los kulaks”. Para ellos, los “bandazos a izquierda”, episódicos y forzosamente limitados, se pagaban por otra parte a un precio muy elevado: el aplastamiento de la vida política del partido, el estrangulamiento de la izquierda y el aniquilamiento de las aspiraciones obreras que ella encarnaba. Subrayaban el carácter “irracional” del plan quinquenal, burocrático, y afirmaban que era imposible construir el socialismo separándose de su base social, la clase obrera, y que esto era lo que consagraba el plan quinquenal.
Algunas semanas más tarde, bajo la iniciativa de Man Nevelson y Aaron Papermeister, fueron redactadas otras tesis de una corriente que Ciliga bautizaba “centro”. La divergencia descan­saba en la política económica. El texto de los “dos” se pronunciaba por el restablecimiento de la NEP, es decir, de relaciones puramente de mercado con el campesinado que los “tres” no creían posibles. Poznansky, luego Dingelstedt, que llegó de Rubtsovsk, se unieron a las posiciones del “centro”.
A principios de 1930 el grupo “Bolchevique Militante” elaboró sus propias tesis, de las que desgraciadamente no conocemos por el momento más que los extractos citados por Iakovin y Ardachelia. Para éste, la URSS se había convertido en un freno al desarrollo del movimiento revolucionario mundial, y no era posible entonces hacer frente único ni siquiera con un sector de la burocracia. Las tesis excluían toda posibilidad de giro a la izquierda y se pronunciaban por “la reforma del Estado por la acción directa de las masas”. Los ”bolcheviques militantes” constituían, en suma, una ”oposición” a la dirección de la Oposición, esta ”derecha bolchevique-leninista” de la que pensaban que estaba comprometida en una vía que llevaba a la capitulación. Pretendían ser la encarnación del “bolchevismo militante ortodoxo”. En efecto, como señalaba Ardachelia, se situaban en algún plano entre los Bolcheviques Leninistas y los “decistas”.
La mayoría había avanzado en el curso de esta discusión. En mayo, sólo sesenta detenidos habían dado su consentimiento para firmar la declaración de abril de Rakovsky, mientras que cuarenta y siete se situaban en las posiciones de los “Bolcheviques Militantes”. Pero las dificultades en la elaboración de las tesis de estos últimos tres meses, la llegada de las cartas de Trotsky en contradicción con las ideas que defendían, provocaron una primera ruptura, aquella de los siete promotores de la corriente. Cuando se conoció el texto de la declaración de abril, veinte militantes de los cuarenta y siete que la habían rechazado, se unen a la misma. A su llegada de Rubtsovsk, Dingelstedt, Abramsky y Antokolsky se unieron a la mayoría, pero sostenían también la necesidad de hacer desaparecer los organismos competitivos surgidos de las dos fracciones del ”conjunto”. A partir de esta posición, la mayoría decidió publicar ”La Pravda en prisión” – todos los meses o cada dos meses, bajo la forma de artículos impresos en cuadernos – mientras que el ”Bolchevique Militante” rehusaba desaparecer. La existencia de dos órganos que se reclamaban ambos del “conjunto bolchevique-leninista de Verkhneuralsk” condujo fatalmente a la escisión que se produciría finalmente en 1931.
Los documentos emanados de los partidarios de la mayoría – Ardachelia y Iakovin – se refieren exclusivamente a la primera parte del año 1930. Para los años siguientes, no dispo­nemos de nada nuevo más que el testimonio, muy unilateral, de Ciliga. Partidario de la ”izquierda” – un derecho que aparentemente nadie le ha cuestionado – daba una imagen de sus adversarios absolutamente caricaturesca, hablando del ”espíritu de sumisión a los jefes”, diciendo que se trataba de ”un apoyo a la política oficial con ”crítica de sus métodos” cuyo único objetivo era ”la reforma por arriba” – e insistía pesadamente y un poco demagógicamente sobre el hecho de que los líderes de las otras tendencias habían surgido del Instituto de los profesores rojos. Es importante entonces tomar con prudencia sus resúmenes de los hechos y sus juicios de valor, pero teniendo en cuenta la utilidad de algunas de las indicaciones que da.
Menciona por ejemplo el gran interés que la situación alemana despertaba entre los detenidos que seguían cotidianamente su desarrollo en Die Rote Fahne (Bandera Roja, el órgano del Partido Comunista Alemán – N.deT.), sobre las largas discusiones que sostenían sobre el fascismo, la clara conciencia que tenían de lo que estaba en juego en Alemania, y, este hecho confirma, involuntariamente sin duda, la homogeneidad de esta oposición en prisión y su acuerdo fundamental con las posiciones que Trotsky defendía desde el exilio. Parece difícil creerle cuando afirma que había “pánico” entre los trotskistas de Verkhneuralsk ante el anuncio de la llegada de Hitler al poder. Se puede no obstante suponer que esos militantes que tenían un análisis correcto de la dimensión de los acontecimientos, comprendían el significado que tenía para el proletariado mundial y por consecuencia para ellos mismos. Notemos solamente que se aprovecha de pasada para ubicar a su camarada de prisión, el yerno de Trotsky, Man Nevelson, entre los ”patriotas un poco cansados de nuestro Estado Soviético”. Asegura que en 1933, tras la victoria de Hitler, los decistas se pronunciaron por la IV Internacional y que fueron acusados por los ”bolcheviques militantes” de lanzar una consigna ”prematura” y ”demagógica”, mientras que la ”Pravda en prisión” mantenía, sin insistir demasiado, las posiciones tradicionales. El asunto fue de todos modos resuelto con la llegada a la URSS y a la ”cárcel de aislamiento” – del Biulleten Oppositsii que convenció a todos los bolcheviques-leninistas que había llegado el momento de abandonar el combate de ”oposición” en el camino de la ”reforma”, y que ahora había que construir nuevos partidos y la IV Internacional. Rápidamente se restableció la unidad entre los bolcheviques-leninistas.
Sería sin embargo un error atenerse completamente al cuadro algo restringido y ligeramente deformado de Ciliga, e imaginar la vida política de la Oposición, al principio de los años treinta, en todas partes con las mismas características que en Verkhneuralsk. En otras partes, otras discusiones, tenían otro ritmo.
En primer lugar, algunos debates sobre hechos puntuales. Se sabe que en general los bolcheviques-leninistas se dividieron en torno al “proceso Chakhty”, del cual algunos acepta­ban su autenticidad, otros denunciaban la fabricación y maquinación montada, según ellos, entre Stalin y el principal acusado, Ramzin. Los días siguientes a la declaración del 29 de agosto y las semanas que precedieron a abril del 30 fueron consagradas a una correspondencia entre colonias que cubría todos los problemas políticos.
Discusiones apasionadas en torno a la colectivización y la industrialización se desarrollaron después de 1929. Al lado de los escépticos que no veían, en el mejor de los casos, en esta política más que un “zig-zag maniobrero” que precedía a un inevitable giro a la derecha, otras interpretaciones se pusieron a la orden del día. Rakovsky, corrientemente considerado como escéptico en relación a las consecuencias socioeconómicas de la industrialización y de la colectivización, planteó no obstante la hipótesis de que éstas constituían para la burocracia un medio de acrecentar su poder y sus privilegios ya que ampliaban sus bases económicas y sociales.
En 1930, como un resurgir de los argumentos de algunos capituladores de 1929, reapareció la teoría según la cual industrialización y colectivización tendrían como consecuencia – automática – reforzar el “núcleo proletario” del partido comprometiendo indefectiblemente, tarde ó temprano, a este último en la vía de la reforma. Era lo que decía Okudjava, criticado por Tsintsadzé y a quien Trotsky hizo el honor de una mención crítica de pasada. Si aparentemente esta idea no encontraba casi eco en las filas de la Oposición de Izquierda auto-depurada, parece que las tesis de Rakovsky sobre una necesaria vuelta a la NEP como forma concreta de la ”retirada” preconizada por todos, dividieron profundamente a sus filas.
Muy pronto, y como en todo el mundo en el seno y ámbitos cercanos a un movimiento comunista en crisis, aparecieron teorías “revisionistas” que los bolcheviques-leninistas debatieron con seriedad y sobre las cuales debatieron. Desde 1930, algunos de ellos defendieron y desarrollaron la teoría, ya sacada a luz por algunos decistas y sobre todo por los mencheviques, según la cual el Estado ruso sería considerado no ya como un Estado Obrero, sino como un “capitalismo de Estado”: fue un economista de Kharkov, Vladimir Densov, antiguo alto funcionario del Gosplan el que defendió esta tesis en 1931 en las filas de la Oposición. Otros rechazaron esta interpretación que ponía evidentemente en cuestión las bases mismas del programa y de la organización de la Oposición: veían no obstante la posibilidad de una evolución de este tipo en un futuro más o menos cercano…
Por supuesto, una de las discusiones principales más concretas a la vez que más difíciles en el plano teórico, por el hecho de su total novedad, fue la que se planteó en 1930 sobre la cuestión de la naturaleza de clase del Estado soviético, y por lo tanto de la naturaleza de clase de la burocracia. En su declaración de abril de 1930, refrendada por Kossior, Muralov y Kasparova, Khristian Rakovsky escribió:
Del Estado proletario con deformaciones burocráticas – como Lenin definía la forma política de nuestro Estado – avanzamos hacia un Estado burocrático con supervivencias proletarias comunistas.”
Algunas líneas más abajo, definiría a la burocracia como “una gran clase de gobernantes”, una “clase original” cuya base está constituida por la “posesión del poder del Estado”, “un tipo original de propiedad privada”.
Este análisis provocó críticas y protestas. Desde el 5 de julio de I930, en nombre de los deportados de Kolpachevo, G. Khotimsky y A. Cheinkman atacaron vivamente:
Pensamos que la burocracia no es una clase y que no se convertirá en eso jamás (...) La burocracia es el germen de una clase capitalista que domina el Estado y posee en forma colectiva los medios de producción”.
Sabemos por otros deportados que Rakovsky continuó trabajando entre 1930 y 1932, esencialmente sobre la cuestión de los “peligros del poder” ya abordada en su célebre carta a Valentinov de agosto de 1928. Se menciona entre otros trabajos suyos uno que jamás ha salido de la URSS, “Las Leyes de la acumulación socialista durante el período “centrista” de la dictadura del proletariado” y “Las Leyes del desarrollo de la dictadura socialista”.
Debatiendo el conjunto de esta cuestión bajo el seudónimo de N. Markin, León Sedov, después de haber recordado las posiciones de Rakovsky y las de los deportados de Kolpachevo, mencionó las tesis de “un camarada autorizado, encerrado en una “cárcel de aislamiento”, que propuso contentarse por el momento con la fórmula de “blindaje burocrático de la dictadura del proletariado”.
No sabemos nada más sobre una discusión que sin duda duró hasta la muerte de los dos últimos militantes de la Oposición de Izquierda.

La acción política:
Las huelgas de hambre


Los militantes de la Oposición que quedaron en libertad tenían teóricamente los mismos medios de acción que los otros ciudadanos soviéticos: como ellos, participaban aquí o allá en las huelgas o en las manifestaciones de descontento. Y, durante este periodo, parecen haber sido el único grupo que distribuyó o difundió clandestinamente panfletos o textos políticos.
Pero el grueso de las filas de la Oposición, los deportados, cuyos efectivos se elevaron a alrededor de 8.000 hacia 1933, tenía escasos medios de acción para realizar lo que era su objetivo principal, mejorar las condiciones de detención. Los deportados y los prisioneros conmemoraron siempre mediante manifestaciones las dos fechas del 1º de mayo y del 7 de noviembre, cantando La Internacional a pesar de la prohibición y enarbolando trapos rojos a modo de banderas. Estas manifestaciones les costaban generalmente muy caras: arresto de deportados, por ejemplo los de Rubtsovsk en 1930, y sanciones severas en las cárceles de aislamiento”: aislamiento especial, calabozos, ampliación de condenas. Pero, cuando el régimen se tornó insostenible, solo quedó el recurso de la desesperación: la huelga de hambre. La primera había estallado a partir de los primeros meses de 1928 en la prisión de Tomsk. La segunda había tenido por escenario la penitenciaria de Tobolsk donde el régimen era feroz. En 1930, en la ”cárcel de aislamiento” atestada – más de 450 prisioneros en ese momento – de Verkhneuralsk, el director Biziukov había hecho encadenar desnudos a los prisioneros en huelga de hambre y los había rociado con agua fría en pleno invierno para doblegarles.
Fue en Verkhneuralsk donde a partir de 1930 se desarrollaron las huelgas más duras, al menos de aquellas que se conocen. La primera estalló a fines de abril de 1931, donde un detenido, el “decista” Essaian, fue herido de un tiro por un centinela. Se formó un comité de huelga de tres miembros, con Dingelstedt, el “Bolchevique Militante” Kvachadzé y el decista Saiansky. Los ciento setenta y seis comunistas de todas las tendencias en huelga tenían el apoyo de los anarquistas. Reivindicaban sanciones contra los responsables, el cambio del director, garantías para el futuro, la liberación y la hospitalización del herido, la adecuación del reglamento y la mejora de las condiciones cotidianas de vida.
Al séptimo día se les prometió llamar a una comisión especial de la GPU, presidida por Andreeva, para negociar, y entonces levantaron la huelga: el 1 de mayo de 1931, los prisioneros envalentonados en bloque por esta primera victoria se movilizaron en la “cárcel de aislamiento” con retratos de Trotsky y banderas con las consignas de la Oposición. Pero la comisión no llegó. La huelga se reinició a principios de julio. Esta vez, la comisión se presentó y cedió muchas reivindicaciones importantes. Poco más tarde se sabría que ciertas promesas no fueron cumplidas, en especial que Essaian no fue liberado, tan sólo trasladado. Bajo represalias solapadas, treinta y cinco detenidos fueron enviados a Suzdal bajo un régimen muy duro.
La segunda huelga de hambre se desató en Verkhneuralsk en mayo de 1933. En efecto, desde hacía meses, a los condenados cuya pena había finalizado ésta se les “renovaba” automáticamente por vía administrativa y sin justificación por la dirección colegiada de la GPU. Los detenidos decidieron entonces advertir a la GPU que retomarían inmediatamente la huelga de hambre si no obtenían la liberación de todos los prisioneros cuyas penas expiraban. El comité de huelga elegido, todavía con Dingelstedt, el “Bolchevique Militante” Sacha Slitinsky y Iakov Byk, tomó todas las disposiciones para que la huelga comenzara el día señalado, aún en caso de traslado. Al iniciarse el traslado de los detenidos la huelga estalló simultáneamente en muchas prisiones. En Verkhneuralsk, fue quebrada al treceavo día. Dingelstedt, Slitinsky y Byk fueron trasladados a la siniestra penitenciaría de Solovki, en las islas Solovietsky, que Ciliga llama “la Guayana ártica”. Allí, los políticos – comunistas uzbekos y de Kirguizia, pero también georgianos y caucasianos – estaban mezclados con los presos comunes y eran objeto de las peores vejaciones. Fortalecidos por la experiencia adquirida, los hombres de Verkhneuralsk reiniciaron su pariente trabajo se reagrupándose y reorganizándose. Algunos meses más tarde lucharon por el reagrupamiento de los presos políticos y la obtención de un régimen especial. Obtuvieron, escribe Ciliga, “algunos resultados”. El rastro de FN Dingelstedt, profesor rojo, intelectual judío, luchador heroico, se perdió en 1935 después de su deportación a Alma-Ata.
El armenio Arven A. Davtian –”Tarov” – que tomó parte en las dos primeras huelgas de hambre de Verkhneuralsk se quedó en la cárcel de aislamiento. A través suyo se conoce el desarrollo de una tercera huelga de hambre en esta conocida “cárcel de aislamiento”, tras la visita de la comisión de la GPU que “renovó” en diciembre de 1933 las penas de todos los detenidos. La huelga comenzó el 11 de diciembre. Dejemos hablar a este comunista armenio:
”El 20 de diciembre, transportaron en brazos a los huelguistas de una celda a otra. Esto era para indagarlos. Luego comenzaron a alimentarnos por la fuerza. Fue un espectáculo imposible de olvidar: hubo verdaderas batallas entre los huelguistas y los guardias. Naturalmente los primeros fueron golpeados. Extenuados, fuimos alimentados por la garganta con sondas apropiadas. Los tormentos fueron inauditos. Nos introdujeron en la boca grandes trozos de goma, los huelguistas eran arrastrados destrozados como perros a la ‘celda de alimentación’. Nadie capitulaba individualmente. Al quinceavo día de la huelga, nuestro comité de huelga decidió ponerle fin al mediodía porque muchos huelguistas intentaban suicidarse. Uno de los colaboradores de la GPU se acercó a nosotros en la ‘cárcel de aislamiento’ y comenzó a amenazando con enviar a los huelguistas a Solovietsky. Nuestros camaradas lo echaron de las celdas. La decisión del comité de huelga fue aprobada por unanimidad por el conjunto de los huelguistas. El representante de la GPU tuvo que prometer de palabra (se negaba a hacerlo de forma escrita) liberar a aquellos que habían terminado su condena. Fue así como, el 22 de enero de 1934, terminada mi condena y fui trasladado a la celda de los ‘liberables’.”
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