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13 de marzo de 2020

Caída de las bolsas, cierre de fronteras, recesión…

Como en 2008, el crac del sistema capitalista mundial está aquí

Entre la recesión, la guerra comercial y su nueva batalla del petróleo

El coronavirus, la gota que colmó el vaso de la catástrofe capitalista

¿Hacia una depresión de la economía mundial?

 

El 9 de marzo, la prensa imperialista mundial anunciaba que un nuevo “lunes negro” ya estaba aquí. Con histeria colectiva, la burguesía hablaba de “la caída más grande que sufrieron las bolsas desde el 2008”, tanto ese día como los posteriores.
Durante el fin de semana previo, se rompía el bloque de la “OPEP + Rusia” al no lograr un acuerdo para reducir su producción de petróleo en algunos millones de barriles, debido a que el excedente que estas naciones arrojan al mercado sobrepasa en demasía lo que realmente consume la economía capitalista mundial. La misma está en franco proceso de achicamiento, desinversión y marcha ya a una recesión en países clave como Alemania, Italia y Japón. A esto se suma el “parate” abrupto de la economía china producto del bloqueo que de hecho EEUU le impuso al excedente de sus exportaciones con Norteamérica. Un crecimiento de un 2,5% en China, como se anuncia para este año, significa ya un retroceso abierto de su economía, que no logra reponer la fuerza de trabajo que desecha y por lo tanto tampoco el capital muerto (máquinas, herramientas, materia prima, energía, etc.) que utiliza.
La economía mundial se ha achicado. El capital no logra recomponer la tasa de ganancia en el proceso productivo y genera permanentemente pequeños ciclos económicos basados en la especulación y parasitismo, que aquí y allá vuelven a estallar.

Con esta recesión, el precio del petróleo llegó a bajar hasta los 30 dólares. Ante esto, la propuesta de la OPEP, manejada por las grandes petroleras imperialistas, con Arabia Saudita a la cabeza, había sido que, junto a Rusia, redujeran la cantidad de barriles arrojados al mercado mundial a fin de mantener más alto el precio. Moscú se negó, afirmando que, como segundo productor de petróleo del mundo, si ellos no producían esos barriles, otros los venderían en su lugar el mercado mundial. Arabia Saudita, vocera de las “7 hermanas” (Exxon, Shell, BP, Chevron, etc.), en respuesta, anunció que iba a aumentar su producción de 8 a 15 millones de barriles por día para exportar al mercado mundial, amenazando abiertamente con hundir aún más el precio del crudo. Es que los precios del petróleo (que es un commodity) se rigen por la oferta y la demanda del mercado mundial, por el costo de su extracción y comercialización y, en gran medida, por lo que fijan los cartels.
Una batalla fundamental de la guerra comercial ha comenzado: la batalla del petróleo. Una cuestión clave en la misma es que, en esta economía mundo recesiva, EEUU en el último período ha ingresado al mercado petrolero mundial auto-abasteciéndose con el fracking. Esto hizo aumentar geométricamente una crisis de sobreproducción de petróleo, puesto que EEUU es uno de los más grandes consumidores de crudo del mundo.
En esta batalla del petróleo, las transnacionales angloyanquis, la Total francesa y la ENI italiana van por la Rosneft rusa. Esta última les dice “no nos dejan salida”. Es que el petróleo es uno de los grandes ingresos de Rusia junto con el gas y la venta de armas. La guerra comercial de Trump pegó directamente al plexo de Moscú.
Esto quiere decir que EEUU está dispuesto a soportar un petróleo barato, a 20 dólares, comprándolo a esa cifra, sustituyendo el fracking (cuya producción no es rentable por debajo de los 30 dólares). Al imperialismo yanqui le cierra ese número. Pero a Rusia y a todos los países petroleros esto les significará una caída abrupta de sus ingresos. Nuevas crisis y cracs se preparan en el mundo semicolonial. Venezuela, México, Brasil y otros países de Medio Oriente productores de petróleo verán achicar enormemente sus ingresos. Esto ya se ve reflejado en la caída de sus bolsas de valores. En todo caso, serán también blancos de esta guerra comercial, de disputa a dentelladas entre las distintas potencias imperialistas por la supremacía en las distintas ramas de producción de la economía mundial.
Insistimos, las “7 hermanas” van por la Rosneft y también por Gazprom, la empresa de gas rusa. Wall Street ya fue por las finanzas de Rusia y les embargaron todas sus cuentas en el exterior. Así EEUU disciplina a su sicario contrarrevolucionario, como lo es Putin, para que juegue su rol de mantener el orden capitalista en Eurasia.

Como si todo esto fuera poco, el coronavirus, visto al principio con pasividad por parte de los estados burgueses, se expandió enormemente desde China como una pandemia que rápidamente llegó a Italia y España, países que hoy se encuentran en cuarentena. Esta pandemia que ha comenzado, amenaza con paralizar aún más la economía mundial. Se acumulan ya las condiciones para una tormenta perfecta.
Esta tormenta ya la están pagando la clase obrera mundial y las grandes masas empobrecidas del mundo.
Que 200 millones de obreros migrantes recorran país tras país del mundo buscando trabajo y pan para sobrevivir, no es más que el reflejo y el barómetro del parasitismo y de la destrucción de fuerzas productivas que impone el podrido sistema capitalista en descomposición. Con la recesión que está comenzando, se volverán a perder, como en 2008, millones de puestos de trabajo.
No es tan solo el coronavirus el que está parando la producción, matando y asesinando, sino también -y centralmente- es el sistema capitalista en bancarrota el que para las máquinas. Es el capital el que sale del proceso productivo -como lo hace desde hace 12 años de forma aguda- y va a la especulación, a los negocios rápidos, fáciles, usureros y parasitarios, y que provoca la destrucción abierta de la fuerza de trabajo con la “pandemia” que padecen centenares y centenares de miles de niños que mueren por el “virus” del hambre, la falta de atención médica y las guerras... Y ahora, el coronavirus, en su extensión y generalización a distintos lugares del planeta, amenaza con barrer a centenares de miles de hambrientos que no tendrán ni alcohol en gel, ni una sala de hospital, ni ningún cuidado sanitario, como sucede en países semicoloniales saqueados por el imperialismo, donde no hay cloacas, millones viven bajo condiciones de indigencia y sin red de agua corriente.
Ante esta pandemia, el capitalismo muestra toda su podredumbre. En Italia y en España, que están en cuarentena, igual mandan a los obreros a trabajar a las fábricas.
Los patrones aprovechan para despedir a todos los obreros que están en negro, principalmente los inmigrantes, para luego tomarlos según sus conveniencias y necesidades, y ahorrarse de pagarles los días de cuarentena: ¡Miserables! Las burocracias sindicales, corruptas y vendidas al capital, son las que garantizan que los obreros arriesgan sus vidas y las de sus familias todos los días ante la pandemia, y a la vez encubren los centenares de miles de despidos.
Asimismo, en EEUU, donde la medicina es privada y los obreros ocupados y sobre todo los desocupados no se pueden arreglar ni siquiera un diente, donde hacerse un análisis de hisopado cuesta no menos de 1000 dólares, está claro que, de expandirse, la pandemia matará a miles de trabajadores. ¡Patrones asesinos! No ponen ni un centavo para salvar la fuerza de trabajo. Las finanzas de los estados están para salvar las ganancias de los capitalistas y no las vidas de los explotados, como demuestra la reciente medida de la Reserva Federal norteamericana, que puso un billón y medio de dólares para sostener el hundimiento y caída de las acciones de todas las empresas imperialistas.
La pandemia es este podrido sistema capitalista, donde buscarán salvarse unos pocos y arriesgar la vida de millones y millones de obreros y explotados.

 

9M: Ni el primero ni el último “lunes negro” desde el crac de 2008

En 2008, el sistema capitalista crujió desde sus cimientos. Estallaba la burbuja inmobiliaria en EEUU. El capital había sobrevaluado el valor de las hipotecas de las casas y había repartido utilidades durante años a los accionistas de las grandes empresas y bancos por un valor ficticio. EEUU había atraído a este proceso de inversión a los bancos imperialistas de Maastricht, que tenían más del 70% de sus activos en la burbuja inmobiliaria de Wall Street.
No tardaron mucho los capitalistas y parásitos de las clases dominantes en ver que los valores de los bancos y los beneficios que estos repartían no expresaban ni propiedades acorde a su valor ni producción genuina respaldada en bienes. Los superbancos estaban quebrados. Las aseguradoras, que tenían la cobertura del valor de esas propiedades, que a precios nominales estaban a 150% de su valor, ya no podían cubrir los seguros por esta crisis. Una cadena de quiebra generalizada recorrió Nueva York, Londres, Frankfurt, Roma, Tokio y todo el planeta.

Anticipando el crac del 2008, ya antes se había desarrollado la crisis de 1997-2001. En ese momento, las empresas tecnológicas habían fraguado y falsificado sus balances. Vía esta estafa, habían inflado el valor de sus empresas y sus acciones, de las cuales sacaban jugosos dividendos. Las empresas “punto com”, instaladas en una computadora en un taller en el Sillicon Valley, valían 40 mil millones de dólares. La burbuja se pinchó. Este fue un verdadero pre-infarto que anticipó el crac de 2008.

Las pandillas imperialistas se habían creído su propio discurso. Los capitalistas estaban exultantes. A partir de 1989 habían recuperado todos los ex estados obreros para la economía capitalista, y con ellos los millones de obreros esclavos de China y Vietnam, el gas y petróleo barato de Rusia, las zonas de maquiladoras en el este europeo… Pero duró poco esta “sangre fresca” que le entró a las venas anquilosadas del sistema capitalista. Es que, por encima de estos nuevos bienes de los que se apropiaron los bancos imperialistas, como no podía ser de otra manera, las empresas tecnológicas del Sillicon Valley, con balances falsificados (como los de la Enron, etc.) habían hecho aumentar su valor cuando este no era real, multiplicando por dos sus ganancias, como ya dijimos.
La oligarquía financiera mundial salió de esta crisis de principios del siglo XXI, en primer lugar, con guerras, con desarrollo de fuerzas destructivas. La multiplicación de la fuerza militar de EEUU en el planeta, acompañada por las guerras de Irak y Afganistán, significó que las empresas transnacionales recibieran cada año subsidios para el desarrollo de tecnología militar y el mantenimiento de las fuerzas armadas norteamericanas en el planeta por un monto equivalente a todo lo gastado en la segunda guerra mundial por los yanquis.
Por otra parte, las enormes masas de capitales, y como parte de ellos los bonos devaluados de las empresas tecnológicas y de deudas incobrables del mundo semicolonial, se fueron a comprar y recomprar hipotecas en EEUU. Se preparaba una gran burbuja, que estalló con el crac de 2008. Pero esta vez sería no una crisis más, sino “LA” crisis.

Esta crisis de 2008 golpeó a un EEUU que controla la política y la economía mundial. Desde un principio, este intentó tirarle su crisis al mundo: a las potencias imperialistas rivales, a la clase obrera y al mundo semicolonial.

Hoy se anuncia a los 4 vientos que un 1% de parásitos capitalistas poseen el 50% de las riquezas del mundo. Es que de eso se trata el sistema capitalista en su fase imperialista, de descomposición y agonía. Si hay algo que distingue al imperialismo es su parasitismo. Es que las enormes fuerzas productivas creadas por la acumulación y concentración de capital hace rato chocan con las fronteras nacionales y con las relaciones de producción y la anarquía capitalista.

 

La clase obrera presentó mil batallas para no pagar la crisis de 2008 y sufrió crueles traiciones

El capitalismo revivió del 2008, en primer lugar, porque las direcciones traidoras de las masas lo salvaron. EEUU huía de Irak por un movimiento antiguerra a su interior, que se volvió contra los superbancos al grito de “Occupy Wall Street”.
En 2008-2009 una oleada de tomas de fábricas y huelgas generales recorrió Europa, de España a Francia, a Portugal, a la Grecia revolucionaria y a la Europa del Este como en Rumania y luego Ucrania.
La clase obrera latinoamericana aún se mantenía en una posición ofensiva en su combate antiimperialista. Las masas chinas entraban en maniobras de revuelta. En 2011 estalló una ofensiva generalizada de masas con una cadena de revoluciones en todo el Magreb y Medio Oriente, que hizo temblar al sistema capitalista mundial, empujadas por el aumento brutal de los precios de los alimentos, inflados en una nueva burbuja en la bolsa de Chicago, como veremos luego.

Fueron las direcciones del Foro Social Mundial (FSM) en aquel momento, el stalinismo, los movimientos neo-chavistas, nacionalistas burgueses, todos sostenidos por izquierda por los renegados del trotskismo, y la emergencia de la así llamada Nueva Izquierda, los que desviaron esta oleada revolucionaria de ascenso de masas en respuesta al crac y garantizaron duras derrotas a las masas.
El imperialismo concentraba todas sus fuerzas en dos focos de la revolución para aplastarlos, como fue Siria y Ucrania, para interrumpir el proceso revolucionario en Europa y en Medio Oriente.

Los Castro y los bolivarianos entregaron Cuba al imperialismo. Pactaron con Obama, al que lo hicieron aparecer como un “presidente bueno”, mientras este le sacaba todas las conquistas a la clase obrera norteamericana. Los Chávez, los Ortega, Morales, Kirchner o Lula encabezaron el ataque a la clase obrera latinoamericana. Podemos del Estado Español, Refundazione Comunista de Italia y Syriza de Grecia, con una política de colaboración de clases, llevaron a la clase obrera europea al callejón sin salida de la política de “morigerar el ajuste”, y cuando no, a traiciones abiertas, como las que provocó la burocracia sindical stalinista en Italia, Francia y particularmente en Grecia, que fue lo más avanzado de los combates de la clase obrera europea ante el crac de 2008.
Luego de utilizar a estas direcciones, la así llamada Nueva Izquierda fue la que garantizó, junto al stalinismo, la estabilidad burguesa ante el estallido de las revoluciones del Magreb y Medio Oriente. Se puso en pie el así llamado “frente antiterrorista” de Francia, EEUU, Moscú, Frankfurt, con el apoyo de toda la izquierda reformista mundial, cuyo objetivo era sostener a Al Assad y Putin para que masacren a las masas revolucionarias de Siria y frenar allí, como ya dijimos, esa cadena de revoluciones que sacudió al planeta e inclusive amenazaba con cruzar el Mediterráneo, como lo había hecho ya la resistencia iraquí llegando a EEUU con el movimiento antiguerra.
La clase obrera presentó mil batallas para no pagar la crisis de la bancarrota capitalista y mil veces fue traicionada por las direcciones traidoras que el capitalismo moldeó desde la caída de los estados obreros en 1989. Las condiciones para la revolución no solamente estaban y están “maduras”, como plantea el Programa de Transición, sino que estaban y están descomponiéndose. Al capitalismo lo salvaron las direcciones traidoras, es decir, las burocracias y aristocracias obreras y los partidos socialimperialistas, que viven de las migajas que se caen de los supernegocios y el supersaqueo del capital financiero internacional.

 

El sistema capitalista en crac se sobrevive del 2008 multiplicando el parasitismo, las guerras y el saqueo

En estas condiciones, el imperialismo pudo sobrevivir. Con la máquina de imprimir dólares de la Reserva Federal, estatizó las deudas de los superbancos. Les puso 600.000 millones de dólares de inversión y luego se los devolvió a los privados ya saneados.
Los bancos imperialistas europeos vaciaron los tesoros de sus estados, se cubrieron las deudas y dejaron ajuste, crisis y ataque a todas las conquistas de la clase obrera en Europa.
En EEUU, con la subida de Obama, le tiraron toda la crisis a la clase obrera con el chantaje del crac económico, amenazando con despidos. Así la clase obrera norteamericana fue perdiendo una a una sus conquistas y, cuando no, su trabajo, sus casas… 43 millones de trabajadores norteamericanos quedaron viviendo con bonos de 3 dólares por día.
Las más de 200.000 revueltas de las masas chinas fueron aplastadas y sofocadas por ese régimen contrarrevolucionario de la burguesía “roja” del PC. Las masas empujaban hacia un nuevo ascenso generalizado, como en el 68-74. Pero el imperialismo, apoyado en las direcciones traidoras, y provocando duras derrotas parciales, las disgregó.

Así, tirándole la crisis a las masas, con la dirección del proletariado entregando cada combate, el sistema capitalista en ruinas pudo tomar un respiro.

En 2008, se esfumaron 90 billones de dólares, que eran valores falsos no respaldados en bienes reales en manos de la oligarquía financiera mundial. La crisis, que achicó enormemente la producción de bienes, el mercado y la economía mundo, le provocó hambre, saqueo y padecimientos inauditos a las masas. El capitalismo se purgó. Sobrevivió hundiendo a zonas enteras del planeta, inclusive a potencias imperialistas menores y provocando una concentración de capital en las distintas ramas de producción de la economía mundial.

Nuevamente parecía que el capitalismo respiraba. Pero las enormes masas de capitales, un año y medio o dos después de 2008, no fueron esencialmente a la inversión productiva, donde la tasa de ganancia aún se mantenía en baja, sino que fueron fundamentalmente, en primer lugar, a los commodities. Así, se vio aumentar el precio de los cereales, petróleo, minerales, soja… Los cartels más poderosos de las transnacionales aumentaron ficticiamente todos los precios.
Con la superexplotación a la clase obrera y la nueva masa de plusvalía obtenida en China, se recreó un mercado interno de 200-300 millones de consumidores. El objetivo fue rearmar una división mundial del trabajo, rota por la crisis de 2008, basada en la exportación a una China transformada en consumidora e importadora. Sobre esas exportaciones de commodities a una China que consumía se montó entonces una nueva burbuja, donde los cartels fijaron precios a futuro que nada tenían que ver con los valores reales de los bienes que se comerciaban en la economía mundial. Durante un par de años, China actuó como una tendencia contraarrestante a la brutal crisis capitalista, dando un paliativo a la crisis de sobreproducción de bienes de consumo, como automóviles, equipos de computación, etc.
Pero la fiesta duró poco. Los altos precios de los commodities llevaron a la ruina a naciones enteras, como las de Medio Oriente, que no producen alimentos y vieron aumentar los precios del pan un 200-400%, cuestión que desarrolló enormes estallidos revolucionarios de Túnez a Damasco.
Estos precios de los commodities, que ya venían inflados, sobrevaluados, comenzaron a desinflarse durante 2011-2012, paralizando nuevamente la economía capitalista mundial y provocando nuevos “lunes negros”, estallidos de las bolsas y una nueva depreciación del capital financiero.
Así es el imperialismo. Por encima de los negocios reales, como la venta de commodities a China, genera una burbuja de especulación, valores a futuro, infla los precios, etc., es decir, valores ficticios que no hacen más que gastarse a cuenta los beneficios aún no producidos.

 

Créditos con tasa de interés 0%: una nueva alquimia del capitalismo para mantener los superbeneficios de la oligarquía financiera mundial

El imperialismo, al decir de Lenin, es parasitismo. Corroído por sus contradicciones, se serrucha el piso donde está asentado. Más y más EEUU buscaba mantener su control del planeta y más y más debilitaba, en su ofensiva económica, a su mercado interno.
Mientras en Europa se hundían potencias imperialistas menores, la gran Alemania conquistaba su espacio vital. La Europa imperialista de Maastricht se colocó en condiciones de competir abiertamente por el mercado mundial contra EEUU a partir de las maquilas en el este europeo, la utilización de gas y energía barata de Rusia, la recreación de un enorme mercado europeo bajo el eje franco-alemán desde Portugal hasta las estepas rusas y con la locomotora alemana conquistando una enorme productividad del trabajo. Así, los choques entre el Maastricht imperialista, EEUU y el mismo Japón por Rusia, China y el mercado mundial no hacían más que agudizarse.

Los monopolios y el capital financiero en bancarrota, como vemos en cada una de sus crisis, recibieron y reciben el auxilio de sus estados. Es que los monopolios y las transnacionales, no existirían ni un día sin los estados imperialistas, con sus flotas, bases militares y tesoros, que los socorren cuando estos entran en bancarrota. Los monopolios tienen bandera, al decir de Lenin.
Para salir de este nuevo marasmo del estallido de la burbuja de los commodities, esta vez, los bancos centrales de Frankfurt, Tokio y Wall Street, comenzaron a otorgar a los bancos y transnacionales, créditos a una tasa de interés de 0% e incluso algunos a tasa negativa.
Estas enormes masas de capitales nuevamente no fueron esencialmente a la producción, sino a buscar ganancias rápidas. Fueron colocados como préstamos en el mundo semicolonial, al cual obligaron a endeudarse. Obligaron, por ejemplo, a todos los países de África a tomar esos créditos para comprar armas. Abastecieron de créditos a los países de Europa del sur arruinados por la crisis de 2008, como Grecia, Italia, España, Portugal. No solo endeudaron a todo el mundo semicolonial, sino también a las mismas empresas y bancos, mientras obligaban a países como China, que tenían un enorme excedente de exportaciones a EEUU, a comprar sus bonos.
Así, los monopolios obtuvieron fondos sin interés y los prestaron a tasas del 7%, 12% y hasta 40%, obteniendo así una superganancia sin mover para nada el aparato productivo. Una enorme masa de dinero se desparramó en el mercado mundial.

Ya entrados los años 2015-2016, la burguesía se olvidó de sus “lunes negros” de 2008 en adelante y comenzó a anunciar y a creerse que se venía una nueva “Belle Epoque”, un boom económico. EEUU pasó a crecer de un 0,1% a un 3%. Las grandes transnacionales y banqueros comenzaron a repartir altísimos beneficios a sus accionistas, pero no por ganancias obtenidas en el proceso productivo, sino que se pusieron en el bolsillo los créditos conseguidos a tasa del 0%, mientras acumulaban una enorme superganancia con créditos usureros como ya vimos.
El capital vivía y se reproducía en estos años, esencialmente, en una ficción parasitaria. Se pusieron enormes ganancias en el bolsillo sin que el capital pase por la producción. EEUU utilizó la máquina de hacer dólares y salió a vender bonos para financiar su déficit fiscal de U$S 18 billones, que vuelve su deuda insoportable para ser sostenida por toda la economía-mundo. Se subvenciona ese terrible déficit con las reservas de las naciones del mundo y con los bonos del estado norteamericano.
Una nueva masa monetaria sin respaldo circula en el mercado mundial. Los grandes bancos tienen en su poder 252 billones de dólares en derivativos (como bonos de deuda, valores a futuro, hipotecas, etc.).
La economía capitalista en bancarrota se parece cada vez más a un castillo de naipes. Salvo excepciones, fundamentalmente de la industria de guerra, de servicios y bienes derivados de ella, o de tecnología, casi ninguna rama de producción empuja a la economía mundo y esta ya no avanza en bloque, como no lo ha hecho en toda la época imperialista. El sector 1 de la producción, es decir la fabricación de maquinas-herramientas, está en un enorme estancamiento. La capacidad industrial del planeta está llena de máquinas sin producir y con millones de obreros en desempleo crónico.
El capitalismo sale de sus crisis recurrentes tal cual un serrucho hacia abajo, que anuncia su declinación, viviendo de los bienes que aún no han sido producidos. Al decir de Trotsky, los valores deben expresar los bienes creados por el trabajo humano. Donde el trabajo humano no ha creado nuevos bienes, nada puede hacer ni el mismo Rockefeller ni hay Dios que los pueda inventar. Desde este punto de vista es que podemos decir que el 2008 está acá y está lejos de haberse ido.

Al decir de Lenin, en su trabajo “El imperialismo y la escisión del socialismo”, el imperialismo tiene 3 particularidades: “1) capitalismo monopolista, 2) capitalismo parasitario o en descomposición y 3) capitalismo agonizante”. El monopolio, que adquiere la forma de cartel, trust, transnacionales, multinacionales, etc. es el que ha llevado a cabo una enorme concentración de capital y de riquezas. Un 1% de parásitos controlan toda la vida económica de los países imperialistas y del mundo entero. El parasitismo, que a su vez le garantiza el saqueo del mundo semicolonial, ya anuncia que este sistema podrido merece morir.

Con las transnacionales repartiéndose como ganancias los créditos a tasa 0%, sin producir nuevos bienes, no podía suceder otra cosa que un nuevo estallido del sistema, un nuevo “lunes negro” que se desarrolló con nuevas caídas de las bolsas, como sucedió en 2018. Así es cómo el 1% de parásitos controla el 50% de las riquezas del planeta: hundiendo a la mayoría de este.
De esta manera, la producción mundial se achicó. Se perdieron centenares de millones de puestos de trabajo en el mundo, tanto en la industria como en los servicios, el campo y los estados. Todas las deudas de las naciones, los bancos y las empresas crecieron a la brutal cifra de 188 billones de dólares, lo que equivale a un 230% del PBI mundial. Es decir, esos son los beneficios que los capitalistas ya se gastaron y que quieren que la clase obrera y los pueblos oprimidos les paguen.
Mientras el mundo semicolonial es doblegado con dobles cadenas y triplemente saqueado, el mercado mundial se achicó. Potencias enteras, pequeñas o medianas, se cayeron, como Portugal, Grecia o la misma España. Italia retrocede. La gran Inglaterra quedó atrapada en los negocios con Frankfurt y la UE por un lado, y en la sociedad histórica de la City de Londres con Wall Street por el otro. La crisis imperialista ya expresa que no había ni hay lugar no solo para las potencias menores, sino tampoco para todas las grandes potencias. EEUU ya no podía mantener su supremacía sin un enfrentamiento abierto por el mercado mundial con el eje franco-alemán, e inclusive dejando a la deriva a sus ex aliados estratégicos de Inglaterra y Japón.
La economía mundial, desde 2008, es entonces como un coche que se ha encajado en el pantano. Mueve aceleradamente sus ruedas, pero no puede avanzar un metro de su lugar.

El sistema capitalista paralizó las máquinas. El desempleo crónico no ha hecho más que aumentar. La “pandemia” del hambre y la desesperación de las masas no se detiene. Por otro lado, este podrido sistema de parásitos tiene máquinas sin funcionar y un excedente de petróleo, de medicamentos, de alimentos, con los que podría resolver todas las penurias de la civilización humana. El capitalismo ya es un freno absoluto al desarrollo de las fuerzas productivas. No hay dudas, este sistema merece morir.

 

En medio del crac, EEUU de la mano de Trump entra en guerra comercial para disputar y mantener su control del mercado mundial
Las disputas con el resto de las potencias imperialistas son por colonizar a Rusia y China

Luego del fracaso del plan Obama de negociar con las potencias imperialistas competidoras, en 2016 asumió Trump la presidencia de EEUU, es decir, las pandillas más ávidas del imperialismo norteamericano y más decididas a no perder su supremacía en el planeta. Trump entró al mercado mundial no por “las buenas” y con pactos, sino “a las patadas”, cerrando su mercado interno y utilizándolo como chantaje para abrir los distintos mercados en el mundo, en particular de la Europa de Maastricht, y sometiendo y pisando a Rusia y China.
Trump rompió todos los pactos y acuerdos de mercados regionales que había hecho Obama en el Atlántico y en el Pacífico. En 2014-2015, EEUU ya había pisado Ucrania a sangre y fuego. Puso tropas de la OTAN en la frontera con Rusia. Desde allí, le planteó a Alemania que comprara su gas envasado y pusiera plata para mantener la OTAN. En esa ofensiva, detrás van las pandillas imperialistas repartiéndose el botín. Ahí está Biden, quizás el futuro candidato a presidente por el Partido Demócrata, que se quedó con las empresas de gas de Ucrania. Putin no tardó en recibir su merecido. Quedarse con la península de Crimea le costó el embargo de todas sus cuentas en el exterior por parte de EEUU.

Esta es hoy la estrategia de Norteamérica para controlar la política y la economía mundial: “primero EEUU”, patear el tablero de los acuerdos, embargar y asediar a naciones enteras y obligarlas a rendirse y a negociar, no solamente a las colonias y semicolonias, sino también a los países capitalistas dependientes, como Rusia y China, y lo que es más importante, a las potencias imperialistas con las que compite abiertamente, como Alemania.
A Irán le pagó por sus servicios prestados de masacrar a las masas sirias y salvar a Al Assad de su caída a manos de la revolución, embargando y cercando a esa nación petrolera.

Luego de amenazar y hacer rendir a Corea del Norte, la ofensiva yanqui golpeó duramente en China. EEUU cerró su mercado. Le impuso a China aranceles por 250 mil millones de dólares para exportar centenares de productos al mercado norteamericano. Le obligó a devolver la tecnología del 5G de Huawei, obligándola a pagar patente, y le provocó una profunda recesión, que no hace más que acelerarse.

Trump pisó su “patio trasero” de América Latina. Rompió el NAFTA y cerró la frontera con México. Es que por allí entraba al mercado norteamericano, sin aranceles, la producción de las transnacionales imperialistas europeas y de Alemania en particular, que le había copado toda la rama de producción automotriz en EEUU. Se envalentonó con Europa y le puso aranceles a Alemania en el acero y el aluminio, exigiéndole que le abra su mercado para el ingreso de las empresas automotrices norteamericanas sin impuestos.

Esta política agresiva yanqui fue respondida por Alemania, que no cede ni cedió su espacio vital de Europa haciendo un pacto de negocios con Francia. La expresión de esto es la construcción del gasoducto que va directamente desde Siberia a Alemania llamado Nordstream 2. Esto le permitiría no tener que comprar el gas envasado de EEUU, ni pagar la comisión que cobra Kiev por el tránsito del gas ruso por Ucrania y tampoco la que Turquía cobra por el petróleo del Cáucaso.
La construcción de este gasoducto desde las estepas rusas a Alemania indica también el grado de dependencia y el límite a la autonomía que tiene Putin en Europa, donde juega el rol de abastecedor de gas, petróleo y materias primas de Alemania y la Europa de Maastricht. En Eurasia, juega el rol de carcelero que controla, manu militari, todas las fronteras de las repúblicas musulmanas de la ex URSS. Allí, las empresas norteamericanas hacen jugosos negocios, custodiadas por las bases rusas.

La lucha por las fuentes de materias primas por parte de las potencias imperialistas ha llevado ya a dos guerras mundiales. En estos momentos, cuando se agudiza la crisis de 2008, cuando se achica la economía mundial y esta entra en recesión, sobran naciones imperialistas, transnacionales y monopolios en todas las ramas de producción, como la de los medicamentos, las automotrices, los cartels de las materias primas… De ello se trata la guerra comercial, que en la época imperialista se define en qué potencia logra arrodillar a su competidora. El capital necesita una nueva depuración y una nueva concentración, dejando destruidas zonas enteras del planeta y haciendo avanzar pequeños polos de expansión donde concentra sus ganancias.
La recesión y la crisis empujan más y más al capital a salir del proceso productivo y a ingresar en inversiones especulativas en progresión geométrica.
La guerra comercial que largó EEUU es que están en cuestión, nuevamente, las fuentes de materias primas. Maastricht necesita el petróleo y el gas ruso y las transnacionales necesitan de la mano de obra esclava de China, que es lo que este último país aporta, esencialmente, al mercado mundial.
¿China imperialista? Un chiste de mal gusto si no fuera una tragedia. EEUU la ha pisado para quedarse con su fuerza de trabajo, con su mercado interno y con sus empresas nacionales que den ganancias. Los bancos ya se los sacó, como así también la tecnología de avanzada, por la que China deberá pagar patente a las transnacionales.

La guerra comercial ha comenzado. Las fuerzas productivas se han rebelado contra el modo de producción capitalista en putrefacción y con las fronteras nacionales. Es que esas poderosas fuerzas productivas creadas necesitan del mercado mundial, liberar las fronteras de las naciones para crecer y desarrollarse, cuestión que solamente un modo de producción socialista podrá resolver.
Lenin planteaba que el factor económico más importante era la guerra. La guerra económica y política ya comenzó. La guerra militar comenzará si el imperialismo logra derrotar a la clase obrera para ir a aventuras superiores.

 

La economía mundial, al borde de la depresión

Con el estallido de las bolsas por la sobrevaluación de las empresas y sus beneficios ficticios, por el desarrollo de una recesión aguda que ya está en curso y golpeada por el choque entre las potencias imperialistas y la guerra comercial, China entró en recesión. Alemania entró en un agudo estancamiento. Cayeron los pronósticos de crecimiento de EEUU al 1,2%. La economía mundo está a las puertas de una recesión global y una depresión, que no es otra cosa que la desvalorización de los activos del capital, que tienen que expresar los bienes reales creados por el trabajo humano.
Lo que provocó la semiparálisis y las tendencias recesivas de la economía mundial es esta guerra comercial, junto a la caída de la tasa de ganancia, y los supernegocios financieros que recrearon monumentales deudas de naciones y empresas. Es que los créditos que hicieron pasar como ganancias y beneficios no han sido pagados ni invertidos para un nuevo ciclo de acumulación del capital. Y ahora hay que pagarlos. Las deudas se van sumando.

Años y años de desarrollar y recrear capital ficticio, de no recomponer la tasa de ganancia y al chocar las enormes fuerzas productivas con las fronteras nacionales, se recrean crisis recurrentes en donde los valores existentes se nivelan con los bienes reales creados por el trabajo humano. El hundimiento del precio del petróleo, la caída de las acciones de las empresas y bancos de hoy, es un indicio de que la depresión mundial ya está aquí.
La recesión no hace más que agudizarse. Encima de esto, una pandemia, como el coronavirus, paraliza aún más la economía mundial.
Para salir de esta encerrona, EEUU anunció créditos a corto plazo, emitiendo 1,5 billones de dólares para sus empresas. Es que todo es utilizado para la disputa del mercado mundial, inclusive la pandemia, donde las potencias más fuertes apuntan a que se derrumben sus competidoras.
Alemania ya ha anunciado, por fuera de Maastricht, que le dará créditos ilimitados a todas sus empresas que sufran pérdidas por el coronavirus o se vean paralizadas por el mismo.
China quedó cercada. Después de su último pacto de entrega de patentes, tecnología, mercado y bancos a los yanquis, Trump no fue recíproco en ningún acuerdo. Ni hablar del coronavirus, que hunde más su economía.  Cuando el virus llegó al Mediterráneo y a Italia, la ministra de relaciones exteriores de China leyó un escueto comunicado, que pasó desapercibido y todo el mundo ignoró, ante la amenaza de euros y dólares que tiran EEUU y Alemania al mercado mundial. La ministra anunció que China no compraría más bonos del tesoro de EEUU, intentando amenazar con cortar la entrada de dólares a EEUU para financiar su déficit fiscal. Pero este le respondió: 1.5 billones de dólares emitidos en 48 horas.

Los intentos de tibia resistencia de Pekín, la rebeldía de Rusia y la Rosneft con la OPEP, no son más que una política defensiva de países capitalistas cercados cada vez más por las potencias imperialistas para someterlos.

Con la guerra comercial y la crisis económica, se ha roto nuevamente la división mundial del trabajo, lo que agudiza violentamente los choques entre las potencias imperialistas y las vuelve a estas mil veces más agresivas para no perder su porción del mercado mundial.
Nuevamente se ha roto el equilibrio político, económico y social en el planeta. Si el proletariado, con nuevas ofensivas revolucionarias, no para esta catástrofe, mañana también se romperá el equilibrio militar del planeta y la guerra se pondrá a la orden del día. Como diría Lenin y la III Internacional revolucionaria, en última instancia, la guerra es el factor económico más importante.

El telón de fondo de este escenario es la desvalorización del capital, que coloca a la economía mundial a las puertas de una depresión. Con las monumentales deudas contraídas en la economía mundial, con el motor de crear moneda sin respaldo –como hacen hoy EEUU o Alemania para salir del crac- por delante se abre el camino a un estallido inflacionario.
China ha anunciado que arrojará al mercado mundial petro-yuanes utilizados para comercializar el petróleo. Este yuan, por la productividad del trabajo que representa, no puede competir con el dólar ni con el euro y solo puede echar más fuego inflacionario a la economía mundial.
Como en los ’30, la crisis de 2008 y sus recurrentes estallidos preparan la apertura de un ciclo de estanflación (recesión con inflación), donde el capital deberá depurarse y terminar de descargar su crisis sobre las masas. La crisis del imperialismo lleva a las masas a la desesperación.
Pero esta vez, con este salto en la crisis, una o algunas de las potencias imperialistas más poderosas (Francia, Alemania, Inglaterra, EEUU y Japón) quedarán por fuera del reparto. Ellas, en bloques o unilateralmente, necesitan apropiarse del petróleo, gas y el aparato industrial-militar de Rusia.
EEUU avanzó sobre los bancos chinos. Con sus transnacionales instaladas allí, ahora busca quedarse con las empresas estatales que dan ganancia. Pero para eso deberá quebrarle el espinazo a esa nación y, con cerco y bloqueo, recrear una fracción burguesa aliada a su ofensiva colonizadora sobre China.

 

Estamos frente a un salto de “LA crisis”. El crac de 2008 está nuevamente aquí.
La época de crisis, guerras y revoluciones se agudiza a grados extremos.

EEUU alista sus instituciones de dominio en las próximas elecciones presidenciales, que vuelvan a legitimar un gobierno fuerte para la ofensiva yanqui en el planeta. La clase obrera norteamericana está dividida. El crimen político de la izquierda norteamericana y mundial, de stalinistas, socialdemócratas y renegados del trotskismo, es que sostienen a Sanders, como ayer sostuvieron a Obama junto al castrismo. Ellos son y serán responsables de esta tragedia para el proletariado mundial.
Es que EEUU avanza a cercar los sectores del planeta que quiere conquistar con hegemonía absoluta y que no está dispuesto a compartir. En los ’30, Inglaterra cerraba sus zonas de influencia con la Commonwealth. Hoy EEUU, con su guerra comercial, bloquea países como a Cuba, Irán, Corea y cerca a China y Rusia con una guerra comercial económicamente, y ya ha comenzado a cercarlos militarmente también con la OTAN. Es que hay otras potencias imperialistas que se los están disputando, como Alemania con Rusia, porque es parte de su espacio vital como proveedora y fuente de materias primas. EEUU se disputa China con Inglaterra, Francia, Japón. También está en disputa el Pacífico. Ya Obama había dicho que EEUU es “una potencia del Pacífico”, que allí cayeron sus hombres en la segunda guerra mundial. Pero mientras EEUU salía del “Pacto del Pacífico”, Japón se quedaba en el mismo, en un pacto de libre comercio con 16 naciones, a través de las cuales Tokio ingresa con sus negocios a China.

Así, EEUU ha manifestado que no podrán comercializar más en el mercado norteamericano todas las empresas que construyan el gasoducto Nordstream 2, que va de Rusia por el norte a Alemania. La respuesta de Alemania y de Rusia no se hizo esperar: el gasoducto se construye y Alemania se hace cargo. Es que no puede haber ni habrá superimperialismo en este planeta, sino competencia feroz entre varias de ellas.
Asímismo EEUU ha bloqueado Irán, y condenado a no comerciar en el mercado norteamericano a toda empresa que rompa ese bloqueo. Rápidamente Alemania, Francia e Inglaterra armaron una empresa off-shore, a través de la cual tercerizan todo su comercio con Teherán.

Mientras avanza la pandemia que agudiza la crisis y la recesión que están en curso, EEUU sabe -como lo saben todas las potencias imperialistas- que las disputas comerciales necesitan de las cañoneras. No solamente de cercos y bloqueos económicos. EEUU ya ha comenzado un despliegue militar de 20.000 soldados en Europa para el mayor ejercicio militar de la OTAN en los últimos 25 años. De forma sarcástica, este ejercicio militar se llama “Europe Defender 20”. El mismo –como dicen los analistas y el comando de la OTAN- “aumentará la preparación y operatividad estratégica del ejército de EEUU para mover rápidamente una gran fuerza de combate a Europa, junto con aliados y socios.” Este operativo se desarrolla esencialmente en el este europeo, en la frontera con Rusia y en Alemania… En esta acción militar, los yanquis están diciendo “la segunda guerra la ganamos nosotros”. Estamos ante una demostración de fuerzas de EEUU ante Alemania y Rusia.

La guerra comercial, la lucha por China y Rusia, seguirá históricamente en el terreno militar, que es la continuidad de la política y la economía por otros medios, si el proletariado mundial no lo para antes. Los combates de Hong Kong, Chile, Ecuador, Francia, el estado de organización y combate del proletariado de la India y Medio Oriente, que sigue en llamas pese a duras derrotas, son algunos focos de la revolución que amenazan con provocar un nuevo ascenso revolucionario de masas a nivel mundial.
Aquí y allá se provocan destellos revolucionarios de las masas. En estos combates que están en curso se define si el imperialismo, derrotando a las masas, podrá tener las manos libres, lo cual llevará a la civilización a la guerra y el fascismo. La masacre en Siria, la política de exterminio sobre millones de explotados, anuncia el devenir de la civilización, si la clase obrera no pone fin al podrido sistema capitalista.

 

Ante el crac, pese a las mil y una traiciones, las masas presentan batalla
Los cantos de sirena de los frentes de colaboración de clases adormecen a los explotados y preparan duros golpes del fascismo

No hubo ataque de la burguesía a la conquista de las masas ni derrumbe capitalista donde la clase obrera no haya buscado, con grandes combates, dar una salida a su favor, enfrentando abiertamente a los gobiernos y a los regímenes de los explotadores.
Los que posaron como aliados del proletariado fueron los que le provocaron las peores derrotas, desvíos y desgastes a las enormes ofensivas de masas. Esto fue posible por una pérfida política de los así llamados “frentes populares”, frentes democráticos, que son los que someten las organizaciones obreras a sectores “progresistas” de la burguesía, como ellos los llaman.
Fueron los Castro y toda la izquierda mundial apoyando a Obama lo que le permitió a este poder aplicar los peores planes contra la clase obrera norteamericana en 2008, como ya dijimos. Fue el Partido Laborista el que sostuvo el sometimiento de la clase obrera inglesa a los planes del Maastricht imperialista, donde los trabajadores perdieron una a una sus conquistas. Ahora enormes franjas de obreros, de forma desesperada, han girado a la derecha buscando una salida por fuera de Maastricht y por fuera del Partido Laborista y sus secuaces, los “anticapitalistas” del SWP inglés, que como dijimos solo crearon las condiciones para esta cruel crisis política y derrota parcial del proletariado ingles.

Los bolivarianos en América Latina, como los clérigos iraníes, vienen de aplicar durísimos planes contra la clase obrera. En Brasil, la CUT y el PT se rindieron ante el apriete judicial del imperialismo. Lula prefirió ir preso antes que movilizar a la CUT y a la clase obrera contra el salto reaccionario y el ataque del imperialismo con Bolsonaro a los trabajadores de Brasil.
Ni hablar de lo acontecido con los gobiernos neostalinistas asociados a las burguesías en África, como en Angola, Mozambique, Sudáfrica…
Estamos frente a una pérfida política de colaboración de clases, como la de Syriza y Podemos, que hicieron que la clase obrera en Grecia y el Estado Español perdieran enormes conquistas. Ellos sostuvieron a los regímenes de oprobio de la Troika y a la monarquía de los Borbones.
Esto explica que amplios sectores de la clase obrera blanca de EEUU vayan detrás de Trump, o de Johnson en Inglaterra, cuestión que le da base social a esas potencias imperialistas para que larguen nuevas ofensivas militares contrarrevolucionarias en el planeta.
Mientras tanto, Francia ataca brutalmente las conquistas de la clase obrera para estar en mejores condiciones para la guerra comercial. La clase obrera francesa lleva más de 100 días de paros, piquetes, huelgas generales. Una situación pre-revolucionaria que solo está contenida por la burocracia stalinista de la CGT y los falsamente llamados “anticapitalistas” del sindicato Solidaires, que se niegan a pelear por elevar la lucha económica a una lucha política directa por derrocar a Macron, que es por lo que empujan y combaten las masas.

La política de colaboración de clases ha llevado los ascensos y las luchas obreras a callejones sin salida y ha impedido una solución revolucionaria y socialista al derrumbe del sistema capitalista mundial. Fueron nuevas y enormes traiciones.
Cuba fue entregada al imperialismo. En nombre del “antiimperialismo” y del “socialismo del siglo XXI”, el chavismo atacó violentamente a la clase obrera venezolana, a la que la llevó al hambre y la catástrofe. Los mandarines del PC de China esclavizaron a la clase obrera. Putin se logró asentar como el sicario contrarrevolucionario de Eurasia.
En Medio Oriente, la colaboración de la izquierda reformista con burguesías pseudodemocráticas llevaron, ante la caída de los regímenes como en Egipto y Túnez en 2011, a trampas de “asambleas constituyentes” fraudulentas y dejaron en pie todas las instituciones de dominio de la burguesía y el imperialismo. El resultado de esta pérfida política de colaboración de clases ya está a la vista: Las salidas pseudodemocráticas resultaron ser no más que un rodeo para que vengan durísimos golpes contrarrevolucionarios como el de Al Sisi en Egipto o el reestablecimiento del régimen militar de Ben Ali en Túnez con su partido reciclado nuevamente en el gobierno.
Para los marxistas revolucionarios, la política de colaboración de clases, de los así llamados “frentes populares”, “frentes democráticos” que someten a la clase obrera a la burguesía solo sirven para separar a los trabajadores de sus aliados, los campesinos pobres y las clases medias arruinadas. Están para mojar la pólvora, extinguir el fuego de la revolución, y para desorganizar las ofensivas revolucionarias de los explotados. De ellos se largan los peores ataques contra el ala izquierda de las masas. Se preparan así las condiciones donde las masas se adormecen y lo que viene es el fascismo y el bonapartismo… Al Sisi en Egipto, una Ucrania partida y masacrada en Kiev y en el Donbass, o Al Assad en Siria… O como lo vimos recientemente en Bolivia.
En este último país, el imperialismo viene de impulsar un golpe que comenzó como un putsch fascista y culminó con el gobierno de Áñez gracias al pacto de “pacificación” que le hicieron el MAS y la burocracia de la COB, con el cual lo sostuvieron. A este gobierno, agente directo del imperialismo yanqui, le abrió las puertas el MAS, con Morales que huyó entre gallos y medianoche.
Este fue un golpe a la lucha revolucionaria de masas que se desarrollaba en Latinoamérica, como Chile o Ecuador. Tal cual lo hiciera en Siria, el imperialismo concentró fuerzas en Bolivia, y hoy vemos que allí ha centralizado a todas las agencias de inteligencia de los estados del subcontinente bajo el mando de la CIA en una reunión inaugurada por Añez.

Estamos viviendo enormes choques de clases. Aquí y allá la pérfida política de las direcciones llevan estos combates a callejones sin salida. Pese a esto, los padecimientos inauditos empujan a las masas a romper el control de sus direcciones. Así es cuando actúan abiertamente los “cantos de sirena” de la colaboración de clases y los golpes del fascismo.
En países enteros del planeta, ante la catástrofe, las masas han entrado en estado de revuelta, de acciones independientes y de ofensivas revolucionarias. Así sucedió en Chile, Ecuador, Sudán, Líbano. La clase obrera francesa no le da sosiego a la V República imperialista francesa, que envalentonada por su invasión a Mali y al África subsahariana, va por todas las conquistas de la clase obrera francesa.

 

Se agudiza la crisis de dirección

La burguesía es una fuerza social que se resiste a perder su propiedad y privilegios. Pero el proletariado también ha demostrado ser una fuerza social con todo vigor y fortaleza. La crisis que este tiene es una sobreabundancia de direcciones traidoras compradas por el capital, que pregonan que la revolución socialista no está a la orden del día como tarea inmediata en el momento de la que es quizás la mayor crisis histórica del capitalismo.
Estas direcciones anuncian que solo se puede pelear por más democracia, sin tocar la propiedad de los capitalistas, los banqueros y los parásitos imperialistas; sin atacar la maquinaria de guerra contrarrevolucionaria con la que el capitalismo y el imperialismo se defienden a través de todos sus estados. Se trata de una sobreabundancia de direcciones traidoras que, en momentos de hundimiento del capitalismo, busca asentar la derrota estratégica que significó el ‘89 con la perdida de los estados obreros a manos de la economía mundial capitalista, entregados por la lacra stalinista.
No es el vigor de este podrido sistema capitalista lo que lo mantiene en pie, sino que son las direcciones, a las cuales este paga con alguna moneda para desviar y traicionar los grandes combates de masas.

Es que el imperialismo es la escisión del socialismo, al decir de Lenin. La burguesía preservó a los PC stalinistas en occidente luego de la debacle del ‘89 como burocracia sindical, que con manu militari mantiene el control de la mayoría de las centrales sindicales del mundo.
En China, Vietnam, Corea, Cuba, Rusia, los PC devenidos hoy en una nueva burguesía imponen regímenes dictatoriales, bonapartistas, autocráticos, para, con los sables en mano y como socios menores del imperialismo, garantizar la superexplotación y el saqueo de esas naciones. Pero nada podría haber hecho ni hacer el stalinismo en la mayoría de los países de Occidente, luego de entregar los ex estados obreros, si los renegados del trotskismo no los sostuvieran por izquierda, tanto en los sindicatos como en frentes políticos de colaboración de clases. Ya lo habían hecho durante toda la posguerra, cuando con la excusa de “defender los estados obreros” terminaron sosteniendo a la podrida burocracia stalinista que los entregó. Ahora vuelven a hacer lo mismo.

La IV Internacional, devenida en tendencias centristas en la posguerra, o en partidos socialistas nacionales a fines del siglo XX y principios del siglo XXI, en manos de un cruel revisionismo, ya ha perdido su independencia organizativa y se ha transformado en una nueva fuerza reformista a nivel internacional, ya sea actuando adentro de los frentes populares de colaboración de clases o sosteniéndolos por fuera. Hace rato rompieron con las premisas fundamentales de la teoría y el programa revolucionario. Han hechos suyos la teoría-programa de la revoluciópn por etapas, de los “campos burgueses progresivos”, etc.
Es decir que el imperialismo no solo ya cooptó y destruyó a la II y la III Internacional, como en el siglo XX, sino también a la IV Internacional, la verdadera heredera del marxismo revolucionario en el siglo XXI. Este ha sido un enorme triunfo del sistema capitalista mundial. Es que en nombre de ella y de su programa revolucionario, ex trotskistas, travestidos de “anticapitalistas”, han encubierto de un halo de “izquierda” –y cuando no ingresado a frentes y partidos únicos con ellos- a los más grandes agentes del capital, como Lula en Brasil, Morales en Bolivia, el Podemos en el Estado Español, Syriza en Grecia, Sanders en EEUU, Corbyn y el Partido Laborista inglés, o realizado verdaderas políticas de colaboración de clases como en Chile, pregonando plebiscitos y asambleas constituyentes que garantizan la continuidad del régimen, o con pactos parlamentarios como en Argentina, entre otras atrocidades.

Como ya vimos, todos estuvieron llevando adelante la política de frente popular de colaboración de clases. Ellos dijeron “todos contra Bolsonaro” en Brasil, o “todos contra Macri en Argentina”, o “contra Trump en EEUU”. Esta es la vieja política stalinista de buscar burgueses “progresivos”, sometiéndose al “ala izquierda” de la burguesía, lo que significa anular totalmente la fuerza de la clase obrera, que queda supeditada a la ganancia y sostenimiento de los capitalistas y sus regímenes. Hoy los renegados del trotskismo han devenido en una nueva oleada de menchevismo. Son un neostalinismo.
La sociedad de renegados del trotskismo y sus partidos “anticapitalistas” sostiene los frentes de colaboración de clases y al stalinismo en todo el mundo. En primer lugar, sostienen la ofensiva contrarrevolucionaria del fascista Al Assad para aplastar la heroica revolución en Siria. Hacen aparecer a los clérigos semifascistas de Irán como “combatientes antiimperialistas”, como así también al carnicero y sicario Putin como un “héroe antiyanqui”, cuando en realidad, en los pactos de Minsk y Ginebra, fue el garante, en última instancia, de la contrarrevolución.
Se trata de un movimiento “anticapitalista” que sostuvo a Corbyn en Inglaterra, el agente de Maastricht en Londres, con el cual, como ya dijimos, la clase obrera inglesa perdió todas sus conquistas.
En EEUU, vuelven a cometer el crimen político de someter a la clase obrera y la juventud radicalizada a los pies de Sanders, que a su vez, luego de las elecciones internas, le dará todos sus votos al Partido Demócrata.
En decenas de países son los que sostienen a la burocracia sindical stalinista y la acompañan en todas sus tropelías contra el movimiento obrero, como en Chile, Sudán, España, Grecia, Italia. Esta nueva burocracia stalinista se ha autoproclamado “fundadora de la III Internacional”. Los renegados del trotskismo, devenidos en un neostalinismo, son los que la sostienen.
En Argentina, apoyan las “medidas progresivas” del gobierno de Fernández, lo que significa renegar de la lucha por derrocarlo y se hacen así responsables de esos gobiernos, que comandan a la policía y la represión a los trabajadores. En el Estado Español, estuvieron con Podemos que sostuvo la invasión de los Borbones a Catalunya. En Francia, desde Solidaires, sostienen al stalinismo al frente de la CGT francesa. En Brasil, desde el PSOL sostienen a Lula y lo peor de la burocracia sindical pelega.
Ellos son los que, como la CRCI (Altamira, el PO de Argentina, EEK de Grecia, DIP de Turquía), hicieron partidos con oscuros personajes stalinistas utilizados por Putin para engañar al pueblo ruso que ansia volver a la URSS. Son los que en Sudáfrica sostuvieron y fueron parte de la puesta en pie de nuevos partidos stalinistas, como el SRWP (Partido Socialista Revolucionario de los Trabajadores) ante la crisis del CNA.
El surgimiento de corrientes como la Liga Internacional Socialista, una vieja corriente del morenismo en estado de descomposición de Argentina, ha llegado al nivel de llamar a Al Assad y a Rusia a “masacrar a todos los jihadistas” de Siria que hay Idlib, es decir a aplastar a las masas. En su papel de quinta columna, el stalinismo no se había atrevido semejante desfachatez contrarrevolucionaria en la guerra civil española en los ’30.
En ese sentido, la LIS sigue el camino del POR de Bolivia, que apoyó abiertamente el golpe militar recientemente ocurrido en ese país.

La crisis de dirección no hace más que agudizarse en la primera década del siglo XXI. Pero la clase obrera no se ha rendido. La marea revolucionaria de Medio Oriente empuja a millones de explotados de las masas musulmanas al combate, país a país. Los combates de Ecuador y Chile ponen a las masas de América Latina en posición de contraofensiva. El proletariado francés sublevado es la avanzada del proletariado europeo.
Cada combate decisivo pone a la orden del día la lucha por recuperar el internacionalismo militante en las filas obreras. En ese combate viven las condiciones para que el programa de la IV Internacional para el triunfo de la revolución socialista logre un canal a las masas.
Asentados en los nuevos focos internacionales de la revolución mundial, luchando por su programa a brazo partido en grandes choques de clases, reagrupando cuadros y fuerzas internacionalistas en un combate común que la vanguardia del proletariado ansía y necesita, podremos los trotskistas recuperar las banderas y el programa de nuestro partido, la IV Internacional, que fue llevada al fango de la colaboración de clases por el revisionismo y el oportunismo de nuestro movimiento.

La carrera de velocidad entre qué tanto el sistema capitalista logre arrojarle el crac a las masas y qué tanto estas logren dislocar esta ofensiva contrarrevolucionaria del imperialismo se ha abierto nuevamente. La tendencia a la polarización de clases ya está nuevamente aquí. Los padecimientos inauditos son el motor del combate. Se trata de abrir también una carrera de velocidad entre revolución versus reforma.
Una época de contrarreformismo ha comenzado. La crisis del reformismo acompaña, como el alma al cuerpo, la crisis del parlamentarismo.
Aquí y allá estallan los que, hablando ayer en nombre del trotskismo, traicionan a cada paso su programa y combate revolucionario. Se trata entonces de entrar abiertamente, desde el corazón de la vanguardia del proletariado internacional, en una lucha abierta por separar a reforma de revolución, a trotskismo de stalinismo, a una estrategia independiente de clase y soviética para la revolución socialista del reformismo para salvar al capitalismo. Se trata de definir que los renegados del trotskismo, que ayer sostuvieron al stalinismo, hoy, en el siglo XXI, le dieron vida para que vuelva a traicionar y llenar de sangre al proletariado mundial.

La lucha por la restauración de la dictadura del proletariado en los ex estados obreros bajo formas revolucionarias mantiene toda su actualidad. La lucha por la revolución socialista ya es a contrarreloj, antes de que el imperialismo golpee a las masas con nuevas masacres, como en Siria, o con guerras que harán empalidecer a las dos que se desarrollaron en el siglo XX. Si el proletariado no lo para, a no dudarlo que la III guerra mundial comenzará como terminó la segunda, con bombas nucleares como en Hiroshima y Nagasaki.
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Pero antes de que ello ocurra, aun faltan combates decisivos. El imperialismo no tiene las manos libres para aventuras superiores. En los procesos revolucionarios actuales y de su victoria vive el futuro de la civilización humana.
¡Revolucionarios a nuestros asuntos!
Cada combate duro de las masas actúa como un shock eléctrico que despierta la solidaridad y el entusiasmo de millones de obreros en todo el mundo. Los combates de Chile y Hong Kong contaron con la simpatía de millones de trabajadores y de estudiantes y jóvenes rebeldes en el planeta. Se abren permanentemente procesos de radicalización en franjas de la vanguardia de la clase obrera a nivel internacional, impactados por las acciones revolucionarias de las masas.
En los ’30, la guerra civil española despertó la solidaridad de toda la clase obrera mundial. Enormes batallones de obreros internacionalistas fueron a pelear allí. En los ’70, en el ascenso revolucionario, el grito de “¡Fuera yanquis de Vietnam!” era bandera de lucha de todo proceso de radicalización del proletariado internacional.
Las corrientes reformistas saben que este sentimiento de solidaridad internacional de los trabajadores es motor de radicalización y de nuevos combates de cl­ases a nivel mundial. El rol del reformismo es abortar estos procesos y someter a la clase obrera a sus respectivos gobiernos y regímenes. Ha quedado en manos de los trotskistas combatir por profundizar el entusiasmo internacionalista de las masas, que encienda a cada paso el fuego de la revolución. Ese es y será el único camino para recupera las banderas y el programa revolucionario para reagrupar fuerzas que sean el valuarte para volver a fundar el partido mundial de la revolución socialista, la IV Internacional.
Un nuevo reagrupamiento internacionalista de la vanguardia del proletariado está a la orden del día. La puesta en pie de nuevos partidos revolucionarios leninistas de combate es una necesidad que surge de la descomposición y decadencia del podrido sistema capitalista mundial.

 

Colectivo por la Refundación de la Cuarta Internacional - FLTI

 

 

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