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Irán
- 29 de julio de 2021

Declaración del Comité Organizador de los Trabajadores deIrán

Nos ha llegado a nuestra redacción, desde el corazón de la sublevación de los explotados iraníes y la huelga de su poderosa clase obrera petrolera, una declaración del grupo Comité Organizador de los Trabajadores de Irán. La reproducimos en nuestras páginas, puesto que se trata de una posición que busca un camino al triunfo de la revolución, para lo cual es necesario poner en pie un partido revolucionario internacionalista en Irán y en todo Medio Oriente, con un programa revolucionario. En esa tarea nos encontramos los socialistas de La Verdad de los Oprimidos y consideramos que la posición de los compañeros del Comité Organizador de los Trabajadores de Irán es un importante aporte para ello.

23/7/2021

LAS PROTESTAS MASIVAS DE KHUZESTAN NECESITAN DEL RADICALISMO OBRERO

El grueso de las protestas de julio de 2021 de Khuzestan está compuesto principalmente de los marginados y los pobres de la ciudad, los cuales no solo están privados de “agua” y “aire puro”, ¡sino también de “trabajo”! La alianza de estos pobres de la ciudad con los campesinos, afectados por la escasez de agua, encendió la chispa de las marchas en el campo y la ciudad que tomó los barrios uno a uno y, luego, atrajo y movilizó a otros sectores de los de abajo, frustrados por la pobreza y la discriminación.

Pero, ¿Cuál es el lugar de los obreros como clase en estas revueltas? La huelga de un mes de los obreros subcontratados del petróleo y petroquímicos, que geográficamente está ubicada en las mismas zonas que las protestas en las calles, plantean este interrogante nuevamente: ¿Por qué las protestas en las calles y en los lugares de trabajo fueron separadas una de la otra desde las protestas nacionales de 2017/2018? ¿Es del todo necesario unir ambas? Si es así, ¿Cómo?

El radicalismo del amplio espectro de los desocupados y los pobres de la ciudad, que son la fuerza motriz detrás de los recientes levantamientos, inevitablemente debe estar unido al radicalismo de los obreros, que vienen cargando la economía del país sobre sus hombros. Si los primeros tienen el arma de cortes de ruta y enfrentamientos callejeros, los últimos tienen el arma de la huelga general y paralizar toda la producción y distribución. Ambas son partes complementarias de una misma palanca y pueden derribar al régimen si y solo si se usan juntas en la lucha que se viene. Sin estas dos armas, el derrocamiento del régimen no es posible, excepto mediante intervenciones extranjeras reaccionarias que atrasarían décadas a los movimientos obreros y progresivos. 

Los combates urbanos, en sí mismos, no tienen posibilidad de triunfo a menos que se les una la huelga general. Las huelgas masivas políticas son el arma más importante ostentada por los trabajadores, y es por eso que las consignas populares que se canten en las calles deben ser parcialmente dirigidas a los obreros, exigiéndoles que vayan a la huelga general junto con el levantamiento popular.

La solidaridad de algunos sectores de trabajadores, como los maestros y los obreros de la empresa de azúcar de HaftTappeh, para con estas protestas fue, por supuesto, necesaria y loable. Pero desde una perspectiva más amplia, tal solidaridad puede ganar la confianza y aceptación de las masas en el rol dirigente de la clase obrera solo cuando esta última da un paso más radical que el de la protesta callejera, tanto en sus consignas como en la acción. ¡La traducción práctica de este radicalismo obrero es la “huelga general”!

Si las condiciones para una huelga general aún no están maduras hoy, ¿cómo podemos prepararlas? La respuesta es impulsando la táctica de “huelgas simbólicas” en distintos sectores del movimiento obrero bajo la consigna de ¡oponerse a las represiones en las calles! Si tales huelgas, incluso si son por cinco minutos por día, se generalizan, inyectarían tal autoconfianza al pueblo en las calles y en la clase obrera misma que la atmósfera mental para una huelga general gradualmente será preparada y realizada.

Pero incluso este radicalismo práctico tiene que ser equipado con consignas y un programa revolucionario, porque las protestas callejeras, cuyas demandas rápidamente escalaron de “agua” a “desmantelar el gobierno” en solo unos pocos días, ya se han vuelto tan radicales al punto tal de que si los obreros en las fábricas buscan sus propias demandas económicas específicas o plantean que la raíz de todos los problemas es la corrupción y la ineficiencia de tal o cual político, no solo no habrán estado al frente de estas protestas, sino que serán los más retrasados detrás de ellas. Enfatizamos una vez más que el radicalismo obrero solo tendrá éxito en dirigir el levantamiento general si:

Primero, los obreros demuestran en la práctica que se ven como parte del actual levantamiento político general (extendiendo su solidaridad mediante la organización de huelgas contra las represiones del gobierno).

Segundo, pueden trazar una hoja de ruta a la solución de todos estos problemas: desde el medio ambiente, el agua y las cuestiones del empleo hasta el reconocimiento de los derechos democráticos de todas las minorías étnicas y de género que hay en Irán, etc., en resumidas cuentas, una solución socialista.

La lucha revolucionaria de la clase obrera no puede triunfar sin unirse con esta capa oprimida del campo obrero. La composición de clase de regiones como Khuzestan y su relación con la industria petrolera (como soporte vital de todo el país) ilustra bien estos distintos niveles de opresión y explotación:

Por un lado, tenemos trabajadores de planta permanente que pelean por subir el nivel de sus salarios máximos y reducir sus impuestos. Pero aún son reticentes de usar su poder de huelga.

Por otra parte, tenemos a los trabajadores con contrato permanente, que pelean por pasar a planta permanente y tener los beneficios de sus privilegios.

Luego, los trabajadores temporarios y subcontratados, ¡que han estado en huelga por más de un mes por sus demandas de salario!

Y finalmente, los pobres marginados de la ciudad, de los cuales una parte importante, debido a décadas de apropiación de tierra para la agricultura y de discriminación étnica, se encuentran no solo en desventaja ante las empresas petroleras sino también privados de toda riqueza. De hecho tratan de imponer una “huelga externa” a estas empresas bloqueando los caminos que llevan a las mismas, como en noviembre de 2019, cuando los manifestantes bloquearon los caminos que llevaban a las petroquímicas Kangan y Assaluyeh.

 

 

 

 

 

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