Períodicos Democracia Obrera
El Organizador Obrero Internacional

VISITE TAMBIÉN
LA PÁGINA DE LA FLTI

WWW.FLTI-CI.ORG

volantes
Suplementos DO
English
Portugués

Sobre la cuestión

CHINA
y la situación mundial

 

Presentación
Resoluciones del II Congreso de la FLTI

La Editorial Rudolph Klement pone a disposición del lector, este anexo del Organizador Obrero Internacional Nro. 2, vocero de la FLTI, el documento “Sobre la cuestión china y la situación mundial. En Defensa del marxismo. En defensa del Primer Congreso de la FLTI, sus resoluciones y su programa”. Este fue presentado como Proyecto con fecha del 7 de febrero de 2010, en el período precongreso de nuestra corriente, y fue votado oficialmente en el II Congreso Internacional de la FLTI en abril de 2010. El presente documento es la síntesis de una delimitación revolucionaria con una fracción minoritaria liquidacionista del programa fundacional de la FLTI, fracción compuesta por el Grupo de Obreros Comunistas de Nueva Zelanda (CWG) y Obreros Humanistas Socialistas Revolucionarios de la ciudad de San Francisco en EE.UU. (HWRS) 
Esta fracción, pasados dos meses del Congreso fundacional de la FLTI en 2009, comenzó a plantear la existencia del supuesto “imperialismo chino” como la “gran amenaza que sufre el proletariado internacional” en todos sus documentos y posiciones. Esta pequeña ex minoría al interior de la FLTI era correa de transmisión de la absoluta mayoría de liquidadores de la IV Internacional de la izquierda anglosajona que, como el SWP y Workers Power de Inglaterra y la izquierda norteamericana del Peace and Freedom Party, esparcen el “demonio del imperialismo chino” al interior del movimiento obrero mundial y en particular en los países imperialistas. Repiten así los dictados de las oficinas de la City de Londres y Wall Street, los nuevos dueños de la China capitalista, y también se hacen eco de los lamentos de la burguesía aislacionista norteamericana que quedara por fuera de los enormes negocios de la China transformada en una maquiladora de las transnacionales, con millones de obreros esclavos entregados por el stalinismo a la restauración capitalista. Esta política nefasta prepara al proletariado norteamericano e inglés para atarlo al carro de su propia burguesía imperialista en nuevas aventuras de ataques militares contra la nación china. Y a su vez oculta que el verdadero enemigo son las multinacionales y los parásitos accionistas de Wall Street y Londres que se ocultan tras la máscara de Obama y descargan sobre la clase obrera un feroz ataque. Los internacionalistas decimos contra ellos: ¡El verdadero enemigo está en casa!
El lector encontrará a su vez en este anexo del OOI una selección de pronunciamientos sobre la delimitación teórico-programática y organizativa de la mayoría absoluta de nuestra organización con esta pequeña minoría impresionista sometida a las presiones del imperialismo angloyanqui y la obamamanía, adaptada a la aristocracia obrera y sus partidos social imperialistas. No podía ser de otra manera: para ponerse a los pies de su propia burguesía imperialista y de las direcciones traidoras que la sostienen, no se puede usar ninguna teoría ni combate del marxismo para justificarlo, sino que hay que revisarlo y romper con él. 
Los documentos que aquí presentamos al lector no son un debate limitado a una lucha política de tendencias y fracciones de una corriente del proletariado internacional. La lucha contra el revisionismo en el marxismo, a la luz de la cuestión china, concentra uno de los combates centrales del marxismo y es donde se forja la continuidad de su programa en las batallas del siglo XXI, contra sus liquidadores revisionistas que “inventan nuevas teorías” para justificar sus traiciones al proletariado y preparar las próximas derrotas.
Se han definido dos barricadas en este combate. Un río de sangre en el proletariado mundial separa la teoría y el programa de los revisionistas que envenenan la conciencia de la vanguardia proletaria; y el programa y la estrategia del trotskismo principista de la IV Internacional fundada en 1938.
Los revisionistas que agitan el fantasma del “imperialismo chino” quieren convencer al proletariado mundial de que el capitalismo en su época imperialista, de decadencia y putrefacción, de parasitismo y reacción en toda la línea, puede desarrollar “nuevas potencias imperialistas” de forma pacífica, sin el hundimiento de otras potencias mediante guerras, tal como define el marxismo revolucionario. Quieren engañar a la clase obrera mundial diciendo que la restauración capitalista contrarrevolucionaria en China, una terrible derrota al proletariado mundial llevada adelante por la burocracia maoísta, jugó un rol progresivo en la historia, desarrollando sin límites las fuerzas productivas. Revisan la teoría marxista diciendo que con el “socialismo en un solo país” y bajo la dirección de la pandilla contrarrevolucionaria de la burocracia maoísta, se pudieron desarrollar las fuerzas productivas en China y hoy, a partir de ello, se puede transformar en un “pujante imperialismo”.
Estas falsificaciones de la teoría marxista ya fueron derrotadas por el marxismo revolucionario desde la fundación de la III Internacional de Lenin y Trotsky. El revisionismo de hoy no dice nada nuevo; son continuadores de sus maestros Kautzky, Bernstein, Stalin, los pablistas y sus descendientes de hoy que hace 70 años tratan de liquidar desde adentro la teoría y el programa de la Cuarta Internacional de 1938. 
La cuestión china se ha ubicado en el centro de la escena de la lucha de clases. En medio de “la” crisis económica mundial imperialista, el imperialismo yanqui y sus socios en el latrocinio y el saqueo de los pueblos de Asia, transformaron a la China capitalista (que es una verdadera maquiladora de las transnacionales) en una tendencia contrarrestante a la debacle de los bancos de Wall Street, de la Europa imperialista y Japón. Es que, si ayer China ponía un billón de dólares constantes y sonantes para cubrir el déficit norteamericano a cambio de bonos cada vez más devaluados; hoy, bajo las órdenes del HSBC, el JP Morgan y demás parásitos, el estado chino ha colocado más de un billón de dólares para favorecer un ciclo de consumo de 200 millones de pequeñoburgueses ricos y burgueses chinos. Mientras tanto, 1.400.000 obreros hambrientos en la China profunda trabajan como esclavos en las maquiladoras o en una economía de subsistencia en la tierra. El triunfo contrarrevolucionario de la restauración capitalista juega a favor del capital financiero internacional. En el medio de su brutal crisis y bancarrota, los parásitos imperialistas pueden atacar a la clase obrera mundial apoyados en la súper explotación de millones de obreros chinos en fábricas que son un verdadero campo de concentración.
Pero ese proletariado que sufrió la acción contrarrevolucionaria del maoísmo stalinista, la masacre de Tianamenn, la restauración capitalista y décadas de salvaje opresión, ha comenzado a ponerse en movimiento nuevamente en la historia. Los obreros de Tonghua y Lingzou fueron la vanguardia que expresaba lo más avanzado de centenares de miles de revueltas obreras y campesinas que conmueven a China. En Tonghua y Lingzou, los obreros hicieron rodar la cabeza de su patrón, un ex burócrata maoísta devenido en burgués y con métodos de guerra civil contra los explotadores frenaron el ataque privatizador de los mandarines del PC que no pueden seguir subsidiando empresas estatales obsoletas, de acuerdo a los dictados de los bancos imperialistas yanquis e ingleses. Así, la vanguardia del proletariado chino, marcó al proletariado internacional el camino de la contraofensiva para enfrentar el ataque de los capitalistas.
En este combate, la mayoría de la FLTI se ubicó en la barricada de Tonghua y Lingzou. Las corrientes que hablan en nombre de la clase obrera y cacarean sobre el “demonio de la China imperialista”, ocultan al movimiento obrero mundial y en particular a los obreros norteamericanos y europeos, que los obreros chinos son sus aliados y no sus enemigos. Los que ocultaron el levantamiento de los obreros de Tonghua y Lingzou, son los mismos que con el pretexto de la “China exportadora con su Made in China”, esconden las millonarias ganancias de los verdaderos dueños del mundo y de las maquiladoras chinas, ese puñado de parásitos accionistas reunidos en las cuatro manzanas de Wall Street y en unas pocas calles de la City de Londres, Berlín, París o Tokio, que viven del saqueo y la expoliación del mundo. Por sus manos pasaron 400 billones de dólares del comercio mundial en el estallido de la crisis económica mundial, mientras se gastaban -sin haberlos producido- 90 billones de dólares, tal cual parásitos que succionan la sangre de los pueblos oprimidos del mundo y de la clase obrera mundial.
La cuestión china es un test ácido de la lucha de clases internacional. Los liquidadores del marxismo, su teoría y programa, se han dividido en dos variantes alrededor de la cuestión china. Por un lado, existen quienes quieren cubrir las ganancias de su burguesía imperialista agitando el fantasma del supuesto “imperialismo chino”. Por otro lado, aquellos que cubren la puesta en pie de la V internacional, que tiene como objetivo impedir la generalización de Tonghua y Lingzou, para que su ejemplo no sea tomado por las masas cubanas para enfrentar a los hermanos Castro que se aprestan a restaurar el capitalismo en la isla; y que, en Grecia, los obreros y las masas no inicien la revolución y la extiendan por toda Europa, de Portugal a las estepas rusas.
Nuevamente, el proletariado chino está llamado a jugar un rol histórico en la lucha de clases, y nuevamente los trotskistas estamos junto a él, como ayer en la revolución de 1927. La sangre obrera derramada en el aplastamiento de la insurrección de Cantón, por la traición del stalinismo a los pies del Kuomintang, fueron bandera y lecciones fundamentales para la maduración final de la teoría-programa de la Revolución Permanente; para el surgimiento de la Oposición de Izquierda y el combate contra la burocracia stalinista organizadora de derrotas de la clase obrera mundial y responsable del asesinato de miles de nuestros camaradas.
La cuestión china hoy, pone blanco sobre negro, acerca de quiénes somos continuadores de la IV Internacional y estaremos en la primera línea de combate luchando junto a los obreros de Tonghua y Lingzou por que resurja el soviet de Cantón que centralice a las miles de revueltas y combates de la China profunda y triunfe en el s. XXI la III revolución china. Pero esta vez, el soviet resurgirá dirigido por la IV Internacional, cuya tarea inmediata no será otra que refundar el partido de Chen Tu-siu, el dirigente chino de la IV Internacional. Este partido se refundará para saldar cuentas con el stalinismo-maoísmo, hoy devenido en una nueva clase poseedora esclavista de su propia clase obrera a cuenta de las transnacionales del capital financiero internacional. Por otro lado, la cuestión china pone blanco sobre negro quienes son los renegados del trotskismo sirvientes de la V Internacional de los mandarines rojos de Hu Jintao, el castrismo, la burguesía bolivariana y los stalinistas de todo pelaje, que hoy han puesto en pie nuevamente al partido de los Chiang Kai Sek y los stalinistas.
El proletariado chino volverá a ponerse de pie en su tercera revolución. Es tarea de los que luchamos por poner en pie un Comité Organizador por la Refundación de la Cuarta Internacional no permitir que sus traidores y enterradores se pongan de pie jamás. Es, en este sentido, que le presentamos al lector esta serie de documentos como un aporte a la vanguardia del proletariado internacional en el combate por resolver la crisis de la humanidad que es la crisis de su dirección revolucionaria.
La clase obrera mundial debe ver en sus hermanos de clase de China y en su lucha, al más grande aliado que entra al torrente del combate revolucionario de la clase obrera mundial. El estado de revuelta de las masas chinas, junto a la Grecia sublevada de la huelga general y al Kirguistán revolucionario, cuyos comités y piquetes obreros derrotaron al gobierno y desarmaron a la policía, son hoy la avanzada que enfrenta el brutal ataque del capitalismo en bancarrota contra la clase obrera mundial.
El volcán chino ha entrado nuevamente en ebullición. Con Tonghua y Lingzou, y con las revueltas de los explotados en la China profunda, llegan los aliados decisivos para el combate del proletariado mundial. El combate del proletariado chino, junto al embate revolucionario de los obreros de Kirguistán -transformado en la frontera misma con China en una republiqueta bajo el mando de la base militar yanqui- vuelven a plantear la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en la China y en la ex URSS, entregadas al capitalismo mundial por la lacra stalinista, quien devino en nueva clase social poseedora socia menor del imperialismo mundial.
Esta revolución kirguís que ya ha comenzado, ha contagiado e impactado a los obreros de Kazajistán, Uzbekistán y de las ex repúblicas musulmanas soviéticas. Sin ninguna duda es y será la chispa que incendie las provincias del norte de China, puesto que en Kirguistán está la avanzada de los grandes aliados del proletariado chino de Tonghua y Lingzou, que continúa su combate en un terreno superior.
Del continente africano han salido los obreros inmigrantes europeos que han encabezado el combate en Francia, en Grecia, en Italia, en Inglaterra contra la superexplotación de la burguesía y sus gobiernos de las potencias imperialistas contra su propia clase obrera. En EE.UU., los inmigrantes latinoamericanos fueron el motor del despertar de la clase obrera norteamericana en su lucha contra Bush, el régimen de los republicratas y las guerras contrarrevolucionarias del imperialismo yanqui en el mundo.
El rol de los partidos reformistas socialimperialistas, por más que algunos de ellos se llamen “anticapitalistas”, es impedir que este movimiento revolucionario de la clase obrera del mundo colonial y semicolonial se ponga de pie junto al resto de la clase obrera europea, norteamericana y japonesa, y sincronice sus combates con el grito de guerra de la clase obrera de las potencias imperialista de: “¡El enemigo está en casa!”
Si las pandillas imperialistas han usado a la clase obrera latinoamericana, de Medio Oriente, a los obreros de color de África, a la clase obrera china para hundir el salario de la clase obrera mundial, ha llegado el momento de conquistar la unidad del proletariado mundial bajo las demandas y la lucha de sus sectores más oprimidos en el planeta, que son la amplia mayoría.
Esa tarea no es ni será tomada jamás por los partidos de las aristocracias y burocracias obreras de todo el mundo. Ellos, de forma prepotente, como en Inglaterra o en EEUU, bajo el mando de la burocracia de las Trade Union o de los lacayos de Obama de la AFL-CIO norteamericana, han puesto el grito contrarrevolucionario y antiobrero de “trabajo inglés para los ingleses” y “trabajo norteamericano para los norteamericanos”. Y esto, cuando son las empresas angloyanquis -luego de robarse todas las riquezas del mundo con sus bancos de Wall Street y Londres- las que saquean y obtienen superganancias sobre la base de la brutal explotación del proletariado chino, de Medio Oriente, latinoamericano, y como no podía ser de otra manera, ahora, sobre la ruina de la clase obrera de las potencias imperialistas.
Esta tarea, mucho menos será tomada por los renegados del trotskismo, que han devenido, nada más y nada menos, que en una nueva horneada de stalinismo y menchevismo, sostenedores por izquierda de la aristocracia y burocracia obrera en el mundo. Ellos se han agrupado desde el Foro Social Mundial, bajo la dirección de la V Internacional de Hu Jintao, la burocracia castrista (que sigue el camino de los mandarines chinos) y todos los deshechos del stalinismo y la socialdemocracia.
¡Junto a Tonghua y Lingzou!
¡Abajo los partidos socialimperialistas de las burocracias sindicales y las aristocracias obreras del mundo! Ellos están echando la suerte de la clase obrera a la de sus verdugos.
¡Paso a los obreros chinos, a la martirizada clase obrera de África, a los combatientes de la resistencia contra el dominio del imperialismo y el sionismo en Medio Oriente!
¡Fuera la farsa de la revolución bolivariana que estranguló la lucha antiimperialista y las revoluciones de las masas en el continente americano!
¡Por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en China y en todo el territorio de la ex URSS!
¡Viva la huelga general revolucionaria de los obreros griegos! ¡Qué su chispa incendie Europa!
¡Por el triunfo de la revolución obrera en Kirguistán! ¡Por la Federación de Repúblicas musulmanas soviéticas, que serán, a no dudarlo, los grandes aliados del proletariado chino contra su esclavitud y de la clase obrera rusa contra el asesino y carnicero Putín!
¡Abajo la V Internacional de los mandarines rojos de Hu Jintao, el castrismo, la burguesía bolivariana, los estalinistas de todo pelaje y los renegados del trotskismo!
¡Viva la Cuarta Internacional y su programa de fundación de 1938!
¡Por la refundación de la Cuarta Internacional!

II Congreso de la FLTI
Abril de 2010


Capitulo I

Las resoluciones revolucionarias del Primer Congreso de la FLTI y la evolución de la situación mundial:

Entre la debacle del sistema capitalista imperialista mundial, el reagrupamiento de las direcciones traidoras para salvarlo y una tenaz y persistente resistencia de masas

A fi­nes de di­ciem­bre de 2009 se rea­li­za­ba en Bue­nos Ai­res una con­fe­ren­cia de los gru­pos trots­kis­tas la­ti­noa­me­ri­ca­nos de la FL­TI. Al mis­mo tiem­po, en Zim­bab­we, se con­cen­tra­ba una enor­me cam­pa­ña in­ter­na­cio­na­lis­ta de las fuer­zas de la FL­TI pa­ra im­pe­dir que re­ne­ga­dos del trots­kis­mo y agen­tes del Fo­ro So­cial Mun­dial en­tre­ga­ran a di­si­den­tes re­vo­lu­cio­na­rios de la ISO de ese país a la jus­ti­cia bur­gue­sa. Esa du­rí­si­ma ba­ta­lla por un Tri­bu­nal Mo­ral In­ter­na­cio­nal im­pi­dió que las fuer­zas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias del Fo­ro So­cial Mun­dial en­tre­ga­ran al es­ta­do bur­gués a los com­ba­tien­tes del pro­le­ta­ria­do en Zim­bab­we.
Ha­ce tan so­lo 6 me­ses con­quis­tá­ba­mos en nues­tro Con­gre­so In­ter­na­cio­nal las re­so­lu­cio­nes y un pro­gra­ma que pre­pa­ra­ron a nues­tra frac­ción in­ter­na­cio­nal pa­ra com­ba­tir por con­cen­trar las fuer­zas de los re­vo­lu­cio­na­rios y dis­per­sar las de los re­for­mis­tas.
Des­pués de años de ais­la­mien­to, se pu­so en pie la FL­TI, que al mo­men­to mis­mo del Con­gre­so re­do­bló su ofen­si­va y lle­gó fí­si­ca y per­so­nal­men­te a in­ter­ve­nir y a abrir una dis­cu­sión con el trots­kis­mo ja­po­nés, con el que he­mos acor­da­do abrir un de­ba­te pú­bli­co an­te los ojos del pro­le­ta­ria­do mun­dial so­bre las di­fe­ren­cias exis­ten­tes, mien­tras gol­pea­mos jun­tos en cam­pa­ñas re­vo­lu­cio­na­rias in­ter­na­cio­na­les, co­mo ha si­do la lu­cha por la li­ber­tad de los mi­ne­ros pre­sos de Pe­rú.
Nues­tra FL­TI se ha cons­ti­tui­do en un pun­to de apo­yo pa­ra el com­ba­te in­ter­na­cio­na­lis­ta del pro­le­ta­ria­do mun­dial y sus or­ga­ni­za­cio­nes de lu­cha. Co­mo no po­día ser de otra ma­ne­ra, hoy la FL­TI es­tá pre­sen­te en los fo­cos ca­lien­tes del pla­ne­ta don­de el pro­le­ta­ria­do re­sis­te e in­clu­si­ve si­gue ata­can­do a los ex­plo­ta­do­res, que in­ten­tan a to­da cos­ta ha­cer­le pa­gar la cri­sis de la ca­tás­tro­fe de Wall Street y de la eco­no­mía mun­dial ca­pi­ta­lis­ta a los ex­plo­ta­dos.
Cuan­do es­tá­ba­mos rea­li­zan­do el Pri­mer Con­gre­so de la FL­TI, el pro­le­ta­ria­do se le­van­ta­ba con­tra la ope­ra­ción con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria “Plo­mo Fun­di­do”  de Oba­ma y Bush en la Pa­les­ti­na mar­ti­ri­za­da, pro­ta­go­ni­zan­do mag­ní­fi­cas ac­cio­nes re­vo­lu­cio­na­rias, co­mo en la Gre­cia su­ble­va­da de obre­ros y es­tu­dian­tes; y en Gua­da­lu­pe, Mar­ti­ni­ca y Ma­da­gas­car, con gran­dio­sas jor­na­das re­vo­lu­cio­na­rias de obre­ros, cam­pe­si­nos y sol­da­dos con­tra el co­lo­nia­lis­mo fran­cés y las bur­gue­sías ci­pa­yas.
Ha­cia fi­nes de 2008 y prin­ci­pios de 2009, la cla­se obre­ra in­ten­ta­ba co­men­zar a dar res­pues­ta a los ata­ques del gran ca­pi­tal y ten­día a co­lo­car­se en el cen­tro de la es­ce­na in­ter­na­cio­nal con sus ac­cio­nes re­vo­lu­cio­na­rias. De­fi­nía­mos que se abría la po­si­bi­li­dad a par­tir de allí, en una si­tua­ción tran­si­to­ria, de que la cla­se obre­ra par­tie­ra de esos com­ba­tes co­mo pun­to de apo­yo pa­ra lar­gar una con­trao­fen­si­va re­vo­lu­cio­na­ria co­mo en el ‘68-74.
A seis me­ses de rea­li­za­da la fun­da­ción de la FL­TI, po­de­mos afir­mar que he­mos pa­sa­do las prue­bas de la lu­cha de cla­ses. Por­que de­fi­ni­mos las con­di­cio­nes pa­ra la vic­to­ria de las pri­me­ras avan­za­das re­vo­lu­cio­na­rias de las ma­sas con­tra el crac y las gue­rras im­pe­ria­lis­tas, con­cen­trán­do­las en re­so­lu­cio­nes por las que com­ba­ti­mos y da­mos nues­tra vi­da, y que fue­ron pu­bli­ca­das en nues­tros ma­te­ria­les pú­bli­cos. Pe­ro tam­bién, y esen­cial­men­te, por­que de­fi­ni­mos que pa­ra sal­var al ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis de su de­ba­cle fi­nan­cie­ra, es­te iba a re­clu­tar y cen­tra­li­zar a to­das las di­rec­cio­nes trai­do­ras con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias del pla­ne­ta pa­ra que de­fien­dan su pro­pie­dad, de­sor­ga­ni­cen las em­bes­ti­das de ma­sas y cons­pi­ren con­tra ellas. Es­ta cen­tra­li­za­ción de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias es lo que he­mos vis­to en ac­ción es­tos úl­ti­mos me­ses.
Es­tas di­rec­cio­nes ac­tua­ron en to­do el pla­ne­ta con una mis­ma po­lí­ti­ca cen­tra­li­za­da, im­po­nien­do aquí y allá pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios de so­me­ti­mien­to del pro­le­ta­ria­do a la bur­gue­sía co­mo en Pa­les­ti­na, Bo­li­via, Me­dio Orien­te, Irak, Hon­du­ras, Ma­da­gas­car y, asi­mis­mo, car­ne­rean­do y ha­cien­do de rom­pe­huel­gas de to­do in­ten­to del mo­vi­mien­to obre­ro por de­fen­der su sa­la­rio, su tra­ba­jo y su ni­vel de vi­da a ni­vel in­ter­na­cio­nal.
De la mis­ma for­ma que en el pri­mer lus­tro del si­glo XXI se po­nía en pie el Fo­ro So­cial Mun­dial, con los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo aden­tro pa­ra sos­te­ner a go­bier­nos is­lá­mi­cos y “bo­li­va­ria­nos”, ex­pro­pia­do­res de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria; a par­tir del 2007, en mo­men­tos que la cri­sis mun­dial des­nu­da­ba al sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta an­te los ojos de mi­les de ex­plo­ta­dos del mun­do, y fren­te al pe­li­gro de que la chis­pa de Gre­cia in­cen­dia­ra Pa­rís y Nue­va York, la bur­gue­sía de­bía po­ner en pie los “nue­vos par­ti­dos an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” pa­ra que, jun­to a las bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les nor­tea­me­ri­ca­nas, eu­ro­peas o ja­po­ne­sas, pue­dan con­te­ner y de­rro­tar to­do le­van­ta­mien­to de la cla­se obre­ra y to­do in­ten­to de es­ta de dar una res­pues­ta a la cri­sis en el co­ra­zón mis­mo de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.

Aho­ra, es­tá ahí la V in­ter­na­cio­nal de Chá­vez, de la bu­ro­cra­cia cas­tris­ta y del Kuo­min­tang chi­no, ese par­ti­do de ca­pan­gas y “em­pre­sa­rios ro­jos” que es el par­ti­do co­mu­nis­ta de Chi­na, so­cios me­no­res de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas en el sa­queo y la ex­plo­ta­ción de la cla­se obre­ra de ese país, jun­to a los sta­li­nis­tas, so­cial­de­mó­cra­tas, bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les, y los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” de to­do el mun­do.
Es­tos son los ver­da­de­ros sal­va­do­res del ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis, los de­fen­so­res más acé­rri­mos de la City de Lon­dres, de Wall Street, y las bol­sas de Frank­furt, To­kio y Pa­rís, y los res­pon­sa­bles de ha­ber so­me­ti­do a la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na a ese Bush tiz­na­do de Oba­ma y de ha­ber­la sa­ca­do del com­ba­te con­tra la gue­rra im­pe­ria­lis­ta jun­to a sus her­ma­nos de cla­se, los in­mi­gran­tes, que por mi­llo­nes fue­ron ex­pul­sa­dos de EE.UU. du­ran­te la cri­sis. Por esa vía de­ja­ron ata­da de ma­nos a la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na pa­ra que se rin­die­ra an­te los des­pi­dos en la Ge­ne­ral Mo­tors y la pér­di­da de mi­llo­nes de pues­tos de tra­ba­jo y de con­quis­tas. Es­tas di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias son ene­mi­gas de­cla­ra­das de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria y son ex­pro­pia­do­ras de re­vo­lu­cio­nes. Son el ver­da­de­ro mu­ro que de­be­rá des­truir el pro­le­ta­ria­do si quie­re que la cri­sis la pa­guen los ex­plo­ta­do­res y el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta im­pe­ria­lis­ta mun­dial y avan­zar ha­cia la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria.
No le ha si­do fá­cil a es­ta quin­ta co­lum­na de­sor­ga­ni­zar los com­ba­tes re­vo­lu­cio­na­rios de las ma­sas que co­mo en Gre­cia, Gua­da­lu­pe y Ma­da­gas­car prea­nun­cia­ban la pers­pec­ti­va de una con­trao­fen­si­va de ma­sas a ni­vel mun­dial. Ellos son li­mo­nes ex­pri­mi­dos a los que, co­mo agen­tes del ca­pi­tal, es­te les sa­ca­rá has­ta la úl­ti­ma go­ta pa­ra sal­var­se de la ca­tás­tro­fe. Ellos son los en­car­ga­dos de pa­ra­li­zar las fuer­zas del pro­le­ta­ria­do, de echar­le agua al fue­go de los fo­cos re­vo­lu­cio­na­rios del pla­ne­ta.
Los pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas sa­ben muy bien que ese es el rol que ne­ce­si­tan de sus agen­tes, por­que pa­ra sa­lir de es­ta cri­sis lo que ne­ce­si­tan las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, los ca­pi­ta­lis­tas, sus go­bier­nos, re­gí­me­nes y es­ta­dos, es pro­vo­car­le enor­mes de­rro­tas al pro­le­ta­ria­do mun­dial que les per­mi­tan, so­bre to­do a las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas que lo lo­gren de­ci­si­va­men­te, ir a aven­tu­ras mi­li­ta­res su­pe­rio­res pa­ra dis­pu­tar­le a sus com­pe­ti­do­res las zo­nas de in­fluen­cia. Ellos sa­ben que en úl­ti­ma ins­tan­cia el rol de­ci­si­vo de la quin­ta co­lum­na de hoy es crear las con­di­cio­nes pa­ra pre­pa­rar zar­pa­zos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios co­mo en Hon­du­ras, Af­ga­nis­tán, en el Va­lle de Swat en Pa­kis­tán; es de­cir con­di­cio­nes pa­ra el bo­na­par­tis­mo y el fas­cis­mo.
Las ener­gías de las ma­sas no han si­do con­su­mi­das pe­se al pér­fi­do ac­cio­nar del fren­te po­pu­lar y pe­se a los cer­cos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios. Una mues­tra de ello es el in­ten­to de las ma­sas de rom­per el cer­co que se les ten­dió en Gua­da­lu­pe, don­de a pe­sar y en con­tra de las bu­ro­cra­cias de los sin­di­ca­tos de la V Re­pú­bli­ca fran­ce­sa, de su pér­fi­da bu­ro­cra­cia y aris­to­cra­cia obre­ra, las ma­sas emer­gie­ron en huel­ga ge­ne­ral po­lí­ti­ca de 48 ho­ras pa­ra exi­gir que se efec­ti­vi­ce el pa­go de los 200 eu­ros pro­me­ti­dos que el ré­gi­men co­lo­nial fran­cés se nie­ga a cum­plir, ame­na­zan­do con su lu­cha, que se ex­tien­de a Mar­ti­ni­ca, con abrir una lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas en el Ca­ri­be, in­clu­so con­ta­gian­do a otras co­lo­nias fran­ce­sas co­mo la Is­la de la Reu­nión.
Lo de­mues­tra tam­bién Mé­xi­co que, ame­na­za­do con nue­vos ata­ques im­pe­ria­lis­tas que bus­can apro­piar­se de sus ra­mas cen­tra­les de la eco­no­mía es­ta­tal co­mo la elec­tri­ci­dad o el pe­tró­leo, vio sur­gir un com­ba­te he­roi­co de la cla­se obre­ra con­tra la pri­va­ti­za­ción de la com­pa­ñía de elec­tri­ci­dad, a pe­sar y en con­tra del za­pa­tis­mo, del PRD, de la bu­ro­cra­cia sin­di­cal cha­rra, de los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo, de los en­tre­ga­do­res de la co­mu­na de Oa­xa­ca. Cen­te­na­res de mi­les de obre­ros en huel­ga po­lí­ti­ca de ma­sas, en­ca­be­za­dos por los obre­ros del SME (Sin­di­ca­to Me­xi­ca­no de Elec­tri­cis­tas) com­ba­tie­ron en las ca­lles del Zó­ca­lo con­tra las pri­va­ti­za­cio­nes y el es­ta­do me­xi­ca­no, agen­te de los yan­quis.
En los me­ses de ju­lio y agos­to de 2009, el pro­le­ta­ria­do chi­no, con los com­ba­tes de avan­za­da de Tong­hua y Ling­zou, in­ter­vi­no por pri­me­ra vez des­de el ’89 en lu­chas de­ci­si­vas jun­to a sus her­ma­nos de cla­se del pro­le­ta­ria­do mun­dial, acom­pa­ñan­do el cam­bio de la ubi­ca­ción de Chi­na en el mer­ca­do mun­dial. Hoy Chi­na se ubi­ca no só­lo co­mo ex­por­ta­do­ra si­no tam­bién co­mo im­por­ta­do­ra de, ade­más de ma­te­rias pri­mas e in­su­mos pa­ra las trans­na­cio­na­les, bie­nes de con­su­mo, mo­to­ri­za­dos por un ci­clo de in­ver­sio­nes y sub­si­dios del es­ta­do de 600.000 mi­llo­nes de dó­la­res. Co­mo ve­re­mos más ade­lan­te, las trans­na­cio­na­les es­tán rea­li­zan­do así enor­mes ne­go­cios en ven­tas de com­pu­ta­do­ras, ar­tí­cu­los de elec­tró­ni­ca, au­to­mó­vi­les, etc., al in­te­rior de Chi­na.
Co­mo tam­bién de­mos­tra­re­mos más ade­lan­te, con­tra lo que opi­nan los re­vi­sio­nis­tas del mar­xis­mo, ba­jo es­tas con­di­cio­nes de la cri­sis y de una re­con­fi­gu­ra­ción de la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo, las em­pre­sas es­ta­ta­les de las in­dus­trias bá­si­cas chi­nas –que se sub­ven­cio­na­ron a cos­ta del que­bran­to de to­dos los ban­cos es­ta­ta­les en el 2001-, que se con­ser­van del ex es­ta­do obre­ro, ya ob­so­le­tas, hun­den la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo me­dia de Chi­na, in­clu­si­ve a ni­ve­les in­fe­rio­res a los de la In­dia y de sec­to­res de Bra­sil.
Los ban­cos, aho­ra ma­yo­ri­ta­ria­men­te en ma­nos de ac­cio­nis­tas de los im­pe­ria­lis­tas nor­tea­me­ri­ca­nos, in­gle­ses, etc., ya no pue­den sub­ven­cio­nar más a las em­pre­sas es­ta­ta­les ob­so­le­tas. Aho­ra vie­nen a pri­va­ti­zar­las, tal co­mo lo hi­cie­ron en Mé­xi­co con su com­pa­ñía de elec­tri­ci­dad, o co­mo el pro­ce­so de pri­va­ti­za­ción que pre­pa­ra EE.UU. con el FMI pa­ra que­dar­se con to­das las em­pre­sas es­ta­ta­les de los paí­ses del Gla­cis, hoy so­me­ti­dos co­mo co­lo­nias al FMI.
Es­tos pri­me­ros pa­sos de ofen­si­va pri­va­ti­za­do­ra, que ac­túan co­mo una ver­da­de­ra con­tra­ten­den­cia a la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia y a la rui­na del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal en cri­sis, re­ci­bie­ron una pri­me­ra res­pues­ta en Mé­xi­co, co­mo ya vi­mos, con los obre­ros de la elec­tri­ci­dad, y a prin­ci­pios del 2009 por par­te de los obre­ros de Ru­ma­nia, Che­cos­lo­va­quia y Hun­gría, que obli­ga­ron al FMI a so­co­rrer con mi­les de mi­llo­nes de dó­la­res el que­bran­to de esos paí­ses pa­ra im­pe­dir un le­van­ta­mien­to ge­ne­ra­li­za­do de ma­sas. Tam­bién vi­mos es­ta res­pues­ta aho­ra en Chi­na con un en­fren­ta­mien­to de cla­ses en Tong­hua y en Ling­zou, don­de pre­sen­ta­ron ba­ta­lla y pa­ra­ron la ofen­si­va pri­va­ti­za­do­ra de des­pe­dir a la gran ma­yo­ría de los cien mi­llo­nes de obre­ros que pro­du­cen en las em­pre­sas es­ta­ta­les, pro­ce­so que in­clu­si­ve de­ja­ría co­mo anéc­do­ta la olea­da de pri­va­ti­za­cio­nes en Amé­ri­ca La­ti­na en los ´90.
Es­ta nue­va ofen­si­va im­pe­ria­lis­ta pa­ra re­co­lo­ni­zar Chi­na, con su plan de pri­va­ti­za­cio­nes, ha di­vi­di­do y par­ti­do a la bur­gue­sía de los man­da­ri­nes chi­nos. Por un la­do, existe una frac­ción alia­da a tra­vés de las fi­nan­zas y la bol­sa al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro an­glo­yan­qui, frac­ción que pu­ja por la pri­va­ti­za­ción in­me­dia­ta; y por otro la­do una frac­ción de esa mis­ma bur­gue­sía que opi­na que per­de­ría sus fuen­tes de in­gre­so co­mo ad­mi­nis­tra­do­ra de las em­pre­sas es­ta­ta­les en ban­ca­rro­ta, y que a su vez afir­ma que el ré­gi­men bo­na­par­tis­ta chi­no per­de­ría ba­se so­cial en un sec­tor de la ba­se obre­ra que man­tie­ne con­quis­tas en la in­dus­tria es­ta­ti­za­da (guar­de­ría, se­gu­ro mé­di­co, etc.), y que por lo tan­to el Par­ti­do Co­mu­nis­ta de los “em­pre­sa­rios ro­jos” tam­bién per­de­ría ba­se so­cial.
Pe­ro el pro­le­ta­ria­do irrum­pió por en­tre es­tas bre­chas que se abrie­ron en las al­tu­ras, im­po­nien­do en dos com­ba­tes de­ci­si­vos en la gran in­dus­tria es­ta­ti­za­da, que el que las to­ca mue­re, por­que no es­tán dis­pues­tos ellos a mo­rir de ham­bre sin sa­la­rio y sin tra­ba­jo.
Es­tos com­ba­tes, que to­ma­ron por sor­pre­sa a esa cue­va de con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios de los “em­pre­sa­rios ro­jos” del PC chi­no, em­pal­ma­ron con la lu­cha de mi­lla­res y cen­te­na­res de mi­les de obre­ros que vie­ron ce­rrar­se 30 mil em­pre­sas des­de el año 2008, en don­de sus pa­tro­nes hu­ye­ron y las de­ja­ron sin fun­cio­nar, y no les pa­ga­ron ni un pe­so a sus obre­ros. Es­tos mar­cha­ron a las mu­ni­ci­pa­li­da­des, las cer­ca­ron y las obli­ga­ron a que les pa­guen re­gu­lar­men­te su sa­la­rio. Mien­tras, el ejér­ci­to cho­ca, se­gún el Fo­reign Af­fairs, con más de 250.000 re­vuel­tas cam­pe­si­nas por año al in­ter­nar­se ca­da vez más en la Chi­na pro­fun­da pa­ra sa­car a las ma­sas cam­pe­si­nas de su tie­rra con el ob­je­ti­vo cons­truir en ellas las ca­rre­te­ras y las fá­bri­cas de las em­pre­sas ca­pi­ta­lis­tas, pa­ra que los des­po­seí­dos de la tie­rra vuel­van allí lue­go co­mo ma­no de obra es­cla­va.
Chi­na en­tró, des­de los com­ba­tes de Tong­hua y Ling­zou en una fa­se de re­vuel­tas y mo­ti­nes de ma­sas, que de for­ma em­brio­na­ria an­ti­ci­pa un es­ta­do de lu­cha po­lí­ti­ca y se­mi in­su­rrec­cio­nal de ma­sas. Pues, co­mo ve­re­mos más ade­lan­te, allí que­da ca­da vez más cla­ro que si no se de­rro­ta al go­bier­no bo­na­par­tis­ta del Par­ti­do Co­mu­nis­ta de los em­pre­sa­rios ro­jos, los ex­plo­ta­dos per­de­rán la tie­rra, el pan, y so­lo con­quis­ta­rán es­cla­vi­tud y sa­la­rios de mi­se­ria, y nue­vo so­me­ti­mien­to y re­co­lo­ni­za­ción de la na­ción chi­na.
Así, la lu­cha eco­nó­mi­ca en de­fen­sa de la fuen­te de tra­ba­jo co­men­zó a te­ner en su van­guar­dia a sec­to­res de la cla­se obre­ra chi­na, que por pri­me­ra vez des­de Tia­nan­men co­mien­zan a ser su­je­tos y par­te del com­ba­te del pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Mi­les de obre­ros, allí don­de las fá­bri­cas fue­ron ce­rra­das, hoy si­guen co­bran­do el sa­la­rio por­que mar­cha­ron a las mu­ni­ci­pa­li­da­des ame­na­zan­do con ha­cer ro­dar las ca­be­zas de los je­fes de los mu­ni­ci­pios, co­mo en Tong­hua y Ling­zou.
“Son lu­chas de van­guar­dia, es­pon­tá­neas” nos di­cen. E in­clu­si­ve nos lle­ga­ron a de­cir a los trots­kis­tas de la FL­TI -que to­ma­mos esas lu­chas co­mo ban­de­ra pa­ra el pro­le­ta­ria­do mun­dial, ge­ne­ra­li­zan­do esa ex­pe­rien­cia de las ma­sas que fue un mi­llón de ve­ces su­pe­rior a los pla­nes de su­mi­sión y de­rro­tas de las di­rec­cio­nes trai­do­ras- que el es­ta­do chi­no se an­ti­ci­pó y le dio con­ce­sio­nes a los obre­ros, y que no es­ta­ba in­te­re­sa­do en ce­rrar Tong­hua ni Ling­zou. Ac­túan, co­mo de­cía Le­nin, co­mo ver­da­de­ros em­bus­te­ros an­te el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal, por­que qui­sie­ron ha­cer­le pa­sar sus triun­fos co­mo de­rro­tas o con­ce­sio­nes da­das por los ene­mi­gos de cla­se, cuan­do en rea­li­dad los em­pre­sa­rios “ro­jos” tu­vie­ron que dar al­go por mie­do a per­derlo to­do.
El sin­di­ca­lis­ta no dis­tin­gue la lu­cha eco­nó­mi­ca de la lu­cha po­lí­ti­ca. En mo­men­tos de cri­sis y crac, to­do obre­ro sa­be que en lu­chas eco­nó­mi­cas par­cia­les y ais­la­das, su com­ba­te se vuel­ve im­po­ten­te, y que los pa­tro­nes y sus es­ta­dos le ti­ran to­da su cri­sis, fá­bri­ca por fá­bri­ca y sec­tor por sec­tor de la pro­duc­ción.
Al de­cir de Le­nin, la lu­cha po­lí­ti­ca sub­su­me a la lu­cha eco­nó­mi­ca y la ele­va a un es­ta­dio su­pe­rior. Es la fa­se en que en la lu­cha in­me­dia­ta por el pan hay que en­fren­tar­se al go­bier­no, a los re­gí­me­nes, a su ejér­ci­to. Es la fa­se en la que las ma­sas com­pren­den ca­da vez más que sin de­rro­tar al ene­mi­go de cla­se no se con­si­gue ni lo más mí­ni­mo.
En los re­gí­me­nes con ele­men­tos de en­ga­ño o par­cial­men­te de­mo­crá­ti­co-bur­gue­ses, los ex­plo­ta­do­res tie­nen me­ca­nis­mos de amor­ti­gua­ción a tra­vés de cier­ta le­gi­ti­mi­dad de sus ins­ti­tu­cio­nes, fren­te a la ac­ción de ma­sas. Es­tos me­ca­nis­mos co­mo la es­ta­ti­za­ción de los sin­di­ca­tos, el con­trol po­li­cía­co de la bu­ro­cra­cia sobre el movimiento obrero y el con­trol re­for­mis­ta de las or­ga­ni­za­cio­nes obre­ras por par­te de la aris­to­cra­cia y la bu­ro­cra­cia obre­ra, im­po­nen un col­chón en la lu­cha de cla­ses. Pe­ro es­te col­chón, por otra par­te, se ve so­ca­va­do per­ma­nen­te­men­te pues­to que, ba­jo es­tas con­di­cio­nes de cri­sis, ya ni si­quie­ra las li­mos­nas pue­den pa­sar co­mo re­for­mas an­te los ojos del pro­le­ta­ria­do.
En Chi­na, al tener un ré­gi­men po­li­cía­co-mi­li­tar del par­ti­do de los em­pre­sa­rios “ro­jos”, to­da lu­cha eco­nó­mi­ca de­vie­ne in­me­dia­ta­men­te en en­fren­ta­mien­to di­rec­to con el par­ti­do con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, el PC chi­no.
En es­ta co­yun­tu­ra de la lu­cha de cla­ses a ni­vel in­ter­na­cio­nal, la cla­se obre­ra y las ma­sas chi­nas en­tra­ron en una fa­se de re­vuel­tas y de lu­cha po­lí­ti­ca con las que se gol­pea di­rec­ta­men­te al es­ta­do y al po­der. Es que to­da cri­sis plan­tea di­rec­ta­men­te un en­fren­ta­mien­to en­tre la cla­se obre­ra y el go­bier­no y sus fuer­zas de re­pre­sión con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias.
Es­ta si­tua­ción, si se com­bi­na con un “boom” de cre­ci­mien­to en sec­to­res de sus ra­mas de pro­duc­ción li­ga­das al con­su­mo (co­mo su­ce­de hoy), pue­de ha­cer que las re­vuel­tas por la tie­rra, el pan y el tra­ba­jo se coor­di­nen con una lu­cha de la cla­se obre­ra por la re­dis­tri­bu­ción de la ri­que­za, que em­pu­je a las ma­sas a un es­ta­dio su­pe­rior del com­ba­te y a un en­fren­ta­mien­to di­rec­to con el go­bier­no con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio res­tau­ra­dor, ase­si­no y bo­na­par­tis­ta  de los man­da­ri­nes chi­nos.
Es una vergüenza que to­da la iz­quier­da mun­dial si­len­cie, al igual que la pren­sa im­pe­ria­lis­ta, es­ta es­cue­la de com­ba­tes que es­tán pro­ta­go­ni­zan­do y en la que es­tán apren­dien­do a pe­lear -ba­jo te­rri­bles con­di­cio­nes- mi­llo­nes de ex­plo­ta­dos en Chi­na. Ellos es­tán ejer­ci­tan­do sus mús­cu­los pa­ra la gue­rra de cla­ses y apren­dien­do en el com­ba­te, col­gan­do pa­tro­nes que des­pe­dían obre­ros en las fá­bri­cas, al igual que su­ce­dió en la In­dia en los com­ba­tes de 80.000 obre­ros de la in­dus­tria au­to­par­tis­ta de Coim­bra­to­re.
La iz­quier­da de Pe­tras y de­más aca­dé­mi­cos pe­que­ños bur­gue­ses y de­más re­for­mis­tas an­glo­yan­quis, só­lo ha­blan del “dra­gón” y el “po­de­ro­so mons­truo chi­no” que “les sa­ca el em­pleo y el sa­la­rio a los obre­ros nor­tea­me­ri­ca­nos”.
Pe­ro na­die ha­bla an­te los obre­ros nor­tea­me­ri­ca­nos, in­gle­ses, y del mun­do, de có­mo pe­lean y del ejem­plo que dan sobre có­mo lu­char los obre­ros de Chi­na, la In­dia y sus her­ma­nos de cla­se de Pe­rú y Mé­xi­co.
To­dos los sir­vien­tes del im­pe­ria­lis­mo ha­blan del “co­lo­so chi­no”, pe­ro ca­llan so­bre los se­pul­tu­re­ros que es­te pu­so de pie, y que ya co­mien­za a ser par­te del com­ba­te del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal. To­dos quie­ren ca­llar los enor­mes com­ba­tes que han co­men­za­do a dar los he­roi­cos y mar­ti­ri­za­dos obre­ros chi­nos.
Y ca­llan por­que son por­ta­vo­ces de la bur­gue­sía y los ex­plo­ta­do­res que le echan la cul­pa a la cla­se obre­ra chi­na del hun­di­mien­to del sa­la­rio de la cla­se obre­ra mun­dial, cuan­do la rea­li­dad es muy dis­tin­ta. Es el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal y los nue­vos ex­plo­ta­do­res chi­nos, sur­gi­dos de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta y aso­cia­dos a él, los que hun­dien­do el sa­la­rio de la cla­se obre­ra chi­na, es­cla­vi­zán­do­la con un ré­gi­men de opre­sión y de te­rror que ha­ce pa­re­cer “de­mo­crá­ti­cos” a Vi­de­la y a Pi­no­chet. Ellos re­lo­ca­li­za­ron sus fá­bri­cas allí pa­ra lue­go im­po­ner­le a to­do el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal las con­di­cio­nes “chi­nas” de ma­qui­la­do­ra.
Co­mo afir­ma­mos des­de la FL­TI, la pri­me­ra ta­rea in­ter­na­cio­na­lis­ta de to­do obre­ro con con­cien­cia de cla­se en el pla­ne­ta es de­jar de ser una ca­ca­túa re­pro­duc­to­ra de la ideo­lo­gía e in­fa­mia de las cla­ses ex­plo­ta­do­ras.
¡De pie jun­to a la cla­se obre­ra chi­na! ¡A igual tra­ba­jo, igual sa­la­rio! Esa de­be ser la de­man­da de los obre­ros nor­tea­me­ri­ca­nos, ja­po­ne­ses y eu­ro­peos en re­la­ción a la cla­se obre­ra chi­na, si quie­ren de­fen­der su sa­la­rio y su tra­ba­jo.
En es­te pro­gra­ma le va la vi­da fun­da­men­tal­men­te, a la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na y ja­po­ne­sa, que ca­da vez más pa­de­cen las con­di­cio­nes chi­nas de es­cla­vi­tud y ex­plo­ta­ción. Y así lo plan­teó nues­tra de­cla­ra­ción en la 47º Asam­blea con­tra la Gue­rra que lle­va­mos a Ja­pón al Con­gre­so de la JRCL.
Por ello, cuan­do la FL­TI co­men­za­ba a to­mar es­tos com­ba­tes co­mo ban­de­ra, se de­di­ca­ban a de­cir­nos, in­clu­si­ve des­de aden­tro de nues­tra pro­pia co­rrien­te in­ter­na­cio­nal: “son ex­cep­cio­nes”, o lo que es más gra­ve, “el es­ta­do chi­no que es muy ri­co –afir­ma­ban- dio con­ce­sio­nes en se­gui­da”. Así que­rían en­fren­tar nues­tra pe­lea por ge­ne­ra­li­zar y ex­ten­der los com­ba­tes de Pe­rú, de Tong­hua y Ling­zou. Así que­rían que si­len­cie­mos es­tos com­ba­tes an­te los ojos de la cla­se obre­ra mun­dial, co­mo to­do el re­for­mis­mo lo ve­nía ha­cien­do.
Co­mo de­cía Trotsky en “Cla­se, Par­ti­do y Di­rec­ción”, en su es­pon­ta­nei­dad, las ma­sas, com­ba­tien­do con­tra los ex­plo­ta­do­res, obli­gan­do a que los pa­tro­nes pa­guen la cri­sis, tien­den a ca­da pa­so, a ubi­car­se en un án­gu­lo de 180º con­tra el pro­gra­ma de trai­cio­nes y de­rro­tas que les im­po­nen las di­rec­cio­nes trai­do­ras.
Los trots­kis­tas es­ta­mos pa­ra que esos án­gu­los de 180º de las ac­cio­nes es­pon­tá­neas de ma­sas con­tra los trai­do­res no se de­ten­gan ni se cie­rren ni siquiera por un ins­tan­te. Pugnamos por que el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal los to­me co­mo ban­de­ra y ca­mi­no a se­guir; por rom­per su ais­la­mien­to pa­ra que se pro­fun­di­cen y se coor­di­nen a ni­vel in­ter­na­cio­nal, por­que allí, en esa es­pon­ta­nei­dad que es lo em­brio­na­rio de lo cons­cien­te, vi­ve la pers­pec­ti­va de una con­trao­fen­si­va ge­ne­ra­li­za­da del pro­le­ta­ria­do mun­dial y las con­di­cio­nes ma­te­ria­les pa­ra que ma­du­re y re­sur­ja el bol­che­vis­mo.
Mien­tras tanto, a 180º de esas ac­cio­nes vi­ve la trai­ción y el so­me­ti­mien­to del pro­le­ta­ria­do mun­dial por par­te de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias.
Es que nin­gu­no de los pseu­do iz­quier­dis­tas que ha­blan en nom­bre del mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio se atre­ve a de­cir­le la ver­dad al pro­le­ta­ria­do, y es­ta ver­dad es que las ma­sas en su es­pon­ta­nei­dad han de­mos­tra­do ir mu­cho más allá y con­se­guir in­clu­si­ve con­quis­tas par­cia­les ate­rro­ri­zan­do al ene­mi­go de cla­se, a lo que ja­más ni si­quie­ra se hu­bie­ran apro­xi­ma­do ba­jo la di­rec­ción de las co­rrien­tes trai­do­ras, re­for­mis­tas y sir­vien­tes de la bur­gue­sía. Nin­gún sin­di­ca­to, ni bu­ro­cra­cia, ni Fo­ro So­cial Mun­dial con­vo­có a las ba­rri­ca­das de Gre­cia, a la su­ble­va­ción y al ar­ma­men­to por el pan de los ex­plo­ta­dos de Ma­da­gas­car, ni a los le­van­ta­mien­tos del pro­le­ta­ria­do en Tong­hua, Ling­zou y Coim­bra­to­re.
Pe­lean­do con mé­to­dos re­vo­lu­cio­na­rios y por to­do, aquí y allá en Chi­na, en Pe­rú, en Mé­xi­co, las ma­sas po­nen un lí­mi­te a las nue­vas ofen­si­vas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias de los ex­plo­ta­do­res, a pe­sar y en con­tra de sus di­rec­cio­nes, las que, jus­ta­men­te li­qui­dan­do esa es­pon­ta­nei­dad, de­sor­ga­ni­zan su com­ba­te, lo li­mi­tan y lo po­nen a los pies de la bur­gue­sía. De ello se tra­ta la pri­me­ra ta­rea del mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio: de de­sa­tar­le las ma­nos a la cla­se obre­ra pa­ra po­der pe­lear, pa­ra que así pue­da con­quis­tar su au­toor­ga­ni­za­ción y avan­zar en com­ba­tes su­pe­rio­res.
Allí don­de di­ri­gen los es­ta­dos ma­yo­res del Fo­ro So­cial Mun­dial, de los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo y de las bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les, el cam­po de ba­ta­lla es­tá pla­ga­do de de­rro­tas, de en­tre­ga de gran­des lu­chas, de trai­cio­nes, y de triun­fos de los ex­plo­ta­do­res. Esa es la ver­dad.
He­mos vis­to que en el Pe­rú pro­fun­do continúan su­ble­ván­dose aquí y allá las ma­sas de obre­ros y cam­pe­si­nos po­bres, mien­tras el sta­li­nis­mo, en sus dis­tin­tas va­rian­tes, se ha atrin­che­ra­do en Li­ma en la CGTP (Confederación General de Trabajadores de Perú) pa­ra im­pe­dir que una huel­ga ge­ne­ral po­lí­ti­ca cen­tra­li­ce las re­vuel­tas y se­mi-in­su­rrec­cio­nes lo­ca­les en una ac­ción re­vo­lu­cio­na­ria e in­de­pen­dien­te de ma­sas que ba­rra con el ré­gi­men fu­ji­mo­ris­ta del TLC y el go­bier­no de Alan Gar­cía.
Prea­nun­cian­do que la cri­sis mun­dial no so­lo no per­mi­te ni si­quie­ra que ha­ya nue­vas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, si­no que so­bran entre las exis­tentes, to­da la Gre­cia im­pe­ria­lis­ta cru­je por las con­di­cio­nes del crac, con un en­deu­da­mien­to de 300.000 mi­llo­nes de dó­la­res, que ame­na­za con de­jar­la al ga­re­te en la eco­no­mía mun­dial y en ce­sa­ción de pa­gos.
Gre­cia ha de­ve­ni­do in­du­da­ble­men­te en el es­la­bón más dé­bil de la ca­de­na de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta en Eu­ro­pa, y an­ti­ci­pa la gra­ví­si­ma cri­sis de re­ce­sión y de­pre­sión que exis­te en los paí­ses del con­ti­nen­te eu­ro­peo, sig­na­da por el bru­tal en­deu­da­mien­to de sus es­ta­dos, que de­bie­ron so­co­rrer a su ca­pi­tal fi­nan­cie­ro y sus trans­na­cio­na­les en cri­sis y en ban­ca­rro­ta, to­ma­dos to­dos tam­bién en el es­ta­lli­do de la bur­bu­ja de Wall Street.
En Gre­cia, la cri­sis del es­ta­do, el ata­que bru­tal a las ma­sas que ya se pro­fun­di­za, ame­na­za con ba­rrer la es­ta­bi­li­dad pro­vi­so­ria lo­gra­da por el ré­gi­men bur­gués con­tra las ma­sas. En el ani­ver­sa­rio de las jor­na­das re­vo­lu­cio­na­rias y de los com­ba­tes de ba­rri­ca­das, mi­les de obre­ros y es­tu­dian­tes ga­na­ron las ca­lles. Las hor­das po­li­cia­les y la sol­da­des­ca de­te­nían a cen­te­na­res de ac­ti­vis­tas, mien­tras ban­das pro­to­fas­cis­tas ata­ca­ban los lo­ca­les de los par­ti­dos obre­ros.
Pe­se a ello ya se ha pues­to de pie la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do grie­go, los tra­ba­ja­do­res in­mi­gran­tes y los obre­ros con­tra­ta­dos. Esos “po­bres dia­blos” co­mo los lla­ma­ban la III In­ter­na­cio­nal y la IV In­ter­na­cio­nal, li­bra­dos a su suer­te por la bu­ro­cra­cia y la aris­to­cra­cia obre­ra de los sin­di­ca­tos. Se han pues­to de pie, plan­tea­do sus de­man­das, y nue­va­men­te en­tran al com­ba­te, del que fue­ron van­guar­dia en los le­van­ta­mien­tos de Ate­nas de 2009.
La des­com­po­si­ción ex­tre­ma de las con­di­cio­nes ob­je­ti­vas no de­ja vi­vir en paz ni a la bur­gue­sía grie­ga ni a las di­rec­cio­nes opor­tu­nis­tas del pro­le­ta­ria­do, co­mo el anar­co­sin­di­ca­lis­mo o los “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas”, que con su cre­ti­nis­mo sin­di­ca­lis­ta y par­la­men­ta­ris­ta, jun­to al sta­li­nis­mo, im­pi­die­ron un se­gun­do em­ba­te de ma­sas de un pro­ce­so re­vo­lu­cio­na­rio la­ten­te en Gre­cia que no ter­mi­na de abrir­se en to­da su mag­ni­tud.
La con­clu­sión no es otra que, en la si­tua­ción tran­si­to­ria in­ter­na­cio­nal, con los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios cer­ca­dos por el ac­cio­nar de las di­rec­cio­nes trai­do­ras, la ofen­si­va ca­pi­ta­lis­ta no ha po­di­do ter­mi­nar de li­qui­dar la es­pon­ta­nei­dad y la res­pues­ta de ma­sas; y, aun­que en una fa­se más de­fen­si­va, la po­si­bi­li­dad de una con­trao­fen­si­va de ma­sas aún es­tá plan­tea­da. Nin­gún re­vo­lu­cio­na­rio se va del cam­po de ba­ta­lla has­ta que las ma­sas no sean de­rro­ta­das.
En es­tas res­pues­tas, ex­pre­sa­das hoy en for­ma de re­vuel­tas, de es­ta­lli­dos, de huel­gas po­lí­ti­cas, tal cual des­te­llo re­vo­lu­cio­na­rio, vi­ve el com­ba­te de ma­sas y de lo que se tra­ta es de cen­tra­li­zar­las y ge­ne­ra­li­zar­las co­mo ex­pe­rien­cia pa­ra el pro­le­ta­ria­do mun­dial. Se tra­ta de com­pren­der que es­te nue­vo es­ta­dio “más de­fen­si­vo” -aun­que de lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas- de la co­yun­tu­ra mun­dial ac­tual ex­pre­sa que los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios abier­tos, co­mo ayer en Bo­li­via, Gre­cia, Ma­da­gas­car o Gua­da­lu­pe, fue­ron cer­ca­dos, co­mo la Pa­les­ti­na mar­ti­ri­za­da, por el ac­cio­nar cen­tra­li­za­do de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias.
La si­tua­ción tran­si­to­ria tien­de a vol­ver­se pro­vi­so­ria­men­te in­de­fi­ni­da. Las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias se han in­ter­pues­to en­tre los ex­plo­ta­dos y la cri­sis de los ex­plo­ta­do­res y le han sal­va­guar­da­do a es­tos, por aho­ra, sus in­te­re­ses.

Entramos en un cuarto momento de la crisis económica mundial. Es el momento en que las potencias imperialistas se preparan a descargar el endeudamiento de sus estados con el que salvaron al capital financiero en crisis contra las masas y los pueblos oprimidos del mundo.

Los re­vi­sio­nis­tas del mar­xis­mo y los opor­tu­nis­tas, que ven que to­da es­ta ca­tás­tro­fe de la eco­no­mía mun­dial es to­do lo que te­nía pa­ra dar el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta pu­tre­fac­to, se equi­vo­can. La cri­sis es­tá lle­gan­do a mo­men­tos de­ci­si­vos de su de­sen­la­ce, a nue­vas ron­das, co­mo ve­mos en Gre­cia y en Du­bai, que gol­pea­rán aún más fuer­te a la cla­se obre­ra y a las ma­sas pa­ra que sean es­tas las que ten­gan que pa­gar de­ci­si­va­men­te, mu­cho más que aho­ra, los enor­mes en­deu­da­mien­tos de los es­ta­dos.
La es­tan­fla­ción a la que em­pu­ja la de­va­lua­ción del dó­lar, la de­pre­sión a la que em­pu­ja la so­bre­va­lua­ción del eu­ro y el yen, más allá de las ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes a la cri­sis, que co­mo en Chi­na in­ten­tan con­tra­rres­tar con pe­que­ñí­si­mos ci­clos de con­su­mo la bru­tal cri­sis de so­bre­pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­dial, so­lo pre­pa­ran nue­vos es­ta­lli­dos co­mo el de Du­bai y el de Gre­cia; nue­vos ata­ques a las ma­sas un mi­llón de ve­ces su­pe­rio­res; nue­vas gue­rras que ven­drán si se im­po­nen los pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios co­mo el de Hon­du­ras y los que cer­can a las ma­sas pa­les­ti­nas y los ex­plo­ta­dos en Irak, Ma­da­gas­car, Bo­li­via, etc.
El cuar­to mo­men­to de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial se ex­pre­sa de­sa­rro­llan­do en un po­lo -co­mo ve­mos en las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peas- un am­plio pro­ce­so de de­pre­sión y re­ce­sión, y de bru­tal en­deu­da­mien­to de sus es­ta­dos equi­va­len­te del 70% al 80% de su PBI, co­lo­cán­do­se Ita­lia y Es­pa­ña en la co­la de ce­sa­ción de pa­gos tras Gre­cia. Re­ce­sión que hay in­clu­si­ve en EE.UU., don­de se re­cu­pe­ran las ga­nan­cias y uti­li­da­des de los ban­cos y las em­pre­sas por sus re­me­sas de uti­li­da­des ex­traí­das del sa­queo del mun­do se­mico­lo­nial y del ci­clo con­su­mis­ta co­yun­tu­ral de Chi­na en par­ti­cu­lar. La po­ten­cia do­mi­nan­te, cu­yo mer­ca­do in­ter­no ya es el mun­do en­te­ro, aún no se re­cu­pe­ra de la re­ce­sión.
Mien­tras, en otro po­lo, las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas han en­con­tra­do una ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la cri­sis de so­bre­pro­duc­ción de las trans­na­cio­na­les y la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia, obli­gan­do a su sir­vien­te, la bur­gue­sía con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria res­tau­ra­do­ra chi­na, a in­ver­tir par­te de las su­per­ga­nan­cias en un nue­vo ci­clo de con­su­mo, es de­cir una parte de la su­per­plus­va­lía ex­traí­da a su pro­pia cla­se obre­ra.
Así, lue­go de po­ner un bi­llón de dó­la­res pa­ra cu­brir el dé­fi­cit nor­tea­me­ri­ca­no, el “po­de­ro­so dra­gón chi­no” fue obli­ga­do a po­ner 600.000 mi­llo­nes de dó­la­res a sus ban­cos (con­tro­la­dos ma­yo­ri­ta­ria­men­te por el HSBC, la Ban­ca Mor­gan y el BNP Pa­ri­bas fran­cés, co­mo ve­re­mos lue­go) que pa­lan­quea­ron 1 bi­llón 600.000 mi­llo­nes de dó­la­res en cré­di­tos pa­ra el con­su­mo, pa­ra la in­ver­sión… de las trans­na­cio­na­les. Las mis­mas lo­gra­ron ele­var el nú­me­ro de tar­je­tas de cré­di­to (Vi­sa, Ame­ri­can Ex­press, Mas­ter Card) a uno ca­da diez ha­bi­tan­tes de Chi­na. Es de­cir que fue­ron da­das 160 mi­llo­nes de tar­je­tas de cré­di­to (in­sis­ti­mos, de VI­SA, AME­RI­CAN EX­PRESS, MAS­TER CARD, to­das que­bra­das en Wall Street) pa­ra que las trans­na­cio­na­les ven­dan 12 mi­llo­nes de co­ches y más de 185 mi­llo­nes de pro­duc­tos de lí­nea blan­ca y de con­su­mo en el mer­ca­do in­ter­no chi­no, que con­su­mió y con­su­me he­la­de­ras, te­le­vi­so­res, co­ches y com­pu­ta­do­ras Wes­ting­hou­se, Phi­llips, Whirl­pool, To­yo­ta, Sony, Re­nault, Ford, Ge­ne­ral Mo­tors, Mer­ce­des Benz, Hew­lett Pac­kard, Ap­ple, etc.
Es­to im­pac­tó a to­dos los char­la­ta­nes de la iz­quier­da re­for­mis­ta mun­dial. Por­que los man­da­ri­nes chi­nos efec­ti­va­men­te sa­lie­ron a com­prar mi­ne­ra­les, pe­tró­leo y ma­te­rias pri­mas en Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca La­ti­na. Y se las com­pra­ron… a las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas que con­tro­lan los com­mo­di­ties, los mi­ne­ra­les, el ace­ro, etc. en esas re­gio­nes. Y lue­go, ven­die­ron esos in­su­mos y ma­te­rias pri­mas a pre­cio sub­si­dia­do a las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas, que son las úni­cas que se beneficiaron con es­te ci­clo de con­su­mo en Chi­na, que ac­túa, co­mo he­mos di­cho, co­mo una ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la cri­sis de so­bre­pro­duc­ción y a la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia en el con­jun­to de las ra­mas de pro­duc­ción a ni­vel mun­dial.
¿O nos van a de­cir que los 12 mi­llo­nes de co­ches o las 7 mi­llo­nes de com­pu­ta­do­ras que se ven­den son chi­nos?
Ya nos de­ten­dre­mos en los pró­xi­mos ca­pí­tu­los pa­ra ex­pli­car la ver­da­de­ra bo­fe­ta­da a la cla­se obre­ra y al mar­xis­mo que es de­fi­nir es­ta con­quis­ta con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria del sis­te­ma im­pe­ria­lis­ta mun­dial -co­mo lo es la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta de los ex es­ta­dos obre­ros- co­mo po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, tal cual los re­for­mis­tas ha­blan hoy de Chi­na. En rea­li­dad son nue­vos mer­ca­dos y san­gre fres­ca ce­di­da por la trai­ción con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria del sta­li­nis­mo, que en­tre­gó los es­ta­dos obre­ros al mer­ca­do mun­dial ca­pi­ta­lis­ta, y que hoy rie­gan las ve­nas y ar­te­rias es­cle­ró­ti­cas del sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial en de­ca­den­cia.
Mien­tras se de­sa­rro­lla la de­pre­sión y re­ce­sión en Eu­ro­pa, y un am­plio pro­ce­so in­fla­cio­na­rio mo­ti­va­do por la de­va­lua­ción del dó­lar con la que EE.UU. le ti­ra su cri­sis al mun­do y se trans­for­ma ca­da vez más en ex­por­ta­dor en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo; en es­te cuar­to mo­men­to de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta en ban­ca­rro­ta, sal­va­do por las di­rec­cio­nes trai­do­ras, lo­gra un res­pi­ro. Tan so­lo un ali­vio, co­mo el en­fer­mo ter­mi­nal al que se le co­lo­ca un pul­mo­tor y vuel­ve a res­pi­rar. Pe­ro es­ta vez res­pi­ra de for­ma en­tre­cor­ta­da, ja­dean­te, arrít­mi­ca, por la trans­fu­sión de san­gre fres­ca, no de un ca­pi­tal fi­nan­cie­ro chi­no, si­no de unas su­per­ga­nan­cias, de la sú­per-plus­va­lía ex­traí­da al pro­le­ta­ria­do chi­no y mun­dial, y las sú­per-ri­que­zas ex­traí­das en gas y pe­tró­leo a las ex re­pú­bli­cas so­vié­ti­cas, a Ru­sia en par­ti­cu­lar, por par­te del im­pe­ria­lis­mo ale­mán y eu­ro­peo.
A no du­dar­lo: es­to es un pul­mo­tor que pa­ra na­da pue­de re­sol­ver la bru­tal cri­sis y en­deu­da­mien­to de los es­ta­dos im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peos. Es­tos de­be­rán ti­rar­le tam­bién, con in­fla­ción y ata­que di­rec­to a las ma­sas y pue­blos que opri­men en sus zo­nas de in­fluen­cia, las cri­sis y los dé­fi­cits de sus es­ta­dos con los que fi­nan­cia­ron al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro en ban­ca­rro­ta.
Es­ta­mos ha­blan­do de que el ca­pi­ta­lis­mo ha te­ni­do triun­fos que hoy usa a su fa­vor pa­ra no hun­dir­se en el pre­ci­pi­cio de la his­to­ria y su ban­ca­rro­ta. El pri­me­ro de ellos es que, pa­ra dar­se una so­bre­vi­da, ha com­pra­do a to­das las di­rec­cio­nes del pro­le­ta­ria­do y las ha re­clu­ta­do pa­ra es­con­der sus ga­nan­cias y ti­rar­le sus pér­di­das y sus cri­sis a las ma­sas.
Asi­mis­mo, es­te sis­te­ma ma­lo­lien­te ga­na tiem­po pa­ra bus­car el me­jor mo­men­to pa­ra ata­car con gol­pes de­ci­si­vos a su pro­pia cla­se obre­ra en los paí­ses im­pe­ria­lis­tas, a la que ya le ha co­men­za­do a arro­jar to­da su cri­sis, con des­pi­dos y hun­di­mien­to del sa­la­rio. Las ac­cio­nes y putch se­mi-fas­cis­tas con­tra los in­mi­gran­tes co­mo su­ce­die­ron con los obre­ros agre­di­dos en el sur de Ita­lia o a dia­rio en EE.UU. en la fron­te­ra con Mé­xi­co, ya han co­men­za­do a de­mos­trar lo que se acerca.
Es­te sis­te­ma ma­lo­lien­te ga­na tiem­po re­crean­do la uti­li­za­ción de los nue­vos mer­ca­dos con­quis­ta­dos en el ’89. Es­ta vez no só­lo uti­li­zan­do lo que tie­nen Chi­na o Viet­nam -que es ma­no de obra es­cla­va ba­ra­ta y re­la­ti­va­men­te ca­li­fi­ca­da-, si­no tam­bién ha­cién­do­los ju­gar un rol de nue­vos mer­ca­dos con­su­mi­do­res. Las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas es­tán ha­cien­do va­ler hoy, en la cri­sis, la re­lo­ca­li­za­ción de sus em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas en to­do el mun­do, que les per­mi­tió asen­tar la ofen­si­va con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria del 2001/2002, pla­gan­do el mun­do se­mi­co­lo­nial de ma­qui­la­do­ras. Así fue la re­lo­ca­li­za­ción de las em­pre­sas au­to­mo­tri­ces en par­te de su lí­nea de mon­ta­je en la In­dia, en el  Mer­co­sur en Amé­ri­ca La­ti­na o en la Chi­na; la in­dus­tria tex­til en Egip­to, Pa­kis­tán o Viet­nam; o las de al­ta tec­no­lo­gía en la In­dia, don­de fue tras­la­da­do de he­cho el 70% del Si­lli­con Va­lley, en el que por un sa­la­rio más ba­jo, in­ge­nie­ros al­ta­men­te ca­li­fi­ca­dos ha­cen la pro­duc­ción que en EE.UU. cos­ta­ba 10 ó 20 ve­ces más.
Es­ta re­lo­ca­li­za­ción que las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas co­mo Ale­ma­nia o Fran­cia rea­li­za­ron tam­bién ha­cia el es­te eu­ro­peo, es un ver­da­de­ro hán­di­cap que tie­nen las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas con­tra sus cla­ses obre­ras, a las que chan­ta­jean per­ma­nen­te­men­te con sa­car­las de la pro­duc­ción pa­ra po­ner­las de ro­di­llas.
Por es­ta vía se re­crea­ron nue­vos ni­chos de con­su­mo, y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ex­pan­dió sus gran­des su­per­mer­ca­dos, em­pre­sas tec­no­ló­gi­cas y ra­mas de pro­duc­ción de con­su­mo. Pe­ro la re­ce­sión que aún se man­tie­ne en Ja­pón, Eu­ro­pa y EE.UU., señala que es­ta­mos an­te una sim­ple ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la cri­sis de so­bre­pro­duc­ción mun­dial y de caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia, pues­to que es­te ci­clo de con­su­mo en zo­nas del pla­ne­ta-co­mo Chi­na- no es acom­pa­ña­do por la ex­por­ta­ción de má­qui­nas-he­rra­mien­tas, nue­vas lí­neas de mon­ta­je e in­ver­sión en tec­no­lo­gía ca­paz de rea­vi­var la pro­duc­ción en los paí­ses im­pe­ria­lis­tas cen­tra­les. A no du­dar­lo que ello se ha­rá so­la­men­te con la pro­duc­ción de fuer­zas des­truc­ti­vas pa­ra la gue­rra.
En la co­yun­tu­ra mun­dial el ca­pi­ta­lis­mo si­guió sus le­yes de la épo­ca de de­ca­den­cia: creó aquí y allá ni­chos pa­ra su re­pro­duc­ción y des­tru­yó zo­nas y ra­mas en­te­ras de pro­duc­ción a ni­vel mun­dial. In­clu­si­ve pro­fun­di­zó un pro­ce­so de de­sin­ver­sión en los paí­ses cen­tra­les y de so­brein­ver­sión en sec­to­res de las se­mi­co­lo­nias pa­ra la pro­duc­ción des­ti­na­da a la eco­no­mía mun­do, a ex­pen­sas de des­truir la in­men­sa ma­yo­ría de las fuer­zas pro­duc­ti­vas que es­tán en po­der de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas más de­sa­rro­lla­dos.
Es­te pro­ce­so se ex­pre­sa en la eco­no­mía mun­do, en de­ter­mi­na­das na­cio­nes o paí­ses se­mi­co­lo­nia­les que, ba­jo la ba­tu­ta de las trans­na­cio­na­les ce­rea­le­ras, pe­tro­le­ras, las del ace­ro, etc., ac­túan co­mo pro­vee­do­res de ma­te­rias pri­mas y con­ti­núa allí un pro­ce­so de cre­ci­mien­to ras­tre­ro que acompaña al mi­ni “boom” con­su­mis­ta de Chi­na. Tan­to el Mer­co­sur de las trans­na­cio­na­les, co­mo la In­dia sub­su­mi­da a la nue­va es­cla­vi­tud abier­ta­men­te an­glo­yan­qui, y los paí­ses de Áfri­ca ba­jo el do­mi­nio de la An­gloa­me­ri­can, ex­pre­san es­te pro­ce­so.
Pe­ro aún, y de­mos­tran­do que es­ta­mos fren­te a una pe­que­ña ten­den­cia con­tra­rres­tan­te en la ca­tás­tro­fe del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, tan­to en Chi­na co­mo en sus nue­vos paí­ses ex­por­ta­do­res, en­tre ellos el más im­por­tan­te, EE.UU. (que con la de­va­lua­ción del dó­lar se po­ne a to­no pa­ra de­ve­nir en gran ex­por­ta­dor), no ha lo­gra­do re­sol­ver el enor­me au­men­to de su ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va, el au­men­to de los des­pi­dos y sus­pen­sio­nes, con una de­so­cu­pa­ción que se ha vuel­to cró­ni­ca, lo que de­mues­tra que las fuer­zas pro­duc­ti­vas no so­lo se han es­tan­ca­do, si­no que es­tán en fran­co re­tro­ce­so.
Es­to es así por­que en la eco­no­mía mun­dial ca­pi­ta­lis­ta en quie­bra y ban­ca­rro­ta, en es­tos ci­clos lo­ca­li­za­dos de cre­ci­mien­to, se ha­ce pro­du­cir al pro­le­ta­ria­do ti­rán­do­le la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial so­bre su ca­be­za, con un au­men­to de la plus­va­lía ab­so­lu­ta y re­la­ti­va. Es­to de­ja a mi­llo­nes de obre­ros en los paí­ses cen­tra­les en re­ce­sión, y tam­bién en el mun­do co­lo­nial y se­mi­co­lo­nial, a mer­ced del ata­que abier­to del ca­pi­tal, del hun­di­mien­to de su sa­la­rio y de su ni­vel de vi­da. Y mi­llo­nes de nue­vos pa­rias pa­san a en­gro­sar, co­mo de­cía la III In­ter­na­cio­nal, una nue­va y ver­da­de­ra su­bes­pe­cie o su­bra­za de de­so­cu­pa­dos, que ya no pue­den ni po­drán ni si­quie­ra so­ñar con vol­ver a en­trar al ci­clo pro­duc­ti­vo.
Los trots­kis­tas afir­ma­mos, con­tra to­da la iz­quier­da im­pre­sio­nis­ta pe­que­ño­bur­gue­sa col­ga­da a los fal­do­nes de la bur­gue­sía, que pe­se a es­tas ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes, es de­cir, que pe­se a es­tos ci­clos de con­su­mo en sec­to­res del pla­ne­ta, el sis­te­ma im­pe­ria­lis­ta mun­dial aún no ha lo­gra­do sa­lir de la cri­sis de con­jun­to. Y la me­di­da exac­ta de ello, de que es­ta­mos en un cuar­to mo­men­to de la cri­sis, es el en­deu­da­mien­to atroz que tie­nen los es­ta­dos im­pe­ria­lis­tas, que aún de­ben ha­cér­se­lo pa­gar a las ma­sas y al mun­do se­mi­co­lo­nial con nue­vas gue­rras de co­lo­nia­je y ata­ques su­pe­rio­res a sus pro­pias cla­ses obre­ras. La otra me­di­da exac­ta de que la cri­sis de con­jun­to aún con­ti­núa, sin la re­com­po­si­ción glo­bal de la ta­sa de ga­nan­cia del gran ca­pi­tal, puede determinarse en que se man­tie­ne y se pro­fun­di­za el ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va cró­ni­co. Pa­re­ce­ría ser que diez es­cla­vos co­lo­nia­les in­mi­gran­tes pue­den fun­dir o des­truir los pre­su­pues­tos de gas­tos de cual­quier es­ta­do im­pe­ria­lis­ta, co­mo lo de­mues­tra la per­se­cu­ción a los in­mi­gran­tes en to­dos ellos.
Afir­ma­mos, que más allá de que en la úl­ti­ma cum­bre de Da­vos los re­pre­sen­tan­tes del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal sos­tuvieron que la sa­li­da actual de sus ne­go­cios es­tá en la In­dia, Ru­sia, Chi­na, o Bra­sil; ni si­quie­ra allí, don­de se con­cen­tran ca­pi­ta­les que lo­gran re­com­po­ner pro­vi­so­ria­men­te su ta­sa de ga­nan­cia, vuel­ven al pro­ce­so pro­duc­ti­vo los obre­ros que ya an­tes ha­bían si­do ex­pul­sa­dos por la cri­sis abier­ta en el 2007/2008. Mien­tras tanto, se pro­fun­di­zan los des­pi­dos y la de­so­cu­pa­ción en la ma­yo­ría de los paí­ses cen­tra­les e in­clu­si­ve del mun­do se­mi­co­lo­nial, con la pér­di­da de 800 mi­llo­nes de pues­tos de tra­ba­jo y con la existencia de 1.200 mi­llo­nes de ham­brien­tos. Quienes co­men tor­ti­lla de ba­rro co­mo en Hai­ti, no son más que un re­fle­jo de esto.
To­dos los ideó­lo­gos del im­pe­ria­lis­mo se pre­gun­tan: si en Wall Street los ban­cos vol­vie­ron a dar ga­nan­cias, y el sú­per ca­pi­tal fi­nan­cie­ro re­cu­pe­ró sus uti­li­da­des e in­clu­si­ve es­tán re­par­tien­do de nue­vo enor­mes di­vi­den­dos, ¿por qué EE.UU., In­gla­te­rra, Fran­cia y Ale­ma­nia no ter­mi­nan de sa­lir de la re­ce­sión y de la cri­sis, mien­tras Es­pa­ña e Ita­lia se hun­den en el pan­ta­no si­guien­do a Gre­cia?
Jus­ta­men­te la res­pues­ta es­tá en lo que de­ci­mos. Existen ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes de ex­po­lia­ción y sa­queo en el mun­do se­mi­co­lo­nial; la sub­sun­ción de nue­vos mer­ca­dos con­quis­ta­dos por la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta mun­dial co­mo Chi­na o Ru­sia; y el triun­fo de la re­lo­ca­li­za­ción de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, que de­bi­li­tó al pro­le­ta­ria­do de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas por trai­ción de su di­rec­ción, que le ata las ma­nos y le fa­ci­li­ta al im­pe­ria­lis­mo ex­traer su­per­ga­nan­cias del mun­do se­mi­co­lo­nial. Co­mo di­ji­mos an­te­rior­men­te, es­tas ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes son un res­pi­ro que les da ga­nan­cias a los pa­rá­si­tos del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, ganancias que rá­pi­da­men­te se po­nen en el bol­si­llo, a cos­ta de man­te­ner hun­di­da la ma­yo­ría del pla­ne­ta.
Así ve­mos en Chi­na un ci­clo de ex­pan­sión, es­ta vez con­su­mis­ta, que acom­pa­ña a un “boom” bur­sá­til y a una bur­bu­ja in­mo­bi­lia­ria. Este ci­clo con­su­mis­ta de­can­tó a 160 mi­llo­nes de chi­nos ri­cos en­deu­dán­do­se con sus tar­je­tas de cré­di­to, con­su­mien­do en un mar de 1200 mi­llo­nes de ham­brien­tos y es­cla­vos. Mien­tras tanto, 400 mi­llo­nes son erra­di­ca­dos de la tie­rra a los ti­ros lim­pios pa­ra rea­brir y mon­tar nue­vas fá­bri­cas. A estas, muy se­gu­ra­men­te, no ter­mi­na­rán de lle­gar ni el 10% de esos cam­pe­si­nos, pues­to que an­te un nue­vo crac por so­brea­cu­mu­la­ción de in­ver­sio­nes, so­bre­pro­duc­ción, caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia y es­ta­lli­do de bur­bu­jas in­mo­bi­lia­rias y fi­nan­cie­ras, sa­cu­di­rán a Chi­na des­de sus ci­mien­tos en un pe­río­do in­me­dia­to.
Allí, a es­te pe­que­ño ci­clo de con­su­mo chi­no, han ido to­dos los ca­pi­ta­les del mun­do a bus­car sú­per­ga­nan­cias. Allí se da­rán y pro­fun­di­za­rán las le­yes de la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia. Es­te pro­ce­so agu­di­za­rá las con­di­cio­nes de re­co­lo­ni­za­ción de la Chi­na ex­po­lia­da con su cla­se obre­ra mar­ti­ri­za­da, ayer co­mo ma­qui­la ex­por­ta­do­ra y hoy do­ble­men­te ex­po­lia­da en su aho­rro y con­su­mo in­ter­no por par­te de las trans­na­cio­na­les y sus so­cios me­no­res, los ca­pan­gas y ge­ren­tes de sus em­pre­sas, esa la­cra de la his­to­ria de la vie­ja bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta de­ve­ni­da hoy en nue­va bur­gue­sía ras­tre­ra de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
Mien­tras, los ban­cos en Chi­na, cu­ya ma­yo­ría es­tá en ma­nos del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, han he­cho gi­rar sus in­ver­sio­nes, es de­cir, los fon­dos en­tre­ga­dos por el es­ta­do, no fun­da­men­tal­men­te al con­su­mo -co­mo creen la ma­yo­ría de los key­ne­sia­nos ves­ti­dos de mar­xis­tas-, si­no a los bie­nes raí­ces y a la tim­ba fi­nan­cie­ra de la bol­sa de Shang­hai, de Pe­kín… y de Hong Kong. Así se crea y se re­crea una bur­bu­ja in­mo­bi­lia­ria en estas bolsas cu­yo es­ta­lli­do va a de­mos­trar que “Chi­na se que­da­rá con las pér­di­das” y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro con las ga­nan­cias, y se pre­pa­ra­rá pa­ra so­me­ter­la aún más, con do­bles y tri­ples ca­de­nas.

Los trots­kis­tas afir­ma­mos que la re­ce­sión eu­ro­pea, ja­po­ne­sa y nor­tea­me­ri­ca­na (que ha man­da­do al os­tra­cis­mo a paí­ses en­te­ros del Gla­cis, de Áfri­ca, Asia, Amé­ri­ca La­ti­na y Me­dio Orien­te) no so­lo se man­tie­ne, si­no que se con­ti­nua­rá de­sa­rro­llan­do has­ta que no se ni­ve­len los va­lo­res de tí­tu­los, bo­nos y mo­ne­da exis­ten­tes a los bie­nes rea­les crea­dos por el tra­ba­jo hu­ma­no, es de­cir, has­ta que el sis­te­ma im­pe­ria­lis­ta mun­dial no des­tru­ya lo su­fi­cien­te y re­con­cen­tre el ca­pi­tal en nue­vos y enor­mes trusts y mo­no­po­lios que, con per­de­do­res y triun­fa­do­res, ter­mi­nen de con­tro­lar las ra­mas de pro­duc­ción de­ci­si­vas de la eco­no­mía mun­dial.
No se po­drá re­com­po­ner la ta­sa de ga­nan­cia sin pro­vo­car­les de­rro­tas es­tra­té­gi­cas al pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal y a los pue­blos opri­mi­dos del mun­do con nue­vas gue­rras, putchs fas­cis­tas y gol­pes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios pa­ra ha­cer­les pa­gar a los ex­plo­ta­dos los 90 bi­llo­nes de dó­la­res que el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta se co­mió co­mo be­ne­fi­cios sin aún ha­ber­los pro­du­ci­do. Por delante, que­dan para los explotados nue­vas ca­tás­tro­fes, gue­rras, ham­bru­nas y nue­vas con­vul­sio­nes his­tó­ri­cas, pues­to que el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial no sal­drá sin ellas de su cri­sis; o lo ha­rá tan so­lo de for­ma ras­tre­ra en sec­to­res ín­fi­mos del pla­ne­ta en unas cuan­tas ra­mas de pro­duc­ción, a ex­pen­sas de des­truir la ma­yo­ría de las mis­mas, pre­pa­ran­do nue­vas cri­sis y nue­vas gue­rras.
Es que así fun­cio­na el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial en la épo­ca de su ago­nía mor­tal: la del im­pe­ria­lis­mo.

Hacia delante, el pronóstico histórico de socialismo o barbarie no hace más que exacerbarse. La carrera de velocidad entre el crac y la revolución proletaria sigue abierta. Esta aún no se ha definido.

Mien­tras tan­to, por cri­sis de di­rec­ción, las ma­sas, aquí y allá trai­cio­na­das por la V co­lum­na, no han po­di­do cen­tra­li­zar sus com­ba­tes y han de­bi­do re­tro­ce­der a lu­chas po­lí­ti­cas ais­la­das, a ve­ces de­fen­si­vas y otras ve­ces ofen­si­vas, que ac­túan co­mo des­te­llos de lu­cha po­lí­ti­ca re­vo­lu­cio­na­ria de ma­sas en el pla­ne­ta. Los com­ba­tes de lu­cha po­lí­ti­ca con­tra las pri­va­ti­za­cio­nes de Mé­xi­co, las se­mi-in­su­rrec­cio­nes lo­ca­les en el Pe­rú pro­fun­do obre­ro y cam­pe­si­no, la vuel­ta de Gua­da­lu­pe al com­ba­te con­tra el co­lo­nia­lis­mo fran­cés pa­ra con­se­guir los 200 eu­ros en huel­gas po­lí­ti­cas, las du­ras lu­chas di­rec­tas y has­ta fí­si­cas con­tra los ex­plo­ta­do­res co­mo en Tong­hua, Ling­zou y Coim­bra­to­re (In­dia) no son más que sín­to­mas de lo que aquí de­ci­mos.
El pro­nós­ti­co de so­cia­lis­mo o bar­ba­rie ya es­tá aquí co­mo al­ter­na­ti­va his­tó­ri­ca, in­me­dia­ta y con­cre­ta. Nue­vas ca­tás­tro­fes nos ame­na­zan si el pro­le­ta­ria­do con la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria no detiene la ca­tás­tro­fe ca­pi­ta­lis­ta, pues­to que este se so­bre­vi­vi­rá so­bre la rui­na y la de­ca­den­cia de los ex­plo­ta­dos y de la so­cie­dad en­te­ra.
La su­per­pro­duc­ción por so­brein­ver­sión que ven­drá en Chi­na, co­mo ya anun­cian asus­ta­das las ca­ca­túas del im­pe­ria­lis­mo, lue­go de un “boom” con­su­mis­ta, de un “boom” bur­sá­til, de una bur­bu­ja in­mo­bi­lia­ria, mar­ca­rá el mo­men­to en que el ne­go­cio de Chi­na SE HA­BRÁ ACA­BA­DO PA­RA QUE EN ÉL GA­NEN TO­DOS.
Hoy pre­sen­cia­mos un “aprie­te” por par­te de EE.UU. e In­gla­te­rra pa­ra que Chi­na re­va­lúe aún más su mo­ne­da y pon­ga más dó­la­res de sus re­ser­vas, pa­ra pro­fun­di­zar el ci­clo de con­su­mo y que EE.UU. pue­da ex­por­tar a Chi­na, des­de cual­quier lu­gar del mun­do di­rec­ta­men­te, el do­ble de lo que le ex­por­ta aho­ra.
Ese chan­ta­je im­pe­ria­lis­ta de Oba­ma, que an­ti­ci­pa que se pre­pa­ran do­bles ca­de­nas pa­ra la se­mi­co­lo­nia chi­na, es lo que exas­pe­ró los áni­mos de tan­to pe­que­ño­bur­gués im­pre­sio­nis­ta, so­bre to­do de la Ba­hía de San Fran­cis­co, que es­tán siem­pre pre­dis­pues­tos a sa­car el “fan­tas­ma chi­no” pa­ra im­pe­dir que la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na vuel­va a po­ner­se de pie en su lu­cha an­tiim­pe­ria­lis­ta, jun­to a la cla­se obre­ra chi­na, con­tra su pro­pia bur­gue­sía im­pe­ria­lis­ta.
La iz­quier­da re­for­mis­ta, que ha­bla del “dra­gón y del nue­vo mons­truo im­pe­ria­lis­ta chi­no”, hoy sa­quea­do has­ta sus en­tra­ñas por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal al que en­cu­bren abier­ta­men­te, se rom­pe­rá los dien­tes en el Eve­rest.
Las le­yes ine­xo­ra­bles del ca­pi­ta­lis­mo y la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia que es­te pro­ce­so ya prea­nun­cia, ha­rán es­ta­llar y eva­po­rar­se el ci­clo de con­su­mo fic­ti­cio chi­no. Es­to pro­vo­ca­rá el co­lap­so y man­da­rá a la ce­sa­ción de pa­gos a los “paí­ses emer­gen­tes”, que hoy son vis­tos des­de Da­vos co­mo fuen­te de ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes a la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
A no du­dar­lo que cuan­do es­to su­ce­da, se­rá el mo­men­to en que ya no ha­brá lu­gar pa­ra to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas ni en Chi­na, ni en la In­dia, ni en Bra­sil, ni en Me­dio Orien­te, ni en Asia, ni en nin­gu­na zo­na de in­fluen­cia del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
Es­te es el destino del ci­clo ac­tual con­su­mis­ta en Chi­na que es­tá ac­tuan­do tan solo co­mo ten­den­cia con­tra­rres­tan­te al crac mun­dial que co­men­za­ra en el 2007/2008.
En ese mo­men­to, cuan­do es­ta­lle la nue­va bur­bu­ja de Chi­na, de la In­dia y de Bra­sil; cuan­do ha­ya que ha­cer­le pa­gar abier­ta­men­te a la cla­se obre­ra eu­ro­pea el sal­va­ta­je a sus ban­cos en ban­ca­rro­ta y el en­deu­da­mien­to de los es­ta­dos; los trots­kis­tas afir­ma­mos que no que­da­rá na­da de la pre­sun­ta ar­mo­nía o si­len­cio que exis­ten en po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas que pa­re­cen dor­mi­das, en­si­mis­ma­das, mas­ti­can­do sus te­rri­bles dé­fi­cits y deu­das de sus es­ta­dos. No nos ol­vi­de­mos que la cri­sis de la bol­sa de Shang­hai de 2007 anun­ció la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal y su ban­ca­rro­ta ac­tual. En la úl­ti­ma reu­nión de Da­vos, los vo­ce­ros del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro dis­cu­tie­ron si es­te pe­que­ño “boom” chi­no du­ra­rá 2, 3 ó 5 años. Mien­tras, se pre­pa­ran pa­ra in­ter­ve­nir, fren­te al crac y la ce­sa­ción de pa­gos co­mo en Du­bai. Y tam­bién en el que se ave­ci­na en Gre­cia o el que es­tá a pun­to de es­ta­llar en Es­pa­ña, que hoy son los es­la­bo­nes más dé­bi­les de una ca­de­na de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta que em­pie­za a cru­jir.
El crac aún es­tá aquí. No se ha des­trui­do lo su­fi­cien­te, no se ha con­cen­tra­do lo su­fi­cien­te el ca­pi­tal, no se ha aplas­ta­do su­fi­cien­te­men­te a las ma­sas, ni se ha re­crea­do lo su­fi­cien­te la pro­duc­ción de fuer­zas des­truc­ti­vas, ni se ha he­cho de­sa­pa­re­cer a po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas del pla­ne­ta. No se ha pues­to de ro­di­llas aún a to­da la com­pe­ten­cia que hay que po­ner de ro­di­llas.

El gran ca­pi­tal aún no ha re­cu­pe­ra­do su ta­sa de ga­nan­cia, so­bran po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. La úl­ti­ma no­ve­dad que co­rro­bo­ra que es­tas son las ten­den­cias ine­xo­ra­bles de la pre­sen­te cri­sis es que Gre­cia y Es­pa­ña han si­do en­via­das a ha­cer sus de­be­res ba­jo la su­per­vi­sión del FMI, que ac­túa co­mo un ver­da­de­ro gen­dar­me de las fi­nan­zas pa­ra li­qui­dar es­ta­dos y em­pre­sas en ban­ca­rro­ta del G20, ba­jo el man­do im­pe­ria­lis­ta de EE.UU.,

Ale­ma­nia, Fran­cia, In­gla­te­rra y Ja­pón. Allí fue­ron man­da­das es­tas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas me­no­res a dis­cu­tir sus pla­nes de ajus­tes, co­mo cual­quier re­pu­bli­que­ta de quin­ta en los ´90.
En el pró­xi­mo crac de Chi­na, Ru­sia, Bra­sil, In­dia, Es­pa­ña y Gre­cia, se mar­ca­rá qué po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta se que­da­rá con esos nue­vos o vie­jos mer­ca­dos, y quié­nes no; es de­cir quié­nes se­rán de­fi­ni­ti­va­men­te los ven­ce­do­res y quié­nes los ven­ci­dos. Quien se que­de con esos nue­vos mer­ca­dos, y con el ya co­men­za­do pro­ce­so abier­to de con­cen­tra­ción del ca­pi­tal en las dis­tin­tas ra­mas de pro­duc­ción, de­fi­ni­rá quié­nes son las po­tencias ven­ce­do­ras y quié­nes las ven­ci­das.
No hay día en que los trusts y cár­tels no se com­pren o se des­tru­yan unos a otros, se con­cen­tren y se re­con­cen­tren en to­das las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­do.
Ya ve­mos a la Kraft nor­tea­me­ri­ca­na co­mién­do­se a Cad­bury y co­pan­do la in­dus­tria de la ali­men­ta­ción; a la To­yo­ta re­vol­ver­se en Ja­pón por la cam­pa­ña en su con­tra de los “co­ches fa­lla­dos a los que se les tra­ba el ace­le­ra­dor”; a la Ge­ne­ral Mo­tors y la Ford de EE.UU. des­pren­dién­do­se de las lí­neas de pro­duc­ción que les dan pér­di­da y que les re­sul­tan ob­so­le­tas-co­mo las de la Opel o la Vol­vo- ven­dién­do­se­las a sus pa­ten­te­ros chi­nos, pa­ra que con pa­ten­tes les pa­guen por lí­neas de pro­duc­ción ob­so­le­tas pa­ra pro­du­cir en Chi­na. Mien­tras las trans­na­cio­na­les de las au­to­mo­tri­ces se re­con­cen­tran ce­rran­do su­cur­sa­les, des­tru­yen­do y pa­ra­li­zan­do fá­bri­cas, de­sa­rro­llan­do nue­vas lí­neas de mon­ta­jes de nue­vos ve­hí­cu­los más pe­que­ños, eléc­tri­cos o de ener­gías al­ter­na­ti­vas. Pe­ro so­bre to­do, su­pe­rex­plo­tan­do y au­men­tan­do la plus­va­lía ab­so­lu­ta y re­la­ti­va ex­traí­da a sus obre­ros, pa­ra re­con­ver­tir­se.
Las mi­ne­ras yan­quis, ca­na­dien­ses y sus so­cias aus­tra­lia­nas, jun­to a las in­gle­sas, han lan­za­do una fe­roz ofen­si­va en Áfri­ca y en Amé­ri­ca La­ti­na fir­man­do pac­tos con los go­bier­nos pa­ra ex­traer mi­ne­ra­les y sa­quear a man­sal­va esos re­cur­sos, co­mo ya di­ji­mos, pa­ra ven­der­los con un so­bre­pre­cio a sus sir­vien­tes, los man­da­ri­nes chi­nos.
Lo mis­mo su­ce­de con la pro­duc­ción de fuen­tes de ener­gías al­ter­na­ti­vas, con la Ves­tas da­ne­sa con ca­pi­ta­les ale­ma­nes que es­tá co­pan­do esa ra­ma de pro­duc­ción. Lo propio está haciendo la Ba­yer con la de me­di­ca­men­tos, o la Boeing com­pi­tien­do con la Air­bus en la ae­roes­pa­cial, etc.
Y to­das re­con­cen­trán­do­se, po­nien­do de ro­di­llas a la com­pe­ten­cia, co­mo de­cía Trotsky en los 30, afir­man­do que el mo­no­po­lio no ha­cía de­sa­pa­re­cer la com­pe­ten­cia, si­no que la pos­tra­ba.

El momento actual del crac y la guerra.

To­do es­to no se de­sa­rro­lla pa­cí­fi­ca­men­te en el pla­ne­ta, ya que la gran ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la pa­rá­li­sis y el crac de las com­pa­ñías im­pe­ria­lis­tas no es tan so­lo el “boom” con­su­mis­ta chi­no, si­no que es el apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar nor­tea­me­ri­ca­no, que ab­sor­be la ab­so­lu­ta ma­yo­ría del dé­fi­cit de ese país. Allí re­cons­ti­tu­yen su ta­sa de ga­nan­cia las em­pre­sas cla­ves de los ban­cos de Wall Street, que em­pu­jan más y más a nue­vas gue­rras y ofen­si­vas re­co­lo­ni­za­do­ras, no solo en Irak, si­no tam­bién en Af­ga­nis­tán y en Pa­kis­tán; y al mismo tiempo em­pu­jan a mul­ti­pli­car por dos la exis­ten­cia de ba­ses mi­li­ta­res yan­quis en el pla­ne­ta pa­ra pro­te­ger y de­fen­der sus ne­go­cios y zo­nas de in­fluen­cia.
Ellos sa­ben que el “boom” chi­no se aca­ba, que es de cor­ta du­ra­ción. Ellos sa­ben y ya tie­nen pá­ni­co de un des­per­tar vol­cá­ni­co del pro­le­ta­ria­do chi­no pro­fun­do, que son mil tres­cien­tos mi­llo­nes de ex­plo­ta­dos, cuya irrup­ción eri­za la piel de cuan­to ana­lis­ta bur­gués im­pe­ria­lis­ta se atre­va a to­car el te­ma.
Los es­tra­te­gas del im­pe­ria­lis­mo y los mar­xis­tas re­vo­lu­cio­na­rios tam­bién sa­be­mos que en Chi­na se es­ta­ble­ce­rá una fe­roz dis­pu­ta por su mer­ca­do, por su ma­no de obra es­cla­va, y que el fi­nal de la pe­lí­cu­la es o re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria o una Chi­na des­cuar­ti­za­da y ocu­pa­da co­mo su­ce­dió en el si­glo XX.
El gran ca­pi­tal an­glo­yan­qui sa­be que tras las ca­rá­tu­las del “Ma­de in Chi­na” se es­con­den las ex­por­ta­cio­nes de las trans­na­cio­na­les más im­por­tan­tes de Eu­ro­pa y Ja­pón, que abas­te­cen a los ca­pan­gas chi­nos de pa­ten­tes, tec­no­lo­gía, lí­neas de mon­ta­je y ma­qui­na­ria, ba­jo el con­trol ex­clu­si­vo del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro eu­ro­peo y ja­po­nés, pa­ra ex­por­tar al mer­ca­do nor­tea­me­ri­ca­no o a sus pro­pios mer­ca­dos. El en­du­re­ci­mien­to ac­tual de Oba­ma, la ten­sión con Chi­na, su exi­gen­cia que pa­se por la OMC y de­cla­re las pa­ten­tes que pa­ga, tam­bién es una for­ma de aler­tar a la com­pe­ten­cia eu­ro­pea y ja­po­ne­sa, so­bre quién es real­men­te el pa­trón y quién man­da en Chi­na.
Por eso el im­pe­ria­lis­mo yan­qui ya ha co­men­za­do a mo­vi­li­zar tro­pas y for­ta­le­cer sus ba­ses en Hong Kong, y ha se­lla­do un pac­to con Ja­pón pa­ra sos­te­ner sus ba­ses en Oki­na­wa y en to­do ese te­rri­to­rio.
¡Ay del pro­le­ta­ria­do si no im­pi­de es­te pro­ce­so con el triun­fo de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria! Por­que en­ton­ces sí se ha­brá abier­to el ca­mi­no a nue­vas con­fla­gra­cio­nes in­te­rim­pe­ria­lis­tas. Las po­ten­cias ven­ci­das en es­tas dis­pu­tas en los pró­xi­mos años y en es­ta gue­rra co­mer­cial que ha em­pe­za­do, las que se que­den por fue­ra de los nue­vos y vie­jos mer­ca­dos, a no du­dar­lo, que se rear­ma­rán y se­rán “agre­so­ras”. Es­tas son las le­yes ine­xo­ra­bles del ca­pi­tal con las que el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta im­pe­ria­lis­ta so­bre­vi­ve, si la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria no lo im­pi­de.
Es que la ta­sa de ga­nan­cia no ter­mi­na­rá de re­cons­ti­tuir­se de con­jun­to en las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­dial has­ta que el con­jun­to de la eco­no­mía no fun­cio­ne pa­ra la gue­rra, pa­ra la des­truc­ción.
Se tra­ta de pre­ci­sar los rit­mos y los tiem­pos de la si­tua­ción mun­dial. Pa­ra las co­rrien­tes ca­tas­tro­fis­tas de la iz­quier­da re­for­mis­ta, so­bre to­do las an­glo­yan­quis, la gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta es­tá a la vuel­ta de la es­qui­na.

Al in­te­rior de la FL­TI, en no­viem­bre, una co­rrien­te mi­no­ri­ta­ria afir­ma­ba que sur­gía un nue­vo im­pe­ria­lis­mo chi­no, co­mo ve­re­mos lue­go, por sus “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les”, con el mis­mo mé­to­do teó­ri­co de ex­pli­car los cam­bios y las ano­ma­lías por “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les” de la pseu­do teo­ría del sta­li­nis­mo del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”.
En es­te ca­so, se tra­ta­ría, co­mo ver­da­de­ros con­ti­nua­do­res del clif­fis­mo, del “po­de­río de las em­pre­sas es­ta­ta­les chi­nas que la ha­brían em­pu­ja­do a es­ta a la dis­pu­ta del mun­do”.
En su do­cu­men­to so­bre la cues­tión chi­na no hay ni una so­la pa­la­bra so­bre las gue­rras con las cua­les sur­gían las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas en un mun­do re­par­ti­do. Ni una pa­la­bra de las ba­ses mi­li­ta­res de Chi­na pa­ra de­fen­der sus co­lo­nias y zo­nas de in­fluen­cia. Ya Le­nin ad­ver­tía que la di­fe­ren­cia en­tre el ca­pi­ta­lis­mo del si­glo XIX y el del si­glo XX se re­du­cía a que In­gla­te­rra en el si­glo XIX se que­ría des­ha­cer de sus co­lo­nias con­quis­ta­das en los si­glos pre­ce­den­tes por­que eran una car­ga de di­ne­ro y pre­fe­ría só­lo co­mer­ciar con ellas co­mo na­cio­nes in­de­pen­dien­tes; mien­tras que la In­gla­te­rra im­pe­ria­lis­ta, sin co­lo­nias no exis­tía, y mu­cho me­nos po­día te­ner bien a su pro­pia cla­se obre­ra pa­ra que no la azo­te con la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria.
Le­nin afir­ma­ba que no hay im­pe­ria­lis­mo sin co­lo­nias, sin zo­nas de in­fluen­cia, sin fuen­tes de ma­te­rias pri­mas, sin ba­ses mi­li­ta­res y sin gue­rras pa­ra su po­se­sión.
Nues­tra mi­no­ría, de la no­che a la ma­ña­na, ca­llán­do­se la bo­ca de que en su do­cu­men­to de ha­ce dos me­ses ig­no­ra­ron abier­ta­men­te a Hong Kong y Tai­wán co­mo te­rri­to­rio chi­no ocu­pa­do por EE.UU. y la OTAN, de gol­pe da una vol­te­re­ta co­mo tra­pe­cis­ta ca­yen­do en la red, y afir­ma que se vie­ne la Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial.
Así, de pa­ci­fis­tas, de ver el sur­gi­mien­to de una nue­va po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta sin gue­rras, sin co­lo­nias, sin ba­ses mi­li­ta­res… de re­pen­te, la mi­no­ría de la FL­TI nos pre­sen­ta la in­mi­nen­cia de la Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial.
¿Y por qué? ¿Qué pa­só? Es que la pren­sa im­pe­ria­lis­ta em­pe­zó a anun­ciar el mo­vi­mien­to de tro­pas en Hong Kong y Tai­wán (Is­la de For­mo­sa). Es que apa­re­ció el “aprie­te” de Oba­ma a sus sir­vien­tes y ge­ren­tes chi­nos.
Y así la mi­no­ría pa­só de plan­tear “ce­ro gue­rras” a plan­tear “la gue­rra ya”, pe­ro acla­ran­do que no es­ta­ban por el triun­fo mi­li­tar de Chi­na con­tra EEUU. Una ver­güen­za. Un cam­bio abrup­to de po­si­ción pa­ra adap­tar­se a una po­lí­ti­ca so­cial­pa­ci­fis­ta en EE.UU.
En las 60 pá­gi­nas de su do­cu­men­to de no­viem­bre afir­man que en el ca­so de una gue­rra en­tre EE.UU. y Chi­na, es­ta se­ría por su re­co­lo­ni­za­ción y que ellos es­ta­rían del la­do de Chi­na con­tra EE.UU. Aho­ra cam­bia­ron de po­si­ción. Aho­ra son de­rro­tis­tas de am­bos ban­dos. Am­bas po­si­cio­nes son to­tal­men­te opor­tu­nis­tas. In­sis­ti­mos, aho­ra nue­va­men­te, sin de­cir que cam­bia­ron de po­si­ción, en de­cla­ra­cio­nes so­bre Hai­tí y so­bre la Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial, anun­cian que se­rían de­rro­tis­tas de am­bos ban­dos.
Es de­cir, son vul­ga­res so­cial­pa­ci­fis­tas que no es­ta­rían por el triun­fo de la na­ción opri­mi­da (Chi­na) con­tra la opre­so­ra (EE.UU.), co­mo no es­tu­vie­ron, cuan­do “de­fen­dían” a Chi­na en sus do­cu­men­tos, por la ex­pul­sión y la de­rro­ta de las tro­pas an­glo­yan­quis de Hong Kong y Tai­wán, co­mo sí lo es­ta­mos y es­ta­re­mos los trots­kis­tas re­vo­lu­cio­na­rios, al igual que es­ta­mos por la de­rro­ta de las tro­pas im­pe­ria­lis­tas de Irak y Af­ga­nis­tán.
No ve­mos en ellos ni un gra­mo de po­lí­ti­ca re­vo­lu­cio­na­ria, ni an­tes ni aho­ra.
Es­to no es más que un ejem­plo de có­mo evo­lu­cio­nan las co­rrien­tes pe­que­ño­bur­gue­sas que por re­vi­sio­nis­mo ter­mi­nan si­guien­do co­mo som­bra al cuer­po los mo­vi­mien­tos de sus res­pec­ti­vas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
Los teó­ri­cos de que ha sur­gi­do una “Chi­na im­pe­ria­lis­ta”, de­be­rán ace­le­rar sus cam­pa­ñas de la in­mi­nen­cia de la Ter­cer Gue­rra Mun­dial an­te el pro­le­ta­ria­do mun­dial. Ya en Da­vos les di­je­ron que so­lo pue­den que­dar 3 ó 4 años an­tes de que es­ta­lle el “boom” chi­no y se apro­xi­men las dis­pu­tas a los ti­ros lim­pios por qué po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta se que­da y ocu­pa Chi­na.
Rá­pi­da­men­te la mi­no­ría tie­ne que sa­lir a de­cir que es­tán por la de­rro­ta de EE.UU., pe­ro no por el triun­fo chi­no. Es de­cir, la mis­ma po­lí­ti­ca sir­vien­te de In­gla­te­rra que tu­vo to­da la iz­quier­da in­gle­sa en la gue­rra de Mal­vi­nas en el año 1982: “Ni con In­gla­te­rra ni con Ar­gen­ti­na” por ser In­gla­te­rra im­pe­ria­lis­ta y por ser la se­mi­co­lo­nia Ar­gen­ti­na go­ber­na­da por una dic­ta­du­ra mi­li­tar.
Una rup­tu­ra abier­ta con el trots­kis­mo que plan­tea: “Su­pon­ga­mos, em­pe­ro, que el día de ma­ña­na In­gla­te­rra en­tra en un con­flic­to mi­li­tar con Bra­sil. ¿De qué la­do se ubi­ca­rá la cla­se obre­ra en es­te con­flic­to? En es­te ca­so, yo per­so­nal­men­te es­ta­ría jun­to al Bra­sil “fas­cis­ta” con­tra la “de­mo­crá­ti­ca” Gran Bre­ta­ña. ¿Por qué? Por­que no se tra­ta­ría de un con­flic­to en­tre la de­mo­cra­cia y el fas­cis­mo. Si In­gla­te­rra ga­na­ra, pon­dría a otro fas­cis­ta en Río de Ja­nei­ro y ata­ría al Bra­sil con do­bles ca­de­nas. Si por el con­tra­rio sa­lie­ra triun­fan­te Bra­sil, la con­cien­cia na­cio­nal y de­mo­crá­ti­ca de es­te país co­bra­ría un po­de­ro­so im­pul­so que lle­va­ría al de­rro­ca­mien­to de la dic­ta­du­ra de Var­gas. Al mis­mo tiem­po, la de­rro­ta de In­gla­te­rra ases­ta­ría un buen gol­pe al im­pe­ria­lis­mo bri­tá­ni­co y da­ría un im­pul­so al mo­vi­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do in­glés. Real­men­te, hay que ser muy ca­be­za hue­ca pa­ra re­du­cir los an­ta­go­nis­mos y con­flic­tos mi­li­ta­res mun­dia­les a la lu­cha en­tre fas­cis­mo y de­mo­cra­cia. ¡Hay que sa­ber des­cu­brir a to­dos los ex­plo­ta­do­res, es­cla­vis­tas y la­dro­nes ba­jo las más­ca­ras con que se ocul­tan!” (L.Trotsky, “La lu­cha an­tim­pe­ria­lis­ta es la cla­ve de la li­be­ra­ción. Una en­tre­vis­ta con Ma­teo Fos­sa”, 23 de septiembre de 1938).
Es­ta­mos fren­te a un re­vi­sio­nis­mo que ya co­mien­za a jus­ti­fi­car y le­van­tar un pro­gra­ma to­tal­men­te so­cia­lim­pe­ria­lis­ta. La aris­to­cra­cia obre­ra y la pe­que­ño­bur­gue­sía pren­di­da a los fal­do­nes de Oba­ma es la ba­se ma­te­rial que em­pu­ja la emer­gen­cia de es­tas nue­vas co­rrien­tes ca­tas­tro­fis­tas.
In­clu­si­ve al­gu­nas de ellas to­dos los años se de­di­can a anun­ciar gue­rras en­tre EE.UU. y Chi­na­/Ru­sia, ha­cién­do­le creer al pro­le­ta­ria­do que el “cu­co” chi­no y el “mons­truo” ru­so pue­den ha­cer caer sus oji­vas nu­clea­res y sus pes­tes so­bre EE.UU. Cuan­do en rea­li­dad lo que hay en esos paí­ses son ejér­ci­tos blan­cos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios que só­lo es­tán pa­ra ma­sa­crar a su pro­pio pue­blo a cuen­ta de tal o cual po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta. Los mar­xis­tas sa­be­mos que los ejér­ci­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios de Pu­tin y Hu Jin­tao so­lo es­tán pa­ra aplas­tar a su pro­pio pue­blo y ha­cer ge­no­ci­dios co­mo en Che­che­nia o en Tia­nan­men.
El pro­ble­ma pa­ra las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas es si la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria se po­ne nue­va­men­te a la or­den del día en Chi­na y Ru­sia, y des­mo­ro­na los re­gí­me­nes in­fa­mes de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta. Pa­ra im­pe­dir eso es­tán las tro­pas de la OTAN y sus ba­ses mi­li­ta­res, co­mo ayer lo hi­cie­ron en los Bal­ca­nes. Co­mo así tam­bién es­tán las ba­ses mi­li­ta­res de EE.UU., Fran­cia o In­gla­te­rra pa­ra dis­pu­tar­se esos te­rri­to­rios, co­mo ya lo hi­cie­ron en rei­te­ra­das opor­tu­ni­da­des en el si­glo XX, y lo vol­ve­rán a ha­cer en el si­glo XXI.
Con es­ta po­si­ción le es­tán la­van­do la ca­ra a Ale­ma­nia, que si que­da cer­ca­da se vol­ve­rá a ar­mar y da­rá ase­si­nos fas­cis­tas peo­res que Hi­tler. De las en­tra­ñas de un Ja­pón que­bra­do y de una Ita­lia arrin­co­na­da en el pla­ne­ta sur­gi­rán 500 mi­ka­dos, Fran­cos y Mus­so­li­nis, co­mo ya sur­gie­ron Bushs con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios en EE.UU., que se­rán con­si­de­ra­dos “ul­tra­de­mó­cra­tas” fren­te al fas­cis­mo que azo­ta­rá a EE.UU. si es­te en pró­xi­mos pe­río­dos his­tó­ri­cos ini­cia su de­ca­den­cia per­dien­do zo­nas de in­fluen­cia en el pla­ne­ta, co­mo anun­cian ya sus ago­re­ros.
Co­mo de­cía Trotsky en Adon­de va Fran­cia, los tiem­pos en po­lí­ti­ca son tan vi­ta­les co­mo lo es el com­pás en la mú­si­ca pa­ra de­fi­nir qué mú­si­ca se to­ca o se es­cu­cha.
Pa­ra es­tas co­rrien­tes ca­tas­tro­fis­tas ya es­ta­rían a pun­to de de­sa­tar­se nue­vas con­fla­gra­cio­nes mun­dia­les en­tre la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta y Ru­sia, con­tra el blo­que de EE.UU.”, co­mo anun­cian a los cua­tro vien­tos. Anun­cian una gue­rra in­mi­nen­te cuan­do por aho­ra las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas se dis­pu­tan a den­te­lla­das las zo­nas de in­fluen­cia, la con­cen­tra­ción en las ra­mas de pro­duc­ción, las nue­vas tec­no­lo­gías, y aún to­dos se apro­ve­chan del “pi­co­teo en el ga­lli­ne­ro” chi­no.
Es­ta gen­te cree que las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, des­pués de to­da la ex­pe­rien­cia del si­glo XX, no sa­ben que las gue­rras son par­te­ras de re­vo­lu­cio­nes. Y que an­tes de ir a ellas abier­ta­men­te de­ben aplas­tar a sus pro­pios pro­le­ta­ria­dos. Pe­ro la bur­gue­sía no re­cu­rri­rá al fas­cis­mo o a nue­vas gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas si­no co­mo úl­ti­mo re­cur­so, no sin an­tes de­rro­tar a su pro­pia cla­se obre­ra y al pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Es­ta iz­quier­da ca­tas­tro­fis­ta, que can­ta las mar­chas nup­cia­les en los ve­lo­rios y las mar­chas fú­ne­bres en los ca­sa­mien­tos, anun­cia ca­tás­tro­fes pe­ro pa­ra ir a pro­gra­mas mí­ni­mos re­for­mis­tas, en­cu­brien­do a Oba­ma y al im­pe­ria­lis­mo yan­qui -el ver­da­de­ro pa­trón im­pe­ria­lis­ta del mun­do-, con el cu­co chi­no que “es el res­pon­sa­ble de to­dos los ma­les del pla­ne­ta”, crean­do así las con­di­cio­nes pa­ra que el pro­le­ta­ria­do nor­tea­me­ri­ca­no e in­glés acom­pa­ñen a sus pro­pios im­pe­ria­lis­mos a una ofen­si­va su­pe­rior pa­ra re­co­lo­ni­zar Chi­na.
Dan por ter­mi­na­da la cri­sis del ’30 cuan­do es­ta re­cién co­mien­za. Dan cuen­ta de una Ale­ma­nia va­sa­lla, tal co­mo si no se hu­bie­ra reu­ni­fi­ca­do en el ’89 y to­ma­do el Gla­cis has­ta las es­te­pas ru­sas co­mo zo­nas de in­fluen­cia, dis­pu­tán­do­le al im­pe­ria­lis­mo yan­qui to­do Me­dio Orien­te.
Ha­blan de una Fran­cia in­de­fen­sa, cuan­do es­ta ma­ne­ja la más al­ta tec­no­lo­gía ae­roes­pa­cial, po­see 170 ba­ses mi­li­ta­res en to­do el mun­do y un ar­se­nal nu­clear que es qui­zás el se­gun­do en el pla­ne­ta de­trás de EEUU e In­gla­te­rra, y le dis­pu­ta o pac­ta con EE.UU. to­do Me­dio Orien­te, Amé­ri­ca La­ti­na y Áfri­ca.
Sin dar­se cuen­ta es­tán jus­ti­fi­can­do una gran coa­li­ción, que es la que ar­ma­rá se­gu­ra­men­te el im­pe­ria­lis­mo an­glo­yan­qui, cuan­do lle­gue la ho­ra del crac chi­no y de ata­car a Chi­na, si el es­ta­do chi­no se dis­gre­ga an­te un gol­pe de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria o an­te el in­ten­to de otra po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta de adue­ñar­se del te­rri­to­rio.

Mien­tras, otro sec­tor de la iz­quier­da re­for­mis­ta, po­si­bi­lis­ta, se en­cuen­tra anun­cian­do nue­va­men­te la sa­li­da ya de la cri­sis mun­dial. “¿Vie­ron? Hay “boom” de cre­ci­mien­to en Ru­sia, Chi­na, la In­dia, Bra­sil. La cri­sis allí no lle­gó”, nos di­cen. ¿Qué fes­te­ja­rá es­ta gen­te? ¡Si en esos paí­ses las trans­na­cio­na­les y sus go­bier­nos sir­vien­tes le ti­ra­ron to­da la cri­sis a sus cla­ses obre­ras des­pi­dien­do en 2007 y 2008 a mi­llo­nes de ex­plo­ta­dos!
Y cuan­do la cri­sis re­sul­tó no ser tal y el ci­clo de ex­pan­sión si­guió con ven­tas de com­mo­di­ties, y bie­nes de con­su­mo co­mo en Chi­na, se con­so­li­dó un ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va cró­ni­co, y a los obre­ros que que­da­ron tra­ba­jan­do les hi­cie­ron pro­du­cir más de lo que pro­du­cían an­tes, au­men­tan­do la plus­va­lía ab­so­lu­ta y re­la­ti­va en esos paí­ses, co­mo su­ce­de con Ar­gen­ti­na, Bra­sil, Chi­le, la In­dia, etc.
Es­tas co­rrien­tes no ven, o me­jor di­cho, no quie­ren que el pro­le­ta­ria­do vea, que es­tos pe­que­ños “boom” de cre­ci­mien­to que se dan en sec­to­res del pla­ne­ta o en de­ter­mi­na­das ra­mas de pro­duc­ción, se pro­du­cen a ex­pen­sas del hun­di­mien­to de la ma­yo­ría de las na­cio­nes y paí­ses, pe­ro so­bre to­do, se pro­du­cen so­bre la de­so­cu­pa­ción de la cla­se obre­ra a ni­vel mun­dial, y el en­deu­da­mien­to de los es­ta­dos que prea­nun­cian nue­vas gue­rras, nue­vas ca­tás­tro­fes, y lo que más te­men, nue­vas re­vo­lu­cio­nes, y fas­cis­mo.
Pa­ra es­ta otra va­rian­te de re­for­mis­tas no ca­tas­tro­fis­tas, son im­po­si­bles nue­vas gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas por de­lan­te. “La cri­sis ya ha­bría ter­mi­na­do”, “To­có pi­so”, afir­man los re­for­mis­tas con­ten­tos de traicionar cuan­ta huel­ga se­ria di­ri­gie­ron.
Pa­ra los ca­tas­tro­fis­tas la caí­da de los ban­cos en EE.UU. es y fue “la úl­ti­ma cri­sis”, co­mo de­cía Trotsky en Adon­de va Fran­cia so­bre los sta­li­nis­tas en los ´30. Pa­ra ellos el pro­le­ta­ria­do mun­dial ya ha si­do de­rro­ta­do, o bien, se le en­tre­gan enor­mes con­ce­sio­nes pa­ra lle­var­lo a la gue­rra, co­mo es el ca­so de la cla­se obre­ra chi­na, por el enor­me po­de­río re­for­mis­ta de su es­ta­do.
Di­cen que el ca­mi­no a la gue­rra ya es­tá abier­to, sin de­fi­nir cuá­les son las po­ten­cias ven­ce­do­ras y ven­ci­das, y sin fas­cis­mo que aplas­te al pro­le­ta­ria­do de los paí­ses cen­tra­les. Es­ta­mos fren­te a un gru­po de so­cial­de­mó­cra­tas con 45 gra­dos de fie­bre. Por­que na­die pue­de creer que con la ar­ma­da chi­na se to­ma Nue­va York, o con la avia­ción ob­so­le­ta ru­sa se ha­ce un Pearl Har­bour. En na­ve­ga­ción, ae­roes­pa­cial y óp­ti­ca, esas na­cio­nes es­tán atra­sa­das co­mo cual­quier co­lo­nie­ta de quin­ta en re­la­ción al po­ten­cial bé­li­co de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, co­mo Ale­ma­nia, Ja­pón, Fran­cia o cual­quie­ra de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas atra­sa­dos de Eu­ro­pa, quie­nes se­gún ellos “hoy no re­pre­sen­tan nin­gún pe­li­gro”, “son va­sa­llos”.
¿Es­ta gen­te ha­brá apren­di­do al­go de la Pri­me­ra y la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial? Lue­go de la Pri­me­ra, Ale­ma­nia era va­sa­lla, te­nía pro­hi­bi­do ar­mar­se y con­ta­ba con un mi­llón de ve­ces me­nos pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo que aho­ra. Y no di­ga­mos na­da de Ja­pón.
Con la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo que tie­nen actualmente, es­tas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas se ar­man en cues­tión de días.
In­du­da­ble­men­te es­ta­mos fren­te a pa­ci­fis­tas pe­que­ño­bur­gue­ses que ha­blan de la gue­rra sin en­ten­der NA­DA de ella.
En lí­nea de mon­ta­je de pro­duc­ción de tan­ques, así co­mo en la de co­ches, Chi­na y Ru­sia no pue­den com­pe­tir ni con la Vol­vo sue­ca, y so­lo po­seen ejér­ci­tos ca­pa­ces de ser “va­lien­tes” car­ce­le­ros, ase­si­nos y ge­no­ci­das de sus pro­pias cla­ses obre­ras a cuen­ta de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
Pa­ra man­te­ner su apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar, la vie­ja Ru­sia es to­tal y ab­so­lu­ta­men­te de­pen­dien­te de la tec­no­lo­gía ale­ma­na, fran­ce­sa e in­clu­si­ve nor­tea­me­ri­ca­na. Sóo­lo así pue­de ha­cer que no es­ta­llen co­mo Cher­nobyl sus ve­tus­tas ins­ta­la­cio­nes ató­mi­cas con tec­no­lo­gía de los años 50.
Es­ta­mos fren­te a gru­pos de irres­pon­sa­bles, char­la­ta­nes y sir­vien­tes de sus pro­pias bur­gue­sías im­pe­ria­lis­tas. Por­que la Ale­ma­nia uni­fi­ca­da ar­ma en tiem­po ré­cord, con su al­ta tec­no­lo­gía y con el apa­ra­to nu­clear ru­so, un es­cu­do an­ti­mi­si­les, tal co­mo el que ar­mó EE.UU. en Po­lo­nia y en Hun­gría.
Y no lo ha­ce aún por­que tam­bién “pi­co­tea en el ga­lli­ne­ro” de Chi­na, de Me­dio Orien­te y de Amé­ri­ca La­ti­na, co­mo to­dos pi­co­tea­ban esen­cial­men­te en los ban­cos de Wall Street –aso­cia­dos a EE.UU. pa­ra sa­quear el mun­do- y así que­da­ron bien aga­rra­dos e in­di­ges­ta­dos.
Por ello si­len­cian que Chi­na es­tá ocu­pa­da en Hong Kong y Tai­wán por ba­ses mi­li­ta­res de la OTAN. Chi­llan que vie­ne una gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta en­tre EE.UU. y Chi­na, por­que aho­ra ya han pro­cla­ma­do ser “an­ti­de­fen­sis­tas” de am­bos ban­dos. Por­que si Chi­na le dis­pu­ta el mun­do a EE.UU. y es­te la ata­ca, hay que ser an­ti­de­fen­sis­ta en Chi­na y en EE.UU. O sea, es­tán pre­pa­ran­do, con su “an­ti­de­fen­sis­mo” y pa­ci­fis­mo en EE.UU., una po­lí­ti­ca de de­rro­ta en Chi­na, es de­cir, en con­tra de que las ma­sas chi­nas se su­ble­ven in­clu­si­ve con­tra su go­bier­no y su ré­gi­men in­fa­me res­tau­ra­dor que ha pac­ta­do con el im­pe­ria­lis­mo una au­to­no­mía acor­da­da en Tai­wán y Hong Kong ba­jo el man­to de la ONU.

Una po­lí­ti­ca y un pro­gra­ma pa­ci­fis­ta y pa­blis­ta fren­te a la gue­rra

Co­mo he­mos di­cho, en su do­cu­men­to de ha­ce ape­nas unos me­ses atrás, la mi­no­ría de la FL­TI afir­ma­ba que en ca­so de gue­rra de EE.UU. con­tra Chi­na, de­fen­de­rían a Chi­na. Hoy son de­rro­tis­tas de am­bos ban­dos sin dar nin­gu­na ex­pli­ca­ción. Son abier­ta­men­te en­cu­bri­do­res de fu­tu­ras agre­sio­nes mi­li­ta­res del im­pe­ria­lis­mo con­tra la na­ción chi­na opri­mi­da.
Ayer, con su po­lí­ti­ca ecléc­ti­ca de apo­yar a la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta” con­tra EEUU, si la que­ría re­co­lo­ni­zar, abra­za­ban la po­lí­ti­ca que tu­vo el pa­blis­mo en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial fren­te a la Fran­cia ocu­pa­da por el fas­cis­mo de Hi­tler.
En no­viem­bre, ellos afir­ma­ban que es­ta­rían con Chi­na en ca­so de que EE.UU. de­ci­die­ra re­co­lo­ni­zar­la nue­va­men­te. Pe­ro ha­ble­mos cla­ro, aun­que de es­to el eclec­ti­cis­mo no en­tien­da na­da.
Si Chi­na es una po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta no hay na­da que de­fen­der si es ata­ca­da por otra po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta. De eso se tra­tan las gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas, de usar al pro­le­ta­ria­do co­mo “car­ne de ca­ñón” en la gue­rra pa­ra que se ma­te en­tre sí, jus­ta­men­te pa­ra po­ner de ro­di­llas y so­me­ter a otras po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas que le dis­pu­tan el pla­ne­ta, tal cual hi­cie­ron, por ejem­plo en el Tra­ta­do de Ver­sa­lles, In­gla­te­rra, Fran­cia y EE.UU. con­tra Ale­ma­nia en la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, o al re­vés, co­mo hi­zo Ale­ma­nia cuan­do ocu­pó Fran­cia en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
El do­cu­men­to de nues­tra mi­no­ría era la­men­ta­ble: ya anun­cia­ba que Chi­na le dis­pu­ta­ba a EE.UU. in­clu­si­ve to­das sus zo­nas de in­fluen­cia, pe­ro igual la iban a de­fen­der. Es­to de­cían a prin­ci­pios de no­viem­bre.
Es de­cir, en no­viem­bre pro­po­nían un pro­gra­ma de lu­cha de­fen­sis­ta de la au­to­no­mía y la au­to­de­ter­mi­na­ción de la na­ción im­pe­ria­lis­ta ocu­pa­da, en es­te ca­so Chi­na. ¡Pe­ro es­te es el mis­mo pro­gra­ma que le­van­tó el pa­blis­mo du­ran­te la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial en Fran­cia y de­más paí­ses im­pe­ria­lis­tas ocu­pa­dos por el fas­cis­mo! El pro­gra­ma pa­blis­ta era por la de­rro­ta del im­pe­ria­lis­mo agre­sor (Ale­ma­nia) y por la au­to­no­mía, el de­re­cho a la au­to­de­ter­mi­na­ción y de­fen­sa del im­pe­ria­lis­mo co­lo­ni­za­do in­va­di­do, co­mo fue­ra la po­lí­ti­ca del POI-CI de Fran­cia ba­jo la di­rec­ción de Pa­blo en la Con­fe­ren­cia del ´42 en la Fran­cia ocu­pa­da. Ellos re­ne­ga­ron de la po­lí­ti­ca de de­rro­tis­mo de am­bos ban­dos pro­pues­ta por la Con­fe­ren­cia de la IV In­ter­na­cio­nal del ´40, que plan­teó que de­fen­der la au­to­no­mía de la Fran­cia ocu­pa­da era de­fen­der la au­to­no­mía y la au­to­de­ter­mi­na­ción de las pan­di­llas im­pe­ria­lis­tas pa­ra sa­quear a sus co­lo­nias y se­mi­co­lo­nias.
Es de­cir, en el do­cu­men­to de no­viem­bre nues­tra mi­no­ría lu­cha­ba por el de­re­cho a la au­to­de­ter­mi­na­ción de la Chi­na in­va­di­da por EE.UU., de­fen­dien­do, se­gún su de­fi­ni­ción de Chi­na im­pe­ria­lis­ta, la au­to­de­ter­mi­na­ción de las pan­di­llas im­pe­ria­lis­tas chi­nas que sa­quean el mun­do.
Aún vien­do una gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta, plan­tear la de­fen­sa del im­pe­ria­lis­mo no só­lo es eclec­ti­cis­mo, si­no es una trai­ción al pro­gra­ma le­ni­nis­ta fren­te a una gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta. Es de­cir, todavía eran ver­gon­zan­tes pa­ra plan­tear que Chi­na le dis­pu­ta­ba el mun­do a EE.UU. co­mo po­ten­cia do­mi­nan­te, co­sa que ya plan­tean hoy pa­sán­do­se abier­ta­men­te al ban­do de EE.UU. con una po­lí­ti­ca de­rro­tis­ta de la na­ción opri­mi­da. An­tes y aho­ra, siem­pre en la ve­re­da de Oba­ma, en fren­te de los in­te­re­ses del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal.
Y es­to su­ce­de jus­to en el mo­men­to en que Oba­ma se eno­ja con Hu Jin­tao so­bre la au­to­no­mía de Tai­wán, de Hong Kong, del Da­lai La­ma… Ha­ble­mos cla­ro: aho­ra le to­ca po­ner­la a Chi­na, ree­va­luan­do su mo­ne­da. Aho­ra, que hay que “apre­tar” a Chi­na con Oba­ma, la mi­no­ría SE VUEL­VE DE­RRO­TIS­TA DE AM­BOS BAN­DOS.
Así ter­mi­na el ecléc­ti­co, co­mo sir­vien­te de su pro­pia bur­gue­sía. El re­vi­sio­nis­ta char­la­tán em­pí­ri­co, el pe­que­ño­bur­gués im­pre­sio­nis­ta, ter­mi­na en la ba­rri­ca­da de en­fren­te de los paí­ses opri­mi­dos y en la ba­rri­ca­da de en­fren­te del pro­le­ta­ria­do mun­dial. Por más que in­ten­ten reu­bi­car­se, só­lo mar­can el pa­so en el mis­mo lu­gar del opor­tu­nis­mo.
Con­tra se­me­jan­te atro­pe­llo al trots­kis­mo in­ter­na­cio­na­lis­ta, los trots­kis­tas afir­ma­mos que no se de­fen­día ni se de­fien­de el de­re­cho a la au­to­de­ter­mi­na­ción de nin­gún país im­pe­ria­lis­ta que opri­mía y opri­me a otros y cu­ya “li­be­ra­ción” lle­va­ba y lle­va a sa­quear co­lo­nias y se­mi­co­lo­nias. Es­ta­mos en la otra ba­rri­ca­da del do­cu­men­to ca­pi­tu­la­dor de la mi­no­ría de prin­ci­pios de no­viem­bre, y afir­ma­mos que en las gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas ja­más es­ta­mos por la de­fen­sa de nin­gún país im­pe­ria­lis­ta, por más dé­bil que sea u ocu­pa­do que es­té, o por más que se lo quie­ra arro­di­llar.
Con la IV In­ter­na­cio­nal y sus lec­cio­nes so­bre la Se­gun­da Gue­rra Mundial, afir­ma­mos que en la Fran­cia ocu­pa­da por Hi­tler es­ta­ba plan­tea­do el triun­fo de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta a su in­te­rior, tan­to en la re­pú­bli­ca de Vichy co­mo en la zo­na no ocu­pa­da, y la de­rro­ta mi­li­tar de la ma­qui­na­ria de gue­rra ale­ma­na, co­mo un pri­mer es­la­bón del triun­fo de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta en Ale­ma­nia. Es­ta era la for­ma de pre­sen­tar en ese ca­so la po­lí­ti­ca le­ni­nis­ta de “dar vuel­ta el fu­sil.”
Y es­ta es la po­lí­ti­ca de de­rro­tis­mo de am­bos ban­dos que aho­ra pro­po­ne la mi­no­ría: por la de­rro­ta de la na­ción chi­na an­te una agre­sión im­pe­ria­lis­ta.
Mien­tras, los trots­kis­tas, que ve­mos una Chi­na ca­da vez más re­co­lo­ni­za­da, co­ci­na­da vuel­ta y vuel­ta co­mo una se­mi­co­lo­nia más (tan­to en la pro­duc­ción en el ci­clo de ex­pan­sión de los úl­ti­mos 6 años, co­mo en el mer­ca­do de con­su­mo en el ci­clo que ha em­pe­za­do), es­ta­ría­mos in­con­di­cio­nal­men­te por el triun­fo mi­li­tar de Chi­na y la de­rro­ta mi­li­tar de la “de­mo­cra­cia” nor­tea­me­ri­ca­na, por­que es­ta im­pon­dría un ré­gi­men un mi­llón de ve­ces más de te­rror, sa­queo y su­pe­rex­plo­ta­ción que el que exis­te hoy en Chi­na con los man­da­ri­nes del PC. Y por­que jus­ta­men­te la lu­cha al in­te­rior de Chi­na, lu­cha­ría­mos por una di­rec­ción pro­le­ta­ria de la gue­rra con­tra los man­da­ri­nes chi­nos, sir­vien­tes del im­pe­ria­lis­mo, a los que les dis­pu­ta­ría­mos la di­rec­ción de la gue­rra na­cio­nal y de la lu­cha an­tiim­pe­ria­lis­ta con el pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria y la gue­rra ci­vil.
En ese ca­so nues­tros ami­gos de la mi­no­ría de la FL­TI, se­rían de­rro­tis­tas de am­bos ban­dos, es de­cir so­cial­pa­ci­fis­tas en EE.UU. La­men­ta­ble. Allá ellos.
Es­ta gen­te es­tá ju­gan­do a las es­con­di­das con el im­pe­ria­lis­mo, con el pro­le­ta­ria­do y con el pro­gra­ma fren­te a las gue­rras, del que de­ja­ra un am­plio le­ga­do la III y la IV in­ter­na­cio­nal.
Se han per­di­do en­tre tres pi­nos. En­tre una po­lí­ti­ca pa­blis­ta an­te una su­pues­ta gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta, un sur­gi­mien­to del im­pe­ria­lis­mo por vía pa­cí­fi­ca en un so­lo país co­mo Chi­na, y la in­mi­nen­cia de la Ter­cer Gue­rra Mun­dial que se ex­pre­sa co­mo gue­rra de cam­pos bur­gue­ses en to­do el mun­do.
Y to­do es­to es pa­ra es­con­der que lo que se pre­pa­ra a fue­go len­to en las con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les, son gue­rras co­mer­cia­les por el con­trol de las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­do, nue­vas gue­rras de co­lo­ni­za­ción y re­co­lo­ni­za­ción en el mun­do se­mi­co­lo­nial y nue­vos ata­ques al pro­le­ta­ria­do de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas; mien­tras se man­tie­ne el fren­te po­pu­lar y la po­lí­ti­ca de pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios pa­ra con­te­ner la re­vo­lu­ción mun­dial.
Lo que tie­ne en co­mún es­ta iz­quier­da opor­tu­nis­ta, to­do el re­vi­sio­nis­mo del mar­xis­mo, es que plan­tea que se pue­de ir a gue­rras con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias in­te­rim­pe­ria­lis­tas sin fas­cis­mo, sin ha­ber aplas­ta­do al pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal. Co­mo si los mo­no­po­lios y las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas pu­die­ran ha­cer lo que quie­ran sin aplas­tar a su pro­pia cla­se obre­ra.
¡Pe­ro si jus­ta­men­te por ha­cer eso y en­con­trar­se con una mí­ni­ma re­sis­ten­cia en Irak y Af­ga­nis­tán se des­mo­ro­nó to­da la es­truc­tu­ra de po­der de Bush y se pu­so el pro­le­ta­ria­do nor­tea­me­ri­ca­no en po­si­ción de con­trao­fen­si­va!
Es­ta gen­te ade­más opi­na que con “de­mo­cra­cia” se pue­den ha­cer gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas.

En su otra va­rian­te pa­ci­fis­ta no ca­tas­tro­fis­ta, opi­nan que con “nue­vas lo­co­mo­to­ras” co­mo Bra­sil, Ru­sia, Chi­na o la In­dia se pue­de sa­lir de la re­ce­sión y la cri­sis en EE.UU., Fran­cia, Ca­na­dá, Ale­ma­nia y Ja­pón. O sea que pa­ra es­ta gen­te, ¡el mun­do se­mi­co­lo­nial ex­po­lia­do y sa­quea­do por los pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas, hoy en rui­nas, po­dría ha­cer de lo­co­mo­to­ra de la eco­no­mía mun­do!
Es­to úl­ti­mo, lo de que “ya ha­bría­mos sa­li­do de la cri­sis”, equi­va­le a afir­mar que cuan­do el usu­re­ro es­tá que­bra­do, el que se ve obli­ga­do a pa­gar­le la usu­ra to­dos los me­ses a ries­go de re­ci­bir un dis­pa­ro en la ca­be­za se ha vuel­to fuer­te y om­ni­po­ten­te. Eso sí que sig­ni­fi­ca ha­cer pa­sar a la víc­ti­ma co­mo vic­ti­ma­rio y al vic­ti­ma­rio co­mo víc­ti­ma.
Le­nin afir­ma­ba des­pués de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, re­fi­rién­do­se a la gue­rra del 14 des­pués de ha­ber to­ma­do el po­der en Ru­sia, tal cual plan­tea el Ma­ni­fies­to de la gue­rra de la IV In­ter­na­cio­nal de 1940: “Des­pués de es­ta gue­rra, si no triun­fan unas cuan­tas re­vo­lu­cio­nes, ven­drán otras gue­rras. El cuen­to de ha­das de una gue­rra que aca­ba­rá con to­das las gue­rras, no es más que eso, un va­cío y per­ni­cio­so cuen­to de ha­da. Obre­ros re­cor­dad es­ta pre­dic­ción”. Es­to rea­fir­ma­ba la IV In­ter­na­cio­nal cuan­do ya ha­bía es­ta­lla­do la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
Los trots­kis­tas, hoy afir­ma­mos co­mo Le­nin en 1919: si unas cuan­tas re­vo­lu­cio­nes no triun­fan en el pró­xi­mo pe­río­do, pa­ra na­da la Se­gun­da Gue­rra ha­brá si­do la úl­ti­ma gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta. Eso es un cuen­to de ha­das.
Pe­ro por de­lan­te no es­tá re­suel­to aún que unas cuan­tas re­vo­lu­cio­nes no va­yan a triun­far pa­ra im­pe­dir que se abra el ca­mi­no a la gue­rra. Y eso es lo que es­tá en cues­tión en el mo­men­to ac­tual. Si se rea­gru­pan o no las fi­las del mo­vi­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio que pa­ren el ca­mi­no a la gue­rra, guerra que ine­vi­ta­ble­men­te ven­drá si es aplas­ta­do el pro­le­ta­ria­do.
Y afir­ma­mos que rom­pe con el mar­xis­mo no so­lo el pa­ci­fis­ta que cree el cuen­to de ha­das de que la se­gun­da fue la úl­ti­ma gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta, si­no tam­bién el ca­tas­tro­fis­ta que hu­ye del cam­po de ba­ta­lla y da por de­rro­ta­do al pro­le­ta­ria­do, cuan­do la ba­ta­lla por unas cuan­tas re­vo­lu­cio­nes que im­pi­dan el ca­mi­no a la gue­rra re­cién co­mien­za.
Am­bos, so­cial­pa­ci­fis­tas has­ta los tué­ta­nos, no ven ni pre­pa­ran al pro­le­ta­ria­do de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas y del mun­do se­mi­co­lo­nial pa­ra los nue­vos gol­pes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios que ven­drán con­tra ellos cuan­do es­ta­lle el “boom” del con­su­mo chi­no o de los com­mo­di­ties en el mun­do se­mi­co­lo­nial, y las nue­vas gue­rras, que sí ven­drán cuan­do no ha­ya más lu­gar pa­ra to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas en el sa­queo de las su­per­ga­nan­cias de la eco­no­mía mun­do.
Los trots­kis­tas afir­ma­mos que hay una ca­rre­ra de ve­lo­ci­dad en­tre los nue­vos gol­pes del crac y la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial y la lu­cha de cla­ses, que se ha abier­to por to­do un pe­río­do his­tó­ri­co, co­mo en la cri­sis de los ´30 que lle­va­ra a la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial. Afir­ma­mos que di­cha ca­rre­ra no ha si­do re­suel­ta. Por­que nue­vos gol­pes del crac, nue­vos es­ta­lli­dos co­mo en Gre­cia y Du­bai o co­mo la caí­da de Wall Street se ave­ci­nan en Pe­kín, en Ale­ma­nia y en Es­pa­ña, si el pro­le­ta­ria­do no lo pa­ra en­tran­do nue­va­men­te en ma­nio­bras de re­vo­lu­ción.
Afir­ma­mos que la ca­rre­ra de ve­lo­ci­dad en­tre las bu­ro­cra­cias y las aris­to­cra­cias obre­ras que han lle­ga­do al cam­po de ba­ta­lla pa­ra de­sor­ga­ni­zar to­do in­ten­to de con­trao­fen­si­va de ma­sas y cer­car los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios, si­gue abier­ta en la lu­cha del mo­vi­mien­to trots­kis­ta in­ter­na­cio­nal por lo­grar un ca­mi­no a las ma­sas y lo­grar una po­lí­ti­ca jus­ta pa­ra lle­gar a tiem­po a las nue­vas fa­ses de lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas que ha co­men­za­do. Es­ta se de­sa­rro­lla co­mo en Tong­hua, Ling­zou, Coim­bra­to­re, Pe­rú o Mé­xi­co co­mo des­te­llos re­vo­lu­cio­na­rios, en un es­ta­dio de re­vuel­tas, mo­ti­nes, su­ble­va­cio­nes obre­ras y huel­gas po­lí­ti­cas, que an­ti­ci­pan las ten­den­cias de las ma­sas a rom­per el cer­co im­pues­to por las di­rec­cio­nes trai­do­ras.
Es­ta­mos en­tran­do en un pe­río­do his­tó­ri­co de enor­me ten­sión y po­la­ri­za­ción en­tre las cla­ses a ni­vel in­ter­na­cio­nal, don­de co­yun­tu­ral­men­te los fo­cos de la re­vo­lu­ción mun­dial han si­do cer­ca­dos y con­tro­la­dos por las di­rec­cio­nes trai­do­ras, abrien­do una co­yun­tu­ra po­lí­ti­ca y de la lu­cha de cla­ses a ni­vel mun­dial aún in­de­fi­ni­da, de nue­vos zar­pa­zos de la con­tra­rre­vo­lu­ción y el fas­cis­mo, e in­ten­tos de las ma­sas de sa­car­se de en­ci­ma el fla­ge­lo que las azo­ta.
La iz­quier­da col­ga­da a la oba­ma­ma­nía no pre­pa­ra al pro­le­ta­ria­do pa­ra el com­ba­te que se vie­ne y que sur­ge de los acon­te­ci­mien­tos ac­tua­les.

Haití: un botón de muestra de las nuevas ofensivas contrarrevolucionarias de Obama.
La capitulación de los liquidadores del marxismo de los países imperialistas

Hai­tí es un bo­tón de mues­tra de lo que tie­ne pre­pa­ra­do el im­pe­ria­lis­mo pa­ra sa­lir de su cri­sis.
Es­te país-is­la fue ocu­pa­do por las Na­cio­nes Uni­das y las tro­pas gur­kas ci­pa­yas de los “bo­li­va­ria­nos”, y es man­te­ni­do co­mo un re­ser­vo­rio de ma­no de obra es­cla­va en el Ca­ri­be -ya sea pa­ra Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na, Amé­ri­ca Cen­tral o EE.UU. don­de un mi­llón de in­mi­gran­tes hai­tia­nos ha­cen los peo­res tra­ba­jos, in­clu­si­ve los tra­ba­jos que los in­mi­gran­tes la­ti­nos no quie­ren ni ha­cer, mien­tras sus fa­mi­lias co­men tor­ti­llas de ar­ci­lla-. En 2010 fue sa­cu­di­do por un sis­mo y de­bió en­te­rrar a 350.000 obre­ros ba­jo pa­las me­cá­ni­cas an­te los ojos ató­ni­tos y en­tris­te­ci­dos del pro­le­ta­ria­do mun­dial.
An­te es­to el im­pe­ria­lis­mo yan­qui, que ve­nía de im­po­ner su gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio en Hon­du­ras, arras­tran­do en su apo­yo a los “bo­li­va­ria­nos” de Ze­la­ya pa­ra le­gi­ti­mar lue­go a los gol­pis­tas en las elec­cio­nes frau­du­len­tas, in­va­dió in­me­dia­ta­men­te a la na­ción hai­tia­na. Y es­to fue a sa­bien­das de que allí no que­da­ba es­ta­do y de que las ma­sas solo te­nían que bus­car el fu­sil pa­ra te­ner co­mi­da, rom­per la fron­te­ra fic­ti­cia con Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na y ex­pro­piar la co­mi­da y las tie­rras.
El objetivo de la in­va­sión im­pe­ria­lis­ta es in­ter­po­ner­se en­tre el pro­le­ta­ria­do y el fu­sil que le per­mi­ti­ría con­se­guir el pan.
Fren­te a es­ta si­tua­ción, los re­for­mis­tas y trai­do­res sa­lie­ron a pe­dir “ayu­da hu­ma­ni­ta­ria” pa­ra nues­tros her­ma­nos de cla­se hai­tia­nos, que con gus­to da­ría cual­quier obre­ro pa­ra que sus hi­jos no mue­ran. Pe­ro to­dos los obre­ros cons­cien­tes sa­be­mos que to­das las ayu­das lle­gan a los puer­tos y ae­ro­puer­tos to­ma­dos por las tro­pas in­va­so­ras, que las re­par­ten a su an­to­jo pa­ra dis­per­sar a las ma­sas y ale­jar­las del fu­sil con el que po­dían con­quis­tar el pan en los su­per­mer­ca­dos, en los con­te­ne­do­res, en las tie­rras, en los puer­tos y las zo­nas fran­cas.
Esa es la tra­ge­dia: que cuan­do las ma­sas bus­ca­ban el pan en los al­ma­ce­nes, en los con­te­ne­do­res, en los su­per­mer­ca­dos, etc., se in­ter­pu­so el fu­sil del in­va­sor. Es que no hay so­lu­ción, ni pan, ni vi­da sin el fu­sil y la to­ma del po­der. No se sa­le de la bar­ba­rie sin el triun­fo de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta.
El que no pa­só la prue­ba de la cues­tión chi­na y las nue­vas ofen­si­vas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias que im­pul­san el im­pe­ria­lis­mo y sus po­ten­cias pa­ra sa­quear­la, sin nin­gu­na du­da no pa­sa ni pa­sa­rá la prue­ba de Hai­tí.
To­da la iz­quier­da mun­dial ha que­da­do so­me­ti­da a los ma­ri­nes yan­quis que re­par­ten "ayu­da hu­ma­ni­ta­ria", ale­jan­do a las ma­sas hai­tia­nas de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta, es de­cir del pan. Y acu­san­do a los re­vo­lu­cio­na­rios de “sec­ta­rios”.
Quie­ren que apo­ye­mos la li­mos­na de 15.000 li­tros de agua mi­ne­ral pa­ra 3 mi­llo­nes de se­dien­tos que be­ben de las cloa­cas. Y a eso lo lla­man “ayu­da”. ¡Mi­se­ra­bles! ¡Va­yan us­te­des a Hai­tí a vi­vir de esa li­mos­na!
¡To­do el po­der a la cla­se obre­ra de Hai­tí! ¡Ex­pro­pia­ción de to­dos los bie­nes y pro­pie­da­des de los ex­pro­pia­do­res! ¡Ar­ma­men­to ge­ne­ra­li­za­do de las ma­sas y ex­pul­sión del in­va­sor! ¡Una so­la is­la, una so­la re­vo­lu­ción!
¡Esa es la ayu­da que ne­ce­si­ta el pro­le­ta­ria­do hai­tia­no de par­te del pro­le­ta­ria­do la­ti­noa­me­ri­ca­no y de EE.UU.!
Lu­char por la de­rro­ta de las tro­pas im­pe­ria­lis­tas yan­quis es lu­char por que co­ma el pro­le­ta­ria­do de Hai­tí.
Hai­tí con­cen­tra to­das las con­tra­dic­cio­nes de la si­tua­ción mun­dial, y de ellas la más im­por­tan­te, la trai­ción de la di­rec­ción del pro­le­ta­ria­do, de los en­fer­me­ros del ca­pi­ta­lis­mo. Igual que los obre­ros de Hai­tí son tra­ta­dos los obre­ros de co­lor en Ita­lia, apa­lea­dos y per­se­gui­dos por las ban­das fas­cis­tas del gran ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, o al igual que en el Con­go o en Ruan­da con ge­no­ci­dios de mi­llo­nes de es­cla­vos co­lo­nia­les y se­mi co­lo­nia­les y de co­lor; na­cio­nes sos­te­ni­das por la “ayu­das hu­ma­ni­ta­rias” de la ONU por avión, mien­tras la An­gloa­me­ri­can se lle­va to­dos los mi­ne­ra­les, pie­dras pre­cio­sas y pe­tró­leo de las na­cio­nes afri­ca­nas. Son sir­vien­tes de la ONU, de la so­cie­dad de las na­cio­nes.
Es una ver­güen­za que nin­gún sec­tor de la iz­quier­da nor­tea­me­ri­ca­na, to­dos sir­vien­tes de los trai­do­res de la bu­ro­cra­cia y la aris­to­cra­cia obre­ra de la AFL-CIO, ha­ya lla­ma­do al mi­llón de obre­ros hai­tia­nos que vi­ven en EE.UU. a su­ble­var­se en ac­cio­nes en las ca­lles y en huel­gas; a vol­ver a po­ner en pie la mar­cha del mi­llón -pe­ro del mi­llón de obre­ros es­cla­vos hai­tia­nos de EE.UU.- pa­ra pa­ra­li­zar la ma­qui­na­ria de gue­rra yan­qui, mien­tras sus tro­pas es­tán en Hai­tí pa­ra dis­pa­rar­le a to­do obre­ro o mu­jer que va al su­per­mer­ca­do o a la tie­rra del te­rra­te­nien­te a bus­car un pe­da­zo de pan.
El pro­le­ta­ria­do mun­dial se ha es­cin­di­do en­tre la bu­ro­cra­cia y la aris­to­cra­cia obre­ra y los re­for­mis­tas que creen que se pue­de co­mer en Hai­tí, en In­dia, en Bra­sil, en Es­pa­ña, en EE.UU., en Gre­cia, sin re­vo­lu­ción; y los que de­ci­mos que pa­ra co­mer, pa­ra que ha­ya pan, hay que to­mar el po­der y ha­cer la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta y ex­pro­piar a los ex­pro­pia­do­res.
Un río de san­gre se ha abier­to y pro­fun­di­za­do en­tre re­for­ma y re­vo­lu­ción en el pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Ba­jo es­tas con­di­cio­nes de pe­nu­rias y pa­de­ci­mien­tos inau­di­tos de las ma­sas, de pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios y de des­te­llos re­vo­lu­cio­na­rios de lu­chas po­lí­ti­cas de ma­sas, se tra­ta de man­te­ner las po­si­cio­nes ideo­ló­gi­cas y pro­gra­má­ti­cas en el cam­po de ba­ta­lla, de de­fen­der las po­si­cio­nes re­vo­lu­cio­na­rias de las que el re­vi­sio­nis­mo in­ten­ta que no que­de ni piz­ca de con­ti­nui­dad. Se tra­ta de no re­ti­rar­se del cam­po de ba­ta­lla anun­cian­do que ya es­tá aquí la de­rro­ta, que las ener­gías del pro­le­ta­ria­do han si­do ago­ta­das, y que la gue­rra es­tá a la vuel­ta de la es­qui­na, jus­to cuan­do las lu­chas y los com­ba­tes de­ci­si­vos re­cién co­mien­zan.
La mi­no­ría de la FL­TI con su re­vi­sio­nis­mo al mar­xis­mo en la cues­tión chi­na, ya ha ti­ra­do por la bor­da to­do el pro­gra­ma re­vo­lu­cio­na­rio con­quis­ta­do en co­mún en el con­gre­so de fun­da­ción de nues­tra frac­ción in­ter­na­cio­nal.
Han pre­sen­ta­do un pro­gra­ma pa­ra Hai­tí que va des­de la ayu­da hu­ma­ni­ta­ria de obre­ros cu­ba­nos y ve­ne­zo­la­nos, a la lu­cha por un Hai­tí obre­ro y cam­pe­si­no. Una ver­güen­za.
To­do pro­gra­ma que en Hai­tí no se ar­ti­cu­la al­re­de­dor de que pa­ra que ha­ya pan hay que de­rro­tar al in­va­sor y to­mar el po­der, es una trai­ción. Es le­van­tar la po­lí­ti­ca de la LIT de ayu­da hu­ma­ni­ta­ria, pa­ra que con mi­se­ra­bles dá­di­vas pon­gan de ro­di­llas a las ma­sas, se­pa­ran­do a los que son ham­brien­tos des­de siem­pre de los que han per­di­dos sus ca­sas, co­mo ha­cen las tro­pas in­va­so­ras.
¡Qué des­ver­gon­za­dos! La mi­no­ría ha en­te­rra­do las lec­cio­nes de la co­mu­na de Pa­rís que rea­fir­ma­mos en la fun­da­ción de la FL­TI, an­te la mag­ní­fi­ca in­su­rrec­ción es­pon­tá­nea de las ma­sas obre­ras y cam­pe­si­nas de Ma­da­gas­car, que di­vi­die­ron al ejér­ci­to por la ba­se, de­rro­ca­ron al pre­si­den­te Ra­va­lo­ma­na­na e im­pu­sie­ron un ré­gi­men de do­ble po­der ar­ma­do. “La cla­se obre­ra do­mi­na­rá en las ciu­da­des in­dus­tria­les, las cua­les, con­ver­ti­das en cen­tros re­vo­lu­cio­na­rios, for­ma­rán una fe­de­ra­ción pa­ra atraer a los cam­pos al la­do de la re­vo­lu­ción y ven­cer la re­sis­ten­cia que se or­ga­ni­za­rá en las ciu­da­des mer­can­ti­les y ma­rí­ti­mas, ta­les co­mo Le Hav­re, Bur­deos, Mar­se­lla, etc. En las ciu­da­des in­dus­tria­les, los so­cia­lis­tas de­be­rán to­mar el po­der lo­cal, ar­mar a los obre­ros y or­ga­ni­zar­los mi­li­tar­men­te. “Quien tie­ne ar­mas, tie­ne pan”, de­cía Blan­qui.” (P. La­far­gue, Oeuv­res Com­ple­tes, To­mo I, ci­ta­do por Trotsky en ¿Adón­de va In­gla­te­rra?, ne­gri­tas nues­tras).
Por eso co­mo de­cían los co­mu­ne­ros de Pa­rís “sin fu­sil no hay pan”. Sin echar al in­va­sor –que es una obli­ga­ción de la cla­se obre­ra de to­do el con­ti­nen­te- no co­me­rá la cla­se obre­ra y el pue­blo de Hai­tí; y mu­cho me­nos co­me­rán de la ayu­da hu­ma­ni­ta­ria si no se to­man los con­te­ne­do­res, los al­ma­ce­nes, los su­per­mer­ca­dos y los abas­te­ci­mien­tos que es­tán en los ae­ro­puer­tos, co­mo así tam­bién si no ex­pro­pian las tie­rras y la pro­pie­dad pri­va­da de la bur­gue­sía, jun­to a sus her­ma­nos de Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na. Es­te es el ca­mi­no pa­ra re­cons­ti­tuir Hai­tí.
Así sí. “Ayu­dán­do­te te ayu­da­rán y ayu­da­rás”, co­mo es el apo­teg­ma del mar­xis­mo. Es­to se­rá un shock re­vo­lu­cio­na­rio en el Ca­ri­be pa­ra que triun­fe la re­vo­lu­ción en Cen­troa­mé­ri­ca, Amé­ri­ca La­ti­na y so­bre to­do en EE.UU.
In­du­da­ble­men­te que­da de­mos­tra­do que el que re­vi­sa y des­tru­ye la teo­ría mar­xis­ta, se ale­ja un mi­llón de ki­ló­me­tros en la vi­da del pro­gra­ma y la po­lí­ti­ca jus­ta que ne­ce­si­ta la cla­se obre­ra pa­ra ven­cer.
Pa­ra los trots­kis­tas in­ter­na­cio­na­lis­tas se tra­ta de pre­pa­rar­se y rea­gru­par a la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal pa­ra com­ba­tir a un nue­vo re­vi­sio­nis­mo que ha sur­gi­do pa­ra jus­ti­fi­car la ac­ción con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria de las di­rec­cio­nes trai­do­ras, que le ha per­mi­ti­do a es­te sis­te­ma pu­tre­fac­to so­bre­vi­vir­se so­bre las rui­nas del pro­le­ta­ria­do mun­dial y de la so­cie­dad to­da, en una de las peo­res cri­sis de su his­to­ria.
Es que HAY QUE RE­VI­SAR AL MAR­XIS­MO PA­RA JUS­TI­FI­CAR LA TRAI­CIÓN en Gre­cia, Pa­les­ti­na, Ma­da­gas­car, Bo­li­via, Honduras, EE.UU., Chi­na, etc.
La lu­cha con­tra el re­vi­sio­nis­mo es­tá en el pri­mer pun­to del or­den del día del mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio in­ter­na­cio­nal.

Capitulo II

Los documentos fundacionales de la FLTI pasaron la prueba de los acontecimientos de la lucha de clases

Y nuevamente a proposito sobre el caracter aún indefinido de la situación mundial

Es­te SCI ra­ti­fi­ca los do­cu­men­tos po­lí­ti­cos cen­tra­les vo­ta­dos en el con­gre­so de ju­lio, que en úl­ti­ma ins­tan­cia ar­ma­ron a nues­tra co­rrien­te y crea­ron las con­di­cio­nes pa­ra su cons­ti­tu­ción y una fu­sión prin­ci­pis­ta de dis­tin­tas ver­tien­tes que con­flui­mos de diferentes ex­pe­rien­cias. Po­si­cio­nes pro­gra­má­ti­cas y lec­cio­nes del com­ba­te del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal que se ex­pre­sa­ron en el Or­ga­ni­za­dor Obre­ro In­ter­na­cio­nal nú­me­ro 1 par­te 1 y par­te 2. Pa­ra no­so­tros las res­pues­tas po­lí­ti­cas y pro­gra­má­ti­cas con­quis­ta­das pa­sa­ron la prue­ba de los acon­te­ci­mien­tos y es­tu­vie­ron a la al­tu­ra del com­ba­te del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal.
Rei­vin­di­ca­mos el pro­gra­ma de los 23 pun­tos, que man­tie­ne una enor­me ac­tua­li­dad en lo que a de­fi­ni­ción de las con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les y al pro­gra­ma mar­xis­ta fren­te al crac mun­dial se re­fie­ren. Ellos fue­ron la ba­se del acuer­do del co­mi­té pa­ri­ta­rio en­tre la FLT y la WIVL, y los que per­mi­tie­ron el avan­ce en los acuer­dos con los ca­ma­ra­das del HRS de EE.UU., y con el NRI de Ar­gen­ti­na.
Los mis­mos se cen­tra­ban al­re­de­dor de la ta­rea in­me­dia­ta de pre­pa­rar una con­trao­fen­si­va de la cla­se obre­ra mun­dial pa­ra aplas­tar al sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta en des­com­po­si­ción, o de lo contrario es­te aplas­ta­ría a las ma­sas con ham­bre, mi­se­ria y gue­rras.
En los 23 pun­tos im­pul­sa­mos en co­mún el com­ba­te con­tra el Fo­ro So­cial Mun­dial y los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo, y co­men­zá­ba­mos el pro­ce­so de reu­ni­fi­ca­ción de nues­tras fi­las con el pro­gra­ma fren­te a la re­vo­lu­ción cu­ba­na por la re­vo­lu­ción po­lí­ti­ca, y en­fren­tan­do a la “re­vo­lu­ción bo­li­va­ria­na”, esa far­sa de re­vo­lu­ción que ha­bía ex­pro­pia­do la re­vo­lu­ción ecua­to­ria­na, ar­gen­ti­na y bo­li­via­na.
En los acuer­dos lo­gra­dos en­fren­tá­ba­mos al ELAC del PS­TU y la LIT, que ha­bía pues­to a los obre­ros de Oa­kland y el mo­vi­mien­to con­tra la gue­rra a los pies de Oba­ma y le ha­bía ata­do las ma­nos al pro­le­ta­ria­do del con­ti­nen­te ame­ri­ca­no, pa­ra sos­te­ner a la bu­ro­cra­cia trai­do­ra de la COB, que so­me­tie­ra a obre­ros y cam­pe­si­nos al pac­to con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio del fren­te po­pu­lar con el fas­cis­mo pa­ra aho­gar la re­vo­lu­ción bo­li­via­na.
En el pro­gra­ma de los 23 pun­tos tam­bién dá­ba­mos cuen­ta de la cues­tión pa­les­ti­na, co­lom­bia­na y cu­ba­na, los ver­da­de­ros tests áci­dos que mar­ca­ban el rol ne­fas­to de las bur­gue­sías na­ti­vas co­mo es­tran­gu­la­do­ras de los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios de las ma­sas, tan­to en Amé­ri­ca La­ti­na co­mo en Me­dio Orien­te.
Afir­ma­mos la vi­gen­cia pro­gra­má­ti­ca del ac­ta-acuer­do fir­ma­da con la WIVL, que fue el pun­to de par­ti­da, jun­to a los 23 pun­tos, del agru­pa­mien­to de la FL­TI. En las re­so­lu­cio­nes del con­gre­so de nues­tra fun­da­ción, en el pun­to “a pro­pó­si­to de los acuer­dos prin­ci­pis­tas que per­mi­tie­ron se­sio­nar al con­gre­so fun­da­cio­nal de la FL­TI”, en su pun­to b), se ex­pre­sa con cla­ri­dad que el sur­gi­mien­to de nues­tra frac­ción se sus­ten­tó en los acuer­dos fir­ma­dos con la WIVL, pre­ci­san­do que los mis­mos “…avan­za­ron y se con­so­li­da­ron a par­tir del ac­ta de con­for­ma­ción del co­mi­té pa­ri­ta­rio de la FL­TI en­tre la WIVL y la FLT, a la que ad­hi­rie­ron el NRI de Ar­gen­ti­na y los re­vo­lu­cio­na­rios de San Pa­blo (Bra­sil), lo que cons­ti­tu­ye una con­quis­ta pro­gra­má­ti­ca pa­ra la in­ter­ven­ción co­mún an­te los pri­me­ros gol­pes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, así co­mo an­te las pri­me­ras res­pues­tas de las ma­sas ex­pre­sa­das en Gre­cia, Ma­da­gas­car, Gua­da­lu­pe y Fran­cia, que con­cen­tra­ron la es­tra­te­gia y el pro­gra­ma pa­ra la pues­ta en pie y el de­sa­rro­llo de los so­viets y la cues­tión de la in­su­rrec­ción y la lu­cha por el po­der; jun­to a Bo­li­via, Su­dá­fri­ca y Zim­bab­we, don­de se plan­tea el com­ba­te con­tra el fren­te po­pu­lar y las di­rec­cio­nes trai­do­ras…
Nues­tros do­cu­men­tos cons­ti­tu­ti­vos, ba­sa­dos en las lec­cio­nes más avan­za­das de la lu­cha de cla­ses del pro­le­ta­ria­do mun­dial man­tie­nen, ha­cia el Se­gun­do Con­gre­so de la FL­TI, to­da su va­li­dez.
Es que en ju­lio, lue­go de 20 días de de­ba­te co­lec­ti­vo, fue­ron vo­ta­dos por el Con­gre­so de Fun­da­ción de la FL­TI –ade­más de otras re­so­lu­cio­nes– los si­guien­tes do­cu­men­tos, se­gún cons­ta en las re­so­lu­cio­nes de la cons­ti­tu­ción de la FL­TI pu­bli­ca­das en el OOI pri­me­ra par­te: “So­bre la si­tua­ción mun­dial, an­te con­vul­sio­nes his­tó­ri­cas”, el ar­tí­cu­lo ti­tu­la­do “En­tró en cri­sis po­lí­ti­ca el ré­gi­men de do­mi­nio mun­dial im­pues­to por el im­pe­ria­lis­mo a par­tir de 1989” y “Se agu­di­za la cri­sis de di­rec­ción re­vo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do”, ar­tí­cu­los es­tos to­ma­dos del Or­ga­ni­za­dor Obre­ro In­ter­na­cio­nal N°12 par­te 2.
Asi­mis­mo, el Con­gre­so hi­zo su­yas las ela­bo­ra­cio­nes so­bre la cues­tión cu­ba­na y el ba­lan­ce his­tó­ri­co de la IV In­ter­na­cio­nal apor­ta­dos al Con­gre­so por la ex FLT.
Es­tas ela­bo­ra­cio­nes, que de­fi­nie­ron las po­si­cio­nes fun­da­cio­na­les de la FL­TI so­bre la cues­tión in­ter­na­cio­nal, co­mo así tam­bién las po­si­cio­nes so­bre las cues­tio­nes de Fran­cia, Ma­da­gas­car, Gre­cia, Pa­les­ti­na, Pe­rú, Irán y Hon­du­ras, han pa­sa­do la prue­ba de la vi­da en es­tos me­ses. Fue­ron es­tas re­so­lu­cio­nes las que nos ar­ma­ron po­lí­ti­ca­men­te pa­ra in­ter­ve­nir, jun­to a las de Su­dá­fri­ca, Bo­li­via y el com­ba­te con­tra el fren­te po­pu­lar y con­tra las di­rec­cio­nes trai­do­ras, que so­me­tie­ron aquí y allá al pro­le­ta­ria­do a dis­tin­tas frac­cio­nes de la bur­gue­sía y que fue­ron re­clu­ta­das pa­ra sos­te­ner al ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis por la de­ba­cle del sis­te­ma fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
Los tests áci­dos que de­bi­mos en­fren­tar ha­ce 6 me­ses en nues­tra fun­da­ción ac­tua­li­za­ron el pro­gra­ma mar­xis­ta y nos per­mi­tie­ron pa­sar la prue­ba.
En nues­tro Con­gre­so de fun­da­ción, de­fi­ni­mos que a la ope­ra­ción Plo­mo Fun­di­do del im­pe­ria­lis­mo, que ma­sa­cró en Pa­les­ti­na, le ha­bía res­pon­di­do el le­van­ta­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio de Gua­da­lu­pe y Ma­da­gas­car, una he­roi­ca re­sis­ten­cia en Pa­les­ti­na y la lu­cha de la cla­se obre­ra en Fran­cia con to­mas de fá­bri­cas.
De­fi­ni­mos así que, mien­tras las ma­sas vol­vían a pe­gar en Pe­rú y se abrían bre­chas y dis­pu­tas in­te­rim­pe­ria­lis­tas pa­ra que irrum­pan las ma­sas en Irán, en Hon­du­ras el im­pe­ria­lis­mo yan­qui da­ba un gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio pa­ra vol­ver a do­mi­nar su pa­tio tra­se­ro, ame­na­za­do por las dis­tin­tas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas com­pe­ti­do­ras, co­mo Fran­cia, Es­pa­ña, Ja­pón o Ale­ma­nia, que apo­ya­das en las bur­gue­sías na­ti­vas se lo dis­pu­ta­ron en el pe­río­do an­te­rior.
Fren­te a to­dos es­tos acon­te­ci­mien­tos y es­ta si­tua­ción tran­si­to­ria, la FL­TI de­fi­nió un pro­gra­ma que plan­tea­ba que las ma­sas no se de­ten­gan en Fran­cia en sus olea­das de ocu­pa­ción de fá­bri­ca, co­mo lo im­pu­sie­ron la di­rec­ción trai­do­ra de los sin­di­ca­tos y las di­rec­cio­nes re­for­mis­tas; que en Gua­da­lu­pe se avan­za­ra a or­ga­ni­zar los so­viets y a con­quis­tar el ar­ma­men­to de las ma­sas pa­ra no de­jar pie­dra so­bre pie­dra del ré­gi­men co­lo­nial fran­cés, co­mo la úni­ca po­si­bi­li­dad de con­so­li­dar un triun­fo en el ca­mi­no de con­quis­tar un go­bier­no obre­ro y re­vo­lu­cio­na­rio que ga­ran­ti­za­ra co­brar efec­ti­va­men­te los 200 eu­ros; es de­cir te­ner pan, en una lu­cha úni­ca y cen­tra­li­za­da con el pro­le­ta­ria­do fran­cés en la me­tró­po­li. A Esta cuestión, los sin­di­ca­tos y los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas”, sir­vien­tes de la V Re­pú­bli­ca fran­ce­sa, la im­pi­die­ron abier­ta­men­te. En nues­tro Con­gre­so lla­ma­mos a com­ba­tir en Gre­cia a anar­quis­tas y nue­vos par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” que, con una po­lí­ti­ca pa­ci­fis­ta y sin­di­ca­lis­ta pe­que­ño bur­gue­sa, lle­va­ron al abor­to a la pri­me­ra em­bes­ti­da de ma­sas al ne­gar­se a lu­char por los co­mi­tés de obre­ros y sol­da­dos, y re­hu­sán­do­se a rea­gru­par las fi­las obre­ras y de­rro­tar al sta­li­nis­mo en la di­rec­ción de los sin­di­ca­tos.

El cen­tro de nues­tras ela­bo­ra­cio­nes en ju­lio fue po­ner en pie un pro­gra­ma pa­ra ayu­dar a las ma­sas a su­pe­rar a su di­rec­ción ac­tual y a ge­ne­ra­li­zar y cen­tra­li­zar los com­ba­tes en una con­trao­fen­si­va de ma­sas. Es in­du­da­ble que la FL­TI pa­só la prue­ba. No se ol­vi­dó nin­gún ele­fan­te en nin­gún cuar­to, y es­tu­vo a la al­tu­ra del com­ba­te en­tre las ma­sas y la con­tra­rre­vo­lu­ción bur­gue­sa, y de la lu­cha con­tra las di­rec­cio­nes trai­do­ras, con el pro­gra­ma vo­ta­do y con­quis­ta­do en el Con­gre­so.
Tu­vi­mos un pro­gra­ma pa­ra com­ba­tir, “de­fen­dien­do la de­mo­cra­cia con el mé­to­do de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria” al de­cir de Trotsky, al “fren­te de­mo­crá­ti­co” de Ze­la­ya y los “bo­li­va­ria­nos” sos­te­ni­do por los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo y la iz­quier­da re­for­mis­ta la­ti­noa­me­ri­ca­na, que ter­mi­na­ron to­dos so­me­ti­dos al plan de los Clin­ton y Oba­ma, pa­ra ga­ran­ti­zar que solo co­rrie­ra san­gre obre­ra y cam­pe­si­na en Hon­du­ras, se im­pu­sie­ra el gol­pe y no in­ter­ven­gan las ma­sas de for­ma in­de­pen­dien­te pa­ra de­rro­tar a los gol­pis­tas en las ca­lles.
Ze­la­ya ter­mi­nó lla­man­do “a la paz y a la cor­du­ra” des­de la em­ba­ja­da bra­si­le­ña, co­bi­ja­do por esa bur­gue­sía ci­pa­ya que re­pre­sen­ta Lu­la, so­cia me­nor del im­pe­ria­lis­mo fran­cés con la Pe­tro­bras y en la in­dus­tria de gue­rra, que vie­ne de com­prar­le a ese im­pe­ria­lis­mo 5 bu­ques, sub­ma­ri­nos y la más al­ta tec­no­lo­gía ae­roes­pa­cial. Una bur­gue­sía bra­si­le­ra que or­ga­ni­zó un acuer­do co­mer­cial con los ja­po­ne­ses pa­ra de­sa­rro­llar la te­le­vi­sión di­gi­tal por ca­ble y las in­ver­sio­nes en Ma­naos y de­más ma­qui­la­do­ras que el im­pe­ria­lis­mo ja­po­nés tie­ne en ese país.
Por otro la­do, la bur­gue­sía bra­si­le­ña tam­bién or­ga­ni­zó un acuer­do fi­nan­cie­ro des­de Río de Ja­nei­ro, la ca­pi­tal fi­nan­cie­ra de ese país, con EE.UU., de so­me­ti­mien­to al im­pe­ria­lis­mo nor­tea­me­ri­ca­no, que es el pri­mer acree­dor de la deu­da ex­ter­na de Bra­sil la cual su­pe­ra los 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res, ho­mo­ge­nei­zan­do el acuer­do po­lí­ti­co-co­mer­cial del MER­CO­SUR.
Co­mo afir­ma­mos en to­dos los do­cu­men­tos cons­ti­tu­ti­vos de la FL­TI, en Amé­ri­ca La­ti­na se ha con­so­li­da­do una bur­gue­sía na­ti­va que des­de el MER­CO­SUR, el AL­BA o los paí­ses del TLC -to­dos ba­jo la dis­ci­pli­na de la OEA y el TIAR- se de­di­can a ha­cer ne­go­cios de to­dos con to­dos, y con to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. Y por un ne­go­cio co­mo el del­ ga­so­duc­to de Ve­ne­zue­la a Bo­li­via, se abra­zan Uri­be y Chá­vez en­tre­gan­do a la re­sis­ten­cia co­lom­bia­na. To­dos los “bo­li­va­ria­nos” ter­mi­nan vo­tan­do con Co­lom­bia a fa­vor de las 7 ba­ses yan­quis en ese país. Mien­tras que an­tes, des­de la OEA y el UNA­SUR, sos­te­nían el pac­to con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio en Bo­li­via con el cual se re­par­tían la ri­que­za de los hi­dro­car­bu­ros en­tre la Bri­tish Pe­tro­leum y la Ex­xon ba­jo el pa­ra­guas del fas­cis­mo en la Me­dia Lu­na, y la To­tal­fi­na y la Rep­sol ba­jo el fren­te po­pu­lar en el al­ti­pla­no, pa­ra con­tro­lar y ex­pro­piar a la re­vo­lu­ción de obre­ros y cam­pe­si­nos.
En Su­dá­fri­ca, nos ubi­ca­mos en la van­guar­dia de com­ba­tir por una so­la y úni­ca re­vo­lu­ción en el sur de ese con­ti­nen­te, en lu­cha por una Fe­de­ra­ción de Re­pú­bli­cas Obre­ras y So­cia­lis­tas de Áfri­ca del Sur, y en­ca­be­za­mos, co­mo lo hi­cié­ra­mos en Bo­li­via, una lu­cha in­clau­di­ca­ble con­tra el fren­te po­pu­lar, con­tra el con­trol del sta­li­nis­mo de los sin­di­ca­tos y el so­me­ti­mien­to al go­bier­no de la bur­gue­sía ne­gra, tan sir­vien­te de la An­gloa­me­ri­can y las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, co­mo ayer lo era el ré­gi­men es­cla­vis­ta del apart­heid.
Nues­tro com­ba­te con­tra las ma­sa­cres y el ge­no­ci­dio co­mo en el Con­go y la lu­cha con­tra el fren­te po­pu­lar y sus can­tos de si­re­na per­mi­tie­ron dar los pri­me­ros pa­sos en el rea­gru­pa­mien­to de las fuer­zas re­vo­lu­cio­na­rias e in­ter­na­cio­na­lis­tas del pro­le­ta­ria­do de Áfri­ca del Sur, y rea­gru­par las fi­las de los trots­kis­tas de Su­dá­fri­ca jun­to a los de Zim­bab­we, quie­nes por el so­lo he­cho de rom­per con la bur­gue­sía y su ré­gi­men ex­plo­ta­dor, in­ten­ta­ban ser lle­va­dos a cor­tes y jui­cios bur­gue­ses por sus ex com­pa­ñe­ros. Hoy, el via­je de Oba­ma a Gha­na pa­ra le­gi­ti­mar la ba­se mi­li­tar del AFRI­COM des­de la cual el im­pe­ria­lis­mo yan­qui cen­tra­li­za el sa­queo de to­da Áfri­ca y dis­ci­pli­na a las bur­gue­sías de to­do ese con­ti­nen­te, rea­fir­ma que en la cri­sis, el im­pe­ria­lis­mo yan­qui, for­ta­le­ci­do lue­go del re­cam­bio pre­si­den­cial, no va a de­jar zo­nas del pla­ne­ta sin dis­pu­tar co­mo amo del mun­do.
En los com­ba­tes con­tra el fren­te po­pu­lar en Bo­li­via en­fren­ta­mos la ne­fas­ta po­lí­ti­ca de po­ner a los mi­ne­ros y sus di­ri­gen­tes sin­di­ca­les -co­mo los de la COB- co­mo mi­nis­tros o di­pu­ta­dos del fren­te po­pu­lar, que ga­ran­ti­za el re­par­to de los hi­dro­car­bu­ros en­tre las dis­tin­tas trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas que se han di­vi­di­do y re­par­ti­do Bo­li­via.
En Su­dá­fri­ca, en­fren­tamos de­ci­si­va­men­te al fren­te po­pu­lar, com­ba­tiendo con­tra la bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta del CO­SA­TU, luchando por los co­mi­tés de obre­ros y sol­da­dos. En­ca­be­za­mos ca­da una de las lu­chas con­tra las trai­cio­nes a las olea­das de huel­ga por au­men­to de sa­la­rio, que co­mo en Amé­ri­ca La­ti­na, fue­ron en­tre­ga­das por to­das las bu­ro­cra­cias de to­do co­lor y pe­la­je.
Así co­mo en Ar­gen­ti­na com­ba­ti­mos va­lien­te­men­te con­tra la iz­quier­da del FSM y los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo que, im­po­nien­do la paz so­cial, abor­ta­ron to­do in­ten­to se­rio de la van­guar­dia del pro­le­ta­ria­do de rea­gru­par sus fi­las y pre­sen­tar ba­ta­lla an­te el ata­que de los ca­pi­ta­lis­tas y su go­bier­no, tal co­mo lo in­ten­ta­ron los obre­ros de Kraft, del Sub­te­rrá­neo, de la in­dus­tria au­to­mo­triz de Cór­do­ba y de las ace­rías de Vi­lla Cons­tiu­ción.
Es por eso que rea­fir­ma­mos la co­rrec­ción de to­dos es­tos do­cu­men­tos vo­ta­dos ha­ce 6 me­ses; por­que ellos nos ar­ma­ron pa­ra in­ter­ve­nir en to­dos los acon­te­ci­mien­tos ac­tua­les.
Es­tá a la vis­ta que los car­ni­ce­ros im­pe­ria­lis­tas se ves­tían de Oba­ma pa­ra sal­var al ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis y en ban­ca­rro­ta y sa­car a las ma­sas de es­ce­na en EE.UU. La “ma­no ex­ten­di­da” de Oba­ma a las bur­gue­sías mu­sul­ma­nas no fue más que el pac­to con Irán pa­ra sos­te­ner a la bur­gue­sía chiíta en Irak e im­pe­dir-en mo­men­tos de la re­ti­ra­da del im­pe­ria­lis­mo in­glés de Irak-, que las ma­sas del sur de ese país aplas­ten al ejér­ci­to gur­ka de ocu­pa­ción y a las tro­pas yan­quis en la re­gión. Esto a la vez per­mi­tía or­ga­ni­zar una frac­ción de los Aya­to­llahs que em­pe­za­ra a pen­sar en bue­nos ne­go­cios con EE.UU., ca­paz de ca­pi­ta­li­zar el odio de las ma­sas con­tra el ré­gi­men bo­na­par­tis­ta y an­tio­bre­ro ira­ní.
El pac­to con las bur­gue­sías de los Aya­to­llahs sir­vió pa­ra con­te­ner a Hez­bo­llah, para dis­ci­pli­narlo haciéndolo ingresar al go­bier­no proim­pe­ria­lis­ta del Lí­ba­no, y pa­ra que que­de im­pu­ne la ma­sa­cre en Ga­za, ga­ran­ti­zando que Ha­mas se sien­te en la me­sa de las ne­go­cia­cio­nes y los pac­tos pa­ra ga­ran­ti­zar la en­tre­ga de la lu­cha de las ma­sas pa­les­ti­nas. Ma­sas pa­les­ti­nas que han que­da­do hoy cer­ca­das por el yu­go opre­sor del es­ta­do sio­nis­ta de Is­rael y por el si­len­cio ig­no­mi­nio­so de to­das las di­rec­cio­nes trai­do­ras del pro­le­ta­ria­do, mien­tras la bur­gue­sía de Egip­to se pre­pa­ra a cons­truir un mu­ro, no so­lo ha­cia arri­ba, si­no tam­bién ha­cia aba­jo, con 10 me­tros de pro­fun­di­dad, pa­ra ce­rrar to­dos los pa­sos por los cua­les se abas­te­ce la re­sis­ten­cia en la Ga­za mar­ti­ri­za­da.
He­mos vis­to la enor­me ac­tua­li­dad de la re­so­lu­ción de la FLTI so­bre Irán, en mo­men­tos en que las ma­sas bus­can en­trar en lu­cha po­lí­ti­ca an­te el odio ge­ne­ra­li­za­do con­tra el ré­gi­men de los Aya­toll­has. Es­to sig­ni­fi­ca que mien­tras el go­bier­no yan­qui pac­ta con ellos, pre­pa­ra el sur­gi­mien­to de una frac­ción bur­gue­sa pro nor­tea­me­ri­ca­na en ese país, que no sóolo abor­te el le­van­ta­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio de los obre­ros ira­níes e im­pi­da el ini­cio de la se­gun­da re­vo­lu­ción (co­mo la de los ´80), si­no que a su vez ga­ran­ti­ce sa­car a Irán de la ór­bi­ta fran­coa­le­ma­na so­bre la cual gi­ra en los ne­go­cios del pe­tró­leo, sus de­ri­va­dos, fer­ti­li­zan­tes, y en el co­mer­cio mun­dial.

Con los pactos contrarrevolucionarios se estranguló la contraofensiva de masas; y el imperialismo, como ayer en Honduras y hoy en Afganistán, larga sus primeras contraofensivas contrarrevolucionarias.

Que los car­ni­ce­ros im­pe­ria­lis­tas se vis­ten de Oba­ma sig­ni­fi­ca hoy que el im­pe­ria­lis­mo yan­qui ha con­cen­tra­do to­das sus fuer­zas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias no solo en el gol­pe en Hon­du­ras, si­no también en una ofen­si­va ge­ne­ra­li­za­da en Af­ga­nis­tán, apo­ya­da en las fuer­zas de la OTAN, y en los go­bier­nos ci­pa­yos de Chi­na y la In­dia. Es­tos úl­ti­mos se dis­pu­tan, ba­jo las ór­de­nes del co­man­do mi­li­tar nor­tea­me­ri­ca­no en Af­ga­nis­tán, quién se lle­va el co­bre y el co­bal­to pa­ra las trans­na­cio­na­les ins­ta­la­das en sus res­pec­ti­vos paí­ses. Con es­tos pe­que­ños ne­go­cios, los go­bier­nos ci­pa­yos de Chi­na e In­dia son los en­car­ga­dos de pa­gar­le la par­te que le co­rres­pon­de a la bur­gue­sía af­ga­na y al go­bier­no del pro­tec­to­ra­do, sir­vien­te de los yan­quis, pa­ra dis­pu­tar­le, co­mo agen­te de ellos, los ne­go­cios a la agre­si­va Ale­ma­nia, que ne­ce­si­ta del opio (que en un 80% se pro­du­ce en Af­ga­nis­tán y otra par­te en Chi­na) pa­ra la Ba­yer y de­más la­bo­ra­to­rios im­pe­ria­lis­tas.
El im­pe­ria­lis­mo yan­qui, con el ejér­ci­to ase­si­no pa­quis­ta­ní y apo­ya­do por los man­da­ri­nes chi­nos, lar­gó una con­trao­fen­si­va con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria en el va­lle de Swat pa­ra cer­car a la re­sis­ten­cia af­ga­na en el te­rri­to­rio pa­kis­ta­ní. Esta ofensiva de­jó más de 2 mi­llo­nes de cam­pe­si­nos echa­dos de sus tie­rras y más de 800.000 re­fu­gia­dos ex­pul­sa­dos de sus ca­sas so­bre­vi­vien­do a la ham­bru­na y a las pes­tes. Mien­tras, se pre­pa­ran nue­vos ata­ques a Ye­men pa­ra dis­ci­pli­nar a to­das las frac­cio­nes bur­gue­sas y es­ta­bi­li­zar la re­gión. Es que el es­ta­lli­do de la bur­bu­ja de Du­bai -uno de los sie­te Emi­ra­tos Ára­bes- ha de­ja­do a un mi­llón de obre­ros pa­les­ti­nos, ira­níes, ira­kíes, que cons­tru­ye­ron con sus ma­nos las más gran­des in­ver­sio­nes edi­li­cias del pla­ne­ta, des­po­ja­dos de sus tra­ba­jos y vol­vien­do a sus paí­ses. Es­to pue­de ac­tuar co­mo re­vul­si­vo y de­to­nan­te del des­per­tar de la cla­se obre­ra go­lon­dri­na de los Emi­ra­tos Ára­bes, de Ara­bia Sau­di­ta, de Si­ria, y de to­do Me­dio Orien­te, fun­da­men­tal­men­te de Ye­men, des­de don­de se nu­trían las em­pre­sas fi­nan­cie­ras an­glo­yan­quis que cons­truían ese pa­raí­so fi­nan­cie­ro e in­mo­bi­lia­rio co­mo con­ti­nui­dad de las bur­bu­jas in­mo­bi­lia­rias de Chi­na, EE.UU., Es­pa­ña, etc.
Ye­men es­tá en un lu­gar cla­ve des­de don­de se do­mi­na Irán, Ara­bia Sau­di­ta, Los Emi­ra­tos Ára­bes, So­ma­lía y Egip­to. Es una ex­ce­len­te ba­se mi­li­tar des­de don­de con­tro­lar el Mar Ro­jo, el Gol­fo de Adén y el Gol­fo Pér­si­co. Es ade­más, la sa­li­da al Océa­no Ín­di­co y es­tá cer­ca de to­dos los pun­tos sen­si­bles de Ocea­nía y Asia Orien­tal.
Igual que el via­je de Oba­ma a Gha­na, las ca­ño­ne­ras apun­tan­do a Ye­men de­mues­tran que EE.UU. no per­mi­ti­rá que en la cri­sis mun­dial na­die ose dis­pu­tar su do­mi­nio, y que res­pon­de­rá, a los ti­ros y a los ca­ño­na­zos, a cual­quie­ra que lo in­ten­te.
El es­ta­lli­do de Du­bai an­ti­ci­pa que la paz de los ce­men­te­rios con­quis­ta­da pro­vi­so­ria­men­te en Pa­les­ti­na y en Irak, es­tá des­ti­na­da a du­rar po­co.
En Egip­to no ce­san las su­ble­va­cio­nes de la cla­se obre­ra con­tra el ham­bre y la cri­sis. Se han de­bi­li­ta­do enor­me­men­te los re­gí­me­nes de los an­cia­nos pa­triar­cas de Ara­bia Sau­di­ta y los Emi­ra­tos Ára­bes, mien­tras la si­tua­ción en Irán se tor­na por de­más ex­plo­si­va. Las ma­sas de obre­ros, es­tu­dian­tes y cam­pe­si­nos po­bres en ese país pu­jan por en­trar ca­da vez más en lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas y ame­na­zan con una re­vo­lu­ción ira­ní.
Los bom­ba­zos en Ye­men son pa­ra ad­ver­tir que no ha­brá nin­gu­na po­si­bi­li­dad de nue­vas re­vo­lu­cio­nes en Irán y en Me­dio Orien­te por­que ello sig­ni­fi­ca­rá nue­vas in­ter­ven­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias co­mo en Irak y en Af­ga­nis­tán.
Es un avi­so a Fran­cia, que tie­ne una ba­se en Djio­but­ti, fren­te a Ye­men, de que Ruan­da sa­lió de la es­fe­ra de la in­fluen­cia fran­co­bel­ga y en­tró a la Com­mon­wealth in­gle­sa, y que es­to se va a de­fen­der con las armas si es ne­ce­sa­rio.
Nin­gu­na po­ten­cia se re­ti­ra pa­cí­fi­ca ni ar­mo­nio­sa­men­te del do­mi­nio del pla­ne­ta ni lo man­tie­ne con paz y de­mo­cra­cia, si­no sus­ten­ta­do en las ca­ño­ne­ras, que es la úni­ca voz que sue­na pa­ra do­mi­nar el mun­do.
Nues­tros do­cu­men­tos fun­da­cio­na­les pa­sa­ron la prue­ba, pues­to que acla­ra­mos que fren­te a la ban­ca­rro­ta del ca­pi­tal im­pe­ria­lis­ta se ha­bían con­cen­tra­do to­das las fuer­zas de las aris­to­cra­cias y bu­ro­cra­cias obre­ras del mun­do, pa­ra sal­var al ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis de una em­bes­ti­da re­vo­lu­cio­na­ria de ma­sas.

Afir­ma­mos en nues­tro Con­gre­so que se tra­ta­ba, al cons­ti­tuir la FL­TI, de po­ner en pie un pun­to de apo­yo pa­ra con­cen­trar las fuer­zas de los re­vo­lu­cio­na­rios, y pa­ra dis­per­sar las enor­mes fuer­zas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias que se con­cen­tra­ban pa­ra ha­cer­le pa­gar la cri­sis a las ma­sas y sal­var al ca­pi­ta­lis­mo en ban­ca­rro­ta.
Aquí y allá, bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les, par­ti­dos so­cia­lim­pe­ria­lis­tas, bur­gue­sías “bo­li­va­ria­nas”, “mu­sul­ma­nas”, sta­li­nis­tas re­ci­cla­dos y re­ne­ga­dos del trots­kis­mo for­ma­ron una ver­da­de­ra san­ta alian­za pa­ra sal­var al ca­pi­tal en ban­ca­rro­ta, que en ape­nas unos días en los años 2008 y 2009, que­mó en la bol­sa de Wall Street 14 bi­llo­nes de dó­la­res, mien­tras otros tan­tos fue­ron otor­ga­dos por los es­ta­dos pa­ra im­pe­dir el de­rrum­be ge­ne­ra­li­za­do del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro.
El gri­to de to­da la bu­ro­cra­cia y de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias con­tra las ma­sas fue cla­ro. Se hi­cie­ron vo­ce­ros del gran ca­pi­tal y de sus in­te­re­ses abier­ta­men­te an­te las ma­sas pa­ra sal­var­lo. En su cri­sis, el ca­pi­tal ame­na­za­ba a la cla­se obre­ra mun­dial: “Si yo me cai­go, us­te­des se caen con­mi­go al pre­ci­pi­cio. Si yo me sal­vo, us­te­des se sal­van”.
Así, asen­ta­do en la trai­ción de to­das las bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas y de to­dos los par­ti­dos so­cia­lim­pe­ria­lis­tas, se im­pu­so la vuel­ta a ca­sa de mi­llo­nes de in­mi­gran­tes de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peas y nor­tea­me­ri­ca­na, que lue­go de ser uti­li­za­dos co­mo ma­no de obra es­cla­va y obre­ros en ne­gro en el ci­clo de ex­pan­sión, fue­ron de­vuel­tos co­mo pe­rros pa­ra au­men­tar el ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va de los paí­ses se­mi­co­lo­nia­les.
El mu­ro del opro­bio en­tre EE.UU. y Mé­xi­co, las ba­yo­ne­tas del ejér­ci­to ita­lia­no, y to­das las fuer­zas re­pre­si­vas de los es­ta­dos bur­gue­ses dis­pues­tas a ex­pul­sar in­mi­gran­tes, cul­mi­na­ron con un mu­ro y un cer­co en Me­li­lla pa­ra im­pe­dir que lle­gue un so­lo es­cla­vo más de Áfri­ca a Eu­ro­pa.
“¡Tra­ba­jo in­glés pa­ra los in­gle­ses! ¡Tra­ba­jo nor­tea­me­ri­ca­no pa­ra los nor­tea­me­ri­ca­nos!” fue el gri­to de gue­rra de las bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les de las Tra­de Unions in­gle­sas y de la AFL-CIO nor­tea­me­ri­ca­na.
Mien­tras se con­tro­la­ba la fron­te­ra con Amé­ri­ca La­ti­na en el sur de EE.UU. con ban­das ci­vi­les y mi­li­cias ar­ma­das, en Mé­xi­co se blin­da­ba al ré­gi­men in­fa­me con la ex­cu­sa del nar­co­trá­fi­co y se mi­li­ta­ri­za­ba to­do el país.

Pa­ra el mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio, que ha he­cho su­yas las lec­cio­nes y el pro­gra­ma del bol­che­vis­mo, so­lo de­fen­dien­do los in­te­re­ses de las ca­pas más ba­jas y más ex­plo­ta­das de la cla­se obre­ra, se pue­den de­fen­der los in­te­re­ses his­tó­ri­cos del con­jun­to de la cla­se obre­ra.
Hoy es­ta­mos pre­sen­cian­do-im­pul­sa­do por la cla­se me­dia arrui­na­da del sur de Ita­lia y or­ga­ni­za­do por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de ese país co­mo la Oli­vet­ti y sus so­cios de la ma­fia ca­la­bre­sa- un bru­tal ata­que con­tra los he­roi­cos obre­ros de co­lor, que en Ita­lia, Es­pa­ña, In­gla­te­rra, Fran­cia, Bél­gi­ca y Ho­lan­da rea­li­zan los peo­res tra­ba­jos. Fue­ron per­se­gui­dos a los ti­ros lim­pios por las hor­das fas­cis­tas y an­te ello rea­gru­pa­ron sus fuer­zas, pu­sie­ron en pie co­mi­tés de au­to­de­fen­sa y di­je­ron “¡Bas­ta de per­se­cu­cio­nes y ata­ques!”
Pe­ro en esa ba­ta­lla cam­pal hu­bo si­len­cio e in­mo­vi­li­dad ab­so­lu­tos de la cla­se obre­ra ita­lia­na por­que es­tá so­me­ti­da a los in­te­re­ses de las aris­to­cra­cias y bu­ro­cra­cias obre­ras. La iz­quier­da de Ber­lus­co­ni, de la Oli­vet­ti, del ruin ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ita­lia­no, chu­pa­san­gre y ase­si­no de las ma­sas de Me­dio Orien­te y de Áfri­ca, no dio una so­la res­pues­ta en de­fen­sa de los obre­ros in­mi­gran­tes, el co­ra­zón de la cla­se obre­ra ita­lia­na. So­la­men­te pro­nun­cia­ron pa­la­bras de mi­se­ri­cor­dia y hu­ma­nis­mo en bo­ca de los pe­que­ño­bur­gue­ses del Fo­ro So­cial Mun­dial. Ellos es­tán pa­ra sal­var a los ca­pi­ta­lis­tas de sus cri­sis, con­tra las ma­sas.
La cri­sis de di­rec­ción se agu­di­za mien­tras to­da la po­dre­dum­bre del sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta im­pe­ria­lis­ta sa­le a la luz. El mun­do ca­pi­ta­lis­ta de­ca­den­te, “de la más al­ta tec­no­lo­gía” eó­li­ca, nu­clear, elec­tró­ni­ca, de la avia­ción, la ae­ro­náu­ti­ca, de las “tec­no­ló­gi­cas”, es­tá… ¡su­per­po­bla­do!
¿La ad­mi­sión de 100 in­mi­gran­tes ex­tras pue­de ha­cer co­lap­sar a EE.UU., Fran­cia e In­gla­te­rra? ¡Es­to cons­ti­tu­ye un gra­ve pro­ble­ma po­ten­cial pa­ra las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas! ¡In­creí­ble! Has­ta allí han lle­ga­do los lí­mi­tes de es­te sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta im­pe­ria­lis­ta pu­tre­fac­to. Es que el mer­ca­do mun­dial se ha achi­ca­do, la pro­duc­ción mun­dial se ha achi­ca­do, el ca­pi­ta­lis­mo ha achi­ca­do el pla­ne­ta a un pu­ña­do de pa­rá­si­tos. O mue­ren ellos o mue­re la ma­yo­ría de los ex­plo­ta­dos.
Co­mo de­cía la IV In­ter­na­cio­nal, la épo­ca del co­mer­cio ex­te­rior e in­te­rior es al mis­mo tiem­po la de la in­ten­si­fi­ca­ción mons­truo­sa del cho­vi­nis­mo.
¡Una so­la gue­rra de cla­ses, una so­la cla­se, una so­la lu­cha pa­ra triun­far! De lo con­tra­rio el fas­cis­mo no so­la­men­te aplas­ta­rá al pro­le­ta­ria­do de co­lor, si­no que, co­mo ayer con Mus­so­li­ni, to­ma­rá Ro­ma y ya se­rá tar­de. ¡Ese es el pro­nós­ti­co!
Por es­te ac­cio­nar de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias no le fue bien ni a la cla­se obre­ra de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas, ni a la cla­se obre­ra de los paí­ses se­mico­lo­nia­les. La chis­pa de Gre­cia y sus em­ba­tes re­vo­lu­cio­na­rios, por el cre­ti­nis­mo par­la­men­ta­rio y sin­di­ca­lis­ta de los “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” y anar­quis­tas, es­tu­vo muy le­jos de in­cen­diar Pa­rís, ciu­dad en don­de un fren­te úni­co de sin­di­ca­tos y par­ti­dos trai­do­res re­for­mis­tas, sa­có a la cla­se obre­ra de las to­mas de fá­bri­cas con pa­tro­nes co­mo re­he­nes, y la so­me­tió a las ne­go­cia­cio­nes tram­po­sas con la bur­gue­sía de la V Re­pú­bli­ca fran­ce­sa. Los per­so­ne­ros de los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” via­ja­ban co­mo la­ca­yos del im­pe­ria­lis­mo fran­cés a de­cir­le a las ma­sas in­su­rrec­tas de Gua­da­lu­pe y Mar­ti­ni­ca que “con los im­pues­tos de los con­tri­bu­yen­tes fran­ce­ses no se iba a pa­gar el sa­la­rio” de los ex­plo­ta­dos de esas co­lo­nias.
Des­de Mo­zam­bi­que se con­cen­tra­ba el Fo­ro So­cial Mun­dial, jun­to al AFRI­COM y el im­pe­ria­lis­mo fran­cés pa­ra dis­cu­tir có­mo sos­te­ner un go­bier­no de uni­dad na­cio­nal pa­ra ex­pro­piar y que no triun­fe la re­vo­lu­ción de obre­ros, sol­da­dos y cam­pe­si­nos que ha­bía co­men­za­do en Ma­da­gas­car y se ex­tien­da al res­to de Áfri­ca del Sur.
Los pac­tos con el fas­cis­mo de la Me­dia Lu­na y el fren­te po­pu­lar en Bo­li­via, que acen­tua­ban la ex­pro­pia­ción de la re­vo­lu­ción bo­li­via­na, se hi­cie­ron co­mo ya vi­mos, co­mo en Pa­les­ti­na, con la trai­ción y pu­ña­la­das por la es­pal­da a la cla­se obre­ra de ese país.
Así se le ti­ró to­da la cri­sis a la cla­se obre­ra mun­dial. Se cer­ca­ron los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios con pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, con fren­tes po­pu­la­res y con una pér­fi­da po­lí­ti­ca de co­la­bo­ra­ción de cla­ses.
Así se im­pu­so lo que po­dría­mos lla­mar una ver­da­de­ra “es­ca­la mó­vil de sus­pen­sio­nes y des­pi­dos”. Es de­cir que ha­bía que acep­tar el des­pi­do del pro­ce­so pro­duc­ti­vo de mi­llo­nes de in­mi­gran­tes, obre­ros en ne­gro y con­tra­ta­dos; que ha­bía que acep­tar aquí y allá el cie­rre de su­cur­sa­les de las trans­na­cio­na­les, que de­ja­ran cen­te­na­res de mi­les de obre­ros en las ca­lles en to­do el mun­do. Al mis­mo tiem­po se im­pu­so una ver­da­de­ra “es­ca­la mó­vil de re­duc­ción sa­la­rial”, con la que el pro­le­ta­ria­do que­dó pro­du­cien­do el do­ble o el tri­ple que an­tes, pro­vo­can­do un enor­me au­men­to en la ta­sa de ex­plo­ta­ción de la cla­se obre­ra mun­dial y un en­gro­sa­mien­to de las fi­las de los de­so­cu­pa­dos con más de 500 mi­llo­nes de obre­ros que en el mun­do vie­ron per­der sus pues­tos de tra­ba­jo, con las má­qui­nas pa­rán­do­se por la im­po­ten­cia de un sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta en de­ca­den­cia y ban­ca­rro­ta.
Fue el ac­cio­nar de las di­rec­cio­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias y de los guar­dia­cár­ce­les agen­tes del ca­pi­tal al in­te­rior del mo­vi­mien­to obre­ro, las bu­ro­cra­cias sin­di­ca­les, los que per­mi­tie­ron -sos­te­ni­dos por iz­quier­da por los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” y de­más re­ne­ga­dos del trots­kis­mo- que el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta les ti­re has­ta hoy la bru­tal cri­sis a la cla­se obre­ra y a los pue­blos opri­mi­dos del mun­do. Lo vi­mos así en las olea­das de huel­gas con­tra la ca­res­tía de la vi­da y los des­pi­dos de Su­dá­fri­ca, Ar­gen­ti­na, Bra­sil, y en la Ge­ne­ral Mo­tors de EE.UU. En ca­da una de esas lu­chas se les ti­ró a los obre­ros la cri­sis de los ca­pi­ta­lis­tas y se les im­pu­so que, pa­ra sal­var­se co­mo cla­se, la cla­se obre­ra de­bía sal­var al ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis y no de­mo­ler­lo ni des­truir­lo en su ban­ca­rro­ta.
Eso per­mi­tió nue­vas ofen­si­vas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias por par­te de la bur­gue­sía con­tra la cla­se obre­ra.
Así, la pa­tro­nal im­pe­ria­lis­ta de Kraft, de­bía au­men­tar su co­ti­za­ción en la bol­sa de va­lo­res pa­ra con­se­guir el ca­pi­tal pa­ra com­prar­se Cad­bury y con­cen­trar en ese enor­me trust el 80% de la pro­duc­ción agroin­dus­trial del mun­do.
Su pa­trón, Wa­rren Buf­fet, ha­bía de­cla­ra­do en la bol­sa de va­lo­res “si hay una gue­rra de cla­ses en Amé­ri­ca, la es­ta­mos ga­nan­do no­so­tros” cuan­do man­da­ba a la po­li­cía y a los jue­ces ar­gen­ti­nos a re­pri­mir a los huel­guis­tas pa­ra im­po­ner el tur­no ame­ri­ca­no de 12 ho­ras y des­pe­dir a to­da la co­mi­sión in­ter­na de Kraft.
La cla­se obre­ra ar­gen­ti­na de­sa­rro­lla­ba una gran re­sis­ten­cia a es­te ata­que. Pe­ro es­ta fue en­tre­ga­da no por la bu­ro­cra­cia sin­di­cal, si­no por los par­ti­dos de la iz­quier­da re­for­mis­ta que fir­ma­ron la paz so­cial en el mi­nis­te­rio de tra­ba­jo con la pa­tro­nal de Kraft, se ne­ga­ron a cen­tra­li­zar los com­ba­tes de las ma­sas en lu­cha, y pu­sie­ron a los pies del mi­nis­te­rio de tra­ba­jo de Kirch­ner to­da la re­so­lu­ción del con­flic­to. Así im­pu­sie­ron que la gue­rra de cla­ses la si­ga ga­nan­do la pa­tro­nal, co­mo tam­bién lo hi­cie­ron en­cu­brien­do al gol­pe mi­li­tar en Hon­du­ras al ser par­te del “fren­te de­mo­crá­ti­co” con Ze­la­ya y los “bo­li­va­ria­nos”.
A par­tir de Kraft, co­men­zó otro gri­to de gue­rra de las trans­na­cio­na­les con­tra la cla­se obre­ra: “Aho­ra te des­pi­do cuan­do quie­ro, te to­mo cuan­do yo quie­ro, te pa­go cuan­to yo quie­ro, y tra­ba­jás las ho­ras que yo quie­ro”. Y di­je­ron “vol­ve­mos a Af­ga­nis­tán más fuer­tes, con 30.000 hom­bres más.”
Ba­jo es­tas con­di­cio­nes, las dis­pu­tas in­te­rim­pe­ria­lis­tas no se de­tie­nen un ins­tan­te. Ale­ma­nia, que ha­bía en­tra­do y he­cho enor­mes ne­go­cios con el Ta­li­bán por el opio pa­ra sus la­bo­ra­to­rios, cons­tru­yen­do es­cue­las y ca­mi­nos, fue pues­ta en ca­si­llas. EE.UU. man­dó a sus la­ca­yos chi­nos a lle­var­se el co­bre pa­ra que lo ven­dan ba­ra­to a sus trans­na­cio­na­les que fa­bri­can automóviles, elec­tró­ni­ca y com­pu­ta­do­ras, que aho­ra ven­den sus pro­duc­tos por mi­llo­nes en Chi­na a la nue­va cla­se me­dia y bur­gue­sía que sur­gió en ese país so­bre la ba­se de la mi­se­ria de mi­llo­nes de es­cla­vos chi­nos. Chi­na es aho­ra quien fi­nan­cia la cons­truc­ción de las ca­rre­te­ras, es­cue­las, etc. Así EE.UU. no po­ne un so­lo dó­lar y es el que se lle­va las ga­nan­cias.
Mien­tras las ca­ño­ne­ras apun­tan a Ye­men, el im­pe­ria­lis­mo ya co­mien­za a uti­li­zar co­mo en Ita­lia las ban­das fas­cis­tas pa­ra ata­car a lo más va­le­ro­so de la cla­se obre­ra ita­lia­na, los in­mi­gran­tes de co­lor, que ha­cen los peo­res tra­ba­jos. Es­tas hor­das fas­cis­tas so­lo se com­pa­ran con las guar­dias blan­cas que con­tro­lan la fron­te­ra de EE.UU. con Mé­xi­co que ase­si­nan a mi­les de in­mi­gran­tes de­ses­pe­ra­dos por año.
Es­tas nue­vas con­trao­fen­si­vas im­pe­ria­lis­tas fue­ron alen­ta­das y se sus­ten­tan en el agua que fue tirada al fue­go del com­ba­te del pro­le­ta­ria­do por par­te de las di­rec­cio­nes trai­do­ras.
Es con­tra es­ta pér­fi­da po­lí­ti­ca de quin­taco­lum­na en el mo­vi­mien­to obre­ro que emer­gie­ron los pro­ce­sos de lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas, so­bre los que ve­ni­mos in­sis­tien­do en es­te do­cu­men­to, que co­mo fe­nó­me­nos de van­guar­dia aún, an­ti­ci­pan que el pro­le­ta­ria­do de­be en­trar en lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas, en­fren­tar el cer­co de sus di­rec­cio­nes trai­do­ras y así de­rro­tar a go­bier­nos y re­gí­me­nes pa­ra con­quis­tar el pan y el tra­ba­jo y pa­rar la ca­res­tía de la vi­da.
En la si­tua­ción aún in­de­fi­ni­da, los des­te­llos re­vo­lu­cio­na­rios ba­sa­dos en la es­pon­ta­nei­dad de ma­sas man­tie­nen las pers­pec­ti­vas de triun­fo del pro­le­ta­ria­do mun­dial. Por el con­tra­rio, en el ac­cio­nar de las di­rec­cio­nes trai­do­ras que atan a los ex­plo­ta­dos a la suer­te de los ex­plo­ta­do­res, se con­cen­tran to­das las ten­den­cias a las de­rro­tas.
La cri­sis de di­rec­ción se exa­cer­ba a gra­dos ex­tre­mos. Trans­for­mar las ten­den­cias de la es­pon­ta­nei­dad -que ex­pre­san se­gún Le­nin lo em­brio­na­rio de lo cons­cien­te-, en una lu­cha po­lí­ti­ca de ma­sas, sig­ni­fi­ca re­do­blar las fuer­zas pa­ra cen­tra­li­zar las fi­las de los re­vo­lu­cio­na­rios y las fuer­zas sa­nas del mo­vi­mien­to trots­kis­ta in­ter­na­cio­nal, pa­ra dis­per­sar las fi­las de la V In­ter­na­cio­nal y de su quin­ta co­lum­na con­tra la cla­se obre­ra mun­dial.
Con es­tas lec­cio­nes, ba­jo es­tas ta­reas y es­tas ban­de­ras, mar­cha­mos al se­gun­do Con­gre­so de la FL­TI.
Es­ta vez, en es­ta ca­rre­ra de ve­lo­ci­dad sa­be­mos, co­mo lo dis­cu­ti­mos en nues­tro pri­mer Con­gre­so, que el re­for­mis­mo es­ta­lla­rá, por­que los már­ge­nes de con­ce­sio­nes se han achi­ca­do y el ca­pi­ta­lis­mo en cri­sis em­pu­ja a los re­for­mis­tas a ac­tuar co­mo car­ne­ros, rom­pe­huel­gas y sir­vien­tes de la con­tra­rre­vo­lu­ción de la bur­gue­sía. Es que, quie­nes ha­blan en nom­bre del mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio no pue­den im­pu­ne­men­te so­me­ter a la cla­se obre­ra a su ver­du­go y car­ne­rear abier­ta­men­te ca­da lu­cha del pro­le­ta­ria­do sin es­ta­llar y rom­per­se los dien­tes con­tra las ro­cas de la lu­cha de cla­ses.
Es que más y más de­ben cen­tra­li­zar­se las fi­las del re­for­mis­mo en una in­ter­na­cio­nal más y más cen­tra­li­za­da, por­que más y más hay que im­pe­dir que se ge­ne­ra­li­cen Tong­hua, Ling­zou, Pe­rú y los com­ba­tes de Mé­xi­co -co­mo ayer los de Kraft en Ar­gen­ti­na u hoy los de la Co­ca Co­la en Su­dá­fri­ca-; y por­que más y más el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta te­me a la re­vo­lu­ción que las con­di­cio­nes ob­je­ti­vas de la cri­sis ac­tual en­gen­dran per­ma­nen­te y re­cu­rren­te­men­te. Los re­for­mis­tas no vi­vi­rán en paz, ¡y no­so­tros y las ma­sas no los de­ja­re­mos vi­vir en paz!

En re­su­men, no fue la in­te­li­gen­cia de los ca­pi­ta­lis­tas y su sis­te­ma en ban­ca­rro­ta, ni sus go­bier­nos o di­ri­gen­tes po­lí­ti­cos “lú­ci­dos” los que han sal­va­do has­ta aho­ra es­te sis­te­ma pu­tre­fac­to. Los que sal­van a es­te sis­te­ma y sus es­ta­dos en ban­ca­rro­ta del odio y el em­ba­te de las ma­sas, son las bu­ro­cra­cias y aris­to­cra­cias obre­ras y di­rec­cio­nes trai­do­ras del pro­le­ta­ria­do que un pu­ña­do de pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas com­pran, pa­gán­do­les mi­ga­jas que se caen de las su­per­ga­nan­cias de los ca­pi­ta­lis­tas ob­te­ni­das de la su­pe­rex­plo­ta­ción del mun­do co­lo­nial y se­mi co­lo­nial.

Apoyado por la traición de la dirección del proletariado, el sistema capitalista imperialista logra un respiro y prepara nuevos y superiores ataques contra las masas.
El revisionismo en el marxismo le cubre la espalda

Las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, apo­ya­das en el G20 y en el FMI, sal­va­ron a los paí­ses del es­te eu­ro­peo del de­fault y del crac, so­me­tién­do­los al res­pal­do y al con­trol del FMI ba­jo la di­rec­ción nor­tea­me­ri­ca­na que, por aho­ra, im­pi­dió un que­bran­to ge­ne­ra­li­za­do por una deu­da im­pa­ga­ble que tie­nen to­dos es­tos paí­ses por más de un bi­llón de dó­la­res. Des­de Li­tua­nia y Le­to­nia has­ta Ucra­nia, Hun­gría, Ru­ma­nia, Po­lo­nia, etc., to­dos es­tán al bor­de de la ce­sa­ción de pa­gos. Asi­mis­mo, to­dos son ma­qui­la­do­ras ale­ma­nas y eu­ro­peas, aho­ra tam­bién es­tran­gu­la­dos por el amo im­pe­ria­lis­ta fi­nan­cie­ro del pla­ne­ta (EE.UU.), con una deu­da ex­ter­na y nue­vos acuer­dos con el FMI, con los que han que­da­do so­me­ti­dos con tri­ples ca­de­nas al im­pe­ria­lis­mo mun­dial.
Nues­tro Con­gre­so de fun­da­ción rea­fir­mó que EE.UU. ha­ría sen­tir su pe­so de po­ten­cia do­mi­nan­te mu­cho más en el pe­río­do de cri­sis que en el pe­río­do de ex­pan­sión y au­ge. Y eso es lo que es­tá pa­san­do. Tan­to Eu­ro­pa co­mo Ja­pón, con sus ban­cos, han que­da­do atra­pa­dos has­ta el cue­llo en la cri­sis de Wall Street.
To­do el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro eu­ro­peo fue arras­tra­do al crac, a la ce­sa­ción de pa­gos y a las cri­sis ban­ca­rias. Los es­ta­dos, emi­tien­do deu­da pú­bli­ca, va­cian­do las ar­cas de sus te­so­ros, han sal­va­do al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, que­dan­do to­tal­men­te en­deu­da­dos.
La re­ce­sión eu­ro­pea ya es cró­ni­ca y es­truc­tu­ral. Co­mo vi­mos, con el dó­lar de­va­lua­do se pro­vo­ca en esos paí­ses im­pe­ria­lis­tas una de­fla­ción de pre­cios. Las dis­cu­sio­nes son dos en la Eu­ro­pa im­pe­ria­lis­ta: có­mo y cuán­to va a ha­cer ca­da po­ten­cia pa­ra des­car­gar su cri­sis so­bre las ma­sas y sus zo­nas de in­fluen­cia. Es de­cir, quién va a pa­gar el cos­to de la ayu­da fi­nan­cie­ra a los ban­cos arrui­na­dos de Lon­dres, Frank­furt, Pa­rís, Ma­drid, Ho­lan­da, Bél­gi­ca, etc.
La cri­sis de ce­sa­ción de pa­gos de Gre­cia es so­bre to­do una cri­sis eu­ro­pea que la pa­ga­rán las ma­sas, o bien con in­fla­ción, o bien con ata­ques di­rec­tos a su ni­vel de vi­da y con­quis­tas his­tó­ri­cas, co­mo es­tá su­ce­dien­do hoy.
En Es­pa­ña el pro­le­ta­ria­do con­tem­pla ató­ni­to la pér­di­da de de­ce­nas de mi­les de pues­tos de tra­ba­jo, mien­tras su ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, ba­jo el man­do de la co­ro­na es­pa­ño­la, si­gue ha­cien­do fa­bu­lo­sos ne­go­cios y ju­go­sas su­per­ga­nan­cias en Amé­ri­ca La­ti­na, en Asia y Me­dio Orien­te.
Rea­fir­ma­mos que el im­pe­ria­lis­mo no sal­drá de es­ta, que es “LA CRI­SIS”, sin gue­rras, sin fas­cis­mo, pa­ra ha­cer­le pa­gar a las ma­sas has­ta el úl­ti­mo cen­ta­vo de las pér­di­das del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, y sin que ha­ya po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas ven­ce­do­ras y ven­ci­das. Afir­ma­mos que el mun­do ya ha si­do con­quis­ta­do y re­par­ti­do, co­mo plan­tean nues­tros do­cu­men­tos del con­gre­so, en dos gue­rras mun­dia­les y en el ’89 con la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en los ex es­ta­dos obre­ros, cues­tión es­ta que le apor­tó san­gre fres­ca al se­mi ca­dá­ver pu­tre­fac­to del sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial.
Rea­fir­ma­mos que el ’89 de­fi­nió la gue­rra y su do­ble ca­rác­ter al con­quis­tar, pa­ra la eco­no­mía mun­do, ba­jo el man­do nor­tea­me­ri­ca­no, los nue­vos mer­ca­dos de los ex es­ta­dos obre­ros. Pe­ro, no lo pu­do ha­cer exac­ta­men­te ba­jo las for­mas de Yal­ta, es de­cir con Ale­ma­nia y Ja­pón va­sa­llos de EE.UU., con una Fran­cia re­la­ti­va­men­te in­de­pen­dien­te y con una In­gla­te­rra aso­cia­da a la City de Wall Street. Los nue­vos mer­ca­dos am­plia­ron el ho­ri­zon­te de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas va­sa­llas de Yal­ta y sur­gió una po­de­ro­sa Ale­ma­nia uni­fi­ca­da en abier­ta dis­pu­ta, jun­to a Fran­cia, con­tra EE.UU., por el es­te eu­ro­peo, Me­dio Orien­te, Amé­ri­ca La­ti­na y Áfri­ca. El Ja­pón so­me­ti­do y li­ga­do a la ra­ma de pro­duc­ción mi­li­tar nor­tea­me­ri­ca­na de Yal­ta y la ge­ne­ra­li­za­ción de su pro­duc­ción a la ra­ma de pro­duc­ción ci­vil de pro­duc­tos de tec­no­lo­gía, se dis­lo­có de la lo­co­mo­to­ra nor­tea­me­ri­ca­na ya en los ’90. Así que­dó con su suer­te ata­da a los ne­go­cios del Pa­cí­fi­co, co­mo gran pres­ta­mis­ta fi­nan­cie­ro de las in­ver­sio­nes de las trans­na­cio­na­les en Chi­na, y dis­pu­tán­do­le in­clu­si­ve a Ale­ma­nia el pri­mer lu­gar co­mo ex­por­ta­dor de má­qui­nas-he­rra­mien­tas a ni­vel mun­dial, jun­to a la in­dus­tria au­to­mo­triz, y tras­la­dan­do, co­mo lo hi­zo en el úl­ti­mo pe­río­do, sus em­pre­sas de al­ta tec­no­lo­gía y de bie­nes de con­su­mo a Chi­na. Con ello au­men­tó su ta­sa de ex­plo­ta­ción y de ga­nan­cia, pa­ra ex­por­tar, tam­bién des­de allí, al mer­ca­do nor­tea­me­ri­ca­no.
Ja­pón, co­mo re­sul­ta­do de la gue­rra, ha ter­mi­na­do va­sa­llo y ocu­pa­do por EE.UU. pa­ra que ni se le ocu­rra dis­pu­tar un cen­tí­me­tro no au­to­ri­za­do del Pa­cí­fi­co, en don­de cir­cu­la el 30% del co­mer­cio de la eco­no­mía mun­dial ca­pi­ta­lis­ta, y ello se im­pu­so con dos bom­ba­zos ató­mi­cos que hi­cie­ron de­sa­pa­re­cer a dos ciu­da­des en­te­ras de Ja­pón. Aún así, la mi­no­ría de la FLTI afir­ma que jus­ta­men­te en el lu­gar en don­de EE.UU. com­ba­tió por el con­trol del mun­do, en el Pa­cí­fi­co, pue­de sur­gir un im­pe­ria­lis­mo chi­no que le dis­pu­te el mun­do sin que EE.UU. le ti­re dos bom­bas nu­clea­res.
Kautzky fes­te­ja, se ríe, aplau­de a sus epí­go­nos de hoy.
In­sis­ti­mos, EL MUN­DO YA HA SI­DO CON­QUIS­TA­DO, DI­VI­DI­DO Y RE­DI­VI­DI­DO CON EL RE­SUL­TA­DO DE YAL­TA Y POTS­DAM Y EL RE­SUL­TA­DO DEL ’89. El que plan­tea que el mun­do se pue­de vol­ver a di­vi­dir sin gue­rras es un vul­gar pa­ci­fis­ta y char­la­tán sir­vien­te de los im­pe­ria­lis­mos “de­mo­crá­ti­cos” que son los que pre­pa­ran, con Oba­ma a la ca­be­za, los peo­res ata­ques de la con­tra­rre­vo­lu­ción en el mun­do.

EE.UU. trans­for­mó al mun­do en su mer­ca­do in­ter­no. Con los nue­vos mer­ca­dos abier­tos hu­bo ne­go­cios y re­par­to pa­ra to­dos los im­pe­ria­lis­tas. Pe­ro tam­bién hu­bo enor­mes lu­chas co­mer­cia­les y dis­pu­tas in­te­rim­pe­ria­lis­tas en lo que he­mos de­no­mi­na­do el fin del pe­río­do de la ex­cep­cio­na­li­dad de Yal­ta -con un “su­pe­rim­pe­ria­lis­mo” nor­tea­me­ri­ca­no ro­dea­do de im­pe­ria­lis­mos va­sa­llos o se­cun­da­rios-, y en­tra­mos en un pe­río­do más nor­mal de do­mi­na­ción del im­pe­ria­lis­mo yan­qui co­mo do­mi­nan­te, con el im­pe­ria­lis­mo fran­coa­le­mán y ja­po­nés dis­pu­tán­do­le zo­nas de in­fluen­cia y ra­mas o sec­to­res de la eco­no­mía mun­do.
En 1914, Le­nin de­fi­nió que el mun­do había si­do re­par­ti­do. Esto sig­ni­fi­ca que las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­do han si­do con­cen­tra­das y con­tro­la­das por los trusts y los cár­tels, y el mo­no­po­lio y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, que son de ban­de­ra. Y que pa­ra vol­ver a re­par­tir­se el mun­do, las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas de­bían ha­cer gue­rras, co­mo su­ce­dió con Ale­ma­nia cuan­do fue se­pa­ra­da y des­pla­za­da de sus zo­nas de in­fluen­cia y lar­gó la Pri­mer Gue­rra Mun­dial.
La teo­ría mar­xis­ta del im­pe­ria­lis­mo afir­ma­ba que las mer­can­cías, por su cua­li­dad -es de­cir, por qué ne­ce­si­da­des hu­ma­nas sa­tis­fa­cen-, se agru­pan y se pro­du­cen en ra­mas de pro­duc­ción, que son mun­dia­les y con­tro­la­das por los mo­no­po­lios, los trusts y los cár­tels, tal co­mo las 7 her­ma­nas con­tro­lan la ra­ma pe­tro­le­ra, las ce­rea­le­ras el ne­go­cio de los ce­rea­les, co­mo su­ce­de con los la­bo­ra­to­rios far­ma­céu­ti­cos, con los au­to­mó­vi­les, etc. etc., in­clu­si­ve con la ma­dre de las ra­mas de pro­duc­ción en la épo­ca im­pe­ria­lis­ta que son las fuer­zas des­truc­ti­vas pa­ra la gue­rra.
En el con­gre­so de la FL­TI afir­má­ba­mos que el mun­do ya ha­bía si­do re­par­ti­do ba­jo es­tas con­di­cio­nes, y que es­ta cri­sis era LA CRI­SIS por­que ya no ha­bía más lu­gar en la eco­no­mía mun­do y en las ra­mas de pro­duc­ción pa­ra que en­tren a dis­pu­tár­se­las nue­vas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. Por el con­tra­rio, sos­te­nía­mos que so­bran po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, por­que no se sa­le de la cri­sis ni se re­cons­ti­tu­ye la ta­sa de ga­nan­cia, si las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­do no se con­cen­tran aún más en car­tels y trusts más po­de­ro­sos.
Y que las re­la­cio­nes en­tre los es­ta­dos, an­te el con­trol de esas ra­mas de pro­duc­ción por los im­pe­ria­lis­tas, ex­pre­sa­da en cuan­tas co­lo­nias o se­mi co­lo­nias tienen ba­jo su do­mi­nio. Por eso afir­ma­mos que era LA CRI­SIS, por­que so­bran po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. Y que el re­sul­ta­do de es­ta cri­sis se iba a re­sol­ver de acuerdo a qué po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta per­día zo­nas de in­fluen­cia y cuál las ga­na­ba y ter­mi­na­ba de so­me­ter con do­bles ca­de­nas al mun­do se­mi­co­lo­nial, co­men­zan­do por re­co­lo­ni­zar abier­ta y de­fi­ni­ti­va­men­te a Ru­sia y Chi­na.
Le­nin en su tra­ba­jo “El Im­pe­ria­lis­mo y la es­ci­sión del so­cia­lis­mo” es­cri­to en oto­ño de 1916, sin­te­ti­za mag­ní­fi­ca­men­te su de­fi­ni­ción de im­pe­ria­lis­mo de 1914, y define la nue­va épo­ca que sur­gía en la so­cie­dad de cla­ses, de­no­mi­na­da “Im­pe­ria­lis­mo, fa­se su­pe­rior del ca­pi­ta­lis­mo”. Ese bri­llan­te tra­ba­jo es una bo­fe­ta­da a cuan­to cu­ran­de­ro y char­la­tán ha apa­re­ci­do pa­ra ven­der­le nue­vas fór­mu­las sal­va­do­ras al pro­le­ta­ria­do. De allí par­ti­re­mos pa­ra dis­cu­tir con­tra los re­vi­sio­nis­tas que no par­ten de la cien­cia mar­xis­ta, si­no de las nue­vas mo­das ideo­ló­gi­cas sa­li­das de los ce­ná­cu­los de la bur­gue­sía con las que se in­fi­cio­na por me­dio de la aris­to­cra­cia y bu­ro­cra­cia obre­ra a la cla­se obre­ra mun­dial.
Allí Le­nin afir­ma: “Hay que em­pe­zar por de­fi­nir del mo­do más com­ple­to y más exac­to lo que es el im­pe­ria­lis­mo. El im­pe­ria­lis­mo es un pe­río­do his­tó­ri­co pe­cu­liar del ca­pi­ta­lis­mo. Tie­nes tres par­ti­cu­la­ri­da­des: El im­pe­ria­lis­mo es: 1) Ca­pi­ta­lis­mo mo­no­po­lis­ta; 2) Ca­pi­ta­lis­mo pa­ra­si­ta­rio o en des­com­po­si­ción; 3) Ca­pi­ta­lis­mo ago­ni­zan­te. La sus­ti­tu­ción de la li­bre con­cu­rren­cia por el mo­no­po­lio es el ras­go eco­nó­mi­co fun­da­men­tal, la esen­cia del im­pe­ria­lis­mo. El mo­no­po­lio se ma­ni­fies­ta en 5 as­pec­tos prin­ci­pa­les: 1) Cár­tels, sin­di­ca­tos y trusts; la con­cen­tra­ción de la pro­duc­ción ha al­can­za­do el gra­do que da ori­gen a es­tas aso­cia­cio­nes mo­no­po­lis­tas de ca­pi­ta­lis­tas; 2) Si­tua­ción mo­no­po­lis­ta de los gran­des ban­cos: de tres a cin­co ban­cos gi­gan­tes­cos ma­ne­jan to­da la vi­da eco­nó­mi­ca de Amé­ri­ca, de Fran­cia y de Ale­ma­nia; 3) Ocu­pa­ción de las fuen­tes de ma­te­rias pri­mas por los trusts y la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra (el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro es el ca­pi­tal in­dus­trial mo­no­po­lis­ta fun­di­do con el ca­pi­tal ban­ca­rio); 4) Se ha ini­cia­do el re­par­to (eco­nó­mi­co) del mun­do en­tre car­tels in­ter­na­cio­na­les. ¡Son ya más de cien los cár­tels in­ter­na­cio­na­les que do­mi­nan to­do el mer­ca­do mun­dial y se lo re­par­ten “ami­ga­ble­men­te”, mien­tras la gue­rra no lo ha­ya re­dis­tri­bui­do! La ex­por­ta­ción del ca­pi­tal, co­mo fe­nó­me­no par­ti­cu­lar­men­te ca­rac­te­rís­ti­co, a di­fe­ren­cia de la ex­por­ta­ción de mer­can­cías ba­jo el ca­pi­ta­lis­mo no mo­no­po­lis­ta, guar­da es­tre­cha re­la­ción con el re­par­to eco­nó­mi­co y po­lí­ti­co te­rri­to­rial del mun­do. 5) Ha ter­mi­na­do el re­par­to te­rri­to­rial del mun­do (co­lo­nias).”
Afir­ma­mos que Ru­sia y Chi­na en­tra­ron des­den­ta­das a la eco­no­mía mun­do. Ru­sia, con una de­va­lua­ción bru­tal del ru­blo, con una bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta que se ro­bó más de 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res, fu­gán­do­se­los al Ci­ti­bank y a la ban­ca Mor­gan, re­par­tién­do­se las em­pre­sas, apo­ya­dos en los ca­ño­nes del gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de agos­to de 1991 a ma­nos de ma­fias y ban­das de la vie­ja bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta, lle­van­do a ese país a dé­ca­das de atra­so, a una edad pro­me­dio de vi­da de 50 años y a gue­rras y ge­no­ci­dios co­mo los de Che­che­nia. Mien­tras en los Bal­ca­nes se asen­ta­ba la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta con ma­sa­cres co­mo la de Bos­nia y bom­bar­deos co­mo los de la OTAN.
Esa Ru­sia des­den­ta­da que per­dió Ucra­nia, Bie­lo­rru­sia, Le­to­nia, Li­tua­nia, Geor­gia, las ex re­pú­bli­cas mu­sul­ma­nas don­de exis­te el 40% de las re­ser­vas del pe­tró­leo, pla­ga­das de ba­ses mi­li­ta­res yan­quis, con el pe­tró­leo y el gas ma­ne­ja­do en un 49% de ac­cio­nes por empresas ale­ma­nas, es lla­ma­da pom­po­sa­men­te “Ru­sia im­pe­ria­lis­ta”.

Y a la Chi­na, que com­pra ma­te­rias pri­mas e in­su­mos de ce­rea­les, agroin­dus­tria, mi­ne­ra­les y bie­nes in­ter­me­dios en el mer­ca­do mun­dial y en el mun­do se­mi­co­lo­nial a las mis­mas trans­na­cio­na­les nor­tea­me­ri­ca­nas, aus­tra­lia­nas, ca­na­dien­ses, fran­ce­sas e in­gle­sas que con­tro­lan Áfri­ca y Amé­ri­ca La­ti­na, mien­tras su ma­no de obra ha si­do uti­li­za­da por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal pa­ra hun­dir el sa­la­rio del pro­le­ta­ria­do mun­dial co­mo ven­ta­ja com­pa­ra­ti­va, la lla­man pom­po­sa­men­te “im­pe­ria­lis­ta”.
Hay que de­cir­le la ver­dad al pro­le­ta­ria­do. Si com­pra, ven­de, cu­bre dé­fi­cit, sal­va ban­cos, pres­ta pa­ra la pro­duc­ción, com­pra a cuen­ta de ter­ce­ros y ad­mi­nis­tra ma­no de obra es­cla­va, eso no es ca­pi­ta­lis­mo mo­no­po­lis­ta, eso no es pa­ra­si­tis­mo: es tra­ba­jo a cuen­ta, es ser em­plea­do pri­vi­le­gia­do del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
Afir­ma­mos que el im­pe­ria­lis­mo sa­lió de su cri­sis de 1997-2001 (que en for­ma de es­pi­ral arra­sa­ba de In­do­ne­sia a EE.UU., Tur­quía y Ar­gen­ti­na con el de­fault del 2001) con un pro­ce­so de key­ne­sia­nis­mo mi­li­tar y gue­rras con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias. Tam­bién re­lo­ca­li­zan­do las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas en la eco­no­mía mun­dial de acuer­do a las ven­ta­jas com­pa­ra­ti­vas pa­ra la ex­plo­ta­ción pri­vi­le­gia­da de la fuer­za de tra­ba­jo, se­gún su can­ti­dad y cua­li­dad, y las ven­ta­jas com­pa­ra­ti­vas de las mo­ne­das pa­ra las ex­por­ta­cio­nes al mer­ca­do mun­dial. Así 600.000 em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas se ins­ta­la­ron en Chi­na, y el Si­lli­con Va­lley se tras­la­dó a pro­du­cir a la In­dia con sus em­pre­sas de tec­no­lo­gía de pun­ta, apro­ve­chan­do la cua­li­fi­ca­ción de la fuer­za de tra­ba­jo. Asi­mis­mo la in­dus­tria tex­til se ins­ta­ló en Pa­kis­tán y en Viet­nam, don­de las ma­nos chi­cas de cam­pe­si­nos y de ni­ños pue­den ser uti­li­za­das pa­ra la pro­duc­ción a gran es­ca­la del te­ji­do fi­no. La in­dus­tria au­to­mo­triz y la ar­ma­men­tís­ti­ca en­con­tra­ron ven­ta­jas de mo­ne­das de­va­lua­das pa­ra ins­ta­lar­se en el Mer­co­sur, en Amé­ri­ca La­ti­na.
Por otra par­te, ello sig­ni­fi­ca que mien­tras EE.UU. re­lo­ca­li­za­ba sus em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, Ale­ma­nia y la BASF mi­ra­ban ha­cia el es­te, y con la bur­gue­sía gran ru­sa co­mo so­cia me­nor, se que­da­ban con el gas y el pe­tró­leo que abas­te­ce a la Eu­ro­pa im­pe­ria­lis­ta, y abrían ver­da­de­ras ma­qui­la­do­ras y un ver­da­de­ro pa­tio tra­se­ro, en dis­pu­ta con EE.UU., en el gla­cis eu­ro­peo.
Ja­pón, el gran ex­por­ta­dor de má­qui­nas-he­rra­mien­tas, pres­ta­ba su ca­pi­tal con ta­sa ce­ro en los no­ven­ta, y aho­ra pa­só a pres­tar, a par­tir del 2001, a un 2% a las trans­na­cio­na­les que se ins­ta­lan en Chi­na. So­bre to­do, su ca­pi­tal se vol­có a in­ver­tir en un 5-7% cam­bian­do ye­nes por dó­la­res aus­tra­lia­nos y pa­ra in­ver­tir en la bol­sa de Shang­hai y la es­pe­cu­la­ción de la bur­bu­ja in­mo­bi­lia­ria chi­na, con­tro­la­da por las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas.
Es­ta com­bi­na­ción de ele­men­tos que per­mi­tió que el im­pe­ria­lis­mo sal­ga de una des­co­mu­nal cri­sis en el 2001-2003 tu­vo un mo­tor cen­tral en las con­trao­fen­si­vas mi­li­ta­res y las gue­rras del pe­tró­leo que man­da­ron a Irak y a Af­ga­nis­tán a la Edad Me­dia, que de­mo­lie­ron 3 ve­ces al Lí­ba­no y pu­sie­ron en ver­da­de­ros cam­pa­men­tos de es­cla­vos y ghet­tos peo­res que los de Var­so­via a las ma­sas pa­les­ti­nas. To­do es­to fue acom­pa­ña­do por el ac­cio­nar de las di­rec­cio­nes trai­do­ras, que im­pi­die­ron que los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios de los paí­ses se­mi­co­lo­nia­les se sin­cro­ni­za­ran con el pro­le­ta­ria­do de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas, que co­mo en Es­pa­ña, co­men­za­ban a pe­lear con­tra la par­ti­ci­pa­ción de sus paí­ses en la in­va­sión a Irak.
Es de­cir, co­mo di­cen nues­tros do­cu­men­tos fun­da­cio­na­les, Chi­na y Ru­sia no fue­ron más que san­gre fres­ca in­yec­ta­das a las ve­nas es­cle­ró­ti­cas del ca­pi­ta­lis­mo mun­dial de­ca­den­te, tal cual un se­mi-ca­dá­ver o un mo­ri­bun­do re­ci­be san­gre y oxí­ge­no, lo que le per­mi­tió vi­vir y ex­pan­dir­se por 4 ó 5 años has­ta que en el 2007, con la caí­da de la bol­sa de Shang­hai, co­men­za­ran los pri­me­ros pre in­far­tos de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial que hoy aún es­tá en cur­so.
En el ci­clo de ex­pan­sión del 2003 al 2007, Chi­na fi­nan­cia­ba los dé­fi­cits yan­quis com­prán­do­les con sus dó­la­res los bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no por más de un bi­llón de dó­la­res, que per­ma­nen­te­men­te tie­ne co­mo ries­go en su ban­co cen­tral. Mien­tras, EE.UU. se ga­ran­ti­za­ba con sus gue­rras el con­trol de la in­dus­tria pe­tro­le­ra y al­re­de­dor de las gue­rras el de­sa­rro­llo de la in­dus­tria de la cons­truc­ción; crean­do aquí y allá bur­bu­jas in­mo­bi­lia­rias, co­mo las que vi­mos es­ta­llar en el 2008 en EE.UU, lue­go en Du­bai en el 2009 y co­mo la que aho­ra ame­na­za a Shan­gai, atra­yen­do tal cual as­pi­ra­do­ra la ma­yo­ría de los ca­pi­ta­les del mun­do, in­clu­si­ve eu­ro­peo y ja­po­nés. Estos últimos fue­ron to­dos aga­rra­dos en la es­tam­pi­da fi­nan­cie­ra de Freddy Mac, Fanny Mae y las mal­di­tas man­za­nas de la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra de Wall Street. Los súper­ban­cos se gas­ta­ron a cuen­ta va­lo­res por 90 bi­llo­nes de dó­la­res que aún no han si­do pro­du­ci­dos por el tra­ba­jo hu­ma­no. En el 2007 pe­tro­le­ras co­mo la Ex­xon ga­na­ron, con la gue­rra de los re­pu­bli­cra­tas, con es­pe­cu­la­ción y emi­sión de tí­tu­los a fu­tu­ro, 140 mil mi­llo­nes de dó­la­res de ga­nan­cia bru­ta. Una so­la em­pre­sa im­pe­ria­lis­ta que dis­pu­ta la ra­ma pe­tro­le­ra mun­dial.
Pa­re­ce men­ti­ra que ha­ya tan­ta gen­te em­pe­ña­da en ocul­tar las súper­ga­nan­cias de las em­pre­sas de sus po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, gente que nos quie­re ha­cer creer que Chi­na, con in­ver­sio­nes di­rec­tas en el ex­tran­je­ro por 20 mil mi­llo­nes de dó­la­res, ya ha­bría con­quis­ta­do un ca­pi­tal fi­nan­cie­ro y que lo es­ta­ría ex­por­tan­do. Una ri­di­cu­lez. Un vuel­to de las trans­na­cio­na­les. Una ten­den­cia con­tra­rres­tan­te de las trans­na­cio­na­les pa­ra conse­guir y pro­du­cir, con fon­dos del es­ta­do chi­no, ma­te­rias pri­mas ba­ra­tas pa­ra su pro­duc­ción en ese país.
Le­nin y la III In­ter­na­cio­nal plan­tea­ban que el fac­tor eco­nó­mi­co más im­por­tan­te era la gue­rra. Así vi­mos a EE.UU. en la cri­sis de 1948 ac­tuar en la gue­rra de Co­rea, en la cri­sis del 65-66 en Viet­nam, en el 82-87 im­pul­sar la gue­rra de las ga­la­xias, y en la cri­sis del 2000-2001 en Irak y Af­ga­nis­tán. Le Mon­de Di­plo­ma­ti­que de sep­tiem­bre de 2009 se pre­gun­ta­ba: “¿Y cuál se­rá la gue­rra que sal­drá co­mo pro­duc­to de la cri­sis del 2007-2009?”, y se res­pon­de: “por aho­ra una nue­va vuel­ta de tuer­ca en Af­ga­nis­tán”.
Es que el im­pe­ria­lis­mo es eso: pa­ra­si­tis­mo y gue­rra pa­ra sal­var a los pa­rá­si­tos que vi­ven de cor­tar cu­po­nes sin tra­ba­jar y que, con sus cár­tels y trusts, con­tro­lan las ra­mas de la eco­no­mía mun­dial.
El pre­su­pues­to mi­li­tar de EE.UU. so­la­men­te pa­ra man­te­ner a su ejér­ci­to sub­sis­tien­do, sin gue­rras, es de­cir pa­ra man­te­ner to­dos sus co­man­dos en ope­ra­cio­nes en el mun­do, se ele­va a 700 mil mi­llo­nes de dó­la­res. Es­to es el equi­va­len­te a lo que pu­so el go­bier­no nor­tea­me­ri­ca­no pa­ra sal­var a los pa­rá­si­tos de Wall Street.
El im­pe­ria­lis­mo yan­qui vi­ve de un com­ple­jo mi­li­tar in­dus­trial que gas­ta el equi­va­len­te a lo que va­len las pe­tro­le­ras Ex­xon y Pe­tro­chi­na, más Mi­cro­soft jun­tas. Por ello EE.UU., esa nue­va Ro­ma im­pe­rial, que de­vi­no de la trai­ción y es­tran­gu­la­mien­to a la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria por el sta­li­nis­mo a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, es un mons­truo que ha cons­trui­do la prin­ci­pal sú­perem­pre­sa del mun­do con su apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar. Sin con­tar las 30 prin­ci­pa­les uni­ver­si­da­des nor­tea­me­ri­ca­nas, que tie­nen a ese com­ple­jo in­dus­trial mi­li­tar co­mo un clien­te cla­ve pa­ra el de­sa­rro­llo de la cien­cia y la tec­no­lo­gía PA­RA LA GUE­RRA.
Es­to es ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, pa­ra­si­ta­rio. Es­te se or­ga­ni­zó pa­ra la gue­rra y en los gran­des fon­dos de in­ver­sión al­re­de­dor de los súper­ban­cos de Wall Street. Esa ver­da­de­ra oli­gar­quía fi­nan­cie­ra mun­dial que por ca­da dó­lar de res­pal­do pa­lan­quea­ba 50 ó 60 ve­ces ese va­lor sin res­pal­do en su pa­tri­mo­nio, es de­cir, en es­pe­cu­la­ción, en com­pras de va­lo­res de com­mo­di­ties a fu­tu­ro, pa­ra ha­cer su­bir fic­ti­cia­men­te el va­lor de las em­pre­sas ce­rea­le­ras que con­tro­lan la eco­no­mía mun­dial en los gra­nos y la ga­na­de­ría, pa­ra ha­cer su­bir fic­ti­cia­men­te el va­lor del pe­tró­leo con sus gue­rras. De la mis­ma ma­ne­ra, lue­go, gi­ra­ron so­bre sí mis­mas con hi­po­te­cas so­bre hi­po­te­cas, ha­cien­do es­ta­llar las bur­bu­jas in­mo­bi­lia­rias.
¡Eso es im­pe­ria­lis­mo!, co­mo di­ce Le­nin, ¡PA­RA­SI­TIS­MO!… “De 3 a 5 ban­cos ma­ne­jan to­da la vi­da eco­nó­mi­ca de Amé­ri­ca, Fran­cia y Ale­ma­nia”. Gran de­fi­ni­ción. Un pu­ña­do de súper­ban­cos -que es­tán por en­ci­ma de to­dos los ban­cos co­mer­cia­les del mun­do- de fon­dos de in­ver­sión que es­tán en 4 man­za­nas de Wall Street, pla­ga­das de pa­rá­si­tos, co­mién­do­se be­ne­fi­cios que no es­ta­ban sus­ten­ta­dos por nin­gu­na mer­can­cía pro­du­ci­da por el tra­ba­jo hu­ma­no, de­mos­tra­ron en su ban­ca­rro­ta con­tro­lar en sus ma­nos 400 bi­llo­nes de dó­la­res del co­mer­cio mun­dial y te­ner ba­jo su res­guar­do el 37% del pa­que­te ac­cio­na­rio in­clu­si­ve de to­dos los ban­cos im­pe­ria­lis­tas de In­gla­te­rra, Ale­ma­nia, Fran­cia y Ja­pón.

El revisionismo, con el cuento de la “China imperialista”, quiere volver a ocultar lo que el crac mundial develó: las súperganancias y el parasitismo de la oligarquía financiera mundial

Va­mos a ha­blar de nú­me­ros con­cre­tos, ya que hoy en día es­tá tan en bo­ga el re­vi­sio­nis­mo de los lo­ros par­lan­chi­nes de la City de Wall Street y de Lon­dres. Quie­ren es­con­der la mu­gre pes­ti­len­te y las enor­mes súper­ga­nan­cias del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, mien­tras to­dos los días le quie­ren ha­cer creer a la cla­se obre­ra del mun­do que no hay dinero pa­ra sa­la­rios, pa­ra vi­vien­da ni pa­ra edu­ca­ción. Quie­ren des­viar la aten­ción de que son esos sú­per­ban­cos los que le han ro­ba­do el sa­la­rio, el tra­ba­jo, la dig­ni­dad y la vi­da a mi­les de mi­llo­nes de ex­plo­ta­dos del mun­do, y que son los que de­ben mo­rir pa­ra que la cla­se obre­ra y la so­cie­dad hu­ma­na vi­va.
La la­bor del re­vi­sio­nis­mo es im­pe­dir que el pro­le­ta­ria­do re­cuer­de y gra­be con le­tras de fue­go esas ci­fras mul­ti­mi­llo­na­rias con­cen­tra­das en tan po­cas ma­nos. De­ben im­pe­dir que el pro­le­ta­ria­do se en­te­re que de esa me­sa se caen las mi­ga­jas con las que se les pa­ga a las aris­to­cra­cias y bu­ro­cra­cias obre­ras de to­do el mun­do pa­ra ac­tuar co­mo guar­dia­cár­ce­les del pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Los 20 mil mi­llo­nes de dó­la­res de in­ver­sio­nes ex­tran­je­ras di­rec­tas que ha he­cho Chi­na -que nues­tra mi­no­ría de la FL­TI, de for­ma ver­gon­zo­sa, uti­li­za co­mo ar­gu­men­to pa­ra de­mos­trar que Chi­na “ex­por­ta ca­pi­tal fi­nan­cie­ro”- no son más que un vuel­to que no lle­ga ni al 10% de la sú­per­plus­va­lia arran­ca­da al pro­le­ta­ria­do chi­no. Es que a la gran ma­yo­ría de es­ta se la lle­van, co­mo en cual­quier país se­mi­co­lo­nial, las gran­des trans­na­cio­na­les que es­tán en Chi­na; la bur­gue­sía de los man­da­ri­nes chi­nos so­lo se lle­va una por­ción me­nor, por sus ser­vi­cios de guar­dia­cár­ce­les y ase­si­nos de la cla­se obre­ra y los ex­plo­ta­dos.
Quie­ren ocul­tar que los bo­li­va­ria­nos, las bur­gue­sías mu­sul­ma­nas y las bur­gue­sías del “so­cia­lis­mo de mer­ca­do” de Hu Jin­tao, jun­to a otras in­mun­di­cias es­cla­vis­tas, no son más que so­cios me­no­res de los ban­que­ros de Wall Street, Frank­furt y Pa­rís en el re­par­to de los ne­go­cios im­pe­ria­lis­tas.
El re­vi­sio­nis­mo de hoy quie­re vol­ver a ta­par, a cu­brir y se­llar ba­jo 7 lla­ves, las 4 man­za­nas de Wall Street, pa­ra que el pro­le­ta­ria­do mun­dial ol­vi­de que 8.000 fon­dos bui­tres y pa­ra­si­ta­rios de in­ver­sión pa­lan­quean y con­tro­lan 400 bi­llo­nes de dó­la­res del co­mer­cio mun­dial, y que cons­ti­tu­yen, co­mo di­ce Le­nin, una oli­gar­quía de súper­ban­cos que con­tro­lan el pla­ne­ta y los de­sig­nios del mun­do. Mien­tras que los ban­cos co­mer­cia­les más gran­des del mun­do con su­cur­sa­les abier­tas en to­dos los paí­ses-don­de se en­cuen­tran los ban­cos chi­nos, in­gle­ses, nor­tea­me­ri­ca­nos, ja­po­ne­ses, fran­ce­ses- no ca­pi­ta­li­zan más que 2 bi­llo­nes de dó­la­res.
“Chi­na y Ru­sia son im­pe­ria­lis­tas” chi­llan. Los re­vi­sio­nis­tas de­ben vol­ver a po­ner­le el man­to y el ve­lo a ese pu­ña­do de pa­rá­si­tos que vi­ven de cor­tar cu­po­nes en los paí­ses im­pe­ria­lis­tas so­bre la ba­se del sa­queo del mun­do se­mi co­lo­nial, y ocul­tar que son ellos los que ma­ne­jan el 80% de las fi­nan­zas y súper­ga­nan­cias del pla­ne­ta. Quie­ren ocul­tar­le a la cla­se obre­ra que los mi­llo­nes de dó­la­res y la ri­que­za que le ex­tra­je­ron es­tán en ma­nos de un pu­ña­do de pa­rá­si­tos a los que hay que de­rro­tar con la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria, por­que so­bra pa­ra sa­la­rio pa­ra to­dos, vi­vien­da pa­ra to­dos, re­duc­ción de la jor­na­da la­bo­ral pa­ra to­dos, y mu­cho más que eso ¡sí, pa­ra to­da la cla­se obre­ra del pla­ne­ta!
Co­mo lo re­co­no­ce el Fo­reign Af­fairs, los fon­dos de in­ver­sio­nes pa­lan­quea­ron más de 90 bi­llo­nes de dó­la­res sin res­pal­do, es de­cir que no tie­nen nin­gu­na con­tra­par­ti­da en va­lor real crea­do por el tra­ba­jo hu­ma­no. Eso significa que el ca­pi­ta­lis­mo se ha co­mi­do lo que aún no ha pro­du­ci­do. Allí don­de no ha­ya una mer­can­cía crea­da por tra­ba­jo hu­ma­no, no hay Dios ni Roc­ke­fe­ller que cree el va­lor.
Es­ta­mos ha­blan­do de 400 bi­llo­nes de dó­la­res de ope­ra­cio­nes cru­za­das en­tre es­ta su­peroli­gar­quía de ban­cos esen­cial­men­te nor­tea­me­ri­ca­nos con sus so­cios, la City de Lon­dres, en don­de el im­pe­ria­lis­mo ja­po­nés y ale­mán apos­ta­ron el to­do por el to­do des­de el 2001. Y fue­ron arras­tra­dos to­dos jun­tos a es­te 89, es­ta vez del im­pe­ria­lis­mo, que es­ta­lló en Wall Street.
Es­te es el sú­per ca­pi­tal fi­nan­cie­ro. Es­to es el im­pe­ria­lis­mo, al que Le­nin de­fi­nía re­su­mi­da­men­te co­mo “un pu­ña­do de pa­rá­si­tos que vi­ven del re­cor­te del cu­pón so­bre la ba­se de mi­llo­nes de es­cla­vos del mun­do se­mico­lo­nial”.
Le­nin afir­ma­ba en su tra­ba­jo “El im­pe­ria­lis­mo, fa­se su­pe­rior del ca­pi­ta­lis­mo”: “Es pro­pio del ca­pi­ta­lis­mo en ge­ne­ral el se­pa­rar la pro­pie­dad del ca­pi­tal y la apli­ca­ción de es­te a la pro­duc­ción, al se­pa­rar al ren­tis­ta que vi­ve so­lo de los in­gre­sos del ca­pi­tal mo­ne­ta­rio y al pa­tro­no y a to­das las per­so­nas que par­ti­ci­pan di­rec­ta­men­te en la ges­tión del ca­pi­tal”.
Y lue­go con­ti­núa: “El im­pe­ria­lis­mo, do­mi­nio del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, es el ca­pi­ta­lis­mo en su gra­do más al­to, en el que es­ta se­pa­ra­ción ad­quie­re pro­por­cio­nes in­men­sas. El pre­do­mi­nio del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro so­bre to­das las de­más for­mas de ca­pi­tal im­pli­ca el pre­do­mi­nio del ren­tis­ta y de la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra, la si­tua­ción des­ta­ca­da de unos cuan­tos es­ta­dos, do­ta­dos de po­ten­cia fi­nan­cie­ra, en­tre to­dos los de­más. El vo­lu­men de es­te pro­ce­so nos lo dan a co­no­cer los da­tos es­ta­dís­ti­cos de las emi­sio­nes de to­da cla­se de va­lo­res.”
Es­to es lo que ha­ce­mos no­so­tros en es­te tra­ba­jo: de­mos­trar que las “in­ver­sio­nes di­rec­tas” de Chi­na, o de la In­dia que es­tá por al­can­zar­la, no son más que un quin­to o mu­cho me­nos de las su­per­ga­nan­cias ex­traí­das a las se­mi­co­lo­nias por par­te del gran ca­pi­tal fi­nan­cie­ro.
Los man­da­ri­nes chi­nos van a com­prar­le a las trans­na­cio­na­les com­mo­di­ties y mi­ne­ra­les al mun­do se­mi­co­lo­nial y no se se­pa­ran del pro­ce­so de pro­duc­ción y ges­tión del ca­pi­tal, a di­fe­ren­cia de los 6 mi­llo­nes de pa­rá­si­tos de Wall Street (que vi­ven de cor­tar cu­po­nes de 400 bi­llo­nes de dó­la­res), que na­die co­no­ce quie­nes son. Lo de los man­da­ri­nes chi­nos por lo tan­to no es im­pe­ria­lis­mo, no es se­pa­ra­ción del pa­rá­si­to im­pe­ria­lis­ta de la ges­tión del ca­pi­tal, si­no que es ser un agen­te, em­plea­do y ges­tor del ca­pi­tal de la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra mun­dial. Eso es ser so­cio me­nor, co­mo cual­quier bur­gue­sía na­ti­va que ma­ni­pu­la y ma­ne­ja el ca­pi­tal co­mer­cial in­dus­trial o ban­ca­rio, a cuen­ta del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, co­mo de­mos­tra­re­mos lue­go. Es­ta­mos fren­te a ca­pa­ta­ces de ha­cien­da, co­mo son los man­da­ri­nes chi­nos.
Y jus­ta­men­te el rol de las di­rec­cio­nes trai­do­ras es ocul­tar­le es­ta ver­dad al pro­le­ta­ria­do mun­dial. Por­que qué obre­ro pue­de acep­tar una re­duc­ción sa­la­rial, no te­ner tra­ba­jo, la ex­pul­sión de un in­mi­gran­te, o el des­pi­do de un com­pa­ñe­ro si su di­rec­ción le di­ce que en 4 man­za­nas de Wall Street y la City de Lon­dres se ma­ne­jan 400 bi­llo­nes de dó­la­res anua­les del co­mer­cio mun­dial, de los cua­les 90 bi­llo­nes se los co­mie­ron un pu­ña­do de pa­rá­si­tos que no pro­du­cen y que vi­ven de cor­tar cu­po­nes. Es de­cir´, que es­tos pa­rá­si­tos se gas­ta­ron y se co­mie­ron ocho ve­ces lo que pro­du­ce EEUU en un año.
¡Hay que de­cir­les la ver­dad a los obre­ros chi­nos! ¡Hay que de­rro­car a los ca­pa­ta­ces del par­ti­do con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio agen­te del Ci­ti­bank, la ban­ca Mor­gan, la Re­nault, el Bun­desbank, de la V Re­pú­bli­ca fran­ce­sa y del san­gui­na­rio im­pe­ria­lis­mo ja­po­nés!
¡Bas­ta de es­con­der­les la sú­per­ga­nan­cia a los ca­pi­ta­lis­tas! ¡Di­ga­mos la ver­dad! ¡Las in­ver­sio­nes di­rec­tas de los man­da­ri­nes chi­nos y los ci­pa­yos de la In­dia son ape­nas vuel­tos de las trans­na­cio­na­les, es de­cir una por­ción me­nor que ellos se que­dan de la plus­va­lía ex­traí­da de la bru­tal su­pe­rex­plo­ta­ción de la cla­se obre­ra chi­na e in­dia!
En el 98 cuan­do rom­pía­mos el PTS, esos kautz­kis­tas de­cían, des­pués de 10 años de res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en la URSS, que no ha­bía ca­pi­ta­lis­mo en Ru­sia por­que es­te no fun­cio­na­ba nor­mal­men­te ya que ha­bía mu­chas ma­fias que fu­ga­ban ca­pi­ta­les al ex­te­rior. Los trots­kis­tas les de­cía­mos que pre­ci­sa­men­te eso es el ca­pi­ta­lis­mo: ban­das, pan­di­llas y ma­fias.
Si el ca­pi­ta­lis­mo en su sur­gi­mien­to hi­zo la acu­mu­la­ción ini­cial del ca­pi­tal con el pi­ra­ta Mor­gan y las cru­za­das, el im­pe­ria­lis­mo en su fa­se de­ca­den­te man­tie­ne sus súper­ga­nan­cias con gue­rras, a los ca­ño­na­zos, des­tru­yen­do; con ma­fias, ban­das y pan­di­llas que sa­quean el mun­do.

Es­ta te­sis del im­pe­ria­lis­mo es la que va­mos a de­fen­der. El im­pe­ria­lis­mo es pa­ra­si­tis­mo, con­trol de las zo­nas de in­fluen­cia y ba­ses mi­li­ta­res. Por­que so­lo así se sos­tie­nen el mo­no­po­lio y el trust que con­tro­lan la eco­no­mía mun­dial. Y, co­mo de­cía Le­nin, el im­pe­ria­lis­mo es esen­cial­men­te es­ci­sión del so­cia­lis­mo, es de­cir, que le paga a la aris­to­cra­cia obre­ra pa­ra que ocul­te an­te el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal las ga­nan­cias y su­per­ga­nan­cias que tiene el imperialismo.

En cada momento de las ondas expansivas del crac mundial, la economía capitalista buscó tendencias contrarrestantes que profundizaron el revisionismo en el marxismo

Pa­ra los trots­kis­tas, la ley de cau­sa­li­dad his­tó­ri­ca de­ci­si­va, de­ter­mi­nan­te, y en úl­ti­ma ins­tan­cia por lo cual se sos­tie­ne el ca­pi­ta­lis­mo, no reside en los fac­to­res ob­je­ti­vos si­no en los sub­je­ti­vos, es de­cir en la cri­sis de di­rec­ción del pro­le­ta­ria­do. Por ello afir­ma­mos que el ca­pi­ta­lis­mo no se cae­rá so­lo. Si el pro­le­ta­ria­do no lo de­rro­ca con una re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria a ni­vel mun­dial, se so­bre­vi­vi­rá con más bar­ba­rie y gue­rras.
Cuan­do el ci­clo de ex­pan­sión del 2001-2003 crea­ba la ima­gen de que se iba a un ci­clo ex­pan­si­vo de un mun­do “mul­ti­po­lar” -con un po­lo de de­sa­rro­llo en el Mer­co­sur con Bra­sil a la ca­be­za, otro en Chi­na y Asia, otro en Ru­sia y otro en EE.UU.-, la iz­quier­da im­pre­sio­nis­ta re­vi­sio­nis­ta mun­dial, tal cual lo­ros par­lan­chi­nes y ago­re­ros de la bo­nan­za del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, le de­cía al pro­le­ta­ria­do mun­dial que lo que se aproximaba era un ci­clo de ex­pan­sión de 50 años, su­pe­rior in­clu­si­ve a la ex­pan­sión ca­pi­ta­lis­ta de 1880 a 1914 que lle­va­ra a la so­bre­sa­tu­ra­ción de ca­pi­ta­les en los paí­ses ca­pi­ta­lis­tas avan­za­dos y al sur­gi­mien­to del im­pe­ria­lis­mo.
La cri­sis de di­rec­ción no es más que la so­brea­bun­dan­cia de di­rec­cio­nes trai­do­ras, y su ac­cio­nar es siem­pre pre­ce­di­do por el ve­ne­no de la re­vi­sión del mar­xis­mo que pre­pa­ra sus trai­cio­nes.
A di­fe­ren­cia del si­glo XX, es­ta vez el re­vi­sio­nis­mo no sur­gía ni de la so­cialde­mo­cra­cia ni del sta­li­nis­mo, si­no de las fi­las de la IV In­ter­na­cio­nal, que ter­mi­nó de po­ner­la de ro­di­llas an­te la bur­gue­sía y en­gen­dran­do el peor de los re­vi­sio­nis­mos.
Ya a par­tir del ´89, cuan­do caían las es­ta­tuas de Le­nin, es­tos sir­vien­tes y vo­ce­ros del ca­pi­tal le echa­ban la cul­pa de la ca­tás­tro­fe de la pér­di­da de los ex es­ta­dos obre­ros, de las ma­sa­cres co­mo en los Bal­ca­nes, de los ge­no­ci­dios co­mo en Bos­nia, Ar­me­nia, y de la ma­sa­cre en la pla­za de Tia­nan­men, al pro­gra­ma del trots­kis­mo y a la teo­ría del bol­che­vis­mo; des­pués de que ellos ha­bían si­do sir­vien­tes del sta­li­nis­mo en oc­ci­den­te y cóm­pli­ces de to­das sus trai­cio­nes des­de la sa­li­da mis­ma de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
Los re­ne­ga­dos del mar­xis­mo, en to­das sus hor­nea­das, se pre­pa­ra­ban pa­ra un ci­clo am­plio de ex­pan­sión, mien­tras en­te­rra­ban la re­vo­lu­ción ar­gen­ti­na, pa­les­ti­na, bo­li­via­na, las gue­rras na­cio­na­les co­mo en Pa­les­ti­na y en el Lí­ba­no, y so­me­tían a la cla­se obre­ra a las bur­gue­sías “de­mo­crá­ti­cas, pro­gre­sis­tas, bo­li­va­ria­nas y mu­sul­ma­nas”.
Es­tas di­rec­cio­nes que so­me­tían al pro­le­ta­ria­do a la bur­gue­sía eran las mis­mas que prea­nun­cia­ban- pa­ra jus­ti­fi­car sus trai­cio­nes- que el ca­pi­ta­lis­mo iba a pro­gre­sar y que se le po­dían arran­car con­quis­tas en un “mun­do mul­ti­po­lar”. Y es­tos des­fa­cha­ta­dos lo de­cían en el 2003, cuan­do se ma­sa­cra­ba en Ma­zar-i-Sha­riff y se man­da­ba a Af­ga­nis­tán a la Edad Me­dia.
Se rom­pie­ron los dien­tes con­tra la cru­da rea­li­dad de la vi­da, cuan­do el crac gol­pea­ba Chi­na, hun­día Aus­tra­lia, y tal cual pre-in­far­tos gol­pea­ba de nue­vo al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ja­po­nés. LA CRI­SIS y la ca­tás­tro­fe mun­dial co­men­zó nue­va­men­te co­mo cri­sis asiá­ti­ca igual que en 1997-2001; se con­cen­tra­ba la ma­yor es­pe­cu­la­ción fi­nan­cie­ra pa­ra­si­ta­ria del ca­pi­tal que ya co­men­za­ba a re­ti­rar sus ca­pi­ta­les de Chi­na por la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia y bus­ca­ba ins­ta­lar­se en In­dia, Viet­nam y Cen­troa­mé­ri­ca, con nue­vas ma­qui­la­do­ras que man­tu­vie­ran hun­di­do el va­lor de la fuer­za de tra­ba­jo a ni­vel mun­dial.
Y cuan­do es­ta­lla­ban es­tos pri­me­ros in­far­tos de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, los char­la­ta­nes de­cían: “la cri­sis no lle­gó a la eco­no­mía real, son me­ras cri­sis de la bol­sa”. Ellos no eran obre­ros chi­nos, ja­po­ne­ses, aus­tra­lia­nos, nor­tea­me­ri­ca­nos o eu­ro­peos que co­men­za­ban a per­der sus pues­tos de tra­ba­jo, a los que les au­men­ta­ban la pas­ta y su­frían la ca­res­tía de la vi­da co­mo en Ita­lia, y les em­peo­ra­ban sus con­di­cio­nes de tra­ba­jo.
¿Ven? -nos de­cían- el ca­pi­ta­lis­mo man­tie­ne to­do su vi­gor, to­da su po­ten­cia­li­dad. Y en­tu­sias­ma­dos re­petían: “es una cri­sis cí­cli­ca más”.
El pe­tró­leo es­ta­ba a 140 dó­la­res. Los ce­rea­les, co­mo la so­ja, es­ta­ban en su ni­vel his­tó­ri­co más al­to. Así en­cu­brían que gran­des ma­sas de ca­pi­ta­les sa­lían del pro­ce­so pro­duc­ti­vo y es­pe­cu­la­ban con el pre­cio de los com­mo­di­ties y sus va­lo­res a fu­tu­ro.
El re­vi­sio­nis­mo en el mar­xis­mo que­ría man­te­ner sus po­si­cio­nes ideo­ló­gi­cas en el cam­po de ba­ta­lla, pe­ro es­tas eran ba­rri­das co­mo un cas­ti­llo de are­na por la ma­rea cuan­do su­be. Caía la bol­sa de Wall Street, se hun­dían los su­per­ban­cos y lo que que­da­ba an­te los ojos de las ma­sas era que el rey es­ta­ba des­nu­do y que real­men­te es­tá­ba­mos fren­te a LA CRI­SIS eco­nó­mi­ca mun­dial; que el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro se ha­bía gas­ta­do lo que el tra­ba­jo hu­ma­no aún no ha­bía pro­du­ci­do, por un va­lor de 90 bi­llo­nes de dó­la­res. Estos fue­ron sub­ven­cio­na­dos por los es­ta­dos pa­ra im­pe­dir la quie­bra ge­ne­ra­li­za­da del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, pro­fun­di­zan­do el sa­queo del mun­do se­mi­co­lo­nial; y a su vez con emi­sión de tí­tu­los de deu­da de esos es­ta­dos. Hoy, se pre­pa­ran nue­vos de­faults, nue­vas quie­bras, nue­vas ce­sa­cio­nes de pa­gos, co­mo en Gre­cia, co­mo en Du­bai, co­mo ayer lo hicieran en los paí­ses del Gla­cis, y que hoy ame­na­zan con gol­pear a Ita­lia, Es­pa­ña y Por­tu­gal, co­mo la ma­rea que su­be y ya arre­me­te con­tra las de­fen­sas más dé­bi­les que son las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas me­no­res; potencias que tam­bién son las que de­be­rán pa­gar la cri­sis de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas que pe­lean por ser las ven­ce­do­ras en la cri­sis ac­tual.
EE.UU., con­tra lo que di­cen los im­bé­ci­les de siem­pre so­bre su de­ca­den­cia, le­jos de per­der he­ge­mo­nía, en me­dio de su cri­sis no ha he­cho más que atraer, co­mo po­ten­cia do­mi­nan­te, la ma­yor can­ti­dad de ca­pi­ta­les del mun­do pa­ra cu­brir su dé­fi­cit de la ba­lan­za co­mer­cial, de su te­so­ro, de su re­ser­va fe­de­ral, de su gas­to pú­bli­co. Co­mo en un jue­go de me­sa, to­dos po­nen. 14 bi­llo­nes de dó­la­res in­gre­sa­ron a EE.UU. en el mo­men­to de la cri­sis más gra­ve de su his­to­ria. Es que, co­mo di­ce Trotsky, la po­ten­cia do­mi­nan­te ha­ce va­ler más su po­de­río en el ci­clo de cri­sis que en el ci­clo de ex­pan­sión y cre­ci­mien­to.
Los re­vi­sio­nis­tas, que han ro­to con el mar­xis­mo, no han com­pren­di­do ni com­pren­den que el po­de­río de una po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta es­tá de­ter­mi­na­do por las zo­nas de in­fluen­cia que con­tro­la y por la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo que ha con­quis­ta­do; es de­cir, por esa ten­den­cia his­tó­ri­ca de la ci­vi­li­za­ción hu­ma­na y de los dis­tin­tos mo­dos de pro­duc­ción que es­ta ge­ne­ró, de arran­car a la na­tu­ra­le­za en me­nos tiem­po la ma­yor can­ti­dad de pro­duc­tos ne­ce­sa­rios pa­ra la sa­tis­fac­ción de las ne­ce­si­da­des hu­ma­nas.
Esa ten­den­cia a au­men­tar la tec­no­lo­gía, la cua­li­dad de la ma­qui­na­ria, a me­jo­rar la uti­li­za­ción de la fuer­za de tra­ba­jo en el pro­ce­so pro­duc­ti­vo y su cua­li­fi­ca­ción; esa ten­den­cia a sa­car en cual­quier lu­gar del mun­do la pro­duc­ción, apro­ve­chan­do las ven­ta­jas com­pa­ra­ti­vas de las fuen­tes de ma­te­rias pri­mas, de la si­tua­ción de la mo­ne­da de­va­lua­da pa­ra la ex­por­ta­ción; esa ca­pa­ci­dad de pro­du­cir y tras­la­dar la mer­can­cía “jus­to a tiem­po”, es lo que cons­ti­tu­ye lo que el mar­xis­mo ha de­no­mi­na­do pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo.
Por eso, las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas do­mi­nan­tes son las que tie­nen las ca­ño­ne­ras más po­de­ro­sas, los ejér­ci­tos más fuer­tes y la más al­ta pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo.
Marx de­fi­nió dis­tin­tas le­yes que ri­gen la eco­no­mía bur­gue­sa. Las es­tu­dió y las de­fi­nió pa­ra ex­pli­car porqué un sis­te­ma tan anár­qui­co, en el que mi­llo­nes de pro­duc­to­res van al mer­ca­do a com­prar o ven­der sus pro­duc­tos, fun­cio­na de ma­ne­ra tan apa­ren­te­men­te sin­cro­ni­za­da.
Es­tu­dió la mer­can­cía, y con ella la ley del va­lor que re­gu­la to­das las tran­sac­cio­nes de la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta, cu­ya con­tra­dic­ción fun­da­men­tal se en­cuen­tra en el pro­ce­so de pro­duc­ción.
Co­mo con­se­cuen­cia de ello, Marx de­fi­nió la lu­cha in­ce­san­te por au­men­tar la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, que guía to­do el ac­cio­nar del ca­pi­ta­lis­mo, co­mo así tam­bién de to­dos los mo­dos de pro­duc­ción pre­ce­den­tes.
Por ello, en sus in­for­mes en los con­gre­sos de la III In­ter­na­cio­nal, Trotsky de­fi­nía que la ley de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo es tan im­por­tan­te pa­ra la so­cie­dad hu­ma­na co­mo la de la gra­vi­ta­ción pa­ra la me­cá­ni­ca.
Trotsky afir­ma­ba, jun­to con la III In­ter­na­cio­nal, que la lu­cha por la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo en el si­glo XIX to­mó prin­ci­pal­men­te la for­ma de la li­bre com­pe­ten­cia y que man­tu­vo un equi­li­brio di­ná­mi­co en la épo­ca re­for­mis­ta del ca­pi­ta­lis­mo, a tra­vés de las cri­sis cí­cli­cas por ago­ta­mien­to de ma­qui­na­ria.
Pe­ro jus­ta­men­te esa com­pe­ten­cia con­du­jo a una mons­truo­sa con­cen­tra­ción a fin del ci­clo ex­pan­si­vo de 1880-1914 con la emer­gen­cia de los trusts y las cor­po­ra­cio­nes que pa­sa­ron a con­tro­lar y pla­ni­fi­car la eco­no­mía mun­do y sus ra­mas de pro­duc­ción, que que­da­ron ba­jo el con­trol del pa­ra­si­tis­mo del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro.
Pa­ra Trotsky y el mar­xis­mo, el ca­pi­ta­lis­mo de la li­bre com­pe­ten­cia lle­ga­ba a su fin: el mun­do ya ha­bía si­do re­par­ti­do y se vol­vía a re­par­tir me­dian­te gue­rras de los cár­tels, trusts y mo­no­po­lios.
Se aca­bó la épo­ca de la li­bre com­pe­ten­cia que per­mi­tía nue­vos pro­ce­sos de con­cen­tra­ción del ca­pi­tal, se­ño­res re­for­mis­tas y re­vi­sio­nis­tas. Es­ta­mos en la épo­ca del con­trol de las ra­mas de pro­duc­ción y las zo­nas de in­fluen­cia en el mun­do por par­te del mo­no­po­lio y el trust, y de sus ca­ño­ne­ras.
Nos quie­ren ha­cer creer a los mar­xis­tas que vol­vi­mos a la épo­ca re­for­mis­ta de la li­bre com­pe­ten­cia en­tre los mo­no­po­lios es­ta­ta­les chi­nos y las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas que con­tro­lan las ra­mas de pro­duc­ción y las zo­nas de in­fluen­cia a los ti­ros lim­pios. Al de­cir de Trotsky, ya ha lle­ga­do a su fin la épo­ca del li­be­ra­lis­mo eco­nó­mi­co en la fa­se de ago­nía del ca­pi­tal y ya ha­ce ra­to que la li­bre com­pe­ten­cia “es una ga­lli­na que em­po­lló no un po­lli­to, si­no un co­co­dri­lo”, y co­mo él afir­ma­ba, “no hay que asom­brar­se que es­ta no pue­da ma­ne­jar a su cría”.
Es­ta­mos fren­te a co­rrien­tes re­vi­sio­nis­tas, ya sea en sus va­rian­tes ca­tas­tro­fis­tas o pa­ci­fis­tas, a quienes de­nun­cia­mos por pintar un avan­ce pro­gre­si­vo en el mo­do de pro­duc­ción ca­pi­ta­lis­ta en el pla­ne­ta, y la per­ma­nen­cia aún del li­bre cam­bis­mo, de la li­bre com­pe­ten­cia y el de­sa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. Y las de­nun­cia­mos por que­rer pin­tar­nos un mo­do de pro­duc­ción al que aún le fal­ta ago­tar su po­ten­cia­li­dad en la his­to­ria, cuan­do en rea­li­dad es­ta­mos pre­sen­cian­do sus peo­res cri­sis, gue­rras y ca­tás­tro­fes.
El im­pe­ria­lis­mo es la des­truc­ción per­ma­nen­te de fuer­zas pro­duc­ti­vas, y el au­men­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo es­tá li­ga­do al de­sa­rro­llo de fuer­zas des­truc­ti­vas.
EE.UU., que im­pu­so la lí­nea de pro­duc­ción for­dis­ta, que de­mos­tró su­pe­rar con cre­ces la lí­nea de pro­duc­ción in­gle­sa o ale­ma­na, se im­pu­so co­mo po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta do­mi­nan­te a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, mien­tras que In­gla­te­rra ha­bía sur­gi­do a fi­nes del si­glo XIX y prin­ci­pios del si­glo XX co­mo po­ten­cia do­mi­nan­te por­que con su ar­ma­da ma­ne­ja­ba el co­mer­cio mun­dial a los bom­ba­zos lim­pios.
EE.UU. en­tra­rá en de­ca­den­cia si es la po­ten­cia de­rro­ta­da y ven­ci­da en la cri­sis mun­dial. Pe­ro has­ta aho­ra es la triun­fa­do­ra; es la que le es­tá ti­ran­do su cri­sis a to­do el mun­do, co­mo lo de­mues­tra el nue­vo y te­rri­ble en­deu­da­mien­to de los es­ta­dos im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peos. La par­ti­cu­la­ri­dad de EE.UU. co­mo po­ten­cia do­mi­nan­te, por la que han ido 14 bi­llo­nes de dó­la­res a sal­var­lo des­de que co­men­za­ra su cri­sis his­tó­ri­ca, es que allí es don­de es­tán las fuer­zas des­truc­ti­vas más po­de­ro­sas del pla­ne­ta, so­bre las que se po­drá re­cons­ti­tuir la ta­sa de ga­nan­cia ba­sa­da en la gue­rra y la des­truc­ción. El ca­pi­tal sa­be es­to y no es son­so. Es co­bar­de, pe­ro no es son­so.
Es­to es lo que ex­pli­ca la enor­me afluen­cia de ca­pi­ta­les a EE.UU., la al­tí­si­ma pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo de sus 30 uni­ver­si­da­des pro­du­cien­do al­ta tec­no­lo­gía pa­ra los mo­no­po­lios y los trusts pro­vee­do­res del es­ta­do nor­tea­me­ri­ca­no, que lue­go pue­den ge­ne­ra­li­zar su pro­duc­ción a ra­mas de pro­duc­ción ci­vi­les, a cos­to ce­ro, fi­nan­cia­do por el es­ta­do nor­tea­me­ri­ca­no.
Por ello, a di­fe­ren­cia del res­to de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, en la cri­sis en EE.UU., le­jos de re­tro­ce­der, au­men­ta la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo.
Se­gún los da­tos del Fo­reign Af­fairs, la pro­duc­ti­vi­dad de la in­dus­tria au­men­tó en EE.UU. un 13,4% en el ter­cer tri­mes­tre del año. El PBI in­dus­trial cre­ció un 5,2 % en ese pe­río­do y la pro­duc­ti­vi­dad tu­vo un au­ge del 8,1%, el ma­yor in­cre­men­to des­de el ter­cer tri­mes­tre del 2003. En EE.UU. au­men­ta la pro­duc­ti­vi­dad en las fa­ses re­ce­si­vas. En el cuar­to tri­mes­tre del 2008, el PBI ca­yó un 6,6% y la pro­duc­ti­vi­dad au­men­tó un 3,2%. Y cuan­do la eco­no­mía se re­cu­pe­ra, si­gue au­men­tan­do. En el ter­cer tri­mes­tre del 2009 el PBI in­dus­trial au­men­tó un 2,8% y la pro­duc­ti­vi­dad un 8,1%.
Por eso, EE.UU. es la po­ten­cia do­mi­nan­te. Su pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo au­men­ta en los ci­clos de as­cen­so y de re­tro­ce­so. Y ello es por­que ma­ne­ja la ma­yor con­cen­tra­ción de fuer­zas des­truc­ti­vas y de ca­pi­tal fi­nan­cie­ro del mun­do.
Da ri­sa, y a ve­ces lás­ti­ma, es­cu­char a los char­la­ta­nes que ha­blan de la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta” cuan­do uno ve a los Hu Jin­tao y de­más sir­vien­tes del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro im­pe­ria­lis­ta su­pli­car en la cum­bre “con­tra el efec­to in­ver­na­de­ro” nue­vas tec­no­lo­gías “no con­ta­mi­nan­tes”, que solo las tie­ne EE.UU., la Shell y el Pen­tá­go­no, pa­ra trans­for­mar aho­ra la lim­pie­za del pla­ne­ta en el ne­go­cio más gran­de de las trans­na­cio­na­les, co­mo ayer fue­ra su des­truc­ción, co­mo lo vol­ve­rá a ser en la gue­rra.
Una pri­me­ra con­clu­sión de es­tos da­tos, se­gún pro­nos­ti­ca el es­ta­do ma­yor im­pe­ria­lis­ta, es que la pro­duc­ti­vi­dad post cri­sis de EE.UU. es de un 10% a un 15% su­pe­rior a la de la Unión Eu­ro­pea y Ja­pón. Ello pue­de ha­cer pro­du­cir a EE.UU. en la ra­ma de pro­duc­ción que a él le in­te­re­se de for­ma más ba­ra­ta, con me­nor cos­to, y que­dán­do­se con la plus­va­lía del res­to de las bur­gue­sías en el mer­ca­do mun­dial, in­clu­yen­do a Chi­na, por­que en úl­ti­ma ins­tan­cia el mun­do es su mer­ca­do in­ter­no.
Es­ta es la ten­den­cia que ani­da en las pers­pec­ti­vas de sa­li­da de la cri­sis de es­te sis­te­ma pu­tre­fac­to con la crea­ción de una nue­va di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo. Con un EE.UU. ex­por­ta­dor, cu­yo dó­lar de­va­lua­do, arro­jan­do in­fla­ción mun­dial, le per­mi­te in­clu­si­ve co­par ra­mas de pro­duc­ción de otras po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas y dis­pu­tár­se­las en to­da la eco­no­mía mun­do.
Por ello, ese nue­vo Kuo­min­tang chi­no de bur­gue­ses es­cla­vis­tas y ase­si­nos de obre­ros, en­tre­ga­do­res de la na­ción chi­na, aso­cia­dos a EE.UU. y al im­pe­ria­lis­mo mun­dial, han afir­ma­do que ellos so­lo pue­den ser el se­gun­do her­ma­no de EE.UU. y del res­to de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. Es de­cir, no el pri­mo­gé­ni­to si­no el en­car­ga­do de cui­dar a la viu­da si es­te se mue­re.
Así es­tán las co­sas en es­te pla­ne­ta: en ban­ca­rro­ta, de­bi­do al sis­te­ma im­pe­ria­lis­ta mun­dial y a la trai­ción de la di­rec­ción del pro­le­ta­ria­do que le im­pi­de de­rri­bar al ca­pi­ta­lis­mo en el mo­men­to en que es­te es­tá en una fa­se de ago­nía mor­tal.
Así EE.UU., de­va­luan­do su mo­ne­da, de­vuel­ve los ser­vi­cios pres­ta­dos con in­fla­ción a la eco­no­mía mun­dial, me­jo­ra sus ven­ta­jas com­pa­ra­ti­vas pa­ra la ex­por­ta­ción y pro­vo­ca de­fla­ción de pre­cios en Eu­ro­pa. De es­ta ma­ne­ra, im­po­ne gra­dual­men­te e in­ten­ta re­cons­ti­tuir una nue­va di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo, que le per­mi­ta re­com­po­ner su ta­sa de ga­nan­cia, ex­por­tan­do pa­ra ni­chos del mer­ca­do mun­dial, trans­for­man­do a Chi­na no so­lo en su ex­por­ta­do­ra y en la ma­qui­la­do­ra de sus em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas si­no tam­bién aho­ra en im­por­ta­do­ra de ma­te­rias pri­mas, pa­ten­tes y mi­ne­ra­les, que las mis­mas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, y so­bre to­do EE.UU., pro­du­cen a ni­vel mun­dial y en Chi­na.

 

Capitulo III

La FLTI en pie de guerra contra el revisionismo en el marxismo que intenta justificar la traición a la revolución proletaria mundial y las ofensivas contrarevolucionarias del imperialismo

China y la India: ¿El engaño de las cacatúas del imperialismo sobre la nueva locomotora de la economía mundo? ¿O tan solo una tendencia contrarestante en el medio del marasmo de la economía mundial?

 

El imperialismo yanqui se viste de Obama y los oportunistas del marxismo devenidos en empirocriticistas se visten de dialécticos.

En la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na, in­fluen­cia­da por la oba­ma­ma­nía, se da una par­ti­cu­la­ri­dad. Es­ta iz­quier­da, asus­ta­da por la cri­sis del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, más bien com­pun­gi­da y con­mo­vi­da por la mis­ma, le quie­re ha­cer creer al pro­le­ta­ria­do mun­dial que el mun­do no es­tá re­par­ti­do y mu­cho me­nos que el nue­vo re­par­to se­rá a los ti­ros (al de­cir de Le­nin y la III In­ter­na­cio­nal). Quie­re ha­cer­le creer al pro­le­ta­ria­do mun­dial que en los in­ters­ti­cios de la eco­no­mía mun­do ha sur­gi­do –co­mo el co­ne­jo de la ga­le­ra de un ma­go o de las al­qui­mias del ma­go Mer­lín– una Chi­na im­pe­ria­lis­ta que es ca­paz, en su ex­pan­sión, de dis­pu­tar­le a EE.UU. to­das sus zo­nas de in­fluen­cia a ni­vel mun­dial.
Al­gu­nos son cui­da­do­sos. Así, el SWP de In­gla­te­rra, plan­tea so­la­pa­da­men­te, en re­fe­ren­cia a las zo­nas de in­fluen­cia de EE.UU, que Chi­na “por lo me­nos en Amé­ri­ca La­ti­na, se las em­pe­zó a dis­pu­tar”. En cam­bio otros, co­mo Wor­kers Po­wer, So­cia­list Fight y de­más “alas iz­quier­da” de los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” an­glo­yan­quis ya han co­men­za­do a plan­tear de for­ma des­ca­ra­da que Chi­na irrum­pió en la eco­no­mía mun­do tal co­mo lo hi­cie­ra Ale­ma­nia en 1914 dis­pu­tán­do­le el mun­do a In­gla­te­rra, o co­mo EE.UU. en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial que­dán­do­se con el mun­do pa­ra sí. Pe­ro se­gún to­dos es­tos re­vi­sio­nis­tas, Chi­na no lo ha­ría a los ti­ros, si­no de for­ma pa­cí­fi­ca. Se­gún es­tos char­la­ta­nes, Chi­na es­ta­ría adue­ñán­do­se de ma­ne­ra pa­cí­fi­ca de to­das las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­dial y de to­das las zo­nas de in­fluen­cia. “¿Y Ja­pón, Fran­cia, Ale­ma­nia?: Re­sig­na­dos im­pe­ria­lis­mos de se­gun­da”.
Tal cual pro­fe­so­res apo­ca­líp­ti­cos, con su de­do pa­ra­do, ya han sen­ten­cia­do que un nue­vo im­pe­ria­lis­mo pro­ta­go­ni­za to­das las dis­pu­tas in­te­rim­pe­ria­lis­tas del mun­do y que es el res­pon­sa­ble del hun­di­mien­to del sa­la­rio y de la pér­di­da de pues­tos de tra­ba­jo de la cla­se obre­ra de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas, so­bre to­do de EE.UU.
Es­ta­mos fren­te a un nue­vo re­vi­sio­nis­mo co­mo el que en el 2003 y 2005 prea­nun­cia­ba un mun­do mul­ti­po­lar con un ci­clo de ex­pan­sión de 50 años.
Se tra­ta de un re­vi­sio­nis­mo kauts­kis­ta que habla del sur­gi­mien­to de un im­pe­ria­lis­mo sin gue­rras, al que el mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio com­ba­tió y de­rro­tó en el te­rre­no de la teo­ría y el pro­gra­ma ya en 1916. Es­cri­bía Le­nín en “El im­pe­ria­lis­mo y la es­ci­sión del so­cia­lis­mo”: Con sus men­ti­ras dul­zo­nas, Kautsky ha­ce pa­sar de con­tra­ban­do la idea pa­ci­fis­ta-bur­gue­sa y opor­tu­nis­ta pe­que­ño­bur­gue­sa de que ´no hay por qué ha­cer la gue­rra´. Por el con­tra­rio, los ca­pi­ta­lis­tas no solo tie­nen aho­ra por qué ha­cer la gue­rra, si­no que no pue­den de­jar de ha­cer­la si quie­ren con­ser­var el ca­pi­ta­lis­mo…”. Y un si­glo más tar­de, es­tos kauts­kis­tas tras­no­cha­dos pre­sen­tan a un sis­te­ma im­pe­ria­lis­ta mun­dial de se­ño­res y ca­ba­lle­ros que se re­par­ten el mun­do y sus ne­go­cios ami­ga­ble­men­te, tal cual so­cie­da­des de be­ne­fi­cen­cia.
Es una vi­sión an­ti­mar­xis­ta, po­dri­da­men­te pa­ci­fis­ta, que en­ve­ne­na la con­cien­cia de los obre­ros y que jus­ti­fi­ca la más gran­de ex­po­lia­ción y atra­so de la na­ción chi­na por par­te del HSBC, de EE.UU. e in­clu­si­ve de Ja­pón y Eu­ro­pa. Es­te nue­vo re­vi­sio­nis­mo, co­mo tal, ha pe­ne­tra­do y pe­ne­tra en el mo­vi­mien­to mar­xis­ta in­ter­na­cio­nal, so­bre to­do en los paí­ses an­glo­sa­jo­nes, ya que es allí don­de el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ne­ce­si­ta crear y re­crear un de­mo­nio lla­ma­do “im­pe­ria­lis­mo chi­no” pa­ra que la cla­se obre­ra acom­pa­ñe a la bur­gue­sía im­pe­ria­lis­ta de Wall Street y la City de Lon­dres en sus nue­vas aven­tu­ras mi­li­ta­res en el mun­do, y al mis­mo tiem­po pa­ra que el odio de las ma­sas no se di­ri­ja a sus pro­pios go­bier­nos, ni a Oba­ma ni a Brown, si­no al “de­mo­nio chi­no”.
Al in­te­rior de la FL­TI –co­mo ya di­ji­mos en ca­pí­tu­los an­te­rio­res– ha sur­gi­do una pe­que­ña mi­no­ría com­pues­ta por los gru­pos in­fluen­cia­dos por las co­rrien­tes de la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na –co­mo Wor­kers Po­wer y la vie­ja LR­CI in­gle­sa–, de la cual pro­ve­nían an­tes de la fu­sión con no­so­tros.
Ya he­mos vis­to a es­ta mi­no­ría, tal cual un sal­ta­mon­tes, sal­tar de aquí pa­ra allá en una evo­lu­ción co­per­ni­quea­na de sus po­si­ciones, que cam­bian per­ma­nen­te­men­te sin de­cir que las cam­bian y co­rri­gen, con un mé­to­do to­tal­men­te pe­que­ño­bur­gués y char­que­ro, po­co se­rio y abier­ta­men­te con­fu­sio­nis­ta. Se tra­ta de un tí­pi­co mé­to­do man­de­lis­ta de dis­cu­sión. Y no es que sea­mos abu­si­vos en nues­tra ad­je­ti­vación, por­que la ver­dad es que dan ga­nas de de­cir “que la mi­no­ría se pon­ga de acuer­do con la mi­no­ría, y dis­cu­ta con ella mis­ma y sus do­cu­men­tos”.
A es­tas con­tra­dic­cio­nes ale­vo­sas, de char­la­ta­nes que no fi­jan un ob­je­to cla­ro de dis­cu­sión so­bre el que to­do obre­ro se pue­da pronun­ciar, las lla­man “dia­léc­ti­ca”.
En el Con­gre­so de ju­lio afir­ma­ban que la dis­cu­sión so­bre Chi­na era una dis­cu­sión teó­ri­ca so­bre si es­ta po­día lle­gar a ser im­pe­ria­lis­ta o no. En no­viem­bre, afir­ma­ron en un ex­ten­so do­cu­men­to que ya Chi­na era im­pe­ria­lis­ta con fuer­tes ras­gos de se­mi­co­lo­nia, y que si EE.UU. la in­va­día o ata­ca­ba su te­rri­to­rio, la iban a de­fen­der. Lue­go –co­mo to­do re­vi­sio­nis­ta que re­vi­sa el pro­gra­ma y el mar­xis­mo bus­can­do que los re­vo­lu­cio­na­rios y los obre­ros concien­tes no se den cuen­ta de lo que es­tán ha­cien­do– co­men­za­ron a plan­tear una nue­va po­si­ción en dis­cu­sio­nes so­bre Áfri­ca, Bo­li­via y Hon­du­ras: Chi­na ya le dis­pu­ta­ba el mun­do y to­das las zo­nas de in­fluen­cia a EE.UU. Y cuan­do se en­te­rra­ban con to­pa­do­ras unos 350.000 ca­dá­ve­res en Hai­tí (y des­de EE.UU. guar­da­ban un ver­gon­zo­so si­len­cio), sa­lie­ron a anun­ciar la in­mi­nen­te gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta en­tre EE.UU. y Chi­na, y su po­lí­ti­ca an­ti­de­fen­sis­ta de am­bos ban­dos, im­pac­ta­dos co­mo es­ta­ban por el cho­que de Oba­ma con Hu Jin­tao por la cues­tión de Tai­wan. Es­tos son los he­chos. Así ac­túan los pres­ti­gis­tas pe­que­ño­bur­gue­ses cuan­do un obre­ro les plan­tea “en es­te pun­to es­tán equi­vo­ca­dos”. Ellos le con­tes­tan “pe­ro si en otro lu­gar de­ci­mos otra co­sa, y en otro lu­gar, otra co­sa”. Es que tie­nen pa­ra to­dos los gus­tos, co­mo en una tien­da de opor­tu­ni­da­des. To­dos ar­gu­men­tos o po­si­cio­nes pa­ra con­fun­dir a la cla­se obre­ra y re­vi­sar al mar­xis­mo.
Mu­chos obre­ros se pre­gun­tan por qué de­di­ca­mos se­me­jan­te do­cu­men­to y ho­ras y días de nues­tro tiem­po a se­me­jan­te dis­cu­sión con gen­te tan po­co se­ria. Y no­so­tros que­re­mos de­cir­le la ver­dad a los obre­ros avan­za­dos del mun­do: el re­vi­sio­nis­mo en­cu­bre lue­go los pro­gra­mas y la es­tra­te­gia del re­for­mis­mo pa­ra es­tran­gu­lar los com­ba­tes del pro­le­ta­ria­do. For­ma los cua­dros y los par­ti­dos pa­ra trai­cio­nar.
Por la tar­dan­za de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria co­mo con­se­cuen­cia de la trai­ción de la di­rec­ción del pro­le­ta­ria­do, hoy los tiem­pos nos apro­xi­man no a la gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta por aho­ra, si­no a mo­men­tos en que se es­tá por de­fi­nir y se de­fi­ni­rá qué po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas ter­mi­nan de re­co­lo­ni­zar los ex es­ta­dos obre­ros y con qué do­bles ca­de­nas se so­me­te a esos paí­ses y a su cla­se obre­ra, qui­zás la más ex­plo­ta­da del mun­do jun­to a los obre­ros de Áfri­ca, de Me­dio Orien­te y de Amé­ri­ca La­ti­na.
¿Qué se es­con­de en es­ta pe­lea con­tra el re­vi­sio­nis­mo y los char­la­ta­nes sir­vien­tes de su pro­pio im­pe­ria­lis­mo? Que ellos, con su re­vi­sio­nis­mo, pre­pa­ran las más gran­des de­rro­tas de los com­ba­tes fí­si­cos, cuer­po a cuer­po, del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal con­tra el ene­mi­go de cla­se, tal co­mo lo hi­cie­ra la so­cial­de­mo­cra­cia an­tes de 1914 con­tra el mar­xis­mo, o co­mo lo hi­cie­ra el sta­li­nis­mo con su teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”, pa­ra lue­go ex­pan­dir su po­lí­ti­ca de fren­tes po­pu­la­res y es­tran­gu­lar las re­vo­lu­cio­nes fran­ce­sa, es­pa­ño­la, por­tu­gue­sa, etc.
Afir­ma­mos que se es­tán pre­pa­ran­do nue­vas gue­rras de ocu­pa­ción con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias, don­de Irak y Af­ga­nis­tán ha­rán em­pa­li­de­cer a cual­quier pa­ci­fis­ta. Ru­sia y Chi­na es­tán en la mi­ra del im­pe­ria­lis­mo yan­qui, eu­ro­peo y mun­dial. Los pa­rá­si­tos ca­pi­ta­lis­tas bus­can que los go­bier­nos y re­gí­me­nes con­tra­rre­vo­lu­ciona­rios ter­mi­nen de ha­cer to­do el tra­ba­jo su­cio de aplas­tar al pro­le­ta­ria­do y de so­me­ter a la na­ción opri­mi­da, pa­ra lue­go ser ellos quie­nes se que­den con to­do el bo­tín, sin re­par­tir na­da.
Lo mis­mo su­ce­de con los pac­tos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios y la pér­fi­da po­lí­ti­ca del fren­te po­pu­lar. Con es­to se ti­ra agua al fue­go de la re­vo­lu­ción bo­li­via­na, al com­ba­te de las ma­sas pa­les­ti­nas y cen­troa­me­ri­ca­nas, a la re­sis­ten­cia ira­quí y af­ga­na, pa­ra que lue­go ven­ga el im­pe­ria­lis­mo a dar zar­pa­zos con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios.
Los par­ti­dos y cua­dros que trai­cio­na­ron esos com­ba­tes en nom­bre de la cla­se obre­ra fue­ron for­ma­dos por el re­vi­sio­nis­mo del 89, por los que di­je­ron que en el 2003 se abría un pe­río­do de ex­pan­sión ca­pi­ta­lis­ta de 50 años, y que “ha­bía que pro­du­cir, por­que el ca­pi­ta­lis­mo des­pués iba a re­par­tir la ri­que­za”.
To­dos ellos ya es­tán agru­pa­dos, co­mo li­mo­nes ex­pri­mi­dos, en la V In­ter­na­cio­nal. Aho­ra los ca­za­bo­bos vie­nen por no­so­tros, por los trots­kis­tas irre­duc­ti­bles, pa­ra que nos arro­di­lle­mos an­te la oba­ma­ma­nia y sus pró­xi­mas ofen­si­vas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias.
No con­ta­rán con nues­tros bue­nos ofi­cios que es­tán y es­ta­rán tan sóo­lo al ser­vi­cio de los in­te­re­ses his­tó­ri­cos del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal.
Nues­tra mi­no­ría es­tá cons­ti­tui­da por una co­rrien­te con la cual ve­ni­mos com­ba­tien­do, co­mo el CWG de Nue­va Ze­lan­da, y por el HWRS que he­mos co­no­ci­do re­cien­te­men­te. Am­bos vie­nen del clif­fis­mo o de sus su­ce­si­vos es­ta­lli­dos, co­mo Wor­kers Po­wer de In­gla­te­rra, etc.
Mu­chas ve­ces la in­su­fi­cien­te de­li­mi­ta­ción de los mar­xis­tas con las co­rrien­tes de las cua­les pro­vie­nen los lle­va nue­va­men­te, cuan­do re­cru­de­cen las pre­sio­nes de las aris­to­cra­cias y bu­ro­cra­cias obre­ras so­bre el pro­le­ta­ria­do mun­dial, a sus po­si­cio­nes de par­ti­da. Es­ta no va a ser la pri­me­ra, ni la úl­ti­ma vez.
Sur­gió en­ton­ces al in­te­rior de nues­tra FL­TI una mi­no­ría cu­ya úni­ca ta­rea mi­li­tan­te en los úl­ti­mos 6 me­ses ha si­do ela­bo­rar sus do­cu­men­tos so­bre “Chi­na im­pe­ria­lis­ta”. Es­tos do­cu­men­tos han si­do tra­du­ci­dos y pu­bli­ca­dos pa­ra to­da la FL­TI en su mo­men­to.
Pró­xi­ma­men­te se­rán pues­tos a de­ba­te an­te los ojos de to­do el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal, pues­to que ha­ber trans­for­ma­do la cues­tión chi­na en una cues­tión pro­gra­má­ti­ca cen­tral de su com­ba­te in­ter­na­cio­nal, los lle­va ine­vi­ta­ble­men­te a des­co­no­cer to­dos los do­cu­men­tos fun­da­cio­na­les de nues­tra frac­ción, con­vir­tién­do­se en una co­rrien­te li­qui­da­cio­nis­ta de la FL­TI y, por aho­ra en el te­rre­no de la re­vi­sión an­ti­mar­xis­ta, a ac­tuar en el cam­po de la iz­quier­da “an­ti­ca­pi­ta­lis­ta” an­glo­sa­jo­na, co­mo va­mos a de­mos­trar en el pre­sen­te do­cu­men­to.
Las co­rrien­tes “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas” de Fran­cia y Ale­ma­nia no sos­tie­nen la pseu­do­teo­ría de una Chi­na im­pe­ria­lis­ta, pues­to que Chi­na no es el “mons­truo” que ne­ce­si­tan hoy los im­pe­ria­lis­tas de esas po­ten­cias pa­ra lle­var a sus pro­pios pro­le­ta­ria­dos a acom­pa­ñar­los en ofen­si­vas su­pe­rio­res.
Es­tas po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, por aho­ra, se con­cen­tran en el es­te eu­ro­peo y Amé­ri­ca La­ti­na, que es el te­rri­to­rio en dis­pu­ta con EE.UU., co­mo lo son tam­bién cier­tas zo­nas de Asia co­mo la In­dia, Pa­kis­tán, Fi­li­pi­nas, etc. Tam­bién con­cen­tran sus fuer­zas en man­te­ner sus zo­nas de in­fluen­cia en Áfri­ca, don­de al igual que en Amé­ri­ca La­ti­na, EE.UU. ha vuel­to por lo su­yo, uti­li­zan­do muy bien a su tes­ta­fe­rro Hu Jin­tao, ge­ren­te y ca­pa­taz, por aho­ra, de sus ne­go­cios en el Pa­cí­fi­co.
Las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peas son cons­cien­tes de los lí­mi­tes que tie­nen en el Pa­cí­fi­co fren­te a EE.UU. Ellos sa­ben muy bien que en el ´89, con la con­su­ma­ción de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en los ex es­ta­dos obre­ros de­for­ma­dos y de­ge­ne­ra­dos co­mo Ru­sia y Chi­na, se ter­mi­nó de de­fi­nir el ca­rác­ter con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial a fa­vor de los “alia­dos de­mo­crá­ti­cos” de Roo­se­velt y Chur­chill. Es de­cir que el im­pe­ria­lis­mo yan­qui y su so­cio in­glés se que­da­ron con Ru­sia y con Chi­na, tal cual ha­bían per­ge­ña­do con el do­ble ca­rác­ter de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, en la que se de­fi­nió qué im­pe­ria­lis­mo que­da­ba co­mo do­mi­nan­te (EE.UU.), qué im­pe­ria­lis­mos que­da­ban de­rro­ta­dos co­mo va­sa­llos (Ale­ma­nia y Ja­pón) y qué im­pe­ria­lis­mos que­da­ban co­mo se­cun­da­rios, co­mo Fran­cia y de­más im­pe­ria­lis­mos me­no­res de Eu­ro­pa.
El fren­te de los “alia­dos” de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial sa­be per­fec­ta­men­te lo que se dis­cu­tió en la con­fe­ren­cia de Te­he­rán del ´43 y de Yal­ta del ´44, so­bre quién do­mi­na el Pa­cí­fi­co y qué rol ju­ga­ban Ru­sia y Chi­na pa­ra los triun­fa­do­res de la gue­rra. Ja­pón lo sa­be muy bien, y aún san­gra por la he­ri­da de dos bom­ba­zos ató­mi­cos, por atre­ver­se a dis­pu­tar­le a EE.UU. el Pací­fi­co, una de las zo­nas más ri­cas del pla­ne­ta y el pa­so vi­tal de los yan­quis.
Fue la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria a la sa­li­da in­me­dia­ta de la gue­rra, jun­to a la he­roi­ci­dad de las ma­sas so­vié­ti­cas, las que im­pi­die­ron a EE.UU. y a Sta­lin crear en ese mo­men­to las con­di­cio­nes pa­ra una pe­res­troi­ka y glas­nost, es de­cir de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, de la mis­ma ma­ne­ra que im­pi­die­ron el asen­ta­mien­to de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta vía la in­va­sión na­zi a la URSS. El sta­li­nis­mo sal­vó a la Eu­ro­pa im­pe­ria­lis­ta de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria, pe­ro no pu­do im­pe­dir la ex­pro­pia­ción de la bur­gue­sía en un ter­cio del pla­ne­ta, co­mo lo fue­ra con la re­vo­lu­ción chi­na, pos­te­rior­men­te en Viet­nam, el es­te eu­ro­peo, Cu­ba, Co­rea del Nor­te, etc.
Lue­go de la de­rro­ta del as­cen­so re­vo­lu­cio­na­rio del 68-74 y de des­ti­nar­le a la bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta el pa­pel de ga­ran­te de es­tran­gu­lar la re­vo­lu­ción mun­dial, el im­pe­ria­lis­mo vol­vió con su ofen­si­va res­tau­ra­do­ra so­bre los es­ta­dos obre­ros, ga­ran­ti­zan­do que la bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta, lue­go de de­rro­tar el pro­ce­so re­vo­lu­cio­na­rio, se pa­sa­ra en los 80 con ar­mas y ba­ga­jes al cam­po de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, tal cual pro­nos­ti­ca­ra la IV In­ter­na­cio­nal.
Por ello, in­sis­ti­mos, en que son las co­rrien­tes an­glo­yan­quis de la iz­quier­da de EE.UU., de In­gla­te­rra y tam­bién de Ja­pón, es de­cir las aris­to­cra­cias y bu­ro­cra­cias obre­ras de ese blo­que de po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, las que azu­zan a su pro­pio pro­le­ta­ria­do con el fan­tas­ma del “mons­truo chi­no”.
Pa­ra las po­ten­cias eu­ro­peas, la sa­li­da a la cri­sis es­tá de­ter­mi­na­da por la de­fi­ni­ción de cuál de ellas que­da en pie y cuáles son las que se hun­den que­dan­do co­mo sub­si­dia­rias de las que re­sul­ten ven­ce­do­ras.
Ac­tuan­do en con­se­cuen­cia, Ale­ma­nia se ha ce­rra­do y ha di­cho “que ca­da una se sal­ve co­mo pue­da” y la que ayer fue­ra “la je­fa” de Maas­tricht, hoy ha de­ja­do li­bra­dos a su suer­te a to­dos sus so­cios eu­ro­peos, pa­ra que se hun­dan lo más po­si­ble: Gre­cia, Espa­ña, Tur­quía, Ita­lia, e in­clu­si­ve Fran­cia (hoy alia­da con EE.UU. en un pac­to cir­cuns­tan­cial). Una prue­ba de ello es la ne­ga­ti­va del Ban­co Eu­ro­peo a sa­lir al res­ca­te de la que­bra­da Gre­cia, de­ján­do­la tal co­mo una re­pu­bli­que­ta, a mer­ced del FMI.
Nue­va­men­te, es­ta cri­sis plan­tea que la so­lu­ción pa­ra Ale­ma­nia ven­drá si con­tro­la Eu­ro­pa. Por eso Fran­cia se ha re­cos­ta­do a fon­do so­bre EE.UU., pues­to que Ale­ma­nia sal­drá vic­to­rio­sa de la cri­sis si sa­le co­mo pri­me­ra po­ten­cia eu­ro­pea des­de Por­tu­gal has­ta las es­te­pas ru­sas, y des­de allí dis­pu­ta­rá, sin so­cios me­no­res en el me­dio, el con­trol de las zo­nas de in­fluen­cia de Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca La­ti­na. Fran­cia ha pues­to sus zo­nas de in­fluen­cia ba­jo pac­tos con el im­pe­ria­lis­mo nor­tea­me­ri­ca­no pa­ra es­ta­bi­li­zar el mun­do, co­mo lo ve­mos en Hon­du­ras, en Bo­li­via y en Me­dio Orien­te con los aya­to­llahs ira­níes, lue­go de la cri­sis del go­bier­no de Bush y del es­ta­lli­do de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial.
Pe­ro pa­ra EE.UU. to­do el mun­do es su mer­ca­do in­ter­no. Y mientras de­ja que Eu­ro­pa se des­plo­me, en­deu­da­da has­ta los tué­tanos, ha pi­sa­do el Pa­cí­fi­co y Áfri­ca, y ha vuel­to con una ofen­si­va con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria –con aso­na­das fas­cis­tas co­mo la de Bo­livia, gol­pes co­mo en Hon­du­ras o in­va­sio­nes co­mo en Hai­tí– a re­cu­pe­rar Amé­ri­ca La­ti­na co­mo su “pa­tio tra­se­ro”. Mien­tras, re­do­bla su ofen­si­va en Af­ga­nis­tán y Pa­kis­tán, una ver­da­de­ra ca­be­ce­ra de pla­ya con una ubi­ca­ción per­fec­ta pa­ra des­de allí mo­ni­to­rear Asia, “la vie­ja ru­ta de la se­da”, jun­to a sus ba­ses mi­li­ta­res de Hong Kong y Tai­wán, y al por­ta­vio­nes que tie­ne ins­ta­la­do en Oki­na­wa, Ja­pón.
Es allí don­de es­tá col­ga­da, de los bol­si­llos iz­quier­dos de Oba­ma y la rei­na in­gle­sa, to­da la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na, pre­pa­rán­do­se pa­ra jus­ti­fi­car la ofen­si­va con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria de los im­pe­ria­lis­mos “de­mo­crá­ti­cos”, con el ase­si­no Oba­ma a la ca­be­za.

Socialismo científico, teoría-programa de la revolución permanente del marxismo versus curanderismo del “imperialismo nacional” surgido de las entrañas de la teoría stalinista del socialismo en un solo país

En el ´89, co­mo he­mos afir­ma­do, se ter­mi­nó de de­fi­nir la Segun­da Gue­rra Mun­dial y su re­sul­ta­do, con la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en los es­ta­dos obre­ros, fue lo que ac­tuó co­mo una in­yec­ción de san­gre fres­ca al cuer­po ma­lo­lien­te y mo­ri­bun­do del ca­pi­ta­lis­mo mun­dial.
Es­to sig­ni­fi­có un fe­no­me­nal triun­fo con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de la eco­no­mía mun­dial ca­pi­ta­lis­ta, que le dio una so­bre­vi­da, la que el im­pe­ria­lis­mo ya se gas­tó y con­su­mió, in­clu­si­ve por en­ci­ma de los va­lo­res crea­dos, si­tua­ción que ha pro­vo­ca­do hoy una cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial su­pe­rior a la de los ‘30.
El que no co­mien­za a dis­cu­tir la cues­tión chi­na des­de aquí, des­de la rea­li­dad y la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, des­de la gue­rra, la re­vo­lu­ción y la con­tra­rre­vo­lu­ción, y des­de la teo­ría mar­xis­ta, es de­cir las le­yes que ri­gen el pro­ce­so his­tó­ri­co, es un vul­gar im­pre­sio­nis­ta. Es ser un prag­má­ti­co li­qui­da­dor del mar­xis­mo y de su apo­teg­ma de que hay una po­lí­ti­ca y eco­no­mía mun­dial, y que se aca­bó la épo­ca de los pro­gra­mas na­cio­na­les.
El re­vi­sio­nis­ta, con su mé­to­do em­pí­ri­co e idea­lis­ta, no es más que un ela­bo­ra­dor de pseu­do-teo­rías so­cia­lis­tas na­cio­na­les, co­mo no po­día ser de otra ma­ne­ra.
La mi­no­ría de la FL­TI, co­mo to­das las co­rrien­tes que ya de­cre­ta­ron que Chi­na es im­pe­ria­lis­ta, se lo atri­bu­yen a las “con­di­cio­nes na­cio­na­les” y a las “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les” da­das en el pro­ce­so de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en Chi­na. Ha­bría sur­gi­do un im­pe­ria­lis­mo co­mo ex­cep­ción por par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les. Es­ta es una teo­ría de so­cia­lis­mo na­cio­nal, pues­to que lo que de­fi­ne a los pro­ce­sos na­cio­na­les no son sus par­ti­cu­la­ri­dades na­cio­na­les, si­no la po­lí­ti­ca, la eco­no­mía y la lu­cha de cla­ses a ni­vel mun­dial, a las cua­les es­tán so­me­ti­das las par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les.
Por ello, afir­man lo si­guien­te en su do­cu­men­to de rup­tu­ra abier­ta con la FL­TI y el trots­kis­mo: En otras pa­la­bras, Chi­na ha trans­for­ma­do la cri­sis del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro yan­qui y eu­ro­peo y la re­ce­sión mun­dial en una opor­tu­ni­dad pa­ra ex­por­tar su pro­pio ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, y pa­ra es­ta­ble­cer sus es­fe­ras de in­fluen­cia im­pe­ria­lis­tas. Co­mo re­sul­ta­do, Chi­na es­tá en­tran­do aho­ra di­rec­ta­men­te en com­pe­ten­cia con las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas exis­ten­tes, co­mo un im­pe­ria­lis­mo emer­gen­te, en par­ti­cu­lar plan­tean­do un de­sa­fío muy im­por­tan­te a los EE.UU., Gran Bre­ta­ña, Ale­ma­nia, Fran­cia y Ja­pón. ¿Qué es lo que ex­pli­ca es­ta asom­bro­sa per­for­man­ce cuan­do el res­to de los es­ta­dos im­pe­ria­lis­tas es­tán en re­ce­sión o en es­tan­ca­mien­to? La res­pues­ta pue­de ha­llar­se vol­vien­do al pun­to des­ta­ca­do de que el se­cre­to del ‘éxi­to’ chi­no des­can­sa en sus ban­cos es­ta­ta­les al­ta­men­te cen­tra­li­za­dos y sus em­pre­sas de pro­pie­dad del es­ta­do que pue­den ac­tuar pa­ra apro­ve­char­se de la re­ce­sión glo­bal. Y mien­tras que no­so­tros sos­te­ne­mos que Chi­na ya no es un es­ta­do obre­ro de­for­ma­do, de­ci­mos que su ‘ven­ta­ja’ es un le­ga­do de la his­to­ria de Chi­na co­mo es­ta­do obre­ro de­for­ma­do.
En otras pa­la­bras, si Chi­na no hu­bie­ra si­do un es­ta­do obre­ro de­for­ma­do, nun­ca se hu­bie­ra po­di­do trans­for­mar en un país ca­pi­ta­lis­ta di­ná­mi­co. Su des­ti­no hu­bie­ra si­do ser di­vi­di­da y go­ber­na­da por los im­pe­ria­lis­mos des­de co­mien­zos del si­glo XX has­ta co­mien­zos del si­glo XXI. Co­mo to­das las de­más se­mi­co­lo­nias, Chi­na nun­ca hu­bie­ra es­ta­do en la po­si­ción de acu­mu­lar su­fi­cien­te ca­pi­tal co­mo pa­ra for­zar a su cla­se do­mi­nan­te a ex­por­tar ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ex­ce­den­te y emer­ger co­mo una nue­va po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta. (ne­gri­tas nues­tras) (…) “Ca­rac­te­ri­zar a Chi­na co­mo im­pe­ria­lis­ta pa­re­ce con­tra­de­cir la ló­gi­ca de la teo­ría le­ni­nis­ta del im­pe­ria­lis­mo, que es­ta­ble­ce que nin­gu­na co­lo­nia o se­mico­lo­nia pue­de ha­cer una re­vo­lu­ción de­mo­crá­ti­ca na­cio­nal y sur­gir co­mo nue­va po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta. Sin em­bar­go, sí se pue­de pro­bar que Chi­na hi­zo efec­ti­va­men­te su re­vo­lu­ción na­cio­nal y ga­nó su in­de­pen­den­cia co­mo es­ta­do obre­ro de­for­ma­do, y que la res­tau­ra­ción del ca­pi­ta­lis­mo no pro­vo­có que per­die­ra esa in­de­pen­den­cia, en­ton­ces no hay con­tra­dic­ción en la teo­ría le­ni­nis­ta.”(ne­gri­tas nues­tras)
An­tes que na­da, Chi­na sí per­dió su in­de­pen­den­cia con la caí­da del es­ta­do obre­ro. Con el pac­to Ni­xon-Deng Xiao Ping del 75 per­dió su in­de­pen­den­cia. En­tre­gó to­do el su­des­te chi­no y su ma­no de obra es­cla­va pa­ra que las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas pro­duz­can allí, en esas zo­nas fran­cas.
Chi­na per­dió su in­de­pen­den­cia, li­be­ró el co­mer­cio ex­te­rior. Ya no to­ma más de­ci­sio­nes so­be­ra­nas de lo que ex­por­ta y de lo que im­por­ta. Per­dió el con­trol de la ban­ca es­ta­tal a ma­nos de la ban­ca im­pe­ria­lis­ta.
Chi­na per­dió su in­de­pen­den­cia. Con su por­ción de la su­per­ma­sa de plus­va­lía ex­traí­da a sus obre­ros es­cla­vos es­tá obli­ga­da a com­prar bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no, y a ven­der­le a las trans­na­cio­na­les ins­ta­la­das en su te­rri­to­rio ma­te­rias pri­mas a pre­cio ba­ra­to y sub­si­dia­do.
Chi­na sí per­dió su in­de­pen­den­cia. Lo que plan­tean es una ver­güen­za y una des­fa­cha­tez con­tra el pro­le­ta­ria­do y los ex­plo­ta­dos chi­nos.
Los cons­pi­cuos di­ri­gen­tes de nues­tra mi­no­ría ha­blan de un “mar­xis­mo di­ná­mi­co” que “in­ter­pre­ta los nue­vos he­chos”. Y es­to es la “dia­léc­ti­ca” de acuer­do a es­tos ca­ma­ra­das, que ya es­tán en una abier­ta rup­tu­ra con el so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co, con la cien­cia del pro­le­ta­ria­do pa­ra la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria.
En bo­ca de es­ta gen­te, “lo di­ná­mi­co” es un em­pi­ris­mo y un prag­ma­tis­mo bru­tal, pues­to que pa­ra ex­pli­car los nue­vos acon­te­ci­mien­tos no hay por qué ti­rar a la ba­su­ra to­da la cien­cia mar­xis­ta, es de­cir su teo­ría. In­clu­si­ve se pue­de en­ri­que­cer o co­rre­gir la teo­ría mar­xis­ta, pe­ro con su mé­to­do, con sus le­yes del ma­te­ria­lis­mo dia­léc­ti­co, del ma­te­ria­lis­mo his­tó­ri­co, con la teo­ría-pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te, con la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do, con las le­yes que ri­gen la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta, y con la ley de cau­sa­li­dad his­tó­ri­ca fun­da­men­tal que ex­pli­ca to­das las ano­ma­lías y ex­cep­cio­nes de es­te pro­ce­so his­tó­ri­co, que es­tá da­da por la cri­sis de di­rec­ción.
Es que en úl­ti­ma ins­tan­cia la cri­sis de di­rec­ción ex­pli­ca que se de­sin­cro­ni­cen los fac­to­res sub­je­ti­vos y ob­je­ti­vos del pro­le­ta­ria­do mun­dial, e in­clu­si­ve que es­tos úl­ti­mos se de­sin­cro­ni­cen en­tre sí.
Lue­go nos de­ten­dre­mos en es­te pun­to. Pe­ro es co­mo que un fí­si­co plan­tee que de­je­mos atrás la ley de la gra­ve­dad pa­ra ex­pli­car el mo­vi­mien­to de los cuer­pos, o que un mé­di­co di­ga que no im­por­tan las le­yes que ri­gen en el apa­ra­to res­pi­ra­to­rio o cir­cu­la­to­rio en el cuer­po hu­ma­no, pues­to que hay que in­ter­pre­tar las ano­ma­lías que han sur­gi­do en el or­ga­nis­mo.
Rá­pi­da­men­te es­ta gen­te se­ría se­pa­ra­da de la fí­si­ca y la me­di­ci­na por char­la­ta­nes, em­bau­ca­do­res, cu­ran­de­ros, etc.
Con la teo­ría de las “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les” que se uti­li­zó pa­ra ex­pli­car las ano­ma­lías, es que se le­van­tó la teo­ría que usó el s­ta­li­nis­mo pa­ra jus­ti­fi­car el “so­cia­lis­mo en un so­lo país”.
Ya ex­pli­ca­mos en el ca­pí­tu­lo an­te­rior có­mo Chi­na no sur­gió en el ca­pi­ta­lis­mo de la li­bre com­pe­ten­cia del si­glo XIX y que por lo tan­to no era ca­paz de ocu­par el lu­gar de los paí­ses más avan­za­dos. Re­sur­ge en la po­dre­dum­bre del si­glo XXI, en la épo­ca de­ca­den­te y pu­tre­fac­ta del sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial.
No­so­tros afir­ma­mos, que si hoy se de­cre­ta­ra la in­de­pen­den­cia de EE.UU. –que la pro­ta­go­ni­zó a fi­nes del si­glo XVIII–, in­clu­so con to­da su po­ten­cia­li­dad, no po­dría ser ja­más un país im­pe­ria­lis­ta. In­gla­te­rra no lo hu­bie­ra per­mi­ti­do, se­ño­res re­for­mis­tas.
Ale­ma­nia y Fran­cia tam­po­co lo hu­bie­ran per­mi­ti­do. Ni ha­blar de Por­tu­gal y Es­pa­ña.
Es­tos ig­no­ran­tes, que li­qui­dan la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do, de la épo­ca re­for­mis­ta y de la épo­ca re­vo­lu­cio­na­ria, ni si­quie­ra lo­gran com­pren­der por qué, por ejem­plo, paí­ses co­mo los de Amé­ri­ca La­ti­na, que a me­dia­dos y fi­nes del si­glo XIX co­men­za­ban sus re­vo­lu­cio­nes de­mo­crá­ti­cas, no pu­die­ron ser paí­ses ca­pi­ta­lis­tas avan­za­dos co­mo EE.UU. Es que a fi­nes del si­glo XIX la po­de­ro­sa In­gla­te­rra co­men­za­ba a acu­mu­lar un ca­pi­tal fi­nan­cie­ro y ya no lo per­mi­tía.
No ex­pli­can por qué paí­ses que se que­da­ron mu­cho más atrás co­mo los de Áfri­ca, que lo­gra­ron su “in­de­pen­den­cia” a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, hoy so­lo re­tro­ce­den a ser más co­lo­nias en ma­nos del do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta. Ello sig­ni­fi­ca que el im­pe­ria­lis­mo es reac­ción en to­da la lí­nea.
Fue jus­ta­men­te la “li­bre com­pe­ten­cia” de la épo­ca re­for­mis­ta del si­glo XIX de acu­mu­la­ción or­gá­ni­ca del ca­pi­tal la que per­mi­tió que sur­gie­ran paí­ses ca­pi­ta­lis­tas avan­za­dos y que los atra­sa­dos fue­ran sub­su­mi­dos a ese mo­do de pro­duc­ción en la eco­no­mía mun­dial, con lo que Marx lla­ma­ba “el rol re­den­tor del ca­pi­tal”.
Pe­ro en es­ta épo­ca im­pe­ria­lis­ta, de ra­mas de pro­duc­ción y zo­nas de in­fluen­cia con­tro­la­das por pan­di­llas im­pe­ria­lis­tas, ya no hay más po­si­bi­li­da­des ni de que sur­jan paí­ses co­mo EE.UU. ni de re­vo­lu­cio­nes de­mo­crá­ti­cas.
El pro­nós­ti­co his­tó­ri­co es so­cia­lis­mo o bar­ba­rie, co­mu­nis­mo o fas­cis­mo.
Nues­tra mi­no­ría in­sis­te en­lo­que­ci­da­men­te: “si na­die ne­gó que de un es­ta­do obre­ro po­día sur­gir una po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta”.
So­cia­lis­mo o bar­ba­rie, se­ño­res. Y eso es lo que hay en Chi­na, un sal­to en la bar­ba­rie con la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, co­mo en to­dos los ex es­ta­dos obre­ros.
¿O van a de­fen­der el “so­cia­lis­mo de mer­ca­do” de los man­da­ri­nes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios chi­nos, su ré­gi­men de te­rror con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio que im­pu­so en un pe­que­ño po­lo o sec­tor de Chi­na lo más avan­za­do de las fuer­zas pro­duc­ti­vas mun­dia­les, y en el otro 80% de Chi­na y de su fuer­za de tra­ba­jo las peo­res con­di­cio­nes que ni Hi­tler se ani­mó a apli­car en el ghet­to de Var­so­via?
El mé­to­do de la “par­ti­cu­la­ri­dad na­cio­nal” que de­fen­día el sta­li­nis­mo era que la re­vo­lu­ción ru­sa ha­bía se­gui­do, en la con­figu­ra­ción de su mer­ca­do “so­cia­lis­ta”, las ru­tas del vie­jo mer­ca­do za­ris­ta. Y que por lo tan­to po­día, co­mo po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta atra­sa­da don­de ha­bía triun­fa­do la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta, al­can­zar a los paí­ses im­pe­ria­lis­tas más avan­za­dos y con­quis­tar el so­cia­lis­mo en un so­lo país.
Con­tra es­ta pseu­do­teo­ría y su mé­to­do se le­van­tó el bol­che­vis­mo y el trots­kis­mo, que en su tra­ba­jo Sta­lin: El Gran Or­ga­ni­za­dor de De­rro­tas afir­ma en su ca­pí­tu­lo “Pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta in­ter­na­cio­nal o pro­gra­ma del so­cia­lis­mo en un so­lo país” lo si­guien­te:
“En nues­tra épo­ca, que es la del im­pe­ria­lis­mo, es de­cir la de la eco­no­mía y la po­lí­ti­ca mun­dia­les di­ri­gi­das por el ca­pi­tal fi­nancie­ro, no hay un solo Partido Comunista que pueda establecer su programa tomando solo o principalmente como punto de partida las condiciones o las tendencias de la evolución de su país. Es­to se apli­ca igual­men­te y por en­te­ro al par­ti­do que dis­po­ne del po­der en la URSS”. (negritas nuestras)
Por ello, un pro­gra­ma co­mu­nis­ta in­ter­na­cio­nal “no es una su­ma de pro­gra­mas na­cio­na­les”.
“La ho­ra de la de­sa­pa­ri­ción de los pro­gra­mas na­cio­na­les ha so­na­do de­fi­ni­ti­va­men­te el 4 de agos­to de 1914” (…) Unien­do en un sis­te­ma de de­pen­den­cias y de con­tra­dic­cio­nes paí­ses y con­ti­nen­tes que han al­can­za­do gra­dos di­fe­ren­tes de evo­lu­ción, apro­xi­man­do los di­ver­sos ni­ve­les de su de­sen­vol­vi­mien­to y ale­ján­do­los in­me­dia­ta­men­te des­pués, opo­nien­do im­pla­ca­ble­men­te to­das las na­cio­nes en­tre sí, la eco­no­mía mun­dial se ha con­ver­ti­do en una rea­li­dad po­de­ro­sa que do­mi­na la de los di­ver­sos paí­ses y con­ti­nen­tes.” (León Trotsky, Sta­lin el Gran Or­ga­ni­za­dor de De­rro­tas)

Pa­ra nues­tra mi­no­ría, la de­fi­ni­ción del ca­rác­ter de Chi­na par­te, co­mo de­sa­rro­lla­re­mos más ade­lan­te, de la “ex­cep­cio­na­li­dad” o “par­ti­cu­la­ri­dad na­cio­nal” da­da por una com­bi­na­ción mi­la­gro­sa en­tre el sur­gi­mien­to de una nue­va bur­gue­sía de­ve­ni­da de las en­tra­ñas del sta­li­nis­mo, y las in­dus­trias es­ta­ti­za­das que se conser­van del vie­jo es­ta­do obre­ro, lo que le per­mi­tiría a Chi­na -según ellos- acu­mu­lar su­fi­cien­te ca­pi­tal y emer­ger co­mo una nue­va po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta.
Es de­cir, por sus “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les” –en un mun­do ya con­quis­ta­do, con sus ra­mas de pro­duc­ción ya de­fi­ni­das por el im­pe­ria­lis­mo a ni­vel mun­dial–, 1.600 mi­llo­nes de chi­nos, sin ha­cer rui­do, ha­brían en­tra­do al pla­ne­ta Tie­rra en pun­tas de pie a apo­de­rar­se de él sin que na­die se dé cuen­ta.
Es el mis­mo mé­to­do y la mis­ma pseu­do­teo­ría de la “par­ti­cu­la­ri­dad na­cio­nal” que uti­li­zó el sta­li­nis­mo y to­dos los trai­do­res pa­ra so­me­ter al pro­le­ta­ria­do a su bur­gue­sía y es­tran­gu­lar la re­vo­lu­ción mun­dial, es­ta vez uti­li­za­da pa­ra de­fi­nir el ca­rác­ter im­pe­ria­lis­ta de Chi­na.
Presten atención nues­tros lec­to­res nue­va­men­te la ci­ta de es­te tu­mor que ha sur­gi­do en la FL­TI, de una mi­no­ría ob­se­cuen­te con la iz­quier­da de la oba­ma­ma­nia, que pre­go­na un “mar­xis­mo di­ná­mi­co” y lo úni­co que ha­ce es de­sem­pol­var teo­rías de la la­cra sta­li­nis­ta ya de­se­cha­das por la his­to­ria.
En­con­tra­re­mos que la esen­cia de su teo­ría ex­pli­ca “la apa­ren­te ano­ma­lía de que un es­ta­do obre­ro ha­ya po­di­do ha­cer lo que de otra for­ma se­ría im­po­si­ble, trans­for­mar­se en una po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta”.
Si no se detienen, esto los llevará, lamentablemente, al revisionismo y la traición al proletariado mundial.
Lea aten­ta­men­te el obre­ro avan­za­do y el re­vo­lu­cio­na­rio lo que aquí se di­ce. Por­que la mi­no­ría es­tá planteando que no hu­bo una con­tra­rre­vo­lu­ción bur­gue­sa que res­tau­ró el ca­pi­ta­lis­mo, que liqui­dó to­das las con­quis­tas his­tó­ri­cas de la re­vo­lu­ción, al anu­lar la na­cio­na­li­za­ción del co­mer­cio ex­te­rior, al im­po­ner la pri­va­ti­za­ción de las ra­mas que más dan ga­nan­cias y en­tre­gar­las al im­pe­ria­lis­mo mun­dial, hun­dien­do en la ham­bru­na y en la de­so­cu­pa­ción a mi­llo­nes de obre­ros es­cla­vos y cam­pe­si­nos sin tie­rra, con lo que se man­dó a Chi­na al pues­to nº 130 de acuer­do a su PBI por ha­bi­tan­te.
Lea con atención el lec­tor. La mi­no­ría es­tá di­cien­do que el pro­ce­so de res­tau­ra­ción en el que ter­mi­nó el pac­to Ni­xon-Deng Xiao Ping, que li­qui­dó la pro­pie­dad es­ta­ti­za­da de la tie­rra y de los ban­cos, y pu­so a obre­ros chi­nos a pro­du­cir con sa­la­rios de 30 dó­la­res, no es una con­tra­rre­vo­lu­ción si­no que la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta man­tu­vo las con­quis­tas del ex es­ta­do obre­ro y las ele­vó a tal ni­vel que Chi­na ya le dis­pu­ta el mun­do a EE.UU.
La mi­no­ría no pien­sa en el obre­ro que tra­ba­ja en cal­zon­ci­llos, des­cal­zo, en­gri­lla­do a la má­qui­na co­mo lo ha­cen 100 mi­llo­nes de obre­ros en el su­des­te chi­no. Ni en el cam­pe­si­no de­sa­lo­ja­do de la tie­rra co­mo los mi­les de mi­llo­nes que pro­ta­go­ni­zan re­vuel­tas pa­ra te­ner pan. Ni en los ma­sa­cra­dos en la pla­za de Tia­nan­men. Mu­cho me­nos en los 4 mi­llo­nes de obre­ros per­se­gui­dos has­ta por los con­fi­nes del país por el ejér­ci­to res­tau­ra­cio­nis­ta.
La mi­no­ría lo que es­tá di­cien­do es que las em­pre­sas es­ta­ti­za­das, que tie­nen una pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo más ba­ja que la In­dia, Tan­ga­ni­ca, Bo­li­via o Ar­gen­ti­na en lo que a ex­trac­ción de mi­ne­ra­les se re­fie­re, lle­va­ron a Chi­na a ser… ¡”im­pe­ria­lis­ta”!
Es­tán di­cien­do que la con­tra­rre­vo­lu­ción triun­fan­te res­tau­ra­cio­nis­ta bur­gue­sa con­tu­vo co­mo con­quis­ta las vic­to­rias de la re­vo­lu­ción de 1949 y las lle­vó co­mo ban­de­ras ha­cia ade­lan­te a con­quis­tar el mun­do, tal co­mo el ca­pi­ta­lis­mo del si­glo XIX con­quis­ta­ba las ci­vi­li­za­cio­nes atra­sa­das del pla­ne­ta y las lle­va­ba al pro­gre­so por el rol re­den­tor del ca­pi­tal. La mi­no­ría ter­mi­na em­be­lle­cien­do así a las pan­di­llas de Wall Street, con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias y sa­quea­do­ras del pla­ne­ta.
La úni­ca ano­ma­lía que exis­te es que una mi­no­ría de una or­ga­niza­ción re­vo­lu­cio­na­ria co­mo la FL­TI, una mi­no­ría que se ha de­cla­ra­do frac­ción pú­bli­ca “en de­fen­sa del trots­kis­mo”, con­tra­di­ga la teo­ría y el pro­gra­ma de la Re­vo­lu­ción Per­ma­nen­te, la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do, y to­da la cien­cia mar­xis­ta. Y es­to no lo in­ven­ta­mos, por­que an­te­rior­men­te ellos afir­man: “Chi­na ha trans­for­ma­do la cri­sis del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro yan­qui y eu­ro­peo en una opor­tu­ni­dad pa­ra ex­por­tar su ca­pi­tal fi­nan­ciero y es­ta­ble­cer sus es­fe­ras de in­fluen­cia im­pe­ria­lis­tas (…) El se­cre­to del éxi­to chi­no des­can­sa en sus ban­cos es­ta­ta­les al­ta­men­te cen­tra­li­za­dos y en sus em­pre­sas de pro­pie­dad del es­tado, que pue­den ac­tuar pa­ra apro­ve­char­se de la re­ce­sión glo­bal”.
Pa­ra afir­mar lue­go “Su ven­ta­ja es un le­ga­do de la his­to­ria co­mo Chi­na es­ta­do obre­ro de­for­ma­do”.
Com­pa­ñe­ros de la mi­no­ría, de­tén­gan­se en un pun­to, por­que es­to sig­ni­fi­ca gri­tar: “¡Vi­va Gor­ba­chov! ¡Vi­va Yelt­sin! ¡Vi­van los ma­sa­cra­do­res y ase­si­nos de la bu­ro­cra­cia chi­na! ¡Vi­van las ca­ma­ri­llas del Caín Sta­lin y de to­da la bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta ru­sa! Que su­pie­ron man­te­ner la pers­pec­ti­va en la his­to­ria de ser los con­ti­nua­do­res de Bu­ja­rin, de unir la eco­no­mía es­ta­ti­za­da-pe­ro yen­do aún más le­jos que Bu­ja­rin- de unir­se con las em­pre­sas ca­pi­ta­lis­tas y de mar­char a do­mi­nar el mun­do an­te la cri­sis de la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta.” Eso sig­ni­fi­ca vues­tra afir­ma­ción, ¿no se dan cuen­ta? ¿Ban­cos es­ta­ta­les? ¡Com­ple­ta­men­te ine­xac­to! Por­que son con­tro­la­dos to­tal­men­te por la ban­ca im­pe­ria­lis­ta. Em­pre­sas del esta­do que­bra­das, con ban­cos es­ta­ta­les que­bra­dos ge­ne­ra­li­za­da­men­te en el 2001 por sub­ven­cio­nar a esas em­pre­sas, a la vez que sub­ven­cio­nan a em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas y ban­cos que ob­tie­nen su­per­ga­nan­cias sa­quean­do Chi­na. Y es­to lo ha­cen ba­jo las ór­de­nes de sus ge­ren­tes, ca­pa­ta­ces, “tíos Tom”, con un ejér­ci­to de 4 mi­llo­nes de mer­ce­na­rios de la ban­ca im­pe­ria­lis­ta pa­ra so­me­ter a Chi­na co­mo gran ma­qui­la­do­ra pa­ra el mer­ca­do mun­dial. Y ni se le ocu­rra a su ca­pa­taz, a su “tío Tom”, Hu Jin­tao to­car un so­lo cen­ta­vo de ­más de la plus­va­lía sa­ca­da al mo­vi­mien­to obre­ro, por­que rue­da su ca­be­za.
¡De­tén­gan­se en un pun­to, com­pa­ñe­ros de la mi­no­ría! 600.000 plan­tas de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas es­tán sa­quean­do Chi­na.
Un bi­llón de dó­la­res del te­so­ro chi­no sir­ve pa­ra sos­te­ner los dé­fi­cits de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas al año.
Co­mo ve­re­mos aho­ra, el es­ta­do de Chi­na le ga­ran­ti­za a las trans­na­cio­na­les un ci­clo de con­su­mo pa­ra que es­tas li­cuen su cri­sis ven­dien­do 12 mi­llo­nes de automóviles, 7 mi­llo­nes y me­dio de com­pu­ta­do­ras, y pa­ra que ese mis­mo es­ta­do chi­no, de sir­vien­tes y com­pra­do­res, les­ com­pre a las trans­na­cio­na­les al va­lor his­tó­ri­co más al­to en 100 años la so­ja, el acei­te, los mi­ne­ra­les y el pe­tró­leo en to­do el mun­do se­mi­co­lo­nial.
Com­pa­ñe­ros de la mi­no­ría, ca­rac­te­ri­zar a Chi­na co­mo im­pe­ria­lis­ta no con­tra­di­ce la ló­gi­ca de la teo­ría le­ni­nis­ta, si­no que la per­vier­te.
De­tén­gan­se, por­que por es­te ca­mi­no van a ter­mi­nar co­mo to­da la iz­quier­da in­gle­sa, co­men­zan­do por los je­fes del SWP in­glés y de Wor­kers Po­wer, que son unos sir­vien­tes del HSBC y en­cu­bri­do­res de los ca­pa­ta­ces con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios de Hu Jin­tao, Yelt­sin y los ma­sa­cra­do­res ge­no­ci­das co­mo Pu­tin. En es­ta épo­ca im­pe­ria­lis­ta, el ren­tis­ta, el pa­rá­si­to, se se­pa­ra de la ges­tión del ca­pi­tal. Tan so­lo vi­ve de cor­tar cu­po­nes, no de ad­mi­nis­trar­los.
Co­mo lo de­mues­tran to­das las es­ta­dís­ti­cas que la mi­no­ría ya tie­ne en su po­der, que fue­ron apor­ta­das por los ca­ma­ra­das de Su­dá­fri­ca, Bo­li­via y de Chi­le, las eti­que­tas “Ma­de in Chi­na” en­cu­bren a las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas que des­de el pac­to de Ni­xon y Deng Xiao Ping del 75, se ven obli­ga­das a po­ner co­mo ca­ra de sus em­pre­sas a los hi­jos de los bu­ró­cra­tas chi­nos. Así fue có­mo la bu­ro­cra­cia maoís­ta se ase­gu­ró el de­re­cho de he­ren­cia y de po­seer la pro­pie­dad pri­va­da de los me­dios de pro­duc­ción, des­pués de que con la ma­sa­cre en Tia­nan­men en el 89 die­ra un sal­to en la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta.

“Ma­de in Chi­na”, se­ño­res sir­vien­tes del HSBC, es la fir­ma del de­re­cho de he­ren­cia con la que el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal le ase­gu­ró a la la­cra sta­li­nis­ta de­ve­nir en cla­se posee­do­ra. To­da em­pre­sa ins­ta­la­da en Chi­na tie­ne que es­tar ba­jo el nom­bre de un hi­jo de un ex bu­ró­cra­ta del PC. Y qué le im­por­ta al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro que es­to fi­gu­re co­mo “Ma­de in Chi­na”, si es­to le per­mi­te es­con­der me­jor su ga­nan­cia an­te los ojos del pro­le­ta­ria­do que ex­plo­ta y sa­quea.

A es­ta al­tu­ra del de­ba­te nos dan ga­nas de de­cir­le a us­te­des y a to­da la iz­quier­da sir­vien­te del HSBC y la ban­ca Mor­gan: “¡Son unos sin­ver­güen­zas en­cu­bri­do­res del de­re­cho de he­ren­cia con el cual se trans­for­mó en cla­se po­see­do­ra la la­cra sta­li­nis­ta chi­na, ba­jo el ró­tu­lo de “Ma­de in Chi­na” con el que se ex­por­tó a la eco­no­mía mun­dial!” “Ma­de in Chi­na” tam­bién es la for­ma de en­cu­brir el se­cre­to co­mer­cial con el que los ex­plo­ta­do­res de la na­ción chi­na y las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas es­con­den sus súper­ga­nan­cias y el co­bro de sus ro­yal­ties y pa­ten­tes.

Por eso, los trots­kis­tas va­mos a le­van­tar co­mo con­sig­na fun­da­men­tal, con­tra es­tos re­vi­sio­nis­tas del HSBC y la ban­ca Mor­gan, el gri­to de: ¡Fue­ra el se­cre­to co­mer­cial de las fir­mas chi­nas! pa­ra de­sen­mas­ca­rar que de­trás de esas em­pre­sas chi­nas es­tán los nue­vos pro­pie­ta­rios, los hi­jos de los vie­jos bu­ró­cra­tas del PC –a los que hay que vol­ver a ex­pro­piar–, ba­jo las ór­de­nes de los di­rec­to­rios de las trans­na­cio­na­les que sa­quean Chi­na, que se lle­van sus bi­llo­nes de dó­la­res pa­ra cu­brir los dé­fi­cits de sus es­ta­dos, sa­quean­do aho­ra la tie­rra y ex­tra­yen­do has­ta la úl­ti­ma go­ta de ju­go de los mús­cu­los y ner­vios del pro­le­ta­ria­do chi­no.

La lu­cha por la res­tau­ra­ción de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do ba­jo for­mas re­vo­lu­cio­na­rias de­be­rá sal­dar cuen­tas con es­tos nue­vos re­ne­ga­dos del trots­kis­mo que bus­can ti­rar­le tie­rra a los ojos pa­ra que la cla­se obre­ra chi­na no ubi­que con cla­ri­dad a su ene­mi­go. Ese es el rol del re­vi­sio­nis­mo, pe­ro de­sen­mas­ca­rar­lo tam­bién es el rol del bol­che­vis­mo.

Nuevamente a propósito de la matriz teórica de los revisionistas: la pseudo teoría stalinista del “socialismo en un solo país”

Las di­fe­ren­cias po­lí­ti­cas y pro­gra­má­ti­cas ra­di­can en una pro­fun­da di­fe­ren­cia teó­ri­ca: los re­vi­sio­nis­tas se guían por el de­sa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas den­tro de las fron­te­ras na­cio­na­les de un país. Des­de el 4 de agos­to de 1914, in­ter­na­cio­na­lis­mo y na­cio­na­lis­mo son in­com­pa­ti­bles.
En 1923-1924 es­ta­lló abier­ta­men­te la lu­cha en­tre in­ter­na­cio­na­lis­mo mi­li­tan­te y el “so­cia­lis­mo en un so­lo país” den­tro de la III In­ter­na­cio­nal. Sta­lin afir­ma­ba que bas­ta­ban las fuer­zas pro­duc­ti­vas de la URSS pa­ra de­sa­rro­llar el so­cia­lis­mo den­tro de las fron­te­ras de la Unión So­vié­ti­ca, in­clu­so su­pe­ran­do a los paí­ses im­pe­ria­lis­tas más ade­lan­ta­dos. Los sta­li­nis­tas de­cla­ra­ban que las fuer­zas pro­duc­ti­vas eran na­cio­na­les, que no es­ta­ban en­la­za­das con la eco­no­mía mun­dial. Así la bu­ro­cra­cia del es­ta­do obre­ro re­clu­tó a sus hom­bres pa­ra que di­je­ran y “teo­ri­za­ran”, co­mo ma­rio­ne­tas, lo que es­ta de­sea­ba, re­vi­san­do a Marx y Le­nin, y rom­pien­do con to­dos los pro­gra­mas y re­so­lu­cio­nes de los pri­me­ros cua­tro Con­gre­sos de la III In­ter­na­cio­nal.
Ese mé­to­do y esa pseu­teo­ría es­ta­ban ba­sa­dos en el “ex­clu­si­vis­mo na­cio­nal”, en la po­ten­cia­li­dad de un país ais­la­do de la po­lí­ti­ca y la eco­no­mía mun­dial.
Un país co­mo ese so­lo se pue­de dar en la Lu­na o en Mar­te, pe­ro no en la Tie­rra. Es­to es lo que afir­ma­mos los trots­kis­tas.
Jus­ta­men­te era Sta­lin quien se ba­sa­ba en el ca­rác­ter de­si­gual del de­sa­rro­llo de los dis­tin­tos paí­ses pa­ra fun­da­men­tar que pro­duc­to de esa de­si­gual­dad ru­sa este país po­día lle­gar al so­cia­lis­mo y al­can­zar e in­clu­so su­pe­rar a Ale­ma­nia.
Hoy, la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta” es­tá de­fi­ni­da con la mis­ma pseu­do­teo­ría de evo­lu­ción de las con­di­cio­nes na­cio­na­les chinas. Co­mo si es­ta pu­die­ra evo­lu­cio­nar con un de­sa­rro­llo desigual sin com­bi­nar­se con la po­lí­ti­ca y la eco­no­mía mun­dial, que de­fi­ne so­bre la par­ti­cu­la­ri­dad.
Es­ta gen­te no es­tá in­no­van­do acerca de na­da, no es­tá crean­do na­da, no es­tá apor­tan­do na­da. Lo úni­co que han he­cho es pe­dir­le pres­ta­da la teo­ría al sta­li­nis­mo pa­ra jus­ti­fi­car la ca­pi­tu­la­ción a Oba­ma.
Trotsky, cri­ti­can­do el pro­yec­to de pro­gra­ma es­cri­to por Bu­ja­rin y Sta­lin pa­ra el sex­to Con­gre­so de la III In­ter­na­cio­nal, de­fi­nía de es­ta ma­ne­ra la in­com­pa­ti­bi­li­dad del “so­cia­lis­mo en un so­lo país” con el le­ga­do de Marx y el pro­gra­ma de Le­nin:
“Que es im­po­si­ble que la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria in­ter­na­cio­nal sea un ac­to si­mul­tá­neo na­die pue­de ne­gar­lo, so­bre to­do después de la ex­pe­rien­cia de la Re­vo­lu­ción de Oc­tu­bre, rea­li­za­da por la cla­se obre­ra de un país atra­sa­do, ba­jo la pre­sión de la ne­ce­si­dad his­tó­ri­ca, sin es­pe­rar a que el pro­le­ta­ria­do de los paí­ses avan­za­dos ‘rec­ti­fi­ca­se el fren­te’. Es ab­so­lu­ta­men­te jus­to y opor­tu­no re­cu­rrir a la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual en es­te as­pec­to. Pe­ro no lo es en la se­gun­da par­te de la con­clu­sión, don­de se ase­gu­ra, sin fun­da­men­to, que el triun­fo del so­cia­lis­mo es po­si­ble en ‘un so­lo país ca­pi­ta­lis­ta, con­si­de­ra­do ais­la­da­men­te’. Co­mo prue­ba, el pro­yec­to di­ce sim­ple­men­te: ‘de ahí re­sul­ta’; es de­cir, que ello se des­pren­de de la lla­ma­da ley del de­sa­rro­llo de­si­gual. Sin em­bar­go, eso no es ver­dad. ‘De ahí re­sul­ta’ di­rec­ta­men­te lo con­tra­rio. Si los di­ver­sos paí­ses evo­lu­cio­na­sen no so­lo de­si­gual­men­te ais­la­dos si­no aún in­de­pen­dien­te­men­te unos de otros, en­ton­ces, sin nin­gu­na du­da, ha­bría que de­du­cir de la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual la po­si­bi­li­dad de or­ga­ni­zar el sis­te­ma so­cia­lis­ta en un so­lo país, con­si­de­ra­do ais­la­da­men­te: en pri­mer lu­gar en el más avan­za­do, des­pués, a me­di­da que fue­sen lle­gan­do a la ma­du­rez, en los más atra­sa­dos. Es­ta era la con­cep­ción ha­bi­tual, en cier­to mo­do co­mún, del pa­so al so­cia­lis­mo en la so­cial­de­mo­cra­cia de an­tes de la gue­rra y cons­ti­tuía, pre­ci­sa­men­te, la con­sa­gra­ción teó­ri­ca del so­cial­pa­trio­tis­mo. (...)
“El error teó­ri­co que se co­me­te es in­ten­tar ex­traer a la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual lo que es­ta no con­tie­ne y no pue­de con­te­ner. La evo­lu­ción de­si­gual, a sal­tos, de los di­ver­sos paí­ses que­bran­ta con­ti­nua­men­te los la­zos que los unen, su in­ter­de­pen­den­cia eco­nó­mi­ca cre­cien­te; pe­ro sin su­pri­mir­los, ni mu­cho me­nos: al día si­guien­te de una car­ni­ce­ría in­fer­nal que du­ró cua­tro años, esos paí­ses se ven obli­ga­dos a cam­biar car­bón, tri­go, pe­tró­leo, pól­vo­ra y ti­ran­tes. En es­te pun­to fun­damen­tal, el pro­yec­to pre­sen­ta los he­chos co­mo si la evo­lu­ción his­tó­ri­ca se rea­li­za­se a sal­tos; pe­ro el te­rre­no eco­nó­mi­co que los pro­vo­ca y en el cual se rea­li­zan sa­le com­ple­ta­men­te del cam­po vi­sual de los au­to­res del pro­yec­to, o es­tos lo eli­mi­nan abu­si­va­men­te. Se pro­ce­de así pa­ra de­fen­der la in­de­fen­di­ble teo­ría del so­cia­lis­mo en un so­lo país.” (Trotsky, “Crí­ti­ca al pro­gra­ma de la IC”, cap. 1, 1928, ne­gri­tas nues­tras)
Así ac­túan, en la Chi­na don­de se res­tau­ró el ca­pi­ta­lis­mo, las le­yes de la eco­no­mía mun­dial en el pe­río­do his­tó­ri­co abier­to en el ´89. El ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal con­quis­tó nue­vos mer­ca­dos –co­mo Ru­sia, Chi­na y los ex es­ta­dos obre­ros del es­te eu­ro­peo–, y los pu­so a pro­du­cir pa­ra sí. Gra­cias a ellos y a las gue­rras, lo­gró sa­lir de la cri­sis del 97-2001 y consiguió crear un nue­vo ci­clo de ex­pan­sión que lue­go se de­rrum­bó en el año 2007.
El ca­pi­tal fi­nan­cie­ro lle­vó a Chi­na lo más avan­za­do de la tec­no­lo­gía en cier­tas ra­mas de pro­duc­ción, las hi­zo fun­cio­nar y así re­cu­pe­ró su ta­sa de ga­nan­cia.
En la Ru­sia de Pu­tin que­da­ron las ve­nas abier­tas pa­ra abas­te­cer de gas y pe­tró­leo a la Eu­ro­pa im­pe­ria­lis­ta, mien­tras que las ex re­pú­bli­cas opri­mi­das por el za­ris­mo, que lue­go con­tro­ló el es­ta­li­nis­mo, fue­ron re­par­ti­das en­tre las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
En el ci­clo de ex­pan­sión del 2001-2007, Chi­na, co­mo país ca­pitalis­ta tran­si­to­rio, fue un enor­me com­po­nen­te pro­vee­dor de ma­no de obra es­cla­va que per­mi­tió el hun­di­mien­to del va­lor de la fuer­za de tra­ba­jo a ni­vel in­ter­na­cio­nal y fa­ci­li­tó el pro­ce­so de re­lo­ca­li­za­ción de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas en el mer­ca­do mun­dial.
Hoy la de­va­lua­ción del dó­lar em­pu­ja más y más a Chi­na a con­so­li­dar­se co­mo “con­su­mi­do­ra”, con un re­du­ci­do pe­ro im­por­tan­te mer­ca­do de con­su­mo de 200 mi­llo­nes de con­su­mi­do­res, que es­tá en el me­dio de un océa­no de ham­brien­tos y des­po­seí­dos de 1.200 mi­llo­nes, que cons­ti­tu­yen un enor­me ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va pa­ra el mer­ca­do mun­dial ca­pi­ta­lis­ta.
El en­tre­la­za­mien­to ac­tual de Chi­na co­mo un es­ta­do ca­pi­ta­lis­ta tran­si­to­rio, ge­ne­ra un ca­pi­tal co­mer­cial sub­si­dia­rio pa­ra cu­brir dé­fi­cits del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal. Así el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro sa­quea Chi­na, in­clu­si­ve ha­cién­do­le pa­gar sus dé­fi­cits y que­bran­tos, mien­tras crea las con­di­cio­nes de fu­tu­ras cri­sis y cracs, y pa­ra una fu­tu­ra co­lo­ni­za­ción y re­co­lo­ni­za­ción ex­tre­ma de esos pue­blos opri­mi­dos –co­mo su­ce­de con el res­to del mun­do se­mi­co­lo­nial–, si es que la cla­se obre­ra y la re­vo­lu­ción no lo im­pi­den.
No hay im­pe­ria­lis­mo en un so­lo país ni ve­lei­da­des del ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do ca­pa­ces de de­sa­rro­llar fuer­zas pro­duc­ti­vas na­cio­na­les, ni fuer­zas pro­duc­ti­vas es­ta­ta­les que, co­mo plan­tean los sir­vien­tes de la City de Lon­dres del SWP y su co­ri­feos de iz­quier­da, pue­dan com­pe­tir con el monopolio, el trust y el cártel, que son internacionales y controlan internacionalmente las ramas de producción de toda la economía mundial.
¡Fue­ra la teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”! ¡Fue­ra la teo­ría de ca­pi­ta­lis­mo na­cio­nal!
¡En de­fen­sa del ma­te­ria­lis­mo his­tó­ri­co! ¡En de­fen­sa de la teo­ría-­pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te y del le­ga­do teó­ri­co y pro­gra­má­ti­co de la IV In­ter­na­cio­nal!

En la izquierda angloyanqui se puso de moda un neocliffismo senil

Es­ta­mos fren­te a un neo­clif­fis­mo de­cré­pi­to y se­nil post ´89.

El clif­fis­mo, he­re­de­ro en la pos­gue­rra de co­rrien­tes co­mo la de Bur­ham y Shacht­man, co­rrien­tes an­ti­de­fen­sis­tas de la URSS y de los es­ta­dos obre­ros que sur­gie­ran ya de­for­ma­dos, sos­te­nía es­ta apo­lo­gía de “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do”.
Ha­cia allí van los ca­ma­ra­das de la mi­no­ría de la FL­TI cuan­do plan­tean: “La par­ti­cu­la­ri­dad chi­na de man­te­ner las em­pre­sas chi­nas del es­ta­do es lo que le ha per­mi­ti­do, jun­to a sus ban­cos al­ta­men­te cen­tra­li­za­dos, ac­tuar pa­ra apro­ve­char­se de la re­ce­sión glo­bal”.
Co­mo ve­re­mos lue­go, los ban­cos chi­nos que­bra­ron en el 2001 y fue­ron to­tal­men­te co­pa­dos por la ban­ca im­pe­ria­lis­ta. Y las em­pre­sasdel es­ta­do tie­nen hoy una pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo aun más ba­ja que laque te­nían cuan­do Chi­na o la URSS eran es­ta­dos obre­ros de­for­ma­doso de­ge­ne­ra­dos.
Fue el clif­fis­mo, sos­te­ne­dor por iz­quier­da de los trai­do­res del Par­ti­do La­bo­ris­ta y los bu­ró­cra­tas de las Tra­de Unions in­gle­sas, el que afir­ma­ba que lo que en la pos­gue­rra le per­mi­tía a Mos­cú dis­pu­tar­le la eco­no­mía mun­dial a EE.UU., in­clu­si­ve en la ca­rre­ra del es­pa­cio, eran las ven­ta­jas de “su ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do”, de sus fuer­zas pro­duc­ti­vas es­ta­ti­za­das. Una for­ma más, so­la­men­te que an­ti­de­fen­sis­ta, de pos­trar­se es­ta vez, no an­te el so­cia­lis­mo en un so­lo país, si­no an­te eco­no­mías es­ta­ti­za­das en un so­lo país.
Sin sa­ber­lo (o sa­bién­do­lo) los teó­ri­cos de la “ex­cep­cio­na­li­dad” chi­na no son más que los con­ti­nua­do­res de la pseu­do­teo­ría clif­fis­ta del “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do”. Son los que vuel­ven tras los pa­sos de to­da una ban­da de re­ne­ga­dos del trots­kis­mo, con­ti­nua­do­res de Burn­ham y Shacht­man y sir­vien­tes de las Tra­de Unions in­gle­sas y de “su ma­jes­tad”, la rei­na; una co­rrien­te so­cia­lim­pe­ria­lis­ta has­ta los tué­ta­nos, ene­mi­ga de la lu­cha por una Ir­lan­da in­de­pen­dien­te de la co­ro­na bri­tá­ni­ca.
La iz­quier­da de “su ma­jes­tad” y de la bu­ro­cra­cia de las Tra­de Unions que, vía sus sa­té­li­tes in­ter­na­cio­na­les, so­me­tió al pro­le­ta­ria­do a los “fren­tes de­mo­crá­ti­cos” de las bur­gue­sías na­ti­vas que apo­ya­ban los in­te­re­ses de In­gla­te­rra y sus do­mi­nios. Así lo hi­zo en Zim­bab­we, so­me­tien­do a la ISOZ al fren­te po­pu­lar de Mu­ga­be, que ju­ró fi­de­li­dad a la pro­pie­dad in­gle­sa y a la rei­na de In­gla­te­rra. Y es lo que ha­cen aho­ra con la ISO de EE.UU., que recientemente vo­tó ha­cer un gru­po de pro­pa­gan­da por dos años por­que su­bió Oba­ma, a quien hay que apo­yar.
Son los que en el pe­río­do de Yal­ta gri­ta­ban “Ni Was­hing­ton ni Mos­cú”, mien­tras el Ci­ti­bank, la ban­ca Mor­gan y el HSBC se com­pra­ban a to­da la bu­ro­cra­cia, des­de Hon­nec­ker has­ta Gor­ba­chov, y des­pués Yelt­sin, y en­deu­da­ban co­mo se­mi­co­lo­nias ba­ra­tas a los es­ta­dos del es­te co­mo Po­lo­nia, Che­cos­lo­va­quia y Hun­gría, que ter­mi­na­ron con bru­ta­les deu­das ex­ter­nas co­mo las de Amé­ri­ca La­ti­na en los ´80. Y mien­tras, en­tre el ´93 y el ´98, la ban­ca im­pe­ria­lis­ta, con Yelt­sin y los nue­vos bur­gue­ses, tras la de­va­lua­ción del ru­blo, se ro­ba­ban en va­li­jas, avio­nes y co­mo po­dían 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res que bien guar­da­dos es­tán en la city de Lon­dres.
“Ni Was­hing­ton´, ni Mos­cú” gri­ta­ban, mien­tras Lon­dres, la pla­za sub­si­dia­ria del Ci­ti­bank, se que­da­ba con to­do el es­te eu­ro­peo y la URSS.
Y aho­ra sus ca­ca­túas y con­ti­nua­do­res clif­fis­tas gri­tan: “Ni Was­hing­ton ni Pe­kín”, mien­tras Nue­va Ze­lan­da man­da tro­pas pa­ra ma­sa­crar en Af­ga­nis­tán ba­jo el man­do de Oba­ma, y se ca­llan la bo­ca; mien­tras si­guen pre­sos en Guan­tá­na­mo los com­ba­tien­tes de Ma­zar-i-Sha­riff, y se ca­llan la bo­ca; mien­tras Mu­mia Abu Jamal es­tá por ir al ga­rro­te vil, man­da­do por el ase­si­no Oba­ma, y es­cri­ben de­cla­ra­cio­nes plan­tean­do que son jue­ces ra­cis­tas los que lo quie­ren eje­cu­tar; mien­tras in­va­den Hai­tí, y guar­dan un ab­so­lu­to si­len­cio, pues­to que el “pe­li­gro es­tá en Pe­kín”.
Y así, con una ma­no, le cu­bren la es­pal­da a los es­tran­gu­la­do­res y sa­quea­do­res de la na­ción chi­na, mien­tras con la otra, el Fo­ro So­cial Mun­dial cons­tru­ye con ellos la V In­ter­na­cio­nal pa­ra unir­los y cen­tra­li­zar­los a to­dos pa­ra sal­var al ca­pi­ta­lis­mo de su ago­nía mor­tal, de la cual po­drá sa­lir si nue­va­men­te la ban­ca Mor­gan, el HSBC, el Ci­ti­bank y de­más pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ter­mi­nan re­co­lo­ni­zan­do Ru­sia y Chi­na.
Y no po­drán de­cir que no ha­bla­mos so­bre lo que es­cri­ben, por­que plan­tean que con la es­ta­ti­za­ción de la eco­no­mía y de ra­mas en­te­ras de la pro­duc­ción, sin to­mar el po­der, sin des­truir el po­der de la bur­gue­sía y la pro­pie­dad pri­va­da, sin na­cio­na­li­zar el co­mer­cio ex­te­rior, sin ex­ten­der la re­vo­lu­ción mun­dial, paí­ses atra­sa­dos co­mo que­dó Chi­na en el ´89 “pue­den al­can­zar al im­pe­ria­lis­mo más avan­za­do y dis­pu­tar­le el mun­do”. ¡Aní­men­se a de­cir­lo: pa­ra us­te­des la teo­ría de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te per­dió to­da vi­gen­cia! Pa­ra la mi­no­ría de la FL­TI, paí­ses atra­sa­dos, con em­pre­sas na­cio­na­li­za­das y em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas de al­ta tec­no­lo­gía, pue­den su­pe­rar su atra­so, dis­pu­tar el do­mi­nio del mun­do, re­sol­ver el pro­ble­ma de la opre­sión na­cio­nal y el pro­ble­ma de la tie­rra, las dos ta­reas de­mo­crá­ti­ca re­vo­lu­cio­na­rias que los paí­ses se­mi­co­lo­nia­les o co­lo­nia­les no pue­den re­sol­ver si no es con el triun­fo de la re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta.
Ya Trotsky en La Re­vo­lu­ción Trai­cio­na­da de­mo­lía la teo­ría clif­fis­ta de “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do” y a los im­bé­ci­les que la sos­tie­nen hoy. En el ca­pí­tu­lo “¿Qué es la URSS?” de es­ta obra maes­tra so­bre la cues­tión ru­sa, que es un ver­da­de­ro ma­nual con­tra el clif­fis­mo, plan­tea:
“An­te fe­nó­me­nos nue­vos, los hom­bres sue­len bus­car un re­fu­gio en las pa­la­bras vie­jas. Se ha tra­ta­do de dis­fra­zar el enig­ma so­vié­ti­co con el tér­mi­no: ‘ca­pi­ta­lis­mo de Es­ta­do’ que pre­sen­ta la ven­ta­ja de no ofre­cer­le a na­die un sig­ni­fi­ca­do pre­ci­so.”
Y lue­go afir­ma: “El me­ca­nis­mo eco­nó­mi­co de un ré­gi­men de es­ta es­pe­cie no ofre­ce­ría nin­gún mis­te­rio. El ca­pi­ta­lis­ta, lo sa­be­mos, no re­ci­be ba­jo for­ma de be­ne­fi­cio la plus­va­lía del país en­te­ro, pro­por­cio­nal a su par­te de ca­pi­tal. En un ‘ca­pi­ta­lis­mo de Es­ta­do’ in­te­gral, la ley del re­par­to igual de los be­ne­fi­cios se apli­ca­ría di­rec­ta­men­te, sin con­cu­rren­cia de los ca­pi­ta­les, por me­dio de una sim­ple ope­ra­ción de con­ta­bi­li­dad. Ja­más ha exis­ti­do un ré­gi­men de es­te gé­ne­ro, ni lo ha­brá ja­más, a cau­sa de las con­tra­dic­cio­nes pro­fun­das que di­vi­den a los po­see­do­res en­tre sí, y tan­to más cuan­to que el Es­ta­do, re­pre­sen­tan­te úni­co de la propie­dad ca­pi­ta­lis­ta, cons­ti­tui­ría pa­ra la re­vo­lu­ción so­cial un ob­je­to de­ma­sia­do ten­ta­dor.
“Des­pués de la gue­rra, y, so­bre to­do, des­pués de las ex­pe­rien­cias de la eco­no­mía fas­cis­ta, se en­tien­de por ‘ca­pi­ta­lis­mo de Es­ta­do’ un sis­te­ma de in­ter­ven­ción y di­rec­ción eco­nó­mi­ca por par­te del Es­ta­do. Los fran­ce­ses usan en tal ca­so una pa­la­bra mu­cho más apro­pia­da: el es­ta­tis­mo. El ca­pi­ta­lis­mo de Es­ta­do y el es­ta­tis­mo se to­can in­du­da­ble­men­te: pe­ro co­mo sis­te­mas, se­rían más bien opues­tos. El ca­pi­ta­lis­mo de Es­ta­do sig­ni­fi­ca la sus­ti­tu­ción de la pro­pie­dad pri­va­da por la pro­pie­dad es­ta­ti­za­da y con­ser­va, por eso mis­mo, un ca­rác­ter par­cial. El es­ta­tis­mo –así sea la Ita­lia de Mus­so­li­ni, la Ale­ma­nia de Hi­tler, los Es­ta­dos Uni­dos de Roo­se­velt o la Fran­cia de León Blum–, sig­ni­fi­ca la in­ter­ven­ción del Es­ta­do so­bre las ba­ses de la pro­pie­dad pri­va­da, pa­ra sal­var­la. Cua­les­quie­ra que sean los pro­gra­mas de los go­bier­nos, el es­ta­tis­mo con­sis­te, ine­vi­ta­ble­men­te, en tras­la­dar las car­gas del sis­te­ma ago­ni­zan­te de los más fuer­tes a los más dé­bi­les. Sal­va del de­sas­tre a los pe­que­ños pro­pie­ta­rios, úni­ca­men­te por­que su exis­ten­cia es ne­ce­sa­ria pa­ra el sos­te­ni­mien­to de la gran pro­pie­dad. El es­ta­tis­mo, en sus es­fuer­zos de eco­nomía di­ri­gi­da, no se ins­pi­ra en la ne­ce­si­dad de de­sa­rro­llar las fuer­zas pro­duc­ti­vas, si­no en la preo­cu­pa­ción de con­ser­var la pro­pie­dad pri­va­da en de­tri­men­to de las fuer­zas pro­duc­ti­vas que se re­be­lan con­tra ella. El es­ta­tis­mo fre­na el de­sa­rro­llo de la téc­ni­ca, al sos­te­ner a em­pre­sas no via­bles y al man­te­ner ca­pas so­cia­les pa­ra­si­ta­rias; en una pa­la­bra, es pro­fun­da­men­te reac­cio­na­rio.”
Y cul­mi­na con la te­sis opues­ta a la de la mi­no­ría. Mien­tras es­ta úl­ti­ma plan­tea que es re­gre­si­va la es­ta­ti­za­ción en ma­nos de la bu­ro­cra­cia y pro­gre­si­va en ma­nos de la bur­gue­sía, Trotsky al res­pec­to plan­tea to­do lo con­tra­rio: “La pri­me­ra con­cen­tra­ción de los me­dios de pro­duc­ción en ma­nos del Es­ta­do co­no­ci­da por la his­to­ria, la rea­li­zó el pro­le­ta­ria­do por me­dio de la re­vo­lu­ción so­cial, y no los ca­pi­ta­lis­tas por me­dio de los trusts es­ta­ti­za­dos. Es­te bre­ve aná­li­sis bas­ta pa­ra mos­trar cuán ab­sur­das son las ten­ta­ti­vas de iden­ti­fi­car el es­ta­tis­mo ca­pi­ta­lis­ta con el sis­te­ma so­vié­ti­co. El pri­me­ro es reac­cio­na­rio, el se­gun­do rea­li­za un gran pro­gre­so.”
Y por eso, Trotsky, en es­te mis­mo tra­ba­jo, que sus­cri­bi­mos to­tal y ab­so­lu­ta­men­te, re­ma­ta: “La caí­da del ré­gi­men so­vié­ti­co pro­vo­ca­ría in­fa­li­ble­men­te la de la eco­no­mía pla­ni­fi­ca­da y, por tan­to, la li­qui­da­ción de la pro­pie­dad es­ta­ti­za­da. El la­zo obli­ga­do en­tre los trusts y las fá­bri­cas en el se­no de los pri­me­ros, se rom­pe­ría. Las em­pre­sas más fa­vo­re­ci­das se­rían aban­do­na­das a sí mis­mas. Po­drían trans­for­mar­se en so­cie­da­des por ac­cio­nes o adop­tar cual­quier otra for­ma tran­si­to­ria de pro­pie­dad, tal co­mo la par­ti­ci­pa­ción de los obre­ros en los be­ne­fi­cios. Los kol­jo­ses se dis­gre­ga­rían al mis­mo tiem­po, y con ma­yor fa­ci­li­dad. La caí­da de la dic­ta­du­ra bu­ro­crá­ti­ca ac­tual, sin que fue­ra reem­pla­za­da por un nue­vo po­der so­cia­lis­ta, anun­cia­ría, tam­bién, el re­gre­so al sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta con una ba­ja ca­tas­tró­fi­ca de la eco­no­mía y la cul­tu­ra.”
Así su­ce­dió en to­dos los ex es­ta­dos obre­ros de­ge­ne­ra­dos o de­for­ma­dos, por más que us­te­des quie­ran ha­cer pa­sar a Pe­kín por Lon­dres o Was­hing­ton.
Esa “ba­ja ca­tas­tró­fi­ca de la eco­no­mía y la cul­tu­ra” de las ma­sas, de la que ha­bla­ba Trotsky, pue­de ver­se en los mi­llo­nes de es­cla­vos que pro­du­cen en las ma­qui­las o fue­ron des­po­ja­dos de la tie­rra, vol­vien­do a la ham­bru­na y al ca­ni­ba­lis­mo; mien­tras la ma­yo­ría de las ri­que­zas crea­das por el tra­ba­jo hu­ma­no va a cu­brir y fi­nan­ciar los dé­fi­cits de los pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas de Wall Street.
Esa es la ca­tás­tro­fe de la Chi­na en don­de se ha res­tau­ra­do el ca­pi­ta­lis­mo, que pa­ra na­da es la ma­ra­vi­lla que quieren presentar los re­vi­sio­nis­tas; ellos me­re­cen ir a tra­ba­jar a Chi­na a los cam­pos de con­cen­tra­ción por 30 dó­la­res al mes, ba­jo los ti­ros y los la­ti­ga­zos de los ge­ne­ra­les chi­nos.
De las su­per­ga­nan­cias ex­traí­das por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, al­gu­nas mi­ga­jas van tam­bién a pa­gar a to­dos los bu­ró­cra­tas pa­ra que es­cri­ban pá­gi­nas y pá­gi­nas en­ve­ne­nan­do la con­cien­cia del pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Se­gún nues­tra mi­no­ría, re­vi­san­do al mar­xis­mo, el de­ve­nir im­pe­ria­lis­ta de Chi­na ha­bría su­ce­di­do por una ano­ma­lía constituida por las em­pre­sas es­ta­ti­za­das.
Nas­ser es­ta­ti­zó el Ca­nal de Suez en Egip­to a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial; Pe­rón es­ta­ti­zó en Ar­gen­ti­na gran par­te de las ra­mas de pro­duc­ción na­cio­na­les; Chá­vez na­cio­na­li­zó aho­ra la em­pre­sa si­de­rúr­gi­ca más gran­de que es Si­dor; gran par­te de las bur­gue­sías ára­bes y tam­bién el PRI de Mé­xi­co, en al­gún mo­men­to, es­ta­ti­za­ron par­te de sus ra­mas de pro­duc­ción. Pe­ro nin­gu­no lle­gó a ser im­pe­ria­lis­ta.
El “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do” no es nin­gu­na ano­ma­lía en el sis­te­ma ca­pi­ta­lis­ta mun­dial. En las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, la es­ta­ti­za­ción del gran ca­pi­tal y su na­cio­na­li­za­ción es pa­ra sal­var­lo de la de­ba­cle y la cri­sis, pa­ra lue­go de­vol­vér­se­lo a los ac­cio­nis­tas ya sa­nea­do con el di­ne­ro del pue­blo.
En el mun­do se­mi­co­lo­nial, las es­ta­ti­za­cio­nes no son más que par­te de las dis­pu­tas de las bur­gue­sías na­ti­vas con el im­pe­ria­lis­mo que opri­me a la na­ción, por que­dar­se con una ta­ja­da de la plus­va­lía de la cla­se obre­ra y una par­te de la ren­ta. Pe­ro es­tas se dan so­la­men­te en un de­ter­mi­na­do mo­men­to, cir­cuns­tan­cial­men­te, por­que las bur­gue­sías na­ti­vas ter­mi­nan rin­dién­do­se an­te el amo im­pe­ria­lis­ta por te­mor a la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria, por­que la cla­se obre­ra ha de­mos­tra­do ser, to­man­do el po­der, la úni­ca cla­se na­cio­nal.
Tam­po­co es una ano­ma­lía que se man­ten­ga la pro­pie­dad es­ta­ti­za­da en los es­ta­dos obre­ros don­de se ha re­cons­ti­tui­do la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta. Esa es la nor­ma que per­mi­te que se ha­ga una res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en or­den.
Es de­cir, don­de pa­sen las ra­mas de pro­duc­ción que dan ga­nan­cia a ma­nos del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro y la bur­gue­sía im­pe­ria­lis­ta, y las em­pre­sas que exi­gen de­ma­sia­da in­ver­sión o dan pér­di­da, que­dan ba­jo con­trol del es­ta­do pa­ra sub­si­diar y man­te­ner un or­den en la eco­no­mía de la res­tau­ra­ción al ser­vi­cio del con­jun­to de la cla­se po­see­do­ra.
Es­to no es nin­gu­na no­ve­dad. Es lo que se dis­cu­tió y vo­tó en el Con­gre­so de fun­da­ción de la IV In­ter­na­cio­nal del ´38, en el de­ba­te de Trotsky con­tra Craip­peau so­bre có­mo iba a ser la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta si asu­mía un go­bier­no men­che­vi­que en la URSS.
Y tan­to se dio es­ta ley mar­xis­ta que cuan­do la ávi­da bur­gue­sía yelt­si­nis­ta rea­li­zó una pri­va­ti­za­ción sal­va­je, la eco­no­mía ya no pu­do ni fun­cio­nar. Tan es así que la Ru­sia del ´89 al ´98, que ter­mi­nó de­va­luan­do el ru­blo, sa­cu­di­da por un crac des­co­mu­nal, re­tro­ce­dió 100 años de su his­to­ria en lo que a ni­ve­les de mor­ta­li­dad, nu­tri­ción y es­pe­ran­za de vi­da se re­fie­re. Y tu­vo que ve­nir un gol­pe bo­na­par­tis­ta de Pu­tin pa­ra or­ga­ni­zar una eco­no­mía se­ria, es­ta­ti­zan­do el gas y el pe­tró­leo; eso sí, con un 49% de las ac­cio­nes de to­do el gas y el pe­tró­leo ru­so pa­ra las empresas ale­ma­nas.
Es­te clif­fis­mo ras­tre­ro que ha sur­gi­do en la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na ha im­pac­ta­do a nues­tra mi­no­ría que vuel­ve afa­no­sa­men­te a él.
In­sis­ti­mos, creen que es­tán ela­bo­ran­do “dia­léc­ti­ca­men­te” en un nue­vo “mar­xis­mo di­ná­mi­co”, y lo úni­co que es­tán ha­cien­do es mas­car el tra­po su­cio y vie­jo de vie­jas pseu­do teo­rías co­mo la de las “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les” que lle­va­ron a la teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país” pues­ta al ser­vi­cio de es­tran­gu­lar la re­vo­lu­ción mun­dial, y a la del “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do” pa­ra con­si­de­rar a Ru­sia co­mo un país ca­pi­ta­lis­ta a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
De ese ar­se­nal del re­vi­sio­nis­mo y la trai­ción de los re­ne­ga­dos del trots­kis­mo de In­gla­te­rra, nues­tra mi­no­ría ex­trae los de­se­chos de su teo­ría pa­ra adap­tar­se a la oba­ma­ma­nía del im­pe­ria­lis­mo yan­qui.
 
Un antecedente de este revisionismo neocliffista: el mandelismo que, después de 10 años, se rompió los dientes a fines de los ´90 con sus tigres asiáticos “imperialistas” de Corea, Taiwán, Singapur, Indonesia, etc.

Hay un an­te­ce­den­te de un re­vi­sio­nis­mo abier­to en los ´80 so­bre el sur­gi­mien­to de nue­vos paí­ses im­pe­ria­lis­tas. En di­cha opor­tu­ni­dad, co­mo an­te­ce­so­res a los re­vi­sio­nis­tas de hoy, fueron el man­de­lis­mo y el pa­blis­mo los que en­ca­be­za­ron la re­vi­sión de la teo­ría mar­xis­ta, quienes ba­jo con­di­cio­nes co­yun­tu­ra­les de la eco­no­mía y la po­lí­ti­ca mun­dial, ha­cían apa­re­cer a los ex ti­gres asiá­ti­cos co­mo ex­por­ta­do­res de ca­pi­tal (con las in­ver­sio­nes di­rec­tas), y co­mo com­pe­ti­do­res de EE.UU. en ra­mas de pro­duc­ción co­mo la au­to­mo­triz y la si­de­rúr­gi­ca, co­mo en el ca­so de las Cha­bols de Co­rea del Sur, Ma­la­sia, Sin­ga­pur, In­do­ne­sia, etc.
Pe­ro el sue­ño do­ra­do de los ti­gres asiá­ti­cos du­ró po­co. El man­de­lis­mo aún es­tá re­co­gien­do los pe­da­zos de los dien­tes que se rom­pió en la his­to­ria por se­me­jan­te bra­vu­co­na­da an­ti­mar­xis­ta.
En los ´80, Ja­pón ha­bía lle­ga­do muy le­jos con el sue­ño de los ti­gres asiá­ti­cos en Co­rea, Sin­ga­pur e In­do­ne­sia. Acu­mu­la­ba una enor­me ma­sa de ca­pi­tal fi­nan­cie­ro pro­ve­nien­te de sus ex­por­ta­cio­nes al apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar nor­tea­me­ri­ca­no, con el cual, en el pe­río­do de Yal­ta, ha­bía rea­li­za­do una sim­bio­sis por la pro­duc­ción de mi­cro­chips que lue­go ge­ne­ra­li­za­ba con sus cor­po­ra­cio­nes; su ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, a ra­mas de pro­duc­ción ci­vil, elec­tró­ni­ca y de bie­nes de con­su­mo. Así le dis­pu­ta­ba a EE.UU., in­clu­si­ve pal­mo a pal­mo, la in­dus­tria au­to­mo­triz, fo­to­grá­fi­ca, óp­ti­ca, de lí­nea blan­ca, te­le­vi­so­res, etc.
Ja­pón sí era un país im­pe­ria­lis­ta, que aun sien­do va­sa­llo, el más va­sa­llo de to­dos en la pos­gue­rra, de­sa­rro­lla­ba cor­po­ra­cio­nes, in­clu­si­ve dis­pu­tán­do­le ra­mas de pro­duc­ción a EE.UU., y así ha­bía co­lo­ca­do par­te de su ca­pi­tal fi­nan­cie­ro pa­ra re­va­lo­ri­zar­se en Co­rea, en Sin­ga­pur, Tai­lan­dia e In­do­ne­sia.
El Ja­pón va­sa­llo com­pra­ba bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no con los dó­la­res fres­cos de sus ex­por­ta­cio­nes a EE.UU., y no se los guar­da­ba en sus re­ser­vas, si­no que los rein­ver­tía y los re­va­lo­ri­za­ba co­mo par­te de su ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, de­sa­rro­llan­do ra­mas de pro­duc­ción, in­clu­si­ve la ro­bó­ti­ca en la lí­nea de pro­duc­ción, com­pi­tién­do­le al for­dis­mo con el to­yo­tis­mo. Tam­bién com­pe­tía abier­ta­men­te con Ale­ma­nia co­mo ex­por­ta­dor de má­qui­nas he­rra­mien­tas a la eco­no­mía mun­dial.
EE.UU. le res­pon­día con Rea­gan cen­tran­do su ofen­si­va en la res­tau­ra­ción del ca­pi­ta­lis­mo en la URSS, con su so­cio Gor­ba­chov. Avan­za­ba en su “gue­rra de las ga­la­xias” pa­ra obli­gar a la bu­ro­cra­cia a en­trar en una ca­rre­ra ar­ma­men­tís­ti­ca pa­ra que­brar las fuer­zas pro­duc­ti­vas del es­ta­do obre­ro. Mien­tras, avan­za­ba vien­to en po­pa con sus joint ven­tu­res en el su­des­te chi­no, ba­jo el pa­ra­guas de la bu­ro­cra­cia maoís­ta. Así sa­lía Es­ta­dos Uni­dos del ci­clo de cri­sis del ´87: con in­ver­sio­nes en el apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar.
Ja­pón avan­zó más de la cuen­ta en sus in­ver­sio­nes en los ti­gres asiá­ti­cos, con los mo­no­po­lios na­cio­na­les sur­co­rea­nos, los cha­bo­les, co­mo la Hyun­dai, Dae­woo, etc.
To­da la iz­quier­da im­pre­sio­nis­ta mun­dial ha­bla­ba del sur­gi­mien­to de los ti­gres asiá­ti­cos co­mo nue­vos im­pe­ria­lis­mos. En­tre ellos se en­con­tra­ban Man­del y el pa­blis­mo, co­mo co­rrien­tes pe­que­ño­bur­gue­sas im­pre­sio­nis­tas de los paí­ses cen­tra­les. Es más, char­la­ta­nes de la iz­quier­da mun­dial avi­zo­ra­ban la de­ca­den­cia nor­tea­me­ri­ca­na y el vo­lu­ptuo­so as­cen­so de Ja­pón en la eco­no­mía mun­dial.
Los ja­po­ne­ses, com­prán­do­se las to­rres ge­me­las y el Em­pi­re Sta­te, hi­cie­ron que to­da la iz­quier­da im­pre­sio­nis­ta y to­dos los pro­fe­so­res aca­dé­mi­cos ha­bla­ran del apo­geo ja­po­nés y va­ti­ci­na­ran la de­ca­den­cia nor­tea­me­ri­ca­na. Mien­tras era EE.UU. quien ha­cía las más gran­des in­ver­sio­nes mi­llo­na­rias en la “gue­rra de las ga­la­xias”, pre­pa­ran­do nue­vas ra­mas de pro­duc­ción co­mo la te­le­fo­nía y la com­pu­ta­ción, so­bre la ba­se del de­sa­rro­llo de la in­dus­tria de gue­rra.
EE.UU. mon­tó el Si­lli­con Va­lley con las em­pre­sas tec­no­ló­gi­cas, re­con­vir­tien­do la in­dus­tria de gue­rra en ra­ma ci­vil, y así de­jó a Ja­pón dis­lo­ca­do de la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo y en re­ce­sión por diez años. Mien­tras tan­to, el Ci­ti­bank y la ban­ca Mor­gan se ro­ba­ban los 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res que se lle­va­ba la ex bu­ro­cra­cia de Yelt­sin, de­ve­ni­da en bur­gue­sía; y po­nía a tra­ba­jar a los obre­ros es­cla­vos del su­des­te chi­no ba­jo las ór­de­nes de Wall Street y sus so­cios me­no­res, los hi­jos de los bu­ró­cra­tas chi­nos, quienes fue­ron a cons­ti­tuir los di­rec­to­rios de las joint ven­tu­res del su­des­te de Chi­na.
Así EE.UU., la po­ten­cia do­mi­nan­te de ma­yor pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo del pla­ne­ta li­ga­da a la in­dus­tria de gue­rra, apo­ya­da en la bu­ro­cra­cia s­ta­li­nis­ta, de­fi­nió a su fa­vor en 1989 el re­sul­ta­do de­fi­ni­ti­vo de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
Con el Si­lli­con Va­lley fun­cio­nan­do en pleno con las em­pre­sas punto com, en el ci­clo de ex­pan­sión de los Clin­ton y de las tec­no­ló­gi­cas de los ´90, Ja­pón que­da­ba dis­lo­ca­do de la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo y en re­ce­sión por 10 años. Y en el ´97 co­men­za­ba la cri­sis que man­dó a la rui­na a los su­pues­tos paí­ses im­pe­ria­lis­tas que proclamaban los char­la­ta­nes pa­blis­tas y man­de­lis­tas.

La minoría de la FLTI bajo la pseudo teoría antidialéctica de Burnham y Shachtman para definir una semicolonia

Los char­la­ta­nes que hoy ha­blan de la Chi­na im­pe­ria­lis­ta por­que com­pra bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no co­mo com­pra­ba Ja­pón, no pue­den dis­tin­guir a un león de un her­bí­vo­ro como el caballo, tal co­mo lo es la Chi­na de Hu Jin­tao. Es­ta so­lo pue­de com­prar bo­nos y te­ner­los guar­da­dos en su te­so­ro, y con su eco­no­mía y sus mi­les de mi­llo­nes de dó­la­res de las ex­por­ta­cio­nes, no pue­de li­de­rar nin­gu­na de las ra­mas de pro­duc­ción en nin­gún sec­tor de la eco­no­mía mun­dial, si no es ba­jo la ór­bi­ta del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro (ca­pi­tal ban­ca­rio e in­dus­trial) de EE.UU. o de al­gu­na otra po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta al­ter­na­ti­va.
El ca­pi­tal fi­nan­cie­ro cu­bre sus dé­fi­cits con pa­pe­les sin va­lor de es­ta­dos y ban­cos que­bra­dos, co­mo ha­ce EE.UU. Chi­na, en cam­bio, tie­ne que po­ner los dó­la­res con­tan­tes y so­nan­tes. Pa­ra sal­var a sus ban­cos, EE.UU. emi­te tí­tu­los y bo­nos del te­so­ro ¡por 700.000 mi­llo­nes de dó­la­res! Pe­ro son tí­tu­los del te­so­ro, pa­pe­les, no dó­la­res.
Mien­tras que pa­ra reac­ti­var su eco­no­mía e ini­ciar un ci­clo de con­su­mo, Chi­na tie­ne que po­ner 600.000 mi­llo­nes de dó­la­res con­tan­tes y so­nan­tes arri­ba de la me­sa.
Cual­quier pa­trón o pe­que­ño­bur­gués se­rio, y no di­ga­mos na­da de un obre­ro con con­cien­cia de cla­se, al en­te­rar­se de es­to di­ce “El que po­ne la pla­ta, es el dé­bil. El que no la po­ne y se com­pra to­do, es el que man­da”.
Es que el gran ca­pi­ta­lis­ta ha­ce sus ne­go­cios con el di­ne­ro de los de­más. Es el pe­que­ño­bur­gués el que ha­ce ne­go­cios con su pro­pia pla­ta.
Pe­ro pa­ra con­fun­dir y em­bau­car a los obre­ros del mun­do pa­ra que no dis­tin­ga­mos qué es una na­ción opre­so­ra, qué es una nación opri­mi­da, có­mo ac­túan los je­fes y có­mo ac­túan sus ge­ren­tes, es­tas co­rrien­tes re­vi­sio­nis­tas han re­vi­sa­do có­mo de­fi­nir qué es una co­lo­nia y una se­mi­co­lo­nia, uti­li­zan­do el mis­mo mé­to­do que el man­de­lis­mo usó pa­ra de­fi­nir en los ´80 el ca­rác­ter se­miim­pe­ria­lis­ta de los “ti­gres asiá­ti­cos”.
Vea­mos lo que ellos nos di­cen uti­li­zan­do un mé­to­do to­tal­men­te prag­má­ti­co. Ya Trotsky ha­bía aler­ta­do del ca­rác­ter prag­má­ti­co de la iz­quier­da nor­tea­me­ri­ca­na en su li­bro En De­fen­sa del Mar­xis­mo. Fren­te al prag­ma­tis­mo de hoy, Burn­ham y Shacht­man parecen los re­yes de la dia­léc­ti­ca.
La minoría de la FLTI define, in­sis­ti­mos, a una co­lo­nia y a una se­mi­co­lo­nia de la si­guien­te ma­ne­ra:
“Chi­na no en­ca­ja con el per­fil de una se­mico­lo­nia. Las se­mico­lo­nias tie­nen: 1) dé­fi­cits co­mer­cia­les cró­ni­cos. 2) dé­fi­cits de ca­pi­tal. 3) Enor­mes deu­das na­cio­na­les. 4) Ta­sa de cre­ci­mien­to re­la­ti­va­men­te ba­jas ya que la plus­va­lía es bom­bea­da fue­ra de la eco­no­mía na­cio­nal por el im­pe­ria­lis­mo. Si la com­pa­ra­mos con Mé­xi­co, que tie­ne to­dos esos ras­gos, Chi­na es muy di­fe­ren­te.”
In­sis­ti­mos, Burn­ham y Shacht­man es­ta­rían ru­bo­ri­za­dos con es­te mé­to­do prag­má­ti­co.
No­so­tros co­no­ce­mos paí­ses im­pe­ria­lis­tas que tie­nen dé­fi­cit de ca­pi­tal. Por ejem­plo, en es­tos mo­men­tos, la ma­yo­ría de los paí­ses eu­ro­peos es­tán to­tal­men­te en­deu­da­dos, con dé­fi­cits de ca­pi­tal in­clu­si­ve pa­ra reac­ti­var sus eco­no­mías, co­mo Es­pa­ña y Gre­cia, que tie­ne un que­bran­to de 300.000 mi­llo­nes de dó­la­res.
Ha­ce años que hay un re­la­ti­vo es­tan­ca­mien­to en Eu­ro­pa y no se cre­ce a más de un 2 ó 3%, in­clu­si­ve en EE.UU., que tie­ne una deu­da co­mer­cial cró­ni­ca y de­be vi­vir de la afluen­cia de ca­pi­ta­les de to­do el mun­do.
¿Qué ha­ce es­te mé­to­do prag­má­ti­co, su­per­fi­cial, pe­que­ño­bur­gués pa­ra de­fi­nir qué es una se­mi­co­lo­nia? To­ma las for­mas, no la esen­cia, no el con­te­ni­do. De­fi­ne a un es­ta­do co­lo­nial, se­mi­co­lo­nial, im­pe­ria­lis­ta o a un es­ta­do obre­ro no por las le­yes del ma­te­ria­lis­mo his­tó­ri­co, es de­cir por las le­yes de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, la es­truc­tu­ra y la su­pe­res­truc­tu­ra de la so­cie­dad, si­no que lo de­fi­ne “por el per­fil que da”.
Así es to­do pe­que­ño­bur­gués, to­ma lo su­per­fi­cial. Ese era el mé­to­do de Burn­ham y Shacht­man. “Ru­sia no da con el per­fil de un es­ta­do obre­ro” de­cían. “Tie­ne un ré­gi­men de ins­ti­tu­cio­nes bur­gue­sas, se re­pro­du­ce la ley del va­lor, hay una bu­ro­cra­cia con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria que opri­me a otros pue­blos; ha­ce ne­go­cios con el im­pe­ria­lis­mo; bus­ca en­trar en la so­cie­dad de las na­cio­nes. No da con el per­fil. No es es­ta­do obre­ro.”
Trotsky tu­vo que es­cri­bir un li­bro, En De­fen­sa del Mar­xis­mo, en de­fen­sa de la dia­léc­ti­ca con­tra es­tos char­la­ta­nes. Pe­ro re­pe­tir es­te mé­to­do 70 años des­pués, es de­lez­na­ble. Y ha­cer­lo en nom­bre del trots­kis­mo es do­ble­men­te de­lez­na­ble, por­que acá ya hay char­la­tanes cons­cien­tes y no so­la­men­te gen­te equi­vo­ca­da.
Trotsky res­pon­día en la obra recientemente citada: “La dis­cu­sión es de esen­cia y apa­rien­cia. Si me traen un automovil to­do cho­ca­do, di­ré ‘¿Qué de­mo­nios es es­to?’ Su per­fil no da, pe­ro en esen­cia si­gue sien­do un automovil. Lo mismo va­le pa­ra un es­ta­do obre­ro o un sin­di­ca­to bu­ro­cra­ti­za­dos, si­guen sien­do de cla­se. Esa es la esen­cia.” No­so­tros co­no­ce­mos co­lo­nias o se­mi­co­lo­nias prós­pe­ras que en de­ter­mi­na­da eta­pa de su de­sa­rro­llo no han te­ni­do dé­fi­cits, si­no abun­dan­cia de ca­pi­ta­les. Por ejem­plo, to­dos los paí­ses de la OPEP co­mo Ara­bia Sau­di­ta, Lí­ba­no, Li­bia y Ve­ne­zue­la, a quie­nes les so­bró tan­to ca­pi­tal que no sa­bían qué ha­cer con él pa­ra re­pro­du­cir­lo.
Pe­ro no te­nían más re­me­dio que ir a don­de sus amos im­pe­ria­lis­tas, que trans­for­ma­ron los pe­tro­dó­la­res en em­prés­ti­tos que lue­go fue­ron las deu­das ex­ter­nas con las cua­les el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal hi­zo enor­mes súper­ga­nan­cias.
En es­te mo­men­to es­tá lle­no de se­mi­co­lo­nias que no tie­nen dé­ficits co­mer­cia­les, co­mo Ar­gen­ti­na, Chi­le y Bra­sil, que tie­nen sus mo­ne­das de­va­lua­das pa­ra que des­de allí a las trans­na­cio­na­les les con­ven­ga ex­por­tar com­mo­di­ties, so­ja y mi­ne­ra­les. E in­clu­si­ve tie­nen enor­mes re­ser­vas, pe­ro que no se to­can por­que son un se­gu­ro de cam­bio de las in­ver­sio­nes de las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas. Por eso no de­ja­ron al go­bier­no ar­gen­ti­no to­car de las re­ser­vas 6 mil mi­llo­nes de dó­la­res pa­ra pa­gar la deu­da. Chi­le cre­ció a ta­sas del 7 al 9% anual, y Ar­gen­ti­na a ta­sas del 8 y 9% en los úl­ti­mos 7 años. Lo mis­mo la In­dia, con ta­sas del 7-8%, in­clu­si­ve con in­ver­sio­nes di­rec­tas por 10 mil mi­llo­nes de dó­la­res.
Se­gún esa de­fi­ni­ción, que de­fi­ne por apa­rien­cia, es­ta­ría­mos an­te se­mi­co­lo­nias que en rea­li­dad son paí­ses im­pe­ria­lis­tas, y an­te paí­ses im­pe­ria­lis­tas cuan­do en rea­li­dad son se­mi­co­lo­nias.
Co­mo bue­nos clif­fis­tas, son unos irres­pon­sa­bles; ex­ce­len­tes con­ti­nua­do­res de Burn­ham y Shacht­man y su mé­to­do ene­mi­go de la dia­léc­ti­ca.
Una co­lo­nia o se­mi­co­lo­nia es una na­ción que lle­gó tar­de al re­par­to del mun­do y a con­sa­grar su in­de­pen­den­cia na­cio­nal en mo­men­tos en que el mun­do era do­mi­na­do por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro a par­tir de 1914. Y por lo tan­to no ha po­di­do de­sa­rro­llar sus ta­reas de­mo­crá­ti­co re­vo­lu­cio­na­rias co­mo lo son la in­de­pen­den­cia na­cio­nal y la cues­tión de la tie­rra.
Si los de­fi­ni­mos co­mo co­lo­nia, di­re­mos que ni si­quie­ra tie­nen in­de­pen­den­cia po­lí­ti­ca pa­ra te­ner su go­bier­no y sus pro­pias ins­ti­tu­cio­nes del es­ta­do. Es­te es el ca­so de Gua­da­lu­pe, Hong Kong y otros en­cla­ves co­lo­nia­les.
Si tie­ne una re­la­ti­va in­de­pen­den­cia po­lí­ti­ca, di­re­mos que es una se­mi­co­lo­nia, pues­to que man­tie­nen pac­tos con el im­pe­ria­lis­mo que la atan a él.
En mo­men­tos de fuer­te de­bi­li­dad del ré­gi­men de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta, co­mo en el ca­so de una gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta, las co­lo­nias o se­mi­co­lo­nias pue­den lo­grar una re­la­ti­va in­de­pen­den­cia po­lí­ti­ca del im­pe­ria­lis­mo.
Es más, mu­chas ve­ces las bur­gue­sías na­ti­vas, usan­do al pro­le­ta­ria­do y con­tro­lán­do­lo fé­rrea­men­te, le re­ga­tean par­te de la ren­ta na­cio­nal al im­pe­ria­lis­mo, que es la gran cla­se po­see­do­ra en to­das las co­lo­nias y se­mi­co­lo­nias.
Jus­ta­men­te, en una co­lo­nia o en una se­mi­co­lo­nia hay dos ta­reas na­cio­na­les que la bur­gue­sía ya no pue­de re­sol­ver den­tro las fron­te­ras na­cio­na­les: la cues­tión de la tie­rra y la rup­tu­ra con el im­pe­ria­lis­mo. La bur­gue­sía y la eco­no­mía mun­dial sí pue­de re­sol­ver co­yun­tu­ral­men­te en un país se­mi­co­lo­nial no te­ner dé­fi­cits co­mer­cia­les, o ta­sas de cre­ci­mien­to ba­jas.
La mi­no­ría ha ti­ra­do a la ba­su­ra la Teo­ría de la Re­vo­lu­ción Per­ma­nen­te, el Pro­gra­ma de Tran­si­ción, la Crí­ti­ca al pro­gra­ma de la In­ter­na­cio­nal Co­mu­nis­ta y su pseu­do teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”. Y han ti­ra­do a la ba­su­ra la lu­cha con­tra el re­vi­sio­nis­mo de la dia­léc­ti­ca que hicieron Burn­ham y Shacht­man. No han de­ja­do na­da de la teo­ría mar­xis­ta sobre la re­la­ción en­tre los es­ta­dos en la épo­ca im­pe­ria­lis­ta.
¡Ahí es a don­de lle­va el re­vi­sio­nis­mo en la teo­ría: a li­qui­dar la cien­cia mar­xis­ta pa­ra jus­ti­fi­car las peo­res trai­cio­nes al pro­le­ta­ria­do!
La de­fi­ni­ción de Chi­na es: país ca­pi­ta­lis­ta tran­si­to­rio, ba­jo un ré­gi­men res­tau­ra­dor con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio. Es un es­ta­do ca­pi­ta­lis­ta en tran­si­ción a ser una se­mi­co­lo­nia o co­lo­nia di­rec­ta, o al triun­fo de la res­tau­ra­ción de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do ba­jo for­mas re­vo­lu­cio­na­rias, cues­tión que se re­sol­ve­rá his­tó­ri­ca­men­te en la lu­cha de cla­ses a ni­vel in­ter­na­cio­nal, y en la pa­les­tra mun­dial.
Es­tas son las dos al­ter­na­ti­vas pa­ra Chi­na en un mun­do ya conquis­ta­do por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
La la­cra bur­gue­sa en la que ha de­ve­ni­do el sta­li­nis­mo en Chi­na ni si­quie­ra pue­de dar un Chiang Kai Shek, es de­cir, un na­cio­na­lis­ta bur­gués que le re­ga­tee al im­pe­ria­lis­mo im­pul­san­do la mo­vi­li­za­ción de las ma­sas. Es­ta la­cra so­lo pue­de dar sir­vien­tes y agen­tes di­rec­tos de la con­tra­rre­vo­lu­ción mun­dial.
Y la prue­ba es­tá en el ti­po de ré­gi­men bo­na­par­tis­ta y pi­no­che­tis­ta es­ta­ble­ci­do en Chi­na. Por­que el más mí­ni­mo res­qui­cio de li­ber­ta­des de­mo­crá­ti­cas par­cia­les, o el más mí­ni­mo res­qui­cio en el ré­gi­men to­ta­li­ta­rio de opre­sión de es­tos agen­tes di­rec­tos de la con­tra­rre­vo­lu­ción en Chi­na, su­ble­va­rían al con­jun­to de las ma­sas y la ca­be­za de los mandarines ro­da­ría en cues­tión de días. ¿Es­ta la­cra agen­te de los ne­go­cios del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal va a en­fren­tar a Oba­ma y al im­pe­ria­lis­mo yan­qui y a dis­pu­tar­le el mun­do? Si lo ha­ce se­rá co­mo sir­vien­te y gur­ka de otra po­ten­cia im­pe­ria­lis­ta, cues­tión que no po­de­mos des­car­tar en un fu­tu­ro; co­mo tam­po­co po­de­mos des­car­tar que esa pan­di­lla de bur­gue­sía ca­pan­ga y ras­tre­ra en la que de­vi­no el sta­li­nis­mo, se di­vi­da al­re­de­dor de quién ser sir­vien­tes.
Y aho­ra que ya van que­dan­do las co­sas cla­ras, les ha­ce­mos un de­sa­fío: si el motor que ha permitido a China avanzar han sido las empresas estatizadas, ¿por qué esta burguesía imperialista inteligente no estatiza todas las empresas? ¿Por qué no reestatiza los bancos y el comercio exterior para parar el actual “apriete” de Obama y de EE.UU.?
Si es im­pe­ria­lis­ta, si es una na­ción in­de­pen­dien­te, no en­ten­de­mos por qué no lo pue­de ha­cer. No lo pue­de ha­cer por­que es un ver­so que Chi­na es un país im­pe­ria­lis­ta, así co­mo vues­tra teo­ría del “ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do”. Por­que ello sig­ni­fi­ca­ría (co­mo di­ji­mos más arri­ba, y co­mo plan­tea Trotsky en La Re­vo­lu­ción Trai­cio­na­da), que el ca­pi­ta­lis­mo de es­ta­do es una uto­pía que sig­ni­fi­ca­ría es­ta­ti­zar to­das las em­pre­sas y re­par­tir to­dos sus di­vi­den­dos en­tre los ca­pi­ta­lis­tas, que se ter­mi­na­rían ma­tan­do en­tre ellos por esos di­vi­den­dos. Una uto­pía reac­cio­na­ria de la iz­quier­da clif­fis­ta an­glo­sa­jo­na y de Ja­pón.

Una ruptura con todo el legado de la IV Internacional en defensa de los estados obreros y su combate contra el “socialismo en un solo país”. La matriz teórica de los revisionistas: el viejo y anticuado verso stalinista del “socialismo en un solo país”

Es­te re­vi­sio­nis­mo de la frac­ción pú­bli­ca de la FL­TI no de­ja pie­dra so­bre pie­dra ni del pro­gra­ma mar­xis­ta, ni del le­ga­do teó­ri­co y po­lí­ti­co de la IV In­ter­na­cio­nal.
Lean aten­ta­men­te lo que han es­cri­to: “El éxi­to chi­no des­can­sa en sus ban­cos es­ta­ta­les al­ta­men­te cen­tra­li­za­dos y sus em­pre­sas pro­pie­dad del es­ta­do, que pue­den apro­ve­char­se de la re­ce­sión glo­bal”. Los teó­ri­cos del “im­pe­ria­lis­mo en un so­lo país” y de la res­tau­ra­ción pa­cí­fi­ca ter­mi­nan sien­do, sin dar­se cuen­ta, de­fenso­res a ul­tran­za de la teo­ría sta­li­nis­ta del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”.
Es­tos prac­ti­can­tes de un “mar­xis­mo di­ná­mi­co, in­no­va­dor, no sec­ta­rio, no afe­rra­do a vie­jas fór­mu­las de 60 años” re­pi­ten vul­ga­ri­da­des an­ti­mar­xis­tas de­rro­ta­das por el mar­xis­mo ha­ce ya 80 años. Al fi­nal, van a ter­mi­nar sien­do los con­ti­nua­do­res de la teo­ría del sta­li­nis­mo del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”.
Por­que, ¿en qué es­ta­ba ba­sa­da la teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”? En que la pu­jan­za de una eco­no­mía na­cio­na­li­za­da y es­ta­ti­za­da de un país atra­sa­do don­de triun­fó la re­vo­lu­ción, podía ha­cer que ese país al­can­ce al im­pe­ria­lis­mo en su de­sa­rro­llo, sin la ne­ce­si­dad de ex­ten­der la re­vo­lu­ción a ni­vel mun­dial. Fí­jen­se bien. La frac­ción pú­bli­ca di­ce que el he­cho de que en Chi­na hubiera ra­mas de pro­duc­ción es­ta­ti­za­das, fue la ven­ta­ja com­pa­ra­ti­va que le per­mi­tió dis­pu­tar­le a EE.UU. su con­trol de la eco­no­mía mun­do.
¡Afir­man es­to en una Chi­na con el 70% de sus ra­mas de pro­duc­ción cla­ves pri­va­ti­za­das! ¡O sea que los des­he­chos de la eco­no­mía es­ta­ti­za­da trans­for­man a Chi­na en un país im­pe­ria­lis­ta que le dis­pu­ta a EE.UU. el mun­do!
No­so­tros les pre­gun­ta­mos: con esas po­si­cio­nes ¿Mao y Sta­lin no se le­van­ta­rían de la tum­ba y aplau­di­rían? ¿Bu­ja­rin no les ti­ra­ría pa­pe­li­tos des­de el cie­lo, des­de las nu­bes don­de es­tán flo­tan­do, y les gritaría: “Cam­pe­si­nos en­ri­que­ceos, bur­gue­ses en­ri­que­ceos, im­pe­ria­lis­tas en­ri­que­ceos, que con las em­pre­sas es­ta­ti­za­das le es­ta­mos dis­pu­tan­do el mun­do a los amos”?
Pe­ro el le­ni­nis­mo, el trots­kis­mo y to­da la teo­ría del mar­xis­mo vi­vien­te en la épo­ca im­pe­ria­lis­ta, sur­gió afir­man­do que la eco­no­mía es­ta­ti­za­da de un es­ta­do obre­ro (ya sea de­for­ma­do o re­vo­lu­cio­na­rio) no po­día ni so­ñar con al­can­zar las fuer­zas pro­duc­ti­vas de un país im­pe­ria­lis­ta más avan­za­do. Pa­ra­fra­sean­do a la III In­ter­na­cio­nal: “¡La Ru­sia so­vié­ti­ca pe­re­ce­rá si no triun­fa el pro­le­ta­ria­do ale­mán! ¡Pon­ga­mos ya en pie la III In­ter­na­cio­nal pa­ra que triun­fe la re­vo­lu­ción ale­ma­na y eu­ro­pea! Los paí­ses atra­sa­dos pue­den lle­gar pri­me­ro a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, pe­ro úl­ti­mos al so­cia­lis­mo.”
In­sis­ti­mos. Us­te­des ya no es­tán di­cien­do que un es­ta­do obre­ro, con una eco­no­mía es­ta­ti­za­da, con un ré­gi­men so­vié­ti­co, pue­de al­can­zar a un país im­pe­ria­lis­ta da­do, cues­tión que es im­po­si­ble (y es­to ya ha si­do de­mos­tra­do por la de­ca­den­cia de las fuer­zas pro­duc­ti­vas de un país cer­ca­do por la eco­no­mía mun­dial im­pe­ria­lis­ta co­mo fue la URSS). Lo que us­te­des es­tán afir­man­do es que las fuer­zas pro­duc­ti­vas na­cio­na­les es­ta­ti­za­das, es de­cir, la con­ti­nui­dad ras­tre­ra, de esas em­pre­sas es­ta­ta­les en don­de se res­tau­ró el ca­pi­ta­lis­mo, con lo que se so­me­tió a Chi­na al do­mi­nio del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, y ba­jo con­trol de un go­bier­no bur­gués, obra­ron el “mi­la­gro” que no po­día ni pu­do ha­cer si­quie­ra el es­ta­do obre­ro.
El pe­rro se muer­de la co­la, cre­yen­do que va ha­cia ade­lan­te. Es el abra­zo de la teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”, apo­ya­da co­mo ya de­mos­tra­mos an­tes, en la teo­ría de las “par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les”. Es la apo­lo­gía al so­cia­lis­mo de mer­ca­do. Es lo mis­mo que di­ce Hu Jin­tao, con­ti­nua­dor de Mao y Sta­lin. Pe­ro es­to ya es la de­gra­da­ción bas­tar­da, se­nil y de­ca­den­te de la teo­ría sta­li­nis­ta del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”.
No se pue­de ha­blar de Ru­sia “im­pe­ria­lis­ta” cuan­do el 49% de las em­pre­sas de gas y pe­tró­leo de Ru­sia es­tán en ma­nos de empresas ale­ma­nas, don­de el es­ta­do ru­so ha­ce el gas­to y la in­ver­sión de la ex­plo­ra­ción y las empresas alemanas, la re­fi­na­ción y la dis­tri­bu­ción a to­da Eu­ro­pa.
Y no se pue­de afir­mar que Chi­na de­vi­no en un país “im­pe­ria­lis­ta” cuan­do to­dos sus ban­cos es­ta­ta­les que­bra­ron  en el 2001 con una deu­da in­co­bra­ble de 320.000 mi­llo­nes de dó­la­res pa­ra sub­si­diar a las em­pre­sas del es­ta­do que­bra­das que pro­du­cen a pér­di­da; y cuan­do man­tie­ne una pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo ba­jí­si­ma, con un de­rrum­be de una mi­na por día, con ace­rías ob­so­le­tas, y un ré­gi­men de ren­ta agra­ria y de pro­duc­ción de la tie­rra que en re­la­ción a Ucra­nia, Ar­gen­ti­na, Bra­sil o a cual­quier co­lo­nia ba­ra­ta, es­tá atra­sa­do 50 años.
En es­ta eco­no­mía, en Chi­na vi­ven 1.200 mi­llo­nes de obre­ros in­dus­tria­les, cam­pe­si­nos arrui­na­dos y obre­ros agrí­co­las por de­ba­jo del ni­vel de sub­sis­ten­cia, co­mien­do in­sec­tos co­mo pa­so pre­vio al ca­ni­ba­lis­mo que va a de­ve­nir co­mo en la Chi­na pre­via a la re­vo­lu­ción; mien­tras hay 250.000 re­vuel­tas por el ham­bre por año, con­ta­das una a una por el Pen­tá­go­no. La am­plia ma­yo­ría de las fuer­zas pro­duc­ti­vas de Chi­na, de la cual el hom­bre es la más im­por­tan­te, es­tán en de­ca­den­cia to­tal, de­gra­da­das y hun­di­das, y es­to se com­bi­na con las má­qui­nas y la tec­no­lo­gía más avan­za­das en ma­nos de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, des­ti­na­das a pro­du­cir, so­bre to­do, bie­nes de con­su­mo pa­ra el mer­ca­do mundial; y si son los pa­rá­si­tos chi­nos quie­nes quie­ren pro­du­cir­los, de­ben pa­gar pa­ten­tes y ro­yal­ties co­mo cual­quier se­mi­co­lo­nia; o ren­dir cuen­tas an­te la OMC.
En La re­vo­lu­ción trai­cio­na­da, el trots­kis­mo plan­tea­ba: “Ru­sia no era el es­la­bón más re­sis­ten­te, si­no el más dé­bil del ca­pi­ta­lis­mo. La URSS ac­tual no so­bre­pa­sa el ni­vel de la eco­no­mía mun­dial. No ha­ce más que al­can­zar a los paí­ses ca­pi­ta­lis­tas. Si la so­cie­dad que de­bía for­mar­se so­bre la ba­se de la so­cia­li­za­ción de las fuer­zas pro­duc­ti­vas de los paí­ses más avan­za­dos del ca­pi­ta­lis­mo re­pre­sen­ta­ba pa­ra Marx ‘la eta­pa in­fe­rior del co­mu­nis­mo’, es­ta de­fi­ni­ción se­gu­ra­men­te no se apli­ca a la URSS, que si­gue sien­do a ese res­pec­to mu­cho más po­bre en cuan­to a téc­ni­ca, bie­nes, a cul­tu­ra, que los paí­ses ca­pi­ta­lis­tas. Es más exac­to lla­mar al ré­gi­men ac­tual tran­si­to­rio, en­tre el ca­pi­ta­lis­mo o el so­cia­lis­mo, o pre­pa­ra­to­rio al so­cia­lis­mo y no so­cia­lis­ta. (…) La fuer­za y la es­ta­bi­li­dad de los re­gí­me­nes se mi­den en úl­ti­ma ins­tan­cia por el ren­di­mien­to re­la­ti­vo del tra­ba­jo.”
Si es­to era la URSS de Sta­lin y sus fuer­zas pro­duc­ti­vas es­ta­ti­za­das yna­cio­na­li­za­das, si el lí­mi­te de su atra­so le per­mi­tía a Ru­sia lle­garpri­me­ro a la re­vo­lu­ción pe­ro no al so­cia­lis­mo sin que triun­feAle­ma­nia, lo que nos es­tá di­cien­do es­ta frac­ción pú­bli­ca, es quelas em­pre­sas es­ta­ti­za­das que man­tu­vo el go­bier­no con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio res­tau­ra­dor pa­ra sub­ven­cio­nar a las em­pre­sasim­pe­ria­lis­tas, fue­ron el mo­tor de un de­ve­nir im­pe­ria­lis­ta de Chi­na, a par­tir del cual le dis­pu­ta el do­mi­nio del pla­ne­ta a to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. Pe­ro esas em­pre­sas es­ta­ta­les (mi­ne­ras, si­de­rúr­gi­cas) tie­nen una pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo me­dia com­pa­ra­ble a Hon­du­ras, Puer­to Ri­coy cual­quier país se­mi­co­lo­nial.
¿Con to­da la eco­no­mía es­ta­ti­za­da, por qué la URSS no po­día ser Ale­ma­nia y so­lo po­dría re­sol­ver su atra­so to­man­do el po­der allí? Trotsky, en La Re­vo­lu­ción Trai­cio­na­da lo ex­pli­có me­jor. Es que se tra­ta de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo que no se pue­de sus­ti­tuir, se­ño­res ig­no­ran­tes. Se tra­ta de un de­ter­mi­na­do ni­vel cul­tu­ral de la cla­se obre­ra, de los in­ge­nie­ros y téc­ni­cos de un país da­do.
Se tra­ta de la in­fraes­truc­tu­ra, de la tec­no­lo­gía, de las téc­ni­cas de pro­duc­ción, de la or­ga­ni­za­ción del tra­ba­jo, que no se pue­de co­piar.
La bu­ro­cra­cia so­vié­ti­ca se la pa­sa­ba co­pian­do fá­bri­cas de automóviles y avio­nes de Oc­ci­den­te. Y eran des­he­chos. La úni­ca po­si­bi­li­dad de que la URSS ad­quie­ra la más al­ta tec­nolo­gía era to­man­do el po­der en EE.UU., Ale­ma­nia y Ja­pón, y es­ta­ble­cien­do un plan cien­tí­fi­co y pla­ni­fi­ca­do de la eco­no­mía mun­dial.
Jus­ta­men­te el plan de pri­va­ti­za­cio­nes de las em­pre­sas es­ta­ta­les por par­te del par­ti­do con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de losman­da­ri­nes chi­nos res­pon­de a que la ban­ca del HSBC y del Mor­ganno van a se­guir fi­nan­cian­do a pér­di­da nin­gu­na em­pre­sa del es­ta­do. Por eso ata­ca­ron en Tong­hua y Ling­zou, don­de es­te plan fue re­sis­ti­do por los obre­ros con re­vuel­tas y mo­ti­nes en de­fen­sa del tra­ba­jo y de laeco­no­mía na­cio­na­li­za­da.
Un programa totalmente oportunista de frente único con los mandarines chinos ante los primeros combates del proletariado chino
Hoy la frac­ción pú­bli­ca de­cla­ra que es po­si­ble el sur­gi­mien­to de un im­pe­ria­lis­mo en el mar­co de las fron­te­ras na­cio­na­les, que de sus pro­pias fuer­zas pro­duc­ti­vas na­cio­na­les un país pue­de conver­tir­se en im­pe­ria­lis­ta. Es­tos re­vi­sio­nis­tas in­de­pen­di­zan la eco­no­mía de un país con res­pec­to a la eco­no­mía mun­do, des­gua­zan la eco­no­mía mun­do dis­tri­bu­yén­do­la en es­pa­cios es­tan­cos, sin nin­gu­na in­ter­co­ne­xión en­tre ellos. Con su vi­sión na­cio­nal de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, les asig­nan ine­vi­ta­ble­men­te un po­der in­fi­ni­to, pues­to que no tie­nen que me­dir­se con las de otros paí­ses en la pa­les­tra de la eco­no­mía mun­dial, si­no sim­ple­men­te de­sa­rro­llar la eco­no­mía na­cio­nal. Así, fá­cil­men­te, las fuer­zas pro­duc­tivas atra­sa­das de un país pue­den ha­cer mi­la­gros ta­les co­mo so­bre­pa­sar las fuer­zas pro­duc­ti­vas de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
De allí, es­ta­rán lle­gan­do en cual­quier mo­men­to a la teo­ría de la re­vo­lu­ción por eta­pas del sta­li­nis­mo. “Pro­gra­mas mí­ni­mos y pro­gra­mas má­xi­mos”, co­mo en Hai­tí, ya son con­se­cuen­cia de es­ta de­ge­ne­ra­ción po­lí­ti­ca que car­co­me a nues­tra mi­no­ría.
Así los in­te­gran­tes de la frac­ción pú­bli­ca de la FL­TI se apres­tan a fir­mar con las dos ma­nos lo que de­cía Sta­lin. Sus ar­gu­men­tos son los mis­mos, pues­to que es la mis­ma ma­triz teó­ri­ca: las fuer­zas pro­duc­ti­vas na­cio­na­les se pue­den de­sa­rro­llar ais­la­da­men­te y al­can­zar en su de­sa­rro­llo a lo más avan­za­do de las fuer­zas pro­duc­ti­vas a ni­vel mun­dial. Mien­tras Sta­lin uti­li­za­ba es­ta seu­do­teo­ría pa­ra de­mos­trar que era po­si­ble de­sa­rro­llar la eco­no­mía de un es­ta­do obre­ro po­brí­si­mo en téc­ni­ca, los re­vi­sio­nis­tas de hoy la usan pa­ra jus­ti­fi­car que un país atra­sa­do, ex­po­lia­do por el im­pe­ria­lis­mo, pue­da con­ver­tir­se en im­pe­ria­lis­ta.
Así ter­mi­nan sien­do los con­ti­nua­do­res del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”, pe­ro hoy ba­jo una teo­ría que se pue­de lla­mar “el im­pe­ria­lis­mo en un so­lo país”. Por eso cuan­do es­ta­lló Tong­hua en China, no lo to­ma­ron en cuen­ta. Sa­bían de ese he­cho, pe­ro solo es­cri­bie­ron so­bre ese acon­te­ci­mien­to his­tó­ri­co cuan­do el res­to de la FL­TI se en­te­ró y lo trans­for­mó en pro­gra­ma de com­ba­te pa­ra el pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal: ¡De pie jun­to a los obre­ros chi­nos de Tong­hua y Ling­zou! ¡Así se lu­cha por man­te­ner las fuen­tes de tra­ba­jo! ¡Así se lu­cha con­tra las pri­va­ti­za­cio­nes! ¡Co­mo en Tong­hua, Ling­zou, Mé­xi­co, ASÍ SÍ! ¡Co­mo se en­tre­gó el tra­ba­jo en Kraft, en la GM y en Eu­ro­pa, ASÍ NO!
La mi­no­ría so­lo in­ter­vi­no pa­ra de­cir que el fre­no a la pri­va­ti­za­ción im­pues­ta por los obre­ros era una con­ce­sión de los man­da­ri­nes “ro­jos” a las ma­sas. En una car­ta di­je­ron: “Los obre­ros de Tong­hua ga­na­ron por­que el es­ta­do apo­yó el fre­no a la pri­va­ti­za­ción. Es­ta es una vic­to­ria pe­ro no es un de­sa­fío ge­ne­ra­li­za­do a los di­ri­gen­tes del PC (C)... El acuer­do re­for­mis­ta de Tong­hua es po­si­ble por­que no en­fren­ta una si­tua­ción pre re­vo­lu­cio­na­ria. La cla­se do­mi­nan­te chi­na no ne­ce­si­ta pri­va­ti­zar el ace­ro. La plan­ta de Tong­hua da ga­nan­cias y es­tá mo­der­ni­za­da... Pro­ba­ble­men­te es­ta­rá rees­truc­tu­ra­da al es­ti­lo plan es­ta­tal pa­ra con­cen­trar la pro­duc­ción de ace­ro de Chi­na en 5 ó 6 plan­tas ma­si­vas. Por lo que nues­tro cen­tro de­be ser tra­tar de unir las fuer­zas en un fren­te úni­co por el con­trol obre­ro de la pro­duc­ción del ace­ro, en lu­gar de pin­tar una fal­sa ima­gen de la lu­cha de cla­ses en Chi­na.” (Car­ta del CWG, 2/12/09) ¿¡Con­ce­sión del es­ta­do chi­no a las ma­sas!? ¿La mi­no­ría nos pue­de de­cir qué hu­bie­se pa­sa­do si unas de­ce­nas de mi­les de obre­ros nor­tea­me­ri­ca­nos col­ga­ban a un ge­ren­te de la Ge­ne­ral Mo­tors, y el go­bier­no les re­gre­sa­ba to­das las con­quis­tas que ha­bían si­do en­tre­ga­das por la bu­ro­cra­cia de la AFL-CIO? ¿Di­rían que es una ama­ble con­ce­sión del go­bier­no de Oba­ma a los obre­ros? Us­te­des hoy re­pi­ten lo que de­cía la so­cial­de­mo­cra­cia ha­ce más de 100 años y el sta­li­nis­mo des­de 1924. Afir­man que hu­bo un po­de­ro­so avan­ce na­cio­nal de las fuer­zas pro­duc­tivas, y que, por lo tan­to, ha vuel­to la épo­ca de las re­for­mas pa­cí­fi­cas con­se­gui­das en el par­la­men­to, en las huel­gas au­to­ri­za­das por el es­ta­do, y que ha ca­du­ca­do el apo­teg­ma de Le­nin y Trotsky que plantea que las re­for­mas son un sub­pro­duc­to de la lu­cha re­vo­lu­cio­na­ria.
Aho­ra en­ten­de­mos por qué ocul­ta­ron lo de Tong­hua y no lo men­cio­na­ron en vues­tro do­cu­men­to so­bre la si­tua­ción mun­dial; por qué nun­ca lo to­ma­ron co­mo par­te de un pro­gra­ma re­vo­lu­cio­na­rio; por qué ja­más di­je­ron que ese era el ca­mi­no: “que ha­ya Tong­huas y no Krafts”, o sea que ha­ya lu­cha re­vo­lu­cio­na­ria por to­do y no su­mi­sión al es­ta­do de los pa­tro­nes y a su Mi­nis­te­rio de Tra­ba­jo. ¡Se ca­lla­ron por­que ese no es su pro­gra­ma!
En su ver­da­de­ro pro­gra­ma –¡sir­vien­te del so­cia­lis­mo de mer­ca­do!– la pe­lea no es por la de­fen­sa de los pues­tos de tra­ba­jo de las em­pre­sas es­ta­ta­les que aún que­dan, que el par­ti­do de los man­da­ri­nes chi­nos quie­re pri­va­ti­zar y que el im­pe­ria­lis­mo mun­dial se en­ca­mi­na a de­glu­tir. Pa­ra us­te­des la pe­lea es sim­ple­men­te por re­for­mar al ré­gi­men res­tau­ra­dor del ca­pi­ta­lis­mo en Chi­na, pues­to que es­te ré­gi­men de­fien­de a la “em­pre­sa es­ta­tal”. Pe­ro eso es lo que tam­bién ha­cían, cuan­do les con­ve­nía, In­gla­te­rra o Hi­tler; y cuan­do no les sir­vió más, pri­va­ti­za­ron las empresas, pro­ce­so que en Chi­na ya em­pe­zó. Por eso ca­yó un pa­trón del PC chi­no de­go­lla­do y ma­sa­cra­do por los obreros chinos que tienen una correcta visión de la lucha de clases.
Y si hay al­gún pa­trón de los man­da­ri­nes chi­nos que se opo­ne a la pri­va­ti­za­ción es por­que te­me que rue­de su ca­be­za co­mo las de los pa­tronesen Tong­hua y Ling­zou.
Se­gún us­te­des el ré­gi­men chi­no se­ría tan per­fec­to y tan po­ten­te, que la úni­ca ta­rea que pro­po­nen con­tra ese ré­gi­men in­fa­me y opro­bio­so de Hu Jin­tao y los man­da­ri­nes chi­nos, con­tra su po­lí­ti­ca de en­tre­ga y pri­va­ti­za­ción-co­mo us­te­des mis­mos lo afir­man- es: “Nuestro centro debe ser tratar de unir las fuerzas en un frente único por el control obrero de la producción de acero, en lugar de pintar una falsa imagen de la lucha de clases en China. Y si “el es­ta­do apo­yó el fre­no a la pri­va­ti­za­ción”, us­te­des, ¿es­tán pro­po­nien­do co­mo po­lí­ti­ca de la FL­TI en Chi­na un fren­te úni­co con el Par­ti­do Co­mu­nis­ta de los man­da­ri­nes “ro­jos”, ase­si­nos y ma­sa­cra­do­res de la cla­se obre­ra chi­na, por­que es­ta­ría en con­tra de las pri­va­ti­za­cio­nes? Si es así, les acla­ra­mos: ¡Fren­te úni­co obre­ro con los pa­tro­nes es­cla­vis­tas ja­más! ¡Fren­te úni­co con los pa­tro­nes pri­va­ti­za­do­res, me­nos!

Us­te­des, co­mo frac­ción pú­bli­ca de­ben dar­se cuen­ta de hasta dón­de los es­tá lle­van­do su po­si­ción. Cual­quier mi­li­tan­te se­rio de­be pen­sar hasta dón­de lo lle­va su po­si­ción, y si se apli­ca, cuá­les son sus im­pli­can­cias, si es­tas van a fa­vor del pro­le­ta­ria­do, si le crea con­fian­za en sus pro­pias fuer­zas, si lo ayu­da a qui­tar­se la ven­da de los ojos que le po­nen las di­rec­cio­nes trai­do­ras y lo lla­ma al com­ba­te, o si tal po­si­ción le echa are­na a los ojos. ¿Es qué no se die­ron cuen­ta de que con su teo­ría, pro­gra­ma y es­tra­te­gia ter­mi­nan sien­do la quin­ta rue­da de la V In­ter­na­cio­nal de Hu Jin­tao y Chá­vez? ¿Es que no se per­ca­tan de que su po­si­ción es de­cir­le al pro­le­ta­ria­do chi­no que la Chi­na res­tau­ra­da de la ma­qui­la, de los obre­ros es­cla­vos, se re­suel­ve con una eco­no­mía es­ta­tal en un fren­te úni­co con el par­ti­do de los man­da­ri­nes chi­nos? ¿Es qué no caen en la cuen­ta de que apo­yan al so­cia­lis­mo de mer­ca­do, ador­nán­do­lo con el con­trol obre­ro de la in­dus­tria es­ta­ti­za­da? Us­te­des no se dan cuen­ta de que ter­mi­nan sien­do los con­ti­nua­do­res del bu­ja­ri­nis­mo que quie­re re­for­mar y dar­le un cur­so “pro­gre­si­vo” al so­cia­lis­mo de mer­ca­do, que no es más que po­ner al pro­le­ta­ria­do de ro­di­llas an­te el ca­pi­ta­lis­mo… pe­ro con con­trol obre­ro, en un

fren­te úni­co con el par­ti­do de los em­pre­sa­rios ro­jos. Dén­se cuen­ta de una vez de hasta dónde los lle­va su em­pi­rio­cri­ti­cis­mo: a que­rer unir al trots­kis­mo con la no­men­cla­tu­ra res­tau­ra­cio­nis­ta bur­gue­sa de los man­da­ri­nes chi­nos. No­so­tros no obra­mos sub­je­ti­va­men­te, bus­ca­mos la ver­dad, y por eso, les pe­di­mos que vuel­van al mar­xis­mo, que se den cuen­ta de que sus po­si­cio­nes ac­tua­les los lle­van al des­ba­rran­que.
En el ´89 Man­del y su Se­cre­ta­ria­do Uni­fi­ca­do lu­cha­ban por “el par­ti­do de Jau­res y Le­nin”, cuan­do, co­mo la LCR, re­nun­cia­ban a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do. Us­te­des con su po­si­ción es­tán pro­po­nien­do ni más ni me­nos que el par­ti­do de Trotsky y Hu Jin­tao.
Es­ta­mos en com­ple­to de­sa­cuer­do. Des­de nues­tro pun­to de vis­ta, vues­tro plan­teo lle­va a ter­mi­nar co­mo ala iz­quier­da de Hu Jin­tao y su V In­ter­na­cio­nal.

Una fracción cliffista organizada para que el proletariado latinoamericano y africano no embista a la burguesía imperialista al grito de “¡Fuera Gringos!” “¡Fuera la Anglo-American!”

La mi­no­ría de la FL­TI nos plan­tea que en Amé­ri­ca La­ti­na: “us­te­des no en­tien­den que el que los ex­plo­ta no es EE.UU., si­no Chi­na” (Car­ta de fe­cha 16/12/2009). “El que los ex­plo­ta no es la An­gloa­me­ri­can, son los chi­nos”, di­cen en Áfri­ca. Y es­to lo afir­man cuan­do Áfri­ca, Amé­ri­ca La­ti­na y el es­te eu­ro­peo es­tán sien­do sa­quea­dos por las deu­das ex­ter­nas im­pa­ga­bles usu­re­ras de la ban­ca in­ter­na­cio­nal im­pe­ria­lis­ta, que son la ma­yor ex­po­lia­ción del mun­do. En Amé­ri­ca La­ti­na, es­tas deu­das ex­ter­nas fue­ron con­traí­das por dic­ta­du­ras mi­li­ta­res que en los ´80 to­ma­ron prés­ta­mos por 300.000 mi­llo­nes de dó­la­res. Es­tas deu­das hoy tie­nen 10 ve­ces su va­lor y el im­pe­ria­lis­mo ya ex­tra­jo me­dian­te ellas más de 10 bi­llo­nes de dó­la­res, pro­vo­can­do las peo­res pe­nu­rias a las ma­sas.
De es­ta ma­ne­ra le di­cen a los obre­ros de Amé­ri­ca La­ti­na que aban­do­nen el gri­to de la re­vo­lu­ción bo­li­via­na de 2003-2005 de “Fue­ra grin­gos”, el del “No al pa­go de la deu­da ex­ter­na”; “Fue­ra la An­gloa­me­ri­can que les ven­de mi­ne­ra­les ca­ros, a los pre­cios in­ter­na­cio­na­les, a los man­da­ri­nes “ro­jos”, y es­tos se los de­jan ba­ra­tos, sub­si­dia­dos, a las mis­mas em­pre­sas del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de la An­gloa­me­ri­can que se los com­pra en Chi­na, pro­du­cien­do a me­no­res cos­tos pa­ra hun­dir el sa­la­rio de la cla­se obre­ra chi­na, in­gle­sa, nor­tea­me­ri­ca­na, su­da­fri­ca­na y mun­dial.
Lo úni­co que va a evi­tar que Chi­na sea re­par­ti­da en una fu­tu­ra gue­rra de ra­pi­ña im­pe­ria­lis­ta, es que los obre­ros chi­nos se le­van­ten, pon­gan en pie sus or­ga­nis­mos de lu­cha de de­mo­cra­cia di­rec­ta y au­to­de­fen­sa, unan sus fi­las, des­de los obre­ros es­cla­vos de las ma­qui­las, has­ta los obre­ros me­jor pa­gos de las em­pre­sas es­ta­ta­les que hoy se ven ame­na­za­dos de per­der su em­pleo, y en­tren en ma­nio­bras de lu­cha po­lí­ti­ca, col­gan­do a los ge­ren­tes de las ma­qui­la­do­ras, los man­da­ri­nes “ro­jos”, y ex­pul­san­do a los yan­quis, no so­lo de Chi­na, si­no de to­da Asia. Por­que la re­vo­lu­ción chi­na es asiá­ti­ca: es chi­na, viet­na­mi­ta, co­rea­na, ja­po­ne­sa.
En su­ma, se tra­ta de que, en­tran­do en lu­cha po­lí­ti­ca abier­ta contra el ré­gi­men de te­rror de los man­da­ri­nes “ro­jos”, ge­ren­tes y so­cios me­no­res de los im­pe­ria­lis­tas, los obre­ros chi­nos to­men el rum­bo ha­cia el com­ba­te por res­tau­rar la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do ba­jo for­mas re­vo­lu­cio­na­rias, con­vir­tien­do a Chi­na, que es hoy una ten­den­cia con­tra­rres­tan­te de la cri­sis, en un bas­tión de la re­vo­lu­ción asiá­ti­ca y mun­dial. La mi­no­ría de la FL­TI es ene­mi­ga de ese pro­gra­ma.
Lo que Trotsky ad­ver­tía en su crí­ti­ca al pro­gra­ma de la IC de 1928 era que el sta­li­nis­mo, al to­mar la mis­ma ma­triz teó­ri­ca que la so­cial­de­mo­cra­cia, se pre­pa­ra­ba pa­ra trai­cio­nar. La ma­triz teó­ri­ca de la mi­no­ría de la FL­TI es la mis­ma que la del sta­li­nis­mo: na­cio­na­lis­mo, so­cia­lis­mo na­cio­nal. Y eso es lo que va­mos a dis­cu­tir de ca­ra a la van­guar­dia obre­ra in­ter­na­cio­nal.

Los profesores de la charca universitaria buscan acomodar los hechos de la realidad a su teoría

La mi­no­ría ig­no­ra que Chi­na ocu­pa el lu­gar 130 en la lis­ta de paí­ses se­gún el PBI per cá­pi­ta, y se fi­jan so­la­men­te en que el cre­ci­mien­to de la eco­no­mía chi­na so­bre­pa­só a la ja­po­ne­sa.
En el úl­ti­mo tri­mes­tre de 2009, por ejem­plo, Chi­na tu­vo un PBI de 4,6 tri­llo­nes de dó­la­res que su­pe­ró al de Ja­pón (4,2 tri­llo­nes de dó­la­res)... ¡pe­ro con Ja­pón aden­tro, por­que es due­ño de ma­qui­las y em­pre­sas trans­na­cio­na­les re­lo­ca­li­za­das! Así bus­can aco­mo­dar la rea­li­dad a su pseu­do-teo­ría, in­ven­tan­do que Chi­na tie­ne mo­no­po­lios im­pe­ria­lis­tas, cuan­do solo tie­ne mo­no­po­lios na­cio­na­les.
Pa­re­ce­ría ser que no tie­nen idea de lo que son los mo­no­po­lios, y por ello no dis­tin­guen en­tre un mo­no­po­lio na­cio­nal de un país atra­sa­do, y un mo­no­po­lio im­pe­ria­lis­ta que par­ti­ci­pa en el con­trol de de­ter­mi­na­das ra­mas de pro­duc­ción a ni­vel mun­dial.
So­bran ejem­plos de mo­no­po­lios na­cio­na­les. Ha­bía mo­no­po­lios en los paí­ses la­ti­noa­me­ri­ca­nos an­tes de las pri­va­ti­za­cio­nes de los años ´90, y aún hoy si­gue ha­bién­do­los. Por ejem­plo, en los ´80, so­la­men­te YPF ar­gen­ti­na te­nía el mo­no­po­lio de la ex­trac­ción de pe­tró­leo en Ar­gen­ti­na y lo ex­por­ta­ba al mer­ca­do mun­dial do­mi­na­do por las an­te­ce­so­ras de las hoy lla­ma­das “7 her­ma­nas”, que con­tro­lan to­da la ra­ma de pe­tró­leo y gas. Es de­cir, YPF se que­da­ba con un sec­tor de ese mer­ca­do mun­dial, pe­ro sin com­pe­tir con los mo­no­po­lios im­pe­ria­lis­tas do­mi­nan­tes de la ra­ma de pro­duc­ción pe­tro­le­ra.
En Mé­xi­co, Cár­de­nas es­ta­ti­zó a fi­nes de los ´30 el pe­tró­leo, po­nien­do en pie un mo­no­po­lio na­cio­nal. Y aún exis­ten mo­no­po­lios es­ta­ta­les en ser­vi­cios –agua, co­rreos, etc.– co­mo es Luz y Fuer­za del Cen­tro, al que hoy el ré­gi­men me­xi­ca­no del TLC quie­re pri­va­ti­zar.
Un mo­no­po­lio na­cio­nal con­tro­la una pe­que­ña par­te del mer­ca­do y de la ra­ma, tan­to co­mo se lo per­mi­te quien o quie­nes tie­nen el con­trol de to­da la ra­ma de la pro­duc­ción: el mo­no­po­lio im­pe­ria­lis­ta que ma­ne­ja la pro­duc­ción mun­dial. Así, los mo­no­po­lios na­cio­na­les fun­cio­nan en­te­ra­men­te co­mo par­te, en­la­za­dos, a los trusts y cár­tels que ma­ne­jan ra­mas en­te­ras de la pro­duc­ción, co­mo una tuer­ca es par­te del engranaje de un re­loj. Por eso, ja­más va­mos a ver a un mo­no­po­lio na­cio­nal en­fren­tar­se con los mo­no­po­lios in­ter­na­cio­na­les, dis­pu­tán­do­le ra­mas de la pro­duc­ción.
Eso es lo que pa­sa con Chi­na. Los mo­no­po­lios na­cio­na­les chi­nos exis­ten­tes, que son las em­pre­sas es­ta­ta­les, dan plus­va­lía que va en be­ne­fi­cio de las trans­na­cio­na­les ins­ta­la­das en el su­des­te-a las que les ven­den in­su­mos pa­ra que pro­duz­can- y de la gran oli­gar­quía fi­nan­cie­ra, que se lle­va el aho­rro na­cio­nal chi­no a tra­vés del con­trol de la ban­ca chi­na. Así, los mo­no­po­lios na­cio­na­les chi­nos son pues­tos al ser­vi­cio de los trusts im­pe­ria­lis­tas, que son in­ter­na­cio­na­les, y co­mo de­cía Trotsky, el im­pe­ria­lis­mo no anu­la la com­pe­ten­cia, si­no que solo la po­ne de ro­di­llas.
Los pro­fe­so­res de la char­ca uni­ver­si­ta­ria de la iz­quier­da an­glo­yan­qui no en­tien­den na­da de la teo­ría mar­xis­ta de la eco­no­mía, y la fal­si­fi­can. Pa­re­cie­ra que so­lo an­dan con su to­mo pan­zu­do de Sa­muel­son ba­jo el bra­zo –re­cor­de­mos que Sa­muel­son es el pa­la­dín del key­ne­sia­nis­mo mi­li­tar con el que EE.UU. sa­lió siem­pre de sus cri­sis; se­gu­ra­men­te en es­te mo­men­to Oba­ma es­tá re­ci­bien­do cla­ses de los alum­nos de Sa­muel­son, si­guien­do los pa­sos de su maes­tro que le dio cla­ses de eco­no­mía a los pre­si­den­tes yan­quis des­de los ’60–. Es que a es­tos pro­fe­so­res an­glo­yan­quis se les han vuel­to in­com­pren­si­bles Marx, Le­nin y Trotsky; no los di­gie­ren y pre­fie­ren fal­si­fi­car sus po­si­cio­nes y des­truir­las.
Así, la mi­no­ría, en el Con­gre­so de ju­lio, tra­tó de ar­gu­men­tar que Chi­na era im­pe­ria­lis­ta por el he­cho de que sus in­ver­sio­nes di­rec­tas al ex­te­rior (IDE) sa­lien­tes –a las que lla­ma­ban “ex­por­ta­ción de ca­pi­tal”– eran ma­yo­res a las IDE en­tran­tes, he­cho que, se­gún ellos di­cen, se da ge­ne­ral­men­te en los paí­ses im­pe­ria­lis­tas.
Asi­mis­mo ar­gu­men­ta­ban que Chi­na era im­pe­ria­lis­ta ya que tie­ne na­cio­na­li­da­des y et­nias a las cua­les opri­me.
Si por eso fuera, ten­drían que de­cir en­ton­ces que la In­dia es im­pe­ria­lis­ta por­que, so­la­men­te en el 2006, las IDE sa­lien­tes de las prin­ci­pa­les em­pre­sas in­dias (sin con­tar al es­ta­do u otras em­presas), su­pe­ra­ron los US$ 10 mil mi­llo­nes, y las IDE sa­lien­tes to­ta­les su­pe­ra­ron a las IDE en­tran­tes. O sea, lo mis­mo que pa­sa en Chi­na. Ade­más, In­dia sí tie­ne na­cio­nes opri­mi­das, co­mo los ta­mi­les; tie­ne tam­bién un PBI que cre­ció sos­te­ni­da­men­te des­de el 2003 al 2008 a ra­zón de un 8,7% anual. Ade­más, Gold­man Sachs afir­ma que den­tro de 20 años, In­dia se­rá la ter­ce­ra eco­no­mía en el mun­do, de­trás de EE.UU. y Chi­na. Con es­tos da­tos y con la “opi­nión” de los “ex­per­tos” del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro im­pe­ria­lis­ta nor­tea­me­ri­ca­no que los pro­fe­so­res to­man co­mo in­di­ca­dor, ¿qué es­pe­ran pa­ra de­cla­rar que In­dia es im­pe­ria­lis­ta?

En definitiva, es un verdadero neopablismo que revisa al marxismo en la cuestión china

Co­mo no po­día ser de otra ma­ne­ra, es­te nue­vo re­vi­sio­nis­mo va acom­pa­ñan­do la evo­lu­ción de las su­ce­si­vas ron­das de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial y ade­cuán­do­se a los dis­tin­tos mo­men­tos de la mis­ma, co­mo fal­de­ro de la so­cial­de­mo­cra­cia y la bu­ro­cra­cia sin­di­cal de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas.
En el 2007 es­ta­lla­ba la bur­bu­ja fi­nan­cie­ra en Shan­gai (una bol­sa con­tro­la­da to­tal­men­te por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de Hong Kong, Wall Street, Ja­pón y el HSBC), con ban­cos co­mer­cia­les que sub­ven­cio­na­ron con pér­di­das las in­ver­sio­nes de to­das las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas en Chi­na, y que fi­nan­cia­ron a pér­di­da y con la quie­bra de to­dos sus ban­cos en el 2001, a una in­dus­tria es­ta­tal ob­so­le­ta de pro­duc­ción de ma­te­rias pri­mas pa­ra la in­dus­tria de las ra­mas de pro­duc­ción con­tro­la­das por el im­pe­ria­lis­mo, al que le ga­ran­ti­za­ban in­su­mos ba­ra­tos. Por su­pues­to que en ese mo­men­to, nin­gún pa­blis­ta im­pre­sio­nis­ta de hoy po­día atre­ver­se a le­van­tar ca­be­za y ha­blar del im­pe­ria­lis­mo chi­no con to­dos los ban­cos de Chi­na que­bra­dos, con 320 mil mi­llo­nes de dó­la­res in­co­bra­bles, con mi­llo­nes de obre­ros es­cla­vos en las joint ven­tu­res, y una bol­sa de va­lo­res ba­jo con­trol ab­so­lu­to del HSBC y la ban­ca Mor­gan, que ha­bía si­do crea­da por el so­cia­lis­mo de mer­ca­do chi­no ya en el año 97.
Aquí y allá chi­llan: “des­de el 2003 has­ta el día de hoy, Chi­na es el úni­co país que ha cre­ci­do”. Cuan­do to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas es­tán en fran­ca re­ce­sión, aho­ra Chi­na, en ple­na ex­pan­sión, se­ría, apro­ve­chan­do la cri­sis de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, un nue­vo im­pe­ria­lis­mo que sa­lió a com­prar con su “ex­ce­den­te” –lla­ma­do “ca­pi­tal fi­nan­cie­ro” por la mi­no­ría y to­dos los re­vi­sio­nis­tas–, to­do lo que se le pon­ga por de­lan­te en las zo­nas de in­fluen­cia de EE.UU. y Eu­ro­pa.
El im­pre­sio­nis­ta, y so­bre to­do si es sir­vien­te de su pro­pio im­pe­ria­lis­mo, co­mo to­dos los par­ti­dos “an­ti­ca­pi­ta­lis­tas”, en el 2007 anun­cia­ban la rui­na de Chi­na. In­clu­si­ve al­gu­nos se aven­tu­ra­ban a de­cir “po­dría ser so­cia­lis­ta an­tes que im­pe­ria­lis­ta”. Pe­ro se­gu­ro que nun­ca ha­brían lle­ga­do tan le­jos co­mo pa­ra de­cir que Chi­na po­día ser im­pe­ria­lis­ta sin gue­rras, sin fas­cis­mo y sin aplas­tar la re­vo­lu­ción mun­dial y al pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal.
Aho­ra, la nue­va mo­da re­vi­sio­nis­ta es que Chi­na es im­pe­ria­lis­ta, y que por lo tan­to ha sur­gi­do una nue­va lo­co­mo­to­ra que dis­pu­ta el mun­do con su pro­pio ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, que so­bre la rui­na de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, su re­ce­sión y crac, emer­ge co­mo po­ten­cia en el si­glo XXI, al igual que Es­ta­dos Uni­dos en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, pe­ro es­ta vez de for­ma pa­cí­fi­ca.
El ecléc­ti­co, co­mo to­do re­vi­sio­nis­ta im­pre­sio­nis­ta, se im­pac­ta con un he­cho de la rea­li­dad, lo sa­ca de la es­truc­tu­ra, le da un va­lor sin lí­mi­tes, lo trans­for­ma en idea ma­triz y lue­go in­ten­ta aco­mo­dar to­dos los he­chos de la rea­li­dad, to­do lo que es­tá es­cri­to en el cy­ber es­pa­cio de in­ter­net, to­do lo que di­ce cuan­to char­la­tán ha­ya en el mun­do, a esa idea en su ca­be­za.
Así el im­pre­sio­nis­ta de­ve­ni­do en idea­lis­ta, es un gran ecléc­ti­co, por­que tie­ne que jus­ti­fi­car lo in­jus­ti­fi­ca­ble, crean­do per­ma­nen­te­men­te fi­gu­ras mi­to­ló­gi­cas co­mo la del cen­tau­ro, el súm­mum del ecléc­ti­co, pa­ra in­ten­tar jus­ti­fi­car y ex­pli­car en la vi­da la idea que se ha crea­do él mis­mo.
Ha­ce 6 me­ses el im­pre­sio­nis­ta no sa­bía si Chi­na en­tra­ba en re­ce­sión lue­go de la cri­sis de Shan­gai de 2007. En­ton­ces afir­ma­ba que era un país con­tra­dic­to­rio, mi­tad se­mi­co­lo­nia y mi­tad im­pe­ria­lis­ta, por sus 20 mil mi­llo­nes de dó­la­res de in­ver­sio­nes di­rec­tas en el ex­tran­je­ro, por un so­breex­ce­den­te de 1,6 bi­llo­nes de dó­la­res en el te­so­ro, por in­ver­tir par­te de su ca­pi­tal (aho­ra lla­ma­do “fi­nan­cie­ro”) en la ban­ca Mor­gan o en el Ci­ti­bank en cri­sis y por com­prar ma­te­rias pri­mas en to­das las zo­na de in­fluen­cia de EE.UU. Aho­ra, de ser una es­pe­cie de cen­tau­ro, cuan­do vi­no el úl­ti­mo “boom” del con­su­mo en Chi­na, ya es­te ha­bría pa­sa­do a ser abier­ta­men­te im­pe­ria­lis­ta y a dis­pu­tar­le el mun­do a EE.UU.
Y a to­do es­to lo lla­man “un pen­sa­mien­to dia­léc­ti­co”. El em­pí­ri­co y prag­má­ti­co an­glo­sa­jón quie­re con­ven­cer al mar­xis­mo re­vo­lu­cio­na­rio, sin se­guir nin­gu­na de las le­yes que ri­gen los pro­ce­sos his­tó­ri­cos, es de­cir la teo­ría, de su pun­to de vis­ta an­te los nue­vos acon­te­ci­mien­tos, a los que afa­no­sa­men­te in­ten­ta con­tes­tar.
Afir­ma­mos que el re­vi­sio­nis­mo in­ten­ta jus­ti­fi­car, en­ve­ne­nan­do la con­cien­cia del pro­le­ta­ria­do, las ac­cio­nes del re­for­mis­mo pri­me­ro y de la con­tra­rre­vo­lu­ción des­pués. De allí que el que no lu­cha con­tra el re­vi­sio­nis­mo, no lu­cha con­tra el ene­mi­go de cla­se y aban­do­na las po­si­cio­nes pro­gra­má­ti­cas con­quis­ta­das en los pro­ce­sos re­vo­lu­cio­na­rios pre­vios. Y eso es lo que los trots­kis­tas de la FL­TI no es­ta­mos dis­pues­tos a ha­cer.
Lue­go ve­re­mos có­mo Mer­lín y su al­qui­mia ha­cen sa­lir a un co­ne­jo de una ga­le­ra, pa­ra in­ven­tar una Chi­na im­pe­ria­lis­ta.

 

Capitulo IV

China: En defensa del legado teótico-programático de la IV Internacional y sus fundadores

Las leyes de la génesis, el movimiento y la estructura actual de China

 

Co­men­za­re­mos por de­fi­nir con un mé­to­do mar­xis­ta, es de­cir, por gé­ne­sis, la es­truc­tu­ra de Chi­na pa­ra apro­xi­mar­nos a es­te nue­vo fe­nó­me­no que ha emer­gi­do en el si­glo XXI. Pa­ra no­so­tros, es­te fe­nó­me­no no es más que un es­ta­do ca­pi­ta­lis­ta tran­si­to­rio en fran­co pro­ce­so de se­mi­co­lo­ni­za­ción, con­quis­ta­do por la eco­no­mía mun­dial lue­go del gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio que le pro­pi­na­ra la bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta chi­na al pro­le­ta­ria­do en Tia­nan­men. Es­te pro­ce­so de res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta lo llevó a cabo la pro­pia bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta maoís­ta que, co­mo en la URSS y en to­dos los ex es­ta­dos obre­ros, de­vi­no en los ´80 de agen­te in­di­rec­to en agen­te di­rec­to con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, y hoy ac­túa co­mo gen­dar­me di­rec­to de las trans­na­cio­na­les yan­quis, ja­po­ne­sas y eu­ro­peas.
Así co­mo la ex URSS en­tre­gó sus ri­que­zas na­tu­ra­les a la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo o los paí­ses del Gla­cis de­vi­nie­ron ya en se­mi­co­lo­nias y co­lo­nias di­rec­tas con su so­me­ti­mien­to al impe­ria­lis­mo eu­ro­peo y nor­tea­me­ri­ca­no, Chi­na pu­so su ven­ta­ja com­pa­ra­ti­va a la eco­no­mía mun­do: su fuer­za de tra­ba­jo es­cla­va.
Co­mo ve­mos hoy, a Chi­na no se le per­mi­te ser im­pe­ria­lis­ta ni tam­po­co a Ru­sia, en un mun­do ya do­mi­na­do po­lí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y mi­li­tar­men­te por el im­pe­ria­lis­mo. Es más, Ru­sia hoy es­tá tan pe­ro tan cer­ca­da que ya no que­da na­da de la Ru­sia que iba des­de las es­te­pas has­ta Eu­ra­sia. Una a una, to­das las ex re­pú­bli­cas so­vié­ti­cas de la ex URSS han que­da­do en el ban­do yan­qui, con ba­ses mi­li­ta­res de EE.UU. en to­das las ex re­pú­bli­cas mu­sul­ma­nas, y con el in­gre­so a la OTAN de las re­pú­bli­cas del Gla­cis, in­clu­yen­do aho­ra a Ru­ma­nia.
¿Al­guien qui­zás pue­de creer que la Ru­sia im­pe­ria­lis­ta de los za­res hu­bie­ra per­mi­ti­do per­der Le­to­nia, Li­tua­nia, Ucra­nia, las ru­tas del pe­tró­leo del Cáu­ca­so de Geor­gia, Ar­me­nia, Azer­bai­yán y las re­pú­bli­cas eu­roa­siá­ti­cas, que­dan­do re­du­ci­da al con­da­do de Mos­cú, opri­mien­do al­gu­nas pe­que­ñas na­cio­na­li­da­des y ha­cien­do un ge­no­ci­dio a cuen­ta del im­pe­ria­lis­mo co­mo en Che­che­nia y Da­gues­tán?
Ru­sia hoy di­ce: “te­ne­mos de­re­cho a de­fen­der­nos nu­clear­men­te con­tra el que nos ata­que”. Es­to es un chis­te de la co­bar­de bur­gue­sía ru­sa, agen­te ale­mán. Le sa­ca­ron ca­si el 90% de los te­rrito­rios que opri­mían los za­res y so­bre los que se ex­ten­día la ex URSS. Le sa­quean el pe­tró­leo con la BASF ale­ma­na. Y cuan­do ya no le que­da na­da, pro­cla­ma “de­re­cho a de­fen­der­se nu­clear­men­te”.
Es­to es una bra­vu­co­na­da de una bur­gue­sía na­cio­nal co­mo las que ha­ce Chá­vez, o la bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta co­rea­na pa­ra que les den ali­men­tos. Es un chan­ta­je de bur­gue­sías na­cio­na­listas ci­pa­yas.
In­sis­ti­mos, en el ´89 el mun­do ya es­ta­ba con­quis­ta­do. Hoy, el Krem­lin es­tá cer­ca­do y Chi­na de­be ha­cer lo que dic­ta la po­lí­ti­ca y la eco­no­mía mun­dial im­pe­ria­lis­ta.
De la mis­ma ma­ne­ra que el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro fi­jó su ob­je­ti­vo en Me­dio Orien­te pa­ra el abas­te­ci­mien­to del pe­tró­leo, en Amé­ri­ca La­ti­na pa­ra los com­mo­dit­ties o en el Áfri­ca sa­quea­da pa­ra la mi­ne­ría, lo que siem­pre ob­tu­vo el mer­ca­do mun­dial por parte de Chi­na fue ma­no de obra es­cla­va. In­clu­si­ve en el si­glo XIX, cuando la cla­se obre­ra chi­na jun­to a los obre­ros de co­lor, cons­tru­ye­ron la in­fraes­truc­tu­ra y los fe­rro­ca­rri­les del ca­pi­ta­lis­mo que emer­gía.
Y es­to se lla­ma di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo a ni­vel mun­dial en la eco­no­mía mun­do con­tro­la­da por las pan­di­llas im­pe­ria­lis­tas a par­tir del año 1914.
Así lo plan­tea­ba Trotsky en “Una Es­cue­la de Es­tra­te­gia Re­vo­lu­cio­na­ria”:
“El ca­pi­ta­lis­mo es un he­cho mun­dial. Ha con­se­gui­do do­mi­nar el mun­do en­te­ro, co­mo ha po­di­do ob­ser­var­se du­ran­te la gue­rra, cuan­do un país pro­du­cía de más, sin te­ner mer­ca­do que con­su­mie­se su mer­can­cía, a pe­sar de que otro ne­ce­si­ta­ba pro­duc­tos que le eran inac­ce­si­bles. En aquel mo­men­to, la in­ter­de­pen­den­cia de las di­fe­ren­tes par­tes del mer­ca­do mun­dial se ha­cía sen­tir por to­dos si­tios. En el pun­to en que se co­lo­có an­tes de la gue­rra, el ca­pi­ta­lis­mo es­ta­ba ba­sa­do en la di­vi­sión in­ter­na­cio­nal del tra­ba­jo y en el cam­bio in­ter­na­cio­nal tam­bién, de los pro­duc­tos. Es ne­ce­sa­rio que Nor­tea­mé­ri­ca pro­duz­ca de­ter­mi­na­da can­ti­dad de tri­go pa­ra Eu­ro­pa. Es pre­ci­so que Fran­cia fa­bri­que de­ter­mi­na­da can­ti­dad de ob­je­tos de lu­jo pa­ra Nor­tea­mé­ri­ca. Es im­pres­cin­di­ble que Ale­ma­nia ha­ga cier­to nú­me­ro de ob­je­tos vul­ga­res y eco­nó­mi­cos pa­ra Fran­cia. Sin em­bar­go, es­ta di­vi­sión del tra­ba­jo no es siem­pre la mis­ma, no es­tá su­je­ta a re­glas. Se es­ta­ble­ció his­tó­ri­ca­men­te, y a ve­ces se tur­ba por cri­sis, com­pe­ten­cias y ta­ri­fas. Pe­ro, en ge­ne­ral, la eco­no­mía mun­dial se fun­da so­bre el he­cho de que la pro­duc­ción del mun­do se re­par­ta, en ma­yor o me­nor pro­por­ción, en­tre di­fe­ren­tes paí­ses. Se­me­jan­te di­vi­sión del tra­ba­jo uni­ver­sal, con­mo­vi­da has­ta la raíz por la gue­rra, ¿se ha re­cons­trui­do o no? He ahí uno de los as­pec­tos del asun­to.” (Trotsky, “Una es­cue­la de es­tra­te­gia re­vo­lu­cio­na­ria”, 1921)
Jus­ta­men­te, el triun­fo de la re­vo­lu­ción obre­ra, a pe­sar y en con­tra de la bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta, en el ´49 in­te­rrum­pió esa su­mi­sión de Chi­na al mer­ca­do mun­dial co­mo pro­vee­do­ra de ma­no de obra es­cla­va. Fue tur­ba­da no por “ta­ri­fas”, “com­pe­ten­cias” o por “cri­sis”, si­no por la re­vo­lu­ción, que im­pi­dió que la eco­no­mía mun­do la use des­po­ján­do­la de su in­de­pen­den­cia na­cio­nal y ocu­pán­do­la pa­ra esa fun­ción.
Jus­ta­men­te, con la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta apor­tó esa enor­me fuen­te de re­cur­sos que es el tra­ba­jo hu­ma­no es­cla­vo, la más im­por­tan­te y va­lio­sa de to­das las mer­can­cías. Sí, mer­can­cía, cu­yo va­lor es­tá da­do por el va­lor del cos­to de su re­pro­duc­ción. Apor­tó la mer­can­cía fuer­za de tra­ba­jo más ba­ra­ta de to­do el mer­ca­do mun­dial.
Ha­cia ahí va Chi­na, ha­cia ahí va Viet­nam, y ha­cia ahí quie­re ir la bu­ro­cra­cia cas­tris­ta con los obre­ros cu­ba­nos ga­nan­do 18 dó­la­res por mes pa­ra que Cu­ba sea una nue­va ma­qui­la­do­ra.
Ha­ce ca­si más de dos si­glos Chi­na fue arras­tra­da al tor­be­lli­no de la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta. Es­ta se en­con­tra­ba en una eta­pa as­cen­den­te y los bur­gue­ses bus­ca­ban nue­vos mer­ca­dos, nue­vas fuen­tes de ma­te­ria pri­ma y nue­vas zo­nas de don­de sa­car es­cla­vos. En el enor­me re­ser­vo­rio de ma­no de obra es­cla­va que era y es Chi­na, los in­gle­ses, fran­ce­ses y ale­ma­nes en­con­tra­ron un pa­raí­so. En ese mo­men­to una di­nas­tía de­cré­pi­ta go­ber­na­ba Chi­na, un país tan gran­de co­mo un con­ti­nen­te. In­me­dia­ta­men­te, los ca­pi­ta­lis­tas eu­ro­peos lan­za­ron gue­rra tras gue­rra pa­ra obli­gar a esa di­nas­tía de­cré­pi­ta, a su cor­te y a su bu­ro­cra­cia, a ce­der Chi­na al ne­go­cio mun­dial.
Con es­to que­da de­mos­tra­do, pa­ra los que di­cen que so­lo hay vio­len­cia en el ca­pi­ta­lis­mo im­pe­ria­lis­ta, que el ca­pi­ta­lis­mo na­ció “cha­po­tean­do en san­gre y fan­go”, co­mo di­ría Marx. Por­que de la mis­ma ma­ne­ra que In­gla­te­rra se apo­de­ró de Chi­na, su “hi­ja”, EE.UU., se apo­de­ró a los ti­ros de dos ter­cios de Mé­xi­co. A los po­cos años de esa san­gría y mu­ti­la­ción, es­te mis­mo Mé­xi­co fue ocu­pa­do por las tro­pas fran­ce­sas de Luis Na­po­león (alias Na­po­león III) pa­ra ha­cer­le pa­gar deu­das ex­ter­nas, e in­clu­so im­po­ner­le un re­ye­zue­lo de una cor­te ale­ma­na, Ma­xi­mi­lia­no. Pe­ro el fren­te uni­do de la bur­gue­sía pro-in­gle­sa, apo­yán­do­se en el odio de las ma­sas me­xi­ca­nas con­tra los in­va­so­res, usan­do de cha­pa a un abo­ga­do na­ti­vo de los te­rra­te­nien­tes co­mo era Juá­rez, ex­pul­só a las tro­pas de­bi­li­ta­das fran­ce­sas, pues ya pa­ra en­ton­ces, Luis Na­po­león es­ta­ba más preo­cu­pa­do por Bis­marck que por la suer­te de su re­ye­zue­lo Ma­xi­mi­lia­no, que fue fu­si­la­do ape­nas fue aban­do­na­do por el úl­ti­mo sol­da­do de la le­gión ex­tran­je­ra fran­ce­sa.
Me­xi­ca­nos y chi­nos que­da­ron tra­ba­jan­do co­mo peo­nes en el “Far West” es­ta­dou­ni­den­se, po­nien­do en pie la in­fraes­truc­tu­ra ne­ce­sa­ria pa­ra po­der unir el es­te in­dus­trial con el oes­te, y des­de Ca­li­for­nia, tam­bién in­ter­ve­nir en el co­mer­cio y gran ne­go­cio que sig­ni­fi­ca­ba y sig­ni­fi­ca Asia. Si se al­za­ran las vo­ces de­ba­jo de esos rie­les, don­de ya­cen mi­llo­nes de es­cla­vos chi­nos, ne­gros y “chi­ca­nos”, con­ta­rían có­mo el ca­pi­ta­lis­mo nun­ca fue “pa­cí­fi­co”, ni aho­ra ni an­tes, pe­ro ob­via­men­te, usa­rían pa­la­bras de­ma­sia­do fuer­tes pa­ra los oí­dos de los se­ño­res pro­fe­so­res.
Chi­na ba­jo el ca­pi­ta­lis­mo, como afirmaba la IV Internacional en 1938, se in­ser­tó en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo co­mo una se­mi­co­lo­nia. Y hoy, le­jos de ale­jar­se de es­te sta­tus, co­mo quie­re ha­cer creer la mi­no­ría de la FLTI, con­vir­tién­do­se en “im­pe­ria­lis­ta”, es­tá pron­ta a re­tor­nar a él, si no hay una re­vo­lu­ción so­cia­lis­ta que res­tau­re la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do ba­jo for­mas re­vo­lu­cio­na­rias:
“Chi­na, un país atra­sa­do, ha si­do la víc­ti­ma de la ra­pa­ci­dad ca­pi­ta­lis­ta por más de un si­glo. Los fu­si­les im­pe­ria­lis­tas, al co­mien­zo del si­glo XIX, ter­mi­na­ron con la vie­ja era de re­clu­sión y ais­la­mien­to de Chi­na, in­tro­du­je­ron la in­dus­tria mo­der­na, y las for­mas de ex­plo­ta­ción ca­pi­ta­lis­ta en el país. Los im­pe­ria­lis­tas lle­ga­ron a Chi­na pri­me­ro co­mo co­mer­cian­tes. Pe­ro con el rá­pi­do avan­ce de la in­dus­tria oc­ci­den­tal y la cre­cien­te acu­mu­la­ción de plus­va­lía co­mo re­sul­ta­do de una ex­plo­ta­ción siem­pre más in­ten­sa de la fuer­za de tra­ba­jo, era solo una cues­tión de tiem­po an­tes de que Chi­na sea con­si­de­ra­da no solo co­mo un mer­ca­do de mer­can­cías, si­no tam­bién co­mo un te­rre­no lu­cra­ti­vo pa­ra la in­ver­sión de ca­pi­tal. Chi­na, ina­go­ta­ble fuen­te de ma­no de obra ba­ra­ta, se vol­vió un cam­po de atrac­ción mag­né­ti­ca pa­ra el ca­pi­tal ex­tran­je­ro.
“En una se­rie de gue­rras con­tra la de­ca­den­te di­nas­tía man­chú, que de­mos­tró ser im­po­ten­te, las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas so­me­tie­ron al te­rri­to­rio chi­no a sus exac­cio­nes, es­ta­ble­cie­ron sus ´con­ce­sio­nes´ en las prin­ci­pa­les ciu­da­des chi­nas, y le arran­ca­ron a Chi­na una se­rie de ´pri­vi­le­gios´ di­se­ña­dos pa­ra pro­te­ger su co­mer­cio e in­ver­sio­nes. Li­mi­tan­do los aran­ce­les a las im­por­ta­cio­nes a un 5% so­bre el va­lor, se ase­gu­ra­ron la po­si­ción com­pe­ti­ti­va de sus pro­duc­tos en el mer­ca­do chi­no. Con­tro­lan­do la re­co­lec­ción y el de­sem­bol­so de los aran­ce­les chi­nos, se ase­gu­ra­ron el pa­go de las rá­pi­da­men­te cre­cien­tes deu­das ex­ter­nas de Chi­na. Es­ta­ble­cien­do el prin­ci­pio de ex­tra­te­rri­to­ria­li­dad, con­quis­ta­ron la exen­ción de los im­pues­tos chi­nos pa­ra sus em­pre­sas, y pa­ra sus na­cio­nes con­quis­ta­ron la exen­ción de la apli­ca­ción de la ley chi­na. Los tra­ta­dos de­si­gua­les en los cua­les esos pri­vi­le­gios fue­ron in­cor­po­ra­dos, eran la se­ñal de la re­duc­ción de Chi­na al es­ta­tus de un país se­mico­lo­nial.” (“Re­so­lu­ción so­bre la lu­cha de cla­ses y la gue­rra en ex­tre­mo Orien­te”, es­cri­ta por Li Fu Jen (Frank Glass) pa­ra el con­gre­so de la IV In­ter­na­cio­nal de 1938).

Chi­na, co­mo co­rrec­ta­men­te plan­tea­ba la IV In­ter­na­cio­nal, fue vis­ta siem­pre por las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas en la eco­no­mía mun­do, tan­to en la épo­ca re­for­mis­ta co­mo en la épo­ca im­pe­ria­lis­ta, co­mo una pro­vee­do­ra esen­cial­men­te de: a) ma­no de obra es­cla­va a la eco­no­mía mun­dial; b) te­rri­to­rio de aran­ce­les abier­tos pa­ra las im­por­ta­cio­nes o ex­por­ta­cio­nes de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas (co­mo el su­des­te asiá­ti­co o Chi­na hoy); c) zo­nas fran­cas con ma­no de obra es­cla­va y un ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va de mil mi­llo­nes en la Chi­na pro­fun­da; y d) la exis­ten­cia de un agen­te di­rec­to del im­pe­ria­lis­mo mun­dial, hoy los nue­vos man­da­ri­nes chi­nos: la bu­ro­cra­cia sta­li­nis­ta-maoís­ta lue­go de­ve­ni­da en bur­gue­sía.
Es­ta “nue­va di­nas­tía” chi­na no es más que la la­cra sta­li­nis­ta que evo­lu­cio­nó co­mo bur­gue­sía en las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, con­quis­tan­do los joint ven­tu­res en Chi­na, en don­de en los di­rec­to­rios co­mu­nes de sus em­pre­sas con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, co­men­zó a ser cla­se po­see­do­ra y a te­ner de­re­cho de he­ren­cia. Es­ta la­cra fue, es y se­rá eso: un agen­te di­rec­to del im­pe­ria­lis­mo. Y si quie­re de­jar de ser­lo, el bom­ba­zo más le­ja­no que re­ci­bi­rá se­rá el que le cai­ga en el oí­do.
En un sen­ti­do, la Ru­sia de hoy, des­po­ja­da de to­das las zo­nas de in­fluen­cia y des­cuar­ti­za­da por las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, tie­ne mu­cha más au­to­no­mía en la po­lí­ti­ca in­ter­na­cio­nal que la Chi­na de los man­da­ri­nes. La bur­gue­sía na­ti­va ru­sa ha ata­do su suer­te a Ale­ma­nia y a ser una gran ex­por­ta­do­ra pe­tro­le­ra, pe­ro ha de­bi­do acep­tar ser cer­ca­da por 120 ba­ses mi­li­ta­res y es­cu­dos mi­si­lís­ti­cos de la OTAN ins­ta­la­dos en to­das sus ex zo­nas de in­fluen­cia.
De lo que se tra­ta es­ta cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, jus­ta­men­te, es de que so­bran po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas y que ve­re­mos nue­vas ten­sio­nes, por­que Chi­na y Ru­sia de­ben ser so­me­ti­das con do­bles y tri­ples ca­de­nas, aun su­pe­rio­res a las que tie­nen hoy, a la eco­no­mía y la po­lí­ti­ca del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
An­tes de la re­vo­lu­ción del ´49, los im­pe­ria­lis­tas, con­tro­lan­do los aran­ce­les chi­nos pa­ga­dos por las ex­por­ta­cio­nes y las im­por­ta­cio­nes de ese país, se ga­ran­ti­za­ron el di­ne­ro de las deu­das ex­ter­nas con­traí­das por la na­ción chi­na, que ali­men­ta­ron a los ban­cos im­pe­ria­lis­tas en su in­te­rior. Y cuan­do la na­ción chi­na in­ten­tó to­mar al­gu­na me­di­da pro­tec­cio­nis­ta, ejer­cer al­gún con­trol o de­re­cho de adua­na, su eco­no­mía que­dó cer­ca­da por los con­tro­les adua­ne­ros na­cio­na­les y Chi­na fue in­va­di­da.
Esa fue, es y se­rá la his­to­ria y el de­sig­nio de la na­ción chi­na en el mun­do ya re­par­ti­do por dos gue­rras mun­dia­les im­pe­ria­lis­tas.
Co­mo plan­tea­ba la IV In­ter­na­cio­nal: “China, inagotable fuente de mano de obra barata, se volvió un campo de atracción magnético para la inversión del capital extranjero”.
Ya en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, Roo­se­velt y Chur­chill exi­gían sen­tar a Chiang Kai Shek y al Kuo­min­tang en la me­sa de los alia­dos, y dar­le po­der de ve­to en las Na­cio­nes Uni­das al ni­vel de Sta­lin, aun por en­ci­ma de Fran­cia. Tan­to es así que, en la Con­fe­ren­cia del ´43, De Gau­lle fue co­mo un ge­ne­ral exi­lia­do de se­gun­da, al mis­mo ni­vel que el Kuo­min­tang. Así pla­neó la sa­li­da de la gue­rra el fren­te im­pe­ria­lis­ta de los alia­dos an­glo­yan­quis, con Ru­sia y Chi­na aden­tro.
Es­to era lo que con­cen­tra­ba, en úl­ti­ma ins­tan­cia, el do­ble ca­rác­ter de la gue­rra im­pe­ria­lis­ta.
Si la URSS que­dó por fue­ra de las ga­rras de los alia­dos a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra no fue por mé­ri­to de Sta­lin, si­no a pe­sar de esa po­dri­da bu­ro­cra­cia sir­vien­te del fren­te im­pe­ria­lis­ta, por la he­roi­ci­dad de más de 20 mi­llo­nes de obre­ros y cam­pe­si­nos ru­sos que ter­mi­na­ron avan­zan­do has­ta Ber­lín. Im­pi­die­ron, con la ame­na­za de la re­vo­lu­ción eu­ro­pea, no so­lo que triun­fe el fas­cis­mo en Sta­lin­gra­do, si­no que, a la sa­li­da mis­ma de la gue­rra, la bu­ro­cra­cia de­ven­ga en res­tau­ra­cio­nis­ta, de­bien­do ju­gar, con la coe­xis­ten­cia pa­cí­fi­ca, el rol de en­tre­ga­do­ra y car­ce­le­ra de la re­vo­lu­ción eu­ro­pea y la re­vo­lu­ción mun­dial.
Y si el im­pe­ria­lis­mo no pu­do ir has­ta el fi­nal pa­ra uti­li­zar la atrac­ción mag­né­ti­ca de la ma­no de obra es­cla­va chi­na -que ya ha­bía si­do uti­li­za­da por el im­pe­ria­lis­mo in­glés y ja­po­nés an­tes- fue por la re­vo­lu­ción he­cha por los obre­ros y cam­pe­si­nos, más allá de los in­ten­tos de Mao Tse Tung por im­po­ner un go­bier­no de uni­dad na­cio­nal con el Kuo­min­tang. Las on­das ex­pan­si­vas e in­flu­jos de es­ta re­vo­lu­ción, ter­mi­na­ron ha­cien­do huir a ge­ne­ra­les co­mo Mc Art­hur más allá del pa­ra­le­lo 38 en la gue­rra de Co­rea del ´52, re­vo­lu­ción que fue con­te­ni­da en ese pun­to co­mo par­te del plan de coe­xis­ten­cia pa­cí­fi­ca en Asia.
Los pro­nós­ti­cos y la ca­rac­te­ri­za­ción de Chi­na y su lu­gar en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo se dan tal co­mo lo pro­nos­ti­ca­ba la IV In­ter­na­cio­nal, de­mos­tran­do que el im­pe­ria­lis­mo es reac­ción en to­da la lí­nea y que si no triun­fa­ba la re­vo­lu­ción po­lí­ti­ca en ese es­ta­do obre­ro que ha­bía na­ci­do ya de­for­ma­do en el ´49, la bu­ro­cra­cia iba a de­ve­nir en res­tau­ra­do­ra y en una nue­va cla­se po­see­do­ra agen­te di­rec­to del im­pe­ria­lis­mo, co­mo efec­ti­va­men­te ocu­rrió.
Con­tra nues­tra mi­no­ría li­qui­da­cio­nis­ta del con­gre­so de la IV del ´38, no­so­tros de­fen­de­mos y ha­ce­mos nues­tra ple­na­men­te la re­so­lu­ción so­bre la lu­cha de cla­ses y la gue­rra en Ex­tre­mo Orien­te es­cri­ta por Li Fu Jen (Frank Glass) pa­ra el con­gre­so de la IV In­ter­na­cio­nal de 1938. Y so­bre esas ba­ses lla­ma­mos a fun­dar el par­ti­do de Chen Tu Hsiu, de la IV In­ter­na­cio­nal, en Chi­na.
Nues­tra mi­no­ría de­be ele­gir: o con el pro­gra­ma de la IV Inter­na­cio­nal de 1938, o con el pro­gra­ma de la V In­ter­na­cio­nal de Hu Jin­tao y de­más trai­do­res del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal. Tie­ne que de­fi­nir­se.
El “mi­la­gro chi­no” re­vis­te las mis­mas ca­rac­te­rís­ti­cas del vie­jo “mi­la­gro co­rea­no”, o del vie­jo “mi­la­gro chi­le­no” del cual se ha­bla­ba en Amé­ri­ca La­ti­na.
To­do el mun­do se asom­bra­ba del cre­ci­mien­to de Chi­le en los ´80 y los ´90, de sus en­or­mes in­ver­sio­nes, e in­clu­si­ve sus aso­cia­cio­nes con el ca­pi­tal yan­qui de la ban­ca Mor­gan y el Ci­ti­bank, he­chas con el ex­ce­den­te de las ex­por­ta­cio­nes del co­bre, co­lo­ca­do en las pri­va­ti­za­cio­nes en Ar­gen­ti­na, en Bo­li­via y en to­da Amé­ri­ca La­ti­na en los ´90 (con lo que per­fec­ta­men­te po­dría ha ver si­do lla­ma­do “im­pe­ria­lis­ta” por nues­tra mi­no­ría).
El “mi­la­gro chi­le­no”, de­cía­mos los trots­kis­tas, se lla­ma Pi­no­chet y el do­mi­nio de Chi­le y el aplas­ta­mien­to del pro­le­ta­ria­do por el ré­gi­men de las bo­tas del bo­na­par­tis­mo y de los sa­bles de la dic­ta­du­ra, a cuen­ta de la ITT y los Roc­ke­fe­ller.
¿Mi­la­gro chi­no? Tie­ne nom­bre: el ré­gi­men pi­no­che­tis­ta de las ba­yo­ne­tas y las bo­tas del ejér­ci­to con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio de los em­pre­sa­rios “ro­jos”, de esa la­cra ase­si­na de la cla­se obre­ra a cuen­ta del HSBC y la ban­ca Mor­gan.
Es­ta es la gé­ne­sis y es­truc­tu­ra de la Chi­na del ca­pi­ta­lis­mo res­tau­ra­do en el ´89 has­ta nues­tros días.
Des­de el pun­to de vis­ta de la gé­ne­sis de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en Chi­na, de­be­mos afir­mar que, lo que en Ru­sia fue el pe­río­do de la des­com­po­si­ción del es­ta­do obre­ro, de la Pe­res­troi­ka y la Glas­nost del ´86 al ´89; en Chi­na se dio des­de el pac­to Ni­xon-Deng Xiao Ping en el año ´75 has­ta el ´89, mo­men­to en que triun­fa un gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio bu­ro­crá­ti­co ma­sa­cran­do a obre­ros y es­tu­dian­tes, que le abre el pa­so a la res­tau­ra­ción ple­na del ca­pi­ta­lis­mo en Chi­na.
Y es­to es así, pues­to que en el es­ta­do obre­ro no ha­bía de­re­cho de he­ren­cia. Pre­pa­ran­do las con­di­cio­nes pa­ra de­ve­nir en cla­se po­see­do­ra, la bu­ro­cra­cia man­dó a sus hi­jos a los di­rec­to­rios de los joint ven­tu­res en el su­des­te chi­no. Y a su vez, los “jó­ve­nes co­mu­nis­tas”, so­cios en los di­rec­to­rios de las trans­na­cio­na­les, eran la ga­ran­tía pa­ra que es­tas sa­quea­ran la in­dus­tria es­ta­tal que les ven­día in­su­mos a ba­jo pre­cio, sub­ven­cio­na­dos por los ban­cos chi­nos que fue­ron lle­va­dos a la quie­bra. A par­tir del gol­pe con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio del ´89, se es­ta­ble­ció el de­re­cho de he­ren­cia, que le per­mi­tió a la bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta de­ve­nir en cla­se po­see­do­ra y so­cia le­gí­ti­ma de las trans­na­cio­na­les en el sa­queo de Chi­na.
La IV In­ter­na­cio­nal lo prea­nun­ció en la dis­cu­sión de Trotsky con­tra Craip­peau so­bre qué era lo que su­ce­de­ría si asu­miera un go­bier­no men­che­vi­que en la URSS, para lo que Trotsky plan­tea­ba: “Si una con­tra­rre­vo­lu­ción bur­gue­sa tu­vie­se éxi­to en la Unión So­vié­ti­ca, por un lar­go pe­río­do de tiem­po, el nue­vo go­bier­no ten­dría que ba­sar­se en la eco­no­mía na­cio­na­li­za­da. Pe­ro, ¿qué sig­ni­fi­ca es­te ti­po de con­flic­to tem­po­ral en­tre la eco­no­mía y el es­ta­do? Sig­ni­fi­ca una re­vo­lu­ción o una con­tra­rre­vo­lu­ción. La vic­to­ria de una cla­se so­bre otra sig­ni­fi­ca la re­cons­truc­ción de la eco­no­mía de acuer­do a los in­te­re­ses de los triun­fa­do­res.” (León Trotsky, “Ni un es­ta­do obre­ro ni un es­ta­do bur­gués”, ne­gri­tas nues­tras).
¡Exac­to! Nue­va­men­te los pro­nós­ti­cos y la teo­ría de la IV In­ter­na­cio­nal pa­sa­ron la prue­ba de la his­to­ria y nue­va­men­te los que ha­blan en su nom­bre trai­cio­nan su pro­gra­ma, su le­ga­do y su teo­ría. Pa­só en el´ 89, pa­só en la gue­rra, pa­só en el ´52 y pa­só en el 68-74.
Los triun­fa­do­res de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta que trans­for­ma­ron a la bu­ro­cra­cia de agen­te in­di­rec­to en agen­te di­rec­to, se lla­man Rea­gan, That­cher, Bush, Clin­ton, JP Mor­gan, HSBC, V Re­pú­bli­ca fran­ce­sa, cor­po­ra­cio­nes de Ja­pón, Ale­ma­nia. Son los que in­cor­po­ra­ron en las ve­nas es­cle­ró­ti­cas del ca­pi­ta­lis­mo mun­dial esa san­gre fres­ca pro­ve­nien­te de la nue­va ma­qui­la­do­ra ge­ne­ra­li­za­da en que trans­for­ma­ron a Chi­na, pro­vee­do­ra de un pro­le­ta­ria­do es­cla­vo, co­mo tam­bién lo hay en Viet­nam y Co­rea; y de in­su­mos ba­ra­tos ga­ran­ti­za­dos por las em­pre­sas es­ta­ta­les de­fi­ci­ta­rias sub­ven­cio­na­das por los ban­cos es­ta­ta­les y el es­ta­do chi­no que­bra­dos (si­guen ga­ran­ti­zan­do las súper­ga­nan­cias de Wall Mart, el HSBC, la Ban­ca Mor­gan, etc.). Es­to es lo que per­mi­tió a la bur­gue­sía im­pe­ria­lis­ta mun­dial crear un ci­clo de ex­pan­sión, acom­pa­ña­do de gue­rras, pa­ra­si­tis­mo, gas­tos fic­ti­cios, que du­ró ape­nas 5 ó 6 años, has­ta el 2007, cuando se hun­die­ra nue­va­men­te la ta­sa de ga­nan­cia.
Ya en 1999, la frac­ción re­vo­lu­cio­na­ria que rom­pía con el PTS, la TBI, sos­te­nía que lue­go de la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, en los an­ti­guos paí­ses don­de ha­bía es­ta­dos obre­ros, sur­gían “paí­ses co­mo ca­pi­ta­lis­tas tran­si­to­rios, por­que no es­tá de­fi­ni­da su ubi­ca­ción de­fi­ni­ti­va co­mo se­mi­co­lo­nias del im­pe­ria­lis­mo. Mu­chos de ellos guar­dan un al­to gra­do de in­de­pen­den­cia, don­de to­da­vía no es­tán so­me­ti­dos a pac­tos po­lí­ti­cos y eco­nó­mi­cos que los atan al im­pe­ria­lis­mo, mien­tras que, en otros, co­mo los paí­ses de Eu­ro­pa del Es­te que han en­tra­do en la OTAN, ya es­tá más avan­za­do el pro­ce­so de se­mi­co­lo­ni­za­ción. Guar­dan en­ton­ces una se­me­jan­za con los paí­ses que con­quis­ta­ron, co­mo Ar­gen­ti­na y Egip­to, con di­rec­cio­nes na­cio­na­lis­tas bur­gue­sas, a la sa­li­da de la II Gue­rra, una re­la­ti­va in­de­pen­den­cia del im­pe­ria­lis­mo du­ran­te un cor­to pe­rio­do. [...] o el país de re­la­ti­va in­de­pen­den­cia no pue­de man­te­ner­se mu­cho tiem­po; o el país se in­de­pen­di­za to­tal­men­te del im­pe­ria­lis­mo, pa­ra lo cual tie­ne que triun­far una re­vo­lu­ción obre­ra y so­cia­lis­ta, o es­te [el im­pe­ria­lis­mo] triun­fa y los con­vier­te en una se­mi­co­lo­nia o co­lo­nia [...] Pe­ro a la vez sos­te­ne­mos que es­te triun­fo im­pe­ria­lis­ta no es­tá de­fi­ni­do, por­que [...] la con­tra­rre­vo­lu­ción bur­gue­sa, aun­que ha­ya avan­za­do a ni­vel na­cio­nal en esos paí­ses, no ha di­ri­mi­do el en­fren­ta­mien­to con la re­vo­lu­ción a ni­vel in­ter­na­cio­nal; la con­tra­rre­vo­lu­ción no se ha im­pues­to en to­do el mun­do, si­no que, por el con­tra­rio, es­te en­fren­ta­mien­to es­tá irre­suel­to [...] Por eso, [...] nues­tra de­fi­ni­ción es pro­vi­so­ria: son es­ta­dos ca­pi­ta­lis­tas tran­si­to­rios o ex es­ta­dos obre­ros en li­qui­da­ción. Es­to ha­ce im­pe­rio­so ac­tua­li­zar el pro­gra­ma re­vo­lu­cio­na­rio, pa­ra po­ner­lo a la al­tu­ra de la si­tua­ción ac­tual y, co­mo ve­re­mos, de la ta­rea, por su gé­ne­sis, de res­tau­rar la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do re­vo­lu­cio­na­ria en esos paí­ses. [...] La de­fi­ni­ción pro­vi­so­ria de los an­ti­guos es­ta­dos obre­ros de­ge­ne­ra­dos y de­for­ma­dos, co­mo ex es­ta­dos obre­ros en li­qui­da­ción, ca­pi­ta­lis­tas tran­si­to­rios, sig­ni­fi­ca que, aun­que se li­qui­dó la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, o sea, que no hay más es­ta­dos obre­ros, el im­pe­ria­lis­mo to­da­vía no ha lo­gra­do de­fi­nir la ubi­ca­ción de esos es­ta­dos en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo. Es de­cir, las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas no han lo­gra­do to­da­vía im­po­ner una de­rro­ta ca­tas­tró­fi­ca a las ma­sas de esos es­ta­dos, y tam­po­co han lo­gra­do im­po­ner un gra­do de de­rro­ta tal o coop­tar a sus pro­pios pro­le­ta­ria­dos, lo que les per­mi­ti­ría asen­tar de­fi­ni­ti­va­men­te la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta, ter­mi­nan­do de trans­for­mar a los ex es­ta­dos obre­ros en li­qui­da­ción en co­lo­nias o se­mi­co­lo­nias, in­cor­po­rán­do­los de esa ma­ne­ra a una nue­va di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo.” (Te­sis so­bre los acon­te­ci­mien­tos de 1989 y la ac­tua­li­za­ción de la teo­ría y el pro­gra­ma re­vo­lu­cio­na­rios a fi­nes de si­glo, Ca­pí­tu­lo 2, Te­sis 4 y 5, sep­tiem­bre 1999).
Hoy, una dé­ca­da des­pués de ha­ber de­fi­ni­do ese pro­ce­so, que ya lle­va 20 años, de com­bi­na­ción de eco­no­mía es­ta­tal con zo­nas fran­cas pa­ra el sa­queo de la fuer­za de tra­ba­jo en ma­nos de las trans­na­cio­na­les que hay en Chi­na; de des­po­jo de la tie­rra; de ex­trac­ción de súper­ga­nan­cias ca­pa­ces de sos­te­ner el dé­fi­cit de los pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas, te­ne­mos que afir­mar que, por la trai­ción de la di­rec­ción del pro­le­ta­ria­do in­ter­na­cio­nal a la re­vo­lu­ción mun­dial, es­te es­ta­do ca­pi­ta­lis­ta tran­si­to­rio ha de­ve­ni­do ca­da vez más en una se­mi­co­lo­nia, a la cual bus­can es­tran­gu­lar aho­ra con do­bles ca­de­nas.
Al igual que el que ca­lien­ta un bis­tec vuel­ta y vuel­ta, es­ta vez, con la cri­sis y el crac mun­dial, Chi­na, em­pu­ja­da a ree­va­luar su mo­ne­da, a ha­cer de im­por­ta­do­ra, a en­tre­gar­le su mer­ca­do de ca­pi­ta­les a la ban­ca im­pe­ria­lis­ta pa­ra el sa­queo de nue­vas bur­bu­jas y nue­vos ne­go­cios fi­nan­cie­ros di­rec­tos, se­rá obli­ga­da a ser im­por­ta­do­ra y com­pra­do­ra. Un nue­vo me­ca­nis­mo de suc­ción y sa­queo de la na­ción chi­na, que lle­va­rá ine­vi­ta­ble­men­te al des­po­jo de la tie­rra y a la pri­va­ti­za­ción de las em­pre­sas es­ta­ta­les que den ga­nan­cias pa­ra pa­sar es­tas a ma­nos del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal.
Con­tra lo que opi­nan to­dos los char­la­ta­nes sir­vien­tes del im­pe­ria­lis­mo, del HSBC y la Ban­ca Mor­gan, afir­ma­mos que Chi­na es­tá a 10 ki­ló­me­tros de Ar­gen­ti­na, Bra­sil, la In­dia, Co­lom­bia, Ve­ne­zue­la, Pa­kis­tán, y a unos 10 mi­llo­nes de ki­ló­me­tros de Nue­va York y Ber­lín.

El revisionismo esconde la succión de sangre fresca de la clase obrera china a manos del imperialismo mundial. China, ni imperialista ni locomotora, una simple tendencia contrarrestante de la crisis económica mundial, siempre al servicio de las transnacionales

El “mi­la­gro” chi­no es la quie­bra ge­ne­ra­li­za­da de to­do el aho­rro del es­ta­do de ese país, que fue pues­to pa­ra fi­nan­ciar to­das las in­ver­sio­nes de las trans­na­cio­na­les ins­ta­la­das allí. Co­mo afir­ma Le Mon­de Di­plo­ma­ti­que en su edi­ción de sep­tiem­bre de 2009, en re­la­ción al es­ta­lli­do de los ban­cos chi­nos en el 2001 y la quie­bra de los mis­mos: “los ban­cos sub­ven­cio­na­ban dé­fi­cits per­ma­nen­tes de las em­pre­sas es­ta­ta­les y los nue­vos fru­tos de la cre­cien­te mer­can­ti­li­za­ción. La car­te­ra in­co­bra­ble era de 320.000 mi­llo­nes de dó­la­res, un 34% de los prés­ta­mos to­ta­les”. En el año 2001 el es­ta­do chi­no, hoy lla­ma­do im­pe­ria­lis­ta por los char­la­ta­nes pseu­do mar­xis­tas, “con­ta­ba con tan solo 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res de re­ser­va”, des­pués de ha­ber ac­tua­do co­mo el más gran­de ex­por­ta­dor des­de el año 1975 al 2001.
Tal cual plan­tea­ba Trotsky, en ese mo­men­to el es­ta­do y sus ban­cos es­ta­ta­les asu­mían la quie­bra. Eran los que sub­ven­cio­na­ban a las em­pre­sas es­ta­ta­les pa­ra que las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas ten­gan sú­per­ga­nan­cias. Así, en el 2001, el es­ta­do chi­no abre las in­ver­sio­nes en los ban­cos es­ta­ta­les al ca­pi­tal pri­va­do en un 25%. El HSBC bri­tá­ni­co en­tró en tres en­ti­da­des. El UBS sui­zo, el Ro­yal Bank of Sco­tland y has­ta el Fon­do So­be­ra­no del go­bier­no de Sin­ga­pur (To­ma­sek Hol­dings) en­tra­ron con Gold­man Sachs en el Ban­co de Chi­na. El Bank of Amé­ri­ca com­pró en 2005 el 8% del Cons­truc­tion Bank, y den­tro de los ban­cos pro­vin­cia­les, en com­pras más ba­ra­tas, el fran­cés BNP Pa­ri­bas ad­qui­rió el 20% del Ban­co Co­mer­cial de la ciu­dad de Nan­kín. La lis­ta si­guió has­ta nues­tros días, en que el Bank of Amé­ri­ca, con el 11% del pa­que­te ac­cio­na­rio, es el se­gun­do in­ver­sor del In­dus­trial & Com­mer­cial Bank of Chi­na (ICBC), que es el ban­co más gran­de del mun­do por ca­pi­ta­li­za­ción bur­sá­til y de­pó­si­tos.
Es en­ton­ces el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, con sus ac­cio­nes ma­yo­ri­ta­rias en to­dos los ban­cos es­ta­ta­les pro­vin­cia­les chi­nos, el que ma­ne­ja el ne­go­cio de las tar­je­tas de cré­di­to en Chi­na y la bol­sa de va­lo­res fun­da­da en 1991 en Yeng Tseng. Y des­de que el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro im­pe­ria­lis­ta con­tro­la los ban­cos, trans­for­mó a esa pe­que­ña bol­sa en una su­cur­sal de la bol­sa de va­lo­res de Wall Street y la City de Lon­dres. Y al mis­mo tiem­po, la bol­sa de va­lo­res chi­na se en­tre­la­zó con una fu­rio­sa es­pe­cu­la­ción in­mo­bi­lia­ria que ya es­ta­lla­ra en el 2007 y fue­ra uno de los pre-in­far­tos con los cua­les se abría la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, y nue­va­men­te es­tá a pun­to de es­ta­llar tan­to o más que la de Du­bai.
Aho­ra, el 76% de los cré­di­tos ban­ca­rios ya no van a fi­nan­ciar a quie­bra la ins­ta­la­ción de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, si­no que, con el sis­te­ma ban­ca­rio chi­no to­tal­men­te con­tro­la­do por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, y tal co­mo plan­tea Le Mon­de Di­plo­ma­ti­que de sep­tiem­bre de 2009, el 76% de los créditos bancarios en Shangai fueron a los bienes raíces, como una extensión de la Bolsa de Nueva York. Las em­pre­sas co­mo Mat­tel, Wall Mart, Mer­ce­des Benz y Ca­rre­four di­ver­si­fi­ca­ron sus car­te­ras de in­ver­sio­nes, no ya a la pro­duc­ción don­de no ha­cía más que caer la ta­sa de ga­nan­cia, si­no a una bur­bu­ja in­mo­bi­lia­ria en Shang­hai, que ac­tua­ba co­mo al­ma ge­me­la de la bur­bu­ja bur­sá­til, más que en EE.UU.
Los re­vi­sio­nis­tas se elec­tri­zan de in­dig­na­ción cuan­do los trots­kis­tas afir­ma­mos que Chi­na es una gran ma­qui­la­do­ra pues­ta a pro­du­cir pa­ra la eco­no­mía mun­dial, que aho­ra, co­ci­na­da vuel­ta y vuel­ta por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, se­rá pues­ta de ro­di­llas pa­ra que ree­va­lúe su mo­ne­da y se ha­ga una gran im­por­ta­do­ra, jun­to al ci­clo de con­su­mo que abrió.
No­so­tros afir­ma­mos que fue­ron los sa­la­rios de 30 dó­la­res de la cla­se obre­ra chi­na que pro­du­ce en las ma­qui­la­do­ras de EE.UU. y de­más po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas ins­ta­la­das en Chi­na, los que amor­ti­gua­ron en el ci­clo de ex­pan­sión de la eco­no­mía mun­dial del 2003 al 2007, el enor­me en­ca­re­ci­mien­to del pro­ce­so pro­duc­ti­vo por el pre­cio del ba­rril de pe­tró­leo a 140 dó­la­res, y el fuer­te dé­fi­cit co­mer­cial de EE.UU.
Ese mo­do de acu­mu­la­ción se ago­tó y es­ta­lló en el 2007. Y el nue­vo equi­li­brio que tien­de a abrir­se, en el me­dio del ma­ras­mo de la eco­no­mía mun­dial, es que EE.UU. de­be com­prar me­nos por­que ya el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro se co­mió el aho­rro in­ter­no de sus paí­ses, de sus em­pre­sas y par­ti­cu­la­res, de­be de­va­luar el dó­lar, y ex­pan­dir­se co­mo ex­por­ta­dor. Mien­tras, Chi­na, por las bue­nas o más ade­lan­te por las ma­las, de­be­rá au­men­tar su con­su­mo (co­mo ve­re­mos más ade­lan­te), se­guir sub­ven­cio­nan­do al dé­fi­cit nor­tea­me­ri­ca­no y re­va­luar el yuan a un 22%, si­guien­do la de­va­lua­ción del dó­lar.
Así, Chi­na que­da atra­pa­da co­mo acree­do­ra de los bo­nos sin va­lor de EE.UU., los cua­les no pue­de ven­der pa­ra no co­rrer el ries­go de de­pre­ciar su in­ver­sión ini­cial y de hun­dir el pre­cio del dó­lar aun más en el mer­ca­do mun­dial, con lo que EE.UU. se vol­ve­ría más com­pe­ti­ti­vo y Chi­na se hun­di­ría un mi­llón de ve­ces más.
Por ello no le ha que­da­do otro re­cur­so a la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta” (una ma­rio­ne­ta en ma­nos de Wall Street de­ci­mos no­so­tros), que sa­car de sus re­ser­vas 600 mil mi­llo­nes de dó­la­res y dár­se­los a los ban­cos con­tro­la­dos por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de las trans­na­cio­na­les, pa­ra que esos ban­cos pres­ten a em­pre­sas y par­ti­cu­la­res en Chi­na y abran un ci­clo de con­su­mo. Así, Ca­rre­four y Wall Mart abren 5 mil nue­vas su­cur­sa­les en Chi­na pa­ra ven­der mi­llo­nes de au­tos, la­va­rro­pas, te­le­vi­so­res, com­pu­ta­do­ras.
¿Im­pe­ria­lis­mo? ¿No se ruborizan por la ver­güen­za de es­ta­far de es­ta ma­ne­ra al pro­le­ta­ria­do mun­dial y de abo­fe­tear al pro­le­ta­ria­do chi­no? Son unos sin­ver­güen­zas que es­cri­ben des­de los lu­jo­sos des­pa­chos de la aris­to­cra­cia obre­ra y des­de las ofi­ci­nas de los pro­fe­so­res de Nue­va York y Lon­dres, he­re­de­ros de lo peor del pa­blis­mo y el clif­fis­mo.
¿Chi­na im­pe­ria­lis­ta? En la cri­sis, Chi­na es­tá un mi­llón de ve­ces más de ro­di­llas an­te la City de Lon­dres, Wall Street, Frank­furt y Pa­rís.
“Chi­na es ban­que­ra y acree­do­ra de EE.UU.”, chi­llan los par­lan­chi­nes re­vi­sio­nis­tas. Pe­ro tie­ne aden­tro 600.000 plan­tas de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas que in­vir­tie­ron 1,1 bi­llo­nes de dó­la­res en el país, in­clu­yen­do la bol­sa, que con­tro­lan la ma­yo­ría de sus ban­cos y cu­yas em­pre­sas son sub­si­dia­das por las re­ser­vas chi­nas.
EE.UU. no sal­vó a sus ban­cos po­nien­do di­ne­ro fres­co, co­mo creen los im­bé­ci­les col­ga­dos a la ore­ja iz­quier­da de Oba­ma, si­no con emi­sión de bo­nos res­pal­da­dos por los dó­la­res de las ex­por­ta­cio­nes chi­nas.
He­mos vis­to la­ca­yos y go­bier­nos sir­vien­tes del im­pe­ria­lis­mo, pe­ro co­mo el de los man­da­ri­nes chi­nos, po­cas ve­ces en la his­to­ria.
Pa­ra man­te­ner su ci­clo de ex­pan­sión en me­dio de la cri­sis y pa­ra que ha­gan ne­go­cios esen­cial­men­te las trans­na­cio­na­les, Chi­na de­be po­ner di­ne­ro con­tan­te y so­nan­te, el 30% de los fon­dos pú­bli­cos de su re­ser­va (co­mo tam­bién ha he­cho Ar­gen­ti­na aho­ra, que ha te­ni­do que sa­car 6 mil mi­llo­nes de dó­la­res de sus re­ser­vas pa­ra pa­gar la deu­da ex­ter­na es­te año) y 70% de fi­nan­cia­ción ban­ca­ria.
Los ban­cos, ma­yo­ri­ta­ria­men­te en ma­nos de Gold­man Sachs, de JP Mor­gan y del HSBC (que ya ga­na­ron su co­mi­sión), han pres­ta­do sin res­pal­do los fon­dos re­ci­bi­dos del es­ta­do a sus pro­pias em­pre­sas en Chi­na, a sus tar­je­tas de cré­di­to, a sus trans­na­cio­na­les, crean­do nue­va­men­te en Chi­na una deu­da fic­ti­cia de 3,7 bi­llo­nes de dó­la­res, con lo que la deu­da ex­ter­na chi­na, ti­ra­da por los ban­cos im­pe­ria­lis­tas con­tra su es­ta­do, pa­sa a ser un pro­ble­ma tan gran­de co­mo el de Gre­cia o el de Du­bai.
Chi­na hoy es un em­bu­do de ca­pi­ta­les, que la ter­mi­na­rán en­deu­dan­do pa­ra so­me­ter­la a un gra­do peor que lo fue to­da Amé­ri­ca La­ti­na en los ´80 y los ´90.

El rol actual de China en la división mundial del trabajo. Al pragmático devenido en reformista del siglo XIX le atrasa su reloj en la historia y no distingue al capital financiero parasitario usurero imperialista del capital comercial

Con un dó­lar de­va­lua­do, EE.UU., de for­ma re­gu­la­da y por aho­ra, le ha­ce pa­gar la cri­sis a las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peas y ha­ce que Chi­na pon­ga en la eco­no­mía mun­dial en cri­sis, al ser­vi­cio de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, no un nue­vo ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, si­no las súperganancias que no son ni más ni me­nos que 1,8 bi­llo­nes de dó­la­res que tie­ne de re­ser­va el es­ta­do chi­no. Es­tas re­ser­vas son la enor­me ma­sa de plus­va­lía arran­ca­da al pro­le­ta­ria­do chi­no y de­ri­va­da por la bur­gue­sía chi­na, so­cia del im­pe­ria­lis­mo mun­dial, a pa­liar el dé­fi­cit de EE.UU.: una par­te es­tá des­ti­na­da a la com­pra de bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no, y otra parte es entregada a los ban­cos de las trans­na­cio­na­les, co­mo ha su­ce­di­do aho­ra con 600 mil mi­llo­nes de dó­la­res de di­chas re­ser­vas pa­ra de­sa­rro­llar el con­su­mo, lo que ha sig­ni­fi­ca­do una enor­me ex­pan­sión del mer­ca­do in­ter­no… jus­ta­men­te pa­ra que las trans­na­cio­na­les ven­dan.
Así, en el 2009, las trans­na­cio­na­les ven­die­ron en Chi­na 12,8 mi­llo­nes de au­to­mó­vi­les, lo que sig­ni­fi­có un au­men­to de la pro­duc­ción del 42% y del 96% en no­viem­bre (en re­la­ción al mis­mo mes del año an­te­rior). Las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas y los joint ven­tu­res con la bur­gue­sía chi­na ven­den en la lí­nea blan­ca (elec­tro­do­més­ti­cos) 185 mi­llo­nes de uni­da­des. Tam­bién 7,2 mi­llo­nes de com­pu­ta­do­ras per­so­na­les (no­te­books).
To­do es­to rea­li­za­do so­bre un mer­ca­do de una nue­va cla­se me­dia y aris­to­cra­cia obre­ra de 200 mi­llo­nes de per­so­nas, que se han lar­ga­do a un con­su­mo fre­né­ti­co, para lo que las em­pre­sas dan fa­ci­lida­des con los 600 mil mi­llo­nes de dó­la­res pues­tos por el es­ta­do chi­no, con anu­la­ción de im­pues­tos a to­das las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas au­to­mo­tri­ces, de ar­tí­cu­los de con­su­mo y de com­pu­ta­do­ras, pa­ra que pro­duz­can y ven­dan sal­va­je­men­te y re­ti­ren to­das las uti­li­da­des que quie­ran.
In­sis­ti­mos, se re­ti­ra­ron to­dos los im­pues­tos a las au­to­mo­tri­ces. Chi­na es el úni­co país en el mun­do en don­de las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas no pa­gan im­pues­tos pa­ra ven­der automóviles.
¿Al­guien pue­de creer que es­to es un país im­pe­ria­lis­ta in­de­pen­dien­te, en lu­gar de ser un vil sir­vien­te de las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas?
El ma­yor des­plie­gue del mun­do de los gran­des su­per­mer­ca­dos co­mo Ca­rre­four o Wall Mart es pa­ra ven­der en Chi­na au­tomóviles fa­bri­ca­dos allí por las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas como Ge­ne­ral Mo­tors, Ford, To­yo­ta, BMW; lí­nea blan­ca de Wes­ting­hou­se y Phi­llips; com­pu­ta­do­ras de Ap­ple, Le­no­vo, Sony.
El nú­me­ro de tar­je­tas de cré­di­to Mas­ter Card, Vi­sa y Ame­ri­can Ex­press (que­bra­das y fun­di­das en to­da Eu­ro­pa) cre­cie­ron un 40% en Chi­na en los pri­me­ros me­ses del 2009, mien­tras que caen en un 40% en EE.UU.
Insistimos: con la re­ce­sión ac­tual en EE.UU., las trans­na­cio­na­les ven­die­ron 12,8 mi­llo­nes de automóviles.
“Chi­na es im­pe­ria­lis­ta”, cla­man las ca­ca­túas del HSBC y la ban­ca Mor­gan. Pe­ro Chi­na no ha­ce ne­go­cios, los ha­cen las trans­na­cio­na­les, las gran­des ca­de­nas de su­per­mer­ca­dos, las gran­des in­dus­trias au­to­mo­tri­ces im­pe­ria­lis­tas, las gran­des in­dus­trias de bie­nes de con­su­mo nor­tea­me­ri­ca­nas, las com­pa­ñías de tar­je­tas de cré­di­to co­mo Ame­ri­can Ex­press.
Tan­to en el ci­clo de ex­pan­sión de la eco­no­mía mun­dial del 2003- 2007 de la Chi­na ex­por­ta­do­ra, co­mo así tam­bién en la ubi­ca­ción ac­tual co­mo con­su­mi­do­ra, Chi­na es una ver­da­de­ra ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia de la eco­no­mía mun­dial. Lo úni­co que ve­mos allí son 200 mi­llo­nes de obre­ros es­cla­vos –de los cua­les una gran par­te es­tán a pun­to de per­der sus em­pleos- y 1.200 mi­llo­nes de pa­rias, de obre­ros agrí­co­las y cam­pe­si­nos po­bres que vi­ven en una eco­no­mía de sub­sis­ten­cia, que ac­túan co­mo una re­ser­va de ma­no de obra pa­ra hun­dir el sa­la­rio de los obre­ros chi­nos y de la cla­se obre­ra mun­dial.
Es­ta gen­te no ha en­ten­di­do na­da del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, que al de­cir de Le­nin es ca­pi­tal pa­ra­si­ta­rio, es de­cir, ¡usurero!
Lo que ex­por­ta Chi­na es la su­per­plus­va­lía arran­ca­da al pro­le­ta­ria­do chi­no, de­ve­ni­da en el mer­ca­do mun­dial en ca­pi­tal co­mer­cial, com­pran­do con dó­la­res fres­cos com­mo­dit­ies, mi­ne­ra­les, etc. e in­clu­so dan­do al­gún cré­di­to pa­ra que sus pro­vee­do­res les ga­ran­ti­cen a ellos y no a otros, el hie­rro, el alu­mi­nio, la so­ja, el acei­te y los com­mo­di­ties que ne­ce­si­tan pa­ra que fun­cio­ne esa ma­qui­la de las trans­na­cio­na­les im­pe­ria­lis­tas. O bien, ha­cien­do aquí y allá true­ques de mo­ne­das que no tie­nen nin­gún va­lor en el mer­ca­do mun­dial co­mo el pe­so, el real y el yuan, en una ba­lan­za co­mer­cial en­tre paí­ses se­mi­co­lo­nia­les. Con­fun­dir el true­que me­di­do en mo­ne­das sin res­pal­do en la eco­no­mía mun­do y lla­mar a eso “do­mi­nio del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro chi­no” es una bo­fe­ta­da al mar­xis­mo.
Ese es un ca­pi­tal co­mer­cial so­me­ti­do y su­bor­di­na­do al do­mi­nio por par­te del im­pe­ria­lis­mo de las ra­mas de pro­duc­ción de la eco­no­mía mun­dial, a los pre­cios de las com­mo­dit­ies y mi­ne­ra­les fi­ja­dos por las trans­na­cio­na­les en el mer­ca­do mun­dial. Son las mis­mas tras­na­cio­na­les que tam­bién re­quie­ren que Chi­na ten­ga enor­mes pe­tro­le­ras pa­ra ga­ran­ti­zar pe­tró­leo pa­ra que fun­cio­nen sus em­pre­sas en ese país, y pa­ra que lo ex­trai­gan de lu­ga­res don­de las pe­tro­le­ras im­pe­ria­lis­tas no van por los ries­gos de la in­ver­sión co­mo So­ma­lia, Af­ga­nis­tán, Irak.
Son las trans­na­cio­na­les las que, en el co­mer­cio mun­dial, se quedan con la ma­yo­ría de es­te ca­pi­tal co­mer­cial al ven­der­le a Chi­na pe­tró­leo, mi­ne­ra­les y com­mo­di­ties con un plus­va­lor; con lo que se apro­pian de la gran ma­yo­ría de la ren­ta pe­tro­le­ra y agra­ria del pla­ne­ta a tra­vés de sus gran­des pe­tro­le­ras, ce­rea­le­ras y mi­ne­ras.
Si­no ¿có­mo ex­pli­can que a par­tir del 2003 se die­ron en el mer­ca­do mun­dial los pre­cios más al­tos de ma­te­rias pri­mas -mi­ne­ra­les y pe­tró­leo- si no fue pa­ra abas­te­cer con una sú­per-ren­ta ex­traí­da del ca­pi­tal co­mer­cial chi­no, que sa­le a com­prar in­su­mos y ali­men­tos pa­ra su ma­qui­la pa­ra las em­pre­sas trans­na­cio­na­les que es­tán den­tro de ese país?
El re­for­mis­ta no ha en­ten­di­do na­da acerca del im­pe­ria­lis­mo. Chi­na se com­por­ta co­mo un país ca­pi­ta­lis­ta tran­si­to­rio, que tie­ne en su te­rri­to­rio la ma­yor con­cen­tra­ción del ejér­ci­to in­dus­trial de re­ser­va del pla­ne­ta, ubi­ca­do en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo co­mo com­pra­dor de ma­te­rias pri­mas, con un lá­ti­go en la ma­no sos­te­ni­do por el man­da­rín chi­no co­mo ca­pan­ga, a cuen­ta de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas.
A me­dia­dos del si­glo XIX, la Eu­ro­pa ocu­pa­da por Na­po­león le ha­bía ce­rra­do el co­mer­cio a la In­gla­te­rra de la re­vo­lu­ción in­dus­trial. Con el co­mer­cio eu­ro­peo ce­rra­do que po­nía lí­mi­tes al mer­ca­do de Gran Bre­ta­ña, el de­sa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas al­can­za­do du­ran­te la re­vo­lu­ción in­dus­trial cho­ca­ba con sus fron­te­ras na­cio­na­les, con los lí­mi­tes de la is­la. Así, In­gla­te­rra sa­lió a re­co­rrer el mun­do con ca­ño­ne­ras y una au­daz bur­gue­sía co­mer­cial pa­ra co­lo­car ma­si­va­men­te sus pro­duc­tos. Ocu­pó las zo­nas de in­fluen­cia de la de­ca­den­te Es­pa­ña y Por­tu­gal en Amé­ri­ca, Áfri­ca y Asia, con ver­da­de­ros dis­tri­bui­do­res co­mer­cian­tes ávi­dos que in­clu­si­ve, con pro­duc­ción a pér­di­da du­ran­te al­gu­nos años, re­hi­cie­ron una car­te­ra de clien­tes en esos tres con­ti­nen­tes, fun­da­men­tal­men­te en Amé­ri­ca La­ti­na.
In­clu­si­ve, pa­ra con­quis­tar esos clien­tes, de los cua­les tam­bién se abas­te­cía com­pran­do in­su­mos en Amé­ri­ca La­ti­na, ro­bán­do­se la pla­ta y el es­ta­ño del al­to Pe­rú (Bo­li­via), co­mer­cian­do con el sa­la­de­ro del Río de la Pla­ta y la ca­ña de azú­car de Bra­sil o el al­go­dón en EE.UU., da­ba al­gu­nos cré­di­tos en mo­ne­da.
In­gla­te­rra, sin ser im­pe­ria­lis­ta, in­vir­tió en EE.UU., a nom­bre de com­pa­ñías nor­tea­me­ri­ca­nas, el equi­va­len­te a 150 mil mi­llo­nes de dó­la­res de hoy pa­ra que se cons­tru­yan to­dos los fe­rro­ca­rri­les, pa­ra unir ese mo­nu­men­tal mer­ca­do in­ter­no. La fuer­za de tra­ba­jo era la ma­no de obra es­cla­va de los obre­ros de co­lor, so­me­ti­dos al es­cla­vis­mo del ca­pi­ta­lis­mo, y la fuer­za de tra­ba­jo chi­na que cons­tru­ye­ra la in­fraes­truc­tu­ra de to­do el ca­pi­ta­lis­mo mo­der­no en el si­glo XIX. Des­pués, los di­rec­to­res de las em­pre­sas nor­tea­me­ri­ca­nas des­co­no­cie­ron y no pa­ga­ron es­ta “deu­da ex­ter­na”. Eso era ca­pi­tal co­mer­cial.
Aho­ra, a es­tos pro­fe­so­res eru­di­tos que ja­más han en­ten­di­do al im­pe­ria­lis­mo por­que no lo han pa­de­ci­do, les va­mos a ex­pli­car có­mo fun­cio­na el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, que al de­cir de Le­nin, es ca­pi­tal pa­ra­si­ta­rio. Este ya no ex­por­ta mer­can­cías, si­no ca­pi­tal, pa­ra sa­car sú­per­ga­nan­cias en una eco­no­mía mun­do con­tro­la­da por los trusts y cár­tels en to­das sus ra­mas de pro­duc­ción.
Es de­cir, que el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro es usu­re­ro, pa­ra­si­ta­rio. Es­te con­si­gue cré­di­tos de los ban­cos que con­tro­la a ta­sas del 2 ó 5 % anual y pres­ta al 40-50% anual a los paí­ses del mun­do co­lo­nial y se­mi­co­lo­nial. Lue­go de que es­tos paí­ses en­tran en ce­sa­ción de pa­gos (co­mo su­ce­dió con Amé­ri­ca La­ti­na en los ´90 o va a su­ce­der aho­ra en el es­te eu­ro­peo) es­te ca­pi­tal fi­nan­cie­ro usu­re­ro se que­da con to­da la in­fraes­truc­tu­ra y las em­pre­sas del es­ta­do.
Así trans­for­mó de agen­te in­di­rec­to en agen­te di­rec­to del Ci­ti­bank y la ban­ca Mor­gan a to­da la bu­ro­cra­cia del Krem­lin y de los ex es­ta­dos obre­ros del es­te eu­ro­peo. Lo mis­mo hi­zo con la bu­ro­cra­cia maoís­ta de la Chi­na ais­la­da y atra­sa­da, en es­te ca­so, co­mo de­cía Trotsky, “con el trac­tor Ford”, inun­dan­do con mer­can­cías, es de­cir con tec­no­lo­gía. De este modo, la bu­ro­cra­cia res­tau­ra­cio­nis­ta chi­na le en­tre­gó una ma­no de obra es­cla­va y re­la­ti­va­men­te ca­pa­ci­ta­da a las trans­na­cio­na­les pa­ra pro­du­cir co­mo ma­qui­la­do­ra, ca­paz de con­tra­rres­tar la ten­den­cia al au­men­to del cos­to de re­pro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo. Esta fuerza de trabajo se ha­bía re­va­lo­ri­za­do con la re­cons­truc­ción de Eu­ro­pa lue­go de que fuera des­truida en la gue­rra, y por el au­men­to del ca­pi­tal cons­tan­te y de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo en EE.UU. li­ga­do al apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar. La eco­no­mía mun­do ne­ce­si­ta­ba im­pe­rio­sa­men­te ba­jar el va­lor de la fuer­za de tra­ba­jo que se re­va­lo­ri­za­ba jun­to al ca­pi­tal en el pe­río­do de Yal­ta y ne­ce­si­ta­ba re­cu­pe­rar sí o sí a los ex es­ta­dos obre­ros co­mo nue­vos mer­ca­dos, ya que de lo con­tra­rio el ca­pi­ta­lis­mo mun­dial se hun­di­ría por la ten­den­cia al ago­ta­mien­to de sus re­cur­sos, mer­ca­dos y ta­sa de ga­nan­cia.
Y cuan­do los ban­cos del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro de las me­tró­po­lis com­pran los bo­nos sin va­lor de la deu­da de los paí­ses se­mi­co­lo­nia­les pa­ra des­pués com­prar con ellos, a su va­lor no­mi­nal, las em­pre­sas es­ta­ta­les de los paí­ses que do­mi­nan (lue­go de ha­ber­los sa­quea­do con in­te­re­ses usu­re­ros), ha­cen sus mer­ca­dos re­gio­na­les co­mo el Mer­cor­sur, co­pan la In­dia y Pa­kis­tán, e in­clu­si­ve la Chi­na de mi­llo­nes de ex­plo­ta­dos. Y eso lo ha­ce EE.UU. (con 5 co­man­dos mi­li­ta­res y 900 ba­ses mi­li­ta­res en el mun­do) y las de­más po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, dis­pu­tán­do­le pal­mo a pal­mo a ese ca­pi­tal usu­re­ro las zo­nas de in­fluen­cia.
Es­ta­mos ha­blan­do de un ca­pi­tal fi­nan­cie­ro que so­lo fue a un ci­clo de in­ver­sión, des­pués de la cri­sis de los ´30, pro­du­cien­do y ha­cien­do for­tu­nas y re­com­po­nien­do su ta­sa de ga­nan­cia du­ran­te la gue­rra pro­du­cien­do fuer­zas des­truc­ti­vas, es de­cir, fuer­zas pa­ra la des­truc­ción del hom­bre y de la na­tu­ra­le­za.
Ese ca­pi­tal fi­nan­cie­ro no se in­vir­tió en EE.UU. co­mo hi­zo el ca­pi­tal in­glés en el si­glo XIX, si­no en Eu­ro­pa, des­pués de ha­ber­la des­trui­do en la Pri­me­ra y en la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial.
El ca­pi­tal co­mer­cial del si­glo XIX des­truía ci­vi­li­za­cio­nes, in­clu­si­ve mo­dos de pro­duc­ción atra­sa­dos pa­ra sub­su­mir­los al ca­pi­ta­lis­mo cre­cien­te, ge­ne­ra­li­zan­do el avan­ce de las fuer­zas pro­duc­ti­vas que traía con­si­go el ca­pi­ta­lis­mo mun­dial y la eco­no­mía mun­do, a la cual so­me­tía en su co­mer­cio in­clu­yen­do los mo­dos de pro­duc­ción an­te­rio­res, co­mo el feu­da­lis­mo y el es­cla­vis­mo en los paí­ses atra­sa­dos.
Con el im­pe­ria­lis­mo su­ce­de al re­vés. No ex­por­ta ci­vi­li­za­ción si­no bar­ba­rie. No ex­por­ta un ca­pi­tal co­mer­cial de tran­sac­cio­nes co­mer­cia­les, ba­sa­do en la ecua­ción D-M-D’, si­no en la ecua­ción de Di­ne­ro + Di­ne­ro’ (va­lo­res fic­ti­cios, bur­bu­jas, etc.) = D’’ (di­ne­ro, plus­va­lía más su­per­ga­nan­cia). En es­ta fór­mu­la se asien­ta en la ex­por­ta­ción del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro a las co­lo­nias y se­mi­co­lo­nias, que ja­más va so­lo al pro­ce­so pro­duc­ti­vo, co­mo creen los key­ne­sia­nos y de­sa­rro­llis­tas y de­más sir­vien­tes de la bur­gue­sía. Esto es men­ti­ra. El ca­pi­tal fi­nan­cie­ro va a la bol­sa, al cir­cui­to fi­nan­cie­ro, a la es­pe­cu­la­ción, a re­crear em­prés­ti­tos, a fi­nan­ciar ba­ses mi­li­ta­res, gol­pes de es­ta­do, agen­tes di­rec­tos, sa­queos, ro­bos de fuen­tes de ma­te­rias pri­mas, co­sa que el key­ne­sia­no pseu­doiz­quier­dis­ta ja­más po­drá en­ten­der.
El im­pe­ria­lis­mo es pa­ra­si­tis­mo, es de­cir, con su di­ne­ro crea va­lo­res fic­ti­cios: ca­da dó­lar de los 8.000 fon­dos de in­ver­sión que que­bra­ron en el 2008 pa­lan­quea­ban 60 u 80 dó­la­res de for­ma fic­ti­cia en las cua­tro man­za­nas de Wall Street. Lue­go re­par­te cu­po­nes, que cor­tan los pa­rá­si­tos que no pro­du­cen y así re­ti­ran uti­li­da­des. In­ven­ta va­lo­res no crea­dos por el tra­ba­jo hu­ma­no, que lue­go los ven­de a un va­lor su­pe­rior al mun­do se­mi­co­lo­nial al que man­tie­ne en el atra­so, al que sa­quea, de don­de ob­tie­ne las su­per­ga­nan­cias pa­ra man­te­ner su apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar pa­ra las gue­rras. Por ello es ex­traor­di­na­ria esa de­fi­ni­ción de Le­nin que plan­tea que el im­pe­ria­lis­mo no es más que un pu­ña­do de pa­rá­si­tos que vi­ven de cor­tar cu­po­nes so­bre la ba­se de la es­cla­vi­tud y el so­me­ti­mien­to de mi­les de mi­llo­nes de es­cla­vos del mun­do co­lo­nial y se­mi­co­lo­nial.
Les pre­sen­ta­mos a la bar­ba­rie, al fas­cis­mo, a la épo­ca de cri­sis, gue­rras y re­vo­lu­cio­nes. La “Chi­na im­pe­ria­lis­ta”, el mi­to del “mons­truo” chi­no, in­ven­ta­do pa­ra jus­ti­fi­car aven­tu­ras su­pe­rio­res de co­lo­ni­za­ción de Chi­na, me­re­ce ser se­pa­ra­do del mo­vi­mien­to mar­xis­ta re­vo­lu­cio­na­rio y de­nun­cia­do an­te la cla­se obre­ra in­ter­na­cio­nal.
Y es más, el ca­pi­tal “ex­ce­den­te” chi­no es tan sir­vien­te de las trans­na­cio­na­les que va con di­ne­ro [D], com­pra mer­can­cías con un so­bre­va­lor [M’], pues­to que tie­ne un plus­va­lor crea­do por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro en mer­ca­dos a fu­tu­ro de pe­tró­leo, so­ja, etc. pa­ra tam­bién sa­car sú­per­ga­nan­cias, y cuan­do le ven­de es­tos in­su­mos a las em­pre­sas trans­na­cio­na­les ins­ta­la­das en Chi­na, en lu­gar de re­ci­bir un di­ne­ro su­pe­rior pa­ra ga­nar en la tran­sac­ción co­mer­cial bur­gue­sa, es de­cir una D’, re­ci­be una can­ti­dad de di­ne­ro in­fe­rior [D-], ya que lo ven­de a un pre­cio sub­si­dia­do. Es de­cir, el ca­pi­tal chi­no ven­de las com­mo­di­ties y ma­te­rias pri­mas a un va­lor in­fe­rior al que las com­pró. Pa­ra eso es­tá el es­ta­do chi­no, pa­ra sub­si­diar a las trans­na­cio­na­les que pro­du­cen des­de Chi­na.
“Ha­ce dum­ping”, “sub­si­dia”, chi­llan los re­for­mis­tas co­mo si es­tu­vié­ra­mos en la épo­ca de li­bre cam­bio. Sí, sub­si­dia a Wall Mart pa­ra que des­de sus 600 plan­tas en Chi­na man­de mer­can­cía ba­ra­ta (indumentaria, ju­gue­tes, etc.) pa­ra sus su­per­mer­ca­dos en to­do el mun­do, o pa­ra que La­cos­te les pon­ga en su ca­sa ma­triz el co­co­dri­lo a las re­me­ras com­pra­das a 10 cen­ta­vos.
Qué­den­se tran­qui­los los de­fen­so­res del li­bre cam­bio, que es­te se ha ido pa­ra no vol­ver ja­más, pues­to que el im­pe­ria­lis­mo lo úni­co que sí con­tro­la es que sus sier­vos y agen­tes me­no­res les pa­guen los ro­yal­ties y pa­ten­tes de la Opel, la Vol­vo, la Ko­dak, la Fu­ji, la Po­la­roid, la Sony, que le de­ja­ron a los joint ven­tu­res chi­nos pa­ra que pro­duz­can pa­ra el mer­ca­do mun­dial, que co­mo ya vi­mos son lí­neas de pro­duc­ción ob­so­le­tas ya amor­ti­za­das mi­les de ve­ces por el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal. Eso sí, siem­pre tie­ne que ha­ber un bi­llón de dó­la­res en bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no en ca­ja.

China y Japón, a propósito de las colonias y las potencias imperialistas

Nues­tros re­vi­sio­nis­tas in­sis­ten: “Pe­ro Ja­pón tam­bién com­pra­ba bo­nos del te­so­ro de EE.UU.” Sí, pe­ro no ex­por­ta­ba ju­gue­tes, indumentaria y za­pa­tos, si­no má­qui­nas-he­rra­mien­tas. Y, por el de­sa­rro­llo de la ro­bó­ti­ca y la al­ta tec­no­lo­gía, su apa­ra­to pro­duc­ti­vo tam­bién es­ta­ba aco­pla­do y en una sim­bio­sis en la pro­duc­ción de los mi­cro­chips del apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar nor­tea­me­ri­ca­no.
Es­to le per­mi­tió a Ja­pón de­sa­rro­llar la ro­bó­ti­ca, la óp­ti­ca y las má­qui­na-he­rra­mien­tas, e in­clu­si­ve com­pe­tir con EE.UU. en ra­mas de pro­duc­ción en­te­ras en el mer­ca­do mun­dial, y has­ta en la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo con el To­yo­tis­mo con­tra el For­dis­mo, lo que le per­mi­tió a Ja­pón con­se­guir una al­ta pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, por ejem­plo, en la in­dus­tria au­to­mo­triz don­de in­clu­si­ve su­pe­ró a EE.UU.
Es­tos en­cu­bri­do­res de Oba­ma ocul­tan que EE.UU. tu­vo que ha­cer­le enor­mes con­ce­sio­nes a Ja­pón, no so­lo ti­rar­le dos bombas nu­clea­res, pa­ra man­te­ner­lo de­sar­ma­do y que no es­ta­lla­ra en una nue­va gue­rra con­tra él (co­mo lo hi­zo Ale­ma­nia cuan­do ha­bía que­da­do cer­ca­da y par­te de su te­rri­to­rio ocu­pa­do des­pués del Tra­ta­do de Ver­sa­lles). Es que se tra­ta­ba de Ja­pón, un im­pe­ria­lis­mo con un enor­me po­ten­cial en su pro­duc­ti­vi­dad del tra­bajo. Así, des­de la pos­gue­rra y apren­dien­do de la ex­pe­rien­cia de Ale­ma­nia de los ´30, EE.UU. im­bri­có su apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar a ra­mas de pro­duc­ción en­te­ras de Ja­pón, y a su vez le tu­vo que ha­cer una enor­me con­ce­sión a su so­cio me­nor im­pe­ria­lis­ta: EE.UU. tenía que dejar en Japón toda la tecnología de las inversiones que hacía.
Así, to­da la in­dus­tria au­to­mo­triz de pun­ta ja­po­ne­sa se hi­zo con la pa­ten­te y tec­no­lo­gía que se vie­ron obli­ga­das a de­jar Ge­ne­ral Mo­tors y Ford pa­ra po­der ven­der automóviles en Ja­pón.
La ro­bó­ti­ca de al­ta tec­no­lo­gía ja­po­ne­sa se de­sa­rro­lló pro­du­cien­do mi­cro­chips pa­ra el apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar y la avia­ción nor­tea­me­ri­ca­nos. Es­ta fue la so­cie­dad en­tre EE.UU., el im­pe­ria­lis­mo do­mi­nan­te a la sa­li­da de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, y Ja­pón, un im­pe­ria­lis­mo me­nor de­rro­ta­do en la mis­ma, al que no se le po­día per­mi­tir que se vuel­va a rear­mar y a in­de­pen­di­zar, por­que in­me­dia­ta­men­te le iba a dis­pu­tar a EE.UU. su zo­na de in­fluen­cia cla­ve: el Pacífico.
Así que­dó Ja­pón im­bri­ca­do, co­mo im­pe­ria­lis­mo me­nor, con EE.UU.

Tan­to Chi­na co­mo Ja­pón com­pra­ron y com­pran bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no. ¿Pe­ro es­ta es la re­la­ción que tie­ne Chi­na con EE.UU. en las dis­tin­tas ra­mas de pro­duc­ción del mer­ca­do mun­dial? ¡Por fa­vor! De la in­sen­sa­tez y de la es­ta­fa al pro­le­ta­ria­do es de lo úl­ti­mo que se vuel­ve.
Es­te acuer­do en­tre EE.UU. y Ja­pón en­tró en cri­sis a par­tir de los 90. Pe­ro lue­go de 10 años de pro­fun­da re­ce­sión de Ja­pón (que en los 90 que­dó dis­lo­ca­do del de­sa­rro­llo de las em­pre­sas tec­no­ló­gi­cas que ac­tua­ron co­mo mo­tor de avan­ce de la eco­no­mía de EE.UU.), es­te acuer­do se vol­vió a res­ta­ble­cer en el sa­queo co­mún de Chi­na, don­de Ja­pón fue, en pri­mer lu­gar, el gran pres­ta­mis­ta de las in­ver­sio­nes del ci­clo de ex­pan­sión 2003-2007 en Chi­na. Fue allí don­de, im­bri­ca­do con cré­di­tos y prés­ta­mos de la Ban­ca Mor­gan y el HSBC, en­tró el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ja­po­nés que, des­pués de 10 años de re­ce­sión pres­tan­do a ta­sa 0% en los ´90, en el 2003-2007 pres­ta­ba a ta­sas de un 4-5% anual.
Tan­to es así que uno de los gran­des ne­go­cios de to­das las trans­na­cio­na­les en Chi­na, co­mo lo de­mos­tró el es­ta­lli­do de la cri­sis en el 2007, era in­ver­tir gran par­te de su “por­ta­fo­lio” de in­ver­sio­nes en una bi­ci­cle­ta fi­nan­cie­ra con la com­pra de dó­la­res aus­tra­lia­nos. ¿Qué sig­ni­fi­ca­ba es­to? Que los pa­rá­si­tos im­pe­ria­lis­tas con­traían cré­di­tos en ye­nes al 4%, com­pra­ban dó­la­res aus­tra­lia­nos, sa­ca­ban una uti­li­dad de un 12, 15 ó 20%, y lue­go vol­vían a com­prar ye­nes y huían.
Así se ro­ba­ron 150.000 mi­llo­nes de dó­la­res de Aus­tra­lia y fue el pri­mer in­far­to, jun­to a la cri­sis de la bol­sa de Shang­hai, de la aper­tu­ra de la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial en el 2007.
Ja­pón no fue solo el gran pres­ta­mis­ta por te­ner una so­bre­pro­duc­ción de ca­pi­tal fi­nan­cie­ro que no po­día rea­li­zar­se en el pro­ce­so pro­duc­ti­vo, si­no que, a la vez, re­lo­ca­li­zó, al igual que EE.UU., gran par­te de sus plan­tas den­tro de Chi­na, ha­cien­do so­cie­da­des pa­ra pro­du­cir mu­cho más ba­ra­to que en Ja­pón a va­lor yen.
La tie­rra en Chi­na es más ba­ra­ta, co­mo así tam­bién la pro­pie­dad, y la pro­duc­ción, aún más.
El ca­pi­tal ja­po­nés se re­va­lo­ri­za mu­cho más en Chi­na que pro­du­cien­do en Ja­pón. Es que, además, allí tie­ne el agua, la tie­rra, el ali­men­to, y una mo­ne­da de­va­lua­da pa­ra ex­por­tar me­jor, con­se­guir sú­per­ga­nan­cias y sa­lir de la re­ce­sión.
Es lo mis­mo que su­ce­dió con In­gla­te­rra, que no le im­por­ta­ba ser el más gran­de pro­duc­tor agro­pe­cua­rio y de com­mo­di­tties cuan­do do­mi­na­ba el mun­do. Le de­ja­ba ese pri­mer lu­gar a Ar­gen­ti­na, Ca­na­dá, e in­clu­si­ve a EE.UU. ¿Pa­ra qué iba a sub­si­diar, co­mo tie­ne que ha­cer Fran­cia pa­ra man­te­ner la V Re­pú­bli­ca, a un mi­llón de cam­pe­si­nos con 500.000 mi­llo­nes de dó­la­res al año, si con­se­guía tri­go y ali­men­to más ba­ra­to en sus co­lo­nias?
Hoy, la pren­sa ama­ri­lla im­pe­ria­lis­ta, siem­pre dis­pues­ta a atraer im­pre­sio­nis­tas e in­te­lec­tua­les pe­que­ño­bur­gue­ses char­la­ta­nes, ti­tu­la: “Chi­na es­tá a pun­to de superar a Ja­pón co­mo se­gun­do PBI del mun­do”. Es­to nos recuerda a cuan­do a fi­nes de los ´80, Ja­pón se com­pra­ba el Em­pi­re Sta­te y las To­rres Ge­me­las con los ye­nes y los sú­per­do­la­res con los que es­ta­ba aba­rro­ta­do por sus ex­por­ta­cio­nes al apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar yan­qui. En ese mo­men­to ti­tu­la­ban: “Ja­pón co­pa las To­rres Ge­me­las, el Em­pi­re Sta­te, y EE.UU.”
¿Cuán­to du­ró ese engaño? Has­ta que es­ta­lló una re­ce­sión de 10 años en Ja­pón. El Si­lli­con Va­lley no de­ja­ba na­da de la pro­duc­ción ja­po­ne­sa.
La re­la­ción en­tre EE.UU. y Ja­pón es una re­la­ción de con­ve­nien­cia de po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, con la primera como do­mi­nan­te y la segunda que acep­tó una so­cie­dad co­mo ac­cio­nis­ta me­nor a con­di­ción de no ar­mar­se (acep­tan­do las ba­ses yan­quis en su te­rri­to­rio), no dis­pu­tar­le zo­nas de in­fluen­cia a EE.UU., y acom­pa­ñar­lo a es­te en to­das sus aven­tu­ras, in­clu­si­ve ayu­dán­do­lo a cu­brir su dé­fi­cit com­pran­do bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no. Eso sí que es un acuer­do en­tre im­pe­ria­lis­mos, uno do­mi­nan­te y otro me­nor aso­cia­do a él.
Chi­na, com­pran­do la lí­nea de pro­duc­ción ob­so­le­ta y que­bra­da de la Vol­vo y la Opel pa­ra pro­du­cir so­la­men­te un automóvil ba­jo con­trol “tec­no­ló­gi­co” de Ge­ne­ral Mo­tors y Ford, y te­nien­do que pa­gar pa­ten­te, es una re­pu­bli­que­ta so­me­ti­da, aun­que tam­bién com­pre bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no.
¿Por qué Chi­na, si es tan im­pe­ria­lis­ta co­mo Ja­pón, no exi­ge que EE.UU., por to­dos los bo­nos del te­so­ro que le com­pra, le de­je to­da la tec­no­lo­gía pa­ra la pro­duc­ción “lim­pia”, y tie­ne que ir a arro­di­llar­se en la cum­bre de Cop­pen­ha­gue en la cual Oba­ma le di­jo “les da­mos un cré­di­to pa­ra que la com­pren”?
El que ha­ce pa­sar al opre­sor por opri­mi­do y al opri­mi­do por opre­sor es un vul­gar sir­vien­te del im­pe­ria­lis­mo.
Que in­ten­te la Chi­na “in­de­pen­dien­te” no com­prar bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no. Que in­ten­te no po­ner dó­la­res fres­cos en EE.UU. a cam­bio de pa­pe­les sin res­pal­do.
Aho­ra que hay cri­sis y re­ce­sión, ¿por qué China, supuestamente “im­pe­ria­lis­ta” no dis­po­ne de ese di­ne­ro li­bre e in­de­pen­dien­te­men­te?
¿Al­guien pue­de creer que la re­ser­va fe­de­ral de Ale­ma­nia, el Bun­des­bank, el BNP Pa­ri­bas, la re­ser­va fe­de­ral de Fran­cia acep­ta­rían de­jar un bi­llón de dó­la­res a dis­po­ni­bi­li­dad pa­ra cu­brir el dé­fi­cit de EE.UU.?
Hoy, si­guien­do a Gre­cia, ve­mos de­rrum­bar­se en un crac bur­sá­til a Es­pa­ña, Por­tu­gal, Ita­lia; y ve­mos a Fran­cia e In­gla­te­rra con sus es­ta­dos to­tal­men­te en­deu­da­dos. ¡Ve­mos a na­cio­nes im­pe­ria­lis­tas me­no­res co­mo Gre­cia so­me­ti­das al con­trol del FMI! Es que, tal cual afir­má­ba­mos en nues­tros do­cu­men­tos fun­da­cio­na­les, la cri­sis pu­so en cues­tión y va a ter­mi­nar de ha­cer es­ta­llar por los ai­res a Maas­tricht, de­mos­tran­do la uto­pía reac­cio­na­ria de la Eu­ro­pa ca­pi­ta­lis­ta uni­fi­ca­da. La úni­ca po­si­bi­li­dad de lo­grar una Eu­ro­pa uni­fi­ca­da es con una Fe­de­ra­ción So­cia­lis­ta de Re­pú­bli­cas Obre­ras des­de las es­te­pas ru­sas has­ta Por­tu­gal.
¿Por qué Ale­ma­nia con el Bun­des­bank no sal­va a las po­ten­cias eu­ro­peas en­deu­da­das, si es­tá en ries­go de hun­dir­se to­da Eu­ro­pa? ¿Por qué no las sub­si­dia con un bi­llón de dó­la­res de sus ex­por­ta­cio­nes? Por­que así son las re­la­cio­nes en­tre las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas. La que se hun­dió, se hun­dió, es­tá por de­sa­pa­re­cer co­mo im­pe­ria­lis­ta y bien­ve­ni­do sea. La que pa­ga es co­lo­nia.
¿Por qué si Chi­na le es­tá dis­pu­tan­do el mun­do a EE,UU., no de­ja que es­te se hun­da, en lu­gar de sub­si­diar­lo con un bi­llón de dó­la­res al año?
Los obre­ros cons­cien­tes ya se dan cuen­ta de que los char­la­ta­nes re­vi­sio­nis­tas de la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na son unos es­ta­fa­do­res po­lí­ti­cos. No pue­den men­tir­le tan­to al pro­le­ta­ria­do sin ser agen­tes de la City de Lon­dres, del HSBC y de la ban­ca Mor­gan. Des­cu­bri­mos a esos sir­vien­tes del san­gui­na­rio Oba­ma y la ban­ca Mor­gan y de la co­ro­na de la rei­na de In­gla­te­rra. ¡De­jen de cu­brir­le el bol­si­llo iz­quier­do a “su ma­jes­tad”!
In­sis­ti­mos, Ja­pón hi­zo cálculos y notó que com­prar 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res en bo­nos del te­so­ro nor­tea­me­ri­ca­no, y tra­ba­jar y aso­ciar­se con EEUU en la pro­duc­ción en el apa­ra­to in­dus­trial mi­li­tar –que es el ma­yor dé­fi­cit de EE.UU.– es un buen ne­go­cio. Y es­te ne­go­cio le va­le a Ja­pón has­ta el úl­ti­mo cen­ta­vo de los 200.000 mi­llo­nes de dó­la­res pues­tos pa­ra com­prar­le bo­nos a EE.UU.
Además de esta manera, Ja­pón tam­bién tie­ne pe­tró­leo ase­gu­ra­do por par­te de EEUU y re­du­ce sus in­ver­sio­nes mi­li­ta­res, pues­to que tie­ne una gran ba­se en Oki­na­wa, y ce­rró un ne­go­cio de paz. Y así y to­do, en los ´90, su so­cio ma­yo­ri­ta­rio lo hun­dió en 10 años de re­ce­sión.
No­so­tros afir­ma­mos que el día que Ja­pón de­ci­da de­jar de ju­gar es­te rol de sim­bio­sis e im­bri­cación con EE.UU., o que la cri­sis mun­dial pro­vo­que la rup­tu­ra de esa sim­bio­sis en el pro­ce­so pro­duc­ti­vo y Ja­pón que­de cer­ca­do, ese día sí se abre pe­li­gro­sa­men­te el ca­mi­no a una nue­va gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta, al me­nos por el Pa­cí­fi­co.
¿Se abri­rá por Chi­na? Es que por el des­po­jo de­fi­ni­ti­vo de Ru­sia, Chi­na y de las co­lo­nias, se abri­rá el ca­mi­no a nue­vas gue­rras in­te­rim­pe­ria­lis­tas, es de­cir por po­se­sión de co­lo­nias, de mer­ca­dos, de fuen­tes de ma­te­rias pri­mas.
Y si la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria no lo im­pi­de, in­sis­ti­mos, ello es­ta­rá plan­tea­do más tem­pra­no que tar­de.
So­lo des­de allí pue­de Ja­pón op­tar por ser un país im­pe­ria­lis­ta, aso­cia­do por aho­ra a EEUU, que en re­la­ción a la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo es­tá a mi­llo­nes de años luz de Chi­na.
Por­que el día que Ja­pón de­ci­da ju­gar un rol in­de­pen­dien­te -co­mo lo ha­cen Fran­cia y Ale­ma­nia en Eu­ro­pa- en el Pa­cí­fi­co, que es don­de mu­rie­ron 500.000 sol­da­dos nor­tea­me­ri­ca­nos en la úni­ca gue­rra que pe­leó EEUU, ese día el ca­mi­no a la gue­rra, in­sis­ti­mos, se ha­brá abier­to.
La hu­ma­ni­dad se apro­xi­ma pe­li­gro­sa­men­te a la bar­ba­rie y a nue­vas gue­rras, pe­ro no es­tá di­cho que el pro­le­ta­ria­do no la detenga an­tes con el triun­fo de la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria. Na­da es­tá es­cri­to.
Es­te pro­nós­ti­co es de­ci­si­vo pa­ra los mar­xis­tas del si­glo XXI.
A EE.UU. el Pa­cí­fi­co no se le to­ca, y el Atlán­ti­co lo com­par­te con Ale­ma­nia y Fran­cia, a con­di­ción de que es­tos acep­ten un rol se­cun­da­rio. Si se ele­van a un rol de­ma­sia­do in­de­pen­dien­te y de dis­pu­tas abier­tas, las co­sas se tie­nen que vol­ver a po­ner en or­den.
Fran­cia y Ale­ma­nia avan­za­ron mu­chí­si­mo en Amé­ri­ca La­ti­na en acuer­do con las bur­gue­sías “bo­li­va­ria­nas” y con Bra­sil. Hoy, EE.UU. vuel­ve por lo su­yo co­mo gran acree­dor de to­das las na­cio­nes de Amé­ri­ca La­ti­na con el me­ca­nis­mo de su­je­ción de la deu­da ex­ter­na y el FMI, que es el ins­tru­men­to que usa aho­ra pa­ra arro­di­llar a Es­pa­ña, su ex so­cio en Amé­ri­ca La­ti­na, al que le va a sa­car to­dos los ne­go­cios que tie­ne en el Co­no Sur ame­ri­ca­no, co­mo la Rep­sol, etc.
Es­ta re­la­ción de fuer­zas es el re­sul­ta­do de la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial y del ´89 que la de­fi­nió his­tó­ri­ca­men­te, don­de sur­gió una Ale­ma­nia vi­go­ro­sa que se reu­ni­fi­có y sa­lió a dis­pu­tar, así co­mo Fran­cia, el Atlán­ti­co y Eu­ro­pa.
“Ja­pón tam­bién tie­ne bo­nos del te­so­ro”, chi­llan los embusteros. Aun­que los dos ten­gan bo­nos del te­so­ro, no se pue­den com­pa­rar. Ya va­mos a de­mos­trar es­te mé­to­do irres­pon­sa­ble. Estos dos países no tie­nen “gé­ne­ro pró­xi­mo”. Uno, Ja­pón, es un ele­fan­te, un ma­mí­fe­ro. Y el otro, Chi­na, es una me­sa, es de­cir, un ob­je­to. Aun­que am­bos ten­gan cua­tro pa­tas, no son lo mis­mo.
Uno es un im­pe­ria­lis­mo que por re­sul­ta­do de la gue­rra so­lo pue­de ser so­cio me­nor sia­més de EE.UU. por su ubi­ca­ción geoes­tra­té­gi­ca en el Pa­cí­fi­co; y el otro es una se­mi­co­lo­nia ba­ra­ta lle­na de ca­pan­gas al ser­vi­cio de las trans­na­cio­na­les.
Los “mar­xis­tas di­ná­mi­cos”, los eclec­ti­cis­tas, de es­to no en­tien­den na­da. Al em­pí­ri­co el to­do le devie­ne caó­ti­co, al de­cir de He­gel, y lo in­ten­ta sim­pli­fi­car con un “mar­xis­mo con­cre­to”, “con­cre­ti­to, con­cre­ti­to”, di­rían los mo­re­nis­tas, cuan­do lo “con­cre­ti­to” re­sul­ta ser lo más abs­trac­to y le­ja­no a la rea­li­dad, co­mo di­rían Marx y el ma­te­ria­lis­mo dia­léc­ti­co.
Así ve­mos, a di­fe­ren­cia de to­das las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, al ca­pi­tal co­mer­cial chi­no “sa­lir a com­prar en el mun­do” pa­ra abas­te­cer­se de ma­te­rias pri­mas. Mu­chas ve­ces es­te ca­pi­tal ga­ran­ti­za una tran­sac­ción co­mer­cial, ¡in­clu­si­ve co­mo en el pe­río­do pre­ca­pi­ta­lis­ta! Ar­gen­ti­na o Bra­sil po­nen 10 mi­llo­nes de pe­sos ar­gen­ti­nos o de rea­les en el Ban­co Cen­tral de Chi­na, y Chi­na po­ne su va­lor equi­va­len­te en el Ban­co Cen­tral de Bra­sil o Ar­gen­ti­na. No es más que mo­ne­da sin va­lor, que res­pal­da un true­que de mer­can­cías. Na­da más. Por­que ni con yua­nes, ni con pe­sos, ni con rea­les se co­mer­cia en el mer­ca­do mun­dial. Esas ca­nas­tas de mo­ne­das son so­lo ga­ran­tías de que no se van a es­ta­far los paí­ses en el true­que de mer­can­cías.
Es true­que de mo­ne­da, true­que de mer­can­cías. Por ejem­plo, una ba­lan­za co­mer­cial mar­ca­da por el real bra­si­le­ro o el pe­so ar­gen­ti­no equi­va­len­te al yuan. Una cla­ra eco­no­mía pre­ca­pi­ta­lis­ta mer­can­ti­lis­ta del si­glo XVI, XVII y XVIII. Es lo má­xi­mo que se apro­xi­ma a una fór­mu­la M-D-M (Mer­can­cía-Di­ne­ro-Mer­can­cía). Y a es­to lo lla­man “so­cia­lis­mo de mer­ca­do” los bo­li­va­ria­nos y Hu Jin­tao; e “im­pe­ria­lis­mo”, los ami­gos de la City de Lon­dres y Wall Street.
Chi­na es­tá en si­tua­ción de país re­la­ti­va­men­te “in­de­pen­dien­te” –ca­da vez más se­mi­co­lo­ni­za­do-, en la me­di­da que com­pre lo que ne­ce­si­ta la eco­no­mía mun­dial, sus ma­qui­la­do­ras y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal que con­tro­la el pla­ne­ta. Pe­ro con los lí­mi­tes pre­fi­ja­dos pa­ra to­da se­mico­lo­nia ma­ne­ja­da por ca­pa­ta­ces a suel­do de las trans­na­cio­na­les, a las que de­ben ren­dir cuen­tas y no sa­lir­se del li­bre­to si no quie­ren que los mi­si­les de Hong Kong cai­gan so­bre Shang­hai. O lo que es peor, pa­de­cer una de­va­lua­ción del dó­lar tal que man­de a la rui­na a las re­ser­vas chi­nas, que se ha­llan en pa­pe­les sin va­lor de bo­nos del te­so­ro de EE.UU. Es­to con­vier­te a Chi­na en una se­mi­co­lo­nia aún más que Ru­sia, Ar­gen­ti­na, o cual­quier país que ten­ga las re­ser­vas de sus ban­cos cen­tra­les ba­jo el con­trol de sus res­pec­ti­vos par­la­men­tos.
Las re­ser­vas de Chi­na de­pen­den más de EE.UU. que las re­ser­vas de Ar­gen­ti­na em­bar­ga­das por EE.UU. y sus fon­dos “bui­tres” de Wall Street.
¡Y a es­to la iz­quier­da de Nue­va York lo lla­ma im­pe­ria­lis­mo!
 
Los pragmáticos no se rinden Chillan y chillan: “¡Pero ahora China sale a comprar!”

Por su­pues­to que Chi­na tie­ne que sa­lir a com­prar. Ese es su rol en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo. Por­que pa­ra pro­du­cir los 12 mi­llo­nes de automóviles y se­me­jan­te can­ti­dad de com­pu­ta­do­ras y he­la­de­ras que ven­den las tras­na­cio­na­les, hay que con­se­guir mu­cho ace­ro, mu­cho plás­ti­co, mu­cho co­bre, mu­cho alu­mi­nio y mu­cho li­tio en el mer­ca­do mun­dial.
Aho­ra ¿quién los com­pra?, ¿quién gas­ta? ¿Volks­wa­gen, Wes­ting­hou­se, Phi­llips, Sony, Wal Mart, Ca­rre­four, HP? No. El es­ta­do chi­no es el que tie­ne que sa­lir a com­prar pa­ra que fun­cio­ne el ca­pi­tal vi­vo (la fuer­za de tra­ba­jo), y pa­ra que es­te pon­ga a fun­cio­nar el ca­pi­tal muer­to (ma­qui­na­ria). La bur­gue­sía chi­na se que­da con una ta­ja­da, pe­ro con una ta­ja­da mí­ni­ma por­que lo que ven­de el es­ta­do Chi­no lo ha­ce de for­ma sub­si­dia­da, ya que sus em­pre­sas na­cio­na­li­za­das y ra­mas bá­si­cas tie­nen la más ba­ja pro­duc­ti­vi­dad del mun­do.
Las mi­nas en rui­nas que se de­rrum­ban, fá­bri­cas de ace­ro que co­lap­san y sus hor­nos que es­ta­llan in­di­can que pa­ra la Chi­na com­pra­do­ra de hoy hay que ter­mi­nar, co­mo en el 2001 ocu­rrió con los ban­cos, con la em­pre­sas es­ta­ta­les ob­so­le­tas de­fi­ci­ta­rias y ce­rrar­las. Es­to es pa­ra ga­ran­ti­zar, en el me­dio de la re­ce­sión mun­dial, nue­vos ne­go­cios pa­ra las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas mi­ne­ras, si­de­rúr­gi­cas, etc., que re­cons­tru­yen­do la ex in­dus­tria es­ta­tal chi­na, pue­dan re­cons­ti­tuir su ta­sa de ga­nan­cia.
Eso fue Tong­hua, el equi­va­len­te a la quie­bra de los ban­cos es­ta­ta­les del 2001, es de­cir, la pri­va­ti­za­ción de las gran­des ace­rías de Chi­na que dan ga­nan­cia so­bre la ba­se de des­pe­dir a mi­les y mi­les de obre­ros. Se cal­cu­la que ha co­men­za­do un pro­ce­so de pri­va­ti­za­ción en Chi­na don­de un 60% de los obre­ros van a que­dar des­pe­di­dos.
Con­tra eso se le­van­ta­ron los obre­ros de Tong­hua y Lingz­hou, cues­tión que hi­zo tem­blar al apa­ra­to de los man­da­ri­nes chi­nos y los em­pre­sa­rios ro­jos del PC.
“Pe­ro Chi­na sa­le a com­prar mi­ne­ra­les”. Sí, to­do ti­po de mi­ne­ra­les y ali­men­tos. ¿Pe­ro des­de cuán­do ser com­pra­dor es ser im­pe­ria­lis­ta? Com­prar no es ser “im­pe­ria­lis­ta”, si­no es es­tar in­ser­ta­do en la di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo, por­que has­ta la URSS com­pra­ba.
Afir­ma­mos que pa­ra que las trans­na­cio­na­les ha­gan aho­ra ju­go­sas ga­nan­cias por ven­tas de bie­nes de con­su­mo (de automóviles, de lí­nea blan­ca, de com­pu­ta­do­ras, pa­ra que ha­ya ali­men­tos y be­bi­das pa­ra ven­der en los Wall Mart y los Ca­rre­four de Chi­na) es ne­ce­sa­rio que el es­ta­do chi­no sal­ga a com­prar en Áfri­ca, en Amé­ri­ca del Sur y en Asia, so­ja, ali­men­tos, com­mo­di­tties, li­tio, mag­ne­sio, co­bal­to, hie­rro, ace­ro, pa­ra dar­le in­su­mos ba­ra­tos a Wall Mart, Ca­rre­four, Hew­lett Pac­kard, a Sony, a BMW, a GM, a To­yo­ta, a Fu­ji­film, de las cua­les son so­cios los man­da­ri­nes chi­nos en la ex­plo­ta­ción de su pro­pia cla­se obre­ra. Pe­ro el que le ven­de to­das es­tas ma­te­rias pri­mas, to­da la so­ja, to­dos es­tos mi­ne­ra­les, son las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas ins­ta­la­das en Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca La­ti­na. Ahí es­tá Chi­le, por po­ner tan só­lo un ejem­plo, co­mo po­dría ser cual­quier país, que vio au­men­tar des­de el año 95 al 2005, su pro­duc­ción anual de 1.000 mi­llo­nes de to­ne­la­das de co­bre a 6.000 mi­llo­nes. Has­ta 1.000 mi­llo­nes las si­guen pro­du­cien­do las em­pre­sas de Chi­le. Y las 5.000 mi­llo­nes de toneladas restantes las pro­du­cen las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas del co­bre en Chi­le, que son las que le ven­den a Chi­na. Lo mis­mo ha­cen las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas agroin­dus­tria­les con la so­ja y el acei­te ar­gen­ti­no, y las agroin­dus­tria­les y mi­ne­ras con las ri­que­zas na­tu­ra­les de Áfri­ca.
Las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas en Chi­na es­tán co­mo ven­de­do­ras de bie­nes de con­su­mo, en el mun­do se­mico­lo­nial tam­bién co­mo ven­de­do­ras de ma­te­rias pri­mas, y al con­tro­lar las ra­mas cla­ves de la eco­no­mía mun­dial, son las que ga­nan en to­dos los ne­go­cios.

Las tendencias a la nivelación y a la desigualdad actúan hoy en China

Sostenemos, con­tra los al­qui­mis­tas de la char­ca uni­ver­si­ta­ria de la iz­quier­da an­glo­sa­jo­na, que Chi­na es­tá in­ser­ta en una eco­no­mía mun­do, y que su rol allí hoy es ser san­gre fres­ca, ac­tuar co­mo ten­den­cia con­tra­rres­tan­te de la cri­sis. Afir­ma­mos, con­tra los re­vi­sio­nis­tas, que el ca­pi­ta­lis­mo com­bi­na di­ver­sos gra­dos de de­sa­rro­llo eco­nó­mi­co en la eco­no­mía mun­do, y que no se pue­den en­ten­der los mis­mos por fue­ra de las le­yes de la ten­den­cia a la ni­ve­la­ción y a la de­si­gual­dad que ac­túan en es­ta re­la­ción en­tre de­sa­rro­llos de­si­gua­les. Exis­te una ten­den­cia a la ni­ve­la­ción, que sig­ni­fi­ca que a los paí­ses más atra­sa­dos les lle­ga lo más avan­za­do de la tec­no­lo­gía ca­pi­ta­lis­ta, co­mo su­ce­dió con el su­des­te asiá­ti­co, chi­no, etc. Pe­ro en es­ta épo­ca im­pe­ria­lis­ta ya se ha ter­mi­na­do el rol re­den­tor del ca­pi­tal, y lo que se de­sa­rro­lla, aun en los lu­ga­res en don­de ha lle­ga­do la más al­ta tec­no­lo­gía, es la más ab­so­lu­ta con­tra­dic­ción, que vuel­ve a ale­jar a los paí­ses en­tre sí por el con­trol que ejer­cen los paí­ses im­pe­ria­lis­tas so­bre los paí­ses se­mico­lo­nia­les.
A es­te res­pec­to Trotsky ex­pli­ca:
“(...) To­da la his­to­ria de la hu­ma­ni­dad se de­sa­rro­lla en me­dio de una evo­lu­ción de­si­gual. El ca­pi­ta­lis­mo sor­pren­de ya a las di­fe­ren­tes par­tes de la hu­ma­ni­dad en gra­dos di­fe­ren­tes de evo­lu­ción, ca­da uno de los cua­les con­tie­ne pro­fun­das con­tra­dic­cio­nes in­ter­nas. La gran va­rie­dad del ni­vel al­can­za­do y la de­si­gual­dad ex­traor­di­na­ria del rit­mo de de­sen­vol­vi­mien­to de las di­ver­sas par­tes de la hu­ma­ni­dad, en el cur­so de los di­fe­ren­tes pe­rio­dos, cons­ti­tu­yen la po­si­ción de par­ti­da del ca­pi­ta­lis­mo. Solo gra­dual­men­te es­te se ha­ce due­ño de la de­si­gual­dad que ha he­re­da­do, la cam­bia y la mo­di­fi­ca em­plean­do sus pro­pios mé­to­dos y mar­chan­do por sus pro­pias ru­tas. Dis­tin­guién­do­se en es­to de los sis­te­mas eco­nó­mi­cos que le pre­ce­die­ron, el ca­pi­ta­lis­mo tie­ne la pro­pie­dad de ten­der con­ti­nua­men­te ha­cia la ex­pan­sión eco­nó­mi­ca, de pe­ne­trar en re­gio­nes nue­vas, de ven­cer las di­fe­ren­cias eco­nó­mi­cas, de trans­for­mar las eco­no­mías pro­vin­cia­les y na­cio­na­les, en­ce­rra­das en sí mis­mas, en un sis­te­ma de va­sos co­mu­ni­can­tes, de acer­car así, de igua­lar el ni­vel eco­nó­mi­co y cul­tu­ral de los paí­ses más avan­za­dos y más atra­sa­dos. No se pue­de con­ce­bir sin ese pro­ce­so fun­da­men­tal la ni­ve­la­ción re­la­ti­va, pri­me­ro de Eu­ro­pa y de In­gla­te­rra, des­pués de Amé­ri­ca y de Eu­ro­pa, la in­dus­tria­li­za­ción de las co­lo­nias, que dis­mi­nu­ye la di­fe­ren­cia exis­ten­te en­tre la In­dia y la Gran Bre­ta­ña, así co­mo to­das las con­se­cuen­cias de los pro­ce­sos enu­me­ra­dos, en las cua­les se ba­sa no so­lo el pro­gra­ma de la In­ter­na­cio­nal Co­mu­nis­ta, si­no su pro­pia exis­ten­cia.
“Pe­ro al apro­xi­mar eco­nó­mi­ca­men­te los paí­ses y al igua­lar su ni­vel de de­sa­rro­llo, el ca­pi­ta­lis­mo obra con sus mé­to­dos, es de­cir, con mé­to­dos anár­qui­cos, que za­pan con­ti­nua­men­te su pro­pio tra­ba­jo, opo­nien­do un país a otro y una ra­ma de pro­duc­ción a otra, fa­vo­re­cien­do el de­sa­rro­llo de cier­tas par­tes de la eco­no­mía mun­dial, fre­nan­do o pa­ra­li­zan­do el de otras. So­lo la com­bi­na­ción de esas dos ten­den­cias fun­da­men­ta­les, cen­trí­pe­ta y cen­trí­fu­ga, ni­ve­la­ción y de­si­gual­dad, con­se­cuen­cias am­bas de la na­tu­ra­le­za del ca­pi­ta­lis­mo, nos ex­pli­ca el vi­vo en­tre­la­za­mien­to del pro­ce­so his­tó­ri­co.
“A cau­sa de la uni­ver­sa­li­dad, de la mo­vi­li­dad, de la dis­per­sión del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro, que pe­ne­tra en to­das par­tes, de es­ta fuer­za ani­ma­do­ra del im­pe­ria­lis­mo, es­te acen­túa aun esas dos ten­den­cias. El im­pe­ria­lis­mo une con mu­cha más ra­pi­dez y pro­fun­di­dad en uno so­lo los di­ver­sos gru­pos na­cio­na­les y con­ti­nen­ta­les; crea en­tre ellos una de­pen­den­cia vi­tal de las más ín­ti­mas; apro­xi­ma sus mé­to­dos eco­nó­mi­cos, sus for­mas so­cia­les y sus ni­ve­les de evo­lu­ción. Al mis­mo tiem­po, per­si­gue ese ´fin´, que es su­yo, por pro­ce­di­mien­tos tan an­ta­gó­ni­cos, dan­do ta­les sal­tos, efec­tuan­do ta­les raz­zias en los paí­ses y re­gio­nes atra­sa­dos que él mis­mo per­tur­ba la uni­fi­ca­ción y la ni­ve­la­ción de la eco­no­mía mun­dial, con vio­len­cias y con­vul­sio­nes que las épo­cas pre­ce­den­tes no co­no­cie­ron. So­lo es­ta con­cep­ción dia­léc­ti­ca y no abs­trac­ta y me­cá­ni­ca, de la ley del de­sa­rro­llo de­si­gual per­mi­te evi­tar el error ra­di­cal al cual no ha po­di­do es­ca­par el pro­yec­to de pro­gra­ma pro­pues­to al VI Con­gre­so.” (Trotsky, Crí­ti­ca al pro­gra­ma de la Internacional Comunista, cap. 1, 1928).
Eso es lo que exis­te en Chi­na. Una ten­den­cia a la ni­ve­la­ción por las in­ver­sio­nes de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas en di­ver­sas ra­mas pa­ra la pro­duc­ción de bie­nes de con­su­mo, y una ten­den­cia a la de­si­gual­dad que em­pu­ja más y más a Chi­na a su so­me­ti­mien­to a las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, que son las que ver­da­de­ra­men­te se be­ne­fi­cian del ci­clo de ex­pan­sión.
Su­ce­de al­go si­mi­lar en In­dia, don­de las in­ver­sio­nes im­pe­ria­lis­tas en la in­dus­tria de al­ta tec­no­lo­gía lle­ga­ron a ser de 22.820 mi­llo­nes de dó­la­res en el 2007, mien­tras que el 70% de la po­bla­ción es de­ja­da en la po­bre­za del cam­po, al que­ le co­rres­pon­de na­da más que el 17% del PBI.
La his­to­ria de Asia en los úl­ti­mos cien años de­mues­tra bien es­ta ten­den­cia a la ni­ve­la­ción y a la de­si­gual­dad. Ten­den­cia a la ni­ve­la­ción: se pa­só de unas eco­no­mías des­co­nec­ta­das, preca­pi­ta­lis­tas, a la pues­ta en pie de un mer­ca­do asiá­ti­co ca­pi­ta­lis­ta, que era dis­pu­ta­do a den­te­lla­das por los amos de Eu­ro­pa y Nor­tea­mé­ri­ca; a la in­dus­tria­li­za­ción de las zo­nas li­bres de im­pues­tos en ma­nos im­pe­ria­lis­tas, con una al­ta con­cen­tra­ción de pro­le­ta­ria­do in­dus­trial, pro­le­ta­ri­zan­do a mi­llo­nes de cam­pe­si­nos, co­mo su­ce­dió en el su­des­te de Chi­na en los ´20 y ´30 y lue­go des­de los ´90. Ten­den­cia a la de­si­gual­dad: la aso­cia­ción de cier­tos im­pe­ria­lis­tas con cier­tas bur­gue­sías na­ti­vas pa­ra com­pe­tir con­tra otras, co­mo fue por ejem­plo en los ´80, por un la­do, el acuer­do res­tau­ra­cio­nis­ta ya ac­tuan­te de Deng Xiao Ping y Ni­xon. Por el otro lado, la pues­ta en pie de los “ti­gres asiá­ti­cos” de la ma­no del im­pe­ria­lis­mo ja­po­nés, que lue­go fue­ron hun­di­dos por el he­cho de que EE.UU. de­rro­tó a Ja­pón en la ra­ma de bie­nes de con­su­mo. Am­bos acuer­dos dis­lo­ca­ron paí­ses en­te­ros co­mo fue el hun­di­mien­to de las en­sam­bla­do­ras en Co­rea del Sur, e hi­cie­ron re­tro­ce­der enor­me­men­te las fuer­zas pro­duc­ti­vas y la li­ber­tad de la na­ción con la res­tau­ra­ción ca­pi­ta­lis­ta en Chi­na. Se acen­tuó profunda­men­te la de­si­gual­dad al in­te­rior de los paí­ses asiá­ti­cos, con el sur­gi­mien­to de po­los de po­bre­za y de ri­que­za de un la­do y de otro, co­mo es nor­mal en el ca­pi­ta­lis­mo, al de­cir de En­gels.
Así pa­só con las ten­den­cias a la ni­ve­la­ción que pro­vo­ca­ron las enor­mes in­ver­sio­nes im­pe­ria­lis­tas en Chi­na des­de el ´75 a la fe­cha, y por la enor­me sú­perga­nan­cia ex­traí­da al pro­le­ta­ria­do, don­de se crea­ron y se re­crea­ron unos 400 mi­llo­nes de con­su­mi­do­res nue­vos en la eco­no­mía mun­dial. En­tre ellos, una par­te de las cla­ses me­dias que vio des­pa­rra­mar­se la plus­va­lía arran­ca­da al pro­le­ta­ria­do de su país. Es­te pro­ce­so no hi­zo más que au­men­tar la de­si­gual­dad, por­que han que­da­do más de 1.200 mi­llo­nes de pa­rias que es­tán a pun­to de per­der sus tie­rras y su tra­ba­jo, vi­vien­do con me­nos de 30 dó­la­res al mes en una eco­no­mía de sub­sis­ten­cia, con un es­ta­do de ham­bru­na ge­ne­ra­li­za­do. An­te es­ta si­tua­ción ya es­ta­lla­ron, se­gún el Fo­reign Af­fairs, 250.000 re­vuel­tas, cues­tión que ni­ve­la a las ma­sas ex­plo­ta­das de Chi­na, no con EE.UU., si­no con las ca­rac­te­rís­ti­cas del obre­ro afri­ca­no y de Me­dio Orien­te que, in­cor­po­ra­do a la fuer­za de tra­ba­jo mun­dial por las em­pre­sas im­pe­ria­lis­tas, y por res­pon­sa­bi­li­dad de ellas y de las di­rec­cio­nes trai­do­ras que no le di­cen la ver­dad a la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na, fran­ce­sa, in­gle­sa (que su vi­da y su sa­la­rio de­pen­de del triun­fo de la re­vo­lu­ción chi­na), hun­den el sa­la­rio de los obre­ros de los paí­ses im­pe­ria­lis­tas.

China en la economía mundo es obligada a pagar patentes y royalties a los parásitos del capital financiero internacional

Du­ran­te años los im­pe­ria­lis­tas, a tra­vés de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otras ins­ti­tu­cio­nes, pe­lea­ron por­que Chi­na de­jara de pi­ra­tear las pa­ten­tes, co­mo lo ha­cía en su épo­ca de es­ta­do obre­ro. En ese ba­ta­llar han avan­za­do mu­cho, por­que lo que ha­ce el “im­pe­ria­lis­mo chi­no” hoy es com­prar­le pa­ten­tes ya ob­so­le­tas a trusts en cri­sis, co­mo Ge­ne­ral Mo­tors o Ford. Así, el acuer­do con la Opel de la GM, fue que Chi­na so­lo pro­du­cía 2 mo­de­los y ni uno más. Es de­cir, apar­te de com­prar pa­ten­tes vie­jas a los trusts, es­tos les se­ña­lan qué pro­du­cir y qué no. ¡Es­to realmente subleva! A la “Chi­na im­pe­ria­lis­ta” la tra­tan co­mo a una vul­gar se­mi­co­lo­nia ba­ra­ta, pues­to que una se­mi­co­lo­nia no ma­ne­ja pa­ten­tes, por­que no ma­ne­ja las fuer­zas pro­duc­ti­vas más de­sa­rro­lla­das-que so­lo es­tán en ma­nos de los paí­ses cen­tra­les- y tie­ne que pa­gar mi­llo­na­rias can­ti­da­des por las pa­ten­tes ob­so­le­tas del sec­tor II de la eco­no­mía, igual que Bra­sil, que pa­ga 26 mil mi­llo­nes, o Ar­gen­ti­na, que pa­ga 6 mil mi­llo­nes de dó­la­res.

Ade­más, el “im­pe­ria­lis­mo chi­no” tie­ne que com­prar las pa­ten­tes de la “tec­no­lo­gía ver­de” que ha de­sa­rro­lla­do el im­pe­ria­lis­mo yan­qui y otor­gar cré­di­tos sa­ca­dos de su te­so­ro a las em­pre­sas de los trusts en el su­des­te, pa­ra que es­tos pue­dan ade­cuar­se a esa nue­va “tec­no­lo­gía ver­de”. EE.UU., con­tra los que de­cían que en 10 años se aca­ba­ba el pla­ne­ta, aho­ra tie­ne la tec­no­lo­gía pa­ra “cu­rar­lo”, ha­cien­do con ello un ju­go­so ne­go­cio.
Los cer­ca de US$ 600 mil mi­llo­nes pues­tos por Chi­na de sus re­ser­vas en 2009 a los ban­cos chi­nos, que son de un 20 a 25 % pro­pie­dad del HSBC, Mor­gan, BNP Pa­ri­bas, etc., se han con­ver­ti­do en 1,1 bi­llo­nes, so­la­men­te en el pri­mer se­mes­tre del 2009, y me­nos de la cuar­ta par­te fue des­ti­na­da a cons­truir in­fraes­truc­tu­ra pa­ra ga­ran­ti­zar­le a las trans­na­cio­na­les la cir­cu­la­ción de la mer­can­cía en el país. Otra cuar­ta par­te fue pa­ra otor­gar tar­je­tas de cré­di­to y cré­di­tos pa­ra el con­su­mo de la cla­se me­dia y la bur­gue­sía chi­na, pa­ra ga­ran­ti­zar los ne­go­cios de trust de bie­nes de con­su­mo. Y el res­to fue al sec­tor de bie­nes raí­ces y a la bol­sa. O sea, los im­pe­ria­lis­tas se lle­va­ban los fon­dos de re­ser­va del es­ta­do chi­no por vía de la es­pe­cu­la­ción, de los in­te­re­ses de fi­nan­cia­ción de obras de in­fraes­truc­tu­ra y por las ven­tas de sus trans­na­cio­na­les en Chi­na.
Es de es­ta for­ma que el im­pe­ria­lis­mo sa­quea y opri­me a la na­ción chi­na, con sus so­cios me­no­res los man­da­ri­nes “ro­jos”, sim­ples ge­ren­tes y ca­pa­ta­ces de los joint ven­tu­res. Así fun­cio­na el By Pass. Es un sis­te­ma que se asemeja a có­mo los sú­per­ban­cos de la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra sa­quean a tra­vés de la deu­da a Amé­ri­ca La­ti­na, de la que ex­traen en pro­me­dio US$ 200 mil mi­llo­nes anua­les. ¡Y la mi­no­ría de la FLTI, re­vi­san­do al mar­xis­mo, in­sis­te en que Chi­na es uno de los ma­yo­res fi­nan­cis­tas y acree­do­res del mun­do, cuan­do el ver­da­de­ro acree­dor es EE.UU. y su FMI! Tan­to es así, que a la Gre­cia al bor­de de la de­ba­cle, la man­dan al FMI pa­ra que le dic­ten có­mo ha­ce pa­ra pa­gar su deu­da, co­mo si se tra­ta­ra de una re­pu­bli­que­ta se­mi­co­lo­nial.

No es de ex­tra­ñar que así, sa­quean­do el pla­ne­ta, los fon­dos de in­ver­sión, uno de los ins­tru­men­tos de la oli­gar­quía fi­nan­cie­ra mun­dial, ex­pe­ri­men­ten una pe­que­ña re­cu­pe­ra­ción por es­tas ten­den­cias con­tra­rres­tan­tes, mien­tras sus vo­ce­ros ex­cla­man: “¡Ya es­ta­mos sa­lien­do de la cri­sis! ¡Ya hay una luz al fi­nal del tú­nel!”. Lo que hay es una luz, pe­ro de los fa­ros de un ca­mión que vie­ne de fren­te. Es que al ca­lor de es­tas es­pe­cu­la­cio­nes, se co­ci­na un nue­vo em­ba­te de la cri­sis, que los im­pe­ria­lis­tas tra­ta­rán de echar en­ci­ma a las ma­sas con ma­yo­res ata­ques, in­fla­ción, gol­pes con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios y, si la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria in­ter­na­cio­nal no des­tru­ye es­te sis­te­ma pu­tre­fac­to y es de­rro­ta­da, se abri­rá el ca­mi­no a la gue­rra.
EE.UU., a di­fe­ren­cia de otras po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, pue­de ha­cer es­to por­que aplas­tó a la cla­se obre­ra con ga­rro­tes, ex­pul­sión de in­mi­gran­tes y su­mi­sión de la cla­se obre­ra a la “Oba­ma­ma­nía”.
Ale­ma­nia, en cam­bio, bus­ca man­te­ner la fuer­za de tra­ba­jo re­du­cien­do sa­la­rios, co­mo ha sa­li­do a de­cir Mer­kel, lo que lle­va a un au­men­to de la ta­sa de plus­va­lía y de ex­plo­ta­ción, pa­ra apro­ve­char los ni­chos del mer­ca­do mun­dial que ac­túan co­mo ten­den­cia con­tra­rres­tan­te a la caí­da de la ta­sa de ga­nan­cia. Y Ja­pón se es­tá pre­pa­ran­do con una gran re­ce­sión, pa­ra ti­rar­le la cri­sis a su pro­pia cla­se obre­ra. Tras­la­da sus em­pre­sas a Chi­na pa­ra ba­jar el cos­to de pro­duc­ción y me­jo­rar su pro­duc­ti­vi­dad, ha­cien­do que la eco­no­mía Chi­na pa­se a Ja­pón, sal­vo por el he­cho de que Chi­na es­tá en el lu­gar 130 en el or­den de los paí­ses por PBIper cá­pi­ta.
La OMC es un di­rec­to­rio de las trans­na­cio­na­les y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro mun­dial don­de es­tán los ca­pa­ta­ces, los ca­pan­gas y los ad­mi­nis­tra­do­res de sus ne­go­cios pa­ra ren­dir cuen­tas acerca de los negociados que ha­cen en el mun­do. Allí con­tro­lan que Chi­na y sus ca­pa­ta­ces, los con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios man­da­ri­nes chi­nos de­ve­ni­dos en un nue­vo Kuo­min­tang, no se ro­ben na­da de lo que ad­mi­nis­tran. Allí EE.UU. y de­más po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas les de­ja­ron y les de­jan pa­ten­tes ob­so­le­tas a Chi­na pa­ra que pro­duz­can sus em­pre­sas es­ta­ta­les de tec­no­lo­gía atra­sa­da unos 10 ó 25 años en fo­to­gra­fía, lí­nea blan­ca, sec­to­res de au­to­mo­triz, bie­nes de con­su­mo, etc.
Les ha­ce­mos un de­sa­fío a nues­tros in­te­lec­tua­les aca­dé­mi­cos: es­tu­dien de las ro­yal­ties y pa­ten­tes sa­lien­tes de Ja­pón, de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas eu­ro­peas y de EE.UU., y es­tu­dien la sa­li­da de la ba­lan­za de pa­gos de los ban­cos cen­tra­les de Chi­na o cual­quier país se­mico­lo­nial, y ve­rán quién ex­por­ta ca­pi­tal por uti­li­da­des por ro­yal­ties y pa­ten­tes en el mer­ca­do mun­dial.
Ve­rán que la Ko­dak, la GM, la Ford, la Fu­ji­film, las em­pre­sas de me­di­ca­men­tos, la Ca­ter­pi­llar y al­gu­nas em­pre­sas de má­qui­nas he­rra­mien­tas han en­tre­ga­do al “im­pe­ria­lis­mo chi­no” tec­no­lo­gía ya ob­so­le­ta, ya ago­ta­da en el pro­ce­so pro­duc­ti­vo de las po­ten­cias im­pe­ria­lis­tas, pa­ra que si­gan pa­gan­do pa­ten­tes du­ran­te 20 años más, co­mo cual­quier país se­mico­lo­nial del mun­do. Ese es el lu­gar que les de­jan a las bur­gue­sías na­ti­vas, jun­to a ad­mi­nis­trar sus ne­go­cios en Chi­na.

La ley del desarrollo desigual y combinado y las condiciones internacionales del surgimiento del imperialismo en 1914 que explican la Rusia imperialista. Y las condiciones internacionales que explican a China hoy en un abierto proceso de semicolonización implementado por parte de las potencias imperialistas.

Al de­cir de Le­nin, la Ru­sia de los Za­res co­mo país ca­pi­ta­lis­ta atra­sa­do pu­do lle­gar a ser el úl­ti­mo es­la­bón de la ca­de­na de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta. Hay to­mos y to­mos de bi­blio­gra­fía mar­xis­ta que de­mues­tran que ese país ca­pi­ta­lis­ta atra­sa­do de la au­to­cra­cia lle­gó a ser un país im­pe­ria­lis­ta atra­sa­do por las con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les: gracias a la re­la­ción con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, que ac­tuó fu­sio­nan­do el ca­pi­tal ban­ca­rio e in­dus­trial de la Ru­sia atra­sa­da al­re­de­dor de un es­ta­do au­to­crá­ti­co, que con­cen­tró el más gran­de fe­rro­ca­rril y el más gran­de ejér­ci­to del pla­ne­ta pa­ra opri­mir a una cár­cel de na­cio­nes, co­mo so­cia me­nor del ca­pi­tal im­pe­ria­lis­ta eu­ro­peo, so­bre to­do el in­glés y fran­cés. Este tema lo desarrollaremos en profundidad más adelante.
Pero pa­ra la mi­no­ría de la FLTI, Chi­na no es im­pe­ria­lis­ta en re­la­ción a sus fuer­zas pro­duc­ti­vas y sus im­bri­can­cias con la eco­no­mía mun­dial y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, si­no que es­ta ha lle­ga­do a ser im­pe­ria­lis­ta por con­di­cio­nes na­cio­na­les. Es de­cir, por ha­ber he­re­da­do una eco­no­mía es­ta­ti­za­da que su­ma­do a las in­ver­sio­nes im­pe­ria­lis­tas pro­vo­ca­ron un “mi­la­gro”, el lla­ma­do “mi­la­gro chi­no”.
Nun­ca ha­bía­mos vis­to se­me­jan­te ho­me­na­je re­vi­sio­nis­ta a la pseu­do-teo­ría del “so­cia­lis­mo de mer­ca­do” co­mo la de los char­la­ta­nes pseu­do-teó­ri­cos que plan­tean que ha­bría sur­gi­do una na­ción pu­jan­te co­mo Chi­na por par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les.
Ya nos en­car­ga­re­mos de de­mo­ler es­ta fal­se­dad an­ti­his­tó­ri­ca y pseu­do­cien­tí­fi­ca y la fal­si­fi­ca­ción de la com­pa­ra­ción de la Chi­na de hoy con la Ru­sia de los Za­res que, como socia menor del mismo directorio del capital financiero inglés y francés, oprimía a una cárcel de naciones similar a toda la población de Europa de principios del siglo XX, y que jun­to al im­pe­ria­lis­mo an­glo­fran­cés se dis­pu­ta­ba con­tra Ale­ma­nia y Ja­pón to­do Per­sia (lo que es hoy Irak, Irán y Af­ga­nis­tán, que son los te­rri­to­rios que ocu­pa ac­tual­men­te EE.UU.), in­clu­yen­do Tur­quía.
Dis­cul­pe el lec­tor que ade­lan­te­mos es­ta cues­tión, pe­ro lo que es­ta­mos rea­fir­man­do es que es­ta­mos an­te teó­ri­cos con­ti­nua­do­res de la teo­ría del “so­cia­lis­mo en un so­lo país”, es­ta vez pa­ra in­ten­tar jus­ti­fi­car el sur­gi­mien­to del im­pe­ria­lis­mo en un so­lo país, ais­la­do de la eco­no­mía mun­do y de las con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les.
En to­dos sus do­cu­men­tos y es­cri­tos, nues­tra mi­no­ría afir­ma que la vi­da se dio co­mo el mar­xis­mo nun­ca la pu­do pre­ver. Son los teó­ri­cos de la ano­ma­lía, de la ex­cep­cio­na­li­dad. Ellos plantean que “no hay que apo­yar­se en ci­tas de ha­ce 70 años pa­ra de­mos­trar los he­chos de la rea­li­dad”.
Es­tos prag­má­ti­cos an­glo­sa­jo­nes son tan prác­ti­cos y con­cre­tos, tan an­ti­cien­tí­fi­cos, que pa­ra jus­ti­fi­car su re­vi­sión afir­man que “na­die en el mar­xis­mo po­dría pre­de­cir có­mo su­ce­de­rían las co­sas 60 años des­pués de mo­rir­se”.
Es­to es prag­ma­tis­mo an­ti­cien­tí­fi­co con­tra el so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co. Ni si­quie­ra Burn­ham y Shacht­man lle­ga­ron tan le­jos. Es una bru­ta­li­dad co­mo de­cir que na­die po­día pre­de­cir que una man­za­na iba a caer de un ár­bol 100 años des­pués de que Isaac New­ton de­fi­nie­ra la ley de la gra­ve­dad. ¡Charlatanes! Por­que la cues­tión no es có­mo se pre­di­cen y se dan las co­sas. Se­ño­res tan en­tu­sias­tas de lo “di­ná­mi­co” y lo “con­cre­to”: pa­ra el so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co la cues­tión ra­di­ca en cuá­les son las le­yes que ri­gen los pro­ce­sos his­tó­ri­cos, es de­cir, la teo­ría.
Ya ha­ce ra­to que el prag­ma­tis­mo, una mez­cla de ra­cio­na­lis­mo y em­pi­ris­mo, se trans­for­mó en la fi­lo­so­fía na­cio­nal con la que se im­bu­yó a to­da la cla­se obre­ra nor­tea­me­ri­ca­na.
In­sis­ti­mos: el pro­ble­ma no es re­vi­sar tal o cual cues­tión del mar­xis­mo que pu­do ha­ber es­ta­do equi­vo­ca­da o de­sa­rro­lla­da de for­ma in­com­ple­ta, ni in­ten­tar ex­pli­car e in­ter­ve­nir en nue­vos pro­ce­sos no pre­vis­tos por el mar­xis­mo, des­de su mé­to­do y su teo­ría.
La cues­tión es que el mar­xis­mo co­mo cien­cia tie­ne le­yes que ri­gen el pro­ce­so his­tó­ri­co: el ma­te­ria­lis­mo dia­léc­ti­co, el ma­te­ria­lis­mo his­tó­ri­co, la crí­ti­ca a la eco­no­mía po­lí­ti­ca, la dia­léc­ti­ca y la fi­lo­so­fía mar­xis­ta. Es­tas le­yes y teo­rías in­clu­si­ve ex­pli­can las ano­ma­lías y las ex­cep­cio­na­li­da­des, que en es­ta épo­ca im­pe­ria­lis­ta no se dan por factores objetivos, económicos o de lucha de clases, puesto que las condiciones objetivas para la revolución socialista no solo han madurado, sino que se han podrido absolutamente. Las ano­ma­lías en la épo­ca im­pe­ria­lis­ta se dan por crisis de dirección revolucionaria, por sobreabundancia de direcciones traidoras. Lo que explica, en última instancia, el devenir histórico por el desacoplamiento y la desincronización de los factores subjetivo y objetivo.
Es en ba­se a esa teo­ría y a ese mé­to­do que se pue­de re­vi­sar al mar­xis­mo, cuan­do la rea­li­dad lo su­pe­ró o cam­bió, pa­ra ajus­tar­lo an­te nue­vos acon­te­ci­mien­tos his­tó­ri­cos. Pe­ro con su mé­to­do, con sus le­yes, y a par­tir de lo más avan­za­do con­quis­ta­do por la cien­cia pre­ce­den­te, y no por la “rea­li­dad con­cre­ta”, se­ño­res prag­má­ti­cos. ¡Así no avan­za ni el mar­xis­mo ni nin­gu­na cien­cia!
Son cu­ran­de­ros, que jue­gan con la vi­da y la san­gre del pro­le­ta­ria­do mun­dial.
Nues­tros teó­ri­cos se sien­ten in­no­va­do­res en el mar­xis­mo. Pa­ra ellos es­to es “mar­xis­mo di­ná­mi­co”. Pa­ra ellos lo nues­tro es sub­je­ti­vo, sec­ta­rio y afe­rra­do a vie­jos pro­nós­ti­cos equi­vo­ca­dos.
Con­tra se­me­jan­te prag­ma­tis­mo, el trots­kis­mo, en de­fen­sa del so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co, de­fi­ne que es­te tie­ne le­yes y teo­rías co­mo las tie­nen las dis­tin­tas cien­cias y ra­mas de las cien­cias.
Afir­ma­mos, que el cam­po de la cien­cia, y tam­bién el mar­xis­mo, es­tá lle­no de al­qui­mis­tas, char­la­ta­nes, cu­ran­de­ros, que a ca­da ra­to se en­cuen­tran que­rien­do ex­pe­ri­men­tar, en este último caso, “un mar­xis­mo di­ná­mi­co que par­ta de las rea­li­da­des con­cre­tas nue­vas”. Cues­tión es­ta que re­pi­ten co­mo le­ta­nía ca­da cinco ren­glo­nes en sus do­cu­men­tos.
Es­to es prag­ma­tis­mo pues­to que no de­fi­ne los procesos históricos des­de la teo­ría y des­de las le­yes que los ri­gen, y no los ajus­ta a par­tir de los nue­vos he­chos, pa­ra per­mi­tir com­pren­der­los, trans­for­mar­los y su­pe­rar­los.
Es­ta iz­quier­da an­glo­sa­jo­na quie­re ex­pe­ri­men­tar con sus nue­vas fór­mu­las. Pe­ro la ex­pe­rien­cia, tan cos­to­sa­men­te ad­qui­ri­da por el pro­le­ta­ria­do mun­dial, ha cris­ta­li­za­do en for­ma de una doc­tri­na de­fi­ni­ti­va, el mar­xis­mo vi­vien­te, y teo­rías co­mo la de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te, y le­yes co­mo la del de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do, la dia­léc­ti­ca y el ma­te­ria­lis­mo his­tó­ri­co. So­bre la ba­se de esa cien­cia, to­da co­rrien­te de­be de­mos­trar qué ha cam­bia­do y qué no, pa­ra en­ri­que­cer­la, apor­tar a ella, para ha­cer­le dar pa­sos ha­cia ade­lan­te.
El pe­río­do de la emer­gen­cia del im­pe­ria­lis­mo ha­cia 1910, con el sur­gi­mien­to de sus pri­me­ras ten­den­cias pro­fun­das que die­ron na­ci­mien­to al mis­mo (co­mo las gue­rras an­glo-bóer y ru­so-ja­po­ne­sa, que an­ti­ci­pa­ron la épo­ca im­pe­ria­lis­ta), en­con­tró a cier­tos paí­ses ca­pi­ta­lis­tas avan­za­dos en po­si­ción de de­ve­nir en na­cio­nes im­pe­ria­lis­tas. Es­te era el ca­so de aque­llos paí­ses que por el con­trol y la ex­pan­sión de su co­mer­cio, o por el de­sa­rro­llo de sus fuer­zas pro­duc­ti­vas in­ter­nas y de ren­di­mien­to del tra­ba­jo, ha­bían de­sa­rro­lla­do su­fi­cien­tes fuer­zas pro­duc­ti­vas co­mo pa­ra que es­tas cho­ca­ran y se as­fi­xia­ran, cons­tre­ñi­das en sus fron­te­ras y sus mer­ca­dos na­cio­na­les.
Las com­bi­na­cio­nes de es­tos ele­men­tos die­ron dos fe­nó­me­nos, en­tre­cru­za­dos uno con otro, y que die­ron ori­gen a es­ta épo­ca im­pe­ria­lis­ta, a es­ta fa­se de ago­nía del gran ca­pi­tal que es el im­pe­ria­lis­mo.
Co­mo afir­ma Trotsky ma­ra­vi­llo­sa­men­te (con­tra los bru­tos de la “no­ve­dad” y la “ano­ma­lía” de la “vi­da con­cre­ta”), ese ci­clo de acu­mu­la­ción or­gá­ni­ca del ca­pi­tal des­de 1880 a 1914 dio dos fe­nó­me­nos his­tó­ri­cos que sig­na­ron el acon­te­cer más con­cre­to de to­do el si­glo XX y lo que va del si­glo XXI. Uno es el del cho­que de las fuer­zas pro­duc­ti­vas con las fron­te­ras na­cio­na­les y el sur­gi­mien­to del mo­no­po­lio y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro (el cual ne­ce­si­ta ex­por­tar­se pa­ra rea­li­zar­se). Y a la vez, di­cho ci­clo de ex­pan­sión de 30 años pro­vo­có la de­bi­li­dad his­tó­ri­ca del pro­le­ta­ria­do, por­que li­ga­do al sur­gi­mien­to del im­pe­ria­lis­mo se de­sa­rro­lló ine­vi­ta­ble­men­te la aris­to­cra­cia y la bu­ro­cra­cia obre­ra, que fue com­pra­da con las sú­per­ga­nan­cias del mo­no­po­lio y el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro ex­traí­das de la ex­po­lia­ción del mun­do co­lo­nial y se­mi­co­lo­nial.

No todos los países capitalistas llegaron a ser im­pe­ria­lis­tas en 1914, si­no so­lo aque­llos en los que se com­bi­na­ran es­tos ele­men­tos de cho­que de las fuer­zas pro­duc­ti­vas con sus fron­te­ras na­cio­na­les, y que tenían zo­nas de in­fluen­cia pa­ra ob­te­ner sú­per­ga­nan­cias, “es­cin­dien­do al so­cia­lis­mo”, al de­cir de Le­nin.

La gue­rra de 1914 fue una ri­va­li­dad en­tre los vie­jos im­pe­rios co­lo­nia­les ri­cos, Gran Bre­ta­ña y Fran­cia, y los gran­des la­dro­nes que lle­ga­ron tar­de al re­par­to del mun­do co­mo Ale­ma­nia e Ita­lia.
In­gla­te­rra ha­bía im­pues­to la “pax bri­tá­ni­ca”, y con su flo­ta en­tre 1815 y 1914 ju­gó el rol de “po­li­cía de los ma­res”.
Pe­ro ya a fi­nes del si­glo XIX y prin­ci­pios del si­glo XX, Ale­ma­nia, ar­ma­da con una mo­der­na tec­no­lo­gía, co­men­za­ba a avan­zar ha­cia el pri­mer lu­gar en Eu­ro­pa. Y allen­de el océa­no, sur­gió un país aún más po­de­ro­so, EE.UU., una an­ti­gua co­lo­nia bri­tá­ni­ca.
Así, el ca­mi­no a la pri­mera gue­rra in­te­rim­pe­ria­lis­ta fue abier­to por esa ri­va­li­dad en­tre In­gla­te­rra y Ale­ma­nia.
Ale­ma­nia lle­gó a las con­di­cio­nes de im­pe­ria­lis­ta en sus fron­te­ras na­cio­na­les y se en­con­tró con que el mun­do ya es­ta­ba re­par­ti­do; así fue que sa­lió a pro­vo­car dos gue­rras mun­dia­les pa­ra re­de­fi­nir el do­mi­nio del mun­do. Eso quie­re de­cir Le­nin en la teo­ría del im­pe­ria­lis­mo: que el mun­do ya es­tá re­par­ti­do, y el que se lo quie­re re­par­tir nue­va­men­te, lo tie­ne que ha­cer co­mo Ale­ma­nia, a los co­he­ta­zos en el pla­ne­ta; o co­mo lo hi­zo EEUU, triun­fa­do­r de la se­gun­da gue­rra mun­dial, so­bre los hom­bros de la de­ca­den­cia in­gle­sa. El mun­do ya es­tá re­par­ti­do y se vuel­ve a re­par­tir con gue­rras. Esa es la teo­ría. Esa es la ley del pro­ce­so his­tó­ri­co.
Es que la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial fue em­pu­ja­da por el cor­sé im­pues­to a Ale­ma­nia en la Pri­mera Gue­rra Mun­dial con el Tra­ta­do de Ver­sa­lles, pe­ro so­bre to­do por­que quien más ne­ce­si­ta­ba la gue­rra pa­ra ter­mi­nar de do­mi­nar el mun­do era EE.UU.
Es­to que aquí plan­tea­mos es lo que de­fi­ne el “Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” de 1940, dic­ta­do por el ca­ma­ra­da León Trotsky.

Solo por condiciones internacionales pudo Rusia llegar a ser el eslabón más débil de la cadena de dominio imperialista

El país más atra­sa­do de Eu­ro­pa, co­mo era Ru­sia, pu­do lle­gar a ser el es­la­bón más dé­bil de esa ca­de­na de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta, no por con­di­cio­nes ru­sas -ni por la in­te­li­gen­cia de la za­ri­na o del zar-, si­no por con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les. Su ca­pi­tal ban­ca­rio e in­dus­trial se ha­bía uni­do y fu­sio­na­do con un 40% de in­ver­sio­nes del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­glés y fran­cés, pa­ra aso­ciar­se en la eco­no­mía mun­dial para oprimir a las zonas de influencia que ya tenía la gran Rusia, man­te­ni­das por un ejér­ci­to de 4 mi­llo­nes de sol­da­dos, y una red fe­rro­via­ria que la cu­bría de pun­ta a pun­ta.
La ana­lo­gía con la Ru­sia im­pe­ria­lis­ta del ´14 no so­lo es fal­az, si­no que es además una fal­si­fi­ca­ción del mar­xis­mo, por­que es­tá nue­va­men­te ba­sando su teo­ría en las par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les de Ru­sia y no en la ley de de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do que ri­ge la re­la­ción en­tre los es­ta­dos en la eco­no­mía y la po­lí­ti­ca mun­dial.
Co­mo di­ce Trotsky en sus tra­ba­jos La His­to­ria de la Re­vo­lu­ción Ru­sa y Re­sul­ta­dos y Pers­pec­ti­vas -que citaremos más ade­lan­te por­que hay embusteros que de­ja­ron de apli­car­los- fue esa so­cie­dad en don­de la bur­gue­sía im­pe­ria­lis­ta ru­sa en­tra­ba co­mo so­cia me­nor y a cuen­ta del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, pa­ra opri­mir a esa cár­cel de na­cio­nes he­re­da­da del pe­río­do ca­pi­ta­lis­ta pre­vio. Y a la vez, pa­ra re­ci­bir co­mo re­com­pen­sa un por­cen­ta­je de ga­nan­cias, co­mo era el que le co­rres­pon­día de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial que­dán­do­se con Per­sia (lo que hoy es Irak, Irán y Af­ga­nis­tán) ¡y Tur­quía! Esa aso­cia­ción con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal per­mi­tió que el país más atra­sa­do de Eu­ro­pa tu­vie­ra las fá­bri­cas de la in­dus­tria me­ta­lúr­gi­ca más gran­des y con ma­yor can­ti­dad de obre­ros en 1904 y 1905, y que die­ra ori­gen a un pro­le­ta­ria­do con­cen­tra­do ca­paz de acau­di­llar la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria en ese país.
“La In­dia to­mó par­te en la gue­rra for­mal­men­te y de he­cho co­mo co­lo­nia de In­gla­te­rra. La in­ter­ven­ción de Chi­na, apa­ren­te­men­te “vo­lun­ta­ria”, fue, en rea­li­dad, la in­ter­ven­ción del es­cla­vo en las re­yer­tas de los se­ño­res. La be­li­ge­ran­cia de Ru­sia ve­nía a ocu­par un lu­gar in­ter­me­dio en­tre la de Fran­cia y la de Chi­na. Ru­sia pa­ga­ba en es­ta mo­ne­da el de­re­cho a es­tar alia­da con los paí­ses pro­gre­si­vos, im­por­tar sus ca­pi­ta­les y abo­nar in­te­re­ses por los mis­mos; es de­cir, pa­ga­ba, en el fon­do, el de­re­cho a ser una co­lo­nia pri­vi­le­gia­da de sus alia­dos, al pro­pio tiem­po que a ejer­cer su pre­sión so­bre Tur­quía, Per­sia, Ga­li­cia, paí­ses más dé­bi­les y atra­sa­dos que ella, y a sa­quear­los. En el fon­do, el im­pe­ria­lis­mo de la bur­gue­sía ru­sa, con su do­ble faz, no era más que un agen­te me­dia­dor de otras po­ten­cias mun­dia­les más po­de­ro­sas” (Trotsky, His­to­ria de la re­vo­lu­ción ru­sa, Ca­pí­tu­lo 2: “La Ru­sia za­ris­ta y la gue­rra”).
¿Qué que­re­mos de­fi­nir con es­to? Que las con­di­cio­nes na­cio­na­les del sur­gi­mien­to de to­do país que emer­gió co­mo im­pe­ria­lis­ta, es­tu­vie­ron da­das y de­ter­mi­na­das por las con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les de la eco­no­mía, la po­lí­ti­ca a ni­vel mun­dial y la gue­rra (que es su con­ti­nui­dad por otros me­dios), y no por par­ti­cu­la­ri­da­des na­cio­na­les.
Sí, Ru­sia, el país más atra­sa­do de to­dos los paí­ses ca­pi­ta­lis­tas avan­za­dos, te­nía una in­dus­tria -al es­tar fu­sio­na­do con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­glés y fran­cés- de las más avan­za­das y con­cen­tra­das de Eu­ro­pa, sos­te­ni­da por un go­bier­no costosísimo, la au­to­cra­cia que, ba­jo un ejér­ci­to de 4 mi­llo­nes de sol­da­dos, ga­ran­ti­za­ba pa­ra sí y ma­yo­ri­ta­ria­men­te pa­ra sus so­cios fran­co-in­gle­ses el re­par­to del bo­tín del sa­queo y la ex­po­lia­ción de las na­cio­na­li­da­des que opri­mía.

¿Nos pue­den de­cir los apo­lo­ge­tas del im­pe­ria­lis­mo na­cio­nal y de las ano­ma­lías cuá­les son las na­cio­na­li­da­des que opri­me hoy la “gran Chi­na” di­rec­ta­men­te co­mo lo ha­cía la Ru­sia de los Za­res con Ucra­nia, Geor­gia, Le­to­nia, Bie­lo­rru­sia, Ar­me­nia y los pue­blos bár­ba­ros mu­sul­ma­nes? ¿Aso­cia­da a qué ca­pi­tal fi­nan­cie­ro es­tá? Los pa­ci­fis­tas kauts­kis­tas de la iz­quier­da de la City de Lon­dres, ¿pue­den ex­pli­car lo que le pa­só a ese im­pe­rio ru­so, so­cio me­nor de Fran­cia y de las ca­ño­ne­ras in­gle­sas, cuan­do se le ocu­rrió to­mar­se las is­las Ku­ri­les, que es­ta­ban ba­jo in­fluen­cia de Ja­pón? Lo que le pa­só fue una pa­li­za y una gue­rra mo­nu­men­tal (la gue­rra ru­so-ja­po­ne­sa) im­pues­ta al za­ris­mo por ocu­rrír­se­le to­mar un par de is­li­tas que la co­nec­ta­ban con el Pa­cí­fi­co. ¿De qué ano­ma­lía ha­blan us­te­des?
Lo que es­tán di­cien­do es que la ano­ma­lía es que Chi­na le es­tá dis­pu­tan­do to­do el mun­do a EE.UU. -co­mo po­ten­cia en de­ca­den­cia- sin tirar un so­lo ti­ro. Una ex­cep­cio­na­li­dad. Que la eco­no­mía es­ta­ti­za­da, man­te­ni­da co­mo con­quis­ta por un go­bier­no de la res­tau­ra­ción y fu­sio­na­da a los joint ven­tu­res de obre­ros es­cla­vos, dio co­mo re­sul­ta­do un ca­pi­tal fi­nan­cie­ro que se ex­pan­de por el pla­ne­ta trans­for­man­do a to­do el mun­do en una gran ano­ma­lía: el mun­do de la paz y el pro­gre­so, el fin de las gue­rras. ¡Ya no se pe­lean ni por una is­li­ta, ni por to­do el mun­do!
Mu­chas ve­ces los re­vi­sio­nis­tas del mar­xis­mo di­cen “lo re­vi­sa­mos to­do”, y lo re­vi­san. Pe­ro no hay peor re­vi­sio­nis­ta que el que lo re­vi­sa to­do y se ca­lla ocul­tan­do que lo ha­ce.

Así for­mu­la­ba Trotsky, con una vi­sión in­ter­na­cio­na­lis­ta, el sur­gi­mien­to del im­pe­ria­lis­mo y del es­la­bón más dé­bil de la ca­de­na de do­mi­nio im­pe­ria­lis­ta (Ru­sia), en Re­sul­ta­dos y Pers­pec­ti­vas (1906), el pri­mer li­bro de la teo­ría-pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te, afir­man­do lo que no­so­tros rea­fir­ma­mos y de­fen­de­mos:
“Lo esen­cial no es, por lo tan­to, que Ru­sia es­tu­vie­ra ro­dea­da de ene­mi­gos. Eso so­lo no es su­fi­cien­te. En prin­ci­pio eso va­le pa­ra cual­quier Es­ta­do eu­ro­peo [a fi­nes del si­glo XIX y prin­ci­pios del si­glo XX] ex­cep­to qui­zás pa­ra In­gla­te­rra (…) No fue­ron los tár­ta­ros los que obli­ga­ron a la vie­ja Ru­sia a in­tro­du­cir las ar­mas de fue­go y los re­gi­mien­tos per­ma­nen­tes de la guar­dia im­pe­rial; (…) [ni los que] la obli­ga­ron más tar­de a crear la ca­ba­lle­ría y la in­fan­te­ría. Fue la pre­sión por par­te de Li­tua­nia, Po­lo­nia y Sue­cia.
“Co­mo con­se­cuen­cia de es­ta pre­sión ejer­ci­da des­de Eu­ro­pa oc­ci­den­tal, el Es­ta­do de­vo­ró una par­te ex­ce­si­va­men­te gran­de de la plus­va­lía, o lo que es lo mis­mo, vi­vía a ex­pen­sas de las cla­ses pri­vi­le­gia­das que se aca­ba­ban de for­mar, re­tar­dan­do así su -de to­dos mo­dos- len­to de­sa­rro­llo (...)
“[En el si­glo XIX] el ca­pi­ta­lis­mo apa­re­ce [en Ru­sia] co­mo un hi­jo del Es­ta­do (...) El pen­sa­mien­to ru­so se de­sa­rro­lló, co­mo la eco­no­mía ru­sa, ba­jo la pre­sión di­rec­ta del pen­sa­mien­to y de la eco­no­mía –más avan­za­dos- de Oc­ci­den­te. (…) Pa­ra po­der so­bre­vi­vir me­jor en me­dio de Es­ta­dos ene­mi­gos y me­jor ar­ma­dos, Ru­sia es­ta­ba obli­ga­da a in­tro­du­cir fá­bri­cas, es­cue­las de na­ve­ga­ción, li­bros ins­truc­ti­vos so­bre la cons­truc­ción de ins­ta­la­cio­nes de for­ti­fi­ca­ción, etc. (…) “La ma­yo­ría de los ra­mos in­dus­tria­les (…) na­cie­ron di­rec­ta­men­te ba­jo la ac­ción de me­di­das gu­ber­na­men­ta­les [es de­cir, pro­du­cían ba­jo pro­pie­dad del es­ta­do]”.

Es­to per­mi­tió el asen­ta­mien­to de la au­to­cra­cia y sus pac­tos con el sur­gi­mien­to del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­glés y fran­cés, que le dio a es­ta un es­ta­do costoso pa­ra ga­ran­ti­zar un con­trol, co­mo de­cía Trotsky “de las in­men­sas dis­tan­cias del país [que] ha­bían si­do su­pe­ra­das me­dian­te el te­lé­gra­fo (…) y los fe­rro­ca­rri­les [que] ha­cían po­si­ble des­pla­zar en po­co tiem­po tro­pas mi­li­ta­res de un ex­tre­mo al otro del país.” Es­te enor­me avan­ce se­pa­ra­ba a Ru­sia de los paí­ses ca­pi­ta­lis­tas eu­ro­peos atra­sa­dos ve­ci­nos que, al de­cir de Trotsky “ape­nas co­no­cían fe­rro­ca­rri­les y te­lé­gra­fos”.
“El ejér­ci­to que es­ta­ba a la dis­po­si­ción del ab­so­lu­tis­mo era real­men­te gi­gan­tes­co y, si bien en los pri­me­ros en­sa­yos en la gue­rra ru­so-ja­po­ne­sa se ha­bía mos­tra­do inú­til, era su­fi­cien­te­men­te bue­no pa­ra el con­trol del in­te­rior” de esa cár­cel de na­cio­nes que con­tro­la­ba el za­ris­mo.
Y pre­ci­san­do su de­fi­ni­ción en la me­ta­mor­fo­sis del de­ve­nir im­pe­ria­lis­ta de Ru­sia, Trotsky afir­ma en ese tra­ba­jo de 1906:
“No ya el go­bier­no de la vie­ja Fran­cia, si­no ni si­quie­ra el go­bier­no de 1848 ha­bía re­co­no­ci­do na­da que pu­die­ra igua­lar­se al ac­tual ejér­ci­to ru­so.
El go­bier­no [za­ris­ta], al mis­mo tiem­po que con ayu­da del apa­ra­to fis­cal mi­li­tar ex­plo­ta­ba al país al má­xi­mo [por­que ex­plo­ta­ba otras na­cio­nes opri­mi­das], au­men­ta­ba [pa­ra ello] su pre­su­pues­to anual has­ta la su­ma gi­gan­tes­ca de 2.000 mi­llo­nes de ru­blos (…)
El po­der fi­nan­cie­ro y mi­li­tar del ab­so­lu­tis­mo ago­bia­ba e im­pre­sio­na­ba no so­la­men­te a la bur­gue­sía eu­ro­pea, si­no tam­bién al li­be­ra­lis­mo ru­so, qui­tán­do­le cual­quier atis­bo de es­pe­ran­za en la po­si­bi­li­dad de una dis­pu­ta abier­ta con el ab­so­lu­tis­mo [por el con­trol de la so­cie­dad ru­sa]”.

Es­tas con­di­cio­nes, afir­ma­ba Trotsky, eran las úni­cas que ha­cían que del ab­so­lu­tis­mo no se sa­lie­ra con li­be­ra­lis­mo, si­no con la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria. Ya ha­bía co­men­za­do la épo­ca im­pe­ria­lis­ta. Ru­sia se en­tre­la­za­ba con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro fran­cés e in­glés y en me­nor me­di­da ale­mán.

Al res­pec­to de es­to úl­ti­mo, en La His­to­ria de la Re­vo­lu­ción Ru­sa, Trotsky afir­ma:
“Co­mo ya he­mos di­cho, es pre­ci­sa­men­te en el cam­po de la eco­no­mía don­de se ma­ni­fies­ta con su má­xi­mo re­lie­ve la ley del de­sa­rro­llo com­bi­na­do. Y así, mien­tras que has­ta el mo­men­to mis­mo de es­ta­llar la re­vo­lu­ción, la agri­cul­tu­ra se man­te­nía con pe­que­ñas ex­cep­cio­nes, ca­si en el mis­mo ni­vel del si­glo XVIII, la in­dus­tria, en lo que a su téc­ni­ca y es­truc­tu­ra ca­pi­ta­lis­ta se re­fe­ría, es­ta­ba al ni­vel de los paí­ses más avan­za­dos. Y, en al­gu­nos res­pec­tos los so­bre­pa­sa­ba. En el año 1914, las pe­que­ñas in­dus­trias con me­nos de 100 obre­ros re­pre­sen­ta­ban en los EEUU un 35% del cen­so to­tal de obre­ros in­dus­tria­les, mien­tras que en Ru­sia es­te por­cen­ta­je era tan so­lo de 17,8%. La me­dia­na y la gran in­dus­tria, con una nó­mi­na de 100 a 1000 obre­ros, re­pre­sen­ta­ban un pe­so es­pe­cí­fi­co apro­xi­ma­da­men­te igual; los cen­tros fa­bri­les gi­gan­tes­cos que da­ban em­pleo a más de 1000 obre­ros ca­da uno y que en los EEUU su­ma­ban el 17,8% del cen­so to­tal de la po­bla­ción obre­ra, en Ru­sia re­pre­sen­ta­ban 41,4%. En las re­gio­nes in­dus­tria­les más im­por­tan­tes es­te por­cen­ta­je era to­da­vía más ele­va­do: en la zo­na de Pe­tro­gra­do era de 44,4%; en la de Mos­cú, de 57,3%. A idén­ti­cos re­sul­ta­dos lle­ga­mos com­pa­ran­do la in­dus­tria ru­sa con la in­gle­sa o ale­ma­na. Es­te he­cho, que no­so­tros fui­mos los pri­me­ros en re­gis­trar en el año 1908, se avie­ne mal con la idea que vul­gar­men­te se tie­ne del atra­so eco­nó­mi­co de Ru­sia. Y, sin em­bar­go, no ex­clu­ye es­te atra­so, si­no que lo com­ple­men­ta dia­léc­ti­ca­men­te.”
“Tam­bién la fu­sión del ca­pi­tal in­dus­trial con el ban­ca­rio se efec­tuó en Ru­sia en pro­por­ción que tal vez no ha­ya co­no­ci­do nin­gún otro país. Pe­ro la me­dia­ti­za­ción de la in­dus­tria por los ban­cos equi­va­lía a su me­dia­ti­za­ción por el mer­ca­do fi­nan­cie­ro de la Eu­ro­pa Oc­ci­den­tal. La in­dus­tria pe­sa­da (me­tal, car­bón, pe­tró­leo) se ha­lla­ba so­me­ti­da ca­si por en­te­ro al con­trol del ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­ter­na­cio­nal, que se ha­bía crea­do una red au­xi­liar y me­dia­do­ra de ban­cos en Ru­sia. La in­dus­tria li­ge­ra si­guió las mis­mas hue­llas. En tér­mi­nos ge­ne­ra­les, cer­ca del 40% del ca­pi­tal ac­cio­nes in­ver­ti­do en Ru­sia per­te­ne­cían a ex­tran­je­ros, y la pro­por­ción era con­si­de­ra­ble­men­te ma­yor en las ra­mas prin­ci­pa­les de la in­dus­tria. Sin exa­ge­ra­ción, pue­de de­cir­se que los pa­que­tes de ac­cio­nes que con­tro­la­ban los prin­ci­pa­les ban­cos, em­pre­sas y fá­bri­cas de Ru­sia, es­ta­ban en ma­nos de ex­tran­je­ros, de­bien­do ad­ver­tir­se que la par­ti­ci­pa­ción de los ca­pi­ta­les de In­gla­te­rra, Fran­cia y Bél­gi­ca re­pre­sen­ta­ban ca­si el do­ble de la de Ale­ma­nia.”

¿Qué tie­nen que ver es­tas con­di­cio­nes in­ter­na­cio­na­les que mol­dea­ron a la Ru­sia de prin­ci­pios del si­glo XX pa­ra que se juntara co­mo so­cia me­nor con el ca­pi­tal fi­nan­cie­ro in­glés y fran­cés en el con­trol de las na­cio­nes opri­mi­das que ella mis­ma ex­plo­ta­ba, pa­ra mar­char a do­mi­nar zo­nas de in­fluen­cia -in­sis­ti­mos, co­mo Per­sia (Irak, Irán, Af­ga­nis­tán de hoy) y Tur­quía-, con la Chi­na de la bur­gue­sía co­mer­cial y co­mi­sio­nis­ta de es­cla­vos de hoy?

Es­ta­mos fren­te a gen­te que com­pa­ra a un ele­fan­te con una me­sa, a un pa­pel que co­yun­tu­ral­men­te vue­la con un pá­ja­ro. Es de­cir, que com­pa­ra a la Ru­sia im­pe­ria­lis­ta de la au­to­cra­cia co­mo país im­pe­ria­lis­ta atra­sa­do, con una Chi­na que ya tie­ne las ve­nas abier­tas pa­ra que se le extraiga to­da la san­gre, co­mo su­ce­die­ra y se­gui­rá su­ce­dien­do con Amé­ri­ca La­ti­na, Áfri­ca y to­do el mun­do se­mi­co­lo­nial, si la re­vo­lu­ción pro­le­ta­ria no lo im­pi­de.

Así ac­túa un gru­po de prag­má­ti­cos y ecléc­ti­cos, sin valerse de la ley de de­sa­rro­llo de­si­gual y com­bi­na­do, sin la teo­ría del im­pe­ria­lis­mo mun­dial y la vi­sión de una di­vi­sión mun­dial del tra­ba­jo en la eco­no­mía ca­pi­ta­lis­ta. Es de­cir que por fue­ra de las le­yes del so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co y de la teo­ría mar­xis­ta, un gru­po de al­qui­mis­tas y embaucadores vie­nen a ha­cer ex­pe­ri­men­tos con el pro­le­ta­ria­do y a tra­tar de con­ven­cer­nos de que, por con­di­cio­nes na­cio­na­les, sur­gió una Chi­na im­pe­ria­lis­ta por las ven­ta­jas ex­cep­cio­na­les de te­ner em­pre­sas es­ta­ta­les, to­tal­men­te atra­sa­das y de la más ba­ja pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo.

Y es­tos embusteros prag­má­ti­cos quie­ren con­ven­cer a los mar­xis­tas de que aban­do­ne­mos la teo­ría mar­xis­ta, es de­cir, que de­je­mos de ser mar­xis­tas, co­mo man­da el HSBC y la ban­ca Mor­gan, que tie­nen ju­go­sos en­cla­ves co­lo­nia­les en Chi­na, co­mo Hong Kong y Tai­wán, des­de don­de se com­pra­ron a to­da la bu­ro­cra­cia chi­na y a sus hi­jos du­ran­te la pos­gue­rra, co­mo lo hi­cie­ran tam­bién con Gor­ba­chov y la bu­ro­cra­cia so­vié­ti­ca, exac­ta­men­te co­mo lo pro­nos­ti­có el mar­xis­mo y la IV In­ter­na­cio­nal.

A es­ta gen­te hay que de­cir­le que de­jen de ex­pe­ri­men­tar con el mar­xis­mo. Di­fí­cil­men­te cual­quier em­pre­sa­rio se­rio de­ja­ría ex­pe­ri­men­tar en el la­bo­ra­to­rio de su fá­bri­ca a cual­quier al­qui­mis­ta que no ma­ne­je la cien­cia de apli­ca­ción de la que se tra­te. Ade­más, los la­bo­ra­to­rios de la fá­bri­ca es­tán cui­da­do­sa­men­te se­pa­ra­dos de la lí­nea de pro­duc­ción.

Por ello, no pue­de per­mi­tir­se el más mí­ni­mo cu­ran­de­ris­mo y ex­pe­ri­men­tos ex­plo­si­vos en el te­rre­no del mo­vi­mien­to obre­ro, por­que allí se jue­ga con la vi­da, el sa­la­rio, la car­ne y la san­gre de nues­tra cla­se. Pa­ra no­so­tros, la cien­cia del so­cia­lis­mo cien­tí­fi­co es la teo­ría y las le­yes que ri­gen los pro­ce­sos his­tó­ri­cos, y la teo­ría-pro­gra­ma de la re­vo­lu­ción per­ma­nen­te.

Carlos Munzer

 

Capitulo V

Neocliffismo de Londres y Nueva York versus trotskismo

Revisionismo versus marxismo en la lucha de clases en América Latina

9 de enero del 2010

Camarada Dave:
Apenas terminaban de contarse los votos en las elecciones, enviábamos un primer informe en nuestra carta del 11 de diciembre del 2009 a toda la FLTI sobre ese hecho, que después ajustamos y enriquecimos con las discusiones en la Conferencia Latinoamericana y sacamos como declaración, que acaba de ser publicada por Democracia Obrera de Argentina, y próximamente en el Democracia Obrera de Bolivia. Cuando nos llegó tu carta de crítica, nos asombró enormemente, no por algún aporte que pudieras hacer en tu carta; sino por los dislates, falsificaciones de nuestras posiciones, y por cómo has cambiado abruptamente tu programa ante Bolivia y América latina. Indudablemente, como afirma el SCI, tu carta y los documentos de la minoría ponen en cuestión todas las resoluciones y documentos votados en el Congreso de fundación de la FLTI. Porque efectivamente, la cuestión china abrió enormes diferencias políticas, estratégicas y programáticas.
En la carta de Dov del 16/12/09, ustedes afirman que: “…Por que si la fundamental diferencia entre la mayoría y la minoría no pueden resolverse, estaremos en lados opuestos de la barricada cuando la diplomacia pase a otros medios de conflicto cuando aumente la tensión entre los bloques imperialistas”. Con esta afirmación, la minoría oculta que las relaciones entre China y las potencias imperialistas ya han dejado de ser “solo” diplomáticas, ya hay una ofensiva militar. Hong Kong es un enclave imperialista asentado en el corazón de la China continental, que es defendido militarmente por las bases de la OTAN establecidas en Taiwán y en Okinawa. En función de ello, ya se ha establecido un pacto entre la burguesía de los Chiang Kai Shek de China y de Taiwán.
En política, el que calla otorga. Y ustedes, en todo su documento, no dicen nada de las bases militares de la OTAN en Taiwán y en todo el Pacífico. Es lo mismo que no hablar del imperialismo francés y sus tropas de ocupación en Guadalupe; o no hablar de Malvinas en relación a Argentina y a toda América Latina. Tienen que definirse sobre esta cuestión, o quedarán abiertamente apoyando a su propia burguesía imperialista, renegando de la premisa del marxismo de que “ningún pueblo que oprime a otro pueblo podrá liberarse a si mismo”.
Y en el mismo documento siguen: “Por ahora el SCI se está convirtiendo en un ala de izquierda extrema del FSM (…)! No ven que los regímenes bolivarianos y el SCI le están diciendo a las masas lo mismo ´China no es una amenaza, no se preocupen. No es China quien los explota sino PRINCIPALMENTE los yanquis´. Los bolivarianos están diciéndolo para engañar a las masas, para explotarlos mejor. El imperialismo chino está penetrando en Latinoamérica y África, Chávez y compañía gritan: ´Combatan a los yanquis, construyan la V internacional´ mientras tratan de engañar a las masas que están siendo explotadas cada vez más por el imperialismo chino.  Lo que dice el SCI es similar (menos lo de V). No hay imperialismo chino ni presencia china en América Latina y África, nos dice el SCI. Y los camaradas Munzer y Shaheed anuncian que se niegan a decir “¡Fuera el imperialismo chino de América Latina y África!” por supuesto, a diferencia de los regímenes bolivarianos, el SCI no está traicionando conscientemente a la clase obrera para una pequeña parte de las ganancias en manos del imperialismo.” (Negritas nuestras)
Supongamos por un instante que su imperialismo chino existe y que nosotros, no lo vemos. Que ustedes tengan razón y nosotros estemos equivocados. Pero aún así, levantamos como programa para China la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias (cosa que ustedes no pueden decir). Le decimos a los obreros: ¡Que la tercera revolución china vuelva a levantarse una vez más por el pan y por la tierra!, que ese es el único camino para terminar con el sometimiento a la esclavitud y a las penurias a las que la han sometido la burguesía de los “mandarines rojos” chinos aliados a las potencias imperialistas. ¡Abajo los gobiernos de las nuevas burguesías esclavistas de China y de Corea del Norte paridas por el stalinismo! A los obreros de EE.UU. les decimos que hay que luchar por ¡trabajo para todos, por la escala móvil de salarios y horas de trabajo! ¡A igual trabajo igual salario: el mismo salario de las capas altas de los trabajadores de EEUU para los obreros mexicanos y de toda Latinoamérica! ¡Abajo el Mercosur de las transnacionales, el ALBA de las burguesías bolivarianas! ¡Fuera las bases militares de Colombia! 
¿Por qué le tenemos que decir a los obreros bolivianos y de América Latina que la burguesía imperialista yanqui no es la que los somete? Si a ello responde el sentimiento profundamente antiimperialista del proletariado latinoamericano y es por lo que las burguesías bolivarianas, socias menores de los monopolios imperialistas, tuvieron que posar de antiimperialistas, antiyanquis, para poder expropiarse la revolución boliviana y los combates antiimperialistas del continente con la farsa de la “revolución bolivariana”, ya que se había puesto en cuestión la propiedad burguesa, fundamentalmente del imperialismo yanqui.
Porque es el imperialismo yanqui es el que tiene atadas a las semicolonias de América Latina con dobles y triples cadenas, atadas con acuerdos políticos a la OEA y acuerdos militares en el TIAR que obligan a todos los países semicoloniales de América Latina a defender los EEUU ante cualquier ataque. Además, el imperialismo yanqui tiene también las bases militares del ejército norteamericano y de la OTAN en toda Latinoamérica que serán usadas contra los obreros ante la amenaza de la revolución. América Latina está atada al capital financiero internacional -que es precisamente usura-, con la fraudulenta deuda externa que significó que el imperialismo prestó 300.000 millones de dólares a los países latinoamericanos en los 70, para recuperarlos en 10 años a tres veces su valor. Así saqueó las naciones del mundo semicolonial durante 20, 25 años; hasta que en los 90 se agotó la capacidad de pago. El imperialismo con el plan Brady se quedó con todo, es decir, se quedó con todas las empresas estatales como la garantía del cobro de las deudas externas impagables, con un 30 a 40% en concepto de intereses. Esto va más allá de que alguna potencia imperialista le dispute tal o cual rama de la producción en sus semicolonias.
El imperialismo ya se cobró con intereses, 50 veces la deuda externa, que luego sus sirvientes, las burguesías nativas, se las hacen pagar a las masas con inflación, despidos masivos, bajas de salarios, tarifazos e impuestazos. Y ahora, ante la brutal crisis económica mundial, nuevamente el imperialismo ha vuelto a su “patio trasero” a succionar mucho más que antes la sangre de los obreros mediante el cobro de la fraudulenta deuda externa que, a no dudar y gracias a las derrotas que le han impuesto las direcciones traidoras a los combates del proletariado, será pagada como siempre por los obreros con mayor superxplotación, inflación y tarifazos, mientras las burguesías bolivarianas se frotan las manos porque están haciendo negocios. ¿Y ustedes pretenden que les escondamos esto a los obreros diciéndoles que es China “imperialista” quien los saquea y les succiona su sangre, sus huesos y sus músculos mientras estos sirvientes del imperialismo yanqui hacen fortunas? Nosotros no lo vamos a hacer. Allá ustedes con su conciencia si lo hacen.
¿Por qué tanto empeño por parte de ustedes en negar al imperialismo yanqui? Quieren que les digamos a los obreros bolivianos que no es el imperialismo yanqui el que los superexplota, que no son la Exxon yanqui y la Total francesa las que les saquean el gas, los hidrocarburos y ahora el litio. Pero ustedes son como el GB de Francia que no quería que digamos “Fuera gringos” y que nos arrodillemos ante la aristocracia y burocracia obreras, por eso rompimos el Colectivo de los Cinco y lo volveríamos a romper. Nosotros estamos con los obreros bolivianos que de forma certera identificaron a sus enemigos y tiraron abajo los dos gobiernos sirvientes del imperialismo yanquis al grito de: “¡Fuera gringos! ¡Fuera las transnacionales imperialistas, el gas para los bolivianos! ¡Abajo la asesina casta de oficiales banzerista formada por el imperialismo yanqui en West Point!” 
Ustedes le dicen al proletariado norteamericano que la culpa de sus condiciones cada vez peores, de sus bajos salarios, de falta de trabajo la tienen los obreros chinos, y así terminan ocultando a los verdaderos enemigos (¡el enemigo está en casa!). Y a los obreros chinos les están diciendo que su burguesía “imperialista” china ha desarrollado tanto las fuerzas productivas que les pueden dar concesiones pacíficamente. ¡Ustedes embellecen frente a las masas al “imperialismo” chino y a Hu Jintao! Así, terminan en EEUU a los pies de Obama y en China a los pies de los mandarines “rojos”. 
¡Ustedes son unos sinvergüenzas! A ustedes ¿quién los mandó a la FLTI? A ustedes los mandó Hillary Clinton.
Con tu posición alrededor de Bolivia liquidas las lecciones y el programa conquistado en el congreso de la FLTI de julio. No solo sobre la revolución boliviana, sino también de las lecciones sobre Honduras, Grecia, Madagascar, la visión sobre el momento de la situación mundial que expresamos en el OOI 12 que fue aprobado por ti en el congreso, al igual que las lecciones sobre la lucha de clases en EE.UU. expresada en “Los carniceros se visten de Obama; ni siquiera alrededor de la cuestión china respetaron y cumplieron las resoluciones. Pero, eso no es lo más grave, lo grave es que no se atreven a decirlo franca y honestamente.
Volviendo a tu carta. Volvimos a leer nuestro informe y tu carta del 16/12/09, y en ninguna parte de dicho informe planteamos lo que tú afirmas: “Los camaradas dicen que la creciente popularidad de Morales está respaldada por el imperialismo francés (Totalfina) y que el régimen ya está entrando en conflicto con el imperialismo norteamericano, que los negocios hechos entre el MAS y los fascistas de la Media Luna y en Colombia para tratar de salvar al frente popular colapsarán. Por lo tanto los obreros se deben preparar para situaciones pre-revolucionarias y guerras civiles continentales abiertas. No tenemos acuerdo con los personajes principales ni con los tiempos en ese escenario. No vemos ninguna necesidad inmediata para EEUU para ir a una guerra contra Francia en ningún lugar, especialmente en América Latina. Francia actualmente se está balanceando entre EEUU y China y Rusia.”
En primer lugar, nosotros no decimos que la popularidad de Morales está respaldada por el imperialismo francés. No nos inventes posiciones, no decimos eso. Nosotros afirmamos que son las direcciones colaboracionistas de la COB y la FSTMB las que se vendieron y llevaron a la clase obrera y a sus organizaciones a los pies de Morales, inclusive metiendo a la COB al CONALCAM del MAS. Así liquidaron la independencia política de la clase obrera, y la máxima expresión de eso es que llevaron a la vanguardia minera a una alianza política con el MAS de Morales para las elecciones con la falsa ilusión de que con diputados y ministros obreros estaban más cerca de conquistar sus reivindicaciones y mejores condiciones de vida. 
¡Pero, además, tu visión nacional trotskista te ha provocado una amnesia total! Te olvidaste que Morales adquirió “popularidad” gracias a que todas las direcciones reformistas y los renegados del trotskismo, con una política centralizada desde el FSM, sostuvieron a Morales, algunos como el PO de Argentina llamando a la clase obrera a votarlo en las elecciones de diciembre. Son los que le impusieron un cerco al proletariado, sometiendo a la clase obrera del continente a su propia burguesía país por país. Estas son las lecciones que expresamos en muchas declaraciones de la FLT, que adoptara el Congreso de la FLTI como su programa fundacional.
Son los renegados del trotskismo quienes sostuvieron a Montes de la COB represtigiándolo en el ELAC del 2008 para que luego sea el que entregue a los mineros de Huanuni a la brutal represión en manos del ejército asesino banzerista. ¿Qué estas diciendo Dave? De ahí viene la “popularidad” de la que hablas.
En segundo lugar. ¿Nos puedes decir de dónde sacaste que nosotros planteamos que el régimen ya estaría entrando en conflicto con el imperialismo norteamericano, que los negocios hechos entre el MAS y los fascistas de la Media Luna y en Colombia para tratar de salvar al frente popular colapsarán? ¡Esto es una mentira! Nosotros decimos lo opuesto: que Morales y Linera sostienen un pacto contrarrevolucionario con la Media Luna fascista, redactado en Washington y en París -y no en Pekín- y son los garantes de todos los negocios de la burguesía internacional. Eso es lo que hemos dicho antes, después y ahora; y de lo que tú reniegas hoy. Para ti desapareció el pacto. Eres tú quien, al no ver el pacto contrarrevolucionario de Morales con la Media luna, no ve el verdadero rol del frente popular y por ello no lo denuncias ni lo combates
No es como tú dices que la burocracia puede retener a los obreros porque los obreros son engañados por las promesas del régimen bolivariano de Morales para completar el programa de García Linera de desarrollo capitalista como el primer paso hacia el socialismo…con su “sociedad estratégica” con su nuevo banquero chino. Lo que tú nos tienes que explicar, entonces, es ¿quién sostiene a la Media Luna fascista? Nosotros afirmamos que la sostiene el pacto contrarrevolucionario con Morales –agente de la Totalfina francesa y la Repsol española- sostenido por la UNASUR de los bolivarianos y bendecido por la OEA y ONU.
En tercer lugar, tú planteas en tu carta, más adelante: “En otras palabras, las perspectivas de la mayoría ven al frente popular como que está llegando a su fin en su rol de preparar la contrarrevolución fascista…” y luego planteas más adelante “Pero no tenemos acuerdo con que el frente popular esté pronto a terminar”. ¿Nos puedes decir de dónde sacas que nosotros planteamos que el frente popular esté pronto a terminar? Esto ya es una falsificación de nuestras posiciones. No te lo vamos a permitir más. Basta de inventarnos cosas que no decimos. 
Nosotros, por el contrario, afirmamos que se ha puesto en pie en América Latina y a nivel mundial un pacto Stalin-Laval, es decir, un frente popular continental y mundial con las burguesías “bolivarianas”, el nuevo Kuomintang chino de los agentes del imperialismo, los restos de stalinistas y socialdemócratas, y con los renegados del trotskismo legitimándolos y vistiéndolos de rojo con sus IPT (Instrumento Político de los Trabajadores) y NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) ; puesto que ante la profundización de la crisis económica mundial, como lo preanunciábamos en los editoriales del OOI 12 parte 2 (que tomó como parte de su programa el congreso de la FLTI) el imperialismo yanqui –ya reconstituido su estado mayor con Obama– viene a la ofensiva por su patio trasero con nuevos golpes contrarrevolucionarios como vimos en Honduras, fortaleciendo los pactos contrarrevolucionarios. 
Pero las brasas de la revolución latinoamericana no fueron apagadas totalmente, al calor de la crisis y el látigo del capital se encienden México con las huelgas de los obreros de electricidad, Perú que hoy amenaza con abrirse paso a la revolución rompiendo los diques de contención del stalinismo. Esto es así puesto que para pasar a nuevas ofensivas el imperialismo necesita derrotar al proletariado sin dejar un solo destello encendido de la revolución proletaria. 
A ello responde para nosotros el fortalecimiento de Morales que demostró cumplir muy bien su papel en Bolivia y ahora lo necesitan en Perú, con su “indigenismo”, para impedir toda posibilidad de que el proletariado, superando a las direcciones stalinistas y maoístas, se abra paso la revolución, reabra la revolución boliviana y termine por incendiar todo el pasto seco en Latinoamérica. Pero para ello tienen que ir a una mayor centralización de las direcciones traidoras con la V Internacional de Chávez porque ya estas viejas direcciones fueron usadas como limones exprimidos; y porque los bolivarianos se la pasaron haciendo negocios a costa de los huesos y la sangre obrera y están desprestigiándose y desnudándose como lo que son: burguesías rastreras que hacen negocios a cuenta de sus amos imperialistas y solo defienden su tajada de los negocios. 
Contra su visión escandalosamente nacional del frente popular y de la lucha de clases, al revés de lo que tú afirmas, fue la misma Media Luna quien llamó a fortalecer al gobierno de Morales, puesto que no le queda más remedio que seguir soportándolo. Así lo plantean los mismos políticos de la Media Luna como Doria Mediana del UN (Unidad Nacional, formado por políticos que vienen del MNR): “Nosotros vamos a arrancar con una tarea de fiscalización, porque entendemos que el 64% (obtenido por el MAS en las elecciones del 2009) no ha significado entregarle un cheque en blanco al gobierno (negritas nuestras), sino un amplio respaldo para que cumpla lo que ha prometido”.(La Razón, 10 de enero de 2009). ¡Porque solo lo soporta! No es el gobierno que quiere y necesita, quiere retomar el control de sus negocios, sin embargo aún no se lo permite el proletariado latinoamericano. Lo de ustedes es nacional trotskismo puro, porque Morales se fortalece para poder contener Perú. 
Tienen una visión nacional que no les permite ver en Bolivia que todas las burguesías, todas las fracciones del imperialismo, no han hecho más que fortalecer a Morales y al frente popular, siempre y cuando este le garantice el control de la mitad del país a la Media Luna fascista, que mantengan atados a los mineros, y que preserven a la casta de oficiales banzerista. 
Los verdaderos enemigos de las masas son el imperialismo yanqui, francés, español y los burgueses bolivarianos, no el “imperialismo” chino que ustedes inventaron. Es esta misma visión nacional trotskista la que tienen sobre los combates de los obreros de Tonghua y Lingzhou en China, que no son más que la expresión del retroceso de los combates del proletariado en Grecia, Guadalupe, Madagascar, que le impusieran las direcciones traidoras; porque no ven que después de las derrotas parciales de la clase obrera a nivel internacional, la lucha obrera para conseguir algo solo podía adquirir un contenido político. Como decía Trotsky: La tesis marxista general: las reformas sociales no son más que los subproductos de la lucha revolucionaria, en la época de la declinación capitalista tiene la importancia más candente e inmediata Los capitalistas no pueden ceder algo a los obreros, más que cuando están amenazados por el peligro de perder todo.” (¿Adónde va Francia?Hay que ser sirvientes de los mandarines rojos, para decir como ustedes que esa burguesía china da concesiones de manera pacífica.
Ustedes falsifican la realidad y recurren a un método de fantasía. La película se llama: “Alicia en el país de las maravillas”.
Tú planteas: “Mas bien vemos a EEUU preparándose para una futura guerra con China y sus aliados en América Latina, los regímenes bolivarianos.” Con tu visión para nada sensata ni marxista de la realidad, de un futuro enfrentamiento militar entre los bolivarianos aliados de tu China “imperialista” contra el imperialismo yanqui, lo que estas planteándonos es que estamos frente a una futura guerra política de campos burgueses. 
El impresionista tiende a inventar la realidad. Fija un objeto, una idea y luego hace girar alrededor suyo todo su entorno. ¿Cómo que hay una guerra de los bolivarianos con tu “imperialismo chino” contra EEUU? ¡Si lo que hay es un pacto donde todos muerden algo, mientras someten a la nación al saqueo! Con el gas boliviano se abastece toda Sudamérica: Brasil, Argentina, Chile, etc., y todas las multinacionales instaladas en esos países. El régimen del pacto es ideal, porque les permite a todos los bolivarianos y a los imperialistas hacer negocios de todos con todos y todos contra todos. Mas bien, en el pasado, cuando se quebraba el pacto y estallaba una guerra de campos burgueses en Bolivia, la izquierda mundial miraba para otro lado, se negaba a llamar a aplastar al fascismo; y ahora cuando el pacto se ha cerrado y fortalecido a grado extremo, buscan e inventan las diferencias irreconciliables entre el frente popular del MAS y el fascismo. ¡Hay que ser sirviente del frente popular para decir eso!
¡Lo tuyo Dave ya es una vergüenza! De qué guerra de campos burgueses nos quieres convencer, si la V internacional, las burguesías bolivarianas y la burguesía de los “mandarines rojos” chinos con los renegados del trotskismo encubriéndolos por “izquierda”, fueron los garantes desde el UNASUR –y los sostenedores- del pacto contrarrevolucionario entre la Media Luna fascista –agente de la Exxon yanqui– y el gobierno de Morales-Linera, agentes de la Totalfina francesa y la Repsol española. Por ello Morales durante la asonada fascista salió presuroso a reunirse con su amo Sarkozy y el representante de la Gazprom rusa para discutir nuevas exploraciones de hidrocarburo en Oruro y el Altiplano, impuesto contra el proletariado y las masas explotadas en Bolivia. Este pacto se sostiene sobre la base de la sangre derramada de obreros y los campesinos pobres del oriente en manos de las bandas fascistas y del ejército banzerista; y en el occidente de los mineros combativos de Huanuni asesinados también por ese ejército sanguinario. Este pacto contrarrevolucionario fue bendecido por la OEA y la ONU, comandado por el imperialismo yanqui; como lo planteamos en el OOI 10 que reafirmaste en el congreso de la FLTI y con el que llegamos a Sudáfrica.
Este pacto es el que garantiza la intervención del ejército banzerista en la vida política, y al fascismo de la Media Luna testaferro del imperialismo yanqui le garantiza el control del 50% del territorio
Porque, a decir verdad, Bolivia ya fue dividida y repartida: entre la Exxon yanqui cuyos intereses representa la Media Luna fascista, que se quedó con el 50% del país, donde precisamente se encuentran la concentración de los gasoductos, de hidrocarburos y las mejores tierras fértiles en manos de los terratenientes y de la Rosca. Y por otro lado, la TotalFina francesa y la Repsol española controlan el Altiplano y con el gobierno de Morales y Linera administran los negocios. Y para todo esto no corrió la sangre de ningún burgués bolivariano, sino la de los obreros y campesinos pobres. 
El impresionista está tan entusiasmado con su “China imperialista”, que se olvida del pacto de la burocracia castrista restauracionista con Obama (con la Cargill y la Monsanto atrás) y con todas las burguesías bolivarianas, para terminar la restauración capitalista en Cuba.
El ALBA: un mercado capitalista para recibir a la burocracia castrista restauracionista
Tú y tus aliados reniegan de las lecciones de la revolución boliviana, de las lecciones del golpe en Honduras y de los combates del proletariado en Perú. No hay ningún frente de ningún imperialismo chino con las cobardes burguesías bolivarianas que esté preparando una guerra contra el imperialismo yanqui. Lo que hay es una gran conspiración contra el proletariado peruano, mexicano y para terminar de derrotar la revolución boliviana y latinoamericana, e inclusive contra el proletariado norteamericano, que puso en peligro toda la propiedad de los verdaderos monopolios imperialistas, fundamentalmente el yanqui, y para asestarle una derrota histórica con la restauración capitalista en Cuba. Por ello no es casualidad que en tu carta y en todos los documentos de la minoría no exista Cuba, puesto que no se habla de Cuba si no se plantea que es la burocracia castrista quien está llevando a cabo la restauración capitalista negociando con Obama, y que antes ya le entregó al imperialismo francés el negocio del níquel y el turismo. 
Precisamente, los pactos contrarrevolucionarios impuestos en Bolivia, Colombia y Cuba son los que después le permitieron al imperialismo yanqui pasar a la ofensiva en su “patio trasero”, llevar a cabo el golpe bonapartista contrarrevolucionario en Honduras e imponer sus bases militares en Colombia. Porque el imperialismo necesita combinar pactos con golpes contrarrevolucionarios para terminar de liquidar la revolución latinoamericana para terminar de imponer la restauración capitalista en Cuba.
Las burguesías bolivarianas que posan de “antiimperialistas” son todas como el payaso de Zelaya que de forma tardía intentó regatearle al imperialismo yanqui una tajada mayor de los negocios y terminó disciplinado, negociando con los golpistas que masacraban a la clase obrera hondureña que resistía el golpe, atada de manos gracias a que todos los reformistas incluidos los renegados del trotskismo la subordinaron al “frente democrático”.
Ustedes con esta posición de guerra política de campos burgueses, terminan en el “frente democrático” que todos los renegados del trotskismo pregonan. 
La burocracia castrista ha hecho todo lo posible para desviar, abortar y derrotar las revoluciones y las luchas obreras en el continente. Ha desplegado una política de pactos contrarrevolucionarios, ha puesto en pie o sostenido pactos como el de Uribe-Chávez, el del gobierno de Morales-Linera y el fascismo, para completar la restauración y devenir ya en burguesía. Ustedes no dicen nada de que hay un enorme ataque a las masas cubanas. Se entrega el níquel a los imperialistas, se preparan acuerdos con Cargill y Monsanto para producir soja, reducen la cartilla del racionamiento de alimentos en medio de la crisis mundial (como hicieron en China antes de 1989) para que no queden ni vestigios de la conciencia asentada por las conquistas de la revolución arraigada aún entre las masas. Para luego, ante cualquier protesta obrera, aplastarla con el ejército cubano, cuyo alto mando tiene el control de los principales negocios de la isla. 
No es, en principio, con una intervención militar que se prepara la restauración del capitalismo en Cuba, como afirman en la segunda parte de su documento del 13/11/09; sino con el modelo chino y vietnamita, es decir, con negociaciones con el imperialismo yanqui. Como planteaba Trotsky sobre Rusia: “Por las cifras de las exportaciones y de las importaciones, el mundo capitalista nos demuestra que hay otros medios de coacción que los de la intervención militar. Como la productividad del trabajo y del sistema social en su conjunto se miden en el mercado de los precios, la economía soviética es más bien amenazada por una intervención de mercancías capitalistas a bajo precio que por una intervención militar” (…)  “Bujarin no admite el predominio de las fuerzas de producción más que en su aspecto militar técnico. No quiere comprender que el tractor Ford es tan peligroso como el cañón Creusot, con la diferencia de que este último no puede obrar más que de vez en cuando, en tanto que el primero hace continuamente presión sobre nosotros. Además, el tractor tiene detrás al cañón como última reserva.” (León Trotsky, Stalin, el gran organizador de derrotas)
Pero esto no significa que la restauración del capitalismo en Cuba sea pacífica, como tampoco lo fue en China ni en Vietnam, que es lo que decían tus aliados de la minoría en su documento presentado y defendido en el congreso de la FLTI de julio. La masacre de Tiananmen fue seguida por una persecución de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo a todos los obreros revolucionarios y tuvo aproximadamente 2.000.000 de muertos. En el caso de Vietnam, luego de que las masas vietnamitas derrotaran a los yanquis, fue atacada en 1979 por el ejército chino para asentar el pacto restauracionista de Deng Xiao Ping y Nixon de 1975; pero también y sobre todo para con esta derrota desmoralizar al proletariado mundial. Sobre la base de esa guerra la burocracia de Ho Chi Minh y Mao de China abrían la carrera de velocidad por quien atraía más inversiones extranjeras y ofrecía mano de obra esclava. ¡Y tus aliados llegaron a plantear en el Congreso de julio que la restauración fue pacifica! ¡Son unos sinvergüenzas, merecerían haber estado en Tiananmen o en la frontera vietnamita cuando caían los bombazos de China para  comprobar qué “pacifica” era la restauración del capitalismo! 
En la política de pactos, se preparan golpes contrarrevolucionarios que los va a dar la misma burocracia castrista, y por eso deben derrotar a los obreros norteamericanos, sometiéndolos a Obama. En conclusión: ustedes tampoco pasan la prueba de la cuestión cubana. 
Tú afirmas en tu carta que: “En Bolivia los principales rivales no son EEUU y Francia. La estatal Petrobras es lejos el personaje más grande y Brasil es un país del ALBA” ¡Lo que estás diciendo es un chiste! ¡Brasil no es del ALBA, es del Mercosur! ¿De qué ALBA asociado a un supuesto “imperialismo” chino nos estás hablando? ¡Esto ya parece la “Guerra de las galaxias” o “La historia sin fin”! El ALBA es solo un rejunte de burgueses nativos haciendo negocios a cuenta de sus amos imperialistas. El ALBA es del viejo pacto andino organizado alrededor del negocio del gas y del petróleo al que luego se acomodaron las demás burguesías nativas. 
En Brasil, Lula es tan solo un socio menor del imperialismo francés, y a la vez aprovechó para hacer negocios con los EEUU. Tiene negocios con Francia en la industria militar y la producción de armamentos –lo cual no quiere decir que Brasil sea una potencia imperialista– siendo el más grande exportador basado en la tecnología que le provee Francia. Además, le ha comprado buques submarinos y tecnología aereoespacial. Petrobras es testaferro de la TotalFina, que como todos los monopolios imperialistas, son los que verdaderamente hacen los negocios; le dejan a cargo del estado nacional los costos de la exploración, de la investigación, etc., es decir, lo más caro de la explotación, y los oleoductos y la refinería los hacen ellos, llevándose luego las súperganacias. 
Tú te has creído el verso del chavismo. Toda la renta petrolera de Venezuela va a jugarse en la timba de Wall Street. Ustedes son unos charlatanes, no hay más socio y sirviente burgués del imperialismo yanqui que Chávez, el cual le vende petróleo, antes a Bush y ahora a Obama: es el segundo exportador a EEUU. Chávez junto a China enfrentándose al imperialismo yanqui, y a la vez abasteciéndolo de petróleo... ¿alguien puede explicar esto, por favor? El Chávez que conocemos es el que le entregó a los monopolios petroleros yanquis la explotación de toda la cuenca del Orinoco y quien le entrega el petróleo para que masacre en Palestina y ahora en Afganistán. El 80% de la renta petrolera no la controla esta burguesía rastrera, va a parar a las arcas de EEUU. El que controla todas las ramas de producción más importantes en las semicolonias es el imperialismo yanqui. Tú te creíste el verso de la “unidad latinoamericana” de Chávez y Castro que se la pasan despotricando y posando de “antiimperialistas” y fueron los primeros en felicitar a Obama cuando asumía en EEUU.
Una revisión total de la lucha contra el frente popular en la revolución boliviana: rompiendo con la denuncia al pacto que prepara nuevas hordas fascistas.
En cuanto a lo que planteas de: “Es el éxito de este proyecto bolivariano que el estado controle una mayor parte de la economía y beneficiarse por el aumento de ingresos que le permiten dar migajas a las masas (el estilo de Venezuela en la salud, educación y las jubilaciones) y a Morales ´comprar´ apoyo popular”. Esta posición tuya es una mentira. El éxito de Morales se impuso porque las direcciones traidoras de las organizaciones obreras subordinaron a la clase obrera al frente popular y llevaron a sus organizaciones obreras a ser apéndices del gobierno. Morales no les dio nada a los obreros ni a los campesinos pobres, ¡no les dio ni migajas a las masas! Precisamente porque el proletariado no tomó el poder y la burguesía bolivariana expropió la revolución, es que hoy los campesinos se quedaron sin su tierra, los obreros sin trabajo, con salarios de miseria y carestía de la vida. Tú te creíste el verso del bono “Juancito Pinto”, esa limosna miserable que da el gobierno de Morales a los hijos hambrientos de los obreros y campesinos pobres. ¿En serio opinas que US$ 20 anuales es una concesión? ¿Por qué no viven con 20 dólares por año ustedes en una choza sin luz, ni agua, ni gas en medio del altiplano? Eso no es ninguna concesión, ni siquiera llega a ser una limosna miserable. Y tú lo sabes perfectamente Dave, porque tú viste con tus propios ojos las condiciones miserables del proletariado boliviano. ¡Qué poco comprenden los profesores ilustrados a las masas hambrientas y sin dientes!
El gobierno de Morales y Linera –repetimos, agente de la Totalfina francesa y la Repsol– no gobernó ni se impuso comprando con migajas a las masas; se impuso con brutales represiones al ala izquierda del proletariado: a los mineros de Huanuni, llegando a asesinar con su casta de oficiales banzerista a dos mineros en los bloqueos de Caihuasi, lo que impulsó a la Media Luna fascista a levantar cabeza y llevar a cabo la asonada fascista. Hoy la Media Luna, es decir, el imperialismo yanqui, se deshace de los políticos fascistas como Manfred Reyes Villa –que se declaró estar en el “exilio”- puesto que no necesita por el momento, acechar al proletariado con el fascismo, sino por el contrario, fortalecer el pacto contrarrevolucionario con el frente popular.
Tú nos hablas de que se abre la perspectiva de que EE.UU. use a Colombia para atacar a Venezuela cuando Chávez es quien terminó a los abrazos con el fascista Uribe –agente directo de los yanquis-, luego de que masacraran a la FARC en Ecuador y a toda la resistencia, como símbolo del pacto contrarrevolucionario en Colombia. Eso, de la mano de los Castro quienes negocian con el imperialismo yanqui la entrega total de Cuba a la restauración capitalista. Por ello ya han establecido un pacto de hecho entre la burocracia restauracionista y Obama para subordinar a todo el proletariado del continente a la burguesía “democrática”, es decir, para ponerlo a los pies de Obama.
Estos pactos son los que preparan la venida del fascismo, los golpes contrarrevolucionarios como en Honduras; son los que preparan las condiciones para nuevas asonadas o putchs fascistas como en Bolivia. Lo que tú y la minoría no entienden, no les entra en la cabeza, es la lógica del frente popular y fascismo. 
Lo que los impresionistas no pueden comprender es la ley que actúa con los pactos contrarrevolucionarios, en relación al papel que juega el frente popular. Así lo definió Trotsky: “Cuando la burguesía se ve obligada a firmar un pacto con las organizaciones obreras por medio de su ala izquierda, tiene más necesidad que nunca de su cuerpo de oficiales para hacer contrapeso, ya que de lo que se trata es de la protección de la propiedad privada, es decir, de lo más importante.” (“Carta al SI, sobre el Frente Popular en España”, 27 de julio 1936).
Todo lo demás es un invento de ustedes. Ustedes ven un “imperialismo chino” en alianza con los bolivarianos, disponiéndose a enfrentar al imperialismo yanqui, cuando es un negocio de todos con todos y todos contra todos. Lo demás es un invento, ciencia ficción que los lleva a renegar del combate contra el frente popular y no preparan al proletariado en Latinoamérica y Norteamérica para enfrentar la ofensiva de Obama, ni mucho menos para enfrentar la ofensiva que preparan el imperialismo yanqui e inglés contra el proletariado y las masas explotadas junto a los “mandarines rojos” en China.
Porque lo que sacamos como lecciones de la revolución boliviana es que, frente a la gran revolución que se iniciaba, el imperialismo y las burguesías de Sudamérica, alarmadas porque veían que la propiedad del conjunto de la burguesía internacional estaba en cuestión, apelaron al gobierno de frente popular de Morales y Linera –representante directo de la Totalfina francesa- para que adormeciera al proletariado y administrara sus negocios; porque el imperialismo como toda burguesía, se esconde y esconde sus negocios de los ojos del proletariado. Así el imperialismo usó y usa al frente popular y al fascismo como dos agentes que cumplen distintas funciones para estrangular la revolución: el primero para apagar el fuego de la revolución manteniendo férreo control de las organizaciones obreras y reprimiendo al ala izquierda del proletariado, asentado en el ejército banzerista; y el otro aterrorizando al proletariado con las bandas fascistas y preparándose para aplastar al proletariado si este se le escapara al control del frente popular. Pero, desde el punto de vista de los negocios, nunca dejaron de ser socios menores del imperialismo, Morales y Linera de la Petrobras, es decir, de la Totalfina, es decir, del imperialismo francés y de la Repsol española. Mientras la burguesía de la Media Luna es agente de los monopolios imperialistas yanquis como Exxon y British Petroleum. ¿Dónde están los capitales financieros de tu “imperialismo” chino?
Pero también, como afirmamos en el OOI 10, “De la misma manera decía Trotsky: ‘El gobierno de Stalin-Caballero (el gobierno de frente popular, N de R) intenta por todos los medios dar a su ejercito el carácter de guardián democrático de la propiedad privada. Esto es en esencia, el frente popular. Todo lo demás son frases…Precisamente por eso el frente popular prepara el triunfo del fascismo. El que no haya entendido esto esta sordo y ciego (…) Sin revolución proletaria, la victoria militar de la democracia significa únicamente un rodeo en el camino del fascismo…” (“¿Es posible la victoria?” 23 abril de 1937, León Trotsky, negritas nuestras) 
El Estado se reduce, en última instancia, a una banda de hombres armados que defienden los intereses de la clase explotadora contra los explotados. En Bolivia, la esencia de esa banda de hombres armados es la casta de oficiales banzerista que fue educada y formada en el aplastamiento de la revolución del 52, como planteamos en el libro “Bolivia, la revolución traicionada”: Este gobierno (el de Paz Estenssoro) controlaba con su mano izquierda a la milicia obrera de la COB y con su mano derecha mandaba a West Point a 500 oficiales del ejército –que habían sido derrotados por la revolución obrera- para rearmar desde allí a la casta de oficiales en la que se apoyaría luego para entrar a sangre y fuego y derrotar al proletariado boliviano”. Este ejército es quien sostiene en última instancia los para nada “ínfimos” intereses y negocios del imperialismo yanqui y de sus socios menores de la Rosca oligárquica, de la Media Luna fascista en Bolivia. Por eso soporta aún al gobierno de Morales pues es quien salvó su propiedad.
Tú y la minoría con lo que afirmas en tu carta sobre Bolivia y América Latina, terminan como sirvientes del Frente popular y de Morales. Porque el pacto que tú no ves es el que fortalece a la Media Luna y prepara la venida del fascismo. Si fueran la sección francesa en 1939, estarían ocultando que el frente popular le entregó el gobierno a Pétain, le dio las llaves de París a ese “mariscal salvador de Francia”... quien terminó abriéndole las puertas al Hitler de París
Con tu posición, en Bolivia terminan a los pies de Morales, quien le dio la llave a la Media Luna para que controle con el terror de sus bandas fascistas en el oriente, desde Pando hasta Santa Cruz; mientras Morales controla con puño de hierro al proletariado del altiplano, todo esto con la bendición de Petrobras, la Repsol, la TotalFina, la Exxon, que se reparten los negocios mucho mejor ahora que cuando estaba en el gobierno “Goñi” Sánchez de Lozada. 
Y te repetimos nuevamente, en Bolivia, ni en toda América Latina –ni en ningún otro país- vemos a ningún capital financiero chino. Ustedes confunden la administración de las burguesías nativas de las súperganancias que pertenecen al imperialismo, y por lo cual ellos reciben una tajada, con capital financiero. Los únicos monopolios imperialistas que compiten en Bolivia son la Totalfina francesa, la Repsol española, la Exxon yanqui, y la British Petrolium británica. La Petrobras es tan solo un testaferro de la Totalfina francesa. Precisamente eso es el monopolio imperialista, de bandera. ¿Nos quieres decir en qué momento apareció su “monopolio imperialista” chino? En Bolivia no hay ningún capital financiero chino. Por el contrario, vemos que China tiene más “inversiones” en Perú y en otros países donde se impuso el TLC de los yanquis. 
Vemos a China como una gran compradora de materias primas para entregárselas de forma subsidiada a las 600.000 transnacionales imperialistas instaladas en ese país y seguir sosteniéndose como maquiladora; materia prima barata que la consigue en las semicolonias como Bolivia, Chile, Perú, etc. Los bolivarianos no le venden nada a los chinos porque solo administran los negocios de los monopolios imperialistas. Quienes le venden en realidad son los monopolios imperialistas instalados en esos países. En las semicolonias de América Latina, las fuerzas productivas, las ramas de producción y los bancos están en manos de los monopolios imperialistas: el petróleo y el gas son de la Chevron Texaco, la Exxon, la Shell, la Repsol, la Totalfina; el agua de la Lyonesse des Eaux o de la Bechtel; la producción sojera y cerealera de la Cargill y la Asgrow; las telecomunicaciones de la Telecom francesa, la Telefónica española, la AT&T; la producción automotriz de la Ford, la Chevrolet, la Renault, Volkswagen; la banca del Citibank, del Boston, del Santander, etc., por poner algunos ejemplos. La principal patronal en Latinoamérica es el imperialismo, y las burguesías nativas son únicamente sus socios menores. Repetimos la pregunta: ¿cuál es el monopolio “imperialista” chino al que se asociaron los bolivarianos? Por ejemplo, en Chile en 2009 se extrajeron 6.000 millones de toneladas de cobre. 1.000 millones de las minas propiedad del estado chileno; los otros 5.000 millones de toneladas, de minas que son explotadas por monopolios imperialistas norteamericanos, ingleses, canadienses, australianos, entre ellos la Anglo American. Esas cinco mil millones de toneladas de cobre redituaron a los monopolios imperialistas la suma de 11.000 millones de dólares de utilidades netas. Y esto solo con el cobre, es decir sin contar el oro, el manganeso, etc… Es decir, ¡son los monopolios imperialistas los que se quedan con las súperganancias del saqueo del cobre en Chile! Y son estos monopolios los que le venden a China.
¿Adónde lleva una visión impresionista y pacifista de tu “imperialismo” chino en América Latina?
Como te planteamos en nuestra carta del 12/11/09, las 7 bases militares impuestas por el imperialismo yanqui en Colombia (con la aceptación de los bolivarianos) y ahora conquistando Honduras como su cabecera de playa contrarrevolucionaria en el continente, no son para preparar un enfrentamiento militar con tu China “imperialista”; son para masacrar a la clase obrera de Latinoamérica si esta logra escapársele del control de las direcciones traidoras, si logran romper los pactos contrarrevolucionarios. 
Seguimos esperando que nos digan cuáles son las bases militares chinas, porque un imperialismo real y no inventado, tiene zonas de influencia, controla ramas enteras de la producción en la economía mundial, tiene monopolios imperialistas y estabiliza bases militares para defenderlos a los tiros, como hace Francia, EEUU, Inglaterra o Japón, bajo el paraguas de EEUU. ¿Nos pueden decir cómo disputa el “imperialismo chino” las zonas de influencia a EEUU en América Latina? Hasta el imperialismo más insignificante tiene bases militares esparcidas en el mundo. ¿Nos pueden explicar cómo hace China para preparar la guerra contra EEUU sin bases militares?
Con tu visión pacifista de un imperialismo chino te olvidaste de que estas burguesías bolivarianas son las mismas que le dieron tropas al imperialismo yanqui para someter a Haití. Fueron Morales, Lula, Kirchner y Lagos de Chile quienes le pusieron y mantienen sus tropas en ese país. Bolivarianos y yanquis, bajo el comando del Pentágono, ocuparon Haití. ¿Qué explicación lógica pueden dar? La minoría no escribe nada de Haití ni de Vietnam porque no se sienten parte de los obreros y de las masas haitianas, porque no hubo una sola burguesía bolivariana que no masacre a las masas haitianas junto a las tropas yanquis.
Tú nos tienes que decir si lo que firmaste ayer sobre Bolivia y las lecciones revolucionarias, y reafirmaste en el Congreso de fundación de la FLTI, lo sigues sosteniendo o no. Puesto que con la posición que expones en tu carta del avance de tu “imperialismo” chino, disputándole a EE.UU sus zonas de influencia en América Latina, reniegas del combate que juntos dimos contra el frente popular y el fascismo que estrangulan la revolución boliviana, luego de que fuera expropiada por la “revolución bolivariana” de Chávez, Lula, Castro –todos agentes directos y socios menores del imperialismo francés- y sostenida por el FSM y todos los renegados del trotskismo centralizados a nivel mundial. Ustedes al parecer ni siquiera leyeron lo que firmaban en el Congreso y votaron el programa de forma oportunista.

Según tú y la minoría, EE.UU. y Francia dejaron de ser las principales potencias imperialistas que se disputan Bolivia y Latinoamérica, y opinan que es ahora China la que está detrás de Morales y los bolivarianos, desplazando a los yanquis de sus zonas de influencia. ¿Nos puedes explicar cómo hizo China para meterse en los negocios de los yanquis sin que los yanquis los estén echando a los tiros limpios, como sí lo hizo con Francia, marcando sus zonas de influencia a los bombazos? Porque disciplinó a Chávez con los bombazos en Ecuador, para luego masacrar a la resistencia colombiana; disciplinó a Morales con el putsch fascista de agosto 2008, disciplinado así a estos y todos los bolivarianos agentes del imperialismo francés. 
Nosotros reafirmamos nuestra posición alrededor de la situación en América Latina. que está planteada en el OOI 12, donde afirmamos que, durante dos años de crisis del imperialismo yanqui, de su estado mayor y por haberse empantanado con sus tropas en Irak, es decir, mientras llevaba a cabo su “guerra del petróleo” en Medio Oriente, las potencias imperialistas que le compiten como Francia, España esencialmente, con una política de New Deal o de “buen vecino” se metieron al patio trasero de los yanquis a hacer negocios asociándose con las burguesías nativas de las semicolonias. Planteamos que “así, Francia y España, con una política de New Deal o de buen vecino, hicieron y hacen excelentes negocios en América Latina, el “patio trasero” yanqui, mientras en sus colonias directas y en sus zonas de influencia, sostienen a gobiernos bonapartistas y a feroces dictaduras, como lo hace Francia en Argelia, en el norte de África, y en su “dominios y territorios de ultramar” controlados a punta de bayoneta por la Legión Extranjera.” Las burguesías nativas, los bolivarianos aprovecharon estas brechas inter-imperialistas para hacer negocios todos con todos, como socios menores de las potencias imperialistas. 
El crac mundial y el estallido de la bolsa de Wall Street, le plantearon al imperialismo la emergencia de retomar el control de sus semicolonias y de las materias primas y recursos naturales que extrae de allí al igual que sus súperganancias; y una vez reconstituido su estado mayor yanqui, con la asunción de Obama, el imperialismo vino por todo en su patio trasero, eso es lo que afirmamos en el OOI 12: “Pero mientras preparaba su recambio gubernamental y la asunción de Obama en el curso del 2007 y 2008, a cañonazos limpios, Estados Unidos imponía límites al avance de las potencias imperialistas en sus zonas de influencia y definía que era él el que iba a centralizar el ataque contra las masas y a distribuir los negocios. Así lo vimos en Georgia, en la masacre de la resistencia colombiana por parte de Uribe, en Bolivia con el putsch fascista de la Media Luna, y últimamente, en Palestina, con el ejército sionista masacrando en Gaza. 
Con estos cañonazos, EEUU aterrorizaba a las masas y obligaba a las burguesías nativas que coqueteaban con otras potencias imperialistas, a imponer pactos contrarrevolucionarios para obligar a las masas a rendirse, para garantizar que sea el imperialismo yanqui el que reparta los negocios en todo el mundo, y el que, en última instancia discipline a la clase obrera y los explotados…” Así le impuso a Francia, bajo sus condiciones, un pacto franco-norteamericano para garantizar ser el imperialismo yanqui el que reparta los negocios y quien discipline a la clase obrera. Esto es una vez que las direcciones traidoras contuvieron los procesos mas álgidos de la revolución, sosteniendo los pactos contrarrevolucionarios establecidos en Bolivia y Colombia, y subordinando al proletariado a la burguesía del continente al “frente democrático” y la revolución “bolivariana”, etc. Por todo esto, el estrangulamiento de la revolución en Bolivia tiene un carácter internacional, como tal la nueva situación política en este país es tan solo refracción de una política también internacional. Bolivia actúo como una bisagra en la situación latinoamericana, y hoy no dejó de serlo, pero esta vez es un bastión de la contrarrevolución. 
Camarada Dave, lo que tú afirmas en tu carta es lo contrario, lo opuesto a lo que el Congreso de julio tomó como su programa fundacional, como lecciones que concentran la lucha contra el frente popular y el fascismo, lecciones que sacáramos desde la FLT y fuera tomada luego por la FLTI. Tú con tu nueva posición sobre “el imperialismo” chino, no ratificarías estos documentos. 
Así también planteamos en el Congreso de fundación de la FLTI y luego las expresamos en las resoluciones sobre Honduras en el punto 5: En América Latina estamos asistiendo a las consecuencias del pacto franco-norteamericano; esto es, a la ofensiva del imperialismo yanqui para recuperar el subcontinente como su ´patio trasero´. Un primer acto de esa ofensiva lo marcó la Cumbre de las Américas a principios de año en Trinidad y Tobago, donde Obama, apoyado por todas las burguesías “bolivarianas” planteó con claridad su política para consumar la restauración capitalista en Cuba. El golpe en Honduras es un nuevo acto de esta ofensiva, por el cual el imperialismo yanqui –ya sea mediante la continuidad de Micheletti y los golpistas; ya sea con un pacto entre Zelaya y los golpistas– se prepara a transformar a Honduras en una cabecera de playa para la contrarrevolución directa en América Latina, que mañana puede servir para ir a Cuba o para ir a Guadalupe o a otro país centroamericano en el que las masas se levanten”Toda su posición expresa su visión totalmente impresionista y nacional. Tú y la minoría pueden cambiar de posición cuando quieran, sin embargo, una cosa es plantear diferencias políticas y otra muy distinta es liquidar todo el programa conquistado. La minoría, para nosotros, es una minoría liquidadora del programa fundacional de la FLTI y reniega de las lecciones revolucionarias que sacamos frente a los tests ácidos más importantes de la lucha de clases internacional. 
Los marxistas sabemos que plantear cosas y luego negarlas es un usual accionar empírico, que es una manera de tener siempre lista una retirada. Por ello no les creemos cuando afirman que ratifican las resoluciones del Congreso de la FLTI.
La minoría liquida la concepción marxista de la división mundial del trabajo.
Miran todo detrás de una lente totalmente nacionalista y no ven que existe una economía mundo donde el capitalismo está basado en la división internacional del trabajo y en el cambio, internacional también, de los productos producidos, como plantea Trotsky en “Una escuela de estrategia revolucionaria” (1921): “El capitalismo es un hecho mundial. Ha conseguido dominar el mundo entero, como ha podido observarse durante la guerra, cuando un país producía de más, sin tener mercado que consumiese su mercancía, a pesar de que otro necesitaba productos que le eran inaccesibles. En aquel momento, la interdependencia de las diferentes partes del mercado mundial se hacía sentir por todos sitios. En el punto en que se colocó antes de la guerra, el capitalismo estaba basado en la división internacional del trabajo y en el cambio, internacional también, de los productos. Es necesario que Norteamérica produzca determinada cantidad de trigo para Europa. Es preciso que Francia fabrique determinada cantidad de objetos de lujo para Norteamérica. Es imprescindible que Alemania haga cierto número de objetos vulgares y económicos para Francia. Sin embargo, esta división del trabajo no es siempre la misma, no está sujeta a reglas. Se estableció históricamente, y a veces se turba por crisis, competencias y tarifas. Pero, en general, la economía mundial se funda sobre el hecho de que la producción del mundo se reparta, en mayor o menor proporción, entre diferentes países. Semejante división del trabajo universal, conmovida hasta la raíz por la guerra, ¿se ha reconstruido o no? He ahí uno de los aspectos del asunto” (negritas nuestras).
Con su visión totalmente nacional trotskista, y su “imperialismo” chino, tú y la minoría liquidan la división mundial del trabajo y el rol que tiene China en ella. Antes como exportadora de mercancías, de bienes de consumo y ahora como la gran compradora, importadora de materias primas para abastecer a los monopolios imperialistas instalados allí, y como importadora de bienes de consumo producidos en EEUU, para ese gran mercado interno chino. Para nada tiene el rol de “nueva potencia imperialista”; por el contrario, a China le tocó actuar como una tendencia contrarrestante de la crisis económica mundial.
La China compradora es una verdadera y enorme conquista de todas las burguesías nativas del continente y las potencias imperialistas, por ello todos los burgueses festejan ya que les pueden vender soja, leche, gas, hierro, comoditties y bienes de consumo. Es precisamente por esto que hoy los gobiernos bolivarianos hacen fortunas, mientras hunden más y más a la clase obrera en la miseria. Este es el gran triunfo imperialista del ’89, la sangre fresca del ex estado obrero inyectadas a las venas escleróticas del capitalismo en descomposición. ¿Y a eso ustedes le llaman imperialismo?
El revisionismo al que llegan con la cuestión China los ha llevado a que hoy no pasan ninguna la prueba de ningún test ácido. Porque a decir verdad, no es solo China un test ácido, lo son también Bolivia, Perú, Honduras, la crisis económica mundial, Cuba, etc. Tú y tus aliados en Madagascar terminan a los pies del frente popular, como la quinta rueda del carro de las direcciones traidoras centralizadas en la V contrarrevolucionaria de los bolivarianos y los “mandarines” chinos, con los renegados del trotskismo que le cubren el flanco izquierdo. Todos juntos le han puesto un cerco a la revolución en Madagascar, como el que le impusieron antes a la revolución boliviana. Por ello no dicen nada de Madagascar ni de Grecia, no pueden balbucear una sola palabra en clave revolucionaria sobre esos test ácidos, puesto que estos ponen en cuestión blanco sobre negro su invento de “China imperialista”. Tú y tus aliados de la minoría no pasan la prueba. Con su revisionismo, no ya del programa fundacional de la FLTI, sino del marxismo revolucionario, se han pasado al oportunismo. Así terminan los teóricos de la V Internacional: como la quinta rueda del carro del frente popular y la nueva internacional de Chávez. Ustedes rompen con el programa de la revolución política en Cuba, es decir, rompen con la IV Internacional y su legado teórico y programático. Entre la IV Internacional y la V contrarrevolucionaria de Chávez hay también chapuceros intelectuales impresionistas, como alas de izquierda de la V. 

Saludos revolucionarios:
LTI de Bolivia

Votado como resolución del Segundo Congreso de la FLTI

contactenos