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El accionar de la burocracia y la política de la izquierda reformista permitieron que las masas voten a Cristina Kirchner

En estas elecciones el kirchnerismo no ha obtenido solamente un gran apoyo social por parte de las clases medias, que aún siguen de fiesta en el ciclo de crecimiento, a la cual han entrado además sectores de las capas altas de la clase obrera. También la Kirchner obtuvo una enorme cantidad de votos provenientes de los sectores más explotados de nuestra clase.
Esto es responsabilidad de la burocracia de los sindicatos y de las corrientes de la izquierda reformista como las que integran el “FIT” –que influencian o dirigen decenas y decenas de comisiones internas y cuerpos de delegados combativos-, que dejaron librados a su suerte a más del 70 % de la clase obrera que no está sindicalizada, sino que trabaja en negro o bajo contrato, o directamente está desocupada, y se negaron a unir las filas obreras. Todas estas direcciones se negaron a organizar a esos trabajadores que no tienen ningún derecho, dejándolos sin ningún organismo donde poder reagruparse para pelear, y a merced de la patronal y el estado.
Esto también es por culpa de esa lacra de la burocracia piquetera que controla lo que ayer fuera el heroico movimiento de trabajadores desocupados que se organizaba para pelear por trabajo digno para todos y que se erigió como la vanguardia en los combates revolucionarios del 2001. Fueron estos burócratas, administradores de subsidios y de las cooperativas esclavistas de “Argentina trabaja”, los que liquidaron la pelea de los desocupados por trabajo genuino e impusieron su política de mendicidad sobre el estado burgués por planes y bolsones
La burguesía utilizó esta enorme división de las filas obreras a su favor, imponiendo un verdadero chantaje contra las capas más bajas de la clase obrera con la asignación universal por hijo –un verdadero subsidio a la patronal que “completa” el salario social de los trabajadores en negro-, las notebooks para los estudiantes, los planes sociales, etc., mientras las asoló con el fantasma de la “crisis” como en el 2001. La Kirchner les decía: “soy yo o se acaban todas estas migajas y de nuevo vuelve el infierno de la desocupación y la hambruna generalizadas”.
Así fue cómo, con una verdadera pistola en la sien, estos sectores del proletariado, maniatados por no contar con ningún organismo de lucha –liquidados por los traidores de la burocracia sindical y las corrientes de la izquierda reformista, representantes de los intereses de la aristocracia obrera- y por terror a que le quiten estas pequeñas limosnas que les permite subsistir, acudieron masivamente a votar por su propia verduga, Cristina Kirchner.
Pero hay que decir la verdad: el kirchnerismo utiliza todas estas limosnas del estado como una forma de contener a esta enorme franja de la clase obrera, verdaderos parias que no tienen ningún derecho, porque intenta evitar que la amplia mayoría de los obreros desposeídos desplieguen su enorme de energía de combate contra los explotadores y su gobierno. Ellos aprendieron muy bien de los trabajadores de Mosconi que en el año 2000 protagonizaron una heroica lucha revolucionaria, cansados de ser obreros hambrientos viviendo sobre un mar de petróleo saqueado por las transnacionales imperialistas.
Pero no son todas limosnas. Por estas mismas razones, el gobierno de la Kirchner y este estado asesino masacraron a los obreros bolivianos, paraguayos y argentinos que osaron tomarse el Parque Indoamericano hace un año, peleando por tierra y vivienda digna, al igual que a los trabajadores que se tomaron las tierras de los Blaquier en Ledesma, Jujuy. Es sobre los sectores más explotados del proletariado donde este gobierno asesino más muertos se ha cobrado, ya sea con tiros o con hambre y desnutrición, como la que se vive en varias provincias.

Por eso, afirmamos que no fue por un problema del “atraso de la conciencia de las masas” que la amplia mayoría de los trabajadores votaron por la Kirchner, y no pudieron expresarse con un voto de independencia de clase, sino por el accionar de todas las direcciones de los explotados que se encargaron muy bien de que no surja un reagrupamiento de la clase obrera, bajo un programa para unir las filas obreras, comenzando por plantear la lucha por la “escala móvil de horas de trabajo y de salario”, es decir, por la reducción de la jornada laboral para que todas las manos disponibles entren a producir, y por un salario mínimo, vital y móvil de $6.000 indexado con cláusula gatillo según la inflación; y por “a igual trabajo, igual salario” y “todos bajo convenio”. Lamentablemente, todas estas justas demandas de la clase obrera, brillaron por su ausencia en la campaña electoral del “FIT”.

El conjunto de la clase obrera pagará muy pago el fortalecimiento del gobierno de la Kirchner. Hoy cuando la economía argentina y del resto del Mercosur empieza a chocarse con las rocas submarinas de la crisis económica mundial, los trabajadores sindicalizados deben verse en el espejo de esos millones de obreros que trabajan más de 12 horas, que no tienen obra social, ni jubilación, ni vacaciones, y muchos de ellos producen en talleres de cama caliente como los obreros inmigrantes. Es que a no dudarlo, la burguesía utilizará su triunfo electoral para intentar redoblar su ataque e imponerle al conjunto de los trabajadores una verdadera flexibilización laboral, al mejor estilo de Menem y su “ley Banelco”, y meter a toda la clase obrera en esta maquila en la que ha devenido la Argentina de los Kirchner.

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