volver al índice del Democracia Obrera Nº 54

A propósito de los Spots televisivos del “FIT”... 

Las direcciones del “Frente de Izquierda y los Trabajadores”
Tras las huellas de la pseudo teoría  de la “revolución por etapas” del estalinismo y la socialdemocracia

En esta campaña electoral, la política oficial de las distintas fórmulas presidenciales son publicadas en spot televisivos y radiales, que son vistos y escuchados -a diferencia de las prensas partidarias- por decenas de millones de explotados.
Aquí lo que cuentan son las posiciones del FIT que leen, ven y escuchan millones de explotados. Que tengan, de vez en cuando, materiales “r-r-rrrojos” para el reducido núcleo de lectores que estos partidos tienen, no cuenta en este período electoral. Los más de 400.000 votos no salieron de la prensa del PO ni de la del PTS, de las cuales no deben vender más que un par de miles de ejemplares.
Lamentablemente, el “FIT” no utilizó este enorme espacio de publicidad masiva, que tuvo en esta campaña electoral, para decirle a la clase obrera y a los explotados del campo y la ciudad que por no tomar el poder en el 2001/2002 estamos muy mal. En ese sentido, el “FIT” tampoco ha llamado a la clase obrera y al pueblo pobre a luchar por imponer su gobierno, el cual se conquistará combatiendo en las calles, poniendo en pie los organismos de autodeterminación y democracia directa para la lucha política por el derrocamiento revolucionario del poder de la burguesía y su estado.
Contrariamente, a esta explicación revolucionaria para la vanguardia combativa y las amplias masas, el “FIT” utilizó los spots para sembrar confianza en las instituciones del régimen burgués, porque justamente eso hace quien afirma que es posible “nacionalizar las empresas privatizadas”, “conquistar 8 horas de trabajo con salario digno” y “expulsar a la burocracia sindical”, metiendo “diputados de izquierda” para impulsar leyes en el Parlamento burgués. 
Los señores dirigentes del “FIT” se preparan para años de paz y una etapa donde, según sus propuestas, primará el parlamentarismo hasta que “las masas maduren y avancen en su conciencia”; en momentos que en las luchas de clases mundial la escena es ocupada por el crack, los asaltos revolucionarios de las masas y los golpes y pactos contrarrevolucionarios de la burguesía imperialista y todos sus agentes.
La cuestión es sencilla para el “FIT”. La pseudoteoría que rige su programa y su política es antiquísima. La formuló el menchevismo, la socialdemocracia y luego el stalinismo, liquidando al marxismo y al bolchevismo. No inventan nada nuevo.
El “FIT” le dice a la clase obrera lo siguiente: que es débil, que tiene “crisis de subjetividad”, que es atrasada, que no luchó lo suficiente y, por lo tanto, que no ha madurado aún para el socialismo. Por eso la lucha por la revolución socialista no existe en ningún spot de radio o televisión del FIT de Altamira y Castillo, del PO y el PTS. El socialismo ha sido proscripto en la campaña electoral del “FIT”.
Sólo llaman a construir una “alternativa política de los trabajadores” a nivel nacional, lo que equivale a hacer un Partido de Trabajadores –o como lo quieran llamar- que tenga muchos diputados “de izquierda” en el parlamento, para conseguir las leyes por las cuales los obreros luchan. Esto es hacer pasar al capitalismo decrépito de la época imperialista por el capitalismo pujante del siglo XIX.
¿Por qué esa tenaz persistencia y obstinación de fuerzas que se dicen “anticapitalistas” en no usar la  tribuna electoral para llamar a las masas a organizarse y combatir por la revolución socialista? Porque estas corrientes no luchan por ella. Opinan que la clase obrera y la nación sometida al imperialismo puede liberarse y conseguir conquistas en estas repúblicas bananeras, saqueadas en todos sus recursos naturales.
Asimismo, subyace en esta pseudoteoría reformista que la clase obrera, por lo tanto, tiene por delante un período parlamentario de años para recuperar los sindicatos, fortalecerlos, derrotar a la burocracia sindical en elecciones sindicales, poder organizar en los sindicatos a millones de contratados, organizar a los no organizados (como son los trabajadores en negro), ir colocando diputados de izquierda en el parlamento con los cuales conquistarán: las 8 horas, la nacionalización de las empresas privatizadas y del imperialismo, un salario digno y luego, con un movimiento bien maduro, con muchos diputados y con muchas conquistas ya conseguidas, esa “clase obrera vigorosa”… va a hacer el socialismo.
Hablemos claro. Lo que el “FIT” está proponiendo y le está diciendo a la clase obrera es que la lucha hoy es por la democracia, por el parlamentarismo, donde se conseguirán las demandas más acuciantes que reclaman las masas; y desde allí se liberará a la nación del imperialismo. Esta posición y la pseudoteoría de la revolución por etapas de la socialdemocracia y el stalinismo del siglo XX y lo que va del siglo XXI son dos gotas de agua.
¿En qué mundo vive esta gente? ¿En el de un capitalismo floreciente, que le dará décadas para organizar florecientes sindicatos y parlamentos de izquierda? Pero entonces se creyeron el modelo del capitalismo floreciente de los Kirchner.
Pero si al primer ventarrón de un punto de recesión en Brasil, dos puntos de recesión en Europa y dos puntos de retroceso de la economía china, se hunden las exportaciones argentinas y comienza el chantaje de suspensiones y despidos a la clase obrera. El 2001 no lo va a hacer la clase obrera, sino el imperialismo, que arrojará toda su crisis sobre las naciones oprimidas a las que hoy saquea y succiona bajo gobiernos bolivarianos o del TLC en todo el continente americano.
Altamira y Castillo creen que la Argentina está “blindada” contra la crisis mundial y no, que de la noche a la mañana, ésta puede entrar aquí ante el menor estornudo de la economía brasilera y derrumbar, como un castillo de naipes, a esta semicolonia, atada  por miles de lazos políticos, económicos y financieros al imperialismo en bancarrota.
Preparan a la clase obrera para épocas de paz, cuando lo que estamos viviendo es una época de guerra.
Por eso, desde Democracia Obrera peleamos bajo la bandera de la IV Internacional y la revolución permanente, que plantea: “con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas” (…) “la alianza de estas dos clases no es factible más que luchando irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía liberal-nacional

En esta época no hay ni habrá tiempo para las reformas que propone el “FIT”. Es que aún para mantener la superganancias de los capitalistas, hay que terminar de esclavizar a la clase obrera, arrancarle hasta la última conquista que le queda, inclusive debilitar a grados extremos los sindicatos -aun los dirigidos por la burocracia-, y poner a lo mejor de la vanguardia obrera bajo la guillotina de la cárcel, la represión y el procesamiento.
El “FIT” nos pinta un capitalismo pujante, una “Argentina democrática”, que le dará tiempo al reformismo de conseguir reformas sin tomar el poder ni hacer la revolución socialista. Es más, afirma que sin tomar el poder ni hacer la revolución socialista se puede expropiar al imperialismo y nacionalizarle sus empresas.

En resumen. Para el “FIT” no hay que tomar el poder, ni hacer luchas revolucionarias de la clase obrera para conquistar las 8 horas, para derrotar el ataque de los capitalistas, mantener las conquistas y expulsar al imperialismo que saquea la nación.
El “FIT” proscribió de su campaña electoral la lucha por el socialismo y la toma del poder. Incluso llaman a “cortar boleta”, creando ilusiones de que “no hay un enemigo en La Rosada”, como decía Hebe de Bonafini. En última instancia opinan que estamos en una “etapa democrática de la revolución”, donde la clase obrera puede conseguir sus demandas sin tomar el poder. Eso  el FIT lo deja para otra etapa, que no se sabe en qué década del siglo XXI ó XXII va a ser.

Frente a esta política enemiga del marxismo revolucionario, los trotskistas afirmamos que la clase obrera solamente podrá conquistar sus demandas y liberar a la nación del imperialismo luchando, confiando solamente en sus propias fuerzas, centralizándolas, poniendo en pie sus organismos de doble poder, para pegar como un solo puño y derrotar a la patronal, su gobierno y su régimen, avanzando en una insurrección victoriosa. Justamente la utilización revolucionaria del parlamento burgués es para preparar este combate. Contra la visión cretinamente parlamentaria de los ex trotskistas del “FIT”, los militantes de la IV Internacional en Argentina afirmamos, junto al marxismo revolucionario de nuestra época –el trotskismo-, que la solución íntegra y efectiva de todos los problemas acuciantes de las masas y la independencia de las naciones oprimidas sólo vendrá retomando el camino de la revolución obrera y socialista, con el proletariado tomando el poder y expropiando a todos los parásitos y piratas capitalistas.
Es que en Argentina y a nivel internacional se enfrentan dos teorías y dos programas: el de la revolución por etapas y de colaboración de clases, y la teoría-programa de la revolución permanente y la toma del poder y la revolución socialista por parte de la clase obrera, no sólo para conquistar sino también para defender hasta la más mínima de las conquistas logradas.

En la “etapa democrática” del “FIT”, su tarea se reduce a fijar la agenda de debate en el parlamento con el kirchnerismo, como de forma desfachatada ya anuncian todos sus candidatos, mientras la clase obrera puede conseguir reformas antes de que venga la desocupación, el crack, las cárceles se llenen de presos, antes que el país sea sometido a dobles y triples cadenas al imperialismo con el chantaje de la crisis mundial, antes de que estalle el Mercosur con un estornudo chino, y antes de que las fracciones burguesas se vuelvan a enfrentar por la renta agraria, usando a la clase obrera como carne de cañón, como en el 2008.
Pero, para el “FIT”, la “etapa parlamentaria”, pese a todo, se extenderá. Es que hay un amigo en La Rosada (¿Un gobierno burgués progresista, al que no llaman a derrotar en las calles?).
No inventamos nada, puesto que su único programa contra el gobierno es que “hay que hacer una alternativa política de los trabajadores”. Para nada plantean derrotar al gobierno para avanzar a la revolución socialista.

Un programa armado con los desechos del programa de la socialdemocracia y el stalinismo

El FIT y su propuesta de “nacionalización”, al no plantear “expropiación sin pago del imperialismo”, es una variante más de un programa nacionalista burgués

Hay que nacionalizar el petróleo y las privatizadas, bajo control de los trabajadores”, afirma Altamira en uno de sus spots que no supera los límites de un programa nacionalista burgués. Esta propuesta, de apariencia “socialista”, al no plantear la “nacionalización sin pago”, no ataca los intereses de la patronal. Es más, tranquilamente puede ser implementada por la burguesía. Por ejemplo, cuando Obama “nacionalizó” la General Motors en EE.UU. o Chávez hizo lo mismo con Sidor del Grupo Techint, estas empresas fueron “nacionalizadas” pagándole a sus dueños más de su verdadero valor con dinero arrancado de la superexplotación de las masas. La única diferencia que tiene Altamira con estas variantes burguesas es que este programa de nacionalización con indemnizaciones puede ser perfectamente “controlado por los trabajadores”. Un programa como este lo hizo el gobierno burgués de Perón en 1948 cuando nacionalizó los ferrocarriles, indemnizando con millones de dólares al imperialismo inglés; o como lo hizo Allende con el cobre chileno, o Cárdenas en México con el petróleo en los ’30. Todas estas conquistas antiimperialistas se perdieron, justamente, porque la clase obrera no se hizo del poder.

Esta propuesta electoral del “FIT”, por más que se pinte de “rojo”, no pasa de ser, como hemos demostrado, un programa nacionalista-burgués, que tampoco tendría algo que envidiarle a lo que hicieron los Kirchner con Aerolíneas Argentinas y con las cajas privadas de la jubilación, para que el estado tenga fondos y pueda dar subsidios y créditos que faciliten las superganancias de los monopolios imperialistas y los patrones esclavistas.

Contra esta debacle de la izquierda reformista, los trotskistas defendemos el Programa Transición de nuestro partido, la IV Internacional, que afirmaba: “La diferencia entre estas reivindicaciones y la estúpida consigna reformista de «nacionalización» radica en lo siguiente:
1.Nos oponemos a las indemnizaciones.
2.Alertamos a las masas contra los demagogos del Frente Popular que, defendiendo hipócritamente la nacionalización, continúan siendo en realidad agentes del capital.
3.Llamamos a las masas a que confíen sólo en su propia fuerza revolucionaria.
4.Enlazamos la cuestión de la expropiación con la de la toma del poder por los obreros y los campesinos.

Sí; aunque a Altamira y a Castillo no les guste, los trotskistas enlazamos la lucha por la expropiación sin pago del imperialismo y sus empresas a la toma del poder por los obreros y campesinos, a la revolución. Todo lo demás es un programa nacionalista burgués. Lo ubica al FIT como ala izquierda del kirchnerismo.
Tan preocupados está el FIT por ganarse los votos de Pino Solanas (una variante kirchnerista de izquierda), que han adoptado su programa y el de la fracción de izquierda de la burguesía nacional.

Es desde esta perspectiva revolucionaria que los trotskistas peleamos en la misma trinchera que los mineros y estudiantes de Chile que se han levantado contra el imperialismo, el gobierno de Piñera y el régimen cívico-militar bajo la demanda de renacionalización del cobre sin pago y bajo control obrero para financiar la educación pública, el salario obrero y todas las demandas de los explotados.
Estamos con los obreros bolivianos que ayer gritaban: “¡Fuera gringos! ¡El gas para los bolivianos! ¡Ni 30, ni 50, nacionalización de los hidrocarburos!”, y hoy plantean: “¡Aplastar al gobierno de Evo genocida!” y “¡Expulsar a las transnacionales!”.
Estamos con los trabajadores y la juventud explotada de EE.UU. que con su movimiento de los “Indignados” rodean Wall Street -la cuna del capital financiero internacional- y luchan por su expropiación como camino para resolver los padecimientos de las masas del país y el mundo.

Lamentablemente el “FIT” se ha negado a levantar en su tribuna electoral estos gritos de guerra de las masas revolucionarias del continente americano, verdaderos jalones de socialismo, que plantean a viva voz que para tener pan, trabajo, vivienda, salud y educación, hay que expropiar sin pago y bajo control obrero a todas las transnacionales imperialistas, sus propiedades, fábricas, tierras, bancos, y a toda la burguesía nativa.
El FIT plantea que la resolución íntegra y efectiva de los fines democráticos y de emancipación nacional de los países semicoloniales se pueden resolver sin que la clase obrera tome el poder e imponga su dictadura contra el capital; y sin que ésta se eleve como caudillo de la nación oprimida, enfrentando irreconciliablemente a la burguesía nacional para derrotar al imperialismo. Han liquidado la teoría de la revolución permanente, para abrazar la teoría de la revolución por etapas.

Sobre la jornada de trabajo de ocho horas que propone el “FIT”

Una parodia nacionalista, que oculta los heroicos combates internacionales y las huelgas generales mundiales con las que los trabajadores del planeta consiguieron las 8 horas. Pero esta conquista, por no tomar el poder, a cada paso se pierde

En otro de sus spots el “FIT” anuncia: “El salario mínimo debe cubrir la canasta familiar por una jornada de 8 horas de trabajo. Y nuevamente afirman que esta demanda se conseguirá votando “diputados de izquierda” al Parlamento.
Desgraciadamente, estas corrientes ocultan que las jornadas de trabajo de ocho horas fueron conquistadas a fines del siglo XIX y principios del siglo XX con huelgas generales revolucionarias a nivel mundial. Estos combates, dirigidos por la I y la II Internacional, le costaron al proletariado mundial miles de caídos como los Mártires de Chicago, masacrados en EE.UU. el 1° de Mayo de 1886.
Como decía Engels: “En el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. (Prefacio a la edición alemana del “Manifiesto Comunista”, 1° de Mayo de 1890).
Lamentablemente, los candidatos del “FIT” no tienen nada que ver con esta enorme tradición internacionalista que forjó la clase obrera mundial desde sus inicios para conquistar sus demandas. Es por eso que ni siquiera en sus spot publicitarios mencionan los combates revolucionarios de las masas del Norte de África y Medio Oriente, de Bolivia y Chile, ni denuncian a la burocracia castrista que está restaurando el capitalismo en Cuba con un millón de despidos.

En oposición a lo que manifiestan Altamira y Castillo, la clase obrera debe retomar el camino que llevó a la conquista de la jornada de las 6 horas por parte de los trabajadores del Subte.
No fue –como nos quieren hacer creer desde el “FIT”- la sanción de alguna ley de ninguna bancada parlamentaria lo que garantizó las 6 horas, sino todo un movimiento de organizaciones obreras alrededor de los trabajadores de Metrovías, al calor del combate revolucionario del 20 de diciembre 2001. Las jornadas laborales de 6 horas se conquistaron con huelgas, piquetes, movilizaciones, cortando las vías; en combate contra la burocracia de la UTA y sus pistoleros y contra la represión de la policía; con los movimientos piqueteros combativos y miles de trabajadores desocupados movilizados cortando los accesos y liberando los molinetes en las 5 líneas de subterráneos de la ciudad.

En el mismo sentido, para conquistar jornadas laborables de 8 horas para la clase obrera hoy, cuando la mayoría de los obreros ocupados trabajan en jornadas de 12,14 y hasta 16 horas por salarios miserables, hay que organizar una gran lucha. Hay que organizar al movimiento obrero de abajo hacia arriba. Hay que organizar los comités de desocupados, junto a comisiones internas que agrupen a los contratados y a los trabajadores en negro.
Pero para ello habrá que derrotar en las calles a los pistoleros de la burocracia sindical y enfrentar al gobierno y al estado que los sostiene como guardiacárceles del movimiento obrero.
Para conquistar la jornada de 8 horas, y no perderlas con suspensiones y despidos, como las que están ya la a vista, habrá que unir las filas de la clase obrera del Mercosur como mínimo, recuperando el carácter internacionalista de la lucha del proletariado, para dar una lucha seria. Es que el chantaje de las transnacionales de sacar la producción aquí o allá en cualquier lugar del Mercosur o del planeta vuelve imprescindible la unidad de las filas obreras a uno y otro lado de las fronteras como se hacía en el siglo XIX para conseguir las 8 horas de trabajo.
Sería ridículo y un embellecimiento ilimitado del gobierno de la Kirchner, esa burguesa de carteras y zapatos caros, pensar que una ley en el Parlamento puede resolver esta cuestión a favor de los trabajadores. Justamente, porque es en esta terrible flexibilización laboral, que garantiza la más criminal superexplotación obrera, en la cual se basa el ciclo de crecimiento rastrero y el modelo de “Argentina maquila” que otorga superganancias para los imperialistas y esclavistas y hambruna, inflación, carestía de la vida y miseria generalizada para la mayoría explotada de la nación oprimida.

Sin embargo la cosa no termina acá. El “FIT” se “olvido” de los trabajadores desocupados. Por eso no plantea la demanda de “escala móvil de salarios y de horas de trabajo”. Cómo si podría conquistarse jornadas laborales de 8 horas sin plantear la demanda de trabajo digno para todos. De esta forma las direcciones del “FIT” dejan a los trabajadores desocupados a merced de la voracidad patronal, que los utiliza como ejercito industrial de reserva para chantajear y tirar a la baja el salario del obrero ocupado.
 Contra esta política del “FIT”, que responde a los intereses de las capas privilegiadas del proletariado, el Programa de Transición trotskista afirma: “Los sindicatos y otras organizaciones de masas deben vincular a los que trabajan y a los desempleados con lazos solidarios de responsabilidad recíproca. Sobre esta base, todo el trabajo disponible se dividiría entre todos los obreros de acuerdo con la forma en que se determine la duración de la semana laboral. El salario medio del obrero sigue siendo el mismo que con la vieja semana laboral. Los salarios, con un mínimo estrictamente garantizado, seguirían el movimiento de los precios. No se puede aceptar ningún otro programa para el catastrófico período actual.

El “FIT”: enemigo de derrotar a la burocracia sindical en las calles

Vamos a derogar la ley de asociaciones profesionales y recuperar los sindicatos para los trabajadores”, anuncia el “FIT” con bombos y platillos en todos los canales de televisión.
Contra ellos, alertamos a los obreros que el Parlamento jamás derogará esta ley porque con ella regula el accionar de los sindicatos –su estatización- que le permite a los explotadores mantener su férreo control sobre la clase obrera. Los candidatos del FIT anuncian que los trabajadores deben quedarse tranquilos. Es que ellos, desde el parlamento, en un debate con todos los partidos burgueses, derogando la ley de asociaciones profesionales, le sacarán a la clase obrera el peso de la burocracia y del estado que la oprime y les rompen la cabeza cada vez que salen a pelear.
Pero siempre que la burguesía perdió el control del movimiento obrero lo que vino no fue parlamentarismo, sino los militares, los golpes de estado, los Videla, los Pinochet.
¡Basta de mentir! ¡Basta de convertir al parlamento en el paraíso de los explotados! Como lo manifiesta el himno  internacional de los trabajadores: La tierra será un paraíso hundiendo al imperio burgués.
León Trotsky y la IV Internacional han explicado que en las colonias y semicolonias, los regímenes y gobiernos sirvientes del imperialismo se asientan en la estatización extrema de los sindicatos, o bien en su liquidación, como vía de disciplinamiento del movimiento obrero y las masas explotadas. Es que a la burguesía le va la vida en impedir la independencia de las organizaciones obreras, porque cuando esto sucede, los sindicatos pueden dejar de cumplir su rol cotidiano, en época de paz, como planteaba la III Internacional, de luchar por el aumento de los salarios en el mercado de trabajo y por el mejoramiento de las condiciones del trabajador asalariado, para pasar transformarse en organismos de la lucha política de masas y de la revolución proletaria. Así, sucedió, por ejemplo, en la revolución boliviana de 1952 con la COB (Central Obrera), donde se organizaban la lucha por las demandas de toda la clase obrera y el campesinado pobre, llegando incluso a poner en pie las milicias obreras y campesinas para luchar contra el gobierno de la junta militar presidida por Hugo Ballivián.
 
No extraña que el “FIT” plantee esta especie de “vía pacífica” a “recuperar los sindicatos” y de “romper la dependencia de los sindicatos del estado burgués en los países semicoloniales”. Como la solución vendrá de las bancas de Altamira y Castillo, el FIT no puso su enorme peso político conquistado en esta campaña electoral para que las franjas más combativas de la clase obrera y sus organizaciones de lucha se centralicen y se coordinen para enfrentar los ataques de los capitalistas, a los pistoleros de la burocracia sindical. Los trabajadores lo han hecho cuando fueron atacados en la línea 60, o los obreros fueron presos como en el ferrocarril, a pesar y en contra de todos los spots y toda la campaña levantada por el FIT en esta campaña electoral.
Por eso nunca lucharon por que la vanguardia se centralice, conquiste sus organismos para la lucha política y les dé un escarmiento a los pistoleros que anidan en los sindicatos, los verdaderos guardianes del régimen del “pacto social” del imperialismo, los Kirchner y la “oposición” gorila.

La clase obrera solamente podrá romper con el control del estado sobre nuestras organizaciones y recuperar los sindicatos, derrotando en las calles a la burocracia sindical y a sus matones, centralizando a la vanguardia y poniendo en pie los piquetes obreros que salden cuentas con los burócratas traidores de la CGT y la CTA y abran el camino a la Huelga General que culmine poniendo de rodillas a la patronal y su gobierno.
¡Abajo las conciliaciones obligatorias! ¡Fuera las manos del estado de las organizaciones obreras! ¡Abajo todas las leyes que reglamentan como debe organizarse el movimiento obrero! ¡Los trabajadores nos organizamos como queremos!

La clase obrera debe conocer qué planteaba la IV Internacional en 1940, en contraposición a lo que hoy  manifiesta en clave socialdemócrata los señores dirigentes del “FIT”: “los sindicatos no pueden ser simples órganos democráticos como en la época del capitalismo librecambista y ya no pueden permanecer por mucho tiempo políticamente neutrales, o sea, limitarse a la defensa de los intereses cotidianos de la clase obrera. No pueden ser por mucho tiempo más anarquistas, es decir ignorar la influencia decisiva del estado en la vida del pueblo y de las clases.
No pueden ser por mucho más tiempo reformistas, porque las condiciones objetivas ya no permiten reformas serias y duraderas. Los sindicatos de nuestra época pueden o bien servir como herramientas secundarias del capitalismo imperialista para subordinar y disciplinar a los obreros e impedir la revolución, o bien por el contrario, convertirse en las herramientas del movimiento revolucionario del proletariado.
La neutralidad de los sindicatos es total e irreversiblemente cosa del pasado. Ha desaparecido junto con la libre democracia burguesa” (Trotsky, “Los sindicatos en la época imperialista”).
¡Hay que conquistar direcciones revolucionarias en los sindicatos! ¡Abajo la aristocracia y la burocracia obrera! ¡Abajo el descuento compulsivo de las cuotas sindicales, con las que la patronal corrompe a nuestros dirigentes! ¡Que las cuotas para nuestros sindicatos vengan a cobrarla los delegados al pie de cada maquina o línea de producción! ¡Basta de dirigentes millonarios y vitalicios! ¡Por dirigentes revocables en cualquier momentos por las asambleas de base, que ganen el salario de un obrero medio, y que después de cumplido su mandato vuelvan a trabajar!

¡En defensa de la teoría-programa de la Revolución Permanente!
Reforma o revolución: una alternativa de hierro para la clase obrera

Como se puede ver en estos botones de muestra, el PO, el PTS e IS no llaman a derrotar al gobierno de la Kirchner y a la oposición gorila, ni mucho menos a que la clase obrera en alianza con las clases medias empobrecidas de la ciudad y el campo luchen por la toma del poder y la expropiación de todos los capitalistas.
Por eso les cabe el apotegma que planteaba el estalinismo en los ’30 que inclusive estaba mucho más a la izquierda que el FIT de hoy: “Combatiendo cada día para aliviar a las masas laboriosas de las miserias que les impone el régimen capitalista, los comunistas subrayan que la liberación definitiva no puede ser lograda más que por la abolición del régimen capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado”. (Trotsky, ¿Adónde va Francia?).
Con esta formulación de los stalinistas en los ’30 ya el FIT se ruboriza. ¿Dictadura del proletariado? ¿Denunciar que esta “democracia” es para ricos y no para la clase obrera, y que no es más que una brutal dictadura del capital?¡Ni hablar!
Si se ruborizan estos ex trotskistas con el programa del stalinismo para la revolución en Francia en los ’30, no nos imaginemos qué dirán del programa de los trotskistas que, contra ese programa del estalinismo, afirmaban: “La fórmula política marxista, en realidad, debe ser la siguiente: ‘explicando todos los días a las masas que el capitalismo burgués en putrefacción no deja lugar, no ya  para el mejoramiento de su situación, sino incluso para el mantenimiento del nivel de miseria habitual; planteando abiertamente ante las masas la tarea de  la revolución socialista como la tarea inmediata de nuestros días; movilizando a los obreros para la toma del poder; defendiendo a las organizaciones obreras por medio de las milicias, los comunistas (o socialistas) no pierden, al mismo tiempo, ni una sola ocasión de arrancar al enemigo, tal o cual concesión parcial o por lo menos impedirle rebajar aún más el nivel de vida de los obreros’. (…) de un lado, el estalinismo, del otro, el leninismo. Entre ellos, un abismo”. (Trotsky, ¿A donde va Francia?).

El FIT ha renunciado a la lucha por el socialismo y por la toma del poder de la clase obrera. No es anticapitalista, es enfermero del capitalismo.
Miles de obreros han puesto su empeño en poner sobre sus hombros a una alternativa de los trabajadores y la izquierda para llevarlos hacia adelante. Ellos buscan un camino revolucionario. El FIT se lo esconde, lo oculta y los lleva, tras las vías del parlamentarismo burgués, a un callejón sin salida.
No tienen en sus manos las condiciones de la victoria, sino que prepararán nuevas derrotas y frustraciones de la vanguardia obrera, aún mayores a las que llevó la impotencia del MAS de los ’80 con su Frente del Pueblo y sus Izquierdas Unidas, que no lograron atravesar, sin partirse, destruirse ni estallar, cada proceso serio de la lucha de clases y el crack de la economía capitalista.
Lo mismo sucederá con el FIT. Es que éste es un matrimonio de conveniencia, que los unirá –o no- tener diputados comunes en el parlamento. Con algunas bancas, se alternarán año tras año. Pero con su programa, no preparan a la clase obrera para los duros y enormes combates que se avecinan.
Lo mejor de la clase obrera y la juventud argentina sólo puede pelear bajo la bandera de la IV Internacional y su programa: el de la revolución socialista internacional.
 

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