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Con el verso de la “democracia” que encarcela y mata a los trabajadores, y el terror de las bandas parapoliciales, la Kirchner y Macri quieren aplastar a la clase obrera

Detrás de la disputa por los negocios entre las facciones burguesas de la Kirchner y la oposición gorila, encabezada por Macri y Carrió, existe un gran acuerdo: aplastar a la clase obrera para que no quede ni rastro del 2001 y garantizar mayores condiciones de superexplotación para que el imperialismo y las trasnacionales sigan haciendo jugosos negocios.

En esencia la discusión es ¿cómo se hace? Para el “frente democrático”, con un férreo control de los sindicatos y las organizaciones obreras vía la estatización y con sus perros de presa de la burocracia sindical, con la casta de jueces videlista-peronista-radical y las FFAA legitimadas listas para reprimir y encarcelar a los sectores que se escapen del control de sus instituciones. Para los Macri y Carrió imponiendo el terror y aplastando físicamente a como de lugar, incluso armando bandas parapoliciales que escarmienten a la izquierda del movimiento obrero, avanzando sobre sus organizaciones de lucha, si fuera necesario también contra la burocracia colaboracionista.

En las descaradas negociaciones entre los “democráticos” y los gorilas, los K hacen gala de lo efectivo de su política. Dicen: yo legitimé todas las instituciones del régimen que fueron puestas en cuestión por la revolución, desvié cada lucha del proletariado porque controlo a la burocracia y aplasté a los más rebeldes sin que me tiemble el pulso, utilizando los más brutales métodos videlistas como cuando impuse el terror en Las Heras, persiguiendo a luchadores casa por casa, encarcelando y torturando obreros. Yo, dicen los K, procesé a más de 6000 luchadores obreros y populares con mis jueces legitimados, y encarcelé a quienes como Martino osaron enfrentar en mi país a mi socio, el estado sionista fascista de Israel. Yo, dice la Kirchner, un día hago aprobar la ley del matrimonio igualitario en el Congreso que relegitimé y al otro mando a la gendarmería a reprimir a los obreros de Kraft-Terrabusi que cortaban la ruta en defensa de sus puestos de trabajo. Y sino mando a mis matones de la burocracia sindical y mato. ¡Viste! Mi política sirve.

Mientras, los gorilas proclaman que ya no es necesaria tanta demagogia, y que es peligroso para sus negocios. Que hace falta una mano dura que no dude en reclutar lúmpenes y barrabravas para funcionar directamente como fuerza de choque y asesinos a sueldo que imponga el terror para que nadie más ose levantarse ni por el más mínimo de los reclamos.

El plan, comandado por los monopolios imperialistas, es el mismo: aplastar a las masas e imponer maquiladoras en todo el continente.
Pero este plan no se podría llevar a cabo sin el rol de la izquierda reformista de llevar a la vanguardia de la clase obrera en cada combate por salario, trabajo o vivienda a las mesas de negociación en el ministerio de trabajo,  subordinándola a la burguesía para impedir que las masas conquisten organismos de autodeterminación y democracia directa que unifiquen a todos los sectores de la clase obrera para enfrentar los planes de saqueo, que como parte de eso no conquiste la autodefensa armada para defenderse de la represión estatal y derrotar a las bandas fascistas. ¡Asambleas populares y asambleas piqueteras como en el 2001? Nunca más. ¿Comités de autodefensa como el que pusieron el pie los obreros en el Indoamericano? Ni hablar. ¿Unificar las filas para pelear por salario, vivienda, trabajo y contra la represión? Lejos.

Ya lo decía Trotsky a propósito de España en los ’30: “La coalición con la burguesía bajo la etiqueta del frente popular, la participación en el gobierno de frente popular, el apoyo político a un gobierno de este tipo, la renuncia a la agitación independiente y a la organización de cara al derrocamiento revolucionario del gobierno burgués, no pueden, en el mejor de los casos, sino alargar la agonía de la democracia burguesa y facilitar el triunfo del fascismo”. L.T. “Respuestas a preguntas relativas a la situación española 1937”.

Esto que vemos en Argentina no es para nada un fenómeno nacional, sino una expresión más de cómo el imperialismo, sus bancos, trasnacionales y monopolios, utilizan a todos sus agentes para aplastar a las masas e impedir la revolución. Ya los vimos actuar en Honduras, en Ecuador y en Bolivia, donde los fascistas controlan la mitad más rica en hidrocarburos del territorio nacional. Para hacerlo, para imponer estos planes de estrangulamiento sobre el proletariado y las masas explotadas han contado con los servicios de la izquierda reformista que somete a las masas a los Chávez, Morales, Lula y Kirchner que a su vez pactan con los “gorilas” para defender el conjunto de la propiedad y los intereses del imperialismo.

Las lecciones del marxismo revolucionario advierten que para la clase capitalista la diferencia entre democracia y fascismo no es decisiva, sino que utiliza para sus propios fines a uno u otro régimen según lo necesite. Para la izquierda reformista la democracia burguesa es la propia fuente de su existencia.  Para el proletariado es de vida o muerte impedir que surja el fascismo y la condición es conquistar la total independencia de sus organizaciones de lucha de la burguesía, poner en pié sus órganos de autodefensa y aplastarlo militarmente.

¡Hay que romper con la burguesía! El camino lo marcan las masas boliviana ¡Fuera los dirigentes colaboracionistas de las organizaciones obreras! ¡Abajo los traidores!

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