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Cuba - 11 de diciembre de 2016

Para los impostores del trotskismo, Fidel Castro fue un “líder revolucionario”
Para  los militantes de la IV Internacional, fue el “líder” de la restauración capitalista

“o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado obrero,
derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve a hundir al país en el capitalismo;
o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo”
Programa de Transición de la IV Internacional, 1938.

La bandera yanqui flameando en la isla, las principales transnacionales imperialistas operando en Puerto Mariel como zona franca, las masas cubanas padeciendo miseria… todo ello “no ha caído del cielo”. Son el subproducto de la política castrista que ante cada traición a la revolución mundial, fortaleció su política interna para garantizar las condiciones para la restauración capitalista.

La política histórica del imperialismo yanqui para con Cuba fue la de dar un golpe contrarrevolucionario invadiendo militarmente Cuba –como la que intentó en Bahía de los Cochinos-, acompañado por la burguesía gusana de Miami para que sea ella la que comandara la restauración capitalista en la isla. Como parte de este plan el imperialismo yanqui le impuso el bloqueo económico a Cuba. Este tenía dos objetivos: por un lado, atacaba directamente a las masas, para que se hundan más y más en la miseria; y al mismo tiempo, empujaba a que surgiera una fracción restauradora de la burocracia abiertamente pro yanqui, que levantase la política de volver al capitalismo y sentarse con el imperialismo para pactar la anulación del bloqueo.

Este plan fracasó. Al imperialismo no le dio la relación de fuerzas para aplicarlo por los heroicos combates que dio el proletariado en todo el continente americano durante los 70 y los 80 que rodearon de fuerza y solidaridad al proletariado cubano. ¡A ellos les rendimos honores los trotskistas!

Los hitos de la restauración capitalista

La entrega al imperialismo en 1989 de la URSS, el este europeo y China fue un durísimo golpe para las masas cubanas. Se impuso en la isla el llamado “periodo especial” donde el castrismo, que no podía imponer la restauración capitalista por la resistencia de las masas, se transforma en agente directo del imperialismo en la isla para crear las condiciones de la entrega de Cuba a Wall Street.

Luego de la derrota en la ex URSS, el imperialismo yanqui encabeza una ofensiva en su patio trasero imponiendo el plan Brady de saqueo a las semicolonias y con las “crisis de las deudas”, el imperialismo se quedó con todo vía privatizaciones.

Bajo estas condiciones, el castrismo llevó adelante “aperturas excepcionales” en el monopolio del comercio exterior y concedió “permisos” para la pequeña producción y la pequeña propiedad, con lo que se empezaban a reproducir fuertes tendencias capitalistas. El castrismo comenzó a aplicar reformas en el mercado como en el turismo, la hotelería y la minería de níquel, asociado a los monopolios imperialistas españoles, canadienses y franceses.
Sin embargo, a pesar de la burocracia, aún se mantenían en Cuba la propiedad nacionalizada de los medios de producción, el monopolio del comercio exterior y la planificación de la economía, pero extremadamente socavados, carcomidos, descompuestos por la política de la burocracia castrista. Mientras, todos los renegados del trotskismo alababan la política “anti-restauracionista” de Castro, cuando el PCC preparaba las condiciones para la restauración, pues la burocracia mantenía las bases del Estado Obrero, ya carcomidas, sólo para conservar sus privilegios, con lo que lejos de sostener a Cuba la hundía cada vez más.

En un primer momento de ofensiva restauracionista desarrollado en el “periodo especial”, se acrecentaba al máximo la desigualdad social, donde los sectores ligados a los negocios con el extranjero manejaban dólares, mientras la inmensa mayoría de los trabajadores y campesinos vivían terribles penurias con miserables cartillas de racionamiento. De esta forma la burocracia castrista arrastraba al Estado Obrero Cubano a una verdadera agonía y descomposición.

El segundo momento, signado por la profundización del bloqueo imperialista, y con el resto de los estados obreros ya restaurados al capitalismo, la burocracia castrista –que se pasa abiertamente al campo de la restauración- necesitaba redoblar su ataque restauracionista, y a partir de 1992-1995, reforma la constitución y avanza en imponer con empresas mixtas en Joint Ventures una doble moneda, socavando el régimen de transición del capitalismo al socialismo. Se desarrollan desde entonces dos economías paralelas. Una economía donde las masas cubanas se hunden en la miseria don un peso cubano devaluado, y en paralelo otra economía capitalista con las inversiones extranjeras en el turismo, hotelería y la minería del níquel, donde se maneja una moneda (el “chavito”) convertible uno a uno con el dólar. Allí se enriquecen los parásitos de la burocracia y sus hijos, es decir los nuevos ricos, exacerbando la desigualdad social.

Así se comienza a liquidar la conciencia igualitaria de las masas. Pues cada vez más los obreros y los campesinos cubanos identifican al “socialismo” como el causante de toda sus miserias y penurias. Esta política contrarrevolucionaria, socavaba a fondo el régimen de transición, y le daba vía libre a los elementos capitalistas de la economía cubana en detrimento de los elementos socialistas del régimen de transición.

El imperialismo, implementaba una mayor profundización en la colonización de Latinoamérica vía el ALCA, que significaba nada menos que un nuevo ataque al conjunto de las masas en el continente. En 1997 se abre una crisis económica mundial, donde se fugan los capitales de los países llamados “emergentes”, dejando a la deriva a las economías que subsistían a base de endeudamientos. Ante semejante ataque del capital financiero, las transnacionales y las burguesías cipayas, la respuesta de las masas no se hizo esperar. Ante el fantasma de la revolución que recorría el continente americano, desde Ecuador en 1997, la revolución argentina de 2001, la boliviana de 2003-2005, la lucha contra la guerra y por los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos, la comuna obrera y campesina en Oaxaca, la burocracia veía amenazada su existencia misma y sus planes de imponer definitivamente la restauración capitalista para transformarse en la nueva burguesía nativa de Cuba.

El castrismo comandando al FSM, desplegó una política de frentes populares para cercar y estrangular las revoluciones que se iniciaron en el continente: la estafa de la “revolución bolivariana”. Como parte de este operativo, diseminó por todo el continente a miles de “médicos y maestros” –cuadros castristas- que se encargaron de sostener, como en la revolución boliviana, a la boliburguesia. A su vez, esto le significaba al castrismo un enorme ingreso de divisas en dólares mientras transformaron al sistema preventivo de salud y de alfabetización conquistado por la revolución cubana, en un verdadero negocio con los estados comandados por la boliburguesia a los que le vendían “solidariamente” dichos servicios.

Más tarde el castrismo fue el garante de los pactos anti obreros que impusieron el imperialismo y las burguesías nativas en Bolivia y Colombia, sobre los cuales se asentaron los golpes contrarrevolucionarios como la dictadura militar en Honduras, la ocupación militar en Haití, la masacre a la resistencia en Colombia y la instalación de 5 bases militares para convertirla en un portaviones yanqui, la militarización en México, la asonada fascista en Bolivia y la intentona golpista en Ecuador. Como parte de esta política contrarrevolucionaria, el ala izquierda del FSM, los renegados del trotskismo cumplieron un rol fundamental dentro del frente popular establecido, la de contener y maniatar con el ELAC a la izquierda del proletariado subordinándolo a las burguesías y a los gobiernos de la “revolución bolivariana” y al “democrático” Obama.

Sobre esta relación de fuerza entre las clases es que la burocracia restauracionista, profundiza sus ataques al proletariado cubano antes que la revolución vuelva a ponerse de pie.

Así, llegamos al tercer momento de avance restauracionista en Cuba, cuando al calor de la crisis capitalista abierta desde 2007-08, en el Congreso de las Juventudes Comunistas del PCC realizado en 2010 vota que hay que despedir a 1 millón de trabajadores. Bajo el golpe a la revolución latinoamericana expropiada por la “Revolución Bolivariana”, a la que se subordinaron todos los renegados del trotskismo, se impone en Cuba un gobierno abiertamente restaurador del capitalismo en la Isla.

Luego de que el castrismo jugó un rol crucial contrarrevolucionario ante la revolución latinoamericana, comienza a colocarse como el principal agente del imperialismo para la restauración, ganándose ese lugar por haberle salvado su propiedad privada a la burguesía y al imperialismo en el continente, en el sur de África y dentro mismo de los Estados Unidos, esto se demostró con el ingreso de Cuba al ALBA y el consecuente saludo de Castro al gobierno de Obama.
Se pone en marcha una abierta acción burguesa contrarrevolucionaria. La camarilla de los Castro disciplina a las capas más ávidas y ansiosas de propiedad, que intentan dar zarpazos para acelerar la conquista definitiva del derecho de herencia. Así evita el posible disgregamiento del régimen restaurador, para que no se abran brechas en las alturas, por las que puedan irrumpir las masas cubanas enfrentando la restauración.
Con las resoluciones del VI Congreso del PCC en 2011 avanzan en imponer definitivamente una economía capitalista en la isla.

El pacto Obama-Castro consolida la restauración y la via libre a Wall Street y sus transnacionales que hoy se instalan en la isla para saquearla con todos los beneficios posibles otorgados por los Castro.

Ha muerto Fidel Castro, los renegados del trotskismo le rinden honores al líder del stalinismo entregador de la revolución socialista y sus conquistas.

 

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