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PALESTINA

Las masas palestinas inauguraron el siglo XXI con su grandiosa revolución

Diez años después, su combate sigue vivo

El ascenso y la resistencia de fines de los ’90 de la Intifada Palestina contra la opresión del imperialismo y el estado sionista-fascista de Israel dieron un salto en el año 2000. En aquel momento, las masas de Gaza y Cisjordania, hambreadas y expoliadas en su propia nación por un estado de ocupación, se rebelaban contra la propia burguesía palestina que pactaba con el estado sionista. Esta rebelión se expresaba en la toma de comisarías y en el desarme de la policía palestina y el armamento generalizado de las masas. Es decir, una ruptura abierta de las masas palestinas con la burguesía de la OLP y la Autoridad Nacional Palestina, y con los “Acuerdos de Oslo de 1993”.
En Palestina el proceso revolucionario, que inauguró el siglo XXI, fue respondido con un golpe contrarrevolucionario, con los tanques sionistas de Sharon entrando a Gaza y Cisjordania e invadiendo el sur del Líbano, donde se había concentrado la enorme revolución de la clase obrera y los explotados de Palestina, que amenazaba con destruir al estado sionista-fascista de Israel. El símbolo de esto fue toda la dirección de Al Fatah en Ármala, Cisjordania, reunida en su cuartel general, cercada por los tanques sionistas, que en realidad la preservaron para desarmar a los tiros y cañonazos limpios a la clase obrera y los explotados palestinos.
Esta política de rendición y sometimiento al estado sionista y sus masacres provocó una ruptura de amplios sectores de las masas con Al Fatah. Las masas se habían negado a aceptar los “acuerdos de Oslo” de 1993 y la ruta trazada de los “dos estados” donde, a cambio de desalojar algunos asentamientos, la nación palestina, cercada en campos de concentración, debía reconocer al estado sionista y entregar su capital Jerusalén.
Este proceso de radicalización de masas en la resistencia terminó con el triunfo de Hamas en las elecciones en Gaza y Cisjordania (2006), quien demagógicamente decía, para poder contener a las masas, que no iba a reconocer al estado de Israel. Así, esta fracción de la burguesía, ligada a Siria y a Irán, pudo canalizar el enorme desprestigio de Al Fatah y la OLP, quienes no reconocen el triunfo electoral de Hamas en Cisjordania y, apoyado por el ejército sionista, desaloja a Hamas de esa región a los tiros, obligándolos a recluirse en la franja de Gaza.
En este proceso de ruptura abierta con Al Fatah, las masas palestinas se alinean con Hamas y con Hezbollah (del Líbano) que siguen sin reconocer, formalmente, al estado sionista de Israel.
El plan de las burguesías árabes y del imperialismo para controlar a las masas palestinas, fue roto cuando, el año 2006, el ejército sionista invade el sur del Líbano. Allí fue derrotado en una magnífica guerra civil de clases de masas, donde disparaba contra el estado sionista el médico, el oficinista, el obrero, el empleado público, etc. Un magnifico triunfo revolucionario contra un invasor, que reafirmó la tesis trotskista de que un ejército convencional poderoso no puede dominar territorio sin ganar una guerra casa a casa.
Este triunfo de las masas del Líbano fue utilizado por Hezbollah que, montado sobre la lucha de las masas, entró al gobierno proimperialista de Siniora, que no había disparado ni un solo tiro contra el invasor sionista, y repartirse los negocios de construcción y telecomunicaciones con las empresas imperialistas en ese país.

La burguesía palestina pro-siria y pro iraní solamente buscaba usar a las masas para pactar con el imperialismo en el Líbano un gobierno de unidad nacional sin las tropas sionistas. Además, esta burguesía, vía Egipto, buscaba negociar con los Hermanos Musulmanes y Mubarak un nuevo acuerdo con el sionismo. Esto, sobre la base de un chantaje de masas y de una guerra burguesa convencional, es decir, con ataques a poblaciones por territorios.
A la burguesía de Al Fatah le quedaron millones de dólares al año por administrar los campos de concentración de Cisjordania y los muros que la cercan, mientras las masas revolucionarias de Gaza quedaron fuera de control y, a cada paso, amenazaban con desbordar la dirección de Hamas. En respuesta a esta situación no definida históricamente, se lanza la operación “plomo fundido” a fines de 2008, el último servicio de Bush a Obama. Es decir, el de “tierra arrasada”, de la destrucción física de Gaza para que no quede ni rastro de la rebeldía de las masas palestinas, que no reconocen al estado sionista contrarrevolucionario de Israel.
La mayoría de la dirección burguesa de Hamas se trasladó a Egipto a vivir, mientras masacraban a las masas palestinas que combatían solas heroicamente en Gaza. Esta vez el estado sionista preservó a la dirección burguesa de Hamas en Egipto para que, luego de que Gaza sea aplastada, ésta firme la rendición y el reconocimiento del Estado de Israel.
Pero antes había que derrotar a las masas revolucionarias de Gaza, someter a la clase obrera de Cisjordania a los campos de concentración bajo la dirección de Al Fatah, con todo el apoyo del castrismo y del imperialismo mundial. Había que mantener bajo la bota del asesino rey Hussein de Jordania a más de 4 millones de palestinos de la diáspora. Y en el Líbano había que desarmar a las masas y hacer un ejército más profesional de Hezbollah, para sostener a las tropas de la ONU en la frontera del Líbano con el estado de Israel, y que se fusione y se coordine con los 20.000 soldados del ejército oficial del Líbano bajo la dirección del partido burgués proimperialista.
Es bajo estas condiciones históricas y concretas que suceden los acontecimientos en los que las masas palestinas amenazan con irrumpir nuevamente con acciones revolucionarias.

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