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LIBIA:

¡Ni CNT de los generales khadafistas gerentes de la ENI y las petroleras, ni federación de jeques millonarios de las patronales esclavistas!

¡QUE SE VAYAN TODOS YA!

¡Gobierno provisional revolucionario de los comités de fábrica y las milicias obreras que no se venden al CNT ni entregan sus armas!

Luego del derrocamiento de Khadafy, la clase obrera ha vuelto a las fábricas a producir. A los pozos petroleros, a la construcción, a los puertos, a la industria liviana y metalúrgica, vuelven los obreros a trabajar con el fusil que empuñaron para combatir contra Khadafy. En cada fábrica y lugar de trabajo se cuentan por decenas los mártires  obreros de la revolución. Esto demuestra, contra todos los canallas reformistas que calumniaban a las milicias diciendo que eran “tropas terrestres de la OTAN” y sostiuvieron que en éstas no estaban los obreros, que el corazón de la revolución fue y sigue siendo la clase obrera que conquistó su armamento derrotando al ejército de Khadafy.
Son ellos, los obreros revolucionarios libios, quienes hoy vuelven a encender los hornos de las acerías de Misarrata y, coordinados con las milicias, consiguen los insumos necesarios para la producción, la organizan y comienzan expulsar de los directorios de las empresas a los patrones y gerentes khadafistas. También ponen en marcha la educación en las escuelas, la limpieza en las ciudades y reestablecen los servicios públicos.
Los obreros portuarios de Trípoli se organizan, hacen huelgas con piquetes armados, levantan sus pliegos de reclamos y llaman a coordinarse a todos los trabajadores, ejemplo que siguen hoy los portuarios y obreros metalúrgicos de Misarrata, que ponen en pie sus comités de fábrica. De esta forma los explotados libios han comenzado a tomar la solución de la crisis en sus manos, poniendo en marcha la producción. Los obreros, con sus demandas, llevan la lucha revolucionaria contra Khadafy a cada fábrica, poniendo en cuestión la propiedad de los capitalistas.
Las masas libias hicieron esto a pesar y en contra de todas las direcciones reformistas que montaron un cerco internacional diciéndole a la clase obrera mundial que las milicias revolucionarias eran “armadas por el imperialismo”, para que nadie las defienda. Todo para impedir que la clase obrera tome el poder, y que las masas del mundo comiencen a pelear como en Libia.

En Libia hoy se enfrentan  dos poderes. Por un lado, está el poder de la clase obrera y los explotados libios, que en su heroico combate por el pan, el trabajo y la independencia nacional desarmaron a la policía, destruyeron al ejército, conquistaron el armamento, descalabraron las bases del estado burgués y ahora ponen en pie los comités de fábrica armados junto a las milicias.
Por otro lado, está el poder de la burguesía, los generales y políticos khadafistas que componen hoy el Consejo Nacional de Transición (CNT), lacayos absolutos del imperialismo. Ellos hoy concentran aún, bajo su mando, el control de las principales actividades productivas libias, como es el caso del petróleo, del cual le están entregando a las transnacionales como la Total francesa y la ENI italiana más de 300 mil barriles diarios.

Los obreros vuelven a las fábricas armas en mano y esto es irreconciliable con el orden burgués. Esto lleva a una tensión permanente entre los dos poderes, el de los explotadores del CNT, lacayos del imperialismo, que han expropiado, por ahora, el triunfo de la revolución; y el de la clase obrera, sus comités de fábrica armados y sus milicias.
Producto de la traición de las direcciones reformistas, que cercaron a las milicias calumniándolas, y sometieron a los explotados de Egipto y Túnez a las trampas “democráticas”, y a pesar de lo lejos que llegó la revolución en Libia, las masas aún no han logrado hacerse del poder. Es que el capitalismo no las prepara para ello, y éstas, al no poseer un partido revolucionario que combata por centralizar sus organismos y las lleve a tomar el poder, no se lo plantean, por más que estén armadas y lo tengan al alcance de la mano,
Eso es lo que transforma la fortaleza de las masas, la excesiva confianza en su armamento, en su debilidad, puesto que los resortes fundamentales del poder siguen en manos de la burguesía. El CNT, mientras las masas lo presionan sin tomar el poder, da concesiones menores, mientras le garantiza al imperialismo el saqueo de lo fundamental de las riquezas libias, e intenta recomponer las instituciones maltrechas del estado burgués.
Para conseguir hasta la más mínima de las concesiones, como el aumento salario conquistado por los obreros de Misarrata, hubo que hacer una revolución, derrocar a Khadafy y dejar miles de mártires en el suelo libio.

Esta situación no puede mantenerse por mucho tiempo más. O la clase obrera y los explotados se hacen del poder, o bien la burguesía lacaya del imperialismo, si logra imponer los engaños y conspiraciones contra las masas, reconstituirá un ejército regular que cubrirá Libia con un nuevo baño de sangre, imponiéndose un régimen igual o peor que el de Khadafy.
Para impedir que la clase obrera se haga del poder y darle un escarmiento a las masas explotadas del Norte de África, Medio Oriente y el mundo, que se sublevaron contra el hambre, la desocupación y la opresión, para no pagar la crisis económica mundial, es que el imperialismo concentró sus fuerzas para masacrar en Siria.

Mientras la clase obrera se niega a entregar las armas, el CNT, lacayo del imperialismo, conspira para desarmar a las masas y destruir el poder de la clase obrera

La burguesía del CNT junto a sus generales y políticos khadafistas, todos lacayos del imperialismo, hicieron mil y un intentos para desarmar a las masas. Sin embargo, todos sus planes fracasaron, porque las masas se niegan a entregar las armas.
Primero, la burguesía imperialista quiso hacerle creer a los explotados del mundo que habían sido ellos quienes habían acabado con el chacal Khadafy, para intentar expropiarles el triunfo revolucionario a las masas. Sin embargo, no terminaba Hillary Clinton de anunciar que “las fuerzas de la OTAN habían matado a Khadafy”, cuando se develaba la verdad, y en el mundo entero comenzaron a circular las imágenes del ajusticiamiento de Khadafy a manos de las milicias revolucionarias.
Cuando esto quedaba claro, los estados mayores imperialistas y sus lacayos del CNT, para impedir que los explotados del mundo siguieran el ejemplo de las masas libias, anunciaban que los que mataron a Khadafy serían juzgados. Este intento también fracasó. Quienes ajusticiaron a Khadafy fueron considerados héroes por la amplia mayoría de las masas libias. En ese momento, también, sectores de la clase obrera mundial planteaban que había que luchar como en Libia, como las masas nigerianas que se sublevaron por el pan, al grito de: “¡Fuera Jonathan, o morirás como Khadafy!”.
La burguesía siguió intentando desarmar a la clase obrera y los explotados. Con ese objetivo el CNT anunció un ultimátum para que las masas entregaran sus armas, dándoles un plazo máximo: el 20 de diciembre del año pasado. Sin embargo, una vez más los explotados se negaron a desarmarse y entregarles las armas al CNT, que jamás estuvo en el campo de batalla.

Hoy, ante el fracaso de sus intentos por desarmar a las masas, la política del CNT y el imperialismo para destruir el poder de los explotados consiste en dividir y separar a las milicias de la clase obrera y sus organizaciones. Para ello, impulsa una política de cooptación de las milicias para corromperlas, otorgando una indemnización de entre 2.000 y 4.000 dólares a los milicianos que reconozcan al CNT como poder legítimo y que declaren estar bajo sus órdenes.
El CNT necesita poner en pie un ejército regular para recomponer las bases del estado burgués, y, para esto, ofrece 500 dólares mensuales a los milicianos, con la condición de ejercer un día a la semana como soldado, y el resto de la semana quedar como reservista. Este plan apunta al desarme paulatino de las masas; pues el soldado, una vez que acepte el plan de ser reservista, no podrá llevarse más el arma a su casa, y deberá dejarla en el cuartel bajo el control de los generales khadafistas.
El CNT intenta cooptar a un sector de la dirección de las milicias, para convertirlas en un apéndice del estado burgués. El peligro es que esa dirección de las milicias comience a administrar las pequeñas “concesiones” que el CNT se vio obligado a entregar ante la presión de las masas que siguen pujando por conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional, y surja una burocracia colaboracionista del reparto de estas migajas.
El CNT, con apenas un puñado de miles de dólares, quiere corromper a las milicias, mientras las transnacionales a quienes éste gobierno de khadafistas sirve se roban miles de millones de dólares de la renta petrolera. Como dicen los mismos obreros libios, es como “un ladrón que luego de robarte 42 años, como lo hizo Khadafy, te devuelve unas cuantas monedas del botín”.
Contra el intento de cooptar a los dirigentes de las milicias hay que seguir el ejemplo de los miles de milicianos que no se subordinan al CNT. ¡Fuera las manos del CNT de las organizaciones obreras y las milicias! ¡Las armas no se entregan! ¡La sangre derramada no será negociada! Contra los intentos de corromper a los dirigentes de las milicias: ¡Hay que elegir, mediante asambleas, delegados de base revocables y rotativos! ¡Todo lo que con nuestra lucha le arranquemos a los millonarios del CNT, debe repartirse democráticamente en las asambleas de los comités de fábrica, las organizaciones de masas y las milicias! ¡Las armas son para defender la decisión de las asambleas obreras!

El CNT aplica una política de frente popular, que intenta adormecer a las masas con promesas democráticas, como el anuncio de elecciones para julio próximo, tal como lo hicieron en Túnez, o con “concesiones” secundarias. Las masas luchan con huelgas y movilizaciones, armas en mano, para conseguir sus demandas. Al hacerlo desestabilizan al gobierno del CNT y vuelven imposible el control, la administración y el funcionamiento normal del estado. Toda su política de engaño y cooptación, busca disgregar las filas de la clase obrera, separar a las milicias de las masas explotadas y avanzar en recomponer el estado burgués.
Una vez conseguido esto –si es que logra imponerlo- la burguesía no dudará en aplicar golpes contrarrevolucionarios para liquidar el ala izquierda de las masas libias, es decir, al sector que no se subordine al plan burgués.
Pero la amplia mayoría de las masas revolucionarias no está dispuesta a desarmarse y, de hecho, con su lucha, todos los días enfrentan al CNT.

La crisis del estado libio y las disputas entre las distintas fracciones de las burguesías regionales por controlar a las masas revolucionarias y por la renta nacional

Tanto el CNT como las burguesías regionales de toda Libia tienen un mismo objetivo: desarmar a las milicias y estabilizar un estado que les permita continuar con el saqueo para las transnacionales imperialistas y la superexplotación del movimiento obrero. Es decir, tanto el CNT como los llamados “jefes de tribus” regionales, todos multimillonarios y khadafistas, buscan derrotar la revolución y restablecer el orden social capitalista.
Antes de la revolución, Khadafy era quien repartía las ganancias y disciplinaba a las fracciones burguesas de las distintas regiones libias. En un comienzo regateaba una tajada de la renta petrolera a sus amos imperialista, y en los últimos años, como todo gobierno nacionalista burgués, se convirtió en su agente directo.
El CNT quiere ocupar el lugar que antes tenía Khadafy, como árbitro del reparto de las ganancias entre las distintas pandillas burguesas. Sin embargo se trata de un gobierno debilísimo como administrador central de un estado en crisis, pues se asienta nada más que en el sostén que le da el imperialismo y no en el control absoluto sobre las masas, que no se desarman.
Ante la imposibilidad del CNT de desarmar a las masas y destruir el doble poder, las burguesías regionales quieren demostrarle al imperialismo que ellas son las que pueden controlar y desarmar a las milicias, y así  negociar directamente con el imperialismo su tajada en los negocios.

Hablando de “federación, democracia e igualdad”, estos “jefes de tribus”, verdaderos jeques millonarios que estaban con Khadafy, intentan transformar a Libia en una federación, dividiéndola en tres regiones, cada una con su propio ejército local: la de Tripolitania, donde está el poder político y los principales puertos; la de Fezzan, donde se concentra la actividad comercial y el mercado de fuerza laboral esclava; y la de la Cirenaica, esencialmente petrolera. Por esa razón, fue la burguesía de la región de la “Cirenaica”, donde se produce el 70% del petróleo libio y cuya ciudad principal es Bengasi, la que primero salió a reclamar autonomía. Esta burguesía, compuesta por políticos y empresarios que fueron antiguos socios de Khadafy, se reunió para declarar la “autonomía” de la región.

Pero ese “Consejo de la Cirenaica”  fue repudiado por las milicias revolucionarias, que marcharon al lugar donde se habían reunido y quemaron el predio al grito de “¡ladrones y corruptos!”, desenmascarando el verso de la “democracia y la igualdad”. ¡Sin expropiar el petróleo que se roban las transnacionales no habrá ni “democracia” ni “igualdad”, ni pan, ni trabajo! Las masas continúan su lucha revolucionaria porque las demandas por las que se levantaron contra Khadafy aún están pendientes.
Las brechas y la crisis revolucionaria en las alturas continúan abiertas en Libia. ¡Ni CNT de los generales khadafistas gerentes de la ENI y las petroleras, ni federación de jeques millonarios de las patronales esclavistas! La clase obrera y los explotados que enfrentan al CNT y a las burguesías locales necesitan una estrategia independiente y una dirección revolucionaria que prepare la insurrección y la toma del poder.
 

¡Que se vayan todos YA! ¡Gobierno provisional revolucionario de los comités de fábrica y las milicias obreras que no se venden al CNT ni entregan sus armas!

El CNT intenta expropiar nuestra revolución, haciéndonos creer que solo él puede “administrar la economía del país y establecer relaciones internacionales”. Quiere hacerle creer a las masas que sin él, las empresas extranjeras “no nos ayudarán”, y que por lo tanto es “imprescindible” para administrar el país. ¡Mentira! ¡Somos los trabajadores los que extraemos cada gota de petróleo, los que todos los días echamos a andar toda la producción y los verdaderos dueños de Libia y no necesitamos de las transnacionales para echar a andar la economía! ¡Son las empresas petroleras imperialistas italianas y europeas las que necesitan nuestro petróleo!
La clase obrera, con sus comités de fábrica armados y coordinados con las milicias revolucionarias, como en las acerías de Misarrata y en los puertos de Libia, comienzan a tomar, en sus propias manos, la tarea de volver a echar a andar la producción después de la guerra. ¡Ese es el camino! ¡Hay que generalizar en toda Libia los comités de fábrica que se ponen de pie para producir bajo control de los trabajadores! La burguesía del CNT, a espaldas de los explotados, vuelve a poner en los directorios de las empresas a los patrones y gerentes khadafistas, que son expulsados por los obreros de Misarrata, que, bajo armas, avanzan en poner en pie asambleas con democracia directa. ¡Fuera los directores y patrones asesinos khadafistas de todas las empresas de Libia! ¡Directorios obreros elegidos en asamblea! ¡Por el control  obrero de toda la producción!
Para echar a andar la economía es imprescindible nacionalizar los bancos, que son los que controlan y dominan toda la economía ¡Banca estatal única bajo control de los trabajadores!

Los portuarios de Trípoli y Misarrata llaman a los trabajadores a pelear como un solo puño. Hay que coordinar y centralizar a nivel nacional el verdadero poder de los trabajadores y el pueblo pobre de Libia. ¡Convoquemos ya mismo a un Congreso nacional de delegados de base de los comités de fábricas armados, de todas las organizaciones obreras y de los explotados, junto a las milicias de toda Libia! En cada ciudad, barrio y lugar de trabajo hay que poner en pie comités de fábricas, de estudiantes, consumidores, desocupados, de inquilinos, de trabajadores inmigrantes, etc., coordinados con las milicias revolucionarias. Como los obreros portuarios de Trípoli, hay que levantar un pliego único de demandas de todos los explotados.
¡Ese Congreso tendrá toda la autoridad para poner en pie, mediante una insurrección triunfante, un Gobierno Provisional Revolucionario de los comités de fábrica y las milicias obreras que no se venden al CNT ni entregan sus armas! ¡Ni CNT de los generales khadafistas gerentes de la ENI y las petroleras, ni federación de jeques millonarios de las patronales esclavistas!

Para conquistar el pan, la salud, la educación, el trabajo, la independencia nacional, y todas las demandas de los explotados, hay que comenzar por expropiar el petróleo y poner a funcionar la economía bajo control de los trabajadores. El CNT y toda la burguesía quieren hacer respetar el “sacrosanto” derecho a la propiedad privada diciendo que “El Corán prohíbe robar” ¡Los únicos ladrones son el imperialismo y la burguesía que se roban el petróleo y todas las riquezas que producimos los trabajadores en Libia! ¡Debemos recuperar lo que nos robaron! ¡Mientras el CNT dice que no hay recursos, exporta miles de millones de dólares en petróleo para las transnacionales imperialistas, y los explotados somos condenados al hambre, el desempleo y la miseria! ¡Basta de mentiras sobre las ganancias de los patrones! ¡Abajo el secreto comercial! ¡Que se abran los libros de contabilidad! ¡El petróleo para los libios! ¡Ahí están los recursos para el salario, el trabajo, la vivienda, la salud y la educación de todo el pueblo libio! ¡Expropiación, sin pago y bajo control obrero del petróleo y todas las fábricas de Libia!
¡Basta de migajas para los trabajadores! ¡Con los recursos que se roban el imperialismo y sus lacayos del CNT se puede reconstruir todo Libia! ¡Hay que impulsar un plan de obras públicas bajo control obrero para reconstruir todo el país!
La burguesía quiere utilizar a nuestros hermanos de clase egipcios y de demás países de la región para, pagándoles una miseria, hundir nuestro salario. ¡No lo permitamos! ¡Basta de trabajos de primera y segunda categoría! ¡Abajo la flexibilización laboral y el trabajo esclavo de los que en nombre de un falso “socialismo” martirizaron a la clase obrera! ¡Trabajo para todos los obreros de Libia y sus hermanos inmigrantes de Egipto y Túnez! ¡Salario mínimo de 1.500 dólares para todos! ¡Las riquezas son de quienes las producimos!

¡Hay que terminar con todos los patrones, generales y políticos khadafistas, hoy travestidos de “democráticos” cobijados por el CNT! ¡Tribunales obreros y populares para juzgar y castigar a los asesinos del pueblo libio!

¡Una sola clase, una sola lucha en todo el Norte de África, Medio Oriente y el mundo!

Nuestros hermanos de clase de Egipto y de Túnez, derrocando a Mubarak y a Ben Alí, nos facilitaron el camino de nuestro combate contra el dictador Khadafy. Sin esa ayuda, los ejércitos contrarrevolucionarios de Túnez y Egipto no hubiesen dudado en salir en auxilio de Khadafy para aplastar nuestra revolución. La revolución libia es un eslabón más de la única cadena de revoluciones de todo el Norte de África y Medio Oriente, donde las masas explotadas se alzaron contra la catástrofe y miserias a las que son condenadas por los parásitos capitalistas.
El imperialismo y sus gobiernos lacayos intentan desesperados derrotar y aplastar la revolución. La sangrienta masacre que hoy el carnicero Al Assad, a cuenta del imperialismo, descarga sobre las masas sirias, busca frenar la cadena revolucionaria del Norte de África y Medio Oriente y, por ello, es también un golpe contrarrevolucionario sobre la revolución libia, buscando impedir que ésta se expanda a toda la región. Las masas libias, para acudir en auxilio de sus hermanos de clase sirios, deben derrotar al CNT, expropiar al imperialismo y tomar el poder. ¡Una sola clase, una sola lucha en toda la región!
Los obreros metalúrgicos de Misarrata llaman a todos los trabajadores del mundo a seguir su ejemplo y enfrentar a los gobiernos y regímenes hasta derrocarlos, luchando por el verdadero socialismo. Este llamamiento tiene que ser tomado en sus manos por los portuarios de Oakland para volver a poner en pie el movimiento contra la guerra en Estados Unidos; por los trabajadores de Grecia y España, a los que le imponen la flexibilización laboral de Khadafy. Las demandas de los obreros de Misarrata es la de todos los obreros del mundo.

¡De pie junto a las masas sirias! ¡Hay que romper el cerco impuesto contra las heroicas masas sirias! ¡Que vuelvan a levantarse las martirizadas masas palestinas, hoy bajo ataque del gendarme del imperialismo, el estado sionista-fascista de Israel! ¡Por la derrota militar del imperialismo yanqui en Irak y Afganistán!
¡Por brigadas obreras internacionales para ir a combatir a Siria, enviadas desde los sindicatos de Egipto, desde el Túnez revolucionario, desde Europa, Estados Unidos y todo el mundo! ¡Que triunfe la revolución socialista en el Norte de África y Medio Oriente!
¡Que se ponga de pie la clase obrera europea, hoy maniatada por la burocracia sindical y la izquierda reformista! ¡Abajo la Europa de Maastricht de Merkel, Sarkozy, la monarquía de los Borbones y demás carniceros imperialistas! ¡Abajo Putín y demás asesinos y lacayos del imperialismo del este europeo! El enemigo ya lo marcó la vanguardia de la juventud y la clase obrera norteamericana: es el 1% de una oligarquía financiera mundial, que le tira toda su crisis a la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo. Por ello ya se pinta y se combate en las calles de Misarrata: “¡Hoy en Libia, mañana en Wall Street!”

La hora de reagrupar las fuerzas de los revolucionarios internacionalistas del proletariado mundial ha llegado.
¡Por una Conferencia Internacional de los trotskistas principistas y
las organizaciones obreras revolucionarias!

Los dirigentes de todas las organizaciones reformistas del mundo, en nombre del “socialismo”, han levantado contra la revolución en Libia y todo el Norte de África, un enorme cerco, con calumnias, puñaladas por la espalda, traiciones y engaños. Todo, en última instancia, para que la clase obrera no tome el poder y para que las masas explotadas del mundo no sigan el camino revolucionario marcado por la clase obrera libia.
 
Así las direcciones reformistas sometieron a la clase obrera a su propia burguesía. En Alemania, dijeron que los obreros alemanes “no debían pagar la crisis de lo griegos”. En Grecia les dijeron a los trabajadores que su crisis era “culpa de los alemanes”. En Inglaterra culparon de la crisis a los inmigrantes, y las burocracias y aristocracias obreras levantaron la consigna de: “¡Trabajo inglés para los ingleses!”. Así, los partidos socialimperialistas y los renegados del trotskismo les cuidan el bolsillo izquierdo a sus propias burguesías, para que los gobiernos imperialistas, con el dinero robado a los trabajadores y las masas explotadas, salven a los banqueros de su crisis.
Como parte de esta división de la clase obrera, los renegados del trotskismo del POR mocionaron en la COB de Bolivia que los trabajadores debían apoyar al “antiimperialista” Khadafy, imponiéndole así a la vanguardia de la clase obrera latinoamericana la división con lo más avanzado del proletariado del Norte de África y, al mismo tiempo, el sometimiento a su propia burguesía, el bolivariano Morales. Esto, la división de las filas del proletariado internacional, es el rol de la V Internacional, legitimada por toda la izquierda reformista y los renegados del trotskismo.
Ellos, desde sus cómodos sillones y sus lujosas salas, afirman que el problema es que las masas del Magreb y Medio Oriente “no tienen conciencia socialista”.
¡Su cinismo no tiene límites! ¿Qué conciencia pretenden que tengan los explotados de la región? En nombre del “socialismo” se cometieron los peores abusos contra las masas trabajadoras. En las empresas de Khadafy, como la “Compañía Socialista Portuaria”, los obreros trabajaban doce horas por día, con salarios de miseria, con la salud destruida, sin ningún derecho, con una heladera para 2.000 obreros y con vestuarios a la intemperie.
Ju Hintao y todos los mandarines del PC chino, portavoces del “socialismo de mercado”, son quienes le garantizan a las transnacionales imperialistas millones de obreros esclavos que producen en las peores condiciones de maquila y, si se rebelan, son aplastados a sangre y fuego. Son esos patrones “comunistas” los que, junto al carnicero Putin, arman hasta los dientes, a cuenta del imperialismo, al “socialista” Al-Assad, para que haga el “trabajo sucio” aplastando a las masas revolucionarias de Siria.
Los hermanos Castro en nombre del “socialismo” están restaurando el capitalismo en Cuba, despidiendo a un millón de obreros, acusándolos de “vagos”. El “Socialismo del siglo XXI” de los bolivarianos no es otra cosa más que hambre, miseria y masacres contra los trabajadores, y superganancias para las transnacionales. Todo esto es apoyado y legitimado por “izquierda” por los mismos “señores dirigentes” que hoy se quejan de la “conciencia atrasada de las masas”, cuando fueron ellos los que liquidaron y destruyeron el partido mundial de la revolución socialista, la IV Internacional.

Ante la respuesta de las masas al ataque del capitalismo en crisis, el reformismo comprendió muy bien que su función consistía en salvar al capital en crisis del odio de las masas, puesto que así salvaba también su pellejo.
Aquí y allá la embestida de las masas, con el Chile sublevado, con el movimiento de los Indignados de España y Estados Unidos, con los obreros griegos llamando a derrotar al gobierno y régimen asesino de Papandreau, etc., se tendía a romper el cerco de las direcciones traidoras.
Fue allí que se concentraron todas las direcciones para salvarle la vida al capital en bancarrota. Lo hicieron con el Partido Comunista griego rompiéndole la cabeza a la clase obrera para defender el parlamento; luchando por impedir que la juventud y la clase obrera norteamericana cercara Wall Street; sacando de escena a los Indignados de España; y poniendo al proletariado europeo como mendigo, suplicando para impedir los ajustes y recortes de los gobiernos imperialistas.
Estas direcciones traidoras sostuvieron los desvíos parlamentarios que se impusieron en las revoluciones de Túnez y Egipto. Y allí donde el imperialismo largó masacres contrarrevolucionarias, como en Yemen y Bahrein, guardaron un cómplice silencio.
 Ahora, luego de dejarles las manos libres al imperialismo mundial para que masacre en Siria, guardan un atronador, cínico y deleznable silencio, que crea las condiciones para que Al Assad termine de aplastar a las masas del Norte de África y Medio Oriente, que hoy combaten hasta la ultima gota de sangre, en las calles de Homs, Deraa, Damasco, etc.

Las enormes revoluciones obreras y socialistas del Norte de África y Medio Oriente fueron desviadas y, en algunos casos expropiadas, con salidas parlamentarias y cantos de sirena de las burguesías “democráticas”. Pero no nos engañemos. Todos los “CNT” y sus elecciones fantoches y fraudulentas fueron llamados y sostenidos por la izquierda socialimperialista. Ésta, lejos de proponer la única salida posible a los procesos revolucionarios, es decir, la toma del poder, se dedicó a pregonar que todo se solucionaba votando, y parloteó sobre las “revoluciones democráticas” y las “primaveras de los pueblos”.
Pero la “primavera de los pueblos” no sirve en Siria, ni contra los sables fascistas en Bahrein  y Yemen, ni contra los golpes contrarrevolucionarios de la junta militar en Egipto, ni menos contra los nuevos bombardeos y masacres en Gaza. Estos son los traidores que, mientras le prometen victorias a las masas, sólo le entregan jalones de derrota.

Con estas direcciones la clase obrera no puede pelear, ni mucho menos pensar en vencer. Un nuevo período histórico se ha abierto en el 2007-08, de crisis agónica del capitalismo mundial. Allí donde se impone la burguesía y el imperialismo, viene la contrarrevolución y aparecen los sables del fascismo.
El proletariado necesita un programa y una dirección para expropiar a los expropiadores y tomar el poder.  En eso consiste la tarea de los trotskistas de la FLTI.
En su combate por el pan y contra sus padecimientos inauditos, las masas identifican con certeza a su enemigo. Aquí y allá han atacado y seguirán atacando la ciudadela del poder. Jamás ningún partido llamó a las masas a realizar semejantes acciones. Todo lo contrario. Hoy en Europa, donde el proletariado sufre un brutal ataque, solo realizan pequeñas luchas pacíficas de presión, mendigando para que el león no se coma al siervo; es decir, que el banquero y el patrón esclavista no oprima ni sacrifique al obrero. La clase obrera europea está mal, pierde todas sus conquistas, porque no ha tomado el poder, y son las direcciones traidoras que tienen a su frente las que le impiden luchar por él.

El capitalismo debe morir y para que lo haga, deben ser llevadas al basurero de la historia las direcciones traidoras que los sostienen. La hora de reagrupar las fuerzas de los revolucionarios internacionalistas del proletariado mundial ha llegado. En esta contraofensiva contrarrevolucionaria del imperialismo, que se concentra en Siria y que sufre la clase obrera de Medio Oriente, el Norte de África, Europa y de todo mundo, se vuelve más imprescindible que nunca romper el aislamiento de las fuerzas que, país a país, se ubican en la trinchera de la revolución.
Desde la FLTI llamamos a romper ese aislamiento. En la revolución socialista de Siria, Libia y en los combates más avanzados del proletariado de Estados Unidos y Europa, se prueban dos teorías y dos programas. De un lado, los programas de colaboración de clases y de sometimiento de la clase obrera a sus verdugos, y del otro, en la barricada opuesta, el de la revolución socialista y la unidad internacional de la clase obrera.

La hora de centralizar las fuerzas revolucionarias en una Conferencia Internacional de los trotskistas principistas y las organizaciones obreras revolucionarias ha llegado. Todo aislamiento nacional sólo sirve para someter a la clase obrera a su propia burguesía. Con esta nueva crisis del capitalismo también ha llegado nuevamente una época de crisis y agonía del “socialismo nacional” de las direcciones traidoras, que son capaces de acompañar al capitalismo hasta su tumba, pues viven de las migajas que se caen de la mesa de los explotadores.
Las fuerzas para poner en pie este reagrupamiento internacionalista de los revolucionarios están vivas y combaten. Resisten heroicamente, como ayer atacaban a la ciudadela del poder. Esas fuerzas son masacradas, como en Homs y en el sudeste de China. Los padecimientos inauditos y las guerras no harán más que profundizarse.
Un soldado norteamericano salió de un cuartel a masacrar a una familia, con mujeres y niños en Afganistán. No es un loco, es un combatiente de Obama, al igual que Al Assad que degüella a mujeres y niños indefensos en Homs.
El proletariado necesita tener una dirección tan implacable y tan sagaz, como la tiene el imperialismo y sus guardias asesinas. Las condiciones para ello ya están, surgen y maduran en los acontecimientos internacionales. En el corazón de estos, en lo más avanzado del combate de la clase obrera, la bandera de la IV Internacional ya se ha instalado. Ha llegado a lo más avanzado de los combates del proletariado mundial, y los trotskistas seremos los últimos en retirarnos. La bandera de la IV Internacional, que no pudo estar ayer por traición de los renegados del trotskismo, hoy ha llegado a Libia, Siria, Egipto y, a no dudarlo, que será parte del incendio revolucionario del Mediterráneo, a uno y otro lado de sus costas.

Para que la clase obrera viva, el imperialismo debe morir. Eso demuestra Siria. Comunismo y fascismo, revolución y contrarrevolución cada vez más se ven y se verán la cara.

¡Viva la revolución socialista internacional! ¡Por la refundación de la IV Internacional!

Paula M. y Pedro G.
Por el Comité del Organizador Obrero Internacional

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