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Noviembre 2005

Bolivia: a propósito de la lucha por la insurrección y la toma del poder.
El reformismo y el sindicalismo escondidos tras el normativismo
.

El “Núcleo Obrero Revolucionario”:
una variante más de los falsificadores del marxismo

Ha llegado a nuestras manos un documento titulado “Clase, partido y dirección en la revolución boliviana”, editado por un grupo llamado NOR (Núcleo Obrero Revolucionario), en el que se discute y polemiza con las posiciones de nuestra fracción internacional, la FTI-CI, frente a la revolución boliviana.
Este documento es la primera y única noticia que tenemos sobre la existencia del NOR, puesto que no conocemos posiciones ni intervenciones suyas en la lucha de clases, ni documentos que sienten bases teóricas y programáticas del mismo. Este grupo no ha sido visto ni se ha identificado como tal en ningún combate de la lucha de clases. No han sacado periódico, boletín, ni vocero público que conozcamos. Salvo por una excepción: en la movilización realizada el 4 de noviembre de 2005 en Buenos Aires contra la “Cumbre de las Américas” repartieron un volante únicamente en la columna de nuestra corriente. Dicho volante está hecho sobre la base de extractar párrafos enteros de nuestras posiciones políticas publicadas en nuestros materiales, lo que demuestra una falta de ideología y programa propios por parte del NOR sólo vista en corrientes dedicadas a la impostura dentro del movimiento marxista.
En el documento que escribe criticando las posiciones de nuestra corriente frente al heroico levantamiento de los obreros y campesinos bolivianos en octubre de 2003, el NOR no plantea ni un solo punto programático para la revolución boliviana misma, cuestión que, ya de entrada, descalifica todo su documento. Se limita a criticar nuestras posiciones sobre la insurrección.
Esto vuelve más complejo distinguir a nuestro interlocutor. Pero a través de un estudio serio de las concepciones y las críticas que desarrolla en su documento, podemos aproximarnos a una primera definición del NOR: estamos frente a una corriente confusionista, sin programa explícito sino subyacente, como hacen todos los revisionistas del marxismo para envenenar la conciencia de los obreros revolucionarios. Estamos también frente a una corriente normativista, tras la que se esconde un puñado de reformistas que, como mínimo, falsifican todas las experiencias de revoluciones e insurrecciones del proletariado mundial desde el levantamiento insurreccional de los tejedores de Lyon (Francia) en 1832.
La revolución boliviana abrió una gran discusión sobre cómo llevar al triunfo a una revolución. El POR de Lora plantea en todo momento y lugar, inclusive antes de 2003, “insurrección y dictadura del proletariado” para las calendas griegas, para encubrir así su lucha de todos los días por lo mínimo y lo posible, es decir, su reformismo descarado. El POR, negándose a luchar por poner en pie los soviets y el armamento del proletariado ante todas las crisis revolucionarias y las acciones independientes de masas que desde hace años sacuden a la Bolivia revolucionaria, devino en una corriente “insurreccionalista” de cliché, y reformista en la vida misma.

Por su parte, el PTS de Argentina y su grupo satélite en Bolivia, la LOR-CI, siempre planteó que la revolución boliviana tiene que pasar por toda una primera etapa democrática, parlamentaria, con el argumento de que las masas, cuya conciencia es atrasada (¡las masas bolivianas, que derrocaron a dos presidentes en dos años y que casi queman el parlamento fantoche!), necesitarían agotar primero su experiencia con la democracia burguesa. Consecuentemente, el PTS y su grupo han levantado siempre como programa la lucha por una Asamblea Constituyente como consigna de poder frente a la revolución boliviana. Es decir, es la otra cara de la misma moneda del POR: por vías distintas, ambas corrientes levantan un programa reformista y posibilista frente a la revolución boliviana.
Por su parte el NOR, imbuido e influenciado por cuadros provenientes del PTS, se han dedicado a darle a esa corriente la justificación teórica para su política reformista, afirmando que mientras no exista en Bolivia un partido revolucionario, no se puede ni pensar en llamar a las masas a la insurrección.
Hasta donde sabemos, entonces, el NOR estaría conformado por algunos cuadros provenientes del PTS (más precisamente de su juventud, impulsores de su agrupación “No pasarán” y del CEPRDOH) y otros viejos cuadros provenientes de antiguas rupturas del MST y del PTS que, como veremos a lo largo de este documento, no han logrado romper teórica ni programáticamente con estas corrientes, ni con el morenismo, que es su matriz común.
El documento del NOR no ameritaría respuesta alguna de nuestra parte, puesto que, como hemos dicho, se limita a criticar nuestras posiciones frente a la revolución boliviana y no presenta su propio “pasaporte”: no plantea en ningún momento cuál es su propio programa frente a la revolución boliviana. Es una completa irresponsabilidad –por decir lo menos- criticar una posición y programa sobre Bolivia, sobre todo cuando están en cuestión el problema de la insurrección y el problema del poder, ¡sin levantar programa, sin definir qué tareas y qué curso de acción tienen planteados las masas obreras y campesinas en ese país!
Bastaría entonces con decir que estamos ante una corriente que no tiene programa para la revolución boliviana, para tomar la resolución de no responder a su documento que, además, falsifica la posición contra la que discute, recorta citas y las reproduce fuera de contexto, y ni siquiera cumple con el requisito elemental de definir las fechas de las posiciones con las que se polemiza en relación con los acontecimientos del momento en Bolivia. Un documento totalmente ecléctico, de bajísimo nivel, que niega en un párrafo lo que viene de afirmar en el anterior, con un método totalmente charquero y estudiantilista. En fin, un documento que configura una verdadera “chantada”, como se dice en Argentina.
Por si esto fuera poco, con una pedantería realmente fuera de lugar en un grupo que demuestra no tener teoría ni programa propios, el NOR comienza su documento parafraseando a León Trotsky en su obra “Clase, partido y dirección”, cuando aquel discutía sobre la revolución española con el grupo “Que faire” (“Qué hacer”). Así, el NOR afirma que “la importancia” de su documento “no está determinado por la magnitud, peso o influencia de los polemizantes, sino por las posiciones políticas sostenidas” que expresarían a una franja de la vanguardia, etc. Esta ubicación de hablar desde un pedestal no se condice en absoluto con el hecho de que en 21 páginas son incapaces de definir una posición y un programa propios frente a un acontecimiento del calibre de la revolución boliviana.
A pesar de todo ello, vamos a responder el documento de este grupo denominado NOR. Lo haremos porque en él discuten sobre la insurrección, y nosotros consideramos que eso es un verdadero homenaje, por parte del NOR, a los únicos que discutimos sobre la insurrección y la toma del poder: los trotskistas de la FTI-CI, una corriente que forma cuadros para la insurrección y la toma del poder, cuestiones éstas que han sido abandonadas por los liquidadores del trotskismo.
Les damos la bienvenida al debate, agradeciendo desde ya este homenaje que nos han hecho al discutir con la única corriente que planteó y plantea en Bolivia la lucha por una insurrección triunfante dirigida por un partido revolucionario de combate e internacionalista de la clase obrera, que derroque a la burguesía y lleve al proletariado al poder. Es un homenaje a nuestra corriente que lucha por poner en pie partidos revolucionarios leninistas insurreccionalistas, es decir, partidos que se preparen para conducir al proletariado a la toma del poder, en los momentos decisivos. Pero sabemos que la crítica que nos hace el NOR, no persigue otro objetivo que el de liquidar y no dejar piedra sobre piedra de todo el bagaje teórico y programático del marxismo sobre la insurrección.
Aún así, deberíamos agradecer la aparición de este documento del NOR: no sólo porque nos hacen así un homenaje, sino porque vuelven a brindarnos la posibilidad de debatir sobre el álgebra del marxismo, el álgebra de la revolución, la insurrección y de la guerra civil, y de educar en la misma a nuevos cuadros y a los jóvenes militantes que sean capaces, con esas lecciones, de distinguir y desenmascarar a todos los revisionistas y renegados del trotskismo que las han falsificado o directamente ocultado.
Porque como demostraremos, el NOR, pese a que repite una y otra vez la palabra “insurrección”, “insurrección como arte”, no comprende nada de las lecciones y el programa del trotskismo sobre la insurrección, la guerra civil, la lucha por el poder:

-No entiende ni siquiera lo básico del marxismo revolucionario, puesto que pone un signo igual entre la “insurrección” (que es un momento preciso de la revolución), y la lucha por el poder que guía toda la estrategia y la política de los revolucionarios, aún desde las fases preparatorias de la lucha de clases, para ayudar a que las masas comprendan, por su propia experiencia, que ninguno de sus problemas tendrá solución si la clase obrera no se hace del poder.

-En este debate, demostraremos que el NOR -un grupo cuyos integrantes pueden contarse con los dedos de una mano-, tras un normativismo supuestamente “marxista”, esconde y camufla a un grupo de reformistas vulgares que, desde ese normativismo, le prestan un gran servicio al accionar de las direcciones traidoras que tienen como objetivo liquidar la espontaneidad de las masas, y destruir a cada paso todo lo que los explotados construyen con su combate.

- El NOR afirma que, hasta tanto no exista un partido revolucionario que pueda organizar la insurrección como arte, es “aventurero” e “irresponsable” todo aquel que, ante un levantamiento espontáneo de las masas que derroca a un gobierno y provoca una crisis revolucionaria en las alturas, les diga a las masas que no se detengan, que abran paso al odio y al furor acumulado en sus corazones por años de explotación e ignominias, que avancen lo más posible en cercar y dislocar la ciudadela del poder burgués, que ataquen sin piedad a las clases poseedoras, es decir, que desarrollen toda su espontaneidad y energía revolucionarias, como pre-condición sine qua non para que una dirección revolucionaria consciente, apoyada en esa espontaneidad y en las energías revolucionarias de las masas, pueda dirigirlas, mediante una insurrección triunfante, a la toma del poder en su propio país, y extenderla a nivel internacional para que triunfe como revolución socialista mundial.

- Así, aunque hable a cada momento sobre la “insurrección como arte”, el NOR tiene el objetivo de convencer a la clase obrera de que no debe luchar por el poder, que no debe embestir con sus fuerzas ciegas desatadas contra la ciudadela del poder del enemigo de clase, que no debe hacer insurrecciones espontáneas, porque toda acción de lucha política de masas, mientras el NOR no ponga en pie el partido revolucionario que las dirija, son trampas preparadas por la burguesía para aplastarlas, como las “jornadas de julio” de la revolución rusa de 1917. Es decir que si hasta que dicho partido no sea creado -¡dios sabe cómo!-, las masas no deben hacer revueltas, semiinsurrecciones, insurrecciones espontáneas, levantamientos, guerras civiles nacionales de liberación del imperialismo, luchas políticas de masas, etc., lo que el NOR les está diciendo a las masas de forma implícita, es que lo único que puede hacerse es... lucha económica con un programa mínimo y participar en las elecciones. Por la vía de una posición ultrasubjetivista, el NOR vuelve al “luche y vote” del grito primario morenista, y termina a los pies de los oportunistas y de las direcciones traidoras en la revolución boliviana.

- Demostraremos que el NOR liquida toda estrategia soviética. Porque los soviets y el armamento de las masas –por los que los revolucionarios estamos obligados a luchar y a llamar a constituir cuando comienza una situación pre-revolucionaria o revolucionaria- son precisamente para organizar la insurrección, para dividir al ejército, ganarse a los soldados, destruir a su casta de oficiales, demoler todas las instituciones del estado, del régimen y del gobierno burgués.

- Demostraremos que estamos ante un grupo de vulgares sindicalistas, a los que los secretos de la insurrección y la lucha política de masas les están vedados, guardados bajo siete llaves. Porque para el NOR entre la lucha económica por demandas elementales y la “insurrección como arte”, no hay nada, salvo... “jornadas de julio” y revueltas o seminsurrecciones espontáneas que, por no tener un partido revolucionario al frente, no merecen ni organizarse, ni triunfar en sus cometidos inmediatos dislocando lo máximo posible al aparato del estado, cuestión ésta indispensable para facilitar el triunfo de una insurrección como arte dirigida por un partido revolucionario.
Estos ignorantes de la revolución ven a la insurrección como arte organizada por un partido revolucionario, en seco. De esta forma, lejos de ser parteros de una revolución, son sus aborteros. Porque piden que el chico nazca, destruyendo meses antes la placenta. Por el contrario, para los marxistas, las acciones espontáneas de las masas y sus energías desatadas son el lubricante, el alimento para una insurrección como arte, son la pre-condición para que ésta triunfe.
Demostraremos, por lo tanto, que el NOR no tiene programa y que de hecho, carnerea todas las luchas políticas de masas, al 99% de las insurrecciones espontáneas, semi-insurrecciones, huelgas generales políticas que protagonizaron las masas sin que tuvieran un partido revolucionario al frente, desde la revolución de 1905 con la que en Rusia se abre la época imperialista que, a partir de 1914, se generalizara a nivel mundial.

-No sólo eso: revisan toda la política de Marx frente a los levantamientos revolucionarios del siglo XIX, y sobre todo, el más grandioso de ellos: la Comuna de París de 1871. Así, con un desprecio pasmoso, borran en un santiamén más de 150 años de experiencia revolucionaria de las masas del mundo, de heroicos combates, de cientos de miles de mártires obreros que dieron su vida por la causa del proletariado, de mil y un intentos de los explotados de avanzar en el camino del triunfo de la revolución proletaria, y sentencian: “Salvo octubre de 1917, todo fue en vano, porque no hubo partido que organizara la insurrección como arte”. Realmente, ¡hay que ser muy cínico para plantear semejante barbaridad!

-El NOR revisa la teoría de la revolución permanente en relación al sujeto social de la revolución en los países coloniales y semicoloniales, levantando una posición claramente socialdemócrata. Liquidan la alianza obrera y campesina dirigida por el proletariado para la toma del poder, es decir, liquidan el sujeto social de la revolución proletaria. Vuelven a una posición socialdemócrata al estilo de la de Parvus, que define que el sujeto social de la revolución sólo es el proletariado, dirigido por un partido obrero reformista.

- Revisa asimismo la premisa fundamental del Programa de Transición, que plantea que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, cambiándola por una posición clásicamente morenista y nacional trotskista que la define únicamente como “ausencia del partido revolucionario”, y no como sobreabundancia de direcciones traidoras.

- Reniega abiertamente de las resoluciones de la III Internacional en vida de Lenin y de la propia teoría de la revolución permanente en cuanto a la relación entre la revolución en los países coloniales y semicoloniales y la revolución en las metrópolis imperialistas. Porque, al respecto, el NOR levanta una clásica posición kautskista, y de hecho socialimperialista, que plantea que  la primera tarea de la revolución socialista en las metrópolis no es la de sublevar a la clase obrera contra su propia burguesía imperialista que oprime y saquea a las colonias y las semicolonias.

Lo que sucede, en definitiva, es que estamos ante una molécula marginal de los reformistas: eso es el NOR. Este grupo, que es una nueva escisión de cuadros del PTS y del MST, busca un lugar bajo el sol y tiene que hacer méritos para poder ser admitido en el ala izquierda del Foro Social Mundial y en ese “Club de limones exprimidos” en que se han transformado los liquidadores del trotskismo. Para ello, le exigen pagar peaje, le exigen al NOR que pase una prueba: atacar al trotskismo, delimitándose de los supuestos “aventureros” e “irresponsables” de “la LOI-DO”.
Para ello, el NOR ha recurrido a un normativismo subjetivista no menos criminal y no menos sindicalista que el espontaneísmo objetivista de los reformistas.
El estallido del morenismo en Argentina dio para todo. Como demostraremos, el NOR –el enésimo grupúsculo surgido del estallido- retoma todas las concepciones ultimatistas, kautskistas y socialdemócratas que tan arraigadas supiera tener el viejo MAS de los ‘80 y los ‘90.

 

Un alerta a todo lector atento que haya seguido las enormes elaboraciones de los trotskistas principistas de la FTI-CI sobre Bolivia

 

Cientos de cuadros y militantes trotskistas a nivel internacional han podido seguir la revolución boliviana al día –no solamente en sus intervalos de relativa calma, sino también en los momentos cúlmines de esta gran revolución que ha comenzado- a través de las decenas de artículos, folletos, etc., que al respecto editó nuestra corriente internacional.
Todo lector atento y honesto que haya seguido nuestras elaboraciones, podrá corroborar que lo que identifica a nuestra corriente frente a los levantamientos revolucionarios de las masas en Bolivia, son tres cuestiones claves:

a) Desde que comenzara el proceso revolucionario con cientos de miles de obreros y campesinos de toda Bolivia levantándose en febrero de 2003 al grito de “¡Fusil, metralla, Bolivia no se calla!” hasta el último levantamiento revolucionario de mayo-junio de 2005, el eje ordenador de nuestra política y nuestro programa ha sido el combate por poner en pie y centralizar los organismos preparatorios de la toma del poder por el proletariado –soviets- y por conquistar el armamento de las masas. Todo aquel que no plantee con claridad que este es el eje de la estrategia y el programa de nuestra corriente frente a la revolución boliviana, repetido y explicado en decenas de artículos y publicaciones, es un vulgar charlatán y falsificador.

b) La lucha implacable contra las direcciones traidoras que amortiguan y congelan cada irrupción revolucionaria de las masas y le entregan el poder a la burguesía; explicando a la vanguardia del proletariado mundial y boliviano que, a cada paso, fueron esas direcciones contrarrevolucionarias las que le arrebataron a los obreros y campesinos la posibilidad de hacerse del poder. Nuestra corriente ha empleado de forma principista tácticas revolucionarias extraídas del bagaje y la experiencia del trotskismo –única continuidad viviente del marxismo revolucionario-, como son, por ejemplo, las tácticas de denuncia y exigencia, y la táctica de gobierno obrero y campesino dirigida a las direcciones reformistas que hablan en nombre de la clase obrera, con la exigencia de que “¡Rompan con la burguesía, tomen el poder, apoyándose en las organizaciones de lucha de las masas y en su armamento!” tal como está planteada en el Programa de Transición, para contribuir a que las masas hagan la experiencia con esas direcciones contrarrevolucionarias.

c) La lucha por refundar al trotskismo en Bolivia como parte de un combate de las fuerzas sanas del trotskismo a nivel internacional. La lucha por poner en pie un partido revolucionario en Bolivia es impensable sin un combate por derrotar políticamente a nivel internacional a los liquidadores del trotskismo, y en particular en Bolivia, al POR y a otras sectas de menor envergadura de los limones exprimidos del Foro Social Mundial, como condición para una revolución victoriosa en ese país.

El NOR, por el contrario, se ha ubicado en la trinchera opuesta a la de esta lucha. Esto es lo que explica que en las 21 páginas de su documento no exista ni una sola crítica ni delimitación con las corrientes liquidadoras del trotskismo que levantaron y levantan programas reformistas, como es el caso del POR de Lora; o bien del PTS y el MAS de Argentina, que por ejemplo, primero plantearon para todo un período la “Asamblea Constituyente” como estrategia (es decir, la política de Evo Morales), y hoy levantan –junto a la LIT y su grupo en Bolivia, el MST- la política del castrista Solares de “Instrumento político de los trabajadores”, es decir, la política de poner en pie un partido obrero reformista para participar de la trampa de las elecciones de diciembre. ¡Veintiuna páginas contra el supuesto “aventurerismo” de “la LOI-DO”, y el más absoluto silencio sobre los estranguladores de la revolución boliviana!
Si fuésemos médicos y enviáramos este documento a una prueba de laboratorio, no tenemos duda de que el resultado del hemograma de este supuesto grupo llamado supuestamente NOR, mostraría glóbulos blancos altísimos –expresión de una infección avanzada de reformismo-, y un cuadro cancerígeno inminente de degeneración revisionista.
Después de un año del Octubre boliviano – puesto que su documento aparece fechado en octubre de 2004 y editado en septiembre de 2005 (¡sacado vaya a saber por quién de qué cajón donde se guardan los “trastos viejos”!)-, el NOR critica párrafos sueltos de tres declaraciones de nuestra corriente escritas en medio de una fenomenal crisis revolucionaria y acción independiente de masas que sacudiera desde los cimientos al régimen de la Rosca y tumbara a su gobierno.
En estas citas sueltas y sacadas de contexto, ellos creen encontrar una debilidad “aventurera” y “espontaneísta” de nuestras posiciones. Y, con un método metafísico, a partir de allí y creyéndose fuertes, arman su lógica normativista contra los supuestos “irresponsables” de “la LOI-DO”. Un método por demás irresponsable, porque nuestra corriente ha editado, desde febrero de 2003 hasta septiembre de 2005 (en que salió publicado el documento del NOR), decenas de folletos, artículos y polémicas sobre la revolución boliviana. No estamos, en absoluto, frente a una crítica de conjunto a los distintos programas y políticas que tuvo nuestra corriente frente a los diferentes momentos de la revolución boliviana. Esto, desde ya descalifica a nuestros críticos.
Pero allí donde ellos se creen fuertes en su crítica contra nuestro “espontaneísmo” y “aventurerismo”, es donde más se rompen los dientes contra la teoría marxista de la revolución. Y esto es lo que vamos a demostrar.
No seremos arrogantes con el NOR –como sí lo son ellos- porque sean un pequeño grupo cuyos integrantes se cuentan con los dedos de una mano. Es que los trotskistas internacionalistas sabemos que se puede ser muy pocos, un puñado, y tener razón. Sabemos que Marx y Engels no tenían un solo militante en la Comuna de París, pero tenían la estrategia y el programa correctos y por ello, con las lecciones revolucionarias de la Comuna, se forjó el bolchevismo que luego se hizo fuerza material de millones en la Revolución de Octubre y en la III Internacional. Pero, en este caso, afirmamos que el NOR no tiene razón en nada en la crítica que hacen de nuestras posiciones sobre la revolución boliviana. Insistimos, en nada.
Quedamos a la espera de que alguna vez presenten su programa frente a la misma. Quizás la crítica que aquí escribimos sirva para eso. Pero de todas maneras, debemos ser claros: a partir de lo escrito en esas 21 páginas, podemos vislumbrar el futuro del NOR si no cambia radicalmente sus posiciones, si no vuelve a las lecciones y el programa de la III y la IV Internacionales revolucionarias: terminará a los faldones de alguna de las corrientes liquidacionistas del trotskismo ubicada en el “ala izquierda” de esa internacional contrarrevolucionaria que es el Foro Social Mundial.
Antes de entrar de lleno en este documento, cabe aclarar que nuestra corriente está con el 99,99% de sus fuerzas y energías volcadas a la enorme tarea de avanzar nuevos pasos, sobre los ya conquistados, en el reagrupamiento internacional de las fuerzas sanas del trotskismo como parte de la lucha por la refundación de la IV Internacional.

 

1. El NOR no deja piedra sobre piedra
de la teoría-programa de la revolución permanente

Tras una posición normativista, intenta ocultarse una corriente socialdemócrata
que rompe con todos los postulados del marxismo revolucionario

Sobre la relación entre la revolución en los países semicoloniales y la revolución en las metrópolis imperialistas, el NOR levanta una posición kautskista clásica que rompe con el marxismo: la del “socialismo” en los países imperialistas, sin sublevar a la clase obrera de los mismos en defensa de los explotados de las colonias y semicolonias

Una de las cuestiones más escandalosas del documento del NOR es lo que plantea en relación a las tareas del proletariado de los países imperialistas frente a la revolución o la lucha de las masas en los países coloniales y semicoloniales. Su posición es una ruptura completa con el marxismo, y los convierte en sirvientes de las corrientes socialimperialistas de las potencias europeas.
El NOR afirma: “Para la dirección de la LOI-DO, ‘toda revolución’, ‘para avanzar’, ‘para triunfar’, ‘para consolidarse’ (¡!) en países como Argentina o Bolivia, necesita un partido revolucionario mundial con fuertes secciones en los países imperialistas que sea capaz de sublevar a la clase obrera de esos países ‘en su apoyo’.
“En primer lugar, si existiera un partido mundial con fuertes secciones en los países imperialistas, la tarea central de esos partidos sería ‘sublevar’ a la clase obrera de esos países para hundir el capitalismo en los mismos. Esa es, además, la única manera de ‘consolidar’ un triunfo revolucionario en países como Argentina o Bolivia.”
Y culmina afirmando que “la LOI-DO” “Plantea que el rol de las secciones de los países centrales de un partido revolucionario mundial es el de ‘sublevar’ a la clase obrera de esos países ‘apoyar’ la revolución en países coloniales y semicoloniales como Argentina o Bolivia para que esas revoluciones se consoliden y evitar que sean aplastadas por el imperialismo y la burguesía, transformando así el rol del partido revolucionario mundial, convirtiéndolo en un mero instrumento auxiliar de presión sobre la burguesía.” (Páginas 17 y 18).
Esta afirmación escandalosa del NOR no pasa la prueba del ABC del marxismo y del internacionalismo proletario, ni de las 21 condiciones de admisión a la III Internacional revolucionaria, ni de la teoría de la revolución permanente y ni del programa de la IV Internacional, sobre la relación entre la revolución en los países coloniales y semicoloniales, y la revolución en las metrópolis imperialistas.
Esto que el NOR escribe con total desparpajo, es en primer lugar, una ruptura completa con Marx y Engels, que ya en el siglo XIX definieron con claridad que “un pueblo que oprime a otro no puede liberarse a sí mismo”.
Por el contrario, según el NOR, la clase obrera norteamericana, francesa, alemana, británica, etc., podrían liberarse a sí mismas, “hundir el capitalismo” en sus propios países, sin enfrentar ni combatir, como tarea central, a su propia burguesía imperialista que sigue oprimiendo y dominando a otros pueblos.
No pasan siquiera la prueba de la cuestión irlandesa hacia la década del ‘70 del siglo XIX, cuando ya entonces Irlanda estaba colonizada por Inglaterra. Así, el 10 de diciembre Marx escribe sobre la cuestión de Irlanda, planteando los ejes del que sería su informe al Consejo de la I Internacional: “...el interés absoluto y directo de la clase obrera inglesa exige la ruptura de su actual unión con Irlanda. Estoy profundamente convencido de ello, basándome en motivos que, en parte, no puedo descubrir a los mismos obreros ingleses. Durante mucho tiempo pensé que podría derribarse el régimen irlandés por el ascenso de la clase obrera inglesa. He defendido siempre este punto de vista en el New York Daily Tribune (periódico norteamericano en cual Marx colaboró mucho tiempo, N. de R.). Un estudio más profundo de la cuestión me ha persuadido de lo contrario. La clase obrera inglesa no podrá hacer nada, mientras no se desembarace de Irlanda. (...) La reacción inglesa, en Inglaterra, tiene sus raíces en la esclavización de Irlanda.” (C. Marx y F. Engels, “Correspondencia”, 1869, págs. 190 y 191, subrayado por Marx, negritas nuestras).
Lenin, en 1914, retoma en su polémica “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación” este texto de Marx, y plantea con claridad: “Al principio, Marx creía que a Irlanda la liberaría, no el movimiento nacional de la nación oprimida, sino el movimiento obrero de la nación opresora. Sabiendo que sólo la victoria de la clase obrera podrá traer la liberación completa de todas las nacionalidades, Marx no hace de los movimientos nacionales algo absoluto.
“(...) Pero se ha creado una situación tal, que la clase obrera inglesa ha caído por un período bastante largo bajo la influencia de los liberales, yendo a la zaga de los mismos, decapitándose ella misma con una política obrera liberal. El movimiento burgués de liberación en Irlanda se ha acentuado y adquirido formas revolucionarias. Marx revisa su opinión y la corrige. ‘Qué desgracia es para un pueblo el haber sojuzgado a otro’. La clase obrera de Inglaterra no podrá liberarse mientras Irlanda no se libere del yugo inglés. La esclavización de Irlanda fortalece y nutre a la reacción en Inglaterra (¡igual como nutre a la reacción en Rusia la esclavización de una serie de naciones!).” (V. I. Lenin, “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914, págs. 434 y 435, negritas nuestras).
¡Señores del NOR, hay que decirlo: con su posición, ustedes no serían admitidos ni siquiera en la I Internacional!
Tampoco serían admitidos en la III y la IV Internacionales revolucionarias, que definieron con claridad que la primera y esencial tarea de la clase obrera de las metrópolis en la lucha por la revolución obrera y socialista en la misma, es la de sostener con todas sus fuerzas la lucha de sus hermanos de clase de las colonias y semicolonias contra la opresión y dominación del imperialismo. Sin esta lucha, la clase obrera no tendrá posibilidad de conquistar la revolución en las metrópolis imperialistas, puesto que en esos países, se trata de derrotar a la aristocracia y burocracia obreras pagadas por los monopolios con las migajas que se caen de las superganancias que éstos obtienen de la expoliación de las colonias y semicolonias.
El NOR renuncia así no sólo al combate por la revolución socialista en las metrópolis imperialistas, sino también a la lucha contra la aristocracia y la burocracia obrera. ¡Y estos reformistas tienen el descaro de afirmar que la posición de Marx, de la III y la IV Internacionales, posición que ha retomado la FTI-CI, significa levantar una política de “presión sobre la burguesía”!
Hemos visto que para el NOR, entonces, la tarea que debe realizar el proletariado de los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc., para poder apoyar a sus hermanos de clase de las colonias y semicolonias, es tomar en poder en sus propios países. Pero... ¿y mientras tanto? ¿Y mientras tanto? ¿Cómo hace la clase obrera de los países imperialistas para preparar la toma del poder en los mismos? ¿Cómo derrotar a la reacción en el país imperialista, que se expresa y tiene sus raíces en el sojuzgamiento de las colonias y las semicolonias?
El 24 de septiembre pasado, marcharon en las calles de Washington en los Estados Unidos unos 300.000 trabajadores, obreros negros y latinos, agitadores y organizadores de comités y piquetes anti-guerra, que comienzan a sublevarse contra la guerra, la ocupación y la masacre que el imperialismo yanqui está llevando a cabo en Irak. Esa movilización, junto a los piquetes instalados en la puerta del rancho de Bush y en cientos de ciudades en todos los Estados Unidos, ataca el poder del capital financiero internacional concentrado, de cuyas superganancias, obtenidas mediante la expoliación, las guerras, la masacre y la explotación de los trabajadores del mundo semicolonial, subsiste el sistema capitalista mundial agónico en su época imperialista.
Preguntamos: ¿quizás el NOR está diciendo que se puede hacer la revolución socialista, o iniciar el camino hacia la misma, en los Estados Unidos, en Francia, en Alemania, etc., sin tomar como bandera fundamental de combate la lucha por la independencia de las naciones que las potencias imperialistas oprimen, someten, saquean y a cuyos pueblos masacran? Sí, eso es lo que está diciendo. Confirman que, como Kautsky, Bernstein, y la II Internacional, son socialdemócratas podridos, “socialistas” sirvientes de las propias burguesías imperialistas.
Porque el NOR afirma que la clase obrera de los países imperialistas lo único que tiene que hacer “es sublevarse para hundir al capitalismo” en los mismos, como una cuestión totalmente separada de la lucha contra la dominación de su propio imperialismo en las colonias y las semicolonias, y contra toda tropelía en los mismos.
Niegan así las resoluciones de la III Internacional revolucionaria, que plantean con claridad, como 8° condición de admisión en la misma: “En cuanto a la cuestión de las colonias y nacionalidades oprimidas, los partidos de los países cuyas burguesías poseen colonias u oprimen nacionalidades, deben tener una línea de conducta particularmente clara y neta. Todo partido perteneciente a la III Internacional tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de ‘sus’ imperialistas en las colonias; de sostener, no sólo en palabras sino en los hechos, todo movimiento de emancipación colonial que exija la expulsión de todos los imperialistas metropolitanos de las colonias; de alimentar en el corazón de los trabajadores de su país sentimientos fraternales hacia la población trabajadora de las colonias y de las nacionalidades oprimidas, y de mantener entre las tropas metropolitanas una agitación continua contra toda opresión de los pueblos coloniales.”  (“Condiciones de admisión de los Partidos en la Internacional Comunista”, Segundo Congreso, Tomo I, julio de 1920, pág. 144, negritas nuestras).
El lugar del NOR, entonces, está en la II Internacional socialimperialista. No pasa las condiciones para ser admitido ni en la I Internacional de Marx y Engels, ni en la III Internacional, ni en la IV, y menos que menos, para ocupar un puesto de honor en la lucha por la refundación de esta última.
Porque lo que nos está diciendo el NOR es que no hay que llamar a la clase obrera norteamericana a que se subleve y se levante en apoyo de las masas iraquíes, contra su propia burguesía imperialista. Pero, ¿no sería ese el camino para el inicio de la revolución proletaria al interior de los Estados Unidos? ¿No se trata de luchar por transformar la guerra nacional en Irak en el inicio de la revolución obrera y socialista en Irak, en Medio Oriente, y sobre todo, al interior mismo de los Estados Unidos? Negar esto, y plantear en general que la clase obrera norteamericana la única tarea que tiene es “sublevarse para hundir el capitalismo” en los Estados Unidos, es negar la teoría de la revolución permanente.
Porque hundir al monstruo imperialista en los Estados Unidos es aplastarlo en Irak, es expropiarles las fábricas a sus monopolios en China. Es sublevar a la clase obrera norteamericana en apoyo a la resistencia iraquí -arrancándola de la influencia de la aristocracia y la burocracia obrera que defienden sus privilegios e intereses particulares- y por la derrota militar de las tropas angloyanquis en Irak, es decir, llamarla a destruir la maquinaria de guerra que sostiene y defiende en todo el mundo los intereses del capital financiero imperialista.
Renegar de ello, como hace el NOR, es ser reformista, un socialdemócrata redomado; es una traición, en primer lugar, a toda lucha anticapitalista seria en los Estados Unidos.
La irrupción de la clase obrera en el Estado Español al grito de “Vosotros hacéis la guerra, nosotros ponemos los muertos”, en marzo de 2004, fue de una enorme ayuda para la resistencia iraquí que dio un salto y ocupó ciudades como Fallujah. De no haber sido esa irrupción controlada y desviada por la aristocracia y burocracia obrera y sus partidos hacia el voto por el PSOE, podría haber acercado al proletariado español al camino del inicio de la revolución. Pero para el NOR, un partido revolucionario en España, sección nacional de la IV Internacional refundada, que hubiera impulsado esta perspectiva habría “transformado al partido mundial en un mero instrumento de presión sobre la burguesía”. Realmente inaudito.
Niegan la experiencia de la propia guerra de Vietnam. ¿O nos van a decir que no fue la heroica resistencia de las masas vietnamitas que todos los días mandaba cadáveres de marines de vuelta a casa, y la lucha contra la continuidad de esa guerra, lo que motorizó el ascenso de masas en los Estados Unidos hacia fines de los ‘60 y permitió una derrota militar humillante del ejército yanqui, abriendo de esa manera una situación pre-revolucionaria en ese país?
Niegan la experiencia misma de la revolución portuguesa de 1974: contra lo que piensa el NOR, ésta no comenzó con la clase obrera portuguesa “sublevándose para hundir al capitalismo” en Portugal, sino que fue motorizada por el regreso de su ejército imperialista humillado y derrotado de sus aventuras coloniales en Angola y Guinea Bissau.
Inclusive, por la vía de su afirmación, niegan de hecho que la primer tarea de una revolución triunfante en un país imperialista, es la liberación inmediata de las colonias y semicolonias sojuzgadas por la misma.
La tragedia de la revolución española de la década del ‘30 es un ejemplo de cuán íntimamente ligada está la revolución en las colonias y la revolución en las metrópolis, y cuán crucial y decisiva se vuelve esta cuestión. Porque la política stalinista del frente popular -apoyado por el centrista POUM-, de “primero ganar la guerra, luego hacer la revolución”, impidió que la clase obrera y los campesinos de España levantaran como su bandera de lucha por la revolución socialista, la inmediata liberación de Marruecos del dominio colonial español. Y consecuentemente, fue el fascismo, con Franco a la cabeza, el que utilizó a Marruecos e inclusive a batallones marroquíes para aplastar a la clase obrera española.
El NOR, para ser consecuente, debería plantear que Lenin y Trotsky transformaban, mientras Lenin vivía, a la III Internacional en “un mero instrumento de presión sobre la burguesía”. Porque, según sabemos, los cuatro primeros congresos de la III Internacional votaron resoluciones llamando a la clase obrera mundial, y en primer lugar a la clase obrera de los países imperialistas europeos, a apoyar con todas sus fuerzas a la Rusia de los Soviets, a sublevarse en contra de sus propias burguesías, que la cercaban y amenazaban con aplastarla con 14 ejércitos imperialistas.
Tanto es así que inclusive cuando el poder de los soviets, bajo la dirección del partido bolchevique -que se vio obligado a firmar la paz de Brest-Litovsk, los bolcheviques y la III Internacional llamaron a la clase obrera alemana a levantarse contra ese tratado y las nefastas condiciones que éste imponía a la Rusia soviética, y a sublevarse contra su propia burguesía para ello.
Y el Manifiesto del Segundo Congreso de la III Internacional en 1920, titulado “El mundo capitalista y la Internacional Comunista”, plantea con claridad meridiana: “El socialismo que directa o indirectamente defiende la situación privilegiada de ciertas naciones en detrimento de otras, que se acomoda con la esclavitud colonial, que admite las diferencias de derechos entre los hombres de razas y de colores diferentes; que ayuda a la burguesía de la metrópoli a mantener su dominación sobre las colonias, (...); el socialismo inglés que a pesar de todo su poder, no ha sostenido la insurrección de Irlanda, Egipto y la India contra la plutocracia londinense, ese ‘socialismo’, lejos de poder pretender el mandato y la confianza del proletariado, merece, sino las balas, por lo menos la marca del oprobio.” (pág. 246, negritas nuestras).
En este terreno, el NOR, sin duda alguna, merece esa marca del oprobio. Porque la posición que levantan es la del kautskismo, la de la socialdemocracia, los partidos de la aristocracia obrera, sirvientes de los intereses de su propia burguesía imperialista. Su “socialismo” en los países imperialistas no combate al capital financiero que controla y domina la economía y la política mundiales. Estamos así ante lo que en Argentina llamaríamos una izquierda “gorila”, al estilo del viejo Partido Socialista y del Partido Comunista de la “Unión Democrática” de mediados de la década del ‘40.
Retoman no sólo la nefasta tradición de la II Internacional socialchovinista, sino también la del pablismo. Porque fue Mandel el que en 1968 –cuando de la lucha económica por aumento de salarios la clase obrera en Francia pasaba a la lucha política de masas y daba inicio al Mayo del ‘68-, planteó que el eje del programa que había que levantar en los países imperialistas era la lucha por el control obrero y por el socialismo.
La entonces Fracción Leninista Trotskista (FLT), de la que formaba parte la corriente de Nahuel Moreno, dio en aquel momento, aunque parcialmente, una correcta pelea política en contra de semejante aberración que planteaba el pablismo. Planteó con claridad que afirmar, como hacía Mandel, que las tareas antiimperialistas sólo correspondían a los trabajadores de los países coloniales y semicoloniales, y que a la clase obrera de los países imperialistas sólo le correspondían tareas socialistas, era una traición que rompía con las 21 condiciones de admisión a la III Internacional, y que era una posición socialchovinista, socialimperialista.
Así como la lucha por la revolución en los países coloniales y semicoloniales combina tareas antiimperialistas (democrático-revolucionarias) con tareas socialistas; la lucha por la revolución socialista en los países imperialistas, combina tareas socialistas con tareas antiimperialistas. Esto es así porque el imperialismo es la exportación de capital. Es el capital financiero instalando fábricas en otras naciones para explotar obreros allí, aprovechando las ventajas comparativas, obteniendo superganancias, oprimiendo y sojuzgando a esas naciones, saqueando sus materias primas, etc.
Por ello, el proletariado de los países imperialistas no puede ni pensar en una lucha anticapitalista seria, ni menos que menos en luchar por la revolución en su propio país, sin atacar al capital financiero de su propia burguesía imperialista que oprime a otras naciones y explota a otros obreros, es decir, sin “apoyar, no en las palabras sino en los hechos”, el combate por la emancipación nacional de los explotados de las colonias y semicolonias.
De la misma manera, la revolución política al interior de los estados obreros burocratizados, contempla no sólo tareas socialistas al interior del movimiento obrero –es decir, el derrocamiento y la liquidación de esa burocracia, como parte de la lucha del proletariado mundial contra toda burocracia obrera- sino que en sí misma, y en relación a la lucha por la revolución mundial, es también una revolución anticapitalista. También la revolución en los países coloniales y semicoloniales es una revolución anticapitalista, puesto que sólo la clase obrera, como caudillo de la nación oprimida, imponiendo su dictadura, puede resolver íntegra y efectivamente sus fines democráticos pero, al hacerlo, “se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente.” (León Trotsky, “La revolución permanente”, Tesis 8, 1929, pág. 187, subrayado en el original).
Esta es el álgebra que, en la época imperialista, combina y une indisolublemente las diferentes tareas del proletariado de los países imperialistas, de los países coloniales y semicoloniales, y de los estados obreros burocratizados en una única revolución mundial. Este es el álgebra del marxismo revolucionario que el NOR destruye y destripa para volver tras los pasos de la socialdemocracia, de la II Internacional reformista y socialchovinista.
Por ello, con la política del NOR, frente al caso concreto de la revolución boliviana hoy, ¿qué tendría que hacer la clase obrera norteamericana? No tendría que levantarse “en apoyo” de los obreros y campesinos bolivianos; no tendría que hacerlo enfrentándose a los monopolios petroleros yanquis que saquean los hidrocarburos, ni al FMI que expolia y succiona los recursos de la nación oprimida. No: sólo tendría que dedicarse a “sublevarse para hundir al capitalismo”... sin atacar a los monopolios que saquean las naciones semi-coloniales, sin atacar al FMI, sin luchar por la derrota de su propio imperialismo en Irak. ¡Rara “sublevación”, rara “revolución” de la clase obrera de los países imperialistas la que predica el NOR! Muy seguramente, los plumíferos del NOR contarían con el aplauso y la aprobación de los gánster de la arrogante aristocracia y burocracia obreras que dirigen la AFL-CIO norteamericana.
Por suerte, la clase obrera norteamericana que ha comenzado a despertar, y su vanguardia combativa, no siguen los consejos kautskianos del NOR. Y, por supuesto, para llegar hasta donde ha llegado, la clase obrera norteamericana que se ha puesto de pie debió romper con todos los jefes traidores de la AFL-CIO. Así, el sábado 24 de septiembre se realizó en los Estados Unidos una gran movilización de masas contra la guerra y la ocupación en Irak (la más grande desde el comienzo de la guerra). Y es más, las nuevas organizaciones de combate que ésta está poniendo en pie han provocado ya un hecho de carácter histórico, que no se había visto en décadas en ese país: convocaron a una huelga general nacional para este 1° de diciembre, contra el racismo, contra la pobreza y contra la guerra en Irak, y conformaron un Comité Organizador de la misma, que ya aglutina a más de 700 organizaciones obreras de base, comités y piquetes antiimperialistas, etc. Su manifiesto dice “¡Acabemos con la guerra!”, y plantea que “la guerra y la ocupación de Irak y la ignominia del Katrina han demostrado al mundo la urgente necesidad de un cambio fundamental y de un movimiento que sea suficientemente grande y suficientemente determinado como para alcanzar su meta.”
Estamos completamente seguros también de que la clase obrera de los Estados Unidos, frente al llamado a la huelga general del 1º de diciembre, no seguirá el camino de carneros y rompehuelgas que le propone el NOR.
La vanguardia obrera norteamericana que está poniéndose a la altura de sus responsabilidades históricas, ha sabido comprender mucho mejor que el NOR las distintas tareas democrático-revolucionarias antiimperialistas, las demandas elementales de las masas y las demandas transitorias que se combinan en la lucha por el derrocamiento de Bush y por la revolución socialista en los Estados Unidos.
Los plumíferos del NOR –a los que vaya a saber quién les susurra al oído y los impulsa a escribir semejantes brutalidades antimarxistas-, deberían aprender de la espontaneidad (que ellos tanto detestan) y de la perspicacia de la vanguardia obrera norteamericana, que no se puso a esperar que el NOR les ponga en pie “el partido revolucionario” que pueda preparar “la insurrección como arte”, para despertarse y comenzar a ponerse de pie en lucha contra las tropelías y masacres de su propia burguesía imperialista en Irak.
Pero a ellos, muy posiblemente el NOR les dirá: “¡Tened cuidado: no desarrolléis vuestra espontaneidad, no llenéis los Estados Unidos de piquetes anti-guerra, de comités de obreros y explotados negros e hispanos! ¡Esperad! ¡¿Cómo os atrevéis a poner en pie un Comité de Lucha y a convocar a una huelga general el 1° de diciembre, que puede adquirir un carácter de lucha de barricadas en las calles de Nueva York, de Washington, de San Francisco, de Los Ángeles!? ¿No veis que no está el partido revolucionario que puede conduciros y organizar la ‘insurrección como arte’?” Verdaderamente vergonzoso.
Pero todos los intentos del NOR y de sus mecenas por frenar la rueda de la historia serán va-nos. Porque los padecimientos inauditos de las masas bajo este sistema capitalista agónico que, al decir de Trotsky, ha transformado al planeta completo en una sucia e inmunda prisión, empujan a la lucha de clases. Y no hay NOR, PTS, MAS (en su versión de los ‘80-‘90; o en versión actual de “viejo MAS” que sueña con volver a aquellos años) que puedan frenar las leyes de la historia -que es la historia de la lucha de clases y que son más fuertes que cualquier aparato.
La posición reformista del NOR salta a la luz con mayor relieve después de que el huracán Katrina deviniera en una verdadera masacre de obreros y explotados negros en Nueva Orleans por responsabilidad del estado yanqui y de Bush; y cuando los intentos desesperados de los trabajadores negros africanos de llegar a Europa arrojándose contra las vallas de Ceuta y Melilla, muestran la importancia de la lucha por liberación del proletariado negro en toda su magnitud, y lo decisivo que es que el proletariado de los países imperialistas se subleve en su apoyo. Pero para el NOR, plantear esto es una política de “presión sobre la burguesía”.
Esta gente -como todas las corrientes liquidacionistas del trotskismo-, habla y pregona revoluciones desde los balcones de la aristocracia y la burocracia obreras de los países imperialistas. Tienen un pequeño problema –y ya, con esto, da ganas de terminar aquí esta respuesta-; pero tapándonos la nariz, nos introduciremos al debate con una posición tan penosa y lamentable, escrita en nombre del marxismo revolucionario.
ABRAN LOS OJOS, SEÑORES QUE ESTAN COLGADOS DE LOS FALDONES DE LA BU-ROCRACIA DE LA AFL-CIO: EL 60% DE LA CLASE OBRERA NORTEAMERICANA SON OBREROS NEGROS, HERMANOS DE LOS OBREROS NEGROS MARTIRIZADOS EN EL AFRICA, Y VANGUARDIA DE LA CLASE OBRERA DE LOS ESTADOS UNIDOS. EL 60% DEL PROLETARIADO DE ESTADOS UNIDOS SON LATINOAMERICANOS, QUE, JUNTO A LOS OBREROS DE COLOR Y LOS TRABAJADORES ARABES, Y AL IGUAL QUE EN FRANCIA, INGLATERRA, ALEMANIA, SON LOS QUE REALIZAN LOS TRABAJOS MÁS MISERABLES EN LAS POTENCIAS IMPERIALISTAS. ¿Cómo hacer una revolución socialista dirigida por los obreros negros, latinoamericanos, musulmanes, árabes, africanos, que son un componente fundamental -si no mayoritario, sí decisivo- de la clase obrera de las potencias imperialistas, derrotando los intereses de esa arrogante aristocracia obrera blanca, sin sublevar al proletariado de las potencias imperialistas ante las ignominias a las que son sometidos los pueblos de color y las nacionalidades oprimidas, y sin apoyar fervientemente toda su lucha revolucionaria antiimperialista?
En este punto, los plumíferos del NOR son verdaderamente cínicos: les dicen a los obreros negros de los Estados Unidos que podrán triunfar y ser la vanguardia de la revolución socialista en ese país, sin ser la vanguardia de la lucha por la liberación del África esclavizada.
No se han percatado que el verdadero ejército industrial de reserva de las potencias imperialistas, como sus fábricas y el saqueo que realiza el capital financiero, está en las naciones oprimidas y en sus masas explotadas. ¿Cómo podrían luchar los obreros europeos y norteamericanos por la revolución socialista en sus propios países sin exigir los mismos salarios y condiciones de trabajo que ellos tienen, para los obreros del África, de Medio Oriente, de América Latina, de Asia y de China en particular?!
Si no, lo que surgirá con la rara “revolución socialista” que el NOR pregona para los países imperialistas será... un gobierno socialimperialista. El NOR está a los faldones de Tony Blair, Zapatero, Schroeder. Francamente, lamentable.
El NOR, metido en un callejón sin salida, se ha apretado el mismo dedo en la misma puerta que lo hicieron todos los liquidadores del trotskismo en su proceso de degeneración. ¿Realmente creen, los plumíferos del NOR, que el proletariado alemán puede triunfar –como decía el PTS en 1998 cuando nuestra corriente rompía con ellos-, sin levantar en primer lugar las demandas de los obreros de la ex Alemania Oriental, de los antiguos países del Glacis y de la ex URSS, donde se restauró el capitalismo, y que han sido convertidos en republiquetas y maquiladoras de las potencias imperialistas europeas? ¡Así le fue al “poderoso proletariado alemán” que el PTS ayer -y hoy ustedes- presentaba como “modelo” para hacer una revolución socialista en Alemania, de espaldas a los trabajadores del Este europeo que quedaban esclavizados por la restauración capitalista y sus naciones oprimidas como republiquetas, por el imperialismo mundial!
La burguesía alemana fue más astuta que el NOR. Instaló maquilas en los países del Este, pagando salarios de miseria y aprovechando una mano de obra altamente calificada, y le dijo al proletariado alemán: “Hagan huelgas, luchen, hagan la revolución socialista, que nosotros sacamos la producción en el Este con mano de obra esclava”. El proletariado alemán no se sublevó a tiempo por sus hermanos del Este, no tomó en sus manos la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en esos países; y así le fue: lejos de hacer la revolución socialista, el proletariado alemán perdió todas sus conquistas.
El NOR, ¿les está diciendo a los trabajadores rusos que pueden hacer la revolución y restaurar la dictadura del proletariado, sin levantarse, en primer lugar, contra el ejército blanco ruso que masacra al pueblo checheno y a todos los pueblos que oprime, como agente de la burguesía gran rusa y de sus socios mayores de la burguesía imperialista mundial? Sí, les está diciendo eso. Y esto ya no es lamentable: esto es una traición.
Esta sola cuestión bastaría para cesar toda discusión con este grupo. Porque el NOR se ha de-mostrado así como sirviente de la aristocracia y la burocracia obrera de los países imperialistas. Pues entonces, ¡vayan a organizar la “insurrección como arte” con Sweeney y los burócratas de la AFL-CIO norteamericana, y con los no menos burócratas traidores de la UGT y las Comisiones Obreras de España!
Lamentablemente para ellos, Trotsky, por ejemplo, pronosticaba la bancarrota de la sección francesa de la III Internacional en manos de Stalin por su negativa a luchar contra la colonización del África por el imperialismo francés. Así, decía: “El impotente revolucionarismo de la Tercera Internacional es una consecuencia directa de su fatal política. Después de la catástrofe alemana, quedó al descubierto la insignificancia política de los llamados partidos comunistas en todos los países en los que fueron sometidos a alguna prueba. La sección francesa, que se mostró absolutamente incapaz de levantar aunque sea a unas decenas de miles de trabajadores contra el pillaje colonial de África, indudablemente hará más evidente su bancarrota en el momento del supuesto peligro nacional.” (“La guerra y la IV Internacional”, 10 de junio de 1934, pág. 153, negritas nuestras).
¿Qué dirá el NOR? ¿Que Trotsky, que llamaba a levantar a decenas de mi-les de trabajadores franceses contra el pillaje colonial del África, convertía al “partido mundial” “en un mero instrumento auxiliar de presión sobre la burguesía”?
Sin duda, la burocracia sindical de la AFL-CIO, el stalinismo norteamericano, el SWP sirviente de Fidel Castro, la UGT, y CCOO del estado Español, la CGT de Francia, el PT de Lula, todos ellos aplaudirían esta posición del NOR. El NOR ya puede quedarse tranquilo: con su posición socialdemócrata sobre la relación entre la revolución en el mundo semicolonial y la revolución en las metrópolis imperialistas, ya ha aprobado –y con “felicitado”- el examen para ser admitido en el ala izquierda del Foro Social Mundial. No es necesario entonces que siga haciendo méritos, que siga inventando y falsificando para poder atacar al trotskismo principista.
No terminábamos de escribir este documento, cuando París y toda Francia comenzaban a arder por la heroica revuelta de la juventud obrera francesa, que ya lleva más de 15 días, por trabajo y por libertad. Cuando esa juventud obrera superexplotada o desocupada de las “Cités” (las barriadas suburbanas, verdaderos dormitorios obreros) –en su gran mayoría nieta o hija de obreros inmigrantes del África subsahariana, del Magreb, de Argelia, de Medio Oriente-, grita “Cada noche haremos de París una Bagdad”, lo que estamos viendo es a uno de los sectores más explotados de la clase obrera levantando las banderas de la lucha antiimperialista de sus hermanos de clase de Irak y de las semicolonias y colonias. La grandiosa revuelta de la juventud obrera francesa, en sí misma, ya ha tirado al basurero la posición socialdemócrata del NOR.

La posición del NOR sobre el sujeto social de la revolución:
una ruptura con la teoría de la revolución permanente, levantando la posición del socialdemócrata Parvus contra Lenin, Trotsky, la III y la IV Internacionales

Sobre el sujeto social de la revolución boliviana, dice el NOR en su documento: “En su mate-rial de noviembre y bajo el título ‘El sujeto social de la revolución: el proletariado acaudillando a los campesinos pobres y redimiendo a la nación oprimida’ (BIOI Nº 6, pág. 12), la LOI-DO da cuenta correctamente de los porqué es el proletariado el sujeto social de la revolución, sin embargo, en la Tesis XVI, la que cierra y contiene las conclusiones de este capítulo sobre el sujeto social de la revolución, de un solo plumazo dan por tierra con todo lo escrito precedentemente. Allí se dice: ‘El sujeto social de la revolución no puede ser otro que la alianza de los obreros y campesinos pobres dirigidos por la clase obrera’.
“Aunque la cita en cuestión hable de la dirección de la clase obrera, afirma categóricamente que el sujeto social de la revolución es la alianza obrera y campesina.” (pág. 17), lo que según el NOR, configuraría una posición contraria a la teoría de la revolución permanente.
Nosotros afirmamos que es el NOR el que rompe con la teoría de la revolución permanente, afirmando que el sujeto social de la revolución –y estamos hablando, además, de Bolivia, un país semicolonial con una enorme población campesina- es únicamente el proletariado.

Porque dicen las tesis de la Revolución Permanente con claridad:

“2.-Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.

3.- El problema agrario, y con él el problema nacional, asignan a los campesinos, que constituyen la mayoría aplastante de la población de los países atrasados, un puesto excepcional en la revolución democrática. Sin la alianza del proletariado con los campesinos, los fines de la revolución democrática no sólo no pueden realizarse, sino que ni siquiera cabe plantearlos seriamente. Sin embargo, la alianza de estas dos clases no es factible más que luchando irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía liberal-nacional.” (León Trotsky, “La revolución permanente”, 1930, pág. 185, subrayado en el original).

Esta gente del NOR ni siquiera leyó “La Revolución Permanente” de León Trotsky. Son verdaderos curanderos. Sinceramente, da vergüenza ajena lo que han escrito, sobre todo porque aunque haya en dicho grupo algún joven inexperto, también hay viejos cuadros a los que no les faltan años y les sobran canas.
Es que, al contrario de lo que afirma el NOR, la teoría de la revolución permanente plantea que en los países atrasados, donde los campesinos constituyen la mayoría aplastante de la población –como es en Bolivia- no puede ni si-quiera plantearse seriamente la revolución sin la alianza del proletariado con los campesinos. Y esto es precisamente-te lo que hemos planteado y afirmado desde la FTI-CI en todos nuestros abundantes materiales sobre la revolución boliviana, como cualquier lector honesto de los mismos puede confirmar.
Pero el NOR dice que la posición del trotskismo es que sólo el proletariado es el sujeto social de la revolución. Pero, ¡esa es la posición de Parvus, no de Trotsky! Era Parvus el que planteaba que en Rusia el sujeto social de la revolución era sólo el proletariado, y levantaba la lucha por una revolución que instaurara un gobierno obrero que realizara los fines de la revolución democrática, pero de “tipo australiano” –es decir, un gobierno de un partido obrero reformista- tal como lo plan-tea Trotsky: “Parvus, ya en aquel entonces, preveía la instauración, como resultado de la revolución, de un régimen obrero de tipo ‘australiano’. (...) Parvus apuntaba ya por entonces hacia la democracia australiana de aquellos tiempos, es decir, hacia un régimen en que el partido obrero gobernaba, pero no dominaba, realizando sus reivindicaciones reformistas únicamente como complemento al pro-grama de la burguesía.” (Ídem, pág. 82).
Tanto es el sujeto social de la revolución la alianza obrera y campesina dirigida por el proletariado, que el mismo Programa de Transición plantea como una variante de popularización de la dictadura del proletariado, la lucha por el “gobierno obrero y campesino”. ¡Discutan contra Trotsky, señores del NOR, e inclusive renieguen, si quieren, de la táctica de gobierno obrero y campesino como está planteada en el Programa de Transición! Pero ya queda claro que al NOR, que falsifica el programa y la teoría del trotskismo, sólo lo entiende… el NOR.
Es más, el NOR, que en su documento cita la “Historia de la revolución rusa” de Trotsky, debe saber qué tan claro es que el sujeto social de la revolución es la alianza obrera y campesina (por su-puesto, acaudillada por el proletariado), que los bolcheviques para poder organizar la “insurrección como arte” (que tanto desvela a los plumíferos del NOR) y tomar el poder en Octubre de 1917, tu-vieron que prometerles a los campesinos pobres (y a su dirección, los SR de izquierda) que si los apoyaban en la toma del poder, aplicarían su programa de reparto de la tierra entre los campesinos, dejando de lado el programa bolchevique de colectivización del campo.
Si Lenin hubiera tenido la concepción del NOR -y de Parvus- de que el sujeto social de la revolución es sólo el proletariado, jamás los bolcheviques habrían tomado el poder en Rusia con los SOVIETS DE OBREROS Y CAMPESINOS, dirigidos por el proletariado y su partido revolucionario, tal cual como lo plantea la teoría de la revolución permanente. Habrían terminado, por el contrario, poniendo en pie un partido obrero reformista. Es decir, lo mismo que hoy plantean en Bolivia corrientes como el MAS, el PTS y el MST-LIT, que apoyan la política del castrista Solares de poner en pie un “Instrumento político de los trabajadores”, es decir, un partido obrero reformista. ¿No será que de allí provienen las voces que les susurran al oído semejantes brutalidades antimarxistas a los plumíferos del NOR?
No se puede negar que el NOR es consecuente: tiene una posición socialdemócrata kaustskista sobre la relación de la revolución en las colonias y la revolución en las metrópolis; y también -como no podía ser de otra manera-, tiene una posición socialdemócrata -la de Parvus- en relación al sujeto social de la revolución, en ruptura completa con la teoría de la revolución permanente.
Es más, esta posición ajena al trotskismo y copiada de la de Parvus que el NOR quiere hacer pasar como la esencia de la revolución permanente, es precisamente la que Stalin y la burocracia soviética inventaban y le atribuían al trotskismo, falsificándolo, para intentar justificar su lucha virulenta contra la Oposición de Izquierda. Así, el caballito de batalla del stalinismo en su lucha contra Trotsky y la revolución permanente era inventar que éste, al revés de Lenin, supuestamente negaba la importancia del campesinado y de la alianza obrera y campesina.
Por ello Trotsky responde con claridad: “Lo más que se puede decir hoy, después de la comprobación histórica, acerca de las antiguas divergencias en torno a la dictadura, es esto: mientras que Lenin, partiendo invariablemente del papel directivo del proletariado, subraya y desarrolla la necesidad de la colaboración revolucionario democrática de los obreros y campesinos, enseñándonos a todos nosotros en este sentido, yo, partiendo invariablemente de esta colaboración, subrayo constantemente la necesidad de la dirección proletaria no sólo en el bloque, sino en el Gobierno llamado a ponerse al frente de dicho bloque. No se puede hallar otra diferencia. (Ídem, pág. 95, subrayado en el original).
Es decir, Lenin y Trotsky coincidían en que el sujeto social de la revolución (en aquel momento para la Rusia de 1905), era la alianza del proletariado y el campesinado. Hasta 1914, la diferencia que había entre ellos, era alrededor de cuál de los integrantes de esa alianza de clases debía dirigirla, acaudillarla. Trotsky planteaba correctamente, ya desde 1905, que debía ser la clase obrera la que dirigiera y acaudillara la alianza obrera y campesina, puesto que el campesinado tendía a dividirse, con sus capas altas siguiendo a la burguesía, y sus capas bajas aliándose al proletariado.
El NOR, falsificando la historia y sus lecciones revolucionarias y rompiendo con Lenin y Trotsky, va tras los pasos de Parvus, afirmando que el sujeto social de la revolución es únicamente el proletariado, y termina nuevamente de su mano, en el pantano ya maloliente de la socialdemocracia más podridamente reformista. No se puede negar que el NOR es consecuente: en su viaje hacia atrás en el tiempo, siempre llega adonde quiere llegar: a la II Internacional socialchovinista y reformista.

Una posición morenista clásica sobre “crisis de dirección”

El NOR, en su crítica a nuestra corriente, centrada en que supuestamente seríamos “ultraobjetivistas” y negaríamos el rol del partido revolucionario, define a la “crisis de dirección revolucionaria” únicamente como la “ausencia del partido revolucionario”.
Así lo afirman en su documento, cuando dicen que “... no hay un desarrollo lineal y equilibra-do entre las condiciones objetivas y subjetivas, tal como lo han demostrado las revoluciones del siglo XX y los procesos revolucionarios en lo que va del siglo XXI. La inexistencia de un partido revolucionario ha sido el factor fundamental que determinó la derrota o desvío de esas revoluciones y procesos.” (pág. 5, negritas nuestras).
Esta posición de considerar la crisis de dirección revolucionaria únicamente como inexistencia de partido revolucionario, que se reitera hasta el cansancio en el documento del NOR -con la letanía de “no existe el partido”, “faltó el partido”, y así sucesivamente- es una media verdad, y por ello una completa mentira. La crisis de dirección revolucionaria –aunque por supuesto contempla el hecho de que no exista un partido revolucionario mundial que dirija a las amplias masas- no significa que haya un “vacío”, como plantea el NOR (“¡falta el partido”!), sino por el contrario, que el proletariado y las masas explotadas tienen a su frente direcciones traidoras de todo pelaje -socialdemócratas, stalinistas, burocracias sindicales, etc.- compradas, pagadas por la clase enemiga, a las que es necesario derrotar.
Así, el Programa de Transición, inmediatamente después de definir que “la crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”, aborda en un capítulo específico el problema de “El proletariado y sus direcciones”, donde hace un breve balance sobre la revolución española, sobre la revolución en Francia, sobre la oleada de huelgas de brazos caídos en los Estados Unidos, y sobre por qué las masas no pudieron avanzar decisivamente hacia la victoria. Y no dice -como hace el NOR- que la causa es que “faltó el partido revolucionario”. Por el contrario, plantea con claridad que “Las masas, por millones, están entrando en la vía de la revolución. Pero una y otra vez se ven bloqueadas por sus propios aparatos burocráticos”, a saber, “(...) socialdemócratas, stalinistas, anarquistas, poumistas”, “(...) sindicalistas”,“(...) bajo el rótulo del Frente Popular”(León Trotsky, 1938, págs. 31 y 32); la dirección de la CIO en Estados Unidos. Por ello, plantea con claridad más adelante que “La Cuarta Internacional declara una guerra implacable a las burocracias de las Internacionales Segunda, Tercera, de Amsterdam y Anarcosindicalista, así como a sus satélites centristas.” (Idem, pág. 76).
¡Es claro entonces que la crisis de dirección revolucionaria no se trata de un “vacío”, no se limita a la “ausencia del partido” en general, sino que significa también que hay sobreabundancia de direcciones traidoras!
Por el contrario, la posición de la crisis de dirección como “vacío”, como “ausencia de partido” en general, que levanta el NOR, es una posición clásicamente morenista. Significa afirmar que se puede poner en pie y construir un partido revolucionario de masas al lado -por así decirlo-, coexistiendo con las direcciones contrarrevolucionarias de las masas, es decir, conviviendo con ellas. Por eso, para el morenismo clásico había dos estrategias permanentes: “movilizar a las masas” y “construir el partido”, sin plantear que había que derrotar a las direcciones traidoras y a sus “satélites centristas”, hoy devenidos en oportunismo abierto. Esto es lo que explica que el NOR sea capaz de escribir 21 páginas sobre la revolución boliviana y prácticamente no mencionar a Morales, Solares, Quispe, y demás traidores, ni tampoco decir nada del POR de Lora, como veremos más adelante.
Esta seudoteoría ultrasubjetivista que define a la crisis de dirección sólo como ausencia del partido revolucionario, no es más que la otra cara de la misma moneda morenista de la posición -no menos subjetivista- que planteaba el MAS de Argentina en los ‘80. Porque en aquel entonces, el MAS y la corriente morenista planteaban que había “vacío de dirección”, esto es, que a las masas no las dirigía nadie, y que entonces había decirles a los trabajadores “Venga al MAS”. Así, sin derrotar a las direcciones contrarrevolucionarias, según la concepción del morenismo, se pondría en pie el partido revolucionario que vendría a llenar ese “vacío de dirección”.
Hay que sacarles la careta a los plumíferos del NOR: ¡son del MAS de los ‘80! Su posición sobre crisis de dirección es una posición de “vacío de dirección”, aunque le cambien el nombre y la llamen “ausencia de partido” para tratar de esconder que es la vieja posición morenista de los ‘80. Realmente, ¡hay que tener la cabeza grande y el cerebro pequeño para no haber aprendido nada en los últimos 25 años!
Discutir con el NOR, entonces, no es importante en sí mismo, como ya hemos planteado, sino porque es un grupo más de la corriente morenista que estalló por haber capitulado en los ‘80 y principios de los ‘90 frente a los acontecimientos de 1989, y que está dividida en veinte mil pedazos por esas capitulaciones y por intereses de aparatos. Discutir con el NOR, entonces, es discutir con los morenistas en todas sus variantes.
Contra el MAS de los ‘80 y el NOR del 2005, los trotskistas internacionalistas afirmamos que no hay forma de poner en pie un partido revolucionario que pueda conducir a las masas a la toma del poder, sin derrotar, junto con las masas, a las direcciones traidoras que lo impiden. De lo contrario, sólo se construyen partidos centristas, que jamás se harán de masas, puesto que se niegan a derrotar a las direcciones que las dirigen.
En última instancia, -aunque puede haber en el NOR algún joven militante buscando honestamente la verdad revolucionaria- esos viejos cuadros del MST y del PTS que se han agrupado en el NOR, y que hacen méritos para ser aceptados en el ala izquierda del Foro Social Mundial, sueñan con volver a aquel viejo MAS de los ‘80 y los ‘90, aquel que llamaba a “movilizar a las masas y construir el partido”, que llegó a decir que en la revolución en Argentina los soviets se iban a dar dentro del MAS por lo grande y poderoso que éste era. Y que terminó en la peores de las bancarrotas, en la impotencia del “luche y vote”, adaptado al régimen burgués, abrazado al stalinismo mientras caían sobre sus cabezas los cascotazos del Muro de Berlín, y llevándole flores a los militares genocidas que habían masacrado en La Tabla-da.
El NOR pregona la “insurrección como arte” que pregonaba el MAS a fines de los ‘80 y principios de los ‘90 cuando anunciaba que estaban preparando la “toma del poder en Argentina”, y recorrían los países hablando con todas las corrientes del movimiento trotskista pidiendo colaboración financiera y apoyo porque estaban “organizando la insurrección con el partido revolucionario”... Y mientras tanto, para lo único que verdaderamente se preparaban, era para meter a Zamora diputado. Señores morenistas del NOR: lo que hacen hoy es repetir de forma ridícula y cómica, lo que ayer fue una tragedia. Cuando se está frente a un morenista, hay que tener cuidado: porque siempre pone el guiño a la izquierda, pero siempre, siempre.... es para girar a la derecha.

Una posición nacional trotskista, morenista-lambertista sobre el sujeto político de la revolución

Cuando el NOR nos habla de la ausencia de un partido revolucionario en Bolivia, está hablando de un partido nacional. Para ellos, el sujeto político de la revolución en Bolivia, es un partido revolucionario “nacional” boliviano.
Por el contrario, nosotros afirmamos que, como decía Trotsky, a partir de 1914 se acabó la época de los programas nacionales, y con ella, la de los partidos nacionales. Nosotros, a diferencia del NOR, afirmamos que “el partido que falta” es la IV Internacional, y que esta “ausencia” no es producto de la casualidad, sino de que el centrismo, el revisionismo y el oportunismo la destruyeron, poniéndola a los pies de las direcciones traidoras de todo pelaje.
Por esta razón, el NOR -además de ocultar y falsificar nuestras posiciones sobre cómo luchar por poner en pie un partido revolucionario en la revolución boliviana-, es incapaz de comprender que nuestra corriente es la que más peleó y pelea por que ese partido se ponga en pie en Bolivia, porque hemos planteado que esa tarea no es de los trotskistas “bolivianos”, sino de las fuerzas sanas del trotskismo a nivel internacional. Porque poniendo todas nuestras energías en el combate por reagrupar internacionalmente a esas fuerzas –cuestión que ha dado sus primeros pasos con la conformación del Comité de Enlace por una Conferencia Internacional de los trotskistas principistas y las organizaciones obreras revolucionarias-, lanzamos el mismo grito que lanzaran los bolcheviques-leninistas y luego la IV Internacional frente a la revolución española: ¡El 99% de las fuerzas de todos los trotskistas principistas del mundo a Bolivia, a luchar por el triunfo de la revolución y porque se ponga en pie el partido revolucionario que las masas se merecen, que sólo podrá surgir combatiendo implacablemente a las direcciones traidoras y sobre los escombros de los liquidadores del trotskismo en Bolivia y a nivel internacional!
Por el contrario, para el NOR, entonces, el sujeto social de la revolución es únicamente el proletariado, y el sujeto político para ese sujeto social, es un partido revolucionario nacional. No hace más que retomar la nefasta tradición del nacional trotskismo de los ‘80, que se dedicó a construir en cada país partidos grandes y “bobos”, electoralistas y sindicalistas, adaptados a sus regímenes y direcciones traidoras, inservibles para la revolución. Cuando el NOR nos habla de “el partido”, nos está hablando del “partido de los 10.000 militantes” por el que abogaba Lambert en Francia en los ‘80; o del MAS de Argentina. Es decir, todos grandes partidos nacionales que no pudieron escapar a la ley de hierro de la época imperialista, de que el “socialismo nacional” termina, más temprano que tarde, cediendo a las presiones de su propia burguesía y sus propias direcciones traidoras.
Nuestra corriente afirma que esos grandes partidos “nacionales” sólo han traído fracasos y frustraciones a la clase obrera y que, por el contrario, cuadros revolucionarios probados y verdadera-mente internacionalistas pueden dirigir una revolución y llevar a la clase obrera a la victoria.
Esa es la verdadera lección y experiencia de la única “insurrección como arte” victoriosa en la historia, la de Octubre de 1917 en Rusia, a la que tanto apela el NOR sin comprender en lo más mínimo sus verdaderas lecciones. Porque como veremos más adelante, la dirección “nacional” del Partido Bolchevique en Rusia, entre febrero y abril de 1917, cedió completamente a las presiones e ilusiones de las amplias masas campesinas, que veían al gobierno provisional como su gobierno, y llamó a darle apoyo crítico.
Por ello, afirmamos que se pudo tomar el poder en Rusia en octubre de 1917 porque había existido primero un reagrupamiento de los internacionalistas en Zimmerwald y Kienthal (que cabían en cuatro coches grandes), que había forjado a la Izquierda de Zimmerwald -que cabía apenas en un sillón-, que pudo, con la llegada de Lenin a Rusia, corregir y cambiar el curso del “partido nacional”.
Fue ese puñado de cuadros internacionales de la Izquierda de Zimmerwald el que ya antes, durante la guerra misma, había forjado el programa para la revolución: “Dad vuelta el fusil, transformad la guerra imperialista en guerra civil contra vuestra propia burguesía”. El partido “nacional” bolchevique, de febrero a abril de 1917, no aplicó ese programa. Pero pudo corregirse a tiempo y tomar el poder porque existía la Izquierda de Zimmerwald, el embrión de la III Internacional revolucionaria.
Por su concepción nacional trotskista, morenista-lambertista, el NOR es incapaz de comprender que las “Tesis de Abril” de Lenin no eran el “programa nacional” para la revolución “nacional” rusa, sino la refracción en Rusia del programa internacional de la Izquierda de Zimmerwald. No puede comprender que sus dos claves eran explicar pacientemente el carácter imperialista del gobierno provisional, que la tarea era luchar por “Todo el poder a los soviets” y preparar su derrocamiento revolucionario (es decir, “dar vuelta el fusil”), y que era necesario fundar inmediatamente la III Internacional.
Cuando comenzaron los acontecimientos revolucionarios en Argentina en 2001, la LOI-CI, integrante de la FTI-CI, golpeó la mesa y proclamó que la tarea de poner en pie un partido revolucionario en la Argentina era una tarea de todas las fuerzas sanas del trotskismo a nivel internacional. Buscábamos a nuestro sujeto político, -como lo hacemos hoy en Bolivia- que no podía y no puede ser otro que un agrupamiento internacional por la refundación de la IV Internacional. Sólo con es-te combate se podía llegar con el programa justo en el momento justo, a los agudos acontecimientos que atravesaba ese país.
Mientras tanto, a principios de 2002, algún que otro cuadro viejo proveniente del MST y que hoy se ha agrupado con el NOR, deambulaba por bares manifestando su intención de escribir las “Tesis de abril” de la revolución argentina. Por supuesto que nunca las vimos. Lo que sí estamos viendo, unos años más tarde, son las tesis mencheviques para estrangular la revolución boliviana, como estamos demostrando en esta respuesta.

El NOR: una falsificación histórica escandalosa de la revolución boliviana de 1952, que les salva la ropa al pablismo y al morenismo

Dice el refrán que “la mona, aunque se vista de seda, mona queda”. Y el NOR no escapa a las generales de la ley, en este caso. Porque con su posición de “faltó el partido” (partido “nacional”, como hemos dicho), aunque hable hasta por los codos sobre la “insurrección como arte” en general, sobre Bolivia en particular no solamente no hace una sola crítica a la política del POR de Lora –ni tampoco de los demás grupos de los liquidadores del trotskismo de menor envergadura pero del mismo calibre reformista-, sino que además, hace una falsificación histórica escandalosa de la revolución de 1952, para salvarles la ropa al POR, al pablismo y a todos los liquidadores de la IV Internacional.
Casi podrían postularse para el Libro Guinness de los Récords (donde podrán competir con Albamonte del PTS y compañía, duchos en estos menesteres): porque es un verdadero récord escribir 21 páginas sobre la revolución boliviana, insistir en ellas unas doscientas veces sobre la “inexistencia del partido revolucionario” y.... ¡no mencionar prácticamente al POR de Lora, y ocultar su traición a la revolución boliviana de 1952; al proceso revolucionario de 1971 con su FRA con el stalinismo y el general Torres, y a la revolución que se iniciara en 2003!
Veamos qué dice el NOR: “... En la grandiosa insurrección de Abril de 1952, las masas bolivianas armadas, con los obreros mineros como vanguardia, derrotaron al ejército burgués (....) Es decir que en Abril del ‘52, las masas bolivianas resolvieron lo que según la LOI-DO es la cuestión fundamental y que separa a las masas de la toma del poder: liquidaron al ejército burgués. Sin embargo, aquella extraordinaria insurrección no llevó a la clase obrera boliviana al poder.
“Al no existir un partido revolucionario del proletariado boliviano firme y genuino, que prepare y organice la insurrección y lleve a la clase obrera a la conquista del poder, la victoria transmitió el poder inevitablemente a las manos de los partidos enemigos de la insurrección. Esta es la lección central de la revolución del ‘52, las demás gravitan bajo ella.” (pág. 3).
Y luego insiste, en la página 15: “No han sido las armas, ni las milicias obreras y campesinas lo que faltaron en Bolivia en el ‘52, lo que faltó fue un partido revolucionario. Esta es la lección fundamental a remarcar.”
¡Cómo que en 1952 “no había partido revolucionario”! Había un partido revolucionario mundial que era la IV Internacional, del cual el POR de Bolivia era sección oficial! Una IV Internacional que había reorganizado sus filas y sus secciones a la salida de la segunda guerra mundial, que había realizado tres congresos mundiales desde 1946, y que tenía una dirección unificada y centralizada!
Afirmar, como hace el NOR, que “no existía un partido revolucionario”, es ocultar que inclusive había sido el POR el que había hecho votar su programa –las Tesis de Pulacayo- en el corazón de la clase obrera boliviana, los mineros. Es ocultar que en 1952 el POR y toda la dirección de la IV Internacional –Mandel, Pablo, la dirección del SWP norteamericano, y también Nahuel More-no-, traicionaron la revolución de abril de 1952 planteando el apoyo crítico al gobierno del MNR y Paz Estenssoro.
Tanto es así que el periódico “Frente proletario” que en aquel momento publicaba en Argentina el grupo de Moreno, decían que se reivindicaban “pablistas de la primera hora” y planteaban que debía haber en el gobierno de Paz Estenssoro ministros obreros que estuvieran bajo control de la COB y de la Federación Minera.
El NOR calla y oculta este hecho, que marcó el inicio de la crisis y el estallido de la IV Internacional. Porque la verdad histórica es que recién a partir de 1953, frente a la emergencia del pablismo y el estallido de la IV Internacional, la fracción resistente al pablismo que se agrupó en el Comité Internacional, y en particular, Nahuel Moreno, se autocriticaron públicamente de esa posición escandalosa sostenida en 1952, y comenzaron a levantar la lucha por “Todo el poder a la COB”.
¿Y qué nos dirá el NOR de 1971? ¿Qué ahí también “faltó el partido”? ¡Es un escándalo! Ocultan que el POR en 1971, primero se dedicó junto con los stalinistas de todo pelaje a discutir sobre lo humano y lo divino en la Asamblea Popular (un embrión soviético), negándose a llamar a poner en pie las milicias obreras de la misma ante la inminencia del golpe de Banzer que la burguesía preparaba abiertamente. Y cuando el golpe se impuso a sangre y fuego, el POR hizo con el general Torres, los stalinistas y demás, un “Frente Revolucionario Antiimperialista” (FRA) que se proponía “tomar el poder”, es decir, un abierto frente de colaboración de clases.
Hoy el NOR, con su letanía sobre la “inexistencia del partido revolucionario”, lava la ropa sucia de la dirección de la IV Internacional y el POR en 1952; y del mismo del POR en 1971 y en la actual revolución boliviana, donde éste se ha negado sistemáticamente a luchar por poner en pie los soviets y el armamento, es decir, a luchar por el poder, aunque -al igual que el NOR- se llene la boca hablando de “insurrección” y “dictadura del proletariado”.

 

2. El NOR, en la vereda de enfrente de las acciones independientes de masas
El normativismo, haciendo de taparrabos del sindicalismo y el reformismo

El NOR, tras los pasos de Morales, Solares, Quispe y compañía, les dice a las masas bolivianas que no avancen por el camino de la revolución de 1952

 

Como explicamos en la introducción de este documento, el NOR hace su polémica sobre la base de falsificar las posiciones de la FTI-CI, inventando, como su tesis central, que nosotros seríamos una corriente que llama “a la insurrección para la toma del poder en todo tiempo y lugar, in-dependientemente de las condiciones no sólo objetivas, sino también subjetivas de la realidad.” (pág. 11 del documento del NOR).
Cualquiera que haya seguido nuestras posiciones, y leído seriamente nuestros materiales –y que no sea un falsificador consciente- podrá comprobar que, desde febrero de 2003, pasando por octubre del mismo año, y hasta la actualidad, el eje articulador de todo nuestro programa para la revolución boliviana ha sido la lucha por poner en pie y centralizar los soviets, por el armamento del proletariado, y el enfrentamiento a las direcciones traidoras, para que las masas demuelan y dejen en crisis a todas las instituciones del estado, con lo que se abrirían efectivamente las condiciones en las cuales se pueda preparar la insurrección como arte. Cuanto más lejos lleguen las masas en destruir las instituciones del poder burgués y en constituir sus propios organismos de poder obrero y campesino, más cerca estaremos de que surja el partido revolucionario capaz de organizar la insurrección como arte. Por-que luchando por los soviets y combatiendo en los mismos contra las direcciones traidoras, como parte de un combate internacional por la refundación de la IV Internacional, es donde puede ponerse en pie y madurar el partido revolucionario. Por supuesto que planteamos la necesidad de una insurrección triunfante en Bolivia en octubre de 2003, en medio de la caída de Sánchez de Lozada a manos de la acción revolucionaria de masas y de una descomunal crisis revolucionaria en las alturas, como también planteamos esa necesidad en mayo-junio de 2005, cuando las masas derrocaron a Mesa.
El NOR inventa la posición de que nuestra corriente llamaría a la insurrección “en todo momento y lugar”, y oculta que precisamente, nosotros siempre definimos a la revolución boliviana como una “revolución inconclusa”. Porque pese a la enorme espontaneidad y energía desatada por las masas en tres embates revolucionarios -febrero y octubre de 2003, y mayo-junio de 2005-, a pesar de haber derribado dos presidentes, éstas no lograron, por la acción nefasta de las direcciones traidoras, terminar de destruir al régimen de la Rosca y dejar completamente dislocado el estado burgués, ni pudieron establecer un régimen de doble poder, poniendo en pie los soviets y la milicia obrera, y ganándose a la base del ejército.
Esa es nuestra definición esencial de la actual revolución boliviana, cuestión que el NOR oculta. El imperialismo, la burguesía, y las direcciones traidoras -los Morales, Solares, Quispe, Mama-ni, etc., etc.-, han aprendido muy bien de 1952, y montaron una Santa Alianza que se conjuró para impedir que la revolución que los obreros y campesinos bolivianos iniciaron en 2003 llegue adonde llegó la de 1952. Están conjurados para impedir que el embate de las masas destruya al régimen de la Rosca y disloque al estado burgués, y que éstas establezcan -en oposición a ese poder burgués dislocado- sus propios organismos de poder obrero y campesino, centralizados y armados, es decir, un régimen de doble poder, preparatorio de una insurrección triunfante.
Justamente, lo que hasta ahora han logrado impedir las direcciones traidoras en los dos grandes embates de masas de la revolución boliviana (tres, si contamos la semi-insurrección de febrero de 2003), es que las masas obreras y campesinas, con su espontaneidad desatada, destruyan al ejército burgués y a su casta de oficiales y pongan en pie las milicias, como en 1952. Si las masas no lo-gran avanzar hasta allí y no dividen y destruyen al ejército -el pilar del estado burgués- no estarán dadas las condiciones para preparar la insurrección como arte.
Sin embargo, el NOR les dice a las masas en Bolivia que no se levanten, que no destruyan al ejército, que no quemen al parlamento fantoche de la Rosca, que no pongan en pie soviets y milicias, hasta tanto ellos no pongan en pie “el partido revolucionario” que pueda organizar la insurrección como arte. ¿Y estos son los supuestos “expertos” de la “insurrección como arte”? ¡Charlatanes!
En 1934, en “¿Adónde va Francia?”, Trotsky planteaba: “Después de la guerra, se produjeron una serie de revoluciones que significaron brillantes victorias: en Rusia, en Alemania, en Austria-Hungría, más tarde en España. Pero fue sólo en Rusia donde el proletariado tomó plenamente el poder en sus manos, expropió a sus explotadores y, gracias a ellos, supo cómo crear y mantener un Estado obrero. En todos los otros casos, el proletariado a pesar de la victoria, se detuvo, por causa de su dirección, a mitad de camino. El resultado de esto fue que el poder escapó de sus manos.” (pág. 13).
Pese a que se detuvieron “a mitad de camino” y pese a que no tenían a su frente un partido revolucionario maduro, Trotsky llama a la revolución rusa de febrero de 1917; a la alemana y húngara de 1918-19; y a la propia revolución española de 1931, “brillantes victorias”. Con ese mismo método, podríamos decir que la gran revolución boliviana de 1952 también fue una “brillante victoria” para las masas, en el sentido en que las definía Trotsky: los obreros insurrectos derribaron al viejo régimen de la Rosca, dividieron y destruyeron al ejército burgués, se armaron constituyendo sus milicias obreras y fundaron la COB como organismo de poder obrero y campesino opuesto al poder burgués, imponiendo de esa manera un régimen de doble poder. Pero también se detuvieron “a mitad de camino” por su dirección, es decir, por Lechín, el stalinismo, y por la traición del POR y toda la IV Internacional, que en aquel momento llamaron al apoyo crítico al gobierno del MNR.
La acción consciente de las direcciones traidoras en octubre de 2003 y en mayo-junio de 2005 estuvo al servicio de impedir que la revolución boliviana, a pesar de derribar a Goni y luego a Mesa, llegara hasta donde sí pudo llegar la de 1952.
Es que desde el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia en adelante -y también de la revolución boliviana de 1952- la burguesía a nivel mundial y las direcciones reformistas de todo pelaje a su servicio, aprendieron bien la lección: saben que deben tratar de impedir, por todos los me-dios, que las masas logren poner en pie los soviets y se armen -es decir, imponer un régimen de doble poder. Saben que esa es la peor amenaza a su propiedad y dominio, ya que son los organismos preparatorios de la insurrección, y porque en ellos un pequeño grupo de revolucionarios (como eran los bolcheviques en 1917) puede adquirir peso de masas, organizar y dirigir la insurrección como arte y llevar a la clase obrera y a los explotados a la victoria, a la toma del poder.
En el desarrollo de la espontaneidad de las masas, impulsando su lucha política, peleando por los soviets y por el armamento del proletariado, es donde puede madurar el partido revolucionario y ganar autoridad ante las masas, aunque en los momentos preparatorios y previos los revolucionarios fueran únicamente pequeños núcleos sin una implantación fuerte en el movimiento de masas.
Por esa razón, y contra la política consciente de las direcciones traidoras, nuestra lucha en octubre de 2003 en Bolivia fue por que no se detuviera el embate revolucionario de las masas, por que éstas pusieran en pie un organismo de poder obrero y campesino centralizado, conquistaran sus milicias obreras y campesinas y pusieran en pie comités de soldados rasos del ejército. Ése era el camino para barrer no sólo con Goni y Mesa, sino también con el parlamento fantoche y todas las instituciones del régimen de la Rosca, y dejaran dislocado al estado burgués, abriendo con ello un régimen de doble poder, condición indispensable para que pueda prepararse y organizarse una insurrección como arte.
Es decir, ante el hecho evidente e innegable de que no existían en esos momentos aún ni soviets centralizados y armados, ni un partido revolucionario que, ganando la mayoría en ellos, derrotando a las direcciones traidoras, pudiera preparar la “insurrección como arte”, la política de todo aquel que se precie de revolucionario debía ser que las masas en su embate conquisten una “brillante victoria”, cuestión que, además, abriría las mejores condiciones para que se ponga en pie y madure el partido revolucionario.
Pero para el NOR, esta política revolucionaria que levantó la FTI-CI, es “aventurera” e “irresponsable”, porque... no existía el partido revolucionario para organizar la “insurrección como arte”. Y por esa vía, el NOR quedó sosteniendo al régimen de la Rosca, al parlamento odiado por las masas, a la casta de oficiales asesina de West Point, negándose a luchar por las milicias obreras y campesinas. Eso tiene un nombre: traición política a los intereses del proletariado.

Con la posición del NOR, jamás se pondrá en pie en Bolivia un partido revolucionario

Así va disipándose la cortina de humo que el NOR ha levantado con sus apelaciones a la insurrección como arte. “No hay partido”, repiten hasta el cansancio, mientras ocultan bajo la alfombra las capitulaciones y traiciones del POR y de los liquidacionistas. Consecuentemente con esto, por supuesto, tampoco plantea el NOR cómo podría ponerse en pie en Bolivia ese partido revolucionario del que hablan.
Esconder las traiciones del POR de Lora es una consecuencia directa de la revisión que hacen de la definición trotskista de crisis de dirección revolucionaria, negando que la misma es esencial-mente la sobreabundancia de direcciones traidoras, las que sólo pueden ser derrotadas por un partido revolucionario que, a cada paso, les marque con claridad a las masas quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos.
Sin combatir implacablemente a las direcciones traidoras y a los liquidadores del trotskismo como el POR, sin luchar abierta e inclaudicablemente por poner en pie los soviets y el armamento, sin luchar por que las masas no se detengan en su embate revolucionario y avancen lo más lejos posible en la destrucción del poder burgués, ¿cómo poner en pie y ayudar a que madure un partido revolucionario en la revolución boliviana?
El NOR no puede explicarlo: les dice a los obreros y campesinos bolivianos que esperen, que ese partido caerá del cielo, que surgirá por generación espontánea o por una fertilización in vitro y un entrecruzamiento de genes morenistas y gramscianos, o por obra de dios. Nadie sabe.
Por el contrario, cuando en 1936 Trotsky definió que la revolución había comenzado en Francia, lejos de quedarse gimoteando y repitiendo la letanía de “no hay partido revolucionario” -y la Liga Comunista en ese país era una pequeña liga de cuadros-, y de decirle a las masas francesas que esperaran, planteó con claridad cuál era la tarea de los pequeños núcleos o ligas revolucionarias. Así, decía: “La principal conquista de la primera ola radica en el hecho de que han aparecido dirigentes en los talleres y en las fábricas. Han sido creados los elementos de los estados mayores locales y barriales. Las masas los conocen. Ellos se conocen unos a otros. Los verdaderos revolucionarios buscarán relacionarse con ellos. Así, la primera automovilización de las masas ha marcado y en parte designado a los primeros elementos de una dirección revolucionaria. La huelga ha sacudido, reanimado, renovado, todo el gigantesco organismo de clase. La vieja escama organizativa aún está lejos de haber desaparecido; por el contrario, se mantiene con demasiada obstinación. Pero, bajo ella, ya aparece una nueva piel. (...) Un estado mayor revolucionario no puede nacer por medio de combinaciones de dirigentes. La organización de combate no coincidiría con el partido, aún si existiera en Francia un partido revolucionario de masas, pues el movimiento es incomparablemente más amplio que el partido (¡sí, “aunque existiera un partido revolucionario de masas”, afirmamos junto a Trotsky, aunque los señores del NOR se horroricen ante semejante “herejía espontaneísta”! N. de R.). La organización no puede coincidir más con los sindicatos, pues los sindicatos no abarcan más que una par-te insignificante de la clase y están sometidos a una burocracia archirreaccionaria. La nueva organización debe responder a la naturaleza del propio movimiento, reflejar a las masas en lucha, expresar su voluntad más firme. Se trata de un gobierno directo de la clase revolucionaria. No hay necesidad aquí de inventar nuevas formas: hay precedentes históricos. Los talleres y las fábricas eligen a sus diputados, que se reúnen para elaborar en común los planes de la lucha y para dirigirla. Ni siquiera hace falta inventar el nombre de una organización semejante: son los soviets de diputados obreros.” (“¿Adonde va Francia?”, págs. 161 y 162, negritas nuestras).
Es decir, los revolucionarios de la Liga Comunista eran un pequeño grupo: no habían convocado al movimiento huelguístico y de toma de fábricas que inició la revolución, ni lo dirigían. Por el contrario, la “principal masa de los obreros revolucionarios” marchaba “tras el Partido Comunista” (ídem). Pero sí podían poner todas sus fuerzas en la lucha por poner en pie los soviets, para que en ellos pudiera forjar-se y madurar el partido revolucionario, en la fusión de los bolcheviques leninistas con los elementos del estado mayor ya seleccionados por la primera oleada de la revolución, y en el combate contra las direcciones traidoras ante los ojos vigilantes de las masas.
El NOR, que concibe la crisis de dirección revolucionaria al estilo morenista de “vacío de dirección”, como hemos dicho, es incapaz de comprender que el accionar de la socialdemocracia, pero sobre todo del stalinismo y la degeneración y destrucción de la III Internacional por parte del mismo; y luego el revisionismo y el oportunismo que llevaron al estallido de la IV Internacional, aislaron a los revolucionarios de las masas, y les fue muy mal a las masas, y nos fue muy mal a los revolucionarios.
Es impensable poner en pie un partido revolucionario sin que éste sea producto de la fusión de los cuadros revolucionarios internacionalistas con un movimiento de masas revolucionario real. Sin ello, no puede ni soñarse con poner en pie un partido revolucionario.
Pero es claro que no es ésta la posición del NOR. Para ellos, de lo que se trata es de decirles a las masas “el NOR las salvará”, una versión liliputiense y francamente ridícula del “Venga al MAS” del morenismo en los ‘80.
Pero en 1940, la IV Internacional en el “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial”, plantea con claridad: “Queda en pie el problema de la dirección. ¿No será traicionada la revolución otra vez, ya que hay dos Internacionales al ser-vicio del imperialismo mientras que los elementos genuinamente revolucionarios constituyen una minúscula minoría? En otras palabras: ¿lograremos preparar a tiempo un partido capaz de dirigir la revolución proletaria? Para contestar correctamente esta pregunta es necesario plantearla correcta-mente. Naturalmente, tal o cual insurrección terminará con seguridad en una derrota debido a la in-madurez de la dirección revolucionaria. Pero no se trata de una insurrección aislada. Se trata de toda una época revolucionaria.
“El mundo capitalista ya no tiene salida, a menos que se considere salida a una agonía prolongada. Es necesario prepararse para largos años, si no décadas, de guerra, insurrecciones, breves intervalos de tregua, nuevas guerras y nuevas insurrecciones. Un partido revolucionario joven tiene que apoyarse en esta perspectiva. La historia le dará suficientes oportunidades y posibilidades de probarse, acumular experiencia y madurar. (León Trotsky, pág. 303, negritas nuestras).
Son precisamente, entonces, las huelgas generales políticas, insurrecciones, semiinsurrecciones, nuevas insurrecciones, etc., las guerras nacionales contra la opresión y dominación imperialista que hacen las heroicas masas explotadas empujadas por las terribles penurias a las que las somete la decadencia infinita del capitalismo en su época imperialista (esas que, como veremos a lo largo de este documento, el NOR desprecia y desde un pedestal, sentencia como “prematuras” o vanas), las que dan y darán una y mil oportunidades para poner en pie la dirección revolucionaria que el proletariado necesita y se merece.
La heroica revolución que iniciaron los obreros y campesinos bolivianos, que ha quedado in-conclusa y que hoy se encuentra en una verdadera encrucijada, es una de esas mil y una oportunidades que las masas y la historia nos da a los revolucionarios, aunque no tuviéramos un solo militante en Bolivia.
Pero, si frente a los acontecimientos de octubre de 2003 o de mayo-junio de 2005, con una crisis revolucionaria abierta en las alturas, no se plantea con claridad que si las masas no se hacen del poder la salida la dará nuevamente la burguesía; si no se denuncia con claridad y abiertamente la traición de las direcciones que los obreros y los campesinos tienen a su frente, que se niegan a que éstos tomen el poder y se lo entregan a la burguesía, como hicieron primero con Mesa y luego con Rodríguez, no se pueden formar, en ningún país del mundo, los cuadros internacionalistas que, cuando se hallen frente a nuevos “Octubres de 2003”, puedan organizar la insurrección como arte para llevar a la clase obrera al triunfo.
El NOR, con su posición, desprecia esas oportunidades que, con enormes sacrificios, con muertos, con penurias inauditas, las masas nos dan a los revolucionarios. Opinan que esas “mil y una oportunidades” no son en absoluto una escuela donde formar cuadros y poner en pie partidos revolucionarios.
Nosotros insistimos: la cita que más arriba reproducimos del Manifiesto de 1940 de la IV Internacional, significa que no hay posibilidad de que se ponga en pie, se pruebe, acumule experiencia y madure un partido revolucionario, si no existe un movimiento revolucionario de masas real. Esto es, únicamente pasando por las experiencias de revoluciones, insurrecciones, semiinsurrecciones, levantamientos, revueltas, etc., puede ponerse en pie el partido revolucionario.
Por el contrario, el NOR les dice a las masas que, como “no hay partido revolucionario”, deben detenerse, no deben levantarse, no deben hacer lucha política de masas ni derribar gobiernos, porque serán “jornadas de julio” con trampas preparadas por la burguesía para derrotarlas (como veremos más adelante).

Para el NOR, toda acción histórica independiente de masas que no tenga a su frente un partido revolucionario que organice la “insurrección como arte”, es prematura y una potencial “jornada de julio”

En última instancia entonces, para el NOR, nada pueden hacer las masas (más que lucha eco-nómica por demandas mínimas) mientras no exista el partido revolucionario que organice la “insurrección como arte”. Y cuando, a su pesar, las masas salen a la lucha política de masas, a hacer insurrecciones, semiinsurrecciones, huelgas generales políticas, levantamientos, etc., sin que exista un partido revolucionario que pueda dirigirlas a la insurrección como arte, el NOR considera que son todas acciones “prematuras”, y potenciales “jornadas de julio”, es decir, encerronas preparadas por la burguesía en las que las masas pueden ser aplastadas.
Así, el NOR dice en su documento: “En su ‘Historia de la revolución rusa’ Trotsky explica que el partido bolchevique podría haber tomado el poder en julio de 1917, pero que no lo hubiera podido sostener. Sin embargo, la acertada dirección de los bolcheviques no consideró ‘inoportuno’ el movimiento de julio y el partido se puso a la cabeza de la semi-insurreción (una manifestación de 500 mil personas, en su mayoría armadas, en Petrogrado) para evitar el fracaso de la revolución.” (pág. 3).
Y más tarde insisten: “Para darnos una idea del llamado irresponsable y aventurero de la LOI-DO consideremos en primer lugar que fue gracias a la acertada intervención de los bolcheviques que las insurrecciones de abril y julio de 1917 en Rusia no condujeron a la derrota de la revolución. Los bolcheviques no consideraron inoportunos esos movimientos, pero supieron ponerse a la cabeza de los mismos para evitar la derrota, transformando la movilización armada de marineros de abril, en una manifestación contra el gobierno provisional o planteando en julio que aún no estaban da-das las condiciones para la insurrección para hacerse del poder y sostenerlo, desenmascarando la provocación del régimen, exigiendo que la dirección de los soviets tomara el poder y evitando así que la derrota fuera mayor.” (pág. 7 del documento del NOR).
Digamos, en primer lugar, que estamos aquí ante una verdadera falsificación histórica y ante una amalgama mediante la cual el NOR pone un signo igual entre las jornadas de abril y las jornadas de julio.

Las jornadas de abril de la revolución rusa no fueron una “insurrección”, ni tampoco fueron dirigidas por los bolcheviques, ni éstos se “pusieron a la cabeza para evitar una derrota”, ni nada por el estilo. Fueron, por el contrario, jornadas revolucionarias complementarias a la revolución de febrero, en las que las masas al grito de “Abajo Miliukov” (Ministro de Guerra del Gobierno Provisional que había salido abiertamente a decir qué territorios se anexaría Rusia en la guerra, entre ellos, Constantinopla), termina-ron provocando, unos días más

tarde, la primera crisis de gabinete del gobierno provisional, con Miliukov renuncian-do, y con la entrada directamente al gobierno de los mencheviques y socialistas revolucionarios (SR), con Kerensky, Tseretelli, etc.
Así dice Trotsky: “Aquel ejército de veinticinco a treinta mil soldados, que se echó a la calle dispuesto a luchar contra la continuación de la guerra, era más que suficiente para derribar a un gobierno más sólido que el presidido por el príncipe Lvov. Pero no era éste el fin que se proponían los manifestantes. En el fondo, no querían más que esgrimir el puño amenazador y asomarlo por la ventana para que aquellos encopetados caballeros no siguieran afilando los dientes, con la vista puesta en Constantinopla, y se dedicaran a preparar la paz, como era su obligación. Con esto, los cando-rosos soldados creían ayudar a Kerenski y Tsereteli contra Miliukov.” (“Historia de la revolución rusa”, 1932, Tomo II, pág. 16).
También es una falsificación que el partido bolchevique haya dirigido estas jornadas. Por el contrario, dice Trotsky: “La conducta del partido bolchevique en las jornadas de abril no fue homogénea. Los acontecimientos le cogieron desprevenido. Acababa apenas de superar la crisis anterior y estaba preparando activamente el Congreso del partido.” (Idem, pág. 26). Es decir, Lenin acababa de llegar a Rusia y presentar sus Tesis de Abril; estaba en preparación el Congreso del partido bolchevique y hasta pocos días antes, éste, bajo la dirección Kamenev-Stalin venía levantando oficialmente la vergonzosa política de apoyo crítico al gobierno provisional.
De la misma manera, el NOR falsifica lo que fueron las “jornadas de julio” de la revolución rusa, así como también la política que ante la misma tuvo el partido bolchevique. Las jornadas de julio fueron una manifestación armada de presión extrema de los obreros petersburgueses sobre los SR y los mencheviques -es decir, sobre su dirección-, al grito de “Abajo los diez ministros capitalistas” y “Todo el poder a los soviets”, para presionarlos a que tomaran el poder en sus manos. Pero además, como lo dice el propio Trotsky, un elemento decisivo fue la provocación y el cálculo consciente de la burguesía, de provocar a los obreros para que salieran a la calle y así propinarle una derrota a la revolución.
En el caso del julio ruso, la burguesía eligió el momento por el fracaso de la ofensiva en la guerra. Así, “Los liberales consideraron que había llegado el momento oportuno de dejar a sus aliados de izquierda enfrentarse con la derrota y con los bolcheviques.” (Ibídem, pág. 133). El hecho elegido fue la renuncia de los cuatro ministros kadetes, con el pretexto de la “protesta” por la política de los conciliadores con Ucrania, pero con la causa real de que éstos últimos no conseguían frenar a las masas. Fue un cálculo frío de la burguesía, para que, ante la renuncia de los ministros kadetes y ante el odio acumulado por la continuación de la guerra y sus consecuencias catastróficas, los obreros de Petrogrado se lanzaran a la calle, separados de las provincias, para aplastarlos y así liquidar la revolución.
Trotsky define luego de la siguiente manera la esencia de las “jornadas de julio” como prototipo: “En todas las antiguas revoluciones se halla el prototipo de las ‘jornadas de julio’, por regla general, con un resultado distinto, desfavorable, muchas veces catastrófico. Esta etapa reside en la mecánica inferior de la revolución burguesa, por cuanto la clase que más se sacrifica por el éxito en esa última y más esperanzas cifra en ella, es la que menos obtiene de la misma. La regularidad del proceso es completamente clara. La clase poseedora que ha llegado al poder mediante una revolución se inclina a considerar que con ello la revolución ha cumplido ya su misión, y de lo que más se preocupa es de demostrar su buena fe a las fuerzas de la reacción. La burguesía ‘revolucionaria’ provoca la indignación de las masas populares con las mismas medidas con cuya ayuda aspira a granjearse la buena disposición de las clases destronadas. El desengaño de las masas se produce muy pronto, antes aun de que la vanguardia de las mismas haya tenido tiempo de enfriarse de los combates revolucionarios. El pueblo cree que con un nuevo golpe puede completar o corregir los que ha hecho antes con insuficiente decisión. De aquí el impulso hacia una nueva revolución, sin preparación, sin programa, sin tener en cuenta las reservas, sin pensar en las consecuencias. De otra parte, el sector de la burguesía que ha llegado al poder, parece no esperar más que el impetuoso impulso de abajo para intentar acabar con el pueblo. Tal es la base social y psicológica de esa semirrevolución complementaria, que más de una vez en la historia se ha convertido en el punto de partida de la contrarrevolución triunfante.” (Ibídem, pág. 191).
De la misma manera –y no nos extenderemos más en ello- el NOR falsifica el rol de Partido Bolchevique en las jornadas de julio. El partido bolchevique no inició la acción ni la dirigía, pero, en palabras de Kamenev “... las masas populares se han lanzado a la calle por propia iniciativa... Y puesto que las masas han salido, nuestro sitio está junto a ellas... Nuestra misión consiste ahora en dar al movimiento un carácter organizado” (citado por Trotsky en “Historia de la revolución rusa”, Tomo II, pág. 144). Por ello, el 4 de julio el Partido Bolchevique decide sacar un manifiesto titulado “¡A las calles!”, donde se llamaba “a expresar su voluntad ante los Comités ejecutivos reunidos, mediante una manifestación pacífica y organizada” (Idem, pág. 148), manifiesto que no llegó a tiempo para ser impreso en la Pravda que salió así con esa página en blanco.
Pero la falsificación histórica descarada que realiza el NOR tiene un objetivo concreto y bien actual: porque lo que se concluye con claridad de su posición, es que para ellos, toda insurrección o semiinsurrección espontánea, toda acción independiente de las masas, todo levantamiento o huelga general política, si no hay un partido revolucionario que las dirija hacia la preparación y organización de la “insurrección como arte”, son acciones “prematuras”, “jornadas de julio”.
Para el normativista ultrasubjetivista del NOR, entonces, lo que las masas hacen, las insurrecciones espontáneas, etc., son siempre “prematuras” porque no hay partido revolucionario. Lo único que para ellos es válido es la “insurrección como arte”, es decir, “Octubre”. Todo lo que no entra en la norma de “Octubre”, es una “jornada de julio”.
Es decir que, para el NOR, la Comuna de París –que no contaba a su frente con un partido revolucionario- fue una “jornada de julio”. La revolución rusa de 1905, donde los mencheviques tenían amplia mayoría en los soviets, fue también una gran “jornada de julio”. Febrero de 1917 en Rusia; el Mayo francés de 1968, el Cordobazo en Argentina –todos ellos enormes luchas políticas de masas que no tenían al frente a un partido revolucionario-, fueron entonces “jornadas de julio”. Por ello, para el NOR, frente a todas ellas había que “ponerse a la cabeza” para evitar que se desarrollen.
Estamos frente a una amalgama y una falsificación escandalosas. Las jornadas de julio son un momento preciso de una revolución, tal cual lo definió Trotsky con precisión y en forma brillante en la cita que hemos reproducido más arriba. No distinguirlas con claridad y no diferenciarlas netamente de levantamientos revolucionarios de las masas que cercan y dislocan a la ciudadela del poder, que hacen que las clases dominantes se dividan, entren en pánico y en el “sálvese quien pueda”, no sólo es carnerear dichos levantamientos, sino no comprender el ABC, lo elemental de los distintos momentos de una revolución. ¡Y eso que estamos ante gente que, como el NOR, pretende hacerse pasar por “licenciados en insurrección como arte”!
El NOR quiere operar el cuerpo de la revolución boliviana , siendo ciego y sin haber estudiado medicina. Es como un médico que a todo el que tiene fiebre le diagnostica, indefectiblemente, gripe: Dice: “Síntoma: levantamiento de masas sin partido revolucionario al frente. Diagnóstico: ‘jornada de julio’.” ¡Curanderos! ¡Médicos brujos! ¡Eso es lo que son!
Para el NOR entonces, el levantamiento de octubre de 2003 en Bolivia –y nos imaginamos que esto también se aplicaría a la huelga general insurreccional de 16 días de mayo-junio de 2005- son “jornadas de julio”: es decir, que las masas habrían protagonizado una movilización y una acción de presión in extremis sobre sus direcciones y sobre un gobierno al que consideraban suyo, y la burguesía las estaba esperando, con una trampera bien preparada y organizada, para aplastarlas y provocarles una derrota decisiva.
¡Esto es una mentira, una verdadera falsificación y amalgama! En octubre de 2003 las masas se levantaron contra el odiado gobierno de Goni y el régimen de la Rosca no para presionarlos, sino para derribarlos porque sabían que era el único camino para conseguir los hidrocarburos. La burguesía, lejos de estar haciendo un cálculo frío, estaba profundamente dividida, y se abrió una crisis revolucionaria en las alturas.
Estos curanderos del NOR nos dicen que eran “jornadas de julio”, cuando Octubre de 2003 fue, por el contrario, una insurrección espontánea pero con importantes elementos conscientes de las masas fecundadas por la tradición que en la década del ‘40 plantara el trotskismo, expresada en las “Tesis de Pulacayo” que como jalón decisivo de programa revolucionario, sigue vivo en la con-ciencia de la vanguardia minera y de la vanguardia obrera revolucionaria de El Alto.
El NOR, al negar esto, está diciendo que no había que plantear “Abajo Goni y el régimen de la Rosca”, que no había que luchar por el triunfo de esa insurrección espontánea de las masas, por que ésta barriera con la ciudadela del poder y pusiera en pie su propios organismos de poder obrero y campesino armados.
“No”, dice el NOR, “eso es aventurerismo irresponsable” porque “no hay partido revoluciona-rió”. ¡Curanderos y carneros!
El NOR afirma, como hemos citado, que si Octubre de 2003 no terminó en “tragedia” –es decir, en “jornadas de julio”- es porque las masas no siguieron la política “irresponsable” de la LOI-DO. El problema que tiene el NOR es que las masas –sin conocer siquiera a la “LOI-DO”, y mucho menos al ignoto NOR-, sí se levantaron, sí se enfrentaron en las calles en combates y dejaron allí sus heroicos mártires, sí derrocaron a Goni y dejaron maltrecho al maloliente régimen de la Rosca. Y si no pudieron hacerse del poder es porque las direcciones traidoras que tienen a su frente lo impidieron, y se lo devolvieron a la aterrorizada burguesía poniendo a Mesa en el gobierno.
¡Esa fue la verdadera tragedia, que el NOR oculta y sobre la que calla: el pérfido accionar del frente popular, de estas direcciones y su política de colaboración de clases, que le entregaron el poder a Mesa en octubre! Esas direcciones que conspiraron a espaldas de las masas insurrectas junto con las distintas fracciones de la burguesía a las que sirven, para robarles a las masas su lucha y su triunfo, para salvar de la justa furia de los explotados al parlamento fantoche de la Rosca que las masas querían destruir e incendiar.
Ese accionar del frente popular fue el que impidió que las masas insurrectas fueran aún más lejos, y derribaran no sólo a Goni sino al parlamento, a todas las instituciones del régimen de la Rosca, dividieran al ejército y pusieran en pie sus organismos de poder obrero y campesino y sus milicias, imponiendo un régimen de doble poder. Es decir, fue el accionar de esas direcciones traidoras lo que impidió que las masas llegaran hasta donde habían llegado en 1952. Y el NOR se ubica allí: con Morales, con Solares, Quispe y compañía, frenando a las masas, agitando el “cuco” de las “jornadas de julio”. Una vez más: ¡carneros!
Hasta aquí hemos planteado que el NOR escribía un documento de 21 páginas sobre la revolución boliviana sin levantar programa frente a la misma. Pero ha quedado claro que sí tienen un programa: el de ponerse a la cabeza del levantamiento revolucionario de Octubre de 2003 para garantizar que no sonara un solo disparo, para garantizar que luego del derrocamiento de Sánchez de Lozada y en medio de la descomunal crisis revolucionaria en las alturas, a las masas no se les ocurriera hacer una insurrección triunfante, puesto que todo era una encerrona preparada fríamente por la burguesía para aplastarlas.
Así, estos supuestos “teóricos” de la insurrección como arte, se desnudan como lo que son: carneros de las insurrecciones espontáneas de las masas. Su posición en octubre de 2003 en Bolivia es que las masas no debían hacer una insurrección y tomar el poder.
Veremos, a continuación, cómo respondió Trotsky a los que carnerearon la insurrección de mayo de 1937 en Cataluña, es decir, al POUM, al que luego definiera como traidor de la revolución española.

EL NOR levanta en Bolivia la misma posición con la que los centristas justificaban la traición del POUM a la insurrección de mayo de 1937 en Cataluña

Esta utilización del fantasma de las “jornadas de julio” para justificar una política carnera cuando se produce una insurrección (o semiinsurrección) de masas, con crisis revolucionaria en las alturas y “no hay partido revolucionario”, tiene sus antecedentes en la historia. Fue la posición levantada por los centristas en los ‘30 -entre ellos, por Vereecken que aún formaba parte de las filas de la IV Internacional- para justificar la política del POUM frente a la insurrección de Cataluña de mayo de 1937.
Así lo plantea Trotsky, en su texto “La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la revolución española”. En dicho texto, Trotsky, parafraseando los argumentos de Vereecken, dice: “‘El 4 y 5 de mayo’, continúa Vereecken, su política (la del POUM, N. de R.), fue justa: defensiva, no ofensiva. En aquellas circunstancias, ir a la toma del poder era una aventura. El gran error del POUM fue sembrar ilusiones durante la retirada, haciendo pasar la derrota por una victoria”. Y Trotsky continúa, acotando a estas palabras de Vereecken: “Se puede ver con qué precisión de boticario Vereecken pesa y equilibra las acciones ‘correctas’ e ‘incorrectas’ del POUM. Sin embargo, el conjunto de su razonamiento es falso. ¿Quién ha dicho –y dónde- que marchar hacia la toma del poder en mayo era una aventura?”. (Recordemos, de paso, que en España, en 1937, al decir del NOR, ¡“no había un partido revolucionario”!) (24 de agosto de 1937, pág. 255, negritas nuestras).
Y más abajo continúa Trotsky polemizando con Vereecken: “Aquí, sin embargo, el camarada Vereecken puede respondernos:
“Pero si incluso los bolcheviques no se decidieron a apoderarse del poder, en julio de 1917, se limitaron a la defensiva, haciendo salir a las masas del fuego con el menor número de víctimas posible. ¿Por qué una política semejante no podía ser conveniente para el POUM?”
Y Trotsky le responde a esta argumentación de Vereecken: “Examinemos el argumento. (...) Desde el principio advertimos que no había que esperar un desarrollo rápido de los acontecimientos (en España, N. de R.) como ocurrió en Rusia. (...) Precisamente debido a que no somos dados a esquematizar los acontecimientos históricos, no creemos que sea posible aplicar la táctica de los bolcheviques en junio de 1917 en Petersburgo a los acontecimientos de mayo de 1937 en Cataluña. ‘España no es Rusia’. Las diferencias son demasiado evidentes.
“La manifestación armada del proletariado petersburgués estalló cuatro meses después del inicio de la revolución, tres meses después que el partido bolchevique hubiera lanzado un programa verdaderamente bolchevique, las Tesis de Abril de Lenin. La inmensa mayoría de la población de ese gigantesco país apenas comenzaba a desligarse de las ilusiones de febrero. En el frente se encontraba un ejército de 12 millones de hombres que recién comenzaban a oír hablar de los bolcheviques. En esas condiciones, la insurrección del proletariado de Petersburgo, aislada, hubiera conducido irremediablemente al aplastamiento. Había que ganar tiempo. Esa fue la circunstancia que de-terminó la táctica de los bolcheviques.
“En España, los acontecimientos de mayo tuvieron lugar no después de cuatro meses, sino después de seis años de revolución. Las masas de todo el país habían hecho una gigantesca experiencia. Hacía mucho que habían perdido las ilusiones de 1931, así como las ilusiones recalentadas del Frente Popular. Han podido demostrar en numerosas ocasiones, en todas las regiones del país, que estaban dispuestas a llegar hasta el fin. Si el proletariado de Cataluña se hubiera apoderado del poder en mayo de 1937, hubiera encontrado el apoyo de toda España. La reacción burguesa-estalinista no hubiera encontrado ni siquiera dos regimientos para aplastar a los obreros catalanes.
“En el territorio ocupado por Franco, no sólo los obreros, sino incluso, los campesinos, se hubieran colocado del lado de los obreros de la Cataluña proletaria, hubieran aislado al ejército fascista, introduciendo en él una irresistible disgregación. En tales condiciones, es dudoso que algún gobierno extranjero se hubiera arriesgado a lanzar sus regimientos sobre el ardiente suelo de España. La intervención hubiera sido materialmente imposible, o por lo menos peligrosa.
“Evidentemente en toda insurrección existe un elemento imprevisto y arriesgado, pero todo el curso ulterior de los acontecimientos ha demostrado que, incluso en caso de derrota, la situación del proletariado español hubiera sido incomparablemente más favorable que la actual, sin tener en cuenta que el partido revolucionario habría asegurado su porvenir para siempre.
“¿Pero, en qué funda Vereecken su categórica afirmación, según la cual, en aquellas circunstancias, la toma del poder en Cataluña hubiera sido una ‘aventura’? Absolutamente en nada, excepto en el deseo de justificar la impotencia del centrismo y de su propia política, que ha sido y sigue siendo solamente la sombra del centrismo.” (ídem, págs. 255, 256 y 257).
Así, con el argumento de que era una “provocación” de la burguesía, de que eran “jornadas de julio”, el POUM se negó a llamar a los obreros a tomar el poder en la insurrección de Cataluña de 1937. Con el mismo argumento, los centristas intentaban encubrir esta traición del POUM.
Hoy, agitando el fantasma de las “jornadas de julio”, por la “inexistencia del partido revolucionario”, el NOR dice que plantear la necesidad de una insurrección triunfante en octubre de 2003 en Bolivia, es una política “aventurera” e “irresponsable”. Al igual que Vereecken, intenta así justificar su propia impotencia y su propia política centrista.
Porque lo peor es que el NOR, al mismo tiempo que afirma esto, en el mismo texto reconoce que en octubre de 2003 en Bolivia, las premisas “tanto las esenciales para la revolución como las políticas de la insurrección estaban de alguna manera presentes...” (pág. 8). Y luego continúan, parafraseando a Trotsky, explicando que asimismo estaba en Bolivia presente una segunda condición, “La nueva conciencia política de la clase revolucionaria, que constituye la principal premisa táctica de la insurrección”, y que ésta se manifestaba en “la furiosa hostilidad al orden establecido” y en que las masas estaban dispuestas a tener víctimas obreras y campesinas para lograr sus objetivos.
Continúan luego afirmando que la “tercera condición política de la insurrección” también estaba presente en Bolivia, a saber, que “Los campesinos, los estudiantes y amplios sectores de la clase obrera pobre se impacientaron y se rebelaron y lucharon codo a codo con los obreros, cuando éstos entraron en escena.” (pág. 9).
A confesión de parte, relevo de pruebas: estando presentes las premisas esenciales de la revolución y la condiciones políticas de la insurrección, en octubre de 2003 en Bolivia, el NOR no llamó a las masas a llevar al triunfo el levantamiento que estaban protagonizando, a derrocar a Goni y a tirar abajo al régimen de la Rosca –es decir, a que el levantamiento que había comenzado se transformara en una insurrección victoriosa, porque... “no estaba el partido revolucionario”. Pero, ¡en Cataluña en 1937, tampoco estaba, y sin embargo Trotsky planteó que había que haber llamado al proletariado catalán insurrecto a hacerse del poder! Cuando nuestra corriente habla del Octubre boliviano de 2003, nuestra analogía no es, como la del NOR, con las “jornadas de julio”, sino por el contrario, con la Comuna de París, con la revolución rusa de 1905, con la heroica insurrección de Cataluña de 1937.
Por ello, parafraseando a Trotsky, nosotros afirmamos que si el proletariado y los explotados bolivianos hubieran avanzado en octubre de 2003, si no a hacerse del poder, sí al menos a dejar absolutamente dislocado al régimen de la Rosca y al estado burgués, y a imponer un régimen de doble poder, habrían encontrado el más entusiasta y revolucionario apoyo de las masas explotadas de toda América Latina. Y les repetimos a los plumíferos reformistas del NOR que, como dice Trotsky, “evidentemente, en toda insurrección existe un elemento imprevisto y arriesgado”, y afirmamos, con su mismo método, que si las heroicas masas bolivianas hubieran llegado hasta allí, aunque luego hubieran sido derrotadas o semiderrotadas, su situación habría sido mil veces más favorable que la que se impuso, es decir, que la expropiación de su combate por las direcciones traidoras. Por el contrario, con la lógica del NOR, las masas bolivianas estarían hoy mejor si no se hubieran levantado en 2003. ¡Carneros! No hay otra definición para semejante posición.

Lucha económica y lucha política de masas

El NOR liquida de un plumazo toda lucha política de masas que no esté dirigida por un partido revolucionario. Ahora bien, si hasta tanto no esté el partido que pueda organizar la insurrección como arte, todo levantamiento revolucionario de las masas es prematuro, es una “aventura”, son “jornadas de julio”, entonces, ¿qué es lo que las masas pueden hacer mientras tanto..? Lucha eco-nómica. ¡Aquí se desenmascara el sindicalista morenista, que intenta ocultarse tras la repetición mecánica de la “insurrección como arte”!
Lo que se esconde es una clásica estrategia reformista, socialdemócrata: todos los días, lucha económica con un programa de demandas mínimas; y para cuando -¡por fin!- haya un partido revolucionario que nadie sabe por gracia de qué dios aparecerá, estará planteada la “insurrección como arte”.
Así, por la vía del ultrasubjetivismo, el NOR llega a una posición socialdemócrata clásica: programa mínimo para la lucha económica todos los días “porque no está el partido”; y propaganda “socialista”, sobre la “insurrección como arte” para los días de fiesta.
Como veremos luego, de toda la riquísima experiencia de más de un siglo y medio de combate del proletariado mundial, el NOR sólo se ha “aprendido” dos lecciones: una, la de la “insurrección como arte”, que ha estudiado en abstracto y repitiendo citas de memoria, sin comprender absolutamente nada. La segunda, la de la lucha económica –que es para la clase obrera, al decir de Lenin, la “escuela de la guerra”-, para la cual, como todo sindicalista morenista, sí tienen programa: el programa mínimo de la socialdemocracia.
Al igual que los reformistas objetivistas, sus gemelos opuestos, los normativistas del NOR, son como los perros que sólo distinguen dos colores: el blanco -la lucha económica-, y el negro -la “insurrección como arte”. No comprenden en absoluto la amplia gama de colores que existe en el me-dio: la de la lucha política de masas.
Por ello, de todas las demás experiencias de lucha de la clase obrera mundial, de las revueltas, de los levantamientos bajo condiciones de crac en las que las masas saben que ninguna demanda por más elemental que sea puede resolverse sin derrotar al gobierno; de las huelgas generales políticas, de las guerras nacionales de liberación contra el imperialismo, de las semi-insurrecciones e insurrecciones, de las revoluciones; de todas las grandes acciones de lucha política de masas -de “guerra misma”, como decía Lenin- el NOR no solamente no ha aprendido nada, sino que reniega de ellas, porque como “no hay partido revolucionario” que pueda organizar la insurrección como arte, no solamente son vanas, sino también “aventureras”.
De esta manera el NOR -que muy seguramente tenga un programa para intervenir en las luchas económicas espontáneas –a veces durísimas- que da la clase obrera, un programa de luchar por fondos de huelga, comités de huelga, etc., reniega de tener un programa frente a la lucha política de masas cuando ésta irrumpe en forma espontánea o semiespontánea y “no hay un partido revolucionario”, un programa como el que, desde febrero de 2003, pasando por octubre del mismo año, y llegando hasta mayo-junio de 2005, levantamos desde nuestra corriente internacional, para Bolivia. Un programa de lucha porque no se detenga el embate revolucionario de masas, para que se extienda, para que las masas pongan en pie organismos que logren romper las barreras entre las profesiones, los estrechos límites de los sindicatos, organismos para la lucha política de masas.
Pero esto, que es el ABC del marxismo revolucionario en esta época imperialista de decadencia y agonía del capital, está vedado para los caninos socialdemócratas del NOR que sólo son capaces de distinguir dos colores. Es decir, el NOR sólo tiene un programa para desarrollar y organizar la lucha económica, y no la lucha política de masas que abarca e incluye las revueltas, las huelgas generales políticas, las semi-insurrecciones e insurrecciones espontáneas, las guerras nacionales de liberación contra el imperialismo, etc.
Por el contrario, y al revés que el NOR, las direcciones contrarrevolucionarias saben con total certeza que, como decía Lenin “en lo espontáneo está lo embrionario de lo consciente”. Es decir, saben muy bien que no hay un muro infranqueable entre la lucha económica y la lucha política de masas, y han sacado sus propias lecciones de lo peligrosa que es, tanto para sus amos capitalistas como para su propia supervivencia, la espontaneidad desatada de las masas.
Por ello, la tarea de las direcciones traidoras es, en primer lugar, si la clase obrera lucha, garantizar que la misma no supere los marcos de la lucha económica, de presión sobre los patrones y el gobierno. Si, pese a ellos, las masas rompen ese límite y avanzan a la lucha política de masas, la tarea de los traidores es que ésta no se transforme en huelga general política. Si no pueden impedirlo, intentan a toda costa que ésta no termine haciéndose insurreccional, derribando gobiernos y abriendo la revolución. Si a pesar de todo, comienza la revolución, las direcciones contrarrevolucionarias ponen todas sus fuerzas para impedir que las masas pongan en pie soviets y que se armen. Y si a pesar de ello, los obreros y explotados construyen soviets, tratan de lograr, por todos los medios, que éstos, bajo su dirección, se hagan conciliadores.
El NOR, con su desprecio absoluto por la espontaneidad de las masas y por todo lo que éstas pueden hacer “sin partido revolucionario”, termina siendo funcional a los objetivos y al accionar de las direcciones traidoras de todo pelaje, y en forma particular, en la revolución boliviana. Porque les dice a las masas lo mismo que les dicen los Morales, Quispe, Solares y compañía: que no hagan nada, porque “no hay un partido revolucionario para tomar el poder”, como cínicamente plantearon todos ellos en octubre de 2003 después de entregarle el poder a Mesa.
Lamentablemente –hay que decirlo-, la posición del NOR se parece peligrosamente a cómo actúa la burocracia sindical frente a toda lucha obrera. Así, la burocracia les dice a los obreros si éstos se disponen a salir a la huelga y a ocupar la fábrica: “no hagan huelga, que vendrá la policía, los molerá a palos y los llevará presos”. Si los obreros, en su lucha, se disponen a tirar abajo a los delegados vendidos de la burocracia, ésta les dice: “no tiren a los delegados, porque si no, se quedarán sin la cobertura del sindicato, y la patronal y el ministerio de trabajo no aceptarán negociaciones”.
Con esa misma lógica se dirige el NOR a los obreros y campesinos en la revolución boliviana; desde esa lógica se ubica frente a toda lucha política de masas de los últimos 150 años que no tuvo al frente a un partido revolucionario. Es por esta razón que les decimos “carneros”: porque es un hecho objetivo que así se ubican.
Si, como dice el NOR, no puede hacerse la “insurrección como arte” porque “no está el partido revolucionario”, lo único que puede hacerse es... luchar por lo posible. De esta manera, el normativismo falsamente “insurreccionalista” del NOR termina siendo la tapadera del peor de los posibilismos.
Pero que se queden tranquilos, les decimos nuevamente: no hace falta que hagan más méritos; ya pasaron, y con creces, el examen para ser admitidos en el ala izquierda del Foro Social Mundial, esa internacional contrarrevolucionaria que les dice a las masas que se trata de luchar por lo posible, y no por lo necesario, no por la tarea inmediata histórica que tiene planteada la clase obrera mundial, que es la lucha por el poder.

Hablando de la “insurrección como arte”, el NOR intenta ocultar que se niega a plantearles a las masas, en ninguna de las fases de su lucha, que la única solución posible a sus penurias y a sus demandas está en la toma del poder por el proletariado

Demás está decir, a esta altura, que quienes integramos la FTI-CI hemos hecho nuestras todas las enseñanzas y lecciones de Lenin y Trotsky, y de la III y la IV Internacionales revolucionarias, sobre la necesidad de la organización consciente de la insurrección para expulsar al enemigo del poder, es decir, de la necesidad de un partido revolucionario que organice y prepare la insurrección como arte. Es más, justamente hemos sacado esas lecciones del arcón herrumbrado donde el revisionismo y el oportunismo liquidadores de la IV Internacional las tuvieron escondidas bajo siete llaves durante años; las transformamos en estrategia y en programa frente a las revoluciones palestina, ecuatoriana, argentina y boliviana, y estamos orgullosos de haber formado una nueva camada de obreros y jóvenes revolucionarios internacionalistas que han hecho carne esas lecciones, estrategia y programa. Como hemos dicho, es por esa razón que el NOR se ve obligado a discutir con nuestra corriente, y es por ello que lo consideramos un homenaje.
Por lo tanto, el planteo del NOR tratando de presentar a nuestra corriente como espontaneísta, como negando la necesidad del partido revolucionario y de la insurrección como arte es falsa hasta la médula. Por ello, para tratar de demostrar sus afirmaciones traídas de los pelos, tienen que falsificar directamente nuestras posiciones.
Pero lo que sí sale a la luz con claridad en esas 21 páginas escritas por el NOR, es que, como ya hemos dicho, este grupo, desprecia y no tiene programa frente a ninguna acción de lucha política de masas que no tenga a su frente un partido revolucionario; y por lo tanto, no tiene estrategia, ni programa para contribuir a que las masas avancen en su lucha revolucionaria y creen, alguna vez, las condiciones en las que pueda prepararse la insurrección como arte.
El NOR demuestra no comprender nada del ABC del marxismo revolucionario. Por ello, en primer lugar, a lo largo de todo su documento, confunde y mezcla en una sopa ecléctica, a cada paso, el concepto de “insurrección” (que es un momento preciso y claramente definido de la revolución), con el concepto de la lucha por el poder, entre los que pone un signo igual.
Así, dicen en su documento: “Nosotros afirmamos que en Bolivia se abrió a partir de octubre de 2003 una situación revolucionaria. Revolución que ha sido desviada gracias a la acción de las direcciones contrarrevolucionarias y a la ineptitud y capitulación del centrismo, pero que no ha sido derrotada y que tendrá seguramente nuevos capítulos que permitirán poner a prueba el programa del trotskysmo y poner en pie una dirección revolucionaria. Pero lo que no se puede admitir es que ante el inicio de la revolución el eje de la intervención y el llamado central sea a tomar el poder, independientemente de las condiciones por la que atraviesa esa revolución y menos aún a pesar de la inexistencia de un partido revolucionario.” (pág. 6 del documento del NOR).
Intentaremos desmadejar este verdadero enredo.
La insurrección es un momento preciso -pero únicamente un momento- de la revolución. Por el contrario, la lucha por la toma del poder, se pone a la orden del día cuando comienza una revolución, para todo ese período. ¡Sí, al contrario de lo que dice el NOR, cuando comienza una revolución, el eje central que articula el programa y la intervención de los revolucionarios es la lucha por el poder, porque que comenzó una revolución significa precisamente que lo que está en cuestión es quién gobierna, qué clase detenta el poder del estado! Sin embargo, esto que es el ABC del marxismo, para el NOR es... ¡“inadmisible”!
Pero no sólo esto. La lucha por la toma del poder por el proletariado es la estrategia que guía el trabajo de los revolucionarios en todos los estadíos de la lucha de clase, desde las fases preparatorias, hasta las situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias. Es una obligación de los revolucionarios decirles a las masas, en las distintas fases de la lucha de clases, con claridad, que en esta época imperialista de agonía del capital y de reacción en toda la línea, la única solución posible a sus penurias y a sus demandas está en la toma del poder por el proletariado.
Precisamente así definía León Trotsky en “¿Adónde va Francia?”, la “fórmula política marxista”, en oposición a la “fórmula política reformista”, retomada en aquel entonces por el stalinismo: “Explicando todos los días a las masas que el capitalismo burgués en putrefacción no deja lugar, no ya para el mejoramiento de su situación, sino incluso para el mantenimiento del nivel de miseria habitual; planteando abiertamente ante las masas la tarea de la revolución socialista como la tarea inmediata de nuestros días; movilizando a los obreros para la toma del poder; defendiendo a las organizaciones obreras por medio de las milicias, los comunistas (o socialistas) no pierden, al mismo tiempo, ni una sola ocasión de arrancar al enemigo, en el camino, tal o cual concesión parcial o por lo menos impedirle rebajar aun más el nivel de vida de los obreros.” (1935, pág. 69, negritas nuestras).
Sí, plantearles a las masas abiertamente la tarea de la revolución socialista como “la tarea inmediata de nuestros días”; movilizar “a los obreros para la toma del poder”. ¡Eso planteaba Trotsky, y lo hacía en Francia en marzo de 1935, cuando la situación era pre-revolucionaria y no había partido revolucionario! El NOR debería horrorizarse ante la “irresponsabilidad” y el “aventurerismo” de Trotsky!
Es que estamos ante una corriente travestida, que discutiendo sobre la “insurrección como arte”, esconde que, con la excusa de que “no hay partido revolucionario”, se niega a plantearles a las masas, en ninguna de las fases de su lucha que la única solución posible a sus penurias y a sus demandas está en la toma del poder por el proletariado. En última instancia, su “fórmula política” es la de los reformistas, a la que Trotsky definía de la siguiente manera: “‘Combatiendo cada día para aliviar a las masas laboriosas de las miserias que les impone el régimen capitalista, los comunistas subrayan que la liberación definitiva no puede ser lograda más que por la abolición del régimen capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado’. Esta fórmula no sonaba mal en los principios de la socialdemocracia, hace medio siglo y más. La socialdemocracia dirigía entonces no sin éxito la lucha de los obreros por reivindicaciones y reformas aisladas, por lo que se llamaba el ‘programa mínimo’, ‘subrayando’ bien que la liberación definitiva no sería realizada más que mediante la revolución. El ‘objetivo final’ del socialismo era dibujado entonces en la lejana nebulosa de los años. Esta concepción, que ya en la víspera de la guerra se sobrevivía, es la que el Comité Central del Partido Comunista ha transportado súbitamente a nuestra época, repitiéndola palabra por palabra, hasta la última coma.” (Ídem, pág. 69).
Nosotros afirmamos que esta es la lógica que el NOR retoma 60 años después. Porque si toda lucha política de masas, todo levantamiento, etc., mientras no haya “un partido revolucionario” está vedado, es “prematuro”, son “jornadas de julio”, e impulsarlo y alentarlo es de “aventureros”, entonces, ¿qué se puede hacer?: “combatir cada día para aliviar a las masas laboriosas de las miserias que les impone el régimen capitalista”, y propagandizar los días de fiesta que, cuando “haya partido revolucionario” que pueda preparar la “insurrección como arte”, estará planteado tomar el poder.
El NOR está jugando al juego de las escondidas. “¡Piedra libre!”, gritamos los trotskistas internacionalistas: el NOR está escondido tras la apelación a la “insurrección como arte” para ocultar que es un grupo sindicalista reformista de la peor especie.

El NOR: en la barricada de enfrente de todas las acciones históricas independientes de las masas que no contaron con un partido revolucionario a su frente, en un siglo y medio de lucha del proletariado mundial

Al NOR pueden no gustarle las insurrecciones, semi-insurrecciones, y levantamientos espontáneos de las masas, o las guerras nacionales contra la opresión imperialista, “sin partido revolucionario”, pero éstos existen. Como existen también las huelgas económicas parciales, y también las huelgas generales impuestas por las masas, con direcciones traidoras a la cabeza, y sin dirección revolucionaria.
Así han sido el 99% de las acciones históricas independientes, la infinidad de levantamientos, huelgas generales políticas, insurrecciones o semiinsurreciones espontáneas o semiespontáneas, guerras nacionales, derrotadas o traicionadas, que las masas protagonizaron en los últimos 150 años. Así sucedió ya en la Comuna de París en 1871, o la revolución de 1905 en Rusia. Y así sucedió en toda la época imperialista, desde 1914 en adelante -salvo la insurrección victoriosa de Octubre de 1917, que fue preparada y organizada por los bolcheviques-, fundamentalmente a causa de que el salinismo, y luego el centrismo y el liquidacionismo que destruyeron la IV Internacional, transformaron al bolchevismo en una excepción en todo el siglo XX y en lo que va del XXI.
Precisamente para luchar por que los levantamientos o insurrecciones espontáneas, al igual que la huelga general, triunfen, no sean derrotados ni traicionados, la tarea de los revolucionarios -aunque seamos un puñado- es levantar frente a los mismos un programa y proponer una organización para que triunfen.
Preguntamos al NOR: no hablemos ya de una insurrección o semiinsurrección espontáneas “sin partido revolucionario”, sino frente a una huelga general política que tenga a su frente a direcciones traidoras; en una situación en que no existe un partido revolucionario, sino únicamente un pequeño grupo como es el NOR, ¿qué dirían? ¿Llamarían y lucharían por el triunfo de esa huelga general política; plantearían ante las masas qué programa y qué organización se necesitan para ello? ¿Levantarían las tácticas necesarias para que las masas sobrepasen a sus direcciones traidoras, rompan los diques que éstas les ponen, y lleven al triunfo su huelga general? ¿Sí o no?
Por ejemplo, Trotsky planteaba en Francia de los ‘30 sobre la huelga general que “Cualesquiera que sean las consignas y el motivo por los cuales haya surgido la huelga general, si ésta abarca realmente a las masas y si esas masas están decididas a luchar, la huelga general plantea inevitablemente ante todas las clases de la nación esta pregunta: ¿quién va a ser el dueño de casa?” (Ibídem, pág. 88). Todos sabemos que los bolcheviques-leninistas en 1935 en Francia, no eran “el partido revolucionario”, sino una pequeña liga de cuadros. Pese a ello planteaban, contra los estalinistas, que no se puede jugar a las escondidas con la huelga general, y que era necesario prepararla y organizarla, y levantaban un programa de lucha para que la clase obrera pusiera en pie piquetes de huelga y a partir de ellos la milicia obrera, comités de lucha que representaran a las masas mismas (soviets embrionarios), y un programa de demandas transitorias, de salida obrera a la crisis.
Pues bien, al igual que ante las huelgas generales, los revolucionarios, frente a las insurrecciones, semis-insurrecciones, y levantamientos espontáneos o semiespontáneos de las masas, luchamos y levantamos un programa y proponemos una organización para que esas acciones históricas independientes de masas triunfen, cumplan sus objetivos, demuelan lo más posible la ciudadela del poder, avancen lo más posible en poner en pie organismos de poder obrero, hacia el armamento de las masas, etc.
Por el contrario, para el NOR, por la “inexistencia de un partido revolucionario”, nada puede hacerse. Terminan así, en los hechos, ubicados como carneros, como rompehuelgas de toda lucha política de masas.
El NOR comete así un nuevo sacrilegio contra el marxismo revolucionario: porque, como hemos visto, plantea de hecho que toda lucha política de masas que no tenga a su frente un partido revolucionario, es una potencial “jornada de julio”, y no son enormes palancas y puntos de partida puestos por las masas, sin los cuales los revolucionarios no podemos siquiera pensar en luchar por ganar la dirección de las masas y conducirlas a la toma del poder.
El NOR ha transformado a las “jornadas de julio” en un verdadero “cuco” para decirles a las masas que no se levanten, que no entren a la lucha política, que no realicen acciones históricas independientes. Así, a las “jornadas de julio”, que son únicamente un episodio –grave, pero un episodio al fin- en un proceso revolucionario, que son una trampa y una encerrona montada por las clases dominantes para tratar de aplastar a la revolución, el NOR las generaliza y las transforma en una norma, con el objetivo de que ningún explotado ose levantarse y desarrollar un combate decisivo cuando “no hay partido revolucionario”. Una vez más, insistimos: ¡carneros!
Pero además, los integrantes del NOR son como el personaje de Turguenéiev del que siempre hablaba Lenin, que cantaba marchas nupciales en los velorios y marchas fúnebres en los casamientos.
Durante los acontecimientos de Octubre de 2003, y los de Mayo-Junio de 2005 en Bolivia -dos acciones históricas independientes de masas-, estaba planteado luchar por que las masas no se detuvieran, por que demolieran lo más posible el régimen y el estado, por los soviets y el armamento. Fueron dos momentos en que se abrieron crisis revolucionarias en las alturas, en las que había que plantearles a las masas que si no tomaban el poder, la salida la daba la burguesía. Era un “casamiento” y había que tocar la marcha nupcial. Pero el NOR, diciendo que fueron “jornadas de julio”... se dedicó a tocar la marcha fúnebre.
Hoy, después de la traición de las direcciones a esos dos magníficos embates revolucionarios de las masas, muy posiblemente en Bolivia la burguesía pueda estar preparando, con frío cálculo, unas “jornadas de julio” para tratar de aplastar la revolución.
Con la complicidad de las direcciones reformistas están aislando a la vanguardia revolucionaria de El Alto y a los mineros que resisten la tregua. Pueden entonces estar preparando una provocación para empujar a estos sectores a una acción prematura, separados y aislados de las amplias masas a las que han contenido por ahora con la tregua, para derrotarlos físicamente y así dar un paso decisivo en la derrota de la revolución.
Sepan los plumíferos del NOR -que nos tratan de “aventureros” e “irresponsables”-, que los marxistas revolucionarios de la FTI-CI conocemos el álgebra de la revolución, que sabemos prever que puede llegar el momento de las “jornadas de julio” de la actual revolución boliviana, y que así como supimos llamar al ataque cuando había que atacar, sabremos llamar a retroceder en orden cuando sea necesario hacerlo.
Por el contrario, el NOR, tocó el clarinete de retirada en octubre de 2003 y en mayo-junio de 2005, cuando había que llamar al ataque. Y no tenemos ninguna duda de que estos reformistas ignorantes del marxismo revolucionario, que se precian de ser “licenciados en la insurrección como arte”, tocarán el clarinete de ofensiva cuando sea necesario retroceder en orden.

 

3. “Gris es la teoría, verde es el árbol de la vida”.

La verificación de las ideas del NOR a través de la experiencia viva
de más de 150 años de lucha del proletariado mundial

El normativismo, como su astro gemelo el objetivismo espontaneísta,
en la barricada del reformismo

Una posición ultrasubjetivista para la que “el partido” es todo y las masas son “nada”

 

Para el NOR, en octubre de 2003 en Bolivia nada podía hacerse porque... no hay partido revolucionario. Y todo aquel que llamara a las masas a no detener su embate revolucionario, es un “aventurero”, un “irresponsable”.

Así, dicen: “El retraso criminal con que de febrero a octubre de 2003 ha obrado la LOI-DO, al igual que todo el centrismo, los empujó a la aventura de tomar el poder en Bolivia, con la inexistencia de un partido revolucionario. Si esta ‘aventura’ no ha sido trágica, es solo gracias a que afortunadamente la LOI no existe en Bolivia.” (Página 5).
“...prepararse para la insurrección no significa, como pretende hacer creer la LOI-DO, llamar a la insurrección para tomar el poder, a pesar incluso de la inexistencia de un partido revolucionario capaz de afrontar esta tarea. Esto, por el contrario, y aunque el llamado de la LOI-DO suene ultra-revolucionario, significa desarmar al proletariado.” (Página 5, en ambos casos negritas nuestras).
La “inexistencia de un partido revolucionario” se transforma para el NOR en un factor absoluto, por el cual nada puede hacerse. Entonces, para no ser “aventurero” e “irresponsable”, el NOR les dice implícitamente a las masas bolivianas que se detengan, que no luchen, que no se levanten, que no hagan nada porque, como “no hay un partido revolucionario” que pueda organizar la “insurrección como arte”, entonces lo único que las masas pueden tener son levantamientos “prematuros”, “jornadas de julio” como las de 1917 en Rusia, condenados a ser aplastados, como hemos visto.
Con la misma petulancia y el mismo cinismo con el que ha decretado que 150 años de lucha del proletariado mundial han sido en vano -como hemos enunciado y desarrollaremos en este documento-, frente a la revolución boliviana el NOR se para en un pedestal y les dice a las masas, con el dedito parado: “Necias, cómo os atrevéis a levantaros. ¿No veis que no hay partido revolucionario? Esperad, no derribéis gobiernos, no hagáis levantamientos “prematuros” que serán “jornadas de julio”; esperad a que el NOR construya el partido revolucionario que preparará la insurrección como arte”. Y mientras tanto, que siga en pie el régimen de la Rosca, que sigan las transnacionales robándose los hidrocarburos, que sigan las direcciones traidoras dando tregua y destruyendo lo que las masas pusieron en pie con su lucha en las calles, que vengan las elecciones, etc., etc.
Estamos frente a una posición ultrasubjetivista, que aísla el factor subjetivo – el partido revolucionario- y le da un valor supremo, absoluto y totalmente decisivo. Para esta posición, las masas, su lucha, su espontaneidad, la potencialidad de su combate, quedan reducidos a nada, porque lo decisivo es “el partido”.
El origen de la posición ultrasubjetivista, de que el partido es todo y las masas son nada, es muy claro en la historia de la clase obrera mundial: fue la concepción y la posición de la socialdemocracia alemana que a mediados/fines de la década del ‘10 del siglo XX, acompañando el surgimiento de la época imperialista y con ella el de la aristocracia obrera, se pasaba al revisionismo y al reformismo. El aparato burocrático de la socialdemocracia asfixiaba toda iniciativa revolucionaria de las masas, contenía y regimentaba toda su vida política, cultural y socialmente. Nuevamente, no podemos negar que el NOR es consecuente: ¡siempre vuelve a la socialdemocracia, a la II Internacional reformista!
Esta concepción ultrasubjetivista tuvo otros exponentes en la historia: en 1905 en Rusia, fue el dirigente del propio partido bolchevique, Bogdanov, su máxima expresión. Trotsky decía de Bogadnov que había sido el “...fundador del ultimatismo (u otzovismo). Desde 1905, creía que era imposible para los bolcheviques participar en el soviet de Petersburgo si el soviet no reconocía previamente la dirección socialdemócrata. Bajo la influencia de Bogdanov, el buró de Petersburgo del comité central de los bolcheviques adoptó en 1905 la resolución siguiente: presentar al soviet de Petersburgo una resolución exigiendo que reconociese la dirección del Partido, y, en caso de negativa, abandonar el soviet. El joven abogado Krasikov, miembro en aquel entonces del comité central de los bolcheviques, presentó ese ultimátum en la sección plenaria del soviet. Los diputados obreros, entre los cuales había también bolcheviques, se miraron con asombro y pasaron al orden del día. Nadie abandonó el soviet. Pronto volvió Lenin del extranjero y dio un serio repaso a los ultimatistas: no se puede, dijo, obligar por medio de ultimátums a las masas proletarias a saltar las etapas necesarias de su propio desarrollo político.
“(...) La lucha de Lenin contra el ultimatismo era una lucha por el establecimiento de unas relaciones correctas entre el partido y la clase.” (León Trotsky, “¿Y ahora? -Problemas vitales del proletariado alemán-”, 1932).
No tenemos la más mínima duda de que si las masas obreras y campesinas bolivianas tuvieran oportunidad de conocer al NOR y a sus planteos, actuarían igual que los diputados obreros del Soviet petersburgués de 1905: alzarían los hombros, seguirían con el orden del día, con sus tareas y acciones revolucionarias, y abandonarían sin pena alguna a los bogdanovistas del NOR a su propia suerte, a un costado del camino de la historia.
Esta concepción ultrasubjetivista de que “el partido es todo”, se expresó también durante la misma revolución de 1905, en la posición de Stalin. Así, Stalin escribía, luego del fusilamiento de los obreros que el 22 de enero marcharon en San Petersburgo a peticionar ante el Zar, una proclama que decía lo siguiente: “Juntemos nuestras manos y agrupémonos en torno a los Comités de nuestro Partido. No debemos olvidar un solo minuto que los Comités del Partido pueden guiarnos dignamente, que sólo ellos pueden iluminar nuestra ruta hacia la Tierra Prometida...” (Citado por León Trotsky, en “Stalin”, Tomo I,1940, pág. 96).
Así, mientras Stalin les decía a los obreros insurrectos que se sometieran a las directivas y a la dirección del “Partido”, Lenin escribía “...la siguiente arenga a las masas insurgentes:

¡Abrid paso al furor y al odio que se han acumulado en vuestros corazones durante tantos siglos de explotación, sufrimiento y martirio!

Todo Lenin está en la anterior frase. Odia y se rebela en unión de las masas, siente la rebelión en sus huesos, y no pide a los rebeldes que obren sólo con el permiso de los ‘Comités’.” (ídem).

El NOR, con su concepción ultrasubjetivista, habría seguramente apoyado en 1905 la proclama de Stalin diciéndoles a las masas que esperaran las directivas y el permiso del “Partido”, y no la de Lenin, al que sin duda habrían considerado “aventurero” e “irresponsable” al igual que “la LOI-DO” que se atreve a decirle a las masas bolivianas insurgentes que no dejen nada en pie, que avancen a demoler todas las instituciones del estado burgués.
Queda claro que a este puñado de centristas aspirantes a pequeños burócratas que es el NOR, les da fobia -al igual que a todos los renegados del trotskismo- que nuestra corriente sienta la rebelión en los huesos, odie y se rebele en unión de las masas bolivianas, y que veamos con claridad en ese furor y ese odio desatados de las masas, lo embrionario de lo consciente. Puesto que en esos embates revolucionarios, en las revueltas, los levantamientos, se desarrolla la consciencia de las masas, y el partido revolucionario puede penetrar en ellas, ganar autoridad y luchar por dirigirlas.
En la década del ‘30, también Trotsky discutió y demolió las posiciones de grupos ultrasubjetivistas como lo es hoy el NOR, para los que el partido es todo, es el factor decisivo de la historia. Así, en su trabajo “Bolchevismo y Stalinismo” planteaba Trotsky: “El bolchevismo se consideraba como uno de los factores históricos, su factor ‘consciente’, factor muy importante pero no decisivo. Nunca hemos pecado de subjetivismo histórico.
“Veíamos el factor decisivo, -sobre la base dada por las fuerzas productivas-, en la lucha de clases, no sólo en escala nacional sino internacional.” (1937). Y más adelante, luego de citar a Lenin que decía que son las grandes masas las que deciden los desenlaces históricos, termina Trotsky afirmando: “En una palabra, el partido no es el único factor de la evolución y, en gran escala histórica, no es un factor decisivo.” (ídem).
¿Significa esto negar la necesidad de un partido revolucionario que prepare la insurrección como arte, como condición para el triunfo de la revolución proletaria? En absoluto: en esta época imperialista de cambios bruscos, de violentas oscilaciones, que pueden poner, de un momento a otro a la clase obrera ante el problema del poder, es el partido revolucionario el que puede jugar el rol de la pluma que desequilibre la balanza a favor de la revolución, levantando un programa revolucionario, derrotando a las direcciones traidoras ante los ojos vigilantes de las masas en sus organismos de democracia obrera, y preparando la insurrección como arte.
Pero únicamente podrá jugar ese rol a condición de que exista un movimiento revolucionario real de las masas. Porque esa palanca revolucionaria que es el partido, sería sólo una herramienta muerta sin la fuerza aplicada de la mano que la mueve, es decir, sin las energías revolucionarias de las masas que, como decía Lenin, “son las que deciden los desenlaces históricos.”
Ese rol del partido revolucionario como pluma lo hacen un factor importante, pero no decisivo a gran escala histórica. Porque el motor de la historia es la lucha de clases sobre la base de un determinado nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas.
Esto es lo que niega el NOR con su ultrasubjetivismo exacerbado. Pero, mal que le pese al NOR, a las revoluciones, a las insurrecciones, a las huelgas generales políticas, no las hace el partido, sino que las hacen las masas, y ante ellas y con ellas, el partido revolucionario podrá ganar autoridad ante las mismas, ayudando a que éstas comprendan la justeza del programa revolucionario a partir de su propia experiencia.
Así lo planteaba con claridad Lenin en “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”, respondiendo a la pregunta de cómo se había forjado el bolchevismo y cómo había conquistado su fortaleza y su disciplina: “Primero por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en primer término con la masa proletaria, pero también con la masa trabajadora no proletaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; su formación se facilita a través de una acertada teoría revolucionaria, que, a su vez, no es ningún dogma, sino que sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.” (1920, negritas nuestras).

La experiencia de la Comuna de París y la posición del NOR

Veamos la posición del NOR a través de la experiencia de la vida misma, de más de un siglo y medio de lucha del proletariado mundial.
¿Qué habría hecho el NOR, por ejemplo, frente a la Comuna de París? Veamos lo que dice al respecto en su documento. Allí afirman: “Como vemos, para los verdaderos marxistas como Trotsky, la lección central de la Comuna de París es que ‘el frente único no tuvo en su flanco izquierdo una organización genuinamente revolucionaria’, por esto fue ‘rápidamente aplastada’, a pesar de la heroica insurrección.” (pág. 4).
Nadie desconoce que Marx y Engels no tenían un solo militante en la Comuna de París. Por lo tanto, es correcta la afirmación de Trotsky citada por el NOR. Pero a pesar de ello, jamás, ni Marx, ni Engels, ni Lenin ni Trotsky sacaron la conclusión de que la heroica insurrección de París había sido una “jornada de julio”, ni que apoyarla, impulsarla y luchar por su triunfo era ser “aventurero” porque “no había partido revolucionario”, como dice el NOR.
Vamos a empezar por decir que en septiembre de 1870, siete meses antes de que estallara la insurrección y se impusiera la Comuna de París, Marx y la I Internacional plantearon con absoluta claridad al proletariado parisino que no debía levantarse, que no debía insurreccionarse, puesto que París estaba rodeada de tropas prusianas y seguramente los obreros serían aplastados.
En ese momento, las tropas francesas de Luis Bonaparte se rendían en Sedán ante Prusia, caía el Segundo Imperio y se proclamaba en París la República -con un Gobierno provisional integrado por los mismos representes burgueses que habían aplastado a sangre y fuego a los obreros en junio de 1848.
Ante esta situación, Marx y la I Internacional emitieron una proclama que decía: “Como vemos, la clase obrera de Francia tiene que hacer frente a condiciones dificilísimas. Cualquier intento de derribar al nuevo Gobierno en el trance actual, con el enemigo llamando casi a las puertas de París, sería una locura desesperada. Los obreros franceses deben cumplir con su deber de ciudadanos; pero, al mismo tiempo, no deben dejarse llevar por los recuerdos nacionales de 1792, como los campesinos franceses se dejaron engañar por los recuerdos nacionales del Primer Imperio. Su misión no es repetir el pasado, sino construir el futuro. Que aprovechen serena y resueltamente las oportunidades que les brinda la libertad republicana para trabajar más a fondo en la organización de su propia clase. Esto les infundirá nuevas fuerzas hercúleas para la regeneración de Francia y para nuestra obra común: la emancipación del trabajo. De su fuerza y de su prudencia depende la suerte de la república.” (“Segundo Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra franco-prusiana”, 9 de Septiembre de 1870, cita del francés, traducción nuestra).
Pero cuando, a pesar de ello, el heroico proletariado parisino se insurreccionó el 18 de marzo de 1871, no dijeron “son jornadas de julio”, ni lo carnerearon: por el contrario, Marx y Engels apoyaron fervientemente el movimiento, y lucharon con todas sus fuerzas por su triunfo, aún sabiendo que las condiciones para ello eran extremadamente difíciles.
Marx y Engels –que, insistimos, no tenían un solo militante propio en la Comuna de París- “odiaron y se rebelaron en unión de las masas”, “sintieron la rebelión en los huesos”, como diría Lenin. Fueron tanto o más “aventureros” e “irresponsables” que la “LOI-DO” en Octubre de 2003 en Bolivia –como diría el NOR-: Marx y Engels, en lucha política con los blanquistas que tenían la mayoría en la Comuna y con los proudhonianos que constituían su minoría, levantaron un programa y propusieron una organización para que ésta triunfara.
No se dedicaron a gimotear la letanía de que “no hay partido revolucionario”. Una vez que la insurrección se dio e impuso la Comuna, la principal crítica que les hacían a los revolucionarios de la Comuna, era al carácter bonachón de la misma, su excesivo “buen corazón”. Así dice Marx en su carta a Kugelmann, el 12 de abril de 1871: “¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisienses! Después de seis meses de hambre y de ruina, originadas más bien por la traición interior que por el enemigo exterior, se rebelan bajo las bayonetas prusianas, ¡como si no hubiera guerra entre Francia y Alemania, como si el enemigo no se hallara a las puertas de París! ¡La historia no conocía hasta ahora semejante ejemplo de heroísmo! Si son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su ‘buen corazón’. Se debía haber emprendido sin demora la ofensiva contra Versalles, en cuanto Vinoy, y tras él la parte reaccionaria de la Guardia Nacional, huyeron de París. Por escrúpulos de conciencia se dejó escapar la ocasión. No querían iniciar la guerra civil, ¡como si el dañino engendro de Thiers no la hubiese comenzado ya cuando intentó desarmar a París! El segundo error consiste en que el Comité Central renunció demasiado pronto a sus poderes, para ceder su puesto a la Comuna. De nuevo ese escrupuloso ‘pundonor’ llevado al colmo. De cualquier manera, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio. Que se compare a estos parisienses, prestos a asaltar el cielo, con los siervos del cielo del sacro Imperio romano germánico-prusiano, con sus mascaradas antediluvianas, que huelen a cuartel, a iglesia, a junkers y, sobre todo, a filisteísmo.” (“Carta a Kugelmann”, 1871).
Los curanderos del NOR, que se precian de ser “licenciados en insurrección como arte”, ni siquiera se pusieron a estudiar y a investigar seriamente las lecciones de la grandiosa Comuna de París, con las que se formó y se forjó el bolchevismo. ¡Charlatanes!
Porque el NOR dice que la principal lección de la Comuna fue que “faltó el partido”. Pero por el contrario, Marx y Engels les decían a las masas parisinas insurrectas -masas que no tenían al frente el partido revolucionario que necesitaban- que no fueran tan benévolas, que no tuvieran escrúpulos, que avanzaran y aplastaran a la burguesía acantonada en Versailles.
¿A la Comuna de París le faltó en “el flanco izquierdo” del frente único “una organización genuinamente revolucionaria”, como decía Trotsky? Es claro que sí. Pero eso no fue motivo de que Marx y Engels les dijeran a las masas, que se detuvieran, ni trataban de asustarlas con el “cuco” de las “jornadas de julio”, como por el contrario sí hace hoy el NOR en la revolución boliviana.
El NOR, a partir de la posición que levanta, debería haber dicho que Marx y Engels eran unos “aventureros” e “irresponsables” al levantar un programa y una política para que la revolución aplastara a la burguesía y se extendiera al resto de Francia, “sin partido revolucionario” que “organizara la insurrección como arte”, y es más, con todo el ejército prusiano a las puertas de París.
Todo lo contrario hizo Lenin, que en 1905 puso a Marx y a su actitud frente a la Comuna de París como ejemplo contra Plejánov y los mencheviques que gimoteaban –como veremos más adelante- sobre que la revolución de 1905 “había ido demasiado lejos”. Veamos qué decía Lenin:
“En septiembre de 1870, medio año antes de la Comuna, Marx advirtió francamente a los obreros franceses, en su famoso llamamiento Internacional que la insurrección sería una locura. Puso al descubierto de antemano las ilusiones nacionalistas respecto a la posibilidad de un movimiento en el espíritu de 1792. Supo decir muchos meses antes, y no ya después de los acontecimientos : ‘No se debe empuñar las armas’.
“Pero, ¿qué posición asumió Marx cuando esta obra desesperada, según su propia declaración de septiembre, empezó a tomar vida en marzo de 1871? ¿Acaso Marx aprovechó esta ocasión (como lo hizo Plejánov con respecto a los acontecimientos de diciembre) únicamente en ‘detrimento’ de sus adversarios, los proudhonistas y blanquistas que dirigían la Comuna? ¿Acaso se puso a gruñir como una preceptora: ‘ya decía yo, ya les advertía, y ahí tenéis vuestro romanticismo, vuestros delirios revolucionarios’? ¿Acaso Marx se dirigió a los comuneros como Plejánov a los luchadores de diciembre con su sermón de filisteo autosatisfecho: ‘No se debía de haber empuñado las armas’?
“No. El 12 de abril de 1871 Marx escribió una carta llena de entusiasmo a Kugelmann, carta que con gran placer colgaríamos en la casa de cada socialdemócrata ruso, de cada obrero ruso que supiera leer.
“Marx, que en septiembre de 1870 había calificado la insurrección de locura, en abril de 1871, al ver el carácter popular y de masas del movimiento, lo trata con la máxima atención de quien participa en los grandes acontecimientos que marcan un paso adelante en el histórico movimiento revolucionario mundial.” (V. I. Lenin, “Prefacio a la traducción rusa de las cartas de C. Marx a L. Kugelmann”, 1907, negritas nuestras).
La posición del NOR no tiene entonces nada de novedosa: es una burda copia, exactamente la misma posición que la de los mencheviques y Plejánov.
Para el NOR, Marx y Lenin que se entusiasmaban ante la Comuna de París, -que el propio Marx definió como “obra desesperada”- eran dos “aventureros” e “irresponsables”. Desde la FTI-CI, nos declaramos orgullosamente, tan “aventureros” e “irresponsables” como Marx y Lenin.

Una falsificación histórica de la polémica del marxismo con el blanquismo, continuidad de la falsificación que hicieran Bernstein y Kautsky de las lecciones de la Comuna de París

Pero para la gente “responsable” y “sensata” del NOR, el partido es todo, y las masas son nada. Por eso, inclusive, falsifican conscientemente las propias críticas de Marx y de Engels hacia Blanqui y los blanquistas en la Comuna de París, presentando a Blanqui como un “espontaneísta” para así falsamente identificar a nuestra corriente con el “blanquismo”.
Así, dice el documento del NOR: “Trotsky, recordando las críticas de Engels contra el blanquismo, remarcaba que el error de Blanqui consistía en la identificación de la revolución con la insurrección y que al proletariado no le bastaba con la insurrección de las fuerzas elementales para la conquista del poder. Necesitaba para ello -decía Trotsky- ‘la organización correspondiente, el plan, la conspiración.” (pág. 9).
¡Esto no es así! Es una falsificación flagrante que sólo puede ser heredada de los que durante décadas han revisado al marxismo y destruyeron la IV Internacional. ¿Quién les sopló al oído semejante brutalidad de afirmar que el problema de Blanqui era su “espontaneísmo”?!! Nosotros afirmamos que la crítica central de Marx y Engels a Blanqui, era absolutamente la contraria: le criticaban a Blanqui que éste le negaba toda importancia a la espontaneidad de las masas en la insurrección.
Veamos lo que dice Engels: “...los blanquistas partían de la idea de que un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en condiciones, no sólo de adueñarse en un momento favorable del timón del Estado, sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, sería capaz de sostenerse hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno al puñado de caudillos.” (Prólogo a “La guerra civil en Francia”, 1891, pág. 91, negritas nuestras).
Es decir, ¡lo contrario de lo que plantea el NOR! Los marxistas coincidían con los blanquistas en la necesidad de la conspiración para preparar la insurrección como arte con un grupo de hombres decididos y bien organizados. Pero les criticaban a los blanquistas el que no consideraran necesario que ello estuviera apoyado en un movimiento revolucionario de masas real; es decir, les criticaban el hecho de que creyeran que únicamente con una táctica insurreccional correcta y un grupo pequeño de hombres decididos y bien organizados, se podía conquistar la victoria.
A esto el NOR lo conoce puesto que está perfectamente definido en los mismos capítulos de la “Historia de la revolución rusa” de los cuales ellos toman citas. Es decir, lo ocultan conscientemente, puesto que allí Trotsky dice: “Las reglas de Blanqui respondían a una visión realista de la guerra revolucionaria. El error de Blanqui no residía en el teorema directo, sino en su recíproca. Del hecho de que la incapacidad táctica conducía la revolución al descalabro, Branque deducía que la observancia de las reglas referentes a la táctica insurreccional era capaz, por sí misma, de proporcionar la victoria.” (1932, tomo III, pág. 226, negritas nuestras). En todo caso, al contrario de lo que afirma el NOR, Blanqui era un NOR con 40° de fiebre -dicho sea esto salvando TODAS las distancias, y haciendo un homenaje a Blanqui, un heroico revolucionario pese a estar equivocado, y de una talla y un vuelo que los plumíferos del NOR, que no logran elevarse ni dos centímetros del piso de la mediocridad, jamás alcanzarán.
Estamos, repetimos, frente a una falsificación consciente, alevosa. Volvamos a leer lo que dice el NOR sobre Blanqui: “Trotsky, recordando las críticas de Engels contra el blanquismo, remarcaba que el error de Blanqui consistía en la identificación de la revolución con la insurrección y que al proletariado no le bastaba con la insurrección de las fuerzas elementales para la conquista del poder. Necesitaba para ello -decía Trotsky- ‘la organización correspondiente, el plan, la conspiración’.”
Contra ello, en el mismo libro que ellos citan, Trotsky dice: “Del hecho de que la incapacidad táctica conducía a la revolución al descalabro, Blanqui deducía que la observancia de las reglas referentes a la táctica insurreccional era capaz por sí misma, de proporcionar la victoria. Sólo desde este punto es legítimo contraponer al blanquismo el marxismo. La conspiración no reemplaza a la insurrección. Por mejor organizada que se encuentre, la minoría activa del proletariado, no puede adueñarse del poder independientemente de la situación general del país. En esto, el blanquismo está condenado por la historia. Pero sólo en esto. El teorema directo conserva toda su fuerza. Para conquistar el poder, no basta al proletariado un alzamiento de fuerzas elementales. Necesita la organización correspondiente, el plan, la conspiración. Así es como Lenin plantea la cuestión.” (ídem, negritas nuestras).
Es decir, la discusión con el blanquismo no era sobre la necesidad de la insurrección como arte, sino sobre que ésta no podía organizarse si no era apoyándose en un movimiento de masas insurreccional real, en la fuerza y las energías revolucionarias de las masas cercando la ciudadela del poder, que era a lo que Blanqui no le daba importancia.
Los que decían que Blanqui era un “aventurero”, y por consiguiente llamaban “blanquistas” a los bolcheviques eran precisamente... los socialdemócratas alemanes, los Bernstein, Kautsky, Hilferding y demás reformistas de cuyos faldones, ya viejos y raídos por la historia, se cuelga hoy el NOR.
El NOR falsifica conscientemente estas lecciones históricas, para ocultar su total desprecio hacia las masas, hacia su energía y creatividad revolucionaria, puesto que para ellos, el factor decisivo del proceso histórico es “el partido revolucionario”, y por el contrario, las masas que se levantan, hacen insurrecciones espontáneas, derriban gobiernos, no son nada.
Por eso, en sus extensas citas tomadas de la “Historia de la revolución rusa”, jamás citan a Trotsky en su prólogo cuando éste establece la verdadera relación, a escala histórica, entre los factores objetivos y subjetivos de la revolución proletaria, cuando dice: “Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos, que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante, de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor. (1932, Tomo I, pág. 9, negritas nuestras).
Es ese “vapor” que es la energía de las masas, el que el NOR a toda costa quiere frenar hasta tanto ellos no hayan fabricado la caldera -“el partido revolucionario”-. Por el contrario, los revolucionarios luchamos por que ese “vapor” no se detenga, por que arrase con todo el putrefacto orden existente, aunque esto les provoque pánico a todos los plumíferos reformistas, sean de la variedad “espontaneísta-objetivista”, o sean de la variedad “normativista-ultrasubjetivista” a la que pertenece el NOR.

La Revolución Rusa de 1905:
El NOR, nuevamente alineado con los mencheviques, contra Lenin y los bolcheviques

El 9 de enero de 1905, cuando el Zar mandó a ametrallar a la manifestación pacífica de obreros y sus familias que, encabezados por el cura Gapón, marchaban pacíficamente a peticionar al “padrecito Zar” para que mejorara sus condiciones de vida, comenzó la primera revolución rusa, poniendo en pie, por primera vez en la historia, los soviets.
El partido bolchevique no dirigía la revolución de 1905 y era una absoluta minoría en los soviets. Pero, al revés de lo que hubiera hecho el NOR, Lenin y los bolcheviques jamás llamaron a las masas a frenarse “porque no estaba el partido revolucionario.” ¡Todo lo contrario!
Veamos qué planteaba Lenin en “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, que, como podrá comprobar cualquier lector honesto de los materiales de nuestra corriente, es la misma posición que sostuvimos ante el levantamiento de Octubre de 2003 en Bolivia (más allá, por supuesto, de las diferencias entre ambas revoluciones y de la posición teórica que en aquel entonces, planteaba Lenin sobre la revolución rusa). Decía Lenin:
“He aquí cómo está, en realidad, planteada la cuestión de las dos tendencias en la táctica de la socialdemocracia. La época revolucionaria ha destacado nuevas tareas que sólo gente completamente ciega no ve. Y estas tareas las aceptan decididamente unos socialdemócratas y las ponen a la orden del día: la insurrección armada es inaplazable, preparaos para la misma inmediata y enérgicamente, acordaos de que es necesaria para la victoria decisiva, plantead las consignas de república, de gobierno provisional, de dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Otros socialdemócratas, en cambio, retroceden, no se mueven del sitio; en vez de dar consignas escriben prólogos; en lugar de indicar lo nuevo paralelamente a la confirmación de lo viejo, rumian incansable y aburridamente lo viejo, inventan pretextos para desentenderse de lo nuevo, no sabiendo definir las condiciones de la victoria decisiva, no sabiendo presentar las únicas consignas que corresponden a la aspiración de conseguir la victoria completa.” (1905, pág. 99, negritas nuestras).
“¡Qué horror”! -nos dirán los sensatos señores del NOR- “¡Lenin tenía un programa y una organización que proponerle a una insurrección espontánea de las masas!” “Aventurero, irresponsable”, graznarían los plumíferos del NOR.
Y terminaba Lenin planteando: “Las dificultades que se alzan en el camino hacia la victoria completa de la revolución son muy grandes. Nadie podrá condenar a los representantes del proletariado si hacen todos los esfuerzos posibles y éstos se estrellan ante la resistencia de la reacción, la traición de la burguesía y la ignorancia de las masas. Pero todos y cada uno -y sobre todo el proletariado consciente- condenarán a la socialdemocracia si ésta cercena la energía revolucionaria de la revolución democrática, si cercena el entusiasmo revolucionario con el miedo a vencer, con consideraciones a propósito del peligro de que la burguesía vuelva la espalda.
 “Las revoluciones son las locomotoras de la historia, decía Marx. Las revoluciones son la fiesta de los oprimidos y explotados. Nunca la masa del pueblo es capaz de obrar como creador tan activo de nuevos regímenes sociales como durante la revolución. En tales períodos, el pueblo es capaz de hacer milagros, desde el punto de vista del rasero estrecho y pequeñoburgués del progreso gradual. Pero es necesario que también los dirigentes de los partidos revolucionarios planteen sus tareas de un modo más amplio y audaz en tales períodos, que sus consignas se adelanten siempre a la iniciativa revolucionaria de las masas, sirviendo de faro a las mismas, mostrando en toda su grandeza y en toda su magnificencia nuestro ideal democrático y socialista, indicando el camino más corto y más directo hacia la victoria completa, incondicional y decisiva. (...) Seremos unos felones y traidores a la revolución si no aprovechamos esta energía de las masas en fiesta y su entusiasmo revolucionario para la lucha implacable y abnegada por el camino directo y decisivo. (...) A los obreros no les asusta la idea de que la reacción se dispone a ser terrible ni de que la burguesía se dispone a volver la espalda. Los obreros no esperan componendas, no solicitan dádivas; aspiran a aplastar implacablemente las fuerzas reaccionarias, es decir, aspiran a la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y de los campesinos.” (ídem, págs. 105 y 106, negritas nuestras).
¡Qué grandiosa claridad revolucionaria, qué implacable y qué justiciera la sentencia de Lenin contra la cobardía de los mencheviques! ¡Qué contraste enorme entre este audaz y entusiasta llamado de Lenin a las masas a luchar por la victoria, y la lamentable y plañidera letanía del NOR sobre la “inexistencia del partido revolucionario”, etc., etc.!
El NOR, si es consecuente, debe ir hasta el final con su posición y decir que Lenin en 1905 era un “aventurero” y un “irresponsable” ya que, a pesar de que el partido bolchevique era una minoría, planteaba que las tareas que estaban a la orden del día eran la “insurrección armada”, que había que prepararse para ella porque “es necesaria para la victoria decisiva”, etc.
Cabe aclarar que durante los primeros 20 días luego del comienzo de la revolución de 1905, los socialdemócratas rusos no podían hablar en ninguna asamblea obrera, puesto que los obreros aún estaban dirigidos por los buslatovistas, es decir, por los representantes de la “curia obrera”, como el cura Gapón.
Esa grandiosa revolución de 1905, en la teoría marxista, leninista, de la insurrección, fue un “ensayo general revolucionario”. Lenin, con las lecciones de ese “ensayo general revolucionario”, formó cuadros revolucionarios. Con sus propias lecciones reformistas de 1905, los mencheviques formaron los suyos, con tan buenos resultados que tuvieron como aplicados alumnos a todos los renegados de la IV Internacional y a sus hoy voceros del NOR.
Porque el NOR debería ser consecuente y decir que fueron incorrectas las lecciones que sacaron Lenin y los bolcheviques de aquella grandiosa revolución y de su derrota, en oposición a las de los mencheviques.
La revolución se había iniciado en Petrogrado el 9 enero de 1905, con el “Domingo sangriento” en el que la autocracia ametralló y asesinó a los obreros que peticionaban pacíficamente. Esto significó que la clase obrera y los explotados respondieron con una oleada de huelgas, y con el amotinamiento de parte de la flota. El 14 de junio se amotinaba el acorazado Potemkim, y con ello comenzaba el levantamiento de toda la flota del Mar Negro. En octubre, se sublevaron los marinos de Kronstadt, y el mismo mes, el proletariado revolucionario declaró la huelga general política en toda Rusia, paralizando las fábricas, los talleres, los ferrocarriles. Frente a la potencia de la clase obrera, el Zar se vio obligado a prometer promulgar una “Constitución”, y otorgar libertad de palabra, de reunión, de prensa, etc.
Para el 6 de diciembre de 1905, el Soviet de Moscú había convocado a una huelga general en la ciudad. Pero las masas, desatando su espontaneidad, su odio y furor contra la autocracia, superando al Soviet y al Consejo coligado de destacamentos obreros de combate, transforman rápidamente esa huelga general con manifestaciones pacíficas de masas, en una insurrección armada que duró 9 días de combates en las calles, hasta que entre el 15 y el 17 de diciembre fue sangrientamente aplastada, iniciándose con ello el declive y la posterior derrota de la heroica revolución de 1905.
No tenemos la menor duda de que si el NOR hubiera estado allí, habría planteado a las masas moscovitas: “¡No os levantéis, no se os ocurra transformar la huelga en insurrección armada, puesto que el partido bolchevique no dirige aún a las masas, y entonces lo que tendréis será una ‘jornada de julio’ y la derrota!” Por ello mismo, no nos cabe ninguna duda de que el NOR, luego del aplastamiento de la insurrección de Moscú, habría apoyado a Plejánov y a los mencheviques, y a las lecciones reformistas que éstos extrajeron de la revolución de 1905.
Dejemos hablar a Lenin y a su magnífico texto “Las enseñanzas de la insurrección de Moscú”. Pedimos disculpas por citar tan extensamente, pero frente a las falsificaciones del NOR y a su proverbial pusilanimidad, queremos de esta manera rendir un homenaje a los miles de mártires obreros que cayeron en Moscú y a los más de 100 mártires obreros y campesinos del levantamiento de Octubre de 2003 en Bolivia.
La “LOI-DO”, ¿llamó a la insurrección en Bolivia en Octubre de 2003? Sí, cuando había una crisis revolucionaria en las alturas. ¡Sí, sí! De la misma manera que lo hizo Lenin ante el levantamiento en Moscú en diciembre de 1905. ¿Nuestra fuente de inspiración? El “aventurero” e “irresponsable” Lenin, que escribía en “Las enseñanzas de la insurrección de Moscú”:
“Las formas principales del movimiento de diciembre en Moscú fueron la huelga política y las manifestaciones. La inmensa mayoría de los obreros sólo participó activamente en estas formas de lucha. Pero precisamente la acción de diciembre en Moscú ha demostrado palpablemente que la huelga general, como forma independiente y principal de lucha, ha caducado; que el movimiento, con fuerza espontánea e irresistible, desborda este marco estrecho y engendra la forma alta de la lucha: la insurrección.
Todos los partidos revolucionarios, todos los sindicatos de Moscú, al declarar la huelga, tenían conciencia e incluso sentían que se transformaría inevitablemente en insurrección. El 6 de diciembre, el Soviet de Diputados Obreros decidió ‘esforzarse por transformar la huelga en insurrección armada’. Pero, en realidad, ninguna de las organizaciones estaba preparada para ello; incluso el ‘Consejo de coalición de combate’ hablaba (¡el 9 de diciembre!) de la insurrección como una cosa lejana, y es indudable que la lucha de calles se desarrolló dejándolo a un lado independientemente de él. Las organizaciones habían quedado a la zaga del desarrollo y la envergadura del movimiento.
“La huelga se transformó en insurrección, ante todo, bajo la presión de las condiciones objetivas creadas después de octubre. Ya no era posible sorprender por medio de una huelga general al gobierno, el cual había organizado una contrarrevolución para actuar militarmente. Tanto el curso general de la revolución rusa después de octubre, como la sucesión de los acontecimientos de Moscú en las jornadas de diciembre, son una asombrosa confirmación de las profundas tesis de Marx: la revolución a medida que avanza engendra una contrarrevolución fuerte y unida; en otros términos, obliga al enemigo a recurrir a medios de defensa cada vez más extremos y, por lo mismo, elabora medios de ataque cada vez más poderosos.”(1906, págs. 164 y 165, subrayado en el original).
Casi noventa y ocho años pasaron entre la insurrección de diciembre de 1905 en Moscú y el levantamiento revolucionario de las masas bolivianas en octubre de 2003. Y sin embargo, leyendo estas magníficas palabras, pareciera que Lenin estuviera describiendo, desde La Paz, desde El Alto, los acontecimientos y los combates de octubre de 2003.
Continúa diciendo el texto de Lenin: “Días 7 y 8 de diciembre: huelga pacífica, manifestaciones pacíficas de masas. Día 8 por la noche: sitio del Acuario. El 9, durante el día: los dragones cargan contra la muchedumbre en la plaza Strastnaia. Por la noche, devastación de la casa Fídler. Los ánimos se caldean. La muchedumbre de la calle, no organizada, levanta de modo completamente espontáneo y con vacilaciones las primeras barricadas.
“El 10, la artillería abre el fuego contra las barricadas y contra la multitud en las calles. Las barricadas son levantadas ahora con seguridad y no representan ya un hecho aislado, sino absolutamente de masas. Toda la población está en la calle; los principales centros de la ciudad se cubren en una red de barricadas. Durante varios días se libra una porfiada lucha de guerrillas entre los destacamentos de combate y las tropas, lucha que extenúa a los soldados y obliga a Dubásov a implorar refuerzos. Solamente el 15 de diciembre la superioridad de las fuerzas gubernamentales es completa y el 17 el regimiento Semiónovski arrasa la barriada de Presnia, último valuarte de la insurrección.
“De la huelga y de las manifestaciones a las barricadas aisladas. De las barricadas aisladas a las barricadas levantadas en masa y a la lucha de calles contra la tropa. Pasando por encima de las organizaciones, la lucha proletaria de masas se convirtió en insurrección. Esta es la grandiosa conquista histórica de la revolución rusa, alcanzada en diciembre de 1905, lograda, adquirida, como las que le precedieron a costa de inmensos sacrificios. El movimiento se ha elevado de la huelga política general al grado superior, ha forzado a la reacción a ir hasta el fin en su resistencia y ha aproximado así, en proporciones gigantescas, el momento en que la revolución llegará también hasta el fin en el empleo de sus medios de ataque. La reacción no puede ir más allá del bombardeo de la artillería contra las barricadas, los edificios y la muchedumbre de la calle. Y la revolución ha avanzado ya mucho después de diciembre. La base de la crisis revolucionaria se ha vuelto infinitamente más amplia; ahora hay que aguzar más el filo.” (Ídem, págs. 165 y 166, subrayado en el original).
Aquí ya la similitud de los acontecimientos de diciembre de 1905 con los del Octubre boliviano de 2003, es sencillamente increíble. ¡Qué lejos, pero qué lejos realmente están los mojigatos del NOR y sus apuntadores reformistas, del “aventurero” Lenin!
Pero dejemos continuar a Lenin:
“El cambio de las condiciones objetivas, cambio que exigía pasar de la huelga a la insurrección, lo ha percibido el proletariado antes que sus dirigentes. Como siempre, la práctica ha precedido a la teoría. La huelga pacífica y las manifestaciones han dejado de satisfacer enseguida a los obreros, que se preguntaban: ¿y después?, y que exigían operaciones más activas. La directiva de levantar barricadas llegó a las barriadas con enorme retraso, cuando ya se levantaban en el centro. Los obreros se pusieron en masa a levantarla, pero esto tampoco les satisfacía, y preguntaban: ¿y después?, y exigían operaciones activas. Nosotros, dirigentes del proletariado socialdemócrata, nos hemos comportado en diciembre como aquel jefe militar que tenía dispuestos sus regimientos de un modo tan absurdo que la mayor parte de sus tropas no participaban activamente en la batalla. Las masas obreras buscaban instrucciones para realizar operaciones activas, y no las encontraban.” (Ibídem, pág. 166, subrayado en el original).
Mientras leemos esta magnífica crónica, oímos tras bamabalinas a los plumíferos del NOR cuchicheando: “La verdad es que los de la “LOI-DO” son unos ¡a-ven-tu-re-ros! ¿¡Cómo se les ocurre levantar en Bolivia en octubre de 2003, una política de llamado a la insurrección, para que las masas hagan ‘operaciones más activas’?!”. Así chilla y gimotea el timorato del NOR, que se ha ubicado en la barricada de Plejánov y los mencheviques.
Pero dejemos, finalmente, concluir a Lenin:
“Así, pues, nada más miope que el punto de vista de Plejánov, que hacen suyo todos los oportunistas, de que no se debió emprender esta huelga extemporánea, de que ‘no se debió empuñar las armas’. Por el contrario, se debió empuñarlas más resueltamente, con más energía y mayor combatividad; se debió explicar a las masas que era imposible realizar una huelga puramente pacífica y que había que librar una lucha armada intrépida e implacable. Y hoy, debemos, en fin, reconocer abiertamente y bien alto, la insuficiencia de las huelgas políticas; debemos llevar a la agitación a las más amplias masas en favor de la insurrección armada, sin disimular esta cuestión por medio de ningún ‘grado preliminar’, sin disimular esta cuestión con ninguna clase de ‘pasos preliminares’, sin cubrirla con ningún velo. Ocultar a las masas la necesidad de una guerra encarnizada, sangrienta y exterminadora, como tarea inmediata de la acción que se avecina, es engañarse a sí mismo y engañar al pueblo.” (Ibídem, págs. 166 y 167, negritas nuestras).
Desde la “LOI-DO”, desde la Fracción Trotskista Internacionalista (Cuarta Internacional), nos proclamamos, junto a Lenin, orgullosos “aventureros”. ¡Que el NOR se vaya con la mugre social-reformista a limpiar los pisos de Foro Social Mundial, y que se deje de hablar en nombre del bolchevismo y del trotskismo!
Porque la conclusión y lección de los mencheviques fue que las masas habían ido demasiado lejos, que no deberían haberse alzado en armas, que su lucha fue “inoportuna”, etc.
Por el contrario, la lección que sacaron Lenin y los bolcheviques fue completamente opuesta: que se había hecho poco, que se debería haber ido más lejos, que se tendría que haber planteado a las masas abiertamente la necesidad de la insurrección armada, sin medias tintas. Y convengamos en que Lenin y los bolcheviques plantearon esto, a pesar de que el partido bolchevique era una ínfima minoría al inicio de la revolución, y que inclusive, tal como lo planteara Lenin luego, era aún una corriente inmadura que, por ejemplo, no había aprendido aún a retroceder en orden.
Hoy, el NOR no hace más que continuar la miopía de los Plejánov de entonces, pero transformada en ceguera completa cuando ya ha pasado un siglo exacto de la heroica revolución de 1905, un siglo completo de lucha y experiencia del proletariado y del marxismo revolucionario en esta época imperialista. Los reformistas del NOR gruñen “como preceptoras”, y dirigen a las heroicas masas bolivianas sus “sermones de filisteos autosatisfechos”: “No os deberías haber levantado en Octubre de 2003; no deberías haber iniciado la huelga general insurreccional en Mayo-Junio de 2005, ¿no veis que habéis ido demasiado lejos, no veis que no existe el partido revolucionario que os conduzca a la insurrección como arte?”. Son un grupo de mencheviques, seguidores de Plejánov.
Fueron las lecciones opuestas extraídas de la heroica revolución rusa de 1905 lo que separó y dividió aguas entre mencheviques y bolcheviques.
Hoy, tras los pasos de Plejánov, el NOR les dice a las masas bolivianas: “¡Gracias a dios que no escuchasteis a los ‘aventureros’ de la LOI-DO, que no hicisteis una insurrección triunfante, que no tomasteis el poder, puesto que como no estaba el partido revolucionario! ¡Eso habría sido prematuro y la burguesía os habría aplastado en ‘jornadas de julio’!”. Nuevamente sometimos al NOR a una prueba de laboratorio, y dada la gravedad del caso, también a una tomografía computada. El resultado mostró un diagnóstico inequívoco: cáncer reformista en estado avanzado.
Por el contrario, los trotskistas de la FTI-CI les decimos la verdad a las masas bolivianas: que, precisamente porque no pudieron avanzar más, porque no pudieron hacerse del poder a causa de la traición de las direcciones que tienen a su frente, su situación es cada vez peor, y los hidrocarburos continúan en manos de las transnacionales saqueadoras de las riquezas de Bolivia.
Dos lecciones, dos estrategias, dos programas enfrentados en barricadas opuestas: por un lado, el del NOR, el programa de la reforma; y por otro lado, el de la revolución, el del trotskismo, el único marxismo revolucionario viviente.

La experiencia del auge proletario de 1912 en Rusia y las posiciones del NOR

Luego de las manifestaciones de masas ante la masacre de los obreros en Lena, en mayo de 1912 Lenin define que ha comenzado un nuevo auge revolucionario del proletariado ruso. El partido bolchevique -mejor dicho, la fracción bolchevique del POSDR-, venía debilitada y muy golpeado organizativamente después de casi cuatro años (1908-1911) de contrarrevolución en Rusia, de feroces persecuciones por parte del zarismo. Venía también protagonizando una feroz lucha política tanto contra los “otzovistas” (ultimatistas al estilo Bogdanov), como contra los mencheviques liquidadores que se habían ido a hacer un partido reformista legal en los marcos del régimen zarista.
Pero frente al inicio del auge proletario, no “razonaron” con la lógica del NOR, diciendo “no hay un partido revolucionario”. Por el contrario, plantearon con claridad que se estaba ante un movimiento de lucha política de masas, y que el programa de los revolucionarios debería articularse alrededor de la lucha por “¡Abajo la autocracia!”, la Asamblea Constituyente y la república, la lucha por la jornada de ocho horas y la confiscación de los terratenientes. Así lo planteaba con claridad el volante del 1 de mayo de 1912: “Sean nuestras consignas -escribieron los obreros de Petersburgo en su proclama- la asamblea constituyente, la jornada de ocho horas y la confiscación de las tierras de los terratenientes”, y terminaba con las consignas de “¡Abajo el gobierno del zar! ¡Abajo la autocrática Constitución del 3 de junio! ¡Viva la república democrática! ¡Viva el socialismo!” (Citado por Lenin en “Las consignas de la Conferencia de P.O.S.D.R de toda Rusia en enero de 1912, y el movimiento de mayo”, 17 de junio de 1912, pág. 105).
Es decir, aunque, como lo plantea Lenin en el mismo texto, no era aún el momento de llamar a la insurrección, al levantamiento armado para derrocar a la autocracia, los bolcheviques levantaban un programa y una política para que el auge proletario avanzara hacia allí.
Por el contrario, la mayoría de los mencheviques devenidos en aquel entonces en liquidadores, planteaban que se trataba de un movimiento de lucha económica, y que el programa debía tener su eje y limitarse a esas demandas económicas y a la lucha por la “libertad de asociación”, es decir, por el derecho de los trabajadores a organizar sindicatos. En aquel momento, esta posición fue levantada y apoyada por el propio Trotsky.
Así decían: “Es necesario consolidar orgánicamente el sentir de las masas obreras. Es necesario incrementar la agitación en pro de los sindicatos, reclutar nuevos miembros para ellos. Esto es tanto más necesario porque entre los obreros hay ahora no pocos exaltados locos que, entusiasmados por el movimiento de masas, hablan en los mítines contra los sindicatos, como si éstos fuesen inútiles e innecesarios.

“Ante nosotros tenemos un período de huelgas económicas [¿sólo?] . Sería un error irreparable si se enlazaran con las acciones políticas de los obreros [!!!]. Esto trendría consecuencias perjudiciales [!!??] tanto para la lucha económica como para la política.” (tomado de Nasha Zarya, órgano de los liquidadores, citado por Lenin en “Los liquidadores contra la huelga revolucionaria de masas”, 17 de junio de 1912, pág. 109, subrayado en el original).
A esta posición de los liquidadores, Lenin respondía: “... los obreros no hablaban en los mítines ‘contra los sindicatos’, naturalmente, sino contra la suplantación de las consignas revolucionarias por otras liberales, que a ello se dedican el señor Iezhov y Cía. (es decir, los mencheviques liquidadores, N. de R.). Nuestra consigna no es la libertad de coalición, decían los obreros, no son sólo los ‘sindicatos’, ni son principalmente ellos los que ayudarán a ‘consolidar en forma orgánica’ nuestro movimiento. Nuestra consigna es la república (...), nosotros construímos un partido clandestino capaz de dirigir la embestida revolucionaria de las masas contra la monarquía zarista. Eso es lo que los obreros decían en los mítines.” (ídem, pág.110, subrayado en el original).
En el manual de la revolución, existen las revoluciones al estilo de la de 1905 en Rusia -que avanzan de la lucha económica a la lucha política, y de la huelga general a la insurrección armada-; los procesos de auge proletario como el que se desarrollara en Rusia entre 1912 y 1914; la revoluciones semiespontáneas y relativamente inconscientes como el Febrero ruso de 1917. También existen las “jornadas de abril” como jornadas complementarias, como ya viéramos, -y que indudablemente, en el calendario de la actual revolución boliviana se desarrollaron durante los 16 días de huelga general insurreccional de Mayo-Junio de 2005, con las masas que habían derrocado a Goni, insatisfechas porque los hidrocarburos seguían en manos de las transnacionales, volviendo a levantarse contra su sucesor Mesa. También, como hemos definido, existen las “jornadas de julio” como un momento preciso y determinado dentro de un proceso revolucionario. Por ello, sólo definiendo con precisión ante qué proceso se está, se puede tener una política y un programa revolucionario justos frente al mismo.
Por el contrario, en el manual revisionista del NOR sólo existen las “jornadas de julio”, el Octubre de la “insurrección como arte” como norma y... la lucha económica de todos los días con programa mínimo.
Así, los supuestos “licenciados en insurrección como arte” del NOR, han demostrado ser verdaderos ignorantes que no han comprendido nada de las lecciones de la Comuna de París, de la revolución rusa de 1905, ni de la insurrección de Cataluña de 1937. No han comprendido nada de febrero de 1917 en Rusia –del que en su extenso documento no dicen ni dos palabras, como veremos a continuación-, y tampoco han comprendido lo más mínimo de los acontecimientos de Octubre de 2003 en Bolivia. ¡Y estos curanderos, parados desde un pedestal, se proponen pomposamente dirigir a las masas... “a la insurrección como arte”!

La insurrección de Febrero de 1917 en Rusia. El NOR junto a Stalin y Kamenev, enfrentado a Lenin y a los obreros revolucionarios de Viborg

En su documento, el NOR se explaya en citas -recortadas, sacadas de contexto, etc.- sobre la “Historia de la revolución rusa”, en particular sobre sus capítulos dedicados a la insurrección de octubre; se explaya también (falsificando los hechos, como hemos visto) sobre las jornadas de abril y las jornadas de julio de la revolución rusa, pero prácticamente no menciona la revolución de febrero de 1917.
Y esto, a nuestro entender, no es en absoluto casual. Es que el NOR, con sus posiciones, tiene algunos problemas para explicar el Febrero de 1917 en Rusia.

Porque tal como lo plantea Trotsky con claridad, la revolución de febrero comenzó sin que ningún partido la llamara. Es más, “la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias.” (León Trotsky, “Historia de la revolución rusa”,1932, Tomo I, pág.106). Al propio partido bolchevique -que venía de ser duramente golpeado por la represión zarista durante la guerra, que tenía a sus principales dirigentes presos o en el exilio- el movimiento lo tomó totalmente desprevenido. “El estado mayorcentral bolchevista, compuesto por Schliapnikov, Salutski y Molotov, reveló en aquellos días una impotencia y una falta de iniciativa asombrosas.” (Idem, pág.120).
Pese a ello, el Febrero ruso no fue una insurrección espontánea, “de fuerzas elementales”, sino que, como lo demuestra Trotsky, fue protagonizada por la clase obrera petersburguesa que tenía una gran experiencia revolucionaria, y cuya vanguardia -concentrada sin duda en la barriada obrera de Viborg-, había sido educada por el partido de Lenin.
Así, “Detenido el comité local, la dirección de todo el trabajo en la capital pasa a manos de la barriada de Viborg. Tal vez sea mejor así. La alta dirección del partido se retrasa desesperadamente.” (Ibídem, pág.113). Y finaliza Trotsky ese capítulo diciendo: “¿Quién dirigió la revolución de Febrero?, podemos, pues, contestar de un modo harto claro y definido: los obreros conscientes, templados y educados principalmente por el partido de Lenin.” (Ibídem, pág.149), y que fueron capaces de asegurar el triunfo de la insurrección.
El NOR, de haber estado en Petrogrado en febrero de 1917, habría actuado a la inversa que los obreros revolucionarios de Viborg, a los que no tenemos dudas que consideraría “exaltados”, “aventureros”, “irresponsables” e indisciplinados. Les habría dicho a esos obreros conscientes que llamaran a las masas a frenarse, que la insurrección era “prematura” porque no estaba “el partido revolucionario”. Les habría dicho que no debían actuar hasta tanto no recibir las directivas de “la alta dirección del partido”, es decir, esa que según Trotsky se retrasaba desesperadamente. Así, el NOR habría actuado como rompehuelgas en febrero de 1917.
Exactamente al revés actuó Lenin al llegar en abril a Rusia: se enfrentó con la dirección del partido bolchevique que en manos de Kamenev, Stalin y Muranov estaba vergonzosamente dando apoyo crítico al gobierno provisional y con los viejos bolcheviques, y planteó abiertamente que estaba dispuesto a romper el partido si éste no cambiaba su rumbo capitulador (“¡Horror, sacrilegio!”, gritaría el NOR, “¡Cómo va a romper al ‘Partido’!”). Trotsky plantea que “Lenin halló un punto de apoyo contra los viejos bolcheviques en otro sector del partido, ya templado, pero más lozano y más ligado con las masas. Como sabemos, en la revolución de Febrero los obreros bolcheviques desempeñaron un papel decisivo. Estos consideraban cosa natural que tomase el poder la clase que había arrancado el triunfo. Estos mismos obreros protestaban ruidosamente contra el rumbo Kamenev-Stalin, y la barriada de Viborg amenazó incluso con la expulsión de los ‘jefes’ del partido.” (Ibídem, pág. 196). “¡Horror, sacrilegio! ¿Cómo os atrevéis siquiera a pensar en la expulsión de los jefes del PARTIDO REVOLUCIONARIO!”, gritaría el NOR.
Y continúa diciendo Trotsky: “El mismo fenómeno podía observarse en provincias. Casi en todas partes había bolcheviques de izquierda acusados de maximalismo e incluso de anarquismo.”(Ibídem). “¡Aventureros, irresponsables”, les gritaría el NOR señalándolos con su dedo acusador. Y finaliza Trotsky diciendo: “Lo que les faltaba a los obreros revolucionarios para defender sus posiciones, eran recursos teóricos, pero estaban dispuestos a acudir al primer llamamiento claro que se les hiciese.
“Fue hacia este sector de obreros, formado durante el auge del movimiento, en los años 1912 a 1914, hacia el que se orientó Lenin. Ya a comienzos de la guerra, cuando el gobierno asestó un duro golpe al partido al destruir la fracción bolchevique de la Duma, Lenin, hablando de la actuación revolucionaria futura, aludía a los ‘miles de obreros conscientes’ educados por el partido, ‘de los cuales surgirá, a pesar de todas las dificultades, un nuevo núcleo de dirigentes’. Separado de ellos por dos frentes, casi sin contacto alguno, Lenin no les perdió nunca de vista. ‘La guerra, la cárcel, la deportación, el presidio, pueden diezmarlos, pero ese sector obrero es indestructible, se mantiene vivo, alerta, y se halla impregnado de espíritu revolucionario y antichovinista.’ Lenin vivía mentalmente los acontecimientos al lado de estos obreros bolcheviques, marchaba unido con ellos, sacando de todo las conclusiones necesarias, sólo que de un modo más amplio y audaz. Para luchar contra la indecisión de la plana mayor y la oficialidad del partido, Lenin se apoyaba confiadamente en los suboficiales, que eran los que mejor expresaban el estado de espíritu del obrero bolchevique de filas.”(Ibídem).
Al mismo tiempo, Lenin, y a pesar de ser los bolcheviques minoría absoluta en los soviets, y de las enormes ilusiones de las amplias masas campesinas en el gobierno provisional, planteó y levantó con claridad un programa y un curso de acción en sus Tesis de abril: ningún apoyo al gobierno provisional, explicar pacientemente que es un gobierno imperialista, y plantear a las masas con claridad que para conseguir la paz, el pan y la tierra, la única solución era “Todo el poder a los soviets”.
En síntesis: Lenin estaba entonces del lado de los obreros revolucionarios de Viborg que, sin tener “el partido” a su frente -primero, porque su dirección se retrasaba y venía por detrás de los acontecimientos; y luego porque ésta apoyaba críticamente al gobierno provisional- trataban de darle a la revolución de Febrero un programa, una organización y una dirección para que la insurrección triunfara y derrocara a la autocracia zarista. ¿O nos va a decir el NOR que esos obreros de la barriada de Viborg, educados por el partido de Lenin, salieron a decirles a las masas que se detuvieran porque “no estaba el partido” y que entonces iban a venir las “jornadas de julio”?!! Pero, ¡por favor!
Hoy, a los que frente al Octubre boliviano levantamos una política y un programa y propusimos una organización para llevarlo al triunfo, el NOR nos dice lo mismo que Kamenev y Stalin les decían a los obreros de Viborg: “maximalistas”, “anarquistas”, “aventureros”.
El NOR, por el contrario, no tiene programa ni organización para proponerles a las masas cuando éstas realizan insurrecciones, semi-insurrecciones, huelgas generales políticas, levantamientos, luchas políticas de masas. Es decir, no tiene programa ni lucha por que triunfen el 99% de las acciones históricas independientes y revoluciones que hemos visto desarrollarse en el planeta en 150 años de lucha de la clase obrera mundial y que, con excepción del Octubre ruso de 1917, no han tenido a su frente a un partido revolucionario.
 

¿Y el Cordobazo de Argentina en 1969?

Podríamos seguir citando cientos de ejemplos históricos. Pero nos preguntamos: ¿qué habría llamado a hacer el NOR ante el Cordobazo de 1969 en Argentina? Porque el Cordobazo fue una semi-insurrección espontánea, y no había “un partido revolucionario”. Para el NOR, ¿no había que luchar porque esa semi-insurrección triunfara, por que derrotara en las calles a la policía; porque derrocara al gobierno provincial, por que pusiera en pie organismos de democracia directa centralizados de los obreros y estudiantes insurrectos; por que rodeara los cuarteles y dividiera al ejército ganando a los soldados conscriptos, es decir, porque se transformara en una insurrección triunfante? ¿No había que luchar por que se extendiera a nivel nacional y se transformara en huelga general política para tirar abajo a la dictadura de Onganía, y que se iniciara la revolución en Argentina etc., etc.?
Pues no: para el NOR, como no había partido revolucionario, levantar esta política era ser “aventurero”, “irresponsable”. Para los trotskistas principistas, por el contrario, todo aquel que no luchara por esto y no levantara este programa y esta política frente al Cordobazo, no podría ser tildado más que de rompehuelgas, de carnero. Lamentablemente, ese sayo le cabe al NOR.
Quizás alguno de los cuadros que escribieron este documento del NOR haya pasado en su juventud por la experiencia del Cordobazo. Si es así, realmente cuesta creer que pueda escribir semejantes aberraciones antimarxistas, que significan afirmar que no había que luchar por el triunfo del Cordobazo y por su extensión a nivel nacional. Cuesta creer que alguien que tenga el tupé de autodenominarse marxista afirme sin que le tiemble el pulso que la Comuna de París, las revoluciones rusas de 1905 y febrero de 1917, la insurrección de 1937 en Cataluña, el Cordobazo, y un larguísimo etcétera, hayan sido todos... “jornadas de julio” porque “faltó el partido revolucionario”. El NOR debería rebautizarse y denominarse: “Núcleo de Osados Reformistas”. Eso sería más honesto.

El NOR “olvida” las guerras nacionales contra la dominación y ocupación imperialista

La posición del NOR de que las masas, salvo lucha económica, nada pueden hacer si no está “el partido revolucionario” que pueda organizar la “insurrección como arte”, se torna directamente criminal frente a una de las expresiones de la lucha política antiimperialista de masas: las guerras nacionales de los países oprimidos y ocupados por el imperialismo por su liberación.
Para decirlo sencillamente: ¿qué programa tiene el NOR frente a la guerra y la ocupación de Irak, frente a la heroica resistencia de las masas de ese país contra el invasor angloyanqui?
Seguramente, el NOR nos dirá que los explotados iraquíes son unos verdaderos “irresponsables” y “aventureros”, que han osado levantarse, armarse y organizarse como milicianos para enfrentar a las tropas imperialistas invasoras y a los colaboracionistas del régimen colonial títere... ¡y no tienen al frente un partido revolucionario!
Realmente quisiéramos saber: ¿está el NOR a favor de decirles a la clase obrera y los explotados iraquíes que lo que se necesita es un levantamiento armado nacional, una insurrección triunfante que derrote a las tropas imperialistas, a su régimen de protectorado y a su gobierno colonial? ¿Está por decirles que mientras defendemos incondicionalmente el derecho de los iraquíes a enfrentar al invasor por cualquier medio a su alcance, luchamos por una dirección proletaria de la guerra que es la única que puede llevar hasta el final la lucha antiimperialista por derrotar al invasor, transformándola en el inicio de la revolución proletaria? ¿Está por decirles a las masas de Medio Oriente que es necesario levantarse por la victoria de la heroica resistencia iraquí, rompiendo toda subordinación a las direcciones nacionalistas burguesas y pequeñoburguesas, para que toda la región sea la tumba de los marines asesinos?
La respuesta es no: para el NOR, todo esto es de “aventureros” e “irresponsables” porque “no hay un partido revolucionario”.
Pero el NOR está ante un problema frente a Irak: no entra en los esquemas de ninguna de sus categorías. Porque es claro que allí no estamos frente a la “norma” Octubre de 1917 (es decir, la “insurrección como arte”); ni tampoco frente a una lucha económica de la clase obrera. ¿Qué nos dirá el NOR? ¿Que lo que hay en Irak son “jornadas de julio”? ¡Sería verdaderamente el colmo! Pues no: lo que hay en Irak –aunque no entre en la estrecha mente normativista del NOR- es una guerra nacional que hoy se expresa como heroica resistencia de las masas contra la ocupación imperialista. Y aunque no haya un partido revolucionario hoy en Irak, los trotskistas internacionalistas levantamos un programa para que la guerra nacional triunfe, cuestión que, como dijimos antes, significa una insurrección armada victoriosa que derrote y expulse a las tropas invasoras, y no deje piedra sobre piedra del régimen y el gobierno coloniales.
El “olvido” del NOR de las guerras nacionales no es en absoluto casual. El NOR le dice a la clase obrera de los Estados Unidos que no se levante en apoyo a sus hermanos iraquíes, por su victoria, por la derrota de su propia burguesía imperialista y por la destrucción de su maquinaria de guerra genocida, sino que su tarea es solamente “sublevarse” para “hundir al capitalismo” en los Estados Unidos. En Irak, le dice a los obreros y a los explotados que nada pueden hacer contra la ocupación y contra la barbarie que ésta ha impuesto, ya que no tienen “el partido revolucionario” que pueda garantizarles una dirección proletaria de la guerra nacional. Estamos ya claramente ante un grupo de reformistas pacifistas de la más rancia catadura: no hay otra conclusión posible.
Por el contrario, los trotskistas principistas de la FTI-CI proclamamos abiertamente y luchamos por la derrota militar del imperialismo angloyanqui y por la victoria de la heroica resistencia iraquí, por la extensión de la guerra nacional iraquí a todo Medio Oriente para que las masas explotadas sublevadas transformen a toda la región en un Vietnam y una tumba de las tropas invasoras; luchamos por sublevar a la clase obrera norteamericana en apoyo a sus hermanos iraquíes, para que con la huelga general, con los piquetes, con sus métodos de lucha, destruyan desde adentro mismo de los Estados Unidos la maquinaria de guerra imperialista.
Es más, si se desarrollara un proceso como ese, llamaríamos con claridad a las organizaciones obreras de todo el mundo a que convoquen y constituyan brigadas obreras internacionales para ir a combatir contra el imperialismo en Irak, retomando la grandiosa tradición de la IV Internacional que en 1936, ante el inicio de la guerra civil en España, tuvo el honor de ser la primera que lanzó el llamamiento a realizar brigadas y la primera organización que envió brigadistas internacionales a combatir.
Conclusión: la verdad ya está clara, y es que el NOR llama a carnerear las huelgas generales, los levantamientos, las semi-insurrecciones e insurrecciones espontáneas, y también las guerras nacionales contra el imperialismo, es decir, todas las acciones de las masas que rompen con los límites del pacifismo.

 

A modo de conclusión

 

Octubre de 2003, Bolivia: la FTI-CI, con el programa y las lecciones de Marx, Lenin y Trotsky.
El NOR, con el programa y las lecciones de Plejánov, la
socialdemocracia, los mencheviques y los renegados del trotskismo.

 

Por todo lo que aquí hemos planteado, es realmente un enigma cómo harán los reformistas pacifistas del NOR para llegar, alguna vez, a la “insurrección como arte”. De lo que no tenemos ninguna duda, es de que ya se están preparando -y muy bien- para el arte de la traición de la insurrección, que están aprendiendo de las direcciones contrarrevolucionarias y de los renegados del trotskismo a los que les cubren las espaldas.
Porque nadie que no se esté preparando para ello, podría escribir lo que escribió el NOR en su documento, sobre la revolución boliviana:

“...el 17 de octubre de 2003, la LOI-DO se baja del ‘Colectivo’ y publica una nueva declaración impresa también junto a la anteriormente citada, llamando a ‘organizar y preparar la insurrección para demoler al estado burgués’. Ya desde la presentación del material citado se plantea: ‘Los lectores encontrarán también (en páginas 2 a 5) un artículo de último momento del Comité Organizador del Trotskismo Principista, fechado el 17 de octubre, en el que intentamos dar cuenta de los últimos acontecimientos y ajustar ante los mismos el programa de los revolucionarios que peleamos por que los obreros y campesinos, con una insurrección triunfante, derroquen a Sánchez de Lozada y al régimen blindado, destruyan a la casta de oficiales del ejército asesino e impongan un gobierno obrero y campesino basado en la autoorganización y en las milicias obreras y campesinas y los comités de soldados’. (Idem, pág. 2, destacados nuestros)
“Como a continuación veremos, la LOI-DO no está definiendo aquí simplemente la estrategia del proceso abierto en Bolivia, sino una tarea concreta que llaman ‘la tarea del momento’: ‘una insurrección triunfante para que la clase obrera se haga del poder’. Es decir, del llamado a ‘abrir la revolución el 12 de octubre de 2003, al llamado de ‘último momento’ a tomar el poder el 17 de octubre de 2003.
“Este será el eje de la publicación citada, planteando: ‘La tarea del momento: organizar y preparar la insurrección, echar a Gonio, a Mesa, al parlamento de testaferros de los saqueadores, y destruir la casta de oficiales del ejército de ocupación dirigido desde West Point’. Bajo este subtítulo aclara que hay que ‘imponer una insurrección triunfante y terminar de demoler al Estado burgués de una minoría que ha entregado a Bolivia al imperialismo y hambreado a sus trabajadores y campesinos’ (Ídem, pág. 4 Destacados nuestros)
“Estamos entonces ante un llamado concreto y práctico, ‘la tarea del momento’, ‘la tarea central’, ‘el primer punto de la revolución’: ‘preparar y organizar la insurrección para tomar el poder’. Pero el ‘pequeño’ detalle es que ¡en Bolivia no hay partido revolucionario que sea capaz de concretar esa tarea!” (citado de las páginas 1 y 2 del documento del NOR).
Y más adelante, continúan los plumíferos del NOR:

“A tal punto la LOI-DO niega la necesidad del sujeto político, el partido revolucionario, y ‘cuenta directamente con las masas’ para ‘preparar y organizar la insurrección para tomar el poder’, que plantea: ‘Hasta el momento, los obreros y campesinos han impuesto una fenomenal lucha revolucionaria de masas que plantea la caída del gobierno. Este combate ha puesto a las masas a las puertas de la toma del poder, pero en sí mismas no lo pueden resolver...’ (y aquí el lector podría encontrarse con la afirmación de que para que las masas resuelvan esa tarea es imperioso poner en pie y fortalecer al calor de los combates actuales un partido revolucionario, pero la cita continúa) ‘la enorme espontaneidad y energía desatada por las masas en las actuales acciones históricas independientes no son suficientes para que éstas tomen el poder...’ (Y una vez más el lector espera la definición respecto a la necesidad del partido revolucionario, pero la cita continúa) ‘...hace falta para ello una cuestión fundamental...’ (Y la tercera es la vencida, pero) ‘...que es el problema de la lucha por el ejército, para ganar a los soldados rasos y suboficiales, y para destruir la casta de oficiales, para imponer una insurrección triunfante y demoler al estado burgués de una minoría que ha entregado a Bolivia al imperialismo y hambreado a sus trabajadores y campesinos’ (BIOI, 17-10-03, pág. 4, Los destacados son nuestros).”

Vayamos al grano: los “aventureros” de la “LOI-DO”, ¿llamamos, en medio de la crisis revolucionaria de octubre de 2003, a las masas a hacer una insurrección triunfante que demoliera al estado burgués, dividiera y destruyera al ejército, y a que las masas pusieran en pie soviets y milicias obreras y campesinas? ¿Llamamos a las masas, en este camino, a superar y sobrepasar a las direcciones traidoras? ¿Y todo ello sin que hubiera un partido revolucionario? SI, LO HICIMOS. Como Lenin en 1905, llamamos a las masas a abrir “... paso al furor y al odio que se han acumulado en vuestros corazones durante tantos siglos de explotación, sufrimiento y martirio!”
Como Lenin en 1905, planteamos con claridad a las masas las tareas que destaca la época imperialista y que estaba puesta a la orden del día en octubre de 2003 en Bolivia: “la insurrección armada es inaplazable, preparaos para la misma inmediata y enérgicamente, acordaos de que es necesaria para la victoria decisiva”.

¿Es este el llamamiento que hicieron Morales, Quispe, Solares, el POR, el PTS, el MST-LIT, etc., etc.? No. Y tampoco el NOR.

Pero prosigamos. Los “aventureros” de la “LOI-DO”, frente al derrocamiento de Goni, a la crisis revolucionaria en las alturas, ¿les dijimos a las masas que debían hacerse del poder, puesto que de lo contrario, sería la burguesía la que daría nuevamente la salida, en contra de los obreros y los campesinos pobres, a pesar de que no había un partido revolucionario? SI, LO HICIMOS. Lo aprendimos de las lecciones que nos legaran Trotsky y los bolcheviques-leninistas de la heroica insurrección de Cataluña en 1937, cuando decían: “¿Quién ha dicho –y dónde- que marchar hacia la toma del poder en mayo era una aventura?
“ (...) Evidentemente, en toda insurrección existe un elemento imprevisto y arriesgado, pero todo el curso ulterior de los acontecimientos ha demostrado que, incluso en caso de derrota, la situación del proletariado español hubiera sido incomparablemente más favorable que la actual, sin tener en cuenta que el partido revolucionario habría asegurado su porvenir para siempre.” (“La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la revolución española”, 24 de agosto de 1937, págs. 255 y 257).
¿Fue este el programa y la política que levantaron Morales, Quispe, Solares, el POR, el PTS, el MST-LIT, etc., etc.? No. Y tampoco el NOR.
Los “aventureros” e “irresponsables” de la “LOI-DO”, ¿llamamos a la clase obrera boliviana a hacer como en 1952, para que el derrocamiento de Goni significara una “brillante victoria” del proletariado y los explotados, destruyendo a la casta de oficiales del ejército asesino, poniendo en pie y centralizando sus organismos de poder obrero y campesino, sus milicias, los comités de soldados? SI, LO HICIMOS. Seguimos las enseñanzas de Marx en la Comuna de París, cuando decía que: “Debieran haber marchado en seguida sobre Versailles despúes que Vinoy primero, y luego la parte reaccionaria de la Guardia Nacional de París se hubieron retirado. Se perdió el momento oportuno por escrúpulos de conciencia.” (“Cartas a Kugelmann, 12 de abril de 1871”, pág.101). Llamamos a las masas bolivianas a no dejar pasar el momento oportuno, a aplastar a la burguesía, a avanzar lo más posible en destruir la ciudadela del poder, a no dejar piedra sobre piedra del estado y del régimen infame de la Rosca.
Nuevamente, ¿es este el llamamiento que hicieron Morales, Quispe, Solares, el POR, el PTS, el MST-LIT, etc., etc.? No. Y tampoco el NOR.
Sigamos. Los “irresponsables” de la “LOI-DO”, ¿llamamos a las masas a no pararse en su embate revolucionario, a dejar descalabrado el poder burgués, y a poner en pie, centralizar sus propios organismos de poder obrero y campesino armado? Es decir, ¿luchamos por que se impusiera un régimen de doble poder, para que efectivamente se abriera el camino a la preparación de la insurrección como arte? SI, LO HICIMOS. Seguimos las enseñanzas de la revolución de 1905 y de la gloriosa insurrección de Moscú, y las lecciones que nos legaron de ella Lenin y los bolcheviques: llamamos a las masas a “empuñar las armas más resueltamente, con más energía y mayor acometividad”, planteamos “la necesidad de una lucha armada intrépida e implacable”, llevamos a cabo una “agitación entre las más grandes masas en favor de la insurrección armada, sin disimular esta cuestión por medio de ningún ‘grado preliminar’, sin cubrirla con ningún velo”.
¿Fue esto lo que llamaron a hacer los Morales, Quispe, Solares, el POR de Lora, el PTS, el MST-LIT, etc., etc.? No, por supuesto que no: todos ellos son enemigos mortales de esta perspectiva, de que las masas impongan un régimen de doble poder preparatorio de una insurrección organizada y de la toma del poder. Y, por supuesto, tampoco lo planteó el NOR que, repitiendo la letanía de “no hay partido revolucionario”, se sumó al coro de los traidores de la revolución boliviana.
Los “irresponsables” de la “LOI-DO”, ¿planteamos y explicamos a las masas que en octubre de 2003 se podría haber tomado el poder, y que fueron las direcciones traidoras que tienen a su frente las que lo impidieron? SI, LO HICIMOS. Y siguiendo las enseñanzas de Lenin y la revolución rusa de 1905, denunciamos como “felones y traidores a la revolución” a todos aquellos que, como Morales, Solares, Quispe, el POR de Lora, el PTS –con el acompañamiento de los mojigatos del NOR- se negaron conscientemente a aprovechar la “energía de las masas en fiesta y su entusiasmo revolucionario para la lucha implacable y abnegada por el camino directo y decisivo”, para llevar al triunfo a los obreros que aspiraban a “aplastar implacablemente las fuerzas reaccionarias”, es decir, que aspiraban a la dictadura del proletariado.
Para finalizar, los “aventureros” de la “LOI-DO”, ¿planteamos que al no haber logrado las masas bolivianas avanzar hasta allí en octubre de 2003 por la traición de las direcciones que tienen a su frente, la revolución boliviana no logra terminar de ponerse de pie abiertamente imponiendo un régimen de doble poder como pre-requisito y precondición para poder avanzar en organizar una insurrección como arte, las que serían las mejores condiciones para que se forje y madure un partido revolucionario internacionalista de la clase obrera boliviana que pueda llevarla a la victoria? SI, LO HICIMOS: Porque aprendimos de la experiencia de la revolución que comenzara en Francia en 1936, sin que existiera un partido revolucionario, y ante la que Trotsky planteara:
La principal conquista de la primera ola radica en el hecho de que han aparecido dirigentes en los talleres y en las fábricas. Han sido creados los elementos de los estados mayores locales y barriales. Las masas los conocen. Ellos se conocen unos a otros. Los verdaderos revolucionarios buscarán relacionarse con ellos. Así, la primera auto movilización de las masas ha marcado y en parte designado a los primeros elementos de una dirección revolucionaria.
“(...) Un estado mayor revolucionario no puede nacer por medio de combinaciones de dirigentes. (...) La nueva organización (de combate, N. de R.) debe responder a la naturaleza del propio movimiento, reflejar a las masas en lucha, expresar su voluntad más firme. Se trata de un gobierno directo de la clase revolucionaria. No hay necesidad de inventar aquí nuevas formas: hay precedentes históricos. Los talleres y las fábricas eligen sus diputados, que se reúnen para elaborar en común los planes de la lucha y para dirigirla. Ni siquiera hace falta inventar el nombre de una organización semejante: son los soviets de diputados obreros.” (“¿Adónde va Francia?”, págs. 161 y 162, subrayado original, negritas nuestras).
En síntesis, ni Morales, ni Solares, ni Quispe, ni el POR de Lora, ni los demás renegados del trotskismo –ni el NOR-, plantearon estas tareas y marcaron esta perspectiva y este programa a las masas revolucionarias del octubre boliviano.
Pero las masas, en su espontaneidad mil veces más creadora y más perspicaz que todos sus estados mayores cobardes y colgados de los faldones de la burguesía, buscaron avanzar por ese camino en Octubre, y pese y en contra de sus direcciones, derrocaron a Goni y dejaron descalabrado al infame régimen de la Rosca.
Pero en su perspicacia, las masas avanzaron mucho más: por ello, en mayo-junio de 2005 volvieron al ataque, rompieron la tregua, cercaron la ciudadela del poder con una magnífica huelga general política de 16 días, e hicieron las “jornadas de abril” de la revolución boliviana, derrocando a Mesa.
Preguntamos: en mayo-junio pasado, ¿había que llamar a las masas a no detenerse y a demoler la ciudadela del poder, no sólo tirando a Mesa sino cumpliendo el objetivo que las mismas masas se habían dado en su combate de barricadas de Plaza Murillo, de destruir ese parlamento fantoche de la Rosca? SI, MIL VECES SI, afirmamos los trotskistas principistas.
“¡No, mil veces no, “aventureros”, “irresponsables”!”, responderá el NOR, porque ellos todavía no pusieron en pie “el partido revolucionario” que prepare “la insurrección como arte”. Nuevamente les decimos: ¡carneros!
Pero donde ya el NOR llega al colmo del invento, la falsificación y el delirio, es cuando plantea que el programa de nuestra corriente frente al Octubre boliviano -que aquí hemos planteado-, es un programa para una “revolución intermedia”. Es decir, el NOR está diciendo que el programa de Marx y Engels para la Comuna de París; que el programa de Lenin para la revolución de 1905; que el programa de los obreros bolcheviques de Viborg y de Lenin para el Febrero ruso de 1917; que el programa de Trotsky para la insurrección de Cataluña de 1937... eran para hacer “revoluciones intermedias”! No hemos visto invento más desfachatado que el de estos charlatanes e impostores del NOR.
Son como el tero, que grita en un lado y pone los huevos en otro. Porque el NOR, con la excusa de estar combatiendo contra supuestas posiciones de “revolución intermedia”, termina carnereando todas las insurrecciones y levantamientos espontáneos de las masas. Por ello, todas sus apelaciones a la “insurrección como arte” no son más que una cortina de humo para encubrir esa traición.
Porque los que están verdaderamente por “revoluciones intermedias” son los que se niegan a llamar a las masas a que no se detengan, a que demuelan la ciudadela del poder, a que conquisten esas “brillantes victorias” de las que hablaba Trotsky, aunque éstas solo puedan ser completadas si van hasta el final del camino, es decir, con la toma del poder por el proletariado. Es decir, son el NOR y sus apuntadores del morenismo en sus distintas y estalladas variantes.
El NOR escribe su bochornoso documento de 21 páginas, que es una ruptura total con el marxismo, y la Rosca boliviana, las transnacionales que siguen saqueando el gas de Bolivia, aplauden. Evo Morales, Solares, Quispe, y el POR de Lora, les guiñan el ojo y les palmean la espalda, en señal de aprobación. El PTS y los “viejos” dirigentes del MAS que les susurran al oído a los plumíferos del NOR, les firman el pasaporte de ingreso al “ala izquierda” del Foro Social Mundial. No tenemos dudas de que si Plejánov, Kautsky, los dirigentes del POUM estuvieran aquí, felicitarían a sus fieles discípulos. El NOR está feliz. Pues entonces, ¡que sigan los éxitos!
Por nuestra parte, los trotskistas internacionalistas, con el legado revolucionario de Marx, Lenin, Trotsky y de 150 años de heroicos combates del proletariado mundial, estamos formando los cuadros internacionalistas capaces de no ceder a los cantos de sirena del frente popular ni al terror del fascismo, y capaces, por lo tanto, de derrotar ante las masas a esa cueva de bandidos del Foro Social Mundial y a su “ala izquierda”, los liquidadores de la IV Internacional, que sin ninguna duda, darán una calurosa bienvenida a sus filas a sus discípulos del NOR.

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Hemos demostrado cómo el NOR concibe –al estilo morenista- la crisis de dirección revolucionaria como un “vacío de dirección”. Por ello mismo, es incapaz de comprender que, como hemos explicado más arriba, el accionar del stalinismo primero, y de los renegados de trotskismo luego, ha significado no solamente que las masas y los revolucionarios nos hemos separado, sino también que los revolucionarios hemos sido separados de nuestro partido, la IV Internacional, usurpado primero y luego destruido por los revisionistas y liquidacionistas.
Asistimos así, a fines del siglo XX y principios del siglo XXI, a un agudizamiento enorme de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, que no se resuelve en absoluto recurriendo a ultimátum ni repitiendo como una letanía “faltó el partido”, como hace el NOR.
Bajo estas difíciles condiciones, es claro que los revolucionarios no podemos aún ni dirigir a las masas, ni por lo mismo organizar la “insurrección como arte”. Pero las masas no nos esperan, no aguardan a que el NOR ni nadie le construya “el partido revolucionario”: los combates de la clase obrera y los explotados ya están aquí.
Pese a ello, hay algo que sí podemos hacer los pequeños núcleos de revolucionarios internacionalistas: luchar desde las fases preparatorias, y en las situaciones pre-revolucionarias y revolucionarias, por que las masas pongan en pie, extiendan, centralicen y armen sus organismos de democracia obrera para la lucha política -organismos de tipo soviético-, porque es en ellos donde, bajo los ojos vigilantes de las masas, se ponen a prueba todos los días los programas y las estrategias. Es en ellos donde los obreros y los explotados en lucha pueden hacer rápidamente la experiencia con las direcciones traidoras y comprender también por su propia experiencia el programa de los revolucionarios. Es en esos organismos donde pequeños núcleos revolucionarios podemos entonces ganar influencia de masas derrotando a las direcciones traidoras, y estar finalmente en condiciones de organizar la insurrección como arte para llevar al proletariado a la victoria, a la toma del poder.
Por ello, nuestro apotegma es el que con brillantez planteaba el manifiesto de la IV Internacional frente a la guerra imperialista en 1940, y que hemos citado más arriba. Los trotskistas internacionalistas nos preparamos para años de crisis, guerras, insurrecciones, breves intervalos de tregua, nuevas guerras y nuevas insurrecciones, y sabemos que la enorme espontaneidad revolucionaria de las masas, su capacidad inaudita de sacrificios y su heroísmo, nos darán mil y una oportunidades para volver a poner en pie el partido mundial de la revolución socialista -la IV Internacional refundada-, y partidos trotskistas internacionalistas que sean sus secciones nacionales.
El apotegma del NOR es exactamente el inverso: ellos les dicen a las masas que esperen, que no se levanten, que no desarrollen su espontaneidad, porque todo ello es en vano si no hay “un partido revolucionario”, y que entonces solo los revolucionarios podemos darle la oportunidad a las masas.
Un apotegma y una posición normativista ultrasubjetivista, que están reñidos con el marxismo, con el materialismo histórico, configurando una posición completamente idealista que nos habla de “un partido revolucionario” creado por generación espontánea en el banco de pruebas de un laboratorio. Porque lo que el NOR nos está diciendo es que se puede poner en pie un partido revolucionario sin pasar por revoluciones, insurrecciones espontáneas, semi-insurrecciones, huelgas generales, guerras nacionales; es decir, sin pasar por la experiencia material de la lucha revolucionaria.
El método ecléctico y metafísico del revisionista, devenido hoy en normativista, se da de bruces con el materialismo dialéctico , y se transforma en un importante ariete más de la reacción en el movimiento obrero para que no surjan partidos revolucionarios internacionalistas que puedan dirigir la insurrección como arte. Pues, ¿cómo surgió el bolchevismo maduro que pudo dirigir la insurrección victoriosa de los soviets de obreros y campesinos de Octubre de 1917 en Rusia?
Para el idealista, surgió de las cabezas de gente “preparada” e “instruida” en la insurrección. Pero no es así: esa es la consecuencia. Porque el bolchevismo maduro que dirigió la insurrección victoriosa de Octubre de 1917, se forjó en las lecciones de la revolución misma, siendo continuidad del marxismo y de sus lecciones de la Comuna de París. Pero esencialmente, porque pasó incólume, y aprendió y sacó lecciones revolucionarias, de ese ensayo general revolucionario que fue el 1905 en Rusia, donde se probaron, bajo el fuego mismo de la revolución, el material consistente del bolchevismo, y el inconsistente material del menchevismo, que se quebraba y se doblaba.
Los revolucionarios del siglo XXI debemos -y por eso escribimos esta respuesta, combatiendo al oportunismo, al reformismo, y a su astro gemelo, el normativismo-, sacar lecciones de más de setenta años de revoluciones sin partido revolucionario al frente, buscando los hilos de continuidad con el marxismo, tomando a cada una de esas revoluciones como nuestro propio “ensayo general”. Y a aquellas revoluciones que, generacional e históricamente, nos toca vivir, tomarlas y hacerlas nuestras, en nuestra carne y en nuestros huesos, para formar los cuadros que, en el futuro inmediato o mediato, resolviendo la crisis de dirección de la humanidad, puedan reconstruir desde sus cimientos al bolchevismo maduro, ese que fuera enterrado en la historia primero por el stalinismo, y ahora por los liquidadores del trotskismo.
La revolución boliviana es un verdadero ensayo general de la revolución latinoamericana, de la misma manera que la revolución palestina que comenzó en 2000 fue un ensayo general de la revolución en todo Medio Oriente. Hoy en Bolivia, al igual que en 1905 en Rusia, se enfrentan los mencheviques y los bolcheviques.
El NOR ha elegido su lugar en la barricada, al lado de los Plejánov y de los liquidadores del trotskismo.
Pues bien, que los mencheviques hagan su partido, porque los bolcheviques haremos el nuestro que no es otro –y ningún otro- que la IV internacional refundada, expurgada de los traidores que la liquidaron y la pusieron a los pies de las direcciones traidoras.
Por el contrario, con el programa frente a las acciones históricas independientes de las masas, con sus lecciones revolucionarias, con el combate intransigente contra todas las direcciones contrarrevolucionarias y contra los liquidadores de la IV Internacional, los trotskistas internacionalistas formamos cuadros capaces de acompañar a las masas en todas las fases preparatorias de la lucha de clases. Solamente así, refundando la IV Internacional –el partido mundial de la revolución socialista-, ganándonos un lugar en la primera fila de combate de las masas explotadas, estaremos en condiciones de organizar la insurrección como arte para llevar al proletariado a la victoria.

ELABORADO Y ESCRITO POR CARLOS MUNZER DEL SECRETARIADO DE COORDINACION Y ACCION INTERNACIONAL DE LA FRACCION LENINISTA TROTSKISTA,
ADOPTADO COMO DOCUMENTO OFICIAL DE LA FLT

 

 

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