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26/04/2011

A propósito del carácter internacional de la revolución en el Norte de África y Medio Oriente: Eslabones de una misma cadena revolucionaria que no puede llegar a Europa por traición de la dirección del proletariado mundial

Queridos camaradas del Comité Político de la WIVL

El equipo de traducciones recién nos ha entregado vuestra carta del día de la fecha. La misma contiene interrogantes precisos y gran parte de respuesta a los mismos.
Consideramos muy correctas las preguntas que ustedes se formulan. Tratemos, entre todos, de darles una respuesta. Comenzaremos ya mismo a trabajar en ello.

Lo que queremos saber, mientras nos ponemos a trabajar para darles nuestro punto de vista en esta primera carta donde trataremos de dar una visión internacional de los acontecimientos de Libia, es si han recibido las siguientes cartas que les enviáramos desde el centro, puesto que algunas de las cuestiones vertidas en esas cartas se aproximan a responder o a dar una opinión sobre vuestras preguntas.
Estas cartas ya enviadas son: En primer lugar una carta del 6/4 de la dirección del POI-CI en respuesta a 11 puntos formulados por ustedes sobre la cuestión de Libia. En segundo lugar,  una respuesta y puntos de vista del SCI sobre la situación mundial y orientación de la FLTI, donde se da cuenta del momento de la situación en Libia. Una tercera carta es la del 11/4, dando cuenta de una reflexión sobre el problema de los sindicatos y los soviets, a propósito de las consignas y el programa frente a la UGTT y la COB.
Sobre estas cartas no hemos recibido vuestros puntos de vistas, aportes, etc. Desde ya, descontamos que las están estudiando. Si alguna no ha sido recibida, avísennos que se las reenviaremos. Pero insistimos, tomaremos esas cartas como puntos de partida para esta reflexión común.
En esta carta (que versa sobre el carácter internacional de los acontecimientos en el Norte de África y Medio Oriente) comenzaremos a adelantarles unas primeras inquietudes sobre vuestras preguntas. También lo haremos en una próxima carta que escribiremos con respuestas precisas a sus preguntas. Pero insistimos, nos gustaría saber si han estudiado las cartas que les fuimos enviando y en ese caso, si nos pueden adelantar sus apreciaciones sobre las mismas.
En la carta que escribiremos próximamente intentaremos dar una respuesta precisa a los puntos que ustedes plantean en vuestra carta de hoy. Pero para ello consideramos imprescindible abordar estas cuestiones en primer lugar desde el punto de vista teórico y programático sobre el carácter internacional de los acontecimientos revolucionarios que están en curso, para así poder abordar luego, con respuestas precisas, las cuestiones más concretas que ustedes plantean. Al ser tan precisas e interesantes vuestras preguntas, van a ayudar a la reflexión común.
Les proponemos que, a medida que vayamos respondiendo aunque sea una parte de sus preguntas, ustedes también puedan respondernos, intercambiando así opiniones.
Estas primeras opiniones, que estamos escribiendo a vuelapluma, les pedimos que las tomen como una intervención en voz alta. También se las estamos enviando a todos los miembros del SCI, mientras ya les hemos mandado vuestra nota a todos los grupos de la FLTI esperando sus opiniones. Pero comencemos.

Aquí en el centro estamos terminando de elaborar una posición sobre los acontecimientos de Siria, que son un buen espejo de lo que realmente ha pasado y sigue pasando en Libia. Definir el momento actual de la situación en Siria habla en gran medida de la dinámica y la mecánica de la revolución en toda la región y de sus rasgos distintivos que adquieren desde sus inicios en Libia, Yemen o Bahréin, luego de los triunfos parciales de Egipto y Túnez. Allí rodaron las cabezas –producto de acciones revolucionarias e insurrecciones de masas- de Murabak y Ben Ali. Allí los estados burgueses han quedado gravemente en crisis, y una verdadera política de frente popular intenta desorganizar a las masas y atacar a su ala izquierda, para preparar las condiciones para golpes contrarrevolucionarios contra la clase obrera y los explotados.
Llama la atención que la izquierda reformista del Foro Social Mundial no hable de “frente popular”, es decir de la política de colaboración de clases para estrangular la revolución en Egipto, Túnez y en el este de Libia, que se combina con golpes contrarrevolucionarios, putsch fascistas, intentos de korniloveadas por parte de las autocracias sostenidas por el imperialismo y todas las fracciones burguesas (inclusive las burguesías nativas) para impedir el triunfo de las masas insurrectas.
Efectivamente para el reformismo, las korniloveadas, los putsch fascistas y el frente popular no existen cuando comienzan revoluciones. Los reformistas están en el mundo de las “revoluciones democráticas”. Hablan de la “primavera de los pueblos” como si estuviéramos frente a revoluciones “democráticas” en las que la burguesía habría convocado al proletariado y a las masas de la pequeñoburguesía arruinada a combatir contra la monarquía en una lucha común.
Es más, hacen una analogía con 1848. Esto es afirmar que la burguesía es la que hoy está armando a las masas, que sus hijos son los que combaten contra las autocracias y el imperialismo. Ello es una verdadera insensatez y una mentira, por no decir un cinismo contrarrevolucionario atroz.
Pero las burguesías del Norte de África y Medio Oriente, y todas sus instituciones, estaban sosteniendo, eran parte y apoyaban a todos los gobiernos contrarrevolucionarios de la autocracia sostenidos por el imperialismo, y se repartían las ganancias entre ellos. Ningún sector de la burguesía en el Norte de África y en Medio Oriente llamó a destruir el ejército, a tomarse las comisarías y a armar al pueblo. Afirmar algo distinto sobre lo que ha hecho la burguesía es darle un rol progresivo a la misma. Esta es la primera cuestión que debe quedar clara en nuestro programa marxista. Hoy en Siria vemos precisamente una contraofensiva contrarrevolucionaria sostenida por todas las fracciones de la burguesía y el imperialismo.
Estamos ya frente a revoluciones obreras, que siguen las mecánicas internas de la Comuna de París, de la revolución de octubre y de centenares de revoluciones obreras y socialistas que hemos visto en toda la época imperialista. Allí, en la revolución misma, los intereses de la burguesía y el proletariado son irreconciliables. Es guerra de barricadas de clase contra clase.
Y hay corrientes que se autodenominan “de izquierda” que siguen hablando alegremente de “la primavera de los pueblos de 1848”… cuando a la burguesía ya la espanta y la aterroriza toda acción independiente de masas, y no digamos nada un armamento generalizado de la clase obrera y el resto de los sectores explotados.
Desde 1789 que la burguesía no organiza insurrecciones de esclavos, a los que ya no puede ni manejar ni controlar. Dejemos sentada esta cuestión para avanzar.
De todas maneras, la cuestión en Siria hoy es clave. Ayer comenzó un golpe contrarrevolucionario para aplastar a las masas en Douma y Deraa. Como ayer en Libia, y hoy en Siria, Yemen o Bahréin, la burguesía y el imperialismo no están dispuestos a permitir que hayan procesos revolucionarios que dejen en grave crisis sus estados y regímenes, y mucho menos que éstos caigan por la acción insurreccional de las masas en la calles, como sucediera en Túnez y en Egipto, por más que allí hayan controlado -por ahora- el proceso revolucionario. Es por ello que la respuesta de la contrarrevolución no se hizo esperar… en Libia, en Bahréin y hoy en Siria.

Insistimos, en todas nuestras declaraciones del SCI y en las cartas que les enviamos hemos planteado que los acontecimientos revolucionarios de Libia no le dieron tiempo a las masas de pasar por la escuela de la lucha económica (al decir de Lenin) ni de poner en pie sus organizaciones -como los sindicatos y partidos de clase-.
Durante décadas, las masas fueron controladas y sometidas a regímenes contrarrevolucionarios, sostenedores del saqueo imperialista del petróleo y los recursos naturales de todos los países de la región. Frente al ataque de la carestía de la vida, se rompieron las barreras del miedo y del terror de los explotadores. Para comer, los explotados tuvieron que entrar directamente en el terreno de la lucha política de masas contra un régimen de terror contrarrevolucionario del imperialismo, y enfrentar a todas sus instituciones, comenzando por las fuerzas armadas y la policía. Sólo así se les abría el camino a las masas para conquistar el pan, salir de la miseria, la hambruna y la iniquidad.
Como adelantaba Trotsky en la lucha contra Hitler en Alemania, podía suceder que el proletariado inicie su combate poniendo en pie los soviets y la milicia obrera, antes de que construya sus sindicatos e inclusive antes de tener la posibilidad de pasar por la escuela de la lucha económica. De esta forma pasaría directamente a la guerra misma, es decir, a la lucha política de masas.

En Libia, una cadena de insurrecciones locales rompieron la base del ejército. La respuesta contrarrevolucionaria sostenida por todo el imperialismo fue que Khadafy aplaste en Trípoli, donde masacró con tanques y bombardeos aéreos a más de 10.000 trabajadores en los barrios obreros, después de que éstos incendiaran el palacio de gobierno. Para el imperialismo y el régimen contrarrevolucionario, la insurrección de las masas armadas no podía triunfar en Trípoli. De suceder esto, se abriría una situación en donde el poder de los explotados estaba al alcance de las manos.
Si la milicia obrera del este de Libia llegaba a Trípoli y confluía con un movimiento insurreccional y una huelga general revolucionaria, se planteaba la toma del poder y la caída de Khadafy. Es más, aunque no se llegara a la toma del poder, quedaba en grave crisis el estado burgués y era un verdadero golpe por izquierda a los intentos de contención de la revolución por parte de los gobiernos de Egipto y Túnez, y una llamarada de fuego para incendiar el resto de las naciones del Norte de África, Medio Oriente y llegar a Europa.
El imperialismo respondió sosteniendo a Khadafy en Trípoli para que éste masacre y para que llegue a las puertas de Misarrata, y contenga ese eslabón de insurrecciones locales por ciudad que amenazaba con llegar a Trípoli. Mientras tanto, el imperialismo con su otra mano sostenía al Consejo Nacional de Transición (CNT) en Bengasi para, con una política frente populista y de colaboración de clases, intentar contener por todos los medios a la milicia y desarmar a las masas. Luego responderemos a lo que creemos que sucede hoy en relación a los métodos de la guerra civil y la insurrección que están planteados en Libia.

Pero Libia no es más que un eslabón de una cadena de revoluciones de todo el Norte de África y Medio Oriente. Si seguimos observando la dinámica del momento revolucionario actual en Siria, podemos ver cómo el chacal Assad ha sacado lecciones de Khadafy y el imperialismo. Intentó una apertura preventiva “pseudo-democrática”, sostenida y apoyada por todo el imperialismo mundial y todas las fracciones de la burguesía siria. Pero las masas ya habían comprendido que para conquistar el pan había que derrocar a la dictadura, como sucedió en Túnez y Egipto.
Las aperturas pseudo-democráticas en Siria fueron tardías, puesto que ya las masas habían golpeado primero, pasaron a la ofensiva y abrieron una situación insurreccional, sobre todo en Douma y en Deraa, donde hay verdaderas insurrecciones locales. Mientras, en Damasco, el gobierno contrarrevolucionario de Assad concentró todas sus fuerzas. Allí masacró a más de 500 soldados que se negaron a reprimir a las masas y formó grupos paramilitares para atacar las acciones revolucionarias y las revueltas de las masas. Así, creyéndose fortalecido, el gobierno acaba de mandar los tanques a masacrar las insurrecciones de Douma y Deraa. El objetivo que busca es que no surjan nuevos Bengasi y que no se desarrolle una cadena de insurrecciones locales que lleguen a Damasco y triunfen derrotando a la asesina dinastía y autocracia de los Assad.
Estudiando el proceso de Siria hoy, es apasionante ver la heroicidad de las masas, sometidas a padecimientos inauditos. Sectores de la burguesía musulmana intentan por todos los medios que las masas no se armen (como lo predican desde las mezquitas) mientras éstas son masacradas, como viene sucediendo en los últimos días donde ya hay más de 400 muertos.
Pero si vemos profundamente el momento de la situación en Siria hoy, vemos que todas las fracciones de la burguesía y el imperialismo sostienen a Assad contra las masas. Cuando éstas hace una semana comenzaron a hacer tambalear la base del ejército y amenazaban con armarse, un parlamentario “opositor” renunció al parlamento en Damasco, denunciando la masacre. Esto significa que a medida que avanza y se desarrolla la insurrección, la burguesía manda a sectores que vienen de apoyar incondicionalmente al gobierno al lado de las masas para controlarlas desde adentro.
Pero la burguesía sabe que tiene que aplastar a los explotados, porque la dinámica es la de Libia. Afirmamos que la burguesía y el imperialismo no pueden permitir el armamento generalizado de las masas, tanto de la clase obrera como de la juventud y las capas arruinadas y proletarizadas de las clases medias.
Esto es fundamental porque es lo que explica que en última instancia no hay burguesía “liberal democrática” ni imperialismo “democrático”. La burguesía no puede aplicar su programa de la revolución francesa de 1789 de “a cada hombre un fusil”. El fusil y el tanque los concentra la banda de hombres armados del capital para aplastar a las masas en defensa de la propiedad privada.
Desde 1848 la burguesía aprendió que no puede armar a las masas, porque la clase obrera no se deja explotar  si entra a trabajar con el fusil kalashnikov y porque la universidad no se puede controlar con estudiantes armados.
Por eso éstos son feroces golpes contrarrevolucionarios preventivos, para impedir que triunfe la cadena de insurrecciones espontáneas en la que entraron los explotados. Si las masas se imponen, la burguesía corre el riesgo de que lleguen mucho más lejos que en Egipto y Túnez, y que surjan organismos de doble poder ARMADOS.
Ello volvería a ser y a actuar como un verdadero shock eléctrico sobre los procesos revolucionarios de Egipto y Túnez, que aún tienen pendiente la tarea de dividir y desarmar al ejército.
Por ello se suceden las masacres en Bahréin y resiste a plomo limpio el gobierno de Yemen, donde las masas siguen incendiando con una llama revolucionaria a este país con un combate heroico, cuyo motor es el pan y salir del hambre. Yemen es un país donde el promedio de vida máxima es de 50 años, el PBI por habitante es de U$S 1.118 anuales, el 50% de la población vive con menos de 2 dólares por día y la tasa de desocupación “oficial” es del 35%.
Indudablemente Yemen es un país de actividad petrolera y un gran reservorio de mano de obra esclava para todos los pozos de petróleo de las transnacionales y para las constructoras imperialistas que saquean Medio Oriente y el Norte de África.
EL 35% DE DESOCUPADOS EN YEMEN SON PARTE DE LA CLASE OBRERA. Que la burocracia de los sindicatos no los reconozca y que la izquierda socialimperialista europea trate a millones de obreros que viven en campos de concentración como “tribus atrasadas”, no significa que los marxistas no reconozcamos a nuestra clase y a sus hijos, que son los que ayer se inmolaban por trabajo y pan en Túnez. Ese es el motor de los procesos revolucionarios.
Tenemos que reconocer, en primer lugar, a la clase obrera y a los hijos de los trabajadores que están desocupados. Estamos ante un poderosísimo proletariado, no reconocido por la izquierda socialimperialista europea. En primer lugar, la clase obrera del Norte de África y de Medio Oriente ES UN TERCIO DE LA CLASE OBRERA EUROPEA, donde también están sus hijos desocupados, que de vez en cuando queman Paris.
En segundo lugar, es una poderosísima clase obrera en el Norte de África y Medio Oriente, con obreros golondrinas que recorren toda la región trabajando en las empresas constructoras y los pozos de petróleo. Van de país en país construyendo los edificios paradisíacos de la burguesía en Dubai, extrayendo el petróleo, construyendo los pozos petroleros de las transnacionales por 2 dólares al día, o bien trabajando en las nuevas maquiladoras con las que regó el imperialismo el Norte de África y Medio Oriente, como las vemos en Egipto.
Ello también explica la propagación y la generalización de los procesos revolucionarios en toda la región. Un millón de obreros de Egipto y Túnez, junto a un millón y medio de trabajadores de Libia, extraen el petróleo de ese país, trabajan en la construcción y tienen los peores trabajos bajo el régimen kadafista.
Lo mismo sucede en todos los países árabes y de Medio Oriente. Los obreros de distintas nacionalidades se conocen. Muchas veces hablan el mismo idioma. Lucharon y sufrieron penurias juntos en los campos de concentración de las grandes petroleras y constructoras. Ellos son los que extienden la pólvora que se quema y estalla en todo el Norte de África y Medio Oriente, la cual los reformistas se cuidan muy bien que no llegue a Europa.

En Siria no sucede nada diferente a Yemen. El 50% de la población no tiene más de 60 años, y la otra mitad es menor de 35. Es decir, son inmensas masas de la juventud, hijos de la clase obrera y las clases medias arruinadas, a las que el régimen y el sistema no les da nada, salvo morirse de hambre. La desocupación es de un 35-40%. Un licenciado en una facultad tarda 4 años en conseguir trabajo, y lo hace, en un 90% de situaciones, como obrero calificado. Cuando no lo hace, queda desocupado, como el joven técnico en computación que se inmoló en Túnez, siendo la chispa que incendiara la revolución allí en enero.
Tenemos que distinguir que también –junto a la poderosísima clase obrera del Norte de África y Medio Oriente, que es migrante- existe una clase media arruinada, y que inclusive no se puede desarrollar como tal. Es que la absoluta mayoría de la renta petrolera se la reparten las empresas imperialistas con los gobiernos de las familias burguesas autocráticas, que además reparten parte de esa renta petrolera a fracciones menores de la burguesía nativa, a las que controlan.
El aumento de los precios y la carestía de la vida, impulsada por la especulación de los yuppies de Wall Street en el mercado de cereales y commodities, arruinó en gran medida a la burguesía comercial y a amplias capas de las clases medias, mientras que para la clase obrera se volvió prohibitivo comer, ante un aumento de un 100% ó hasta un 200% de los alimentos. Estas condiciones objetivas empujaron a la alianza obrera y de los sectores empobrecidos de las clases medias, dejando sin sostén y debilitados a los regímenes autocráticos. Es que, como afirma Trotsky, toda situación prerrevolucionaria o revolucionaria está determinada por la crisis de los de arriba, la división de las clases medias y el ascenso de los explotados.
El estado febril de las clases medias arruinadas de la región no fue más que un motor que fortaleció al embate de la clase obrera y los explotados, que iniciaron procesos de revoluciones obreras y socialistas por el pan. Por ello tenemos que distinguir que el imperialismo es reacción en toda la línea y también proletariza a sectores de las clases medias, tal cual plantea Trotsky en su trabajo “A 90 años del manifiesto comunista”, donde da cuenta que la pequeñoburguesía no puede ser floreciente en un sistema que destruye fuerzas productivas. Afirma que la pequeñoburguesía se proletariza y que ese proceso se interrumpe por la decadencia de las fuerzas productivas, por lo que inclusive un sector de ella va a la marginación y a la desocupación, como la clase obrera.
En “A 90 años del manifiesto comunista”, Trotsky plantea: “El capitalismo ha arruinado a la pequeña burguesía más rápidamente de lo que la ha proletarizado. Más aún, el estado burgués desde hace mucho instrumenta una política consciente dirigida al mantenimiento artificial de estratos pequeño burgueses. En el polo opuesto el desarrollo de la tecnología y la racionalización de la industria a gran escala, engendra desempleo crónico y obstaculiza la proletarización de la pequeña burguesía. Concurrentemente, el desarrollo del capitalismo ha acelerado en extremo el surgimiento de legiones de técnicos, administradores, empleados de comercio, en resumen, la llamada ‘nueva clase media’. En consecuencia, las clases intermedias, a las que se refiere el Manifiesto (Comunista, N. de R.) en forma tan categórica son, aún en un país tan altamente industrializado como Alemania, alrededor de la mitad de la población. Sin embargo, la preservación artificial de la antigua capa pequeño burguesa de ninguna manera mitiga las contradicciones sociales, sino que, por el contrario, las inviste de una especial malignidad, y junto con un ejército permanente de desocupados, constituye la expresión más malévola de la decadencia del capitalismo.(negritas nuestras).
Esta expresión “más malévola de la decadencia del capitalismo” se expresa en la alianza obrera y popular, que empuja a los grandes procesos revolucionarios que estamos viviendo.
La clase obrera ha irrumpido en estos procesos revolucionarios junto a sus aliados empobrecidos del campo y la ciudad. Estos últimos masificaron las acciones de masas, pero también impregnaron a estas acciones de todos los prejuicios de esta “moderna” clase media arruinada, como sucede en todas las revoluciones “de tipo febrero”, en la cual intervienen “millones de ciudadanos corrientes” que nunca intervinieron en la vida política, que dan vuelta la base de los ejércitos, que dislocan el poder de los regímenes y gobiernos burgueses, etc., como planteaba Lenin en las “Tesis de Abril”.
En este trabajo, Lenin sostenía: “nuestra revolución, como todas las revoluciones, exigió del pueblo el mayor heroísmo y abnegación en la lucha contra el zarismo, también incorporó al movimiento, inmediatamente, a un número incalculable de ciudadanos corrientes. Desde el punto de vista de la ciencia y la política práctica, uno de los principales síntomas de toda verdadera revolución, es el aumento extraordinariamente rápido, brusco y repentino del número de ‘ciudadanos corrientes’ que comienzan a participar activa, independiente y eficazmente en la vida política y en la organización del estado”. (Lenin, “Tesis de Abril”, “El carácter original del doble poder y su significación de clase”, negritas nuestras).
Más adelante en el mismo trabajo, Lenin continúa: “Rusia está hoy en efervescencia. Millones y millones de personas, que durante años estuvieron políticamente aletargadas, y políticamente aplastadas por la opresión espantosa del zarismo y por el trabajo inhumano al servicio de los terratenientes y los capitalistas, han despertado y sienten avidez por la política. ¿Y quiénes son esos millones y millones de personas? Son, en su mayoría, pequeños propietarios, pequeñoburgueses, gente que ocupa un lugar intermedio entre los capitalistas y los trabajadores asalariados.”
Esto lleva a enormes procesos revolucionarios de masas y a la vez a los límites que éstos tienen sin que el proletariado haya conquistado aún una dirección revolucionaria. Este cóctel explosivo de clase y sectores de clases es el que está estallando en todo Medido Oriente.

Los explotadores y el imperialismo no quieren saber más nada con nuevos Túnez y Egipto, y mucho menos con nuevos procesos como Bengasi o el este de Libia, donde hubo armamento generalizado de masas, dislocamiento del estado burgués y la destrucción de la casta de oficiales, tal como hoy amenaza con suceder con las insurrecciones de Douma y Deraa en Siria. En ese país, el imperialismo y todas las fracciones burguesas están sosteniendo hasta último momento al régimen de los Assad, que acaba de enviar sus tropas para masacrar con un putsch contrarrevolucionario a las masas en Douma y Deraa.
La tarea del momento no es otra que llamar al derrocamiento de ese régimen infame. Hay que llamar a la clase obrera y los explotados a poner en pie la milicia obrera para ganarse a la base del ejército. Tenemos que llamar a los explotados a conquistar el pan expropiando sin pago la gran propiedad de la burguesía y el imperialismo, tomándola y controlándola con comités de fábrica y comités de desocupados, con los hijos de la clase obrera que no tienen trabajo. Y debemos llamar a los estudiantes a sublevarse en los colegios y facultades para que liguen sus intereses y su futuro al de la clase obrera y su revolución, como lo hicieron los heroicos combatientes de la Sorbona de Francia en el ’68.

Como verán, queríamos abordar vuestras preguntas desde esta perspectiva, desde una visión de conjunto del proceso revolucionario en toda la región, para luego responder de forma precisa a sus preguntas sobre Libia. Para nosotros, insistimos, en estos procesos revolucionarios estamos frente a eslabones de una misma revolución en el Norte de África y Medio Oriente, que no logra extenderse ni sincronizarse aún con la clase obrera europea por traición de las direcciones de los sindicatos y los partidos socialimperialistas.  Por crisis de dirección esta revolución aún no logra recuperar el poder que estaba en las calles y que fuera entregado a gobiernos y regímenes de colaboración de clase y frente popular, como sucedió en Túnez y también en Egipto.
La clase obrera de las potencias imperialistas lucha en Grecia y en Wisconsin planteando que hay que combatir como en Egipto. Las direcciones socialimperialistas dicen que “no hay condiciones” para ello, cuando son ellos los que estrangularon el camino a la huelga general revolucionaria europea, sosteniendo a Maastricht, a los regímenes imperialistas y su brutal saqueo de Europa del Este y la ex URSS.
La revolución en Siria ha merecido una respuesta contrarrevolucionaria de la familia de Assad, apoyada total y decisivamente por EEUU y Obama. Esto es así porque el gobierno sirio es parte de un dispositivo contrarrevolucionario del imperialismo en la región. El gobierno de Siria fue el que le ha dado todo su apoyo al gobierno del protectorado yanqui en Irak y ha cerrado sus fronteras para que la resistencia iraquí no se arme y se abastezca. Siria pactó con Irán el sostenimiento del protectorado yanqui en Irak y juntos son los encargados de garantizar el orden ante el retiro de las tropas del imperialismo de allí.
Además el gobierno sirio es quien controla a Hezbollah en el Líbano para que las masas palestinas que le propinaron una ejemplar derrota al ejército sionista en el año 2006, no se subleven junto a sus hermanos masacrados en Gaza, Cisjordania y Jordania, poniéndose nuevamente de pie el martirizado pueblo palestino como vanguardia de la clase obrera de toda la región. Junto a Egipto -el gran sostenedor del estado sionista contrarrevolucionario de Israel- Siria es el otro dispositivo central de contención de las masas palestinas en todos los estados de la región.
Es por eso que el imperialismo está sosteniendo, dirigiendo y ejecutando la acción de todas las fracciones de la burguesía siria contra las masas.

Los tanques del ejército sirio bombardean Douma y Deraa… pero es un ejército atacando una ciudad. Una ciudad insurreccionada no se toma tan sólo con un ejército. En el manual de la guerra civil de la III Internacional estaba por demás claro que todo ejército tenía una base que se podía dar vuelta si el proletariado tenía una política audaz para ganarse a sus hijos bajo armas, y si demostraba con su milicia que estaba dispuesto a llegar hasta el final. Es que el combate en una ciudad es casa a casa, y la guerra de ejércitos es guerra de posiciones.
Por ello Trotsky, polemizando contra la cobardía del stalinismo, insistía tanto contra la mistificación del “poderoso ejército alemán” que se tomaba Europa durante la segunda guerra mundial. Trotsky se preguntaba: ¿cómo ese ejército invasor va a controlar una nación y a la clase obrera para que produzca? ¿Poniéndole un soldado a cada obrero con una pistola en la sien al lado de la máquina?
Justamente la lucha militar en una ciudad es un combate entre la insurrección y la contrarrevolución, es un combate casa a casa, es combate de barricadas, de milicias contra las fuerzas contrarrevolucionarias. Allí se establece la lucha por el desarme de la policía y por ganarse a la base del ejército. Es el método de la insurrección, que no es el mismo método ni adquiere las mismas formas que la guerra convencional de ejércitos, como por ejemplo cualquier guerra de ejércitos burgueses, e inclusive la guerra de defensa de la URSS y su territorio luego de la toma del poder. Allí el estado obrero tuvo que poner en pie un ejército convencional, para combatir contra otros ejércitos imperialistas, en defensa del territorio de la URSS. Esta guerra la llevó adelante el ejército rojo, con una fenomenal guerra de maniobras, dirigido por Trotsky y el partido bolchevique, apoyados a cada paso en el llamamiento a la insurrección y a la revolución del proletariado del resto de Europa.
A diferencia de la guerra convencional de ejércitos, en la insurrección se rompe al ejército, se lo divide, se forma la milicia, se desarticula al estado burgués, y si hay una dirección revolucionaria al frente, se toma el poder. Esto es la insurrección como arte, al decir de Marx en su polémica con los blanquistas sobre la Comuna de París.
Lo que vemos hoy en Siria, o ayer en Libia con el aplastamiento de Khadafy en Trípoli y su avance hasta Misarrata armado hasta los dientes por el imperialismo y Siria, son golpes contrarrevolucionarios para aplastar las insurrecciones urbanas, para que éstas no se generalicen -es decir, que no lleguen a “Petrogrado” (Trípoli)-, y así impedir que las masas se hagan del poder.

El drama en esos procesos revolucionarios es que no está el partido de Lenin de la III Internacional revolucionaria, ni de la IV Internacional, que sea capaz de frenar, desmantelar y disgregar, con una agitación revolucionaria -llamando a expropiar a la burguesía y al imperialismo, dándole la tierra al campesino pobre y trabajo digno al pequeñoburgués arruinado-, a los ejércitos que atacan a las masas explotadas y sus insurrecciones. La crisis de dirección y la sobreabundancia de las direcciones traidoras es el mayor lastre que tienen las masas revolucionarias en sus acciones hoy.
En los procesos de insurrección se puede dar el triunfo de la dictadura del proletariado si las masas tienen a su frente una dirección revolucionaria. La otra alternativa es que por crisis de dirección, el proletariado, a través de sus direcciones traidoras y pequeñoburguesas, le entregue peligrosamente el poder a la burguesía. De ello se trata el pérfido accionar del frente popular y las direcciones traidoras.
Pese a ello, el trotskismo supo ver las brillantes victorias parciales que significaron esas revoluciones de “tipo febrero” porque abrieron condiciones -como en España o Francia- para el surgimiento del partido revolucionario. O bien porque, como dice Trotsky en “Lecciones de Octubre”, anticiparon y cumplieron en gran medida las tareas de la revolución socialista, al desmantelar gran parte del aparato estatal de la burguesía, como fue en el caso de la lucha revolucionaria de las masas contra la autocracia en febrero de 1917 en Rusia.

De todas maneras, la clave de esas revoluciones de “tipo febrero” es que surgen o tienden a surgir, como subproducto de insurrecciones semiespontáneas relativamente inmaduras, con organismos de doble poder, tipo la Comuna de París y su Guardia Nacional, a los que las direcciones traidoras a toda costa intentan hacer abortar o destruir. Es que el doble poder es irreconciliable con el poder de la burguesía.
Como reafirma Trotsky en sus lecciones de la revolución de febrero en “La Historia de la Revolución Rusa”, y como plantea Lenin en sus “Tesis de Abril”, no pueden haber dos poderes dentro de un mismo estado. No puede existir una Bengasi en Libia con masas armadas, por más dirección pequeñoburguesa y colaboracionista que tengan los explotados, como no podía haber soviet en Petrogrado, aunque le diera el poder a Kerensky, sin un Kornilov (que negociaba a cada paso con Kerensky) que viniera a aplastarlo.
Todo organismo de doble poder de los explotados es irreconciliable con el estado burgués. En esos organismos las masas se autoorganizan y la burguesía pierde el control de ellas, o sólo lo mantiene a través de las direcciones traidoras.
Para el imperialismo y la burguesía, no puede surgir una milicia que controle Douma y Deraa en Siria. Por ello están dando un golpe contrarrevolucionario en esas ciudades, aún a riesgo de que se divida su ejército. Ellos deben golpear antes que se establezca un doble poder con la milicia obrera y una comuna insurrecta. La burguesía los debe aplastar.
Visto desde acá, se vuelve a ver con ojos más claros los enormes procesos revolucionarios de Egipto y Túnez, que paralizaron la maquinaria contrarrevolucionaria de los progroms de Mubarak, y que no permitieron que el ejército intervenga, a riesgo de que se le parta su base.
Desde aquí se ve lo grandiosa que fue la revolución –que hoy intenta ser expropiada- en Túnez, encabezada por la clase obrera, vaciando las comisarías de policías asesinos y tomando sus fusiles.
Pero la burguesía aprendió de ello. Los generales de la OTAN y los comandos del Pentágono en la región no ven una revolución “libia” y otra revolución “tunecina”. La burguesía ya ha dado cuenta de que está ante una sola revolución en el Norte de África y Medio Oriente, con el peligro de que se irradie a los centros de las metrópolis.
La burguesía ya ha tomado consciencia hace rato de no puede tolerar ni permitir que surja –y si surge, lo aplasta- un doble poder de la clase que oprime, tenga la dirección que tenga, como no permite que perdure un estado obrero por mucho tiempo, aunque tenga una dirección de la burocracia. Sólo definiendo el carácter del doble poder es que podremos definir con mayor precisión una política y estrategia soviética para la revolución proletaria.
Antes, durante o después de una situación revolucionaria y de una revolución, la burguesía debe liquidar el doble poder para estabilizar su dominio. En ese trabajo empeña todas sus fuerzas el frente popular, las direcciones traidoras, y las fuerzas de Kornilov, el fascismo y la contrarrevolución. Todas ellas se han desplegado en el Norte de África y Medio Oriente, y se han centralizado para controlar a la clase obrera europea, norteamericana y mundial. Esta cuestión la consideramos imprescindible para luego abordar los acontecimientos precisos de Libia, Siria, Yemen, etc.

En Libia, Misarrata acaba de caer de nuevo a manos de las milicias y los “insurgentes”. Los tanques de Khadafy no pudieron terminar de controlar la ciudad. Y ello no se debe a la cantidad de bombas que le tiraron los generales de la OTAN a los tanques de Khadafy.
Nos acaban de hacer llegar un video de la toma de la universidad de Misarrata, como parte de la recuperación de la ciudad por parte de la milicia. Como dirían los generales de los ejércitos burgueses clásicos para referirse a las milicias: “son desordenadas”, “gritan cuando tiran”, “cantan consignas”, “hay miles de comandantes que dan órdenes y están al frente del fuego enemigo”… pero es una pelea casa a casa contra el invasor. Ahí no hay guerra de ejércitos. Se pelea con el fusil y el cuchillo entre los dientes.
El imperialismo yanqui de esto sabe. Durante un año 3.000 combatientes de Fallujah en Irak resistieron casa a casa, defendiendo a sus familias y sus hijos contra las tropas yanquis.
El sionismo también entiende de esto. ¿Cómo puede ser que el segundo ejército más armado y pertrechado del planeta haya cobrado la paliza más grande de su historia a manos de obreros y campesinos en el sur del Líbano? Justamente porque intentó tomar ciudades, y al método de la guerra se le respondió con el método de la insurrección y la lucha de clases.
Es decir, el médico salía de atender a un paciente en el hospital y tiraba con su lanzagranadas mientras iba de camino a su casa, y con ello hacía estallar un tanque sionista. El obrero recogía la basura en la ciudad y del carro de basura sacaba el fusil kalashnikov y baleaba a los soldados sionistas. La mujer obrera llevaba a su hijo a la escuela y a la vuelta le ponía un explosivo plástico al tanque sionista. El que lea la prensa imperialista del año 2006 verá que el sionismo llamaba a esto “pelear tras escudos humanos”, para esconder la brutal paliza que con métodos de guerra de clase le impusieron las masas armadas en el sur del Líbano a su ejército convencional.

Justamente esta es la discusión de Trotsky en sus escritos militares. En la insurrección la conquista de la milicia, que divide al ejército con su guardia roja dirigiendo a los comités de soldados, fue clave para destruir la maquinaria estatal de la autocracia y luego tomar el poder con los soviets, disgregando, con agitación y un programa revolucionario (como el de “pan, paz y tierra” y “todo el poder a los soviets”) a las tropas de Kornilov que venían a Petrogrado.
Pero esto era impotente para desarrollar una guerra de defensa del territorio de la URSS contra ejércitos convencionales imperialistas. Lenin y Trotsky tuvieron que convencer de poner en pie un ejército convencional a la mayoría del partido bolchevique que se negaba, porque opinaba que hacer un ejército era poner en pie una maquinaria estatal burguesa.
Lo que Lenin y Trotsky respondían es que efectivamente esa “maquinaria estatal” había que ponerla en pie, y que el contenido de clase se lo daba la dirección proletaria revolucionaria de la dictadura del proletariado y de la misma guerra. El carácter obrero se lo daba la dirección y la democracia de los comunistas y los obreros para votar a sus comandantes y jefes en operaciones militares, y por los comisarios de los soldados rojos, que con una pistola en la sien garantizaban que los oficiales del ejército zarista aplicaran correctamente las técnicas de la guerra en los combates del ejército rojo.
Debemos pensar sobre esta experiencia, porque fue gran parte del programa de Trotsky en España en los ’30 para disputarle al frente republicano la dirección militar de la guerra contra Franco. Allí la clave fue la política de que para ganar la guerra había que expropiar a la burguesía.
En última instancia así también ganó la guerra el ejército rojo. Por un lado, sublevando al proletariado alemán, francés, inglés y mundial con la III Internacional, y por otro lado dándole el derecho a la autodeterminación a las naciones aplastadas y oprimidas por la autocracia y el zarismo durante siglos, como así también dándole la tierra al campesino. Es decir, el ejército rojo ganó la guerra con un programa revolucionario, que en última instancia fue la “gran maniobra” de la genialidad de la guerra de maniobras desarrollada por Trotsky en el terreno de batalla mismo.
Por ello la IV Internacional planteaba en los ’30 en España que para disgregar las tropas de Franco, como hicieron los bolcheviques con Kornilov o el ejército rojo defendiendo la URSS, había que romper con las direcciones traidoras, como los stalinistas y los socialdemócratas, que ataban al proletariado a la república, que a su vez oprimía Marruecos, de donde Franco nutría la base fundamental de su ejército fascista.
Las ataduras de las direcciones pequeñoburguesas a la “burguesía liberal” de la república española impedía al proletariado expropiar al banquero y al latifundista para darle la tierra al campesino. Así el proletariado quedó aislado, sometido a la burguesía republicana, y fue aplastado por un ejército fascista con base marroquí y campesina.
Trotsky decía que la guerra es la continuidad de la política por otros medios… pero que se gana también con política y programa. “¡Independencia de Marruecos! ¡Expropiemos la tierra en la zonas que tomamos para darle la tierra al campesino!”. Esto era lo único que le permitía al frente republicano ganarle la guerra a Franco porque desmantelaba su ejército.
Gran parte de estas conclusiones son de una gran utilidad y enseñanza para ajustar nuestro programa para las revoluciones en el norte de África y Medio Oriente. Para nada hablamos de trasplantar mecánicamente recetas. Lo que estamos planteando es que hay un enorme bagaje teórico del marxismo sobre la guerra y la revolución que debemos estudiar y partir de él para ajustar el programa de los marxistas revolucionarios.
En la única corriente en donde se discute los problemas de la guerra y la revolución es en la FLTI. Es brillante. En el reformismo sólo se habla de “democracia”, de “revoluciones obreras para que se pueda votar en democracia”, de “primavera de los pueblos” y demás venenos con los que se intenta separar al proletariado de la revolución socialista.

Desde esta experiencia de guerras de ejército, de guerras por territorio, de lucha insurreccional y guerras de clases, podemos ver nuevamente en Libia cómo, antes de llegar a Bengasi, las tropas de Khadafy y el propio imperialismo se habían dado cuenta que se iban a enfrentar con una tenaz resistencia armada de masas, donde no estaba garantizado su triunfo. No estaba garantizado que ante una heroica lucha de masas en Bengasi no se vuelvan a levantar revolucionariamente Egipto y Túnez para ir a combatir contra esa masacre.
Las bombas de la OTAN, para separar a Bengasi y a Khadafy, tuvieron en cuenta de forma decisiva esa cuestión. Por ello, los generales “democráticos” imperialistas junto al CNT se dedicaron a conspirar por la espalda contra las masas insurrectas y dejaron acantonadas a las tropas de Khadafy para, de conjunto, obligar a las milicias obreras a que se rindan o se sometan.
Para abordar la cuestión de Libia y la relación entre la milicia y el frente popular, hay que comenzar por aclarar que en Libia es donde más lejos se llegó, poniendo en pie una milicia obrera y de sectores arruinados de las clases medias y dividiendo al ejército. Hay que comenzar por aclarar que esta es aún la gran debilidad de la revolución en Siria, donde han comenzado ya maniobras contrarrevolucionarias del ejército. Allí (como también en Egipto y Túnez) queda pendiente la tarea de dividir y ganarse a la base del ejército, y de poner en pie una milicia obrera sobre la base de la destrucción de la casta de oficiales del ejército y su desarme.
En Siria aún no se puso en pie la milicia obrera, ni siquiera en una ciudad, como sí sucediera en Libia en una cadena de insurrecciones en ciudades importantes. El ataque militar de Siria es fulminante porque deben impedir que este proceso que se dio en Libia se desarrolle. Pero aún no está resuelta la cuestión. Una nueva ofensiva de masas, nacional e internacional, puede desmantelar ese ejército asesino de Siria y ganarse a la base de los soldados.
La casta de oficiales del ejército de Assad-Obama masacra a todo soldado que se niega a reprimir. En el bando de los explotados aún no hay una poderosa milicia obrera con la cual combatir para que el soldado salve su vida y se pase de bando.
En Siria el armamento se comienza a generalizar atacando las comisarías, pero el ejército fue retirado por un período de las calles. El régimen utilizó fuerzas fascistas contrarrevolucionarias, francotiradores y policías, para que no se generalice el armamento de las masas. Aprendieron de ello, como en Egipto. Cuando Assad ordenó al ejército atacar, como ya dijimos, tuvo que matar antes a centenares de soldados para poder hacerlo, como lo denuncian sus familiares públicamente en todo el mundo.

Debemos estudiar la cuestión del doble poder, puesto que se trata de la guerra y de la revolución misma. En Siria y en Yemen parecería ser que el rol de las “iglesias islámicas” es impedir que las masas se armen y rompan la base del ejército. Las movilizaciones a las salidas de las mezquitas, por ahora, son desarmadas. Las iglesias musulmanas están jugando un rol contrarrevolucionario absoluto para impedir el desarrollo de las milicias. Lo de Libia, para las clases poseedoras, no se puede repetir.
Nosotros afirmamos que el verdadero doble poder en Libia es la milicia. ¿Quién debe controlar las fábricas? Los destacamentos organizados y dirigidos por las milicias, que dentro del establecimiento se transforman en un comité obrero armado. Esa es la garantía de que ningún patrón explotará a un obrero y que ninguna empresa imperialista se llevara el petróleo, si los obreros no quieren.
¿Por qué no reafirmar que el doble poder es la milicia y la generalización de su armamento a toda la clase obrera? Nosotros no podemos proponer hacer consejos obreros separados y contrapuestos a los verdaderos consejos obreros armados que existen y que son las milicias ¿Y por qué no definir que los consejos obreros armados son las milicias, donde también están los sectores arruinados de la clase media? ¿O acaso los 6 millones de campesinos que estaban en el frente de batalla en Rusia en 1917 durante la primera guerra mundial no fueron los soldados que junto a los obreros pusieron en pie los soviets? Es más, esos campesinos en uniforme son los que armaron a los soviets. Justamente, lo que fortalece el doble carácter de la milicia obrera es que están los estudiantes, los hijos de la clase media arruinada, junto a los trabajadores. Esa es la cuestión.
La milicia, aplastando a la reacción y a la contrarrevolución, es la única que podrá garantizar un gobierno de obreros, campesinos pobres y sectores populares arruinados, apoyados en su armamento. Ella es la que puede poner en pie los consejos obreros de administración de la producción en todas las empresas petroleras y alimenticias de Libia. Es la que puede abrir la frontera para que ingresen a combatir los obreros de Egipto y Túnez, para juntos expropiar a todas las petroleras imperialistas de la región, para poder comer.
El desarrollo de una milicia obrera y popular (luego desarrollaremos este último concepto sobre milicia obrera y “popular”, como siempre la consideró el marxismo desde la Comuna de París) es incompatible con la contrarrevolución khadafista e imperialista sobre Libia, como así también es incompatible con el gobierno transitorio de Bengasi, CUYO OBJETIVO SERÁ DESARMAR LA MILICIA, DISOLVERLA O SOMETERLA COMO BASE DE UN NUEVO EJÉRCITO REGULAR BURGUÉS. Nosotros creemos que la deberá aplastar. De eso se tratan las operaciones contrarrevolucionarias del imperialismo y las tropas kadafistas en Libia, y el rol de quinta columna del frente popular en Bengasi. De ello se trata también las acciones contrarrevolucionarias que vemos hoy en Siria, que son para que no surjan las milicias.
Esta fue la gran discusión de Marx y Lenin sobre la Comuna de París y sus lecciones. Para ellos, el verdadero doble poder fue la Guardia Nacional, mientras que la Comuna de París fue un semi doble poder. ¿Por qué? Porque la única forma de que la Comuna de París triunfe en Francia… era salir de Paris, concentrar las fuerzas de la Guardia Nacional en aplastar Versalles. El verdadero poder obrero era la Guardia Nacional, para tomar el poder.
No podemos hacer fetichismo soviético. Justamente el programa de poner en pie los consejos armados en la producción, poner en pie consejos obreros y populares armados de consumidores para controlar los alimentos para la guerra, es lo que enfrenta a la clase obrera y sus milicias contra el gobierno infame del frente popular de Bengasi. La milicia debe hacerse cargo de las petroleras y derrotar los convenios que las petroleras estatales hacen con la Repsol, con la Totalfina y con las demás empresas imperialistas europeas y norteamericanas, donde los estados nacionales cubren los costos de la exploración y la inversión, y las transnacionales se llevan la mayoría de las ganancias fuera del país.
Es la milicia obrera la que debe llamar a poner en pie consejos de producción en cada petrolera y cada fábrica. Es la que debe votar a sus oficiales y suboficiales, y destituirlos en cualquier momento en el campo de batalla.
Adelantamos así entonces nuestra visión sobre el programa y la orientación sobre el doble poder y la milicia en Libia.
¿Qué otro programa podemos levantar en Trípoli que no sea el aplastamiento del régimen de Khadafy con la huelga general revolucionaria y la milicia obrera? Las masas insurrectas de Libia abrieron un corredor hacia Túnez en la ciudad de Wasin. Desde allí hay que llamar urgente a la clase obrera de Túnez a marchar juntos a tomar Trípoli, y a desarmar a la policía del gobierno provisorio de Túnez y a la casta de oficiales asesina del ejército de Ben Ali. Desde las compañías petroleras tomadas por la milicia obrera se puede llamar al combate a los centenares de miles de obreros de Egipto que trabajan en los pozos de petróleo junto con los obreros de Libia.

Insistimos, para nosotros el verdadero doble poder en Libia es la milicia obrera. Porque nosotros nos preguntamos, ¿Cuál fue la táctica de Trotsky con su política de frente único obrero en Alemania para aplastar al fascismo, defender en común los locales obreros, etc.? ¿Cuál fue el organismo que surgía como un frente único obrero que unificaba como un verdadero doble poder a la absoluta mayoría de la clase obrera alemana? Digámoslo con claridad: La milicia obrera que aplastaba al fascismo. Ese era el doble poder. Ese era el objetivo de la táctica de frente único obrero para aplastar al fascismo. No eran los consejos obreros en general. Con consejos obreros en general no se aplastaba al fascismo, que masacraba a la clase obrera alemana.
El trotskismo y el bolchevismo se hicieron contra todo tipo de fetichismo soviético y normativista. Soviets son las organizaciones de autodeterminación que se dan las masas para tomar la crisis en sus manos y resolverla. Más fuertes son y más doble poder es cuanto más sectores arruinados de las clases medias y campesinos logren ganar e influenciar para legitimarse para hacerse del poder. Esos fueron los soviets rusos de 1905 y de febrero y octubre de 1917. Después profundizaremos sobre esta cuestión, que hace a cómo enfrentar más precisamente al CNT de Bengasi.
Es que a veces los organismos de doble poder son la milicia; a veces son los consejos obreros armados con las armas de los soldados; a veces la milicia obrera armada con las armas de los soldados son las que ponen en pie los consejos obreros y permiten que éstos funcionen. Otras veces los organismos de doble poder son los sindicatos que por el contenido que le dan las masas se arman, hacen milicias y reagrupan a todas las masas en lucha.
Nuestra tarea no es inventar ningún soviet, sino detectar los que surgen y luchar por que se desarrollen, se generalicen, se centralicen y se armen.
Estas son cuestiones que nos servirán, por lo menos a nosotros, para poder aportar decisivamente desde esta óptica, con respuestas precisas, a vuestras preguntas precisas. Pero es bueno que ustedes conozcan en profundidad cuales son las premisas de las que partimos para aportar a la elaboración común.

Por eso si vemos al proceso revolucionario del norte de África y Medio Oriente como distintos eslabones de una única revolución, podemos ver a gobiernos de frente popular en aquellos eslabones donde las masas “derrocaron a la autocracia” y desmantelaron al estado burgués (como Egipto, Túnez y el este de Libia), y golpes contrarrevolucionarios korniloveanos y “domingos sangrientos” en el sentido de la revolución de 1905 con el intento de masacrar a “la marcha del cura Gapón”. Estamos hablando de korniloveadas y domingos sangrientos por un lado, y de frente popular por otro como las dos puntas de una misma soga para estrangular los procesos revolucionarios en la región, soga sostenida por el imperialismo, mientras las direcciones traidoras se dedican a mantener estos procesos revolucionarios desincronizados de la clase obrera de Europa, EEUU y del conjunto de la clase obrera africana esclavizada.

Luego veremos, en la respuesta a las preguntas precisas de ustedes, las categorías de guerra civil, guerra de ejércitos y de posiciones y la categoría de insurrección, cuestiones sobre las que ya avanzamos bastante en esta carta. De todas maneras les adelantamos lo que plantea Trotsky en su conferencia de 1924 en la academia militar de Moscú (texto que solo tentemos en castellano), desde donde Trotsky da definiciones “desde la norma” sobre las cuestiones de la guerra y la revolución; sacando las lecciones de la revolución rusa y los intentos de la revolución alemana. Trotsky define de forma esquemática lo siguiente:

  1. La guerra no es un arte. Es una técnica. Inclusive una rama de producción, con fuerzas productivas, estructura y superestructura. Es más, es una verdadera institución de la burguesía, como lo es un parlamento, la justicia, las iglesias, etc. (esto lo desarrollaba Trotsky cuando llamaba al SWP a intervenir en la discusión sobre la segunda guerra mundial con la táctica proletaria frente a la misma).

La guerra es una técnica que consiste en juntar todos los medios disponibles para vencer la voluntad de combate del enemigo. Sobre esto versó la necesidad de poner en pie el ejército rojo para defender las repúblicas soviéticas después de la toma del poder.

  1. La guerra civil de clases es un período que se abre cuando se rompen las relaciones pacíficas entre las clases, es decir, cuando comienzan situaciones prerrevolucionarias o revolucionarias donde todo se resuelve en el enfrentamiento directo entre las clases. Este período de guerra civil, para Trotsky, comienza con las huelgas revolucionarias, el combate de barricadas, insurrecciones locales, la revolución y la toma del poder, hasta –posteriormente- el combate por la defensa del estado obrero y la extensión de la revolución.
  2. La insurrección es el momento culminante del periodo de guerra civil, que hay que preparar y organizar bajo una dirección revolucionaria. Ella es la que garantiza la toma del poder de los explotados.

Desde nuestra apreciación, lo que vemos desarrollarse en el Norte de África y Medio Oriente es un proceso de insurrecciones y revoluciones de “tipo febrero”, es decir, relativamente espontáneas, que por crisis de dirección -como vimos en Túnez y en Egipto o en el este de Libia- las masas le entregan provisoriamente el poder a la burguesía.
Pero las masas en Libia llegaron muy lejos. Controlan territorios y ciudades, en base a una milicia obrera. Llegaron más lejos en el este de Libia que en Túnez y en Egipto de conjunto. La revolución, con su “guardia nacional”, se quedó en la “comuna” de Bengasi justamente porque en la retaguardia el frente popular le ata las manos, y en la vanguardia (en Trípoli) el imperialismo y la contrarrevolución kadafista concentró sus fuerzas para masacrar en un verdadero “domingo sangriento” a las masas insurrectas de Trípoli.
Esta tenaza se puede imponer por la crisis de dirección revolucionaria, que somete a la clase obrera –en manos de direcciones traidoras pequeñoburguesas, las verdaderas corrientes pequeñoburguesas, las aristocracias y burocracias obreras pagadas por el gran capital- a la burguesía para impedir una acción independiente del proletariado en Túnez y en Egipto, puesto que allí están los tanques, las armas y las fuerzas revolucionarias de la clase obrera y los explotados para marchar sobre Trípoli.
En París, Madrid y Londres están las fuerzas para llenar de armas y alimentos a Bengasi. Si así lo hace la clase obrera, jamás las masas de Bengasi se rendirían. Sectores de ellas, desmoralizadas por meses de masacres y penurias inauditas y por miles de puñaladas clavadas por la espalda, jamás dirían “llévense el petróleo, porque queremos paz”.
Que digan eso no es ni fortaleza del CNT ni cobardía de las masas. Es por la traición abierta de los descompuestos y decrépitos agentes del capital imperialista que controlan a la clase obrera europea.
¿Por qué no van los barcos llenos de armas y alimentos a Bengasi enviados por la clase obrera inglesa –como hacían como pantalla troyana los sinvergüenzas socialimperialistas del SWP y el partido laborista a Gaza-? Porque esta vez esos alimentos no los recibirían los sionistas para “repartirlos” entre los hambrientos de Gaza. Lo recibirían directamente las milicias. Sería la unidad concreta de la clase obrera europea con sus hermanos de clase dentro de Europa y en el patio trasero de las potencias imperialistas.
No hay mayor sostén a los gobiernos del CNT y del frente popular en Egipto y Túnez que el apoyo que le dan las direcciones traidoras a los gobiernos imperialistas para que sostengan a estos gobiernos de frente popular. Estas direcciones les atan las manos a las masas para que no irrumpa la clase obrera europea y norteamericana, cuando justamente esto es lo que necesita la clase obrera del Norte de África y Medio Oriente para romper con el frente popular e iniciar un camino de independencia de clase.
Estamos presenciando, luego de las grandes traiciones del stalinismo, las más grandes traiciones cometidas por la V Internacional, con la complicidad de los renegados del trotskismo, a la revolución socialista internacional. El boicot de todos ellos a organizar toda relación de la clase obrera europea con Bengasi, con Siria, con Yemen, Túnez o Egipto insurreccionados, sólo es equivalente a las traiciones del stalinismo en España y Francia en los ’30 o en las cadenas de revoluciones que conmovieron al mundo después de la segunda guerra mundial.
El “Socialismo 2011” en Inglaterra del SWP de ese país, al llamar a la clase obrera inglesa a luchar “por la democracia” y por el programa mínimo de “salario”, sin atar su suerte a la revolución del Norte de África y Medio Oriente, da por derrotada a la clase obrera inglesa y europea de antemano.
Hoy, toda parálisis de la clase obrera europea ante la masacre de sus hermanos de clase del Norte de África y Medio Oriente lo va a pagar como lo pagó la clase obrera norteamericana: con el peor ataque a sus conquistas y nivel de vida en toda su historia que le impuso su burguesía imperialista luego de las aventuras contrarrevolucionarias de EEUU en el planeta, en Irak y Afganistán de forma particular. Es que “ningún pueblo que oprime a otro puede liberarse a sí mismo”, diría Marx. ¡Cuánta verdad!
El combate contra los partidos socialimperialistas, que encubren las masacres de los socios y súbditos del imperialismo en Bahréin, Libia, Siria y Yemen, es el combate central de las fuerzas revolucionarias.
Sólo desde aquí, desde este combate internacionalista es que podemos ganar –como lo estamos haciendo-autoridad en lo mejor y en el corazón de las luchas revolucionarias del Norte de África y Medio Oriente, pues en esta denuncia y en este programa están planteadas las condiciones de la victoria.
La lucha por la huelga general revolucionaria europea, para aplastar Maastricht, para combatir como en Egipto, Siria, Libia y Túnez, para parar el ataque de los capitalistas, derrocando a los regímenes imperialistas, es la tarea de agitación, propaganda y organización de toda corriente revolucionaria que se precie de tal en Europa y EEUU. La lucha por boicotear y paralizar la maquinaria de guerra imperialista y todo sostenimiento a los gobiernos y regímenes cipayos del imperialismo en la región es una obligación de toda organización obrera en las potencias imperialistas. Esto es imprescindible, pero aún no es suficiente.
Ya se ha puesto a la orden del día, con los combates abiertos en Siria y en Libia y con la generalización de la revolución y la contrarrevolución en toda la región, el llamado a poner en pie milicias obreras internacionales para ir a combatir. No se puede hablar ni mirar a los ojos a los combatientes masacrados de Bengasi, Misarrata, Douma y Deraa sin llamar a un gran congreso de organizaciones obreras de Grecia, París o Londres para enviar alimentos y armas de las organizaciones obreras de Europa para entrar a combatir en Bengasi. Ese es el camino más corto para aplastar las intentonas contrarrevolucionarias y para que la clase obrera europea dirija a los demás sectores explotados en su ruptura con las trampas del frente popular.
Con esa política vibrarían millones de inmigrantes de la región, junto a los jóvenes y trabajadores europeos. Desde allí se conquistarían las mejores condiciones para una huelga general europea.
¡Por nuevos convoys a Bengasi para llevar armas y municiones a la milicia obrera! ¡Fuera Sarkozy, las monarquías inglesa y española y los asesinos de Italia y sus empresas imperialistas de Libia y de Bengasi! ¡Fuera el gobierno transitorio de Bengasi, que nadie eligió! Las organizaciones obreras del mundo deben declarar que la única autoridad que reconocen son las milicias obreras que combaten en el frente de batalla.
Un llamado enérgico de todas las organizaciones obreras europeas y del mundo que llame a la milicia obrera de Libia a organizar un congreso en Bengasi, para poner en pie, extender y desarrollar una milicia internacional para combatir en Libia es una política para derrotar al imperialismo francés, italiano, inglés y norteamericano, y a sus sirvientes del gobierno de transición en Bengasi. La clase obrera de Medio Oriente y el Norte de África necesita de una intervención decidida del proletariado europeo.
Es que de no hacerlo, por traición de su dirección, después surgirán los que se lamenten de que el proletariado “se rinde”, que “no estaba preparado”, que “lo manipulan los gobiernos provisorios”, cuando hoy ellos son incapaces de levantar una política revolucionaria, que independice a la clase obrera de sus verdugos, sean “fascistas” o “democráticos”.
¿Qué haríamos nosotros si ganáramos la dirección de un sector de los “insurgentes” de Bengasi o de la milicia? Les plantearíamos que hagan un llamamiento a la clase obrera europea para que entre en maniobras de guerra y así enfrentar al enemigo en común que tenemos: a las empresas imperialistas que explotan al proletariado europeo y saquean nuestras naciones.
Llamaríamos ese congreso obrero en Bengasi. Abriríamos las fronteras de Egipto y Túnez, para que entren los obreros tunecinos y egipcios al combate, para expropiar las petroleras imperialistas y controlar juntos la producción y la renta petrolera de las naciones oprimidas.
Sólo con un programa internacionalista podemos impedir que pese la demagogia imperialista, que ayer armó hasta los dientes a Khadafy para masacrar en Trípoli, que mandó tropas a Bahréin, que masacra en Siria, y que ahora intenta aparecer en Libia como los benefactores de la libertad, CUANDO SON JUSTAMENTE LOS GENERALES “DEMOCRÁTICOS” LOS QUE MANTIENEN EL BLOQUEO DE ARMAS EN BENGASI PARA QUE NO ENTREN NI ARMAS NI ALIMENTOS QUE NO SEAN DADOS SOLAMENTE AL CNT.

¿Quién sostiene entonces al gobierno provisorio de Egipto, Túnez y Bengasi? Los que le atan las manos a la clase obrera europea para no entrar al combate, cuando están siendo atacados igual o peor que sus hermanos de clase del norte de África y Medio Oriente… Si hay 23% de desocupación en España. Si a los estudiantes ingleses les sacaron las becas y le aumentaron la cuota de las universidades, y van a terminar vendiendo chucherías en las calles, como el joven que se inmoló en Túnez. Si los hijos de los obreros parisinos o de Lisboa van a terminar viviendo en peores condiciones que los inmigrantes de las cités de París.
Hoy ha salido una noticia donde el mismo imperialismo reconoce que hay 160 presos en Guantánamo que no hicieron nada, salvo caminar por alguna calle en Afganistán. Y lo dicen después de 10 años de torturarlos impunemente.
Al grito de “¡Libertad!”, se acaban de sublevar miles de inmigrantes de Libia y Túnez en Lampedusa, en ese campo de concentración cercado por alambres de púa de las fuerzas contrarrevolucionarias del imperialismo italiano. La indiferencia de las aristocracias y burocracias obreras y los partidos socialimperialistas frente a estos hechos es una puñalada por la espalda a nuestros hermanos de clase del Norte de África y Medio Oriente. Son la Quinta Columna que le ata las manos al proletariado europeo para que a la clase obrera en el Norte de África y Medio Oriente la aplaste y asalte los Khadafy, los Assad, y los sometan al frente popular como el CNT en Bengasi, el gobierno provisional de Túnez, o como en Egipto.
Por eso comenzamos por afirmar, desde esta visión internacional de Libia que tenemos, que la lucha contra el CNT y los gobiernos de frente popular tiene un punto de partida en la lucha abierta contra las direcciones traidoras, que a nivel internacional someten a la clase obrera a la burguesía, y a la imperialista en particular.
La crisis de dirección se ha agudizado. Un nuevo reagrupamiento de las filas revolucionarias del proletariado mundial debe ser un llamamiento firme que realice la FLTI.
Desde esta perspectiva, desde aquí, podemos abordar juntos con mayor precisión las condiciones para la victoria de los trabajadores y los explotados en Libia, en todo el Norte de África y Medio Oriente.
Este es el punto de partida, creemos, para toda política revolucionaria en Libia. Partir de un ángulo internacional y una visión que intenta ser más de conjunto de los procesos revolucionarios que planteamos en esta carta nos está permitiendo ajustar el programa marxista para Libia, Siria y los procesos revolucionarios de la región, y aproximarnos a una primera respuesta a vuestras inquietudes, que sabemos que deberán ser más concretas y precisas. Esto lo desarrollaremos en una próxima carta. Pero visto el carácter urgente con el que ustedes solicitan una respuesta nuestra, les enviamos esta primera carta. Tómenla como una intervención oral.
Insistimos, se la estamos haciendo llegar asimismo a todos los miembros del SCI, para que entre todos podamos elaborar en común, y llegar todos juntos a lo más avanzado del combate del proletariado mundial en Europa y el Norte de África y Medio Oriente.
Reiteramos, en el día de mañana estaremos precisando, desde un punto de vista más particular, las respuestas a sus preguntas, que creemos que estamos respondiendo en general, desde un intento de abordar la cuestión desde una visión internacional de los acontecimientos. Ustedes dirán si aunque sea nos aproximamos a este objetivo. Vuestra opinión, como siempre, es muy importante para nosotros.
Nuestro objetivo es que juntos levantemos un programa de 10 u 11 puntos, sobre la base de vuestras excelentes preguntas y formulaciones, que marquen las condiciones para la victoria de los explotados. En eso estaremos trabajando el día de mañana.

Un grupo de camaradas está traduciendo al inglés la investigación que tenemos hecha sobre el saqueo del petróleo en Libia, como del conjunto de Medio Oriente, donde se realizan convenios entre los estados y las petroleras imperialistas. Por vía de estos convenios, como en Libia, corresponde a la empresa petrolera estatal hacerse cargo de la inversión y los costos fijos, mientras que las empresas imperialistas se llevan la mayoría de la renta petrolera y exportan desde Libia el petróleo a Francia, Italia e Inglaterra. En otra carta plantearemos y demostraremos que este acuerdo de saqueo imperialista funciona como en Bolivia en los años ’50 hasta hoy, donde la empresa estatal, insistimos, paga los costos fijos y la inversión, y las empresas imperialistas se llevan un porcentaje de la renta petrolera (ya sea un 40%, 50% ó 60%) sin poner un peso para el costo fijo, y refinando el petróleo en sus refinerías de los países centrales.
La forma en la cual está imbricada la burguesía de Libia, de Siria, de Yemen, Argelia etc. con el imperialismo no es más que una pantalla que refracta esta relación de súbdito y cipayo con el amo imperialista que tiene la burguesía nativa.
Todo esto, con los datos precisos, lo iremos traduciendo al inglés y enviándoselo, que es parte de vuestras preguntas. Les adelantamos que la compañía de petróleo libio se llama “Compañía Nacional de Petróleo” (NOC). El acuerdo que hacen con las potencias imperialistas se llama PSA (Production Sharing Agreement). En sus orígenes, cuando Khadafy “se enfrentaba” a Reagan y posaba de antiimperialista, el 80% de la renta petrolera quedaba en Libia y el 20% se lo llevaban las potencias imperialistas. Con los años, el “antiimperialismo” de Khadafy terminó con una proporción de la renta petrolera exactamente al revés, 20% para Libia y 80% para las potencias imperialistas que la saquean.
En Libia hubo dos acuerdos. Uno fue en el 2003, donde la NOC firmó acuerdo con la Woodside Energy (australiana-inglesa), Repsol (española) y Hellen Petroleum (griega), donde la primera empresa tiene el 45%, la segunda el 35% y la tercera el 20%.
En última instancia, la demanda inmediata no puede ser otra que: “¡Abajo los convenios de reparto de la compañía nacional de petróleo de Liba con las potencias imperialistas!” Como en Bolivia, hay que levantar: ¡100% de la renta petrolera para Libia! ¡Fuera las empresas imperialistas! ¡Expropiación de todos sus bienes, por el saqueo al que han sometido al país, como también de los bines de Khadafy y de toda la burguesía libia, que se enriquecieron entregando las riquezas de la nación libia!
¡Por una compañía nacional de petróleo de Libia estatal bajo control obrero!
Por supuesto que esta política es inseparable de la lucha por un banco estatal único, por la expropiación sin pago de toda la banca imperialista, bajo control de los trabajadores, para volcar el excedente de la renta petrolera para trabajo digno, salud y educación de alta calidad y eficiencia para todos los trabajadores y el pueblo explotado de Libia, como así también en toda la región del Norte de África y Medio Oriente.
Por supuesto que a este programa lo corona el combate por los Estados Unidos Socialistas del Norte de África y por una Federación de Repúblicas Soviéticas Obreras y Campesinas de Medio Oriente, programa por otra parte cada vez más actual para la agitación.

Pero insistimos, trataremos en una próxima carta de articular con precisión el conjunto del programa que está expresado en esta carta.

Un fuerte abrazo
Secretariado de Coordinación Internacional

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