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La enfermedad de Fidel Castro, la asunción de Raúl Castro, y las redobladas amenazas de Bush y la burguesía gusana de Miami
¿Cómo se defienden las conquistas de la revolución cubana?
El 1° de agosto, el vocero de Fidel Castro anunciaba que éste sería operado por una enfermedad intestinal, y que en su lugar, asumía la presidencia interina de Cuba su hermano, el vicepresidente y ministro de Defensa Raúl Castro.
La grave enfermedad de Fidel –que acaba de cumplir 80 años-, volvieron a poner en el centro de la escena el futuro de Cuba –el primer estado obrero de América Latina, donde los obreros y campesinos, con su revolución triunfante en 1959, impusieron la expropiación de la burguesía.
Bush y Condoleezza Rice salieron a hablar de una “transición” en Cuba, mientras la burguesía gusana de Miami llenaba las calles con festejos, soñando con volver a la isla a recuperar sus propiedades. Por su parte, los voceros de las potencias imperialistas europeas –que tienen jugosos negocios en la isla- salieron a decir que esperan una pronta recuperación de Fidel.
Sin duda, las burguesías imperialistas y sus distintas fracciones discuten cuál es el mejor camino para consumar la restauración capitalista en Cuba, que después de más de 15 años de aplicación de medidas restauracionistas de la burocracia castrista, ha sido transformada en un estado obrero en aguda descomposición, en el que el monopolio del comercio exterior ha sido quebrado, y están terriblemente carcomidas la propiedad nacionalizada y la planificación –aún burocrática- de la economía.
Pese a ello, aún está viva en la conciencia antiimperialista de los obreros y los campesinos cubanos, esa enorme conquista de la revolución que fue la expropiación a la burguesía, producto de una revolución obrera y campesina triunfante que con una huelga general insurreccional, derrocó al dictador Batista y lo hizo huir como una rata, y abrió el camino a la conquista del primer estado obrero de América Latina.
Pero la cada vez más profunda desigualdad social provocada por la política restauracionista, no sólo crea base social para la restauración capitalista en una minoría de burócratas, aristocracia obrera y clases medias ricas, sino que, ahondando a cada paso las penurias de la amplia mayoría los obreros y los campesinos, amenaza con terminar con esa conciencia antiimperialista de las masas. Porque cuanto más se profundicen sus penurias, más y más las masas identificarán el “socialismo” del que les habla Fidel Castro, con los salarios de miseria, cartillas de racionamiento y la existencia llena de privaciones que llevan.
Es que el socialismo sólo puede partir del grado más alto de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas bajo el capitalismo, que se concentra en los países imperialistas. La clase obrera de un país atrasado como Cuba puede llegar antes a la dictadura del proletariado que la de un país imperialista, pero no al socialismo, que sólo puede hacerse realidad con el triunfo de la revolución socialista en al menos una serie de países imperialistas. Por esta razón, toda dictadura del proletariado que quede aislada, que no se extienda y avance hacia la revolución mundial, tarde o temprano se burocratiza y termina perdiéndose.
Por eso, la seudoteoría stalinista del “socialismo en un solo país” no es más que una utopía reaccionaria, como lo confirmara el derrumbe de los estados obreros degenerados y deformados de la URSS, China y el Este de Europa dirigidos por la burocracia stalinista, y como lo muestra la extrema descomposición a la que ha sido llevado el estado obrero cubano.
Si era una utopía reaccionaria afirmar que sin el avance decisivo de la revolución mundial –estrangulada a cada paso por la burocracia stalinista- pudiera sostenerse un país-continente como era la URSS, con 150 millones de obreros y campesinos y enormes recursos naturales; si era una utopía que pudiera sostenerse la China de la expropiación a la burguesía en 1949, y todo terminó en una derrota histórica de la clase obrera de esas naciones y del mundo, es una utopía triplemente reaccionaria afirmar, como lo hace la burocracia castrista, que se puede hacer el “socialismo en una sola isla” mientras es entregada a cada paso la revolución latinoamericana y norteamericana.
Porque el aislamiento de la dictadura del proletariado en un solo país, lo único que puede repartir es miseria; de la escasez surge la burocracia (como correa de transmisión de la burguesía al interior del estado obrero), y más temprano que tarde, por su relación con el mercado mundial y con la economía dominada por el imperialismo, ésta se transforma en burguesía, imponiendo la restauración capitalista.
El Partido bolchevique siempre vio a la revolución de Octubre triunfante en Rusia como un eslabón de la revolución europea y mundial, y por ello, puso en pie la III Internacional revolucionaria. Por el contrario, fue el stalinismo –el destructor del bolchevismo-, que usurpó la revolución de octubre, el que desarrolló la política del “socialismo en un solo país”, sosteniendo, con su política contrarrevolucionaria en la Unión Soviética y en el mundo, el dominio imperialista mundial.
Esta es la posición de la IV Internacional de sus fundadores en el Congreso de 1938. Toda posición sobre la cuestión cubana hoy que no parta de ello, es una ruptura abierta y definitiva con el programa del trotskismo, y una capitulación a la burocracia castrista.
No cabe duda entonces de que las conquistas de la revolución cubana están hoy en peligro. La restauración capitalista triunfante en Cuba sería una derrota histórica no sólo para la clase obrera y los campesinos cubanos, sino para el proletariado y los explotados de toda América Latina. Defender las conquistas de la revolución que aún se mantienen, e impedir que el estado obrero cubano, hoy en profunda descomposición, termine por ser destruido, es una tarea antiimperialista y revolucionaria de primer orden para la clase obrera de todo el continente. Porque quien no defiende las conquistas logradas, no puede avanzar en conseguir otras.
La IV Internacional ya en 1937, planteaba que “Identificar la Revolución de Octubre y los pueblos de la URSS con la casta dirigente, es traicionar los intereses de los trabajadores y ayudar a la reacción” (“La revolución traicionada”, León Trotsky). De la misma manera hoy, atar la suerte de la revolución cubana y sus obreros y campesinos, a la suerte de la burocracia castrista, es una traición a los intereses del proletariado. Por el contrario, las conquistas de la revolución cubana se defienden hoy luchando contra los privilegios de la burocracia castrista, con la imposición de un gobierno de los consejos de obreros y campesinos, es decir, de un régimen revolucionario de dictadura del proletariado, para transformar a Cuba en un eslabón de la revolución latinoamericana y mundial.
El imperialismo, su bloqueo y el gusanaje de Miami amenazan la isla. Por el contrario, una Cuba con un gobierno obrero y campesino revolucionario impuesto por las masas sobre la base del derrocamiento de la burocracia restauracionista, sembraría el pánico en la burguesía imperialista yanqui, y sería un motor poderoso de una lucha revolucionaria del proletariado norteamericano que hoy ha entrado al combate.
Dos planes imperialistas para consumar la restauración capitalista en Cuba
Ha quedado claro, una vez más, que hay dos planes distintos, impulsados por distintas fracciones de las burguesías imperialistas, para consumar la restauración capitalista en Cuba.
La caída de los estados obreros del este de Europa y de la URSS –los únicos con los que Cuba negociaba- sumió en una crisis profunda al estado obrero cubano, hundiendo a grado extremo sus fuerzas productivas de por sí ya constreñidas en el estrechísimo marco del utópico y reaccionario “socialismo en una sola isla” impulsado por la burocracia castrista. Bajo esas condiciones, desde principios de los ’90, el bloqueo yanqui jugó el rol fundamental de agudizar las penurias y la escasez en la isla, de empujar más y más a la burocracia a abrir el camino al capital extranjero para hacer negocios con los monopolios imperialistas europeos, y de azuzar una creciente desigualdad social, dando origen a nuevos ricos y una clase media ávida.
Los monopolios imperialistas españoles, franceses, italianos, canadienses, suizos, que vienen realizando jugosas inversiones en Cuba desde principios de los ’90, son los que se han beneficiado con la apertura de la economía al capital extranjero, quedándose -ya sea mediante empresas de capital extranjero, o asociándose en “joint ventures” con la burocracia cubana, creando las llamadas “empresas mixtas”-, con los jugosos negocios del turismo, el níquel, el petróleo, entre otros.
También toda una fracción de la burguesía norteamericana –la agrupada en la Cámara de Comercio- impulsa esta política, y pide que el fin del bloqueo para poder participar de los negocios, que hoy sólo están en manos de sus competidores imperialistas europeos.
Este es, entonces, el plan de toda un ala de la burguesía imperialista mundial: consumar la restauración capitalista en la isla a través de la introducción de la mercancía en su forma dinero, bajo la modalidad de “joint ventures”, al estilo de lo que hiciera la ex burocracia stalinista en China, y de inundar la isla de mercancías baratas para proveer a las nuevas clases medias con alto nivel de ingresos y a la casta burocrática que se prepara para reciclarse en nueva burguesía.
Pero claramente no es ese el plan de la camarilla burguesa que hoy está, con Bush, Rice, los monopolios petroleros y fabricantes de armas, administrando los intereses del conjunto de la burguesía yanqui. Por el contrario, su plan es el de contrarrevolución directa: es decir, de terminar de consumar la restauración capitalista en Cuba mediante el regreso de la burguesía gusana y de los monopolios yanquis a la isla. Este es su objetivo estratégico. Mientras tanto, y muy inteligentemente, permiten que sean los monopolios europeos los que inviertan, reconstruyan la infraestructura de la isla y la modernicen, etc. Porque atrás vendrán los yanquis, junto con la burguesía gusana de Miami y haciendo valer sus títulos de propiedad previos a la expropiación a manos de la revolución, desconocerán todas las propiedades otorgadas por la burocracia castrista a esos monopolios, y se quedarán con todo.
Es que el objetivo de esta fracción de la burguesía yanqui no es únicamente obtener ganancias haciendo buenos negocios en Cuba, sino recuperar toda su propiedad expropiada, y que Cuba vuelva a ser el “prostíbulo de América”, como antes de la revolución. Este plan significaría que la burguesía en una Cuba restaurada serían directamente el imperialismo yanqui y la burguesía gusana de Miami recuperando su propiedad.
La indomable resistencia de las masas iraquíes y la heroica guerra nacional de las masas palestinas y del sur del Líbano, que empantanaron primero a las tropas angloyanquis en Irak provocando una crisis en el gobierno de Bush, y ahora al ejército sionista genocida en el sur del Líbano, le ponen un límite, por el momento, al imperialismo yanqui para que pueda avanzar con esta política sobre Cuba. Pero ese es su objetivo estratégico.
Estos son los dos planes imperialistas que están en carrera para ver quién se queda con la propiedad en una Cuba restaurada: si el imperialismo yanqui y los gusanos de Miami, o los monopolios imperialistas europeos asociados a la burocracia castrista devenida en burguesía nacional.
Después del estrangulamiento de la revolución boliviana, el acuerdo comercial de Cuba con el Mercosur marca un nuevo salto en el avance hacia la restauración capitalista
Los stalinistas, los castristas y renegados del trotskismo –todos agrupados en el Foro Social Mundial- les dicen a la clase obrera y los explotados de toda América Latina que defender a Cuba es apoyar a Fidel Castro y a la burocracia castrista que son “antiimperialistas” y que la defienden.
Sin embargo, la revolución cubana no ha sobrevivido gracias a la política de la burocracia castrista, sino por el contrario, a pesar y en contra de ella, gracias a la lucha revolucionaria y antiimperialista que la clase obrera y los explotados del continente han protagonizado en las décadas del ’60, del ’70, en los ’80, y en los primeros años del siglo XXI con la revolución ecuatoriana, argentina, con la grandiosa revolución boliviana, con la gran lucha antiimperialista de las masas venezolanas.
Y si hoy las conquistas de la revolución cubana están en peligro, no es porque Fidel esté enfermo, sino justamente porque la burocracia castrista restauracionista, usurpando el prestigio de la revolución, ha sido uno de los pilares fundamentales de la política de colaboración de clases con la que les han atado las manos a las masas latinoamericanas, subordinándolas a sus propias burguesías, estrangulando así las revoluciones argentina y ecuatoriana, y llevando a una encrucijada decisiva a la grandiosa revolución boliviana. No hizo más que profundizar la política contrarrevolucionaria con la que contribuyó decisivamente a frenar la revolución latinoamericana durante cuatro décadas, a aislar a Cuba, y a preparar la destrucción de las conquistas de la revolución.
Así, la traición del castrismo a la revolución chilena de los cordones industriales de 1973, con Fidel pregonando la “vía pacífica al socialismo”, terminó abriendo el camino al golpe de Pinochet y la ITT, y a la seguidilla de golpes militares contrarrevolucionarios en América Latina, dejando a Cuba aislada. En los ’80, planteando que Nicaragua no debía ser una nueva Cuba, entregando en los pactos contrarrevolucionarios de Esquipulas y Contadora la revolución centroamericana, la burocracia castrista –como parte de la burocracia stalinista- preparaba su pasaje al campo de la restauración capitalista. Así, vimos en los ’90 –después de la caída de los estados obreros de la URSS, China y el Este de Europa-, la reforma constitucional y la ley de inversiones extranjeras impulsadas por la burocracia castrista, pilares del plan de restauración capitalista en la isla, que llevaron al estado obrero a la más profunda descomposición.
A partir de 2000, las revoluciones ecuatoriana y argentina, y sobre todo, la heroica revolución boliviana de 2003, prendieron todas las luces de alarma para la burocracia castrista: ésta sabía perfectamente que una revolución obrera y campesina triunfante en Bolivia sería como un choque eléctrico en toda América Latina, pero sobre todo, en Cuba, y que pondría en riesgo inmediatamente su propia supervivencia como casta privilegiada y su objetivo de devenir en burguesía. Por eso, la burocracia castrista jugó un rol clave, junto al resto de las direcciones contrarrevolucionarias agrupadas en el Foro Social Mundial, en el cerco a la revolución boliviana, y en el estrangulamiento de la misma, apoyando e impulsando la política de colaboración de clases que le diera sostén al gobierno de Mesa, y hoy al de Evo Morales.
La traición a la revolución boliviana, y la contención de la lucha de las masas en América Latina, prepararon las condiciones para un nuevo salto en el proceso de restauración capitalista en Cuba y en la transformación de la burocracia restauracionista, en burguesía.
Esta salto se vio con claridad en la firma del acuerdo comercial por parte de Cuba –en la persona de Fidel Castro- con el Mercosur, en la última “cumbre” de presidentes realizada en Córdoba (Argentina), a mediados de julio pasado, por el cual las burguesías argentina, venezolana, brasileña, uruguaya, y los monopolios imperialistas instalados en esos países, podrán exportar a Cuba gran cantidad de mercancías a precios subsidiados. Este acuerdo es parte del plan de consumar la restauración capitalista en la isla mediante los “joint ventures” y la introducción de mercancías baratas.
La burocracia castrista restauracionista y el propio Fidel Castro –que viajó personalmente a firmar el acuerdo- demostraron que ya actúan y se ubican como lo que quieren y se preparan para ser: una burguesía nativa más. Por eso, el “modelo” de Fidel Castro, es Chávez, al que en la “cumbre” de Córdoba le dijo que le dejaba la tarea de “velar por Cuba” cuando él muera. Su objetivo es que Cuba sea una nueva Venezuela, es decir, un país capitalista con una burguesía nacional conformada por la burocracia reciclada.
Este acuerdo de la burocracia castrista con el Mercosur –un tratado de libre comercio al servicio de los monopolios imperialistas y de las burguesías nativas de los países que lo componen- marca entonces un nuevo salto en el proceso de restauración capitalista en Cuba. Es como si –salvando las distancias de la analogía- Stalin y la burocracia rusa hubieran establecido un acuerdo comercial con la Francia y la Inglaterra imperialistas, en lugar de conformar el COMECON –el mercado común con los estados obreros deformados del Este de Europa. Eso habría significado claramente un pasaje abierto a la política de restauración capitalista, cuestión que hiciera finalmente la burocracia con Gorbachov en los ’80, y luego de 1989, con Yeltsin, consumándola directamente y reciclándose en burguesía.
La firma del acuerdo con el Mercosur es un hecho cualitativo, porque marcó que la burocracia se apresta a entrar –una vez estrangulada la revolución boliviana y contenida la lucha revolucionaria de las masas de América Latina-, en la recta final hacia la restauración capitalista y su reciclamiento en burguesía. Por eso, este acuerdo de la burocracia con el Mercosur envalentonó a Bush, Rice y al gusanaje de Miami: terminó de confirmarles que la disputa abierta por la recuperación de la propiedad privada capitalista de los medios de producción ya ha comenzado en la isla; y que la desigualdad social cada vez más profunda ya ha provocado y provocará cada vez más elementos de desmoralización en las masas obreras y campesinas, debilitando y carcomiendo su conciencia de defensa de las conquistas de la revolución. Precisamente a esto apuestan todas las fracciones del imperialismo en su carrera por consumar la restauración capitalista en Cuba.
El strip tease de la “economía mixta” con la que la burocracia castrista prepara su transformación en burguesía
La enfermedad de Fidel y la asunción temporaria de Raúl Castro le han hecho un verdadero “strip tease” a la burocracia castrista, desnudando cómo se está preparando para consumar la restauración capitalista y reciclarse a sí misma en burguesía. Ha dejado al desnudo que la institución fundamental a través de la cual la burocracia castrista está impulsando el plan de restauración capitalista, es el ejército, las llamadas “Fuerzas Armadas Revolucionarias”.
Así, es el ejército el que controla gran parte de las empresas mixtas (asociación en “joint ventures” con los monopolios extranjeros, creadas bajo el paraguas de la “Ley de Inversiones extranjeras”), desde granjas modelo que producen para la exportación, pasando por las telecomunicaciones, el turismo y el níquel. El ejército controla hoy 322 de las más grandes empresas, algunas de capital cubano, y otras mixto –entre ellas, Gaviota (turismo y transporte), Cubanacan (turismo), Almacenes Universal (zonas francas), Sasa (autopartes), Habanos (cigarros), Cimex (importación y exportación, distribución, estaciones de servicio, inmobiliarios)- que emplean al 20% de los asalariados, totalizan el 89% de las exportaciones, y producen el 59% de las ganancias en turismo. Es directamente el ejército el que controla esas empresas, a través del Grupo de Administración Empresarial Sociedad Anónima (GAE S.A.), del cual el director general es... Raúl Castro, y su director ejecutivo es su yerno. Esas empresas están dirigidas por una nueva generación de jóvenes oficiales, formados en las escuelas de administración de Europa.
Así se ha venido preparando la burocracia restauracionista para reciclarse en burguesía: siendo parte de los directorios de sociedades anónimas con cuentas bancarias en paraísos fiscales, con paquetes accionarios protegidos por el secreto comercial, como socios en las empresas mixtas con monopolios imperialistas como la Sherrit (que tiene el 50% de la empresa mixta Moa Nickel, y también de la gasífera Energas), como la francesa Pernod Ricard (que tiene el 50% de Corporación Cuba Ron S.A.); como la suiza Nestlé (con el 50% de la empresa alimenticia Los Portales), como la española Altadis (50% de Habanos S.A.), por poner tan sólo algunos ejemplos.
Es claro entonces que el derecho de propiedad está siendo restaurado en Cuba a pasos acelerados, y que la burocracia está deviniendo en nueva burguesía. Lo único que por el momento la burocracia no ha logrado imponer –y por lo cual la restauración capitalista no ha sido consumada aún- es el derecho de herencia (una cuestión clave puesto que, como brillantemente lo planteara León Trotsky en “La revolución traicionada”, la propiedad que no se puede legar a los hijos pierde la mitad de su valor), y el derecho a la propiedad privada y heredable de la tierra.
Es esta política restauracionista de la burocracia castrista la que ha llevado a una descomposición extrema al estado obrero, a grado tal que coexisten hoy temporariamente en Cuba dos economías que se excluyen históricamente: una economía capitalista que funciona ya plenamente bajo la ley del valor; y una economía de transición en crisis y descomposición aguda.
La coexistencia de estas dos economías tiene su expresión en el sistema de las dos monedas que la burocracia ha impuesto en Cuba. Así, existe por un lado el “chavito”, un peso convertible 1 a 1 con el dólar, que se usa para el turismo y para que los monopolios extranjeros puedan llevarse las ganancias de Cuba a valor dólar. Este “chavito” es un verdadero “seguro de cambio” para las inversiones imperialistas, pagado con el sudor y la expoliación de los obreros y campesinos, y expresa al sector de la economía abierto a la propiedad y a la inversión imperialista, la mayor productividad del trabajo allí lograda y el valor más alto de los bienes allí creados. Un 20% de la población –la casta burocrática restauracionista, junto a los sectores de aristocracia obrera y de nuevas clases medias enriquecidas, ligadas a las inversiones imperialistas- tiene acceso al “chavito”, y a las mercancías y servicios exclusivos que ello significa.
Por otro lado, está el devaluado peso cubano, que expresa la bajísima productividad del trabajo, la baja calidad de los productos y el bajo valor creado en el sector de la economía que sigue bajo propiedad nacionalizada, es decir, al estado obrero en descomposición aguda. En este peso devaluado cobran sus bajísimos salarios la amplia mayoría de los obreros y campesinos, ese 80% de la población que lleva una existencia de escasez y privaciones, y que sigue sujeta a las cartillas de racionamiento, mientras que sólo en 2005 el PBI de Cuba creció un 11,8%, es decir, más aún que el de la propia China.
Se demuestra así que en Cuba funcionan ya las leyes que rigen la economía capitalista, la ley del valor: porque cuanto más crece la economía, es decir, la riqueza creada, más y más se profundiza la miseria y el empobrecimiento de la amplia mayoría de obreros y campesinos, como sucede en cualquier país capitalista.
La introducción del capitalismo y la desigualdad salarial y social creciente, es lo que socava y amenaza con liquidar la conciencia de defensa de la revolución de las masas cubanas. Porque la conciencia siempre es la expresión de conquistas materiales, y si esas conquistas materiales logradas por las masas mediante la expropiación de la burguesía se destruyen, se destruye al mismo tiempo la conciencia que las defiende. Es la burocracia que la destruye las conquistas de la revolución.
Eso fue lo que sucedió en la URSS y en los estados obreros del este de Europa: durante los ’80 la burocracia devenida en restauracionista, impulsando medidas pro-capitalistas (como fuera la “perestroika” de Gorbachov) llevó a decenas de millones de obreros y campesinos a subsistir apenas en condiciones de miseria. Para poner tan sólo un ejemplo, llevó a que los mineros del carbón del Donbass (Ucrania) vivieran peor que los mineros bolivianos de 1940; que tuvieran que salir a pelear por... jabón y papel higiénico. ¿Por qué razón entonces millones de obreros y campesinos hambrientos saldrían en defensa de una “revolución” que los condena al hambre, a la miseria, a penurias inauditas? Provocar esta misma desmoralización y la destrucción de la conciencia antiimperialista de las masas cubanas, es el objetivo de todas las fracciones de la burguesía imperialista para poner consumar la restauración capitalista en Cuba.
Para derrotar el bloqueo y toda agresión imperialista, y defender las conquistas de la revolución:
¡romper toda subordinación a las burguesías del continente, extender la revolución latinoamericana y al interior de los Estados Unidos!
Es un deber de todo aquel que se diga antiimperialista y revolucionario defender a Cuba frente al bloqueo, a la redoblada amenaza imperialista y de la burguesía gusana de Miami. Pero, ¿cómo defender efectivamente las conquistas de la revolución cubana, que están debilitadas por la política internacional de colaboración de clases, y por la política interna restauracionista de la burocracia castrista?
La primera tarea para defender efectivamente las conquistas de la revolución, es llamar a los obreros y campesinos cubanos a romper con el Mercosur y con todos los acuerdos y tratados que entregan los recursos de la isla a los mismos monopolios imperialistas que hace décadas saquean a las naciones de América Latina; es llamarlos a romper con la burguesía en todo el continente, a derrotar la política contrarrevolucionaria de la burocracia castrista que usurpa el prestigio de la revolución cubana para sostener y apoyar a los regímenes y gobiernos cipayos, antiobreros y represores de los Kirchner, Lula, Bachelet, Morales, etc. Es llamarlos a romper con la ONU –que hoy se prepara para intervenir hoy en Medio Oriente para garantizar el aplastamiento del pueblo palestino, como ayer lo hiciera en los Balcanes-, derrotando la política de Fidel Castro y la burocracia cubana que llaman a las masas del mundo a confiar en esa cueva de bandidos imperialistas.
No se puede defender a Cuba si no se combate contra toda política de colaboración de clases, por que la clase obrera y los explotados del continente rompan la subordinación a sus propias burguesías que impone las direcciones traidoras agrupadas en el Foro Social Mundial. ¡No se puede defender a Cuba de la mano de ese Foro de los Chávez, los Lula, Evo Morales, las burguesías nativas del Mercosur, la burocracia castrista y las direcciones traidoras de todo pelaje, que son el partido de la restauración capitalista en Cuba!
Cuba se defiende si vuelve a ponerse de pie El Alto insurrecto como cuartel general de la revolución, y si triunfa la heroica revolución boliviana, hoy entrampada por la Constituyente alentada por el gobierno de colaboración de clases de Evo Morales, saludada y festejada por Fidel Castro. Se defiende si se pone en pie de nuevo revolución ecuatoriana, a la que Chávez, el amigo de Fidel, le clavó una puñalada por la espalda cuando le prestó petróleo a Palacio para quebrar la huelga de los obreros petroleros. Cuba se defiende con la clase obrera argentina rompiendo el pacto social de la burocracia con la patronal y con el gobierno de Kirchner -que tiene a los castristas en decenas de secretarías de estado, y al que Fidel llamó a apoyar-, y retomando el camino de la lucha revolucionaria de 2001. Se defiende Cuba si triunfa el México profundo obrero y campesino –los maestros de Oaxaca, los mineros y siderúrgicos de Michoacán, los explotados de Atenco, los campesinos pobres de Chiapas-, combate que hoy intenta ser expropiado por el burgués López Obrador, presentado como “progresista” por la burocracia castrista y el Foro Social Mundial. Se defiende con la clase obrera y los explotados de Centroamérica levantándose contra el CAFTA impuesto por las burguesías cipayas con la abierta colaboración de los ex comandantes del sandinismo y el FMLN hoy devenidos en yuppies de Wall Street y en funcionarios de los estados burgueses en Nicaragua y El Salvador.
Cuba se defiende con los obreros y explotados venezolanos garantizando que ni una gota más de petróleo se le venderá a los imperialistas yanquis, que con ese crudo alimentan la maquinaria de guerra que masacra en Irak, y que financian al estado sionista-fascista de Israel para que masacre al pueblo palestino y a las masas árabes del Líbano.
Porque, o se extiende la revolución a Centro y Sudamérica, o más temprano que tarde, el destino de Cuba será el mismo de las naciones oprimidas de Centroamérica y el Caribe: nuevas colonias esclavizadas, sometidas bajo el CAFTA, cuando no como protectorados yanquis directos, como es hoy el Haití desangrado.
Cuba se defiende llamando a los trabajadores norteamericanos, y en primer lugar a los inmigrantes latinos, no a apoyar a los carniceros imperialistas del Partido Demócrata –como hace el castrismo- sino a levantarse y a unir la lucha contra la guerra en Irak y en defensa del pueblo palestino y las masas árabes del Líbano, con la defensa de las conquistas de la revolución cubana contra toda amenaza y agresión imperialista, y con el combate de la clase obrera de Centroamérica contra los tratados de libre comercio que atan a sus naciones con dobles cadenas al imperialismo. El proletariado y los campesinos cubanos debe verse en el espejo de sus hermanos de clase del Caribe, México y Centroamérica: ¡ese será su destino si se impone la restauración capitalista!
El cerco que le han impuesto a Cuba, desde fuera, el imperialismo con su bloqueo; y desde adentro, la burocracia castrista con su política restauracionista, sólo puede romperse con los obreros y campesinos cubanos unificando sus filas y su combate con el de la clase obrera y los explotados de Centroamérica y de todo el continente. ¡Así se rompe el aislamiento de Cuba: centralizando un combate común en toda América Latina y con el proletariado norteamericano, contra el imperialismo y contra las burguesías cipayas que son sus sirvientes!
Para defender las conquistas de la revolución: derrotar la política restauracionista de la burocracia; terminar con todos los privilegios y la desigualdad social, y conquistar la democracia obrera
Defender a Cuba entonces significa romper la subordinación a la burguesía que la burocracia castrista restauracionista les impone a los obreros y campesinos cubanos. Por ello, significa terminar con la política restauracionista de la burocracia y con sus nefastas consecuencias, en primer lugar, terminar con la desigualdad social y salarial, terminar con todos los privilegios, rangos y medallas de la burocracia y la aristocracia obrera, y de las nuevas clases medias enriquecidas, y por el contrario, garantizar las mejores condiciones de vida para la clase obrera y los campesinos que defienden la revolución. ¡Basta de desigualdad salarial y social! ¡Basta de privilegios, rangos, medallas y condecoraciones! ¡Abajo los salarios diferenciales y los premios por producción en las empresas mixtas y los monopolios imperialistas! ¡A igual trabajo, igual salario en todos los sectores de la economía! ¡Basta de parásitos!: todos los burócratas deben ir a trabajar, cobrando el salario medio de un obrero y en pesos cubanos.
¡Abajo las “dos monedas”!: por una sola moneda que refleje la real productividad del trabajo del conjunto de la economía cubana. Es necesario impedir la sangría al exterior de las ganancias producidas por la explotación de los músculos y los nervios de los obreros cubanos, reimponiendo el monopolio del comercio exterior en todas las ramas de la economía. Es necesario reimponer la economía planificada, discutida y decidida democráticamente por los obreros y los campesinos.
Para aplastar a los gusanos, la primera condición es no permitir que crezcan nuevos “gusanos” en la isla. Para ello, hay que terminar con el secreto comercial que garantiza ocultar las ganancias de los monopolios imperialistas, sino también la propiedad y las ganancias que se está quedando la burocracia, que se esconden tras las acciones de las “sociedades anónimas”. Hay que imponer el control obrero en todas las ramas de la producción –empezando por el turismo, el níquel y el petróleo-, y en primer lugar, en las nuevas “sociedades anónimas” y empresas mixtas, en el camino de su renacionalización completa sin indemnización. Es indispensable también que haya libertad de organizar sindicatos, para que los obreros puedan defenderse de los nuevos patrones de las empresas privadas y mixtas, y también de los abusos de la burocracia en las empresas que siguen siendo 100% estatales.
Para defender a Cuba, es indispensable que los que están dispuestos a morir defendiendo la revolución -los obreros, los campesinos, los soldados-, puedan discutir, debatir y decidir democráticamente: hay que poner en pie consejos de obreros, campesinos y soldados, donde sólo tenga lugar la amplia mayoría que no tienen privilegios ni prebendas, que tomen en sus manos la resolución de sus problemas, que decidan democráticamente cómo enfrentar el bloqueo, qué sacrificios –e inclusive qué concesiones circunstanciales- están dispuestos a hacer. Que tomen en sus manos efectivamente la defensa militar de la isla ante toda agresión imperialista, garantizando el armamento de todo el pueblo, es decir, que cada obrero, cada campesino, cada estudiante tenga un fusil. ¡Ese es el camino para echar a los yanquis de Guantánamo!
No se puede defender efectivamente a Cuba, sin terminar con la situación actual donde los únicos que tienen “democracia” para hablar y hacer es la burocracia del ejército y del Partido Comunista; y la iglesia católica para llamar a “rezar por la salud de Fidel”, mientras que los obreros y campesinos que defienden la revolución no tienen derecho a organizarse y agruparse, a expresar sus ideas, etc. ¡Que sean ellos, en consejos de obreros, campesinos y soldados, los que decidan democráticamente qué partidos reconocen como legales, con el único requisito que demuestren defender las conquistas de la revolución!
El apoyo de la burocracia castrista a los regímenes y gobiernos cipayos de América Latina, a la ONU y a los imperialistas que se visten de “democráticos”, aísla a Cuba y, lejos de defenderla, prepara el camino de su hundimiento. Solamente clase obrera y explotados de América Latina, de Estados Unidos y del mundo, rompiendo toda subordinación a la burguesía, y avanzando en el camino de la revolución, pueden defender a Cuba. Porque una Cuba verdaderamente revolucionaria, en la que los obreros y campesinos, con una revolución política triunfante, se hayan desembarazado de la burocracia restauracionista, sólo podrá mantenerse como conquista como parte de los Estados Unidos Socialistas de Centroamérica y el Caribe, que serían, a la vez, una palanca decisiva para conquistar la unidad con el proletariado norteamericano, y para abrir el camino de la revolución obrera y socialista en los Estados Unidos.
Contra el Foro Social Mundial –el partido de la colaboración de clases y la restauración capitalista-, hay que volver a poner en pie el partido internacional de la revolución socialista
Por esa razón, no defiende las conquistas de la revolución cubana el que no lucha por volver a poner en pie –en el camino de refundar el partido mundial de la revolución socialista-, un partido proletario revolucionario capaz de unificar y soldar el combate de la clase obrera de toda América, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, declarando una lucha sin cuartel contra el imperialismo, contra las burguesías cipayas, contra toda política de colaboración de clases, y contra la política de restauración capitalista en Cuba.
De esto es enemiga declarada la burocracia castrista que, por el contrario, impulsa una política continental férreamente centralizada de subordinación de la clase obrera norteamericana al Partido Demócrata, y de los obreros y explotados de América Latina a sus propias burguesías cipayas. A esta política de colaboración de clases se han subordinado las corrientes de los renegados del trotskismo que, bajo el mando centralizado de la burocracia castrista y de la impostora Celia Hart Santamaría, están poniendo en pie en toda América Latina partidos únicos junto con stalinistas, castristas y burócratas sindicales –como son el PRS en Venezuela, el PODEMOS en Chile, el P-SOL en Brasil, el “Plenario de Autoconvocados” en Argentina, etc.-, que conforman el “ala izquierda” de esa internacional contrarrevolucionaria que es el Foro Social Mundial.
El peligro cada vez más inminente de que se consume en Cuba la restauración capitalista, pone al rojo vivo la necesidad de que los trotskistas internacionalistas completemos la obra de los fundadores de la IV Internacional en América, que está inconclusa: “... para los bolcheviques leninistas, no hay ninguna tarea más importante que la de establecer la conexión y más tarde la unificación entre las diferentes partes de la organización proletaria del continente, creando un organismo tan bien construido que cualquier vibración revolucionaria de él acaecida en Patagonia, repercuta inmediatamente como transmitida por un sistema nervioso perfecto, en las organizaciones proletarias revolucionarias de los Estados Unidos. Mientras tal cosa no se realice la tarea de los bolcheviques leninistas en el Continente Americano, no se habrá llevado a cabo” (“Los países del Caribe”, revista Clave Nº 4, 13 de noviembre de 1937). Sólo como subproducto de este combate, y como parte de este organismo revolucionario continental, podrá ponerse en pie en Cuba un partido obrero, revolucionario e internacionalista, el único que, con el programa de la IV Internacional y su lucha por la revolución política –que han pasado la prueba de la historia-, podrá conducir al triunfo a la clase obrera y los campesinos cubanos. En este combate ponemos todas nuestras fuerzas quienes conformamos la Fracción Leninista Trotskista.
En los años ’30, el trotskismo –continuador del bolchevismo-, fue la única corriente de la clase obrera mundial que ajustó la teoría y el programa para luchar por recuperar el estado obrero soviético, derrocando a la burocracia stalinista usurpadora de la revolución, para poner a ese estado obrero al servicio y como un eslabón de la revolución mundial.
En aquellos años, florecían en todo el mundo los grupos y corrientes de “amigos de la URSS”, es decir, de los agentes y sirvientes de la burocracia stalinista y de su política contrarrevolucionaria. Hoy, la socialdemocracia, el stalinismo reciclado, los renegados del trotskismo, agrupados todos en el Foro Social Mundial, son los grupos y corrientes “amigos de Cuba”, es decir, los sirvientes y defensores de la política de la burocracia castrista en el continente y en la propia Cuba.
Las tareas defensistas de las conquistas de la revolución cubana, y la lucha por la revolución política para derrotar ala burocracia restauracionista, son parte inseparable del programa para la revolución socialista en América Latina, en Estados Unidos y en el mundo. La cuestión cubana hoy –como lo fuera en los ’30 la cuestión rusa- separa aguas con claridad entre las fuerzas sanas del trotskismo que combaten por reagruparse a nivel internacional, y aquellos que, al igual que lo hiciera el pablismo en 1953, pero en una forma más desfachatada y desvergonzada aún, se pasan al bando de la burocracia stalinista, defendiendo sus intereses.
En 1953, a la salida de la Segunda guerra mundial, la excusa que ponía el pablismo era que la burocracia stalinista había salido prestigiada porque las masas soviéticas habían aplastado al nazismo y que la seguían en todo el mundo millones de obreros que afluían masivamente a los partidos comunistas. De esta manera, pusieron al trotskismo en Occidente a los pies del stalinismo, abriendo el camino a la liquidación de la IV Internacional.
Luego, cuando a partir de 1989 se imponía la contrarrevolución restauradora del capitalismo, los centristas y oportunistas que se habían postrado ante el stalinismo, lloriqueaban y trataban de esconder sus capitulaciones y su responsabilidad, culpando a Trotsky, a Lenin, al marxismo.
Hoy, con la excusa de que Cuba es agredida por el imperialismo, se arrodillan ante la burocracia castrista y abandonan toda lucha por imponer un gobierno de los consejos obreros y campesinos armados –es decir, una dictadura del proletariado revolucionaria- en Cuba.
Mientras combatía al stalinismo, el trotskismo en los ’30 organizaba a cientos de militantes trotskistas en Cuba. La lucha por volver a poner en pie un partido trotskista, revolucionario e internacionalista en Cuba, queda en manos de los que combatimos por una Conferencia Internacional de los trotskistas principistas y las organizaciones obreras revolucionarias. Porque los renegados del trotskismo ya tienen su partido en Cuba: el partido de la burocracia castrista y de su agente, esa impostora que es Celia Hart Santamaría. Son el menchevismo de la tercera hornada: se han pasado con armas y bagajes al bando del stalinismo.
17 de agosto de 2006