4 de Julio de 2018
Luego de las masacres y las ofensivas contrarrevolucionarias en el Magreb y Medio Oriente la burguesía imperialista alista a sus gobiernos y regímenes para profundizar su ataque a las masas y el saqueo del mundo semicolonial
EUROPA Y EEUU: ENTRE LA BANCARROTA ECONÓMICA, LA GUERRA COMERCIAL Y LA GUERRA DE CLASES
EN EUROPA YA ESTÁN DE PIE Y COMBATIENDO BATALLONES
CLAVES DE LA CLASE OBRERA MUNDIAL
La “Nueva Izquierda” tras los pasos del stalinismo y la socialdemocracia:
un rejunte de reformistas y ex trotskistas
POR CARLOS MUNZER Y JACOBO GARCÍA
Con el crac de 2008 y ahora bajo el mando de Trump, EEUU nuevamente entra al mundo como un volcán en erupción, tal como hizo luego de la crisis de los ‘30.
Los yanquis patean el tablero actual de la división mundial del trabajo pues ésta no les sirve para mantener su dominio del planeta
Desde 2008, luego del crac de Wall Street, el sistema capitalista mundial ha entrado en una profunda crisis que podríamos llamar “la” crisis, sólo comparable a la del ’30 que abriera luego el camino a la Segunda Guerra Mundial.
La crisis actual o se resuelve a favor de la clase obrera con un nuevo período de revoluciones victoriosas o lo vendrán será la guerra y el fascismo. El mercado mundial se ha achicado y ya no hay lugar para todos los piratas de las potencias imperialistas.
Basta ver la masacre en Siria, la ocupación y destrucción de esa nación por parte de las potencias imperialistas y sus esbirros como Al Assad, Putin y los ayatollahs iraníes, para comprender lo que le sucederá al proletariado si no derrota a los capitalistas, sus regímenes y gobiernos.
EEUU debe arrojarle toda su crisis al mundo y lo está haciendo. Ayer, en 2008, fue de la mano de Obama, con una política defensiva de tirarle la crisis al planeta con pactos y acuerdos luego del crac, como lo hizo en el Atlántico y el Pacífico. Los bancos europeos que tenían un 70% de sus activos en Wall Street quedaron quebrados. Para cubrir sus déficits, utilizaron los fondos de los estados imperialistas, los dejaron en bancarrota y le arrojaron a la clase obrera de esos países toda su crisis. Países imperialistas menores del sur de Europa como el Estado Español, Grecia Italia y Portugal quedaron en bancarrota y algunos de ellos cuasi-vasallos de la Europa de Maastricht, es decir, del eje franco-alemán.
Evidentemente, la política de pactos de Obama perseguía el objetivo de tirarle su crisis no sólo a la clase obrera y los países oprimidos del mundo sino también al resto de las potencias imperialistas, las de Europa en particular. Esta política la impulsó con una cobertura “pacifista” y “bonachona”. Mientras tanto, en EEUU Obama estatizaba las pérdidas de Wall Street para salvar a sus bancos quebrados (y luego devolvérselos saneados a esa súper-oligarquía de parásitos) y le arrojaba esta feroz crisis a los trabajadores con recesión, despidos, liquidación de todas las conquistas…
La Reserva Federal se dedicó a emitir dólares sin respaldo en bienes y a prestarlos a “tasa cero” para reactivar la economía. Miles de millones de dólares fueron a sostener a los bancos en crisis y a sus transnacionales. El déficit del estado norteamericano fue financiado con la absorción de capitales, sobre todo de China y de Japón. Esta política de Obama entonces, sirvió para amortiguar la crisis que golpeó a Wall Street y tirársela a todos sus competidores y de forma particular a la clase obrera norteamericana.
Obama se abrazó con Castro para quedarse con Cuba y le “extendió la mano al mundo musulmán”, como dijo cuando asumió la presidencia, levantándole el embargo a Irán para luego enviar a los ayatollahs a masacrar la revolución siria. Mientras tanto, los yanquis se tenían que retirar de Irak pero desde la ONU y tras bambalinas en las conferencias de Ginebra, EEUU continuó monitoreando el avance de la contrarrevolución y las masacres a las revoluciones de Medio Oriente.
Hoy, una vez realizado el “trabajo sucio” de Obama, viene Trump con una política agresiva y ofensiva, pateando el tablero de la división del trabajo a nivel mundial, rompiendo los pactos y acuerdos que no le sirven a EEUU y con su guerra comercial busca imponer aperturas arancelarias aduaneras en todo el mundo. Esto lo hace en beneficio de sus transnacionales y su capital financiero, mientras cierra su mercado interno, como hizo con la suba de aranceles para el acero y el aluminio y con productos chinos por un valor de 50.000 millones de dólares, para así achicar el déficit comercial de más de 300.000 millones de dólares que tiene EEUU con China. Esta vez, una guerra comercial, que venía larvada y amortiguada, se ha desatado abruptamente.
EEUU ha largado una política agresiva contra el Maastricht imperialista, puesto que el eje franco-alemán se ha fortalecido, conquistando su espacio vital en Europa. Desde allí avanzan en disputar las zonas de influencia yanquis en el mundo semicolonial y en el mismo mercado norteamericano. Así, la “gran Alemania”, uno de los exportadores más importantes del mundo en máquina-herramientas y alta tecnología, se ha fortalecido en la economía mundial. Es que el imperialismo alemán, que saliera derrotado de la Segunda Guerra Mundial, luego de la restauración capitalista en la ex URSS y demás estados obreros, ha devenido nuevamente en la “gran Alemania”, la avanzada en el saqueo de Rusia y el este europeo.
El actual dominio norteamericano es resultado del reparto del planeta a los tiros en la Segunda Guerra Mundial. Trump no es un “loco aventurero”, como lo llama la izquierda reformista. Trump es el gobierno de los monopolios yanquis que necesitan recuperar su propio mercado interno y avanzar sobre el mercado mundial que se ha achicado luego del crac de 2008. En ese entonces se evaporaron 90 billones de dólares de los balances de los súper-bancos de la oligarquía financiera mundial, lo que demuestra que los capitalistas se habían comido los beneficios que el trabajo humano no había producido. De eso vive el sistema capitalista en su época de putrefacción y agonía: de comerse los beneficios a futuro que el trabajo humano aún no ha producido. Hoy existen 262 billones de dólares en valores derivativos en los activos de los bancos, es decir, papeles… seguros, compra de valores de commodities y petróleo a futuro, creación de cuasi-monedas virtuales, nuevas burbujas, recreación de deudas externas en el mundo semicolonial a tasas usurarias, etc. Estamos ante una enorme masa de capital ficticio mientras el proceso productivo de la economía mundo no hace más que achicarse.
Con Trump, los yanquis salen a defender sus negocios en el mercado mundial, bajo las condiciones de crisis actual. Su grito de guerra es “EEUU primero”, sin bloques ni pactos. Así el imperialismo norteamericano sale a defender su supremacía en el mundo, a recuperar su mercado interno y a obligar a las demás potencias imperialistas y al mundo entero a levantar sus barreras aduaneras. La guerra comercial que impulsa Trump es porque sus competidores en el mercado mundial han avanzado más de la cuenta.
La guerra comercial entre las pandillas imperialistas también persigue el objetivo de avanzar sobre los nichos del mercado mundial que quedan como negocio para las transnacionales y el capital financiero. Se trata de semicolonizar Rusia y China. Esto es vital. Lo que ayer Obama buscaba hacer con pactos y acuerdos, cuestión que fracasó, hoy lo hace Trump a las patadas. Es que ese es el objetivo de su guerra comercial actual: retomar el control firme y pleno del Atlántico y del Pacífico, es decir, por Rusia y China, a sabiendas de que para ello tiene que arrodillar al eje franco-alemán e inclusive deslindarse de Inglaterra y de todo lastre para ir solo al mundo.
En esas naciones, como en el caso de Rusia, hay enormes riquezas de gas, petróleo, minerales y un enorme aparato industrial-militar heredado de la ex URSS y empresas estatales que garantizan enormes rentas que el imperialismo busca terminar de apropiarse. Gazpron y Rosneft, las empresas de gas y de petróleo de Rusia, son disputadas a dentelladas por EEUU, Alemania y hasta Inglaterra, que junto al Bundesbank tienen el 49% de las acciones de Gazpron.
Trump le quiere imponer a Alemania que le compre gas envasado a EEUU, mientras Merkel acuerda con Putin un nuevo gasoducto que va directo de Rusia a Berlín, con lo que Alemania se transformaría en la distribuidora de gas a toda la Europa imperialista.
Ya no es un ningún secreto que Trump pelea por las empresas estatales de acero de China que dan ganancia. EEUU busca rendir a China para así controlar la producción de acero a nivel mundial. Trump y su pandilla también quieren quedarse con la empresa estatal de electricidad de China que le otorga luz a 1.200 millones de habitantes, incluidas miles de empresas y con la mayoría accionaria de todos sus bancos.
Trump tiene una política agresiva especial sobre China a la que está obligando a reducir el déficit comercial que EEUU tiene con ella. El imperialismo yanqui intenta que China no solo sea la gran tenedora de los bonos del tesoro norteamericano, cubriendo su déficit, sino que también sea importadora. Los yanquis así buscan aprovechar el mercado de 400 millones de consumidores chinos. Sobre el mismo EEUU avanzó enormemente con la tenencia de una enorme cantidad de acciones de los bancos chinos y con sus transnacionales subsidiadas. Ya en ese mercado interno chino, los piratas de Wall Street están colocando la sobreproducción de sus mercancías a nivel mundial, como lo hacen las automotrices, las empresas de computación y un larguísimo etcétera, aunque lo debe compartir con las transnacionales y el capital financiero de Inglaterra, el Maastricht imperialista y Japón.
EEUU hizo saltar por los aires el acuerdo de China con la Unión Europea, incluida Inglaterra, de la nueva “ruta de la seda”, que consistía en crear una ruta de puertos secos y transportes de Pekín a Berlín, con una inversión millonaria. Para ello Trump “denunció” que China le copia tecnología a EEUU e inmediatamente Alemania e Inglaterra congelaron el proyecto.
La puja por Rusia y China es abierta. De allí la política agresiva que tuvo EEUU de pisar la Ucrania lindante con Rusia, colocando tropas de la OTAN en sus fronteras en el año 2014.
La oligarquía financiera mundial luego del crac utilizó el dinero fresco a “tasa cero” de interés que otorgaba la Reserva Federal de EEUU, para organizar enormes negocios financieros y usureros en el mundo semicolonial, recreando nuevas deudas externas y fabulosas ganancias para los bancos. Hoy cuando EEUU sube su tasa de interés y los fondos de inversión vuelven a la seguridad de Wall Street, en las colonias y semicolonias quedan enormes deudas y una vuelta de tuerca en el saqueo de sus riquezas. La crisis de Argentina y de los BRICS como Brasil, Sudáfrica y la misma India, no son más que consecuencia de esta piratería de la oligarquía financiera de Wall Street.
Con Trump, EEUU ha entrado como un volcán en erupción al mundo. Luego del desplome de las potencias imperialistas menores del sur de Europa, ya no hay lugar en las distintas ramas de producción ni en el mercado mundial para las 5 “súper-potencias” imperialistas que son EEUU, Inglaterra, Francia, Alemania y Japón.
La ofensiva de Trump sobre Corea del Norte para “domesticar” al “joven rebelde” de Kim Jong-un y someterlo directamente es parte de la avanzada yanqui por el control del Pacífico. El control de la Península de Corea es clave en el futuro para cercar a China y una nueva fuente de enormes negocios. Es EEUU el que busca quedarse con toda Corea, tanto del Sur –donde ya estácomo del Norte.
Pero la ofensiva de Trump sobre Corea del Norte y su negociación con Kim Jong-un no es un síntoma de “debilidad” del imperialismo. Parece mentira que todavía sectores de la izquierda mundial vean a los yanquis como un “tigre de papel”, como durante años sostuvo la LIT-CI, mientras “Mr. Reagan” - junto a su socia, la Thatcher-, se quedaba con la ex URSS y China, organizando la restauración capitalista en el ‘89, comprando por monedas a la nueva burguesía de esos países.
Kim Jong-un se está aproximando cada vez más a transformarse en un agente directo de Trump y los yanquis, mientras mantiene aplastados bajo la bota de la contrarrevolución, a 40 millones de obreros y campesinos oprimidos, súper-explotados y esclavizados. Eso es lo que ve el imperialismo en las reuniones con Kim. Los analistas burgueses discuten quién ganó y quién perdió en esas cumbres, cuando los capitalistas y los grandes monopolios se frotan las manos con los 40 millones de explotados que tienen a disposición para sacarles hasta la última gota de sangre.
Corea del Norte es un gran reservorio de mano de obra esclava bajo un régimen fascista. Un “paraíso” para las maquiladoras, que ya están produciendo en ese país. Y la dinastía de los Kim ya está cobrando comisiones de las transnacionales por los obreros esclavos que tiene en la frontera con Corea del Sur. Articular una división del trabajo en la península coreana es importantísimo para las transnacionales imperialistas para desembarcar con nuevos bríos en China y todo el Pacífico.
Asimismo, Kim Jong-un es la garantía de que los obreros de Corea del Norte, por sus crisis de hambruna recurrentes, no se rebelen ni se unan con sus hermanos de clase de Corea del Sur o con los obreros esclavos de China.
Como toda burguesía nativa, los Kim quieren negociar con el imperialismo su ubicación como socios menores y utilizan su cuasi-armamento nuclear -que a decir verdad no asusta a nadie- para hacerlo. El imperialismo sabe que esta gente no hace bombas nucleares para atacarlos a ellos, como sirvientes que son, sino para negociar sus tajadas de las rentas nacionales. En última instancia, lo que teme el imperialismo es que las masas en sus procesos revolucionarios se apoderen de ese armamento y poderío nuclear, se unifiquen con los obreros de Corea del Sur e incendien con la llama de la revolución socialista toda la península, tal como sucediera en los años ’50 a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Como vemos, Trump patea el tablero no sólo de la economía, sino de la política mundial. Utiliza tal o cual institución de dominio como la ONU, la OEA, etc. sólo si le sirven.
Por ello volvió a embargar a Irán que mantenía fabulosos negocios de reconstrucción de su parque industrial con Alemania y Francia, despejó la Península de Corea para poner a Corea del Norte bajo sus pies, terminó de pisar Ucrania y les dio un ultimátum a China, Alemania, Francia e Inglaterra para que se rindan económicamente.
Para el imperialismo yanqui su mercado interno es el mundo y este incluye a EEUU, el cual Trump también quiere recuperar. Un EEUU donde ingresan mercancías baratas no sólo desde China sino también desde Canadá y México vía el NAFTA, donde empresas imperialistas alemanas, inglesas, francesas, etc. están instaladas y colocan productos sin impuestos al mercado interno yanqui. Por eso Trump también pateó el NAFTA.
EEUU intenta resolver la brutal crisis que lo conmovió con el crac de 2008 para esta vez tirársela abiertamente a todo el mundo, en una guerra comercial que recién está comenzando, con la que intenta hacer rendir a sus enemigos. Pero estos se han fortalecido, para nada están como a la salida de la Segunda Guerra Mundial. El eje franco-alemán le presenta batalla. Poderosas burguesías nativas de países dependientes de la economía mundial imperialista, como Rusia y China, no serán fáciles de domesticar y someter. Pero el imperialismo avanza sobre ellos con sus finanzas, sus mercancías y con su presión militar.
La falacia sobre la “globalización armónica” de los monopolios y las transnacionales en el mercado mundial bajo la égida imperialista.
La actualidad de la teoría leninista sobre el imperialismo, como “fase de agonía mortal del capitalismo”
Las cacatúas de la burguesía que hablan una “globalización armónica de los monopolios y las transnacionales”, proclaman que EEUU se perjudica a sí mismo con su guerra comercial. Para nada esto es así. La verdad es que los monopolios y las transnacionales tienen bandera, como afirmaba Lenin. Son los estados imperialistas los que defienden los negocios de SU capital financiero y SUS transnacionales en las distintas zonas de influencia y ramas de producción que esos estados imperialistas controlan. Sin esos estados, desde donde se exporta el capital financiero, no hubiera surgido el imperialismo, éste no se hubiera mantenido en el planeta ni las distintas potencias hubieran podido disputarse las distintas zonas de influencia para luego controlarlas.
El mundo ya ha sido repartido y esto se hizo con la guerra. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial defienden sus zonas de influencia en la economía mundial con cañoneras y bases militares. Es que quien controla las zonas de influencia, controla las fuentes de materias primas, minerales, petróleo, caucho, commodities y las rutas del comercio, cuestiones claves para el proceso productivo. Es más, también controla la súper-plusvalía que se le arranca a la clase obrera del mundo colonial y semicolonial. De eso se trata el poderío de EEUU, que conquistó la mayoría de las zonas de influencia al salir vencedor de la Segunda Guerra Mundial y no las entrega ni las entregará pacíficamente.
La restauración capitalista impuesta en el ’89 y el crac en EEUU en 2008 potenció como “súper-potencia” económica a la “gran Alemania”, como dijimos, luego de reunificarse, avanzó hacia el este y consolidó su poderío hacia el occidente imperialista. Esta “gran Alemania”, bajo la bota de la OTAN, por ahora tiene prohibido armarse. Es más, EEUU quiere imponer que todas las potencias de Maastricht paguen los gastos de la OTAN. Éstas se han negado y han creado las bases jurídicas para avanzar a formar un ejército europeo. Pero por ahora, eso es muy poco para enfrentar al poderío norteamericano.
El pacto de Alemania con Francia consolidó a Maastricht y llegó inclusive a dejar incómoda a la poderosa Inglaterra en los negocios en Europa. En última instancia el “Brexit” inglés es expresión de que Inglaterra no podía aspirar a competir abiertamente con el eje franco-alemán. El repliegue inglés es el espejo del poderío del imperialismo alemán, aliado a Francia. La “gran Alemania” exporta por casi 1,28 billones de dólares, siendo la segunda economía exportadora del mundo con 82 millones de habitantes, mientras China con 1.380 millones de habitantes exporta por 2,26 billones de dólares. Esta cifra da con claridad la alta productividad del trabajo que tiene Alemania sobre todo en ramas de producción de máquina-herramienta y de alta tecnología. Nuevamente en el siglo XXI, Alemania, esta vez aliada por ahora con Francia, y EEUU son dos locomotoras que se chocan en la economía mundial. Es que el espacio vital de Alemania, insistimos, es Europa y lo ha tomado con mucha fuerza a partir del ’89. EEUU es el financista de Europa, su usurero, pero Alemania controla el comercio, la circulación de mercancías y las riquezas del petróleo y el gas ruso.
Hablar de “globalización” sin plantear la brutal disputa de las potencias imperialistas por la economía mundo, los enormes choques entre EEUU y Alemania y el hundimiento de algunas potencias menores como vemos en el sur de Europa, es ver un desarrollo armonioso del imperialismo en su control del planeta. Es tratar a estos parásitos no como piratas, sino como verdaderos caballeros.
Plantear esto es una mentira vil y pacifista. EEUU necesita un gobierno como el de Trump en su competencia contra las potencias imperialistas en ascenso como Alemania, Francia y el Maastricht imperialista. La Banca Morgan, el Citibank, la General Motors, Amazon, Hewlett Packard, la Cargill, todo el capital financiero de EEUU necesita al estado norteamericano que domina al mundo para hacer sus negocios. Necesita de la Reserva Federal yanqui que le puso 600.000 millones de dólares para cubrir la quiebra y los déficits de la banca de Wall Street, tal como necesitan los monopolios de Alemania y Francia de sus estados y por ahora del Maastricht imperialista.
La crisis agudiza los choques ínterimperialistas por el mercado mundial. Si Alemania o Francia le quitaran a EEUU sus zonas de influencia, donde se extraen súper-rentas financieras, commodities, minerales de todo tipo, materias primas, es decir, superganancias, le quitarían al imperialismo yanqui su supremacía en el mercado mundial. Ahí sí habrá comenzado la decadencia de EEUU. Significaría que conquistando y semicolonizando Rusia y China, Alemania y Francia arrinconarían a EEUU en la economía mundo. Esto no se hará pacíficamente, sino con guerras. Ningún imperialismo en decadencia ni ninguno que intenta tomar el control de la economía mundo lo hará por las buenas.
Pero el mundo ya ha sido repartido con la guerra. Lo que está haciendo EEUU es defender lo que conquistó a los balazos en el siglo pasado, que hoy Alemania y Francia, y hasta el mismo Japón, lo están poniendo en cuestión. Los ex estados obreros entraron al mercado mundial heredando enormes fuerzas productivas que la economía capitalista ya ha comenzado a succionar pero tiene que terminar de hacerlo, como ya vimos.
Que se haya achicado el mercado mundial significa que se han evaporado enormes masas de capitales por el parasitismo imperialista y esto es lo que agudiza a grado extremo la guerra comercial que está en ciernes.
La teoría leninista sobre el imperialismo no hace más que confirmarse en el siglo XXI. Los monopolios tienen bandera. Es a través de ellas que pueden hacer sus negocios. En el “patio trasero” yanqui, América Latina, todas las transnacionales invierten y hacen negocios, pero el que manda es EEUU. El África subsahariana y el Magreb son zonas de influencia de Alemania, Francia, Italia, Inglaterra... Todos ellos, junto a Japón, penetran en las zonas de influencia yanqui como imperialismos menores. Pero allí también la competencia de éstos es agresiva contra EEUU.
Medio Oriente, aunque EEUU hoy no pueda desatar una ofensiva militar directa luego de la derrota de Irak, es zona de influencia de las “7 hermanas” petroleras, bajo el mando anglo-yanqui de la Exxon, la Chevron, la British Petroleum, la Shell... Así, luego del aplastamiento de la revolución siria, los yanquis preparan al estado de Israel para que vuelva como gendarme intervencionista en todo el Magreb y Medio Oriente. Sin dudas, pasar nuevamente a Irán al “eje del mal”, luego de utilizar a los ayatollahs para aplastar la revolución en Siria, es para que el sionismo recupere su poder de fuego, inclusive aplastando a esa teocracia cipaya y gurka de las potencias imperialistas.
Mientras tanto, Alemania y Francia han debido plegarse, a regañadientes, al nuevo embargo que decretó EEUU sobre Irán. Es que esa es zona de influencia yanqui. O el eje franco-alemánse la disputa a EEUU a los tiros o deben acatar las resoluciones de Trump. Así fue repartido el mundo en la última guerra.
Esa visión de un “libre comercio”, de un “desarrollo armónico de las fuerzas productivas, del imperialismo globalizado y el capital financiero”, es una estafa a la clase obrera mundial. Las fuerzas productivas mundiales y sus sucesivas revoluciones tecnológicas, ya hace rato han chocado no sólo con el modo de producción capitalista sino también con las fronteras nacionales. Aquí y allá el capitalismo crea polos de desarrollo en distintas ramas de producción o sectores del planeta, mientras hunde en la miseria y en la catástrofe a la mayoría de ellos. La contradicción es que si a EEUU le va bien, a la Europa imperialista de Maastricht le va mal. Y al revés: si el eje franco-alemán controla Rusia y avanza en la “ruta de la seda” que estaba preparando con Pekín, les irá muy mal a los yanquis.
Los teóricos de la “globalización” en última instancia están hablando de un “súper-imperialismo”, repitiendo tal cual la visión oportunista que tenía el kautskismo. Es gente que ve solamente al imperialismo “desde el punto de vista puramente económico”, al decir de Lenin, que consideraba ello como “un disparate”. Contra los reformistas de principios de siglo XX, Lenin insistía: “Si se entiende por punto de vista puramente económico la ‘pura’ abstracción, todo cuanto se pueda decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia uno monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido.” (El imperialismo, fase superior del capitalismo). Los reformistas de hoy están diciendo que se marcha hacia un monopolio único de la ultra-agricultura, de la medicina, etc. porque la tendencia del capital es a la concentración y a la “globalización”.
Ya la vida dio su veredicto sobre esta pseudo-teoría que se derrumbó cuando las potencias imperialistas, cada una con sus monopolios, chocaron en dos conflagraciones mundiales. Lenin denunciaba a Kautsky afirmando: “Las divagaciones inconsistentes de Kautsky sobre el ultra-imperialismo estimulan, entre otras cosas, la idea profundamente errónea y que echa agua al molino de los apologistas del imperialismo, según la cual la dominación del capital financiero atenúa la desigualdad y las contradicciones de la economía mundial, cuando, en realidad, lo que hace es acentuarlas.” (Ídem, negritas en el original). En última instancia, la visión de corrientes como el PTS de Argentina y otros “anticapitalistas” de Europa de que el capitalismo se “expande desarrollando la democracia”, es la conclusión política de esta visión kautskista de “desarrollo armonioso” de la “globalización” de los monopolios y del control imperialista del planeta.
Insistimos, las empresas imperialistas tienen bandera: tienen detrás fuerzas armadas, marinas de guerra, bases militares y bombas atómicas, es decir, estados imperialistas con los que logran su supremacía en el planeta, como hicieron con las dos guerras mundiales.
La economía mundo está regida por una relación entre estados imperialistas que compiten entre sí y estados coloniales y semicoloniales saqueados. Como planteaba Lenin: “Los capitalistas reparten el mundo, no como consecuencia de su particular perversidad, sino porque el grado de concentración a que se ha llegado los obliga a seguir este camino para obtener beneficios; y se lo reparten, ‘según el capital’; ‘según la fuerza’; otro procedimiento de reparto es imposible en el sistema de la producción de mercancías y del capitalismo (…) La época del capitalismo moderno nos muestra que entre los grupos capitalistas se están estableciendo determinadas relaciones sobre la base del reparto económico del mundo, y que, al mismo tiempo, en conexión con esto, se están estableciendo entre los grupos políticos, entre los Estados, determinadas relaciones sobre la base del reparto territorial del mundo, de la lucha por las colonias, de la ‘lucha por el territorio económico’”. (Ídem)
Hablar que semejantes contradicciones han sido resueltas con una “globalización armónica del capital” es solo justificar el dominio del imperialismo del planeta y la enorme destrucción de fuerzas productivas que éste provoca en su bancarrota.
¿Cómo puede existir un mercado mundial “armónicamente desarrollado” cuando la guerra comercial por el achicamiento del mercado ha dado un salto cualitativo? ¿Cómo hablar de “globalización” y “crecimiento ilimitado de las transnacionales y el comercio” en un mercado mundial que se ha reducido, achicado y destruido en enormes proporciones? ¿Cómo va a existir una “globalización armónica” cuando, por otro lado, hay disponible fuerza de trabajo, máquinas, herramientas y tecnología que están totalmente paralizadas? Con ellas se podrían desarrollar enormes fuerzas productivas mundiales que garanticen trabajo y bienestar a todos los habitantes de este planeta. Esto jamás lo dirán los académicos, socialdemócratas y revisionistas del marxismo que hablan de la era de la “globalización”. Los marxistas revolucionarios afirmamos que esto sólo se puede aplicar con una economía planificada mundial que se podrá realizar cuando triunfe el socialismo a nivel internacional y en todo el planeta. Por ello la tarea del momento es la lucha por la revolución socialista.
Ver a 250 millones de inmigrantes recorrer el mundo buscando trabajo y un lugar donde vivir, es una bofetada en la boca a todos los charlatanes que desde los claustros universitarios y apropiándose del nombre del socialismo, solo intentan edulcorar y embellecer al podrido sistema capitalista en bancarrota.
EEUU con Trump no le “dispara un tiro en los pies” a sus propias transnacionales cuando embarga a Irán, cuando sube los aranceles aduaneros del acero y el aluminio, cuando destroza el NAFTA ni cuando cierra su mercado interno. Al revés; lo que está defendiendo es la porción de sus transnacionales en la producción, en el comercio y en las finanzas a nivel mundial y a dentelladas sus zonas de influencia en el contexto de las condiciones actuales de crisis y achicamiento de mercado. Y esto, más allá de que alguna sucursal puntual de las transnacionales se vea afectada por estas medidas.
EEUU defiende a sus empresas al igual que el eje franco-alemán lo hace con las suyas, buscando controlar Europa como su zona de influencia y su espacio vital desde Portugal a las estepas rusas.
Nadie puede pronosticar que a EEUU le va a ir bien en esta guerra comercial. Pero si quiere continuar dominando el planeta la tiene que realizar, más allá de pactos circunstanciales que establezca. Esta crisis de dominio imperialista del planeta que se ha abierto por el crac de 2008 la resolverá la guerra comercial que empezó o la guerra militar, si la clase obrera mundial no lo impide con la revolución proletaria.
Es que ninguna potencia imperialista vencedora de una guerra, como es el caso de EEUU, entregará el mercado mundial armónica y pacíficamente. EEUU tiene el 80% del presupuesto militar del mundo, es decir, la más grande inversión para sus empresas imperialistas y su capital financiero en FUERZAS DESTRUCTIVAS, el negocio más suculento del imperialismo en su época de decadencia, bancarrota y agonía. La tecnología y las inversiones directas del capital van en su mayoría al saqueo, al parasitismo y a la producción de fuerzas destructivas para la guerra.
Trump le ha otorgado 250.000 millones de dólares a las empresas de alta tecnología del aparato industrial-militar norteamericano, mientras, por otro lado, ofrece duplicar la cantidad de aviones de su Fuerza Aérea y de la marina, construir 300 nuevos buques de guerra y multiplicar por dos la cantidad de tropas en sus bases militares en todo el mundo hacia el final de su mandato.
La Boeing de EEUU, que es de la Goldman Sachs, tenía programada una entrega de aviones a Irán por cerca de 20.000 millones de dólares. ¿Estará la Boeing dispuesta a mantener su negocio con Irán y así perder 250.000 millones dólares solamente para la investigación en alta tecnología militar en EEUU? Ni se le ocurre hacerlo. Esta empresa es la mayor proveedora de aviones para la industria de guerra norteamericana, junto a la Lockheed Martin.
Los “teóricos” de la “globalización” deben entender -y dejar de mentirle por un día a las masas- que los accionistas de la Boeing de verdad no ven que sus negocios prosperen junto a la bandera de Irán y la dirección religiosa de su teocracia.
Las cacatúas de la burguesía anuncian que la robótica y la inteligencia artificial, como nuevos avances tecnológicos, están poniendo en cuestión el dominio yanqui del planeta. ¡250.000 millones de dólares en investigación tecnológica para la industria de guerra significa una de las más grandes inversiones que haya realizado un estado imperialista en fuerzas destructivas en la historia del capitalismo moderno! Es que solo así puede ampliarse el mercado mundial: produciendo para la destrucción y con inversión del estado.
Como manifestaba con claridad la III Internacional de Lenin y Trotsky: EL FACTOR ECONÓMICO MÁS IMPORTANTE EN LA ÉPOCA IMPERIALISTA ES LA GUERRA. Y esto no sólo ha demostrado su validez en el siglo XX, sino que se ha agudizado a grado extremo en el siglo XXI. EEUU gasta 600.000 millones de dólares por año sólo para mantener operativo su ejército en todo el mundo. Esto es el equivalente a lo que invirtió EEUU durante toda la Segunda Guerra Mundial. ¿Decadencia norteamericana? Cuando el eje franco-alemán empiece a invertir lo mismo en la industria de guerra y afile sus colmillos para disputarle a EEUU sus zonas de influencia, la decadencia norteamericana habrá comenzado.
En el siglo XX no hubo invento tecnológico, de la aviación al televisor, de los saltos en la telefonía a la investigación medicinal, que no haya sido producto de las enormes inversiones para la industria de guerra. El gas mostaza que le tiran a los niños de la Siria martirizada hoy fue parte de esos “avances tecnológicos” de la química a principios del siglo XX.
Está muy de moda hablar de que el capitalismo se encuentra en una nueva “revolución industrial” de alta tecnología, desarrollando la robótica, la inteligencia artificial, etc. Como vimos, estas nuevas “revoluciones tecnológicas” ya se han desarrollado, pero ligadas a la industria de guerra y para nada como una inversión productiva costeada por los capitalistas. Todos los avances de la robótica han sido subproducto de su desarrollo para el aparato industrial-militar. Ahí están los drones que están sustituyendo la aviación convencional en las guerras, masacrando a centenares de miles de explotados sin la necesidad de un piloto. ¿Se habrá visto alguna vez un robot tan perfecto para las aventuras de saqueo del imperialismo del mundo?
La robótica se prueba día a día en los campos de batalla. La inteligencia artificial, como ayer fue el desarrollo de los celulares o internet, no es más que la organización en gran escala de una guerra de alta tecnología, bajo un sistema de comando y de operaciones de inteligencia artificial que controla todos los movimientos bélicos, pronósticos y alternativas posibles del campo de batalla. En ella se entrenan decenas y centenares de miles de soldados y oficiales de las tropas imperialistas todos los años. Es más, 30.000 soldados rusos se entrenan en simuladores de guerra de alta tecnología en Alemania, que inclusive ha llegado a fabricar el submarino más pequeño del mundo (de tan sólo 21 tripulantes) que puede estar un año sumergido bajo el agua. Ni hablar del desarrollo de las fragatas antimisilísticas de Francia o de sus portahelicópteros de altísima tecnología (que le iban a vender a Rusia por un monto de 1.400 millones de euros, lo que fue impedido por EEUU a través de su embargo a las cuentas corrientes de la oligarquía de Putin).
Con las “revoluciones tecnológicas” lo que avanzan son las fuerzas destructivas y junto con ellas, el parasitismo del 1% en la economía-mundo, que vive a costa del trabajo, el sacrifico y la esclavitud de la mayoría de la humanidad.
Así, luego, sin ningún costo de inversión tecnológica, las transnacionales y el capital financiero destinan una parte de los instrumentos de guerra al proceso productivo, donde no lo puede generalizar, salvo que se opine que el capitalismo pueda crear fábricas 100% robotizadas, con un mercado de robots que no consumen. Si esto fuera posible, ya hace rato lo habrían hecho. Pero a los capitalistas les es más sencillo obtener superganancias parasitando a los estados, jugando a la timba financiera y comprando valores a futuro. Y allí donde se robotiza la producción, significa que los obreros que quedan produciendo lo hacen con el doble de trabajo.
El único mercado que puede desarrollar hasta el final estos avances tecnológicos es el militar que es ilimitado porque las balas, los drones y los tanques se destruyen y hay que volver a producirlos.
Los monopolios tienen bandera. Como ya dijimos, los bancos de Inglaterra, Alemania, Italia, Grecia que quebraron con el crac de Wall Street en 2008, fueron salvados por sus estados que vaciaron sus tesoros y se los hicieron pagar con esclavitud, aumento de impuestos, etc. a sus trabajadores.
Las transnacionales “globalizadas” durarían apenas horas sin sus estados, puesto que viven de ellos y a través de ellos controlan el mundo. Es hora de terminar con tanta vulgaridad y mentira por parte de los defensores del sistema capitalista que hace rato ha entrado en bancarrota y en su período de putrefacción.
EEUU en los años ’30 necesitaba la Segunda Guerra Mundial, quizás más que la Alemania vasalla, para salir de su crisis y dominar el mundo. En aquellos años la IV Internacional afirmaba al respecto: “El capitalismo de Estados Unidos se enfrenta con los mismos problemas que en 1914 empujaron a Alemania a la guerra. (…) Para Alemania se trataba de ‘organizar Europa’. Los Estados Unidos tienen que ‘organizar’ el mundo. La historia está enfrentando a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo norteamericano.” (“La Guerra y la IV Internacional”, citado en el Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial, Mayo de 1940).
Si ayer EEUU buscaba imponerse como potencia imperialista dominante en el planeta, hoy el imperialismo yanqui debe mantener su dominio del mundo.
Por ello, luego del crac de 2008, hoy nuevamente estalla el volcán: es que EEUU para seguir dominando el planeta debe destrozar y sacar del tablero a potencias imperialistas que ya le compiten en las zonas de influencia y en las distintas ramas de producción.
Como decía Trotsky, en la época reformista del capitalismo, la competencia se daba con el “pez grande comiéndose al pez chico”, en un proceso de crisis y reconcentración del capital. En la época imperialista, como hemos visto en el siglo XX y también encarnizadamente en el siglo XXI, a la competencia se la arrodilla y no pacíficamente ni en grandes “circuitos de globalización”, sino a través de los estados y las guerras comerciales y militares.
EEUU volviendo al mundo de forma agresiva, le prepara a Europa, no un nuevo Plan Marshall, sino la ofensiva de su guerra, por ahora, política, económica y comercial para obligarla a rendirse. Sin ello, el imperialismo yanqui no encontrará la ruta al gas y al petróleo ruso y tendrá un competidor permanente en la “ruta de la seda” hacia Pekín.
El capital financiero, con sus monopolios y transnacionales, compite por las zonas de influencia y por el control de la mayoría de las ramas de producción. Esto lo hacen ya sea con la asociación circunstancial de monopolios imperialistas de distintas banderas o peleándose todos contra todos, empleando no sólo la productividad del trabajo, sino que esta se defiende con el peso de los estados imperialistas en el mercado mundial para definir las barreras arancelarias, la utilización de la mano de obra esclava en el mundo semicolonial y también la extracción de materias primas baratas de las zonas que controlan. En épocas de crisis, se recrudece la tendencia del capital a la concentración y a la sumisión de la competencia, que profundiza la cartelización de la economía mundial y a una mayor concentración del capital.
Mientras que para el reformismo las crisis en la época imperialista son la excepción, para los marxistas revolucionarios son la norma y los ciclos de crecimiento la excepción. Estos ciclos, por otra parte, no logran recuperar lo que el crac ha destruido, tal como lo demuestra la crisis de 2008. La lenta recuperación que se vivió entre 2015 y 2017 en la economía mundo, se frenó abruptamente por la guerra comercial que lanzó EEUU y por el estallido de las bolsas de Wall Street en febrero pasado que expresó que en realidad el crecimiento de la economía se debía a los créditos a “tasa cero” de interés que otorgaban la Reserva Federal, la banca europea y el banco de Tokio. Fue un lento crecimiento rastrero que sólo en EEUU le permitió a 20.000 empresas quebradas, llamadas “zombies”, mantenerse vivas, pagando sus deudas con esos créditos a “tasa cero”, sin invertir un dólar. Mientras, la gran oligarquía financiera se repartía esos fondos de la Reserva Federal en forma de beneficios para sus accionistas o los prestaba de forma usurera al mundo semicolonial. Los valores deben expresar los bienes creados. Por ello rápidamente las acciones se desplomaron en Wall Street y en todo el mundo, indicando que se había hecho una nueva burbuja. El imperialismo es parasitismo. Y en sus crisis es cuando más lo desarrolla.
La economía mundial capitalista en la fase imperialista respira como un ser humano en estado de agonía, de forma entrecortada. La guerra comercial y los ataques a la clase obrera son el pulmotor que lo hacen respirar por ahora.
La tendencia a la declinación de las fuerzas productivas se mantiene y se profundiza. La utopía de creer que en estas condiciones pueden emerger China y Rusia como potencias imperialistas por la “vía pacífica”, como mínimo es una falta de respeto a la inteligencia. Su dependencia de la economía mundial y la penetración del capital financiero internacional en el corazón de sus procesos productivos y financieros, vuelven imposibles tales apetencias, salvo en las cabezas de pseudo-marxistas que juegan a las escondidas con la geo-estrategia mundial, renegando de toda base marxista seria. China no tiene una sola base militar en el planeta. Recién está construyendo su primer portaaviones. Y fue la OTAN la que le dejó la península de Crimea a Rusia, cuando el FMI pisó Ucrania, para que desde allí y desde Tartus en Siria, Putin sea el gendarme y sicario de los pueblos de Eurasia y Medio Oriente.
China y Rusia son estados capitalistas transitorios que aun el imperialismo no ha logrado colonizar o semicolonizar. Justamente esa es la contradicción actual. Para que las potencias imperialistas vivan, China y Rusia como “potencias”, tal cual las llaman los académicos pseudo-marxistas, deben desaparecer como tales y devenir en nuevas colonias o semicolonias.
Las potencias imperialistas necesitan, como ya dijimos, el gas, el petrolero y los minerales de Rusia. También quieren quedarse con su aparato industrialmilitar, heredado de la ex URSS, incluidas sus 7.000 ojivas nucleares, a las que hay que modernizar y actualizar con tecnología y capitales que Rusia no posee, a riesgo de que le estallen centenares de Chernóbil. El estado ruso ya ni siquiera tiene fondos para hacerles mantenimiento a todas ellas. El imperialismo prepara un enorme negocio.
Como vemos, el sistema capitalista moribundo necesita una nueva transfusión de sangre. Por eso mira a Rusia y también a China. Esta viene costeando en gran medida el déficit del estado norteamericano con su excedente comercial. EEUU con su guerra comercial presiona y cerca a China para que baje sus aranceles, como ya dijimos, y se vuelva importadora. Esta es la forma de destruir la tendencia de Pekín a copiar tecnología de los países imperialistas, pero sobre todo, significaría que las potencias dominantes se quedasen con los bancos y principalmente con las empresas estatales que dan ganancia. Allí hay un enorme mercado de negocios y de rentas fijas que el imperialismo está desesperado por controlar. Pero la burguesía nativa china hace valer su rol de esclavista de la clase obrera más numerosa del mundo.
La carrera de velocidad entre las distintas pandillas imperialistas por semicolonizar Rusia y China –hoy compartidas por todas ellas- ha comenzado. Trump con su guerra comercial lleva la delantera en China, por ahora, mientras Alemania, que ha realizado inversiones directas por 25.000 millones de euros en Rusia, que absorbe su gas y su petróleo junto a sus socios del Maastricht imperialista, es la que va primera en la carrera por Moscú.
¿”Globalización”? No, lucha descarnada inter-imperialista, guerra comercial y guerra de clases. Todo lo demás es una mentira para edulcorar al capitalismo en bancarrota y el rol actual de los monopolios imperialistas en la época de crisis, guerras y revoluciones.
La alternativa para Rusia y China no es avanzar a ser nuevas potencias imperialistas, que ya sobran en el planeta, sino en devenir en nuevas semicolonias, como ya lo es Vietnam y amenazan con serlo Cuba o Corea del Norte… O bien, el proletariado de esos ex estados obreros ingresa nuevamente en ofensivas revolucionarias y avanza en la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, pero esta vez, sin la lacra stalinista que los entregó al imperialismo y devino en una nueva clase poseedora.
El revisionismo en el marxismo desarma a la clase obrera para la guerra de clases que está en curso
El pacifismo que prepara a la clase obrera para décadas y quizás siglos de “democracia, fraternidad e igualdad”, es un cáncer y un veneno que paraliza las fuerzas del proletariado contra sus opresores. Es que para que desaparezca el imperialismo antes tiene que desaparecer el reformismo que lo sostiene para que la clase obrera pueda liberar sus fuerzas para derrotar a los capitalistas y avanzar a la revolución socialista.
Tal como planteara Lenin, haciendo suyas las palabras de Hilferding en su trabajo “El imperialismo, fase superior del capitalismo”: “EL CAPITAL FINANCIERO QUIERE, NO LA LIBERTAD, SINO LA DOMINACIÓN”. Esto es así porque el capital financiero busca fuentes de materias primas en sus colonias y semicolonias, no sólo de las ya descubiertas y en proceso de extracción, sino también de las que tienen probabilidad de ser explotadas. Es que la técnica se desarrolla con tanta rapidez que las tierras improductivas de hoy, mañana pueden dejar de serlo. La pelea por el agua, por la explotación minera a cielo abierto, por el control del petróleo a extraer de las rocas vía el fracking, vuelve un millón de veces más voraz y dominador al imperialismo en su crisis, inclusive más que en sus ciclos cortos de expansión, pues así también se valoriza el capital.
Hay que terminar con tanto marxismo vulgar. El valor de una petrolera y sus acciones no son tan solo por los barriles que extrae sino también por el petróleo que está bajo sus pies para ser explotado por futuras generaciones.
El monopolio quiere la dominación y para ello busca al gobierno más totalitario que tiene a mano para oprimir a sus colonias y semicolonias.
El reformismo venía planteando que el imperialismo norteamericano avanza “expandiendo la democracia y los derechos humanos”. Esto es una mentira y una infamia. El 80% de la civilización, por no decir el 90%, está sometida bajo regímenes bonapartistas, totalitarios, fascistas o semi-fascistas, como sucede en Rusia, China, todo el Pacífico, África… El reformismo vende el “edén” de la democracia burguesa, cuando ésta ya ni siquiera funciona en los países ricos, donde la tendencia a la bonapartización de los regímenes es permanente.
La infamia de decir que “el imperialismo expande la democracia” es para encubrir sus más feroces aventuras contrarrevolucionarias en el mercado mundial y en los países que oprime. Nosotros reafirmamos: “El capital financiero quiere, no la libertad, sino la dominación”. La ley de Lenin y los marxistas revolucionarios de que el imperialismo es reacción en toda la línea se ha corroborado en toda su magnitud en los siglos XX y XXI.
El pronóstico del marxismo revolucionario en este siglo XXI sigue siendo socialismo o fascismo, socialismo o guerra. Y esta guerra comercial que hoy se ha desatado entre las potencias imperialistas abre la perspectiva de la guerra, si la clase obrera no lo impide.
Entre la bancarrota económica y la guerra comercial, ya están de pie y combatiendo batallones claves de la clase obrera europea
√ Con la huelga de los siderúrgicos de ArcelorMittal y la movilización de los mineros, la clase obrera ucraniana ingresa nuevamente al combate
√ Luchando contra Putin, el criminal de guerra, los trabajadores rusos ganan las calles en defensa de sus jubilaciones y su salario
√ La clase obrera griega vuelve tras sus huellas con una nueva huelga general contra el gobierno social-imperialista de Syriza
√ Los trabajadores franceses no retroceden en su combate contra la flexibilización laboral y la defensa de las 35 horas semanales
√ Con la huelga de la IG Metall, el poderoso sindicato de los obreros metalúrgicos de Alemania entró al combate
√ Millones de inmigrantes golpean las puertas de Europa buscando trabajo, pan y dignidad como sus hermanos de clase de ese continente
Los trabajadores de Rusia vuelven a la lucha junto a la clase obrera europea contra el asesino Putin
Nuevamente los trabajadores de Rusia ganan las calles. La Copa del Mundo que organizó Putin está siendo utilizada como una cortina de humo para ocultar el feroz ataque a la clase obrera rusa: millones de trabajadores estatales no cobran su salario o lo hacen con 6 meses de retraso como ocurre también en la industria siderúrgica donde los obreros paran la producción y entran al combate como sucedió en la fábrica “Octubre Rojo”, una acería que es un eslabón en la producción para el aparato industrial-militar ruso. Los obreros de la industria pesada entran al combate. Llama la atención el silencio oprobioso de todas las corrientes de la izquierda europea y mundial ante el despertar de la clase obrera rusa.
Ahora, en decenas de ciudades, los trabajadores salen a las calles contra el aumento de la edad jubilatoria. Putin es pintado por los partidos stalinistas y los ex trotskistas colgados a sus faldones como un “aliado de los trabajadores y los pueblos oprimidos”, cuando es quien está descargando un ataque antiobrero que empalidece a las guerras largadas por los capitalistas en todos los países del mundo contra la clase obrera. Rusia es el “paraíso” de la flexibilización laboral que hoy quieren imponer Macron en Francia, Temer en Brasil, Macri en Argentina…
Es que la restauración capitalista en la ex URSS, al igual que en China, significó no sólo liquidar las bases de los estados obreros sino quitarles todas sus conquistas a los trabajadores. Es más, en Rusia ni siquiera está permitido el derecho a huelga, de manifestación ni de reunión que no sea autorizada previamente: la de Putin es una verdadera dictadura bonapartista antiobrera. Para dar una muestra más de ello podemos ver que los 8 candidatos que se presentaron en las últimas elecciones presidenciales, desde los distintos Partidos Comunistas a “Rusia Unida”, eran todos candidatos burgueses de la alta oligarquía ligada a Putin y sus negocios.
Rusia está sacudida por una pronunciada crisis económica. Ya el crac de 2008, que hundió el precio del petróleo, le provocó una contracción económica de 8 puntos. Ello llevó a que en 2014 su economía ingrese en una recesión profunda, siendo Rusia fundamentalmente dependiente de sus exportaciones de gas y petróleo. Una nueva ronda de sanciones de EEUU hizo tambalear toda su economía. El gigante del aluminio, Rusal, quedó al borde de la quiebra. Mientras tanto, la BASF alemana y la British Petroleum se quedaban con el 50% de las acciones de la Gazpron.
Los que pagaron esta crisis fueron los trabajadores, con un salario mínimo de 160 dólares y un promedio salarial de 680, lo que sitúa a la clase obrera rusa como una de las más explotadas de toda Europa. El déficit del estado aumentó y por ello el gobierno busca aumentar rápidamente la edad de jubilaciones de 55 a 63 años en las mujeres y de 60 a 65 años en los hombres.
Parece mentira que aún hayan corrientes políticas de izquierda como el Partido Obrero de Argentina que sigan afirmando que en Rusia la “restauración capitalista está incompleta, se encuentra en transición” y que hay una “burocracia restauracionista”, como plantea Altamira en su intervención en la Conferencia Internacional del PO del mes de abril. Es decir, están afirmando que aún existe un estado obrero y que el capitalismo no se ha asentado en él. Un verdadero disparate que solo buscar encubrir con un manto protector a la oligarquía burguesa de Putin y su pandilla, totalmente imbricada con el imperialismo en sus negocios. ¿Alguien habrá visto una mejor forma de sostener alevosamente a uno de los gobiernos burgueses más antiobreros del planeta, asentado a fuerza de fusiles y contrarrevolución contra las masas de Rusia y Eurasia, con un régimen y un estado sostenidos por 23 oligarcas burgueses, de los más ricos del mundo, asociados a las transnacionales y al imperialismo? Sin palabras.
La oligarquía parasitaria rusa se ha robado las riquezas creadas, se las ha llevado y se las sigue llevando del país. Estamos ante una oligarquía burguesa rapaz que se apropió de los grandes conglomerados de las cadenas productivas que habían sido nacionalizadas en la ex URSS. Como ya dijimos, es una burguesía asociada en miles de negocios con el imperialismo tanto europeo como norteamericano, vía las finanzas, el saqueo del gas por parte de Alemania y la Europa de Maastricht y con suculentas cuentas corrientes en Chipre, Londres… Esta burguesía es la que les está arrojando toda la crisis a los trabajadores de Rusia.
Putin, el chacal de Eurasia, el asesino del pueblo sirio, hoy lleva sus victorias contrarrevolucionarias en Medio Oriente a las ciudades de Rusia. Los trabajadores no se lo permiten y ganan las calles. Un coloso se despierta. La clase obrera internacional necesita de los obreros rusos en el siglo XXI para combatir contra el imperialismo tal como lo hicieran en el siglo XX.
Vuelve al combate la clase obrera de Ucrania
En la vecina Ucrania hoy luchan los obreros de ArcelorMittal, la siderúrgica francesa, la segunda compañía en producción de acero a nivel mundial. Con ellos también ganan las calles los mineros contra el ataque del FMI de privatización de la minería ucraniana. Pese a la partición de Ucrania, pese al sometimiento de la clase obrera del Donbass a la oligarquía pro-rusa de “Novorrosia” por parte del stalinismo, a pesar del surgimiento de un proto-fascismo en Kiev ligado a las finanzas y a los testaferros del capital financiero en esa región y a la presencia de tropas contrarrevolucionarias de Rusia en la Península de Crimea robada por Putin: la clase obrera ucraniana no ha sido vencida y sigue en pie de guerra combatiendo contra el FMI y el saqueo imperialista y en defensa de su salario y sus condiciones de vida, que son de las más oprobiosas de la clase obrera europea.
Un tercio de su fuerza de trabajo ha ido a trabajar como esclava a la Europa imperialista. El salario promedio de 250 euros –si es que aún se puede cobrar- ha colocado a los trabajadores hace rato por debajo de la línea de pobreza. Este es un motor permanente de lucha de los obreros ucranianos. Sus combates empujan a la unidad dela clase obrera de una nación partida por el imperialismo, la oligarquía rusa de Putin y sus sirvientes locales en los pactos de Minsk.
En el ’89, con la bancarrota de los ex estados obreros en manos de la burocracia stalinista que los entregaba al imperialismo, muchos obreros ucranianos, al igual que en todo el este europeo, creían que el sistema capitalista les iba a dar góndolas llenas y salarios como los de los trabajadores alemanes y franceses. Pero lo que recibieron fue el saqueo de las riquezas de Ucrania y ataques brutales a sus condiciones de vida. Es por ello que en el despertar de la clase obrera ucraniana de los últimos años ha florecido el sentimiento de odio a la explotación capitalista en la consigna de “¡Que vuelva la URSS!” que tronara en las calles del Donetsk, cuestión que no será posible sin poner en pie nuevamente los consejos de obreros y soldados, los soviets, sin la lacra stalinista que ayer entregara los estados obreros al imperialismo mundial.
La verdadera guerra es la que le declararon las potencias imperialistas a la clase obrera europea
Mientras tanto, la clase obrera de la Europa imperialista está muy lejos de rendirse ante la brutal guerra que les largaron las potencias imperialistas.
En Francia, la clase obrera ha ingresado en la guerra de clases contra la flexibilización laboral y la expropiación de su conquista de la semana laboral de 35 horas.
En Alemania los obreros de la IG Metall, en un combate de masas, con huelgas parciales y totales de los metalúrgicos a principios de año, han logrado romper el techo de la inflación, para recuperar aunque sea una milésima parte de su salario que durante años les fuera arrebatado por la burguesía imperialista alemana.
Los obreros griegos, luego de decenas de combates, nuevamente realizaron una huelga general contra el gobierno antiobrero de la izquierda burguesa de Syriza que impuso el último de los memorándums acordados con la Troika imperialista, el cual significa un nuevo y brutal ataque contra los trabajadores de Grecia.
El stalinismo que dirige los sindicatos en Grecia y la socialdemocracia de Alemania son los que impiden la unidad de la clase obrera griega y alemana, lo que haría saltar por los aires no solamente el ataque de Syriza, sino también los planes de miseria y quite de conquistas que ya han comenzado contra el conjunto de la clase obrera alemana. Es que el enemigo de los trabajadores griegos y alemanes es el mismo: la Troika, el Maastricht imperialista, la Banca Morgan y Wall Street.
Años atrás los obreros de la Renault de Rumania salían al combate bajo el grito de “¡Queremos ganar como los obreros de la Renault francesa!”. La burocracia de los sindicatos impidió esa lucha común y hoy vemos cómo los trabajadores franceses están perdiendo una a una sus conquistas, aproximándose cada vez a la miseria de los obreros rumanos. Ese es el pérfido y nefasto rol de las burocracias sindicales, las aristocracias obreras y sus partidos.
El sentimiento de los obreros de la Renault de Rumania era el mismo sentimiento de los obreros de Ucrania de la acería ArcelorMittal, que también intentan equiparar sus salarios a los de sus hermanos de Francia, vistas las enormes superganancias de esta transnacional del acero que es una de las más grandes del mundo.
Los obreros de las acerías rusas tienen un gran aliado en los obreros alemanes, cuya burguesía imperialista saquea, junto a la British Petroleum de Inglaterra y asociada a la oligarquía de Putin, las riquezas del petróleo y el gas de esa nación.
Cuanto más tiempo tarde el proletariado de Occidente en buscar la unidad y la solidaridad con sus hermanos de clase del este europeo, más y más verá perder sus conquistas. El Glacis ha sido inundado de maquiladoras de las transnacionales, con obreros esclavos en Eslovaquia, Republica Checa, Hungría, los Balcanes, Polonia, etc. Esto hunde el valor de la fuerza de trabajo en la Europa imperialista y le permite al imperialismo súperexplotar a la clase obrera del este.
La unidad de la clase obrera europea desde Portugal hasta las estepas rusas es la condición mínima para triunfar, para declararle una guerra de la clase obrera a la guerra generalizada que han lanzado los capitalistas. Es que a la guerra comercial del acero y del aluminio, con la que los piratas imperialistas se disputan el mercado mundial, la pagan los trabajadores. Las transnacionales y los banqueros buscan someterlos país por país. Las pandillas imperialistas necesitan arrancarles sus conquistas a sus propias clases obreras para quedar mejor posicionadas en la guerra comercial.
Por ello la guerra comercial, en este caso por el acero y el aluminio, de los piratas franco-alemanes y los parásitos yanquis, o la define la clase obrera uniendo sus filas y sus demandas, contra la flexibilización laboral, por el trabajo digno, contra los despidos y los gobiernos antiobreros de Maastricht y los yanquis, o la definirán a su favor las pandillas imperialistas y sus transnacionales y se la harán pagar a los trabajadores.
Los inmigrantes son parte de la clase obrera; son la fuerza de trabajo expulsada de la producción por la bancarrota imperialista y sus guerras contrarrevolucionarias
Millones de esclavos pugnan por entrar a Europa y EEUU
Entre la guerra comercial y las traiciones de las direcciones de la clase obrera, en momentos de crac y bancarrota capitalista, sale a la luz la tragedia de 250 millones de trabajadores inmigrantes que buscan un lugar en el planeta para comer y trabajar y no lo encuentran. Si a principios del siglo XIX, cuando emergía el proletariado como clase en la historia, era éste el que desarrollaba una fuerza ciega contra la explotación, quemando las máquinas porque creía que éstas eran las que le provocaban sus padecimientos inauditos; hoy el imperialismo en bancarrota es el que las destruye y las paraliza, impidiendo que se pongan a producir riquezas millones de trabajadores en el mundo. Marx definió la fuerza de trabajo como una mercancía cuyo valor de uso es producir otras mercancías, otros valores. Es decir, todos los bienes existentes. Eso son los 250 millones de pares de manos que están sin producir, en un mundo donde más del 50% del planeta está sometido a los peores padecimientos, atrasos, hambrunas y miserias. Este podrido sistema capitalista que ya ni siquiera le puede dar de comer a sus esclavos desde hace mucho tiempo merece morir.
Centenares de miles de inmigrantes pugnan por entrar en Europa. Las burguesías imperialistas detienen en EEUU a más de 20.000 niños inmigrantes en las cárceles. Han transformado al Mar Mediterráneo en una verdadera tumba de la clase obrera de África y Medio Oriente. Buscan crear guetos y campos de concentración en el Magreb, donde encarcelar a los obreros inmigrantes, mientras muchos de ellos, provenientes del África martirizada, son vendidos como esclavos al Maastricht imperialista.
Estos millones de explotados son la clase obrera, devenida hoy en un enorme ejercito industrial de reserva que no puede entrar al proceso productivo, como ya dijimos. El crac de 2008 ha destruido 800 millones de puestos de trabajo a nivel mundial y sólo se ha recuperado un tercio de ellos, bajo condiciones de esclavitud mil veces mayores y en pocos sectores del planeta. Los capitalistas ya hace tiempo que se gastaron beneficios que el trabajo humano no ha producido. Han cerrado así cada vez más un proceso de inversión productiva, mientras crean y recrean permanentemente capital ficticio de sus timbas financiares y sus burbujas que aquí y allá estallan provocando más y más catástrofes y hambruna a las masas. Todos los mecanismos “anti-cíclicos” de los gobiernos imperialistas ante el crac de 2008, fueron utilizados por las pandillas imperialistas para parasitar aún más sus superganancias. Utilizaron los créditos que otorgaban la Reserva Federal de EEUU y los bancos de Europa y Japón a “tasa cero” o incluso negativas, no para invertir en el proceso productivo, sino para repartir dividendos y utilidades entre sus accionistas. Esto rápidamente se expresó en un derrumbe de todas las bolsas y de Wall Street en particular, en el mes de febrero pasado.
Fueron los estados los que realizaron inversiones… en la industria de guerra, aumentando los presupuestos militares, como hizo EEUU que lo incrementó en un 50%.
Las corrientes reformistas siguen hablando de que la clase obrera puede mejorar su nivel de existencia bajo estas condiciones de pudrición del sistema capitalista. Ellos les mienten a los trabajadores. Las condiciones objetivas para la revolución socialista no sólo están maduras sino que se están pudriendo. Y 250 millones de inmigrantes recorriendo el planeta son el veredicto objetivo de esta premisa del programa de los socialistas revolucionarios y de la IV Internacional.
Millones de inmigrantes recorriendo África, Latinoamérica y Medio Oriente para llegar a las potencias imperialistas, huyendo del hambre, de las pestes, de las guerras contrarrevolucionarios que el mismo imperialismo provoca en los países oprimidos, son una verdadera radiografía que muestra de cuerpo entero a un capitalismo putrefacto que merece morir. Son una prueba fáctica de que las fuerzas productivas no sólose han estancado, sino que retroceden abruptamente en el planeta.
La época de crisis, guerras y revoluciones no hace más que profundizarse. Mientras el crecimiento demográfico no cesa, el mercado mundial no hace más que achicarse. Eso empuja a las guerras comerciales y, si la clase obrera no lo impide, a futuras conflagraciones mundiales entre las distintas potencias imperialistas. También esto provoca el exacerbamiento de la lucha de clases. Pero esto se desarrolla en un capitalismo putrefacto con el aumento del ejército industrial de reserva que se extiende por centenares de millones.
Un 1% de parásitos se ha quedado con el 50% de las riquezas del planeta y la clase obrera encima tiene que soportar a sinvergüenzas reformistas que le quieren hacer creer que el socialismo no va más, sino que la pelea es por “más democracia”… por “democratizar” a la bestia imperialista que se sostiene con los peores gobiernos fascistas, bonapartistas y contrarrevolucionarios en la amplia mayoría del planeta. China, Rusia y la India, los países más poblados del mundo, junto al África martirizada, las guerras contrarrevolucionarias en Medio Oriente, los países maquilas en Eurasia, el Pacífico y América Latina, son una verdadera bofetada en los dientes contra tanta charlatanería, mentira e infamia de la izquierda lacaya del gran capital.
Así, esta marea de inmigrantes, de millones de obreros esclavos, golpea a las puertas de Europa. Ellos son los dueños de las riquezas robadas y saqueadas por las transnacionales imperialistas. Ellos son los esclavos modernos del siglo XXI. Las pandillas imperialistas utilizan esta fuerza de trabajo para hacer los peores trabajos. Ellos los hacen ingresar o no en Europa y en EEUU en función del trabajo esclavo que necesitan para sacar la producción o bien para hundir el valor de la fuerza de trabajo europea o norteamericana. El papel del reformismo no termina tan solo en dividir a la clase obrera de Europa, sino que también es el de separar su lucha de los millones de obreros inmigrantes.
Las burocracias sindicales son enemigas de organizar sus filas y de transformar a las organizaciones obreras en la avanzada en la lucha por la apertura de las fronteras y por conquistar “a igual trabajo, igual salario” para todos los obreros, con reducción de la jornada laboral y un salario digno para todos. Las burocracias sindicales y sus partidos social-imperialistas son enemigos de organizar y centralizar la lucha contra la flexibilización laboral y el ataque a todas las conquistas de la clase obrera que ha largado el gran capital a nivel internacional. Están muy lejos de impulsar un combate internacional de la clase obrera como se hiciera a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX por la conquista de la jornada laboral de 8 horas. La mayor de las derrotas y tragedias que padece el proletariado mundial ha sido que esta excrecencia del movimiento obrero, las burocracias sindicales, las aristocracias obreras y sus partidos, han destruido el internacionalismo militante, cuando este es más necesario que nunca para enfrentar al sistema capitalista en bancarrota.
La burguesía alista a sus gobiernos y regímenes para atacar a las masas
La así llamada “Nueva Izquierda” le cubre el flanco izquierdo a los gobiernos imperialistas
Un 1% de traidores que sostiene al 1% de parásitos que se llevan el 50% de las riquezas del planeta
La “Nueva Izquierda” -compuesta por partidos social-chovinistas, traidores de la clase obrera mundial, sinvergüenzas que viven de las migajas que se caen de las superganancias de la Banca Morgan, de la city de Londres y de Frankfurt, sostenedores del asesino y gendarme del imperialismo Putin-, ya veía controlados a los trabajadores de Europa. Desde el gobierno de Syriza imponían un nuevo plan de ataque en Grecia. Sostenían el plan de Macron de imponerles la flexibilización laboral a los trabajadores franceses.
Con el Podemos del Estado Español, vienen de votar llevar al gobierno al PSOE, salvando a la monarquía de la brutal crisis política en la que se encuentra producto de la lucha por la independencia y la autodeterminación de las masas de las naciones oprimidas y del profundo odio que venía despertando en la clase obrera el gobierno de Rajoy.
Con los votos del Podemos, asumió el gobierno de Sánchez del PSOE y así la monarquía cambió de verdugo. El Podemos lo garantizó. Y dentro de éste, los así llamados Anticapitalistas que hoy guardan silencio, pero también levantaron la mano para salvar a la monarquía y que nuevamente vaya al gobierno el PSOE, ese partido social-imperialista administrador de la banca imperialista españolista, saqueadora de los pueblos de África y América Latina, y brutal enemiga de los trabajadores del Estado Español. Pablo Iglesias del Podemos es hoy el segundo jefe de gabinete en la trastienda de Sánchez y la monarquía. Abrazado a él está el eurodiputado Miguel Urban de los “Anticapitalistas”, del autotitulado “Secretariado Unificado de la IV Internacional”, que hace rato han ensuciado las banderas del trotskismo para ponerlas a los piesde las potencias imperialistas.
Ese es el rol del Podemos y la “Nueva Izquierda” en el Estado Español: ser los verdaderos sostenedores -junto a la vieja burocracia sindical de la UGT y las CCOO- del Pacto de la Moncloa de la monarquía, el PC, el PP y el PSOE, que las masas “indignadas” sublevadas dejaron en crisis en 2011.
Este plan de “democratizar” Maastricht que pregona la “Nueva Izquierda” europea, como lo hace uno de sus principales dirigentes, Varoufakis, (ex ministro de finanzas de Syriza y la Banca Morgan en Grecia), significa desorganizar toda lucha obrera. Es sostener al carnicero Putin en el este y a los gobiernos imperialistas en occidente. Y someter país por país a la clase obrera a sus respectivas pandillas imperialistas. Como ayer la socialdemocracia o el stalinismo, estas nuevas direcciones contrarrevolucionarias del movimiento obrero son defensistas de los bolsillos y las superganancias de sus propias burguesías imperialistas.
Ahí está el SWP inglés, los “socialistas” de la reina, que han proclamado que Corbyn, el jerarca del Partido Laborista inglés, el partido de la city de Londres, de la OTAN, de la British Petroleum y la AngloAmerican, se habría convertido de repente en “anticapitalista”, “antiimperialista”, “antimilitarista”… Son “socialistas” vistiendo de rojo al Partido Laborista de las transnacionales imperialistas inglesas. Una “Nueva Izquierda” de lacayos de las potencias imperialistas.
No muy lejos de ellos están sus socios de EEUU como la ISO, grupos como The Militant, etc., que hace rato abandonaron la lucha por la revolución y sostienen a Sanders del Partido Demócrata imperialista.
Así se preparan para contener a la clase obrera de EEUU y Europa si ésta logra romper todos los diques de contención e ingresar en una ofensiva revolucionaria ante el brutal ataque de los capitalistas.
Esta “Nueva Izquierda” entró a la lucha de clases con las manos manchadas de sangre. En Medio Oriente sostuvieron a Al Assad. Este, junto al sionismo, EEUU y demás potencias imperialistas, es el más grande genocida de la clase obrera en el siglo XXI. Estas direcciones hicieron pasar al perro Bashar, sostenido por los misiles de Putin, como un “aliado de los pueblos oprimidos”, cuando éste no fue más que un sirviente del imperialismo al que le hizo el “trabajo sucio” de masacrar la revolución siria.
Negando esto, otros lo encubren alevosamente hablando de que en Siria hay una “guerra de dos bandos reaccionarios”, cuando uno tiene aviones, helicópteros, misiles, armas químicas y masacra y destruye ciudad por ciudad toda Siria y el otro, salvo unos pocos kalashnikovs que le quedaron a algunos de los milicianos, no tiene nada porque todo el armamento pesado fue acaparado por los generales del ESL bajo el mando turco que le entregaron las armas y todas las ciudades a Al Assad. Mientras se enfrentaban la revolución y la contrarrevolución, el “abstencionismo” de estas corrientes solo le sirvió a Al Assad y su gobierno para tener las manos libres de aplastar una revolución, que era entregada desde adentro por los generales del ESL.
Otras corrientes de la “Nueva Izquierda” terminaron colgados a los faldones de esos generales burgueses “democráticos” del ESL, como es el caso del SWP inglés, el NPA francés y la LITCI con su “partido madre”, el PSTU de Brasil. Le pidieron a EEUU que pare la guerra decretando la prohibición de vuelos en el espacio aéreo de Siria o bien, enviándole armas y pertrechos a la resistencia… Nada más lejano de la realidad: los yanquis le levantaron el bloqueo a Irán y enviaron a los ayatollahs a defender a Al Assad que se encontraba cercado en Damasco y al ISIS a masacrar las ciudades rebeldes que osaban tocarle la propiedad a los capitalistas. Mientras sostenía al perro Bashar, EEUU con los generales burgueses del ESL se encargó que éstos entregasen una a una todas las ciudades rebeldes.
Ninguna de estas corrientes pasó la prueba de la guerra civil y de la revolución y la contrarrevolución en Siria y Medio Oriente.
Esta “Nueva Izquierda” no tiene nada que envidiarle al stalinismo que durante todo el período de Yalta se sometió a los “imperialismos democráticos” para consolidar el dominio norteamericano en la posguerra. Durante 7 años, la izquierda pro-ESL le pidió al imperialismo yanqui “democrático” que pare la contrarrevolución fascista de Al Assad, tal como Stalin le pedía a EEUU en la Segunda Guerra Mundial que lo ayude a pelear contra Hitler. Una traición alevosa al proletariado que costó 20 millones de obreros muertos en la ex URSS a manos del fascismo, tal como costó centenares de miles de trabajadores y explotados masacrados en Siria.
Mucho menos pasaron la prueba los que sostuvieron la política de “guerra de dos bandos reaccionarios”, es decir, de apoyo descarado a Putin y Al Assad. Reeditaron la vieja política contrarrevolucionaria de colaboración de clases, nuevamente, con un agente directo del imperialismo como el perro Bashar.
La cuestión siria hoy divide aguas en el movimiento marxista internacional. Esta ha puesto en el campo de batalla dos trincheras. Los revolucionarios combatimos y morimos en la de la clase obrera y el pueblo oprimido. En las llamas y en la sangre de la revolución siria el reformismo verá hundir el piso bajo sus pies. Ya nunca más podrá hablar en nombre de la revolución.
En América Latina, esta “Nueva Izquierda” hizo su aparición, como en todo el mundo semicolonial, levantando como estrategia la pseudo-teoría de “revoluciones democráticas triunfantes”… buscan conquistar una “democracia generosa y lo más amplia posible”, lo que en Europa llaman “democratizar” Maastricht, luchando por una “democracia real”, como ya dijimos. De socialismo no dicen una palabra. Ya hace rato que el castrismo declaró que “el socialismo ya no va más ni siquiera en Cuba”, mientras entregaba la isla al imperialismo. La “Nueva Izquierda” es su heredera.
En el mundo semicolonial saqueado por el imperialismo, esta siniestra política reformista plantea que al imperialismo, al FMI, a las transnacionales y sus gobiernos lacayos se los derrotan votando, “ampliando la democracia”. ¿Cómo romper con el imperialismo y el FMI, los pactos y acuerdos políticos, económicos y militares que someten al mundo semicolonial a las potencias imperialistas con elecciones? ¿Cómo expulsar a las bases militares de la OTAN de los países oprimidos del mundo votando y por la “vía pacífica”?
Un fiel exponente de esta farsa es el PTS de Argentina que llama a hacer “consultas populares” y plebiscitos para “ampliar la democracia” y así derrotar al FMI. Eso proponen tanto en Argentina como en Venezuela. Además llaman a hacer un “frente de ciudadanos”, ya no de trabajadores, nada más ni nada menos en la COB de Bolivia. Se trata de un injerto extraído del Podemos y de Syriza que los monitorean tal cual marionetas…
La estafa de las “democracias que se amplían” para que en ellas “el proletariado mejore su nivel de vida”, ha demostrado ser una falacia. Es que sin la victoria de la revolución socialista, ningún país colonial o semicolonial podrá romper definitivamente con el imperialismo. Hoy, como nunca, tiene enorme actualidad la teoría-programa de la Revolución Permanente, desarrollada por el trotskismo a fines de la década de los ’20 y principios de los ’30, cuando fue generalizada como teoría de la revolución internacional. Ella afirma: “con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales (…) la resolución integra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan solo pueden concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando este el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.”
Esta tesis se contrapone abiertamente con los estafadores del marxismo y entregadores de la IV Internacional que venden el falso paraíso de que es posible conquistar la independencia nacional de los pueblos oprimidos ampliando la democracia burguesa, es decir, la dictadura de los capitalistas. Esta gente ya hace rato que ha roto con el trotskismo, destruido su teoría y llevado sus limpias banderas al fango de la colaboración de clases con el enemigo.
Los renegados del trotskismo en todas sus variantes retoman la política del stalinismo en el siglo XX y su pseudo-teoría de “revolución por etapas”. Lo hacen en momentos de una feroz ofensiva de las potencias imperialistas sobre el mundo semicolonial, al que le están tirando de forma redoblada su crisis, con más saqueos y ataques contrarrevolucionarios.
En Colombia, el PST, el partido de la LIT-CI en ese país, en las recientes elecciones presidenciales ha llamado a votar por Petro, un candidato burgués “de izquierda” de los yanquis, asentado en el Grupo Empresarial Antioqueño, quien se postuló junto a partidos patronales como “Compromiso Ciudadano”, “Partido Alianza Verde”, “Nuestro Partido es Colombia” y “Fuerza Ciudadana” en un verdadero frente burgués. La política del PST colombiano es otorgarle una cobertura por “izquierda” a la izquierda burguesa del régimen de las bases militares yanquis en Colombia. Había que legitimar a Petro ante la clase obrera como un “candidato de izquierda” y el PST y la LIT no dudaron en hacerlo.
Lo mismo hizo Alan Woods llamando a votar a López Obrador y celebrando su triunfo en las elecciones en México. Esto ya es de un cinismo atroz, propiode cipayos de los yanquis. Alan Woods ya antes le había acercado el Programa de Transición trotskista a Chávez, de quien era su asesor, para revestirlo de izquierda. Hoy quiere hacer lo mismo con López Obrador, un político burgués que viene a oxigenar, edulcorar y “democratizar” al régimen del “Priato” sirviente del imperialismo. Basta ver su programa y campaña electoral para saber que López Obrador no plantea tocarle un solo interés al imperialismo. Ni hablar de juzgar y castigar a las bandas fascistas que aterrorizan a las masas obreras y campesinas.
Ante el triunfo electoral de López Obrador, Alan Woods chillaba a nivel internacional anunciando que con él “avanza la izquierda en América Latina”. Pero éste rápidamente disipó ese espejismo desde la Plaza del Zócalo, llamando a la “reconciliación nacional con el PRD, el PAN y el PRI”, cipayos de los yanquis y asesinos de los trabajadores y el pueblo mexicano. “Mi estilo no es la venganza ni el odio”, dijo López Obrador con 60.000 explotados desaparecidos y asesinados a manos de la narco-DEA, la policía y las FFAA en México. Mientras tanto, llamó a mantener una relación de amistad y fraternidad con los yanquis, a quienes no propone tocarle su propiedad, cuando es EEUU el que saquea desde hace décadas y décadas al México oprimido.
La política de la “Nueva Izquierda” de “profundizar la democracia” es una vía muerta para los trabajadores. Estas direcciones dicen pelear por una “democracia real” y “frentes ciudadanos”… Como denunciaba Lenin en su polémica contra Kautsky, habría que preguntarle a esta gente de democracia de qué clase y para qué clase están hablando. Son renegados del socialismo, que sólo le dan derecho a una minoría de parásitos a ejercer su dictadura, es decir, la dictadura del capital, y le niegan a la amplia mayoría de la sociedad, los trabajadores, el derecho a ejercer la suya, es decir, la dictadura del proletariado, para terminar con la explotación y el saqueo del planeta.
El Foro Social Mundial se retira de la arena histórica con los Maduro, los Ortega, los Morales, los Kirchner, los Lula, los ayatollahs iraníes, matando de hambre y a los tiros al pueblo, luego de haber abortado la lucha antiimperialista de la clase obrera del mundo semicolonial.
Le dejaron una hoja de ruta a sus continuadores que bajo el mando de Podemos y Syriza organizaron las últimas reuniones de ese Foro Social Mundial en 2013 y 2015 en Túnez. Allí gritaron “el enemigo es el ISIS”. Hicieron sus maletas, se fueron y el imperialismo y sus agentes masacraron y aplastaron los procesos revolucionarios iniciados en 2011 en el Magreb y Medio Oriente.
Pero no solo eso. En esa hoja de ruta también figuraba la orden y el mandato del castrismo: “el socialismo ya no es posible ni en Cuba”… Para ellos sólo es posible luchar por una “democracia generosa y real”. Pero cuando ésta es aplastada por golpes contrarrevolucionarios como el de Al Assad, se declaran “neutrales”. Ni siquiera son capaces de “defender la democracia” cuando ésta es atacada, como debe hacerlo el proletariado: con las armas en la mano y con el método de la revolución proletaria. Estamos ante pseudo-demócratas liberales, neo-kautskistas, sostenedores del sistema capitalista imperialista en bancarrota.
Así han surgido los sustitutos del Foro Social Mundial: una “Nueva Izquierda” defensista de las distintas pandillas imperialistas que se disputan el botín del mercado mundial.
Este verso debe ser sostenido con los garrotes del stalinismo en los sindicatos. La burguesía preservó a los Partidos Comunistas en occidente para que, tal cual burocracias y aristocracias obreras, controlen con manu-militari los sindicatos y centrales sindicales de decenas y decenas de países del mundo. Mientras, sus ex jefes devinieron en nuevas clases dominantes y poseedores como en China, Vietnam o Rusia.
Así, con la III Internacional stalinista, junto a ex trotskistas que se apropiaron de la IV Internacional y sus banderas, políticos pequeño-burgueses y con la sombra de la burguesía, se constituye esta “Nueva Izquierda”, esta nueva hornada de menchevismo que azota al movimiento obrero mundial.
Como vemos, el capitalismo no se mantiene por su vigor y fortaleza intrínseca como modo de producción, sino por estos agentes pagos del capital que desorganizan, dividen y llevan a profundas derrotas las luchas de la clase obrera.
La “Nueva Izquierda” tras los pasos del stalinismo y la socialdemocracia: un rejunte de reformistas y ex trotskistas agrupados para sostener al sistema capitalista en bancarrota
La actualidad y vigencia de la teoría y el programa del trotskismo y la IV Internacional
La guerra comercial ha comenzado hace rato y ha desarrollado chovinismo en los países centrales y direcciones traidoras pro-imperialistas en el mundo colonial y semicolonial. De eso se trata esta nueva hornada de stalinismo, financiada desde Wall Street, la city de Londres y de Frankfurt, autotitulada “Nueva Izquierda”.
El social-chovinismo significa atar la suerte a la clase obrera de las potencias imperialistas a las aventuras contrarrevolucionarias de éstas en el planeta, mientras que en el mudo semicolonial someten al proletariado a las burguesías nativas que siempre terminan pactando con el imperialismo contra las masas.
Este social-chovinismo lo desarrollan tanto las corrientes social-imperialistas “de izquierda”, como también la aristocracia obrera con sus posiciones “de derecha” y “reaccionarias”. En EEUU Trump busca recrear una aristocracia obrera blanca luego de la catástrofe de la burocracia de la AFL-CIO y la derrota que ésta le impuso junto a Obama a la clase obrera. Esta es la demagogia del momento de los bandidos yanquis para lograr peso de masas en su guerra comercial. En última instancia, es el mismo grito de “trabajo inglés para los ingleses” que planteó la burocracia de las Trade Union en el año 2010. Aquí se trata de “trabajo americano, para los americanos”.
Por otro lado, vemos a Syriza administrando los negocios de la Troika en Grecia y a Podemos sosteniendo al gobierno de la monarquía en el Estado Español.
Mientras tanto, los anticapitalistas del NPA en Francia recrean un frente con el ex stalinista Melenchón ante la posibilidad de que se abra una crisis en el gobierno de Macron, en momentos en que el Partido Socialista está atravesando por una grave crisis. Están buscando poner allí un nuevo Podemos, sosteniendo así al régimen de la V República.
Y, como ya dijimos, ante la crisis de Inglaterra luego del “Brexit”, el Partido Laborista se ofrece con Corbyn y los “anticapitalistas” del SWP para lograr una marea de apoyo a los negocios de la corona en el mundo.
En Alemania, la Merkel busca congraciarse con el movimiento obrero a partir de la aristocracia obrera, haciendo pasar como generosa la concesión de aumento de salario a la IG Metall. Mientras, en Italia, el gobierno de la Liga Norte anuncia medidas demagógicas “a favor de los trabajadores”. Esto es porque necesitan una capa privilegiada de obreros para poder movilizarla para aplastar y derrotar, inclusive físicamente, a la enorme inmigración que llega a las costas de ese país.
Como diría Lenin, el imperialismo es parasitismo y la escisión del socialismo. A este respecto Lenin se preguntaba en su trabajo “El imperialismo y la escisión del socialismo”: “¿Hay alguna relación entre el imperialismo y la monstruosa y repugnante victoria que el oportunismo (en forma de social-chovinismo) ha conquistado sobre el movimiento obrero en Europa? Este es el problema central del socialismo contemporáneo”… Para caracterizar a este fenómeno Lenin define al imperialismo como la escisión del socialismo, es decir, la ruptura de las filas obreras y la compra que hace el capital financiero de las capas altas del movimiento obrero con las monedas que se caen de las superganancias que obtiene del saqueo del mundo colonial y semicolonial.
Social-chovinismo “de derecha” o “de izquierda”, no es más que una política defensista de los intereses de las pandillas imperialistas apoyada por las burocracias y aristocracias obreras de los países centrales.
Pero los trabajadores están lejos de no intervenir en esta situación, responden con una dura guerra de clases a la guerra que le han declarado los capitalistas en todo el mundo y protagonizan enormes batallas pese a las direcciones traidoras que entregan sus luchas.
En su guerra contra los explotadores, el proletariado no tiene la dirección que se merece… Bajo estas condiciones, un período de enorme polarización y lucha de clases como el de 2009-2010, está en ciernes en toda Europa y a nivel mundial.
A las costas europeas en el Mediterráneo llegan millones de esclavos, como ya dijimos, producto de las guerras contrarrevolucionarias del imperialismo y su saqueo del mundo colonial y semicolonial. Estas catástrofes de las masas son de la civilización entera.
La unidad de las filas obreras se trasforma en un problema de vida o muerte. Como dice el Programa de Transición, el futuro de los combates de hoy depende de qué tan pronto la vanguardia revolucionaria de la clase obrera de Europa y el mundo logren reagrupar sus fuerzas para unir bajo un programa revolucionario al proletariado, tanto en el mundo semicolonial como en las potencias imperialistas.
La lucha por expulsar al FMI que saquea a los países del Glacis, por derrotar al carnicero Putin y poner a los obreros del este de Europa en pie de guerra para restaurar la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias sin burócratas stalinistas y entregadores del socialismo en los ex estados obreros, es inseparable entonces del combate por derrotar el actual ataque de los capitalistas y los regímenes imperialistas que buscan imponerle a la clase obrera de Maastricht las condiciones de esclavitud de los obreros inmigrantes que ya ingresaron o pugnan por entrar en Europa. La tarea antiimperialista decisiva del proletariado de las potencias imperialistas europeas, así como de EEUU y Japón, no es otra que “el enemigo está en casa”, contra las transnacionales y los banqueros imperialistas que a cada paso les han tirado y les tiran su crisis a los trabajadores y el pueblo europeo.
La lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa es la única solución a la catástrofe capitalista. Y para ello la clase obrera deberá sacarse de encima a la lacra social-imperialista y a los administradores de los negocios de los patrones esclavistas. La izquierda reformista impregnó a la clase obrera y a las masas de Europa de una “islamofobia” con la cual se justificaron y sostuvieron las grandes masacres del imperialismo y de sus agentes contrarrevolucionarios en Medio Oriente, como el sionismo o Al Assad y Putin en Siria. Inventaron el fantasma del ISIS que demostró ser un apéndice y un batallón más del imperialismo y las burguesías nativas utilizado para aplastar la revolución en Siria y en Irak, deviniendo en el “enemigo perfecto” para aterrorizar a los explotados de Europa y hacer que éstos apoyen a las pandillas imperialistas que hoy saquean esas naciones que han sido partidas y martirizadas. Estas direcciones pintaron de “progresistas” y “antimperialistas” a Putin, quien junto a los yanquis y la Merkel organizaron el pacto de Minsk con el cual partieron Ucrania.
Tantas traiciones a la revolución proletaria hoy también golpean a los trabajadores europeos, norteamericanos y japoneses. La guerra declarada por los capitalistas ya es abierta contra ellos, al igual que en el mundo semicolonial. Como ya dijimos, la crisis de dirección se ha exacerbado.
En manos de los llamados “anticapitalistas” la IV Internacional ha sido llevada al pantano del stalinismo, el social-imperialismo y la socialdemocracia.
Los renegados del trotskismo destruyeron desde adentro a la IV Internacional. La vieja LCR francesa del “Secretariado Unificado de la IV Internacional” a fines de siglo XX renegaba de la dictadura del proletariado y proclamaba la lucha por la democracia y el socialismo, volviendo a la vieja política kautskista de defensa de la democracia (burguesa) en general y de la feroz dictadura del capital en particular. Los social-chovinistas y anticapitalistas de hoy retoman esa política del viejo pablismo, entregador de la IV Internacional y de la revolución socialista. Esa es su lucha por “democracia real”, por “ampliar la democracia”, por “una democracia generosa”… Todos ellos revivieron al stalinismo que la burguesía rescató y preservó luego de que entregaran los estados obreros, para poner a esta lacra stalinista a controlar férreamente a la clase obrera a través de los sindicatos.
Ahora, stalinistas y renegados del trotskismo juntos, abrazando las mismas pseudo-teorías y programas de “revolución por etapas” y alejando a la clase obrera del camino de la revolución socialista, han puesto en pie esta “Nueva Izquierda”, esta nueva hornada de menchevismo.
Pese a los engaños y mentiras, bajo las condiciones actuales del crac capitalista, el reformismo ve a cada paso segarse el pasto bajo sus pies. Se veobligado a desenmascararse día a día. Su límite está en los combates de las masas de Hamburgo contra el G-20 del año pasado, en el ingreso en escena del proletariado alemán, en la huelga general en Grecia, en las duras luchas contra el ataque de los capitalistas en Italia… Mientras, sus personeros, como Pablo Iglesias del Podemos demuestran a cada paso que no solamente se compran mansiones de 600.000 euros, sino que se han puesto sobre sus hombros, apoyados por los “Anticapitalistas”, la crisis de la monarquía española y sus banqueros imperialistas. A cada paso ellos quedan al descubierto como lo que son, más aún cuando sostienen a Al Assad y Putin, que impusieron un verdadero genocidio y holocausto contra las masas sirias. Como el stalinismo ayer, esta “Nueva Izquierda” surge con las manos manchadas con la sangre de la clase obrera mundial.
La fuerza de la teoría y el programa de la IV Internacional para la revolución socialista sigue intacta y continúa pasando la prueba. Se trata de recuperar la IV Internacional del fango a la que la llevaron el oportunismo y el revisionismo para reagrupar las fuerzas para refundarla.
Sin los combates de la clase obrera y sin los obreros avanzados que surgen permanentemente de los mismos, esta tarea es y será imposible. La lucha por la unidad de las aguerridas fuerzas internacionalistas de la clase obrera con los socialistas revolucionarios, es el camino a recorrer en lo inmediato para dotar al proletariado de la dirección revolucionaria que se merece.
Solamente peleando por centralizar y coordinar los combates de los trabajadores, los socialistas revolucionarios podremos conquistar un camino a las masas.
Permanentemente los combates de clase decantan fuerzas que giran de derecha a izquierda en la clase obrera, recreando fenómenos centristas de izquierda dentro de los sindicatos, creando nuevas organizaciones de combate e inclusive al interior de los aparatos reformistas.
A cada paso esta “Nueva Izquierda” intenta impedir ese giro a la izquierda de franjas de la clase obrera y cuando éste se da, estas direcciones son las encargadas de ponerle un límite. Así ha sucedido con el encuentro de Notas Obreras (Labor Notes) que se ha realizado en EEUU donde centenares de delegados de sindicatos y organizaciones obreras buscaron un camino para enfrentar el ataque de los capitalistas. Lo mismo ocurrió con la reunión realizada en Madrid en el mes de enero de la Red Sindical Internacional que impulsa la LIT-CI a través de la central sindical CSP-Conlutas de Brasil junto a la central sindical Solidaires de Francia, que es dirigida por el NPA.
Esos encuentros y reuniones internacionales que agruparon a decenas y cientos de organizaciones obreras de todo el mundo han sido incapaces de articular la más mínima lucha centralizada a nivel internacional para coordinar los combates de la clase obrera. Y más aún cuando ellos tienen una enorme fuerza, en el caso de Conlutas y Solidaires, en los combates de la clase obrera de Brasil y Francia que enfrentan un duro ataque a sus condiciones de trabajo con la flexibilización laboral. Asimismo, la LIT-CI y Conlutas estuvieron en el encuentro de Notas Obreras de EEUU: una nueva oportunidad perdida para coordinar la lucha de la clase obrera del mundo semicolonial con los obreros norteamericanos que están siendo brutalmente atacados por la guerra de los capitalistas.
El “internacionalismo” de la “Nueva Izquierda” es un saludo a la bandera de encuentros realizados una vez por año para no votar una sola medida de lucha común. Es decir, su objetivo es impedir que las alas izquierda internacionalistas del movimiento obrero avancen en el camino de la revolución socialista. Pero al tener que realizar estos encuentros internacionales, develan la verdad: que la vanguardia aguerrida del movimiento obrero mundial busca un camino para unir sus combates en todo el mundo.
Las direcciones reformistas someten a la clase obrera a su propia burguesía o bien, contienen el giro al internacionalismo militante de franjas enteras del movimiento obrero mundial. En Medio Oriente esto se vio de forma aguda. El cerco a la revolución siria fue sostenido no sólo por las corrientes de la izquierda reformista que apoyan a Al Assad, sino también por lospartidos que desde la trinchera de las masas sirias se dedicaron durante 7 años a exigirle a EEUU que envíe armas.
Llamar a hacer acciones de masas en apoyo a los explotados sirios desde los centenares de sindicatos organizados en Notas Obreras y en la Red Sindical Internacional dirigida por la LIT y el NPA, no fue el objetivo de esos encuentros. No pueden aducir que no están en condiciones de poner miles de obreros en las calles o centralizar acciones contundentes por la revolución siria. Sobraban condiciones para enviar alimentos, armas y pertrechos a la resistencia; para realizar colectas de un jornal por obrero para enviar a los campos de refugiados, tal como propusimos los trotskistas. La política de estas organizaciones es opuesta a la que tuvo la IV Internacional en los ’30 con la Guerra Civil Española.
Esta es la tragedia del movimiento obrero. La intifada palestina y la masacre contrarrevolucionaria en Siria, Yemen y Medio Oriente, los millones de inmigrantes que llegan a Europa, los combates contra los ataques centralizados del capital como la flexibilización laboral, los planes de saqueo del FMI al mundo semicolonial, los miles de presos políticos que se pudren en las cárceles de los regímenes capitalistas en todo el mundo, ponen a la orden del día la necesidad de una lucha coordinada de la clase obrera mundial. Los sectores más combativos del proletariado ven esta unidad como una necesidad para su victoria. Este proceso está abierto en lo más aguerrido de la clase obrera y es el que justamente intentan controlar con estos encuentros sindicales internacionales como el que se realizó en Madrid, el cual votó la resolución de coordinarse con una conferencia telefónica vía Skype cada dos meses.
Pero ya no es creíble ese "internacionalismo” simbólico. Franjas de la clase obrera buscan un camino para unir sus combates a nivel mundial. Para ello deben chocar con las direcciones socialchovinistas y nacionalistas. Romper esos cercos es la tarea de los trotskistas para buscar un canal a las masas y reagrupar sus fuerzas.
Como plantea el Programa de Transición de la IV Internacional: “Las fuerzas productivas de la humanidad se estancan. Los nuevos inventos y mejoras técnicas ya no consiguen elevar el nivel de la riqueza material. Las crisis coyunturales, en las condiciones de la crisis social del sistema capitalista en su conjunto, infligen a las masas privaciones y sufrimientos cada vez mayores. El desempleo creciente, a su vez, profundiza las crisis financieras del Estado y socava los inestables sistemas monetarios. Los regímenes democráticos, igual que los fascistas, van dando tumbos de bancarrota en bancarrota. La burguesía misma no ve una salida (…)
Los requisitos previos objetivos para la revolución proletaria no solo han ‘madurado’; empiezan a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista, y además en el periodo histórico inmediato, toda la civilización humana está amenazada por una catástrofe. Todo depende ahora del proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”.
Escritas hace 80 años, las premisas objetivas del Programa de Transición mantienen una vigencia aún mayor que cuando fueron escritas. El reformismo y el revisionismo se asentaron destruyendo estas premisas para terminar sosteniendo al sistema capitalista en bancarrota.
Ya hace rato que el sistema capitalista imperialista merece morir. Como plantea el Manifiesto Comunista de 1848, es hora de dotar con un programa para la victoria a los sepultureros del capitalismo. Separar a reformistas de revolucionarios en el movimiento obrero es la tarea del momento. Mostrarles a los explotados quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos, es decisivo.
El combate es bajo las banderas de la IV Internacional. El reformismo se desenmascara día a día. Ya no pueden hacer pasar siquiera las limosnas como conquistas. En su lucha, la clase obrera aquí y allá plantea “jalones de socialismo”. La pelea por reagrupar las fuerzas revolucionarias que se organicen para el combate de un siglo XXI de crisis, guerras y revoluciones, está muy lejos de haber terminado. Tan sólo ha comenzado.
CARLOS MUNZER Y JACOBO GARCÍA