Libia - 20 de abril de 2019
Duros choques militares
El hombre de la CIA, Heftar, y el gobierno de la ONU de Trípoli se disputan quién va a ser el nuevo Qadafy que reparta los enormes negocios de la renta petrolera y gasífera
El resultado de la derrota y el aplastamiento de los levantamientos revolucionarios de masas de 2011…
Una nación partida y un protectorado tutelado y disputado por las distintas potencias imperialistas
En las últimas semanas, Libia se ha visto nuevamente convulsionada. Esta vez es debido a que el mariscal Heftar y sus tropas –que controlan el este de Libia- han lanzado una ofensiva para tomar la capital, Trípoli, que está en el oeste bajo un gobierno tutelado por la ONU, denominado “Gobierno de Acuerdo Nacional”. La respuesta de este último no se ha hecho esperar y juntó a sus tropas desde Misrata, Zawiya y Trípoli, presentando batalla a Heftar, desatándose feroces combates en la capital del país.
Luego de 2011-2013, los avances de la contrarrevolución y la partición de Libia
En Libia había hasta el momento dos gobiernos, con dos fuerzas armadas, uno en el este y otro en el oeste. Es que luego de la revolución que sacudió el país norafricano en 2011, donde las masas con sus milicias derrotaron al tirano Qadafy, una serie de golpes contrarrevolucionarios fueron llevados adelante por el imperialismo.
En 2014 Heftar intentó dar un golpe para aplastar la revolución en todo el país, pero las masas de Misrata y Trípoli, y en un primer momento también de Bengasi, lo derrotaron y lo confinaron casi a la frontera con Egipto. Este golpe de Heftar había sido la respuesta inmediata del imperialismo a la toma de la embajada yanqui y del ajusticiamiento del embajador norteamericano en Bengasi por parte de las masas rebeldes, luego de que las milicias de Misrata hicieran justicia con el más grande lacayo de la Fiat y la ENI italiana que era Qadafy.
Mientras tanto, con la amenaza de las bayonetas de Heftar, la burguesía tripolitana, de Misrata y los restos del qadafismo hicieron un acuerdo bajo el manto de la ONU de un gobierno común, sobre la base de desarmar a las masas, profesionalizar a sectores de los ex milicianos, de dejar aisladas a las milicias y de derrotar las grandes huelgas de los obreros petroleros que luchaban por salario digno e inclusive comenzaban, desde sus organizaciones, a comercializar el petróleo y el gas a nivel internacional, como ya había comenzado a suceder en Brega, Ras Lanuf y Bengasi, entre otros, en el año 2013.
Leer hoy la prensa de la izquierda pro-imperialista, como Izquierda Diario del PTS, invita a una reflexión. En ella se dice que Libia a la muerte de Qadafy era el país más rico del Magreb, “con el PBI per cápita más alto de toda África”. El PTS cuenta desde Argentina una Libia como si fuera el “país de las maravillas”. Una falsedad absoluta. En 2011, la subida de los precios de los alimentos fue de un 200%, como sucede hoy en Venezuela o en otras semicolonias latinoamericanas. Esto provocó un feroz levantamiento de las masas. El pan –el alimento básico- se encareció terriblemente y comenzó un proceso revolucionario.
Ante esto, viendo la dinámica de masas desatada, el imperialismo rápidamente buscó obligar a su agente Qadafy a pactar con la burguesía “opositora” para controlar a las masas. Para ello intervino la OTAN en Libia: para ponerle un límite a las veleidades de Qadafy de quedarse en el trono, puesto que ello arriesgaba la existencia y los negocios de toda la burguesía y el imperialismo en Libia. Qadafy se negó hasta último momento a dicho pacto, y así terminó. El estado burgués quedó totalmente en proceso de descomposición, producto del desarme de su ejército. La muerte de Qadafy fue llorada no solamente por la izquierda gorila y pro-imperialista sino por la misma Hillary Clinton que le rindió honores desde Nueva York.
Volviendo a las condiciones actuales de esta era post-revolución, está por demás claro que el actual gobierno de la ONU de Trípoli fue el verdadero plan para contener la revolución, desarmando a las masas y aplastando a la clase obrera. Mientras tanto, Heftar fue la única salida posible del imperialismo para tomar la Bengasi rebelde, a punta de bayonetas, de cañones y bombardeos aéreos. Recién en 2016, Heftar terminó de tomar Bengasi por completo.
Contra la falsificación y las mentiras contra la revolución libia: esta fue aplastada, traicionada y aislada, tanto en Bengasi como en Trípoli, por crisis de dirección. El resultado fue que el imperialismo y la burguesía reconstituyeron su estado, pero ya como un protectorado partido y saqueado mil veces más tanto en el este como en el oeste. Así volvió la vieja burguesía qadafista, a la que se le devolvió el negocio del tráfico de esclavos (tanto para la producción petrolera libia como para Europa), asociada a Heftar en Bengasi y al gobierno de la ONU en Trípoli.
Mientras tanto, tropas mercenarias privadas ingresaron a punta de pistola a defender los pozos de petróleo de la British Petroleum, de la ENI y de la Total, que son las principales empresas de las “7 hermanas” que se llevaban y se continúan robando el petróleo de Libia. Desde ese punto de vista, las petroleras continuaron su experiencia de Irak luego de la retirada yanqui de ese país: controlando sus pozos con centenares de mercenarios como sus guardias privadas de seguridad. Esta cuestión es silenciada por toda la izquierda del “club de lloronas y llorones de Qadafy”.
En definitiva la partición de Libia fue la forma que utilizó el imperialismo para, mediante las burguesías locales, terminar de desarmar a las masas, cooptar las milicias, formar un ejército profesional tanto en Bengasi como en Trípoli y así derrotar la revolución. Pero eso lo pudo lograr con dos agentes: el gobierno de la ONU en Trípoli y el de Heftar en Bengasi y en todo el este libio.
La disputa por la renta petrolera entre dos pandillas burguesas, sirvientes de las distintas potencias imperialistas
Una Libia partida es un proceso de transición y de desintegración de la nación producto de la imposición de la contrarrevolución. Pero el imperialismo necesita de una Libia estable, unificada para imponer un estado fuerte que inclusive sea un gendarme contrarrevolucionario de toda la región. Es decir, la burguesía y el imperialismo necesitan también unificar a la casta de oficiales en un solo ejército que le garantice sus intereses y negocios de conjunto; no como sucede actualmente, donde las distintas pandillas burguesas se disputan y se quedan con parte de la renta petrolera.
El golpe de Heftar es impulsado, indudablemente, por el imperialismo yanqui que intenta tomar Trípoli para asegurarse el control del conjunto de la nación para saquear sus riquezas. Mientras, la Europa imperialista -que es abastecida por los barriles del petróleo y el gas que fluye por los gasoductos desde Libia a Italia- clama por “impedir los choques bélicos” y conquistar un gobierno común unificado en base a un “proceso de negociación”. Así lo declararon Macron de Francia y Salvini de Italia.
Una puja interimperialista, como parte de la guerra comercial, se ha abierto en Libia, tal como sucede también en distintos países del Magreb y Medio Oriente. En este caso, se disputan el petróleo y el gas que hacen funcionar el 80% de la producción en el planeta.
En Irán, luego de utilizar a los ayatollahs para aplastar la revolución siria, el imperialismo yanqui bloquea a esa nación con el objetivo de sacar a todas las empresas europeas de ese país e inclusive también a los clérigos, para quedarse con todos los negocios.
En Siria, donde EEUU tiró muy pocos misiles, es Trump quien reparte los negocios de la reconstrucción, mientras se quedó con los pozos de petróleo, dejándole una parte de los mismos a la British Petroleum, a la Total francesa y a Turquía.
El protectorado libio, que surge de la derrota de la revolución, hoy es disputado por las distintas pandillas imperialistas. Tienen ante sí un botín apetecible, con las masas sacadas de escena. Ambos gobiernos de Libia han hecho méritos para reconstituir al estado libio, puesto que los dos han sido garantes de la derrota de las masas y de su revolución. En otras palabras, cada uno busca ser el nuevo Qadafy, con un ejército único reconstituido, que garantice entregar las riquezas libias al imperialismo y ponerle un límite a las apetencias de cada pandilla burguesa local sobre la renta petrolera.
Está en disputa la renta petrolera y gasífera del 5° país productor de la OPEP
Heftar va por Trípoli. Es que el gobierno respaldado por la ONU es el que hasta ahora controla la capital, y con ello el Banco Central, por lo cual maneja los fondos de las exportaciones, es decir, parte y reparte la renta petrolera del país, prácticamente la única fuente de riquezas en Libia. Heftar quiere desplazar a ese gobierno y ser él quien lo haga.
Hoy la renta petrolera no hace más que aumentar, a raíz de la subida de los precios del petróleo (ya subió un 40% en lo que va del año) y de la producción en Libia. El año pasado la producción de petróleo llegó a los 800.000 barriles por día (bpd) promedio y este año se ha llegado a producir más de un millón bpd, proyectando que para abril la producción sería de 1.2 millones bpd, es decir, casi 300 mil bpd menos que en la época de mayor exportación, que se dio bajo el dictador pro imperialismo europeo Muamar al Qadafy.
Es decir, estamos ante una guerra feroz por ver cuál de las dos fracciones de la burguesía libia, ya sea la pro-yanqui de Heftar o bien la pro-europea del oeste, será la que controle los negocios de toda Libia como lacayos del imperialismo, encargados de garantizar el saqueo para sus petroleras.
Heftar va a por todo, incluso utilizando su aviación para poder perpetrar su campaña militar de manera más eficaz. El gobierno de Trípoli también usa todo su armamento pesado. Están llevando a Libia a una carnicería por ver quién se pone en el bolsillo los fondos del petróleo, como socios de entregarlo a las distintas potencias imperialistas.
Mientras tanto, la clase obrera libia, quien fue una de las protagonistas de la oleada revolucionaria de masas que en 2011 conmovió al Magreb y Medio Oriente, hoy se encuentra aplastada y sometida a una u otra fracción burguesa.
¡Ni el gobierno de Heftar ni el de Trípoli!
¡Hay que recuperar la revolución de 2011 y para ello hay que unir a la clase obrera libia con los obreros esclavos de toda el África martirizada que llegan a ese país!
La tarea de las masas, como ayer se hizo con el ejército de Qadafy, no es otra que desarmar a las dos pandillas burguesas que se disputan el control del estado libio y sus negocios. Hay que recuperar el armamento para las masas para conquistar el pan. ¡Un hombre, un fusil!
Durante años, desde las milicias, los explotados aseguraban que nunca más en Libia las armas se iban a usar contra el pueblo. Pero eso hace rato que está sucediendo. Mientras los mercenarios de las empresas petroleras lo hacen con los obreros esclavos de esas transnacionales, Heftar y el gobierno de la ONU mantienen a raya a los explotados de Libia, a los que les imponen los mismos planes de hambre y miseria que ayer Qadafy.
Nuevamente la demanda de pan, vivienda digna, trabajo para todos, independencia nacional y libertad, están a la orden del día. La única clase que puede unificar a la nación libia es la clase obrera: expropiando sin pago al imperialismo, tomando los pozos de petróleo bajo control obrero y rompiendo con todas las pandillas burguesas locales, es la única que puede poner la súper-renta petrolera al servicio del bienestar de los trabajadores y los explotados de toda la nación. Es la única clase a la que le va la vida en terminar con el tráfico de esclavos hacia Europa o hacia los pozos petroleros de la misma Libia y de todo Medio Oriente.
Tanto la prensa imperialista como los sesudos autores que escriben en los periódicos de la así llamada “Nueva Izquierda” -verdaderos cipayos del imperialismo-, utilizan un vocabulario común cuando se refieren a Libia. Lejos de hablar de lucha entre opresores y oprimidos, niegan la existencia de una poderosa clase obrera que es la que extrae el petróleo del 5° país exportador de la OPEP, produce en sus refinerías y construye los pozos de petróleo. Hay 300.000 obreros libios que trabajan en esto, mientras 2 millones de obreros esclavos realizan los peores trabajos en la Libia saqueada. Para esta izquierda basura pro-imperialista, estos obreros son “parte del ISIS”… “pueblos bárbaros”… “musulmanes”… “miembros de tribus” (no se sabe si recolectoras o cazadoras).
Pintan una Libia en la cual no existiría una burguesía nacional ni un imperialismo que la controla. Hablan de “tribus” y de “clanes” y no de burguesía. Le hacen creer a la clase obrera europea y mundial que Libia es una nación antropológicamente atrasada, de hace 20 siglos atrás. Son una izquierda lacaya de los yanquis, de Macron, de la British Petroleum, que encubren el saqueo más brutal de este país riquísimo en petróleo. Y luego lloran lágrimas de cocodrilo cuando ven colgados en guinches y con grilletes a los obreros negros vendidos como esclavos, cuya mayoría muere cruzando el Mediterráneo. Esa es la clase obrera de África, también de Libia ¡y de Europa!
Esta izquierda quiere hacerle creer a los obreros del mundo que los pueblos del Magreb y Medio Oriente y las masas musulmanas están inmaduras para la revolución, ¡cuando han sido las protagonistas de las más grandes revoluciones del siglo XXI!
Esta gente encubre y calla que la revolución Libia, y su vanguardia, los combatientes de Bengasi, han sido la avanzada antiimperialista de las así llamadas “primaveras árabes”. Allí, las masas rebeldes hicieron “pasar a mejor vida” al embajador norteamericano, al igual que a Qadafy. Esto lo quieren y lo tienen que ocultar. Son la miserable izquierda de Wall Street.
Para los trotskistas, desde ese combate que dieron las masas debe partir y partirá la segunda revolución libia. Pero para ello deberá saldar cuentas con todos los traidores, que luego de denostarla, sostuvieron y sostienen la masacre del fascista Al Assad y del sicario Putin contra las masas sirias. Son los que sostienen a las guardias fascistas contrarrevolucionarias que hoy atormentan a la clase obrera de Irán que se ha sublevado. Son los mismos que en Túnez apoyaron, con la burocracia sindical de la UGTT, la “transición” para que vuelva al poder el partido de Ben Alí. Son los que llamaron a apoyar a los “generales democráticos” de Egipto desde el Movimiento 6 de Abril, cuestión que le abrió las puertas a la dictadura de Al Sisi que hoy tiene a más de 40.000 presos políticos en sus cárceles. Son los que aislaron y cercaron la revolución libia y siria y las separaron de la lucha de los trabajadores de los países imperialistas.
De todas maneras, la última palabra no está dicha. Se combate en Sudán, se sublevan los trabajadores argelinos en Argelia y en París y las masas de Siria, Palestina e Irán presentan una durísima resistencia. La clase obrera en EEUU y en Europa aún tiene mucho qué decir. Ellos pueden golpear a la bestia imperialista desde adentro, al grito de “el enemigo está en casa”. ¡Una misma clase obrera, un mismo combate contra un mismo enemigo: el imperialismo y todos sus lacayos!
Abu Muad |
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