Este cinismo ha provocado un verdadero cerco que desde febrero le ha dejado libre las manos a Al-Assad para aplastar la sublevación revolucionaria de las masas sirias.
Los obreros y campesinos sirios no tienen ni un misil tierra-aire, ni un visor nocturno. Sólo pelean con cuchillos, escopetas y, cuando pueden vender alguna de sus pertenencias, con un kalashnikov. Los explotados de Siria ni siquiera tienen ya un lugar para enterrar a sus muertos.
Aquí las únicas tropas terrestres de la OTAN, de Obama y del imperialismo, son las que integran ese ejercito de ocupación genocida de Al-Assad, y todos los partidos traidores de la clase obrera que lo sostienen y están en su trinchera, apoyando a sus tanques, a sus aviones y a sus helicópteros que masacran a los explotados de Siria.

Hoy, todos los barrios donde viven los trabajadores y las aldeas de los campesinos pobres, han sido demolidos, mandados a la pre-historia, por los bombardeos del genocida Al-Assad. Ni un barrio de la alta burguesía ni de las clases medias ricas ha sido tocado por ninguna bomba.

El genocidio está en marcha. Se intenta derrotar al proceso revolucionario que desde Túnez conmovió al Norte de África y Medio Oriente, y que en su avance amenaza con sublevar a las masas palestinas que ya están entrando a la lucha en Jordania, en el sur del Líbano y en las mismas Gaza y Cisjordania.

Esta vez los enfermeros del capitalismo deben ser los sepultureros de los trabajadores. Las corrientes de la izquierda reformista que hoy sostienen a Al-Assad, tienen las manos manchadas de sangre obrera. Nunca más podrán hablar en nombre del proletariado y del socialismo ante la clase obrera mundial.
Son la izquierda videlista y pinochetista. Los trabajadores del mundo deben saber que antes del golpe militar en Chile, Fidel Castro pregonaba la “vía pacífica al socialismo” y que en “defensa de la democracia” en el ‘73 pusieron como Ministro de Guerra a Pinochet, que luego aplastara a sangre y fuego a la clase obrera chilena. Mientras tanto, el Partido Comunista argentino se paseaba por el mundo en el ‘76-‘77 defendiendo la dictadura “democrática” de Videla… con la excusa de que le vendía trigo a la URSS, incluso mientras sus propios militantes eran masacrados en los campos de concentración videlistas.

Hoy los entregadores del socialismo, sirvientes de Al-Assad, sostienen a una dictadura aún más feroz, sangrienta y agente de las multinacionales, que las mismas dictaduras de Videla y Pinochet, quienes se ruborizarían ante semejante masacre y genocidio en Siria.

El cinismo ya toca las nubes y no va a pasar desapercibido en la historia. Los que sostienen a Al-Assad sostienen a los hermanos Castro, a Chávez y a los estalinistas que hoy pactan, como ayer lo hicieron en Centroamérica, la entrega de la resistencia colombiana. Tal cual cuenta la historia de esas experiencias, éstas siempre terminan con la masacre a lo mejor de los trabajadores y los campesinos colombianos.
El “club de amigos” de los Castro y Chávez, y los renegados del trotskismo que los sostienen, entregan a la resistencia colombiana como entregan a Cuba al imperialismo.
Son los que ponen bajo control de las bases yanquis en América Latina a las masas obreras y campesinas de Colombia, y acusan de “ser de la CIA y de la OTAN” a las masas de Siria.
Estas corrientes no pueden ni podrán seguir mintiendo. El velo se corre. De las fosas comunes, sale la sangre que condena sus mentiras y calumnias contra la clase obrera siria.

Las corrientes de izquierda y autoproclamadas del socialismo, que sostienen esta masacre y carnicería humana contra la clase obrera, no son más que distintos eslabones de una misma cadena para estrangular las revoluciones del Norte de África y Medio Oriente.

Los crímenes contra la clase obrera siria y mundial no van a quedar impunes. Los hijos, y también los hijos de los hijos, de la actual generación del proletariado mundial los va a condenar en la historia, pero también lo hacen y lo denuncian desde hoy, los obreros, estudiantes y campesinos pobres de Siria. Ellos hablan… cuando cesan los bombardeos, saliendo de sus casas destruidas, cuentan su verdad.
El Comité de Obreros Voluntarios Internacionalistas y la Brigada León Sedov combatimos con ellos y desde allí les respondemos.