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Argentina - 20 de diciembre de 2021

 

Adelanto del libro Argentina 2001: Estallido de la revolución

 

Presentación de la Parte II

El trabajo “Los diez días que conmovieron a Argentina” – “El estallido de la revolución”, que encabeza la Parte II de esta obra, fue escrito por protagonistas de este combate, agrupados en torno a la bandera de la lucha por la refundación de la IV Internacional, con el objetivo de poner en pie un partido revolucionario insurreccionalista que esté a la altura de la lucha por la revolución socialista. Esta cuestión no se la planteaban como tarea inmediata ninguno de los partidos del ex trotskismo, cuando se estaba desarrollando el inicio de la revolución misma. Todos los años que pasaron desde esa fecha, demuestran que estas corrientes ex trotskistas ya están totalmente integradas al régimen post-revolucionario, el de la reconstitución de los partidos burgueses de la democracia para ricos bajo las formas más reaccionarias y bonapartistas de la Constitución del ‘53.

Al decir de Trotsky, al inicio de toda situación prerrevolucionaria o revolucionaria todo el programa marxista se debe articular alrededor de poner en pie los organismos de doble poder armados de las masas, puesto que se abre una fase de ruptura de la paz social entre las clases, a la que el marxismo denomina fase de guerra civil, donde las masas despliegan todos sus métodos de lucha en el combate. Esto es clave puesto que cuando comienza una revolución, la tarea central de toda corriente que se precie de revolucionaria, es preparar una insurrección que la lleve a la victoria.

Días atrás, Nicolás Del Caño, diputado por el PTS / FIT-U, en un discurso en el Parlamento burgués argentino rindió un homenaje por la conmemoración de este 20° aniversario de la revolución argentina. Delante de los partidos patronales como el peronismo y la UCR junto al macrismo, que habían impuesto el estado de sitio y asesinado a más de 40 mártires del levantamiento, tuvo la desfachatez de afirmar que le rendía homenaje a una “gran movilización democrática” realizada el 19 de diciembre de 2001 a la noche. Del Caño silenció las decenas de jornadas revolucionarias que, como aquí demostramos, se desarrollaron en el año 2001 golpeando y haciendo estremecer a la Argentina de los poderosos, los capitalistas, el imperialismo y la oligarquía. Luego de 20 años, lo que presenciamos es la sumisión completa al régimen burgués de una izquierda reformista que en el 2001 demostró toda su impotencia por ser corrientes que ya estaban en abierta ruptura con el trotskismo.
Del Caño le estaba rindiendo un homenaje a los combates del 2001 y guardó silencio sobre que los que estaban en ese Parlamento eran los asesinos de los caídos en esas jornadas. Denunciar eso tal vez le hubiera significado que le quieran quitar “las cuestiones de privilegio” o pidan su expulsión de la Cámara… pero el único privilegio para un revolucionario en el Parlamento burgués debería ser el de defender los intereses del proletariado y no de sus verdugos.

En las siguientes páginas el lector podrá seguir detenidamente cómo fue el estallido de la revolución: cómo fue el desarrollo de las Huelgas Generales políticas, los combates con piquetes y cortes de ruta, interrumpiendo el tránsito de mercancías, las tomas de fábrica y el ataque a la propiedad de los capitalistas y junto a eso, la acción de masas del 19 de diciembre. El eje de este no solo fue el grito de guerra de “que se vayan todos”, sino que también fue un hito en la lucha contra la burocracia sindical, mientras se amenazaba con quemar el Parlamento burgués (que terminó vallado con sus puertas incendiadas), donde hoy se regocija la izquierda reformista.
Por supuesto que esta jornada revolucionaria fue democrática pero fue la democracia para los obreros, para los hambrientos, para las clases medias arruinadas, tal como fue democrática la Plaza Congreso contra Macri y su robo a las jubilaciones en diciembre de 2017, cuando cayeron toneladas de piedras sobre esa cueva de bandidos del Parlamento. Fueron tan democráticas como lo es hoy la sublevación de la clase obrera y el pueblo de Chubut que no han dejado institución de poder sin arder en la capital de la provincia.

El 20 de diciembre fue el combate decisivo que obligó a De la Rúa a huir en helicóptero por los acontecimientos revolucionarios, como lo define el artículo “La Batalla de Buenos Aires” que incluimos en este apartado.

El trabajo “Madurez e inmadurez de la revolución que ha empezado” acompaña estos primeros escritos sobre el estallido revolucionario en Argentina, definiendo como un factor de inmadurez de la revolución al centrismo y el oportunismo de las corrientes que usurparon la IV Internacional, llevando a la impotencia los mil y un intentos de la vanguardia de la clase obrera mundial y de Argentina en particular, para poner en pie un partido revolucionario.
Esta cuestión incluye los jalones de programa revolucionario que conquistaron las masas en su combate que se expresaron no solo en la lucha por “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, sino también en el programa revolucionario de los piqueteros del norte de Salta, llamado los “21 puntos”, con el cual organizaban toda su lucha alrededor de conquistar trabajo digno, y no para ser transformados en mendigos, tal cual hiciera luego una burocracia piquetera que administra el hambre y las dádivas miserables a millones de explotados. La lucha por unir a los trabajadores ocupados y desocupados que se expresó en la convocatoria a un Congreso Nacional de trabajadores ocupados y desocupados en la plaza de Mosconi cuando arreciaban los cortes de ruta y las balas de la Gendarmería.
Asimismo publicamos las resoluciones de la Interbarrial Nacional de Asambleas Populares de marzo-abril de 2002, la cual votó un programa de ataque a todas las instituciones del estado, planteando que gobiernen los trabajadores y las asambleas popular, lo que expresaba que allí se organizaban no solo las clases medias arruinadas, sino también amplios sectores de la clase obrera, jubilados, etc., que estaban en la lucha.

En esta Parte II el lector también encontrará el programa y el curso de acción que planteaban los marxistas revolucionarios mientras se desarrollaban estos agudos acontecimientos. Se trataba de tener una política para profundizar la revolución que había comenzado y que esta no se detuviera, poniendo en pie los organismos de doble poder de las masas, con la clase obrera acaudillando a los sectores explotados de la sociedad y con un pliego de demandas que, partiendo de las necesidades más inmediatas, se eleve a la lucha contra los capitalistas y su régimen, abriendo el camino al triunfo de la revolución que había comenzado.

Si Marx escribió un fenomenal trabajo contra el materialismo vulgar titulado “Miseria de la filosofía”, este material se podría llamar la “miseria del reformismo y su programa al inicio de una revolución”.

Asimismo, en esta segunda parte, incluimos un documento titulado “Adónde va Argentina”, escrito a un año de comenzada la revolución, que hace un repaso de los acontecimientos revolucionarios y define las categorías claves de la situación abierta en el 2001 y las lecciones teóricas y estratégicas de esos combates.
En este trabajo se desarrollan los tres momentos claves que habían transcurrido en el primer año desde el inicio de la revolución.
El primero de ellos se refiere a las jornadas revolucionarias del mes de diciembre de 2001, es decir, el de las acciones independientes de masas.
El segundo momento, es el del cierre de la crisis revolucionaria en las alturas y la asunción del gobierno de Duhalde, por crisis de dirección y colaboración de las direcciones traidoras, que es el primer intento burgués de restablecer todas las instituciones de dominio maltrechas en Argentina, luego de que pasaran 5 presidentes por la Rosada en una semana.
Por último, el tercer momento versa, como no podía ser de otra manera, sobre los golpes selectivos contrarrevolucionarios al ala izquierda de la clase obrera y las masas. La masacre de Avellaneda en junio de 2002, con el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, fue un factor clave de la burguesía para, junto a la traición de las direcciones de la clase obrera, estabilizar al gobierno asesino de Duhalde, Aníbal Fernández y Felipe Solá. Este era el gobierno del PJ que ya se había probado poniendo en pie la Triple A en 1975 y con Menem asesinando en las rutas a lo mejor del movimiento piquetero sublevado en los ’90 como Teresa Rodríguez, Aníbal Verón y los mártires de Mosconi. Esta vez, los fundadores del kirchnerismo le abrieron camino asesinando a lo mejor de la vanguardia obrera.

Fue con traiciones, con engaños y con una dura represión al ala izquierda de las masas en lucha, cómo el régimen logró imponer la reconstitución relativa de la paz social en Argentina.

Esta segunda parte de la presente obra culmina con la denuncia al rol clave que jugó Fidel Castro en el momento de la peor crisis de dominio y de los partidos burgueses desde el año 1982. En el mes de mayo de 2003 Fidel Castro arribaba a Argentina, apoyado por todos los representantes de esa farsa de la “Revolución Bolivariana”, para estar presente en la jura de Néstor Kirchner como presidente. Al otro día, en un recordado discurso ante decenas de miles de personas en las escalinatas de la Facultad de Derecho, Castro planteó que “había que apoyar a Kirchner” (“mi amigo”, dijo) que supuestamente iba a “distribuir la riqueza, pero para ello primero había que trabajar y sacrificarse”… A lo que realmente vino Kirchner, apoyándose en la brutal devaluación de Duhalde y el robo a las clases medias, es a poner a los obreros a trabajar como esclavos por salarios de miseria, mientras le renegoció y pagó al día toda la deuda externa a los banqueros privados y al FMI.
En su discurso en Argentina, Castro denunció como un sueño utópico la victoria de una revolución socialista en Argentina como había sucedido en Cuba y proclamó abiertamente que la clave era la “distribución equitativa de la riqueza”… Así Castro se transformó en un factor decisivo para sostener por izquierda al gobierno de Kirchner, en el medio del marasmo de esta democracia para ricos y de todas las instituciones de dominio de la Constitución del ’53.
No hizo nada nuevo. Ya antes Fidel Castro había viajado a Chile en los ’70 a proclamar la “vía pacífica al socialismo”, lo que terminó en una brutal tragedia y baño de sangre de las masas en ese país, a manos del golpe militar de Pinochet.
El PC Cubano, lejos de transformar a la isla en un bastión de la revolución socialista en América Latina, la transformó en un gran escollo para que esta avance y dé pasos hacia adelante.

La venida de Castro a Argentina inauguró el vuelco de todas las burguesías “bolivarianas” en la llamada “Contracumbre” contra el ALCA. Lula, Morales, Chávez, Correa, etc. volcaron todas sus fuerzas para sostener al gobierno de Kirchner, abriendo ilusiones en las masas revolucionarias de Argentina de que en alianza con las burguesías nativas se podía derrotar al imperialismo. Una verdadera estafa política y un factor clave y decisivo en el desvío y estrangulamiento de la revolución argentina, como veremos más adelante.

Esta política le dio tiempo a la burguesía para reconstituir todas sus instituciones que habían quedado dislocadas y a los partidos políticos que habían sido duramente golpeados por el estallido de la revolución. El grito de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” expresaba esta enorme crisis que tenían los partidos del régimen y a su vez, demostraba la aguda ruptura de la clase obrera con el peronismo, al que venía de repudiar durante el Menemato en los ’90.
Esa consigna de “que se vayan todos” lejos de expresar impotencia como afirma la izquierda del régimen, es un jalón de programa revolucionario e independencia de clase. Justamente, “que se vayan todos y que no quede ni uno solo” es la precondición para el triunfo de una revolución socialista, cuestión de la que renegaron todos los partidos que se proclamaban revolucionarios en Argentina.

 


 

 

 

 

 

 

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