Argentina - 20 de diciembre de 2021
Adelanto del libro Argentina 2001: Estallido de la revolución
13 de abril de 2001 – Documento de la Liga Obrera Internacionalista / Democracia Obrera*
Argentina: la génesis y los momentos previos al estallido revolucionario de diciembre de 2001
* Documento presentado al Congreso Extraordinario de la LOI-CI de abril de 2001,
ocho meses antes del inicio de la revolución
Capítulo 1
El desarrollo de la crisis económica mundial imperialista y sus consecuencias en América Latina y en la Argentina en bancarrota
No se pueden entender, desde un punto de vista marxista y proletario, los terribles cambios convulsivos que vive la Argentina y la enorme crisis que durante diez días conmovió al régimen del Pacto de Olivos y al gobierno de De la Rúa, si no vemos estos agudos acontecimientos como refracción, con sus particularidades nacionales, de los agudos acontecimientos mundiales que desde el año 1997 provoca el desarrollo de la crisis mundial, con los equilibrios y desequilibrios que permanentemente se abren en la economía mundial capitalista y con las consecuencias que ellos crean.
Es que, acompañando el inicio de la crisis económica mundial de 1997, con sus rondas asiática, rusa, con la crisis y el estallido del Mercosur y de Brasil en 1999, en Argentina se abrió una situación de recesión crónica desde el año 1998, de estancamiento y retroceso descomunal de sus fuerzas productivas. Pero es en diciembre del 2000 cuando esta crisis pega un salto cualitativo, estallando el modelo de acumulación del capitalismo semicolonial argentino que, como demostraremos más adelante, se basó en un monumental endeudamiento y sumisión al capital financiero internacional en los últimos 25 años.
Es que en el 2000 la crisis económica mundial, después de haber dejado a Japón en abierta recesión durante más de un lustro, pega un salto y golpea abiertamente al interior de los Estados Unidos poniendo fin al ciclo de crecimiento, que durante nueve años desarrolló la economía norteamericana. Los sucesivos minicracks bursátiles de Wall Street son el indicador del hundimiento y la crisis de las ramas de producción llamadas tecnológicas que hicieron de locomotora, junto al saqueo del mundo semicolonial, de dicho ciclo de crecimiento.
La crisis del petróleo que se abriera en el año 2000 puso fin al límite impuesto a la expansión de la crisis que, hasta entonces, no tocaba a las potencias imperialistas. El aumento del precio del mismo fue un componente más del ciclo recesivo que golpeaba y afectaba a la economía mundial, reabriendo un período de profundos desequilibrios y descalabro de la división mundial del trabajo y marcando, no solo el inicio de una recesión norteamericana, sino nuevos saltos en la lucha comercial imperialista. Pues, como venimos sosteniendo, la economía mundial funciona a base de polos antagónicos: es que si Estados Unidos se expandía, Japón se hundía; y si entra en recesión Estados Unidos, esto afectará indudablemente a Europa, donde el capital financiero de las potencias europeas se encuentra comprometido en un 70% en créditos e inversiones al interior de Estados Unidos. Cuestión esta última que ya vuelve insostenible el subsidio agrícola al interior de las potencias europeas, que reaviva y profundiza las guerras comerciales y que, como telón de fondo, desarrolla una feroz crisis agraria a nivel internacional.
América Latina se ha transformado en un abierto terreno de disputas interimperialistas, signado por la ofensiva yanqui para tratar de cerrar su patio trasero con el ALCA, y la ofensiva europea y, sobre todo, francesa, que busca dividir a las burguesías nativas, a sus regímenes y gobiernos, e inclusive alentar a fracciones de las direcciones traidoras y de las propias burocracias sindicales como aliadas, para mantener su esfera de dominio en el continente. Política esta que tuvo su expresión en el Foro de Porto Alegre, organizado por el vocero de las V República imperialista francesa, el director del multimedios Le Monde.
Estas crecientes guerras comerciales interimperialistas, esta disputa por las zonas de influencia y la ofensiva recolonizadora sobre las semicolonias y colonias y sobre los ex estados obreros en liquidación, exacerbarán y recrudecerán aún más el ya agudísimo problema nacional, como lo viéramos y lo vemos hoy en los Balcanes, en Chechenia, en la propia Palestina.
Si esta lucha interimperialista, guerras comerciales y disputas por las zonas de influencia se profundizan, en el próximo período, puede desarrollarse la tendencia que las burguesías nacionales cipayas, socias menores de los monopolios imperialistas, intenten aprovechar estas brechas y disputas para regatear y renegociar con el imperialismo condiciones más favorables en el reparto de la plusvalía extraída de la superexplotación de sus propias clases obreras y el saqueo de sus naciones. Si estas condiciones se agudizan, no podemos descartar incluso el desarrollo de nuevos fenómenos nacionalistas burgueses e incluso el surgimiento de gobiernos bonapartistas “sui generis” que intenten negociar con el imperialismo utilizando la movilización de masas como chantaje y controlándolas férreamente al mismo tiempo, pero esta vez, y a diferencia de los años 50 y 60, no en semicolonias exportadoras en un proceso de semi-industrialización y sustitución de importaciones, sino en medio de la crisis económica mundial y del hundimiento en la peor de las decadencias de las naciones oprimidas, lo que achicará indudablemente el margen de maniobra de estos fenómenos.
Los intentos que en el último tiempo hemos visto de los países productores de petróleo de la OPEP de negociar en bloque con el imperialismo, los viajes a Irak y a Libia del bonapartista y populista de manos vacías Chávez de Venezuela, son expresión de esta tendencia.
Es indudable que este desequilibrio de la economía mundial empuja más y más a que cada potencia imperialista entre en disputas con otras por las zonas de influencia, y a cerrar, cada una de ellas, su propia zona de influencia. Es así que el ALCA no es otra cosa que un intento decisivo de los Estados Unidos de subordinar a su “patio trasero”. El imperialismo yanqui se prepara para nuevas y superiores luchas por mantener su supremacía en la economía mundial y sobre todo para seguir dominando y dirigiendo la colonización de los exestados obreros hoy en liquidación.
El nuevo gobierno de Bush intenta moverse en esta situación y lanza una brutal ofensiva –como fuera a fines de los 80 con el plan Brady- esta vez con el ALCA, para disciplinar a su “patio trasero”.
La crisis imperialista de 1997 abre un ciclo de nuevos levantamientos revolucionarios de masas a nivel mundial
Las potencias imperialistas son conscientes de que nuevos puntos de equilibrio de la economía mundial, nuevas superganancias y el desarrollo de nuevas ramas de producción sólo serán posibles si logran infligirles nuevas y superiores derrotas a la revolución mundial y eso está por verse. La revolución albanesa hoy sigue viva en territorio macedonio; la revolución palestina hoy es el centro de la revolución mundial, mientras que en América Latina se ha iniciado un ciclo de grandes convulsiones, de ascenso de masas, que ha logrado abrir una abierta situación prerrevolucionaria a nivel continental que, con desigualdades, golpea al subcontinente y mete en crisis a sus regímenes y gobiernos.
La crisis de 1997 puso a andar el reloj para definir en la lucha viva entre revolución y contrarrevolución, el proceso indefinido que dejaron los acontecimientos de 1989. Y hoy, luego de tres años, podemos decir que cada vuelta de la aguja de ese reloj provoca más y más saltos en la crisis y nuevos enfrentamientos entre revolución y contrarrevolución.
Y desde el punto de vista de la situación económica mundial, los nuevos saltos en las disputas interimperialistas han abierto una situación que denominamos pre-30: es decir una situación donde comienzan a delinearse zonas de influencia de las distintas potencias imperialistas, nuevas disputas por las mismas y la perspectiva de que estas se cierren sobre sí mismas y provoquen nuevos saltos proteccionistas y guerras comerciales. Las que preanuncian que, históricamente, si no triunfa la revolución proletaria, el siglo XXI deparará nuevas guerras interimperialistas y de saqueo, que comparadas a las que vimos en el siglo XX parecerán cuentos para chicos.
Se agudiza la época de crisis, guerras y revoluciones, pero junto a ella, también se profundiza la crisis de dirección del proletariado
Indudablemente, estas condiciones, lejos de aliviar han agudizado a grado extremo la crisis de dirección revolucionaria del proletariado. Las condiciones de la época de crisis, guerras y revoluciones no dejan de agudizarse. Los cambios bruscos en los distintos países están a la orden del día. Las revoluciones que aquí y allá se abren son derrotadas a sangre y fuego como en los Balcanes o en Timor del Este (en Indonesia); o expropiadas como en Ecuador, o desviadas como en Serbia o Perú. O bien, no terminan de abrirse definitivamente, puesto que las direcciones traidoras, en primer lugar, la socialdemocracia de los países imperialistas europeos y la burocracia y aristocracia obrera blanca de los Estados Unidos con su AFL-CIO, y sus socios, los burócratas sindicales, los stalinistas reciclados o las direcciones nacionalistas burguesas o pequeñoburguesas, les ponen un freno a cada paso a los intentos revolucionarios de las masas. Así, los pactos sociales, las treguas, las traiciones abiertas, indican que las condiciones objetivas revolucionarias están más que maduras y que no tan solo se están “descomponiendo un poco” sino que ya lo están haciendo aceleradamente.
Hoy quedaron atrás –porque los hechos mismos de la vida lo demostraron- los ríos de tinta escritos por los revisionistas de todo pelaje que surgieron como verdaderos Caínes del movimiento trotskista internacional, que anunciaban a los cuatro vientos la responsabilidad del “atraso del proletariado” como causante de las derrotas y de la imposibilidad de luchar por un programa de transición revolucionario en el combate cotidiano de las masas. Han caído ya al basurero de la historia las teorías de avances totales o parciales de las fuerzas productivas, de nuevas fases del capitalismo, con las que los antitrotskistas de la IV internacional terminaron de envenenar la conciencia de decenas de miles de cuadros y militantes trotskistas de todo el mundo. La lucha de trotskismo versus menchevismo se torna en el factor fundamental para recuperar la IV internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista. Tan solo bajo su estandarte será posible poner en pie partidos revolucionarios internacionalistas de vanguardia nacionales.
Así, a fines de siglo XX, durante los 90, el revisionismo –continuador de los Bernstein y los Kautsky de la socialdemocracia de principios de siglo, y de la emergencia del stalinismo a fines de los 20 con su pseudo-teoría de “socialismo en un solo país”– surgió de las filas mismas de la IV internacional. Revisionismo éste que fue preparado con años de centrismo y adaptaciones desde la posguerra y con un acelerado proceso degenerativo en los 80, cuando todas las alas del movimiento trotskista acompañaron el curso restauracionista de la burocracia stalinista. Y ese revisionismo de los 90 devino en centrismo burocrático a partir de 1997, cuando se abrieron las condiciones objetivamente revolucionarias, y así, el centrismo adaptado de ayer se transforma en categóricamente burocrático. Es decir, en un centrismo sostenido en prebendas obtenidas por la administración de los sindicatos, en abierta coexistencia pacífica con las burocracias sindicales o en los regímenes burgueses, es decir, cubriéndoles a esos el flanco izquierdo, como lo viéramos frente a la guerra de los Balcanes, o de forma miserable hoy frente a la revolución palestina, o frente a las revoluciones y levantamientos latinoamericanos, o en su apoyo a los gobiernos socialimperialistas europeos y a la burocracia y aristocracia obrera que los sostienen. Por poner tan solo algunos ejemplos de la infinidad de capitulaciones y traiciones del centrismo burocrático que los militantes revolucionarios conscientes conocen cotidianamente.
Es bajo estas condiciones objetivas internacionales y bajo las de esta crisis de dirección revolucionaria del proletariado (que es la ley de causalidad histórica fundamental), que podrá comprenderse el desarrollo tortuoso de la situación prerrevolucionaria en América Latina y de la situación objetivamente revolucionaria en Argentina, que se abriera en los diez días de colapso del régimen semicolonial del Pacto de Olivos, que pasaron entre la caída de López Murphy y el ascenso de Cavallo el 20 de marzo de 2001 nuevamente como Ministro de Economía, esta vez de De la Rúa.
Capítulo 2
América Latina: entre una dura ofensiva imperialista y enormes sublevaciones de los explotados
La burguesía busca nuevamente al stalinismo y a las burocracias sindicales para contener el embate de masas
La crisis económica y la lucha de clases hoy en América Latina
Cada uno de los golpes de la crisis económica mundial que se sucedieron desde el año 97, lo que provocaron no fue otra cosa que el hundimiento de los mercados emergentes como lo fueran el Mercosur y Chile en los 90, o la ruina definitiva de los países como los del Pacto Andino que no lograron entrar en el circuito “virtuoso” de afluencia de capitales en los 90, o bien el sometimiento de México totalmente al TLC y por esa vía a los Estados Unidos, profundizando su decadencia.
Las sucesivas devaluaciones que se desarrollaron en Brasil, Venezuela, México, Ecuador, etc. al calor de los golpes de la crisis financiera internacional, fueron un verdadero saqueo a los trabajadores y a los pueblos nativos. La total apertura de las economías de las semicolonias latinoamericanas y el mantenimiento de los controles proteccionistas de la economía de las potencias imperialistas desarrollaron y provocaron nuevos saltos en la crisis y la concentración agraria y el despojo del movimiento campesino latinoamericano. La persistencia de un ejército industrial de reserva crónico de millones de desocupados y subocupados ya configura una verdadera subclase de los que jamás, bajo estas condiciones de dominio imperialista, entraran al circuito productivo.
Es que la crisis de 1997 abrió un proceso de fuga y huida de capitales y dejo al garete a economías que subsisten en base al endeudamiento, o sea del endeudamiento con las deudas externas con el capital financiero.
Estas catástrofes fueron el motor de las sucesivas rondas de levantamientos obreros y campesinos, de huelgas generales, de guerras civiles en el campo, de crisis de los gobiernos y regímenes que aquí y allá estallan y no logran contener las terribles contradicciones que se agudizan ante la tremenda crisis social y polarización en los países latinoamericanos.
Atrás quedaron los 90, los años de los planes Brady para América Latina, que no fueron otra cosa que pactos de coloniaje mediante los cuales, a través de la comisión de bonos de la deuda externa de los países semicoloniales en manos del capital financiero, los monopolios y los bancos imperialistas se compraron por bagatelas toda la infraestructura y los servicios, vía las privatizaciones de los países latinoamericanos.
Con el plan Brady a fines de los 80 se intentó dar una salida a las sucesivas crisis de la deuda externa que habían sacudido durante esa década a toda América Latina, salida que significó nuevos endeudamientos, nueva sumisión y nuevos negocios para los monopolios imperialistas. Sobre la onda expansiva de esos planes Brady se montaron las sucesivas oleadas de los gobiernos cipayos y entreguistas que, a fines de los 90, comienzan a llegar a su fin, odiados por las masas y sacudidos por fuertes levantamientos obreros y campesinos.
Lo que se ha agotado en América Latina, al calor de la crisis económica mundial y como sucediera con las distintas políticas frente a la deuda externa de los 80, son estos mecanismos de saqueo y despojo. Por delante, de no mediar la revolución proletaria, lo que queda es la colonización total de América Latina con el ALCA, vía su cuasi transformación en virreinato de los Estados Unidos.
Estamos al final de este ciclo histórico, donde los parásitos del capital financiero que viven en los países imperialistas de la renta especulativa, de cortar cupones de los títulos de la deuda de América Latina, ya no pueden cobrarse la tajada que necesitan para seguir viviendo con superganancias extraídas a millones de esclavos de nuestro subcontinente.
El default –la cesación de pagos- amenaza a la mayoría de los países de la región. La avidez del capital financiero internacional empuja a nuevas políticas de coloniaje y nuevos saltos en el ataque a las masas: el ALCA no es otra cosa que la frutilla del postre que están preparando en los ataques actuales.
La respuesta generalizada de masas en este año y medio, con huelgas generales que en los distintos países se sucedían con apenas semanas o días de diferencia, junto a los levantamientos campesinos, a las guerras civiles en el campo, a las acciones del movimiento estudiantil en las calles, no se hizo esperar.
Las crisis en los regímenes y gobiernos que se abren a cada paso, inclusive crisis revolucionarias como vimos en Ecuador, o caída de regímenes y gobiernos como producto de la acción de masas como en Perú, o el cuasi-dislocamiento del régimen y el gobierno argentinos durante diez días, fueron procesos extremos de la crisis de los de arriba. Crisis que en países como Chile –con reformas cosméticas en el régimen pinochetista-, o en México –con el hundimiento del PRI y el triunfo del PAN y de Fox-, lograron controlarlas preventivamente, mientras que Brasil, con los pactos sociales de la burocracia cutista y el sometimiento del PT, lograron hacerles pagar a las masas la crisis de 1999-2000, sacándolas provisoriamente de la escena.
La caída revolucionaria de Fujimori, con el inicio de la revolución peruana, hoy desviada por una oleada pacifista tramposa garantizada por las direcciones obreras –que le entregaron el poder a los que nada hicieron para el derrocamiento del fujimorato y que lo sostuvieron hasta el último momento-, es un indicio de que la crisis y las contradicciones que se avecinan entre los de arriba, en sus gobiernos y regímenes, en el continente latinoamericano, son aún mayores. Ahí está el proceso avanzado de debilitamiento del gobierno de González Macchi en Paraguay, que sigue como producto del desvío de acciones revolucionarias de las masas en las calles que tirara al basurero de la historia al régimen del partido colorado. Ahí está Chávez en Venezuela, ese populista de manos vacías, enfrentando las primeras huelgas generalizadas de la clase obrera venezolana contra su gobierno bonapartista.
Es así que la crisis de los de arriba, las tendencias a las crisis revolucionarias o prerrevolucionarias, las tendencias a acciones de masas o levantamientos revolucionarios de las mismas en América Latina que hemos visto desarrollarse en estos años; la crisis, polarización y pauperización de las clases medias urbanas y rurales, configuran el inicio pleno de una situación prerrevolucionaria en el subcontinente. Mientras la crisis económica mundial cocina a fuego lento las tendencias a la polarización y enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución que se avecinan.
Ante la crisis de los planes de saqueo imperialista y los regímenes, los explotados entran en abierta lucha política de masas
Esta situación prerrevolucionaria se ha desarrollado durante este año y medio para nada de forma evolutiva. Es que aquí y allá ha habido grandes saltos hacia delante y empuje de masas y fuertes retrocesos, desvíos y expropiaciones de la lucha política de masas. Los agoreros que querían preparar al movimiento obrero para años de lucha económica y sindical evolutiva, como fueron los centristas revisionistas del movimiento trotskista latinoamericano, y que quedaron agarrados a cuanta oleada pacifista y pseudo democrático-burguesa intentaron los regímenes para desviar la lucha de masas, se han chocado sus narices y sus dientes contra la cruda realidad: bajo el estallido convulsivo de las condiciones objetivas, frente a la crisis que ya está aquí y la catástrofe que golpea a las masas, la tendencia espontánea de las masas es a irrumpir en lucha política y la lucha económica queda concentrada en esa lucha política de masas. Este ha sido el motor del ascenso de las masas obreras, campesinas y del movimiento estudiantil en Latinoamérica.
Ante la catástrofe, a cada paso el combate tiene como tarea inmediata para las masas la ruptura con el imperialismo, atacar la propiedad privada del capital financiero, de las transnacionales, de los grandes terratenientes y de la gran burguesía agraria, de los patrones nativos. Aún para mantener alguna conquista, son necesarias luchas frontales contra los regímenes y gobiernos cipayos del continente. La falacia de las consignas de la aristocracia obrera europea y norteamericana de “organizar a los no organizados” que repitieron como cacatúas todos los centristas del movimiento trotskista latinoamericano, fueron utilizadas para subordinar a las masas en lucha a la burocracia sindical, a los organismos de autodeterminación y democracia directa que surgieron y tienden a surgir permanentemente en las luchas más avanzadas del proletariado latinoamericano a los sindicatos estatizados hasta los tuétanos, cuyos funcionarios aquí y allá son llamados como ministros para sacarles las papas del fuego a la burguesía.
La burguesía y el imperialismo necesitan nuevamente del castrismo y el stalinismo para contener la revolución en América Latina
En todas estas luchas políticas de masas expresadas en huelgas generales políticas, en piquetes de huelga y de cortes de ruta, en embriones de organismos de autodefensa que recorrieron a Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador y Colombia, el rol y el objetivo de las direcciones traidoras fue el de desviar la lucha política de masas, ponerlas a los pies y subordinarlas a las distintas fracciones de las burguesías nativas y, lo que es más grave, separar país a país el combate de los explotados para impedir una acción unificada y centralizada de las masas obreras y campesinas latinoamericanas.
En nuestro continente el rol de vanguardia de esta política contrarrevolucionaria la ha jugado el castrismo que, en un abierto proceso de restauración capitalista, chantajea y negocia con el imperialismo yanqui, abriéndole de par en par las puertas de Cuba a los carniceros imperialistas europeos. Mientras tanto prepara con la familia Rockefeller los negocios definitivos con los que la burocracia restauracionista castrista terminará de reciclarse en clase burguesa, transformándose en los verdaderos “gusanos” dentro de la isla. Esta burocracia restauracionista ya actúa como una verdadera burguesía nativa naciente, que negocia con las distintas potencias imperialistas para lograr una mejor ubicación y ventaja en la plusvalía que le sacan, en este caso, al proletariado cubano. Así, en manos de la burocracia restauracionista cubana, se ha transformado a la primera revolución obrera triunfante en América Latina en un botín ofrecido al mejor postor.
Es que el stalinismo latinoamericano se ha reciclado en Cuba en burocracia restauracionista y en los demás países del continente, en agentes directos de las distintas burguesías nativas o fracciones de ellas.
En Colombia, en un verdadero frente popular con la burguesía nativa ligada al narcotráfico, controla territorios mientras negocia con el régimen semifascista colombiano y los yuppies de Wall Street un “acuerdo de paz beneficioso para ambas partes”.
En Ecuador, en su versión maoísta, el stalinismo confluyó con la dirección pequeñoburguesa del movimiento campesino que le entregó el poder a los coroneles, que a su vez se lo devolvieron a Noboa que dolarizó la economía, propinándole un duro golpe a la revolución ecuatoriana, dividiendo la alianza obrera y campesina que fuera el motor de esta revolución.
En México, otra dirección pequeñoburguesa filostalinista, el EZLN, el “nuevo mito” que emergió con su partido-ejército montándose para controlar y negociar una guerra civil en el campo en Chiapas, muestra toda la cobardía y la sumisión de toda dirección pequeñoburguesa ante la gran burguesía y el imperialismo. La larga marcha desde Chiapas al Zócalo, que fue acompañada por la simpatía y la predisposición a la lucha de millones de obreros y campesinos, tuvo como objetivo… ¡ser escuchados “dignamente” por el Parlamento burgués mexicano de los partidos burgueses antiobreros y anticampesinos del PRI, el PAN y el PRD!
Esta ideología, este programa y esta política de colaboración de clases se encarnan en todas las direcciones y burocracias sindicales traidoras del continente. Se encarna en los Moyano y los De Gennaro que pusieron a los pies del “Frente Productivo” de la patronal esclavista, hoy abrazada a Cavallo, las huelgas generales y la enorme combatividad puesta en las calles por los desocupados con sus piquetes en Argentina. Se encarna en la burocracia sindical stalinista y fujimorista que en el Perú impidió la imposición de un gobierno obrero y campesino revolucionario a la caída del fujimorato: inclusive el secretario general del sindicato de la construcción terminó como candidato a vicepresidente de la burguesa blanca Lourdes Flores, otorgándole así la mayoría de sus votos.
Y en Chile, la socialdemocracia y el stalinismo, ya sea desde el gobierno del régimen pinochetista o desde la “oposición”, sostienen a ese régimen esclavista, el que más conquistas consigue contra la clase obrera y los explotados latinoamericanos, llevando a la clase obrera chilena a ser una de las más explotadas del mundo, con 2444 horas anuales de trabajo.
Sostenido por el stalinismo y las burocracias sindicales latinoamericanas, surge el Foro de Porto Alegre para contener el ascenso de masas
Como no podía ser de otra manera, todos se encontraron reunidos por los anfitriones de la socialdemocracia proimperialista brasilera, los traidores del pacto social de la CUT y Lula, en el Foro de Porto Alegre: un acuerdo de traidores, agentes de las potencias imperialistas europeas, en las que intenta apoyarse para regatear, junto a las burguesías nativas, las ganancias sacadas con la sangre, el sudor y la súper explotación de los obreros y campesinos del continente a los piratas yanquis.
Todos estuvieron allí, desde Castro a Moyano, desde los burócratas de la COB a los dirigentes de las FARC, desde los traidores de la burocracia cutista hasta los administradores del capitalismo como el PT de Lula y la socialdemocracia chilena, desde el subcomandante Marcos hasta el coronel Gutiérrez, desde la “izquierda” sometida a Chávez, al “frente democrático” que se formara el 24 de marzo en plena crisis en Argentina encabezado por la CTA y el MTA y figurones de la burguesía argentina. Todos fogoneados por la archirreaccionaria iglesia y las distintas fracciones burguesas o del capital imperialista, intentan llevar la lucha revolucionaria de masas que ha comenzado, al miserable objetivo de mendigar “soluciones mínimas” de “dignidad y progreso”, de “verdad y justicia”, de “globalización con rostro humano”, de “Mercosur con derechos sociales”, con el objetivo de poner palos en la rueda para impedir que los regímenes que son golpeados por la acción de masas sean derribados y que la situación prerrevolucionaria avance en transformarse en abiertamente revolucionaria. Son enemigos declarados de desarrollar y extender los organismos de autodeterminación y democracia directa que tienden a surgir a cada paso en la presente situación latinoamericana. Son pagados para que, justamente, no surjan los soviets obreros y campesinos, para que no se extiendan y se desarrollen, y para que no coordinen una lucha continental que busque a sus aliados, la clase obrera negra y chicana dentro mismo de los Estados Unidos.
Mientras el imperialismo con la DEA y el narcotráfico como excusa, prepara y extiende sus bases militares en el continente, mientras en cada lucha seria las fuerzas armadas y de represión de los distintos países se enfrentan en las calles cuerpo a cuerpo con los piquetes obreros y campesinos, mientras la burguesía monta guardias blancas en el campo, son todos enemigos de la autodefensa obrera y popular y de las milicias obreras y campesinas. Son los continuadores de los sandinistas y del Frente Farabundo Martí, que entregaran y traicionaran la revolución centroamericana: son los continuadores de la “Vía pacífica al socialismo” que estranguló la revolución chilena en el 73.
En este año largo la situación prerrevolucionaria abierta en América latina, hemos visto entonces una y otra vez al stalinismo en todas sus variantes y a las direcciones traidoras de todo pelaje desviar, traicionar y entregar a cada paso el combate de los obreros y campesinos del continente. La realidad misma ha tirado así al basurero de la historia la pseudo-teoría de los revisionistas y oportunistas usurpadores de las banderas del trotskismo que nos hablan alegremente del “hándicap a su favor” que tendrían las masas “por la caída del stalinismo” y la “crisis y debilidad de las mediaciones”. Queda demostrado que el imperialismo crea y recrea a cada paso nuevas y viejas direcciones contrarrevolucionarias sin las cuales no puede garantizar su dominio. Contra las pseudo-teorías autojustificatorias de los oportunistas que afirman que la culpa de todo la tendría la “crisis de subjetividad de las masas” y el “atraso de la clase obrera”, se ha puesto al rojo vivo que el obstáculo fundamental que tienen los explotados para avanzar en el continente en transformar la situación prerrevolucionaria en el inicio de la revolución misma, es la crisis de dirección revolucionaria, esto es, el carácter contrarrevolucionario de las direcciones que tienen a su frente.
Es por ello que esta situación prerrevolucionaria que se ha abierto no tiene garantizado de por sí un pasaje evolutivo a revolucionaria en el continente. Es que si las masas no logran derrotar en primer lugar a estas direcciones traidoras, no podrán enfrentar las trampas, desvíos y expropiaciones a los que las someten los regímenes y gobiernos burgueses a cada paso, ni tampoco la represión abierta.
El destino de la revolución latinoamericana entonces, está ligado definitivamente a la lucha por imponer una dirección revolucionaria de las masas obreras y campesinas y esta tarea ha quedado en manos de las corrientes principistas del movimiento trotskista que reivindicamos la teoría y el programa de la Revolución Permanente y el Programa de Transición.
Para enfrentar al ALCA hay que independizar el combate de la clase obrera de las distintas fracciones de las burguesías nativas
¿Cómo enfrentar al ALCA sin enfrentar decididamente las políticas de rapiña de todas las potencias imperialistas? ¿Cómo enfrentar al ALCA de los yanquis con la clase obrera y el campesinado llevado por las direcciones traidoras al sometimiento a las distintas fracciones burguesas que, en estas brechas, negocian su porción de las ganancias de explotación de las masas y del saqueo nacional? ¿Cómo enfrentar al ALCA sin declararle la guerra, más allá de las tácticas circunstanciales imprescindibles en esta aguda situación continental, a las direcciones traidoras neostalinistas, socialdemócratas y burocracias sindicales de todo pelaje? ¿Cómo avanzar en la unidad obrera y campesina a nivel continental si no es por el camino inverso al de la colaboración de clases y la postración ante los regímenes y estados que pregona esa cueva de traidores reunidos en Porto Alegre con la bendición de la iglesia y los auspicios de Le Monde, el vocero de los carniceros imperialistas de la V República francesa?
Es que a cada paso decisivo que dieron las masas explotadas hacia adelante, tuvieron que marcar un ángulo inverso de 180º respecto de estas direcciones traidoras, para poder enfrentar los planes imperialistas. No hubo lucha decisiva de este año que pasó, sin que no hayan tendido a surgir elementos o procesos de radicalización que rápidamente fueron rodeados, cercados e intentados comprar y corromper desde adentro por estas direcciones, que les impiden a las masas combatir y encontrar un camino para triunfar.
Ellos saben que si se desarrollan los procesos como el de los piqueteros salteños de Argentina; si se desarrollan las coordinadoras como la del agua en Bolivia, que nuevamente se han puesto de pie uniendo a obreros, campesinos y estudiantes marchando hacia La Paz contra el gobierno asesino de Banzer; si se desarrollan huelgas duras como las de la VW mexicana y su confluencia con las luchas campesina; si se desarrollan los piquetes de huelga de los obreros venezolanos, se cavarían su propia tumba y la de los regímenes cipayos semicoloniales que ellos sostienen.
Amplios sectores de las masas obreras y campesinas de América Latina se encuentran en estado preinsurreccional
La tarea urgente de poner en pie partidos de la IV Internacional en nuestro continente
Bajo estas condiciones, las posibilidades reales de poner en pie partidos revolucionarios de vanguardia en América Latina, están más que maduras. Ya son favorables las condiciones para hacerlo, luchando por desarrollar y extender los organismos de doble poder, por enfrentar a cada paso con un programa revolucionario para la acción inmediata de los explotados la política de conciliación de clases y de sumisión de las direcciones traidoras, por la coordinación continental obrera y campesina y la unidad con las fracciones mayoritarias de la clase obrera norteamericana, las más explotadas, enfrentando sin cuartel a los explotadores, regímenes y gobiernos semicoloniales corroídos por las convulsiones internacionales.
¿Qué lo impide aún? Que entramos a este proceso con una etapa de derrotas anteriores como las que sufriera la clase obrera mundial luego de 1989, pues esta crisis descomunal en América Latina encuentra a la clase obrera mundial sin esas enormes palancas que significaran los estados obreros, puesto que la traidora burocracia stalinista los entregó a la economía y a la política imperialistas mundiales.
Pero hoy estas causas objetivas no pueden ser las decisivas que expliquen semejante inmadurez del proceso revolucionario abierto en América Latina. La causa fundamental, como dijimos más arriba, es que el centrismo devenido en revisionismo y en centrismo burocrático ha usurpado las banderas de la IV Internacional y las ha puesto a los pies de los regímenes burgueses y las direcciones traidoras, cubriéndoles el flanco izquierdo. Las enormes fuerzas que en nombre del trotskismo han acumulado en sectores de la vanguardia estas corrientes, hoy no están puestas al servicio de una estrategia, tácticas y un programa revolucionario, sino todo lo contrario. Así, mandelistas, morenistas, lambertistas, loristas, altamiristas, etc., etc. fueron todos al Foro de Porto Alegre, a “su” Internacional, a poner en pie sus “juventudes anticapitalistas”, a ilustrarse sobre sus “tácticas parlamentarias y sindicales”; en suma, a ponerle unas gotas de “izquierda” al programa procapitalista de ese Foro de traidores.
Como nunca en América Latina y en Estados Unidos, donde la crisis ya ha golpeado a la poderosa clase obrera norteamericana, está planteado un reagrupamiento inmediato del trotskismo principista continental, como un eslabón decisivo en la lucha por regenerar y refundar a IV Internacional.
Es en y desde esta pelea que se podrán aprovechar las enormes oportunidades abiertas, sin capitular ni degenerar, para poner en pie embriones de partidos obreros revolucionarios e internacionalistas que actúen ya y se preparen para intervenir en los acontecimientos decisivos que ya se desarrollan y que se avizoran en nuestro continente.
Al decir de los trotskistas en los años ‘30, la tarea histórica de los revolucionarios en el continente americano es: “el proletariado de América Latina no ha podido, no puede, no podrá luchar eficazmente por sus intereses de clase, sino en concurso del proletariado de los países imperialistas. Así pues, para los bolcheviques-leninistas, no hay ninguna tarea más importante que la de establecer la conexión y más tarde la unificación entre las diferentes partes de la organización proletaria del continente, creando un organismo tan bien construido que cualquier vibración revolucionaria de él acaecida en la Patagonia, repercuta inmediatamente como transmitida por un sistema nervioso perfecto, en las organizaciones proletarias revolucionarias de los EEUU. Mientras tal cosa no se realice, la tarea de los bolcheviques leninistas en el Continente Americano, no se habrá llevado a cabo”.
Capítulo 3
Argentina: un eslabón que se disloca de la cadena de dominio imperialista en América Latina
Junto a Turquía, inaugura una nueva onda expansiva de la crisis económica mundial
El fatídico año 2000 en Argentina: 40 mil millones de dólares del FMI para sacar a la nación del default
En noviembre-diciembre de 2000 Argentina recibía un blindaje financiero auspiciado por los organismos de crédito internacionales y los países imperialistas, por más de 40 mil millones de dólares. Este blindaje no era más que la constatación de que el país estaba en default, en cesación de pagos: no podía asumir los compromisos de pago de intereses de la deuda.
En Turquía se iniciaba una feroz crisis bancaria, a posteriori del otorgamiento de un blindaje de 27 mil millones de dólares, sucedida por una abrupta caída de la moneda y una devaluación abierta.
Si hablamos de las distintas ondas expansivas en que se viene manifestando el estallido de la crisis económica mundial a partir del año 1997 y nos referimos a la crisis asiática, luego a la rusa y brasilera, con las consecuencias que ellas tuvieron para continentes enteros, en esta tercera ronda de la crisis presenciamos el desplome argentino y turco. Uno, un país semicolonial, atado por miles de cadenas al imperialismo, y el otro, como lo es Turquía, un país imperialista secundario y decadente atado a la suerte de Europa por un lado y por el otro a los EEUU. Capitalismo turco tironeado, por su ubicación geoestratégica, entre las potencias imperialistas que se lo disputan por ser una ruta del petróleo y el gas ruso.
En las ondas expansivas anteriores de la crisis, como en Asia, Rusia y Brasil, que marcaban el fin de los mercados emergentes, con la huida de capitales y la concentración de los mismos en la aspiradora norteamericana, para mantener su ciclo de crecimiento, la crisis tocaba fondo pero rebotaba. ¿Qué quiere decir esto? Que blindajes que actuaban como verdaderos seguros de cambio para las inversiones imperialistas (Rusia, Brasil, México, etc.) más destrucción de fuerzas productivas y apropiación de ramas o producciones rentables por parte de las potencias imperialistas, ligadas a fuertes devaluaciones, hicieron que esos países, sobre la base de la ruina y la destrucción masiva, reactivaran a los seis meses o al año, leve y agónicamente, un relativo crecimiento postcrisis.
A diferencia de ello, en la crisis turca o argentina lo que observamos es que, lejos de rebotar la crisis, esta no hace más que profundizarse en espiral, profundizando la recesión que se transforma en depresión, o sea, en distintas variantes del crack crónico.
Es que en estas dos crisis de fines del 2000 influye de forma decisiva que la onda expansiva de la crisis económica mundial ha pegado ya en la economía más importante del planeta, los EEUU, donde la caída de la tasa de ganancia de las empresas ligadas a la computación y la telefonía, llamadas “tecnológicas”, ha sido descomunal y, como ya vimos, en los minicracs sucesivos de la bolsa de Wall Street presenciamos la evaporación en un año de valores equivalentes ¡al 30% del PBI mundial!
La argentina y la turca, son entonces crisis que se dan en momentos del hundimiento del ciclo económico del crecimiento norteamericano y la consiguiente destrucción de inmensos valores creados por la sociedad humana. Se dan en el momento en que la crisis ya golpea no solo a Japón sino también a EEUU y, como dijimos anteriormente, abre una situación mundial pre-‘30 con tendencias a nuevos saltos en las guerras comerciales, al enfrentamiento interimperialista por disputar zonas de influencia y al cerramiento en bloques de las potencias imperialistas.
Argentina queda dislocada de la división mundial del trabajo
La crisis asiática primero y de Brasil y México después, en América Latina significó la liquidación de los mercados emergentes. Para Argentina ello significó el fin de ciclo expansivo de crecimiento de 1993-97, asentado fundamentalmente en el Mercosur y las inversiones privatizadoras y de las transnacionales que buscaban nichos en los mercados emergentes, para paliar la crisis de sobreproducción mundial como sucedía, por ejemplo, con la industria automotriz.
Argentina quedo entonces totalmente dislocada de su ubicación en la división mundial del trabajo y de forma específica, en su relación con Brasil y el ex Mercosur.
Al calor de esta situación, presenciamos a partir del 1996-97 un ascenso de masas que, ligado a estas condiciones, dejaba gravemente en crisis y herido de muerte al Menemato. Un ascenso clásico de fin de ciclo, que fuera desviado por oleadas pacifistas sostenidas por la burocracia sindical y el PTP, que llevaron luego a la Alianza de la UCR y el Frepaso a poder en 1999.
Fueron estas condiciones internacionales y nacionales las que impulsaron al gobierno de De la Rúa a tener que atacar desde el primer día de su gobierno a las masas y a todas las clases explotadas de la sociedad. Se trataba de que la única forma de inaugurar un nuevo ciclo de inversiones a partir de esta enorme crisis y sin salir de la convertibilidad, era provocar una “devaluación al revés”: no monetaria pero sí depreciando el salario, imponiendo la flexibilización laboral, aumentando los impuestos para resolver el déficit fiscal; como ellos dicen, bajando el “costo argentino” y el “riesgo país”.
Es por ello que este gobierno fue inaugurado, al otro día mismo de asumir, en la ciudad de Corrientes donde lograron derrotar el levantamiento obrero y popular de esa provincia con el saldo de más de cuatro muertos.
El gobierno surgió así atacando a todas las clases explotadas e inclusive a fracciones enteras de la burguesía agrupadas en el “Frente Productivo” que habían convivido –como socias menores– con las empresas imperialistas y el capital financiero en el ciclo de crecimiento de mediados de los ’90.
El crac del año 2000: el fin de un ciclo de acumulación de 24 años inaugurado con el Rodrigazo de 1975
Para América Latina y para Argentina en primer lugar, el inicio de la crisis económica mundial en 1997 con sus ondas expansivas, ha significado el agotamiento del plan Brady que, como hemos definido, no significaba otra cosa que la transformación de la deuda externa en bonos para que el capital financiero internacional se la cobrara con las oleadas privatizadoras y las aperturas económicas en los ’90, profundizando aún más el endeudamiento.
Para Argentina, esta crisis significó, bajo estas condiciones internacionales y latinoamericanas, también y de forma cualitativa, el fin de todo un ciclo de acumulación capitalista de 24 años, inaugurado en el Rodrigazo del ’75 y el golpe militar del ’76, basado en el endeudamiento, en la apertura económica progresiva y en la asociación de las fracciones burguesas nativas en distintos momentos con el capital financiero internacional para expoliar y succionar las riquezas de la nación.
Este ciclo de acumulación capitalista fue inaugurado por la crisis económica mundial de 1968-74 que significó el fin del ciclo expansivo de Yalta, con la derrota contrarrevolucionaria de la revolución argentina y con el genocidio. El fin del modo de acumulación capitalista nativo, basado en el régimen de sustitución de importaciones culmina con el inicio y derrota de la revolución argentina y con la huida masiva de capitales durante los ’70. Es que hasta el ’75 este modelo de sustitución de importaciones funcionaba a base de las exportaciones agroganaderas que producían los dólares que permitirían realizar las importaciones necesarias para abastecer a un aparato industrial destinado esencialmente al mercado interno, con predominio en las ramas de punta del capital imperialista asociado a la burguesía nacional, y a fuertes inversiones por parte del estado, que favorecía el negocio de todos. Cuando esto entraba en crisis, sucesivas devaluaciones hacían competitivas las exportaciones agroganaderas y el estado repartía la plusvalía a distintas fracciones burguesas que, cuando se enfrentaban entre si abrían brechas por las que se colaron los grandes acontecimientos revolucionarios de la resistencia peronista y del Cordobazo, que culminaron con el agotamiento de este modelo en las Coordinadoras del ’75 en respuesta revolucionaria al plan de Rodrigo y en el golpe contrarrevolucionario de 1976.
Con las bayonetas de la dictadura militar y la derrota de Malvinas, Argentina queda atada con dobles y triples cadenas a la banca imperialista
En estos 24 años que han pasado, este modelo de acumulación estuvo basado en el endeudamiento, la apertura económica y en los saltos en el saqueo de la nación por parte del imperialismo mundial. Esta fue, a partir de la crisis mundial del 68-74, la nueva ubicación de Argentina en la división mundial del trabajo y el resultado de la derrota contrarrevolucionaria del ascenso revolucionario generalizado de la década del ’70.
En estos 24 años se han confirmado en Argentina las leyes básicas del marxismo revolucionario: en primer lugar, una decadencia absoluta de las fuerzas productivas, y la afirmación de que en esta época imperialista lo que priman son las crisis y no los ciclos de ascenso y crecimiento y que, aun cuando estos se provocan, no logran restaurar lo destruido por la crisis previa.
Es que desde 1976 al 2000 hemos visto tan solo dos ciclos de crecimiento que duraron no más de tres o cuatro años cada uno. Uno con Martínez de Hoz de 1977 al ‘80, basado en la reducción de las barreras aduaneras para los productos de consumo, en el ingreso de “plata dulce” con la que el imperialismo reciclaba en la deuda la crisis de los petrodólares y en el desarrollo de un capital nativo muchas veces asociado a capitales imperialistas para desarrollar la producción de bienes intermedios e insumos para el mercado interno y la exportación (como petroquímica, acero y cemento), basado en un endeudamiento privado de estas empresas con el exterior. Ciclo que terminara con la crisis del BIR, el estallido de la “plata dulce”, la estatización de la deuda externa y que fuera el motor de la crisis de la dictadura militar, de la guerra de Malvinas, de la situación revolucionaria que la derrota militar y la caída de la dictadura abrieran en Argentina y que fuera desviada por el régimen de partidos de la archirreaccionaria Constitución de 1853.
Desde 1982 a 1989 el país vive una crisis rastrera, estrangulado por la deuda externa, con intentos devaluatorios como los impuestos por el plan Baker para mejorar las exportaciones, y por el parasitismo de la nueva oligarquía nativa formada por los capitanes de la industria en asociación con el capital financiero internacional.
Esta crisis rastrera estalla en 1989 con la hiperinflación, la derrota de las masas que en tres años impuso el Menemato que significó la imposición de una nueva vuelta de tuerca en este modelo de acumulación basado en el endeudamiento. Es la Argentina del plan Brady, de las privatizaciones, de las vueltas de capitales para estos negocios y para los nichos del Mercosur. Es el ciclo de crecimiento de la convertibilidad, basado en una apertura económica y en un endeudamiento superlativo que significó la duplicación de la deuda externa que hoy llega a los 150.000 millones de dólares, más del 50% del PBI argentino.
La durísima derrota sufrida por la clase obrera y las masas explotadas en la Argentina en los ’90, la imposición del Menemato y el enorme salto en la sumisión del país al imperialismo, no fueron más que la refracción, la expresión en este país, de las enormes derrotas y pérdidas de conquistas que significaran en esta década y a partir de 1989, el aborto de los procesos que en el Este de Europa, China y Rusia marcaban el inicio de la revolución política y la consecuente pérdida de los estados obreros –esa gran palanca del proletariado mundial– entregados por la burocracia stalinista restauracionista a la restauración capitalista y a la economía mundial, dominada por el imperialismo.
Golpeado a partir del ’94-95 por el “efecto tequila” de la crisis mexicana y luego por el estallido de la crisis económica mundial abierta en 1997, este modo de acumulación basado en el endeudamiento entra en crisis agónica y estalla como crac de default después de tres años de recesión a fines del 2000.
El fin de un modo de acumulación basado en el endeudamiento y en el sometimiento de la nación con dobles cadenas al imperialismo
Estamos entonces, no solamente frente a una crisis de fin de ciclo de expansión sino a la crisis de un modo de acumulación capitalista basado en el endeudamiento de todo un periodo histórico en Argentina. Esta ha quedado dislocada en su ubicación en la división mundial del trabajo. Es una crisis histórica terminal de la que solo puede salir con nuevas convulsiones o bien revolucionarias o bien con el desvío de estas, producto de traiciones por la espalda y nuevos golpes contrarrevolucionarios, como las que significaron el fin del modo de acumulación de sustitución de importaciones en la década del ’70.
Por delante se abre todo un periodo convulsivo de la vida política nacional como el que ya estamos atravesando: porque o bien la Argentina marcha a la dolarización y a la sumisión total a los Estados Unidos siendo la avanzada del ALCA en América Latina lo que significaría nuevas derrotas nacionales y de las clases explotadas de carácter histórico; o bien, durante un largo periodo de tiempo regatea entre las potencias imperialistas europeas –que tienen fuertes inversiones en Argentina– y el capital financiero yanqui, cuestión que también abrirá nuevas brechas, crisis, divisiones en las alturas y ataques contrarrevolucionarios contra las masas, y también nuevas condiciones para la apertura de la revolución argentina.
A esta situación la venimos denominando como la del desarrollo de las condiciones objetivamente revolucionarias en América Latina y en Argentina, que hoy, con la crisis prerrevolucionaria y el colapso del gobierno y el régimen en las alturas, se ha transformando en una situación objetivamente revolucionaria donde los de arriba no pueden y los de abajo no quieren. Situación que necesita de una acción independiente de masas para transformarse en el inicio mismo de la revolución argentina.
La reconfiguración de un nuevo bloque de poder al interior de las clases dominantes en los últimos años
En este modo de acumulación capitalista abierto en el ‘75-‘76 que hoy culmina, se desarrolla una nueva configuración de las clases dominantes, una nueva relación de la nación semicolonial con el imperialismo.
Es que en el viejo régimen de sustitución de importaciones el estado garantizaba canalizar el ahorro nacional vía inversiones en infraestructura y en ramas de producción que la burguesía nativa y los monopolios imperialistas no realizaban. Así surgieron la industria siderúrgica, las inversiones petroleras, telefónicas, ferroviarias. Inversiones que una vez realizadas por el estado pasaban a las distintas fracciones burguesas, donde los monopolios imperialistas instalados, la burguesía nativa y la burguesía agraria se disputaban las rentas y la plusvalía nacional. Y cuando esas fracciones chocaban a grado extremo, el “partido militar” con golpes y pronunciamientos, dirimía la lucha entre las fracciones burguesas.
Así, el viejo régimen de sustitución de importaciones, cuyas bases se sentaron con la semiindustrialización del 30’ y que emergiera plenamente en la posguerra y hasta el 76’, funcionó y engendró un poderoso proletariado que en gestas y revoluciones históricas marcó que la clase obrera argentina estuvo a la altura en el enfrentamiento a ese modo de acumulación. La resistencia peronista y el Cordobazo fueron dos hitos históricos de ese período.
El nuevo modo de acumulación abierto en el 76’ con el genocidio del partido militar apoyado por el conjunto de la burguesía y sus partidos, engendró en primer lugar hasta los 90’ la configuración y la emergencia de una clase dominante aliada y socia del capital financiero usurario, denominada “capitanes de la industria” que no era otra cosa que la fusión de la burguesía nacional con la oligarquía terrateniente asociada a los negocios del estado y al capital financiero internacional. Esta nueva reconfiguración de las clases dominantes se asentó con dos derrotas históricas de la clase obrera y la nación oprimida: la del golpe del 76’ que destruyó una generación entera de la vanguardia obrera revolucionaria, y la derrota de Malvinas que terminó de atar con dobles cadenas a la nación al imperialismo.
La primera crisis, en los 80’, de ese modo de acumulación con la derrota de Malvinas y la hiperinflación de fines de esa década, terminaron de disciplinar a la nación. Esa reconfiguración de las clases dominantes devino, como no podía ser de otra manera, con la nueva derrota de la clase obrera en los 90’, en el establecimiento directo de los nuevos amos de la nación: las multinacionales y el capital financiero, que dejaron de lado sus testaferros y socios menores y pasaron a controlar totalmente el sistema bancario, el petróleo, la agroindustria, las comunicaciones, la cadena de comercialización con los grandes supermercados, etc.
Lejos de lo que afirman los pseudo-intelectuales del PTS, que dicen que durante los últimos 25 años el imperialismo yanqui habría “administrado su decadencia” expandiendo la democracia burguesa en todo el mundo, con lo que ellos llaman política de “contrarrevolución democrática”, y provocando aquí y allá “desarrollos parciales de fuerzas productivas” –poniendo precisamente como uno de los ejemplos centrales que confirmaría esto, a la Argentina–, queda claro que este modo de acumulación se impuso a partir de 1975-76 con sangrientos golpes militares y genocidio contra la clase obrera y el pueblo, con derrotas nacionales directas en el terreno militar de la nación oprimida a manos del imperialismo, con golpes económicos y duras derrotas de la clase obrera, con regímenes y gobiernos bonapartistas con formas pseudodemocráticas como fuera el Menemato, con la más brutal decadencia de las fuerzas productivas y con un enorme salto en su sumisión y su atadura con dobles y triples cadenas al imperialismo.
La emergencia de un nuevo movimiento obrero en Argentina en las últimas dos décadas
A esta reconfiguración de las clases dominantes en 24 años, le siguió como el alma al cuerpo la emergencia de un nuevo movimiento obrero en un país atado al imperialismo por dobles y triples cadenas. Es un nuevo movimiento obrero que emergió primero en la resistencia a la dictadura y en la guerra de Malvinas. Este nuevo movimiento obrero fue controlado bajo las viejas formas de estatización de sus sindicatos en las crisis crónicas de los ‘80 por el régimen de partidos de la reaccionaria Constitución de 1853, que culminara reconfigurándose en los ‘90 con la derrota del golpe económico y la hiperinflación. Este nuevo movimiento obrero de los 90’ fue reubicado en nuevas ramas de producción acompañando la reconversión industrial y la concentración agraria, y surgió rodeado por un mar de desocupados crónicos que no dejaron de aumentar en cantidad y calidad de pobreza en los últimos 24 años, que no son más que el anuncio de que este sistema agónico capitalista semicolonial debe perecer o terminarán de hundirse en la peor de las barbaries no solo la clase obrera –la única clase productora– sino el conjunto de la civilización humana.
Estamos hablando de que este nuevo movimiento obrero se ha expresado en los 90’ en la heroica resistencia al Menemato, en el Santiagueñazo, en las revueltas que sacudían a las provincias frente al ataque del frente burgués imperialista. Es un nuevo movimiento obrero que ha entrado al combate tomando la combatividad de las generaciones anteriores y que a cada paso buscó un camino para ponerse a la altura de las circunstancias, mientras que nuevas mediaciones e instituciones contrarrevolucionarias creadas por el estado y el régimen burgués no hicieron más que desviar e intentar agotar las enormes energías desplegadas en su combate.
Hablamos de este nuevo movimiento obrero que de la resistencia pasó a la contraofensiva en lucha política de masas, que impuso la alianza obrera y popular en las calles, que tiró abajo a Cavallo con la huelga general, que vio ponerse de pie a sus sectores más explotados en los levantamientos del Cutralcazo y el Jujeñazo constituyendo organismos embrionarios de democracia directa y haciendo aparecer la guerra civil en los bordes de la situación nacional, que marcó el surgimiento del proletariado industrial, que en la FIAT de Córdoba echó a patadas a la burocracia y constituyó un embrión de comité de fábrica. Hablamos de ese nuevo movimiento obrero que así, al inicio de la crisis económica mundial en 1996-97, derrotara al Menemato. Lucha que fuera desviada por las nuevas mediaciones contrarrevolucionarias político-sindicales impulsadas por el estado burgués, el MTA, la CTA y el stalinismo en su versión maoísta del PTP. Direcciones contrarrevolucionarias que pusieron el enorme poder de esta lucha obrera y popular a los pies de Chacho Álvarez, éste a su vez se la entregó a la Alianza y ésta a la embajada yanqui, para salir del atolladero de la crisis del Menemato, fortaleciendo al régimen con el triunfo electoral de la Alianza y el remozamiento de las instituciones para volver a atacar a las masas como lo hizo inmediatamente el gobierno de De la Rúa.
En esta fase ofensiva éste nuevo movimiento obrero retomó su lucha contra el peronismo en el poder, como lo hicieran en 1975 contra el gobierno de Isabel Perón, pero esta vez contra Menem y el PJ, el partido que concentró las formas bonapartistas que se asentaron con la derrota de los 90’.
Pero esta nueva crisis del peronismo de mediados de los 90’ no se expresó en una organización independiente de la clase obrera. Las nuevas mediaciones de burocracias sindicales opositoras y el stalinismo que influenció decisivamente a la vanguardia obrera de la resistencia y la posterior ofensiva contra el menemismo, impidieron esta perspectiva y con ella, la resolución revolucionaria, favorable a las masas, de la crisis del Menemato. Son los que verdaderamente le dieron el respiro a la burguesía y al régimen para refortalecerse, ocupar el centro de la escena con el gobierno de la Alianza y volver a atacar a las masas, intentando imponer un nuevo “Menemato” pero esta vez como “Delarruato”.
Pero nuevamente, este nuevo movimiento obrero que emergió en estos durísimos años y décadas, mostró un comportamiento ejemplar: a pesar y contra de la traición de su dirección, ante el ataque generalizado del gobierno de De la Rúa y del régimen remozado, con jornadas revolucionarias como las de Tartagal, Mosconi, Mar del Plata, Cruz del Eje y Neuquén y con paros generales desde el 5 de mayo del 2000, se puso en el centro de la escena e inició una nueva situación prerrevolucionaria donde respondía golpe a golpe y palo a palo a cada ataque del frente patronal imperialista y su régimen y gobierno.
Una verdadera situación prerrevolucionaria en la que, pese a los triunfos parciales obtenidos por el gobierno y el régimen en sus ataques, estos no los pudieron consolidar. La lucha política generalizada de masas se los impidió. La crisis económica dividió a las fracciones burguesas. La pauperización de amplias capas de las clases medias fue un aliado en este combate. La derrota de las fuerzas de represión en las calles como en Tartagal y Mosconi, dividía también a la burguesía alrededor de cuál era la mejor forma de derrotar a las masas.
Esta nueva situación prerrevolucionaria que se abría, continuaba la situación prerrevolucionaria abierta con la lucha contra el Menemato y, una vez disipada la cortina de humo de la oleada pacífica, mostraba la verdadera relación de fuerzas entre las clases que éste combate anterior había inaugurado, impidiendo el asentamiento del “Delarruato”. Es más, metió en un fuerte impasse al gobierno y al régimen que encalló en las rocas submarinas de la crisis financiera mundial, cuya expresión fue el default en el que entró Argentina en noviembre-diciembre de 2000.
El año 2000, el año del default en Argentina
En noviembre-diciembre del 2000 con el default argentino el frente burgués intenta, anclado en el blindaje, salir del impasse. Cuenta para ello con la colaboración inestimable de la burocracia sindical que en el momento decisivo de crisis de los de arriba sacó a las masas de la escena para ir a “luchar” a Plaza de Mayo el 24 de diciembre “por una navidad con pan y trabajo”.
Es que la burguesía, su régimen y su gobierno veían la posibilidad de que, basado en la crisis económica, en el ejército industrial de reserva, en los avances conseguidos con la flexibilización laboral y la caída del salario, se abrieran las condiciones objetivas para recomponer la tasa de ganancia y reiniciar un ciclo de inversiones y de créditos al país.
Pero este plan nacional burgués impulsado por De la Rúa y Machinea, choca, como dijimos, con las rocas submarinas de la crisis en espiral que desarrollan estas nuevas rondas de la crisis de la economía mundial en la que, como ya dijimos, los minicracs de la bolsa de Wall Street evaporaron en menos de un año el 30% del PBI mundial, y en la que los bancos europeos tienen un 70% de sus activos financieros invertidos en la economía norteamericana, cuyo ciclo de crecimiento ha llegado a su fin, porque el verdadero “riesgo país” es el de EEUU y la capacidad de pago de empresas quebradas y de millones de particulares endeudados hasta la médula.
Este plan burgués, bajo estas condiciones, no fue más que una simple ilusión, que sirvió tan solo como excusa para que la burocracia sindical sacara a las masas de la escena e iniciara una política de presión, treguas y negociaciones profundizando la colaboración de clases. Pero esto se da justamente sobre la base del fracaso absoluto del plan burgués de salida del impasse y, ya en enero-febrero del 2001, la Argentina profundiza su imposibilidad de pagar los intereses de la deuda externa durante todo el año en curso.
Por ello, lejos de venir y encontrar círculos “virtuosos” de flujo de capitales hacia la Argentina, lo que hubo fue una fuerte salida en masas de capitales que se encuentran en grave riesgo con el estancamiento y la recesión en los EEUU y -pese a la baja de las tasas de interés en EEUU- un encarecimiento extremo del crédito para la Argentina.
Fueron las rocas submarinas de la crisis económica mundial las que hicieron fracasar este plan burgués proimperialista y empujaron al gobierno a intentar imponer el plan Murphy, de ataque frontal a las masas e inclusive a las propias clases medias a las que en noviembre-diciembre, con el blindaje, les había prometido una nueva “primavera” reactivadora de crédito barato.
Fue la “chispa” que incendió la pradera. Este intento burgués de romper el nuevo impasse que se había abierto chocaba con una relación de fuerzas establecida por las masas en la situación prerrevolucionaria anterior. Se descompasa y se desincroniza definitivamente el plan que tenía el régimen de recrear una salida reactivadora de la economía que le hiciera el aguante para llegar a una nueva oleada pacifista con las elecciones de octubre del 2001, que les permitiera refortalecer las instituciones y los partidos que habían quedado en crisis producto de la situación prerrevolucionaria anterior, con la Alianza desgajada desde la renuncia de Chacho Álvarez, con un peronismo en crisis que necesita recomponer su unidad y dejar al menemismo para ser una alternativa demagógica creíble.
Nada de esto sucedió. El nuevo y superior ataque a las masas impulsado por las condiciones de la crisis barrió de un plumazo con este plan. Setecientos banqueros y representantes de grandes monopolios se juntaron en la Bolsa de Comercio para escuchar y aplaudir a López Murphy, para escuchar su propuesta de destrucción de la educación y la salud públicas y de despidos masivos de estatales en las provincias. Pero no bien terminaban los últimos aplausos, sacaban sus celulares para discutir con De la Rúa que este plan no pasaba. En ese fin de semana, con un claro instinto de clase, la gran burguesía auscultó el estado preinsurreccional en que se agitaban las masas y comprendió que el lunes mismo podía ser el día de su irrupción, de restablecimiento revolucionario de la unidad obrero y popular.
Así terminaban los 10 días de López Murphy como representante directo de los usureros internacionales en el Ministerio de Economía, abriéndose una monumental crisis gubernamental, una verdadera crisis prerrevolucionaria en las alturas.
La burguesía organiza su conspiración en Olivos para intentar impedir la irrupción revolucionaria de masas
Durante 3 días, pasaron las figuras más importantes de la burguesía y de la Embajada yanqui por la Quinta de Olivos. Estas cumbres no hicieron más que demostrar la debacle en la que habían entrado estos conspiradores que sesionaban a espaldas del pueblo, puesto que las crisis y peleas políticas ya habían estallado entre las distintas pandillas capitalistas.
En estas reuniones la burguesía mostraba toda su impotencia para romper la relación de fuerzas creada entre las clases. El imperialismo ya no les había dejado ningún margen a las clases poseedoras que no sea ir a un choque violento contra los explotados. En esas reuniones, saltaba por todos los poros el terror de la burguesía al inicio de una revolución y a la respuesta de masas que ya estaba en ciernes.
Fue un verdadero “striptease” frente a los explotados de que los de arriba no podían seguir gobernando como antes. La predisposición de las masas a no querer que les impongan este plan era el motor que empujaba a la burguesía a retroceder de semejante ataque directo. Y así, fueron todos juntos a buscar a Cavallo para darle “súper poderes” en sesiones maratónicas del reaccionario Parlamento burgués para intentar establecer una política de unidad nacional basada en los rasgos más bonapartistas que otorga la Constitución de 1853, para tratar de reunificar el frente burgués sin atacar frontalmente a las masas. Con políticas demagógicas, la burguesía busca políticas milagreras para salir de semejante atolladero que abrió el fin del modo de acumulación capitalista que rigiera durante 25 años el sistema semicolonial argentino.
Ese mismo fin de semana del 24 de marzo, las marchas organizadas como conmemoración del aniversario del golpe del ‘76 adquirieron un carácter de masas. Mientras, todos los partidos de la patronal y el imperialismo se unificaban gracias al intento bonapartista de Cavallo-De la Rúa y se trastocaban todas las políticas demagógicas de contención de las formas pseudo-democráticas del régimen, al aparecer todos juntos, menemistas, frepasistas, radicales, cavallistas que se suelen enfrentar como “leones” en las trampas electorales, para enfrentar unidos la monumental crisis del régimen semicolonial y el peligro de la irrupción revolucionaria de las masas. Así también quedó al desnudo no solo la crisis y la debilidad de los de arriba, sino la férrea unidad de las distintas fracciones burguesas frente al temor al inicio de la revolución y al crack abierto de la economía argentina.
En esas crisis prerrevolucionarias en las alturas, no pudo intervenir de forma audaz y decisiva, en una acción obrera independiente, el movimiento de masas. Fue su dirección traidora del MTA, CTA, CGT y el conjunto de las burocracias sindicales, con el apoyo de la CCC, las que lo impidieron, llevando en esos días al máximo la tegua que impusieron en diciembre y sumándose a la “unidad nacional” una vez que Cavallo negociara el otorgamiento de algunas migajas a la patronal esclavista del “Frente Productivo” y a las distintas fracciones burguesas de la que la burocracia sindical en sus distintas variantes es fiel sirvienta.
La burocracia sindical, como agente pago del capital que es, sabía perfectamente que, si desarrollaba una huelga general política activa en las calles en esos días, Argentina podía entrar en el camino de Ecuador, que podía saltar por los aires, como viéramos en Venezuela y luego en Ecuador, todo el régimen reaccionario de partidos y caer el gobierno producto de la movilización de masas.
Por ello, se transformaron todos en la burocracia sindical de la “unidad nacional” y acompañaron los súper poderes y el establecimiento de un intento bonapartista de gobierno de “unidad nacional” para cerrar la crisis prerrevolucionaria en las alturas sin la intervención revolucionaria de las masas. De haber sucedido esto último, hubiéramos asistido indudablemente al inicio de la revolución argentina, es decir, la apertura de una etapa revolucionaria.
Con el fracaso del plan de “blindaje”, se abre una situación objetivamente revolucionaria en Argentina: los de arriba no pueden y los de abajo no quieren
Nosotros afirmamos que, a partir del fracaso del plan de blindaje, de la profundización de la crisis económica de la Argentina, se abre lo que nosotros denominamos una situación objetivamente revolucionaria, es decir, donde los de arriba no pueden y los de abajo no quieren. Situación que puede ser abortada e inclusive no desarrollarse como etapa revolucionaria o el inicio de la revolución argentina, pero que sí significa que las condiciones objetivas para ello están dadas y más que maduras.
Es que la misma crisis prerrevolucionaria que se abriera en las alturas desde la caída de Machinea a la asunción de Cavallo, fue subproducto y emergente de esta situación objetivamente revolucionaria. No fue una crisis prerrevolucionaria que surgió como un rayo en el cielo sereno. Estuvo marcada por estas condiciones objetivas de crisis económica en espiral, bajo las condiciones internacionales de la economía argentina y por el límite de la relación de fuerzas establecida por las masas en la situación prerrevolucionaria anterior que le impidieron a la burguesía pasar al ataque e imponer el plan que necesitaba para salir del atolladero nacional.
Esto, ni más ni menos, queremos decir, cuando hablamos de situación objetivamente revolucionaria, que no es lo mismo que el inicio de la revolución misma o de una etapa revolucionaria, perspectiva que ha sido abortada, por ahora, por la traición de la dirección contrarrevolucionaria que las masas tienen a su frente.
Definir con claridad esta cuestión es para plantearle a la vanguardia proletaria que en crisis de los de arriba como estas, es donde se puede barrer al régimen y al gobierno de los opresores y organizar insurrecciones triunfantes. Y para clarificar a la vanguardia obrera que las clases dominantes pueden ser derrotadas y barridas de la historia. Es para poner ante los ojos de los obreros de vanguardia y avanzados que el límite no está en su predisposición a la lucha sino en la dirección traidora que tiene la clase obrera a su frente. Es que, lejos de ser una corriente boba e infantil revolucionaria que ve “revoluciones por todos lados”, no hacemos más que definir, para ajustar la política y las tareas del proletariado, una visión sensata de la realidad que, a diferencia de lo que hacen los traidores y centristas, no sea un intento de justificar sus adaptaciones y traiciones con las que sostienen con todas sus fuerzas a este régimen agónico semicolonial argentino.
El plan De la Rúa-Cavallo: un intento de la burguesía para dar respuesta a la situación objetivamente revolucionaria que se ha abierto
¿Cómo se desarrolla esta situación objetivamente revolucionaria después de cerrada la crisis prerrevolucionaria en las alturas?
En primer lugar, con la emergencia de un intento bonapartista para nada consolidado del frente burgués imperialista. No consolidado, fundamentalmente por la razón de que este intento debe cambiar drásticamente la relación de fuerzas y derrotar a las masas para poder asentarse. Es que, sin ello, sin llevar a la Argentina a una situación de carácter de derrota histórica del tipo de la que sufrieran la clase obrera y el pueblo chilenos, en las actuales condiciones de la crisis económica mundial, tan solo se pueden poner parches y demagogia para ganar tiempo.
En segundo lugar, este intento bonapartista no tiene ningún plan económico “salvador” como lo quiere hacer creer el “hiperactivo” Cavallo. Su única medida no es más que un impuestazo para cumplir con los pagos de la deuda y el inicio de una discusión rama a rama de la producción, para imponer en ellas, en acuerdo con la burocracia sindical de cada sector, la flexibilización laboral total, reventando todos los convenios y apoyándose en un ejército industrial de reserva enorme, terminar de hundir el salario.
Pero es indudable que esto no alcanza: que el “riesgo país” no es otra cosa que el riesgo que tiene el capital financiero internacional frente a las masas que están muy lejos de haber sido derrotadas.
En tercer lugar, este intento bonapartista no asentado, al haber sido derrotado el plan de los organismos financieros internacionales que representaba López Murphy, al estar dislocada la ubicación de Argentina en la división mundial del trabajo, significa iniciar un regateo entre Estados Unidos y las potencias imperialistas europeas con fuertes inversiones en la economía argentina y sus socios cipayos del Mercosur.
Por ello, Cavallo habla de atar la suerte del peso al dólar y al euro, para preparar futuras devaluaciones encubiertas y regatear con las mismas potencias imperialistas lo que aún no le han podido arrancar al movimiento de masas, pero a la vez dándole tranquilidad a todos de que van hacia ahí.
En cuarto lugar, han quedado todas las instituciones del régimen unidas, enfrentando abiertamente ante las masas. Todas las mediaciones que este régimen puso en pie en estos años, incluidas la burocracia sindical “opositora” del MTA y la CTA han quedado a los ojos de las masas pegadas al régimen de unidad nacional. Eso lo pudimos ver en la marcha del 24 de marzo, donde frente a la crisis terrible en las alturas se conformó un frente democrático de más de 200 organizaciones y sellos de la burguesía y la burocracia –al que todas las corrientes oportunistas usurpadoras del trotskismo, el MST, el PO, el PTS, etc., se sumaron para cubrirle el flanco izquierdo–para contener la irrupción de masas y que expresaba no otra cosa que la crisis de los partidos del régimen todos unidos y prendidos de los faldones del “salvador” Cavallo.
En quinto lugar, esto ha desarrollado un enorme salto en la conciencia de millones de explotados. Es el striptease de los expropiadores de los trabajadores y el pueblo, que ha acrecentado la predisposición a la lucha y al combate de los oprimidos y su odio creciente frente a la verdadera catástrofe y decadencia de la civilización humana que el imperialismo y la patronal han impuesto en el país, con penurias inauditas, con la reaparición de enfermedades de la Edad Media, como lo es la leptospirosis, con la desocupación crónica y masiva, con el hundimiento en la miseria y en la hambruna de millares de familias obreras y populares, con la muerte por desnutrición de 55 niños por día.
En sexto lugar, han quedado el conjunto de las direcciones contrarrevolucionarias trabajando para la “unidad nacional” o bien desarrollando nuevas formas preventivas de frente popular con sus “Polos Sociales” y “Frentes para el Cambio”, o bien desde la izquierda oportunista y centrista preparándose para aprovechar esos espacios electoralmente, o bien, como lo hace el PTP con acciones propagandísticas de presión para mendigar Planes Trabajar o bolsas de comida.
Cuando, como explicamos arriba, el imperialismo y la patronal se disponen a utilizar con todo el enorme ejército de desocupados crónicos como ariete para profundizar aún más la división de las filas del proletariado, para hundir el salario e imponer la flexibilización laboral total y completa, cuando lanza un nuevo ataque hacia las clases medias profundizando su pauperización y la polarización en las mismas. Queda claro que la necesaria unidad de las filas obreras, así como también la necesaria alianza obrera y popular, que a cada paso han intentado e intentan poner en pie en el combate mismo y en las calles la clase obrera y los explotados, y que a cada paso desarman, dividen y desarticulan la burocracia sindical en todas sus alas con la colaboración del stalinismo, solo pueden lograrse hasta el final tras un programa revolucionario obrero y popular de salida a la crisis y bajo la dirección de un partido obrero revolucionario e internacionalista.
En séptimo lugar, desde el punto de vista del estado, a la crisis histórica de legitimidad de las fuerzas armadas provocada por la derrota de Malvinas y la caída de la dictadura militar, en estos quince años que han pasado, el imperialismo y la patronal no sólo han respondido con las leyes de impunidad y la política de “reconciliación nacional” para tratar de recomponer la casta de oficiales, sino que han puesto en pie con la policía federal, las policías provinciales como la bonaerense y la gendarmería, un verdadero ejército de casi 100.000 perros de presa asesinos armados hasta los dientes, a los que ya viéramos actuar frente al Cutralcazo, al Jujeñazo, en Corrientes, Mosconi y Tartagal. Además, frente al inicio el año pasado de la situación prerrevolucionaria, hemos visto a López Murphy en el Ministerio de Defensa como representante directo del capital financiero imperialista, alistando y fortaleciendo la casta de oficiales genocidas, como lo muestran la presentación descarada de 700 oficiales ante la CELS exigiendo que se les informe sobre las denuncias que haya en su contra como participantes del genocidio. Y también, como lo muestra el ataque sufrido en Tucumán por los docentes movilizados, o la aparición de los “custodios” de Etchecolaz hace pocos días, el imperialismo y la patronal no dudaran en poner en pie a las bandas fascistas si los trabajadores y los explotados logran romper el corsé de las direcciones traidoras y abrir el camino al inicio de la revolución argentina.
Como vemos, en esta situación objetivamente revolucionaria están en ciernes, se esbozan, todos los elementos del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución que solo se desarrollarán en toda su magnitud si este intento bonapartista no logra asentarse y vuelve a irrumpir el movimiento de masas provocando la desbandada del frente burgués imperialista y dando inicio a la revolución argentina, esto es, a la apertura de una etapa revolucionaria.
De todas maneras, no podemos descartar que, propinando duras derrotas a la clase obrera y los explotados, este intento bonapartista logre asentarse y se imponga una situación reaccionaria. Es que, como no nos cansaremos de repetir, toda situación prerrevolucionaria o revolucionaria puede retroceder e inclusive transformarse en su contrario por el carácter contrarrevolucionario de la dirección que las masas tienen a su frente.
Lo que es claro es que esta situación no puede durar mucho tiempo: o bien la clase obrera y los explotados vuelven a irrumpir, provocan la desbandada del frente burgués imperialista y el “sálvese quien pueda” de la burguesía y dan inicio a una etapa revolucionaría abierta; o bien, el frente burgués imperialista apoyado en la colaboración de las direcciones traidoras, le asesta derrotas que le permitan asentar el intento bonapartista y cambiar a su favor, en las calles, la relación de fuerzas establecida por las masas desde la apertura de la situación prerrevolucionaria.
Por ello, esta situación objetivamente revolucionaria ha puesto sobre el tapete central en la escena política, al rojo vivo, la necesidad de poner en pie un partido obrero revolucionario internacionalista de la clase obrera. Ha agudizado en extremo la crisis de dirección revolucionaria del proletariado argentino. Pero también ha creado y desarrollado las condiciones para resolverla.
Capítulo 4
El inicio de una nueva situación objetivamente revolucionaria desenmascara el oportunismo y la abierta decadencia del viejo trotskismo argentino
¿Quién puede, en este momento, tener la insolencia pequeñoburguesa y servil de la aristocracia y la burocracia obrera para sostener que la causa de todos los males, que la imposibilidad de entrar en procesos revolucionarios abiertos, que la culpa de las derrotas y decadencia de nuestra clase se debe la “crisis de subjetividad” (como hace el PTS), al “atraso de los obreros”, “a la matriz sectaria del trotskismo revolucionario”. ¿Cómo se puede seguir escondiendo que los límites que tiene este nuevo movimiento obrero argentino no son otros que los que le impusieron las direcciones contrarrevolucionarias stalinistas a nivel mundial y la burocracia sindical en Argentina?
En primer lugar, el stalinismo que entregó, por el aborto de la revolución política del 89, a los estados obreros a la economía mundial capitalista, el castrismo que en el continente es el maestro de la colaboración de clases y de dejar aisladas a las revoluciones. Las burocracias sindicales que impiden la unidad continental del proletariado latinoamericano, siervas que actúan como verdaderos guardia cárceles del movimiento obrero pagados por los estados semicoloniales.
Es esta política contrarrevolucionaria de la dirección actual del proletariado la que impide establecer por ahora una sólida unidad obrera y popular, la que se nutre permanentemente de una política pequeñoburguesa de colaboración de clases, la que permite que se desincronice por esta vía la lucha obrera, campesina y popular en América Latina, poniendo al proletariado a los pies de las distintas fracciones burguesas.
Porque hoy, cuando hablamos de este nuevo movimiento obrero, tenemos que afirmar que ya ha puesto de pie, desde el Santiagueñazo a las huelgas generales, desde los piquetes a los comités de autodefensa, páginas de gloria en la historia del movimiento obrero argentino de más de un siglo de luchas.
El viejo movimiento trotskista de Yalta en Argentina hoy muestra toda su bancarrota e impotencia. Para nada está a la altura de los combates actuales. Este nuevo movimiento obrero, en 25 años, le dio la oportunidad al movimiento trotskista de convertirse en una poderosa herramienta de la vanguardia obrera y de masas. Pero el MAS de Moreno y la LIT los terminó poniendo a la izquierda del régimen de la archirreaccionaria Constitución de 1853, a los pies de la burocracia que liquidó la gloriosa lucha contra las privatizaciones, como en Telefónicos, en SOMISA, en ferroviarios a principios de los ’90, y sobre todo a los pies del stalinismo cuando caía el Muro de Berlín. Las masas que intentaban saldar cuentas con la canalla stalinista encontraban a los que hablaban en nombre del trotskismo a los pies de la burocracia stalinista restauracionista, en Argentina y en todo el mundo.
Toda una generación de obreros de vanguardia nutrió al MAS en los 80 y al PO, para que terminaran a los pies del régimen burgués e incluso levantando en andas en el “jolgorio de su crecimiento” al stalinista Patricio Echegaray y a los traidores del PT de Lula, como sucediera en el Congreso del MAS de los ‘90 o siendo orgullosos fundadores de esa cueva de traidores del Foro de San Pablo como lo hicieran Altamira y el PO.
Estas corrientes revisionistas son responsables de haber dilapidado la energía de toda una generación de la vanguardia obrera en los ‘80. Su estallido y crisis de los ‘90 es lo que permitió la emergencia en esa década de un nuevo fenómeno atroz en la vanguardia obrera, el PTP, el partido stalinista maoísta colaborador con Isabel Perón y la Triple A, que indudablemente se convirtió en un partido de vanguardia colaborador estrecho de la burocracia sindical y de la patronal argentina.
Luego de su estallido en los ‘90, este movimiento centrista oportunista, lejos de sacar conclusiones revolucionarias de semejantes desastres, terminó profundizando su giro a la derecha, sus adaptaciones y capitulaciones al régimen y a las direcciones traidoras, a niveles superiores incluso a las de los ‘80, pero ahora ya estallados y divididos en varias sectas que corren una carrera para construirse en el régimen, recuperando los espacios perdidos, creyendo que adaptándose a las direcciones contrarrevolucionarias podrán volver a los “tiempos dorados” de las “plazas del NO” y de los estadios llenos de los 80.
La crisis del MAS de los ’80 no fue un factor neutro en la vanguardia de la clase obrera argentina. El triste papel de llevarle flores a los milicos asesinos de La Tablada y de estar abrazados al stalinismo cuando se caían los cascotazos del Muro de Berlín sobre sus cabezas, provocó un enorme estallido en sus filas, como sucedió con el conjunto de los grupos trotskistas de Yalta en todos los países, luego de décadas de oportunismo y adaptaciones.
Bajo estas condiciones, con sus adaptaciones le abrieron el camino al fortalecimiento exponencial de un partido stalinista con fuerte peso en sectores de la vanguardia obrera como es el PTP, que ya inclusive los ha comenzado a disciplinar con varios garrotazos en la cabeza.
Este nuevo fenómeno político fue impulsado por fracciones de la burguesía, como el duhaldismo en la provincia de Buenos Aires o por alas burguesas opositoras del peronismo como sucedió con el “Grupo de los 8” parlamentarios disidentes con el Menemato, que colaboraron en poner junto a la CTA, dirigente más representativo de este partido, el “Perro” Santillán, como una de las grandes figuras del movimiento obrero en los ’90.
Fue el PTP con la CCC de Alderete y Castells los que capitalizaron y organizaron en el Gran Buenos Aires y en centros claves urbanos del país, cambiándole el contenido, al movimiento de desocupados, que había surgido con fuerza revolucionaria en Cutral Có y Mosconi, como sus focos más avanzados.
Pese a estos estallidos del centrismo trotskista y al fortalecimiento del stalinismo, en estos años han madurado agudos procesos de radicalización que han reabierto el camino y las condiciones para poner en pie un verdadero partido obrero revolucionario internacionalista de vanguardia. Pero para ello, es necesario ponerse en la vereda de enfrente del accionar de las direcciones traidoras en todas sus variantes, programática, estratégica y tácticamente.
En la situación prerrevolucionaria abierta en el año 2000 comenzaron a emerger agudos procesos de radicalización en Salta, en Neuquén, en Mar del Plata, en la lucha de los obreros de la UTA. Allí maduraban las condiciones para poner en pie un partido revolucionario de vanguardia, para exponer a burócratas opositores y stalinistas ante los ojos vigilantes de la vanguardia obrera que buscaba un camino revolucionario.
Todos los partidos centristas burocráticos colaboraron decididamente para impedir todo proceso de reagrupamiento de la vanguardia obrera argentina. El PO tuvo en sus manos la posibilidad, porque decenas de obreros y organizaciones de vanguardia confluían hacia él, de poner en pie ese reagrupamiento. Pero lo cambió por una banca en la gobernación de la Capital y un acuerdo espurio con el ala izquierda de la burocracia moyanista.
El MST siguió apostando siempre, como el jugador empedernido, al mismo número, poniendo todas sus fichas a un partido único con el stalinista PC del Banco Credicoop, para poner en pie un Frepaso de izquierda.
Mientras, el PTS, lamentablemente, iniciaba un abrupto giro a la derecha ligado al estallido de los grupos oportunistas del ex trotskismo inglés y estableciendo relaciones carnales con De Gennaro en la CTA. Su batalla por disputar el espacio del MAS, lo llevó más y más al PTS a someterse al régimen burgués.
En los fenómenos de radicalización la espontaneidad de las masas estuvo mil veces más a la izquierda que la estrategia de los estados mayores del reformismo. Así surgía el programa obrero de los piqueteros salteños, a los que el PO, pese a su peso en la vanguardia, dejó aislados en el norte de Salta. Esto sucedía mientras el PTP avanzaba en sectores claves del movimiento de desocupaos.
Así, el oportunismo de los partidos que se reivindican del trotskismo terminó impidiendo el reagrupamiento que impulsaban los piqueteros de Salta para unirse con los comités de fábrica para pelear por trabajo para todos y con los obreros del pescado en Mar del Plata y los combativos trabajadores ceramistas de Neuquén que habían derrotado a la burocracia sindical en las calles.
La política de estas corrientes resultó impotente y permitió que el stalinismo con Santillán, Castells y Alderete pasara a controlar a la mayoría del movimiento de desocupados.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre, tenemos que afirmar que, en los procesos avanzados hasta diciembre del 2000, la vanguardia radicalizada puso a la cabeza de Zanón, en el pescado, en Salta, en Terrabusi, en la UTA, en Metrovías, en ferroviarios, etc., a las corrientes que consideraban más revolucionarias y que les hablaban en nombre del socialismo. Todos los grupos que se reivindican del trotskismo fueron llevados hacia adelante en este proceso por las masas. La tragedia fue que colaboraron por izquierda para impedir un nuevo reagrupamiento revolucionario de vanguardia a nivel nacional, cuando tenían todas las condiciones para hacerlo.
Los desafíos de los núcleos revolucionarios en Argentina
Cuando escribimos este documento, han pasado dos años y medio de la ruptura que realizamos unas pocas decenas de militantes revolucionarios con el PTS. Desde el año ‘96-’97, ese partido ya había iniciado un giro al oportunismo y de derecha, centrando toda su política en disputar en el régimen burgués argentino un lugar privilegiado en el mismo, a las variantes que habían estallado del morenismo y al Partido Obrero. Su giro a la derecha, su adaptación a la burocracia sindical de la CTA, su abandono de toda lucha por refundar la IV Internacional, apoyado en una enorme base estudiantil, echó por tierra la enorme conquista que había significado la ruptura como fracción internacionalista del MAS, la TBI en el año ’88.
Nuevamente, un pequeño núcleo de revolucionarios viene buscando en estos años un rearme teórico y estratégico como hicimos con las Tesis del ’89 y con un balance histórico expresado en las tesis de fundación de la TBI del PTS que todos los camaradas conocen.
Nuestra fortaleza está en el programa y en nuestra estrategia internacionalista. Un programa extraído del bagaje teórico-histórico de la IV Internacional y del bolchevismo, que plantea que la lucha por poner en pie partidos revolucionarios de vanguardia al inicio de situaciones revolucionarias o prerrevolucionarias, solamente es posible si colaboramos con las masas en poner en pie los organismos aptos para el combate de estas frente a la guerra de clases que le declararon los explotadores. Si a cada paso luchamos a brazo partido para colaborar con las masas para demostrarles a partir de su propia experiencia, quiénes son sus aliados y quiénes son sus enemigos… Pero nada de esto sería posible si los pequeños núcleos revolucionarios se mantienen aislados de la lucha por refundar la IV Internacional, reagrupar las fuerzas sanas del trotskismo y poner en pie un estado mayor internacional que ubique el combate de los trotskistas en Argentina y a nivel mundial como un eslabón de la lucha por la revolución socialista internacional.
Solamente cumpliendo estos requisitos, luchando por la continuidad de los jalones de combate que dio la IV Internacional en las últimas décadas, combatiendo al oportunismo y al revisionismo, podremos romper nuestro aislamiento y encontrar un camino revolucionario a las masas.
Los primeros pasos de un pequeño núcleo revolucionario buscando un camino a las masas bajo estas condiciones convulsivas en Argentina
En el período prerrevolucionario abierto, nuestra pequeña organización conquistó un pequeñísimo lugar en la vanguardia revolucionaria de la clase obrera argentina, en lo más aguerrido y combativo de esa vanguardia. Desde allí, luchamos por un programa revolucionario y sin ningún tipo de sectarismos, impulsamos un proceso de reagrupamiento y frente único, con las fuerzas que se reclamaban revolucionarias como sucediera con nuestra intervención en los plenarios del Polo Clasista, a pesar y en contra de la política oportunista de la dirección del Partido Obrero.
Avanzamos en nuestra ofensiva en el corazón de la lucha revolucionaria de las masas como fue Mosconi y su heroico movimiento piquetero, y logramos editar “Las Páginas de los Piqueteros del Norte de Salta”, combatiendo codo a codo con ellos, mientras comenzamos a reagrupar a decenas de cuadros a nivel nacional, luego de la expulsión que sufrimos en el PTS en el año 1998, como ya dijimos.
Partimos con una gran desventaja, arrastrando las derrotas históricas del movimiento trotskista que teníamos sobre nuestros hombros en los períodos anteriores y los intentos fallidos de poner en pie una fracción revolucionaria internacional, cuando teníamos todas las condiciones para hacerlo desde el año ‘88 que fue nuestra ruptura con el MAS. Esta cuestión fue abortada por una dirección pequeñoburguesa del PTS que terminó siendo funcional a la necesidad del régimen burgués de contener por izquierda a las masas en esta situación objetivamente revolucionaria.
Pero a su vez, también fuimos capaces de demostrar que con principios y estrategia revolucionaria se pueden lograr fusiones con la vanguardia revolucionaria y dar nuevos saltos hacia adelante.
Nuestra propia experiencia también ha demostrado que sin lucha contra el oportunismo y el revisionismo que usurpan las banderas de la IV Internacional es impensable dar saltos en la construcción en la vanguardia obrera y juvenil. Es más, la nueva ubicación que conquistamos es subproducto de esta pelea, de un enorme entrevero y lucha política contra los usurpadores de las banderas del trotskismo y demostró ser el camino más corto para avanzar en fusiones con sectores de la vanguardia y dejar atrás nuestra fase inicial y fundacional.
La síntesis y expresión de esto fue nuestra intervención el 24 de marzo en Buenos Aires y nuestra lucha por defender a ultranza la política y el programa conquistados por los heroicos piqueteros del norte de Salta.
En estas condiciones entramos a esta situación objetivamente revolucionaria que no es más que el inicio de las condiciones que llevaron al estallido del norte de Salta a todo el país. En las nuevas condiciones, los desafíos y las oportunidades serán mil veces mayores.
Nuestro combate bajo las banderas de la IV Internacional
Es que, por el lado del régimen y del plan del frente burgués imperialista una vez cerrada la crisis en las alturas, se apresta con un plan pragmático ganar tiempo y provocar un ataque en cuotas a las masas para derrotarlas e imponer un bonapartismo asentado que hoy, aún está muy lejos de serlo. Este plan burgués que ya actúa descompasando con la trampa electoral de octubre, debe decantar por izquierda movimientos de colaboración de clase frentepopulistas para desorganizar y canalizar la lucha de masas, echando agua al fuego del odio obrero y popular.
Mientras, en el otro polo, como vimos en la defensa de Etchecolaz, o en relación a López Murphy con la casta de oficiales, se preparan elementos contrarrevolucionarios directos a los que apelará sin duda alguna la burguesía si el intento bonapartista de hoy no logra asentarse.
Este frente de unidad nacional orquestado desde el gobierno, el parlamento y la burocracia sindical, con el agudizamiento del ataque y de las penurias de las masas, abrirá las puertas a nuevos procesos de radicalización, como ya se perciben en las luchas que han comenzado en estas semanas postcrisis.
Frente a esto, ha comenzado un audaz accionar del stalinismo maoísta del PTP que, para contener, sigue machacando con desviar el odio de los sectores más explotados del proletariado con verdaderos paseos para mendigar los favores de la burguesía y el régimen. Vemos también un intento de los grupos centristas burocráticos de llevar a la vanguardia desorganizada, liquidando sus organismos de democracia directa y de acción directa, a sus frentes electorales, que lejos de estar al servicio de profundizar un reagrupamiento de la vanguardia, están al servicio de profundizar su sumisión a las direcciones traidoras.
Es que en esta situación objetivamente revolucionaria que ha comenzado, se han puesto en el terreno de combate tres políticas de la izquierda argentina: una del stalinismo que es hacerle el aguante por izquierda a la burocracia de la “unidad nacional” y de colaboración con los burgueses progresistas y militares patriotas. Otra, la del centrismo burocrático que intenta liquidar todo proceso de radicalización y de estrategia soviética para ponerlos dentro de sus frentes electorales o bancas parlamentarias. Y otra política, la trotskista y revolucionaria que lucha y luchará denodadamente por generalizar a nivel nacional lo más avanzado que dio la clase obrera argentina, para hacer sentir a esta parte del combate de los explotados de América Latina y el mundo, para marcarle a cada paso quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos.
Es que en esta lucha terrible de partidos ya directamente en la vanguardia se va a definir el futuro de la revolución argentina y esta lucha contra las direcciones traidoras y los centristas no es nacional: no es más que la refracción de la política internacional del trotskismo principista para regenerar y refundar la IV Internacional, para devolverle al proletariado la dirección que se merece.
Es más, el partido revolucionario que la clase obrera argentina se merece será internacionalista, con obreros conscientes de los avances, derrotas y retrocesos de la revolución mundial, de las potencialidades de la revolución y también de la contrarrevolución. Ese partido será de la IV Internacional en lucha por su regeneración y refundación o será un grupo más adaptado al régimen y a las direcciones traidoras nacionales.
En las condiciones objetivas que se desarrollan, en la predisposición al combate, en los procesos de radicalización que vuelven y volverán a florecer y en la lucha viva de corrientes y partidos de cara a la vanguardia y las masas, están las condiciones para que un pequeño grupo revolucionario logre ser un punto de apoyo y una pequeña rueda dentada que ponga en marcha la construcción de un poderoso partido revolucionario de combate leninista-trotskista en Argentina.
Somos conscientes de los factores objetivos de derrotas y enormes traiciones que debilitaron al proletariado internacional en las últimas décadas del siglo XX y fuimos partícipes y sufrimos el estallido y la brutal crisis que llevó el oportunismo y el pablismo a la IV Internacional. Si a nivel subjetivo, nuestro combate es contra la corriente, es en las condiciones objetivas donde anidan las condiciones para que el movimiento revolucionario dé nuevos pasos hacia adelante.
El programa, los saltos teóricos y programáticos que supimos conquistar en los períodos previos deberán ponerse a prueba en la vida misma, anclados en una estrategia y una acción internacionalistas, los trotskistas argentinos sabrán ocupar el lugar que les corresponde. Se trata, ni más ni menos, ante situaciones como estas, que de llevar a la práctica las lecciones revolucionarias de más de un siglo, que no son otras que luchar a brazo partido por tres tareas centrales: primero un partido revolucionario, segundo un partido revolucionario y tercero un partido revolucionario. |