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Enero 2019

Editorial de Democracia Obrera N°96

EEUU pisa su “patio trasero” y larga una guerra comercial para mantener su control económico y político del planeta…

Mientras la oligarquía financiera internacional y las pandillas capitalistas se pelean por el control del mercado mundial, descargan toda su crisis sobre los trabajadores del mundo
Despidos, flexibilización laboral, reducción salarial, carestía de la vida…

Feroz ofensiva del imperialismo

Rompiendo los diques de contención de la burocracia sindical y los partidos social-imperialistas traidores


Luchas encarnizadas de la clase obrera mundial

Presentamos este nuevo número del periódico Democracia Obrera en momentos en que los piratas imperialistas profundizan su brutal ofensiva contra la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo. En medio de la bancarrota económica y la guerra comercial entre las distintas pandillas imperialistas por el control de un mercado mundial que se ha achicado, los explotadores le han declarado la guerra a la clase obrera mundial para imponerle las más feroces condiciones de súper-explotación y esclavitud laboral.
Este sistema capitalista imperialista putrefacto y en bancarrota no puede sostenerse sin arrancarle todas y cada una de sus conquistas a la clase obrera y avanzar en imponerle una feroz flexibilización laboral, reducción salarial y un mar de millones de obreros despedidos, que quedaron fuera del proceso productivo a partir del monumental crac de 2008 del sistema capitalista. Este ataque lo sufren los obreros en Francia, India, Chile, Brasil, Sudáfrica, Argentina, EEUU… en los cinco continentes. ¡Buscan terminar de llevar al movimiento obrero a las condiciones de esclavitud que tenía en el siglo XIX, cuando este surgió como clase explotada a nivel mundial! Su modelo es la esclavitud de los obreros de las maquilas, que hoy se han sublevado como en Bangladesh, México, Zimbabwe, India o Hungría… Ellos son los que hacen los peores trabajos, al igual que los obreros negros y latinos en EEUU y los inmigrantes en la Europa imperialista. Sin ellos no existiría ni la “gran” Alemania, que súper-explota a los trabajadores del este europeo, y ni hablar de EEUU, que junto a Francia e Inglaterra han poblado de maquilas y subyugado China, África y todo el sudeste asiático.
Como parte de este plan para tirarle toda la crisis a las masas y los pueblos oprimidos del mundo, imponen despidos, ataques al salario, mayor carestía de la vida con el aumento brutal de los precios de los alimentos, del combustible, etc., llevando a los explotados a condiciones de hambre y miseria inauditas.
El ataque a las masas ya es feroz. A cada paso, por la ofensiva imperialista, se rompe todo mecanismo de conciliación de clases. Cuando las masas entran al combate chocan decisivamente no solo con los capitalistas, sino también con los gobiernos y regímenes en verdaderas luchas políticas de masas.
De esto se trata la brutal y despiadada guerra que, sin tregua ni respiro, le vienen declarado a las masas del mundo y las respuestas que estas dan a cada paso.
Este ataque no sería posible si el imperialismo y los gobiernos capitalistas no estuvieran protegidos por sus agentes pagos, las burocracias sindicales y los partidos social-imperialistas, que son la verdadera policía interna al interior del movimiento obrero, que está para traicionar y desorganizar todas sus luchas. Se trata de una aristocracia obrera social-imperialista que vive de las migajas que se caen de la mesa del saqueo de las transnacionales del mundo colonial y semicolonial. De ella surgen los partidos reformistas socialdemócratas y han perdurado los desechos del estalinismo, sostenidos aquí y allá por los renegados del trotskismo.

En el medio del marasmo del sistema capitalista mundial, en medio de sus disputas, las pandillas imperialistas centralizan su ataque contra el movimiento de masas. Para salir de su crisis y volver rentable su “inversión productiva”, deben destrozar el salario y las condiciones de trabajo del movimiento obrero, y el capital financiero parasitario debe acumular enormes ganancias de las rentas nacionales del mundo semicolonial, del saqueo de los minerales, los hidrocarburos y demás commoditties. Ante la crisis del capital y un mercado que se ha achicado ya ni siquiera es posible repartir partes de plusvalías ni de rentas nacionales con las burguesías nativas del mundo semicolonial. El capital financiero imperialista va a por todo.
Mientras tanto, enormes inversiones van a la economía de guerra, que es la verdadera locomotora de las ganancias de las transnacionales y banqueros imperialistas. Ellos reciben enormes masas de capitales para desarrollar alta tecnología para la destrucción.
Los accionistas de las bolsas de valores del mundo reparten cupones de utilidades conseguidos con créditos a tasa cero de la Reserva Federal, el Bundesbank y la banca de Tokio, y con cero inversión. Estos créditos –que solo se utilizan para repartir ganancias- se devuelven con nuevos créditos, sin volcarlos al proceso productivo ni crear nuevos valores. El sistema capitalista se sostiene recreando y profundizando la crisis y las condiciones que lo hicieron estallar en 2008.
Los estallidos recurrentes de las bolsas de valores en el último período indican la desvalorización del capital, que no deja de volverse cada vez más parasitario y que los capitalistas se siguen comiendo los beneficios de bienes que el trabajo humano aún no ha producido.

Un 1% de parásitos imperialistas se ha apropiado del 50% de las riquezas que produce el trabajo humano. Hoy estos redoblan más y más su parasitismo, mientras confinan a las masas a la barbarie, como demuestran las caravanas migratorias de cientos de miles de explotados que huyen de los golpes y guerras contrarrevolucionarias del Magreb y Medio Oriente y del hambre y la miseria de América Latina y África, y se dirigen a EEUU y a Europa, buscando un lugar donde vivir, como si fueran los pueblos nómades de las sociedades primitivas.

Este es el plan de todas las pandillas imperialistas y sus gobiernos sirvientes del mundo semicolonial, que han delineado y centralizado en el G-20 de 2017 que se realizó en Hamburgo y luego en la cumbre que se realizó en Argentina el año pasado. Por ello, aunque pacten treguas momentáneas en sus guerras comerciales, como es el tiempo que le dio EEUU a China o al Maastricht imperialista para que se rindan, estas pandillas imperialistas jamás les darán tregua a los trabajadores y ni a los pueblos oprimidos en su ataque centralizado.
El imperialismo viene de importantes logros y victorias contrarrevolucionarias que obtuvo en el período anterior contra los focos más avanzados de los combates que diera la clase obrera en el ascenso revolucionario abierto en 2011-2012, que amenazaba con generalizarse a todo el planeta. En ese momento el imperialismo concentró sus fuerzas contrarrevolucionarias para aplastar la revolución en Siria y Ucrania y garantizar la entrega de Cuba a la restauración capitalista, propinada por los hermanos Castro. Con sus agentes, desincronizaron el levantamiento revolucionario de masas del mundo semicolonial de la ofensiva de los explotados de los países imperialistas, pisaron Ucrania con la bota de la OTAN y de la oligarquía contrarrevolucionaria pro-rusa de Putin y provocaron un verdadero genocidio en Siria, Yemen y todo Medio Oriente. Así, el imperialismo ha quedado en posición de ofensiva contra la clase obrera mundial, que es la que hoy está impulsando en todo el planeta.

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Las consecuencias de la actual “guerra comercial” es la amenaza de despidos de cientos de miles de obreros de las maquilas en México y la desaceleración del crecimiento en China, lo que significa la pérdida de millones de puestos de trabajo, el hundimiento del salario y el aumento de las penurias inauditas de las masas. La ofensiva voraz de las transnacionales busca nueva mano de obra para explotar. Fueron a por la India, Bangladesh, por la península de Indochina… Y en todos los lugares donde concentraron su ofensiva política, de saqueo y de esclavitud laboral, la clase obrera les presentó batalla. Ese es el momento que se está abriendo en la situación mundial.

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Estamos ante una batalla encarnizada de clases.
El movimiento obrero y de masas chocan abiertamente, aquí y allá, con las direcciones traidoras, que intentan garantizarle al imperialismo su victoria en el actual ataque.
En continentes devastados y saqueados, como el África martirizada, las masas han entrado en estado de revuelta y se han sublevado en huelgas generales contra la dictadura militar, como sucedió en Zimbabwe, un verdadero campo de concentración a cielo abierto.
En Sudáfrica, amplios sectores de la clase obrera rompen con los sinvergüenzas del stalinismo, que sostuvieron a un gobierno infame de la burguesía negra que, látigo en mano, garantizó los negocios de la AngloAmerican durante décadas. Como parte de este proceso, desde el sindicato metalmecánico NUMSA, que agrupa a cientos de miles de obreros, están poniendo en pie un Partido Socialista Revolucionario de los Trabajadores (SRWP) que, como verá el lector en estas páginas, proclama la lucha contra el imperialismo y por el socialismo para conquistar las más mínimas demandas de las masas.
Sobre las batallas encarnizadas de los obreros del África martirizada, el lector encontrará distintos artículos en la  sección dedicada a ello…

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Asimismo, debido a esta feroz ofensiva imperialista, en cuestión de días aumentó el precio de todos los alimentos. Esto nuevamente golpeó al plexo a los países monoproductores de petróleo como los de Medio Oriente. Allí, la Siria ensangrentada ve extinguirse su revolución en sus últimas trincheras de Idlib, masacrada por Al Assad y Putin y entregada por el ESL y Al Nusra. En Yemen, los explotados velan a centenares de miles de sus hijos que mueren de hambre y bajo las bombas de la canalla burguesía saudí, agente de EEUU y del estado de Israel. Pero los explotados vuelven al combate. Mientras el sionismo no cesa su ataque a las masas de Gaza, han entrado en enormes luchas los obreros de Irán, Sudán, Líbano y Jordania, mientras a la vez que se desarrollan nuevos levantamientos de la clase obrera tunecina.
En este periódico presentamos una sección sobre Medio Oriente, que incluye un artículo editorial del periódico La Verdad de los Oprimidos de Siria, y una campaña internacional que vienen desarrollando obreros internacionalistas de Argentina, Bolivia, Europa y África en solidaridad con los trabajadores metalúrgicos y azucareros de Irán, que están protagonizando enormes combates y son perseguidos y reprimidos por la teocracia de ese país.

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Y la clase obrera presenta batalla…
Para entrar a la lucha debe romper, como lo hace, con todas las direcciones que impiden su ingreso al combate.
En Francia, a pesar y en contra de la traición de la burocracia sindical estalinista y los así llamados “anticapitalistas” de palabra y social-imperialistas en los hechos, que entregaron la lucha en defensa de las 35 horas y contra la flexibilización laboral, no abandonan las calles los Chalecos Amarillos, que cuentan con el apoyo de la amplia mayoría de la clase obrera y los explotados, que saben que la más mínima de sus demandas solo se conseguirán derrotando al gobierno de Macron y a la V República imperialista.
En Hungría está la avanzada de los obreros del este europeo, convertidos en mano de obra barata para las transnacionales de Maastricht.
Los artículos sobre los combates de los Chalecos Amarillos y de la clase obrera húngara, que hoy retoma su tradición de lucha del siglo XX, el lector los podrá encontrar en la página 21.

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Como parte destacada de este material, presentamos las duras batallas de la clase obrera china que son ocultadas por toda la prensa burguesa imperialista y también de las corrientes de la izquierda reformista. Un manto de oscuridad que le permite a ese gobierno fascista de los “empresarios rojos” encarcelar, masacrar y perseguir a millones de obreros que se han rebelado contra esa dinastía infame de viejos stalinistas y miserables burgueses hoy, esclavizadores del movimiento obrero chino.
Esta tendencia al ascenso obrero en el país más poblado del planeta, encuentra a los obreros luchando por sindicatos independientes y rompiendo con los sindicatos fascistas oficiales, mientras miles de estudiantes van a apoyar al movimiento obrero y sus luchas, buscando también un camino para volver al combate por el socialismo, que hace rato el stalinismo entregó. Este es un problema clave para los esclavistas chinos y las transnacionales que saquean ese país, superexplotando a su movimiento obrero. Esto es lo que explica tanta saña y tanta represión al inicio de cada uno de estos combates. Sobre esta cuestión dedicamos uno de los artículos centrales de esta edición de Democracia Obrera. Todo obrero y joven revolucionario debe conocer los tremendos padecimientos de la clase obrera china y la resistencia que comienza a generalizarse contra las transnacionales y el gobierno.

Mientras tanto, el régimen bonapartista de Putin, luego de masacrar en Siria, no hace más que endurecerse. Está jaqueado por una aguda crisis económica, por el imperialismo que asfixia a la oligarquía rusa para quedarse con sus negocios, mientras lo utiliza a Putin como el gran carnicero y sicario en Eurasia. Ese y no otro es el rol que jugó ayer contra los levantamientos de las masas chechenas y georgianas, y hoy como lo ha hecho partiéndose  Ucrania con la OTAN, y jugando un rol decisivo en el genocidio contrarrevolucionario en Siria.
Putin aumentó la edad jubilatoria y ha puesto a las masas de ese país en un estado de efervescencia en oposición al gobierno. La situación de los explotados rusos es seguida con mucha atención por el imperialismo a nivel mundial. Toda encuesta de la burguesía plantea que un 70% de la población rusa quiere volver a la ex URSS. El imperialismo en el ’89 le ofrecía góndolas llenas a las masas de los ex estados obreros, pero lo único que les ha dado son penurias inauditas mil veces superiores.
La burguesía rusa teme un nuevo embate de masas que haría temblar a toda la Europa imperialista. El ataque sobre ellas solo puede profundizarse. El régimen se blinda cada vez más, mientras el viejo partido obrero burgués estalinista, y todas sus repeticiones neo-estalinistas, sostienen a Putin (ver artículo en página 24).

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El ingreso al combate de la clase obrera de Asia conmueve al mundo. Allí viven la mayoría de sus habitantes. En esa zona del planeta están instaladas, superexplotando mano de obra esclava, las grandes transnacionales y con los banqueros haciendo jugosos negocios financieros.
Han comenzado batallas decisivas contra Wall Street, las pandillas imperialistas europeas y japonesas.
Es de destacar, junto a los combates de la clase obrera china, la heroicidad de las luchas de las trabajadoras de Bangladesh, uno de los sectores del trabajo obrero femenino más explotado del mundo. Las compañeras viven en fábricas-cárceles cuyos techos se derrumban y las matan por miles, como ya ha sucedido. Nada distinto a la esclavitud de los obreros chinos, que producen en campos de concentración, descalzos y sin documentos –para que no se escapen- atados a las máquinas.
Las obreras textiles de Bangladesh, sobrepasando los límites de la burocracia traidora de sus sindicatos, ganaron las calles y pusieron en pie poderosos piquetes y comités de huelga. La burocracia sindical había firmado aumentos miserables de salario, que lo colocaban a este en 83 euros. Esto fue rechazado por las compañeras y se desencadenó la huelga general. Ellas producen enormes riquezas de bienes de consumo, como textiles, etc. con los que la burguesía imperialista obtiene fabulosas ganancias. Aumento de salario igual al costo de vida exigen las compañeras.
Batallones clave de la clase obrera entran a la lucha, como ya vimos en la India y China, los países más poblados del planeta.

En China y en Bangladesh, al igual que en Medio Oriente o en África, las masas pueden entrar a la lucha porque previamente destrozaron todas las redes de control de las burocracias sindicales y los partidos social-imperialistas.
En otros lugares, como en la India, han obligado a los  burócratas de los sindicatos a ir mucho más allá de donde ellos quieren. En ese país vivimos la segunda huelga general de masas, de las más grandes del mundo, en los últimos dos años.

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El imperialismo yanqui, en su “patio trasero”, viene a por todo.
Los yanquis deben pisar América Latina, puesto que se preparan y ya están librando ofensivas superiores para mantener su control del planeta. En este periódico presentamos artículos claves que dan cuenta de esta situación en el subcontinente latinoamericano.

Como plantean los compañeros del grupo CROJA, ha asumido Bolsonaro en Brasil, el nuevo látigo del imperialismo en ese país, luego de que Lula y el PT, bendecidos por la iglesia, se arrodillaran ante el juez Moro, vocero de los yanquis. Prefieren ir presos antes que llamar a la clase obrera a combates decisivos para derrotar al régimen y los capitalistas. Ellos saben que la clase obrera movilizada y en armas no solo enfrentaría a la ofensiva imperialista, sino que también pondría en cuestión todos los negocios de la “patria contratista” y la burguesía petista. Lula es leal a su clase, la burguesía, y no a los sirvientes de izquierda que se postran ante él.

Hace rato que el gobierno de Morales es el mejor alumno del Citibank y la banca Morgan en Bolivia. Y ni hablar de los hermanos Castro que entregaron la resistencia colombiana y Cuba al imperialismo.
Por su parte, los Kirchner junto al PJ en Argentina son los que sostienen al gobierno de Macri, impidiendo y desorganizando las duras luchas que dio la clase obrera. De forma miserable entregaron a la justicia burguesa la lucha por el castigo a los asesinos del compañero Santiago Maldonado. Hoy, los gendarmes que lo mataron están en libertad.
Desde el parlamento el kirchnerismo y el PJ mantienen un pacto de gobernabilidad con Macri, mientras que con la burocracia sindical peronista desorganizan todo intento de los trabajadores de derribar en las calles a ese gobierno de las transnacionales, como sucediera en los grandes combates del 18 y 19 de diciembre de 2017 y en centenares de luchas contra los cierres de fábricas y los despidos, las cuales quedaron aisladas y fueron golpeadas duramente por la ofensiva del capital. Esta cuestión la desarrollamos ampliamente en este número de Democracia Obrera, como podrá ver el lector en el artículo de balance sobre el combate de los obreros del Astillero Río Santiago que hemos editado en nuestro sitio web, una de las luchas más avanzadas que protagonizó la vanguardia obrera en Argentina.

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En Venezuela hoy se concentra lo más avanzado de la ofensiva imperialista yanqui que busca retomar el control pleno de sus negocios en América Latina.

Cuando estamos editando este periódico, Venezuela se encuentra conmovida por una enorme crisis política. Junto a esta presentación, publicamos una declaración de último momento del Colectivo por la Refundación de la IV Internacional - FLTI, editada en común con los compañeros de la LCT (Liga Comunista de los Trabajadores) de Venezuela.

En ese país, la catástrofe y padecimientos de las masas ya son inauditos. Ya no hay ni bonanza, ni precios exorbitantes del petróleo, ni negocios para repartir entre las burguesías bolivarianas y el imperialismo. En Venezuela, lo decisivo hoy, ante la nueva arremetida imperialista que viene por todo, es que las burguesías bolivarianas ya contuvieron, desviaron y aplastaron el proceso revolucionario antiimperialista que las masas latinoamericanas protagonizaron en los últimos años.
Como planteamos anteriormente, Evo Morales resultó ser el más aplicado de los ejecutores de los planes del imperialismo en Bolivia, siendo el garante del saqueo de los minerales. El de los Kirchner de Argentina fue uno de los gobiernos que más dólares le pagó al FMI de deuda externa y de intereses financieros. Hace rato que Lula y el PT se han rendido ante los yanquis, con la bendición de la iglesia. Y en Venezuela y Cuba se desarrollan las dos más grandes tragedias que esa parodia y estafa de la “Revolución Bolivariana” significaron para las masas latinoamericanas. Es que en esos dos países, junto a Colombia, las boliburguesías y el stalinismo le provocaron las más crueles derrotas al movimiento obrero, cuestión que les dejó el camino abierto al imperialismo para preparar zarpazos decisivos sobre el subcontinente.
Son y fueron los bolivarianos los que hace rato se rindieron y le abrieron las puertas a los yanquis para su ofensiva actual sobre América Latina.
En 2008, con el pacto Obama-Castro, se inicia la entrega de la resistencia colombiana y los acuerdos comerciales que introdujeron el derecho a herencia y de inversión extranjera en Cuba, que le permitieron al castrismo devenir en una nueva burguesía en la isla. Y lo más grave: embellecieron a Obama, que fue quien despidió a cientos de miles de obreros en EEUU o les impuso los peores planes de flexibilización laboral para mantener sus puestos de trabajo. El mismo Obama que venía de estatizar la deuda de los banqueros para que la paguen los trabajadores y el pueblo de EEUU con hambre y miseria, fue recibido con honores por Castro y saludado por Chávez.
Allí radica el surgimiento de una clase obrera blanca, hoy desposeída, que va tras la falsa demagogia de Trump, y así la clase obrera norteamericana ha quedado dividida. El resultado, junto a esto, es que ya la bandera yanqui flamea en Cuba y el castrismo ha proclamado que “el socialismo ya no va más ni siquiera en la isla”. ESTE ES EL GOLPE MÁS GRANDE, el tiro por la espalda más brutal y cruel, contra millones de obreros y campesinos que buscaron y buscan abrirse un camino a la revolución en heroicos combates en América Latina tanto durante el siglo XX, como lo que va de este siglo XXI.
Pero eso no es todo. El servilismo de los bolivarianos frente al imperialismo ha llegado más lejos: apoyaron la masacre de Putin y Al Assad a la revolución siria, apoyan además a la teocracia iraní en Medio Oriente y reconocen al Estado sionista-fascista de Israel, cuidándose muy bien de no cerrarle la embajada.

En Venezuela, fue Maduro y esa infame caricatura de revolución, como es la bolivariana, la que no solo le pagó al imperialismo hasta el último centavo de la deuda externa, sino que con el gobierno chavista le impusieron los peores planes de hambre y miseria a la clase obrera venezolana. No tocaron uno solo de los intereses ni negocios ni tierras a la oligarquía, que es la que acapara alimentos y controla toda la red de comercialización de los mismos. Como resultado de esto, arrojaron una devaluación de más de 1000% sobre la moneda, que mandó al hambre y a la desesperación a las masas de ese país. Hoy millones de refugiados huyen hambrientos de Venezuela.

La estafa del gobierno bolivariano a las masas venezolanas no tiene parangón. Le ha entregado toda la cuenca del Orinoco al imperialismo y toda la minería de la nación a las mineras imperialistas, mientras hoy de rodillas clama por que los yanquis continúen negociando con él.
El FMI cobró puntualmente su deuda externa. El avance imperialista está asentado en un hecho, que ya nadie puede negar: fue el gobierno de Maduro el que, a cuenta del imperialismo, derrotó a las masas tirándole toda la crisis y crac económico sobre sus hombros. Esto provocó la fuga de 3 millones de explotados de ese país, que hoy son mano de obra esclava en todos los países de América Latina.
Maduro impuso esta ofensiva con obreros comiendo de los basurales o de las limosnas de la burguesía chavista y sus misiones en los barrios populares, mientras fueron las FFAA bolivarianas y sus órganos de represión las que actuaron como fuerza de choque para disciplinar a las masas.

El gobierno de Maduro ha sido un gran “limón exprimido”, que el imperialismo utilizó como un ariete decisivo para primero engañar, después desviar y finalmente derrotar los combates de la clase obrera venezolana. El resultado de esta aventura bolivariana son los 300.000 millones de dólares que los burgueses bolivarianos tienen en sus cuentas en Miami, mientras millones de obreros venezolanos viven en la hambruna. ¿Cómo no va a avanzar el imperialismo sobre Venezuela, cuando ya Maduro le despejó el camino de las masas, a las que desorganizó y les impuso un brutal ataque?
Maduro ya jugó su rol. Para el imperialismo, a sus limones exprimidos ya no les queda ni una sola gota más de jugo.
Hay que ser claros. Esta ofensiva imperialista tiene el camino allanado por esa parodia y estafa de “Revolución Bolivariana” que entregó la lucha antiimperialista de las masas latinoamericanas y la Cuba socialista al imperialismo. Con un movimiento obrero revolucionario antiimperialista, como el que hizo estallar Venezuela con el Caracazo en el ’89, Trump y los yanquis ni asomarían la nariz por ese país.
Esa cobarde burguesía bolivariana, y toda la izquierda estalinista, ex trotskistas y socialdemócratas que la sostuvieron, son los responsables de dejar a las masas en las peores condiciones, a la defensiva, ante el brutal ataque imperialista.

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Cuando sacamos este periódico, el gobierno de Maduro en crisis se lamenta que los yanquis ya no lo tengan en consideración como su agente para continuar garantizando los negocios del imperialismo en Venezuela y toda la región. Ha amenazado con suspender relaciones con EEUU en 72 horas mientras mantiene un lazo de sangre con este pagando hasta el último centavo de la fraudulenta deuda externa al FMI, a costa del hambre del pueblo, como ya dijimos.

En décadas anteriores, a fines de los ’80 y principios de los’90, fueron los gobiernos del régimen del pacto de Punto Fijo, de los partidos tradicionales de Venezuela, los que intentaron imponer semejantes condiciones de hambruna generalizada al pueblo venezolano para pagarle al FMI.
Todas estas ofensivas fueron derrotadas a fines de los ’80 y principios de los ’90 por el Caracazo, que fue una enorme semi-insurrección de masas, que junto a los levantamiento de México en el ’86, fueron los primeros choques de las masas latinoamericanas contra el saqueo imperialista vía las deudas externas.

El Caracazo desorganizó toda la ofensiva imperialista sobre Venezuela.
Fue el chavismo y Maduro los que reorganizaron los negocios de los capitalistas y del imperialismo no solo en Venezuela, sino, como ya vimos, en la región. Son ellos los que lograron imponer los mismos planes de hambre, carestía de la vida, gasolinazos, saqueos del FMI, que ni siquiera Carlos Andrés Pérez, sostenido por los milicos represores de ayer, pudo imponer en aquellos años.
Ahora vendrán los continuadores de la obra de Carlos Andrés Pérez y demás represores del Caracazo... y de Maduro, con su trabajo ya cumplido, después de décadas, para asentar el dominio pleno norteamericano, terminar de colonizar Venezuela y, con ello, escarmentar a todas las masas de Latinoamérica.

Bajo las órdenes de la OEA y Trump, la Asamblea Nacional nombró a Guaidó como presidente de Venezuela. Maduro insiste en que él es el único que puede controlar a las masas. En un discurso vergonzoso que duró horas, en el palacio de Miraflores, le prometió a las masas “más misiones”, “más viviendas”, “más raciones de comida” y una promesa vaga de “reconstruir Venezuela”. ¡Miserable! Venezuela no se reconstruye sin expropiar a los capitalistas y a toda la boliburguesía que se robó la plata a Miami, sin romper con el FMI que se lleva 18 mil millones de dólares al año de Venezuela, cuestión que Maduro garantiza con enormes devaluaciones que llevó al salario a 19 dólares. Las promesas de Maduro es un paquete de arroz por semana. Eso es lo único que le puede dar esa estafa de revolución bolivariana al pueblo hambriento.
Es esta cínica política anti-obrera de Maduro, que lleva a las masas a la desesperación, la que no solamente lo debilita y lo deja “colgado de un pincel”, sino fundamentalmente la que le abre el camino al imperialismo yanqui para planificar su derrocamiento y preparar suculentos negocios con mano de obra esclava y salarios de hambre; y, lo que es más importante, terminar de quedarse con el petróleo, que en gran parte Maduro ya se lo ha entregado a los yanqius.

Mientras las masas comen de los basurales y millones huyen de Venezuela, las pandillas burguesas y el imperialismo definen qué gobierno vendrá mañana, contando la cantidad de oficiales y cuarteles que tiene cada pandilla burguesa. Este recuento comenzó el lunes 21 de enero con el intento de putsch de un destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana en el cuartel de Cotiza en Caracas.
Mientras tanto, Trump adelantó un misil durísimo esperando la rendición definitiva de Maduro: incautó todos los fondos del petróleo venezolano en EEUU anunciando que solo se los entregará a Guaidó, que está refugiado en la Embajada de Colombia en Venezuela. ¿Maduro y la boliburguesía? No le han tocado ni un solo centímetro de propiedad a los yanquis. Son valientes para reprimir a la clase obrera, y cobardes y sumisos frente al imperialismo, del cual son sus socios menores.
Hoy el futuro de Venezuela no se decide ni en la Asamblea Constituyente, ni en la Asamblea Nacional, ni en el Palacio de Miraflores, ni en la Embajada de Colombia donde se ha refugiado Guaidó.
Las “fuerzas golpistas” que se preparan no llegarán a Venezuela en un plato volador, ni por ahora, tampoco con una invasión. Estas fuerzas contrarrevolucionarias salen del corazón de la casta de oficiales burguesa de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, que es la única institución que queda en pie del conjunto de las pandillas burguesas y el imperialismo, que hoy se las disputan abiertamente. Allí se decide si es el momento de Trump o de que siga por un tiempo más Maduro.

Las corrientes de izquierda reformista, el Podemos, los Syriza, el estalinismo, los asesinos como Putin o los mandarines chinos que se presentan como “amigos de los pueblos oprimidos”, etc. llaman al pueblo venezolano a atar su suerte, para frenar el golpe, a la política antiobrera y pro-imperialista de Maduro que está asentado, ni más ni menos, que en la casta de oficiales donde se prepara el golpe.

Para los socialistas revolucionarios no se puede ni soñar con parar un solo tanque golpista, ni la sublevación que ya ha comenzado en los cuarteles, sin desarmar, como decimos en nuestra primera declaración, a todo el cuerpo de oficiales de las FFAA bolivarianas, que tanto Guaidó-Trump como Maduro se disputan.
Desarmar a la casta de oficiales de las FFAA y armar al pueblo, disputándole los soldados rasos a la casta de oficiales. La pelea por el Ejército ha comenzado. Las pandillas burguesas se disputan a los oficiales. Los obreros deben ganar a los soldados rasos. Esa es la batalla decisiva y el punto de partida de todo programa revolucionario.
Armar al pueblo, expropiar a los capitalistas y romper con el imperialismo para poder comer es el único camino que puede asegurar la derrota de este plan siniestro del imperialismo que está en curso y la rendición miserable de las burguesías nativas ante su socio mayor.

En todo el continente americano se le quiere hacer creer a la clase obrera que hay dos alternativas: Trump o el Partido Demócrata “progresista” de los bandoleros imperialistas de EEUU; López Obrador o el PRI; Lula o Bolsonaro; la Kirchner o los Macri. La izquierda reformista quiere llevar a la clase obrera americana a los pies de las pandillas contrarrevolucionarias “democráticas” del imperialismo yanqui o de sus sirvientes de “izquierda”.
Los trotskistas afirmamos que no hay solo estas dos alternativas, sino tres. También está la de la poderosa clase obrera latinoamericana (mil veces traicionada por charlatanes parlamentarios de izquierda y stalinistas entregadores de las conquistas más grandes), que resiste duramente esta ofensiva imperialista, y sus aliados, los obreros de EEUU.
La alternativa de hierro en América Latina está planteada entre los obreros y los campesinos pobres, combatiendo contra el imperialismo y sacándose a los parásitos de las burguesías nativas de encima para abrir la revolución; o por delante vendrán las más crueles derrotas a manos de esas burguesías y el imperialismo.
La clase obrera latinoamericana no se ha rendido. Cada vez que intervino, hizo estallar por los aires decenas de ofensivas imperialistas. Y aún hoy, plagada de traiciones, no se rinde. En las fronteras mismas del Río Bravo, 70.000 obreros de las maquilas se han sublevado (ver artículo en página 18), mientras 4.000 hambrientos y desposeídos de Centroamérica van a buscar lo que es suyo a EEUU, donde están los banqueros imperialistas que saquearon todas sus riquezas. Los obreros portuarios de Chile han conmovido ese país con enormes huelgas.
En Argentina aún están encendidas las brasas de los levantamientos revolucionarios de 18 y 19 de diciembre de 2017, mientras la burguesía y la izquierda reformista buscan inaugurar el año electoral y sacar a las masas de las calles.
El proletariado brasileño no ha dicho su última palabra, y mucho menos aún la clase obrera norteamericana.

El combate contra las guerras imperialistas, por paralizar la maquinaria de guerra yanqui, por recuperar a Cuba entregada por el stalinismo, por retomar la lucha antiimperialista para expulsar al FMI, disolver esa cueva de bandidos de la OEA, terminar con los mercados capitalistas de las transnacionales (como los TLC, el Mercosur y el ALBA) y barrer con los regímenes de los capitalistas de América Latina, ha quedado en manos de la clase obrera y los campesinos pobres de Alaska a Tierra del Fuego.
A la ofensiva yanqui en Venezuela se la frena y se la derrota con el Caracazo, el Argentinazo y la revolución obrera y campesina en todo el continente. A Bolsonaro y a sus intentonas bonapartistas semi-fascistas se las enfrenta con comités de obreros, campesinos pobres y soldados rasos, y con milicias obreras. A la avanzada de EEUU en el Caribe y Centroamérica se la derrota luchando como los obreros de las maquilas al sur del Río Bravo. A las bravuconadas del “cowboy” Trump se las combate volviendo a poner de pie el movimiento antiguerra, el movimiento Occupy Wall Street y las Panteras Negras, y rompiendo con el partido imperialista de los Demócratas contrarrevolucionarios yanquis.

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El campo de batalla del continente latinoamericano está lleno de traiciones, como lo están las grandes revoluciones del Magreb y Medio Oriente y todos los combates decisivos de la clase obrera mundial.
La ofensiva imperialista ha logrado imponerse allí donde las direcciones traidoras stalinistas, los ex trotskistas y los partidos social-imperialistas, les han salvado sus negocios, sus ganancias y sus estados.

Pero la clase obrera no ha dicho su última palabra y presenta batalla contra el imperialismo allá donde se libera del chaleco de fuerza de los traidores, conquista la democracia obrera y sus organismos de autoorganización y entra a la lucha. Son los obreros y la juventud que están en lucha encarnizada en el planeta.
Estas fuerzas de los explotados que golpean la ciudadela del poder, dejan en crisis al reformismo y a las direcciones traidoras… Luchando por las demandas de los sectores más súper-explotados de la clase obrera mundial, se podrá conquistar la unidad de los explotados. Organizar un programa marxista siguiendo los intereses de la aristocracia obrera y las burocracias significa cerrar ese camino, dividir las filas obreras y someter a la clase obrera a sus verdugos.
En los sectores más explotados del proletariado, que hoy entran al combate, que es la mayoría de la clase obrera mundial, habrá lugar para desplegar las banderas de la IV Internacional. Allí están surgiendo las fuerzas para poner en pie nuevamente el partido de la revolución socialista internacional, que fuera entregado por los ex trotskistas al imperialismo y al stalinismo.
Por esto peleamos los núcleos revolucionarios que sabemos que esta guerra de clases encarnizada que ha comenzado, o avanza a saltos de gigante y se generaliza con nuevos triunfos de la revolución socialista, o la civilización entera será llevada al desastre, la guerra y la barbarie fascista.
Los combates encarnizados de clase ya arrinconan al reformismo. La clase obrera presenta batalla. Es hora de que los revolucionarios nos pongamos a la altura de estas y reagrupemos nuestras fuerzas alrededor del programa de la IV Internacional.

 

Carlos Munzer
por el Secretariado de Coordinación
Internacional de la FLTI

 

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