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América Latina
- 14 de abril de 2021

Después de Trump...

Ahora es Biden quien continúa el coloniaje yanqui de América Latina

 

La ofensiva del imperialismo norteamericano sobre América Latina no se detiene. Biden, ese carnicero disfrazado de “viejo bonachón”, es quien comanda ahora, a cuenta de los piratas de Wall Street y el FMI, la rapiña del “patio trasero” yanqui, azotado por la miseria, la desocupación y la masacre del Covid.

La nueva burguesía cubana recibió a Biden con la unificación de las monedas, que asienta la restauración capitalista en la isla y les garantiza a las transnacionales imperialistas y los banqueros de Wall Street que se llevarán dólares contantes y sonantes de sus inversiones y saqueos de Cuba.
La restauración capitalista en la isla, impuesta por el stalinismo, fue y es el mayor golpe a los enormes combates de las masas latinoamericanas, que durante 2019-2020 irrumpieron en una nueva oleada de lucha revolucionaria y antiimperialista contra los gobiernos y regímenes infames. Plantear que el “socialismo no va más ni siquiera en Cuba”, como hicieron los hermanos Castro, imponer pactos contrarrevolucionarios como en Colombia, Centroamérica o ayer en el UNASUR, hacer hundir a las masas de la isla en las peores de las miserias, hacer pasar como “socialismo” al más brutal y salvaje de los capitalismos en un país semicolonial como es el del gobierno de Maduro en Venezuela, es la más grande traición del stalinismo en este período histórico. Este “nuevo ‘89” en el continente americano es la mayor puñalada por la espalda a la lucha revolucionaria por la toma del poder de obreros y campesinos.

Los reformistas afirman que las distintas oleadas revolucionarias de los explotados no triunfaron por el “atraso en la conciencia socialista” de las masas, silenciando y ocultando que esta fue impuesta por el stalinismo, por la consolidación de la restauración capitalista y por las traiciones alevosas a cada uno de los combates decisivos de los trabajadores y oprimidos.

Desde La Habana se organizó el sostén de todos los partidos stalinistas y de renegados del trotskismo a Sanders y a las fracciones social-imperialistas del Partido Demócrata, que terminaron apoyando todas a Biden para sacar a las masas norteamericanas de la lucha revolucionaria en las calles que enfrentaba al conjunto del régimen de dominio en los propios EEUU.

Las ya desgastadas fuerzas de las “boliburguesías” de esa estafa de la “Revolución Bolivariana” han llevado a la bancarrota y decadencia a Nicaragua y Venezuela, y demostraron cómo las burguesías nativas no solo son incapaces de librar toda lucha antiimperialista seria, sino que siempre terminan, como socias menores del imperialismo, atacando a mansalva a la clase obrera y los explotados para salvar sus negocios e intereses. Ese fue el rol de los Kirchner, los Lula, los Chávez, los Morales, etc. durante los primeros lustros del siglo XXI

Hoy en Bolivia, donde las masas amenazaron con una nueva crisis revolucionaria para tumbar al gobierno semifascista de la Áñez, el régimen y los mismos generales banzeristas que ayer sacaron al MAS de Morales del poder, lo volvieron a traer de emergencia para que en nuevas elecciones desvíen el ascenso revolucionario de obreros y campesinos. Asentado en la traición de la burocracia de la COB, el MAS regresa al poder en Bolivia con el gobierno de Arce, luego de haberle dado apoyo explícito desde el Parlamento al gobierno de la Áñez.

Esto sucedía cuando aún estaba caliente el fuego revolucionario de distintas ofensivas de las masas latinoamericanas.
En el segundo semestre de 2019, en Chile se tomaba la Plaza de la Dignidad y entraban al combate millones de explotados haciendo temblar y poniendo en grave crisis al régimen cívico-militar pinochetista.
Días antes era derrotado en Ecuador el “gasolinazo” del gobierno de Moreno. Una enorme semi-insurrección obrera y campesina terminó con el gobierno escondido en Guayaquil y las masas tomando Quito, la capital del país. Los soldados desacataron a los generales que mandaron a reprimir a los trabajadores y campesinos. Centenares de oficiales fueron tomados de rehenes por las masas. Una verdadera crisis revolucionaria se abrió en ese país. Fueron las direcciones de las centrales obreras y campesinas (el FUT y la CONAIE), las que volvieron a traer y colocar a Moreno en el gobierno. Semejante traición terminó en un desvío electoral que desorganizó a las masas. La pandemia arrojada a los explotados hizo el resto. Unas elecciones fantoches en Ecuador, donde ningún candidato sacó más del 18 o 20% de los votos en la primera vuelta, terminaron dándole el triunfo a Lasso como presidente electo, un continuador de los oligarcas del gobierno de Moreno, contra el candidato de Correa. ¿Cómo millones de explotados iban a apoyar al movimiento del “bolivariano” Correa cuando fue este quien aplicó los peores planes de ataque a obreros y campesinos durante 10 años? Hace rato, como dijimos, que esa estafa de la “Revolución Bolivariana” desorganizó la lucha de las masas y se ganó el justo odio de los explotados.

En el Perú caliente, que el año pasado se sublevó de forma revolucionaria y dejó maltrecho al régimen y sus partidos, con las masas en las calles tirando al gobierno de Merino, la CGTP, dirigida por el stalinismo y Patria Roja, le cerró el camino a la alianza obrera y campesina para que dé una salida revolucionaria a la crisis del régimen fujimorista en estado de descomposición. Hoy se define en una segunda vuelta electoral, si asume la presidencia la hija de Fujimori o si lo hace Pedro Castillo, un “bolivariano” tardío que con habladurías y desde un partido burgués como Perú Libre intenta convencer a los trabajadores y los campesinos pobres de una abierta política de colaboración de clases.

En Chile, fueron las burocracias de la Mesa de Unidad Social las que en un pacto con el gobierno de Piñera y los oficiales pinochetistas, sacaron a las masas de las calles para llevarlas al fraude de una “constituyente” amañada, tutelada por los sables de los generales.

Como vemos, fueron las direcciones de las burocracias sindicales stalinistas, neo-maoístas, pequeñoburguesas de todo color y pelaje, las que salvaron a los regímenes y estados burgueses en crisis del odio de las masas.
El gobierno de Biden asume entonces con este cometido ya cumplido por las direcciones traidoras de las masas, que de esta manera permiten que el imperialismo yanqui y el FMI vengan a por todo. Las distintas variantes del stalinismo y el castrismo, que ayer sostuvieron a la “Revolución Bolivariana”, aunque totalmente desgastadas, jugaron el rol de desviar este enorme ascenso de los explotados.
Pese a ello, todos los regímenes burgueses, sus partidos e instituciones han quedado en grave crisis. Ya no despiertan grandes ilusiones y mucho menos entusiasmo entre las masas.

 

Los renegados del trotskismo jugaron un rol decisivo para sostener por izquierda al stalinismo y las burocracias sindicales del continente…

Junto al Partido Comunista, estas corrientes sostuvieron a Sanders en EEUU y hoy son todos fieles militantes, desde adentro o desde afuera, del “ala izquierda” de los monopolios imperialistas de Wall Street.
Desde la Conferencia Latinoamericana del FIT-U salieron los que reivindicaron a los “socialistas” de EEUU y corrientes que directamente se asociaron a ellos, como lo hicieron desde el PSOL de Brasil con su dirigente Pedro Fuentes o desde la LIS/MST de Argentina que constituyeron una “Internacional” común con el multimillonario sionista de Sanders.

Los renegados del trotskismo, como el PTS de Argentina, legitiman la estafa  de la “constituyente” pinochetista, entrando a la trampa electoral en Chile… Eso sí, “críticamente”. En Bolivia, mientras llaman a pelear contra el “avance de la ultraderecha”, le exigen al gobierno del MAS de Morales que en el Congreso vote leyes “progresistas” para las masas. Han devenido nada más ni nada menos que en un grupo de presión sobre el gobierno burgués, recreando ilusiones en él. Mientras tanto, el ya desgastado POR boliviano está en abierta bancarrota luego de apoyar al golpe de la Áñez junto a la burocracia de la COB.

En Argentina, mientras “enfrentan a la derecha”, los renegados del trotskismo presionan por leyes “favorables a los trabajadores” al gobierno que ellos consideran “progresista” de Fernández. Viven en una eterna campaña electoral. Con su brazo en el movimiento de desocupados, lo llevan a mendigar limosnas a los capitalistas y su gobierno, mientras, ante las duras luchas de la clase obrera, solo atinan a dejarlas aisladas y a permitir que mueran sofocadas por el vuelco centralizado de los patrones que con la burocracia sindical y el gobierno intentan derrotarlas una por una.

El cretinismo parlamentarista de los renegados del trotskismo lo único que permitió fue cubrir por izquierda las trampas y desvíos electorales de los regímenes y gobiernos en crisis de la región y el pérfido accionar del stalinismo en todo el continente, de Alaska a Tierra del Fuego.
De eso se trata la “Nueva Izquierda”: un frente de stalinistas y ex trotskistas encargados hoy de cuidar los negocios y los regímenes de los capitalistas en EEUU, Centro y Sud América… No es de extrañar puesto que esta es su política internacional. Si llegaron al colmo de sostener el genocidio de Al Assad contra las masas sirias o de apoyar a la supuesta burguesía “opositora” que hace rato huyó del campo de batalla de ese país, nada sorprende la política de estas corrientes en el continente americano.

En Brasil y Argentina las burocracias sindicales y la izquierda reformista llevan adelante una misma política.
Brasil ha estallado en una monumental crisis económica y política, que se profundiza con la pandemia que ha provocado la muerte de centenares de miles de trabajadores y de pobres de la ciudad y el campo. Allí el argumento es el mismo que utilizaron el PJ y las burocracias sindicales en Argentina en 2017, cuando afirmaban que a Macri se lo derrotaba en las elecciones de 2019. Así sacaron a la clase obrera de las calles y de la lucha directa contra ese odiado gobierno antiobrero. Esa misma es la política del Foro Social Mundial y del reformismo en Brasil hoy: “a Bolsonaro lo sacamos en las elecciones de 2022 o bien, con un Impeachmenet parlamentario pactando con las landillas burguesas en el Congreso”. Mientras tanto, sobre la clase obrera de Brasil se están aplicando los peores ataques contra sus convenios colectivos, de precarización laboral, desocupación crónica, en un país donde ha estallado el sistema capitalista y su podrido régimen pro-imperialista. De ello se trata el rol de las burocracias sindicales, petistas o no petistas: de atarle las manos a la clase obrera para que no irrumpa contra el odiado gobierno de Bolsonaro.

En EEUU, como ya dijimos, se viene de aplicar esta misma política de someter a las masas sublevadas a la trampa electoral para sacarlas del combate en las calles, llevándolas detrás del voto a Biden para “derrotar a Trump”.
Estamos frente a una abierta política de colaboración de clases, reeditando la vieja receta del stalinismo de apoyar a los campos burgueses “progresivos” y “democráticos”, para atar la suerte del proletariado a un sector de sus verdugos. Ejemplo de esto también es el caso del PSOL de Brasil, que se encuentra discutiendo hacer un frente con el PT para las próximas elecciones.

Nada distinto sucede en Argentina. El peronismo “derrotó” a Macri en las elecciones e impuso un gobierno apoyado en los traidores de la burocracia sindical -una verdadera policía al interior del movimiento obrero-, que está aplicando iguales planes de hambre, miseria, de ataque a los convenios, de precarización laboral, etc. El gobierno de Fernández, un gobierno como el de Macri pero “edulcorado”, se sostiene en brutales formas bonapartistas, en la estatización plena de los sindicatos, con una burocracia sindical que va a liquidar y destrozar toda tendencia a la resistencia de la clase obrera, dejándola expuesta a la feroz represión y al ataque de la justicia burguesa. Esto sucedió en combates durísimos como fue la ocupación de tierras en Guernica, las luchas en el gremio de la carne como ArreBeef y el frigorífico Penta o las respuestas obreras contra la precarización laboral, como hoy en el Puerto de Buenos Aires, mientras millones de obreros hambrientos buscan subsistir bajo condiciones infrahumanas.
El reformismo le echará la culpa de esto a las masas, cuando en realidad esto es por sus traiciones. Intentan pintar al gobierno peronista de los Fernández como un gobierno “bondadoso con el pueblo”, cuando está asentado en un pacto siniestro y totalmente dictatorial con la burocracia sindical, la UIA y los gorilas de la Sociedad Rural.
El gobierno de Fernández viene a demostrarle al imperialismo que serán ellos los que, precarizando y martirizando a la fuerza de trabajo en Argentina, pagarán la deuda externa y garantizarán el saqueo de la nación.

En América Latina, por la acción de las direcciones traidoras y sobreabundacias de ellas, se pasó de enormes luchas y de una nueva oleada revolucionaria que recorrió todo el continente, a un momento reaccionario, de contraofensiva burguesa imperialista que intenta estabilizar a gobiernos y regímenes que quedaron maltrechos por el anterior ascenso de masas. No fue la heroica clase obrera de EEUU, Chile, Perú ni Colombia, que puso a la orden del día la huelga general revolucionaria, ni los trabajadores de Brasil y Argentina, ni mucho menos los obreros y campesinos de Ecuador y Bolivia, los que se rindieron. Fueron sus direcciones las que traicionaron.

La última palabra no está dicha. Las condiciones objetivas de crac económico y de una enorme crisis social y política en el continente, empujan a una durísima resistencia frente a gobiernos y regímenes totalmente desgastados. En estas condiciones y a fuego lento, se preparan nuevos choques entre revolución y contrarrevolución.

Cuando ardía el Ecuador revolucionario, se reunieron 11 ejércitos latinoamericanos bajo el mando del Pentágono. Allí se discutió, aprendiendo de la experiencia de Ecuador, donde había huido el presidente y la capital había quedado en manos de obreros y campesinos, como ya dijimos, que la política y la estrategia del imperialismo y sus gobiernos y regímenes en América Latina frente a las movilizaciones de masas no era otra que “aislar a los violentos” y darle legalidad extrema y apoyo a los “pacíficos”.
Eso hicieron. Hoy las cárceles están llenas de presos políticos y lo mejor de la vanguardia ha sido despedida de las fábricas y establecimientos luego de duros combates, o es contenida, manu militari, por las burocracias de los sindicatos y las fuerzas represivas.
No hay día en que en Colombia no asesinen a un dirigente obrero o campesino. Más de 2.500 presos se encuentran como rehenes en las mazmorras del régimen pinochetista en Chile, que continúa asesinando luchadores con sus fuerzas represivas. En Argentina, toda lucha obrera termina con una dura represión, con obreros despedidos y perseguidos por la justicia patronal. Sebastián Romero aún está en prisión y miles de obreros continúan procesados, mientras las pandillas burguesas se disputan sus negocios en la justicia de los opresores, manejando a su antojo a sus jueces fascistas y antiobreros. En Senkata y Sacaba, Bolivia, se continúa clamando por justicia por sus muertos y por la libertad de los luchadores contra el golpe de la Áñez que aún siguen con cargos judiciales en su contra bajo el actual gobierno de los “bolivarianos”. Asimismo, un feroz régimen dictatorial es el que impone la restauración capitalista en Cuba, donde es reprimido a sangre y fuego todo intento de poner en pie sindicatos u organizaciones obreras independientes.

El combate de las corrientes que luchamos por refundar la IV Internacional, lejos de culminar, se vuelve más necesario e imprescindible que nunca. Está pendiente aún la tarea histórica que planteaban los trotskistas en los años ’30: “(...) el proletariado de América Latina no ha podido, no puede, no podrá luchar eficazmente por sus intereses de clase, sino en concurso del proletariado de los países imperialistas. Así pues, para los bolcheviques-leninistas, no hay ninguna tarea más importante que la de establecer la conexión y más tarde la unificación entre las diferentes partes de la organización proletaria del continente, creando un organismo tan bien construido que cualquier vibración revolucionaria de él acaecida en la Patagonia, repercuta inmediatamente como transmitida por un sistema nervioso perfecto, en las organizaciones proletarias revolucionarias de los EEUU. Mientras tal cosa no se realice, la tarea de los bolcheviques leninistas en el Continente Americano, no se habrá llevado a cabo”.
Esa es la tarea y la obligación de los trotskistas en el momento actual. El reformismo se lleva a patadas con las masas. Su suerte será la de los regímenes que han salvado. Un reagrupamiento revolucionario de las filas obreras es la tarea del momento.

 

 


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