El viejo sueño perimido de la “democracia” norteamericana
Los demócratas liberales y la izquierda reformista de todo el mundo desde hace décadas le rinden pleitesía a la “democracia americana”. Les hicieron creer a los trabajadores del mundo que el fascismo no tenía nada que ver con EEUU y que allí todo se resolvía con un “pueblo soberano mediante sufragio universal”. Esto se derrumbó como un castillo de naipes con el putsch alentado por Trump y sectores de la policía del 6 de enero, con el que intentaron obstruir la asunción de Biden al gobierno.
Con la bandera de la “democracia” y los “derechos humanos” el imperialismo norteamericano encubrió sus peores y más duros golpes fascistas en todo el planeta para imponer sus condiciones de dominio y sumisión a los pueblos oprimidos. EEUU entró a dominar la economía y la política mundial a bombazos atómicos limpios, como lo hizo en la Segunda Guerra Mundial.
El poderío del mercado interno norteamericano se vio potenciado a la salida de la guerra, puesto que durante todo ese período de Yalta, EEUU absorbía gran parte de la producción mundial. La exaltación del dominio yanqui se vio acrecentada con la caída de la ex URSS y de China, entregadas por el stalinismo. La restauración del capitalismo le dio sangre fresca a este sistema capitalista pestilente y creó la imagen de que se abría una época de fortalecimiento ilimitado del capitalismo a partir del ´89 y de EEUU en particular. Esto creó una visión de que se fortalecía la “democracia” pregonada por el imperialismo yanqui, mostrado como ejemplo en el mundo, mientras hacia afuera de sus fronteras, como ya dijimos, sus 5 comandos militares con la CIA y la OTAN eran los más grandes gestores de acciones fascistas, golpes contrarrevolucionarios y genocidios en todo el mundo.
Pero lejos de resolver sus contradicciones en el ’89, las potencias imperialistas solo lograron un respiro y abrir nuevas contradicciones históricas. Las potencias imperialistas europeas se reagruparon por sus negocios alrededor de la “Gran Alemania”. Este bloque imperialista entró en disputa por el mercado mundial y por los nuevos negocios que se abrían en China y sobre todo en Rusia, a la que le continúan succionando sus hidrocarburos y el gas en particular. Las condiciones para la profundización de las disputas inter-imperialistas abiertas ya estaban maduras. La era de Yalta, con la anomalía de un “súper imperialismo norteamericano”, había llegado a su fin.
La fiesta no duró mucho tiempo y nuevas crisis golpearon al planeta desde el interior mismo de su economía más poderosa: la de EEUU.
Ya a fines de la década de los ‘90 estalló la primera gran crisis en EEUU y a nivel mundial. El capital financiero y la oligarquía de Wall Street se habían gastado valores que el trabajo humano aún no había producido. Estallaba una crisis descomunal con los balances falsificados de las empresas de alta tecnología, surgidas del aparato industrial-militar. La Enron fue el caso emblemático de esta gran estafa, aumentando el valor de las acciones de forma ficticia para repartirse suculentos dividendos. Así hicieron quebrar la bolsa en 1997 y hundieron en una fase de aguda recesión a EEUU, mientras se terminaba el gobierno de Clinton y daba su ingreso Bush.
Hay que observar atentamente la reacción del imperialismo norteamericano ante esta aguda crisis que lo sorprendió después del jolgorio de los ‘90, basado en el saqueo y el hundimiento de la absoluta mayoría de la economía-mundo.
Apareció el gobierno de Bush que bonapartizó en gran medida al régimen norteamericano, con leyes “antiterroristas”, derecho a la intervención del estado en toda la vida privada de los particulares, etc. Fue la fase de “bonapartización” de la “democracia” norteamericana hacia dentro, que incluyó el auto-atentado a las Torres Gemelas para justificar la invasión a Afganistán e Irak y el desmantelamiento de todas las instituciones de dominio colegiado con el resto de las potencias imperialistas del planeta, comenzando por la ONU y la OEA. EEUU largó las “guerras del petróleo”, aumentó su precio y entró a los tiros al mundo para garantizar que seguía siendo el imperialismo dominante. El lema de Bush fue: “con EEUU como amigo o contra EEUU”.
Pero la economía-mundo le imponía a EEUU que no puede existir una sola potencia imperialista que controle todo el mercado mundial puesto que hay otras. En ese entonces la “gran” Alemania ya había logrado su unificación y a través de ella había conquistado lo que no había logrado con dos guerra mundiales: su hegemonía en su “espacio vital” de la Europa imperialista y en el este, succionando la ex URSS.
La bravuconada le duró poco al imperialismo yanqui. Un levantamiento de masas al interior de EEUU contra la guerra junto a la heroica resistencia iraquí, le provocó una dura derrota como ayer en Vietnam y le hizo tocar el clarinete de retirada de Irak.
Pero EEUU le tiró esta crisis al mundo y redobló su saqueo de China, abriendo su economía y absorbiendo los títulos de su excedente comercial a cambios de bonos del Tesoro norteamericano, con lo cual financió todos sus déficits. En China, en EEUU y en todo el mundo se desarrolló un crecimiento parasitario basado en burbujas inmobiliarias, de los commodities, del petróleo, etc., cuestión que estalló en 2008, la segunda gran crisis. Una crisis como la de los ‘30 que el imperialismo yanqui le tiró a la clase obrera mundial, al resto de las potencias imperialistas y al mundo semicolonial al que saquea.
Allí apareció Obama, “dándole la mano a los pueblos musulmanes”, posando como “bondadoso” y “buen vecino”. Pero nada de eso fue real. EEUU pudo sobrevivirse atacando duramente a la clase obrera norteamericana y terminando de descooptar a todos sus sectores aristocráticos y privilegiados en el corazón del imperio. Fue el gobierno de Obama el que les arrebató las más grandes conquistas a la clase obrera norteamericana, el que mató a decenas de George Floyd con su policía asesina y el que, mientras hablaba de “paz”, entraba a los tiros al mundo continuando la “Operación Plomo Fundido” del sionismo contra las masas palestinas.
Obama fue quien le dio un “paraguas protector” a todas las dictaduras fascistas y contrarrevolucionarias, como Al Sisi en Egipto y Al Assad en Siria, que masacraron en Magreb y Medio Oriente a los pueblos que se sublevaron en 2011 contra el hambre y la miseria. Es más, la utilización del “amigo” iraní para mantener el orden manu militari en Medio Oriente fue obra del “pacifista” Obama.
Con pactos y acuerdos políticos y comerciales, Obama intentó mantener la supremacía del imperialismo yanqui en el mundo. Enormes masas de capitales ya habían salido de EEUU desde mediados de los ‘90. Se instalaron en China, en Bangladesh, en India, en Vietnam, en América Latina, etc., transformando al mundo en una gran maquila de las potencias imperialistas. Ello terminó con un relativo vaciamiento del mercado interno norteamericano. Buscando más y más mano de obra esclava y utilizando las ventajas comparativas de las naciones que oprime, las transnacionales se fueron al mundo. Esta es una ley de todo imperialismo que avanza sobre el mundo dominándolo y así se corta la rama donde está asentado. Es decir, más y más EEUU domina el mercado mundial, más lo saquea, más avanza sobre él y más se debilita a su interior, porque más fluyen las utilidades y los capitales fuera de sus fronteras. Lo que sí concentraron dentro de EEUU fueron sus negocios parasitarios, sus burbujas financieras y las enormes inversiones de alta tecnología para la guerra, financiadas por el estado norteamericano.
La época de Obama se caracterizó por pactos fallidos con las potencias imperialistas rivales de Europa, pero se llevó el mérito de haber desviado y aplastado las revoluciones del Magreb y Medio Oriente y de haber roto el cerco a Cuba, lo que le permitió ingresar nuevamente a América Latina y estabilizar la situación en su “patio trasero”. Además, avanzó en Ucrania ahogando una revolución con las tropas de la OTAN, que las colocó en las fronteras de Rusia, y con su vicepresidente Biden quedándose como el barón del gas en toda Europa.
Con su política “defensiva” y con su cara “bonachona” de Obama, el imperialismo concentró fuerzas y desorganizó la ofensiva de masas, pero debilitó su mercado interno y dejó por fuera de los negocios a un sector de los bandidos de Wall Street como los barones del cemento y de la industria pesada que se beneficiaban con contratos de los estados yanquis. Una verdadera “patria contratista”.
Ellos volvieron a administrar los negocios cuando llegó Trump a la presidencia. “EEUU primero” fue su grito de guerra, prometiendo volver al “sueño americano” del mercado interno poderoso y de abrir las barreras aduaneras de las demás potencias imperialistas y de Rusia y China en particular. Trump cerraba el mercado interno norteamericano para concentrar todas sus fuerzas en quedarse con el mercado interno chino y las empresas estatales que dan ganancia.
Pero de nuevo se desarrollaba un tercer marasmo económico durante el último año de la presidencia de Trump. El imperialismo norteamericano y el conjunto de la economía mundial se sostuvieron y salieron relativamente de la catástrofe del 2008 desviando la revolución o aplastándola, usufructuando las grandes traiciones de las direcciones de las masas, y con endeudamiento. La deuda de los estados y de las empresas equivale hoy a 262 billones de dólares. Esa es la friolera que se gastaron los parásitos imperialistas sin bienes producidos que la respalde. Como nunca, funcionaron los créditos a “tasa cero” (sin intereses) y la emisión de dólares sin respaldo de la Reserva Federal.
A principios de 2020 la pandemia del coronavirus pegó no en una economía floreciente, sino en bancarrota, en un nuevo infarto de la crisis mundial, que le estalla a la pandilla de Trump en la mano, sin haber ganado una guerra, sin haber abierto decisivamente ninguna economía ni de Europa, ni de China, ni de Rusia… y sin haber reactivado el mercado interno norteamericano. Es decir, Trump engañó a sectores de las masas y de las clases medias arruinadas de EEUU, haciéndoles promesas de un futuro mejor, pero a los monopolios, al corazón del establishment, a los 17 bancos más grandes de la oligarquía mundial que están en Wall Street no les consiguió prácticamente ningún negocio nuevo, sino que les entregó un país quebrado.
EEUU ya le tiró 3 crisis al planeta en los últimos 23 años, equivalentes a 3 crisis de los años ’30. Dejó la economía mundial quebrada y lo hizo junto al resto de las potencias imperialistas que le arrojaron toda su crisis a sus propias clases obreras y a los pueblos que oprimen, como sucedió con la quiebra de Maastricht en 2008 y la que hoy está en ciernes con una profunda recesión.
Las medidas anticíclicas tomadas por los bancos centrales de Europa, pero de EEUU en particular, de entregar créditos a “tasa cero”, muestran toda la decadencia parasitaria de un sistema que merece morir. Las empresas de Wall Street, lejos de invertir en el proceso productivo, repartieron esos créditos como dividendos y ganancias o los represtaron al mundo semicolonial. Hicieron subir sus acciones, aumentaron ficticiamente el valor de sus balances pero esos fondos no fueron a la producción, donde hace rato el capitalismo no puede recuperar la tasa de ganancia y solo lo puede hacer con inversiones del estado para la industria militar.
EEUU le volvió a tirar la crisis al mundo y el mundo ya no soporta más a EEUU como es hoy. Las guerras comerciales de Trump con Europa, con China, etc. son el espejo que refracta esta podredumbre del sistema capitalista mundial.
La “democracia” burguesa parlamentaria del imperialismo norteamericano ya no puede
contener ni canalizar la capacidad de conciliar las contradicciones entre las clases en EEUU,
ni la política internacional de los distintos monopolios imperialistas yanquis en el planeta
El parlamentarismo burgués ya no puede garantizar la marcha pacífica de los acontecimientos. Han hundido en la ruina a millones de sectores de las clases medias norteamericanas que hoy incluso buscan bolsones de comida para alimentarse en medio de la pandemia, mientras millones de obreros no tienen trabajo ni casa y viven de bonos del estado. Los sectores desesperados de las clases medias buscan una solución ahora a su crisis… Son la base del fascismo.
La “era Trump” no ha terminado en medio de la crisis de dominio político, económico y militar de EEUU, la cual preanuncia un salto en los choques con el resto de las potencias imperialistas. Esta época profunda de crisis, guerras y revoluciones le plantean al imperialismo yanqui que para garantizar la unidad de sus élites y de sus clases dominantes y para mantener el dominio de la economía mundial y no salir perdedor con el resto de las potencias que se lo disputan, necesita hacia adelante del bonapartismo… del fascismo… tanto como hoy necesita de la pérfida política de colaboración de clases, frente popular y engaño para contener y adormecer a las masas para luego aplastarlas.
La oligarquía financiera yanqui, que no es controlada por nadie salvo por sus propios accionistas, amenaza con llevar al planeta a la barbarie y ya está destrozando a EEUU, al absorber sus riquezas como un parásito y llevar a las masas a las peores condiciones de vida de su historia. Si los medios de producción continúan en sus manos, ya no hay salvación para los trabajadores y el pueblo pobre de EEUU y el mundo. La burguesía ha conducido a EEUU y a la economía entera del planeta a una completa bancarrota. Ya no asegura ni el pan ni trabajo digno ni una cama de un hospital ni en Bangladesh ni en Nueva York.
Se ha abierto el periodo de la decadencia de la “democracia” parlamentaria norteamericana como la conocimos históricamente. Las contradicciones entre las clases se resolverán, más temprano que tarde, con las armas en la mano. ¡Ay de la clase obrera si no encuentra claridad estratégica en su combate! El putsch protofascista es un indicio de que el capital no tiene solamente embusteros y charlatanes en el Partido Demócrata, sino también a perros entrenados para atacar al movimiento obrero. El ataque al Capitolio fue un gran ensayo para ir por la clase obrera si vuelve a sublevarse. El gran capital ha arruinado a las clases medias. Ya no hay vuelta atrás. O el proletariado se gana a sus capas más bajas con un combate independiente, o lo hará el fascismo.
En EEUU el movimiento de la democracia hacia el fascismo está aún en su primera etapa. El Parlamento continúa existiendo. Biden ha asumido. Pero ninguno de ellos tiene la fuerza que otrora tenía la “democracia americana”. Un par de miles de fascistas pusieron a sus “héroes” debajo de sus asientos. Ya las masas pondrán en pie los consejos de obreros, de soldados rasos y su milicia. Ese día será la victoria de la revolución socialista, porque hacia esa alternativa histórica apuntan los acontecimientos de hoy.
La amenaza de todos los magnates de Wall Street de retirarle todos los fondos a Trump y al Partido Republicano, si no aceptaba su derrota demuestra el verdadero carácter de la “democracia americana”, es decir, la de los esclavistas. Mandan los que tienen los dólares. La oligarquía financiera le retiró 800 millones de dólares al Partido Republicano para que Trump retroceda de su intento putschista. Trump acató. Pero aunque la “izquierda” del Partido Demócrata grite y se haga la “revoltosa” y “transgresora”, una parte de esos mismos fondos sale para los fascistas y sus socios policías estaduales y de la CIA, y aunque parezca mentira, otra parte va al Partido Demócrata. Si no nos equivocamos, el sionista Sanders contó con varios millones de dólares para hacer su campaña electoral, engañar a las masas y someterlas a Biden. El señor Sanders, agente del sionismo y la Mossad, fue quien le entregó a Biden la lista de los 10 sionistas que están en su gabinete, entre ellos el comandante de la CIA, el Procurador General, jefe de los fiscales, y nada más ni nada menos, que la directora del Tesoro norteamericano… El gabinete de Biden está lleno de sionistas del fascista estado de Israel, que está asentado en la ocupación de la nación palestina con métodos de guerra civil y aplastando a los pueblos de Medio Oriente. Esta es la “democracia” de Sanders-Biden, por eso quien no combate al imperialismo, no combate al fascismo.
De eso se trata la “democracia americana”, la “democracia” de los dólares de los esclavistas que hoy han decidido poner a Biden para mostrar una cara conciliadora con las masas y con el mundo, para buscar con nuevos acuerdos y pactos, luego de las amenazas de Trump, lo que este no pudo lograr.
Las intenciones de levantar el embargo a Irán y Cuba son un objetivo de esta nueva administración. Allí hay negocios suculentos. Los Biden saben de ello, luego de que se quedaron con los negocios del gas de Ucrania.
Recuperar Irán es disputarle a la Europa imperialista enormes negocios en Medio Oriente, que se están perdiendo por el bloqueo de Trump, pero sobre todo, es para volver a poner al sionismo como gendarme de la región.
El Biden “bondadoso” ya llamó a invertir 10 veces más que Trump en la OTAN. Necesita sus tropas en las fronteras con Rusia para que le cuiden Ucrania. Necesita una OTAN fuerte y armada hasta los dientes para ir a por las ex repúblicas islámicas soviéticas, para volver por el Cáucaso y por los negocios del petróleo en toda esa región, que la “gran” Turquía los controla a su cuenta.
¿Y China? Allí la “bondad” de la “democracia” se termina. Ya lo dijo Obama: “EEUU es una potencia del Pacífico”. Allí ganó la guerra y allí hablarán las cañoneras… De eso se trata la “democracia” imperialista.
Ni de Trump, ni de Biden; ni de Obama, ni de Bush; la época que se agudiza es la época de crisis, guerras y revoluciones.
Carlos Munzer |