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Estados Unidos- 14 de enero de 2021

Luchando contra la izquierda reformista, los enfermeros del capitalismo, contra las burocracias sindicales y contra los renegados del socialismo
Combatimos bajo las banderas de la IV Internacional

 

EEUU: sometida al Partido Demócrata, la clase obrera
tiene las manos atadas para pelear por sus intereses

¡Hay que retomar los combates de Portland, Pensilvania, Seattle…! ¡Hay que aplastar al fascismo y disolver a la policía asesina poniendo en pie la milicia obrera! ¡Hay que unir las filas obreras! ¡Hay que combatir contra los capitalistas por trabajo y salario digno, por salud y educación para todos! ¡Hay que expropiar sin pago a las transnacionales imperialistas que esclavizan a la clase obrera norteamericana y a los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo! ¡Hay que parar la máquina de guerra imperialista!

¡Hay que tomar Wall Street! ¡Por Estados Unidos Socialista!

Las corrientes que pasaron por el trotskismo y hace rato desertaron de él, junto al Partido Comunista norteamericano, fueron, de hecho, y actuaron –y lo siguen haciendo- como un apéndice de izquierda del Partido de los Demócratas imperialistas. Estuvieron, desde hace rato, colgados a los faldones de los burgueses estafadores como Sanders y social-imperialistas como Ocasio-Cortez y su partido.
Corrientes como el PTS de Argentina afirmaban que Sanders y Ocasio-Cortez eran la expresión de la lucha de la clase obrera norteamericana y su juventud que “iba al socialismo”. Vistieron de gala y edulcoraron a impostores políticos, que son los más grandes enemigos para que las masas avancen hacia la revolución socialista.
Otras corrientes, como la ISO, disolvieron su partido para irse con Sanders y los Demócratas. Ni hablar de los “anticapitalistas” que estuvieron en la primera fila con Sanders, también cuando este llamó a apoyar a Biden.
El SWP norteamericano hoy es el Partido Comunista oficial de La Habana, ferviente sostenedor de un así llamado “frente democrático contra Trump”… la vieja política de la Segunda Guerra Mundial y de Yalta del stalinismo de apoyo a los “imperialismos democráticos” contra los fascistas. Y fueron los “aliados democráticos” del stalinismo los que se comieron la URSS.
Desde Brasil, el PSOL viajaba a proponerle a Sanders hacer una “internacional socialista” desde EEUU y todo el continente americano. Pero Sanders no les hizo caso y fue a la convención del Partido Demócrata.
Cuando el crimen ya fue cometido, con la clase obrera sacada de las calles por la estafa de Biden y Sanders y llevada a la trampa electora, pregonan recién ahora, a sabiendas de que Biden va a aplicar un feroz ataque al movimiento obrero y los pueblos oprimidos del mundo, un “tercer partido”, al que plantean que lo encabecen los “socialistas” del Partido Demócrata. Son unos verdaderos estafadores políticos y apéndices de izquierda del régimen norteamericano. Son los herederos de la vieja política del stalinismo de “frente democrático” contra el fascismo.
Cuando estalla una enorme crisis en las alturas en EEUU, esta gente llama a salvar al régimen de dominio imperialista con un partido a la izquierda del Partido Demócrata. Una deleznable política kautskista para poner en pie una izquierda servil, siempre lista a salvar del odio de las masas a la “democracia” imperialista.
Una enorme crisis política en las alturas conmueve al imperialismo yanqui. El reformismo sueña con estabilizar la situación política con un “régimen de cuatro partidos”, cuando en realidad la única salida para la clase obrera es romper con el régimen, con la estafa del “frente democrático” y retomar el camino del combate de clase contra clase que sacudió a EEUU en 2020.

El sometimiento de la clase obrera a sus verdugos la lleva a un callejón sin salida. De eso se trata la crisis de dirección del proletariado, de los mil y un engaños de las direcciones que a cada paso desorganizan su combate.

La clase obrera, para aplastar al fascismo, necesita hacer milicias obreras. Biden y su policía asesina, que mató a George Floyd en Minnesota, no se los permitirá. Para conquistar la libertad y dejar de llenar con su sangre las calles de EEUU, el pueblo negro necesita disolver la policía asesina bajo el comando de Demócratas y Republicanos.
Para terminar con el desempleo y conquistar trabajo para todos, los obreros deben expropiar sin pago toda fábrica que cierre, suspenda o despida. Para conquistar un salario de 15 dólares la hora, la clase obrera debe expropiar a la elite contrarrevolucionaria fascista que, a punta de pistola y con masacres y genocidios, controla a los pueblos oprimidos del mundo.

La clase obrera norteamericana, para triunfar en su lucha, debe unirse a los trabajadores de los pueblos que su propio imperialismo oprime y saquea, con el Banco Mundial, el FMI y esa cueva de bandidos de la ONU. Allí están sus aliados: Los obreros de la GM esclavizados y despedidos como en México, Argentina, Sudáfrica; los miles de obreros despedidos de la Ford de Brasil; los millones de obreros que en la India salen a combatir por su salario; los trabajadores que en Bangladesh soportan a las transnacionales y las maquilas.

Sometida al Partido Demócrata, la clase obrera queda enormemente debilitada. No puede unir sus fuerzas a los millones de obreros chinos, que son superexplotados y esclavizados tanto como los obreros norteamericanos, por las mismas transnacionales y los mismos bancos que han destruido la vida de los trabajadores y el pueblo pobre de EEUU. De la mano de Biden o de Trump, la clase obrera norteamericana es llevada a enfrentarse a sus hermanos de clase en el planeta y a perder todo peso en sus movilizaciones.
Para reagrupar a sus aliados de la clase obrera mundial, los trabajadores de EEUU deben paralizar la maquinaria de guerra imperialista, como ayer lo hicieron en Irak y en Vietnam. Deben terminar con las bases militares yanquis desde donde se controla a todos los pueblos oprimidos del mundo y se guerrea a todas las naciones que oprime Wall Street, asociado o no al resto de las potencias imperialistas.
Sometidos al Partido Demócrata imperialista, la clase obrera paraliza sus fuerzas y se ata las manos para pelear por sus demandas. Esa unidad lleva sus fuerzas a cero. Como plantea Trotsky: “La ley del paralelogramo de fuerzas se verifica incluso en la política. La resultante es, como se sabe, tanto más pequeña cuanto más divergentes sean las fuerzas entre sí. Cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas, la resultante es cero (…) la alianza del proletariado con la burguesía, cuyos intereses, actualmente, en las cuestiones fundamentales, forman un ángulo de 180º, no puede, en términos generales, sino paralizar la fuerza reivindicativa del proletariado.” (“Lección de España, la última advertencia”)

Para conseguir sus más mínimas demandas, LA CLASE OBRERA DEBE VOLVER A UNIFICAR SUS FILAS. Fue el Partido Demócrata de oligarcas y banqueros con Obama y su banda el que en el 2008 atacó y le arrebató enormes conquistas, y hasta el trabajo y sus viviendas, a millones de obreros blancos. El sometimiento de la clase obrera al Partido Demócrata ha llevado a un amplio sector de la clase obrera blanca a ser capturado por la demagogia del sinvergüenza de Trump, como también sucedió con capas de las clases medias arruinadas por el crac de 2008.
Trump ha sacado 74 millones de votos en las últimas elecciones. Lo ha votado parte de la clase obrera blanca y de las clases medias empobrecidas. Con una cínica política de colaboración de clases, la izquierda reformista y las direcciones de los sindicatos sometieron a la clase obrera a una alianza con Biden y el Partido Demócrata. Esta alianza es una alianza contra amplios sectores de la clase obrera y de las clases medias arruinadas, que constituyen la base material de Trump y de las fuerzas protofascistas que ya están instaladas en las calles de EEUU.
Solo con un programa obrero, que ataque las ganancias de los capitalistas y rompa con los políticos de la burguesía, se podrá volver a unificar las filas de la clase obrera norteamericana. Ese día habrá comenzado el derrumbe de las fuerzas contrarrevolucionarias del Partido Republicano, Trump y los oligarcas antiobreros del Partido Demócrata.

¡Ni Biden, ni Trump!
¡Paso a la revolución socialista!

¡Hay que ganar las calles! ¡Hay que volver a poner en pie los comités de lucha, las asambleas, los comités de fábrica de los sindicatos combativos, la juventud rebelde y el pueblo negro! ¡Hay que llamar a los soldados rasos a que se alisten en cada comité de lucha para defender con sus armas al pueblo y aplastar a los supremacistas blancos!
¡Hay que coordinar las organizaciones de lucha de las masas, poniendo en pie una poderosa milicia obrera, por ciudad, estado y coordinadas a nivel nacional!
¡Hay que poner en pie el poder de los trabajadores y el pueblo negro, y de las clases medias arruinadas por los parásitos de la oligarquía financiera!
Como en el 2011, ¡hay que ocupar Wall Street para expropiar a los expropiadores!
El combate es clase contra clase. ¡Por la unidad internacional de los trabajadores!

Para conseguir hasta la más mínima de sus demandas, la clase obrera debe expropiar a las trasnacionales y junto a los trabajadores de la Europa imperialista, sacarle el yugo de los accionistas que desde Maastricht y Wall Street esclavizan a naciones enteras y a todos los explotados del mundo.
El imperialismo y los banqueros de Wall Street se muestran audaces, intrépidos y contrarrevolucionarios feroces cuando defienden sus negocios e intereses. Así debe pelear la clase obrera hasta expropiar hasta el último de los expropiadores del pueblo y terminar con ese 1% de parásitos que está llevando la civilización a la barbarie.
Ese es el dilema: socialismo o barbarie; revolución socialista o fascismo y guerra.

En medio de esta situación, la izquierda reformista norteamericana y mundial pregona un nuevo partido socialista o laborista reformista, después de haber apoyado abiertamente a la impostura política de Sanders. Estas corrientes añoran seguir salvando al régimen imperialista yanqui y que este se estabilice con “cuatro partidos”.
Lo que la clase obrera norteamericana necesita es poner en pie un partido leninista insurreccionalista de combate para la victoria de la revolución socialista. ¡Hay que recuperar las banderas de la IV Internacional para volver a poner en pie el SWP de Trotsky y Cannon, el de la insurrección y los soviets, el de la revolución norteamericana y mundial!

Secretariado de Coordinación Internacional
del Colectivo por la Refundación de la IV Internacional / FLTI

 

 

Bajo la bandera de la IV Internacional y su legado 

Combatir al imperialismo para combatir al fascismo

León Trotsky, 21 de septiembre de 1938

En política, lo más importante y, en mi opinión, lo más difícil es definir por un lado las leyes generales que determinan la lucha a muerte que se libra en todos los países del mundo moderno, y por el otro descubrir la combinación especial de estas leyes para cada país. Toda la humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes, vive atada al yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni un sólo minuto. Pero esto no significa que el imperialismo se manifiesta de la misma manera en todos los países. No. Algunos países son los conductores del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria fundamental de los estados y naciones modernos. Desde esta perspectiva y solamente desde ella, hay que considerar el problema tan complejo de fascismo y democracia.

Para México, por ejemplo, democracia significa el deseo de un país semicolonial de escapar a la dependencia, de darles la tierra a los campesinos, de elevar el nivel cultural de los indios, etcétera. En otras palabras, los problemas democráticos en México son de carácter progresivo y revolucionario. ¿Y qué quiere decir democracia en Gran Bretaña? La conservación de lo que existe, sobre todo del dominio de la metrópoli sobre las colonias. lo mismo se aplica a Francia. En estos países las banderas de la democracia ocultan la hegemonía imperialista de la minoría privilegiada sobre la mayoría oprimida.

Del mismo modo, tampoco podemos hablar del fascismo en “general”. En Alemania, Italia y Japón el fascismo y el militarismo son las armas de un imperialismo ambicioso, hambriento y por lo tanto agresivo. En los países latinoamericanos el fascismo es la expresión de la dependencia más servil del imperialismo extranjero. Tenemos que ser capaces de descubrir, bajo la forma política, el contenido económico y social.

En algunos círculos de la intelligentzia se ha hecho popular la idea de “la unificación de todos los estados democráticos” contra el fascismo. Considero que esta idea es fantástica, quimérica, apta solamente para engañar a las masas, especialmente a los pueblos débiles y oprimidos. Realmente, ¿puede creer alguien siquiera por un momento, que Chamberlain, Daladier[2] o Roosevelt son capaces de declarar una guerra para defender el principio abstracto de la “democracia”? Si el gobierno británico amara tanto la democracia hubiera dado la libertad a la India. Y lo mismo Francia. Gran Bretaña prefiere la dictadura de Franco en España a la dominación política de los obreros y campesinos, porque Franco puede ser un agente del imperialismo británico mucho más complaciente y de confianza. Inglaterra y Francia no pusieron resistencia para entregarle Austria a Hitler, aunque inevitablemente le declararían la guerra si osara siquiera tocar sus colonias.

En conclusión, es imposible combatir el fascismo sin combatir al imperialismo. Los países coloniales y semicoloniales deben luchar antes que nada contra el país imperialista que los oprime directamente, más allá de que lleve la máscara del fascismo o la de la democracia.

En los países latinoamericanos, el mejor método de lucha contra al fascismo y el más seguro, es la revolución agraria. El levantamiento del general Cedillo[3] quedó en el aire porque México dio pasos importantes en este sentido. Por el contrario, las crueles derrotas de los republicanos en España se deben a que el gobierno de Azaña[4], en alianza con Stalin, suprimió la revolución agraria y el movimiento independiente de los trabajadores. En los países débiles y semicoloniales, una política social conservadora, y más aún una reaccionaria, significa traicionar, en el más amplio sentido de la palabra, la independencia nacional.

Se me preguntará como se explica que el gobierno soviético, surgido de la Revolución de Octubre, aplaste el movimiento revolucionario en España. La respuesta es simple: una nueva casta burocrática privilegiada, muy conservadora, ávida y tiránica, logró elevarse por encima de los soviets. Esta burocracia no confía en las masas; les teme. Busca acercarse a las clases gobernantes, especialmente a los imperialistas “democráticos. Para probar que pueden confiar él, Stalin está dispuesto a jugar en todo el mundo el rol de policía. La burocracia stalinista y su agencia, la Comintern, representan ahora el mayor peligro para la independencia y el progreso de los pueblos débiles y coloniales.

Conozco Cuba muy poco como para permitirme un juicio independiente sobre vuestra patria. Ustedes pueden juzgar mejor que yo si las opiniones arriba expresadas se aplican a la situación de Cuba. En lo que me concierne personalmente, espero poder visitar la Perla de las Antillas y conocer más de cerca a su pueblo, al que le envió a través de vuestro periódico mis saludos más cálidos y sinceros.

 

[1] Artículo publicado en Socialist Appeal el 8 de octubre de 1938, donde llevaba el subtítulo “Declaración a un periódico cubano”.

[2] Edouard Daladier (1884-1970): radical-socialista, fue premier francés desde 1933 a 1934, cuando fue derrocado luego de un intento de golpe del estado fascista. Fue ministro de guerra durante el gobierno de León Blum. Luego fue nuevamente premier y firmó el pacto de Munich con Hitler.

[3] Entre 1934 y 1940 el gobierno mexicano redistribuyó alrededor de 25 millones de acres entre los campesinos pobres y sin tierra; esta extensión era de más del doble de la expropiada previamente a los ricos terratenientes mexicanos. Sin embargo, se estima que más de 1800 millones de acres seguían concentrados en manos de alrededor de mil terratenientes nativos e imperialistas. El Gral. Cedillo en mayo de 1938 dirigió un levantamiento, que fracasó, contra el gobierno mexicano; las tropas gubernamentales lo mataron en enero del año siguiente.

[4]Manuel Azaña y Diaz (1880-1940): primer ministro del gobierno republicano español en junio de 1931 y nuevamente en 1936. Fue presidente de la República desde mayo de 1936 hasta que renunció desde su exilio en París en 1939.

 

 

 

 


Biden junto a Sanders

 


Intento de putsch proto fascista

 


Junio de 2020, manifestación de masas frente a la Casa Blanca: “Las Vidas Negras siempre importan”

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