BOLIVIA: Ante el motín de los perros de presa de la policía de Morales, represora y asesina de los obreros y campesinos pobres…
¡Los policías no son “trabajadores” ni “hermanos de clase explotados”!
Son todos represores y asesinos de la clase obrera y los explotados, pagados por los gobiernos antiobreros para cuidar los bolsillos
y la propiedad privada del imperialismo y los patrones nativos
El pasado 21 de junio los perros de presa de la policía boliviana se amotinaron exigiendo aumento de salarios. Fueron seis días de motines y movilizaciones policiales en toda Bolivia. ¿Cómo terminó todo? Con el gobierno antiobrero de Evo Morales, luego de “dejar correr” el motín, otorgándole a la policía casi un 100 % de aumento salarial. Fue un acuerdo cerrado el 27/6 de madrugada y entre “gallos y media noche”, para que la policía asesina vuelva a las calles a cumplir rápidamente con sus funciones de salvaguardar a los tiros limpios la propiedad y las ganancias de las transnacionales y los capitalistas. El gobierno de Morales necesitaba tener alistados a sus perros de presa porque se acercaban a La Paz los campesinos pobres del TIPNIS que venían marchando en contra de la construcción de la carretera bio-oceánica al servicio de las transnacionales, y necesitaban tener alistados a sus perros de presa para reprimirlos o volver a masacrarlos, como hicieron en septiembre del año pasado. ¡Le dieron todas sus demandas a esos policías asesinos porque estaban sublevados los campesinos pobres de Potosí en Mallku Khota contra las transnacionales y el gobierno de Morales!
¡El reciente motín policial fue el “perro guardián” pidiéndole a su amo Morales y la burguesía en Bolivia que le pongan más “comida en su plato” –es decir, más plata y pertrechos- en momentos en que se recrudecían las luchas de la clase obrera y los campesinos pobres, para reprimir y masacrar mejor a los trabajadores y las masas explotadas!
Hoy la clase obrera y los explotados de Bolivia ya están pagando las consecuencias del motín policial: los campesinos de Potosí fueron brutalmente reprimido por la policía de Morales, que asesinó a Víctor Mamani, de 45 años.
¡Esta es la verdad! Esta es la misma policía que asesinó a 3 mineros de Huanuni en 2009 en Caihausi; la que con una represión sangrienta se cobró la vida de varios campesinos pobres del TIPNIS y sus hijos en el 2011, y de cuatro campesinos pobres en Yapacaní; los que se dedicaron a reprimir todos los días a los trabajadores y estudiantes de la salud que peleaban por sus demandas.
Lo mismo viene de suceder en Brasil. Luego de la brutal masacre en el mes de enero contra los explotados del Pinheirinho, que fueron salvajemente desalojados por la policía asesina de Dilma; en el mes de febrero la policía de Río de Janeiro se amotinó exigiendo mejores salarios. Es que sabían bien que sus servicios iban a ser requeridos por el gobierno y la patronal –y para ello debían estar preparados en las mejores condiciones-, ya que el enorme combate de los trabajadores del Pinheirinho podía ser el puntapié de una enorme oleada de luchas por la vivienda en Brasil.
En Argentina, la policía viene actuando del mismo modo. En la provincia de Santa Cruz (al sur de Argentina) la policía hace semanas que viene exigiendo un aumento de salario. El motín policial comenzó cuando se inició la enorme lucha de los obreros petroleros de Cerro Dragón que mantuvieron tomada la planta de la Pan American Energy (petrolera anglo-yanqui) y durante 10 días mantuvieron su combate con su piquete en las principales rutas de la provincia de Chubut. Los trabajadores de Cerro Dragón comenzaron a ser la chispa que amenazaba con incendiar la “Patagonia rebelde”, en momentos en que los obreros de la UOCRA y también los marineros de Santa Cruz comenzaban a sublevarse por sus demandas. Ante esto, y ante la decisión del gobierno de la Kirchner de replegar a las tropas de la gendarmería de esa región, fue que la policía santacruceña inició su motín, que continúa hasta el día de hoy, porque sabe bien que los necesitarán para, cuando les de la relación de fuerzas, reprimir a sangre y fuego a los trabajadores en lucha.
Esta es la verdad sobre las “huelgas policiales”, que de forma vergonzosa fueron apoyadas por la burocracia de la COB en Bolivia y partidos como el POR de Bolivia, el PSTU-LIT de Brasil y otros grupos menos que se reivindican de izquierda y de la clase obrera. Todos ellos han salido a plantear que había que solidarizarse con los motines de la policía asesina con la excusa de que ellos son “trabajadores en lucha”.
Esto es una vil mentira. ¡Los policías no son nuestros hermanos, son todos perros de presa de Morales, pagados para reprimir a la clase obrera y los campesinos pobres que salen a luchar! ¡El policía no es un “trabajador”, es un mercenario que toda su vida está a sueldo para reprimir a los trabajadores!
Estas corrientes plantean que hay que pelear por “sindicalizar” y “darle derechos” a la policía, cuando un policía es policía toda su vida, tiene como oficio el de reprimir sistemática, cotidiana y permanentemente a la clase obrera y las masas explotadas y es consciente de que ese es su rol específico diariamente.
Como planteó siempre el marxismo revolucionario contra todos los sirvientes del estado burgués: “El hecho de que los agentes de policía hayan sido reclutados en gran parte entre los obreros socialdemócratas no significa nada. También en éste caso la existencia determina la conciencia. El obrero que se transforma en policía al servicio del Estado capitalista es un policía burgués y no un obrero. Durante estos últimos años, estos policías han luchado mucho más contra los obreros revolucionarios que contra los estudiantes nacional-socialistas. Esta escuela no pasa sin dejar rastros. Pero lo más importante es que cada policía sabe que aunque los gobiernos cambien, la policía permanece.” (L.Trotsky. Alemania, la revolución y el fascismo)
Por ello la existencia de la policía, como fuerza de choque en el estado burgués, es irreconciliable en el espacio y en el tiempo con toda lucha de la clase obrera y los explotados; con sus piquetes, sus comités de autodefensa, sus milicias y con todo organismo de doble poder que los trabajadores y los campesinos pobres pongan en pie. El veredicto es que todas estas direcciones reformistas son enemigas de pelear por aplastar y desarmar a las bandas policiales, como condición central para que se ponga de pie toda revolución protagonizada por la clase obrera y las masas oprimidas contra sus verdugos.
El único programa que puede levantar la clase obrera y los sectores empobrecidos del campo y la ciudad es el de ¡Por la disolución de la policía y de todas las fuerzas represivas del estado! ¡Por comités de vigilancia obreros y populares! ¡Por piquetes y comités de autodefensa de los obreros y campesinos pobres en lucha!
Todas las corrientes “defensoras de los derechos” de la policía, no hacen más que plantear que es posible “hacer más democrático” al estado burgués, que en última instancia no es más que una banda de hombres armados (como la casta de oficiales del ejército y la policía asesina) al servicio de defender la propiedad y los negocios del conjunto de la burguesía en cada país.
Son vulgares reformistas que detrás de su un supuesto apoyo a “los trabajadores bajo armas” (que para ellos sería la policía), esconden que son enemigos de acudir a los hijos de los obreros y campesinos bajo armas, que son los soldados rasos del ejército. Ellos son los verdaderos aliados de los explotados que a diferencia de la policía, sólo pasan uno o dos años en el ejército, que como institución tiene un rol totalmente distinto que es el de “cuidar cotidianamente las fronteras nacionales”, y son reclutados, muchas veces de forma obligatoria a través de levas o conscripciones, como sirvientes de la oficialidad asesina de las Fuerzas Armadas.
Por ello, en toda situación revolucionaria o revolución abierta, la tarea central de la clase obrera para comenzar a conquistar el armamento de su piquete y milicia, y para ganarse con ellos a la base del ejército, es desarmar a la policía y también a las bandas fascistas. Esto es una condición decisiva ya que sino en primer lugar la policía jugará todo su rol para aplastar a sangre y fuego a los trabajadores y explotados sublevados; y en segundo lugar, los oficiales del ejército impedirán que la base de los soldados se den vuelta al bando de los obreros y los explotados, como ocurrió en la revolución boliviana en 2003.
Para ganarse a los soldados, hay que desarmar a la policía y con su arma tirarle un tiro al oficial del ejército antes que éste dispare sobre el soldado. Sólo así los soldados comprenderán que la clase obrera está dispuesta a ir hasta el final en su combnate y que los defenderá de la oficialidad burguesa.
Así fue como se logró partir el ejército en la heroica Revolución Rusa de 1917: “La hora crítica del contacto entre la masa que ataca y los soldados que le salen al paso tiene su minuto crítico: es cuando la masa gris no se ha dispersado aún, se mantiene firme y el oficial, jugándose la última carta, da la orden de fuego. Los gritos de la multitud, las exclamaciones de horror y las amenazas ahogan la voz de mando, pero solo a medias.
Los fusiles se mueven. La multitud avanza. El oficial encañona con su revólver al soldado más sospechoso. Ha sonado el segundo decisivo del minuto decisivo. (...) En el instante crítico, cuando el oficial se dispone a apretar el gatillo, surge el disparo hecho desde la multitud (...), y esto basta para decidir no solo la suerte de aquel momento, sino tal vez el de toda la jornada y aún el de toda la insurrección. (...) Antes de que se llegara a los choques con las tropas tuvieron lugar innumerables encuentros con los gendarmes (policías). La lucha en las calles se inició con el desarme de los odiados “faraones” (gendarmes) cuyos revólveres pasaban a las manos de los revolucionarios. En sí mismo, el revólver es un arma débil, casi de juguete, contra los fusiles, las ametralladoras y los cañones del enemigo. Pero ¿estaban estos realmente en sus manos? Para comprobarlo, los obreros exigían armas. Es ésta una cuestión que se resuelve en el terreno psicológico. Pero tampoco en las insurrecciones los procesos psicológicos son fácilmente separables de los materiales. El camino que conduce al fusil del soldado pasa por el revólver arrebatado al faraón”. (L. Trotsky, Historia de la revolución rusa, tomo I, Capítulo VII, “Cinco días”, negritas nuestras).
Pero estas corrientes de la izquierda reformista son todas enemigas de que la clase obrera boliviana vuelva a ganarse a la base de los soldados como sucedió en la heroica revolución del ’52.
Es que en última instancia, todas estas corrientes continúan afirmando que hay un sector de la oficialidad del ejército “democrático" que estaría “a favor de la clase obrera y el pueblo”, como es el caso del POR, que continúa buscando generales “patriotas” al servicio de los explotados.
Esta política estalinista ya le costó muy caro a los trabajadores y campesinos pobres de Bolivia, cuando la heroica revolución de 1971 y su Asamblea Popular fueron subordinados por la burocracia de la COB, todo el estalinismo e incluso el POR, al entonces presidente Torres –un general del ejército al que todos pintaban de “antiimperialista-, impidiendo que la clase obrera y las masas explotadas pongan en pie su milicia y los comités de soldados, lo que le allanó el camino a la sangrienta dictadura de Banzer.
¡Basta! Tal como planteaba el marxismo revolucionario: “Disolución de la policía, derechos políticos para los soldados. El gobierno arrebata centenares de millones de francos a los pobres, a los explotados, a gente de todas las condiciones para desarrollar y armar a su policía, sus guardias móviles y su ejército; en otras palabras, no sólo para desarrollar la guerra civil, sino también para preparar la guerra imperialista. Los jóvenes obreros movilizados por centenares de miles en las fuerzas armadas de tierra y mar están desprovistos de todos sus derechos. Exigimos la destitución de los oficiales y suboficiales reaccionarios y fascistas, instrumentos del golpe de estado. Por otra parte, los obreros bajo las armas deberán conservar todos sus derechos políticos y estarán representados por comités de soldados, elegidos en asambleas especiales. De esta manera se conservarán en contacto con la gran masa de los trabajadores, y unirán sus fuerzas con las del pueblo, organizado y armado contra la reacción y el fascismo. Todas las policías, ejecutoras de la voluntad del capitalismo, del estado burgués y de sus pandillas de políticos corruptos deben ser disueltas. Ejecución de las tareas policiales por las milicias obreras. Abolición de los tribunales de clase, elección de todos los jueces, extensión del juicio por jurado a todos los crímenes y delitos menores: el pueblo se hará justicia a sí mismo”. (Un programa de acción para Francia, junio de 1934).
La demanda de la clase obrera debe ser: ¡Plenos derechos de organización para los soldados rasos! ¡Que elijan delegados y se organicen en sus comités junto a los trabajadores y sus organizaciones de lucha! ¡Hay que enfrentar y derrotar a la casta de oficiales del ejército!
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