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Cuba - 10 de febrero de 2021

Unificación de las monedas: avanza la restauración capitalista con hambre, despidos y aumentos de precios

 

Paquetazo de aumentos de un 300%, 300 mil despidos en las empresas estatales, devaluación, tarifazos e inflación.
Esto lo ordenan el FMI, los yanquis y las empresas imperialistas francesas, españolas y canadienses que saquean la isla.
Una burguesía nativa voraz, socia menor del imperialismo, ataca a mansalva al pueblo pobre cubano.
Un feroz régimen policíaco del partido castrista, apoyado por la Iglesia católica -como lo establecen la Constitución y los pactos con el Vaticano-, impide la libre expresión de artistas disidentes y la formación de todo sindicato y organización obrera independiente que defienda los intereses de los trabajadores.
Los partidos socialistas revolucionarios que enfrentan la restauración capitalista a nivel internacional, en América Latina y en Cuba están proscriptos en la isla y de aparecer públicamente, serían brutalmente perseguidos y encarcelados. Nada distinto a lo que ya hizo el castrismo durante la revolución de los ‘60 con los trotskistas cubanos.
Ya instalaron la zona franca en Puerto Mariel y maquilas sin impuestos para los capitalistas. Unificaron las monedas a la medida de las inversiones imperialistas.
La nueva burguesía cubana, sirviente de Biden y de los Demócratas imperialistas de Wall Street, se prepara para el levantamiento del bloqueo yanqui, el cual arrojaron brutalmente a las masas en los últimos años, mientras ellos vieron enriquecer sus bolsillos con millonarias ganancias.
Están terminando de asentar y de darle las últimas puntadas a la restauración capitalista. El imperialismo y la burguesía ya tienen una única moneda que como valor exprese los bienes reales producidos en la isla y actúe como garantía para la extracción de ganancias de los capitalistas y las transnacionales radicadas en Cuba. Esto significa exponer ya abiertamente al proletariado cubano como mercancía en la isla y a nivel internacional. De ahí, la brutal devaluación que se le impuso al salario obrero, lo que termina de liquidar las pocas conquistas que quedaban de la victoria de la revolución a principios de los ‘60.

 

Luego de entregar los procesos revolucionarios de América Latina, la nueva burguesía cubana largó hace años su grito de guerra: “el socialismo no va más ni siquiera en Cuba”…

En la isla solo “van” los negocios de los nuevos ricos del PC asociados a un sistema capitalista imperialista mundial en abierto estado de putrefacción. La ex burocracia stalinista, devenida en nueva burguesía, desde hace años les viene arrojando a las masas todas las penurias a las que fue llevada la isla por su política infame del “socialismo en un solo país” mil veces atrasado, mientras se dedicó a estrangular y traicionar todos los procesos revolucionarios del continente. En estas condiciones, la ex burocracia castrista ya había dado pasos decisivos para devenir en una nueva clase poseedora y lo hizo ligándose más y más a la economía capitalista imperialista mundial.
En un proceso de restauración capitalista desenfrenado y aprovechando la subida del “amigo” Biden en EEUU y el reflujo momentáneo de la lucha de las masas de América Latina, la nueva burguesía cubana unifica la moneda y les arroja a los trabajadores con aún más virulencia la crisis que provoca un bloqueo parcial por parte del imperialismo yanqui. Es un bloqueo parcial puesto que este permite el envío de remesas de todos los obreros cubanos que fueron a trabajar a Miami u otras ciudades de EEUU.
Asimismo, los nuevos ricos del castrismo terminan de organizar las nuevas cuentas del país para que el capital imperialista instalado en la isla retire con plena garantía sus enormes ganancias, como hacen las empresas imperialistas españolas, canadienses, francesas y alemanas, que se llevan sus utilidades en divisas contantes y sonantes en dólares. Estas superganancias salen, a no dudarlo, de la expoliación de las riquezas claves de Cuba como son el níquel, el turismo y el petróleo.

A ello hay que agregarle que son las masas trabajadoras las que pagan el parasitismo de decenas de miles de funcionarios del Partido Comunista y su casta de oficiales que, ayer con múltiples privilegios, hoy han devenido en una nueva clase poseedora, usufructuando el derecho de herencia, con los joint ventures con las empresas imperialistas (de donde fugan sus utilidades a Las Bahamas), y captando el crédito para constituir empresas burguesas bajo el manto de “cooperativas”, tanto en el campo como en la ciudad.
Una rapaz boliburguesía castrista ha surgido de las entrañas de las traiciones a la revolución latinoamericana y mundial por parte del stalinismo. Se han apropiado de las conquistas de la salud y la educación, a las que venden como una verdadera rama de producción y negocios a los distintos gobiernos de América Latina, sobre todo a los que pertenecen al ALBA, un mercado regional desde donde ya hace rato abrieron las barreras aduaneras de Cuba y desnacionalizaron el comercio exterior.
Los nuevos ricos del PC se han asociado en múltiples negocios con las boliburguesías de América Latina, incluyendo el contrabando de exportaciones e importaciones a Cuba.
Estamos ante una boliburguesía a la que no le tembló el pulso para entregar y traicionar todos los procesos revolucionarios del continente e inclusive para empujar a masacres y asesinatos de luchadores que ellos mismos dirigían o influenciaban como lo hicieron con sectores de las FARC de Colombia y denunciando al ELN ante el gobierno fascista de Duque, como lo hacen hoy, tal como habían hecho entregando las enormes revoluciones de Nicaragua y El Salvador en los ‘80.
Es una nueva burguesía que está haciendo más méritos para abrirles las puertas ahora a Biden y devenir ya como agentes directos del imperialismo yanqui.

El régimen le tira toda la crisis del saqueo y la restauración capitalista a las masas. Buscan que la clase obrera cubana se rinda y destruya en su conciencia toda defensa de las conquistas de la victoria de la revolución socialista que protagonizaran en los años ‘60. La canalla stalinista está llevando las condiciones de vida de las masas cubanas como a las que existen en Haití, Honduras y demás países saqueados por el imperialismo de América Latina y El Caribe. Una verdadera traición… Un nuevo ‘89 de restauración capitalista se está imponiendo ya definitivamente a velas desplegadas, como la que ya impuso la lacra stalinista en la ex URSS, en China, en Vietnam y en el este europeo, deviniendo ellos en nueva clase poseedora y destruyendo todas las conquistas de las fuerzas productivas nacionalizadas del ex estado obrero deformado.
De forma particular, este es un tiro por la espalda a las masas de América Latina y El Caribe, donde los pueblos se hunden en las más grandes atrocidades, miseria y saqueo que se tenga memoria en la historia. También estamos ante una traición al heroico pueblo negro y a la clase obrera de EEUU que han entrado al combate ante la decadencia y crisis brutal del podrido sistema capitalista en el país más avanzado del planeta. Mientras tanto, desde la isla, esos sinvergüenzas millonarios del castrismo dicen que “el socialismo no va más ni siquiera en Cuba”. Como ayer hicieron con Obama y hoy hacen con Biden, buscan que los explotados de EEUU sostengan al partido de los Demócratas imperialistas que han atacado y arrasado con todas las conquistas de las masas norteamericanas, sin tener nada que envidiarle a Trump.

El Partido Comunista Cubano acaba de unificar la doble moneda que existía en la isla. Por un lado, existía una moneda fuerte, el CUC, que expresaba las ramas de producción de alta ganancia y productividad que ya habían sido entregadas al imperialismo (como el níquel y el turismo). El CUC, como moneda convertible con el dólar, le garantizaba a la nueva burguesía cubana su ingreso a los negocios que se abrieron con los mercados regionales en América Latina, sobre todo a partir del siglo XXI, como el ALBA, el UNASUR, el MERCOSUR, etc.
Por otro lado, estaba la otra moneda, el “cubanito”, equivalente a un salario de 18 dólares para los obreros, que expresaba la bancarrota de las fuerzas productivas estatizadas, como la electricidad, la telefonía, el transporte, etc., que estaban todas al servicio de brindarles insumos, energía barata y subsidiar a las transnacionales.
Asimismo, para la economía capitalista naciente en la isla, el así llamado “cubanito” se devaluaba en relación al CUC en la medida en que expresaba las conquistas de las masas como la salud y la educación gratuitas. Esto sucede en toda economía capitalista, donde las conquistas de las masas son un “costo” y un “gasto”.
Fue a partir de esta división de las monedas a mediados de los ‘90 que se interrumpió todo proceso de economía de transición del capitalismo al socialismo en Cuba y se abrió un régimen abierto de restauración capitalista en la isla, impulsada bajo las formas de “contrarrevolución burocrática” por la ex burocracia castrista. Esta contrarrevolución fue asentada a partir del ‘89 con la entrega de las conquistas de los ex estados obreros y posteriormente con la entrega de todos los procesos revolucionarios del continente durante el siglo XXI.

Con la unificación de las monedas hoy, los nuevos ricos del PC le dan garantías al imperialismo de contar con obreros con salarios congelados y de hambre. Les pone a disposición un ejército industrial de reserva y un estado barato con centenares de miles de despidos. Ubican los costos internos y el valor de la moneda al nivel de la economía mundo capitalista, controlada por el imperialismo, por lo que esta brutal devaluación conlleva una constante inflación y disparada de precios. Mientras tanto, reducen el valor de la fuerza de trabajo y de su reproducción al nivel de los países maquiladoras más desquiciados y expoliados del planeta. Y además, como no podía ser de otra manera, fijan el valor de la nueva moneda cubana unificada para que respalde los ingresos en inversión y el retiro en dólares de las utilidades y ganancias de las transnacionales que están instaladas o se instalarán en Cuba.
Cargill y las grandes cerealeras ya se frotan las manos. Quieren el levantamiento del bloqueo yanqui para quedarse con todas las tierras de la isla por apenas monedas. Y junto a la Banca Morgan, buscan apropiarse de los negocios más suculentos de la nación, que son entregados por un cínica burguesía castrista, que ahora podrá ostentar cada vez más abiertamente sus riquezas, sus countries privados, sus yates de lujo, sus autos de alta gama… ¡Sinvergüenzas! ¡Parásitos! ¡Expropiadores y ladrones de las riquezas del pueblo! Y encima tienen la desfachatez de llamar “vagos” a los obreros cubanos, a quienes vienen despidiendo a mansalva, ya desde hace 10 años, cuando dejaron en la calle a 500.000 trabajadores, en un país donde el 99% de las ramas de producción eran estatales.

Esta es la nueva clase poseedora surgida de un feroz régimen bonapartista, enemigo acérrimo de la clase obrera, de la revolución internacional y también de toda democracia obrera directa. Es que ello significaría que las grandes masas empobrecidas podrían controlar con sus propios ojos el enriquecimiento ilícito de una riquísima y naciente burguesía castrista, mientras el hambre y el racionamiento recorrían la isla. Esta más que claro quién pagó realmente el bloqueo yanqui a Cuba: fueron las masas, mientras más se enriquecía una nueva burguesía sedienta de negocios.

 

Como en los ‘60, hay que imponer una nueva revolución obrera y socialista para derrotar al imperialismo e impedir la entrega de la tierra a nuevos latifundios y a los yanquis

¡Por una nueva revolución obrera y campesina que expropie a la nueva burguesía castrista que les robó la revolución, las fuerzas productivas nacionalizadas y todas las conquistas a los obreros cubanos!

¡Por una revolución de los consejos de obreros y soldados, con democracia obrera y en combate por la revolución socialista latinoamericana y mundial!

La devaluación en Cuba es brutal. La carestía de la vida no se aguanta más. Pero la clase obrera cubana no ha dicho su última palabra. El destino último de Cuba se definirá no solo en el combate de los trabajadores de la isla, que ya han comenzado a sublevarse como los portuarios, sino de toda la clase obrera del continente americano contra el imperialismo y sus socios menores, las cobardes burguesías latinoamericanas, sirvientes de las transnacionales y los banqueros de Wall Street.

Una nueva economía capitalista se instala ya abiertamente en la isla, luego de años de que la ex burocracia stalinista avanzó en llevar a crueles derrotas al proletariado latinoamericano.
En los ’70, la clase obrera cubana se entusiasmaba y veía como propia la lucha revolucionaria de las masas de América Latina y a nivel mundial. Por ello el rol de la vieja burocracia castrista era traicionar esos combates para impedir la extensión de la revolución cubana, actuando como un verdadero agente de la burocracia de Moscú, de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo. Es que el castrismo no podía entrar en un proceso abierto de restauración capitalista pues las masas cubanas y latinoamericanas no se lo hubieran permitido en el ascenso revolucionario del ‘68-‘74. Aún estaba caliente la sangre del Che Guevara asesinado en Bolivia por las tropas gurkas de los generales de West Point, con los que se abrazan estos sinvergüenzas de la nueva burguesía castrista, preparándose para hacer grandes negocios con ellos.
En los ’80, el castrismo acompañó a la burocracia stalinista y maoísta en sus planes de restauración capitalista en todos los ex estados obreros.
En esos años en Cuba se abrió la disputa abierta sobre quién iba a ser la nueva burguesía cubana: si los gusanos de Miami que habían sido expropiados en los ’60 o la burocracia castro-stalinista que abría un camino feroz a devenir ella en nueva clase poseedora. Sobradas muestras hizo en las últimas décadas estrangulando cuanto proceso revolucionario hubo en el continente, como para ser el castrismo el agente restauracionista del imperialismo y ganarse toda su confianza.

Pero no le fue sencillo al aparato stalinista cubano restaurar el capitalismo cuando desde el año 2000 las masas latinoamericanas no han hecho más que combatir contra el imperialismo en decenas de levantamientos y auges revolucionarios, que la clase obrera cubana veía como propios.
Cada derrota, traición y desvío que impuso el stalinismo a estos heroicos combates como Argentina, Bolivia, Ecuador, Chile, Venezuela, Perú, etc. fue dejando aislada y desmoralizada a la clase obrera cubana y permitió el avance de la ex burocracia castrista a devenir en nueva burguesía, a comenzar a ostentar su riqueza e imponer un feroz régimen cada vez más bonapartista para impedir todo resquicio democrático de expresión de las masas.
El pacto Obama-Castro y la bandera yanqui flameando en La Habana en 2015, junto a las reformas abiertamente capitalistas de la Constitución en 2013, constituyeron los pasos e hitos más osados con los que la restauración capitalista dio un salto de cantidad en calidad, deviniendo Cuba en nuevo estado capitalista en transición. Decimos que es de transición en el sentido de que a medida en que avanza la imposición de la nueva burguesía con sus pactos con las transnacionales en todos los intersticios de la economía de la isla, Cuba avanza más y más a ser colonizada o semicolonizada por el imperialismo. Así se encuentra Cuba hoy; con la restauración capitalista se encamina a ser una nueva colonia, como lo fuera en la época de Batista.

Una nueva revolución obrera y campesina que recupere la tierra y expulse y expropie al imperialismo está planteada como tarea inmediata, como se realizara ya en los años ‘59-‘60.

Hay que expropiar y nacionalizar sin pago toda la industria del turismo, las empresas del níquel, las petroleras y recuperar la salud y la educación para el pueblo cubano. Así se podrán acumular los fondos necesarios para una reindustrialización y reinversión en el campo y en la tierra, hoy desquiciada y dejada sin productividad por la nueva burguesía. Estas medidas de ataque a los negocios de los capitalistas y el imperialismo mejoraría de forma inmediata el nivel de vida de las masas. Ello significaría la expulsión de todos los funcionarios del estado provenientes del stalinismo y su casta de oficiales.

Esta nueva revolución pondría nuevamente a la isla como vanguardia y bastión de la revolución socialista en todo el continente americano.
La tarea del momento es la expropiación sin pago de todas las riquezas y bienes de la nueva burguesía castrista y la disolución y el juicio y castigo a una casta de oficiales cobardes y entregadores de la resistencia obrera y campesina latinoamericana.

Un partido burgués stalinista, apoyado en la oficialidad del ejército cubano, ha actuado como árbitro de todas las pandillas burguesas ávidas de negocios, para hacer una restauración capitalista gradual que impida a cada paso la sublevación de la clase obrera antiimperialista cubana y que esta empalme con la lucha de obreros y campesinos de América Latina y los trabajadores de EEUU. Una pandilla bonapartista que inclusive reprimió a alas ávidas de la propia burocracia que amenazaron con avanzar más rápido a la restauración capitalista poniendo en riesgo ante los ojos de las masas el plan de conjunto de la nueva burguesía naciente.
No hay más alternativa para la clase obrera cubana: hay que disolver y derrotar al partido contrarrevolucionario de los Castro y expropiarles todos los bienes a la Iglesia, sostenida por el estado.

Hay que poner en pie los comités de fábrica y sindicatos independientes que defiendan los intereses de la clase obrera. Y poner en pie comités de autodefensa y piquetes de huelga para enfrentar la feroz represión del estado y a los servicios de inteligencia. Hay que llamar a los estudiantes y aristas rebeldes a confluir a la lucha por organizar los sindicatos independientes y los consejos de los obreros y el pueblo pobre. Ese es el camino que hoy siguen amplios sectores de la Juventud Comunista china que, sublevados contra el stalinismo y los empresarios rojos del PC chino, y aun desde la clandestinidad, son un pilar en la organización de los sindicatos en las fábricas-cárceles.

Hay que ganar para el combate, junto a los consejos de obreros, de consumidores y de estudiantes rebeldes, a los soldados rasos del ejército cubano, para que sean los partisanos de la revolución y no los guardaespaldas de una naciente y feroz burguesía nativa, ligada al imperialismo, y sus servicios de inteligencia.
Serán los consejos armados de obreros y soldados los que decidirán qué partidos y corrientes tendrán legalidad y plenos derechos para luchar por sus ideas.

Una nueva revolución socialista cubana será la única que podrá terminar con la desigualdad salarial y con las medallas y privilegios de una ex burocracia enemiga del pueblo. Es la única que volverá a garantizar la ruptura con el imperialismo y recuperar la tierra y el turismo y terminar con el prostíbulo en el que están convirtiendo a Cuba la banda de nuevos ricos.
Esta nueva revolución sería la avanzada para derrotar todos los planes de entrega y traición por parte del stalinismo a la revolución en el continente americano, como sus pactos infames con las burguesías nativas y sus acuerdos de entrega de la lucha de la clase obrera norteamericana y el pueblo negro a sus verdugos de los Demócratas de Wall Street. Desenmascararía rápidamente a esos impostores del “socialismo” de los multimillonarios como Sanders y su socia, Ocasio Cortez.

La clase obrera y los campesinos sublevados de América Latina hoy más que nunca necesitan “dos o tres Vietnam” victoriosos, y una Cuba revolucionaria y socialista que sea el punto de partida para expandir la revolución socialista de Alaska a Tierra del Fuego. La ruptura del aislamiento y del bloqueo imperialista a Cuba la garantizará así la clase obrera internacional, a beneficio de los trabajadores cubanos, o lo hará la nueva burguesía castrista, pactando abiertamente con el imperialismo para transformar a Cuba en una nueva Haití. Por eso Cuba será socialista o una nueva colonia yanqui.

 

Al igual que en el ‘89, los renegados del trotskismo a los pies del stalinismo, pero esta vez asociados abiertamente en partidos únicos con él en todo el mundo

El imperialismo y las burguesías latinoamericanas se juegan una gran batalla en Cuba, donde ven que están avanzando rápidamente. Pero no lo hacen por su fortaleza ni por el poderío de su sistema capitalista que se desploma en un crac sin límites y lleva a la barbarie a los pueblos oprimidos del continente y a la propia clase obrera norteamericana.

Este nuevo ‘89 que busca asentarse en América Latina con la restauración capitalista en Cuba, encuentra a los renegados del trotskismo, a los liquidadores de la IV Internacional, como lo hizo en el año 1989, cuando rodearon de solidaridad y apoyo al sinvergüenza de Gorbachov y a los “mandarines” chinos con los que luego fundaron el Foro Social Mundial. Ya antes, habían estado durante décadas en Occidente en frentes únicos con el stalinismo, al cual le entregaron día a día, año a año y década a década nuestra IV Internacional.

El castrismo, hoy devenido en nueva burguesía, ya no puede hablar más en nombre de la revolución socialista para entregarla desde adentro, como hizo en Chile con la estafa de la “vía pacífica al socialismo” en los ‘70. Ya los crudos hechos demuestran esto. Por eso, de forma cínica, esta nueva burguesía desde sus sillones, administrando dólares, les deja unas monedas a un grupo de la Juventud Comunista que en el 2019 llamó a todos los “trotskistas” de América Latina y el mundo para hacer un pacto y un abrazo de “reconciliación”, nada menos que en La Habana, donde Mercader fue recibido con honores, luego de asesinar a Trotsky. Un pacto donde anunciaron que reconocían a Trotsky como una personalidad del movimiento comunista, en reciprocidad con el reconocimiento del stalinista Gramsci como un revolucionario de los ’30 por parte de gran parte de los ex trotskistas.
Todos los renegados del trotskismo, absolutamente todos, como Alan Woods, los “anticapitalistas”, el SWP, los grupos del FIT-U de Argentina, etc., viajaron a La Habana y, usufructuando las banderas de la IV Internacional, se abrazaron para legitimar esta política contrarrevolucionaria de la lacra stalinista.
Ya antes, partidos como el PCL de Italia, el Partido Obrero de Argentina, el EEK de Savas Matsas de Grecia habían llamado a “refundar la III Internacional” junto a Mitina, la secretaria de facto de relaciones exteriores del asesino Putin. Mitina fue la organizadora de las brigadas contrarrevolucionarias de la quinta-columna con la que fueron a disciplinar a las brigadas rebeldes en el Donbass, en Ucrania.

Hoy los renegados del trotskismo están en un partido único con los stalinistas en todo el mundo y son los que aplican su política de “vía pacífica al socialismo” que hoy significa en Chile cambiar la lucha en la Plaza de la Dignidad por una Constituyente amañada pinochetista que todas estas corrientes apoyan. Son ellos los que cuando las masas rompían por la base al ejército ecuatoriano con un levantamiento de los trabajadores y campesinos en 2019, se negaron a luchar por poner en pie los consejos armados de obreros y soldados. Son ellos los que cambian su vida por una banca en el Parlamento argentino para integrarse a esa cueva de bandidos, testaferro de Wall Street. Son ellos, los así llamados “anticapitalistas”, los más útiles para apoyar a los más grandes capitalistas del mundo como Sanders o como hicieron con Podemos en el Estado Español. Son los que proclaman a los cuatro vientos que no se puede hacer otra cosa que luchar por una “democracia más generosa y amplia” para los explotados, condenando a los trabajadores a atarse las manos y no entrar al camino de la revolución.

Algunos llegaron más lejos, tan lejos como el stalinismo en los ’30, cuando le abrió el camino al triunfo de Hitler en Alemania. Esto se vio en Bolivia. Allí uno de los partidos más descompuestos de los traidores de la IV Internacional, el POR, apoyó el golpe de los generales banzeristas y la Áñez.
Todos juntos también tienen las manos manchadas de sangre en Siria, donde apoyaron al fascista Al Assad. Y los que no, apoyaron al stalinismo kurdo del PKK que en un pacto con el perro Bashar aplastó a la heroica revolución siria junto a su jefe Putin.
Hoy de forma desfachatada discuten si la revolución cubana del ‘59 fue “socialista”, “anticapitalista”, “de transición”, etc., pero todos reconocen que las “comunas” kurdas dirigidas por el stalinismo y la burguesía, bajo las órdenes de las bases militares yanquis, sí son “comunas democráticas revolucionarias”. Son la izquierda basura, entregadora de la IV Internacional, que llegó tan bajo como el stalinismo que en 1933 abrió el camino a la asunción de Hitler al poder y que en el ’39 le firmó el pacto Ribbentrop-Molotov, esperando impedir la invasión alemana a la URSS haciendo acuerdos de "no agresión" con el fascismo alemán. Hoy los renegados del trotskismo en Bolivia están con los generales banzeristas y en Siria con el fascista Al Assad.

Hay que decir la verdad. La tragedia más grande de la clase obrera cubana y latinoamericana es la crisis de dirección, que no es otra cosa que la sobreabundancia de direcciones traidoras que esta vez se concreta con la entrega definitiva de la IV Internacional a la lacra stalinista.
Pero no lo harán impunemente. El trotskismo es una fuerza material. Su programa y su teoría han pasado la prueba de la historia. En Cuba se han roto los dientes todos los que decían que allí estaba la “dirección revolucionaria más grande de la historia después de Lenin y Trotsky”, como repetían todos los dirigentes de la IV internacional en los ‘60 y los ‘70. En Cuba se exponen abiertamente ante las masas todos los renegados del trotskismo que viajaron a La Habana a abrazarse con la lacra stalinista y son tan serviles que ni siquiera se quejaron porque no los dejaron recorrer ni una sola fábrica, ni un solo aula de la universidad para plantear las posiciones del socialismo que ellos dicen defender.

En La Habana se corre el velo de quién está con los obreros portuarios en huelga, quién está con el derecho a la libre expresión cultural de la juventud rebelde, quién está por sacarle todos los derechos a la nueva burguesía castrista, a su partido stalinista y a la Iglesia legalizada por un pacto del Papado con Castro… y quién no. Los trotskistas vamos a impulsar una nueva revolución socialista en Cuba, esta vez dirigida por una dirección revolucionaria, apoyada en la democracia soviética de los consejos de obreros y soldados, como parte indisoluble de una sola y misma revolución en América Latina y EEUU.

La nueva burguesía castro-stalinista ha unificado las monedas en La Habana. De allí caerán algunas a los bolsillos de las burocracias sindicales y de las direcciones de la izquierda reformista para estrangular las luchas revolucionarias de las masas… Miserables

La refundación revolucionaria del trotskismo cubano será inseparable de la lucha y el combate por la IV Internacional y por la derrota definitiva del stalinismo, que fue preservado y organizado por la burguesía imperialista y todos los capitalistas para que controlen al proletariado mundial luego de la entrega de los estados obreros en el ‘89. La lacra stalinista estaba preparada para ello. Lo que no podía esperar el proletariado era que del movimiento revolucionario de la IV Internacional surgieron los que les lavaron la cara al stalinismo, lo revivieron, pactaron con él y hoy le entregaron el Partido Mundial de la Revolución Socialista.

En Cuba, como en toda América Latina, trotskismo versus stalinismo nos vemos la cara. Los trotskistas seguiremos luchando por recuperar las limpias banderas de la IV Internacional, que capituladores y oportunistas entregaron al stalinismo y al imperialismo.

Carlos Munzer

 

 

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Portuarios de la Habana en huelga

 


Mercados en Cuba

 


La bandera yanqui siendo izada en Cuba

 


Obama junto a Raúl Castro

 

 


Fidel Castro junto a Al Assad el asesino de las masas sirias

 


1959: Revolución cubana

 


Fidel Castro junto al genocida Pinochet

 


Fidel Castro junto a Putin

 


Fidel Castro junto a Kadafi

 



Castro junto a Chavez y Kirchner

 


Ex trotskystas en seminarios organizados por el estalinismo en La Habana

 


Pablo Oprinari, dirigente del MTS de México (PTS), presentando el libro “Escritos Latinoamericanos” editado por el PTS, junto a los organizadores del seminario sobre Trotsky en La Habana

 

 

 

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