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Cuba 22 de agosto de 2018


LOS HITOS DE LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN CUBA


Agosto 2015. Kerry izando la bandera yanqui
en La Habana, Cuba

Chávez, Kirchner y Fidel Castro

La restauración capitalista en Cuba es el resultado de décadas de traiciones, entrega de conquistas y pactos contrarrevolucionarios de parte de la ex-burocracia castrista con el imperialismo.

Como planteaba el Programa de Transición de la IV Internacional sobre el stalinismo en la URSS: “o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado Obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo”.

Es claro que por la crisis de dirección revolucionaria, la clase obrera cubana no pudo sacarse de encima a la burocracia bonapartista del partido-ejército de los comandantes guerrilleros. El centrismo de Yalta de la IV Internacional, que estaba a los pies del castrismo, tiene enorme responsabilidad en esto. Mientras el pablismo disolvía la sección cubana, la más grande de América Latina, la mayoría de las corrientes de Yalta reconocían a Castro como una dirección revolucionaria, e inclusive algunos de ellos, como el morenismo, hablaban de Castro como un “jacobino”, “el más grande revolucionario desde Lenin”.

Durante 50 años, los Castro hicieron de La Habana un centro de conspiración contra la revolución mundial bajo la dirección  de la burocracia dne la URSS, un “Muro de Berlín” en América (por el muro que en Europa era la máxima expresión del acuerdo de “coexistencia pacífica” firmado con el imperialismo de impedir que se extendiera la revolución). En manos de la burocracia castrista y su política nefasta de “socialismo en un solo país”, la
conquista de la revolución cubana fue puesta al servicio de impedir que ésta se
extienda al resto del continente: en Chile en 1973 pregonaban la “vía pacífica al  socialismo”; en Estados Unidos, Fidel Castro utilizó su enorme peso en el movimiento
negro para ponerlo a los pies del Partido Demócrata; en Nicaragua y El Salvador, firmó los infames acuerdos de Esquipulas y Contadora en los ’80 para entregar la revolución; en el siglo XXI, apoyó a las burguesías bolivarianas para estrangular la revolución  latinoamericana, etc., Fidel Castro en persona se encargó de garantizar la mayoría de
estas traiciones.

Mientras más la burocracia logró aislar a la revolución cubana, más preparó las condiciones para la restauración del capitalismo en la isla. Solo la lucha revolucionaria
de las masas del continente y la resistencia antiimperialista de las masas cubanas impidieron que el castrismo restaure el capitalismo antes, como hizo el stalinismo en 1989 en la URSS, el Este de Europa, China, Vietnam y Corea.

Desde ese año, sin embargo, el castrismo debió dar distintos pasos hasta lograr imponer relaciones de producción capitalistas.

1989: el “período especial” abre el proceso de restauración capitalista que comienza a descomponer el Estado Obrero

Hasta 1989, la burocracia castrista no había podido avanzar en la restauración capitalista por los combates de los ’70 y los ’80: la revolución en Nicaragua y El Salvador, el auge proletario en Chile de 1982-86 contra Pinochet, el levantamiento que derrocó a “Baby Doc” Duvallier en Haití en 1986, el Caracazo venezolano en 1989.

El “período especial” iniciado ese año marca la apertura del proceso de restauración
capitalista. La burocracia castrista, apoyada en la derrota del ‘89, deviene en agente restaurador y sienta las bases para cambiar las relaciones de propiedad, destruir el monopolio del comercio exterior y la economía planificada, cuestión que llevará a la
descomposición del Estado Obrero.

Este período está signado, por un lado, por el colapso de la URSS, que le compraba a Cuba su producción de azúcar y, a cambio, le proveía petróleo y maquinaria; y por el otro, por el bloqueo del imperialismo yanqui. Cuba había quedado aislada. El “período especial” significó padecimientos y hambruna inauditos en las masas cubanas, que fueron utilizados por la burocracia como chantaje para introducir medidas procapitalistas que empezaron a socavar los elementos socialistas del régimen de transición.

La burocracia castrista, ya devenida en agente restaurador, llevó adelante “aperturas excepcionales” en el monopolio del comercio exterior y dio permisos para la pequeña propiedad y la pequeña producción y las cooperativas, y asociándose desde el Estado a las trasnacionales españolas, canadiense y francesas en hotelería, turismo y níquel.

Esto profundizó la desigualdad social, abriendo una brecha irreconciliable entre la burocracia restauracionista privilegiada que se enriquecía más y más y el pueblo que se hundía en el hambre y la miseria. Los sectores ligados a los negocios con el  extranjero manejaban dólares, mientras la inmensa mayoría de los trabajadores y campesinos vivían terribles penurias con miserables cartillas de racionamiento.

Fueron años de padecimientos inauditos del pueblo. Entre 1990 y 1995, el PBI cayó un 35% y los salarios reales de los trabajadores, un 80%.

A pesar del aislamiento y la ofensiva yanqui, las masas cubanas presentaron una resistencia antiimperialista heroica en defensa de la revolución y sus conquistas. Pero el bloqueo imperialista solo podía romperse con la clase obrera del continente sublevándose contra las transnacionales y sus gobiernos, con los obreros y campesinos de la isla apoyados en la revolución en Latinoamérica y Estados Unidos, y con la clase obrera
cubana derrocando a la burocracia restauracionista con la revolución política.

Pero en 1989, los partidos que se reivindicaban de la IV Internacional, la que tenía el programa para la revolución política, estaban totalmente sometidos al stalinismo. El mandelismo había apoyado a Gorbachov. En América Latina, estaban en frentes políticos con los PC.

El SWP norteamericano se convirtió en un apéndice del castrismo. Estos partidos  revisaban el marxismo y le echaban la culpa a Trotsky de sus propias capitulaciones
y adaptaciones al stalinismo.

Por eso en el proceso de la restauración, no hicieron más que profundizar su curso de sometimiento al castrismo, renegando definitivamente de toda lucha por la revolución
política en Cuba.

Con la reforma de la Constitución (1992-1995), el PCC permite la creación de empresas mixtas con el imperialismo.
El establecimiento de las dos monedas

Durante el bloqueo del imperialismo a Cuba y con la imposición de la restauración  capitalista en la ex URSS, China, etc., el PCC reforma la Constitución (1992-1995), permitiendo la creación de Joint Ventures (empresas mixtas del Estado cubano con las trans nacionales, en las que el Estado conservaba al menos el 51% de las acciones) en el turismo, el níquel, etc. y el establecimiento de un sistema de doble moneda.
La participación de los hijos de los burócratas en los directorios de los Joint Ventures permitió que la burocracia comenzara una acumulación capitalista con la fuga de dividendos a las Bahamas.

Con la doble moneda, la burocracia estableció dos economías paralelas: una economía capitalista con las inversiones extranjeras en el turismo, hotelería y la minería del níquel, donde se maneja una moneda (el CUC) convertible 1 a 1 con el dólar.

Una decena de burócratas del PC cubano y sus hijos comienzan a beneficiarse producto del plan económico de la doble moneda, exacerbando la desigualdad social. Un sector de trabajadores de las empresas mixtas conseguía un salario diferenciado en pesos convertibles al dólar (CUC), mientras la amplia mayoría de los trabajadores y campesinos pobres vivían de la moneda devaluada y con salarios de US$ 18 mensuales.

De esta manera, el establecimiento de la doble moneda y la desigualdad social significan un duro golpe contra la conciencia igualitaria de las masas.

1997-2006: La revolución latinoamericana pone en jaque el plan de restauración capitalista. La burocracia castrista, aliada a las burguesías nativas “bolivarianas”, la estrangula para avanzar en la restauración

En 1997 comenzaba la crisis económica y se abrían los procesos de la revolución latinoamericana: Ecuador (1997), Argentina (2001), Bolivia (2003-2005), el movimiento antiguerra en EE.UU., la comuna de Oaxaca (2006), etc.
Las masas cubanas, que habían resistido las enormes privaciones del “período especial”, veían en esos levantamientos la posibilidad de romper el aislamiento de Cuba. La burocracia, por el contrario, veía amenazada su propia existencia y los planes de restauración capitalista para transformarse en la nueva burguesía nativa de Cuba. Por ello necesitaba derrotar la revolución en el continente.

El castrismo estafó a las masas cubanas. Les dijo que el aislamiento de Cuba se rompía de la mano de Chávez y las burguesías “bolivarianas”. Al frente del Foro Social Mundial, desplegó una política de colaboración de clases con las burguesías nativas y fue garante de pactos contrarrevolucionarios en Honduras, Colombia, Bolivia, etc. para impedir
el triunfo de la revolución.

Esto planteaba redoblar la lucha por derrocar a la burocracia castrista con la revolución política y contra la “revolución bolivariana” del FSM. Lejos de esto, los renegados del trotskismo se integraron al Foro como ala izquierda, participando activamente de todas sus reuniones y legitimando la acción contrarrevolucionaria de Castro. Su rol fue contener y maniatar al ala izquierda del proletariado, subordinándolo a las burguesías y a los gobiernos de la “revolución bolivariana”.

Mientras tanto, los mecanismos de diferenciación social inherentes a la doble moneda se profundizaban. La burocracia castrista liquidaba el monopolio del comercio exterior entrando al ALBA, que permitía a las transnacionales instaladas en Cuba comerciar mediante la triangulación de importaciones con países capitalistas, y a la vez, un brutal enriquecimiento de la burocracia mediante el contrabando con las burguesías bolivarianas.

La exportación de servicios de salud y educación a Venezuela, Brasil, Bolivia y Colombia fue otra fuente de enorme enriquecimiento de la burocracia.

Desde el 2009-2010, con el estrangulamiento de los procesos revolucionarios y el pacto Obama-Castro, la burocracia entra en la recta final del proceso de restauración capitalista

El último momento de la ofensiva restauracionista en Cuba comienza luego del crac del 2008. Con la revolución latinoamericana expropiada por la burguesía “bolivariana”, la burocracia castrista, ya decidida a definir la restauración capitalista, pacta con Obama, al
que Fidel Castro y Chávez llamaron “su candidato” contra el republicano McCain.
Para ganarse el reconocimiento del imperialismo yanqui como agente restaurador, el castrismo somete a la clase obrera norteamericana al Partido Demócrata y se compromete a entregar a la resistencia colombiana con los Acuerdos de Paz de La Habana.

Con la asunción de Raúl Castro en 2008, se definen una serie de reformas para liquidar los últimos elementos socialistas e imponer el capitalismo en la isla, interrumpiendo definitivamente el régimen de transición del capitalismo al socialismo y permitiendo el desarrollo automático del capitalismo en Cuba.

En 2010 se deciden dos cuestiones clave: primero, despedir a más de 500 mil trabajadores, liquidando por un lado el pleno empleo y desarrollando un ejército industrial de reserva, y fomentando, por otro, la propiedad individual y con ello una base social pequeñoburguesa para la restauración capitalista al amparo del cuentapropismo; y segundo, se legaliza el derecho de herencia para legar la propiedad a los hijos de las familias de los jerarcas castristas. De esta manera, la burocracia comienza a devenir abiertamente en clase poseedora, en una burguesía nativa.

Las resoluciones del VI Congreso del PCC en 2011 buscan terminar de imponer una economía capitalista en la isla, pero de forma ordenada. El gobierno bonapartista de Raúl Castro disciplina a las capas más ávidas de los nuevos ricos para evitar el disgregamiento del régimen restaurador e impedir que se abran brechas en las alturas, por las que puedan irrumpir las masas cubanas enfrentando la restauración.

Con la Ley de Inversiones Extranjeras de 2014, se le garantiza a los monopolios imperialistas en que no serán expropiados, y que si lo hacen, serán debidamente indemnizados de acuerdo a los tratados internacionales, liquidando la política de expropiación sin pago impuesta en la revolución de 1959.

Con la visita de dos Papas en 2012 y 2015, la Iglesia, que actúa de hecho un partido burgués legalizado, legitima la restauración y al castrismo como agente restaurador.

El imperialismo yanqui reabre la Embajada en La Habana en 2015 y se vuelve a izar en la isla la bandera yanqui que los explotados habían quemado en 1959.
Como parte de las concesiones al imperialismo, Castro creó una zona franca en Puerto Mariel, una zona estratégica de depósito y circulación de mercancías de las trasnacionales, donde se anotaron 27 compañías de España, Holanda, Francia, Bélgica, y de Panamá, Brasil, México, Corea del Sur. Allí los obreros tienen prohibido tener sindicatos.

En este período, Cuba deviene en un Estado capitalista transitorio, dependiente del imperialismo, pero que aún no fue semicolonizado, es decir, que aún no está sometido al imperialismo por tratados de coloniaje económicos, políticos y militares.

La derrota del ascenso revolucionario de 2011, cuyo punto más alto fue, sin dudas, las revoluciones del Magreb y Medio Oriente y en Ucrania, fue viento a favor de la nueva burguesía cubana.

En 2018, los nuevos ricos se aprestan a aprobar una Constitución burguesa para la Cuba capitalista, para reconocer al máximo nivel jurídico las relaciones de producción capitalistas ya impuestas en los últimos años.

Hay que decir que el pronóstico de la IV Internacional se confirmó por la negativa:
la revolución fue aislada, traicionada por el castrismo, que terminó por imponer la restauración capitalista.

JUAN CARBALLO

 

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