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Argentina
12 de junio de 2020

A propósito del proyecto de los diputados del FIT-U sobre la crisis de Vicentin…

Los de arriba vienen a sacarles todas las conquistas a los trabajadores
Ya es hora de que vayamos por todo lo que nos robaron

¿Por qué los diputados del FIT-U piden tan solo la expropiación sin pago de Vicentin y no de toda la rama de producción de las cerealeras y del agronegocio?

Los socialistas no peleamos solamente por la expropiación sin pago de las empresas que quiebran y de las que suspenden y despiden obreros. En ese caso, estamos porque las mismas pasen a manos de los trabajadores, incluso bajo la forma de una administración obrera directa.
Pero este no es el caso de Vicentin, que organizó una estafa en gran escala, apropiándose de fondos del estado para ir preparando la liquidación de la empresa a bajo precio para terminar fusionándose con alguna de las grandes cerealearas internacionales.
El mercado mundial se achicó y, tal como sucede en la industria automotriz con Nissan y Renault que se fusionan, los grandes cartels cerealeros preparan grandes fusiones, saqueando a los estados y obteniendo así enormes beneficios. Sus quiebras son una estafa.

La lucha entonces no es solamente por la estatización de Vicentin, sino que la pelea debe ser por la expropiación sin pago y bajo control obrero de Cargill, Bunge y Born, Monsanto y de toda la oligarquía que mata de hambre al pueblo. Ellos son los que se llevan más del 50% de la renta agraria argentina, como verdaderos parásitos intermediarios de la producción agroindustrial del país con el mercado mundial.

Los trabajadores no queremos solo las empresas que muestran pérdidas o quiebras. En la mayoría de los casos, insistimos, las quiebras no son más que estafas abiertas que encubren fusiones mientras se reparten dividendos entre los accionistas, como sucede en Vicentin.
Se trata de que el pueblo y los trabajadores tomen en sus manos las grandes transnacionales que dan ganancia y que se llevan más de 25.000 millones de dólares sin producir absolutamente nada, tan solo por colocar los granos en el mercado mundial que, por otra parte, ya tienen compradores asegurados. Ellos son los que venden sus alimentos a valor dólar en el mercado interno argentino, cuando hay una moneda totalmente devaluada. Ellos son los exportadores que se llevan los dólares del país. Un club de parásitos, con los que el resto de las fracciones burguesas, como los bancos, la UIA y la Cámara de Comercio, tienen jugosos negocios comunes.

Los diputados socialistas podrían hacer un esfuerzo más, quizás unas horas más de trabajo, para sacar un proyecto de ley que golpee al corazón de las superganancias de los capitalistas, utilizando las bancas parlamentarias para sublevar a los trabajadores y el pueblo contra semejante saqueo de la nación.

Hay que abrir los libros de contabilidad y terminar con el secreto comercial, a través del cual las grandes transnacionales esconden sus superganancias y solo muestran pérdidas.
El control obrero debe ser de toda la rama de producción, inclusive de la miserable oligarquía y burguesía agraria.
Y ya va siendo hora también, entonces, de que se levante una voz valiente que plantee la estatización sin pago de la gran propiedad agraria, de los puertos y de todo el negocio de la agroindustria.

Grabois, el vocero del Vaticano y creador de un “Cáritas laica”, ha planteado tímidamente que habría que tocar algunas pequeñas parcelas a la oligarquía, ya sea en comodato o con alguna forma de cooperativa, para ponerlas a trabajar. Esta gente quiere que los trabajadores y el pueblo se auto-exploten por una migaja. Es una propuesta para alimentar al ejército industrial de reserva con limosnas y trabajo esclavo, como lo hace esa burocracia piquetera que reparte miseria para contener a los obreros desocupados y a millones de explotados que ya ni sueñan con volver a conseguir un trabajo digno. Y a eso lo llaman "economía popular": obreros limpiando calles o auto-explotándose a sí mismos en cooperativas, por $10.000 o 15.000 y un par de bolsones de comida. Esa es la "justicia social" del cura Francisco, el que le bendecía los sables a Videla.

Los trabajadores deben pelear por la estatización y expropiación sin pago de toda la Pampa Húmeda y de todo establecimiento de más de 200 hectáreas.
Más de 1 millón de obreros son esclavizados en la “Argentina rural”… Literalmente esclavizados, en manos de un puñado de oligarcas y de magnates imperialistas que se apropian de las reservas de agua de la nación.
A millares de pequeños productores arruinados, esta oligarquía y la gran burguesía del agronegocio les sacan gran parte de la renta agraria, comprando a precio ruin su producción y vendiéndola a precio dólar en el mercado interno e internacional.

La tierra en manos de la oligarquía, el imperialismo y la gran burguesía agraria se valorizó con el esfuerzo de los trabajadores y los impuestos pagados por todo el pueblo.
¡Los puertos, las usinas, la electricidad, la energía y los caminos los han construido decenas de generaciones de trabajadores y explotados de esta nación! Encima, disolvieron la flota naval argentina, que el gobierno peronista de Menem entregó y vendió por monedas en los ’90, y les regalaron las rutas navieras a Cargill y Monsanto.
Una miserable concentración de capital financiero imperialista, junto a la oligarquía, se apropió de la tierra a punta de fusil y la valorizó con el esfuerzo de todo el pueblo argentino. Esta oligarquía y la burguesía agraria, imbricadas con el capital financiero internacional, con la Bolsa de Chicago y con los cartels de los alimentos, defendieron sus tierras también a punta de fusil, masacrando obreros como en la Patagonia Rebelde, en la Semana Trágica y con el golpe fascista de Videla. Fue en la dictadura cuando entregaron los puertos, los ferrocarriles y las rutas marítimas, que son propiedad del pueblo, focalizadas en el Cordón de San Lorenzo, por donde se desangran las riquezas de la nación, mientras matan de hambre y hunden en la pobreza a más del 60% de la población argentina.
Luego, Menem y la cobarde burguesía peronista, entregó con las privatizaciones de los ‘90 la ex Somisa al grupo Techint, mientras se reorientó la producción de acero para el desarrollo del agronegocio en Villa Constitución.

Insistimos, la riqueza del campo argentino y la valorización de su producción, fue gracias a millones de trabajadores, no a ese puñado de parásitos accionistas de las grandes cerealeras, que solo cortan cupones, en Frankfurt, Wall Street o la city de Londres. Y mucho menos fue por esa oligarquía gorila, que arrienda sus tierras a una feroz y negrera burguesía agraria. Martínez de Hoz, el ministro de economía de la dictadura, era su vocero, su representante y el organizador de ese genocidio contra la clase obrera y del latrocinio contra la nación.
Todos ellos, junto a la Cámara de Comercio, la Bolsa de Valores y la gran burguesía industrial, han fugado más de 350.000 millones de dólares al exterior y le han dejado al pueblo una deuda externa impagable, que martiriza a los trabajadores y explotados.

El Congreso Nacional, así como la justicia y la policía asesina, no son más que apéndices de dominio y saqueo de la nación de estas pandillas de esclavistas y estafadores de la nación.

El “rescate”, como llama cobardemente Fernández al salvataje de Vicentin, es una pérfida política de una fracción de la burguesía, que hoy desde el gobierno maneja el conjunto de los negocios de los capitalistas.
La gran burguesía industrial, atada a la producción de las transnacionales, necesita mano de obra barata. Impusieron la flexibilización laboral y la destrucción de los convenios, que entregó la burocracia sindical. Hundieron el salario y mantienen a 9 millones de trabajadores, como se nota en la pandemia, con $10.000 en 3 meses. Devaluaron el peso y dinamitaron las góndolas… Es decir, la burguesía argentina y el imperialismo, bajo el comando de los Fernández, han logrado hacer -por ahora- lo que ni Macri soñó: tener una clase obrera esclava para ponerla a trabajar por miseria ni bien los capitalistas pongan en marcha tal o cual sector de la producción.
El plan de la Argentina maquiladora ya está en marcha. En medio de la pandemia esto se expresa con hambre, miseria, estado de sitio y muerte para los trabajadores y explotados, y salvataje de todas las pandillas capitalistas, que son subsidiadas por el estado con dinero del pueblo y del ANSES para el pago de parte de los salarios.

¿Por qué el interés de Fernández por Vicentin? No lo hace ni por “patriota” ni por “antiimperialista”, puesto que le garantiza a las grandes cerealeras, mineras, petroleras y demás transnacionales, todos sus negocios y ahora con mano de obra mil veces más esclavizada.
La política del gobierno es lograr un acuerdo de “unidad nacional” que también contemple la reducción del precio de los alimentos en el mercado interno. Con las góndolas dinamitadas con precios dolarizados, no cierra el plan de mantener una mano de obra valuada en míseros 100 o 200 dólares, sin que eso signifique el riesgo de que haya estallidos revolucionarios o levantamientos de los explotados. Esta pandilla de esclavistas, que hoy maneja los negocios de toda la burguesía, lo que busca es asentar la desvalorización de la fuerza de trabajo, garantizando alimentos que sean un 10 o 15% más baratos, para que la clase obrera se pueda reproducir sin amenazar el poder burgués con nuevos estallidos, revueltos o rebeliones contra el hambre. A eso le temen. A eso se refieren cunado dicen “hay que hacer política” y miran aterrorizados la sublevación del pueblo negro y de los trabajadores en EEUU, en París, en Londres, en Chile, en Ecuador… o como ayer mismo, en diciembre de 2017, sucedió en Argentina, con los trabajadores tirando más de 3 toneladas de piedras contra el Congreso, donde “parlamentan” (chamuyan) los representantes de las pandillas capitalistas. 

Los Fernández sueñan con un Vicentin rescatado de su quiebra, que les permita mantener los “precios cuidados”, que aún así son incansables para la mayoría de la población.
Hay que desenmascarar entonces la “ayudita” que le da el gobierno de Fernández al directorio de Vicentin, al que el estado sigue teniendo como cliente privilegiado y que ahora es el mismo estado el que pagará todas sus deudas, comenzando por los acreedores que ya amenazan con despedir a los obreros en todo el cordón de San Lorenzo. La “ayudita” de Fernández es para sanear la compañía y poder incidir en el reparto de la “torta”, es decir, de la plusvalía arrancada a la clase obrera y de las rentas nacionales como la agraria, minera o petrolera, sobre la base de garantizar la reproducción de una mano de obra que sea regalada en dólares.
Mientras dure la intervención de Vicentin, aceptada por todos, insistimos, el estado se hará cargo de las deudas de la empresa y será inclusive el encargado de organizar todo proceso de fusión con las transnacionales cerealeras, pero siempre y cuando quede una suculenta comisión, como siempre ha sido, en la caja de los políticos patronales.

Ya conocemos la “valentía” de Fernández y su banda: de rodillas ante el FMI y saqueando el bolsillo de la clase obrera para desde allí sentarse a negociar el reparto de las superganancias con toda la burguesía argentina. Esas son sus intenciones, pero no está dicho que lo vaya a lograr.

Los Kirchner y Fernández fueron valientes para privatizar y saquear todas las empresas del estado en los ‘90 con su jefe Menem. Y ahora buscan miles de excusas para quedar bien con su “salvataje” de Vicentin. A no dudarlo que si se da una “expropiación”, sería a precio vil. La Cristina Kirchner es una especialista en eso. La Repsol aún la aplaude por los 5.000 millones de dólares que recibieron por su “expropiación” en Argentina y el surgimiento del nuevo YPF, donde a través de miles de convenios, las transnacionales se quedan con la renta petrolera como sucede en Vaca Muerta.
Vaya paradoja la de YPF… La burguesía peronista de los Fernández estuvo en una punta y en la otra del mostrador: cuando se privatizó YPF en los ‘90 y cuando se estatizaba pagándole una fortuna a la Repsol.

Esta Argentina de los capitalistas es la que echa mal olor, la que le vuelve insoportable la vida a los trabajadores y el pueblo pobre. Esta Argentina capitalista, sometida como semicolonia al imperialismo, es “irrescatable”. Merece ser destruida para que de sus entrañas surja la Argentina de la mayoría, de los trabajadores y el pueblo, la Argentina socialista.

Expropiar a los expropiadores del pueblo es una tarea que se conquistará con un Argentinazo triunfante y que se resolverá con un gobierno revolucionario obrero y popular, apoyado en el combate de los explotados del país y de toda América, de norte a sur.

Es hora de que los diputados del FIT-U rompan su política de asimilación y funcionamiento orgánico con el Parlamento burgués. Ello lo máximo que puede ser es una tribuna al servicio de organizar el combate revolucionario de masas… Por ello hay algo que choca mucho de la izquierda parlamentaria, aparte de sus tropelías políticas: en cada uno de sus discursos en el Parlamento, constantemente los diputados del FIT-U se refieren al jefe de la Cámara de Diputados, como “señor presidente”. ¿Cómo reconocen a esa mugre de la oligarquía argentina que preside el Parlamento, como el “presidente de los socialistas”? Las formas y el buen trato hacen al contenido. Suban la puntería. Ya es hora.

Iván León

 

 

 

 

 

 

 

 

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