Volver al índice OOI 4 | Nicaragua |
El presente artículo fue publicado originalmente en la Sección Internacional de Democracia Obrera Nº 19 de Argentina, de diciembre de 2006, y fue luego aprobado por el 2° Congreso de la Fracción Leninista Trotskista (FLT) como documento oficial.
El día 5 de noviembre, Daniel Ortega, encabezando la coalición del FSLN con los somocistas y con representantes de burguesía, ganó las elecciones presidenciales en Nicaragua.
Así, después de 16 años, los ex comandantes guerrilleros sandinistas llegan nuevamente al poder en una Nicaragua atada con dobles cadenas al imperialismo yanqui por la imposición del CAFTA (tratado de libre comercio de Centroamérica), transformada en una gran maquiladora para esclavizar a su clase obrera, y con las masas explotadas hundidas en la miseria en ese país, el segundo más pobre de América Latina después del Haití transformado en protectorado yanqui.
La victoria electoral de Ortega es el coletazo y la expresión en América Latina de la oleada pacifista preventiva impuesta en los Estados Unidos y que resultara en el triunfo de los Demócratas en las elecciones de medio término. Así, han engañado a la clase obrera y los explotados nicaragüenses haciéndoles creer que con los sandinistas en el poder podrán mejorar su terrible situación y enfrentar al imperialismo. Cuando, por el contrario, y como lo ha dicho explícitamente el propio Ortega, los sandinistas devenidos en burguesía, en yuppies de Wall Street, vienen a administrar los negocios de conjunto de la burguesía –como lo han hecho ya desde la mayoría de las alcaldías que controlan-, a fortalecer el CAFTA con los yanquis y a seguir haciendo jugosas ganancias con la explotación de los obreros en las maquilas y con el tráfico de esclavos, es decir, con el rentable negocio de cobrarles a trabajadores nicaragüenses desesperados para introducirlos ilegalmente en los Estados Unidos.
Para engañar a las masas –pero también para posicionarse en nuevos negocios con los países del Mercosur-, Ortega apeló durante la campaña electoral a la verborragia y la demagogia de la “revolución bolivariana”. Su triunfo electoral fue saludado en primerísimo lugar, por Fidel Castro, seguido por Chávez, que ya se comprometió a proveer a Nicaragua de petróleo barato, y por todos los stalinistas, castristas y demás pregoneros de la estafa de la “revolución bolivariana”, agrupados en el Foro Social Mundial.
Casi 20 años después de entregar la revolución, ganaron las elecciones los “yuppies” sandinistas, alumnos de Fidel Castro y de la burocracia restauracionista cubana
Hay que decirlo con claridad: ganaron las elecciones en Nicaragua los sandinistas, reciclados, al igual que sus congéneres del FMLN de El Salvador, en nuevos yuppies de Wall Street después de que todos juntos, encabezados por Fidel y la burocracia castrista, entregaran las revoluciones nicaragüense y salvadoreña en los acuerdos contrarrevolucionarios de Esquipulas y Contadora, a mediados de los ’80.
Así, después de que las masas explotadas, con una heroica huelga general insurreccional derribaran el 19 de julio de 1979 a la dictadura de Somoza, los sandinistas llevados al poder en la cresta de esa ola, se limitaron a expropiar las propiedades de los somocistas, negándose a hacerlo con el resto de los monopolios imperialistas y propiedades burguesas, implementando una “economía mixta” al estilo de la que está llevando adelante hoy la burocracia castrista en su plan de restauración capitalista en Cuba.
Luego, cuando las masas explotadas, en un combate heroico y dejando cientos de miles de mártires derrotaron militarmente a la “Contra” armada por el imperialismo yanqui, los sandinistas –y los dirigentes del FMLN del Salvador- se sentaron a negociar con el imperialismo con la mediación de Fidel Castro, y entregaron en pactos y acuerdos ese triunfo militar de las masas sobre la contrarrevolución, aceptando transformar al FSLN en partido político legal y dar “elecciones libres” que, por supuesto, fueron ganadas en 1990 por la candidata de la burguesía, Violeta Chamorro. En El Salvador, esos pactos significaron también la transformación del FMLN en partido político, y la integración de gran parte de los ex comandantes y cuadros de la guerrilla al ejército regular genocida del estado burgués.
Son estos “brillantes alumnos” de la burocracia castrista y de su política internacional contrarrevolucionaria los que vienen de ganar las elecciones. Así, Daniel Ortega, flamante presidente del nuevo gobierno burgués de Nicaragua, es el mismo que hace apenas unos meses, el 1° de mayo pasado, presidió junto con Fidel Castro en La Habana el acto por el día internacional de los trabajadores. Y el 2 de diciembre volvió a pisar suelo cubano para encabezar también los festejos por el aniversario del desembarco del Gramma y el postergado cumpleaños de Fidel.
Hay que decirlo con claridad: Ortega y los sandinistas –reciclados en corrientes burguesas, al igual que la mayoría del stalinismo y de las corrientes populistas pequeñoburguesas que éste pusiera de pie en décadas pasadas en América Latina- no tienen absolutamente ningún problema ni contradicción en gobernar con un pie en Wall Street y Washington, y otro en La Habana. Es que precisamente, un Daniel Ortega, un Chávez, son los “modelos” de la burocracia castrista que se apresta a consumar la restauración capitalista en la isla y reciclarse a sí misma en burguesía. Ahí vimos a Raúl Castro, el 2 de diciembre, llamar a la burguesía yanqui –ahora que ganaron los Demócratas y que la burguesía imperialista tiene que ir a un plan de negociaciones y pactos- a sentarse a negociar. ¿Qué contradicción podría tener entonces con Ortega el aparato de la burocracia castrista, que se ha unido en joint-ventures a las transnacionales imperialistas para explotar el níquel, el turismo, el comercio exterior, el petróleo de Cuba; que vive y hace negocios con “chavitos” –el peso convertible uno a uno con el dólar-, y no con el devaluado peso cubano en el que cobran sus miserables salarios la amplia mayoría de trabajadores; y que ya está fugando cientos de millones de dólares a paraísos fiscales mediante empresas off shore?
La lección trágica de Nicaragua:
sólo la revolución obrera y campesina triunfante liberará a la nación del imperialismo
Una vez más, la tragedia de la clase obrera y los explotados de Nicaragua, marca una enseñanza y una lección fundamental para el proletariado de América Latina y el mundo: únicamente el triunfo de la revolución proletaria, con la clase obrera acaudillando a los campesinos pobres y al conjunto de la nación oprimida, dirigida por una partido revolucionario, y derrocando al estado burgués con una insurrección triunfante; expropiando a la burguesía e imponiendo un gobierno obrero y campesino basado en la autoorganización y el armamento de las masas, puede liberar a la nación oprimida del yugo imperialista. Sólo viendo su revolución triunfante como un eslabón de la revolución latinoamericana, norteamericana y mundial, luchando por extenderla y conquistar los Estados Unidos Socialistas de Centro y Sudamérica, podrá el heroico y sacrificado proletariado nicaragüense terminar definitivamente con la miseria, el atraso y las condiciones cercanas a la barbarie en las que lo han hundido la explotación capitalista y el saqueo imperialista.
Por el contrario, las direcciones nacionalistas burguesas, o pequeñoburguesas stalinistas como era el FSLN, sólo le deparan a la clase obrera nicaragüense –y del resto de las naciones semicoloniales y coloniales- la expropiación de su heroica lucha revolucionaria y antiimperialista, el estrangulamiento de sus revoluciones, las peores de las puñaladas por la espalda, y en consecuencia, la redoblada sumisión del país al imperialismo y la pérdida de todas las conquistas obreras, aún las más elementales.
La trágica lección de Nicaragua, entonces, tiene hoy una candente actualidad para la clase obrera y los explotados de América Latina y el mundo semicolonial, cuando stalinistas, castristas, renegados del trotskismo y direcciones reformistas de todo pelaje agrupadas en el Foro Social Mundial, los llaman a apoyar a los burgueses “nacionalistas” y militares “patriotas” como Evo Morales, como Chávez y ahora a Correa en Ecuador. Porque allí, en Nicaragua, está hoy el resultado de esta pérfida política de colaboración de clases: durante años, llamaron a apoyar, más abierta o más críticamente, a los comandantes guerrilleros “revolucionarios” sandinistas –de los que incluso la corriente morenista llegó a decir que eran el “partido jacobino” de la revolución nicaragüense-, y lo que resultó fue... Ortega, es decir, un yuppie de Wall Street administrando el CAFTA y las maquilas.
La segunda lección de la tragedia nicaragüense: se desenmascaran Celia Hart Santamaría y la impostura del “ala izquierda” de la burocracia castrista restauracionista
Las elecciones nicaragüenses derrumban como a un castillo de naipes –lamentablemente, al altísimo precio de la derrota de su clase obrera y la sumisión de la nación al imperialismo- la cínica impostura montada por la burocracia castrista con una exponente de su riñón como es Celia Hart Santamaría.
Así, la había mandado a posar de “ala izquierda” -apelando para ello a la reivindicación de Trotsky como un “revolucionario”, gracias a que los renegados del trotskismo le permiten falsificar el legado del fundador de la IV Internacional- para pintar a Fidel como el más grande revolucionario viviente (y encubrir de esta manera la acelerada marcha de la burocracia a la consumación de la restauración capitalista), para legitimar la farsa de la “revolución bolivariana” y para organizar y centralizar bajo su mando a los liquidadores de la IV Internacional en toda América Latina.
Pero tan abierto y descarado se hace cada vez más el accionar del stalinismo y el castrismo reciclados en corrientes burguesas en el continente, como lo muestra el caso del sandinismo, que cada vez se le hace más difícil a Celia Hart mantener la impostura y justificar, en nombre del “trotskismo”, las peores traiciones a la clase obrera del continente.
En particular en Nicaragua, a esta impostora se le acabó el libreto y, como ella misma lo confiesa en su nota “Las elecciones rosa de Nicaragua” del 17/11/06, ha tenido que pensar mucho y pasarse noches en vela para ver cómo justificar que su “adorado” Fidel le haya dado apoyo a Daniel Ortega y al FSLN de los que Hart Santamaría dice –aclarando que es a pesar de que la “alegra la victoria del FSLN frente a la derecha neoliberal de Montealegre”- que “han volteado tanto a la derecha, que ya es (...) uno más de los partidos electorales que nos andan sobrando en nuestra región”.
¿Cómo explica entonces esta impostora castrista el apoyo de Fidel a Daniel Ortega?... Es claro que no puede recurrir, para hacerlo, a ningún argumento extraído del arsenal del trotskismo, ni siquiera falsificándolo. No le queda otra que recurrir... al viejo arsenal de argumentos y justificaciones clásicas del stalinismo. Veamos:
Hart Santamaría se responde a su propia pregunta de por qué Fidel apoya a Ortega, diciendo lo siguiente: “...me he tardado tanto en escribir pensando en eso. No sólo por la devoción que le tengo (a Fidel Castro, NdeR) mucho más en estas circunstancias concretas en que se encuentra su salud, mas en las noches de insomnio, debatiéndome en este dilema, volví a pensar que una cosa es el Presidente de Estado Fidel Castro, al que por supuesto le alegra que un gobierno neoliberal sea derrotado en la región, sean cual sean las circunstancias; y otro es mi Comandante de verde olivo, que a diferencia de Daniel Ortega nunca se ha cambiado su traje, a ése que sufre por cada niño o mujer que muere en el mundo; que abre la puerta de nuestros escasos recursos para los pobres, a ése para el cual la política es la verdad y nos ha enseñado a ser honestos...a ése es al que le debo entera lealtad”.
El ridículo argumento que da Celia Hart es... ¡el mismo que hace más de 30 años, en los ’70, daban los stalinistas para justificar el apoyo de la burocracia de Moscú –o de Pekín- a tal o cual gobierno burgués! Para tratar de explicarle a la vanguardia obrera perseguida, torturada y asesinada en Argentina por qué la URSS y el PC apoyaban a la dictadura videlista y decían que Videla era un “general democrático”, los stalinistas decían que había que comprender que, como “jefes de estado” que tenían que comerciar, comprar trigo, etc., los burócratas stalinistas estaban obligados a hacer concesiones, alabar a esos gobiernos, etc.
¡Pobre argumento el de Hart Santamaría, que quiere hacerse pasar por trotskista! Porque por el contrario, el legado del leninismo y del trotskismo –el único bolchevismo viviente de nuestros días- es el de la experiencia de la Rusia soviética revolucionaria con la firma de la paz de Brest-Litovsk. Allí, para terminar con la guerra imperialista que desangraba a la Rusia de los soviets, los bolcheviques tuvieron que pactar con el imperialismo alemán en muy desventajosas condiciones. ¡Pero jamás salieron a saludar al Káiser ni a decir que era un “monarca democrático” ni nada por el estilo! Por el contrario, salieron a decirles la verdad a las masas del mundo, planteándoles que la Rusia revolucionaria se había visto obligada a firmar ese acuerdo desventajoso con la pistola del ejército imperialista alemán en la cabeza, y llamaron a la clase obrera mundial, y en primer lugar, al propio proletariado alemán, a rechazar ese acuerdo contrario a los intereses de la Rusia revolucionaria y a levantarse para derrocar al Káiser y a la burguesía imperialista alemana.
Hoy, después de que la burocracia stalinista entregara los estados obreros a la restauración capitalista; después de décadas de traiciones del castrismo a la revolución latinoamericana, cuando los castristas y stalinistas forman parte de gobiernos burgueses cipayos y antiobreros como el de Kirchner o Tabaré Vázquez; cuando son justicieramente desenmascarados en Chile como “pacos rojos” por la juventud sublevada y la clase obrera en lucha; cuando con Ortega y los sandinistas se apresta a encabezar el gobierno burgués de la Nicaragua de la revolución entregada, aquellos viejos argumentos y justificaciones del stalinismo sacados del basurero de la historia por Celia Hart, ya no engañan a ningún obrero o joven avanzado. Solamente los renegados del trotskismo, arrodillados ante Fidel y la burocracia castrista, son capaces de “tragarse (y con gusto) el sapo”, de semejantes paparruchadas dichas por su dirigente, la impostora castrista Celia Hart Santamaría.
Le preguntamos ahora a Hart Santamaría, ¿cuántas noches en vela más tendrá que pasar, para encontrar como justificar que el “revolucionario” Raúl Castro -que desde las Fuerzas Armadas comanda el conglomerado de más de 300 empresas “mixtas” y privadas- le está proponiendo negociar a los yanquis, siguiendo los pasos de Gorbachov y demás burócratas stalinistas restauracionistas?
La respuesta es segura: no le alcanzarán las noches del resto de su vida para justificar a la burocracia castrista que se apresta a consumar la restauración capitalista en Cuba.
Fracción Leninista Ttrotskista