(ir al índice)

Ante el derrumbe de los bancos de inversión se ha generalizado a todo el planeta el crack y la bancarrota del sistema capitalista imperialista mundial.

Con recesión, carestía de la vida y despidos, el frente burgués imperialista chantajea a la clase obrera mundial para que acepte pagar la crisis, mientras redobla el saqueo a los pueblos oprimidos.

 

Que la crisis la paguen los que la provocaron: los monopolios, los parásitos capitalistas y los banqueros

El sistema capitalista imperialista merece morir y desaparecer en el basurero de la historia

Por el triunfo de la revolución socialista mundial

 

La bancarrota del sistema capitalista mundial se ha generalizado.
Los “septiembre y octubre negros” con sus caídas vertiginosas de las Bolsas, de los fondos de inversión y los cracks bancarios, no son mas que la manifestación que adquiere un sistema imperialista mundial en abierta bancarrota que no hace mas que destruir fuerzas productivas y la riqueza creada por el trabajo humano.
La crisis pone en evidencia que para que la clase obrera viva, el sistema capitalista imperialista debe morir. Su existencia perpetúa solamente la decadencia de la civilización humana y prepara catástrofes aún peores para los explotados y las naciones oprimidas del mundo.
Desde el 2007, esta bancarrota y estallido del sistema capitalista mundial, fueron antecedidos por distintos pre infartos que las anunciaban. Miles de miles de millones de dólares han sido puestos por los estados imperialistas para salvar de la ruina y la bancarrota a un puñado de algunos millones de parásitos que viven del saqueo y expoliación del mundo semicolonial y la peor esclavitud de la clase obrera mundial.
Más de cuatro billones de dólares han sido puestos para salvar al sistema financiero internacional en crisis. Es apenas un “antibiótico” que los estados mayores imperialistas pretenden inyectar en las venas del sistema capitalista putrefacto y en decadencia. Frente al crac, aplican la vieja receta de “nacionalización de la pérdidas” para que los explotados paguen su crisis y de “privatización de las ganancias”. En otras palabras, los más de 14 billones de dólares que se están evaporando en pérdida de valores y activos en la bancarrota actual son un indicio de que ese puñado de chupasangres y parásitos ya se han comido, inclusive, los beneficios de lo que aún, la sociedad humana con su trabajo, no ha producido.
La economía mundial imperialista ha chocado, tal cual el Titanic, con la punta del iceberg. El barco encallado se balancea de proa a popa. Pero mientras su casco se desgarra anegando y hundiendo hasta el cuello los pestilentes camarotes de la tercera clase en la que, hacinada, semi asfixiada y hambrienta viaja la amplia mayoría de miles de millones de explotados del mundo, en la cubierta, la orquesta de súper parásitos del capital financiero, durante los meses precedentes, seguía tocando como si nada pasara.
“Es sólo una crisis bancaria pasajera”, chillaban, “que siga la fiesta, que la orquesta siga tocando”.
Enormes masas de miles de millones de dólares se refugiaban en los precios de los commodities y el petróleo inflándolos artificialmente como ayer lo habían hecho con la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Pero lo concreto es que el capital no iba al proceso productivo sino que huía en busca de nuevas inversiones donde valorizarse antes, durante y hoy aún en plena crisis, puesto que la tendencia inevitable a la caída de la tasa de ganancia empuja al capitalismo en su fase imperialista, cada día más, al parasitismo.
Así, el capital ficticio se incrementaba y se incrementa en la medida en que se destruye y se destruirá aún más el capital productivo.
“La crisis aún no llegó”, gritaban los burgueses en todo el planeta, mientras ya desde hace un año y medio los golpes de la carestía de la vida y las hambrunas provocaban las primeras revueltas de los explotados como en Georgia, Pakistán, Birmania, Haití, etc.
En la primera clase del Titanic seguían bailando y cantando que “la crisis real aún no llegó”. La pérdida de millones de puestos de trabajo en Estados Unidos y Europa; decenas de miles de inmigrantes del continente africano buscando salir de la hambruna, muriendo como perros en el Mediterráneo, no eran más que la expresión de que el agua de la crisis inundaba primero a los explotados del mundo.
El Titanic, encallado en las rocas submarinas de la crisis financiera, sigue meciéndose de proa a popa; enormes masas de capitales fluyen a cubrir el déficit fiscal y comercial de Estados Unidos, la potencia dominante, a la que le ha pegado la crisis al plexo. Más del 75% de los activos financieros del mundo van a refugiarse a “la meca del capitalismo mundial”, hoy en bancarrota.
Estados Unidos responde a la crisis con el PBI más grande del mundo, con la productividad del trabajo más alta, con el dólar -que es la moneda de intercambio de la economía mundial- y, esencialmente, con el control de la mayoría de los mercados y zonas de influencia del mundo.
En la crisis, Estados Unidos hace sentir el rigor de su hegemonía mucho más que en el ciclo corto anterior de expansión de la economía mundial.
Es indudable que, esta vez, “todos ponen” para salvar de la debacle a la potencia dominante, pero no lo hacen ni lo harán de buena manera. Como veremos luego, las disputas por las zonas de influencia y por ver cuál potencia pagará las consecuencias de esta crisis, se han abierto ya y se profundizarán a una magnitud que las últimas generaciones del proletariado no han visto con sus propios ojos.
Los bancos europeos se caen en cadena y cada estado imperialista sale a socorrerlos. Francia y Alemania exigen reuniones de urgencia para coordinar la “refundación del capitalismo”. Es que quieren forzar a su socio mayoritario a no ser tan sólo ellos los que paguen su crisis.
El precio del petróleo, los commodities, los minerales, se hunden y con ellos naciones enteras del mundo semicolonial. La recesión se generaliza. Todas las reservas acumuladas por los países dependientes del imperialismo o coloniales y semi coloniales, hoy están puestas a disposición para que se salve el capital financiero internacional. Los fondos fiduciarios de las burguesías árabes que, asociadas a las “7 hermanas petroleras”, controlan la renta petrolera del mundo deben poner esos fondos ahora para salvar al capital financiero internacional o hundirse ellos. La supuesta “nueva potencia”, China, debe entregar sus 2 billones de dólares de reservas y recibir a cambio bonos del estado norteamericano quebrado por su debacle financiera.
Para las naciones semicoloniales se acaba el crédito. El capital, luego de saquear, se repliega. Las inversiones se paralizan, el crack ya está aquí.
Arriba, en la tercera cubierta del Titanic, los explotadores ya han constatado que el agua entra y sus tripulantes, la burguesía mundial, han lanzado un ultimátum a los que viajan en la tercera clase, los explotados: “si nosotros nos ahogamos, todos ustedes se ahogan”, chantajean, cuando el agua ya les ha llegado a las narices a la mayoría de los explotados del mundo que viajan bajo cubierta. Estamos ante un brutal chantaje a la clase obrera internacional para que pague la crisis que ese puñado de parásitos del capital financiero provocó.

La infección del sistema capitalista se ha transformado en septicemia y se ha generalizado a toda la economía mundial con la quiebra de los bancos de inversión y el inicio de la fase recesiva abierta de la economía mundial

Los obreros del mundo presenciamos atónitos nombres raros como “Fredie Mac”, “Lehman Brothers” en quiebra, hundimiento de las bolsas, pero ¿quiénes son estos actores de la tragedia que viven los explotados del mundo?
Los trotskistas en los `30 definían esto con claridad, de la siguiente manera: “…por encima de los bancos se eleva la oligarquía de los superbancos. El capital bancario se fusiona con el capital industrial bajo la forma de súper capital financiero…
Esos superbancos, esa oligarquía financiera mundial, son los que succionan enormes capitales que no van al proceso productivo, sino a saquear a los pueblos del mundo con deudas externas usureras, a la industria armamentística y de guerra, a financiar a los ejércitos imperialistas que masacran como en Irak, Palestina y todo Medio Oriente a cuenta de los trust y las trasnacionales imperialistas.
Lo mismo que hicieron en todo el mundo, en los `80, cuando impusieron deudas externas y créditos a los países semi coloniales -por los que terminaron cobrando diez veces su valor y que, cuando no les fue posible cobrarlos porque las naciones oprimidas terminaban arruinadas, se quedaron con las empresas del estado y con todas las riquezas nacionales- lo hicieron esta vez en Estados Unidos con la burbuja inmobiliaria y los créditos hipotecarios. Dieron créditos por valor cien y pretendieron cobrar por diez mil.
Esa oligarquía de súper bancos -no sujeta a control alguno puesto que es ella la que domina a la economía mundial- no es más que una pandilla de usureros y parásitos que se han roto los dientes contra las contradicciones del mismo sistema al que manejan y parasitan, dejando como resultado, lamentablemente, en Estados Unidos, millones de trabajadores sin casas, unos cuarenta millones más viviendo por debajo de la línea de indigencia, sin seguro social y sin jubilación en el mismo “paraíso” del capitalismo mundial, mientras ya se expande una fase recesiva de la economía capitalista mundial con centenares de miles de despidos y con el vertiginoso aumento de la carestía de la vida y con hambrunas generalizadas de los explotados del mundo semicolonial.
¿Qué es lo que ha manifestado este crack y bancarrota generalizada del sistema imperialista mundial que ya están pagando las masas explotadas en todo el mundo? Muy sencillo. Así lo definía Trotsky en su trabajo “El marxismo y nuestra época”, en 1939: “…Evidentemente las leyes que rigen las diversas esferas de la economía capitalista, salarios, precios, arrendamiento, ganancia, interés, crédito, bolsa son numerosas y complejas. Pero en último término todas proceden de una única ley descubierta por Marx y examinada por él hasta el final: es la ley del valor-trabajo, que es ciertamente la que regula básicamente la economía capitalista. La esencia de esa ley es simple. La sociedad capitalista tiene a su disposición cierta reserva de trabajo viva. Aplicada a la naturaleza esa fuerza engendra productos necesarios para la satisfacción de las necesidades humanas. Como consecuencia de la división mundial del trabajo entre los productores independientes, los productos toman forma de mercancía. Las mercancías se cambian entre sí en una proporción determinada, al principio directamente y mas tarde por medio de un intermediario, el oro o la moneda. La propiedad esencial de las mercancías, propiedad que las hace iguales entre sí, siguiendo cierta relación, es el trabajo humano invertido en ellas –trabajo abstracto, trabajo en general, la base y la medida del valor. La división del trabajo entre millones de productores no lleva a la desintegración de la sociedad, porque las mercancías son intercambiadas de acuerdo con el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Mediante la aceptación o el rechazo de las mercancías, el mercado, en su calidad de terreno del intercambio, decide si contienen o no contienen en sí mismas el trabajo socialmente necesario, con lo cual determina las proporciones de las diversas clases de mercancías necesarias para al sociedad, y en consecuencia también la distribución de las fuerzas de trabajo entre las diferentes ramas de la producción.
Los procesos reales del mercado son inmensamente más complejos de lo que hemos expuesto aquí en pocas líneas. Así, al girar alrededor del valor del trabajo, los precios fluctúan por encima y por debajo de sus valores. Las causas de esas desviaciones están completamente explicadas en el tercer volumen de “El Capital” de Marx, en el que se describe el “proceso de la producción capitalista considerado en su conjunto”. Sin embargo, por grandes que puedan ser las diferencias entre los precios y los valores de las mercancías en los casos individuales, la suma de todos los precios es igual a la suma de todos los valores, pues en ultimo termino únicamente los valores que han sido creados por el trabajo humano se hallan a disposición de la sociedad, y los precios no pueden pasar de estos límites, inclusive si se tienen en cuenta el monopolio de los precios o trust, donde el trabajo no ha creado un valor nuevo nada puede hacer ni el mismo Rockefeller…”
El estallido de la burbuja hipotecaria, el derrumbe de los precios de las acciones en las Bolsas, el desplome de los bancos, la caída de los precios de los commodities y el petróleo no son mas que la expresión de que donde el trabajo no ha creado un valor nuevo, nada puede hacer ni el mismo Bush, ni el señor Lehman, ni Sarkozy, ni las petroleras, ni todos los representantes de este podrido sistema capitalista imperialista mundial.
La crisis es el momento en que este sistema perverso y ya inútil en la historia de la sociedad humana demuestra, como si hiciera falta, que no puede dar más nada de sí.
Los valores tienen que ajustarse a lo efectivamente creado por el trabajo humano, porque solo los bienes creados por éste están a disposición de la sociedad. Y no hay Dios que pueda crear los bienes que el trabajo humano no creó.
El PBI mundial -la riqueza producida por el trabajo humano en el mundo- es de cincuenta billones de dólares anual. Los activos financieros en poder de los bancos, los estados, los trusts y los cartels que controlan la economía mundial, son de 64 billones de dólares. Esto quiere decir que el sistema capitalista, con sus parásitos al frente, vive y se gasta beneficios que el trabajo humano no ha producido aún y esto es lo que está estallando, actualmente, con la desvalorización de capitales y las crisis de las Bolsas de Valores que sacuden a este sistema imperialista basado, esencialmente, en el parasitismo y la destrucción de fuerzas productivas sobre las que se sostiene.
Por ello, el pronóstico histórico del marxismo revolucionaria de “socialismo o barbarie” se ha vuelto presente y programa para la acción inmediata de la clase obrera mundial. Se ha abierto, definitivamente, la siguiente alternativa: o la clase obrera se hace del poder y derrota a la burguesía, a sus regímenes y gobiernos, y avanza a la revolución socialista internacional o la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo no podrán vivir, porque les harán pagar hasta el último peso de la crisis con hambrunas, miseria, fascismo y guerras.
Este sistema capitalista en su fase imperialista, ya desde el año 1914, ha demostrado que sólo se sobrevive a si mismo con guerras, fascismo, saqueo y destruyendo lo que el trabajo humano crea. Pero también ha demostrado que no se cae solo, que se sobrevive a sí mismo hundiendo a la civilización humana. No hay dudas de que si el proletariado no avanza a la revolución socialista, este sistema decadente desencadenará sobre los explotados del mundo, catástrofes superiores inclusive a las del siglo XX.

El sistema capitalista imperialista en crisis lanza un brutal ataque a los explotados del mundo mientras, con una pistola en la cien, los chantajea: “si yo me hundo, ustedes se hunden conmigo”
 
Los trotskistas afirmamos que este sistema no se cae ni se caerá solo. Habrá que derrocarlo. Las tareas históricas de la revolución socialista se han vuelto inmediatas, presentes y más necesarias que nunca.
El gran capital ya ha largado un chantaje imperativo a las masas: “si yo me caigo al precipicio: ustedes se caen conmigo”. “Acepten que con aumento de la deuda pública, con mayor superexplotación, despidos y con inflación salvemos la bancarrota del capital financiero”. “Acepten los despidos, las perdidas de conquistas, la hambruna, los tarifazos”. “Debemos salvarnos para que ustedes se salven”, eso le dice la burguesía mundial en todos los países al proletariado internacional.
Un verdadero chantaje, cuando, a decir verdad, la clase obrera se salvará solamente si hunde a este podrido sistema capitalista imperialista, si se expropian los grandes bancos del capital financiero internacional, los grandes trusts y monopolios, y la sociedad humana se saca de encima a este puñado de parásitos que nada producen mientras se llevan el 80% de las rentas y la plusvalía arrancada al proletariado mundial. Solamente así, la clase obrera y los oprimidos del mundo, podrán vivir. Pero para ello, el único camino es la toma del poder, el triunfo de la revolución socialista.
La izquierda reformista gustaba decir que ellos enfrentaban al “neoliberalismo”. Una falacia. Los “neoliberales” de Bush, Merkel y los grandes fondos de inversión, cuando se trata de defender las ganancias, de repente, han dejado de ser “neoliberales” y se han convertido en “estatistas”, en “autárquicos”, en “regulacionistas”, esta vez, para defender sus ganancias, estatizar las pérdidas y hacer que la clase obrera y los explotados del mundo paguen su crisis.
El problema no es el “neoliberalismo”, el problema es el capitalismo que merece ser derrocado por la revolución proletaria internacional; esa es la tarea más inmediata que tiene planteada la clase obrera mundial para impedir las catástrofes que se avecinan si esto no sucede.
El imperialismo es el capitalismo parasitario, en descomposición. La diferencia entre los “neoliberales” y los “estatistas” se borra porque unos y otros se pudren vivos en la descomposición del sistema capitalista. Como hemos dicho, todos ellos sostienen a esa masa de rentistas, de capitalistas que viven de cortar cupones en las potencias imperialistas sobre la base de la opresión, la superexplotación y el saqueo de millones de esclavos del mundo semicolonial.
Los precios de los commodities se derrumban y tras ellos irán a la ruina naciones enteras monoproductoras de minerales y alimentos.
Las naciones del mundo semicolonial que exportaban, esencialmente al mercado norteamericano, como China, Corea, Singapur y Malasia tuvieron su empuje y dinamismo en los últimos años a través de las enormes inversiones de las trasnacionales en esos países. Es que el 70% de las utilidades de las grandes empresas y bancos de Estados Unidos, esencialmente, como las de Europa en menor medida, se obtienen EN EL EXTERIOR, se extraen como superganancias de la explotación de las naciones semicoloniales.
Mientras Estados Unidos, esencialmente, impone que todas las reservas del mundo semicolonial vayan a sostener la debacle de su capital financiero y cuando la crisis ya está acá, las grandes empresas petroleras cuentan en sus bancos los miles de millones de dólares arrancados con la expoliación de los pueblos coloniales con guerras de pillaje y saqueo. Es que con las “guerras del petróleo” y el dominio de zonas productoras de hidrocarburos del planeta, las grandes petroleras del mundo se embolsaron en los dos últimos años utilidades multimillonarias. Tan sólo la Exxon constató utilidades por más de 140.000 millones de dólares en los últimos dos años. Esta monumental renta petrolera fue repartida entre la Totalfina, la Exxon, la British Petroleum, la Shell, la Repsol y, como ya dijimos, lo que quedó en fondos fiduciarios de la renta petrolera de las naciones árabes –la cual les ha permito a las burguesías nativas de esos países vivir como magnates, como socios menores de ese saqueo- hoy ha ido a salvar a los bancos en bancarrota de Estados Unidos.
Las potencias imperialistas, ante la crisis, primero atacaron brutalmente a la clase obrera mundial. En esto se pusieron firmemente de acuerdo y están en una carrera de velocidad por ver quién logra derrotar primero a su propio proletariado. En segundo lugar, pusieron a su servicio a sus socios menores, las burguesías nativas del mundo semicolonial y colonial, para luego, en sus disputas por las zonas de influencia, definir qué potencia o grupo de potencias imperialistas salen ganadoras y cuáles perdedoras de la crisis.
Las potencias imperialistas en crisis buscarán salvar a su propio capital financiero y ya han lanzado una feroz batalla por las zonas de influencia del mundo semicolonial de donde arrancan sus superganancias.
Estados Unidos, mientras se asegura la transición del odiado gobierno de Bush y la recomposición de su estado mayor, marca sus zonas de influencia a los tiros, poniendo límites a sus competidores, las potencias imperialistas europeas y Japón, como lo hizo en Georgia; en Bolivia con el putch fascista; con el asesino Uribe masacrando a la resistencia colombiana; o mandando las tropas turcas a invadir el norte de Irak. Y, como sucediera en estos días, con un cañoneo al interior de Siria por parte de los marines yanquis para avisarle al imperialismo francés, del cual es sirviente la burguesía siria, que ni se le ocurra entrometerse en sus negocios en Irak.
Lo concreto es que ya no hay país o región de la tierra en donde no se haya largado un brutal ataque en toda la regla a la clase obrera, despidos en masas como en Estados Unidos, Italia, etc., carestía de la vida, liquidación de paritarias y convenios colectivos de trabajo. Y en donde la crisis aún recién está llegando, con su sola amenaza, ya la burguesía ha largado su brutal ataque.
Así, cuando los obreros aún no han recuperado lo que la crisis de 1997-2001 les ha quitado, ya el capitalismo les impone que no sólo no recuperaran lo perdido sino que perderán todo.
El ataque ya está aquí. Son ellos o nosotros. Para que la clase obrera y los explotados del mundo vivan, este sistema capitalista imperialista debe morir.

Con el crack generalizado se ha roto el equilibrio político, económico y militar del sistema imperialista mundial

Estamos entonces ante “la” crisis. Está en cuestión cuáles potencias imperialistas serán las perdedoras en la misma y cuáles las triunfadoras. Todos han quedado agarrados por el crack de las Bolsas y los súper bancos de Estados Unidos. Es que esta potencia imperialista dominante, justamente por serlo, garantiza sus negocios en base a los préstamos y capitales de las demás potencias imperialistas y de la succión de la mayoría de las superganancias sacadas del mundo semicolonial. Allí se han refugiado el 70% de los activos financieros mundiales. Así gran parte del activo de todos los bancos y el capital financiero europeo y japonés estaba jugando a la especulación y parasitando en la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos.
Como ya dijimos, todas las exportaciones del mundo semicolonial, sus divisas, sobre todo las de China, Rusia, etc., son cambiadas y recambiadas por bonos del tesoro de Estados Unidos y este garantiza esos bonos con el PBI y la productividad del trabajo más grandes del planeta.
Esto ha estallado y ahora, Estados Unidos, le ha tirado su crisis a las demás potencias imperialistas que deben salir a socorrer a su propio capital financiero en bancarrota en las bolsas de Wall Street.
El hiperactivo líder francés, Sarkozy, pidió que el “sistema monetario sea repensado”. No es para menos. Es que las potencias imperialistas europeas están financiando la crisis de los súper bancos de Estados Unidos, en donde ellas también parasitaron y hoy se hunden.
Este representante de los carniceros imperialistas franceses, se pregunta: “¿Podemos seguir cargando con los déficit de la primera potencia mundial sin poder decir ni tan siquiera una palabra?”. Y se responde, categóricamente, que no, mientras mendiga una reunión del G7, el G8, y el G20, para intentar obligar a Estados Unidos a negociar los costos de la crisis.
Al decir de Lenin, no hay “súper imperialismo” ni “unidad armoniosa entre los parásitos de las distintas potencias que se disputan el botín de la expoliación del mundo entero”. La lógica interna de este sistema putrefacto y su crisis ya han vuelto a demostrar que, no sólo no se podrá negociar “armoniosamente” quién paga la crisis de los bandoleros imperialistas, sino también que el mundo está repartido y que sobran potencias imperialistas frente al botín que se ha achicado.
Las distintas potencias imperialistas no resolverán esta disputa por el botín de las zonas de influencia amigablemente, como caballeros, sino que, si el proletariado no lo impide, estos bandidos lo harán a los tiros limpios, con potencias imperialistas que quedarán al borde de la crisis y el abismo, como ya lo hicieron dos veces en el siglo XX. Harán acuerdos transitorios entre distintos bloques de potencias imperialistas para ver a quién arruinan primero, pero luego vendrá el inevitable desenlace: la guerra.
Mal que les pese a los pacifistas y a los embusteros del marxismo, si el proletariado no lo impide, Estados Unidos no cederá su hegemonía mundial pacíficamente ni tampoco, el resto de las potencias imperialistas, se dejarán arruinar pacíficamente; antes se volverán agresivas, como ya lo demuestran disputándose a dentelladas las zonas de influencia. Qué potencia imperialista controla las zonas de influencia es lo que está en cuestión. Es lo que se discute y se disputará furiosamente.
Con la caída de los ex estados obreros, con la restauración capitalista en el este de Europa, Rusia, China, Vietnam, los nuevos mercados conquistados daban “negocios para todos”. Ahora, esos nuevos mercados, ya han sido conquistados. Como ya hemos dicho ello significó una inyección de sangre fresca al organismo putrefacto y decadente del capitalismo mundial. Ahora se trata y se tratará de definir qué potencia imperialista se queda definitivamente con ellos o sectores de ellos.
En lo que sí se han puesto todos de acuerdo, es en hacerles pagar primero la crisis a la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo; sobre esto no hay ninguna discusión ni diferencias entre las potencias imperialistas. Aquí y allá firman acuerdos y pactos para contener la irrupción de las masas. Así, la crisis y el crac que ha comenzado no se resolverá en el terreno económico, por las leyes económicas de un sistema putrefacto, sino en el terreno de combate de las clases y de la guerra, que será la que, en ultima instancia, definirá si este sistema podrido se sobrevive a sí mismo o si el proletariado se libera de él y avanza a una sociedad sin explotados ni explotadores.
Si como plantea la crisis, efectivamente,  sobran potencias imperialistas, las pseudo teorías del revisionismo en el marxismo que hablaban de las “nuevas potencias”, del “desacople”; que anunciaban que estas nuevas “potencias” como Rusia, China, Brasil o la India, se “desacoplarían” de la crisis de Estados Unidos y las potencias imperialistas, y se “salvarían a si mismas” como “nuevas potencias imperialistas”, hoy llegan a su fin y se chocan los dientes con la cruda realidad de un mundo que hace rato ha sido repartido con dos guerras mundiales, que no sólo no deja lugar para nuevas potencias sino que, inclusive, plantea la necesidad, en su crisis, de que se caigan y derrumben algunas de las existentes.
No hay bloques, ni potencias que se “desacoplen”, hay una sola economía mundo, dominada por el capital financiero y las transnacionales, los trust, que controlan ramas enteras de la producción y las finanzas de todas las naciones. El capital financiero penetra hasta en los más pequeños intersticios de la economía y los domina, los controla y los subsume.
No hay en el planeta entero valores de uso transformados en mercancía que hoy no estén bajo el control del capital financiero internacional, aliado en el mundo semicolonial a sus socios menores de las burguesías nacionales.
En este mundo ya repartido sólo hay lugar para estados imperialistas opresores y estados coloniales o semicoloniales que son oprimidos. Y como el planeta ya ha sido todo conquistado, y los mercados de los ex estados obreros ya recuperados por la económica capitalista, lo que queda es una nueva repartija del mundo.
La única forma en que Rusia, Brasil y la India se pueden “desacoplar” de su status actual de semi colonias o naciones dependientes del imperialismo es si el proletariado se toma allí el poder.

Similitudes y diferencias con la crisis del ´30

En los años ´30, el imperialismo inglés era la potencia dominante que comenzaba su decadencia ante la poderosa emergencia de Estados Unidos. La crisis de los ´30 golpeó al plexo, en primer lugar, no a Inglaterra, que era el imperialismo dominante -con su flota y su marina de guerra controlando el comercio mundial- sino a Estados Unidos, que pugnaba por comenzar a dominar el mundo. Justamente, esa crisis de los ´30 golpeó, en primer lugar, a Estados Unidos porque anunciaba que este ya había acumulado una enorme masa de capital financiero que no podía valorizarse sin dominar plenamente al mundo. Hoy, el crack y la crisis golpearon centralmente a Estados Unidos, que ya con sus grandes trasnacionales ha transformado a todo el mundo en su propio mercado interno, asociado o en disputa con otras potencias imperialistas.
Ante la crisis de los ´30, Inglaterra, como potencia dominante, cercó sus zonas de influencia, impuso la inconvertibilidad de la Libra y obligó a las naciones del mundo colonial y semicolonial a comerciar solamente con ella. Cada potencia imperialista tendió en ese momento a hacer lo mismo. Justamente, eso fue lo que abrió, con Alemania, humillada en el Tratado de Versalles y despojada de zonas de influencia, y Estados Unidos que necesitaba dominar el mundo, el camino a la II Guerra Mundial. Pero esta vez, a diferencia de los ´30, la crisis le pegó al plexo a Estados Unidos, la potencia dominante que controla o está imbricada en todos los negocios del mundo.
Es por esto que en lo inmediato no veremos tendencias a la autarquía de las distintas potencias sobre sus zonas de influencia como sucedió en los ´30, sino, justamente, a la disputa feroz por esas mismas zonas de influencia. No porque las potencias imperialistas europeas y Japón no se vean tentadas a ello, sino porque si lo intentaran se quedarían con prácticamente nada. Es que la mayoría de las zonas de influencias del planeta gozan de un amplio dominio norteamericano. En ellas, el resto de las potencia imperialistas, o son socias de Estados Unidos, o se las disputan. La influencia directa y monolítica de Japón y las potencias imperialistas europeas es muy reducida. La tendencia a la autarquía, como fue en los ´30, solo puede venir si antes las potencias imperialistas competidoras le roban a Estados Unidos zonas de influencia. Y, como ya dijimos, esta disputa no va a ser pacífica, sino a los tiros.
Hoy, Estados Unidos, la potencia dominante, en el medio de su crisis económica y política por el hundimiento del gobierno de Bush, ya anuncio que defenderá sus zonas de influencia a los tiros, a los cañonazos limpios, como lo hizo en Georgia, con el putsch fascista en Bolivia, con los cañonazos de Uribe en Colombia, con los recientes tiroteos en Siria y un largo etc.
A la salida de la II Guerra Mundial, Estados Unidos, con su Plan Marshall, volvió a invertir millones de dólares en la Europa destruida. Era un gran negocio del imperialismo dominante emergente como vencedor. Ahora es al revés, este imperialismo dominante ya maduro, exige que para paliar su crisis “todos pongan” las reservas del mundo semicolonial y también las potencias imperialistas competidoras. Ahora, o “todos ponen” o hay mas crack, mas crisis y guerra. Insistimos, la época imperialista no liquida la competencia que signara al capitalismo en su época de crecimiento del siglo XIX, sino que, al decir de Trotsky, la arrodilla, y al decir de la III Internacional y de Lenin, la resuelve con la guerra.
En la época de Yalta, hasta el año ´89, Estados Unidos hizo de “locomotora” de la economía mundial, todo el mundo producía para su mercado interno y el resto de las potencias imperialistas jugaban un rol de socios o imperialismos accesorios de la “locomotora” yanqui.
Luego de la II Guerra Mundial, por la heroicidad y el combate del proletariado mundial (que le costara 20 millones de obreros rusos muertos en el combate contra el fascismo), quedó inconclusa una de las tareas contrarrevolucionarias que esta tenía: la conquista de la URSS por parte del capital financiero internacional. Inclusive, lo que vinieron en la post guerra, fueron nuevas revoluciones proletarias triunfantes que expropiaron a un tercio de la burguesía mundial. El stalinismo garantizó que la revolución no triunfara en los países capitalistas centrales.
Así, la II Guerra Mundial dirimió, como ya vimos, qué imperialismo dominaba al mundo, dejando a Estados Unidos como vencedor. Pero el carácter contrarrevolucionario de la II Guerra Mundial, de liquidación de la URSS, quedó pendiente y solo se termino de resolver en el ´89, con la restauración capitalista en todos los ex estados obreros. La post guerra, se prolongó entonces hasta el ´89, cuando se definió el doble carácter contrarrevolucionario de la II Guerra Mundial, con la restauración capitalista. El putrefacto sistema capitalista recibió sangre nueva y se entro en un periodo ya NORMAL de dominio imperialista norteamericano. Es decir, con un imperialismo dominante y el resto disputándole las zonas de influencia y los mercados. El monolitismo, de casi “súper imperialismo”, durante Yalta fue la excepción. La norma es la que estamos viviendo.
Por ello afirmamos, entonces, que por delante lo que habrá es una brutal y descarnada pelea por las zonas de influencia contra Estados Unidos, el imperialismo dominante. Así ocurre ya en Rusia, China, América Latina, Asia y África a cuenta de las potencias imperialistas europeas y de Japón, que ya han comenzado y seguirán disputándoselas palmo a palmo a Estados Unidos.

El sueño de Maastricht y de la unidad europea se ha hecho añicos

Cada potencia imperialista y estado salva a sus bancos y monopolios de bandera entrampados en la bancarrota y el crac. Estados Unidos debe poner el 1% de su PBI para salvar a su capital financiero en ruinas. Las potencias europeas deben poner más del 4% de su PBI para el salvataje.
Alemania se ha negado a un fondo común europeo para paliar la crisis de los bancos porque sabe que es ella la que tendrá que poner el 70% de los flujos de euros.
Inglaterra, socia de Estados Unidos, despotricando contra su socio y contra Alemania, ha salido sola a salvar a sus bancos y a garantizar los depósitos.
La bancarrota de Italia, por las tendencias a la depreciación de su moneda y a la inflación ya, de hecho, la han colocado por fuera del mercado común europeo.
El milagro español llega a su fin, su Bolsa estalla.
Se ha puesto en cuestión que los parásitos imperialistas puedan seguir saqueando a Latinoamérica y extrayendo de allí enormes superganancias.
Como en toda crisis, Maastricht estalla, porque ha comenzado el grito de los capitalistas de “sálvense quien pueda y como pueda”.
La gran Rusia del carnicero Putin -sostenido por todo el imperialismo europeo, especialmente el francés y alemán que han invertido enormes capitales en la extracción de petróleo, en oleoductos y gasoductos para abastecer a la Europa imperialista- ha sido golpeada por un monumental crac que llevó al cierre transitorio de su Bolsa por su derrumbe y colapso absoluto provocado por el inicio de la recesión en Europa y por la caída de los precios del petróleo.
Los países del este europeo, del Glacis, como republiquetas o semi colonias de las potencias imperialistas, han quedado al borde del colapso y han corrido ya a pedirle ayuda financiera al FMI, con lo cual han entrado en un periodo de “latino americanización” abierto en el “patio trasero” europeo.

Ante la crisis, en el mundo semicolonial, se pinchan los “mini boom” económicos y se forjan nuevas cadenas de su sometimiento a las potencias imperialistas

En el sub continente latinoamericano, luego de las monumentales crisis de fines de los `90 y principios de 2000, los países productores de materias primas, commodities, petróleo y minerales vivieron la expansión de un ciclo económico de 5 años basado en la devaluación de sus monedas y la brutal explotación de la clase obrera de ese sub continente, puesta a competir con la mano de obra esclava de China y el Asia, mientras seguían los mecanismos de succión de las deudas externas, de la fuga de divisas y el estrangulamiento externo de esos países sometidos brutalmente a las distintas potencias imperialistas y al capital financiero yanqui en particular.
El hundimiento de los precios de los commodities deja así atrás el sueño de las burguesías nativas que, asociadas a las distintas potencias imperialistas y con el comercio con las trasnacionales instaladas en China, la India y el Asia, creían que este ciclo iba a durar para siempre.
Con esta crisis, los modelos mono exportadores llegan a su fin. Los mercados regionales, los gasoductos y oleoductos conjuntos bajo la supervisión de las distintas petroleras imperialistas, la instalación de la industria automotriz, de autopartes y de las grandes trasnacionales de la alimentación en el MERCOSUR, en Argentina y Brasil, entran en crisis con la recesión mundial y ya amenazan con crear un nuevo tendal de despidos en masa de la clase obrera del cono sur a la que, luego de la crisis del 2000-2001, primero se le dijo que había que producir para luego repartir las riquezas y ahora lo único que le reparten las burguesías cipayas es carestía de la vida, recesión, despidos y un salto en la ruina y la decadencia de las masas explotadas del continente.
La recesión vendrá acompañada no sólo de carestía de la vida y hambruna en el mundo semicolonial, sino de repliegue del capital financiero a los centros imperialistas para paliar la crisis. El crédito para pagar las deudas externas del mundo semicolonial será cuasi nulo, así al default y al crac de los bancos imperialistas veremos, rápidamente, sumarse los nuevos defaults y crac de naciones enteras del mundo semicolonial.
Ya nada será como entonces; el equilibrio económico mundial se ha roto y con él el equilibrio político y las relaciones políticas entre los estados, y solo se reconstituirá con potencias imperialistas ganadoras y perdedoras en la crisis, y con una reconfiguración del mundo semicolonial a manos de las distintas pandillas imperialistas, si la revolución proletaria no lo impide.
Esta es la situación que ya se está abriendo. Las fronteras del mundo semicolonial -si tarda en prepararse una contraofensiva de masas y no se pone límites al chantaje del gran capital- serán nuevamente rediseñadas. Las guerras del Cáucaso, de Afganistán y en Irak son tan sólo el anticipo de ello.
Rusia y China, ya preanuncian su bancarrota absoluta. Tal cual los “tigres asiáticos” de los `80, a ellos se les depara la suerte del resto del mundo semicolonial. Son parte del botín.
A las nuevas naciones y supuestas “neo potencias emergentes” como Brasil y la India, donde se relocalizaron las trasnacionales de los países imperialistas, sobre todo de la industria automotriz en el primero y -luego de la crisis de los `90- las empresas de computación y las “punto com” de Estados Unidos en el segundo, el colapso les ha pegado de frente. Es que tras la relocalización se escondía el verdadero negocio de las trasnacionales. Los enormes capitales que fluyeron hacia esos países lo hicieron sobre la base de una moneda nacional sobrevaluada con tasas de interés altísimas que garantizaba rentas y superganancias del 60% y hasta el 70% anual en el circuito financiero de créditos y préstamos. Pero al primer golpe de la crisis, como ya dijimos, esos capitales se fugaron a puerto seguro poniendo fin, abruptamente, a los “milagros” brasilero e indio.

La guerra: el factor económico más importante de la época imperialista de descomposición del sistema capitalista

Pero esta situación es transitoria. La recesión, la desocupación y la bancarrota de las naciones ya están aquí.
Enormes masas de capitales no encuentran lugar en la producción para rehacer su tasa de ganancia.
Es que, justamente, las causas de esta crisis están en la producción, puesto que la lucha incesante por arrancarle a la naturaleza en menos tiempo de horas de trabajo la producción de mercancías lleva al capitalismo a tener que invertir en tecnología y maquinarias, es decir, a aumentar la inversión en capital fijo o muerto. Así aumenta la productividad del trabajo humano pero hace caer la tasa de ganancia puesto que la plusvalía y la ganancia solo se le pueden sacar al trabajo humano abstracto como energía para producir que mueve las máquinas, utiliza las materias primas y crea un valor. La maquinaria es capital muerto y lo único que concentra en sí misma es el trabajo humano que la creó pero, por sí sola, no puede producir ningún plus valor. Parafraseando a Marx, en la composición orgánica del capital aumenta progresivamente la inversión en capital constante –maquinaria- en detrimento del capital variable -la fuerza de trabajo-.
Justamente, esta ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia, basada en otra ley del capitalismo y de toda la sociedad humana, la de la tendencia al aumento de la productividad del trabajo, es la causa profunda de la desinversión de capital en el proceso productivo y su giro al circuito bancario, especulativo y parasitario.
Estas crisis ya anuncian las contradicciones insalvables del sistema, justamente porque la productividad del trabajo humano alcanzada actualmente ya permitiría resolver el hambre, la alimentación, el vestido, la locomoción, el transporte, etc., de todos los habitantes del planeta; pero al estar las fuerzas productivas constreñidas en las fronteras nacionales que impiden una producción planificada mundial y en las del modo de producción capitalista basado en una producción social y en una apropiación individual de lo producido socialmente, las enormes contradicciones de un sistema que merece morir se expresan con una brutal crisis de sobreproducción, como vemos hoy en las ramas de producción inmobiliaria, automotriz, o de consumo, que la propia crisis devorará, derrochará y destruirá. Ciudades enteras sin habitantes como en Estados Unidos y en España. Stocks abarrotados de automóviles en las plazas automotrices, la OPEP llamando a bajar la producción de petróleo para que el precio no siga en picada, cosechas sin levantar por el hundimiento de los precios de los commodities; así se expresa esta fenomenal crisis y bancarrota de este sistema que merece perecer.
Como planteara la III Internacional de Lenin y Trotsky, la única forma de rehacer esas enormes pérdidas es con la guerra. Volcando esas enormes masas de capital a la producción de mercancías para la destrucción que, de por sí, tienen un mercado y una renovación de producción asegurada.
Así, por su propia lógica, el capitalismo en su fase decadente, imperialista, sólo desarrolla fuerzas destructivas.
La valorización de las propiedades, de los títulos inmobiliarios y de la infraestructura, sólo vendrá luego de la destrucción, con la guerra. Sólo así podrán esas ramas de producción volver a recibir capitales y revalorizar la ganancia. De esta manera funciona este sistema capitalista putrefacto en su fase decadente.
Tan es así, que la valorización de la propiedad inmobiliaria en las distintas potencias imperialistas acompañó, como el alma al cuerpo, la ofensiva contrarrevolucionaria de Bush y las demás potencias imperialistas a partir de 2001, y el proceso de destrucción y guerra que azotó al Asia y Medio Oriente. Fue justamente la guerra y las superganancias que de allí obtenían las grandes empresas constructoras y de maquinas herramientas para la construcción y el petróleo, sobre la base de lo destruido por la guerra, lo que hizo revalorizar esa rama de producción sobre la que se montó el brutal parasitismo y especulación de los grandes fondos de inversión de la oligarquía financiera mundial que hoy llega a su fin.
Es que la crisis que se da en el proceso de producción, donde rige a rajatabla la ley de Marx de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, se expresa fenomenológicamente como crisis de sobreproducción. Es decir, el capitalismo ha derrochado trabajo socialmente necesario o bien, ya no puede reproducir su propio capital en el proceso productivo y tiene que destruir para seguir existiendo, con guerras, con crisis donde se destruyen enormes riquezas producidas por el trabajo humano para que este sistema perverso se sobreviva a si mismo.
Eso es lo que le depara este sistema putrefacto a los explotados del mundo para salir de la crisis. Más y superiores guerras de coloniaje y, si las masas no aceptan el chantaje del capital, putsch fascistas como en Bolivia, feroces represiones, el blindaje de los regímenes y los gobiernos, como ya lo estamos viendo en Italia con el ejército persiguiendo inmigrantes o, en Estados Unidos, con  miles de inmigrantes presos, con sus hijos en cárceles para niños. Si el proletariado no lo impide en el próximo período, la feroz lucha por las zonas de influencia y las condiciones inherentes a las crisis del gran capital financiero imperialista, llevarán a nuevas guerras y confrontaciones ínter imperialistas mundiales, como las que ya vimos desgarrar a la sociedad humana, en dos oportunidades durante el siglo XX.

El estado mayor del imperialismo yanqui, luego de la crisis del gobierno de Bush se prepara para relegitimarse y re lanzar nuevas ofensivas contrarrevolucionarias en el planeta

Estamos a una semana de las elecciones en Estados Unidos, en las cuales el partido único de demócratas y republicanos -que sostuvo a Bush en estos 10 años y también en medio de su fenomenal crisis actual- prepara un recambio para conquistar la legitimad que el estado mayor de la potencia imperialista dominante ha perdido, no sólo en el mundo, sino al interior de su propio pueblo.
Ya todo parecería indicar que, el corazón de ese partido único de las grandes trasnacionales y el capital financiero yanqui, se ha decidido por Obama para provocar un lavado de cara y de manos del gendarme asesino del planeta, Estados Unidos. Es más, como lo anuncia toda la prensa imperialista ya preparan, para el día siguiente a las elecciones, un gobierno de coalición demócrata-republicano que vaya resolviendo, de forma inmediata la monumental crisis política del estado mayor yanqui, hasta que asuma el nuevo presidente.
Contra lo que dicen los “bolivarianos” y contra lo que añoran las potencias imperialistas europeas, el estado mayor yanqui, tanto de republicanos, como de demócratas, mientras busca relegitimarse el interior de Estados Unidos, mientras sostiene pactos contrarrevolucionarios en los focos claves del planeta, ya ha decidido que en su horizonte hay nuevas y mayores aventuras de guerras.
El general Petrus, ese agente contrarrevolucionario, el mayor especialista del genocidio yanqui en Vietnam y hasta ahora comandante de las tropas en Irak, ha sido replegado a Estados Unidos y nombrado, de hecho, como comandante en jefe del ejército. Ya toda la prensa imperialistas anuncia que acelerarán la salida de Irak porque afirman que ya se han comprado a toda la burguesía sunnita que está entregando a la resistencia iraki. Afirman que sellaran un acto con Irán para controlar a las masas chiítas explotadas del sur de Irak, que ya, en más de una oportunidad, se rebelaron contra Al Sadr y el gobierno títere del protectorado.
A los bombazos obligarán a Siria a una política de contención, dejaran a las tropas turcas asesinas disciplinando al pueblo kurdo -usado ayer como base gurka para la invasión y ocupación de Irak-. Así estarán en condiciones para replegar tropas puesto que su objetivo es “Afganistán”. El estado mayor del Pentágono ya ha decidido que es imperioso doblegar definitivamente a la resistencia afgana que ha llegado hasta Kabul, pero no por la importancia de Afganistán en sí mismo. Deben hacerlo porque el que terminó controlando los negocios en ese país fue Alemania, que con sus enfermeros, haciendo hospitales y escuelas, se quedó con los negocios del opio para sus grandes laboratorios de medicamentos como la Bayer.
Pero esto no es todo. En Afganistán comenzó la derrota, en el ´86, del ejército de la burocracia restauracionista de la URSS y con esa derrota se inició el proceso de Glasnot y Perestroika, impulsado por Reagan y Tatcher, que terminó, junto a la camarilla de Yeltsin, con la conquista de la restauración capitalista en Rusia.
Pues bien, recuperar Afganistán, desalojar de allí a Alemania significa entrar, no sólo en lucha directa por el Cáucaso, sino por el control de las ex republicas soviéticas de Eurasia, como son Kasajaztán, Kirguistán, Uzbequiztán, etc., donde están las enormes reservas de petróleo, gas, uranio y oro del planeta, hoy vendidas al mejor postor por los señores de la guerra que las gobiernan.
El régimen de los “republicratas” vuelve por lo suyo y con el escudo misilístico puesto en el este de Europa, en Hungría y Polonia por la OTAN, el verdadero plan es ir a por Rusia, donde Estados Unidos ha perdido presencia a manos del imperialismo alemán.
Pero estos son planes aún a conquistar. Está por verse si la heroica resistencia afgana y de las masas de Eurasia y de la propia Rusia, hoy oprimida por el ejército blanco contrarrevolucionario de Putin, lo permiten. Está por verse, inclusive, si permiten que el carnicero Putin -a cuenta del imperialismo franco-alemán- les tire todo el peso de la crisis a los explotados de Rusia y de las naciones que ésta oprime.
Estados Unidos no pone un “Bush tiznado”, con piel cambiada, para “expandir democracia en todo el mundo”, como anuncian todos los esbirros del reformismo y de los “imperialismos democráticos”. El estado mayor de los “republicratas”, como el de todas las potencias imperialistas, se prepara para más guerras y contrarrevolución.
¿Qué no verá el proletariado internacional si no irrumpe en la crisis que está acá y ante la guerra de clases abierta que le ha declarado el gran capital? Ya hemos visto lo que fue capaz de hacer el imperialismo norteamericano a la salida de la crisis del 2001 con las guerras de invasión y por el petróleo
El aparato industrial militar de Estados Unidos, tanto como el capital financiero parasitario, necesitan la guerra para salir de la crisis y sólo el proletariado, derrocándolos, la podrá evitar.

Con la crisis se rompe el status quo entre las potencias imperialistas

La crisis de Estados Unidos comienza como una crisis política. Sus tropas ya habían quedado empantanadas en el desierto de Irak. El plan de su contraofensiva del 2001 -para salir de la crisis del ´97 hasta ese año, que golpeara y llevara a la debacle a las ramas de producción de alta tecnología- incluía la invasión a Irán, a Corea del Norte, lo que significaba desarrollar a pleno las guerras contrarrevolucionarias del petróleo. También contemplaba avanzar a pleno con sus TLC y con los intentos de golpes contrarrevolucionarios, como el de Venezuela de 2002, en América Latina y profundizar sus “revoluciones naranjas”, de terciopelo”, en las ex repúblicas soviéticas.
Lo que le puso límites a esta ofensiva fue la heroica resistencia de las masas, fundamentalmente de Medio Oriente y de América Latina -epicentro de procesos revolucionarios y ofensivas antiimperialistas que amenazaron, desde México, con entrar al mismo Estados Unidos a través de la valerosa lucha de los inmigrantes-. Fue entonces, la heroica resistencia de las masas, la que frenó la ofensiva contrarrevolucionaria sin límite del aparato industrial militar y del capital financiero yanquis.
Fue esta resistencia junto al despertar de la clase obrera norteamericana la que llevó a una monumental crisis al gobierno de Bush porque no pudo cumplir con el 80% de su proyecto contrarrevolucionario.
La burbuja inmobiliaria no era lo esencial del plan de negocios del capital financiero internacional. Allí tuvo que refugiarse porque, justamente, las masas del mundo impidieron que avanzaran las guerras contrarrevolucionarias de conquistas.
La relocalización de las empresas norteamericanas que fueron a China, a América Latina, al MERCOSUR, a Vietnam, a Egipto y a Pakistán, buscando incesantemente nuevas fuentes de mano de obra esclava, se encontraron con una feroz resistencia de las masas, que tuvo una de sus máximas expresiones en la heroica resistencia iraquí y afgana, en los procesos revolucionarios del cono sur de América Latina en los primero cinco años del siglo XXI y en la brutal paliza que le propinaran las masas obreras y campesinas del sur del Líbano a las tropas del ejército del gendarme del imperialismo yanqui en Medio Oriente, el estado sionista fascista de Israel.
Pero sobre todo, el límite ya lo comenzaba a poner el despertar de la clase obrera norteamericana que con una lucha de vanguardia contra la guerra y con la lucha de los inmigrantes, amenazaba con poner de pie definitivamente.
Si el proceso de resistencia y combate del mundo semicolonial no empalmó con el despertar de la clase obrera europea y norteamericana fue por la traición de la dirección del proletariado y las masas que puso estas magnificas gestas de resistencia y de revolución en el mundo semi colonial a los pies de las burguesías cipayas, del “imperialismo democrático” franco-alemán y de los carniceros imperialistas del Partido Demócrata, en Estados Unidos.
La crisis y el crac es el precio que pagan las masas por la traición de su dirección que impidió un ascenso generalizado como el del ´68-´74 y triunfos revolucionarios como el de Vietnam en el ´75.
Al calor de estos procesos de resistencia de las masas que pararon la contraofensiva yanqui y del crac y el golpe de la crisis económica en Estados Unidos se desarrolló y comenzó a levantar vuelo una política agresiva de las potencias imperialistas competidoras para disputarle las zonas de influencia a la potencia dominante. Esto fue, a su vez, lo que les abrió el juego a las burguesías nacionales en esta disputa para que negocien con las distintas potencias imperialistas la parte de sus negocios. A eso se reduce el rol de las burguesías islámicas y bolivarianas, expropiadoras de la revolución del proletariado, sostenidas por las direcciones traidoras que este tiene a su frente.

  1. El imperialismo franco-alemán en aquellas zonas de dominio pleno de Estados Unidos, como en América Latina, ingresó como el “buen vecino”, con una política de nuevo “New Deal”. Pactó con las burguesías bolivarianas para hacerles creer a las masas que ellos si repartían las riquezas. Mientras, en las zonas del planeta que controlan estos imperialismos supuestamente “democráticos”, como el norte de África, no hay “New Deal”, ni política de “buen vecino” sino garrotazos limpios contra los explotados.
  2. Europa, mirando hacia el este, con la punta de lanza de Alemania, succionó la riqueza de la “gran Rusia” y la sometió a su capital financiero, tomando como socios menores en los negocios del gas y el petróleo, a la camarilla de Putin y Medvedev.
  3. En Medio Oriente, Francia apoyó abiertamente a los ayathollas iraníes, mientras Alemania pactaba, con una política de “buen vecino” con el talibán, comprándolos tanto en Pakistán como en Afganistán para apoderarse de las rutas del opio para sus laboratorios.
  4. Así, por traición de la dirección del proletariado fueron los “imperialismos democráticos”, en negocios con las burguesías nativas, los que usufructuaron los grandes combates de masas que empantanaron la ofensiva contrarrevolucionaria que Estados Unidos comenzara en 2001 a la salida de la crisis del ´97-2000.
  5. Así, hoy vemos a Estados Unidos relegitimar su estado mayor y lo veremos, sin ninguna duda, utilizar también la política de “buen vecino” en las zonas que debe reconquistar. Utilizará demagógicos planes de “lucha contra la pobreza y el hambre” y la billetera del FMI y el Banco Mundial para darles crédito a las países asfixiados del mundo semicolonial. Pero mientras lleve este “pan bajo el brazo”, lo que sostendrá con las dos manos será el “misil patriot” para recuperar plenamente su dominio.
  6. Para resolver el crac y la crisis, por parte de las distintas potencias imperialistas lo que veremos por delante será esta oscilación entre una política de “New Deal”, de “buenos vecinos”, para sojuzgar a los esclavos del mundo semi colonial disputándole las zonas de influencia a sus competidores por un lado, y con cañonazos y nuevas guerras de opresión nacional de los conquistadores, por otro.

Pero ninguna de las potencias imperialistas que pugnan por controlar el mercado mundial lo podrá hacer libremente si antes no derrota o coopta a través de las aristocracias y burocracias obreras a su propio proletariado.
Queda demostrado que esta crisis ha roto el equilibrio político, económico y militar del planeta y que también tenderá a romper la relación entre las clases y sectores de clase de la sociedad, puesto que lo determinante para que las potencias imperialistas puedan ir a nuevas y superiores aventuras será, repetimos, derrotar, humillar y arrodillar al proletariado de sus propios países para tener las manos libres para aventuras superiores.

  1. Hoy, en las potencias imperialistas se prepara, como lo ha hecho en los heroicos combates del mundo semicolonial en los primeros años del siglo XXI, el siniestro rol de todas las direcciones contrarrevolucionarias y las burocracias sindicales de todo color y pelaje.

Pero allí también se definirá, con la entrada al combate de los batallones centrales del proletariado mundial, si los viejos aparatos conservadores del pasado siguen manipulando al proletariado mundial que aun los soporta o bien, si estas condiciones, impulsarán a que el proletariado comprenda que para salir de su postración deberá preparar y organizar enormes combates de clase históricos, derrotando a las direcciones que hoy tiene a su frente.
La conclusión que deberá sacar la clase obrera, impulsada por la acción decidida de los revolucionarios internacionalistas, es que ya no se necesitan enfermeros que intenten curar y convivir con este sistema putrefacto sino poner en pie el partido de sus sepultureros, que sea capaz de enterrar en el basurero de la historia a este podrido sistema capitalista imperialista mundial.

El imperialismo es reacción en toda la línea

Este sistema merece morir. A la salida de la crisis del 2001, el reformismo auguraba un “largo ciclo de expansión capitalista”, en el cual el proletariado podría mejorar su situación. Pregonaban que la emergencia de “múltiples polos de desarrollo” como China, India o Brasil iba a equilibrar la economía mundial e impedir nuevas crisis por un largo periodo histórico. Pero al compás del derrumbe de Lehman Brothers, se derrumban todas las pseudo teorías del oportunismo y el revisionismo en el proletariado. Porque esta era una verdadera falacia.
Un ciclo de expansión de apenas cinco años es lo que ha conquistado este sistema putrefacto desde la última crisis del 2001, debido, esencialmente, en primerísimo lugar a las inversiones monstruosas que tan sólo en Estados Unidos son de 600 mil millones de dólares al año para mantener su ejército y las guerras de coloniaje y, en segundo lugar, a la incorporación de los nuevos mercados donde se impuso la restauración capitalista como Rusia, China y los países del este europeo, pura sangre fresca inyectada a las venas disecadas del sistema, transfusión que, ahora ya ha dado todo de sí puesto que ya todos los mercados han sido conquistados.
Esta es una crisis donde la clase obrera no puede progresar y las naciones oprimidas liberarse puesto que inclusive sobran potencias imperialistas disputándose el botín que se ha achicado. El capitalismo en su fase de decadencia, el imperialismo, es REACCION EN TODA LA LINEA. Insistimos: si el proletariado no lo impide con el triunfo de la revolución proletaria, el siglo XXI, sin dudas, deparara nuevas guerras ínter imperialistas por los mercados que pondrán a la civilización humana toda al borde de su extinción.
Lejos están Rusia y China de emerger como potencias imperialistas. Desde la FLT afirmamos que la restauración capitalista ha significado en esas naciones un enorme retroceso de las fuerzas productivas, el hundimiento de ramas enteras de la producción y el desarrollo de tal o cual rama de producción basada en una redoblada expoliación imperialista de esas naciones en sociedad con las nacientes burguesías, salidas de la lacra de la burocracia stalinista, que usurparon en beneficio propio las conquistas de los ex estados obreros, como fue, en el caso de Rusia, el aparto industrial militar y en el caso de China la resolución del problema de la tierra que lograra la revolución de 1949.
Ante los golpes de la crisis, si la revolución proletaria no lo impide, estos países capitalistas transitorios, dependientes de las potencias imperialistas, sólo podrán retroceder, deviniendo en protectorados, colonias o semi colonias de tal o cual potencia, como ya lo son las ex repúblicas obreras del este de Europa que actúan como verdaderas maquiladoras para el imperialismo europeo o de portaaviones y bases militares para el imperialismo yanqui que se las disputan, o como lo son ya la gran mayoría de las ex repúblicas soviéticas en manos de los señores de la guerra, vendedores de sus riquezas al mejor postor.
Que el imperialismo es reacción en toda la línea significa que lo que se aproxima en Rusia, con la caída de los precios del gas y el petróleo, es el hundimiento de Gazprom -que ya está un 49% en manos de la BASF alemana- que, sin dudas, pasará por dos monedas a manos del capital financiero alemán y europeo.
China ya ha entregado millones de obreros esclavos al mercado mundial. Ante la crisis, ese partido de burgueses rojos chinos, presurosamente, ha lanzado la privatización de la tierra con la cual, los jefes de ese partido de canallas, explotadores y esclavistas, asociados a los pooles de siembra y a la Bolsa de granos de Chicago, se quedarán con la mayoría de las tierras fértiles de China junto a los imperialistas japoneses, trayendo consigo el latifundio de los nuevos terratenientes chinos. Millones de campesinos, expoliados y hambrientos, se verán obligado a vender su pequeña parcela de tierra por monedas.
Lo que estamos viviendo en Rusia y China es una contrarrevolución restauradora del capitalismo, que someterá a esas naciones un millón de veces más al imperialismo y las hará retroceder en la cuestión de la tierra al nivel de cualquier país colonial o semicolonial.
Mientras, la “gran Rusia”, se ve obligada a oprimir a algunas naciones como en el Cáucaso, en Chechenia, etc., buscando volver a articular el viejo mercado nacional que estaba imbricado por la división del trabajo al interior de las ex republicas soviéticas. Pero al hacerlo se encuentra, y se encontrará cada vez más, con la disputa feroz de esas pequeñas naciones por parte de las distintas potencias imperialistas.
La restauración capitalista es una involución histórica contrarrevolucionaria de naciones que ya habían resuelto, con la revolución proletaria, la independencia nacional y la cuestión de la tierra. Con la restauración capitalista y los golpes de la nueva crisis y crac, si la revolución proletaria y la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias no lo impiden, estas enormes conquistas terminarán de perderse definitiva e históricamente. Es que el mundo ya ha sido conquistado, decía Lenin, y solamente se puede reconquistar con guerras.
Desde la FLT creemos que el proletariado internacional, para definir los nuevos fenómenos, debe sustentarse en el método del marxismo, el materialismo histórico y dialéctico. Por ello afirmamos que el proletariado chino, junto con los obreros de color, han sido la mano de obra esclava por excelencia utilizada por el capitalismo en el siglo XIX para poner sobre sus hombros los peores trabajos del surgimiento del capitalismo. Fue el proletariado chino el que construyó los diques, las represas, los ferrocarriles, los canales interoceánicos, toda la infraestructura en Estados Unidos, mientras a los obreros de color, el capitalismo les deparaba los peores trabajos de la cosecha de la tierra en gran escala.
Ese proletariado chino no tiene por delante el destino del proletariado cooptado por las potencias imperialistas, como el de Estados Unidos, Inglaterra, Francia o Alemania, sino que, como lo demuestran los duros y testarudos hechos, ya sufre el destino de haber sido, nuevamente, en la época de decadencia y putrefacción del capitalismo, la mano de obra esclava que le dio una sobrevida al putrefacto sistema capitalista mundial, luego de su crisis de 2001, aportando más de 800 millones de esclavos a la rapiña de las trasnacionales y el capital financiero.
Los nuevos mandarines chinos no van a  mantener la conquista de la independencia nacional ni la reforma agraria, sino que, como socios menores de las distintas potencias imperialistas, van a reimponer en la tierra china el latifundio, el monopolio, una nueva oligarquía parasitaria y la HAMBRUNA GENERALIZADA, como antes de la revolución de 1949. Esos asesinos del PC chino van terminar de hundir y  profundizarán la restauración capitalista, imbricados hasta los tuétanos con el capital financiero internacional como están, liquidando históricamente todas las tareas de liberación nacional que conquistó la revolución obrera y campesina en China en la revolución de 1949.
Los trotskistas seguimos afirmando que la “gran Rusia” debe mirarse en el espejo de la “gran Serbia”, utilizada primero por las potencias imperialistas para masacrar a las naciones que la “gran Serbia”, en la ex Yugoslavia oprimía y que, luego, fuera demolida a bombazos por la OTAN. Es que la naciente burguesía rusa salida de las entrañas del stalinismo no nació como una burguesía independiente, nació aliada y como socia menor del City Bank y la Banca Morgan, bajo la dirección de Reagan y la Thatcher, de la mano de Yeltsin y ahora, de la mano de Putin, siguen como socios menores, prendidos a los faldones del capital financiero franco-alemán
Los millones de rublos que se terminaron de robar esos viejos burócratas devenidos en nuevos burgueses en la crisis del 98, están todos depositados en la banca inglesa y en Wall Street. Inclusive, hoy, muchos de estos nuevos ricos rusos lloran porque habían depositado sus millones robados en Islandia en donde los bancos quebraron.
Ya no hay lugar para burguesías independientes, que pugnen por ser “imperialistas”.
La única clase que en China y Rusia puede impedir el retroceso de la civilización, recuperar la tierra y la independencia nacional, es el proletariado ruso y chino aliado al proletariado europeo, asiático e internacional, luchando por restaurar la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias.
El imperialismo es reacción en toda la línea y todo lo demás puede ser un peligroso kautkismo del siglo XXI. Este teórico reformista de la socialdemocracia imaginaba que existía un  “súper imperialismo que hacen avanzar a toda la sociedad y a todos los pueblos del mundo, eliminando las guerras”. Rara potencia imperialista seria Rusia que sin guerras ínter imperialistas, sin que ninguno de sus monopolios controle ramas enteras de la producción de la economía mundial, pueda progresar, en un mundo ya repartido y que se repartirá aun mas, a ser una nueva potencia imperialista rompiendo las leyes del carácter del imperialismo en esta época. Y sobre esto la crisis y el crack volverán a dar su veredicto, a favor de Lenin y no de Kautsky, a favor del marxismo revolucionario y no del reformismo.
Esta época de crisis, guerras y revoluciones se manifiesta en toda su crudeza y crueldad. Sólo el triunfo de la revolución socialista como tarea inmediata y presente de las masas podrá impedirlo.

Junto al chantaje a las masas y la imposición de planes de hambre y miseria, pactos contrarrevolucionarios provisorios de las burguesías nativas y el imperialismo para imponer la paz de los cementerios e impedir la irrupción del proletariado

En el primer lustro del siglo XXI, el proletariado de América Latina protagonizó enormes combates y así,  junto a la clase obrera de Medio Oriente, conquistaron las primeras revoluciones que marcaron el inicio del siglo XXI, como la palestina, la de Ecuador, la de Argentina y la boliviana. Sobre ellas se concentraron todas las fuerzas contrarrevolucionarias del enemigo de clase y también toda la pérfida política de colaboración de clases de las direcciones traidoras que las estrangularon, desviaron y/o expropiaron. Allí, funcionaron a pleno los pactos contrarrevolucionarios de las burguesías bolivarianas o islámicas, avalados por las distintas potencias imperialistas y sostenidos por izquierda por los deshechos del stalinismo y los renegados del trotskismo.
Así, en la mesa de negociaciones de la OEA, el TIAR y el UNASUR, en aras de los negocios que daba el alto precio del petróleo, el “antiimperialista” Chávez, abrazado al fascista Uribe, -con la bendición de la burocracia castrista restauracionista- entregaba y llamaba a desarmarse a la resistencia colombiana. La dirección pequeño burguesa de las FARC prefirió entregarse ella misma en esos pactos de paz y sometimiento a la política de colaboración de clases, que enfrentarlos abiertamente. La resistencia quedó diezmada, desorganizada desde adentro por la burocracia castrista restauracionista y el chavismo y, desde afuera, por la masacre de los parapoliciales y el ejército fascista de Uribe.
En Bolivia, con el putsch fascista contrarrevolucionario y los ataques del gobierno de frente popular de Morales al corazón del proletariado, los mineros; en reuniones secretas de la OEA y el UNASUR, respaldadas por  Bush y Sarkozy, se estableció un pacto contrarrevolucionario -legitimado por el parlamento burgués boliviano que actuó como una escribanía de la conspiración de las trasnacionales- de imposición de una constitución común (de la cual, en reuniones secretas a espaldas del pueblo, se trabajaron mas de 104 artículos) que estabiliza, transitoriamente, al estado burgués contra las masas, entre las fuerzas fascistas de la Media Luna -que han golpeado física y duramente al proletariado, al campesinado y a todas sus organizaciones-, las fuerzas armadas banzeristas y el gobierno de frente popular de Morales -que controla a las masas con puño de hierro y estatizando las organizaciones obreras en el Altiplano-.
Se prepara así el fraude de una constitución que no le dará la tierra al campesino, ni el pan a los obreros y que, por supuesto, dejará en mano de las petroleras imperialistas yanquis y europeas el negocio de los hidrocarburos. El cinismo y la ignominia de este pacto contrarrevolucionario hoy llegan al extremo de legitimar el garrote de los fascistas que sigue controlando la mitad de Bolivia.
Estos pactos contrarrevolucionarios contra el proletariado de América Latina son los mismos que en Medio Oriente, luego de la derrota del ejército sionista en su invasión al Líbano en 2006 -cuando la burguesía nacional de Hezbollah cerró el camino a la unidad de las masas del Líbano y palestinas-, sometieron al pueblo palestino y a su heroico combate. Hoy, mientras la dirección burguesa de Hezbollah pacta con el gobierno reaccionario de Siniora la realización de los buenos negocios de la reconstrucción del Líbano, las masas palestinas continúan esclavizadas bajo los muros del oprobio, controladas y divididas por Hamas y Al Fath, verdaderos guardia cárceles del pueblo palestino.
La heroica resistencia iraquí ha sido cercada por el pacto infame entre las burguesías saudita, iraní, siria y la embajada norteamericana para sostener y darle estabilidad al régimen del protectorado yanqui mientras Estados Unidos recupera su comando central y se prepara para nuevas aventuras contrarrevolucionarias en el planeta y para aislar a esa heroica resistencia que, junto a la lucha de la clase obrera norteamericana contra la guerra, empantanó, en las arenas del desierto, al ejército más poderoso del planeta. Estos pactos contrarrevolucionarios para Irak incluyen los bombazos a Siria para que ni se le ocurra intervenir a cuenta del imperialismo francés en el territorio conquistado por Estados Unidos pero, sobre todo, incluye la enorme cantidad de dinero con la cual las tropas invasoras yanquis compraron a toda la burguesía sunnita para que entregue desde adentro a lo mejor de la resistencia contra el invasor y la desarme.
Con estos pactos contrarrevolucionarios garantizados por el sometimiento de la clase obrera a las distintas burguesías y a los “imperialismos democráticos”, se sueldan las cadenas que impiden que los proletariados de Medio Oriente y América Latina, que son los que más han combatido en el primer lustro del siglo XXI, hoy no puedan jugar el rol de vanguardia que se necesitaría en la imprescindible contraofensiva de masas que esta planteada.
Ha actuado en estos pactos la pérfida política del frente popular que ya impusiera el menchevismo en el siglo XX intentando atar la suerte del proletariado ruso y sus soviets de febrero a la del gobierno imperialista de Kerensky. Ha actuado esa pérfida política de colaboración de clases y de sometimiento del proletariado a la burguesía “democrática” o “antiimperialista”, con la cual el stalinismo ató al proletariado en revolución a la burguesía, provocándole las más grandes derrotas que sufriera en todo el siglo XX, como la de la guerra civil española, la de la revolución francesa de 1936 y la de cuanta revolución se desarrollara en la segunda post guerra.
Esta pérfida política de sostenimiento por parte del proletariado del gobierno de frente popular somete al proletariado a la burguesía, imposibilita que el proletariado sea el caudillo del resto de las clases explotadas de la sociedad, hecha agua al fuego de la revolución, para que luego vengan el fascismo y la contrarrevolución y aplasten al proletariado revolucionario.
El control de estos pactos sobre lo mejor del proletariado internacional es aún precario. Ya vimos a los obreros martirizados de Gaza, en Palestina, romper el muro de la esclavitud del estado sionista y buscar el auxilio y la solidaridad de clase de sus hermanos de Egipto. Pero luego, esos mismos muros fueron nuevamente levantados por la burguesía de Hamas, que como la de Al Fath, cerró un acuerdo para actuar ella también como guardia cárcel de su propio pueblo a cuenta del sionismo.
El proletariado boliviano sometido por el frente popular, atacada su ala izquierda, a sangre y fuego, por el gobierno de Morales -como sucediera con los mineros asesinados por el ejercito-, ha quedado bajo los garrotes, las botas y las pistolas de los fascistas y la casta de oficiales del ejercito banzerista, en la mitad del territorio boliviano. La dirección traidora y colaboracionista de la COB ha sido el factor fundamental que explica esta catástrofe del proletariado boliviano.
Está por verse aún si el pacto propugnado por toda la burguesía internacional y los estado mayores de la Totalfina y la British Petroleum -que se han repartido los negocios de los hidrocarburos de Bolivia- puede asentarse definitivamente y sacar de escena, para todo un periodo histórico, a la revolución boliviana.
En Colombia, el pacto contrarrevolucionario, al debilitar a un grado extremo a la dirección pequeño burguesa de las FARC -controlada férreamente por la burocracia castrista restauracionista- desorganizó inclusive a los diques que contenían a la resistencia. Se ha debilitado el control de esta organización sobre las masas obreras y campesinas y lo que estamos presenciando estos días es una fenomenal irrupción del movimiento campesino, que emerge luchando por la tierra, y del movimiento obrero colombiano, mil y una vez martirizado, que irrumpe en lucha política enfrentando al gobierno de Uribe, en lucha por su salario y contra la carestía de la vida.
Ya vimos también, a principios de este año, en Irak, a la resistencia escaparse al control de la burguesía chiíta iraní de Al Sadr y pegarle una brutal paliza a las tropas invasoras anglo-yanquis; aunque luego fueron nuevamente constreñidas y disciplinadas por esta burguesía islámica cínica asociada en los negocios junto al gobierno del protectorado yanqui.
Es que la estabilidad de estos pactos dependerá, en última instancia, de cuánto tarde el proletariado de los países imperialistas para entrar en escena, en maniobras de combates revolucionarios. Y, a no dudarlo, que será el proletariado de los países imperialistas el que tendrá la tarea de romper las cadenas que atan a lo más combativo del proletariado internacional, el de Medio Oriente y América Latina.
De no hacerlo, el proletariado internacional y en particular el del continente americano, lo pagara caro. Es que, la burocracia castrista ya ha dado pasos decisivos a la restauración capitalista en Cuba, liquidando, con múltiples medidas, la economía de transición del estado obrero, hoy en abierta descomposición.
Para pasarse directamente al bando de la burguesía, la burocracia castrista necesita sacarse de encima el peso de la revolución latinoamericana, puesto que el estado obrero cubano es subproducto del combate de décadas del proletariado del continente.
En manos de la burocracia restauracionista, sostenida por todas las direcciones traidoras del continente americano, inclusive de los renegados del trotskismo que la adulan, se está cocinando un nuevo pacto contrarrevolucionario que, de imponerse, significará una dura derrota a la lucha antiimperialista de las masas del continente.
La burocracia castrista restauracionista espera con los brazos abiertos a que Obama le levante el embargo para, junto a Francia y España -con las que ya esta asociada en múltiples empresas que invierten en la isla-, terminar pasándose abiertamente al campo de la restauración. De esta manera, le entregaría al imperialismo no sólo obreros esclavos a 18 dólares mensuales, sino y sobretodo, un enorme triunfo político contra la clase obrera del continente americano que, sin dudas, será el punto de apoyo de la nueva contraofensiva imperialista sobre el planeta para recuperar el control y el dominio pleno del mismo.
Por ahora entonces, por la crisis de dirección del proletariado, por la sobreabundancia de direcciones traidoras, lo que avanza a mayor velocidad son las tendencias a la recesión, al crac y al aumento de las penurias inauditas de las masas.
Con estos pactos contrarrevolucionarios, las potencias imperialistas ganan tiempo para salir de su crisis y su debacle y tirársela a las masas, tratando de impedir a cada paso que estas  irrumpan por las brechas abiertas en un nuevo ascenso revolucionario como en el 68-74. Para esta tarea sí se unen, mientras se disputan a dentelladas las zonas de influencia, en un verdadero “sálvese quien pueda” en el cual cada potencia imperialista sale socorrer a su propio capital financiero en ruinas.
Con el chantaje a las masas el gran capital gana tiempo. Con estos pactos contrarrevolucionarios salvan su propiedad privada, la de los explotadores.
El grito de guerra del proletariado internacional debe ser ¡Abajo los pactos contrarrevolucionarios de las potencias imperialistas y las burguesías nativas que, con frentes populares y alianzas de colaboración de clases, someten al proletariado para estrangular su combate revolucionario mientras preparan las condiciones para el triunfo del fascismo y la contrarrevolución!
¡Abajo la burocracia castrista restauracionista y sus pactos contrarrevolucionarios que preparan la restauración capitalista! ¡Por la alianza de los obreros que ganan 18 dólares en Cuba con la clase obrera latinoamericana para sacarse de encima a la burocracia restauracionista y a la direcciones bolivarianas que estrangulan la lucha revolucionaria del proletariado del continente americano!
¡Por los Estados Unidos Socialista de Centro y Sud América!
¡Por el triunfo militar de la resistencia iraki y afgana! ¡Por una dirección proletaria de la guerra! ¡Por el derrocamiento de los regimenes de los protectorados de Afganistán y de Irak! ¡Por la destrucción del estado sionista fascista de Israel! ¡Por una Palestina libre, laica y democrática! ¡Por gobiernos provisionales obreros y campesinos de las masa armadas! ¡Por una federación de republicas obreras y campesinas de Medio Oriente!

Hay que preparar una contraofensiva de la clase obrera mundial: ¡Qué la crisis la paguen los que la provocaron, la oligarquía financiera mundial, los capitalistas y los banqueros!

Las tendencias recesivas en la economía mundial ya están aquí. Una carrera de velocidad ha comenzado y se desarrolla vertiginosamente entre la profundización de la crisis y el crac y la respuesta de las masas obreras del mundo entero.
Las demandas mínimas por el pan, por la tierra, por la independencia nacional, contra los despidos y la carestía de la vida, que son las demandas mínimas motoras que empujan a la clase obrera al combate ante el ataque del capital, ya no podrán ser resueltas sin grandes luchas revolucionarias que pongan en cuestión el problema del poder.
La clase obrera llega a esta situación y a esta crisis en un estado aún de inercia, resistiendo, con revueltas espontáneas, a la defensiva y sometida a la burguesía por sus direcciones justo en el momento en que las clases poseedoras están golpeadas y divididas por la crisis. El proletariado aún no ha podido pasar a una contraofensiva generalizada y dar golpes decisivos. Y lo que ha dado, ha sido a pesar y en contra de sus direcciones, que en todo el mundo se demuestran como los grandes sostenedores del sistema capitalista imperialista mundial en crisis, pagados por el gran capital. Es que en el período previo las direcciones reformistas y contrarrevolucionarias que las masas tienen a su frente deshicieron y desorganizaron todo lo que estas habían construido en sus combates.
El reformismo ya no podrá hacer pasar las limosnas del podrido sistema capitalista como conquistas, es más, todas las conquistas del proletariado internacional están en cuestión. Ha llegado la hora de un nuevo reagrupamiento internacional de la filas de la clase obrera.
Con las campanadas de la crisis del sistema capitalista imperialista mundial ha llegado la hora de la debacle del reformismo y de las direcciones que atan la suerte del proletariado a la burguesía, de la misma manera que ha llegado la hora de que el movimiento revolucionario internacionalista reagrupe sus fuerzas para devolverle al proletariado la dirección que se merece poniendo en pie un programa revolucionario para unir las filas obreras, para preparar una contraofensiva de masas que abra el camino al triunfo de la revolución proletaria internacional.
El despertar y la lucha antiimperialista del proletariado norteamericano contra la guerra y el gobierno de Bush, fueron puestos, por la AFL-CIO de Estados Unidos y la izquierda castrista y bolivariana de Estados Unidos y el continente americano, a los pies del Partido Demócrata. Y luego, este partido, aliado al republicano en el parlamento yanqui, fue el gran sostenedor del gobierno de Bush en crisis y el que impuso el salvataje de los superbancos de la oligarquía financiera mundial, con los fondos que pagarán los explotados, mientras sostenían con presupuestos millonarios las tropas genocidas en Irak y Afganistán.
Como ya vimos, con pactos contrarrevolucionarios en los cuales las direcciones traidoras lo han sometido a la burguesía, provisoriamente, el proletariado de América Latina y de Medio Oriente ha sido puesto a la defensiva y en resistencia. La tragedia del proletariado mundial es la de la dirección traidora que tiene a su frente que le ha impedido golpear a la burguesía internacional acosada por su propia crisis.
Con esta crisis mundial llega a su fin un ciclo corto de crecimiento de la economía mundial, como ya dijimos, basado en al esclavitud de la clase obrera mundial, en el saqueo del petróleo y las materias primas y el parasitismo del capital financiero. Las direcciones reformistas del proletariado le decían a éste que produjera primero, porque después el capitalismo iba a repartir. Una verdadera infamia de las direcciones traidoras del proletariado. Aquí está lo que reparten: despidos, miseria, hambruna, saqueo. Y ahora que la crisis está acá, esas mismas direcciones traidoras del proletariado le dicen a las masas que deben apoyar a la burguesía, a sus regimenes y estados para que no se caigan, cuando es, justamente, en el hundimiento de estos parásitos y de este sistema putrefacto en donde se encontrará la salvación del proletariado y los oprimidos de todo el mundo.
Amplias capas del proletariado venían siguiendo por detrás este ciclo de expansión, intentado recuperar lo que la crisis del ´97-2001 les había arrebatado, y cuando creían que podían hacerlo se encontraron ya con el telegrama de despido en la casa.
Es que así funciona este sistema capitalista putrefacto. Lo normal son las crisis, los ciclos cortos de expansión son la excepción. Por ello, ninguna de las conquistas que tiene el proletariado se podrán defender ni se podrán conseguir nuevas si no es con grandes luchas revolucionarias y con la toma del poder. Solamente luchando por la toma del poder todos los días podrá el proletariado arrancarle hasta la mas mínimas de sus conquistas a la burguesía y mantener las que aun posee.
Pero pese a tantas traiciones, como ya vimos, bajo formas de revueltas, atalonada en la última trinchera, se mantiene la resistencia de los explotados y comienzan a aparecer destellos revolucionarios de lucha política de masas.
Italia parece asomarse como uno de los eslabones más débiles del dominio imperialista en Europa. La patronal y el gobierno de Berlusconi, el 12 de septiembre, largaron un brutal ataque a la educación, con la llamada Ley Gelmini –Ministra de Educación- que, aprobada con un voto de confianza del parlamento, desmantela la escuela pública para beneficio de las escuelas privadas y confesionales. Se recortan 8.700 millones de euros para la educación y se despiden 130.000 docentes, dejando un solo maestro por grado. Y no bastaba con eso. Por decreto, se redujeron los salarios de los empleados públicos, muy por debajo de la inflación y se prepara un ataque a las jubilaciones, mientras se le da poder y autoridad a las cámaras patronales para vetar los convenios colectivos de trabajo.
La respuesta obrera no se hizo esperar. El 17 de octubre pasado, el sindicalismo de base impulsado por la bronca obrera, a pesar y en contra de las tres centrales sindicales, ganó las calles y puso al proletariado italiano a la vanguardia de la clase obrera europea. Centenares de miles de estudiantes ocupan colegios y facultades al grito de “¡No vamos apagar la crisis que ustedes provocaron!”.
El proletariado italiano irrumpe en lucha política de masas y ante este peligro el PDS, ex comunistas aggiornados y socialdemocratizados, impulsan una marcha para ponerse a la cabeza de la movilización que congrega centenares de miles de personas en Roma y toda Italia.
La clase obrera italiana ha despertado junto al movimiento estudiantil y se ha convertido, con la clase obrera de Bélgica, en la avanzada de la respuesta obrera al ataque de los capitalistas.
El proletariado belga, contra la anulación de la cláusula gatillo de ajuste de los salarios según la inflación, a pesar y en contra de las tres centrales sindicales, conquistó su primera huelga general en años.
La resistencia ha comenzado, la distingue la enorme espontaneidad que ella despliega en los países centrales, así como las revueltas que ya vimos en Egipto, Birmania y Palestina, etc., contra las hambrunas a fines de 2007 y principios de 2008. Espontaneidad que, sin dudas, es un millón de veces superior a todo lo que tienen planificado los aparatos reformistas y las direcciones traidoras que buscan atar la suerte de los explotados a la burguesía en bancarrota.
Estas revueltas, ante el recrudecimiento de la crisis económica mundial, se transforman en semiinsurrecciones espontáneas locales, en motines y revueltas como acontece hoy en Perú, donde Moquea se ha vuelto a insurreccionar, con los obreros y campesinos de esa región tomando nuevamente como rehenes a los generales a cargo de la represión del estado burgués. Estamos frente al “Moquehuazo 2”. Huelgas generales locales como en Cajabamba, preanuncian nuevos combates decisivos de clases en Perú. La clase obrera peruana ya responde: no hay tregua.
Esta fase de resistencia, de revueltas espontáneas de masas, de imposición por las bases obreras de lucha política de masas, con sus destellos, preanuncian y son jalones de una contraofensiva generalizada del proletariado internacional, que éste deberá continuar si quiere parar el ataque de los capitalistas y hacerles pagar a ellos la crisis.
Los revolucionarios internacionalistas llamamos al proletariado internacional y a todos los sectores explotados y oprimidos a no respetar ni acatar a ninguna dirección del proletariado que los obligue a pagar con sus despidos y reducción salarial la crisis que los patrones han provocado. Llamamos a las masas que entran en estado de revuelta a no detenerse, a extenderlas y profundizarlas.
Es que en esta resistencia, en estos destellos de ofensiva obrera, está el futuro del proletariado y de la humanidad toda ante la bancarrota del sistema capitalista y la de sus sostenedores, los agentes pagos del capital en el movimiento obrero.
Estos motines, huelgas generales, semiinsurrecciones locales, se desarrollan sin respetar, ni reparar en las direcciones traidoras del proletariado, en las canallas burocracias sindicales guardia cárceles del movimiento obrero.
Contra estas primeras respuestas al ataque de los capitalistas, se desarrollará y profundizará la política contrarrevolucionaria de las aristocracias y burocracias obreras y sus partidos, que intentan contener la irrupción del proletariado al grito de: “Aceptemos los despidos, la reducción salarial, sino todo empeorara”. Son los chantajistas a cuenta del gran capital y los explotadores.
El proletariado, en su combate contra el putrefacto sistema capitalista decadente, tendrá que saldar cuentas a su interior con todas las direcciones, ya sean sindicales o políticas, colaboracionistas con el gran capital.
Es que para salvarse y avanzar a combatir al sistema capitalista que ha lanzado una feroz guerra de clases contra él, el proletariado debe demoler los barrotes que le ponen por delante los carceleros del gran capital, las burocracias sindicales y de los partidos obreros reformistas traidores, que ya hace rato han atado su suerte y su bienestar a las migajas que caen de la superexplotación del proletariado internacional
Las condiciones objetivas para la revolución socialista ya están, no sólo mucho más que maduras, sino descomponiéndose a grados extremos. Sectores del proletariado y las masas explotadas ya han iniciado o sostienen, como en el caso de Afganistán e Irak, una durísima resistencia.
Las traiciones previas de las direcciones del proletariado han impedido, por ahora, una irrupción generalizada de los explotados a la altura del ataque del gran capital. Esas son las condiciones subjetivas de nuestra clase. Priman por ahora, entonces, estas condiciones objetivamente revolucionarias pero signadas en esta coyuntura por la reacción que impone el accionar de las direcciones traidoras que impiden una respuesta unificada de la clase obrera ante el ataque de los capitalistas.
Estas contradicciones abren un momento inestable de la lucha de clases. Las condiciones de la época, de crisis, guerras y revoluciones se han actualizado y ello significa que el proletariado mundial debe estar preparado para cambios bruscos de la situación. Países en los que parecía que “no pasaba nada”, de la noche a la mañana, entran en bancarrota. Clases obreras que sostenían una ofensiva buscando recuperar su nivel salarial, hoy, se encuentran bajo condiciones de despidos en masa.
Justamente, el carácter revolucionario de esta época, no significa que se podrá realizar la revolución en todos lados en el mismo momento, sino en sus profundas y bruscas oscilaciones, como las que se suceden en esta situación mundial. Oscilaciones que harán pasar de una situación de estabilidad a una directamente revolucionaria en la cual, al proletariado se le planteará el problema del poder, el del crac y la emergencia del fascismo.
Por ahora, la relativa inercia del proletariado le permite al gran capital ganar tiempo, preparar nuevas contraofensivas, procesar la crisis que sufre y comenzar a descargarla sobre las masas. Pero los batallones centrales del proletariado están intactos y sectores de ellos, en destellos revolucionarios, ya han comenzado la pelea. Así lo hemos visto en los países centrales y en magnificas jornadas revolucionarias que amenazan ya con que el Perú obrero y campesino retome y supere, en el próximo período, las grandes gestas revolucionarias del proletariado en Argentina, Bolivia, Ecuador, México y Chile a principios del siglo XXI.
Como ya dijimos, los batallones más importantes de la clase obrera en el mundo semi colonial se encuentran cercados por el accionar de las direcciones traidoras. Ante estas circunstancias, el proletariado de las potencias imperialistas tiene y tendrá la última palabra. Es que en esta crisis, si no reacciona a tiempo, los regímenes y gobiernos de las potencias imperialistas, le deparan la misma suerte que le impusieron al proletariado del mundo semicolonial.
La ofensiva de los explotados de América Latina, Asia y África del primer lustro del siglo XXI, por la traición de sus direcciones, no pudo empalmar con el proletariado de los países imperialistas. Esos combates, por ahora, cercados por pactos contrarrevolucionarios, tienen su solución en la irrupción del proletariado de las potencias imperialistas. Si este ultimo ingresa al combate en maniobras de revolución, no hay dudas de que el control sobre el proletariado de las semi colonias por parte de las burguesías nativas, de las “boliburguesías”, de las burguesías islámicas y todos sus sirvientes de izquierda en el mundo semicolonial, tendrá los días contados. Es que el proletariado de los países oprimidos verá que sus hermanos de clase de los países opresores tienen la fuerza para su liberación.
En el ´89, las revoluciones obreras triunfantes del siglo XX, sometidas a la ignominia del socialismo en un solo país, estallaban con brutales restauraciones capitalistas. Los estados obreros cercados y entregados desde adentro por la burocracia stalinista estallaban en luchas de masas impotentes, en revoluciones políticas tardías, aprovechadas por la restauración y la contrarrevolución para dar golpes decisivos que liquidaron esas enormes conquistas. Los obreros de Oriente miraban las góndolas repletas de mercaderías que consumían los obreros de occidente. Esta vez, no sólo han quedado mucho mas vacías las góndolas de oriente para millones de explotados de Rusia, de China y del este europeo, sino que quedarán vacías y sin compradores las góndolas de occidente.
Sin dudas, tras las huellas de las maniobras revolucionarias del proletariado de las potencias imperialistas que se avecinan, volverán al combate los proletariados chino, ruso, etc. De suceder esto -y no tenemos por qué apostar a que no sucederá- no sólo estará por delante la “reproducción automática de la crisis” o un inexorable camino a la guerra sino que, también, será un factor actuante la revolución proletaria. Empujar hacia allí es la tarea de todo el movimiento revolucionario internacional.
La última palabra no está dicha; no la tiene solamente el moribundo sistema capitalista, también la tiene el proletariado y quién la pronuncie primero, aún, está por verse.

Las condiciones para la victoria de una contraofensiva de masas contra el ataque del gran capital

La primera condición para preparar una contraofensiva de masas es ROMPER CON TODAS LAS DIRECCIONES QUE SOMETEN AL PROLETARIADO A LA BURGUESIA. Este sistema decadente se sobrevive no solo parasitando sino también escindiendo a la clase obrera, comprando a un sector minoritario de la misma, las aristocracias y burocracias obreras con sus partidos, para que actúen como verdaderos guardia cárceles del proletariado internacional.
En todos los países del mundo ha comenzado un proceso de suspensiones, despidos, ataques a la salud y la educación públicas. Mientras la carestía de la vida no da sosiego. La crisis en los países semicoloniales se expresará con nuevos defaults y el estallido de la balanza de pagos de las fraudulentas deudas externas, con las cuales el gran capital somete al mundo semicolonial, que acompañaran como el alma al cuerpo la fuga de divisas y repatriación de capitales de los monopolios y trasnacionales en crisis.
Al crac, la recesión y los despidos, el proletariado ya no los podrá enfrentar tan sólo con luchas sindicales puesto que cada ataque de los capitalistas concentra, en cada sector del movimiento obrero, todo el peso de la crisis internacional. Ya no se trata de defender tan sólo las condiciones de la fuerza de trabajo por rama de la industria o por oficio. La supervivencia de todas las profesiones del proletariado está en cuestión. Los obreros del mundo ya están sacando la conclusión de que para liberarse del flagelo de la crisis que ya está acá es necesaria una gran lucha, un gran combate de clases para responder a la guerra de clases que ha lanzado los explotadores.
La lucha contra la hambruna y la carestía de la vida, junto a la lucha contra el desempleo, ponen a la orden del día la necesidad de atacar de raíz la propiedad y las ganancias de los capitalistas.
A la clase obrera no le interesan las pérdidas de tal o cual capitalista en particular, ¡exigimos el control obrero de todas las ramas de producción y el fin del secreto comercial para demostrar, con los libros en la mano, las superganancias de los capitalistas! ¡Toda empresa que cierre o despida debe ser inmediatamente nacionalizada sin pago y puesta a funcionar bajo control o administración obrera directa!
¡La crisis la deben pagar ellos! ¡Todas las manos libres deben volcarse a producir con la suficiente disminución de las horas de trabajo necesarias para que no haya un solo despido, ni desocupado y con un salario igual a la canasta familiar! ¡Si este podrido sistema no puede siquiera darle de comer a sus esclavos, merece perecer!
Los estados capitalistas salvan a sus bancas y empresas en crisis con fondos públicos extraídos de la superexplotación al movimiento obrero y, en los países imperialistas, también del saqueo del mundo semicolonial.
La lucha mínima para defender la vivienda, parar la catástrofe y la recesión, es por la expropiación y estatización de la banca bajo control de los trabajadores, que permita darle crédito barato a los pequeños productores arruinados del campo y la ciudad.
Toda lucha inmediata contra la carestía de la vida y la desocupación se transforma, inevitablemente, en lucha política contra los gobiernos y regimenes imperialistas o semicoloniales que chantajean al proletariado para hacerle pagar su crisis, que se blindan y blindarán cada vez más. Puesto que si con el chantaje del crac y la crisis no es suficiente, vendrá el látigo del fascismo y la contrarrevolución.
Como lo han demostrado Italia y Bélgica, el proletariado ha entrado en lucha política de masas con la huelga general. Pero no cualquier huelga general o paro para conseguir tal o cual conquista, sino con la huelga general política para golpear y derrotar a los gobiernos y regimenes de los explotadores que lo atacan. Con estas huelgas generales políticas, como en Italia y Bélgica, el proletariado ya comprende que de lo que se trata es de una lucha política de masas para parar la guerra que le han declarado los explotadores.
Estas huelgas generales políticas han sido espontáneas. Prepararlas y organizarlas con el comité de huelga, el piquete y los comités de autodefensa, es una tarea central de los obreros concientes. El reformismo, en todos los países, se cuida muy bien de impulsar estas huelgas generales políticas porque si bien, en si mismas, no resuelven el problema del poder, pueden poner a la clase obrera a las puertas de la lucha por el mismo, desbaratando la ofensiva de los capitalistas y debilitando al extremo a sus gobierno y regimenes.
Las huelgas generales políticas, las revueltas y los motines por el pan, las semiinsurrecciones locales, el combate de barricadas, las tomas de fabricas, serán los métodos de lucha que deberá tomar el proletariado en cada momento y circunstancia para no retroceder y preparar una contraofensiva revolucionaria.
Los sindicatos, que en épocas de paz intentan sostener el valor de la fuerza de trabajo, en manos de las burocracias sindicales colaboracionistas, no lo pudieron hacer en el ciclo de expansión de la economía y ahora ante la crisis económica mundial que ha empezado, se tornan totalmente impotentes.
Las podridas burocracias y aristocracias obreras que han dejado por fuera de los sindicatos a los obreros que están en negro, contratados o temporales, a los inmigrantes -que componen la amplia mayoría de la clase obrera mundial en cada país-, no dudarán ni un segundo, como agentes del capital que son, en dejar desorganizados y como mendigos de limosnas a millones de desocupados y despedidos, que engrosarán el ejercito industrial de reserva, que ya se ha vuelto crónico.
La clase obrera no lo puede permitir. ¡Por comités de fábrica y comités de desocupados que coordinen su lucha y su acción bajo un programa que unifique las filas obreras para que la crisis la paguen los capitalistas! La crisis une en una sola todas las demandas de las distintas profesiones de la clase obrera dividida en los sindicatos por oficios o por ramas de la industria. La lucha contra los gobiernos y regimenes de los explotadores. La lucha por la escala móvil de salarios y horas de trabajo, contra la carestía de la vida y por la ruptura con el imperialismo impone como necesidad  la construcción de nuevos organismo para esa lucha política unificada de la clase obrera. Esos organismos tienen un nombre: son los soviets, los consejos obreros, que coordinados, centralizados y armados a nivel nacional son los órganos de la insurrección proletaria.
En el mundo semicolonial, para terminar con la hambruna, la tarea del momento es la ruptura con el imperialismo y los perversos bancos de inversión de la oligarquía financiera mundial y la expropiación de todos sus bienes, monopolios, bancos y tierras, que hoy mandan a la ruina al proletariado de los países centrales como lo hicieron siempre con la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo semicolonial. Así la lucha del proletariado de los países semicoloniales es la misma que la lucha del proletariado de las potencias imperialistas por la expropiación y nacionalización sin pago de los bancos de la oligarquía financiera mundial.
Sólo un programa revolucionario de ataque a la propiedad puede unificar las filas obreras en cada país y del proletariado internacional para preparar y organizar una contraofensiva de masas a nivel mundial. La lucha económica, así, bajo los golpes del crack, deviene en lucha política de masas. Los comités de fábrica y de desocupados deberán enfrentar a las fuerzas de represión, a la reacción fascista y sus bandas armadas, que surgirían como hongos después de la lluvia ante las primeras luchas decisivas que pongan en cuestión la propiedad de los explotadores.
El proletariado debe comprender que con el fascismo no se discute, se lo combate. Y que no será en alianza con las burguesías “democráticas” o con “frentes democráticos” que paralizan las fuerzas del proletariado y envalentonan al fascismo, como podrá derrotarlo.
Hoy, Bolivia es una gran lección para el proletariado internacional. La cobardía y la sumisión a la burguesía de la dirección de la COB, y de la izquierda bolivariana latinoamericana que ató al proletariado a la burguesía, fue lo que permitió que el fascismo se tomara la mitad del territorio boliviano y, a punta de pistola y a palazos limpios, masacrara a lo mejor de la clase obrera y el campesinado de Santa Cruz.
El frente único de las organizaciones obreras, en ruptura con todas las fracciones de la burguesía, es el camino para conquistar la milicia obrera que aplaste al fascismo y prepare así las condiciones para el triunfo de una revolución obrera y campesina victoriosa.
Esas son las lecciones de la revolución boliviana que tendrá que asimilar el proletariado internacional.
Las fuerzas de represión del estado burgués serán los primeros batallones que enfrentarán al proletariado en toda lucha decisiva. Así, los piquetes de huelga, la milicia obrera y los comités de autodefensa estarán a la orden del día en la preparación de cualquier contraofensiva seria del proletariado mundial. La burguesía desarrolla un claro instinto de clase cuando ve amenazada su propiedad. El proletariado, para defender lo único que posee, su salario, su empleo y su vida, debe desarrollar el suyo.
Para preparar esta contraofensiva y unir sus filas, el proletariado debe ser conciente de que todo el peso de sus fuerzas está en la unidad de sus filas a nivel internacional y que, para conquistarla, deberá romper con todas las direcciones que lo someten a la burguesía, que en su nombre firman pactos sociales regulacionistas e imploran las intervenciones de los ministros de trabajo, de los estados y gobiernos burgueses ¡Abajo las conciliaciones obligatorias, fuera las manos del estado de las organizaciones obreras!
El proletariado necesita sacarse de encima a las direcciones que lo someten a la burguesía y así garantizará conquistar la democracia obrera en sus filas, imprescindible para luchar. De esta manera, el proletariado podrá poner en pie sus organismos de autodeterminación para el combate y conquistar direcciones revolucionarias en los sindicatos. Podrá barrer a las burocracia sindicales que, por sobre las fronteras, en sus “Encuentros” y “Constituyentes sociales”, con sus farsas de “revoluciones bolivarianas” someten a la clase obrera a los frentes populares y dejan a sus organizaciones tan sólo como órganos de presión sobre los parlamentos y demás instituciones del estado burgués.
A la burguesía en su crisis, no se le mendiga. Son ellos o nosotros. Para conseguir la más mínima de las demandas estará planteado no solo romper con ellos, sino ponerles el pie en el pecho; o se arrodillan los explotadores, o se arrodillan los explotados.
La lucha por ¡Fuera toda injerencia del estado burgués en las organizaciones obreras! ¡Abajo la burocracia sindical! ¡Que todos los dirigentes obreros sean revocables por las bases, que ganen el salario de los obreros que representan y que finalizado su mandato, vuelvan a trabajar!, se pone a la orden del día. En manos de las burocracias sindicales, los sindicatos son un instrumento auxiliar de la burguesía contra el proletariado. Sólo una dirección revolucionaria en los sindicatos puede volver a transformarlos en herramientas al servicio de la revolución proletaria.
El programa frente a la crisis y para reagrupar las filas obreras para organizar una contraofensiva de masas, no es otro que el de la lucha por la revolución socialista.
Con revueltas espontáneas en países del Asia, ya los explotados demuestran que son capaces de amotinarse contra la hambruna y el saqueo. Con semiinsurrecciones como en Moquegua, Perú, se preanuncia la ruptura de la paz social entre las clases.
La huelga general política de Bélgica en defensa de la cláusula gatillo de aumento salarial demuestra que el proletariado puede pasar a la ofensiva. La acción de los comités de base italianos contra la burocracia de la CGIL pone a la orden del día que habrá que superar a la dirección actual del proletariado para entrar en combate contra la carestía de la vida y la miseria. Los estudiantes italianos, tomando por centenares de miles los colegios y facultades, han puesto la consigna central para la sublevación de los explotados: ¡“No vamos a pagar la crisis de ustedes!”
La heroica resistencia de las masas iraquíes y afganas contra las tropas de ocupación imperialista plantea que su triunfo sea tomado en sus manos por el proletariado de los países imperialistas. Es que esas guerras nacionales sólo pueden triunfar con el levantamiento del proletariado de los países centrales y con una dirección proletaria de la guerra nacional. Guerra nacional en la cual las burguesías nativas, por el contrario, trasforman a las masas en monedas de cambio de sus negocios con las potencias imperialistas.
La guerra nacional y la lucha por la independencia de las naciones oprimidas no tendrán solución con el proletariado sometido a la burguesía. Solo la clase obrera rompiendo con la burguesía y acaudillando al campesinado pobre y a las clases medias arruinadas de la ciudad, imponiendo su propio poder, podrá llevar hasta el final la lucha por la tierra y la independencia nacional, expropiando a la burguesía con el triunfo de la revolución proletaria.
El proletariado internacional tiene una cuenta pendiente con el heroico proletariado palestino, hoy encerrado en campos de concentración por el gendarme imperialista del estado sionista de Israel. Todo Medio Oriente debe ser la tumba de las tropas imperialistas y del estado sionista que es su portaviones en la región.
La fortaleza de la clase obrera está en la unidad de sus filas a nivel internacional. Las burguesías nacionales, bolivarianas o islámicas, ya han demostrado ser socias menores del imperialismo y que temen mas a la clase obrera movilizada y armada -que amenazaría su propiedad- que a cualquier agresión imperialista.

Al crac y al derrumbe de la oligarquía financiera internacional hay que enfrentarlos con el combate por la revolución socialista en Estados Unidos y en las demás potencias imperialistas y a nivel internacional

La clase obrera norteamericana tiene en sus manos la llave de la liberación del proletariado mundial. El hundimiento de su salario, la pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo, los golpes de la recesión, el hundimiento y la crisis de sectores de las clases medias, crean condiciones objetivas para nuevos saltos históricos del combate del proletariado norteamericano. Aunque, en lo inmediato, por crisis de su dirección, el crack y el estallido financiero e industrial han dejado inerme al proletariado. Pero esta situación es momentánea. Para que el proletariado norteamericano viva deberá encabezar el combate del proletariado mundial por la expropiación de los expropiadores para que sean ellos los que paguen la crisis, expropiando a los superbancos de la oligarquía financiera internacional que explota a toda la clase obrera mundial y oprime a las colonias y semicolonias. Encabezando este combate, será la vanguardia de la lucha de los explotados de los pueblos oprimidos por liberarse del yugo imperialista.
Es que la clase obrera norteamericana ya tuvo sus primeros fogueos de combate en la lucha contra la guerra y contra el asesino gobierno de Bush. Los inmigrantes protagonizaron enormes gestas de lucha. Pero sus filas permanecen aun divididas. Su unidad no vendrá de la mano de los canallas social patriotas de la AFL CIO y sus secuaces. La desocupación en el movimiento obrero negro y los inmigrantes se aproxima ya peligrosamente a un 8% mientras lo es de un 4% en la clase obrera blanca, sin contar a los millones que ya han dejado de buscar trabajo.
La crisis de los seguros de salud ha llevado a Estados Unidos al lugar 29 en el rankig de mortalidad infantil entre los distintos países del mundo. Queda demostrado, una vez más, que el dicho cínico del reformismo de que “cuanto peor mejor”, se da de bruces con la realidad.
Así, por responsabilidad de su dirección y sometido a la manipulación del partido de los demócratas imperialistas que le impone la izquierda norteamericana, el proletariado norteamericano ha quedado paralizado e inerme ante los despidos que se suceden día a día.
Las condiciones en Estados Unidos demuestran que en este momento recesivo la lucha económica de las masas solamente se puede expresar como lucha política por la nacionalización y la expropiación, sin pago y bajo control de las organizaciones obreras, de todos los bancos y súper bancos de la oligarquía financiera mundial. Por la expropiación de toda empresa que cierre o despida y la escala móvil de salarios y horas de trabajo, son demandas mínimas para abrir el camino de la revolución socialista en Estados Unidos.
La clase obrera norteamericana debe ponerse de pie. Para conseguir vivienda, seguro social, jubilación y un salario digno, las condiciones actuales la empujaran más y más a una lucha política de masas por el derrocamiento del régimen de los “republicratas” y del estado imperialista yanqui, el gendarme del mundo. La lucha por sus demandas más elementales y contra el capital financiero internacional debe coronarse con la lucha que ya ha iniciado la vanguardia de la clase obrera de los Estados Unidos: ¡Las tropas a casa! ¡Basta de guerra imperialista! ¡Por el triunfo militar de la resistencia iraki, afgana y de todo el combate de los pueblos oprimidos del mundo contra las potencias imperialistas! La condición para estar a la altura de la crisis y el ataque de los capitalistas será sacarse de encima a las direcciones traidoras que han entregado su combate y desprenderse de esa infame aristocracia obrera que vive de las migajas que le cede el capital financiero a costa del saqueo del mundo semicolonial.
La lucha por los Estados Unidos Socialistas de Norteamérica ha sido puesta ya, por el derrumbe y el crac del capital financiero, como moción inmediata para salvar al proletariado norteamericano y, con él, al proletariado mundial. El proletariado norteamericano, para estar a la altura de las circunstancias históricas, deberá poner en pie los comités obreros de fabrica, los comités de desocupados, que ya supo poner en pie en la crisis de los ´30. Deberá volver a poner a su frente a obreros combativos y revolucionarios como los de los IWW, mandando a la basura de la historia a los traidores de al AFL CIO.
Frente a las catástrofes como la de Nueva Orleáns, tendieron a unirse los obreros de color desalojados de sus viviendas con los inmigrantes latinos que iban a reconstruir, casi a cambio de nada, esa ciudad devastada.
En un acto realizado allí, un dirigente obrero negro saludo como representante de “los viejos esclavos de África traídos a Estados Unidos” a “los nuevos esclavos traídos de América Latina” para hacer los peores trabajos de la sociedad yanqui. La unidad de la clase obrera negra, latina y chicana será el fermento para que se termine de poner de pie el proletariado norteamericano. Los comités contra la guerra, los portuarios que paralizaron los puertos el 1º de mayo contra la guerra imperialista, serán llamados a ser la vanguardia de los combates que están en ciernes.
El combate de clases en Estados Unidos, como aterrorizadamente ya lo dice la prensa imperialista, no se resolverá pacíficamente. Es que en Estados Unidos todos están armados… y también lo está la clase obrera, se lamentan. No será sencilla la entrada a maniobras revolucionarias del proletariado norteamericano. Deberá combatir mil veces más ferozmente, como lo deberá hacer el proletariado europeo, que el heroico proletariado del mundo semicolonial para dejar en crisis y disgregar al régimen y el gobierno de la potencia imperialista dominante y sus competidoras europeas. Nada será fácil pero lo más difícil será morir de hambre y de rodillas bajo las condiciones de la esclavitud que ya le ha creado su propia burguesía imperialista.
Los reformistas, los sirvientes de la burguesía, se horrorizarán de lo que aquí decimos. Acostumbrados a convivir como comparsas rebeldes de los regimenes burgueses y a administrarles su crisis sobre la ruina del proletariado, se niegan y se negarán a impulsar estas tareas inmediatas del proletariado mundial.
El proletariado europeo sometido a pactos regulacionistas, al control de las burocracias obreras de todo color y pelaje ya muestra síntomas, ante los golpes de la crisis, de lo que será su emergencia revolucionaria, como lo fuera en el ascenso del 68-74. Pero deberá hacerlo bajo condiciones de extrema dificultad. Empujado por las penurias inauditas y las condiciones objetivas, ya se preanuncia como en Bélgica y en Italia, el camino que deberá recorrer.
Pero para ello, el proletariado europeo como el norteamericano, deberán levantar como la demanda más inmediata para que su lucha triunfe, la unidad con los millones de inmigrantes que realizan los peores trabajos y son súper explotados en las mismas potencias imperialistas que hoy, ante los primeros síntomas de la recesión, los expulsa tal cual esclavos que vuelven a sus naciones en ruinas. Es que en esta demanda esta su salvación. Su gran aliado será el heroico proletariado de las colonias y de las semi colonias, a los que debe acaudillar para su liberación definitiva.
La juventud italiana deberá retomar el grito de guerra de los jóvenes obreros, hijos de inmigrantes, de las cités francesas que, en 2006, se sublevaban al grito de “todas las noches haremos de París una Bagdad”.
La clase obrera de las potencias imperialistas deberá comprender que una clase obrera que ayuda a su propia burguesía imperialista a oprimir y expoliar a otros pueblos, jamás puede liberarse a sí misma y que para frenar el actual ataque que le han declarado deberá pelear, en primer lugar, por la liberación de todas las colonias y semi colonias oprimidas por su propia burguesía imperialista.
Durante más de 80 años el sistema capitalista imperialista mundial no dudó -ayudado por la burocracia estalinista que traicionó la revolución mundial dejando la conquista que significaban los estados obreros, constreñida a las fronteras de cada país- en arremeter, inclusive con guerras de ocupación, como lo hizo el nazismo en la II guerra mundial, para recuperar esos mercados que eran los ex estados obreros. Con el hundimiento de esas enormes conquistas en el ´89, con el pasaje abierto de la burocracia estalinista a devenir ella misma en nueva burguesía, el sistema capitalista imperialista consiguió un enorme triunfo histórico.
Pues bien, la debacle actual del sistema capitalista imperialista, pone como primera tarea para el proletariado mundial, para liberarse del yugo de la explotación, el triunfo de la revolución socialista en Estados Unidos, en las potencias imperialistas europeas y en Japón. Esta debe ser la bandera, el programa y el curso de acción del proletariado mundial.
La crisis actual le deparará a Rusia, China y demás ex estados obreros hoy devenidos en países capitalista transitorios, el destino de ser colonias y semicolonias. Ellos son ahora una parte de botín en disputa. La guerra nacional de Georgia, los escudos misilisticos como los de la OTAN en el este de Europa, la imbricación del petróleo y el gas ruso con las inversiones imperialistas franco-alemanas, como así también, la succión por parte del capital financiero internacional de las reservas de China -expresadas en bonos del Tesoro de Estado Unidos-, anticipan la debacle definitiva de esos estado y nuevas guerras de coloniaje y conquistas por parte de las potencias imperialistas. Así, la lucha en Estados Unidos y Europa por la revolución socialista es inseparable de la lucha y el combate por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en aquellos países en donde los traidores de la canalla estalinista los entregarán a la economía mundial imperialista.
En el ´89, con las fuerzas productivas de los estado obreros ya decadentes, sometidas por el stalinismo a la farsa del socialismo en un solo país durante décadas, y traicionado el proletariado en occidente por el mismo stalinismo y la socialdemocracia, el proletariado europeo vio caer esas enormes conquistas de la Europa Oriental que eran los estado obreros, a manos de las pandillas imperialistas con las que ya desde hacia rato estaba imbricada la burocracia restauracionista, no sólo de la Rusia de Gorbachov sino también de la China de Mao y Den Xiao Ping.
El proletariado de las potencias imperialistas, y en particular el europeo, no podrá esta vez salvarse sólo en el occidente de ese continente si no hace suya la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado en el oriente europeo. El grito que lanzaron meses atrás los obreros de la Dacia-Renault de Rumania que salían a la huelga bajo el lema de “queremos ganar como los obreros de la Renault de Francia” anticipaba la necesidad de unidad del proletariado del oriente y occidente europeo. Hoy, por no conquistarse esa unidad, son despedidos miles de obreros de la Renault Citroen en Paris.
La unidad del proletariado europeo es imprescindible para terminar con la oprobiosa monarquía española, cabecera del capital financiero español que oprime y esquilma a los pueblos de América Latina, con los carniceros imperialistas franceses, belgas y holandeses que junto a la Alemania de Merkel y del Bundesbank, han mandado a la ruina al continente africano y -asociada a los yanquis- avanzan hacia el Asia disputándose el mercado del Pacifico con el, por ahora, silencioso imperialismo japonés.
La unidad del proletariado europeo con sus hermanos de Checoslovaquia, Polonia, Hungría, etc. y las ex republicas soviéticas es imprescindible para terminar con las maquiladoras que el imperialismo europeo ha instalado en esos países, utilizando al proletariado del este para hundir el salario de los obreros en occidente. La lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa abarca desde la península ibérica hasta las estepas rusas y organiza y centraliza al proletariado europeo para los combates decisivos que tiene por delante.

La crisis del sistema capitalista mundial y la actualidad del combate por la restauración de la dictadura del proletariado

El martirizado proletariado chino no ha dicho aun su última palabra. Millones de campesinos despojados de la tierra irán a las ciudades. Las revueltas que venían sacudiendo al campo chino empalmaran con la desocupación y la crisis de los obreros industriales.
En el Pacifico, el proletariado chino, aliado al proletariado japonés tendrá la ultima palabra.
En el 89 la burguesía mundial se ufanaba de haber restaurado el capitalismo. Los marxistas revolucionarios supimos comprender que estos triunfos contrarrevolucionarios del capitalismo mundial no eran gracias al poderío de la economía mundial capitalista imperialistas, sino a la traición del stalinismo que encorsetó dentro de las fronteras nacionales la revolución proletaria y garantizo la derrota y la traición de cuanta revolución obrera hubo en occidente. Una marea reaccionaria embriagó a los charlatanes pseudo marxistas que vieron ya históricamente fuera de escena al proletariado como sujeto histórico de los cambios de la sociedad humana. Incluso, los esbirros del revisionismo y el populismo, hablaban de “la muerte del proletariado”.
Esta crisis y bancarrota del sistema capitalista mundial ya ha hecho añicos todas esas pseudo teorías de los modernos reformistas post 89.
La burguesía se ufanaba de sus triunfos pero los marxistas internacionalistas comprendíamos que esos golpes contrarrevolucionarios -que permitieron que el imperialismo norteamericano terminara de cerrar a su favor la II Guerra Mundial, no solo derrotando, como lo hizo, a las potencias imperialistas competidoras de Alemania y Japón, sino restaurando el capitalismo para recuperar esos nuevos mercados, como lo hizo en el 89- no eran definitivos históricamente.
Es que los marxistas internacionalistas sabemos que la burguesía tuvo cuatro siglos para alcanzar su dominio pleno del plantea. Con las cruzadas en los siglos XII, XIII y XIV y luego con la piratería de los siglos XV y XVI hizo su acumulación primitiva del capital conviviendo con la monarquía y el feudalismo. Después, vimos a esa nueva clase poseedora conquistar las ciudades burguesas, los “cantones” y perderlos luego de 40 o 50 años en el siglo XVI. La vimos intentar florecer montada en las guerras campesinas en Alemania durante décadas y, ante el temor al campesinado armado, también la vimos refugiarse en los faldones de los príncipes. Los vimos durantes siglos conspirando en las cortes feudales y perder también su poder. Cuatro, casi cinco siglos pasaron hasta que la burguesía deviniera como clase dominante en el planeta.
La burguesía, desde la revolución holandesa del siglo XVI hasta que llegara la magnifica revolución jacobina de 1789, tuvo 200 años de revoluciones y de restauraciones monárquicas y feudales. Y sin embargo, vemos a esta misma clase, hoy decadente, ufanarse de sus triunfos contrarrevolucionarios sobre una clase como el proletariado que, en apenas un siglo y medio, le expropió un tercio del planeta y le provocó mil y un cimbronazos a la ciudadela del poder.
La vimos anunciar en el ´89 que “la historia había acabado” y ahora vemos a esos mismos burgueses llorar como mojigatos diciendo: “la historia volvió”. Pero esta vez, el proletariado deberá volver con la guillotina de Robespierre, con el Ejército Rojo de la revolución rusa de Octubre del 1917 y, lo que es más importante, tras las huellas de las mejores tradiciones y legados de la III y IV Internacionales que demostraron cómo el proletariado puede hacerse del poder y organizarse a nivel mundial.
Nuestro combate por la restauración de la dictadura del proletariado se trata entonces de dejar asentadas las tareas históricas para el proletariado ruso, chino, del este de Europa, que sólo podrán ser cumplimentadas si las acaudilla y las hace suyas el proletariado de los países imperialistas, puesto que ellos tienen la llave de las fuerzas productivas más avanzadas, las que, por sí mismas, podrían ya resolver los problemas del hambre, la vestimenta y todos los males que azotan a la sociedad humana.
Contra todos los charlatanes y revisionistas, antimarxistas, parecería haber llegado la hora del socialismo al que masillaron y de cual renegaron, tal cual Judas, en miles de oportunidades.
Pero la tragedia que azota a las masas, la más grande de sus crisis, es que décadas de revisionismo y oportunismo han trasformado, por ahora, en una excepción al bolchevismo y al legado de la III y la IV Internacionales, sus continuadores

El proletariado latinoamericano, de Medio Oriente y del mundo semicolonial debe romper con la burguesía y las direcciones que lo someten a los frentes populares y las burguesas nativas

De la misma manera, la clase obrera de las colonias y semi colonias, debe comprender que su lucha por liberarse del yugo imperialista solamente podrá triunfar con la revolución en los países imperialistas. Su fuerzas y sus aliados no están en las burguesías nativas de sus países; su fuerza está en la unidad con el proletariado internacional y esencialmente de los países centrales, que tienen la llave para el triunfo definitivo de sus heroicos combates.
En las revueltas que, en 2007-2008, se sucedieron en el mundo semicolonial como en Birmania, Georgia, Pakistán, Egipto y hoy en estos focos de lucha política de masas que han comenzado en Bélgica y en Italia, viven entonces los destellos de una contraofensiva de masas en ciernes.
Estamos al fin de un ciclo corto de expansión capitalista, y la clase obrera no sólo no recuperará lo perdido en la crisis del 2001, sino que se hundirá aun más en la miseria y la esclavitud.
El primer lustro del siglo XXI dio grandiosas revoluciones en el mundo semicolonial, como en Indonesia, Palestina, Ecuador, Argentina y Bolivia, que no pudieron empalmar con el ascenso y la lucha del proletariado de los países imperialistas. Cuando intentó hacerlo con el movimiento revolucionario de los inmigrantes y contra la guerra en Estados Unidos y cuando lo había intentado antes en Francia, España e Inglaterra, con las movilizaciones contra la guerra y la invasión a Afganistán e Irak, ese enorme combate de masas del mundo semicolonial fue expropiado y puesto a los pies, por las direcciones del FSM, las burguesías nativas “bolivarianas” o islámicas. Y en las potencias imperialistas, esos embates fueron sometidos por las mismas direcciones a los “imperialismos democráticos” franceses y alemanes, o a los carniceros imperialistas del Partido Demócrata de Estados Unidos.
Fue un enorme combate de masas de la clase obrera del mundo semicolonial, desincronizado de los batallones pesados de la clase obrera mundial en las potencias imperialistas.
El proletariado del mundo semicolonial no puede seguir a su burguesía. Esta ultima, disfrazada ya sea de bolivariana, islámica o nacionalista, la somete y la someterá a las distintas potencias imperialistas que entran en disputas por las zonas de influencia, con las que hace sus negocios.
Ahí está, Chávez, llamando “camarada” a Sarkozy, el carnicero imperialista francés, al representante de los masacradores de Argelia y del África negra, de los que echan a los inmigrantes dopados a sus países; diciendo que este se “acerca al socialismo”, con sus ideas “interesantes” de refundación del capitalismo.
Chávez tuvo la desfachatez de decir que Sarkozy se estaba acercando al socialismo. Llama “camarada que se acerca al socialismo” al que, como ministro, masacró a la juventud obrera de las cités y hoy, como presidente, aplica los peores planes junto a sus “camaradas” Merkel, Brown, Berlusconi y el Rey Juan Carlos contra su propia clase obrera y los pueblos oprimidos.
¿Qué es lo que dijo Sarkozy, que impactó tanto a Chávez? Como anuncia la agencia AFP: “que si no se refunda el sistema capitalista habría una revolución a escala planetaria”. Chávez, como todas las burguesías bolivarianas o islamistas de Medio Oriente, están prestas para impedirlo.
Chávez, como la burguesía bolivariana de Morales, son socias menores de los negocios de la Totalfina francesa y demás empresas imperialistas de ese país que le disputan el “patio trasero” a Estados Unidos.
Chávez no sólo lo adula a Sarkozy por esa sociedad de negocios con la que saquean y oprimen a la clase obrera y las naciones de América Latina los carniceros imperialistas europeos. La “refundación del capitalismo” que pide la Francia imperialista es aquel en donde el mundo sea mas repartido entre los bandidos franceses, alemanes, japoneses y norteamericanos. Y esto le encaja como anillo al dedo a las burguesías bolivarianas, así como a los nuevos mandarines chinos. Todos ellos, hace rato, están vendiendole a las masas el verso de lo que llaman “socialismo de mercado”, una versión de la “refundación del capitalismo” de Sarkozy.
El socialismo de mercado ha demostrado no ser más que el sometimiento de la clase obrera a los patrones y explotadores en la producción, mientras se tiene que tragar el verso de la “distribución de la riqueza” en el circuito de intercambio de las mercancías, el mercado, al cual el obrero solo puede llegar con un salario de miseria y pagar con inflación la canasta familiar de subsistencia que ya ni siquiera puede consumir.
¿”Refundación del capitalismo”? ¿”Socialismo de mercado”? Charlatanería barata para mantener más de lo mismo: para que las burguesías nativas sigan haciendo jugosos negocios aprovechando las disputas ínter imperialistas y para sostener a los carniceros imperialistas franco-alemanes que hoy buscan disputarle las zonas de influencias a Estados Unidos.
La condición para que la clase obrera del mundo semicolonial avance a su liberación y a la de sus naciones oprimidas, es la de romper con la burguesía y con toda sumisión a los imperialismos “democráticos”, porque sólo la clase obrera en el poder, acaudillando a los campesinos pobres y a los sectores empobrecidos de las clases medias de la ciudad podrá resolver integra y efectivamente las tareas democráticas de independencia nacional y de la tierra irresueltas y, para hacerlo, deberá empezar por expropiar la propiedad de los explotadores, sean estos imperialistas o nacionales, demoliendo al estado burgués y conquistando la dictadura del proletariado.
Las barricadas del campo de batalla están claras, de un lado las potencias imperialistas, que con distintos ropajes y armaduras se disputan las zonas de influencia, las burguesías nacionales asociadas a ellas y sus sirvientes de las aristocracias y las burocracias obreras y, del otro lado, la clase obrera mundial y los que estamos por el triunfo la revolución socialista.
Todos los sectores de la clase obrera mundial han sido llevados a callejones sin salida y derrotas por las traiciones de las direcciones, es decir, de las aristocracias y las burocracias obreras, las capas altas acomodadas del proletariado mundial a las cuales esa súper oligarquía financiera mundial corrompe, compra y financia para que actúen como verdaderas carceleras de la clase obrera mundial.

Las tareas imperiosas del triunfo de la revolución política en Cuba para impedir “otro ´89” en el continente americano

Para detener los nuevos golpes del ataque que se avecinan y ya están aquí, el proletariado del continente americano, tendrá por delante una enorme tarea que es la de defender al primer estado obrero en el continente americano, hoy amenazado gravemente y al borde de la extinción por responsabilidad de la burocracia restauracionista cubana y de su política de estrangulamiento de la revolución latinoamericana e internacional.
El triunfo de la revolución política en Cuba como parte de la revolución de América Latina y de Estados Unidos es lo único que podrá impedir que el imperialismo se anote, en la contraofensiva que prepara, un primer y enorme triunfo contra la clase obrera del continente americano y de todo el mundo.
El actual proceso de restauración capitalista en Cuba se asienta en la expropiación, en la derrota y en el estrangulamiento de los procesos revolucionarios que la clase obrera del continente americano libró en el primer lustro del siglo XXI.
La burocracia restauracionista cubana prepara su reciclaje en nueva burguesía haciendo sociedades mixtas con las empresas imperialistas en ciertas ramas de la producción como el níquel, el petróleo, la hotelería y como lo intenta hacer ahora en la agricultura.
Esa infame burocracia es la que ya esta girando -como ayer lo hicieran Yeltsin y Gorbachov- los dólares que extrae de la expoliación de la clase obrera cubana, refugiándolos en las Bahamas, en cuentas comunes con las de los bandidos imperialistas.
Combatiendo a brazo partido por imponer la paz social en América Latina la burocracia castrista clama que ahora, Obama, le levante el embargo e inunde de mercancías a la isla. Ya ha permitido el libre acceso a los hoteles, ya ha llenado las vidrieras de electrodomésticos, celulares y computadoras que sólo esta burocracia, sus hijos y las capas acomodadas pueden consumir, creando así una base social para la restauración, mientras quedan afuera de ese consumo la amplia mayoría de obreros y campesinos que ganan 13 dólares mensuales y viven sujetos a miserables cartillas de racionamiento.
Con la imposición de un régimen restaurador, para la desgracia del proletariado internacional, el crimen del “socialismo en una sola isla” está llegando a su fin.
Hoy, la defensa del estado obrero cubano significa luchar por el triunfo de la revolución política en la isla y porque se vuelva a poner de pie, en maniobras revolucionarias, la clase obrera desde Alaska a Tierra del Fuego. Significa romper con el partido de los Obama en Estados Unidos y con el fraude de la “revolución bolivariana” en el continente americano.
Los golpes de la crisis acelerarán brutalmente el proceso restaurador de la burocracia castrista, de la misma forma que acelerarán el carácter servil al imperialismo de las burguesías nativas. Así, vemos hoy al parlamento de México votando de forma ignominiosa la entrega del petróleo mexicano a las trasnacionales.
¡Abajo el régimen restaurador del capitalismo! ¡Abajo los nuevos ricos de la burocracia castrista! ¡Abajo la desigualdad social y salarial! ¡Abajo las medallas, privilegios y condecoraciones! ¡Una sola moneda, una sola economía: renacionalización inmediata del níquel, el petróleo, el turismo y demás empresas mixtas, sin pago y bajo control obrero! ¡Reimposición del monopolio del comercio exterior y la propiedad nacionalizada en toda la isla y de una economía democráticamente planificada de los consejos armados de obreros, campesinos y soldados, sin burócratas ni entregadores de la revolución latinoamericana y mundial!
Hay que poner a la Cuba recuperada por los consejos obreros y campesinos como eslabón de la revolución latinoamericana y mundial.
La defensa de Cuba se encarna hoy en la lucha por derrotar la política internacional contrarrevolucionaria de la burocracia castrista ¡Hay que derrotar a los gobiernos y regímenes bolivarianos, expropiadores de la lucha revolucionaria y antiimperialista de las masas! Solo así, en la revolución latinoamericana y mundial, sin burócratas traidores, podrá salvarse y vivir el estado obrero cubano.

 

El látigo del capital ya ha unido y está uniendo, bajo las peores condiciones de inequidades como la hambruna, la miseria creciente y las perdidas de conquistas, a la clase obrera desde Rusia y China, pasando por Francia y Estados Unidos, al mundo de las masas explotadas y oprimidas de África, América Latina y Asia.
Grandes convulsiones de carácter histórico ya están aquí y se profundizarán. Al calor de ellas las masas explotadas del mundo podrán liberarse de su dirección actual que las ha llevado a una encerrona en la historia. Resolver la crisis de dirección del proletariado internacional es la tarea central de la época y del momento.
Para los acontecimientos que ya han comenzado, las masas necesitan una nueva dirección revolucionaria y un programa que los conduzca a la victoria, que no es otro que el que nos legara la IV Internacional de 1938, como continuidad del bolchevismo y la revolución de Octubre.

Hay que devolverle al proletariado la dirección que se merece. Por una dirección revolucionaria e internacionalista

El combate contra el ataque que ha desatado el sistema capitalista mundial sobre las masas explotadas del mundo, se choca con los límites que le imponen las direcciones que estas mismas masas se ven obligadas a soportar.
En las profundidades del proletariado ya comienza a tomarse conciencia de que para parar el cataclismo y la catástrofe que ya están aquí, se necesitan y necesitarán grandes combates de clases. Y también comienza a comprender que, con estas direcciones, agentes pagos del capital, no los podrá dar.
Grandes cimbronazos históricos son los que marcan y conmueven al proletariado para desembarazarse de los aparatos conservadores que controlan y asfixian su combate cotidiano.
En estas condiciones de crisis capitalista se desarrolla, entonces, como hemos insistido los trotskistas agrupados en la FLT, otra carrera de velocidad en el terreno subjetivo de las masas. Una carrera de velocidad para resolver la crisis de dirección, es decir, para devolverle a la clase obrera la que verdaderamente se merece para poder triunfar. Resolver esta segunda carrera de velocidad se torna decisivo.
La bancarrota y decadencia del sistema capitalista ya esta aquí, con ella también será desnudado y puesto ante los ojos de las masas el reformismo, que somete a los explotados a sus verdugos. Bajo estas condiciones, los reformistas tendrán que desenmascararse a cada paso como lo que son: sostenedores del régimen burgués y enemigos declarados de la revolución proletaria.
Nuevas y superiores aventuras contrarrevolucionarias, nuevos y mas descarados engaños a las masas estarán planteados en la situación que se está abriendo a nivel internacional.
La guerra de Georgia anticipa las nuevas guerras coloniales que lanzarán las potencias imperialistas para dirimir, a dentelladas, el reparto de las ex republicas soviéticas. A China lo que le depara este crac y crisis mundial no es un camino a devenir en súper potencia, sino a ser esquilmada y saqueada hasta la ultima gota de sus reservas por el imperialismo y, si el proletariado y las masas chinas no lo impiden, a ser invadida y repartida como ya lo hicieran las potencias imperialistas en el siglo XX, con el sanguinario imperialismo japonés a la cabeza.
La apuesta al triunfo de Obama en las próximas elecciones, en Estados Unidos, de toda la izquierda latinoamericana -sometida a las burguesías bolivarianas y bajo la conducción de la burocracia restauracionista cubana-, mientras viene de estrangular todos los procesos revolucionarios en América Latina, significa, a no dudarlo, darle un golpe de gracia a la lucha antiimperialista y revolucionaria de las masas del continente. Si no lo impide el proletariado americano y cubano, la burocracia castrista profundizará el camino a la restauración capitalista en el primer estado obrero latinoamericano, que ya ha iniciado siguiendo los pasos de Den Xio Ping, Gorbachov y demás lacras estalinistas, que le propinaran las mas grandes derrotas al proletariado internacional.
Si el proletariado y la revolución socialista no lo impiden, éstos serán tan solo los primeros pasos que dará el capital financiero internacional en crisis en su contraofensiva contrarrevolucionaria que ya está en ciernes.
El proletariado, en la situación actual, sólo podrá luchar para vivir y poder comer rompiendo con la burguesía, sobrepasando y derrotando a su dirección actual que la somete a ella. Este es el único camino para preparar una contraofensiva de masas que plantee que solamente se podrá mantener, o pelear por conquistar, hasta la más mínima de las demandas, abriendo el camino a la toma del poder, a la revolución socialista. Esta es la cruda verdad.
Contra todas las direcciones bolivarianas, neo estalinistas y nacionalistas burguesas que manipulan a las masas, y los renegados del trotskismo -que entregaron las limpias banderas de la IV Internacional a la colaboración de clases con la burguesía y se han preparado jugando el rol de sostenedores y legitimadores por izquierda del reformismo durante décadas- las condiciones objetivas ponen sobre el tapete, más que nunca, la necesidad de un reagrupamiento internacionalista de las filas obreras.
Desde hace cerca de 60 años, el pablismo y el revisionismo se adueñaron de nuestro partido mundial, la IV Internacional. Abrazados en occidente al stalinismo cuando se hundían los estados obreros y avanzaba la restauración capitalista en el ´89, lloraban y se lamentaban -y lo siguen haciendo aún de forma desvergonzada- del “atraso de las masas”, de la “crisis de su subjetividad”. Pero, fueron ellos los responsables de que no existiera la sección china, rusa, checoslovaca, etc. de la IV Internacional cuando vinieron esos acontecimientos.
Es que durante décadas estuvieron a los faldones del stalinismo y la socialdemocracia en occidente. Estuvieron en la vereda de enfrente de las masas que combatían al ejército rojo en Checoslovaquia, en Hungría y en Alemania del ´53. Renegaron de la lucha por “¡Fuera el ejército Rojo!” que masacraba a los obreros insurrectos que combatían por derrotar a los regímenes de la burocracia stalinista en el este. Renunciaron así, definitivamente, a la lucha por la revolución política.
Todos continuaron la tradición de sostener al stalinismo, actuando como los pablistas que, a la salida de la II Guerra Mundial, llamaron a disolver la IV Internacional y entrar a los PC. Todos se hicieron titoístas, castristas, maoístas, mientras en Europa, se colgaban a los faldones de la socialdemocracia, como en Francia y en la gloriosa revolución portuguesa.
Ya antes venían de probarse en la revolución boliviana del ´52 donde todos, absolutamente todos, dieron su apoyo crítico al gobierno burgués de Paz Estensoro y propugnaron la entrada de “ministros obreros” al gobierno burgués, colaborando así con el estrangulamiento de la heroica revolución boliviana de esos años.
Años de adaptaciones y capitulaciones, ya habían llevado a la IV Internacional a la degeneración completa cuando sobre su cabeza se caía el muro de Berlín, en el ´89. Ellos le echaron la culpa de sus propias capitulaciones y traiciones al legado teórico y programático de la IV Internacional.
Y así, a partir del ´89, devinieron en una nueva horneada de menchevismo, continuadores de la política de revolución por etapas, de apoyo a las burguesías y “generales progresistas” en el mundo semi colonial y a los “imperialismos democráticos” en Europa y Estados Unidos. Todos se constituyeron en el ala izquierda del FSM, de los nuevos “partidos anticapitalistas”, rompiendo abiertamente con el bolchevismo y el trotskismo.
Los renegados del trotskismo, con las actuales traiciones que les propinaron a las masas, han jugado el rol para el que se prepararon durante décadas. Ellos son los que legitimaron por izquierda el pérfido accionar de la política del frente popular y colaboración de clases en el continente americano.
Y luego de décadas de no dejar ni vestigios de la continuidad del programa marxista, puesto como jalón en el proletariado internacional por los fundadores de la IV Internacional del ´38, se pasaron abiertamente al campo del oportunismo.
Luego del ´89 se dedicaron a estallar en mil pedazos, siguiendo la suerte del “planeta mayor” que estallaba, que era el stalinismo, al que orbitaron tal cual satélites durante décadas, para culminar ingresando todos, abiertamente, al Foro Social Mundial, junto a burócratas castristas, coroneles reciclados, etc.
Legitimaron y apoyaron a los Chávez y a los Morales; algunas de sus variantes, entraron al gobierno archi imperialista de Lula, en Brasil. Organizaron congresos latinoamericanos, tal cual los que organizaba el stalinismo con Toledano en los ´30, como el ELAC, para sostener por izquierda y legitimar a las burocracias sindicales del continente. Crearon y construyeron verdaderos diques de contención para contener por izquierda los procesos de radicalización del proletariado latinoamericano.
En Europa construyeron “partidos anticapitalistas” amplios, renegando abiertamente de la lucha por la dictadura del proletariado.
Sostuvieron y apoyaron críticamente a las burguesías islámicas, a las cuales les inventaron un nuevo rol “revolucionario y antiimperialista”.
Manifestaron, a los cuatro vientos, envenenando la conciencia del proletariado, de que, primero el PSOE en España, y luego el Partido Demócrata de Obama en Estados Unidos, con sus triunfos electorales, “expresaban la lucha anticapitalista y antiimperialista de las masas”.
Le pusieron a Chávez en las manos el Programa de Transición para que pregonara su “socialismo del siglo XXI” y, desde Estados Unidos y América Latina, se convirtieron en los más grandes sostenedores de la burocracia castrista restauracionista.
Así llegan estos usurpadores de nuestro partido mundial, la IV Internacional, a este nuevo acontecimiento histórico: no habiendo dejado ni rastros de la continuidad del programa y la estrategia del bolchevismo, expresados en la fundación de la IV Internacional de 1938.
El imperialismo es la escisión del socialismo, al decir de Lenin. Y así, durante décadas de adaptaciones y capitulaciones, esos parásitos de Wall Street, a través de las burguesías nativas, de sus regímenes, gobiernos y burocracias sindicales, terminaron cooptando y subsumiendo, esta vez, a nuestro partido mundial, la IV Internacional.
Tres enormes triunfos contrarrevolucionarios consiguió el imperialismo desde 1914 hasta nuestros días: cooptar y degenerar a las tres internacionales revolucionarias que tenía el proletariado mundial para su combate. La II Internacional, terminó como social imperialista, apoyando a sus respectivas potencias imperialistas en la carnicería de la I Guerra Mundial. La III Internacional, cuya estrategia y objetivo era la toma del poder a nivel mundial, fue transformada por el stalinismo y su usurpación del estado obrero, en agente de la contrarrevolución mundial y en sostenedora del régimen imperialista mundial.
Con la crisis del stalinismo en el ´89, el sistema imperialista mundial, necesitaba legitimar su dominio y contener a las masas del mundo entero. Para esta tarea encontró terreno fértil en una IV Internacional ya deformada y degenerada hasta los tuétanos, tras miles de adaptaciones y degeneraciones.
Contra nuestros detractores de hoy podemos decir que “triunfaron”: no dejaron piedra sobre piedra del legado marxista y de la organización internacional del proletariado para el combate.
Se dedicaron, y no perdieron tiempo, durante 60 años para que no quede ni rastro de continuidad del bolchevismo y el marxismo revolucionario. Pero no lo lograron, porque en estas condiciones objetivas de la época de crisis, guerras y revoluciones que se agudizan, están las condiciones para que vuelva a florecer el bolchevismo y el internacionalismo en las filas del proletariado internacional. Sólo se necesita la voluntad y la convicción de los internacionalistas de reagrupar sus fuerzas.
Durante las últimas décadas el marxismo revolucionario internacionalista solo pudo resistir. Los triunfos del revisionismo y el oportunismo se basaron en enormes derrotas del proletariado internacional, no en su talento. Las leyes de la historia son más fuertes que cualquier aparato. Los renegados del trotskismo en el continente americano -donde jugaron todo su rol de ala izquierda del FSM que estranguló los procesos revolucionarios del inicio del siglo XXI- ya hace rato han sido usados como “limones exprimidos”, por los gobiernos y regímenes a los que sirvieron y sirven. Ya la clase obrera de esos países, no tienen ninguna ilusión de que con ellos podrán marchar a la lucha por el triunfo de la revolución socialista, tan solo los soportan.
Ante los acontecimientos que están por venir, ante el despertar y los combates del proletariado de las potencias imperialistas, está por verse aún si podrán manipular y engañar, como lo hicieron en el mundo semicolonial, a los aguerridos batallones del proletariado en esos países. Pero para ello, para jugar ese mismo rol, se preparan.
A diferencia de las derrotas impuestas en el ´89 con la restauración del capitalismo en los ex estados obreros, los golpes del crac y la decadencia del sistema capitalista, hoy ya no pueden crear las mismas condiciones que existían hace dos décadas atrás. El viento para estos enfermeros del capitalismo ya no viene de cola sino de frente.
Los límites del reformismo como los de la conciliación de clases se achican y se achicarán a grados extremos. De las entrañas del estallido de los renegados del trotskismo en el ´89 y de su fenomenal crisis, salimos distintos grupos y corrientes que combatimos contra sus capitulaciones y traiciones, y hemos iniciado el duro y tortuoso camino para reagrupar nuestras fuerzas.
Lo más importante es que hoy podemos mirar a los ojos del proletariado mundial porque somos nosotros, y no ellos, los que tenemos en nuestras manos las limpias banderas de los fundadores de la IV Internacional en el ´38, y su programa que es el que garantiza la victoria para el proletariado mundial.
El campo de batalla se llenará de nuevos escombros de la II, de la III y de esta nueva internacional contrarrevolucionaria que es el FSM, que no es más que la “V y ¼”, es decir, la suma decadente de la II y la III internacionales más un cuarto de renegados del trotskismo.
Hoy, como nunca antes, tiene absoluto vigor el apotegma de la IV Internacional de que “SE ACABO LA EPOCA DE LOS PROGRAMAS NACIONALES”. La hora del trotskismo no viene caída del cielo, se conquista en una fenomenal lucha de partidos para devolverle al proletariado la dirección que se merece.
Por eso la tarea del momento, que impulsamos desde la FLT, es el combate por un nuevo Kienthal y Zimmerwald, como el que en 1914 agrupo a los internacionalistas contra los sirvientes del imperialismo de la socialdemocracia, que mandaron al proletariado a la carnicería de la primera guerra mundial.
Un nuevo Kienthal y Zimmerwald, un nuevo reagrupamiento de internacionalistas como el que en 1938 fundara la IV Internacional, que nos legara su programa y su teoría continuadora del bolchevismo y la III Internacional, para preparar al proletariado internacional contra la guerra imperialista, derrocar a los traidores de la burocracia estalinista y recuperar a los estados obreros como bastiones de la revolución internacional.
Se acabó la época de los programas nacionales. La impotencia de los grupos socialistas nacionales, en los cuales devino la IV Internacional, ya lo ha dejado más que demostrado.
Sin ninguna duda, un centro internacional, aún imperfecto, es un millón de veces superior a un partido, como diría Lenin, de diez mil imbéciles sometidos a los regímenes y a las direcciones traidoras de cada país.
El programa internacional del proletariado no entra en el cuerpo de ningún partido socialista nacional, ni mucho menos, en el de una federación de grupos nacionales, que se juntan en reuniones internacionales diplomáticas, tan sólo para encubrir sus trapisondas en cada país.
Ya también, ha pasado a la historia y fracasado la estrategia de los nacional trotskistas, que se creían así mismos, “partidos madres” o “faros del mundo”, que decían que “tomando el poder en un país” iban a “refundar la IV Internacional”, como lo hacían la LIT y el MAS, a fines de los ´80 y principios de los ´90, en Argentina.
Como si fuera posible no ceder a los cantos de sirena del frente popular, al terror del fascismo y la contrarrevolución, y orientarse con un programa mínimamente revolucionario para el propio proletariado, sin tener en cuenta, ni partir de las condiciones internacionales, que son las que moldean, decisivamente, las condiciones de cada país y no viceversa.
Por eso, afirmamos que un centro internacional, aunque más no sea con un centralismo democrático imperfecto, es un millón de veces superior a cualquier centralismo democrático de partidos nacionales, que por más perfecto que sea, en los momentos decisivos, serán incapaces de orientarse en un sentido mínimamente revolucionario.
Es que los renegados del trotskismo, con sus “internacionales federadas” o sus “partidos madres” nacionales, no hicieron más que refractar, al interior de sus filas, las construcciones de la socialdemocracia unos, y del stalinismo, otros.
Así, planteaba Trotsky, en el ´28, en su combate contra el stalinismo en la III Internacional: “…o programa de la revolución socialista internacional o programa del socialismo en un solo país…” Y afirmaba: “…la hora de la desaparición de los programas nacionales ha sonado definitivamente el 4 de agosto de 1914. El partido revolucionario del proletariado no puede basarse más que en un programa internacional que corresponda al carácter de la época actual…Un programa comunista internacional no es ni mucho menos una suma de programas nacionales o una amalgama de sus características comunes. Debe tomar directamente como punto de partida el análisis de las condiciones y de las tendencias de la economía y del estado político del mundo, como un todo, con sus relaciones y sus contradicciones…En la época actual infinitamente mas que durante la precedente sólo debe y puede deducirse el sentido en que se dirige al proletariado desde el punto de vista nacional de la dirección seguida en el dominio internacional y no viceversa. En esto consiste la diferencia fundamental que separa en el punto de partida al internacionalismo comunista y a las diversas variedades del socialismo nacional…”
Ha llegado la hora, entonces, de un nuevo reagrupamiento de los revolucionarios internacionalistas, separados de la siniestra política de apoyo a la burguesía y a los frente populares, separados de los sirvientes de las burocracias y las aristocracias obreras ante cuyos pies, los renegados del trotskismo, esa nueva horneada de menchevismo que ha parido la historia, enlodaron las limpias banderas de la IV Internacional
Para ello, para poner en pie un centro internacional que defina las tareas internacionalistas del proletariado en todos los países del mundo, lo que equivale a definir su propio programa nacional, bajo sus características particulares, es que, desde la FLT, ya a principios de este año, hemos presentado una propuesta de 23 puntos principistas que definen, ante cada acontecimiento de la revolución y la contrarrevolución, quién es revolucionario y quién un vil sirviente de la burguesía.
La hora de poner en pie un centro internacional de combate del proletariado mundial por la revolución socialista ha llegado y se torna imprescindible. Con ese fin hacemos nuestra propuesta de 23 puntos programáticos, para impulsar este reagrupamiento internacional. En esa tarea están puestos todos nuestros esfuerzos.
La mas grande traición al proletariado de la socialdemocracia, el stalinismo, y de los rengados de la IV Internacional, fue haber destruido la conciencia internacionalista de la clase obrera mundial, al destruir sus más grandes conquistas como fueran la II, la III y la IV Internacional, poniéndolas a los pies de las burguesías, a las que se han adaptado y sirvieron.
Reconstituir la conciencia internacionalista, imprescindible para todo combate serio del proletariado hoy, equivale a poner en pie una organización internacional que centralice el combate mundial de los explotados.
Por ello, hoy afirmamos, que el programa, la teoría y el legado de la IV Internacional y el bolchevismo, pasaron la prueba y tienen  vigencia. Los que, por el contrario, no pasaron la prueba fueron los “trotskistas nacionales”, que se adaptaron a sus propias burguesías.
El internacionalismo proletariado no es una cuestión de idealismo o filantropía. Hay una política, una economía y una contrarrevolución, mundiales. De la misma manera que hay direcciones traidoras -bajo la supervisión del gran capital- que centralizan su política contra las masas en todo el mundo, en distintos lugares, pero al mismo tiempo. A ellas, las disciplinan las migajas de la superexplotación del proletariado mundial que les tira el capital financiero internacional.
Lo que el proletariado necesita es una política, una estrategia y un programa internacional, altamente centralizado, a la altura del ataque de los explotadores y de las direcciones traidoras del proletariado internacional.
Como nunca, el futuro de la clase obrera y la civilización humana está dado, como plantea el Programa de Transición de la IV Internacional, por la resolución de la crisis de su dirección: “…los parloteos en el sentido de que las condiciones históricas no han madurado todavía para el socialismo son producto de la ignorancia o del engaño conciente. Los requisitos previos objetivos para la revolución proletaria no solo han madurado, empiezan a pudrirse un poco, sin una revolución socialista y además en el periodo histórico inmediato, toda la civilización humana está amenazada por una catástrofe, todo depende ahora del proletariado, es decir principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria…”
En este agrupamiento que propugnamos desde la FLT no habrá lugar para los oportunistas ni arribistas. Ni tampoco habrá lugar para los que, como en estos últimos 60 años, usaron la IV Internacional para destruirla y ponerla a los pies de las direcciones traidoras, el stalinismo y la socialdemocracia.
Los test ácidos de los combates del proletariado internacional, permitirán definir quién es revolucionario y quién no, y de esta manera, nos identificaremos los internacionalistas en el combate.
La generación más vieja del movimiento trotskista ya se ha descompuesto por completo. Con nuestro llamamiento a una conferencia internacional de las fuerzas sanas del movimiento trotskista internacional y las organizaciones obreras revolucionarias, no pretendemos, bajo ningún punto de vista, convertirnos en asilo para revolucionarios inválidos, burócratas y arribistas decepcionados.
Por el contrario, en las filas de los que luchamos por un nuevo reagrupamiento revolucionario, sólo tendrán lugar los que decidan vivir para el movimiento, y no a expensas de él. Es que los obreros revolucionarios que combaten y resisten firmemente en el mundo, y los que están por hacerlo, serán los únicos dueños del movimiento revolucionario internacional regenerado.
Como dice nuestro Programa de Transición: “…Las organizaciones oportunistas, por su naturaleza misma centran principalmente su atención en las capas superiores de la clase obrera y por consiguiente ignoran tanto a la juventud como a la mujer trabajadora…” Y hoy, agregamos nosotros, a los esclavos del mundo semicolonial, a los obreros de color, a los obreros chinos y asiáticos, a los inmigrantes del mundo árabe, que son el corazón del proletariado de las potencias imperialistas.
Por eso, ante esta enorme tarea en la cual estamos empeñados, y de la cual nos consideramos tan sólo un núcleo que lucha por conquistar un nuevo reagrupamiento internacional revolucionario, volvemos a gritar: ¡Abajo  la burocracia y el arribismo! ¡Paso a la juventud y a la mujer trabajadora, paso a los obreros de color, paso al proletariado chino, paso a los obreros inmigrantes! Porque allí, encontrará el proletariado mundial las fuerzas inagotables para los combates que están por venir, y para poner en pie y refundar la Internacional por la revolución socialista mundial.

 

Declaración del IV Congreso de la FLT, integrada por: Comunist Workers Party (CWG) de Nueva Zelanda, Liga Trotskista Internacionalista (LTI) de Bolivia y Perú, Partido Obrero Internacionalista-Cuarta Internacioanl (POI–CI) de Chile, Fracción Trotskista (FT) de Brasil y Liga Obrera Internacionalista-Cuarta Internacional (LOI-CI) de Argentina.

 

(ir al índice)