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¡Hay que parar la masacre del régimen proimperialista de Bachar el Asad contra las masas revolucionarias en Siria! ¡Por el triunfo de las milicias revolucionarias de Bengasi y Misarrata en Libia!

¡Fuera el imperialismo del Norte de África y Medio Oriente!
¡La Revolución Obrera y Socialista que ha comenzado en el Norte de África y Medio Oriente debe triunfar!

La clase obrera y las masas empobrecidas del campo y la ciudad en todo el Norte de África y Medio Oriente están conmoviendo al mundo. Los ojos de la vanguardia del proletariado mundial están hoy puestos en las calles de Libia, Yemen, Siria, Egipto, Túnez, Bahrein, etc.
Las masas explotadas han abierto fenomenales revoluciones contra sus regímenes autocráticos, sostenidos abiertamente por toda la burguesía imperialista –que hoy quiere vestirse de “democrática”-,  ya que éstos le garantizaron durante años los negocios del petróleo. Estas revoluciones se han abierto en combate por el pan, el trabajo y por la independencia nacional. La lucha revolucionaria de los explotados enfrenta abiertamente los intereses y el dominio de los parásitos imperialistas que saquean y desangran la región. Son estos mismos parásitos imperialistas los que, acaparando la producción mundial de alimentos, han hecho subir los precios de los productos básicos a niveles inauditos llevando a la miseria y hambruna a los explotados. Son esto mismos monopolios los que saquean el petróleo de toda la región. Contra esto es que se rebelan las masas explotados en el Magreb y Medio Oriente: contra la carestía de la vida, la desocupación y la opresión y el saqueo imperialista.
En su revolución, las masas han puesto en pie las milicias revolucionarias como las de Bengasi en Libia, han hecho rodar las cabezas de Ben Alí y Mubarak en Túnez y Egipto, han resistido heroicamente las embestidas contrarrevolucionarias de los regímenes proimperialistas en Siria y Bahrein, y no dejan de intensificar su combate.
De esta forma, una cadena de revoluciones obreras y socialistas por el pan, el trabajo y la independencia nacional recorre todo el Norte de África y Medio Oriente. Allí es donde se juega el destino, en lo inmediato, del proletariado mundial.

La batalla actual de Siria es un capítulo decisivo en la lucha revolucionaria de las masas del Norte de África y Medio Oriente contra sus regímenes y el imperialismo.
El régimen sirio está descargando, en estos momentos, una brutal ofensiva contrarrevolucionaria sobre las masas insurrectas. Es que Siria es hoy un eslabón clave en la cadena de revoluciones que ha comenzado en todo el Norte de África y Medio Oriente.
Las masas sirias, empujadas por los golpes revolucionarios de los explotados de toda la región, iniciaron un levantamiento revolucionario por el pan y contra el régimen asesino de Bachar el Asad, sirviente absoluto del imperialismo, con protestas masivas y enfrentamientos en las calles contra las fuerzas del orden burgués. Estos combates han dejado más de 400 muertos.
El gobierno sirio fracasó en su intento de descomprimir la movilización de las masas con mínimas reformas cosméticas (como el cambio de gabinete y el fin a la ley de emergencia que decretó el presidente Bachar el Asad) y decidió intentar aplastar directamente la revolución. Después de haber aplicado una política de terror sobre la base del ejército que quiso pasarse al lado de las masas insurrectas, con los oficiales asesinando a más de 500 soldados que se negaban a reprimir a las masas, el régimen proimperialista sirio, con el ejército disciplinado, lanzó a las calles de Deraa, Damasco, Banias, Homes, etc., 3.000 soldados y decenas de  carros de combate con el objetivo de aplastar a sangre y fuego la revolución. Es que el régimen sirio aprendió del combate revolucionario de los explotados en Egipto, quienes, confraternizando con la base del ejército, amenazaron con dividirlo y destruir así el pilar fundamental del estado burgués. Aprendieron también la lección de Libia. Allí las masas insurrectas se armaron, destruyeron al ejército en Bengasi y pusieron en pie la milicia obrera que hoy enfrenta decididamente al régimen asesino de Khadafy y ha establecido un doble poder armado en Libia. Esto es justamente lo que la burguesía imperialista, de la mano de sus gobiernos cipayos, quiere impedir que surja en Siria y todo el Norte de África y Medio Oriente: un doble poder armado de la clase obrera y las masas empobrecidas del campo y la ciudad. ¡La clase obrera y los explotados en Siria deben poner en pie milicias para enfrentar al ejército contrarrevolucionario de Bachar el Asad! ¡Hay que hacer como en Libia: dividir al ejército y ganarse a los soldados rasos para las filas de la revolución!

Es que Siria es un dispositivo contrarrevolucionario fundamental para el control, saqueo de las riquezas nacionales y explotación de la clase obrera por parte de los monopolios imperialistas en la región. La revolución es una amenaza para su existencia. De esto es muy consciente el imperialismo y el régimen sirio. Por lo tanto, no pueden permitir que avance la revolución, ni hacer concesiones “democráticas”, puesto que esto podría significar el estallido de ese dispositivo. Siria es el bastión central que sostiene al gobierno en el Líbano dirigido por la burguesía de Hezbollah, que impide que las masas palestinas se levanten contra el estado sionista de Israel y unifiquen su combate con las masas palestinas de Jordania, el Líbano y destruyan el muro de Rafah junto a sus hermanos de clase egipcios. Siria fue quien, pactando con los ayatolas iraníes, apoya y sostiene al gobierno del protectorado yanqui en Irak, cerrando sus fronteras para impedir el armamento generalizado de la resistencia antiimperialistas de las masas iraquíes.

Por esta razón, la revolución en Siria puede definir en gran medida la suerte de la cadena de revoluciones que se abrieron en toda la región.

El imperialismo, viendo amenazado su dominio en la región con los golpes de la revolución, ha desplegado toda su política para impedir que las masas triunfen en su combate. Así, con la ONU interviniendo militarmente en Libia bajo el manto de la “democracia y los derechos humanos”, los parásitos imperialistas quieren desarmar a las masas revolucionarias, imponerles la rendición y ponerlas a los pies de los gobiernos burgueses “democráticos transicionales” de generales y ministros pasados a última hora a la “oposición”, como el de Bengasi, el de Túnez o el de Egipto, que son lacayos absolutos del imperialismo. Mientras, al mismo tiempo, usa a Khadafy, al gobierno de Siria y al de Bahrein para bañar en sangre la heroica revolución de los explotados.
Estas dos políticas son las dos puntas de una misma soga con que el imperialismo quiere impedir que la fenomenal revolución obrera y socialista que ha comenzado avance en conquistar sus demandas, demoliendo a sus regímenes sirvientes, expropiando a los monopolios y conquistando el poder de la clase obrera y los explotados.

¡Chispa en Túnez… incendio en todo el Norte de África y Medio Oriente!

Pese al aislamiento y la traición que las direcciones reformistas de todo el planeta intentan imponerle a las masas insurrectas de Libia, Egipto, Túnez, Bahrein, Yemen, Siria, etc.; pese a las masacres como las perpetradas por  Khadafy en Trípoli y por El Asad en Siria –ambos lacayos del imperialismo-, pese al accionar de las burguesías “opositoras” que quieren adormecer a las masas con falsas promesas de “democracia” ; pese a la intervención imperialista en Libia… las energías revolucionarias de las masas están lejos de agotarse. ¡La revolución está más viva que nunca! ¡Vive en la milicia obrera  revolucionaria de Bengasi y de Misarrata en Libia, vive en la heroicidad revolucionaria de las masas sirias, bahreiníes, yemeníes, egipcias y tunecinas! ¡La clase obrera y los explotados de todo el Norte de África y Medio Oriente son la avanzada del proletariado mundial!

Desde que en enero pasado los explotados tunecinos se sublevaron contra el hambre, la desocupación, la miseria y la opresión que le imponía el régimen asesino y pro imperialista de Ben Alí, los combates revolucionarios no han cesado. Allí, en Túnez, la clase obrera derrotó primero a Ben Alí y luego a dos gobiernos burgueses “provisorios”. Las masas revolucionarias derrotaron a la policía en las calles, se autoorganizaron, asaltaron e incendiaron los edificios de las instituciones del estado burgués, y estuvieron a las puertas de la toma del poder. El asesino Ben Alí huyó, y hoy la burguesía intenta imponer un gobierno “democrático” de transición, sostenido por la burocracia de la ÚGTT, cuyo objetivo es desorganizar las filas de los explotados, expropiar la revolución, impedir que se unifiquen las filas del proletariado tunecino con sus hermanos de clase de Libia y Egipto, y así asegurar la continuidad del dominio imperialista en Túnez con la trampa de la “Asamblea Constituyente”, que no dará  ni el pan, ni el trabajo, ni la independencia nacional a los explotados. Sin embargo, la burguesía sabe que aún debe derrotar y destruir todo lo que el proletariado y las masas explotadas tunecinas construyeron con su combate: sus organismos de autodeterminación, sus métodos de lucha y su conciencia revolucionaria que se fortalece con el combate de sus hermanos libios, sirios, yemeníes, etc.

En Egipto, impulsados por el feroz combate de las masas tunecinas, la clase obrera y los explotados largaron una fenomenal lucha revolucionaria que obligó al genocida y sirviente del imperialismo Mubarak a renunciar el 12 de febrero pasado. Las masas por centenares de miles tomaron la Plaza Tahrir y los pozos petroleros, enfrentaron y derrotaron a la policía y a las bandas fascistas enviadas por Mubarak quedando a las puertas de la toma del poder. Este combate debilitó enormemente el dispositivo contrarrevolucionario imperialista que es Egipto junto al estado sionista-fascista de Israel, cuyo objetivo es controlar y masacrar a las masas palestinas.
Por eso, para salvar el conjunto de la propiedad burguesa imperialista, la oficialidad del ejército, ante la amenaza inminente de la partición de la base de los soldados que solidarizaba con los combatientes de La Plaza, se pasó de bando a última hora y, posando de “democrática” impulsó referéndums y una nueva Constitución. Esto lo logró gracias a la colaboración de las direcciones burguesas y pequeñoburguesas como El Baradei, la Hermandad Musulmana y el Movimiento 6 de Abril que llevaron a una política pacifista a las masas. Su objetivo: que la clase obrera, cuyos batallones centrales salieron a pelear contra la patronal por salarios y mejores condiciones de trabajo, abandonará su lucha por trabajo, pan e independencia, a cambio de “democracia y derecho a voto”, mientras la casta de oficiales, pilar esencial del estado burgués, permanece intacta para masacrar a las masas y asegurar la continuidad del dominio imperialista de Egipto y de toda la región.
Sin embargo, las masas, cuyas demandas motoras de la revolución no han sido satisfechas, preparan hoy nuevas jornadas revolucionarias. Esto ya lo preanunció la marcha en la Plaza Tahrir el pasado 8 de abril, donde se movilizaron miles de explotados al grito de “¡Abajo el régimen!”, enfrentando abiertamente la política de colaboración de clases impulsada por la burguesía y el imperialismo, y sostenido por las direcciones pequeñoburguesas como El Baradei, el Movimiento 6 de abril y la Hermandad Musulmana.
Estas movilizaciones plantean también la posbilidad de retomar una de las tareas inconclusas de la revolución, tanto en Egipto como en Túnez: partir al ejército, destruir la casta de oficiales asesina y poner en pie la milicia obrera y los comités de soldados.

En Libia Las masas revolucionarias son las que más lejos llegaron en su lucha. Éstas, como continuidad de los combates revolucionarios de Egipto y Túnez, con una cadena de insurrecciones por ciudad, desde el 16 de febrero de este año, derrotaron a la policía y dividieron al ejército. Armaron milicias obreras y tomaron control de la mitad de Libia, amenazando con llegar inclusive hasta Trípoli, la capital.
Ante esta situación, el imperialismo concentró sus fuerzas contrarrevolucionarias en Libia. Primero armó “por atrás”, desde Argelia y Siria, con mercenarios y pertrechos al ejército de Khadafy, quien aplastó sanguinariamente la insurrección en Trípoli, dejando a su paso miles de muertos.
De esta forma, las milicias eran masacradas por el ejército asesino de Khadafy en el frente, mientras en su retaguardia se montaron sectores de la burguesía “democrática” (formado por jefes de tribus y ministros y generales “arrepentidos”, que sostuvieron durante años al chacal Khadafy), para intentar controlar y desarmar a las masas para someterlas al imperialismo.
Los “demócratas” de último momento pusieron en pie un gobierno “provisional” en Bengasi, no votado por nadie, cuyo objetivo es desmoralizar las milicias, impedir su centralización, y avanzar en desarmarlas.
Ante esta situación, generales ingleses, franceses e italianos, luego de que la ONU interviniera militarmente en Libia con su “zona de exclusión aérea” se han instalado en Bengasi para recomponer la casta de oficiales del ejército de Libia que las masas hicieron estallar por los aires. Buscan recomponer así las bases del estado burgués que fueran destruidas por la insurrección y las milicias pactando con la burguesía “democrática”  y disciplinando a todas las fracciones burguesas. El imperialismo quiere posar frente las masas como el “salvador” ante los ataques de Khadafy, para luego desarmar la milicia revolucionaria. Es que el imperialismo no puede permitir una victoria de las tropas khadafistas, puesto que quedaría expuesto ante los ojos del proletariado mundial como cómplice de una de las más grandes masacres de la historia contra las masas.
El imperialismo usa el trabajo sucio del chacal Khadafy para que éste aplaste a las masas. Una vez que le haya sacado hasta la última gota, lo desechará y avanzará en reconstituir, en nombre de la “democracia”, un ejército tan o más contrarrevolucionario que el de Khadafy en Libia para poder, sin ningún intermediario, saquear el petróleo y someter directamente a Libia.
Por esta razón, el gobierno que vendrá si es que triunfa el plan imperialista, no será un gobierno más democrático, sino todo lo contrario, sobre la base de la masacre de las masas en Trípoli y el desarme de las milicias en Bengasi, una nueva casta de oficiales someterá a Libia al control y dominio directo de los generales imperialistas.
Hasta el día de hoy, sin embargo, no logran desarmar a las masas que siguen combatiendo y resistiendo heroicamente las embestidas contrarrevolucionarias del ejército de Khadafy. Las milicias revolucionarias, en una guerra de clases, casa a casa y ciudad por ciudad, han recuperado Misarrata, e inclusive han tomado control de un paso fronterizo con Túnez, cuestión que abre el camino para que se conquiste la unidad de los combatientes tunecinos y libios.
Las masas no deben depositar ninguna confianza en el gobierno “democrático” de Bengasi que intenta desmoralizarlas  y desarmarlas. Las milicias obreras y populares deben tomar el poder en sus manos para expropiar al imperialismo, la burguesía y conquistar el pan y la independencia nacional. Sólo la milicia aplastando a la reacción y a la contrarrevolución, podrá garantizar un gobierno de obreros, campesinos pobres y sectores populares que expropie al imperialismo y le dé el plan, el trabajo y la libertad a las masas explotadas.

Como parte de esta misma cadena de revoluciones, las masas de Yemen incrementan día a día su combate. Movilizaciones cada vez más masivas enfrentan abiertamente al régimen asesino y proimperialista. La clase obrera  y los explotados ya han dejado miles de mártires asesinados por las fuerzas de la reacción.
La burguesía, acorralada por la revolución, ha acordado junto al Consejo de Cooperación del Golfo, la renuncia del presidente Saleh en 30 días (garantizadas con un compromiso de inmunidad para él) y elecciones en 60 días.
Sin embargo, las masas revolucionarias no se  conforman con esta farsa. Siguen combatiendo al grito de “¡Abajo el régimen y todos sus partidos políticos!”. Es que los explotados yemeníes no se han sublevado por “democracia en general”, sino que se han levantado en lucha por el pan, contra la desocupación que supera el 35%, y los salarios de hambre en un Yemen que se ha convertido en un reservorio de mano de obra esclava para los monopolios petroleros que saquean la región.

En Bahrein, el imperialismo, mediante su títere el rey Al Jalifa, ha respondido al levantamiento revolucionario de las masas con una ofensiva contrarrevolucionaria directa. Ha lanzado a la flota saudí para bañar en sangre la revolución. Centenares de arrestos, decenas de desaparecidos y muertos han dejado las movilizaciones revolucionarias. Sin embargo, esto no ha hecho retroceder el combate del proletariado y los explotados, cuya fuerza reside en los combates de sus hermanos sirios, egipcios,  yemeníes, etc.

Cada eslabón de esta cadena revolucionaria que, desde el Norte de África y Medio Oriente, estremece al mundo, es una terrible amenaza para el dominio imperialista en la región, y enfrenta directamente a todos los dispositivos contrarrevolucionarios que tiene asentado el imperialismo en ese lugar.

La política de los estados mayores imperialistas para derrotar la cadena de revoluciones que han comenzado en el Norte de África y Medio Oriente

La cadena de revoluciones que recorre el Norte de África y Medio Oriente es una contundente respuesta de los explotados al ataque que la burguesía imperialista mundial intenta descargar sobre las espaldas del proletariado, para hacerle pagar a éste los costos de la crisis económica mundial.
Estas revoluciones enfrentan, de conjunto, a todos los dispositivos contrarrevolucionarios con que el imperialismo asienta su dominio y control en la región. Enfrenta al dispositivo de Egipto, que sostiene al estado sionista-fascista de Israel contra las masas palestinas, enfrenta al protectorado en Irak y Afganistán, y enfrenta al régimen sirio que, junto a la burguesía de Hezbollah del Líbano, cerca el combate de las masas palestinas. Las heroicas masas palestinas deben ponerse de pie y volver a ser la vanguardia de los explotados en Medio Oriente, junto a la heroica resistencia iraquí y afgana. ¡Abajo el oprobioso muro de Rafah! ¡Por la destrucción del estado sionista-fascista de Israel! ¡Abajo el gobierno del protectorado yanqui en Irak! ¡Por la derrota militar de las tropas imperialistas en Irak y Afganistán!

Los estados mayores imperialistas comprenden muy bien que estas revoluciones amenazan seriamente con hacer estallar por los aires todos sus dispositivos, en momentos en que, apremiados por la crisis mundial, necesitan redoblar la explotación,  el saqueo y la opresión sobre el mundo colonial y semicolonial.
El imperialismo necesita impedir que siga avanzando la revolución. No puede permitir que las masas conquisten nuevas victorias como la caída de Ben Alí y de Mubarak, y como la puesta en pie de milicias obreras revolucionarias en Libia.
Para derrotar la revolución, la  burguesía imperialista ha puesto a funcionar a todos sus agentes. Así, por ejemplo, en Túnez, Egipto y en Bengasi utiliza a sus agentes “democráticos” para desorganizar las filas de la clase obrera y desarmar a las masas, intentando que éstas cambien su combate por pan, trabajo e independencia nacional, a cambio de “democracia y derecho a voto”.
Por otro lado, como parte de la misma política que impulsa en toda la región, usa a sus agentes “fascistas”, como los regímenes de Bahrein y Siria, o Khadafy masacrando la insurrección en Trípoli, para aplastar y desmoralizar a las masas revolucionarias.
Es decir, el imperialismo busca adormecer a las masas con promesas de “democracia” por un lado y, por el otro, aterrorizarlas y aplastarlas con los cañones de los ejércitos reaccionarios de sus regímenes sirvientes. Sin embargo, la energía revolucionaria del proletariado está lejos de extinguirse. Cada día entran nuevos batallones obreros al combate y más grandiosa se hace la revolución.
Es que las masas en todo el Norte de África y Medio Oriente, como una sola clase luchando contra un mismo enemigo, se encuentran en un estado insurreccional que las ha llevado a obtener algunas primeras victorias.
Sin embargo, estas primeras victorias de la revolución no podrán permanecer en el tiempo si es que la clase obrera no toma el poder, expropiando al imperialismo, como una única revolución en toda la región. Tampoco podrá triunfar definitivamente el combate revolucionario si es que no cruza el Mediterráneo y penetra la Europa imperialista. Esto es justamente lo que quieren impedir todas las direcciones reformistas, que quieren dividir, país por país, la enorme revolución que se ha abierto.

 

¿Es una revolución democrática? ¡No Sire, es una grandiosa Revolución Obrera y Socialista la que ha comenzado!

Todas las direcciones agrupadas en el Foro Social Mundial declaran que lo que hay son revoluciones por la “democracia”, que son “pueblos atrasados”, donde la clase obrera “no existe”.
Sin embargo,  la realidad evidencia, día a día, que estas son revoluciones que tienen como corazón a la clase obrera, que son revoluciones por el pan, el trabajo y la independencia nacional. Son revoluciones que utilizan los métodos de la revolución proletaria para combatir a los regímenes burgueses: la milicia obrera, la huelga general, los comités de autodefensa, comités de fábricas, etc.
En Medio Oriente y el Norte de África son millones de obreros los que recorren toda la región  para trabajar, en las peores condiciones, en los pozos petroleros de los monopolios imperialistas. En Libia, Siria, Egipto, etc., hay enormes concentraciones de obreros petroleros, obreros textiles, agrícolas, etc. Son millones los obreros que construyen los pozos petroleros, que necesitan la misma cantidad de cemento que un edificio, y que construyen las lujosas ciudades de la burguesía como Dubai. En esos lugares los obreros de distintos países lucharon y sufrieron juntos sus penurias en los campos de concentración de las petroleras imperialistas. Ellos, como verdaderos obreros golondrinas son los que extienden la pólvora que se quema y estalla en todo Medio Oriente y el Norte de África, pólvora que los reformistas quieren apagar para impedir que la revolución del patio trasero de Europa se sincronice con el combate de los obreros franceses, ingleses, españoles, etc.
La izquierda reformista quiere hacerle creer al proletariado mundial que los que están muriendo en el campo de batalla en Trípoli, Damasco, Homes, Yemen, etc., no son obreros.
Y, si no son obreros los que armaron las milicias en Bengasi, los que protagonizan la huelga general en Siria, los que tomaron la Plaza Tahrir  y los pozos petroleros en Egipto, etc… ¿Quiénes son? ¿Burgueses? ¡No! No hay ningún burgués que esté muriendo en el campo de batalla. Toda la burguesía sostuvo durante años a esos regímenes asesinos y proimperialistas. Solo hay algunos sectores que se han pasado, aterrorizados por la fuerza de la revolución proletaria, a última hora al campo de la “democracia” para intentar conservar su poder. Así, la política de las direcciones reformistas está al servicio de sostener a los gobiernos “democráticos” y de frente popular, como el de Bengasi, Egipto y Túnez.

Mientras, el dirigente del Foro Social Mundial y la V Internacional Chávez, en nombre de toda la burguesía “bolivariana”, defiende desfachatada e incondicionalmente a Khadafy y al chacal Bachar el Asad. Es que los gobiernos bolivarianos de Chávez, Morales, Correa, etc., son los Khadafy y los Asad de América Latina: verdaderos sirvientes del imperialismo, hambreadores y represores de las masas.
Por otro lado, los demás  embusteros de la izquierda reformista dicen que no hay clase obrera ya que no hay “grandes sindicatos” que encabecen las movilizaciones. Ocultan que la clase obrera no tuvo la oportunidad de hacer sindicatos ni lucha económica por que vivía bajo el terror de la represión de estos gobiernos. Pero la clase obrera en el Norte de África y Medio Oriente tuvo que entrar directamente en lucha política por sus demandas, por que comprendió muy bien que no conquistaría nada si no derrota a sus gobiernos y regímenes. No hay ninguna revolución por la “democracia” en general. La burguesía imperialista lo sabe muy bien y por eso juega todas sus fichas a aplastar la revolución.

Hay que decir la verdad: es la clase obrera el corazón de la revolución. Contra lo que dicen los partidos socialimperialistas en Europa, son los obreros quienes, luego de ser expulsados como perros de Europa después de haber sido explotados durante años, han vuelto a sus países a engrosar las filas de la desocupación y miseria  y hoy enfrentan con gran heroísmo a sus regímenes y al imperialismo.
La revolución merece triunfar. Medio Oriente y el Norte de África deben ser la tumba del imperialismo.
Para derrotar a las tropas de Khadafy que masacran en Libia, para derrotar los planes del imperialismo, para derrotar al régimen asesino de Siria, para derrotar a la monarquía reaccionaria de Bahréin, para derrotar las trampas “democráticas” en Túnez, Egipto y Bengasi, para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional: ¡Hay que expropiar, sin pago y bajo control obrero, a todas las empresas petroleras y los bancos imperialistas en todo Medio Oriente y el Norte de África! ¡La milicia obrera de Bengasi no se desarma! ¡Armamento generalizado de todos los explotados! ¡Brigadas obreras internacionales para derrotar al ejército contrarrevolucionario de Khadafy en Libia y a las tropas asesinas del chacal Bachar el Asad en Siria! ¡Ningún apoyo a las burguesías “democráticas” que quieren desorganizar las filas de la clase obrera, impedir su armamento y llevarlas a los pies del imperialismo!

La clase obrera mundial debe largar un grito de guerra para que triunfe la cadena de revoluciones que ha comenzado en el Norte de África y Medio Oriente. Hay que hacer un llamado para enviar brigadas obreras internacionalistas para ir a combatir junto a sus hermanos libios, sirios y yemeníes que enfrentan los ataques contrarrevolucionarios de sus regímenes sirvientes del imperialismo.

 

¡La clase obrera, apoyada en las clases medias empobrecidas del campo y la ciudad, debe tomar el poder en el Norte de África y Medio Oriente, como una misma revolución que debe estallar en Europa, Estados Unidos y demás potencias imperialistas!
¡Por una Federación de Repúblicas Socialistas en el Norte de África y Medio Oriente! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!

 

El combate revolucionario de las masas del Norte de África y Medio Oriente se define en las calles de Europa

La revolución que ha comenzado en el Norte de África y Medio Oriente se ha abierto en el patio trasero de la Europa imperialista. Esto hace entrar en pánico a la burguesía imperialista que quiere impedir a toda costa que el fuego de la revolución incendia las calles de París, Londres, Roma, Madrid, etc., sincronizando, en un único combate las filas del proletariado y las masas explotadas a uno y otro lado del Mediterráneo.
La clase obrera y los explotados de Medio Oriente y el Norte de África acuden, con su revolución, en auxilio de la clase obrera europea que sufre hoy los ataques de sus gobiernos imperialistas. La posibilidad de que la clase obrera europea retome el combate que inició el 2010 contra los ajustes y ataques que le descargaron sus gobiernos está al alcance de la mano.
Sin embargo, son las direcciones reformistas las que hacen de todo para impedir que el fuego de la revolución atraviese el Mediterráneo e incendie Europa.
Las direcciones reformistas europeas dicen que “no hay condiciones” para que se ponga de pie el proletariado europeo. Dicen que su conciencia es muy atrasada. Sin embargo, callan que en Grecia hubo una grandiosa huelga general al grito de “¡Pueblo de Libia: no están solos!”. Callan que los obreros inmigrantes del Magreb encarcelados en Lampedusa se rebelaron y prendieron fuego a los campos de refugiados al grito de “Libertad, libertad”. Callan que hubo una movilización en la frontera de Italia con Francia de obreros y jóvenes que cortaron la línea del tren en solidaridad con los obreros inmigrantes al grito de: “De Lampedusa a Bologna. ¡BIENVENIDOS!. ¡Libertad a los inmigrantes!” Ocultan que el corazón de la revolución en el Magreb son los obreros que luego de ser explotados durante años en Europa, fueron expulsados como perros y devueltos a sus países.
No levantan ni una sola de las reivindicaciones de los más de dos millones de argelinos, tunecinos y marroquíes que hay en Francia. No hacen suya la defensa de los estudiantes de Bahrein que protestaban en Inglaterra en apoyo a la revolución en Bahrein y que fueron deportados y hoy están desaparecidos. Niegan que el 30% de la clase obrera europea es yemení, egipcia, marroquí, libia, etc.
Repiten y repiten que “no hay condiciones” más que para llamar a la “solidaridad” en general con la revolución en el Magreb. Sin embargo, sus gobiernos y regímenes imperialistas, en bancarrota, al borde de la quiebra, conquistaron las condiciones para ir a Bengasi y aplicar una política para rendir a las masas y expropiar la revolución. El imperialismo europeo, encabezado por Francia, ha largado una ofensiva para aplastar la revolución en su patio trasero y profundizar su dominio. Es que las condiciones se conquistan señores  reformistas.
El problema no son las masas, sino lo que hacen las direcciones reformistas. Estas corrientes, como el SWP inglés o el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, que se niegan sistemáticamente a combatir a su propia burguesía imperialista, tienen que explicarle al proletariado cuales eran las condiciones que tenían las masas tunecinas, egipcias, libias, etc., para pelear, cuando vivían bajo regímenes dictatoriales, sin centrales sindicales “poderosas e independientes”, sin ninguna libertad democrática, etc. Sin embargo, a pesar de estas adversidades, las condiciones objetivas empujaron a las masas a salir al combate, y lo hicieron con un alto nivel de consciencia, organización, claridad del enemigo y elección de métodos de lucha para arremeter contra la ciudadela del poder y los gobiernos contrarrevolucionarios y luchar por el pan. Es que comprendieron que sólo derrotando a Mubarak, a Ben Alí, a Khadafy, etc., se podía conquistar el pan. Lo “espontáneo” de la clase obrera resultó tener un grado de consciencia mil veces superior al de las direcciones de los partidos reformistas europeas.
¡Basta de echarle la culpa a la clase obrera de las traiciones de sus señores dirigentes! La clase obrera europea quiso salir a pelear, organizó huelgas y combates de masas en Grecia, España, Francia, Portugal, etc., la juventud inglesa le quemó el local a los Tories, los obreros franceses se tomaron la Total, en Grecia hubo sucesivas huelgas generales que amenazaron al régimen, etc. Fueron las direcciones las que la llevaron al camino impotente de la lucha para exigir a los gobiernos imperialistas que “rectifiquen” los ajustes. Y hoy, cuando hicieron retroceder momentáneamente a la clase obrera europea,  las masas del Magreb y de Medio Oriente vienen en auxilio de los explotados europeos, porque enfrentan al mismo enemigo: a los parásitos de Wall Street que acapararon el alimento del mundo y lo hicieron subir de precio y enfrentan a los monopolios imperialistas que saquean al mundo colonial y semicolonial, que son los mismos que oprimen y explotan al proletariado de Europa. Un levantamiento revolucionario de las masas explotadas europeas contra los parásitos imperialistas, contra los bancos y los monopolios, será la única solidaridad concreta con las masas revolucionarias del Magreb y Medio Oriente.

¡La clase obrera europea debe ponerse de pie junto a sus hermanos del Norte de África y Medio Oriente!
El grito de guerra de la clase obrera europea y norteamericana debe ser: ¡El enemigo está en casa!
La tarea central del proletariado europeo es ponerse de pie contra sus gobiernos imperialistas. Esta es la única “solidaridad” real con las revoluciones del Magreb y Medio Oriente: ¡Una sola clase, una sola lucha! ¡Huelga general revolucionaria en toda Europa ya!
¡Que todas las organizaciones obreras de Europa y Estados Unidos envíen delegaciones para ir a combatir en Bengasi, Misarrata y Siria! En Europa y Estados Unidos la clase obrera debe paralizar  y boicotear la maquinaria de guerra imperialista!
¡Armas y alimentos para las milicias revolucionarias de Bengasi y Misarrata en Trípoli!

 

Reforma y revolución se ven la cara en el Norte de África y Medio Oriente.

Una línea divisoria se ha establecido al interior de la clase obrera mundial. Nuevamente reforma y revolución se ven la cara. Por un lado están los que hablan de democracia y dicen que hay que presionar a este sistema putrefacto para que nos dé pan, y por el otro estamos los trotskistas internacionalistas que luchamos por que la clase obrera, junto a sus aliados explotados del campo y la ciudad, tome el poder, como única forma de conseguir el pan, la libertad, el trabajo y la independencia nacional.
La izquierda reformista habla de una nueva “Primavera de los Pueblos”, aludiendo a las revoluciones burguesas de 1848 por la “democracia” burguesa contra el dominio de las monarquías en Europa. Estos charlatanes le dicen a la clase obrera mundial que estamos en la misma situación. En última instancia, lo que están diciendo es que la burguesía en el Magreb armó a la clase obrera para luchar por la “democracia”. ¡Mentira! La burguesía comprendió muy bien que su poder es irreconciliable con la clase obrera en armas. Ninguna fracción burguesa ha armado a la clase obrera en Bengasi ni ha combatido en ninguna barricada. Lo que hay en Medio Oriente y el Norte de África es la Comuna obrera de París de 1871.  Es una grandiosa revolución obrera. ¡Las milicias revolucionarias de Bengasi intentan ser cercadas para no llegar a Trípoli, al igual que los comuneros de París no pudieron avanzar sobre Versalles! La única forma que la gloriosa Comuna de París triunfara en Francia era saliendo de Paris para aplastar las fuerzas de la reacción en Versalles. ¡La única forma de triunfar de la milicia de Bengasi es aplastando las tropas de Khadafy en Trípoli! Esto, como parte del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución en todo el Norte de África y Medio Oriente.

La revolución ya está aquí. Hay que reagrupar las filas del movimiento o revolucionario internacional. La revolución del Norte de África y Medio Oriente merece una dirección revolucionaria para triunfar. Los reformistas han centralizado sus fuerzas defendiendo el capital y mintiéndole al proletariado, proponiéndole “democracia” cuando los imperialistas utilizan las bayonetas de sus tropas para aplastar la revolución.

¡Reagrupemos las fuerzas de los que combatimos por la revolución proletaria y dispersemos las de los reformistas, para mandar a la ruina al sistema de los banqueros del capital financiero!

¡Por una Conferencia Internacional del trotskismo principista y las organizaciones obreras revolucionarias que peleen por el triunfo de la revolución obrera y socialista que se ha abierto en todo el Norte de África y Medio Oriente!

¡Por la refundación de la IV Internacional!

SCI de la FLTI

 

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