volver al índice del Organizador Obrero Internacional Nº 14

Chile

LA FENOMENAL JORNADA REVOLUCIONARIA DE MASAS DEL 4 DE AGOSTO

El 1 de agosto, las direcciones colaboracionistas del movimiento estudiantil (CONFECH, CONES), junto al stalinista Gajardo, del Colegio de Profesores y Secretario General de la CUT, fueron a negociar con el nuevo Ministro de Educación, Felipe Bulnes. La juventud explotada, el movimiento obrero y sus batallones centrales, los mineros, que entraran decisivamente al combate, así como las clases dominantes, todos, estuvieron atentos a esa reunión, donde el gobierno terminó ofreciendo migajas.
Luego, en asambleas por estructura, zonales, regiones y a nivel nacional, los estudiantes secundarios y universitarios rechazaron las migajas ofrecidas por el gobierno. Dejaron claro que no entregarán la lucha -que costara una brutal represión, detenciones, persecuciones, procesos judiciales, que logró “encender la pradera” del movimiento obrero- por limosnas como en 2006 y un nuevo maquillaje a la educación de Pinochet.
El movimiento estudiantil, lejos de desgastarse y perder aliento, ante cada golpe del gobierno y el régimen maldito, tonifica sus fuerzas para preparar nuevas arremetidas, pese a la entreguista dirección que tiene al frente. Así, el mismo 1 de agosto, las esquinas de los colegios, liceos y facultades más combativas se llenaron de barricadas, mostrando que no darán su brazo a torcer en su demanda “mínima”: ¡renacionalización del cobre bajo control de los trabajadores por educación gratuita y trabajo digno!
Con la convocatoria a la marcha del 4 de agosto, las direcciones del movimiento estudiantil pretendían cubrirse por “izquierda”, ya que entablar una mesa con el Ministerio de Educación significa legitimar al odiado gobierno, porque plantea la posibilidad de que Piñera conceda las demandas obreras y estudiantiles.
Un día antes de la protesta, la CONFECH anunció que habría dos marchas: en la mañana irían los estudiantes secundarios y, en la tarde, los universitarios junto a profesores, que no fueron convocados a paro. La excusa fue que a la tarde podría asistir la “ciudadanía”. Esperaban que una movilización “cívica”, “pacífica” y “ciudadana”, fortaleciera sus diálogos y sus intentos de imponer la conciliación. Su verdadero objetivo era dividir a los estudiantes secundarios, el sector más combativo de la juventud -expresión de los hijos de la clase obrera, que planteó la renacionalización del cobre para conseguir educación gratuita y rechazó las negociaciones- de los universitarios, donde hay un sector más conservador, que refleja las vacilaciones hacia izquierda y derecha de la clase media. Así creaban las condiciones para que la represión policial fuera más efectiva.

Fracasa la ofensiva contrarrevolucionaria de la burguesía

El gobierno prohibió que se marchara por La Alameda hasta la Moneda. El Ministerio de Educación llamó a los padres de los estudiantes a que no dejaran participar a sus hijos, amenazando con el actuar de los pacos asesinos y  las fuerzas especiales “profesionales”. Grupos de milicos patrullaban las calles de Santiago, mostrando hasta donde llegaría el régimen en defensa de la propiedad y dominio burgués: si es necesario a repetir el genocidio comandado por el imperialismo yanqui en 1973 contra la revolución de los cordones industriales.
Miles de jóvenes iban a Plaza Italia, lugar de la concentración. Se había derrotado la política divisionista y los estudiantes universitarios acudían multitudinariamente. En los accesos a la Plaza, en Plaza Los Héroes, por Diagonal Paraguay, Vicuña Mackenna, Avenida Providencia, Bellavista y el Parque Forestal, miles de estudiantes fueron brutalmente reprimidos, gaseados, mojados y apaleados. El gobierno de Piñera intentaba aplicar un golpe bonapartista para impedir la agudización del combate de las masas.
Pero los estudiantes enfrentaron a las “fuerzas de orden”. En las facultades de Arquitectura y Derecho de la Universidad de Chile, en la Academia de Humanismo Cristiano y en la USACH, actuaron verdaderos comités de autodefensa estudiantiles para resistir a los pacos, con piedras, barricadas y bombas molotov. Las escaramuzas se extendían en Santiago, Valparaíso, Concepción, y todo el país.
Las masas querían avanzar a Plaza Italia, marchar por la Alameda y llegar a los centros del poder político de la burguesía. Ni el carácter conciliador de sus direcciones, ni las amenazas del gobierno y el brutal operativo policial, cambiaron su decisión. A las 17:30 iban nuevamente a la Plaza. Las fuerzas especiales los desalojaron, lanzando bombas lacrimógenas desde los helicópteros que patrullaban Santiago.
El lugar se cubrió de barricadas, montadas con basureros, bancas, señaléticas, muebles de las oficinas y tiendas comerciales saqueadas, y casetas de seguridad de los odiados guardias municipales. Allí se congregaban estudiantes y trabajadores, que volvían de sus trabajos y se plegaban al combate. Para interrumpir el paso del “guanaco” (lanza agua) y “zorrillo” (lanza gases), hacían que los buses del Transantiago atravesaran las calles. Volvieron las bombas molotov, piedras, botellas, palos y fierros. A veces, los carros de los pacos desarmaban una barricada. En otras, debían retroceder. Sólo podían ir lanzando agua y gases de barricada en barricada. Sus fuerzas no daban abasto ante la masividad de los piquetes, que llevaron adelante una furibunda contienda con la policía, esos perros de presa, verdadero ejército de ocupación contra la clase obrera, los campesinos pobres y explotados y los estudiantes combativos. Los combates durarían hasta la madrugada del 5 de agosto.
Tronaban las consignas: ¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!” y “¡Avanzar, avanzar a la calle principal!”. También “¡educación primero, al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués!”, “¡Avanzar, avanzar a la huelga general!”, y “¡Se siente, se siente, por toda la nación: fuera Piñera y la Concertación!”.
La brutal represión desnudó el verdadero carácter pinochetista del régimen, que las direcciones oficiales de las organizaciones estudiantiles y obreras ocultaban ante las masas, presentándolo como democrático, parlamentario, cívico, donde se puede marchar por la renacionalización del cobre bajo control de los trabajadores sin inconvenientes.
Alrededor de las 21.30 hrs comenzaron los cacerolazos en los barrios céntricos de Santiago, comunas como Providencia, Ñuñoa e inclusive Las Condes. Las clases medias fueron arrastradas a la lucha y muchos se plegaron a las barricadas. Los cacerolazos recorrían todos los barrios y poblaciones obreras de la Región Metropolitana y de punta a punta del país. La profundización de la lucha de las masas quebró la cooptación de las clases medias profesionales y los pequeños comerciantes, como base social del régimen. Fue un golpe de gracia contra el régimen de dominio, debilitado por el levantamiento estudiantil, y principalmente por la irrupción de los batallones centrales del movimiento obrero chileno, las en huelgas de los mineros de contratistas y de planta de Codelco y las principales mineras imperialistas del país.
El 4 de agosto fue una jornada revolucionaria, una acción histórica e independiente de masas, que ninguna dirección convocó ni organizó. La política de las direcciones, fue dividir y desincronizar los combates, para llevar al fracaso la movilización. Las masas impusieron su unidad, coordinación y centralización en las barricadas y piquetes, viéndose cara a cara con la represión pinochetista. Los explotados volvieron a hablar el lenguaje de las barricadas, revelando que el combate de clases en Chile atraviesa una fase de guerra civil, que las masas se rebelan y sobrepasan las leyes de la burguesía que declara ilegal los métodos de lucha del movimiento obrero y de los explotados, y llevan al terreno físico la lucha contra las clases dominantes.

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