volver al indice del OOI

Como ayer en Birmania, ante las brechas abiertas en las alturas…

Las masas explotadas de Tailandia protagonizan revueltas
 por el pan, el trabajo y la tierra.
¡Vuelven al combate contra el imperialismo las heroicas masas de Indochina!

Recuadro:

¿Quién son Thaksin Shinawatra y su UDD; y quiénes son los actuales gobernantes Abhisit y el rey?

                                                                                                                                                               
Desde hace ya tres meses las masas obreras y campesinas vienen protagonizando enormes enfrentamientos contra el gobierno, la policía y el ejército en Tailandia. Sus demandas son la renuncia del principal asesor del rey, el Gral. Prem Tinsulaonda, y del primer ministro Abhisit Vejjajuva y todos sus ministros, pertenecientes al Partido por la Defensa de la Democracia.
El ex primer ministro Thaksin Shinawatra, que fue depuesto en el 2006 por los actuales gobernantes, organizó un frente unico entre su partido, la Unión por la Democracia y contra la Dictadura, otros partidos de oposición, sectores de la oficialidad del ejército y una logia de generales retirados y una logia de generales desplazados por el actual primer ministro y el rey.
Fue este frente burguès “democràtico” el que llamò a hacer manifestaciones pacificas para presionar al gobierno por elecciones anticipadas para este año, movilizando a las masas obreras y campesinas identificadas por sus camisas y banderas rojas, que se pusieron en el centro de la escena polìtica durante los últimos tres meses.
Pero esos dirigentes hoy se han rendido, mientras las masas siguen combatiendo en estado de revueltas defensivas contra el gobierno y el ejército, porque detrás de las demandas democráticas con las que la fracción burguesa de Thaksin manipula a las masas, existen las demandas y necesidades reales de la clase obrera y los campesinos pobres de pan, trabajo digno y tierra. “Hemos abierto los ojos y nos hemos dado cuenta quiénes son nuestros enemigos”, dicen.

Ha quedado claro ante las masas obreras y campesinas movilizadas que la fracción burguesa de Thaksin y su UDD las han utilizado para negociar a través de la archirreaccionaria monarquía tailandesa, representante de los intereses directos del imperialismo en ese país, por una tajada de la renta nacional. También ha quedado demostrado, como veremos luego, que esta fracción burguesa teme más a la movilización revolucionaria de las masas -y a que ésta derroque al régimen monárquico y al gobierno asesino para conseguir sus demandas- que a la monarquía y al gobierno burgués de Abhisit y su sangrienta represión. Pues con ellos es socio, en mayor o menor medida, de los negocios capitalistas y del imperialismo en el saqueo de Tailandia.

 

Una vez más las masas de Indochina se rebelan por el pan, el trabajo y por la tierra y chocan, en Tailandia, con el régimen monárquico proimperialista y sus lacayos de la burguesía nativa

Los combates de Tailandia retoman hoy el camino de Birmania del 2007, que ante el comienzo de la crisis se levantaban por el pan en revueltas que fueran contenidas por los monjes, quienes se pusieron a la cabeza de las mismas manipulando en su beneficio el sentimiento antiimperialista de las masas y su lucha contra el imperialismo para poder comer. Es que en estos países de la región de Indochina (hoy dividida en los países de Myanmar –ex Birmania-, Malasia, Singapur, Tailandia, y los ex estados obreros de Laos, Camboya y Vietnam) la clase obrera y los explotados, sumidos en una enorme miseria y bajas condiciones de vida, respondieron con levamientos espontáneos ante la crisis y el grito de guerra de los capitalistas de que sea la clase obrera la que la pague. Los obreros y campesinos pobres de Tailandia hoy retoman ante la crisis este camino contra el imperialismo, y con su combate han irrumpido aprovechando las brechas abiertas en las alturas entre dos fracciones burguesas, como veremos luego.



La región de Indochina, que fuera colonia francesa hasta la expulsión (en 1956) del imperialismo francés por el levantamiento revolucionario de las masas y que en los 60-70 derrotaron al imperialismo yanqui en la guerra triunfante de Vietnam, es una península que se encuentra en el sudeste de Asia, al sur de China.
Luego de entregar los estados obreros a la economía mundo a principios de los 90, la burocracia stalinista en su variante maoísta, deviene en burguesía y vía joint ventures o como gerentes locales se asocia con las transnacionales -principalmente japonesas y norteamericanas- que se comienzan a instalar allí. Es así que Vietnam se ha convertido hoy en una maquiladora yanqui y Laos en un reservorio de mano de obra esclava que provee de los obreros más explotados a la región, los que hacen los peores trabajos, por ejemplo en Malasia y Tailandia en las maquiladoras japonesas y norteamericanas, alimentadas energéticamente con el gas de Birmania.
Birmania es el país que abastece de gas para que funcione todo el parque productivo de la región, así como Bolivia lo es para Latinoamérica. Es decir que en Birmania la clase obrera vive en una enorme miseria, mientras está parada sobre enormes riquezas hidrocarburíferas, que son saqueadas por el imperialismo para aumentar sus ganancias y abastecer de fuente de energía a sus maquiladoras de la región en las cuales superexplota al proletariado laosiano, camboyano, tailandés, chino, etc. Por ello en Birmania vimos una de las primeras revueltas contra el hambre y el ataque de la burguesía a nivel mundial contra los explotados desde que comenzara en el 2007 una fenomenal crisis económica mundial.
Por otra parte, toda la región goza de condiciones óptimas para la agricultura, principalmente el centro de Tailandia que es conocido como el “tazón de arroz” de la región, y es aprovechada por las transnacionales agrícolas. Pero sobre todo beneficiándose de la mano de obra esclava (sometida ya sea con regímenes de terror como las monarquías-autarquías ancestrales con formas democráticas de Camboya y Tailandia, o con un régimen bonapartista del partido único maoísta y el ejército, como en Laos) el imperialismo -en primer lugar el japonés- ha instalado maquiladoras (tanto productoras como ensambladoras) en la región. Por eso hoy Malasia es uno de los grandes centros de concentración de las maquiladoras japonesas en el Pacífico.

Así, las transnacionales en el Pacífico, en la península de Indochina y en Tailandia en particular, se instalan ocupando tierras y expulsando al campesino de las mismas, que queda o bien como proletariado superexplotado en las maquiladoras o en las zonas de cultivos industriales (soja, arroz, palma aceitera, etc.), o bien desocupado como ejército industrial de reserva usado por las transnacionales para hundir el salario de la clase obrera de la región. Esto empezó a hacer Japón  en los ’80 y con mayor fuerza en los ’90, pero dio un nuevo salto tras los primeros signos de caída de la tasa de ganancia de las transnacionales de los distintos imperialismos instaladas en China, cuando éstas se fueron a los distintos países de Indochina, y a otros sectores del planeta, en busca de una mano de obra con salarios aún más bajos. Tailandia es un fiel reflejo de esto, como lo son todos los países de la península de Indochina.
Indudablemente la derrota de los ex estados obreros de Vietnam, Camboya y Laos hizo de imán a fuertes inversiones imperialistas, por tener estos países un movimiento obrero relativamente culto y especializado entregado, con salarios de hambre, por la burocracia stalinista y maoísta al mercado y la economía mundial imperialista.

Así cuando la izquierda reformista mundial habla de la “decadencia de Japón”, que “ya habría sido sobrepasado por China como segunda economía mundial”, no hace más que encubrir las tropelías de los carniceros imperialistas japoneses que se han asociado a EEUU en sus negocios de saqueo y brutal explotación de la clase obrera de los pueblos de Asia, de China e Indochina. El imperialismo japonés, como EEUU, ha relocalizado sus empresas esencialmente en el Pacífico, pero también en América Latina y África mientras deja a centenares de miles de obreros japoneses desocupados para hundir el salario de su propia clase obrera. Así, asociado a EEUU en el saqueo de los pueblos oprimidos de Asia, África y América Latina y colaborando en el saqueo de Medio Oriente de donde obtiene petróleo de Irak para sus trasnacionales, es la forma en la cual el imperialismo japonés y sus corporaciones obtienen superganancias para paliar su crisis y bancarrota.
Es esta sociedad comercial, política y económica de Japón con EEUU la que en última instancia explica un aparato militar común, y las bases militares yanquis en Japón, que son y están para custodiar los intereses de EEUU y Japón como imperialismo secundario en el Pacífico, tal cual quedara después de la derrota ante el imperialismo anglo-yanqui, como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Japón es el más fiel aliado, por ahora asociado como segundo hermano, de EEUU en el saqueo del planeta.
Esta cuestión no es denunciada por la izquierda de los países imperialistas que esconden las tropelías contrarrevolucionarias de Japón bajo el manto yanqui en el dominio del planeta. Es inútil, desde ya, pedirle a los partidos socialimperialistas que dejen de serlo, inclusive en el Pacífico.

 

Tailandia, una maquila superexplotada por el imperialismo

Tailandia es una más de las maquilas del sudeste asiático, siendo la 10º exportadora de automóviles del mundo, con 500.000 obreros sólo en la industria automotriz, y una floreciente industrial textil, sobre todo de fibras sintéticas, ligada a las autopartes y a la rama de la construcción, favorecida por el boom en el comercio y la hotelería. Importantes, pero en menor medida, son las industrias química, metalúrgica y de línea blanca, principalmente en poder de monopolios japoneses o multinacionales de capital norteamericano y japonés.
Los negocios, principalmente las maquiladoras, se hacen todos con inversiones imperialistas. La burguesía tailandesa comparte, sea en forma de joint ventures, de empresas asociadas, o como gerentes de las empresas imperialistas directas, los negocios que hacen los imperialistas en la región.

Japón fue el que más se metió con Toyota, Nissan, Isuzu-Suzuki y Nippon Steel (ésta última como socia mayor de la compañía petrolera tailandesa en explotar gas y petróleo de Birmania), y las compañías coreanas como Daewoo y otras, dominadas por Japón. A su vez, en menor medida Inglaterra hace sus negocios, proveyendo de armas al ejército tailandés.
Otro sector importante de la economía tailandesa –aunque ha venido en picada por la crisis-, a donde también se vuelcan las inversiones imperialistas, es la industria del turismo, donde el negocio de los complejos turísticos está en manos de un sector de la burguesía tailandesa y también genera una clase media rica ligada al mismo.

Importante es destacar que tras Japón, Estados Unidos entró también consiguiendo grandes ventajas para sus inversiones, compartiendo los negocios petroleros de las compañías tailandesas y malayas en Birmania. Mientras que en Tailandia, hace entrar su capital financiero en forma de préstamos, inversiones, bancos, etc., gozando de beneficios que no tiene ninguna otra potencia imperialista en este país: sus empresas son tratadas como empresas nacionales, por lo que están exentas de pagar impuestos y no les exigen otros requisitos como el de tener miembros tailandeses en su directorio, o tener que asociarse y hacer joint ventures etc. Esto le permite al imperialismo yanqui sacar la plusvalía limpia directamente.

 

Ante el ataque de Abhisit y la rendición de Thaksin y la UDD, las masas quedaron combatiendo independientemente en revueltas defensivas

Thaksin y la UDD para negociar su reparto en el botín de la superexplotación obrera han llamado a las masas a movilizarse. Hasta ahora han intervenido los campesinos pobres y los habitantes de las villas miserias que rodean Bangkok. Esto implica que la clase obrera ha estado presente en las barricadas y las revueltas, aunque sin fisonomía propia, sin hacer pesar su rol como productor de las riquezas, dentro del movimiento de los camisas rojas, bajo demandas democráticas usadas por la fracción burguesa de Thaksin para desviar a las masas de la lucha por que la crisis la paguen los capitalistas. Desde febrero, grandes masas de camisas rojas y sus familias, que llegaron a ser unos 100.000 en abril, ocuparon el centro y las zonas de turismo más lujosas de Bangkok, incluyendo la zona de actividad financiera (grandes bancos, la Bolsa, los enormes centros comerciales que son el corazón de los negocios imperialistas en Tailandia) formando barricadas con cañas de bambú aguzadas, pilas de neumáticos y todo tipo de elementos. Con hondas, estacas de bambú y algunas armas cortas se prepararon para rechazar los ataques seguros de sus enemigos.
Abhisit llegó en un cierto momento a proponer llamar a elecciones en noviembre, por el temor de que un ala del ejército que no estaba de acuerdo con reprimir, se le diera vuelta, y además era evidente que una parte de la policía y del ejército se estaban dividiendo y pasándole armas a los camisas rojas, e incluso luchando físicamente junto a ellos. Pero aunque los líderes de la UDD habían aceptado el acuerdo, las masas se negaron rotundamente a aceptarlo. No habían dejado tantos muertos, heridos y detenidos para lograr tan poca cosa. Entonces el gobierno no esperó más. Tras meses de lucha en las calles por parte de las masas contra el gobierno de Abhisit y el ejército asesino, con combates que han costado más de 80 muertos y miles de heridos entre los manifestantes y los represores, el gobierno decretó el estado de sitio para facultar al ejército que detenga sin trabas judiciales y declarar que sea delito estar fuera de casa después de las 20 hs. Abhisit decidió el martes 18/5 cerrar todo diálogo y atacó el campamento de los camisas rojas en la zona financiera y turística, derribando las barricadas con tanques, disparando granadas y balas de rifles. Ante el ataque, un gran sector de los líderes de la UDD se entregó y llamó a desmovilizar. Sin embargo los manifestantes no obedecieron, (así como antes habían rechazado las negociaciones por sospechas de pactos encubiertos) y sectores de ellos fueron a quemar edificios o a librar escaramuzas con las tropas en otras partes de la ciudad.
El ataque del gobierno, lejos de calmar la situación, la agudizó, no sólo en Bangkok (la capital de Tailandia) sino también en las provincias del norte y nordeste, bastiones de la UDD. En esas provincias, grandes grupos de manifestantes quemaron edificios municipales con sus anexos en las ciudades de Udon Thani, Kon Kaen, que son importantes ciudades, así como la gobernación de una de las provincias orientales. En Bangkok se quemaron alrededor de 70 edificios estatales y privados, incluso dos de los más importantes e inmensos centros comerciales, el edificio de la Bolsa de valores de Tailandia, y las oficinas del canal 3 de televisión y de algunos periódicos en idioma inglés.

La UDD se rindió, pero las masas siguieron combatiendo en estado de revuelta contra Abhisit y la casta de oficiales asesina del ejército tailandés. Ya han identificado a sus enemigos. Thaksin y otros dirigentes de la UDD extraoficialmente han confesado que han perdido el control de las masas, reconociendo que entre las brechas en las alturas han irrumpido las masas desposeídas.

La gran lección de estos combates de Tailandia es que el campesinado pobre y los obreros agrícolas necesitan, para romper con la burguesía “opositora”, de una intervención audaz y decisiva del proletariado de Tailandia, que concentrado en enormes empresas automotrices deben ser los que acaudillen y dirijan el próximo levantamiento revolucionario, porque son los únicos que podrán llevarlo al triunfo. Es que ellos son capaces de atacar y expropiar al gran capital imperialista y controlar los resortes claves de la economía de Tailandia.
En este primer embate, el proletariado intervino diluido en esa alianza con la burguesía y con el campesinado pobre. La lucha por poner en pie los comités de fábrica en todas las maquiladoras de Tailandia es inseparable de la lucha por establecer la alianza obrera y campesina bajo la dirección del proletariado, derrotando al estado y al régimen burgués.
Para ello la condición será romper con la burguesía. Es una obligación de todas las organizaciones que se dicen representantes del proletariado romper con la burguesía, por más de “opositora” y de “rrrrrrrrrrrrrojo” que ésta se vista para manipular la lucha revolucionaria de las masas.
Las masas explotadas de Tailandia ya están sacando la conclusión de que la burguesía “opositora” y los famosos oficiales que posaban de liberadores del pueblo se rindieron de forma cínica y cobarde dejándolas expuestas a una brutal represión. Esos oficiales, como parte de la casta de oficiales burguesa del ejército de Tailandia, jamás enfrentarán de forma decisiva a sus congéneres de la casta de oficiales del ejército de la monarquía, porque en última instancia responden a los mismos intereses de clase.
Los aliados de los explotados no son otros que los soldados rasos, a los que la milicia obrera y campesina una vez desarrollada hasta el final llamará audazmente a poner en pie sus comités. Así se establecerá el verdadero doble poder en Tailandia, que no será una lucha de presión como la que utiliza la burguesía y sus distintas fracciones para repartirse los negocios, sino que lo constituirán los consejos de obreros y campesinos pobres con sus milicias y los comités de soldados.
¡Por la destrucción de la casta de oficiales del ejército asesino, sirviente de la monarquía y el imperialismo! ¡Hay que poner en pie una milicia obrera y campesina para ganar a la base del ejército que organice sus comités de soldados!

 

Para conseguir pan, tierra, trabajo y todas las demandas de las masas…
¡Abajo la monarquía!
¡Por un gobierno de obreros y campesinos apoyado en los organismos de democracia directa de las masas, su milicia y los consejos de soldados rasos!
¡Fuera el imperialismo!

Las masas que no se han rendido siguen combatiendo y están armadas, puesto que han asaltado comisarías y recibido armas de soldados y policías. Es que no consiguieron sus verdaderas demandas por las que se levantaron, es decir, pan, trabajo, tierra y la independencia nacional. Esto es por lo que vienen luchando y dando sus vidas. Las masas en Indochina ya antes se levantaron por el pan, es decir por no pagar la crisis que la parásita burguesía mundial provocó y quiere hacer que las masas la paguen con hambre, miseria y superexplotación. Esa pelea hoy vive en la de los explotados de Tailandia.
Es por eso que llamamos a los obreros y campesinos pobres en lucha a organizarse en un congreso obrero y campesino nacional para coordinar las luchas por todas las reivindicaciones de los explotados. Para defender a este congreso, es necesario centralizar los combates y poner en pie la milicia obrera y campesina para ganar a la base del ejército y así enfrentar a la casta de oficiales del ejército y a la policía asesina. No se puede conseguir pan, tierra ni trabajo digno con nuestros mejores combatientes presos, con el ejército en las calles, con el toque de queda y el estado de sitio. ¡Abajo el estado de sitio y el toque de queda! ¡Libertad a los obreros y campesinos presos por luchar contra este régimen asesino!
Llamamos a los soldados rasos que se niegan a reprimir a los trabajadores y al pueblo pobre y que le han pasado armas a las masas sublevadas, a que desconozcan a sus oficiales y se pasen al lado de los oprimidos, formando comités que envíen delegados a ese congreso de obreros y campesinos pobres.
Llamamos a las heroicas masas que han incendiado la bolsa de Bangkok, los edificios estatales, combatido al ejército y que se han levantado contra el gobierno a tomar la solución de estas demandas en sus propias manos y a no confiar en Thaksin ni en ninguna otra fracción de la burguesía. Ellos sólo quieren negociar su parte de los negocios de la que fueron excluidos, pero protegen su propiedad a toda costa. Así ha quedado demostrado, ya que cuando la lucha se endureció y ante el temor de que la próxima propiedad que se incendie o se tome sea de ellos, esta fracción de la burguesía se rindió y llamó a desmovilizar. La burguesía en su conjunto, junto con la monarquía son los que atan la nación al imperialismo, permiten su expoliación y hacen negocios con la explotación de su clase obrera entregándola como mano de obra barata gracias a lo cual el imperialismo, aún en medio de la crisis, saca enormes superganancias. Como lacayos del imperialismo son los que deben garantizar que sea la clase obrera y los explotados de Tailandia los que paguen la crisis del capitalismo. ¡Abajo la monarquía y su régimen totalitario, agentes del imperialismo en el saqueo de la nación oprimida! ¡Abajo el gobierno, la casta de oficiales asesinos, el estado y todas sus instituciones al servicio de los explotadores!
Para conquistar la independencia nacional hay que echar al imperialismo de la región y para ello hay que comenzar por romper con la burguesía y todos sus partidos e instituciones. Ya quedó demostrado que ninguna fracción burguesa, ambas atadas por miles de lazos al imperialismo, puede conseguir esa independencia. Por eso la fracción “democrática” de Thaksin no puede ni siquiera convocar a una Asamblea Constituyente con un delegado cada 10 mil habitantes. Sólo el congreso de obreros y campesinos pobres con sus milicias derrotando al gobierno y a la monarquía y tomando el poder puede garantizar romper con el imperialismo, conquistar el pan para los obreros y la tierra para los campesinos, expropiando a los expropiadores, y convocar inclusive a una Asamblea Constituyente libre y soberana sobre la base de la ruina del régimen de oprobio de la monarquía, sirviente del imperialismo.
Para expulsar al imperialismo que saquea las riquezas de la nación y superexplota a la clase obrera, el proletariado debe expropiar sin pago las fábricas, los bancos, las tierras en manos de las transnacionales y ponerlas a producir bajo control obrero al servicio de la inmensa mayoría del país, es decir, los explotados y los campesinos pobres. Así, expropiando los latifundios el proletariado puede darle la tierra al campesino; expropiando sin pago todos los bancos en una banca estatal única podrá darle al campesino créditos baratos.

Nada de esto podrá ser logrado mientras esa burguesía sirvienta, cipaya, socia menor y gerenta a cuenta del imperialismo siga en el gobierno… ¡Por un gobierno obrero y campesino que garantice trabajo para todos con un salario digo para los obreros tailandeses y sus hermanos laosianos! ¡A igual trabajo, igual salario! ¡Por servicios de salud y educación gratuitos para los obreros y los campesinos y sus hijos, viviendas dignas expropiando los palacios, los hoteles y centros comerciales superlujosos para hacer viviendas, centros recreacionales y hospitales para las masas! ¡Todo el mundo a trabajar, basta de parásitos! Ese gobierno obrero y campesino basado en los organismos de autodeterminación y armamento de las masas que lleve adelante todas estas tareas será un millón de veces más democrático que la más democrática de las repúblicas burguesas.

 

¡Para que la península de Indochina vuelva a ser la del imperialismo, una sola revolución!

Los aliados de la clase obrera y los explotados tailandeses son los obreros y explotados de Birmania que se rebelaron en el 2007 por sus mismas demandas. Ellos pueden expropiar a las trasnacionales y poner el gas al servicio de los explotados de Indochina. Sus aliados son los obreros de Vietnam, Laos y Camboya superexplotados por el imperialismo, que tienen sus mismas necesidades de pan, trabajo y tierra, y un enemigo en común que enfrentar para conseguirlas, y que ya tienen experiencia en revoluciones y en expropiar a los expropiadores, venciéndolos en guerras nacionales. La posibilidad de un segundo embate revolucionario de las masas de Tailandia, esta vez acaudillado por el proletariado, hace temblar a todos los explotadores de la región. Al imperialismo yanqui se le hiela la piel. La emergencia de la clase obrera vietnamita en operaciones revolucionarias de clase no sólo le propinaría nuevamente en la historia una fenomenal derrota a los carniceros imperialistas yanquis, sino también a los traidores de la burocracia stalinista ho chi minhista, hoy devenida en nueva burguesía esclavista.
La lucha por la revolución obrera y socialista en Tailandia no es más que un eslabón en la cadena de revoluciones que en la península de Indochina tendrá en su vanguardia a las masas revolucionarias de Vietnam, a las cuales, a fines de los 80 y principios de los 90, la burocracia stalinista les impuso un plan de reconciliación con los carniceros yanquis, que significó la transformación del Vietnam victorioso, en una nueva maquila del imperialismo.
El combate por la restauración de la dictadura del proletariado en Vietnam, Laos y Camboya es imprescindible para expulsar a todas las potencias imperialistas que saquean la península de Indochina y para que el embate revolucionario de masas que ha comenzado en Tailandia pueda triunfar.
                       
En Tailandia, como en toda la península de Indochina, sólo la clase obrera acaudillando a los explotados de la nación oprimida es la única clase nacional en el sentido de que puede expropiar a los parásitos imperialistas y poner toda la riqueza de la nación al servicio de la misma. Desde la FLTI llamamos a una lucha unificada de la clase obrera y los explotados de Indochina por expulsar al imperialismo de la región, expropiar las fábricas, las tierras, los bancos, el gas y los recursos naturales para poner toda la riqueza de esas naciones al servicio de la clase que la produce.

El combate por la puesta en pie inmediata de una milicia obrera y campesina no sólo prepararía y organizaría un segundo y decisivo embate revolucionario contra el régimen infame de Tailandia, sino que sería un verdadero shock eléctrico que impactaría sobre las masas vietnamitas, que son igual de explotadas por el imperialismo que las tailandesas y que derrotaron al imperio yanqui en los ’70 en una guerra civil de liberación nacional, haciendo subir al último marine al último helicóptero huyendo de Saigón. Ahí están los que vencieron a la Bestia imperialista. Pero también ahí se han concentrado las fuerzas de la lacra stalinista, que, sostenida por los renegados del trotskismo, entregó las conquistas de los estados obreros a la restauración capitalista. Y desde Cuba, con su política de coexistencia pacífica con el imperialismo aplicada por la burocracia castrista, llevó a la clase obrera norteamericana, que en la década del 70 se movilizaba paralizando la maquinaria de guerra imperialista, a los pies de Carter, para luego traicionar los nuevos Vietnam de Nicaragua y el Salvador, con los pactos contrarrevolucionarios de Esquipulas y Contadora.

Si se pone en marcha el movimiento obrero y campesino vietnamita, a no dudarlo que el armamento generalizado de las masas y el combate contra el imperialismo retomaría un impulso decisivo no sólo en la península Indochina, sino a nivel mundial. ¡Que se vuelvan a poner en pie las milicias vietnamitas que esta vez no vendrán de las masas campesinas sino del proletariado superexplotado en las maquilas del imperilismo!

¡Abajo los regímenes hambreadores dictatoriales de la región!

¡Abajo la lacra stalinista-maoísta devenida en nueva burguesía asociada al imperialismo japonés y yanqui! ¡Por la restauración de la dictadura del proletariado en Camboya, Laos y Vietnam, esta vez bajo formas revolucionarias!

¡Por un gobierno obrero y campesino en Tailandia! ¡Por la revolución socialista en Birmania, Malasia y Singapur!                                                                                                                                                   

¡Por una federación de repúblicas socialistas obrero-campesinas de Indochina!

Las masas hambrientas de Corea del Norte se levantan contra la brutal carestía de la vida impuesta por la burocracia stalinista que las entrega a la superexplotación imperialista por un  dólar al mes.
Al mismo tiempo, la clase obrera china se ha puesto de pie. La prensa imperialista da cuenta de 978.000 luchas obreras en el último año, sumadas a las 250.000 revueltas en el campo. El mes pasado, los obreros de la Honda paralizaron todas las fábricas que esta corporación japonesa tiene instaladas en China, consiguiendo un 24% de aumento. Aumento que también consiguieron los 800.000 obreros de la empresa electrónica Foxconn, sometidos a una superexplotación que los lleva al suicidio o a morir extenuados junto a las máquinas, haciendo retroceder a los capitalistas y explotadores.
Las trasnacionales que superexplotan al proletariado chino y saquean a esa nación son las mismas que explotan al proletariado de Indochina. Es el mismo enemigo.
La clase obrera de los países imperialistas, principalmente de Japón, tiene la llave para golpear a la bestia imperialista y sus corporaciones desde adentro. Las corrientes que se reivindican trotskistas y revolucionarias de Japón no pueden seguir indiferentes y mirar hacia otro lado del heroico combate que han comenzado las masas obreras y campesinas de los pueblos que su propio imperialismo oprime como socio del imperialismo yanqui.
Insistimos, la clase obrera japonesa, derrotando al stalinismo, a la socialdemocracia y a sus propios partidos imperialistas tendrá la llave, para sacar del martirio y la esclavitud a la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo, y avanzar en conquistar la Federación de Repúblicas Socialistas de Asia, Indochina, la península de Corea y todo el Pacífico.
¡Que se levante la clase obrera japonesa al grito de “A igual trabajo, igual salario”! Son las mismas corporaciones las que los explotan a ellos también. Si derrotan a la clase obrera de China y de Indochina, la patronal imperialista japonesa le impondrá a su propia clase obrera las condiciones de las maquiladoras que tiene en el mundo colonial y semicolonial. ¡La clase obrera japonesa debe ligar su suerte a la de los explotados de China, Tailandia, Malasia, Laos y de todo el Pacífico!

¡El terror del imperialismo, la clase obrera asiática, se pone de pie! ¡Que empiece la revolución en el pacífico!

Toda la burguesía, inclusive la lacra stalinista devenida en nueva clase poseedora esclavista de Vietnam, Camboya, Laos y China, se aterroriza con la perspectiva de que las revueltas de Tailandia (como ayer Birmania) se extiendan a toda la península, e incluso a la China de los mandarines rojos, abriendo la revolución en el Pacífico.
Las burocracias restauracionistas devenidas en burguesías, socias del imperialismo de Vietnam y China saben perfectamente lo que significan procesos de ofensivas revolucionarias de las masas bajo condiciones objetivamente revolucionarias, como las que ellos sufrieron y que los obligaron, bajo la presión revolucionaria de las masas, a llegar a donde ellos nunca quisieron llegar: a expropiar a la burguesía. Fueron estas mismas burocracias las que, aplastando a las masas en contrarrevoluciones como en Tiananmen, o en la guerra chino-vietnamita de fines de los ‘70 –guerra que no tuvo otro objetivo que derrotar y desmoralizar, bajo las órdenes del pacto Nixon - Deng Xiao Ping, a las masas vietnamitas que habían derrotado al imperialismo yanqui en el ’75-, prepararon las condiciones para pasar a ser agentes directos del imperialismo mundial avanzando en la restauración capitalista.
La lacra stalinista con su política de coexistencia pacífica con el imperialismo impidió, tanto a la salida de la Segunda Guerra Mundial como luego de la derrota yanqui de los 70 en Vietnam, que todo el Pacífico y la península de Indochina en particular se convierta en una federación de repúblicas obreras y socialistas de Indochina, de la península de Corea, China, Filipinas y toda la región, y que la misma sea la tumba, como lo fuera Vietnam, de todas las potencias imperialistas.
La revuelta de ayer de Birmania y la lucha revolucionaria que ha comenzado de las masas de Tailandia pone al rojo vivo la lucha por la revolución socialista en la península de Indochina, como así también, e indisolublemente ligado a este combate, la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en Laos, Camboya, Vietnam y China, donde la restauración capitalista significó hambre, represión y masacre.

En Asia y en todo el Pacífico maduran las condiciones para que el bolchevismo renazca de forma vigorosa. Bajo esas condiciones, la continuidad de la IV Internacional vive y vivirá, y del martirizado proletariado asiático, surgirán, a no dudarlo, los batallones decisivos que pondrán sobre sus hombros el combate por refundar la IV Internacional con el programa, la teoría y las limpias banderas del año 1938.

No es porque las masas de Indochina no hayan peleado que no existe un partido revolucionario en esa región. Las poderosas secciones china y vietnamita de la IV Internacional de 1938 fueron destruidas físicamente por el termidor stalinista apoyado por los renegados del trotskismo que desde la salida de la Segunda Guerra Mundial se pusieron a sus pies, lo sostuvieron y se sometieron a la burocracia ho chi minhista hoy devenida en nueva clase poseedora.

Lo que impide que las masas revolucionarias de Tailandia se hagan del poder es la sobreabundancia de direcciones traidoras que hoy el imperialismo ha reclutado y centralizado en un grado superior para garantizar el redoblado ataque sobre la clase obrera y las masas explotadas del mundo y hacer que ellas paguen los costos de la crisis, sometiéndolas a su propia burguesía país por país tanto en los países imperialistas como en las colonias y semicolonias. Son estas direcciones, hoy agrupadas en la V Internacional contrarrevolucionaria, las que encabezadas por Chávez, Hu Jintao, y la burocracia restauracionista castrista y sostenidas por izquierda por los renegados del trotskismo, han puesto a la clase obrera norteamericana a los pies del Bush tiznado de Obama y a la clase obrera de las colonias y las semicolonias a los pies de las burguesías “bolivarianas”, islámicas, negras, y de los ex burócratas devenidos en burgueses en los ex estados obreros.

Para que la clase obrera avance decisivamente en romper el aislamiento y la subordinación a la burguesía país por país impuestos por esas direcciones es necesario que vuelva a ponerse en pie la IV Internacional con su programa revolucionario de 1938. Hay que preparar y organizar una contraofensiva contra las maquilas imperialistas en todo el Pacífico, pero para ello, el marxismo revolucionario, sobre las ruinas del stalinismo deberá poner en pie los partidos trotskistas internacionalistas sin los cuales será imposible el triunfo.
Esa es la tarea a la cual están volcadas las fuerzas de la FLTI, como un punto de apoyo para poner en pie un Comité por la refundación de la IV Internacional para dotar a la clase obrera y las masas explotadas del mundo de la dirección que necesitan y se merecen para triunfar.
 
¡La clase obrera asiática se pone de pie! ¡Que empiece la revolución en el pacífico!

¡Por la refundación del partido trotskyista de Ta Thu Thao en Indochina y la sección de la Cuarta Internacional de Chen Tu-hsiu en China!

La clase obrera norteamericana debe romper con Obama y retomar el combate donde fueron derrotados, en General Motors y Toyota, para saldar cuentas con el régimen de los “republicratas” y levantar cabeza para expropiar a los parásitos banqueros de Wall Street que llevaron a la ruina a la clase obrera de ese país. La clase obrera norteamericana debe ligar su suerte a la de sus hermanos de clase de las colonias y semicolonias superexplotados por su propia burguesía imperialista: el enemigo está en casa.
¡Que se vuelva a poner en pie la Marcha del millón de obreros contra la guerra y el movimiento por los derechos de los inmigrantes!
¡Que los heroicos portuarios de Oakland que bloquean los puertos para que no lleguen pertrechos al estado sionista-fascista de Israel masacrador del pueblo palestino, vuelvan a parar los puertos contra las guerras del carnicero Obama!

Secretariado de Coordinación Internacional

 

 

| contactenos