Declaración de solidaridad desde El Cairo A todos aquellos que en los EE.UU. ahora ocupáis parques, plazas y otros espacios, vuestros compañeros de El Cairo queremos expresaros nuestra solidaridad. Tras haber recibido tantos consejos en cuanto a la transición a la democracia, creemos que es nuestro momento de aconsejaros a su vez. De hecho en muchos aspectos estamos implicados en la misma lucha. Lo que muchos expertos llaman “la primavera árabe” tiene sus raíces en las manifestaciones, revueltas, huelgas y ocupaciones que tienen lugar por todo el mundo, aunque sus fundamentos se hallan en largos años de combate del pueblo y los movimientos populares. El momento presente no ofrece algo absolutamente nuevo, puesto que en Egipto y en otros países hemos luchado contra los sistemas represivos, la privación de derechos y la rapiña del capitalismo global (sí, lo hemos dicho: capitalismo), un sistema que ha creado un mundo que es peligroso y cruel para sus habitantes. Mientras que las acciones de los gobiernos sirven cada vez más a los intereses privados del capital transnacional, nuestras ciudades se han ido transformando en lugares violentos y abstractos, sujetos a la eventual devastación producida por el desarrollo económico o renovación del esquema urbano. Una generación entera en todo el planeta ha crecido mientras descubría, racional y emocionalmente, que no tiene futuro en el actual orden de las cosas. Viviendo bajo políticas de ajuste estructural y la supuesta experiencia de organizaciones internacionales como el Banco Mundial y el FMI, hemos contemplado cómo nuestros recursos, industrias y servicios públicos eran vendidos y desmantelados por la adicción del “libre mercado” a bienes extranjeros, alimentos incluidos. Los beneficios de esos mercados liberados iban a otra parte, mientras que en Egipto y en otros países del Sur el empobrecimiento se unía al aumento de la represión policial y la tortura. La actual crisis en Norteamérica y Europa occidental ha empezado a llevar esta realidad también a vuestros hogares: que si las cosas siguen así nos quedaremos sin nada, nuestras vidas destruidas por la deuda y las políticas de austeridad. No satisfechos con socavar los restos de lo público y el estado de bienestar, el capitalismo y las políticas de austeridad ahora incluso atacan la esfera privada y el derecho de la gente a una vivienda digna provocando que miles de propietarios se vean afectados por la liquidación de sus hipotecas, quedando en la calle y endeudados con los bancos que los han echado de sus casas. De modo que no solo estamos con vosotros en vuestro intento de acabar con lo antiguo, sino para experimentar con lo que ha de venir. No protestamos, porque ¿contra quién hay que protestar? ¿Qué podríamos pedir que alguien pudiera concedernos? Estamos ocupando. Estamos reclamando esos mismos espacios de derecho público que han sido mercantilizados, privatizados y encerrados en las manos de una burocracia sin rostro, carteras inmobiliarias y “protección” policial. Mantened estos lugares, nutridlos y dejad que los límites de vuestras ocupaciones se expandan. Después de todo, ¿quién construyó estos parques, estas plazas, estos edificios? ¿Quién realizó el trabajo que los hizo reales, aptos para ser habitados? ¿Por qué debería parecernos natural que se nos aparte de ellos policialmente y disciplinariamente? Reclamar estos espacios y organizarlos con justicia y de manera colectiva es prueba suficiente de nuestro derecho a hacerlo. En nuestra ocupación de Tahrir cada día veíamos a gente entrando en la plaza con lágrimas en los ojos porque esa era la primera vez que podían caminar por esos lugares sin ser acosada por la policía. No son sólo las ideas lo que importa. Estos espacios son fundamentales para la posibilidad de un nuevo mundo. Estos son espacios públicos, espacios para reunirse, para disfrutar del ocio, para interactuar. Estos espacios deberían ser la razón por la que vivimos en ciudades. Donde el estado y los intereses de unos pocos los han hecho inaccesibles, exclusivos o peligrosos, nosotros debemos asegurarnos de que sean seguros, inclusivos y justos. Los hemos abierto y debemos seguir abriéndolos a todo aquél que quiera construir un mundo mejor, especialmente a los marginados, los excluidos y para aquellos colectivos que más han sufrido. Lo que haceis en estos espacios no es ni más ni menos que “democracia real”. Las nacientes formas de praxis y compromiso social que se realizan en las ocupaciones evitan los ideales vacuos y el parlamentarismo desgastado que el término democracia ha venido a representar. Por ello las ocupaciones deben continuar, porque no queda nadie a quien solicitar que haga reformas. Deben continuar porque estamos creando aquello que no podemos seguir esperando por más tiempo. Pero las ideologías de la propiedad y el decoro se manifestarán de nuevo. Bien a través de la oposición de los propietarios y la municipalidad a vuestros campamentos, o bien a través de intentos más sutiles de control del espacio mediante regulaciones de tráfico, leyes anti acampada o regulaciones sanitarias o de seguridad. Hay un conflicto directo entre lo que intentamos hacer de nuestras ciudades y nuestros espacios y lo que la ley y los sistemas policiales que la respaldan nos permitirán hacer. Nos hemos enfrentado a esta violencia directa o indirecta y continuaremos haciendolo. Aquellos que dicen que la revolución egipcia fue pacífica no vieron los horrores que provocó la policía, ni vieron la resistencia e incluso la fuerza que los revolucionarios emplearon contra la policía para defender sus intentos de ocupación de espacios. El gobierno admitió que 99 comisarias fueron incendiadas, miles de coches de policía fueron destruidos y todas las oficinas del partido en el gobierno ardieron en todo el país. Se levantaron barricadas, los agentes fueron golpeados y apedreados incluso mientras usaban contra nosotros gases lacrimógenos y munición real. Pero al final, el 28 de enero se retiraron y pudimos recuperar nuestras ciudades. No es nuestro deseo usar la violencia, pero aún menos deseamos ser derrotados. Si no resistimos activamente cuando vengan a llevarse lo que hemos recuperado, entonces seremos sin duda derrotados. No confundáis las tácticas que empleamos cuando gritamos “somos pacíficos” con la adoración de la no violencia. Si el estado se hubiera retirado inmediatamente hubiésemos sido más que felices, pero como se insistió en abusar de nosotros, golpearnos y asesinarnos, supimos que no quedaba más respuesta que el combate. Si nos hubiéramos tumbado y permitido que nos arrestasen no habría habido menos sangre, golpes y muerte. Estad preparados para defender lo que habeis ocupado, lo que estais construyendo, porque, después de que todo lo demás se nos haya arrebatado, estos espacios recuperados son extremadamente importantes. Así pues, para concluir, nuestro único consejo es que continueis, que sigais sin parar. Ocupad más, encontraos unos a otros, cread redes más y más grandes y seguid descubriendo maneras de experimentar con la vida social, el consenso y la democracia. Descubrid nuevas formas de emplear estos espacios, descubrid nuevas formas de conservarlos para que nunca los tengáis que abandonar. Resistir fieramente cuando se os ataque, pero al mismo tiempo disfrutad de lo que estais haciendo, dejad que sea fácil, divertido incluso. Ahora todos nos estamos mirando unos a otros y desde El Cairo queremos decir que somos solidarios con vosotros y que os amamos por lo que estais haciendo. Los camaradas de El Cairo, 24 de octubre de 2011 |