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Discusiones entre los trotskistas sobre la Cuestión Negra en la década del ‘30
20 de abril de 1935 Sobre las tesis sudafricanas A la sección Sudafricana Es evidente que las tesis se escribieron basándose en un atento estudio de la situación económica y política de Sudáfrica y de la literatura marxista-leninista, especialmente la de los bolcheviques leninistas. La seria consideración científica de todos los problemas es una de las condiciones más importantes del éxito de una organización revolucionaria.
El ejemplo de nuestros amigos sudafricanos confirma una vez más el hecho de que en la época actual sólo los bolcheviques leninistas, es decir los revolucionarios proletarios coherentes, adoptan una actitud seria hacia la teoría, analizan la realidad y aprenden antes de ponerse a enseñar a los demás. La burocracia stalinista hace tiempo remplazó el marxismo por una mezcla de ignorancia y desvergüenza. En el siguiente artículo deseo hacer ciertas observaciones sobre el proyecto de tesis que servirá de programa al Partido de los Trabajadores de Sudáfrica. En ningún momento estas observaciones se oponen al texto de las tesis. Conozco demasiado poco las condiciones sudafricanas como para pretender dar una opinión concluyente sobre una serie de problemas políticos. Unicamente en algunos puntos me veo obligado a manifestarme en desacuerdo con determinados aspectos del proyecto de tesis. Pero tampoco aquí, por lo que puedo juzgar desde lejos, tenemos diferencias de principios con los autores. Más bien se trata de algunasexageraciones polémicas producto de la lucha contra la perniciosa política nacional del stalinismo. Pero es en interés de la causa no disimular ni siquiera las más leves inexactitudes del texto sino, por el contrario, plantearlas para que se discutan abiertamente y obtener así una redacción lo mas clara y perfecta posible. Tal es el objetivo de estas líneas, dictadas por el deseo de brindar una ayuda a nuestros bolcheviques leninistas sudafricanos en la gran y responsable tarea a la que se hallan abocados. Las posesiones sudafricanas de Gran Bretaña constituyen un dominio sólo desde el punto de vista de la minoría blanca. Desde la perspectiva de la mayoría negra, Sudáfrica es una colonia esclavizada. No se puede pensar en ningún cambio social (en primer lugar en una revolución agraria) mientras el imperialismo británico retenga el dominio de Sudáfrica. El derrocamiento del imperialismo británico es tan indispensable para el triunfo del socialismo en Sudáfrica como en la propia Gran Bretaña. Si, como es de suponer, la revolución comienza primero en Gran Bretaña, cuanto menos apoyo encuentre la burguesía inglesa en las colonias y dominios, incluso en una posesión tan importante como Sudáfrica, tanto más rápida será su derrota en su propio país. En consecuencia la lucha por la expulsión del imperialismo británico, sus instrumentos y sus agentes constituye una parte indispensable del programa del partido proletario sudafricano. La liquidación de la hegemonía del imperialismo británico en Sudáfrica puede producirse como consecuencia de la derrota militar de Gran Bretaña y la desintegración del imperio. En este caso, durante un período que difícilmente sea prolongado los sudafricanos blancos todavía podrían mantener su dominación sobre los negros. Otra posibilidad, que en la práctica está ligada con la primera, es una revolución en Gran Bretaña y en sus posesiones. Las tres cuartas partes de la población sudafricana (casi seis millones sobre un total de cerca de ocho) no son europeas. Es inconcebible una revolución victoriosa sin el despertar de las masas nativas. A la vez eso les dará lo que hoy les falta, confianza en sus propias fuerzas, una conciencia personal más elevada, un nivel cultural superior. En estas condiciones, la república sudafricana surgirá antes que nada como una república "negra"; por supuesto esto no excluye la total igualdad para los blancos o las relaciones fraternales entre ambas razas; dependerá fundamentalmente de la conducta que adopten los blancos. Pero es obvio que la mayoría predominante de la población, liberada de su dependencia esclavizante, pondrá su impronta en el estado. Dado que una revolución victoriosa cambiará radicalmente no sólo la relación entre las clases sino también la relación entre las razas, y garantizará a los negros el lugar que les corresponde en el estado de acuerdo a su número, la revolución social tendrá en Sudáfrica también un carácter nacional. No tenemos la menor razón para cerrar los ojos ante este aspecto de la cuestión o para disminuir su importancia. Por el contrario, el partido proletario, abierta y audazmente, en las palabras y en los hechos, tiene que tomar en sus manos la solución del problema nacional (radical) No obstante, el partido proletario puede y debe resolver el problema nacional con sus propios métodos. El arma histórica para la liberación nacional sólo puede ser la lucha de clases. Ya en 1924 la Comintern transformó el programa de liberación nacional de los pueblos coloniales en una hueca abstracción democrática que se eleva por sobre la realidad de las relaciones de clase. En la lucha contra la opresión nacional las distintas clases se liberan (circunstancialmente) de sus intereses materiales y se convierten en simples fuerzas "antiimperialistas". Para que estas espirituales "fuerzas" cumplan valientemente con el objetivo que les asigna la Comintern, se les promete como recompensa un espiritual estado "nacional-democrático", con la inevitable referencia a la fórmula de Lenin: "dictadura democrática del proletariado y del campesinado." Las tesis señalan que en 1917 Lenin descartó abiertamente, de una vez y para siempre, la fórmula de "dictadura democrática del proletariado y del campesinado" como condición necesaria para la solución del problema agrario. Esto es totalmente correcto. Pero para evitar malentendidos tenemos que agregar: a) Lenin siempre habló de una dictadura revolucionaria democrático-burguesa y no de un espiritual estado "del pueblo"; b) en la lucha por la dictadura democrático-burguesa no planteó el bloque de todas las "fuerzas antizaristas" sino que llevó a cabo una política proletaria de independencia de clase. El bloque "antizarista" era la idea de los socialrevolucionarios rusos y de los cadetes de izquierda, es decir de los partidos de la pequeña y mediana burguesía. Los bolcheviques siempre libraron una lucha irreconciliable contra estos partidos. No podemos estar de acuerdo con la forma en que se expresan las tesis cuando afirman que la consigna de "república negra" es tan perniciosa para la causa revolucionaria como la consigna "Sudáfrica para los blancos". Mientras que con la última se apoya la opresión más total, con la primera se dan los pasos iniciales hacia la liberación. Tenemos que aceptar resueltamente y sin reservas el absoluto e incondicional derecho de los negros a la independencia. La solidaridad entre los trabajadores negros y blancos sólo se cultivará y fortalecerá en la lucha común contra los explotadores blancos. Es posible que después del triunfo los negros no crean necesario formar un estado negro separado en Sudáfrica. Por supuesto que no los obligaremos a implantarlo. Pero que tomen su decisión libremente, en base a su propia experiencia, no obligados por el sjambok (látigo) de los opresores blancos. Los revolucionarios proletarios nunca deben olvidar el derecho de las nacionalidades oprimidas a la autodeterminación, incluso a la separación plena, ni la obligación del proletariado de la nación opresora de defender este derecho con las armas en la mano si fuera necesario. Las tesis señalan muy correctamente que en Rusia fue la Revolución de Octubre la que solucionó el problema nacional. Los movimientos democráticos nacionales eran impotentes de por sí para liquidar por su cuenta la opresión nacional del zarismo. Sólo porque el movimiento de las nacionalidades oprimidas y el movimiento agrario del campesinado dieron al proletariado la posibilidad de tomar el poder y establecer su dictadura, la cuestión nacional y el problema agrario encontraron una definitiva y audaz solución. Pero esa conjunción de los movimientos nacionales con la lucha del proletariado por el poder fue políticamente posible debido a que los bolcheviques durante toda su historia libraron una lucha irreconciliable con los opresores gran rusos, apoyando siempre y sin reservas el derecho de las naciones oprimidas a su autodeterminación, incluso a la separación de Rusia. Sin embargo, la política de Lenin respecto a las naciones oprimidas no tenía nada en común con la política de los epígonos. El Partido Bolchevique defendió el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas con los métodos de la lucha de clases proletaria, rechazando totalmente la charlatanería de los bloques "antiimperialistas" con los numerosos partidos "nacionales" pequeñoburgueses de la Rusia zarista (el Partido Socialista Polaco [PPS, partido de Pilsudski en la Polonia zarista], Dashnaki en Armenia, los nacionalistas ucranianos, los judíos sionistas, etcétera). Los bolcheviques siempre desenmascararon implacablemente a estos partidos, así como a los socialrevolucionarios rusos, por sus vacilaciones y su aventurerismo, pero especialmente por su mentira ideológica de estar por encima de la lucha de clases. Lenin no cejó en su crítica intransigente aun cuando las circunstancias lo obligaron a concluir con ellos tal o cual acuerdo episódico, estrictamente práctico. Quedaba fuera de toda discusión cualquier alianza permanente bajo la bandera del "antizarismo". Sólo gracias a esta irreconciliable política de clase logró el bolchevismo, en el momento de la Revolución, desplazar a los mencheviques, a los socialrevolucionarios, a los partidos pequeñoburgueses nacionales y nuclear alrededor del proletariado a las masas campesinas y a las nacionalidades oprimidas. "No debemos -dicen las tesis- competir con el Congreso Nacional Africano con consignas nacionalistas para ganar a las masas nativas." La idea en sí misma es correcta, pero hay que ampliarla concretamente. Como no estoy suficientemente al tanto de las actividades del Congreso Nacional, no puedo más que basarme en analogías para delinear una política respecto a él; desde ya aclaro que estoy dispuesto a introducir en mis recomendaciones todas las modificaciones necesarias. 1. Los bolcheviques leninistas deben salir en defensa del Congreso, tal como éste es, en todos los casos en que lo ataquen los opresores blancos y sus agentes chovinistas en las filas de las organizaciones obreras. 2. Los bolcheviques leninistas han de dar más importancia a las tendencias progresivas del programa del Congreso que a sus tendencias reaccionarias. 3. Los bolcheviques leninistas denunciarán ante las masas nativas la incapacidad del Congreso de lograr la concreción incluso de sus propias reivindicaciones, debido a su política superficial y conciliadora. A diferencia del Congreso, los bolcheviques leninistas llevan adelante un programa revolucionario de lucha de clases. 4. Son admisibles los acuerdos episódicos con el Congreso, si las circunstancias obligan a tomarlos, sólo dentro del marco de tareas prácticas estrictamente definidas, manteniendo la independencia total y absoluta de nuestra organización y nuestra libertad de crítica política. Las tesis no plantean como consigna política fundamental un "estado nacional-democrático" sino un "Octubre" sudafricano. Demuestran convincentemente que: Pero hay que llevar a las masas a esta formulación "estratégica" general por medio de una serie de consignas tácticas. En cada etapa determinada sólo se podrá elaborar estas consignas en base a un análisis de las circunstancias concretas de la vida y de la lucha del proletariado y del campesinado y del conjunto de la situación interna e internacional. Sin profundizar en esta materia, quiero encarar brevemente las relaciones recíprocas entre las consignas nacionales y las agrarias.
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