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Septiembre de 2016

Reproducimos una entrevista al preso político de la CNTE de México Leonel Manzano Sosa donde relata su detención y las torturas que sufrió a manos del gobierno asesino de Peña Nieto.


¡Libertad a Leonel y a todosn los presos políticos!
¡Una misma clase una misma lucha!

 


“Con un pie sobre mis testículos, se balancean y saltan”
torturan durante 32 horas a activista; SEIDO quiso ocultarlo


(06 de septiembre, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- “Digamos que suena irónico pero en la cárcel me acerco de manera rotunda a la poesía. En esa lucha contra el frío encierro y ver la forma de ocuparse en algo para vencer el hastío, la monotonía, el estrés y la cruda ansiedad.
¿Quién soy? ¿En qué me ocupo? Ando en busca de la libertad, mientras tanto, las letras son el teatro de operaciones desde la distancia”. Leonel Manzano Sosa.
 “Al llegar a ese lugar desconocido, me sacaron del vehículo a punta de patadas en las piernas y espalda; me propinaron puñetazos en la nuca y costillas. Me metieron a una habitación entre varios aprehensores y procedieron a vendarme los ojos y esposarme fuertemente las manos hacia atrás.
Dio inicio una intensa y prolongada sesión de tortura física y psicológica, la cual fue combinada con un muy escaso interrogatorio e incomunicación total. Recibí de pie, pegado a la pared, golpes en la nuca con el puño, los que me produjeron mareo, dolor y pérdida de equilibrio. Golpes en las sienes con ambos puños de manera simultánea, produciendo zumbido en los oídos, mareos y dolor intenso. Golpes en medio de los ojos, arriba de la nariz, con el puño, los que producen caídas, mareos y fuertes dolores”, narró el luchador social, hoy preso político, Leonel Manzano Sosa, en un testimonio escrito, en poder de Revolución TRESPUNTOCERO.     
Manzano Sosa, es ingeniero agrónomo, pero se unió a la lucha magisterial en 2006. Coordinaba a las bases y al mismo tiempo trabajaba como activista con la población de comunidades indígenas que se encontraban en pobreza y marginación, siendo fundador de la organización social llamada Frente Amplio de Comunidades Marginadas del Estado de Oaxaca (FACMEO).
Leonel Manzano Sosa, junto a su cuñado Rafael Rodríguez Henríquez, secretario de organización de la sección 22, se mantuvieron en la lucha social, hasta que en 2011, el segundo fue asesinado, “pero esto nunca detuvo a Leonel. Él siguió impulsando y activando las bases.
Aunque en el momento en que lo detienen no estaba en ninguna movilización o acción, semanas antes como familia ya habíamos participado en una manifestación en contra de la reforma educativa, viajamos a la Ciudad de México para manifestarnos, pero en el momento de su detención él había salido con otros tres maestros a un restaurante”, declara en entrevista para Revolución TRESPUNTOCERO, la maestra Carmen Sánchez, esposa de Leonel Manzano Sosa.
A quien detuvieron el 17 de mayo de 2013, cuando salía de dicha reunión con tres más de sus compañeros a quienes aquella misma noche los aprehendieron en distintos sitios. A Leonel le dieron alcance cuando iba a subirse a su automóvil. Lo detuvieron un grupo de hombres vestidos de civil, comenzaron a propinarle patadas en el cuerpo, hasta sujetarlo y esposarlo, además de amarrarle los pies.
“Lo aventaron como un saco al asiento de atrás, pero como no dejaba de intentar zafarse, dos de los hombres se sentaron encima de su cuerpo y estuvieron dando vueltas en el carro durante algún par de horas. Nunca hubo una orden de aprehensión. Pero ahí comenzó la tortura, lo primero fue darle toques con colillas de cigarro, le quemaron el cuerpo.
Le repetían que bien que sabía lo que estaba haciendo, que por qué no lo quería decir, así no tuvieron recorriendo la ciudad, hasta llevarlo a una casa, algo así como un sótano y ahí las torturas no se detuvieron y duraron 32 horas”, menciona Carmen.
Golpes en el pecho y del estómago con puño cerrado fueron parte de la tortura física, para producir en Leonel falta prolongada de respiración, falta de aire, dolor y desmayo. Siguieron golpes en las costillas, produciendo caídas, desfallecimientos y profundo dolor y quejidos.
Patadas en las piernas, rodillas y pantorrillas; las cuales ocasionaron caídas, hinchazón, desgarres. Severos golpes en los testículos por enfrente y por la espalda. El presentó heridas, raspones, y hoy tiene una cicatriz de 7 centímetros en la espalda que se la hicieron con una cuchilla. “Tirado en el piso boca arriba, recibí golpes de patadas en las piernas y costillas.
A su vez, se paran con un pie sobre mis testículos, se balancean y saltan sobre ellos; me produce mucho dolor y desfallecimientos. También me introducen agua con una botella en la nariz; ocasionando que me contorsione, que padezca ahogamiento y la expulse violentamente. Sentado en el piso me maniatan fuertemente con una venda las manos hacia atrás, lo más que la mano se pegue al brazo contrario; produce intenso adormecimiento, intensos dolores, desmayo, sudoración excesiva y quejidos permanentes hasta el grado de ya no sentir esas partes de tu cuerpo”, continúa narrando Leonel, a quien querían hacerle confesar “qué tramaba la Sección 22, quién estaba detrás del movimiento”.

Mientras esto sucedía, Carmen y sus tres hijos desconocían el paradero de su esposo y padre y al creerlo desaparecido, se reunieron con las demás familias de los maestros, para bloquear calles, interpusieron un amparo por desaparición y visitaron dependencias y hospitales, en ningún lugar fueron localizados.
En tanto, en la Ciudad de México, los maestros que ya se encontraban en plantón se movilizaron a su búsqueda, finalmente el 18 de mayo, supieron que los tres maestros estaban en SEIDO, fueron exhibidos en los medios de comunicación, y los presentaron como una banda de la delincuencia organizada.
Sin embargo, a Leonel no lo presentaron, porque a él lo estaban medicando, su cuerpo estaba tan dañado que en SEIDO habían prohibido exhibirlo a los medios hasta que ya no se le notara la tortura, por ello comenzaron a suministrarle medicamentos. Aún así a la hora de la presentación, cuando se le llamó “secuestrador” y se aseguró que pertenecía a la delincuencia organizada, se notó también moretones en el rostro.
La tortura psicológica también estuvo presente, a Leonel lo amenazaron con violar a su esposa e hija mayor delante de él; amenazaron con matar a su familia, con desaparecerla o en el mejor de los casos con detenerlos y procesarlos. Se lo dijeron al oído y a gritos, a él en todo momento lo amenazaron con violarlo, con desaparecerlo, con tirarlo al drenaje.
“Actualmente, a consecuencia de las torturas físicas y psicológicas, padezco de desgarre en las piernas, desgarre y sangrado, zumbido en los oídos y mareo, dolor y lesión en costilla derecha, dificultad para sentarme, dificultad para acostarme del lado derecho; los dedos, muñeca y parte del brazo derecho dormidos; dificultades para escuchar. Además de sobresaltos, insomnio, ansiedad y dificultades para dormir”, escribió Leonel.
Al activista lo trasladaron del aeropuerto de Oaxaca, hacia la Ciudad de México. Solamente hasta que llegó pudo ver que fue la Policía Federal quien lo detuvo, se percató al leer insignias en los uniformes.
Al llegar a la SEIDO, aproximadamente a las 8 de la mañana del sábado 18 de mayo. Al bajar de las camionetas le pusieron un chaleco naranja y tomaron fotos y filmaron con una cámara. “Después nos suben a unas oficinas de pisos intermedios, nos ponen de pie a la pared, esposados e incomunicados. Inician con un interrogatorio a todos los que vamos detenidos, lo hacen como 6 personas entre hombres y mujeres que nunca se identifican. Lo hacen de manera agresiva y bajo la vigilancia de los agentes de la Policía Federal, en caso de no contestar, de no querer colaborar, te amenazan y golpean”, denunció Leonel.
Por la madrugada para amanecer domingo 19 de mayo, entre la una o dos de la mañana; a fuerza de tortura constante, obligaron a Leonel a firmar algunos documentos, sin que conociera su contenido. Sin ser asistido por un abogado, sin tener asesoría legal y estando permanentemente incomunicado, sin permitirle realizar una llamada telefónica.
Todo esto sucedía mientras se encontraba en estado de shock, sin poder caminar y hablar a causa del trauma físico y psicológico de la tortura. Esa misma madrugada, lo trasladaron a celdas que están en el sótano del edificio y lo instalaron en una de ellas. Con luz permanente, cámara de video, así permaneció aislado.
El interrogatorio siempre fue el mismo, “si conozco a Hugo Jarquín y Flavio Sosa. Sobre la gestoría y que comunidades o municipios son beneficiados. Sobre mis ingresos y si soy de izquierda”.
La mañana del 22 de mayo de 2013, Leonel fue conducido al aeropuerto de la Ciudad de México sin decir el destino y custodiado por la Policía Federal. “Reconozco algunas voces de estos policías, algunos de ellos me torturaron y condujeron de Oaxaca al Distrito Federal.
Sólo hasta llegar a la entrada del penal, pude leer hacia fuera. Llegaba al penal de Puente Grande, Jalisco”, afirma Leonel. Por su parte Carmen asegura que para toda la familia el enterar fue desquiciante, y de inmediato se encontraron en una situación de vulnerabilidad, ya que habían estigmatizado a su familia, y a su esposo como un secuestrador.
A Leonel lo inculpaban de haber secuestrado a las hijas de un empresario de Oaxaca, sin embargo nunca han presentado pruebas que puedan demostrar que el delito del cual se le culpa es verdad. Solamente un disco, sin embargo tres veces ha sido rechazado porque “no aparece nada”.
“Ahora pareciera que tenemos que ir persona a persona explicándole que esa no fue la realidad, nuestra tarea es muy difícil porque nosotros no tenemos los medios de comunicación a nuestra disposición, llevamos tres años y nunca nos han dado un espacio de réplica en ninguna televisora, en ningún medio donde nosotros podamos explicar cuáles son las razones, el porqué nosotros decimos que Leonel y los otros compañeros a quienes detuvieron e imputaron los mismos delitos son inocentes.
A Leonel lo señalaron como un secuestrador y parte de la delincuencia organizada, al Estado no le conviene decir que todos estos compañeros que se encuentran en penales de máxima seguridad son luchadores sociales y son representantes y líderes de distintas organizaciones sociales”, afirma Carmen.
El juez que se ocupa del caso de Leonel aceptó que fue torturado y por lo tanto se anuló la declaración, también lo demostró el Protocolo de Estambul (dictamen en poder de Revolución TRESPUNTOCERO), además que no existen pruebas en contra del activista, sin embargo él sigue preso en un penal de máxima seguridad, con severas secuelas por la tortura, sin atención médica, ni psicológica, por el contrario, Carmen no podría asegurar que el hostigamiento cesó.
Con lágrimas afirma, que ha sido difícil haber pedido el acompañamiento de su mano derecha, su pareja, su amigo, y es que derivado de poner su atención completa en la lucha por sacar a su esposo de prisión, tuvo problemas en su trabajo, mientras tenía que hacerse cargo sola de sus tres hijos. Hoy de 24, 16 y 11 años.
Aunque ella asegura, muchas veces “haber perdido la luz”, Leonel le ha confesado que se mantiene firme, ayudado por la poesía y la narrativa. El luchador social ha publicado ya dos libros desde el penal, cuyos contenidos van desde la poesía, hasta las historias de los reos que han sido abandonados por sus familias, sin dejar pasar la lucha magisterial y la de los movimientos sociales en América Latina.
Tal vez sea eso, comenta, lo que ha provocado que los custodios siempre mantengan a Leonel alejado de los otros reos, además de cambiarlo constantemente de celda para que no socialice. Así, Carmen recuerda, cuando comenzó el movimiento de denuncia del caso, lo que provocó que a Leonel, quien padece de principios de artritis, lo enviaran a dormir al baño, durante un mes, con una regadera que goteaba sin cesar.
Hoy otra forma de tortura, comenta Carmen, es negarle la dieta médica, y es que al estar enfermo de diverticulitis, constatado en el protocolo de Estambul, las comidas del penal difícilmente pueden ser ingeridas, por lo que generalmente siempre come “a medias” y poco, lo que no tenga grasa, es decir pan y tortilla solamente.
El también poeta, por los severos sufrimientos de la tortura se ha vuelto sensible y cualquier ruido por mínimo que sea le asusta, “nunca lo habíamos visto llorar, ahora llora todo el tiempo y las tragedias en casa no paran, así que cualquier noticia le duele muchísimo más que a cualquiera”, asegura Carmen.
Lo que da pie para comentar que en mayo pasado, la hermana de Leonel, de 28 años, fue atropellada por un conductor que se dio a la fuga, ella tenía a su hija de dos años en brazos, la joven murió al instante, la niña logró salvarse, y aunque la camioneta quedó abandonada a 20 metros, las autoridades aún mantienen una investigación lenta y sin resultados.
En tanto exista la corrupción e impunidad y Peña Nieto no haga nada, esto continuará, asegura Carmen, quien asegura que ni en el caso de Leonel, ni en el de la hermana del activista se ha hecho algo por obtener justicia. Afirma que en el caso de su pareja, las imputaciones aunque falsas, no han sido discutidas e investigadas tampoco por Gabino Cué.
“Como familia nos trastocó y nos cambió la vida, ahorita de ninguna manera podremos ser felices, no encontramos la felicidad plena porque nos falta nuestro ser querido, nos falta Leonel Manzano Sosa”, puntualiza Carmen.
“La lucha es constante y colosal, por mantener la dignidad erguida se crea, se inventa, se ama la vida. A fin de mantener la lucidez mental”. Leonel Manzano Sosa, preso político y de conciencia.

 

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