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8 de diciembre de 2019

Intervención del vocero del Colectivo por la Refundación de la  IV Internacional / FLTI, 
en el mitín político de la JRCL-RMF

 

Hace 7 años estuvimos aquí con ustedes. Ardía Medio Oriente y buscábamos las fuerzas para romper el cerco a la revolución siria. En el medio del crack mundial de 2008, el imperialismo atacaba brutalmente a las masas. Estas respondían con duros combates, también en Europa y en EEUU. Aquellas revoluciones terminaron siendo desviadas por el reformismo o en un baño de sangre, como sucedió con Siria y Ucrania.

Hoy volvemos a encontrarnos. Medio Oriente nuevamente está en llamas. En Idlib, la última trinchera de la revolución siria, se sigue resistiendo. Se combate en Argelia, Irán, Sudán y en Irak, donde una ofensiva revolucionaria amenaza con barrer todo el régimen tutelado de las petroleras imperialistas.

La crisis imperialista no da sosiego. La guerra comercial que ha declarado Trump a la Europa imperialista de Maastricht y para someter bajo la bota de Wall Street a China y quedarse con sus suculentos negocios, no es más que una verdadera guerra contra la clase obrera mundial. Entre ellos acuerdan, chocan para luego negociar y pactar, pero los que realmente padecen a este sistema en bancarrota son la clase obrera y los explotados. Los planes de flexibilización laboral son la receta del sistema imperialista en todos los países del mundo. El saqueo de las materias primas en el mundo semicolonial es disputado a dentelladas por las potencias dominantes. Mientras tanto, más de 200 millones de trabajadores recorren las fronteras del planeta como refugiados o buscando el pan para sobrevivir. Esta vez son los capitalistas los que paran las máquinas por su parasitismo, mientras el 1% de piratas imperialistas se lleva la mayoría de las riquezas del planeta.

En América Latina, al igual que en Medio Oriente, las masas también presentan una feroz batalla. Los trabajadores han comprendido que con luchas mínimas y económicas no hay solución en medio del enorme crac de la economía capitalista. Por eso la demanda en Chile, en Ecuador, en Bolivia, Haití, etc., como en Medio Oriente o en el mismo Hong Kong en el Pacífico, es que caigan los gobiernos y regímenes. Las masas saben que sin derrotarlos no podrán conseguir ninguna de sus demandas. La lucha económica se eleva a lucha política de masas. Así en Chile ante el intento del gobierno de negociar demandas mínimas demagógicas, la juventud y los trabajadores van por todo y en su lucha afirman que el problema no son los 30 pesos del aumento del boleto del metro, sino los 30 años de saqueo, opresión, martirio y hambre del régimen pinochetista.

Una cadena de grandes levantamientos, de acciones independientes de masas, de revueltas, de huelgas revolucionarias, de combates de barricadas, de insurrecciones espontáneas, comienza a recorrer, como un contagio, todos los continentes. La lucha de la juventud y de los trabajadores de Hong Kong no es más que la punta del iceberg de una dura resistencia de los jóvenes y obreros de China. En Francia ha estallado una nueva huelga general contra el ataque de las conquistas a la clase obrera. Junto a los Chalecos Amarillos, combaten al odiado gobierno de Macron. Mientras tanto, Catalunya se subleva contra los Borbones. En EEUU se combate en la General Motors contra la flexibilización laboral y los docentes luchan por su salario. La clase obrera no se retiró de la escena.

Camaradas:
Estamos entrando en una época de contrarreformismo. La paz social y la conciliación de clases se han roto. Las direcciones traidoras y reformistas comienzan a perder el control de las masas en lucha. Estas jamás esperaban que estos combates revolucionarios se desarrollaran. Ellas intentaron llevar todas estas luchas a la vía muerta de la conciliación de clases o al parlamentarismo en bancarrota.
Stalinistas, burócratas sindicales locales, renegados del trotskismo, pacifistas varios y burguesías nativas estafadoras de su pueblo están siendo sobrepasados por las acciones de masas y deben ser arrojados al basurero de la historia. Esa es nuestra tarea.
Las masas salen a pelear por lo suyo contra el imperialismo que les impone los peores padecimientos e inequidades. El aumento de los combustibles, la devaluación de las monedas, el ataque a las conquistas obreras son la chispa que enciende la revolución.

Camaradas:
En América Latina, a la guerra lanzada por el imperialismo yanqui, las masas han respondido con enormes estallidos revolucionarios.

En Ecuador las masas han demostrado que se puede acorralar y arrinconar a la ciudadela del poder. El levantamiento de octubre se encendió por la chispa del aumento del precio del gasoil, que encarece la vida del campesino y de todas las masas oprimidas. Los explotados tomaron Quito, la capital, y echaron al presidente que se refugió en la ciudad de Guayaquil.
Ecuador es una revolución que se quiere ocultar. La dirección de la central campesina CONAIE y su partido stalinista Pachakutik junto a la burocracia de la central sindical FUT, restituyeron al gobierno en el poder. El presidente tuvo que retroceder en el aumento del precio del gasoil y también en los planes de flexibilización laboral. El poder estaba al alcance de la mano. La burguesía dio algo para no perderlo todo. Fueron las direcciones stalinistas las que impidieron a las masas quedarse con todo, es decir, con el poder, que así se escapó de sus manos. 

En Chile, como sucede hoy en Colombia, se desarrolla un enorme levantamiento de la juventud y la clase obrera que no abandona las calles hasta que no caiga el gobierno de Piñera y todo el régimen pinochetista. Aun la burguesía no se anima a enviar al ejército porque teme que suceda lo que se puso a la orden del día en Ecuador: que los soldados rasos se pasen con sus armas del lado del pueblo. Una situación revolucionaria está abierta y los traidores del stalinismo ya no pueden controlar a las masas. La policía y las fuerzas represivas atacan a las masas insurrectas y estas responden con la así llamada “primera línea”, una heroica y combatiente autodefensa obrera y popular que pone como tarea central la necesidad de la milicia obrera para que la revolución chilena suba un nuevo estadio y rompa con el veneno que durante décadas le impuso el stalinismo, que fue el fraude de la “vía pacífica al socialismo”, que terminó en un río de sangre en Chile y en toda América Latina.

Por otra parte, en Bolivia el imperialismo concentró sus fuerzas. Allí con un golpe fascista de la oligarquía adelantó la caída de Morales. Este huyó porque le tiene más miedo a las masas armadas que al imperialismo. Se abrió así una brutal crisis en las alturas. Obreros y campesinos irrumpieron al grito de “Ahora sí, guerra civil” y “Muerte al fascismo”. El Alto, ciudad vecina de la Paz donde se encuentra la vanguardia del proletariado boliviano, se sublevaba como en la revolución de 2003-2005 y amenazaba con volver a ser el “cuartel general de la revolución”.
La burocracia de la COB sacó al movimiento obrero de escena y traicionó la lucha de las masas por aplastar el golpe. El campesino que cortaba todas las rutas de Bolivia no encontró a los mineros y al resto de la clase obrera en la ciudad para que encabece su lucha. El levantamiento se volvió impotente. El fascismo ocupaba las calles.
Un sector de la clase obrera se fue a tomar la planta de gas en Senkata, que abastece de energía al sur de América Latina. Los esperaban los generales fascistas que como en los ‘70 llenaron de sangre obrera y campesina a Bolivia. 

Más allá de duras derrotas parciales, en Medio Oriente, en América Latina, en Hong Kong, en Francia, etc., se profundiza una nueva ofensiva de masas. La clase obrera norteamericana mantiene sus fuerzas intactas.
Los analistas burgueses buscan una explicación a lo que sucede. Algunos hablan de las “revoluciones de WhatsApp”, de las “revoluciones transversales”, de “contagio”. Pero no, mil veces no. Estas son las revoluciones del hambre, contra el saqueo imperialista, contra el ataque a las conquistas obreras. El imperialismo está en bancarrota. El sistema financiero mundial y las transnacionales solo acumulan una deuda que supera los 188 billones de dólares, un 230% del PBI mundial. El capitalismo se sigue comiendo los beneficios que aún no ha producido. El podrido sistema capitalista no salió de su bancarrota. Los de arriba van por todo y los de abajo no lo aceptan y van por ellos. La tendencia a un ascenso revolucionario mundial ha comenzado.

Ninguno de los estados mayores del stalinismo y los renegados del trotskismo y la así llamada “Nueva Izquierda”, que se han unido en partidos únicos, llamaron a estos grandes combates de masas. Ellos son la izquierda de la paz social y de la colaboración de clases. Los levantamientos revolucionarios y las revueltas son a pesar y en contra de ellos. Ellos son el factor más reaccionario y el límite más grande que tiene la actual oleada revolucionaria.

Ellos, apoyados en la entrega al imperialismo de los ex estados obreros en el ’89, aún les dicen a las masas que la lucha por la revolución socialista ya no es posible y que “el socialismo ya no va más ni siquiera en Cuba”, como afirmaban los hermanos Castro mientras terminaban de entregarle la isla a los yanquis. Ellos pregonan en todo el mundo la lucha por ampliar la democracia burguesa. Les dicen a las masas que en las asambleas constituyentes en el marco de las instituciones del estado burgués habrá solución a sus problemas y demandas. Pero el reformismo intenta hacerle creer a las masas que sin tomar el poder, sin la victoria de la revolución socialista, los explotados pueden elevar su nivel de vida. Mentira, mil veces mentira. Sin expropiar a los expropiadores del pueblo, sin derrotar sus gobiernos y estados, es imposible expulsar al imperialismo en los países que oprime y menos será posible conquistar el pan, el trabajo y el salario digno.
El reformismo ya ni siquiera les puede conseguir limosnas a las masas. Las condiciones objetivas para la revolución proletaria no solo están maduras sino que se están pudriendo.

Camaradas:
Está planteado un nuevo reagrupamiento de las fuerzas internacionalistas de la clase obrera para coordinar y centralizar los combates actuales. Colaborar con las masas para sacarse de encima a las direcciones reformistas que se coordinan y centralizan con el imperialismo y sus gobiernos, es una obligación de todos los marxistas revolucionarios del planeta.
Aquí y allá el reformismo con sus cantos de sirena desparrama su veneno de colaboración de clases a las masas y con su pacifismo impiden que estas se armen cuando el fascismo y el sable de los generales buscan aplastarlas. Aquí y allá en continentes enteros, las masas estallan en cadenas de revoluciones y el reformismo busca dividirlas país por país.

Al inicio de las situaciones revolucionarias que se han abierto, las masas ponen en pie organismos de autodeterminación y democracia directa, donde ejerce y reside el poder de los explotados. O le dan ese contenido de organismos de poder a sus viejas organizaciones como ha sucedido en Ecuador con el FUT y la CONAIE las viejas organizaciones sindicales y campesinas. Es que justamente allí está el camino a la victoria. Desde la FLTI combatimos por poner en pie, coordinar y centralizar los organismos que las masas ponen en pie para avanzar en su lucha política contra los gobiernos y regímenes opresores. Combatimos por desarrollar el poder de los consejos de obreros, campesinos pobres y soldados rasos. Cuando la lucha de clases se recrudece y agudiza a niveles extremos, la burguesía sabe muy bien, por experiencia propia que si se coordinan y centralizan los organismos de lucha directa de las masas y estas se arman, la toma del poder y la victoria de la revolución socialista están al alcance de la mano. Los reformistas buscan llevar esta energía de las masas a frentes de colaboración de clases y a un parlamentarismo de falsas promesas. Las contradicciones entre las clases ya se resuelven en las calles, en las barricadas, y en situaciones revolucionarias agudas con las armas en las manos. Todo lo demás es un engaño que prepara el camino para crueles y duras derrotas. La alternativa es reforma o revolución: una lleva a la derrota y la otra, a victoria de la clase obrera.

Camaradas:
Ha llegado la hora de poner en pie un bloque internacional de los revolucionarios, para declararle la batalla abierta a las direcciones traidoras, al stalinismo y sus secuaces, a las burocracias sindicales, a los llamados “anticapitalistas” que solo intentan reformar al capitalismo en bancarrota. Los revolucionarios que combatimos bajo las banderas de la IV Internacional afirmamos que es el momento de reconstituir el internacionalismo militante que el stalinismo y los renegados del marxismo destruyeron hace décadas y que los obreros avanzados y la juventud rebelde busca conquistar en cada uno de sus combates decisivos. Ese es el camino para generalizar y extender y para que triunfen a nivel internacional las revoluciones que ya han comenzado. Estamos aquí para dar un paso enorme adelante en ese camino.

La hora de poner en pie un bloque revolucionario internacional ha llegado. La clase obrera mundial con sus combates que recorren continentes enteros ya lo ha puesto como moción.•

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