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Enero 2019

Extracto de la Editorial del Democracia Obrera N°96

Venezuela concentra lo más avanzado de la ofensiva yanqui sobre América Latina

 

Cuando estamos editando este periódico, Venezuela se encuentra conmovida por una enorme crisis política. Junto a esta presentación, publicamos una declaración de último momento del Colectivo por la Refundación de la IV Internacional - FLTI, editada en común con los compañeros de la LCT (Liga Comunista de los Trabajadores) de Venezuela.

En ese país, la catástrofe y padecimientos de las masas ya son inauditos. Ya no hay ni bonanza, ni precios exorbitantes del petróleo, ni negocios para repartir entre las burguesías bolivarianas y el imperialismo. En Venezuela, lo decisivo hoy, ante la nueva arremetida imperialista que viene por todo, es que las burguesías bolivarianas ya contuvieron, desviaron y aplastaron el proceso revolucionario antiimperialista que las masas latinoamericanas protagonizaron en los últimos años.
Como planteamos anteriormente, Evo Morales resultó ser el más aplicado de los ejecutores de los planes del imperialismo en Bolivia, siendo el garante del saqueo de los minerales. El de los Kirchner de Argentina fue uno de los gobiernos que más dólares le pagó al FMI de deuda externa y de intereses financieros. Hace rato que Lula y el PT se han rendido ante los yanquis, con la bendición de la iglesia. Y en Venezuela y Cuba se desarrollan las dos más grandes tragedias que esa parodia y estafa de la “Revolución Bolivariana” significaron para las masas latinoamericanas. Es que en esos dos países, junto a Colombia, las boliburguesías y el stalinismo le provocaron las más crueles derrotas al movimiento obrero, cuestión que les dejó el camino abierto al imperialismo para preparar zarpazos decisivos sobre el subcontinente.
Son y fueron los bolivarianos los que hace rato se rindieron y le abrieron las puertas a los yanquis para su ofensiva actual sobre América Latina.
En 2008, con el pacto Obama-Castro, se inicia la entrega de la resistencia colombiana y los acuerdos comerciales que introdujeron el derecho a herencia y de inversión extranjera en Cuba, que le permitieron al castrismo devenir en una nueva burguesía en la isla. Y lo más grave: embellecieron a Obama, que fue quien despidió a cientos de miles de obreros en EEUU o les impuso los peores planes de flexibilización laboral para mantener sus puestos de trabajo. El mismo Obama que venía de estatizar la deuda de los banqueros para que la paguen los trabajadores y el pueblo de EEUU con hambre y miseria, fue recibido con honores por Castro y saludado por Chávez.
Allí radica el surgimiento de una clase obrera blanca, hoy desposeída, que va tras la falsa demagogia de Trump, y así la clase obrera norteamericana ha quedado dividida. El resultado, junto a esto, es que ya la bandera yanqui flamea en Cuba y el castrismo ha proclamado que “el socialismo ya no va más ni siquiera en la isla”. ESTE ES EL GOLPE MÁS GRANDE, el tiro por la espalda más brutal y cruel, contra millones de obreros y campesinos que buscaron y buscan abrirse un camino a la revolución en heroicos combates en América Latina tanto durante el siglo XX, como lo que va de este siglo XXI.
Pero eso no es todo. El servilismo de los bolivarianos frente al imperialismo ha llegado más lejos: apoyaron la masacre de Putin y Al Assad a la revolución siria, apoyan además a la teocracia iraní en Medio Oriente y reconocen al Estado sionista-fascista de Israel, cuidándose muy bien de no cerrarle la embajada.

En Venezuela, fue Maduro y esa infame caricatura de revolución, como es la bolivariana, la que no solo le pagó al imperialismo hasta el último centavo de la deuda externa, sino que con el gobierno chavista le impusieron los peores planes de hambre y miseria a la clase obrera venezolana. No tocaron uno solo de los intereses ni negocios ni tierras a la oligarquía, que es la que acapara alimentos y controla toda la red de comercialización de los mismos. Como resultado de esto, arrojaron una devaluación de más de 1000% sobre la moneda, que mandó al hambre y a la desesperación a las masas de ese país. Hoy millones de refugiados huyen hambrientos de Venezuela.

La estafa del gobierno bolivariano a las masas venezolanas no tiene parangón. Le ha entregado toda la cuenca del Orinoco al imperialismo y toda la minería de la nación a las mineras imperialistas, mientras hoy de rodillas clama por que los yanquis continúen negociando con él.
El FMI cobró puntualmente su deuda externa. El avance imperialista está asentado en un hecho, que ya nadie puede negar: fue el gobierno de Maduro el que, a cuenta del imperialismo, derrotó a las masas tirándole toda la crisis y crac económico sobre sus hombros. Esto provocó la fuga de 3 millones de explotados de ese país, que hoy son mano de obra esclava en todos los países de América Latina.
Maduro impuso esta ofensiva con obreros comiendo de los basurales o de las limosnas de la burguesía chavista y sus misiones en los barrios populares, mientras fueron las FFAA bolivarianas y sus órganos de represión las que actuaron como fuerza de choque para disciplinar a las masas.

El gobierno de Maduro ha sido un gran “limón exprimido”, que el imperialismo utilizó como un ariete decisivo para primero engañar, después desviar y finalmente derrotar los combates de la clase obrera venezolana. El resultado de esta aventura bolivariana son los 300.000 millones de dólares que los burgueses bolivarianos tienen en sus cuentas en Miami, mientras millones de obreros venezolanos viven en la hambruna. ¿Cómo no va a avanzar el imperialismo sobre Venezuela, cuando ya Maduro le despejó el camino de las masas, a las que desorganizó y les impuso un brutal ataque?
Maduro ya jugó su rol. Para el imperialismo, a sus limones exprimidos ya no les queda ni una sola gota más de jugo.
Hay que ser claros. Esta ofensiva imperialista tiene el camino allanado por esa parodia y estafa de “Revolución Bolivariana” que entregó la lucha antiimperialista de las masas latinoamericanas y la Cuba socialista al imperialismo. Con un movimiento obrero revolucionario antiimperialista, como el que hizo estallar Venezuela con el Caracazo en el ’89, Trump y los yanquis ni asomarían la nariz por ese país.
Esa cobarde burguesía bolivariana, y toda la izquierda estalinista, ex trotskistas y socialdemócratas que la sostuvieron, son los responsables de dejar a las masas en las peores condiciones, a la defensiva, ante el brutal ataque imperialista.

***

Cuando sacamos este periódico, el gobierno de Maduro en crisis se lamenta que los yanquis ya no lo tengan en consideración como su agente para continuar garantizando los negocios del imperialismo en Venezuela y toda la región. Ha amenazado con suspender relaciones con EEUU en 72 horas mientras mantiene un lazo de sangre con este pagando hasta el último centavo de la fraudulenta deuda externa al FMI, a costa del hambre del pueblo, como ya dijimos.

En décadas anteriores, a fines de los ’80 y principios de los’90, fueron los gobiernos del régimen del pacto de Punto Fijo, de los partidos tradicionales de Venezuela, los que intentaron imponer semejantes condiciones de hambruna generalizada al pueblo venezolano para pagarle al FMI.
Todas estas ofensivas fueron derrotadas a fines de los ’80 y principios de los ’90 por el Caracazo, que fue una enorme semi-insurrección de masas, que junto a los levantamiento de México en el ’86, fueron los primeros choques de las masas latinoamericanas contra el saqueo imperialista vía las deudas externas.

El Caracazo desorganizó toda la ofensiva imperialista sobre Venezuela.
Fue el chavismo y Maduro los que reorganizaron los negocios de los capitalistas y del imperialismo no solo en Venezuela, sino, como ya vimos, en la región. Son ellos los que lograron imponer los mismos planes de hambre, carestía de la vida, gasolinazos, saqueos del FMI, que ni siquiera Carlos Andrés Pérez, sostenido por los milicos represores de ayer, pudo imponer en aquellos años.
Ahora vendrán los continuadores de la obra de Carlos Andrés Pérez y demás represores del Caracazo... y de Maduro, con su trabajo ya cumplido, después de décadas, para asentar el dominio pleno norteamericano, terminar de colonizar Venezuela y, con ello, escarmentar a todas las masas de Latinoamérica.

Bajo las órdenes de la OEA y Trump, la Asamblea Nacional nombró a Guaidó como presidente de Venezuela. Maduro insiste en que él es el único que puede controlar a las masas. En un discurso vergonzoso que duró horas, en el palacio de Miraflores, le prometió a las masas “más misiones”, “más viviendas”, “más raciones de comida” y una promesa vaga de “reconstruir Venezuela”. ¡Miserable! Venezuela no se reconstruye sin expropiar a los capitalistas y a toda la boliburguesía que se robó la plata a Miami, sin romper con el FMI que se lleva 18 mil millones de dólares al año de Venezuela, cuestión que Maduro garantiza con enormes devaluaciones que llevó al salario a 19 dólares. Las promesas de Maduro es un paquete de arroz por semana. Eso es lo único que le puede dar esa estafa de revolución bolivariana al pueblo hambriento.
Es esta cínica política anti-obrera de Maduro, que lleva a las masas a la desesperación, la que no solamente lo debilita y lo deja “colgado de un pincel”, sino fundamentalmente la que le abre el camino al imperialismo yanqui para planificar su derrocamiento y preparar suculentos negocios con mano de obra esclava y salarios de hambre; y, lo que es más importante, terminar de quedarse con el petróleo, que en gran parte Maduro ya se lo ha entregado a los yanqius.

Mientras las masas comen de los basurales y millones huyen de Venezuela, las pandillas burguesas y el imperialismo definen qué gobierno vendrá mañana, contando la cantidad de oficiales y cuarteles que tiene cada pandilla burguesa. Este recuento comenzó el lunes 21 de enero con el intento de putsch de un destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana en el cuartel de Cotiza en Caracas.
Mientras tanto, Trump adelantó un misil durísimo esperando la rendición definitiva de Maduro: incautó todos los fondos del petróleo venezolano en EEUU anunciando que solo se los entregará a Guaidó, que está refugiado en la Embajada de Colombia en Venezuela. ¿Maduro y la boliburguesía? No le han tocado ni un solo centímetro de propiedad a los yanquis. Son valientes para reprimir a la clase obrera, y cobardes y sumisos frente al imperialismo, del cual son sus socios menores.
Hoy el futuro de Venezuela no se decide ni en la Asamblea Constituyente, ni en la Asamblea Nacional, ni en el Palacio de Miraflores, ni en la Embajada de Colombia donde se ha refugiado Guaidó.
Las “fuerzas golpistas” que se preparan no llegarán a Venezuela en un plato volador, ni por ahora, tampoco con una invasión. Estas fuerzas contrarrevolucionarias salen del corazón de la casta de oficiales burguesa de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, que es la única institución que queda en pie del conjunto de las pandillas burguesas y el imperialismo, que hoy se las disputan abiertamente. Allí se decide si es el momento de Trump o de que siga por un tiempo más Maduro.

Las corrientes de izquierda reformista, el Podemos, los Syriza, el estalinismo, los asesinos como Putin o los mandarines chinos que se presentan como “amigos de los pueblos oprimidos”, etc. llaman al pueblo venezolano a atar su suerte, para frenar el golpe, a la política antiobrera y pro-imperialista de Maduro que está asentado, ni más ni menos, que en la casta de oficiales donde se prepara el golpe.

Para los socialistas revolucionarios no se puede ni soñar con parar un solo tanque golpista, ni la sublevación que ya ha comenzado en los cuarteles, sin desarmar, como decimos en nuestra primera declaración, a todo el cuerpo de oficiales de las FFAA bolivarianas, que tanto Guaidó-Trump como Maduro se disputan.
Desarmar a la casta de oficiales de las FFAA y armar al pueblo, disputándole los soldados rasos a la casta de oficiales. La pelea por el Ejército ha comenzado. Las pandillas burguesas se disputan a los oficiales. Los obreros deben ganar a los soldados rasos. Esa es la batalla decisiva y el punto de partida de todo programa revolucionario.
Armar al pueblo, expropiar a los capitalistas y romper con el imperialismo para poder comer es el único camino que puede asegurar la derrota de este plan siniestro del imperialismo que está en curso y la rendición miserable de las burguesías nativas ante su socio mayor.

En todo el continente americano se le quiere hacer creer a la clase obrera que hay dos alternativas: Trump o el Partido Demócrata “progresista” de los bandoleros imperialistas de EEUU; López Obrador o el PRI; Lula o Bolsonaro; la Kirchner o los Macri. La izquierda reformista quiere llevar a la clase obrera americana a los pies de las pandillas contrarrevolucionarias “democráticas” del imperialismo yanqui o de sus sirvientes de “izquierda”.
Los trotskistas afirmamos que no hay solo estas dos alternativas, sino tres. También está la de la poderosa clase obrera latinoamericana (mil veces traicionada por charlatanes parlamentarios de izquierda y stalinistas entregadores de las conquistas más grandes), que resiste duramente esta ofensiva imperialista, y sus aliados, los obreros de EEUU.
La alternativa de hierro en América Latina está planteada entre los obreros y los campesinos pobres, combatiendo contra el imperialismo y sacándose a los parásitos de las burguesías nativas de encima para abrir la revolución; o por delante vendrán las más crueles derrotas a manos de esas burguesías y el imperialismo.
La clase obrera latinoamericana no se ha rendido. Cada vez que intervino, hizo estallar por los aires decenas de ofensivas imperialistas. Y aún hoy, plagada de traiciones, no se rinde. En las fronteras mismas del Río Bravo, 70.000 obreros de las maquilas se han sublevado (ver artículo en página 18), mientras 4.000 hambrientos y desposeídos de Centroamérica van a buscar lo que es suyo a EEUU, donde están los banqueros imperialistas que saquearon todas sus riquezas. Los obreros portuarios de Chile han conmovido ese país con enormes huelgas.
En Argentina aún están encendidas las brasas de los levantamientos revolucionarios de 18 y 19 de diciembre de 2017, mientras la burguesía y la izquierda reformista buscan inaugurar el año electoral y sacar a las masas de las calles.
El proletariado brasileño no ha dicho su última palabra, y mucho menos aún la clase obrera norteamericana.

El combate contra las guerras imperialistas, por paralizar la maquinaria de guerra yanqui, por recuperar a Cuba entregada por el stalinismo, por retomar la lucha antiimperialista para expulsar al FMI, disolver esa cueva de bandidos de la OEA, terminar con los mercados capitalistas de las transnacionales (como los TLC, el Mercosur y el ALBA) y barrer con los regímenes de los capitalistas de América Latina, ha quedado en manos de la clase obrera y los campesinos pobres de Alaska a Tierra del Fuego.
A la ofensiva yanqui en Venezuela se la frena y se la derrota con el Caracazo, el Argentinazo y la revolución obrera y campesina en todo el continente. A Bolsonaro y a sus intentonas bonapartistas semi-fascistas se las enfrenta con comités de obreros, campesinos pobres y soldados rasos, y con milicias obreras. A la avanzada de EEUU en el Caribe y Centroamérica se la derrota luchando como los obreros de las maquilas al sur del Río Bravo. A las bravuconadas del “cowboy” Trump se las combate volviendo a poner de pie el movimiento antiguerra, el movimiento Occupy Wall Street y las Panteras Negras, y rompiendo con el partido imperialista de los Demócratas contrarrevolucionarios yanquis.


 

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