La izquierda reformista sometida a Chávez y al Foro Social Mundial contiene a las franjas de la clase obrera que se radicalizan y enfrentan decisivamente al pacto social

 

Luego del fusilamiento de Fuentealba, cuando el 9 de abril se desarrollaba la enorme respuesta de masas de los trabajadores de Neuquén, la Patagonia y todo el país; cuando Kirchner estaba escondido en El Calafate y Sobisch tenía que disfrazarse de policía para poder salir de la casa de gobierno rodeada por los docentes sublevados, los trabajadores perdimos una gran oportunidad de propinarle un golpe decisivo a este régimen infame de los explotadores y a sus gobiernos nacional y provinciales, y de dar así el primer paso de una contraofensiva obrera y popular. Nadie podrá negar que en esos días había condiciones y predisposición para entrar al combate en millones de trabajadores, como para coordinar a los docentes de ADOSAC, de Tierra del Fuego, Salta, Chaco y Neuquén –cuyos dirigentes y delegados estaban en el palco de la enorme marcha de masas del 9 de abril en Neuquén, junto con dirigentes sindicales y representantes de los partidos de la izquierda que se reclama obrera y socialista- y llamar a todos los docentes del país a votar delegados de base con mandato para conquistar un gran congreso nacional de CTERA llamado por las seccionales en lucha para imponer un Maestrazo Nacional. Ese día, se compartió el palco del dolor y el odio, pero luego... cada uno de los representantes de los gremios docentes en lucha volvió a su provincia, y el combate, que siguió, volvió a quedar aislado.

Ese día, con sólo quererlo, teniendo allí en el palco de Neuquén a los dirigentes y representantes de los docentes en lucha y de decenas de organizaciones obreras combativas, podría haberse puesto en pie un Comité de Lucha nacional que coordinara, junto a los docentes y trabajadores de Neuquén y Santa Cruz, a los trabajadores del Hospital Francés y a todos los que están peleando, y centralizara una pelea nacional por el salario y contra las paritarias de hambre de Kirchner, Moyano y Yasky. Pero no se hizo.

Así, después del 9, en Salta, se levantó la lucha por migajas. ADOSAC siguió en Santa Cruz su plan de lucha, pero aislado de Neuquén, y así se alejó, por el momento, el camino a un Maestrazo nacional y a un congreso de delegados de base de CTERA que lo impusiera desde Neuquén.

Se dejó pasar así una magnífica oportunidad. Porque centralizar la lucha de Neuquén, Salta y Santa Cruz, era generalizar las demandas de los trabajadores en lucha en esas provincias, a todo el movimiento obrero del país. Era unir la lucha de los trabajadores docentes de Santa Cruz contra el salario en negro, al combate por los $ 2.800 de salario mínimo, vital y móvil para todo el movimiento obrero. Era volver a poner en el centro del combate de los explotados la consigna de “Que se vayan todos”, en Salta, Neuquén, Santa Cruz y en todo el país.

Estuvieron dadas condiciones más que suficientes para coordinar, con estas demandas, a las organizaciones obreras arrancadas a la burocracia sindical en todo el país. Nada de esto sucedió. No fueron Kirchner, ni Romero, ni Sobisch, ni siquiera Yasky y Moyano, los que pudieron reunir las fuerzas para “encapsular” estas luchas que ahora se encuentran aisladas: fue la izquierda del régimen la encargada de que esto sucediera y la que, desde adentro de la lucha, impuso el aislamiento en que ahora están los heroicos combates de Neuquén y Santa Cruz.

Fueron el PO, los MST varios, el MIC, el MAS, el PTS –que dirigen e influencian cientos de organizaciones de oposición en CTA, ATE y CTERA; que dirigen seccionales opositaras del SUTEBA, Zanón de Neuquén, Subterráneos de Buenos Aires y cientos de comisiones internas, cuerpos de delegados y seccionales sindicales arrancadas a la burocracia en todo el país; que encabezan federaciones y centros de estudiantes- los que se negaron sistemáticamente a poner sus fuerzas al servicio de reagrupar a los trabajadores en lucha para conquistar un polo nacional y un nuevo reagrupamiento de las filas obreras para enfrentar al régimen infame del pacto social y a sus gobiernos nacional y provinciales represores y asesinos. Estaba y está en sus manos romper el aislamiento de Neuquén y Santa Cruz, enviando delegados de todas las organizaciones obreras que dirigen e influencian a Neuquén, a coordinar con los docentes y trabajadores en lucha de la Patagonia y a poner en pie un Comité de acción y lucha nacional, para establecer en común una única lucha y un único reclamo contra las paritarias de la entrega del salario y las conquistas obreras. Pero no lo hicieron ni lo hacen: están absolutamente en contra, son enemigos declarados de esta estrategia.

La responsabilidad de estas corrientes de izquierda, junto al MIC, es total. Ellos han demostrado una vez más ser corrientes de izquierda totalmente disciplinadas a Chávez y a esa cueva de bandidos que es el Foro Social Mundial que, inclusive, les impuso no silbarlo a Kirchner cuando Chávez vino a la Argentina y realizó su acto en Ferro. Son la izquierda a la izquierda del “Frente para la Victoria” de la impunidad.

Y ahora, desde sus periódicos, estas corrientes se lamentan de que hay “agotamiento” y “desgaste” de los trabajadores en lucha, cuando fueron ellas las que contribuyeron decisivamente a imponer el aislamiento, y a impedir así que hoy exista una alternativa a la burocracia sindical que prepara la traición y entrega de estos heroicos combates. Lo que está “agotado” no son las enormes fuerzas de la clase obrera y los explotados, sino la estrategia, la política y el programa reformista y posibilista de esta izquierda del régimen.

Porque son estas corrientes las que dicen que nunca hay condiciones para coordinar y centralizar a los que luchan, ni para disputarles a los traidores de la burocracia sindical, en las calles, la dirección de los combates de nuestra clase. Para ellos, esto es imposible: sólo ven condiciones para hacer componendas entre dirigentes, por arriba y para constituir listas “opositoras” para las elecciones sindicales. En los sindicatos estatizados, son la “oposición”… a Su Majestad, la burocracia sindical, cuyos sacrosantos estatutos y cuerpos orgánicos respetan a rajatabla. Son los que siempre le echan la culpa a la base, “su falta de combatividad”, cuando las masas han demostrado en el combate ser mil veces más perspicaces y combativas y tener un millón de veces más energías, que sus estados mayores de la izquierda sometida al régimen con el que, desde hace años, conviven pacíficamente. Son los que les dicen a los trabajadores que la única forma de pelear es cada uno por su lado, aislados, cuando el enemigo concentra sus fuerzas para pegarnos con un solo puño en todo el país, como acaba de hacerlo Kirchner sosteniendo a Sobisch y ambos sostenidos por Moyano y Yasky.

Es la izquierda posibilista, la que, siguiendo tras los pasos de la vieja socialdemocracia y el stalinismo, llama a “luchar por lo posible” y no por lo que es necesario para la clase obrera y para que ésta triunfe. Ya quedó claro en Salta que “luchando por lo posible” lo único “posible” es... sufrir derrotas y perder conquistas. ¡Lástima que a las consecuencias de este posibilismo las sufren los trabajadores y los explotados, y no los “señores dirigentes” de estas corrientes reformistas!

Hoy, después de haber contribuido decisivamente a aislar y cercar las luchas de Neuquén y Santa Cruz, frente a la traición que prepara la burocracia sindical, frente a la política de los dirigentes de entregar en la mesa de negociación lo que Kirchner, Sancho y Sobisch no pudieron imponerles a los trabajadores en la lucha, estas corrientes son incapaces de marcarle un curso de acción para que puedan enfrentar las trampas, para que puedan derrotar la traición y superar, en el medio del combate, a la burocracia sindical.

Dicen que como la traición de la burocracia y la derrota ya están aseguradas, lo único que se puede hacer es… “sacar conclusiones” y “organizarse”. Es decir, dejan que la burocracia imponga su política de traición y entrega, y luego pretenden construir sus partidos y grupos sobre la base de las “conclusiones” de esas derrotas. Después van a las elecciones, divididas en veinte pedazos, y lloran porque sacan pocos votos. No puede ser de otra manera. La única manera de poner en pie una estrategia de independencia de clase y una alternativa política revolucionaria de los trabajadores, es desarrollando y fortaleciendo sus organizaciones de lucha con democracia obrera, independientes del estado y la patronal. Ahora bien, si, como hacen las corrientes de la izquierda reformista, todos los días, ante cada lucha de los explotados, se plantea que sólo hay que “luchar por lo posible”; si se dedican a liquidar todo organismo de lucha independiente que la clase obrera pone en pie; si se lleva a los trabajadores a los pies de los ministerios de trabajo, las legislaturas y la justicia patronal, si se la subordina a la burocracia sindical y a sus cuerpos orgánicos, si se destruye toda posibilidad de reagrupamiento revolucionario de la vanguardia –es decir, si se debilitan las instituciones de lucha que expresan la independencia de clase del proletariado, su lucha de clase contra clase- es casi inevitable que después se saquen pocos votos en las elecciones.

Queda claro, por si hacía falta, que esta izquierda reformista de renegados del trotskismo -tan perspicazmente definida por la burguesía en el diario La Nación como una “comparsa rebelde”- ya no sirve más ni es útil para que la lucha de los trabajadores se centralice, se coordine y triunfe. En sus campañas electorales se llenan la boca con promesas de victoria, pero a los trabajadores en lucha sólo les entregan… jalones de derrotas.